La construcción social de la maternidad entre los siglos XVIII y XX y los discursos feministas.

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La construcción social de la maternidad entre los siglos XVIII y XX y los discursos feministas de la época. María Fernández Campomanes 29 de noviembre de 2011

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ÍNDICE 1. Introducción……………………………………………………………..3 2. La construcción social de la maternidad………………………………...3 3. Posicionamientos feministas en torno a la maternidad en la época……..7 4. Conclusiones…………………………………………………………..13 5. Bibliografía…………………………………………………………….14

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1. Introducción La antropóloga feminista, Dolores Juliano1 (2007), afirma que en torno al concepto de maternidad entran en juego tres elementos. En primer lugar, el componente biológico, el parto, que más o menos medicalizado es igual en todos los lugares del mundo En segundo lugar, los cuidados que se ofrecen a las criaturas, lo que se puede denominar el “maternaje”. Y como tercer elemento, el de los sentimientos: el amor maternal, la entrega y otras emociones, que se relacionan tanto con la maternidad que se naturalizan. Elisabeth Badinter (1981)2, en su libro ¿Existe el amor maternal?, explica que el papel que juegan las mujeres como madres depende de la valoración social de la maternidad en cada momento, es decir está determinado por condicionantes de índole social y cultural. Y en definitiva, querer tener hijos, o que estos se consideren una carga, no es algo que dependa sólo de la voluntad particular de una mujer o de una pareja, depende de lo que socialmente se entienda como “bueno” en cada momento determinado. Intentaremos primero responder a la pregunta: ¿de qué depende este discurso social? Y, seguidamente, haremos un breve recorrido histórico entre los siglos XVIII y XX, para mostrar cómo se ha ido construyendo y como ha ido evolucionando el discurso social en torno a la maternidad. Finalmente, mostraremos los diferentes posicionamientos feministas de la época sobre esta cuestión, los debates que se estaban produciendo y qué era lo que figuras destacadas en la lucha por los derechos de las mujeres opinaban y defendían a este respecto.

2. La construcción social de la maternidad La concepción social de la maternidad evoluciona de forma paralela a la concepción de la infancia. En términos antropológicos, según Dolores Juliano, depende, entre otras cuestiones, de para quién tiene la mujer los hijos. En sociedades, por ejemplo, donde el apellido ser transmite por vía masculina, tener hijos varones es importante en tanto en cuanto otorga linaje al marido, piénsese en el recurso del repudio en el Islam a las mujeres estériles. En este sentido, Margaret Mead (1935) en su obra Sexo y temperamento explica cómo en sus estudios sobre diversas tribus en Nueva Guinea descubrió que en unas el cuidado y la crianza era un valor mientras que en otras los niños y las niñas eran considerados un estorbo, tanto que “criador de niños” era una especie de insulto dedicado a quienes aportaban poca cosa a la comunidad. Pues bien, trataremos de explicar que esto no ocurre sólo en tribus lejanas y que, tal y como explica Elisabeth Badinter, no es hasta bien avanzado el siglo XVIII, con la publicación del Emilio por Rousseau en 1762, que las ideas de maternidad e infancia comienzan a parecerse a lo que ahora conocemos.

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AAVV. Instituto Asturiano de la Mujer. Maternidad y paternidad. Reflexiones desde el feminismo. KRK ediciones (2007)

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Badinter, Elisabeth.: ¿Existe el amor maternal?. Paidós. (1980)

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Antes, la infancia se debatía entre la sede del pecado según San Agustín y la sede del error de Descartes, porque guiados sólo por el placer y el dolor estaban los niños condenados al error perpetuo. Bien fuera error o pecado la infancia era un mal, un estado no deseado y por tanto el cuidado de las criaturas no era algo que importara demasiado. Según cifras ofrecidas por Elisabeth Badinter, durante los siglos XVII y XVIII la mortalidad de niños y niñas menores de un año superaba el 25%. También señala que entre 1773 y 1790 un promedio de 5.800 criaturas fueron abandonadas en París cada año, cantidad muy importante estimado el número de nacimientos anuales entre los 20.000 y los 25.000. Una cuestión que ayuda a comprender la construcción cultural del concepto de maternidad es la extensión de la práctica de recurrir a nodrizas para el amamantamiento, algo muy alejado de lo que hoy entendemos no sólo como normal sino como “natural” cuando pensamos en la idea de maternidad. En el siglo XVIII, la costumbre de la aristocracia y la burguesía de dejar a las criaturas a cargo de nodrizas se generalizó, hasta convertirse en la norma, tanto que de las 21.000 niñas y niños nacidos en Paris en el año 1780, se estima que sólo un millar recibieron amamantamiento materno. Este sistema producía una mortalidad enorme, las nodrizas eran a su vez madres y al tiempo tenían que amamantar a sus propias criaturas, por lo que la alimentación era muy deficitaria. La probabilidad de encariñarse con el bebé era en definitiva baja y poco rentable. Badinter dice “no es porque mueran como moscas que las madres se ligaban poco afectivamente a sus hijos: porque las madres se ligaban poco afectivamente a sus hijos es por lo que morían como moscas”. Aunque esta falta de apego puede relacionarse con la necesidad de las madres de tener un empleo remunerado, de aportar dinero a las economías familiares, el apego tampoco era frecuente entre las clases más favorecidas. No, hasta que surge esa preocupación por la infancia, por el incremento de la población y la reducción de la mortalidad infantil, de la que es símbolo Emilio, y se empieza a construir el discurso social dominante en nuestros días respecto a la maternidad. Es a partir de entonces, cuando las mujeres van asumiendo la responsabilidad del cuidado de los hijos y las hijas, se las enseña a ser madres, se las educa para que sean mejores madres y así críen mejores ciudadanos y mejores futuras madres, y se vincula su proyecto social a la maternidad. El concepto de amor maternal aparece por tanto en el SVIII como un medio para garantizar el cuidado y la educación de los hijos. En paralelo y con la lactancia materna como eje, como argumento, se condena el uso de nodrizas y se elabora el constructo del instinto maternal A finales del siglo XIX y principios del XX, el amor y el instituto maternales fueron considerados insuficientes, y en ese contexto de intento de reducción de la mortalidad infantil, de políticas poblacionistas, de auge de la tesis eugenésicas, de secularización, de positivismo, de nacimiento de las políticas de salud pública, se elabora toda una teoría científica, una expertía, y un conjunto de dispositivos de los estados para educar a las madres.

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Podíamos decir que la maternidad se va reconceptualizando conforme a criterios científicos e higiénico sanitarios. Nacen entonces la pediatría y la puericultura, pero la curación quedará en manos masculinas y el cuidado, la puericultura, en manos femeninas; desde una perspectiva muy paternalista y androcéntrica., impregnada de misoginia, se elaboran infinidad de manuales dirigidos a las mujeres, consideradas éstas seres inestables, pasionales e incultos. Nace, se gesta, el concepto de maternidad y el de procreación o generación consciente. Para comprenderlo es especialmente útil esta cita de la revista de publicación mensual Generación Consciente editada por primera vez en 1923 y extraída del libro de Irene Palacio Lis, Mujeres ignorantes: madres culpables3. “Tú función en la vida es algo más elevada y más digna que procrear mecánicamente. No es sólo tu deber aumentar la especie; tu deber es elevarla moral y físicamente. Debes reflexionar; debes meditar (...). Estudia, y estúdiate a la vez para que comprendas mejor cuál esa misión que la vida exije (sic), no como un sacrificio, sino para que llenes tu existencia de felicidad y completes la obra de la naturaleza (…). Y entonces, cuando goces plenamente de las delicias de esa vida que se creará en ti misma, en tu mundo interior, en tu propia conciencia ayudada por la inteligencia, por estudio, por la meditación, entonces estarás en condiciones de traducir tu vida en un nuevo ser, que no vendrá al mundo para engrosar el horrible montón de los vencidos, de los hambrientos, sino para alcanzar el éxito en tus humanas aspiraciones (…). ¡Esa es tu misión mujer! Y si no puedes cumplirla plenamente, si te sientes incapaz de llevar a afecto con toda magnitud, abstente, al menos, de aumentar las desdichas de este mundo por las cuales lloras impotente…Pero no te acobardes jamás; prosigue tu regeneración con el esfuerzo de la voluntad y conseguirás ser útil, ser fuerte, ser feliz. (…) Para ello solo necesitas ejercitar, despertar tu voluntad, tu voluntad consciente, y para tenerla hay que utilizar la cabeza, hay que utilizar el cerebro. ¡Estudia, mujer, edúcate! ¡Medita!.” El interés por la educación de las madres, el amor a los hijos, la salubridad, la salud, el cuidado, la vida en el campo, etc, también está presente en esta interesante cita de Rosario de Acuña extraída del texto Consecuencias de la degeneración femenina, publicado en Las Dominicales del Libre Pensamiento y que en origen constituyó parte de una conferencia ofrecida por la autora en el año 1888 en la Sociedad El Fomento de las Artes en Madrid: “El remedio más esencial está en nosotras porque el daño más importante nosotras lo hacemos. ¡Qué lleve el hijo la herencia de una madre amorosa o inteligente! Y el equilibrio quedará reestablecido. Para esto hay que formar a las futuras mujeres, a las futuras madres, pasando con enérgica firmeza sobre este camino de espinas que el presente nos ofrece. (…) 3

Palacio Lis, Irene: Mujeres ignorantes: madres culpables .Universidad de Valencia (2003). Pag. 79

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Todo esto os lo expongo para afirmaros en la convicción de nuestro poder sobre el hijo y la hija, igualad sus cerebros; rebajar la fatuidad del hombre, elevad la dignidad de la mujer; enseñadlos a pensar en la misma escala, a sentir en el mismo tono: educad al varón para que sea justo con la mujer, no galante. ¡Justicia es lo que necesitamos, no galantería! Que la mujer tenga conciencia de si misma; hacerla inteligente. (…) Fundad el hogar campestre donde llevéis a reposar a la familia en largas temporadas, el hogar en el seno de la Naturaleza en donde luz, aire, sol, espacio, ejercicio, meditación, sencillez y libertad se aúnan sobre la mujer predisponiéndola a saber pensar; el primer fundamento de todas las humanas dignidades.” 4 En el año 1857, la Ley Moyano establece la escuela segregada y el currículo diferenciado. Un poco más adelante, en 1901 Romanones dicta la escolarización obligatoria de niñas y niños de entre 6 y 12 años y se introducen la higiene y las labores en los currículos. Añadiremos a esto que fue también una Real Orden del Conde de Romanones la que en 1910 diera luz verde al libre acceso de las mujeres a la universidad. El maternaje se enseña entonces en las escuelas, a las que asisten las futuras madres, las hermanas mayores y las criadas, se enseña al tiempo en las escuelas normales y se crean además diversas instituciones para el adiestramiento materno, como las escuelas de maternología y las gotas de leche. Subyace también la teoría de la complementariedad de los sexos, aún muy vigente en nuestros días y que con tanto ahínco se ha intentado desmontar desde el feminismo, que rebate Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949) y mucho antes también en Francia, Marie Deraismes (1828), de quien hablaremos más adelante. Se trata de la idea que justifica la desigualdad en función de diferentes capacidades naturales que se complementan: las mujeres dominan el campo de lo empírico, de lo afectivo; y los hombres el de lo racional, lo científico. Así lo explica Marie Deraismes: ¿Acaso no se había decretado el género femenino como inferior? Siguiendo esta opinión, erigida en dogma, la clasificación humana se realiza del modo siguiente: El hombre representa el cerebro, la mujer el corazón. Facultades: el pensamiento para el primero, el sentimiento para la segunda. Funciones: gobierno, supremacía por un lado, devoción y maternidad por otra. (…) Inmersa, supuestamente, en su papel de procreadora física: tota mulier in utero, dice un viejo proverbio médico, la mujer no es apta para los trabajos de la mente y el ejercicio cerebral sostenido. La vemos pues apalancada en la maternidad, pero según la noble acepción de la palabra, porque no se le otorga, por ley, ni la independencia ni la autoridad necesaria. Esta maternidad física, animal, está despojada de sus atributos morales e intelectuales”.5

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Bolado José: Rosario de Acuña y Villanueva. Obras reunidas, III. Prosa. Ayuntamiento de Gijón, Instituto Asturiano de la Mujer . Cajastur. KRK ediciones. (2008). Pag. 530 5

Deraismes, Marie: Eva en la Humanidad. Fundación Maria Deraismes. Madrid.(2010)

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Por último, es importante introducir un elemento más para entender como se va construyendo la idea de maternidad: conocer que esto ocurre de forma paralela a la generalización de la familia nuclear durante la industrialización. Un momento en el que se produce la separación entre el hogar y el lugar de trabajo, entre lo público y lo privado, lo productivo y lo reproductivo; y, a la vez, tiene lugar la asignación de los espacios según el sexo, quedando el espacio privado y el trabajo reproductivo atribuido a las mujeres, y configurándose la familia y el hogar como el espacio donde éstas han de ver colmadas todas sus aspiraciones, ello pese a que siempre se ha permitido, aunque no deseado, que las mujeres tengan empleos remunerados.

3. Posicionamientos feministas en torno a la maternidad en la época Como sostiene Sonia García Galán (2009)6 en Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919 -1931, donde hace un repaso a los posicionamientos feministas a través de la prensa asturiana, hubo muchas dificultades para elaborar una crítica feminista al discurso construido en torno a la maternidad. Irene Palacio Lis sostiene: “nos situaríamos aquí en esa manera de entender el feminismo que afirmaba el derecho a ser iguales pero también el de ser diferentes, a través precisamente de la recuperación de los rasgos diferenciales de ambos sexos, la maternidad en este caso, que constituyendo un valor tradicional, debe ser sin embargo rescatado y revalidado, desde su asunción plena, y sobre todo consciente, por parte de las mujeres. Una maternidad que, más allá del hecho biológico individual, comenzaba a proyectarse ahora como maternidad social, en parte moneda de cambio para la exigencia de protección y beneficios públicos en los emergentes estados del bienestar. El secuestro de la maternidad por parte de la autoridad patriarcal, no había dejado de suscitar, como hemos tenido ocasión de comprobar, una cierta reacción por parte de las mujeres, que puede advertirse soto voce a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Es cierto que sólo excepcionalmente puede encontrarse un discurso paralelo al formulado sobre la función materna en los ámbitos científicos y académicos por parte de los especialistas varones, porque las mujeres acudieron tardíamente al espacio universitario y quienes tuvieron la oportunidad de hacerlo expresaron sus convicciones de forma más o menos conciliadora, pero no deja de percibirse la presencia y la voz de algunas de ellas, desde distintas procedencias e intereses, a nivel individual o colectivo, que venían a cuestionar la tutela que sobre la maternidad se habían arrogado los médicos y otros gestores sociales, sustrayéndola a la tradicional experiencia y saber femeninos. (Mary Nash, Maternidad, maternología y reforma eugénica en España)”7

Es fácil comprender que no fue sencillo oponerse al elevado consenso social construido en torno a la maternidad y que éste condicionó los posicionamientos feministas de la 6

García Galán, Sonia: “Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919-1931” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009). 7

Palacio Lis, Irene: Mujeres ignorantes: madres culpables .Universidad de Valencia (2003). Pag 80.

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época pero sin llegar a impedirlos del todo, discutiéndose y renegociándose algunas de las premisas imperantes e incluso combatiéndolas abiertamente. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los hombres se fueron al frente y las mujeres habían accedido a nuevos espacios para hacerse cargo del país, fundamentalmente al empleo. Al fin de la contienda, fueron empujadas a retornar a los hogares pero esa etapa de acceso a lo público supuso un paso adelante que en gran medida no permitió el retroceso. Las mujeres habían demostrado y conocido sus capacidades y habían conocido y disfrutado la libertad. La idea del papel que las mujeres podían jugar en la sociedad había cambiado para la sociedad y sobre todo para las propias mujeres. Los posicionamientos feministas en torno a la maternidad deben situarse en contexto de un debate de relevancia internacional sobre el papel de las mujeres en la sociedad, en torno a cómo mujeres y hombres debían repartirse el espacio, el poder o el saber, el derecho a la educación, el derecho al voto, un debate sobre si las mujeres podían, debían o no, acceder al empleo. En este sentido, conviene recordar que el empleo era una realidad para las mujeres de la clase obrera, cuyas familias no podían subsistir sin su contribución y que siempre hubo familias encabezadas por mujeres, viudas o solteras, que fueron el sostén principal de su familia, el debate que se estaba produciendo tenía más que ver con la incorporación de las mujeres de las clases medias al mercado laboral. Decía Alexandra Kollontay: “Son estas las muchachas y las mujeres que incesantemente se enfrentan a las dura lucha diaria por la existencia, que pasan los días sentadas en una silla de oficina, que manipulan los aparatos de telégrafos, que están detrás de los mostradores. Mujeres independientes: son las muchachas de mente y corazón claros, llenas de audaces fantasías y proyectos, las que atestan los templos de la ciencia y el arte, que se apiñan en las aceras, buscando con pasos vigorosos y viriles lecciones baratas y trabajos interinos. Vemos a mujeres independientes ante su mesa de trabajo, preparando un experimento de laboratorio, investigando el material de los archivos, atendiendo diligentemente a los pacientes de un hospital, redactando un discurso político.”8 Se acusaba a quienes defendían estos derechos, a quienes promulgaban la emancipación de las mujeres, de querer masculinizarlas, de ir contra natura, de querer destruir la esencia femenina. Se producían debates muy encendidos, tratar de subvertir el orden establecido era arriesgado. La tinetense Eugenia Astur escribía en La Región en referencia a la aviadora de origen asturiano María Luisa Bernaldo de Quirós: “Y quedo contemplando la grácil figurina de Maria Luisa (…) véola representativa de una nueva generación de féminas valientes y arrojadas, en las que el vulgo personificará la masculinización de nuestro sexo. Y al pensar esto, me siento aliviada de una pesada carga. Porque hasta ahora las que nos dedicábamos a emborronar cartillas, cargábamos con el sambenito. Y yo, que antepongo la feminidad arraigada en mi espíritu a los pobres méritos de mi pluma, sufría por ello indignación. 8

Alexandra Kollontay. Extraido de Paz Torres, Olga: La mujer nueva de Alexandra Kollontay. Aproximación a través de su biógrafa, Isabel Oyarzábal Smith” en en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009).

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Pero en adelante, escribir una novela, un drama o un tratado político se mirará como en nuestras madres hacer crochet o en nuestras abuelas tocar el clavicordio…Ahora por largo tiempo, las aviadoras harán la excepción, hasta que regir una avioneta sea tan vulgar como lo es ya que una señorita conduzca un automóvil.” 9

Vemos como el proceso de conceptualización de la maternidad corre entonces también paralelo al fortalecimiento de las ideas feministas y sus demandas. Según Sonia García Galán, prevalecen sobre todo los posicionamientos conciliadores que tratan de hacer compatibles ambas ideas, la maternidad y los nuevos derechos, y que combaten con valentía las afirmaciones de médicos, intelectuales y de la iglesia, de que las mujeres únicamente estaban “hechas” para ser madres, porque nuestro organismo sólo estaba preparado para esto. Véase lo que al respecto dicen Gregorio Marañón y Rosario de Acuña: “La mujer, ni es igual ni superior, ni inferior al hombre; es distinta. En su constitución orgánica existen modificaciones histológicas que lo demuestran. Hombre y mujer tienen dos misiones distintas y obedecen a una conjuración, que es la de tener hijos.”10 “A pesar de que las leyes de la naturaleza se rigen por principios fijos y, por tanto, lo inmutable es su esencial condición, a pesar de que nunca podrán alterarse las diferencias que distinguen sin inferioridad por ninguna de ambas partes nuestros opuestos sexos, pudiera muy bien venir un lamentable periodo revolucionario que nos sumiese por largo espacio de tiempo en las más funestas consecuencias. ¡Alerta, mujeres! Nuestros emancipadores quieren para nosotras la libertad de medios, pero no olvidéis que con ellas perdemos la liberad de acción, mil veces mejor que el falso oropel de los aparentes poderes. Tomad de la escuela emancipadora lo que a nuestros fines nos conviene: es, a saber, la instrucción más amplia. (…) Nada, pues, tan absurdo como asegurar que nuestro único destino es la manifestación de un culto que en nada se refiere a las facultades del hombre y nada tampoco más inverosímil que ciertas aseveraciones probando que el día en que la mujer adquiera una ilustración superior, serán olvidados sus altos deberes de esposa y madre. Desde luego puede asegurarse que, a medida que la mujeres eleve su valimiento espiritual al nivel del otro sexo, crecerá en su corazón esa facultad innata su destino de compañera del hombre y madre de los hijos de ambos”11 9

Eugenia Astur en referencia a la aviadora María Luisa Bernardo de Quirós, publicado en La Región en 1919. Extraído de García Galán, Sonia: “Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919-1931” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009). 10

Gregorio Marañón en una conferencia en el Ateneo de Gijón en 1926. Extraído de García Galán, Sonia: “Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919-1931” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009). 11

Bolado José: Rosario de Acuña y Villanueva. Obras reunidas, III. Prosa. Ayuntamiento de Gijón, Instituto Asturiano de la Mujer . Cajastur. KRK ediciones. (2008). Pags 175 y 181.

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“No esperemos piedad del hombre, jamás seremos su mitad siendo sus libertas. La Naturaleza siempre justa ha querido resarcirnos y poner a nuestra disposición el arma más poderosa: los hijos”12 Argumentando la teoría de la complementariedad de los sexos también desde lo que podríamos denominar un feminismo de corte católico moderado se trató de hacer compatible la maternidad y los derechos de las mujeres. En Asturias, Sonia García Galán cita a Sara Insúa quien, desde su tribuna en El Carbayón, afirmaba que el movimiento feminista era ya “una cosa seria”, que no debía ridiculizarse y que las mujeres podían hacer ya algo más que coquetear “bajo el ala leve del leve abanico y soportar al marido”, pero recordando que éstas debían ser ante todo, madres, hijas y esposas, y que tenían encomendada la inmensa labor de educar a los hijos de Dios. Ella y también Mercedes Valero aluden la mayor moralidad y sensibilidad femenina, así como la importancia de la instrucción de las mujeres, como ya hemos visto que también reclamaba Rosario de Acuña.: (…) “una mujer bien constituida física y moralmente puede ser una inteligentísima persona de negocios, a la vez que esposa irreprochable y tierna madrecita, consciente de sus deberes. ¿Son acaso incompatibles un libro de caja, un talonario de recibos, una lista de valores…con el amor al marido, el cuidado de los hijo, la providencia sobre el hogar…?”13 Desde esta perspectiva, mujeres y hombres se complementan, no sólo es posible sino deseable que se mantengan esas diferencias esenciales, permitiendo que las mujeres se eduquen, trabajen, participen del espacio público, y al tiempo sean madres y esposas dulces, amantes y primorosas, ángeles del hogar. Desde una óptica mucho más emancipadora y por otro lado más relacionada con la eugenesia, otras feministas, como la diputada socialista Margarita Nelken en su obra Maternología y Puericultura, abogan también por la formación de las madres para que cumplan “natural y científicamente” su cometido y defienden la educación sexual de las jóvenes. Para Margarita Nelken el derecho al voto no era necesario y se distanció del sufragismo. Defendió por encima de todo la formación de las mujeres, sin prejuicios religioso, alejadas de la superstición, preparadas para el ejercicio de un oficio y para ser madres. Defendió a las madres solteras y las condiciones de trabajo de las obreras. Su pensamiento se enmarca dentro del feminismo socialista de Alexandra Kollontay. Dentro de la ideología, a nuestro juicio, más emancipadora se hallan las sufragistas, quienes, de acuerdo con agenda marcada en 1848 en EEUU por la declaración de Sentimientos y Reclamaciones de Séneca Falls, reclamaban el derecho a la educación y al empleo; además de la igualdad jurídica y los derechos políticos: el derecho al voto, las condiciones del matrimonio, la administración de los bienes, etc. En España, las 12

Bolado José: Rosario de Acuña y Villanueva. Obras reunidas, III. Prosa. Ayuntamiento de Gijón, Instituto Asturiano de la Mujer . Cajastur. KRK ediciones. (2008). Pag. 530

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Mercedes Valero. La Región. 1928. Extraído de García Galán, Sonia: “Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919-1931” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009).

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encontramos en la Asociación Nacional de Mujeres de España y en la Unión de Mujeres de España. En definitiva parece que ni las feministas socialistas ni las sufragistas llegan a cuestionar el papel de las mujeres como madres, trataron entonces de ensalzarlo, de llenarlo de valor, de hacerlo compatible con el disfrute de derechos pero desde el posibilismo. Defendieron legislaciones protectoras de la maternidad, el embarazo y la crianza, los permisos maternales, las ayudas económicas, empezaron a hablar de lo que ahora llamamos corresponsabilidad Entre las más subversivas, la revolucionaria soviética Alexandra Kollontay (1920) defiende La nueva mujer, el concepto de mujer como individuo, el libre ejercicio de la maternidad y apunta la necesidad de socializar el cuidado. Debe haber una revolución cultural, una revolución sexual y un cambio en las estructuras sociales para apoyar la maternidad y el cuidado de las criaturas. En palabras de Kollontay “la maternidad es un deber social no un asunto privado” con lo que no está claro “hasta dónde puede colisionar este deber con el derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo”. “Cientos de miles de mujeres sufren una doble carga: bajo el trabajo asalariado y bajo la maternidad. Hay muy pocas salas-cuna, jardines de infancia y hogares maternales, y la ayuda en dinero a la madre tampoco se acompasa con la carestía en el mercado negro. Todo esto origina que la trabajadora se acobarde ante la carga de la maternidad”.14 También entre los discursos más emancipadores destaca el de la francesa, gran desconocida en nuestro país, Marie Deraismes, a quien ya hemos recurrido en este trabajo en la cita número cinco, que bien podría retomarse de nuevo en este punto. Humanista, firme defensora de las libertades, el laicismo, el racionalismo y de la igualdad y la libertad de las mujeres, María Deraismes se anticipó en un siglo a Simone de Beauvoir cuestionando la esencia femenina y la complementariedad de los sexos, ironizando sobre las diferencias biológicas y explicando con rigor y detalle que los condicionantes culturales, la sociedad, la legislación, las costumbres, el saber, la familia… determinan la situación de inferioridad de las mujeres y la supremacía masculina. “Del mismo modo los fisiólogos modernos, que presumen de experimentadores objetivos y que no son sino lo contrario, en sus estudios reflejan el resultado de lo único que sus antecesores han grabado en sus mentes y que no son otra cosa que afirmaciones apriorísticas de pensadores primitivos, en lugar del descubrimiento de la verdad.(…) Pero a primera vista y por simple observación de las constituciones y de los caracteres de ambos sexos, la diferencia que se les atribuye está absolutamente justificada. La

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Alexandra Kollontay. Extraído de Paz Torres, Olga: La mujer nueva de Alexandra Kollontay. Aproximación a través de su biógrafa, Isabel Oyarzábal Smith” en en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009).

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talla del hombre es más elevada que la de la mujer; su aparato muscular dispone de mayor vigor; esta superioridad se extiende a todo el organismo. El hombre es apto para concebir y realizar lo que la mujer no puede ejecutar; el hombre representa la razón, la mujer el sentimiento. El hombre sorprende por su genio, por el atrevimiento de las acciones que emprende; la mujer seduce, emociona, conmueve por su belleza, su gracia, su exquisita caridad. (…) De la mujer sensible y sentimental a la mujer ángel, no hay más que un paso: las mujeres son ángeles. (…) De todos los enemigos de la mujer, se lo declaro, los principales son aquellos que pretenden que la mujer sea un ángel, es obligarla de una manera sentimental y admirativa, a todos los deberes y reservarse para quien lo proclama, todos los derechos. Cuando se trata de equidad, mantienen que el hombre en sociedad tiene mayores deberes que cumplir que la mujer, y que es justo que tenga más derechos; que no olvidemos que es él quien sostiene la familia y quien defiende la patria. (…) Demostraremos que esta afirmación es absolutamente falsa. (…) La mujer en el proletariado trabaja tanto como el hombre. Como él, lucha por la existencia y con todas las desventajas, ya que por el mismos salario e igual mérito recibe un salario muy inferior. (…) No se salva de los trabajos más peligrosos. La vemos en las fábricas de productos químicos donde sufre necrosis, en las fábricas de cartuchos, en las minas arriesgándose al grisú (…). Además, zurce para la familia, limpia y va al lavadero. (…) La maternidad ofrece pues a la mujer más ocasiones de muerte que al hombre la guerra. (…) Pero los interesados se cuidan muy bien en pararse en semejantes motivos plausibles, hacen como si no entendieran y siguen voluntariamente aplazando la cuestión. Así es como objetan insidiosamente que la unión del hombre y de la mujer está basada en las diferencias. Cada sexo busca al otro para encontrar en él las cualidades que le faltan; hacer desaparecer estas diferencias es sustituir la confusión por la armonía. (…) A esto respondo: la armonía moral de la pareja reside por completo en las similitudes mentales y educacionales y no en las diferencias. (…). Asimismo, las diferencias que ofrecen ambos sexos son, en realidad, más formales que esenciales. La inferioridad de las mujeres no es un hecho de la naturaleza, repetimos, es un invento humano, es decir, una ficción social.”15

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Deraismes, Marie: Eva en la Humanidad. Fundación Maria Deraismes. Madrid.(2010)

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4. Conclusiones Hemos tratado de explicar con este trabajo como los cuidados y los sentimientos en torno a la maternidad, tal y como sostiene Dolores Juliano, constituyen construcciones sociales y por tanto, el concepto de maternidad ha cambiado a lo largo de la historia y no es ni fue siempre el mismo en todos los lugares del mundo. Hemos defendido que las ideas de amor materno e instituto maternal son constructos sociales que se elaboran a finales del siglo XVIII para garantizar la supervivencia y el cuidado de las criaturas; y hemos visto como a lo largo de los siglos XIX y XX, el proceso de industrialización, la preocupación por la mortalidad infantil, las políticas pronatalistas y de salud pública, las tesis eugenésicas, el positivismo, en paralelo al proceso de conceptualización de la infancia y al debate y la lucha sobre los derechos y libertades de las mujeres; todo ello confluyó en , contribuyó a la construcción social de la maternidad, tal y como hoy la conocemos. Respecto a los posicionamientos feministas de la época cabe destacar que no fue sencillo elaborar una crítica feminista al discurso y al gran consenso social tejido en torno a la maternidad y al papel de las mujeres en la sociedad. Aún pese a las dificultades, el discurso feminista se abrió camino, prudente e inteligentemente, mayormente desde el posibilismo pero también buscando fisuras en los discursos y en las teorías y cuestionando el orden establecido. Las feministas más conservadoras, haciendo compatible la educación y el empleo con la figura del ángel del hogar. Las sufragistas defendiendo los derechos civiles preocupadas por la regulación del matrimonio y abogando por el establecimiento de legislaciones protectoras de la maternidad. Las feministas socialistas en defensa de las trabajadoras y apuntando la necesidad de socializar el cuidado y construir lo que hoy llamamos el cuatro pilar del estado de bienestar.

“Alcanzado este punto, tan sólo nos queda refutar un último argumento, que es el siguiente: Sólo una mínima fracción de mujeres reclama y se subleva contra el orden establecido, mientras que la generalidad, menos turbulenta y más sensata lo acepta, lo encuentra conforme a la justicia y condena cualquier intento de cambio a este respecto. Este argumento es completamente falso. Jamás la mujer se ha resignado a ser sometida al yugo. Ha protestado constantemente. Bajo las apariencias de gracia, afabilidad, dulzura, educación mezcla de coquetería y cortesía, se esconde un antagonismo profundo, real. Desde los comienzos de mundo y la formación de las sociedades, la mujer desempeña el papel de insurgente; nada más lógico. Cuando se infringe la justicia y el derecho, el derecho y la justicia sin embargo no se aniquilan, vuelven a aparecer bajo la forma insurreccional y revolucionaria. La ambición de la mujer consiste en darle un giro, anular la ley que va en su contra.”

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5. Bibliografía •

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Badinter, Elisabeth.: ¿Existe el amor maternal? Paidós. (1980)

Bolado José Rosario de Acuña y Villanueva. Obras reunidas, III. Prosa. Ayuntamiento de Gijón, Instituto Asturiano de la Mujer. Cajastur. KRK ediciones. (2008)

Deraismes, Marie: Eva en la Humanidad. Fundación Maria Deraismes. Madrid.(2010)

Diego, Carmen y González Montserrat: “Hacia una maternología y puericultura científicas: la propuesta eugénica” en AAVV.: Mujer y educación en España 1868-1975. Santiago de Compostela (1990).

Palacio Lis, Irene: Mujeres ignorantes: madres culpables .Universidad de Valencia (2003)

García Galán, Sonia: “Discursos médicos, prácticas cotidianas y visiones feministas sobre la maternidad en Asturias 1919-1931” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009).

Paz Torres, Olga: La mujer nueva de Alexandra Kollontay. Aproximación a través de su biógrafa, Isabel Oyarzábal Smith” en Suárez Suárez, Carmen y otras: Maternidades (de)construcciones feministas. KRK ediciones. (2009).

Terrón Bañuelos, Aida: "Anticoncepción y maternidad consciente en el pensamiento eugenista" en AAVV.: Mujer y educación en España 18681975. Santiago de Compostela (1990).

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