IOS PEREZ MALDONAD MONTERREY, MEXÌCO.
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CASA EDITORIAL, IMPRENTA Y LITOGRAFIA
"LA EUROPEA"
RESEÑA HISTÓRICA
TEATRO EN MÉXICO E n r i q u e
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F e r r a r i
SEGUNDA EDICION
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MEXICO IMPRENTA,
ENCUADKENACION
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PAPELERIA
EUROPEA»
Propietario, Fernando Camacho. I Director, Juan Agnilar Vera, Calle de Santa Isabel Núm. 9.
1895
QUINTA D o
PAETE
1 8 6 7 Á, 1 0 * 7 6
DEMOSTRACION DE
AFECTO
AL SE. D. MANUEL A. MERCADO
CAPITULO PRIMERO 1867.
FONDO PEREZ MALDONADO
E S T A OBRA E S P R O P I E D A D DEI,
AUTOR
Poco h e visto ó recuerdo tan pavoroso como aquella tristísima noche del jueves 20 de Junio de 1867, última del gobierno imperialista en la Capital. A la melancólica luz de la l u n a llena, y buscando el amparo de las intensas sombras que los edificios proyectaban, pequeños grupos d e dos ó más personas corrían con rapidez las rectas calles y daban vuelta en las esquinas con marcado apresuramiento, cual si despistar quisiesen á quien por acaso les siguiera. A q u í y acullá percibíanse retenidos golpes de llamada, dados en las puertas de los zaguanes, que eran abiertos y vueltos á cerrar con temerosa precaución. Todas esas gentes, que parecían huir las unas de las otras, iban cuidadosamente embozadas y conducían pequeños bultos, cual si fueran á emprender algún corto viaje. De vez en cuando podía sorprenderse u n tierno beso de despedida, u n sollozo irreprimible, unas cuantas palabras del principio ófinde u n a oración angustiada. Sabíase que en la tarde de aquel día, por más señas consagrado por la Iglesia á la festividad del Corpus, los Grales. D. Miguel Pifia, D. Carlos Palafox y D. Manuel Díaz de la Vega, representantes del Jefe
de la Plaza D. Ramón Tavera, habían firmado en Chapultepec, con el Gral. D. Ignacio Alatorre, delegado por el Jefe sitiador D. Porfirio Díaz, un convenio de cesación de hostilidades, respecto de vidas é intereses, y entrega de la ciudad por las tropas imperiales, que se acuartelarían en la Ciudadela, en San Pedro y San Pablo y en PalacioSabíase también que en muchas granadas huecas, disparadas por los sitiadores aquella tarde, durante el fuego de cañón que á modo de salva hicieron en toda su línea, habían llegado copias de un parte de Querétaro, en que se comunicaba haber sido fusilados, á las siete de la mañana del anterior día 19, en el cerro de las Campanas, el Emperador Maximiliano y sus Grales. D. Miguel Miramón y D. Tomás Mejía, si bien, á decir verdad, la mayoría de las personas que de ello hablaban, lo creían falso de toda falsedad y sólo un ardid de guerra para desmoralizar á los sitiados. —-¿ Cómo es creíble—observaban,— que los republicanos, que sólo son fuertes porque la cobarde Francia ha traicionado al Imperio, retirándose ante las amenazas de los Estados Unidos del Norte y entregando á los cabecillas juaristas las plazas que se habían comprometido á guarnecer, se hayan atrevido á fusilar á un Príncipe Real, al que pronto vengaría toda Europa cayendo sobre México con la inmensidad de su poderío? Realmente, á los Cándidos partidarios de las ideas monarquistas, debía parecer increíble que los hombres de la República hubieran osado dar tan terrible prueba de su inflexible voluntad de salvar de una vez los obstáculos é impedimentos que hasta allí se habían opuesto al definitivo planteamiento del sistema liberal. Pero fuese ó no fuese cierto lo de la muerte violenta del Emperador, era innegable que su Lugarteniente, el Gral. D. Leonardo Márquez, entregaba la plaza de México al Jefe republicano, que la tenía sitiada casi desde el 11 de Abril, y por sí ó por no, bueno era evadirse á los saqueos y persecuciones á que sin duda iban á entregarse las tropas victoriosas. A estos temores y precauciones obedecía aquel ir y venir de gentes, á que hice referencia en las primeras líneas de este capítulo. Yo, que con ese delicioso desconocimiento del peligro que distingue á la juventud, habíame negado á dejar la Capital durante los setenta días del sitio; fui de los que no durmieron esa noche del 20 de Junio en su casa, no porque personalmente tuviese nada que temer de los liberales, sino por lo que acontecer pudiese por el hecho de que en ella moraba también una digna y virtuosa señora que, después de haber merecido honoríficas distinciones de la ya infortunada Emperatriz Carlota, vivía modesta y pobremente con el producto de las pensiones que se le satisfacían por la educación de señoritas de distinguidas familias, para las que en dicha casa había abierto un colegio pocos meses antes.
No quiero por esto decir que yo temiera que los liberales se ensañaran centra una dama tan respetable y llena de virtudes y de méritos femeniles; sin duda tampoco lo temía ella, y, no obstante, también dejó por esa noche su casa. Nuestra conducta se explica con el hecho de que allí, en la espaciosa sala, habían venido verificándose diarias tertulias, á que concurrían altos funcionarios de la administración imperial. Allí conocí al terrífico Lugarteniente del Archiduque, con su espantosa cicatriz mal disimulada en parte, por la áspera barba entrecana. Me refiero al Gral. D. Leonardo Márquez. Aun me parece verle serio y reservado, como en guardia contra toda manifestación, siquiera fuese inconsciente, de espanto ó de horror que pudiera inspirar su fama de cruel guerrero, y, á la vez, extremadamente afable, franco y comunicativo para con todo aquel que, ignorante de sus hechos ó fingiendo ignorarlos, sin tocar asuntos políticos, buscaba en su conversación social esparcimiento. E r a un bueno y animado conversador, muy instruido, muy perspicaz y muy exacto en sus juicios y en sus críticas. Por lo regular, permanecía corto rato en las tertulias susodichas, y si por acaso, y el acaso era comunísimo, pues la Capital estaba sitiada, percibía, por lejano que fuese, un disparo ó un toque de corneta, suspendía toda conversación y se retiraba sin despedirse en particular de nadie, haciendo brillar en sus ojos una mirada indefinible de esperanza y de desaliento, mirada propia del militar entero y valeroso que se ve cercado y sabe que le es imposible romper el cerco. Ni éste es lugar para juzgarle, ni yo me estimo apto para ello, y sólo puedo decir que más de una vez me infundió respeto y compasión la desventura de aquel hombre, viva efigie del caudillo de fratricidas guerras, casi por igual aborrecido de los conservadores y de los liberales, y agradable y simpático en su trato, siempre que podía descargarse del peso de su personalidad política en un círculo indiferente á ella. Por fortuna, todo sucedió muy á la inversa de lo que se temía. A las seis de la mañana del viernes 21, los cohetes y repiques anunciaron que el ejército liberal, tomaba posesión de la ciudad, sin que ocurriese ni el más mínimo desagradable incidente; el sistema imperial era un verdadero cadáver, é indignidad hubiese sido insultarle cuando aun estaba insepulto. Los republicanos no cometieron esa indignidad. El orden perfecto, la prudencia caballerosa, la moderación en porte y en palabras, que, sin hacer gala de ello, mostraron los vencedores en esos instantes solemnísimos, honrará siempre al ilustre Gral. en Jefe D. Porfirio Díaz. La población, contenta y satisfecha con aquel otorgamiento de garantías, abrió poco á poco ventanas, balcones y puertas, y fué de ver cómo á lo largo de las calles se estableció un activísimo comercio de toda especie de comestibles, que á exagerados precios realizaban los
cientos de vendedores ambulantes, á quienes permitió libre entrada el Jefe republicano. Semanas hacía que los sitiados casi tenían en olvido el pan, la leche, la carne de res, las verduras, la fruta, los tamales y las tortillas, y excusado parece decir con cuánta ansia sería todo ello buscado y devorado por estómagos ahitos de tortillas de almidón y de garbanzo, pastas de frijoles, galletas, carne de caballo, de perro y de gato, y cien inmundicias ó indigestas ó repugnantes. Pero por más que todos aplaudieran la hidalga conducta del ameritado primer jefe, por más que mucho se animase la ciudad con la entrada en ella de numerosas familias que, siendo sus habituales moradoras, habíanla abandonado en el curso del sitio para ir á residir en los pueblos de los alrededores, nada pudo quitarle el aspecto verdaderamente triste y pavoroso que había tomado desde la noche del 20. En cumplimiento de su deber, el nuevo Jefe Político, D. Juan José Baz, había llenado las esquinas de bandos que ordenaban la presentación ante las autoridades, de todos cuantos hubiesen desempeñado cualquier empleo ó comisión del llamado Imperio: el término señalado para esas presentaciones era de veinticuatro horas, pasadas las cuales, cuantos no hubiesen obedecido el bando serían considerados como aprehendidos con las armas en las manos y castigados con pena de muerte. E n el término de cuarenta y ocho horas debían las comunidades religiosas desocupar los edificios que las albergasen, y éstas y otras disposiciones de menor cuantía, pero todas dolorósas ó mortificantes para los míseros vencidos, iban acompañadas de conminaciones de durísimas penas para los rehacios ó desobedientes. Los edificios de Santa Brígida, de la Antigua Enseñanza y algunos otros, viéronse bien pronto poblados de personas del partido caído, las más de ellas de las más elevadas clases sociales, y sus familias, en señal de duelo, quizá en son de muda protesta, vistieron negros trajes, y, por donde quiera, apenas veíanse más que señoras de riguroso luto. E l jefe republicano pareció no dar importancia á esas y otras manifestaciones de aflicción y despecho, que después de todo acusaban la meritoria enérgica independencia del carácter nacional, y en cuanto estuvo en su mano fué generoso y clemente con la multitud de los detenidos en las improvisadas prisiones, que más que cárceles políticas semejaban hoteles en que sus forzados habitantes no carecían de cosa alguna, ni aun de las visitas y compañía de sus amigos, allegados y familiares. Cuantas disposiciones se juzgaron necesarias para mantener el orden más perfecto y dar las más latas garantías á personas y propiedades, otras tantas fueron dictadas por el Gral. Díaz, y para tener á raya á los poco educados, prohibiéronse la introducción y venta de pulque, cerveza y licores, los juegos de toda especie, la portación de armas, el intentar daño alguno contra los edificios
públicos ó particulares, etc., etc., y nadie'estorbó que las alacenas de los Portales de Agustinos y el Refugio se convirtiesen en expendios de tarjetas fotográficas de retratos de Maximiliano, de sus generales muertos con él, del Cerro de las Campanas, del chaleco y las ropas que el Príncipe llevaba al ser fusilado, del coche que le condujo al suplicio, de los soldados que le ejecutaron, de ciento y una alegorías que le representaban como un mártir ó como una víctima A los ocho días de ocupada la ciudad, el Teatro Principal abrió de nuevo sus puertas, poniendo el viernes 28 la comedia en tres actos La Africana y la zarzuela en uno El Niño: el sábado dió, Para mentir, las Mujeres y La Cola del Diablo, y el domingo Otro gallo le cantara. En la -Compañía figuraban Mata, Morales, Padilla, Servín, la Cañete, Rosario Muñoz, Josefa García y otros gloriosos restos de ya viejas empresas, con algunos elementos más jóvenes como Rita y Ana Cejudo y Concha Méndez, por entonces en todo el esplendor de su gracia y su belleza. El 5 de Julio esos apreciables artistas pusieron en escena la comedia Por derecho de conquista, y Máiquez ejecutó el baile inglés > trayendo en cada pie seis cuchillos. En un entreacto la Compañía cantó el Himno Nacional, y poniéndose en pie todos los concurrentes, una niña presentó al C. Gral. Porfirio Díaz una primorosa faja, regalo de varias señoras, y expresión del agradecimiento de la Capital al ilustre y moderado jefe republicano. En ese momento la simpática Ana Cejudo dió lectura á una composición del poeta español D. Sebastián de Mobellán, de la que tomo las siguientes quintillas: " General, al verte ahí libre late el corazón, porque tu nombre es aquí emblema que lleva en sí las glorias de esta nación. '' Oaxaca te vió temido y Puebla te vió venciendo, y vencedor ó vencido tu bandera es la que ha ido ó conquistando ó rindiendo. " México vió tus legiones en sus afanes prolijos, y al saludar tus pendones exclamó: con tales hijos no se pierden las naciones. " . . . . Ciñe esta faja de honor que las damas mexicanas
9 ofrecen á t u valor, y sea el blasón mejor que honre en la vejez tus canas."
Santo Domingo: allí, frente á los derruidos paredones que ven al Oriente y casi donde hoy se abre la puerta de la capilla del Señor de la Expiración, como á las cuatro de la tarde fué fusilado por la espalda dicho Gral. D. Santiago Vidaurri, con lujo de crueldad.
La función del día 7 estuvo dedicada al Gral. D.Vicente Riva Palacio, y en ella se dieron las comedias Una nube de verano y Abrame usted la puerta. Al día siguiente, lunes 8 de Julio, México presenció un terrible y repugnante espectáculo. Por una cobarde denuncia, cuyos pormenores no recuerdo, á las seis de" la mañana fué descubierto y aprehendido en la casa núm. 6 de la calle de San Camilo, el General Imperialista D. Santiago Vidaurri, y conducido con una fuerte escolta al edificio de la Diputación ó Casas de Cabildo ó de Ayuntamiento. En las mismas tertulias de que n o ha mucho hablé, conocí á aquel infeliz anciano, que á mediados de Marzo habíase presentado de improviso en la Capital, revestido de plenos poderes del Emperador para gobernar en su nombre como Presidente y Jefe del Ministerio. E l Gral. D. Leonardo Márquez no quiso respetar esos poderes y entró con Vidaurri en agrias contestaciones, que terminaron imponiéndosele aquel y retirándose del gobierno el segundo, pero ya bastante tarde para que le fuese posible salir de la ciudad, tenida en estrecho sitio por D. Porfirio Díaz. Pocas veces se habrá visto un hombre más decepcionado de la política que Vidaurri: el progreso de la resurrección de la República, y las catástrofes de la Intervención y el Imperio, teníanle anonadado, y en su pintoresco lenguaje de sencillo ranchero, cuántas tristes confidencias me hizo en aquellas tertulias, concluyendo siempre con manifestarme su ansia de poder escapar del riesgo en que se veía, "para ir á radicarse en las provincias andaluzas y adquirir allí un cortijo, y en él morir consagrado á los trabajos de campo que, en mala hora, decía, había abandonado, para tomar las armas como tá-htos y tantos ciudadanos contagiados de la fiebre de guerra civil, que más que el cólera de 1833 había diezmado la República." Su mala suerte no le dejó cumplir sus deseos: Márquez, más comprometido aún en las cosas imperiales, logró escapar de México, dícese que después de haber estado varios días oculto en un nicho del cementerio de los Angeles; Vidaurri fué denunciado, descubierto y aprehendido, según dije, cumpliéndose en él la espantosa amenaza del bando de 21 de Junio, que imponía pena de muerte á quien no se presentase voluntariamente á las autoridades, debiendo hacerlo por haber servido al Imperio. E l infeliz anciano, envejecido en las guerras, no alcanzó el honor de perder la vida en un campo de batalla, y en el mismo día de su aprehensión fué sacado de las casas del Ayuntamiento y conducido en el coche de sitio núm. 20 á la Plazuela de
El Boletín Republicano, primer periódico liberal que se publicó en México, al ser tomada la ciudad por el Gral. Díaz, y que estuvo dirigido y redactado por el distinguido y simpático escritor D. Lorenzo°Elízaga, dijo en su número de ese día triste y luctuoso: " N o podemos dispensarnos de llamar la atención del ciudadano general en jefe, sobre un hecho horrible é indigno de una nación civilizada y de una causa tan santa como la nuestra: la fuerza que formaba el cuadro tenía su Banda al frente y ésta ejecutaba valses, danzas, polkas y los cangrejos, mientras llegaba el ajusticiado. Después de concluido el momento fatal, la música empezó de nuevo á ejecutar piezas del mismo género, hasta que se retiró al cuartel." En esta burla cruel y escandalosa nada absolutamente tuvo que ver el Gral. Díaz, cuyo proceder humano y conciliador, hasta donde de él dependía, le enaltecerá siempre, y debe ser visto con orgullo y satisfacción no sólo por él, sino por todo mexicano y por cuantos amen á México. Yo fui testigo de ello, y más de una vez encuentro extraño no haberlo visto elogiado al par de sus gloriosos hechos de armas, á los cuales quizá supera en mérito, pues ser y mostrarse clemente y humano en aquellos días en que la prensa y los exaltados vociferaban como energúmenos contra los traidores, sin tener en cuenta las desgracias y la aflicción de innumerables familias, sólo podía hacerlo un grande y valeroso carácter como el que el Gral. Díaz demostró tener. Quizá como entonces el digno jefe no alcanzaba la prosperidad que ha recompensado después sus méritos, pocos de sus entusiastas de hoy se imaginan que desde allí comenzaron sus grandes cualidades para merecer la suprema autoridad. Atendiendo la generosa denuncia de El Boletín Republicano, periódico que fué el primero que en ese mismo año de 1867 le postuló, contra el mismo D. Benito Juárez, para la Presidencia de la República, el Gral. Díaz mandó abrir una averiguación y hacer el consiguiente extrañamiento al responsable. Revivo estos sucesos olvidados, no sólo en honor de D. Porfirio Díaz, sino en el de D. Lorenzo Elízaga y del Boletín Republicano, primer periódico mexicano en que yo hice mis inexpertos ensayos como periodista y como poeta. A las nueve de la mañana del 15 de Julio, el ilustre D. Benito Juárez y con él sus Secretarios y el gobierno liberal, hicieron su solemne entrada en México después de cuatro años y cuarenta y cinco días de ausencia, y en el Gran Teatro Nacional los actores del viejo Coliseo le ofrecieron en la noche del 18 una escogida función, según el siguiente programa: Himno Nacional por los coros de la Opera y K. H. T.—T. III.—2
las actrices del dicho antiguo teatro: Obertura de Guillermo Tell; comedia de Tamayo y Baus, La piedra de toque: paso alegórico, La América libre sosteniendo el Pabellón Nacional, bailado por Isidoro Máiquez y Pepita Pérez: polka, María, tocada en el pistón por el profesor Rivas. Estimo que sin dificultad podrá creérseme que nada me sería tan posible como dar uno á uno los programas de las subsiguientes funciones en nuestro teatro; pero 110 me parece ni curioso ni necesario para mi objeto. E n el repertorio figuraban obras ya conocidas ó nuevas de escaso mérito, pues ó no se escribían mejores en España ó no nos llegaban las buenas. Las más de las veces el público buscaba mejor que los espectáculos dramáticos los más variados con que le atraía Chiarini á su Circo ecuestre de la calle de Gante, con sus Quagliniy sus Rotneo y Josefina, su payaso José Camilo Rodríguez, y sus caballos en libertad ó á la alta escuela. En 25 de Julio, y dedicado á Juárez, la Compañía del Principal puso en escena el drama El Triunjo de la Libertad, original del actor D. Felipe Suárez, que, halagando la fibra patriótica, se hizo aplaudir grandemente. En la noche del 21 se estrenó por la misma Compañía en el Nacional el drama de D. J u a n A. Mateos, La Muerte de Lincoln, que según hizo constar el cronista de El Siglo Diez y Nueve, "agradó poco á excepción de algunas tiradas de versos dirigidas á la libertad, pasando desapercibido el resto del d r a m a . " En esa noche y en dicha representación, ocurrió un incidente que apoya la exactitud de las indicaciones ya hechas, á propósito de lo exaltados que andaban los ánimos de gente poco ilustrada. Entusiasmado el vulgo con aquellas susodichas tiradas de versos á la libertad, por más que no se infiriese la relación que con ellos pudiese tener, pidió con descompuesto vocerío que la graciosa Concha Méndez les hiciese oír la impíamente burlesca canción Adiós, Mamá Carlota-, desde la entrada en México de las tropas liberales, era popularísima, y venía hiriendo con sus vulgares ritmo y melodía el sistema nervioso de toda persona por medianamente delicada que fuese, y compartiendo esa cargante popularidad que nos hace odiar ciertos comunísimos aires en boga, con una detestable polka, también de esos días, escrita, no importa saber por quién, sobre la canturria de un vendedor ambulante que expendía tierra para las macetas. La bella actriz, que aparte de otros motivos de su fuero interno, tenía el de ser mujer de nobles sentimientos que no le permitían insultar á otra mujer y menos en la desgracia, se negó á cantar el Adiós, Mamá Carlota, y un actor se presentó en las tablas á manifestar que la Compañía ignoraba ó no había estudiado la canción susodicha. " E n tonces, dice el cronista de teatros de El Siglo, la concurrencia se dividió en pareceres: unos pedían los cangrejos, otros la Mamá Carlota
y los de más alia la Paloma. Esta última iba á ser cantada por ía Srita. Méndez, pero fué varias veces interrumpida al comenzar, y la artista, llena de aflicción, se retiró llorando y finalizó la cosa en semitragedia. Creemos que el público estuvo exigente y acaso i n j u s t o . . . . " Como cualquiera podrá comprender, el cronista anduvo sobrado parco y bondadoso en calificar á aquel público, que sin duda no estaba formado de patriotas que hubiesen expuesto la piel en la pasada guerra, pues casi es un axioma lo de que quienes más gritan son los que menos han hecho. Hagamos á un lado estas repugnantes ocurrencias y tratemos de algo artístico y verdaderamente agradable, cual fueron los conciertos que á los amantes á la música ofreció la Sociedad Filarmónica, á partir del sábado 27 de Julio, fecha del primero: en su variado programa figuraron una sinfonía de Beethoven, tocada al piano por los maestros León y Balderas; unas variaciones de Beriot para violín, perfectamente desempeñadas por el niño Jacinto Osorno, de doce años de edad, sirviendo el piano de acompañamiento la niña Duclaux: María de Jesús Contreras cantó el vals Per che non vieni ancora; la Srita. Olaeta tocó la Danza Eslava de Ascher; los alumnos del Conservatorio de la Sociedad cantaron un coro de Marco Visconti; la Contreras y Aniceto Ortega tocaron á cuatro manos el vals de Fausto; Medinilla brilló, como siempre, en una fantasía de Ilernani que ejecutó en el clarinete; cantó Cabrera una romanza de Un bailo in Maschera, y el Maestro León cerró el concierto con una sorprendente fantasía de bravura. El sábado siguiente dió la Sociedad Filarmónica su segundo concierto con un dúo de Norma por la Srita. Contreras y Alberto Hermosillo; una cavatina del Barbero, por la verdadera artista Paz Castillo de Becerril, preciosamente ejecutada; la Sra. Wagner contribuyó con un rondó caprichoso; Concepción Carrión y el tenor Cabrera con un dúo de Rigoletto; León y Balderas (Agustín), con un presto de la sinfonía V I I de Beethoven; Alberto Hermosillo y Antonio Balderas con un dúo de Elixir de Amor; la Sra. Becerril con una aria de Saffo, magnífica y maravillosamente cantada; y la joven Srita. Vicenta Larrea con una fantasía de Prudent. En otro sábado figuraron en un tércer concierto una obertura de Hernán Cortés, de Spontini; un coro de Macbeth; una aria de Catalina de Guisa, de Paniagua; una Invocación á Beethoven, de Aniceto Ortega; un terceto de Norma; un coro de Sonámbula; la Obertura de La Muda; un coro para orfeón llamado La Caza; una aria de Medea; un Capricho Húngaro; una romanza de Melesio Morales, y el coro de La Campana, también para orfeón. No acabaría nunca si hubiera de citar uno por uno aquellos lucidos y brillantísimos conciertos de la Sociedad Filarmónica, artística
agrupación de eminentes aficionados y profesores, aplicadísimos alumnos y buenas y decididas voluntades, que hicieron progresar grandemente la música en México, é hizo sin más que elementos particulares lo que no ha hecho después ni hace aún su sucesor el Conservatorio Nacional, á pesar de que en él se disfrutan al presente sueldos que entonces no se pagaban, ni nadie pedía, pues todos, o casi todos, trabajaban gratis, y con el más entusiasta empeño, sin embargo. Hasta allí la Compañía del Teatro Principal había venido trabajando casi sin competencia, pero no por eso con utilidades materiales porque el público era bien escaso aun para las dos únicas funciones de abono que á la semana se daban, los jueves y domingos. Pero el miércoles 31 de Julio el distinguido literato y novelista D. José Tomás de Cuéllar trató de levantarle otra Compañía competidora y al efecto citó á poetas y artistas á una reunión que se verifico en la casa Pompeyana del Sr. Schiaffino, con el objeto de acordarlas bases de una asociación que se denominaría Liceo Mexicano, llevando por fin el de promover el adelanto del arte dramático. E l domingo 4 de Agosto el Liceo se instaló en el Salón de Actos del Antiguo Colegio'de San Juan de Letrán, y desde entonces la que se llamó Sección Dramática, siguió reuniéndose todas las noches en unas piezas de la casa de D. José María Lafragua, que graciosamente las ofrecio para ese fin. E l día 9 la dicha sección publicó el siguiente prospecto: Compañía dramática del Liceo M e x i c a n o . - P r i m e r a temporada cómica de 1867 á 1 8 6 8 . - L a nueva era de paz y de prosperidad en que la nación se encuentra hoy por fortuna, ofrece mucho campo á todos los hombres de saber y de patriotismo, para prestar un apoyo eficaz al engrandecimiento de México. A las voces de asociación y progreso que se oyen por todas partes, se .ven brotar empresas útiles y sociedades animadas por grandes pensamientos. La sección de Teatro Nacional del Liceo Mexicano tiene á su cargo una d é l a s misiones mas altas, y una de las exigencias políticas y sociales más importantes: el teatro — Da decadencia de este espectáculo eminentemente civilizador, es lamentable, así como su reorganización y su engrandecimiento es necesario E n la formación del repertorio nacional está interesada la honra de México, y este gran paso en la senda del saber y del progreso será una nueva prueba dada al mundo de que los mexicanos saben tanto alcanzar las palmas de la victoria en los campos de batalla como conquistar los laureles del genio y las ovaciones del talento —Las ilustradas autoridades que nos rigen, no han vacilado en adoptar el proyecto del nuevo reglamento de teatros, consultado por la sección del Liceo Mexicano, y sancionado q u e s e a , la juventud ilustrada acudirá á presentar sus ensayos dramáticos á esta Sociedad literaria donde por medio de la discusión y el estudio concienzudo,
la aplicación de los grandes preceptos, se harán fructuosas las tareas de los amantes de las letras, pudiendo ofrecer al teatro composiciones correctas que formarán el recreo del público y la reputación y el porvenir de los autores. , . ^ - L a Compañía dramática que hoy se forma, tiene por base de su organización ceder á los autores el lugar que les corresponde como los°representantes de la inteligencia, como la fuente de la inspiración y como los directores naturales de este espectáculo, que no existiría sin la primitiva concepción del genio. El Liceo Mexicano, por su parte ha sabido poner á los actores, no en la escala en que por desgracié se ven muchos colocados, sino en el lugar que corresponde a artistas que por el estudio, por la capacidad y por una conducta intachable, son los dignos intérpretes del pensamiento, y los órganos por donde la sociedad aprovecha en el teatro las lecciones de la moral y
v
las buenas costumbres. , " El Liceo ha ofrecido á los actores de esta Compañía el acceso á los títulos y honores del Liceo Mexicano: nosotros procuraremos hacernos dignos de esta distinción, alcanzando ese premio por medio del estudio, de la aplicación y de la constancia, cuyos esfuerzos serán la mejor garantía para el público que nos favorezca.—Ignoramos todavía cuáles serán las bases del nuevo Reglamento de teatros; pero nadie mejor que la reunión de los hombres instruidos, sabrá dictar las medidas que más se avengan á la realización del grande pensamiento de alentar la literatura nacional; sean cuales fueren esas medidas, la Compañía se esforzará constantemente en el desempeño de las obras de mexicanos que se le confíen, y se congratulará de prestar por este medio algún apoyo á la creación del repertorio dramático nacional. " E l Liceo se ocupa activamente de la formación de las escuelas de declamación y de baile, y de alentar, por todos los medios posibles, el adelanto del teatro. Trabaja igualmente por el aseguramiento de la propiedad literaria y abrirá la Agencia de la Galería Dramática Mexicana, para facilitar la publicación de obras dramáticas nacionales. " E l director de esta Compañía se complace en dar las gracias públicamente al Liceo Mexicano, por haber recibido de este honorable Cuerpo, nombramiento de socio de número, que conservará con justo orgullo por el honor hecho á su escaso mérito." La vana palabrería de ese prospecto, digno de las erradas bases que con suprema candidez trataba de asentar para el suspirado engrandecimiento de un teatro nacional, no logró atraer á la Empresa ni á los escritores mexicanos, ni al público; pero de esto se hablará á su tiempo y en su lugar respectivo. Por el pronto, digamos cuál fué la Compañía que tanto se propuso conseguir: "Elenco de la Compañía dramática del Liceo Mexicano.—Artistas
para el verso y la zarzuela.—Primeras actrices: Sras. María de los Angeles García, Amelia Estrella de Castillo. Maestro de música y director de la Zarzuela, Sr. Donato Estrella. Primer actor y director de escena, Sr. Gerardo López del Castillo. Damas jóvenes: Sritas Joaquina Estrella, Matilde Dalmau, Dolores Estrella, Cristina Dalmau Carolina Estrada. Actores: Eugenio Gutiérrez, Juan Martínez, Manuel Serrano, Desiderio Guzmán, Julián Arsinas, Ignacio Izaguirre, Rafael Estrella, José López, Mariano Osorno, Benito Valdés. — Los abonos de seis funciones, que se darían jueves y domingos, costarían en palcos veinticuatro pesos, y en lunetas, dos pesos cuatro reales." La primera función de abono se verificó el jueves i 5 de Agosto, con el drama en cuatro actos La Aventurera, y la canción andaluz^ La Polonesa.
CAPITULO II
1867. El domingo 18 de Agosto del mismo año de 1867, el Gran Teatro Nacional vió representar en su vasta sala un verdadero drama de tremendo realismo, pues allí se reunió el Consejo de Guerra que debía dictar sentencia en la causa formada al general imperialista D. Tomás O'Horán, aprehendido el 30 de Julio anterior en la Hacienda de San Nicolás, en los Llanos de Apam. Ese acto imponente comenzó a las ocho y media de la mañana, hora en que se abrieron las puertas del edificio, y concluyó á las diez y media de la noche, saliendo sentenciado á la pena de muerte el desventurado imperialista. O'Horán fué natural de Centro-América y traído muy niño á Yucatán- en 1836 hizo la campaña de Texas, en 1838 combatió á los franceses en Ulua, en 1847 se batió contra los norte-americanos en la Angostura, y en 1862, derrotando á los auxiliares de los franceses en Atlixco,' contribuyó á la victoria del 5 de Mayo. Nada de esto le sirvió para que se disminuyese su culpabilidad en haber aceptado cargos del Imperio, y el miércoles 21 de Agosto á las seis de la mañana, fué fusilado en la Plazuela de Mixcalco. En su prisión del cuartel de Supremos Poderes, fechó el día de su muerte, ocurrida á los cuarenta y cinco años de su edad, un conmovedor manifiesto, en el que, dirigiéndose á sus hijos, decía: " P o b r e s hijos míos; ojalá vivan ájenos de la política; sirviendo á su patria con trabajar en los campos, en las
minas ó en los ferrocarriles. Cásense, hijos míos, en tiempo oportuno: los hombres que gobiernan, si tienen familia, son humanos." Discúlpense estas mis referencias á sucesos políticos, motivadas por la relación que tienen con los teatros de la Capital, y hechas con la imparcialidad de quien no habiendo nacido en México le ama no obstante con tan acendrado cariño, que á honra tiene haber adoptado su nacionalidad, ganada con una honradez intachable y con el hecho de llevar de vivir en el país mucho más de la mitad de su vida, con esposa é hijos mexicanos que arraigado ine tienen en esta tierra, tres veces querida para mí, por ser la de mi elección, porque en ella nacieron esas prendas que me la hacen tan amada y porque también en ella reposan los idolatrados restos de mi primogénito. Con derecho, pues, me creo, para externar mis opiniones particulares, y para hacer esas referencias, máxime cuando no llevan el fin de atacar á nadie, y sí sólo el de honrar todo lo que sea mexicano, por solo el hecho de ser mexicano, sin distinción de escuelas ó de partidos. Vine aquí buscando la libertad, y espero que nadie me la niegue. Pero reanudemos nuestra relación pasando sobre aquel triste detalle de las memorias del Gran Teatro y hablemos de sus congéneres, el Principal con su vieja Compañía, y el de Iturbide con la de López del Castillo, que al fin del precedente capítulo dije haber inaugurado sus trabajos el 15 de Agosto. Con poco éxito material, pues el público no abundaba, y más de la mitad de la sociedad de la Capital vestía luto y se mantenía indiferente á los espectáculos públicos, representábanse por una y otra compañías, Dos cartas y un caracol; un malísimo drama en cinco actos, arreglo español de la ópera Fausto, con coros de soldados y romanzas por la Méndez; Errarla vocación, Los mosqueteros de la Reina, Los polvos de la Madre Celestina, Las pesquisas de Patricio, Mujer gazmoña y marido infiel, Un hombre importante y otras varias y diversas obras de Bretón, Zumel, Escosura, Rodríguez Rubí, Navarretey NarcisoSerra. E l 6 de Setiembre la famosa Compañía del Liceo que luchaba con el vacío en Iturbide, estrenó el apropósito patriótico de Joaquín Villalobos, El Triunfo de la Patria, cuya acción daba principio y concluía en los momentos de cesar en la Capital el sitio que le puso el Gral. Díaz. E l mismo teatro revivió el 16, el drama El Grito de Dolores, escrito por el poeta cubano Lozada, del cual ya hablé en mi libro; el programa, altamente estrambótico, estaba escrito en verso y principiaba así: "Setiembre felice, de México gloria, tu grata memoria eterna será."
para el verso y la zarzuela.—Primeras actrices: Sras. María de los Angeles García, Amelia Estrella de Castillo. Maestro de música y director de la Zarzuela, Sr. Donato Estrella. Primer actor y director de escena, Sr. Gerardo López del Castillo. Damas jóvenes: Sritas Joaquina Estrella, Matilde Dalmau, Dolores Estrella, Cristina Dalmau Carolina Estrada. Actores: Eugenio Gutiérrez, Juan Martínez, Manuel Serrano, Desiderio Guzmán, Julián Arsinas, Ignacio Izaguirre, Rafael Estrella, José López, Mariano Osorno, Benito Valdés. — Los abonos de seis funciones, que se darían jueves y domingos, costarían en palcos veinticuatro pesos, y en lunetas, dos pesos cuatro reales." La primera función de abono se verificó el jueves i 5 de Agosto, con el drama en cuatro actos La Aventurera, y la canción andaluz^ La Polonesa.
CAPITULO II
1867. El domingo 18 de Agosto del mismo año de 1867, el Gran Teatro Nacional vió representar en su vasta sala un verdadero drama de tremendo realismo, pues allí se reunió el Consejo de Guerra que debía dictar sentencia en la causa formada al general imperialista D. Tomás O'Horán, aprehendido el 30 de Julio anterior en la Hacienda de San Nicolás, en los Llanos de Apam. Ese acto imponente comenzó a las ocho y media de la mañana, hora en que se abrieron las puertas del edificio, y concluyó á las diez y media de la noche, saliendo sentenciado á la pena de muerte el desventurado imperialista. O'Horán fué natural de Centro-América y traído muy niño á Yucatán- en 1836 hizo la campaña de Texas, en 1838 combatió á los franceses en Ulua, en 1847 se batió contra los norte-americanos en la Angostura, y en 1862, derrotando á los auxiliares de los franceses en Atlixco,' contribuyó á la victoria del 5 de Mayo. Nada de esto le sirvió para que se disminuyese su culpabilidad en haber aceptado cargos del Imperio, y el miércoles 21 de Agosto á las seis de la mañana, fué fusilado en la Plazuela de Mixcalco. En su prisión del cuartel de Supremos Poderes, fechó el día de su muerte, ocurrida á los cuarenta y cinco años de su edad, un conmovedor manifiesto, en el que, dirigiéndose á sus hijos, decía: " P o b r e s hijos míos; ojalá vivan ájenos de la política; sirviendo á su patria con trabajar en los campos, en las
minas ó en los ferrocarriles. Cásense, hijos míos, en tiempo oportuno: los hombres que gobiernan, si tienen familia, son humanos." Discúlpense estas mis referencias á sucesos políticos, motivadas por la relación que tienen con los teatros de la Capital, y hechas con la imparcialidad de quien no habiendo nacido en México le ama no obstante con tan acendrado cariño, que á honra tiene haber adoptado su nacionalidad, ganada con una honradez intachable y con el hecho de llevar de vivir en el país mucho más de la mitad de su vida, con esposa é hijos mexicanos que arraigado ine tienen en esta tierra, tres veces querida para mí, por ser la de mi elección, porque en ella nacieron esas prendas que me la hacen tan amada y porque también en ella reposan los idolatrados restos de mi primogénito. Con derecho, pues, me creo, para externar mis opiniones particulares, y para hacer esas referencias, máxime cuando no llevan el fin de atacar á nadie, y sí sólo el de honrar todo lo que sea mexicano, por solo el hecho de ser mexicano, sin distinción de escuelas ó de partidos. Vine aquí buscando la libertad, y espero que nadie me la niegue. Pero reanudemos nuestra relación pasando sobre aquel triste detalle de las memorias del Gran Teatro y hablemos de sus congéneres, el Principal con su vieja Compañía, y el de Iturbide con la de López del Castillo, que al fin del precedente capítulo dije haber inaugurado sus trabajos el 15 de Agosto. Con poco éxito material, pues el público no abundaba, y más de la mitad de la sociedad de la Capital vestía luto y se mantenía indiferente á los espectáculos públicos, representábanse por una y otra compañías, Dos cartas y un caracol; un malísimo drama en cinco actos, arreglo español de la ópera Fausto, con coros de soldados y romanzas por la Méndez; Errarla vocación, Los mosqueteros de la Reina, Los polvos de la Madre Celestina, Las pesquisas de Patricio, Mujer gazmoña y marido injiel, Un hombre importante y otras varias y diversas obras de Bretón, Zumel, Escosura, Rodríguez Rubí, Navarretey NarcisoSerra. E l 6 de Setiembre la famosa Compañía del Liceo que luchaba con el vacío en Iturbide, estrenó el apropósito patriótico de Joaquín Villalobos, El Triunfo de la Patria, cuya acción daba principio y concluía en los momentos de cesar en la Capital el sitio que le puso el Gral. Díaz. E l mismo teatro revivió el 16, el drama El Grito de Dolores, escrito por el poeta cubano Lozada, del cual ya hablé en mi libro; el programa, altamente estrambótico, estaba escrito en verso y principiaba así: "Setiembre felice, de México gloria, tu grata memoria eterna será."
E l aniversario del 15 se celebró en el Teatro Nacional con un discurso de D. Ignacio Ramírez, El Nigromante, y un concierto en que cantaron la Sra. Manuela Gómez de Pineda, su marido Francisco Pineda, Eufrasia Amat, Pánfilo Cabrera y Juan Zanini. E l mes de Octubre principió con un notabilísimo concierto dado en el Gran Teatro la noche del día 1? por la Sociedad Filarmónica: después de la obertura de Emma de Antioquia, ejecutada por la orquesta, la Sra. Clotilde Espino de Cardefía y los Sres. Hermosillo y Balderas, cantaron de un modo magistral un terceto de Lucrecia : el niño Jacinto Osorno, desempeñó en el violín y con su habilidad de costumbre, una fantasía sobre temas de Un bailo in maschera; el Orfeón "Aguila Nacional" cantó la Invocación vespertina de Donizetti: siguióse la obertura de Zampa, á diez pianos, siendo ejecutantes las Sritas. Guillen, Larrea, Montes de Oca, Olaeta y Wagner, y los Sres. Bablot, Chávez, Ituarte, León y Meyer: con extraordinario lucimiento y brillantez se cantó el Dios salve á la Patria, grandioso Himno de Melesio Morales que lo escribió en Florencia y de allí lo envió como una muestra de su amor á su país; la Sra. Espino de Cardefía y el Sr. Hermosillo deleitaron después á la selecta y numerosísima concurrencia, con un dúo de la Ildegonda del mismo maestro, y tras otras brillantes piezas, el inspirado artista compositor Aniceto Ortega, hizo oir su Marcha Zaragoza y su Marcha Republicana, ejecutadas á diez pianos y cuarenta manos en combinación con una banda militar. El tercer día de aquel mes y en el mismo Gran Teatro Nacional, los actores del antiguo Coliseo estrenaron, ante un público que llenó de bote en bote sus localidades, un nuevo arreglo de El Jorobado de Paul Feval, hecho en verso y en el espacio de ocho días, para complacer al actor mexicano Angel Padilla. De esto dijo Luis Gonzaga Ortiz en su crónica de teatros de El Siglo Diez y Nueve: " El Jorobado, drama muy visto y conocido del público, se representó la noche del jueves en el Nacional. La refundición del Sr. Olavarría es buena seguramente, hasta donde puede ser tratándose del vasto plan de una novela reducida á un trabajo dramático; pero es de sentirse que el poeta haya empleado su versificación agradable en obra de este género, cuando pudo habernos dado algo más digno de su capacidad y de sus conocimientos dramáticos." Como se ve, por demás favorecido salió el autor de ese arreglo afortunado que llegó á producirle mil seiscientos pesos de derechos de propiedad literaria, á ocho pesos por representación, lo que hace el número de doscientas representaciones de la tal obra, en varios años y por diferentes compañías. Esto no quiere decir que el arreglo fuese bueno, y que se escapase incólume de la crítica: tratáronle por el contrario muy duramente los distinguidos escritores Juan A. Mateos y Manuel López Meoqui, con golpes dirigidos á no dejar hueso sano á Olavarría, quien tuvo la
honra de ser defendido por Lorenzo Eb'zaga, en las columnas del Boletín Republicano. Los merecidos aplausos que en el concierto del aniversario del 15 de Setiembre alcanzó la distinguida cantante D? Manuela Gómez de Pineda, la animaron á hacer oir en México algunas de las óperas en cuya interpretación había alcanzado grandes triunfos en diversas ciudades del Interior; á ello animada por varias personas y por algunos periódicos, en la noche del miércoles 23 de Octubre, en el Teatro Nacional y dedicada á D. Benito Juárez, dispuso la ejecución de Traviata, desempeñando la Gómez de Pineda la protagonista y Cipriani el Alfredo, acompañados por Villanueva y Francisco Pineda, dotado de dulce y agradable voz. Esos mismos artistas cantaron el 13 del siguiente mes Rigoletto, á beneficio de las víctimas del huracán que asoló la ciudad de Matamoros. De otras funciones notables en esos meses, citaré la que en Iturbide tuvo lugar el 30 de Octubre como un obsequio á D. Quintín Quevedo, representante diplomático de la República de Bolivia: en esa función se estrenó con mucho éxito el drama Sahara de Córdoba ó la Inquisición en México, original de Jesús Echaiz, que mereció y obtuvo una entusiasta ovación. E n 6 de Noviembre dió en el Nacional su beneficio Gerardo López del Castillo con el arreglo de D. José María Díaz, Redención, ó la Dama de las Camelias, interpretado por la encantadora actriz Amelia Estrella. E n el Principal fué muy aplaudida la delicada comedia de Juan A. Mateos La luna de miel, y en el Gran Teatro produjo una excelente entrada un magnífico concierto de Caridad, organizado por la bella y ejemplarísima dama D'í Josefina Bros de Riva Palacio. En el mismo Noviembre dió el Principal La vaquera de la Finojosa, de Eguilaz; El entremetido en las máscaras, de Gil y Zárate; Un inglés y un vizcaíno, de Ventura de la Vega; La mujer de Ulises, de Blasco; Ruede la bola, de Mozo de Rosales; Dos padres para una hija, de Ventura de la Vega; La cola del diablo, Súllivan y otras, y el de Iturbide La gracia de Dios, Elpilluelo de París y varias obras del mismo género delicadamente interpretadas por Amelia Estrella, que dió su beneficio el 27 de Diciembre con Dálila: como complemento de la función cantó con suma gracia la famosísima Paloma, y puso en escena el cuadro de costumbres nacionales, Lola la mexicana en la feria de San Juan, original de D. José de Jesús Cordero: en esa composición figura una rica ranchera que es á la vez solicitada por el Marqués de Agua Tibia, entrampado y pobretón; el americano Fritz-, el coplero Inercio, y el rancherote D. Antonio, á quien la solicitada da su mano, concluyendo todos con bailar el jarabe y el palomo: en el papel de la ranchera Lola, estuvo Amelia Estrella admirablemente linda y graciosa con su vistoso traje nacional. E. H. T.—T, IH.-3
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Para quienes gustaban poco de las dos muy medianas Compañías, el Signor Giuseppe Chiarini, que los domingos solía ocupar la Plaza de Toros del Paseo Nuevo por no ser bastante grande su circo de la calle de Gante para contener á sus numerosos partidarios, ofrecíales variados programas y constantes novedades: entre ellas figuraron distintas presentaciones de "los árabes beduinos del Desierto de Sahara, pertenecientes á las tribus de los Beni Zung Zung, dirigidos por el Gran Cid Ali Ben Mahomed, quienes hacían más de cien grupos diferentes, concluyendo con la bonita, sublime y sorprendente piráinide del acueducto de Segovia." (!) Para que todo estuviese al mismo nivel de pobreza de mérito, en los últimos días de Diciembre el empresario Luis Donizetti anunció una temporada de Opera Italiana en el Nacional, con la siguiente Compañía: Prime donne soprani, Carlota Cattinari, Elisa Tornassi y Emilia Serrano. Prime donne contralto, Bina de Rossi. Dama comprimaria y segunda, María Pagliari. Primi tenori assoluti, Alessandro Boetti y Pietro Fabbri. Tenor comprimario y segundo, José León. Primi baritoni assoluti, Giuseppe Marra y Giuseppe Ippolito. Primo basso cantante y caricato, Luigi Rocco. Primo basso profundo, Domenico Paolicchi. Bajo comprimario y segundo, Jacinto Villanueva. Maestro director, Francisco Rosa. Maestro de coros, Miguel Meneses, Primeros violines, José M. Chávez y José A. Ri vas. Los precios por doce funciones fueron, en palcos, cien pesos, y en luneta, diez y seis. Esa Compañía hizo su estreno el jueves 26 de Diciembre con Trovador, y desde luego y ante escasísima concurrencia descubrió que estaba muy lejos de ser de primer orden: la Cattinari tenía una buena figura, voz extensa y facilidad de ejecución: Bina de Rossi era agradable contralto; Marra un dulce barítono; Boetti no pareció verdadero tenor. En su segunda función se cantó Hernani para presentación de Paolicchi, y en su tercera, Marta por Elisa Tornassi, Pietro Fabbri y Luigi Rocco. Como el escaso mérito de aquella Compañía de Opera no justificaría el que le dedicásemos atención particular, diremos de una vez, saltando sobre el orden cronológico, que además de las obras mencionadas cantó también, lo mejor que pudo, Un ballo in maschera, Sonámbula, El Barbero de Sevilla, Norma, Favorita, Lucía, Fra Diàvolo, Lucrecia, María de Rohan, Ione y Don Pascual, concluyendo por decir en su programa de 2 de Febrero de 1868: ' 'La Empresa de Opera Italiana, conforme á su prospecto, había anunciado un segundo abono de doce funciones pagadero de seis en seis; mas 110 habiendo éste correspondido á las esperanzas que había concebido, se encuentra en la absoluta necesidad de terminar sus tareas con esta función. " L a Empresa hubiera querido prolongar esta temporada hasta el próximo Carnaval, mas como las circunstancias no sean las más fa-
vorables para permanecer en la Capital, en atención á los grandes gastos que tiene que erogar este espectáculo, los cuales de ninguna manera están en consonancia con los ingresos, no puede menos de dar hoy el último adiós de agradecimiento á los que le han dispensado apoyo y protección, y anunciarle por despedida la grandiosa y muy aplaudida ópera de Bellini, su título, Norma." Aquí y antes de proseguir, debería yo hablar de la verdadera novedad de ese año de 1867, ó sea de las brillantísimas reuniones de los escritores de la Capital, que hiciéronse famosas, con el nombre de Veladas literarias; pero deseando dedicarles capítulo aparte, me limito por ahora á esta sencilla mención, y continúo mi revista de espectáculos anteriores al Carnaval de 1868. Entre ellos figuró uno de que nos habla la composición que en El Siglo Diez y Nueve del día 1? de Enero, publicó D. Manuel G. Puente, dedicada " a l intrépido aeronauta D. Joaquín Cantolla, con motivo de su octava y gloriosa ascensión, verificada el 25 de Diciembre anterior." De ella tomo lo que sigue: "Salud á ti, viajero denodado, que te lanzas veloz á la ancha esfera, salud á ti, Cantolla, que animado de sublime valor, dejas la tierra. "Veinticinco Diciembre en la mañana, á la región del águila partiste, y tricolor bandera mexicana cual emblema de gloria allá subiste. " . . . .Cantolla viva siempre, sí, que viva: es el ornato de la patria amada; de sus amigos todos hoy reciba una ardiente ovación, una mirada." Por lo que se ve, á la nueva era que iniciaba el restablecimiento de la República y de la libertad, aportaban aún residuos de viejas mañas y candideces; si en tales ascensiones había algo que admirar, era, sin duda, el que habiendo comenzado por las muy notables de M. Robertson con su globo de seda henchido de hidrógeno, treinta y dos años después el Sr. Cantolla expusiera su vida en un defectuoso Montgoljier de burda manta. Con los primeros meses del año sucediéronse en nuestros teatros las funciones á beneficio de los actores, la mayor parte poco afortunados en la elección. El muy distinguido Merced Morales dió la divertida comedia Oros, copas, espadas y bastos; Angel Padilla, La última moda, de Zumel; Concha Méndez, El Patriarca del Turia-, Juan de Mata, un arreglo de un drama de Feuillet, con el título de Un
banquero, y Mariquita Cañete, una comedia de D. José Picón: Palco, modista y coche, que alcanzó un ruidoso fracaso, por más que en anuncios previos se nos estuvo repitiendo más de quince días: " h a llegado á este hemisferio y se va á poner en estudio, la famosa comedia que ha llenado de admiración á los habitantes de Madrid, donde se ha estrenado, intitulada Palco, modista y coche." Este fracaso aconteció el 7 de Febrero, y no sabemos cómo escapó de sus consecuencias nuestra humilde persona, que, por broma y por calaverada, se atrevió á trabajar como aficionado en una piececilla que con el título de ¿Silva ó aplausos? dió fin á dicha función. Creo que pocas veces como en aquella, haya demostrado de modo más patente su bondad y su afecto hacia nuestro individuo la galante sociedad de la Capital. Con el fin de sacar al espectáculo dramático de la postración en que yacía, por causa casi única de la debilidad de las Compañías del Principal y de Iturbide, la Empresa del segundo, en la cual figuraba, aunque no en público, un distinguido literato, militar y político, agenció la venida de un excelente cuadro de actores españoles, así formado: Directores: Eduardo González y Manuel Gsorio; Actrices: primera, Elvira Agüero: cómica, María Mayora; damas jóvenes: Pilar Mazo, Dolores Nava; característica: Antonia Suárez; primer actor de carácter: Miguel Rodríguez Gabutti; característico: Cornelio Serrano; primer actor cómico: Enrique Sánchez Osorio primer galánjoven: Eduardo Irigoyen; actores: Eugenio Gutiérrez, Luis San Juan, Francisco Domínguez Mendoza, Manuel Freire y José Serrallonga. La Sra. Elvira Agüero no llegó al mismo tiempo que el resto de la Compañía por haberle sido preciso quedarse en la Habana, hasta tanto que se hubiese repuesto de un ataque de cólera morbus, que puso su vida en grave peligro. Esa Compañía hizo su estreno en el citado Iturbide la noche del sábado 8 de Febrero con la comedia de D. Mariano Luis de Larra: Bienaventurados los que lloran y el sainete en un acto: No siempre lo bueno es bueno. E l teatro había sufrido una completa reposición y quedado casi coqueto: " n a d a de aquel papel color de tabaco que lo decoraba dándole una apariencia de cofre antiguo—dice el revistero de El Siglo:— nada de aquellas Candilejas de figón que asfixiaban con su humo infecto á los espectadores; nada de aquel piso sucio y húmedo del vestíbulo y de los corredores; nada de aquellas escaleras de gallinero, ni de aquellas sillas cojas y llenas de insectos; nada, en fin, de aquellos arambeles, columnas granujientas y pálidas, ni de aquel aspecto de epidemia que presentaba Iturbide pocos meses antes. Desde la entrada que seguía al vestíbulo, todo respiraba una atmósfera de elegancia y buen tono: los corredores, las escaleras, los pasillos, el patio, todo estaba tapizado con mullidas alfombras; las paredes del fondo de
los palcos se cubrieron con papel blanco brillante; los pasamanos en todos los pisos, forráronse de paño carmesí; en el anfiteatro se pusieron elegantes sillones forrados de damasco; el alumbrado mejoró en extremo; una triple hilera de bombas de cristal apagado moderaba las flamas del gas; en el anfiteatro lucían las suyas dos grandes y elegantes candelabros, y en los extremos de los palcos primeros colgaban dos buenos candiles con bombas apagadas. La dirección de la orquesta, que fué la de la Opera, corría á cargo de Morán: el servicio de escena y decoraciones también se mejoró mucho, y se doraron y platearon de nuevo todas las molduras y columnas. Ante numerosa y escogida concurrencia se alzó el telón, y Eduardo González, actor muy simpático y muy querido en México, se presentó á saludar á su público, recitando una belia poesía llena de sentimiento y de ideas gratas para el país: los concurrentes le aplaudieron con entusiasmo. Después presentó á Manuel Osorio que fué muy bien acogido, y más cuando, como González, recitó otra bellísima poesía.
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Siguió después la representación de la comedia de Larra, notable por lo bien manejado de su argumento de social interés, y por su irreprochable versificación. La manera de declamar de los nuevos actores sorprendió y admiró grandemente: sencilla, natural, sin gritos ni contorsiones, ni fatigosa aspiración, constituía una positiva novedad, que deleitó por lo mismo que el público no estaba acostumbrado á que se le hiciese de la escena un espejo de lo que pasa en la vida real. E l Doctor Alvarado estuvo hecho con naturalidad y soltura por González; Fernando fué admirablemente caracterizado por Osorio: el egoísta Marqués, frío, indiferente, lo interpretó con perfección Sánchez Osorio, y el anciano Don Pedro lo entendió muy bien Gutiérrez, que demostró ser un buen barba. María Mayora agradó por sus finos modales y por la propiedad con que se presentó: la característica Antonia Suárez conquistó desde luego á su público. En la pieza No siempre lo bueno es bueno, el actor cómico Sánchez Osorio, fué furiosamente aplaudido: la caricatura escénica no pudo ser más perfecta, y los concurrentes al estreno convinieron en que en su género Sánchez Osorio no tardaría en hacerse el favorito del público. El gran triunfo de esa Compañía, que en sus primeras representaciones y hasta la llegada de la Belaval, puede decirse que no tuvo primera dama, lo debió á la soberbia obra maestra de D. Manuel Tamayo y Baus Un drama nuevo, estrenado en Madrid el 4 de Mayo de 1867, y por primera vez representado en el Teatro de Iturbide el jueves 27 de Febrero de 1868 y el domingo siguiente. H é aquí como habló de ello el insigne literato D. Ignacio Manuel Altamirano, que por ese tiempo escribía en El Siglo admirables re' vistas de teatros; '' E n cuanto á la ejecución de Un drama nuevo, los
más exigentes quedaron satisfechos en la noche del jueves y en la tarde del domingo siguiente. El Sr. Osorio en el papel de Yorik puso en juego todas sus excelentes facultades, y si alguna duda hubiese cabido sobre la fuerza artística de este actor, el Drama nuevo habría venido á disiparla, y á sentar su reputación sobre bases indestructibles. " L a Alicia es un papel demasiado fuerte para la Sra. Mazo; pero hizo esfuerzos supremos para caracterizarlo, y su estudioso empeño pudo vencer las dificultades de su timidez natural y su debilidad de facultades. Ese es un papel terrible, y nosotros francamente no conocemos en México una actriz bastante grande para poder representarlo. Quizás algunas damas podrán representarlo más ó menos bien; pero como lo requiere el drama nos parece difícil. Tenemos que esperar á que el tiempo haga brotar alguna, ó que venga de otra parte. '' El Sr. Sánchez Osorio estuvo bien en el papel de Shakespeare, y nos ha dado con ello una prueba de que tanto es capaz para el géne ro cómico como para el dramático. Eduardo González comprendió bien el Edmundo, expresó con vehemencia y con propiedad la pasión delincuente, y el grito desgarrador que lanzó al caer herido en el último acto, fué un grito de muerte que heló de espanto á los espectadores. " E n cuanto al Sr. Rodríguez Gabutti, no podemos sino alabarlo y alabarlo mucho. En concepto no sólo de nosotros, sino de autorizados espectadores, ese Wal ton es quizás el mejor papel que haya representado Rodríguez, y no vemos cómo pudiera hacerse mejor. ' 1 El envidioso, el vengativo, el hombre lleno de odio y que lleva un corazón llagado por espantosas heridas y que es malvado por eso; el infame que martiriza á una mujer; todos esos tipos difíciles y de gran estudio, estuvieron reunidos en ese actor esa noche, y sólo por lo odioso quizás de tal carácter, como sucede regularmente, no tuvo Rodríguez una ovación que le pertenecía de derecho. La escena en que desesperado por Yorik rivaliza con él en frenesí y se lanza furioso sobre él hasta que le aparta Shakespeare, fué ejecutada maestramente, y la mirada rencorosa que dirige al viejo actor al salir de la escena, y su gesto, son el gesto y la mirada de un gran actor. Lo repetimos, ese papel está escrito para que él lo represente. " Nos atrevemos á indicar que habría gusto en ver repetir el Drama nuevo, y el público comprendiéndolo mejor que la noche primera, podría saborear sus bellezas sin tropezar ya con sorpresas y perplegidades: en la primera noche ceceó al apuntador, que debe sacar la cabeza de la concha y golpear el tablado con la comedia para llamar la atención de Yorik. Ni fué bastante á hacer comprender al público que así lo requería el asunto, la circunstancia de ver brillar á la luz de los quinqués los bordados cuajados de lentejuelas de que estaba
cargado el vestido que esa noche llevaba, y que todo el mundo pudo vert como nosotros, sin auxilio del anteojo. Era natural suponer que cuando el apuntador deja su vestido ordinario y se pone uno bordado y asoma la cabeza y grita, cuando en las demás noches no se le oye para nada, siendo ésta una de las particularidades del Teatro de Iturbide, alguna razón habría para esto y era claro que el asunto lo requería. La perspicacia de nuestro" auditorio del patio asta vez fué chasqueada, y sólo nos consuela saber que en la Habana ha pasado lo mismo. " El domingo en la tarde, el público muy inteligente que asistió, hizo entera justicia al trabajo de los actores; avisado ya, no padeció las sorpresas que el de la noche del jueves, ni ceceó al apuntador, ni se esperó media hora, como el del jueves, para ver otro final, ni creyó que González había muerto en efecto, ni comprendió á medias, saliendo á preguntar á la calle ¿qué sucedió por fin?, porque el público de la tarde, como ve enteras las piezas, como no pierde la mitad de cada acto en el salón de Fulcheri, como n o platica sobre muchachas y modas, y no pierde una sola frase, entiende bien y gusta. La ventaja de este público de la tarde consiste en que tiene atención. " Como quiera que sea, en esta temporada teatral no habíamos visto en escena un drama como el del Sr. T a m a y o y Baus, tan grandioso en su forma, tan original, tan lleno de bellezas y de dificultades, y en que se reúnan á la más palpitante verdad el más grande interés dramático, la naturalidad sorprendente de las situaciones y el colorido poético y brillante de los tipos. " E l Sr. Tamayo, además, maneja su lengua con la fluidez y corrección de Fray Luis de Granada y de Solís, y penetra su mirada profunda hasta los más recónditos abismos del corazón humano. Esta es una pieza de carácter, y no vacilamos en decir que le encontramos ora el sabor de las antiguas tragedias con sus solemnes y sublimes terrores, ora cierta semejanza con los dramas del poeta á quien parece estudiar con predilección, pues sus personajes y sus pasiones no son los personajes y las pasiones del drama vulgar, sino que tienen similitud con aquellas figuras eternas que sólo el poeta inglés ha sabido crear, y con las grandes pasiones que puso en juego, y que conmueven al público de todo el mundo en cualquier tiempo, porque pudiéramos decir que sus dramas son los dramas de la humanidad. '' Por lo demás, esta fábula dramática es original de Tamayo, pues no hemos visto en las biografías de Shakespeare ningún rasgo histórico de que pueda haber sacado el autor su magnífico argumento. Todo es, pues, de su invención, por más que la circunstancia de mezclarse en él un personaje tan interesante como Shakespeare, le dé cierto colorido histórico " Por no permitirlo los límites de nuestro modesto libro, no copio
íntegro el estudio espléndido que de ese drama hizo el insigne literato que por todos es llamado cariñosamente el Maestro, porque todos hemos aprendido de él casi cuanto sabemos. Pero por si alguien hubiese extrañado el origen humildísimo del teatro español, copiaré de esa crónica del Maestro lo que sigue, para que lo compare con el del inglés: " En la época de Shakespeare ya había algunos teatros en Londres, y en el pueblo inglés era ya viva la pasión por los espectáculos. Pero el atraso era grande: las maquinarias eran groseras y bárbaras, las decoraciones peores que las de los tablados de nuestras aldeas, y á veces un rótulo hacía las veces de perspectiva. Con dos espadas y un escudo se representaban ejércitos; con el redoble de un tambor una batalla; con un ramillete un jardín. La imaginación del público era más bien el maquinista. " E l teatro del Globo, del que fué empresario Shakespeare allá por 1603, era un especie de torre, construida sobre un terreno fangoso en los bordes del Támesis, rodeada de un foso lleno de lodo, y en la que podían entrar pobres y ricos, pagando seis peniques, dos ó uno. Los gentiles hombres podían estar al abrigo de la lluvia en la escena, y aun tener un escabel si pagaban un shelling. El populacho veía las representaciones en pie y mojándose cuando llovía. Bebíase cerveza dentro del teatro, se comía fruta, se jugaba, se fumaba, había riñas, y el público tenía en medio del patio, para los usos respectivos, un gran inodoro, cuya pestilencia era motivo de frecuentes insurrecciones. Para tal auditorio había dignos actores, chocarreros, libres, silbados ó apedreados, pero á veces insolentes y que concluían á puñetazos en ocasiones, sus farsas y sus mímicas. '' A Shakespeare se debió que los teatros hubieran comenzado á reformarse, á hacer uso de mejores máquinas y á representar piezas de mayor interés, aunque antes de él la literatura dramática inglesa fuese ya bastante rica. Los actores entonces, vivían en la abyección y no se diferenciaban de los histriones, no teniendo los magistrados inconveniente en mandar cortarles las orejas muchas veces. Ya en España,el teatro estaba más adelantado y comenzaba el siglo de oro de la literatura. Vivía Cervantes y nacía Moreto." Esas noticias las tomó el Maestro de la magnífica historia de la literatura inglesa, escrita por Tain.
CAPITULO III
1867—1868
Hablar de teatros y no hacer referencia á la literatura en general, es punto menos que imposible, siquiera se trate de un libro tan sin pretensiones como éste, que debe su publicidad, aun sin ser digno de ella, al deseo de complacer á quienes no han querido ver dispersarse los datos por mí recogidos en muchos años de ímproba é incesante labor. Pero las tales referencias son por demás difíciles de hacerse, por quien como yo carece de méritos y cualidades que le autoricen á juzgar de los de aquellos que sin duda los tienen superiores, y por quien conociendo el genus irritabile vatum, no quiere, cuando ya se siente viejo, batallar en torneos de amor propio, más expuestos y reñidos que los librados por los antiguos paladines de su Dios, de su rey y de su dama. De este exordio, que no deseo prolongar para que no se estime fingida modestia lo que es paladina confesión de carencia de méritos, se deduce que procuro previamente disculparme de cuantas omisiones haya de notar el lector, aun el más benévolo, en lo que va á seguirse. Quizás coordinando ciertos pormenores y noticias aquí y acullá esparcidos eu precedentes capítulos, pudiera intentar algo de lo que estoy cierto no voy á hacer; mas válgame mi repetida disculpa de que en la naturaleza humilde de mi libro no caben fácilmente ciertos detalles, y pasemos á tratar de las Veladas Literarias, inolvidables, por lo menos para quienes fuimos testigos de sus esplendores. Verdaderamente, su carácter y organización fueron de tal naturaleza que nada que pueda serles semejante se encuentra en las memorias literarias de México. No hecha, ni siquiera iniciada la Independencia, preséntase como primera agrupación de hombres de letras entre nosotros, la Arcadia Mexicana, de la que ya he dicho algo, con su órgano en la prensa el Diario de México: hay, sin embargo, quien cite la existencia de otras que parecen haber llevado los títulos de La Encarnación, San José y San Felipe Neri. La Arcadia se honró inscribiendo en sus catálogos los nombres de Fray Manuel de Navarrete (Anfriso), D. Anastasio B. H. T.—T. IIL—4
de Ochoa (.Antimio) y algún otro más ó menos ameritado, pero nunca tanto como éstos. N o entraré ciertamente á discutir la importancia de esa*asociación; mas no creo que ninguna de sus sucesóras haya motivo para tenerle envidia. La falta de inspiración y estro poético corría competencias con las más vulgares faltas prosódicas y con la vaciedad de los asuntos puestos en verso, casi siempre de arte menor. T a n usuales eran esos defectos y de tan inconsciente modo se cometían, que un antiguo biógrafo de Ochoa, dice: "Algunos afios después de la Independencia apareció en México la prosodia castellana de D. José Sicilia, cuyos ejemplares causaron una revolución tal en nuestra poesía, que los que entre nosotros habían pulsado la lira, avergonzados de haber incurrido por tanto tiempo en defectos tan leves, se apresuraron á beber aquellas lecciones, á corregir faltas de tan poca monta en sus composiciones pasadas, á precaverse de volver á incurrir en ellas, y á tributar elogios al que había derramado una luz tan viva sobre un punto que tanto hace ganar á la versificación en suavidad y dulzura, de cuyos elogios aun nos queda una hermosa oda del Sr. D. Francisco Ortega. Ochoa corrigió según ellas sus composiciones para su edición de dos tomos impresa en Nueva York en 1828." Ya independiente México, empiezan á producirse ó revelarse verdaderos poetas, y D. Francisco Manuel Sánchez de Tagle, D. Francisco Ortega y D. Andrés Quintana Roo, al par del ilustre cubano D. José María Heredia, honran con excelentes poesías las páginas de El Observador, El Amigo del Pueblo, La Minerva, El Recreo de las Familias, y varios periódicos políticos como El Sol, El Aguila, El Correo de la Federación y otros, entre una multitud de versistas, infames en los asuntos, detestables en la forma. Viene después 1836 con la fundación de la meritísima Academia de Letrán, y sigúele El Mosaico Mexicano, publicación editada por D. Ignacio Cumplido, que abraza con algunas interrupciones, los años de 1837 á 1842. Reducido en un principio ese semanario de variedades á la inserción de artículos extranjeros que á su traductor parecían curiosos ó interesantes, fué poco á poco mejorándose ó mexicanizándose, y con gusto del lector y con gloria de las letras, abundan allí las firmas de José Joaquín Pesado, Ignacio Rodríguez Galván, Juan N . Lacunza, Wenceslao Alpuche, Manuel Tossiat Ferrer, R. Olarte, Antonio Larrafiaga, José Gómez de la Cortina, Guillermo Prieto, José Bernardo Couto, José María Lacunza, José María Lafragua, Manuel Carpió, José Joaquín de Mora, José María Tornel, Vicente Calero Quintana,V. Roa, Luis G. Cuevas, Fernando Calderón, Casimiro del Collado, Rafael Enrique Laso, José María Gironi, P. Almazán, Manuel Payno, M. Alcalde; Félix María Escalante y J u a n
Díaz Covarrubias. Varios de ellos figuran en los tomitos de El Año Nuevo, de 1837 á 1839. Sucede al Mosaico, y también editado por Cumplido, El Museo Mexicano, de 1843 á 1844: á muchas de las firmas que acabo de copiar unen las suyas en el nuevo semanario de literatura, Ramón I. Alcaraz, Juan N. Navarro, Agustín A. Franco, Alejandro Rivero, Mariano y José María Esteva, Fernando Orozco, Alejandro Arango, Manuel Díaz Mirón, M. Inda, José de Jesús Díaz, José Sebastián Segura, José María Roa Bárcena, Román Alatorre, Vicente Segura y Carlos Hipólito Serán. Por la misma época de 1841 y 1842, El Semanario de las Señoritas editado por García Torres, El Liceo Mexicano por Lara, y el Repertorio de Literatura por Miguel González, á su turno unen muchas de las citadas firmas con las de F. Gavito, Nicolás García de San Vicente, José Mariano del Castillo, Andrés Nieto, Rafael Cansóla, Joaquín Pérez Comoto y Manuel M. Zamacona. Así vinieron sucediéndose las primeras generaciones literarias dignas de ese título, dicho sea con todo el respeto que acordarse quiera á las puramente coloniales, en las que, por más que nos esforcemos, salvo los Vela y los Soria y los eminentes Sor Juana y Alarcón, sólo tropezamos con ridículo culteranismo ó prosaica llaneza. De la época relativamente más feliz del Diario de México, apenas pueden entresacarse Navarrete y Ochoa, pues aunque en ella comenzó á brillar Sánchez de Tagle, más bien debe clasificársele en la primera generación independiente. La Falange del Estudio y el Liceo Hidalgo, en 1850 y 1851, tienen por órgano La Ilustración Mexicana, también de Cumplido, regenteada por el insigne Francisco Zarco. E n ese semanario firman Joaquín Téllez, Emilio Rey, Luis Gonzaga Ortiz, Manuel Zamacona, Félix María Escalante, Francisco G. Bocanegra, Marcos Arróniz, Guillermo Prieto, Fernando Orozco, J o s é T . deCuéllar, Pablo J . Villaseñor, Epitacio J . de los Ríos, José María Vigil, Vicente Calero Quintana, Francisco Granados Maldonado, Andrés Davis Bradburn, Manuel Orozco y Berra, Juan Mateos, Ignacio Algara, Francisco Orellana, Anselmo de la Portilla, Sebastián Segura, Dolores Guerrero, Manuel Peredo, Joaquín M. del Castillo y Lanzas, José M, Rodríguez y Cos, Pantaleón Tovar, José González de la Torre y Aurelio Luis Gallardo. En este extenso catálogo, que aun podríamos alargar con nombres como el de Juan Valle, figuran muchos de los de antiguo ilustres y muchos que lo eran ya ó lo fueron poco después. Estos brevísimos apuntes se refieren, como ya se habrá comprendido, principal y casi únicamente á los poetas más ó menos señalados, y no debe por lo mismo extrañarse que en ellos falten los nombres de Fernández Lizardi ó El Pensador, con su Periquillo y sus fá-
bulas; Florencio del Castillo con sus sentidísimas leyendas, y algunos otros como ellos, buenos y distinguidos. Faltan también los de eminentes periodistas, pero no debo explorar aquí el no estudiado campo de la prensa, con su mal cultivado oasis colonial de la Gaceta y los vehementes papeles del año 1812 y de los primeros del gobierno autónomo. Básteme decir que quien haya alguna vez recorrido la prensa de días post-trigarantes, envenenada con las escandalosas pasiones políticas de sus respectivas épocas, y registrado los libelos de 1826 y 1828 , y las páginas de Ibar, Dávila y Bustamante, habrá visto que más que para enorgullecerse sobran causas para avergonzarse, y se habrá felicitado, con un experto escritor, d e q u e los periódicos de 1840 en adelante, si bien más fríos y especuladores hayan sido también mucho más instructivos y decentes. No se busquen, pues, aquí, ni los nombres ni los méritos de los La Llave, Santa María, Herrera, Couto, Olaguíbel y otros, y los de sabios y literatos, cuales Francisco Pimentel, José Fernando Ramírez, García Icazbalceta, Joaquín Arróniz y tantos que con respeto y admiración pudieran citarse. De la mitad del siglo en adelante, la lucha civil en que se resolvieron problemas políticos de la mayor transcendencia, dividió radicalmente la gran familia literaria, distinguiéndose la fracción conservadora por el valor y mérito de sus semanarios; de ellos únicamente señalaré en 1851 El Espectador de México, sostenido por los más distinguidos redactores de El Universal, y El Observador Católico; y de 1855 á r 8 5 8 el no bastantemente apreciado que llevó el título de La Cruz, escrito de admirable modo por Pesado, Roa Bárcena, Segura, Carpió, Arango y Escandón, Couto y algunos más. Pocas veces se ha visto una causa cualquiera defendida por más ilustres campeones. Cuando en 1867, la de la Libertad, sin duda más propicia á Dios, hubo triunfado de su enemiga, y cuando al fin de más ó menos meses, fuéronse perdiendo en amigable lejanía los últimos ecos de espantosa tempestad política, editado por Díaz de León y dirigido por Ignacio M. Altamirano y Gonzalo A . Esteva, apareció, para opacar á todos sus predecesores, El Renacimiento, periódico literario redactado por cuanto entonces era ilustre ú ofrecía garantías de serlo, ó mereció ser honrado con la bondad de tantas eminencias. Al frente de esa redacción aparecieron Ignacio Ramírez, Sebastián Segura, Guillermo Prieto, Manuel Peredo y Justo Sierra. E n la colaboración figuraron, Isabel Prieto, Gertrudis Tenorio de Zavala, Casimiro del Collado, Manuel Payno, Manuel M. Zamacona, Luis G. Ortiz, Vicente Riva Palacio, Ignacio M. Montes de Oca, Anselmo de la Portilla, Alfredo Chavero, José María Bandera, José Rosas, Luis Ponce, Aniceto Ortega, Pedro Santacilia, Ricardo Ituarte, Juan Clemente Zenea, Enrique de Olavarría, José María Ramírez'
Julián Montiel, Hilarión Frías y Soto, Francisco Villalobos, Emilio Rey, Joaquín M. Alcalde, Joaquín Téllez, José de Jesús Cuevas, Gustavo G. Gostkowski, Jesús Alfar o, J . Rodríguez y Cos, Luis G. Pastor, Rafael González Páez, Juan A. Mateos, Manuel López Meoqui, Esteban González Verástegui, Martín F . Jáuregui, Roberto A. Esteva, Pedro Landázuri, Feliciano Marín, Juan Pablo de los Ríos, Joaquín Arróniz, Niceto de Zamacóis, Eligió Ancona, Anastasio Zerecero, Joaquín Baranda, Guillermo A. Esteva, José Fernández, Crescendo Carrillo, Olegario Molina, Manuel de Olaguíbel, Antonio G. Pérez, JoséT. de Cuéllar, Santiago Sierra, Rafael de Zayas, Francisco Sosa, Eduardo Ruiz, José María Vigil, Manuel Sánchez Fació, Alfonso Lancáster Jones, Manuel Sánchez Mármol, León A. Torres, Gabino Ortiz y A. M. Rivera. Pero sin pensarlo nos hemos adelantado á hablar de El Renacimiento, que no empezó á publicarse sino en 1869, cuando nuestro relató no pasa aún de 1867, año en que se formó la brillantísima agrupación de escritores que hizo célebres las veladas literarias, y sostuvo el semanario El Renacimiento. Digamos, pues, cuáles fueron el origen y principio de ellas, cediendo la palabra al bueno y querido Maestro D. Ignacio Manuel Altamirano, quien en su Revista de la Semana, publicada en El Siglo Diez y Nueve de 7 de Enero de 1868, dice: '' Algunos amantes de las bellas letras han querido sacar más fruto de la tertulia que el recreo del ánimo, y determinaron reunirse cada ocho días para hablar de literatura y entregarse en el seno de la amistad á las sabrosas y útiles expansiones del espíritu. F u é Luis Gonzaga Ortiz, el tierno poeta y el amable narrador, quien tuvo el primero esta idea, acogida con entusiasmo por dos ó tres amigos á quienes la comunicó. A propósito de la lectura de una comedia de Enrique de Olavarría, invitó á algunos amigos para escucharla y hacer las observaciones que creyesen justas. En efecto, concurrimos, y tanto Enrique como nosotros quedamos asaz contentos de esa media noche, que nos pareció un minuto. ¡ T a n deliciosa fué aquella sesión literaria! " Algunos días después, con el deseo de repetir aquella agradable reunión, y con motivo de la llegada á México de Guillermo Prieto, de ese gran poeta en quien las desgracias no han podido apagar la llama del genio, nosotros también convocamos á un reducido número de amigos, para oírle alguno de los hermosísimos cantos con que su musa, siempre fecunda, ha enriquecido últimamente la literatura nacional. " E n esta sesión, pues, más concurrida que la anterior, se formalizó el pensamiento tanto tiempo acariciado por Ortiz; y él y Cuéllar formularon la proposición que establecía las reuniones semanarias, proposición que todos aceptaron gustosos y entusiastas, firmando en
seguida un acta sencilla, y sin fórmulas ni frases de rutina. Se convino, además, en no dar á esta sociedad de amigos íntimos, el carácter grave y seco de una academia, ni hacer reglamentos, ni imponer obligaciones, ni penas, circunstancias que acaban en este país con todo, sino que se dejó á la reunión su carácter familiar y anárquico, lo cual ha hecho precisamente que reine siempre un orden y una cordialidad que no hemos visto hasta aquí en sociedad ninguna, y por la primera vez, quizás, la sinceridad y el afecto han sido los únicos vínculos que han hecho estrecharse corazones, que de otro modo se habrían separado al día siguiente. Esto sea dicho en honor del carácter mexicano. ' ' Tal es la historia del origen de esas Veladas literarias que están siendo cada vez más interesantes, que están llamadas á influir poderosamente en el progreso de la literatura nacional, por tanto tiempo decaída y olvidada, y que renuevan para nuestra generación los días dorados de la Academia de Letrán y del Ateneo." La lectura de nuestra humildísima comedia, de que habla el querido Maestro, se hizo en una de las noches del último tercio de Noviembre de 1867, ante D. Anselmo de la Portilla, D. José T . de Cuéllar, D. Manuel Peredo, D.Lorenzo Elízaga, D. Ignacio Altamirano, D. Luis Gonzaga Ortiz, y otras varias personas, que, no por no presumir de literatas, dejaban de tener buen gusto, y como aquellas, honraron con su atención y su aplauso al autor. Al final de cada uno de los tres actos en que la comedia estaba dividida, Luis Gonzaga Ortiz hacía pasar á sus huéspedes á una habitación próxima á la elegante sala, y con esa finura y distinción que siempre le fueron peculiares, obsequiaba á sus amigos con pasteles y dulces, generosos vinos y calientes ponches, y á la lectura seguía la libación, " n i más ni menos, dice Altamirano, que si Anacreonte ú Horacio hubieran presidido aquella .compañía." Este fué el patrón para todas las reuniones sucesivas, más ó menos fastuosas en el agasajo de pasteles y vinos, y más variadas por la lectura de diferentes autores, lo que no pudo hacerse en esta primera, porque la lectura de Los Misioneros de Amor, título de la comedia citada, se prolongó hasta muy corrida la media noche. Luis Gonzaga Ortiz fué, pues, como dice Altamirano, quien tuvo primero la idea de las Veladas literarias y quien dió la primera con motivo de hacer oir la lectura de la comedia en cuestión; si el público oyente no fué tan numeroso como en otras veladas que siguieron á esa, la calidad suplió y bastante á la cantidad, y así debe reconocerse en honor de Ortiz, á quien el Maestro retrata en todo su valer en los párrafos que en seguida copio: "Ortiz, bien conocido en la República por sus bellísimas composiciones, firmadas ya con su nombre propio, ya con el pseudónimo de Heberto, que usó algunas veces,
es un poeta erótico por excelencia y por carácter. E s el cantor de las rosas y de las mujeres bellas, de las dulces entrevistas y de los adioses tristes, de los deseos voluptuosos y de los goces tranquilos. E s el sibarita de la literatura. El amor es su especialidad; pero no el amor tempestuoso, terrible, que va hasta el crimen y hasta la depravación; no es la pasión que tiene gritos destemplados, maldiciones sombrías, carcajadas de incredulidad y miradas de demonio. No. Luis Gonzaga es antes que todo, poeta dulce, bueno y melancólico, pero no desesperado; sensual, pero no libertino; en su alma, como en los campos que tanto quiere, el amor florece cada año, y no se extingue con el invierno la savia de la vegetación. El ama, olvida y vuelve á amar, y sus amores, como su poesía, son una cadena de flores á cual más fragante. Ortiz ha cantado la ciencia y los combates con felicidad; pero siempre su musa ha protestado que el amor es su constante inspiración, y ha preferido cantar los combates de las doncellas, prailia virginum, como dijera Horacio. En la antigua Grecia, Ortiz habría pulsado de preferencia la lira jónica ó la lidia, cuyas armoníás hacían cerrar los ojos de placer á las hermosas. E n el género erótico ha cultivado con maestría todos los estilos, menos el violento y arrebatado, que nunca toca A veces, sin embargo, sus cantos tienen acentos más profundamente tristes y que revelan amargos dolores, que naturalmente procuran exhalarse con quejas más hondas y más punzantes. A veces le creemos impulsado hacia su lira, como en busca de desahogo, y nos parece percibir en sus elegías algo, como un suspiro de alivio, lo cual no es raro, perche cantando il duol si disacerba, como dijo el Petrarca." En un estudio literario que de mi libro "Poetas líricos mexicanos," publicado en Madrid, hizo el eminente cuanto severo crítico español, D. Manuel de la Revilla, califica á Luis Gonzaga Ortiz como uno de los mejores poetas de la colección, elogia sus robustas octavas reales y asegura á su autor el dictado de poeta de grandes alientos. La segunda tertulia literaria se verificó el 4 de Diciembre en la casa del Maestro Altamirano, que por medio de esquelas 1 'invitaba á una reunión de amigos en que hablaremos de literatura y oiremos á Guillermo Prieto, que nos leerá algunas de sus nuevas composiciones." " L a tertulia tuvo por lugar de escena, dice Ortiz, un saloncito bello y confortable, donde n o se veía el lujo del magnate, sino la bella sencillez del hombre de genio y de talento. Un menaje carmesí; algunos buenos grabados en sus cuadros dorados; un gran espejo sobre una consola que sostenía dos candelabros con muchas luces; magníficas ediciones de todos los clásicos antiguos y modernos, en elegantes repisas; un piano sencillo, y en el centro del saloncito una mesa con libros, álbums, tazas y elegantes jarrones que sostenían ramilletes de tímidas y perfumadas violetas, que hacían dulce y' sensual la
atmósfera de aquel agradable recinto. Los asientos se veían todos ocupados por poetas. Las armas, la literatura y la prensa periodística, se veían allí reunidas; Guillermo suspiró sus canciones, y á cada una de ellas siguió una tempestad de aplausos: eran las voces íntimas de su alma, que depositaba en el seno de sus hermanos. Vicente Riva Palacio tomó el arpa sonora para cantar la Siesta deliciosa. José Cuéllar nos leyó su apólogo Los árboles, lleno de ciencia y de botánica. Siguió Nacho Altamirano con todo el ardor, la riqueza y la exuberancia de los hijos del Sur, cantándonos el Atoyac, los mameyes, los manglares, los naranjos en flor; transportándonos á su edén, con sus flores, sus aves, sus fuentes y su cielo: su arpa dócil es fácil á su mano, como lo sería un noble potro mexicano, obediente á la rienda, ya para salvar un torrente, ya para piafar tranquilo sobre una alfombra de césped. ¡Si nos fuese posible imitarlo! En seguida el Dr. Peredo hizo salir de sus tumbas á Horacio y á Mecenas, que reían al escuchar su magnífica apología. Olavarría, Alfredo Chavero y Elízaga, improvisaron preciosas composiciones que fueron mezcladas con piezas de música, tocadas al piano por varios de los concurrentes, y sabrosísimos sorbos de vinos generosos, espumoso Champagne, humeante ponche, pasteles y confituras, y . sobre todo, oportunos brindis, cuentos y dichos alegres y graciosos. La reunión acordó la publicación semanal de las poesías y artículos leídos en cada una de estas sesiones, á las que se les acordó el título de Veladas literarias." La siguiente reunión tuvo verificativo en la elegante morada de Agustín Lozano, que, sin ser literato, era amigo de los cultivadores de las bellas letras, y solicitó el honor de recibirlos y obsequiarlos. Partidario del lujo, de la elegancia y del refinamiento esplendoroso, Agustín Lozano desplegó una inusitada magnificencia en el obsequio: excelente orquesta, helados, vinos y manjares exquisitos; nada faltó en su casa, puesta con el mayor gusto y con abundancia de ricos muebles. Sucedió á esa velada la que á sus amigos ofreció Luis Gonzaga Ortiz, no tan modesta como lo prevenía el acta levantada en casa del Maestro: en su lucida reunión, el inspirado poeta cubano Juan Clemente Zenea leyó el magnífico primer canto de un poema que sorprendió y admiró á todos sus oyentes: recitó Joaquín Villalobos unas octavas reales muy patrióticas, Juan Mateos leyó la introducción de su poema Jesucristo; siguiéronse José Rivera y Río; Cuéllar con su apólogo Las Palmas; Sánchez Fació, con su romance La Vida; Altamirano, con su espléndida oda á María; Peredo, con una Silva á la Noche; Chavero, con una traducción de Homero; el singular poeta Joaquín Téllez hizo pensar y reír con una de sus composiciones, á la vez festivas y sentimentales; leyó después Julián Montiel, y cerró la
sesión literaria Ignacio Ramírez con una sátira terrible, punzante, llena de chiste, de veneno, con el título de Invocación á la musa. Sería inútil y cansado pasar revista una por una á todas aquellas brillantísimas reuniones, ya la muy elegante ofrecida por Joaquín Alcalde, ya las espléndidas y fastuosas de Riva Palacio en su morada de Donceles, y de Martínez de la Torre en la de la Palma: una recepción en la más derrochadora corte no podría desplegar mayor lujo que el desplegado por Martínez de la Torre en la noche que abrió su hospitalaria casa á los pobres escritores y poetas de la Capital. Tanta exceso de lujo fué perjudicial á esas reuniones, pues quien más, quien menos, todos cuantos hubieran querido honrarse llevando la Velada á sus casas, temían parecer pobretones y raquíticos; y, además, de tal modo había aumentado en número el público oyente y el que á la sombra de los literatos iba á gustar de la mesa y de los licores de los ricos, que pocas salas eran ya ni medianamente capaces para darles albergue. Alfredo Chavero y Juan Mateos iniciaron valientemente la vuelta á la sencillez de las primeras reuniones, en la Velada á que unidos invitaron en la casa de aquél; y la noche se pasó más en familia, y la literatura la ocupó en gran parte, todavía ante una buena mesa, pero sin padecer hartazgo. Mucho más modesta, pero n o menos agradable y útil á las letras, fué la velada siguiente que dieron Ignacio Ramírez y Agustín Siüceo. Algún tiempo después la invitación partió del Sr. Schiaffino, que recibió á los escritores en su casa pompeyana de la calle del Cinco de Mayo, en hermosos salones decorados por artistas de la Academia de San Carlos. Esa velada, con honores de festín, se prolongó, por primera y única vez en la crónica de ellas, hasta las seis de la mañana. La última que mencionaremos tuvo lugar en la casa de Riva Palacio, y á ella invitó la Asociación Gregoriana, que obsequió al Maestro Altamirano con un magnífico ejemplar de la edición barcelonesa del Paraíso de Mílton, en señal de agradecimiento al ilustre literato por un trabajo que en honor de esa Asociación ejecutó. Al mediar 1868, el Maestro Ignacio Altamirano, que había venido siendo el alma y el espíritu de aquellas memorables justas literarias, con suprema habilidad y delicadeza procuró y obtuvo la suspensión de las Veladas, que tales como venían celebrándose mortificaban la dignidad personal de los concurrentes pobres, con la ostentación de lujo, riqueza y abundancia de manjares y vinos que desplegaban los anfitriones, varios de los cuales llegaron á gastar en esos obsequios 500 y aun 1,000 pesos por noche. El fin principal, cual fué el de estimular á la juventud literaria, estaba logrado de un modo absoluto, y puede decirse que no hubo ni una sola de aquellas reuniones que no mencionase una alta de algún E. H. T.—T, III.—5
escritor distinguido y aun eminente desde el momento mismo de su presentación, de lo que fué ejemplo Justo Sierra, el grandioso y magnífico poeta. Por lo demás, nadie podría negar los beneficios incalculables que esas reuniones produjeron á las letras mexicanas. La noble emulación; el ansia natural de brillar por el ingenio allí donde el lujo y el fausto parecían querer anonadarle con la multiplicidad de sus grandezas, casi siempre negadas aun á los más grandes talentos de la tierra; la satisfacción de imponerse con un pliego de versos ó de prosa á un público en su inmensa mayoría muy elegante, pero no acreditado como afecto á la literatura; el levantado anhelo de demostrar que las letras patrias podían merecer aquellos esplendores, y los fuertes empeños que se ponían en juego para conseguir que aquella agrupación de escritores, pobres casi en su totalidad, honrase las casas de los ricos ó magnates que como un favor solicitaban su visita, hicieron que se escribiesen muchas excelentes composiciones que quizá sin ese aguijón no se hubieran producido, y que saltasen al honroso palenque escritores que, tal vez, sin ese motivo para adquirir brillante gloria, no hubiesen salido de los rincones de su modestia, ocupados con el gran poeta español en buscar la escondida "senda por donde han ido "los pocos sabios que en el mundo han sido." Las Veladas de 1867 y 1868 iniciaron un movimiento intelectual notable, é hicieron renacer la literatura mexicana, pocas veces tan rica en manifestaciones de talento como en ellas, porque allí no dominaba exclusivismo de ninguna especie, ni había, como hizo notar Altamirano, reglamentos que coartasen la libertad de nadie, ni ínfulas de academia que mortificaran á los humildes en méritos. Cuando las veladas concluyeron, porque así lo quiso Altamirano con la aprobación de todos, el amigable grupo no se disolvió, y sil centro fué la casa de aquél, que jamás trató de imponerse sino haciéndose grato á todos y conquistándose su Cariño. Con él y á su lado, presentábanse los escritores de su época como un círculo de amigos en la más perfecta unión, y en teatros y en salones la que se llamó "Bohemia literaria" tenía puesto principaly distinguido, y era objeto de honores y atenciones de toda especie. No hubo fiesta ni solemnidad de ningún género que no juzgase una honra contar con el concurso de ese grupo de escritores; las empresas de espectáculos mandaban preguntar á casa del Maestro, cuántas localidades debían enviar para los bohemios, y en las fiestas oficiales las invitaciones á los bohemios nunca fueron las últimas. En ese grupo jamás hubo rencillas, nunca surgieron enemistades, jamás cupieron los odios. Ale-
gre grupo de hermanos, cantando pasó los años de la juventud y cantando se disolvió para formar familias, que casi en su totalidad tuvieron principio en alguna reunión literaria. Aquellas ligas aun no se han disuelto, y por esa razón, cuando hoy se encuentran los ya viejos bohemios, brillan en sus ojos chispas de juventud, y en su saludo suenan dulces notas de la sublime lira del afecto, y cuando la desgracia ó la muerte hiere á alguno de ellos, en el corazón de los demás queda resonando en doloroso eco, el angustioso grito ó el adiós tristísimo, hasta que el tiempo cubre con la losa de la conformidad ante lo irremediable, la celda que en nuestra alma quedó vacía para siempre.
CAPITULO IV
1868. A pesar de lo que en contrario se esperaba, la Cuaresma se hizo sentir en aquel año de 1868, y las familias desertaron de los teatros, dejando en extremo reducido su público. En el de Iturbide casi hizo fiasco la farsa cómica Un viaje á América; agradó por su excelente desempeño el Don Francisco de Quevedo de Florentino Sanz, drama en que se presentó Amelia Estrella en la Compañía González-Osorio, que hubieron dé contratarla porque la primera actriz designada en el elenco no llegó á venir á la República, y porque la nueva dama y el primer galán joven que se avisó tener en tratos, se ignoraba cuándo vendrían. Esto acontecía á mediados de Marzo. El 18 de ese mes se dió en el Principal la función de gracia de la joven y simpática actriz Luciana Ibarzábal, con la comedia en tres actos y en verso Los misioneros de amor, escrita por Enrique de Olavarría y Ferrari, sobre el patrón de la misma obra francesa que ha servido en nuestros días para libreto de la aplaudidísima y repetidísima zarzuela Los Mosqueteros en el Convento. E n su crónica de El Siglo, el Maestro Altamirano dijo: " Esta es la comedia que oímos leer en la casa de Luis Gonzaga Ortiz una noche, en la cual, como dice muy bien el ilustrado Director de La Iberia, que también asistió, nació el pensamiento de las " V e l a d a s Literarias." Con la tal comedia sucedió una extrañísima cosa, que sin duda va á asombrar el saberla á cuantos han aplaudido y aplauden aún, pues parece destinada á larga vida, la zarzuela Los Mosqueteros en el Con-
escritor distinguido y aun eminente desde el momento mismo de su presentación, de lo que fué ejemplo Justo Sierra, el grandioso y magnífico poeta. Por lo demás, nadie podría negar los beneficios incalculables que esas reuniones produjeron á las letras mexicanas. La noble emulación; el ansia natural de brillar por el ingenio allí donde el lujo y el fausto parecían querer anonadarle con la multiplicidad de sus grandezas, casi siempre negadas aun á los más grandes talentos de la tierra; la satisfacción de imponerse con un pliego de versos ó de prosa á un público en su inmensa mayoría muy elegante, pero no acreditado como afecto á la literatura; el levantado anhelo de demostrar que las letras patrias podían merecer aquellos esplendores, y los fuertes empeños que se ponían en juego para conseguir que aquella agrupación de escritores, pobres casi en su totalidad, honrase las casas de los ricos ó magnates que como un favor solicitaban su visita, hicieron que se escribiesen muchas excelentes composiciones que quizá sin ese aguijón no se hubieran producido, y que saltasen al honroso palenque escritores que, tal vez, sin ese motivo para adquirir brillante gloria, no hubiesen salido de los rincones de su modestia, ocupados con el gran poeta español en buscar la escondida "senda por donde han ido "los pocos sabios que en el mundo han sido." Las Veladas de 1867 y 1868 iniciaron un movimiento intelectual notable, é hicieron renacer la literatura mexicana, pocas veces tan rica en manifestaciones de talento como en ellas, porque allí no dominaba exclusivismo de ninguna especie, ni había, como hizo notar Altamirano, reglamentos que coartasen la libertad de nadie, ni ínfulas de academia que mortificaran á los humildes en méritos. Cuando las veladas concluyeron, porque así lo quiso Altamirano con la aprobación de todos, el amigable grupo no se disolvió, y sil centro fué la casa de aquél, que jamás trató de imponerse sino haciéndose grato á todos y conquistándose su Cariño. Con él y á su lado, presentábanse los escritores de su época como un círculo de amigos en la más perfecta unión, y en teatros y en salones la que se llamó "Bohemia literaria" tenía puesto principaly distinguido, y era objeto de honores y atenciones de toda especie. No hubo fiesta ni solemnidad de ningún género que no juzgase una honra contar con el concurso de ese grupo de escritores; las empresas de espectáculos mandaban preguntar á casa del Maestro, cuántas localidades debían enviar para los bohemios, y en las fiestas oficiales las invitaciones á los bohemios nunca fueron las últimas. En ese grupo jamás hubo rencillas, nunca surgieron enemistades, jamás cupieron los odios. Ale-
gre grupo de hermanos, cantando pasó los años de la juventud y cantando se disolvió para formar familias, que casi en su totalidad tuvieron principio en alguna reunión literaria. Aquellas ligas aun no se han disuelto, y por esa razón, cuando hoy se encuentran los ya viejos bohemios, brillan en sus ojos chispas de juventud, y en su saludo suenan dulces notas de la sublime lira del afecto, y cuando la desgracia ó la muerte hiere á alguno de ellos, en el corazón de los demás queda resonando en doloroso eco, el angustioso grito ó el adiós tristísimo, hasta que el tiempo cubre con la losa de la conformidad ante lo irremediable, la celda que en nuestra alma quedó vacía para siempre.
CAPITULO IV
1868. A pesar de lo que en contrario se esperaba, la Cuaresma se hizo sentir en aquel año de 1868, y las familias desertaron de los teatros, dejando en extremo reducido su público. En el de Iturbide casi hizo fiasco la farsa cómica Un viaje á América; agradó por su excelente desempeño el Don Francisco de Quevedo de Florentino Sanz, drama en que se presentó Amelia Estrella en la Compañía González-Osorio, que hubieron dé contratarla porque la primera actriz designada en el elenco no llegó á venir á la República, y porque la nueva dama y el primer galán joven que se avisó tener en tratos, se ignoraba cuándo vendrían. Esto acontecía á mediados de Marzo. El 18 de ese mes se dió en el Principal la función de gracia de la joven y simpática actriz Luciana Ibarzábal, con la comedia en tres actos y en verso Los misioneros de amor, escrita por Enrique de Olavarría y Ferrari, sobre el patrón de la misma obra francesa que ha servido en nuestros días para libreto de la aplaudidísima y repetidísima zarzuela Los Mosqueteros en el Convento. E n su crónica de El Siglo, el Maestro Altamirano dijo: " Esta es la comedia que oímos leer en la casa de Luis Gonzaga Ortiz una noche, en la cual, como dice muy bien el ilustrado Director de La Iberia, que también asistió, nació el pensamiento de las " V e l a d a s Literarias." Con la tal comedia sucedió una extrañísima cosa, que sin duda va á asombrar el saberla á cuantos han aplaudido y aplauden aún, pues parece destinada á larga vida, la zarzuela Los Mosqueteros en el Con-
ivento. El asunto pareció inmoral y hasta sacrilego, y después de la primera representación, el Gobernador del Distrito, que era nada menos que D. Juan José Baz, dirigió á la Empresa un tronante oficio, prohibiendo su repetición. E l mismo Maestro Altamirano, nuestro querido amigo, después de asentar en su crónica que en la " Velada " de Luis Gonzaga Ortiz " la comedia fué calificadafavorablemente, que la versificación es fluida y llena de lirismo, que el plan de la pieza es ingenioso y buenos los caracteres," vínose encima del mísero autor, reprochándole que " p o r el deseo de agradar á algunos libertinillos, hería la moral y la susceptible delicadeza de la sociedad, ponía en ridículo al clero regular," y cometía quién sabe cuántas enormidades más contra la Religión, que no podían ser aprobadas ni aun por un hombre que, como él, " e r a sabido no ser beato." La filípica iba endulzada con el siguiente final: " P o r tanto, recomendamos ánuestro caro Enrique que no malgaste su bello talento en tales piezas; sino que lo emplee en la comedia de carácter ó en la de costumbres, que en ese género no sólo conquistará aplausos, sino que inmortalizará su nombre, y sus amigos que hoy ven con placer sus concepciones, serán más felices viéndolas dirigidas al bien de la sociedad." La comedia corre impresa desde el mismo año de 1868 por Díaz de León, y editada por La Iberia, y si alguien se tomase el trabajo de compararla con el libreto de Los Mosqueteros en el Convento, encontrará que en aquella que tanto escandalizó y en ésta que tanto se aplaude, las situaciones y las escenas son idénticamente las mismas. Con razón en la citada crónica y refiriéndose á los perjuicios que á los teatros trajo aquella cuaresma, decía el Maestro: " l a sociedad mexicana permanece fiel todavía á las antiguas tradiciones, que no pierden terreno sino lentamente. ¿ Será esto por verdadero sentimiento religioso ? Tal vez, si osásemos creerlo càndidamente, nos acusaría de ligeros la autorizada voz de un hombre irrecusable en tal materia, como lo es Alamán, que no se muestra muy convencido de la sinceridad religiosa de los mexicanos, con todo y que hablaba de ellos en una época en que sus virtudes cristianas eran menos sospechosas. ' ' A pesar de toda esa tempestad, la Empresa consiguió que D. Juan José Baz levantase la prohibición fulminada, y la comedia se repitió con buen éxito y f u é celebrada y aplaudida por quienes sin duda adivinaban que veintidós años después, por el mismo público y en el mismo teatro, había de ser festejada y vista y oída sin escándalo, puesta en música y adornada con el título de Los Mosqueteros en el Convento. Para la temporada de después de la Pascua, que empezó en 12 de Abril, la Empresa de Iturbide reformó su Compañía, aumentándola con la primera actriz Pilar Bela val, la primera dama joven María de Jesús Servín, la segunda dama Remedios Amador, y el segundo ac-
tor y primer galán joven Eduardo Irigoyeu. La Belaval y el galan Iri-oyen, recién venidos de la Isla de Cuba y ambos españoles, se presentaron el martes 14 con El Tanto por ciento, de Ayala, y ambos agradaron en extremo, y con justicia, y llevaron á Iturbide numerosa y escogida concurrencia. Sus triunfos fueron mayores en Lo Positivo, de Tamayo, que les saüó á la maravilla, y en el magnífico Drama Nuevo, del mismo egregio autor. " Osorio estuvo como siempre, dice el cronista; la Belaval ese día desplegó todas sus facultades como actriz dramática, y verdaderamente subyugó á su auditorio, que la aplaudió á más no poder. La escena de la confidencia á Shakespeare en el primer acto, fué hermosísima: el público la escuchó sin respirar, y al terminarla, una salva estruendosa de aplausos y de vivas llenó el salón por algunos minutos. La Belaval estuvo inimitable en la escena final del drama: aquella mujer moribunda de dolor y espanto por la muerte de su amante, que se queda sin voz, que agita los brazos, que corre desatinada, con los ojos queriendo salir de las órbitas, pálida, desencajada, vacilante, loca, produjo una impresión difícil de pintar. Irigoyen estuvo muy bien: es un joven actor que reúne á una figura de galán como hay pocas, un empeño y un estudio eficaces." Por el mismo tiempo se representó Un drama en familia, obra de D. Sebastián de Movellán, escrita en '.fluidos versos, que hizo un fiasco completo: en la temporada anterior había hecho representar un apropósito patriótico intitulado "México en consejo de guerra" que fué extraordinariamente aplaudido por sus tiradas de versos entusiastas y armoniosos. Siguieron á estas obras El amor y el interés, de Larra, y El hombre de mundo, de Ventura de la Vega, obra en que María de Jesús Servín estuvo tan perfecta que mereció que se dijese de ella: ' 'es una joven actriz de gran porvenir; bella figura, esbelta como una palma, con linda voz, con mucho talento y con mucha modestia; la Servín, que no está viciada aún en su declamación y que tiene finísimos modales, es susceptible de aprender mucho y será en breve una actriz de que nos podremos enorgullecer." La brillante temporada de Iturbide sufrió un terrible golpe con la publicación de un prospecto en que se anunciaba el próximo arribo á México del insigne primer actor español D. José Valero, con la siguiente Compañía: Actrices, Salyadora Cairón, Carolina Fernández, Carolina Márquez, Teresa López, Carolina Montijano. Actores: J u a n López Benetti, José Navarro, Juan Montijano, Antonio García, Francisco Arellano, Octavio Baeza y Rafael López. Los abonos fueron de diez y seis funciones, á los precios de sesenta pesos los palcos y nueve las lunetas y bueno es hacer notar esa extraordinaria baratura de las localidades con aquella compañía, m u -
cho mejor que la mayor parte de otras que después nos han visitado sin traer una tan incontestable eminencia como D. José Valero. La primera función se dió el sábado 9 de Mayo con El Patriarca de Turia, de D. Luis de Eguilaz que para Valero escribió el papel de Timoneda. ' 'Numeroso y escogido público invadía las localidades del Gran Teatro Nacional, deseoso de conocer — habla el Maestro — al eminente artista, cuyo nombre, taaído en alas de la fama á la América española, resonaba glorioso en todos los oídos, bien dispuestos á escuchar admirados á aquel que se presentaba en nuestra escena en el último tercio de su carrera y con la frente ceñida por la triple guirnalda de la ancianidad, de la experiencia y de la gloria. Aquel fué un momento solemne. E l grande artista se presentó, y una nutrida salva de aplausos le saludó durante algunos minutos." Todas las miradas, todos los anteojos, estaban fijos en él. Se le examinaba minuciosamente, se estudiaban su gesto, su ademán, su mirada, el temblor de sus labios, todo. Su semblante, su mirada, su gesto dramático, la flexibilidad con que le era fácil erguir su cuerpo ó inclinarlo débil y tembloroso, todo estaba en armonía y lógicamente encadenado: su voz era débil ya, pero como el gran artista no representaba sino viejos, hasta esa voz estaba en lo natural, y la variedad de inflexiones que sabía darle era muestra de cómo debió ser en su juventud y en su vigor. Al venir esa vez á México, Valero contaba más de sesenta años de edad. El enternecimiento, los sollozos, los suspiros de pesar, en general, todas las emociones dolorosas, fingíalas con maestría y esto explicaba su preferencia por los caracteres dramáticos, á pesar de su grande habilidad en el género cómico. Inútil es'decir que no daba grandes pasos, ni se descoyuntaba, ni gritaba, ni escandalizaba como esas medianías estrepitosas, que expresan todas sus emociones de alegría, de dolor y de cólera, á fuerza de pataleo y de ruido. Valero poseía en alto grado el arte de la naturalidad; ese fué su gran secreto, el poderoso resorte que ponía en juego para subyugar á su auditorio. E n literatura y en todo arte declamatorio es una gran verdad la sentencia del Horacio francés: " R i e n n'est beau que le vrai." Las subsiguientes funciones durante el primer abono fueron: Vanidad y pobreza; En brazos de la muerte; Las querellas del Rey Sabio; El Tío Pablo ó la Educación; La Levita; El cura de Aldea; Oros, copas, espadas y bastos; La Huérfana de Bruselas; El dómine consejero; Lo positivo; La Campana de la Almudaina; La novia impaciente y El Maestro de Escuela (29 de Mayo); Un avaro; La Aldea de San Lorenzo; y para décimasexta y última del primer abono, La primera piedra. En el segundo abono que principió en la noche del 7 de Junio, se dieron: Jugar por tabla; El Payaso; La Levita; El Alcalde de Zalamea;
El corazón en la mano; Luis Onceno; El Maestro de Escuela y Don Gasparitoy la Mujer de Ulises, sin tomar parte en éstas Valero; Deudas de la honra; Tío Pablo; Flor de un día; Sancho Ortiz de las Roelas; Las travesuras de Juana; La voz del corazón; Un día de campo; Don Francisco de Quevedo y para décimasexta y última de ese segundo abono, Del dicho al hecho, en que Valero era inimitable. Durante el referido segundo abono, tuvieron lugar en funciones extraordinarias, el jueves 18 de Junio, el beneficio de Valero con La Carcajada, el sainete Los dos viejos, y un coro de orfeón Los Placeres de la caza, desempeñado por los miembros del "Aguila Nacional," dirigidos por el Maestro Julio Ituarte; y el sábado 27 el de Salvadora Cairón con el drama de la Avellaneda, Baltasar. En el mismo tiempo y á 2 de Julio el gran actor cedió el producto de una función extraordinaria; compuesta de La familia del boticario, La primera escapatoria y No siempre lo bueno es bueno, á Sánchez Osorio, el actor cómico de la Compañía de Iturbide. Esto necesita una explicación. El éxito de la temporada abierta por el gran actor, causó la completa ruina de la Compañía de González y Osorio en dicho Iturbide, así como mucho antes había causado la de la antigua del Principal. El de Iturbide había cerrado sus puertas desde el 7 de Junio con la comedia Dulces cadenas, quedando solitario y mudo su elegante salón, que, en funciones salteadas, ocupó, á partir del 21, una modestísima Compañía de vaudeville francés. Aquel cuadro excelente, que ofrecía un buen conjunto y trabajaba con positivo empeño, se vió en la necesidad de disolverse ante la deserción de su público. De nada le valieron sus muy buenas damas y sus delicados actores, que sin contar una notabilidad de los tamaños de Valero, eran de una incontestable superioridad sobre los de la compañía del Nacional. La Suárez era una característica como no la tenía Valero; la Belaval éncantadora por su talento y su gracia, era una artista de mérito sobresaliente, y así lo acreditó en Un drama nuevo, La Campana de la Almudaina, Los soldados de plomo, La cruz del matrimonio, El tanto por ciento y otras muchas; su vis cómica se acreditó en Lo positivo, La escuela de las coquetas y fugar por tabla; simpática de figura, con ojos expresivos, graciosa boca y correcto cuerpo, llevaba el lujo en el vestir hasta el refinamiento. Amelia Estrella, hermosa y rebosando gracia, era digna hija de aquella María García, que en su tiempo atravesaba corazones cantando La tintorera, La Colasa y el Agua va, ' 'cuando los que hoy son gallos eran pollos," como dice Altamirano. Lo cierto es que la compañía de Iturbide, no sólo quedó disuelta, sino dispersada: la Belaval, la Suárez, González, Rodríguez y otros, salieron para Guanajuato; Osorio y Amelia Estrella, para Toluca; Manuel Irigoyen fué contratado por Valero para su Compañía, á la
que le faltaba galán j o veo ¡Sánchez Osorio, el gracioso tan querido del público, quedó sin colocación, y tan escaso de recursos, que según hemos visto, hubo de recurrir al gran actor para que le auxiliase con un beneficio en el Nacional. La función de gracia de Valero se verificó con teatro lleno á n o caber más, y los aplausos y las ovaciones casi rayaron en delirio, pues en realidad de verdad el espeluznante y feo drama La Carcajada, estuvo magníficamente desempeñado por el eminente artista, tanto más admirable, cuanto que la ilusión no podía ser completa porque el papel del protagonista se despegaba d é l a edad de Valero. Pero ¿á qué no podría suplir un genio artístico como el suyo? En cuanto al beneficio de Salvadora Cairón, oigamos al Maestro: " S u función de gracia atrajo una concurrencia brillante; la hermosa é inteligente actriz se ha conquistado grandes simpatías por su talento artístico y por su figura escénica, que es la más á propósito para cautivar en su favor el cariño de todos. Así es que, en esa noche, el gran vestíbulo del teatro, iluminado espléndidamente, daba paso á lo más escogido de la sociedad mexicana, que acudía presurosa á contemplar un espectáculo nuevo y á arrojar sus coronas y sus ramilletes á los pies de su querida artista. " Resplandecían los palcos con la belleza de las hijas de México, y en el patio se ostentaba toda nuestra elegancia. Cuando se alzó el telón, una tempestad de bravos y de aplausos estalló en todas partes, saludando á la eminente actriz que se hallaba en la escena; multitud de coronas volaron á sus plantas, así como centenares de ramilletes, símbolo de ardiente afecto de los mexicanos que se concede sin reserva y que dura hasta que muere el corazón. " Comenzó luego el drama. Todos los actores se esmeraron en su representación. Montijano hizo un Rey Joaquín, magnífico; Navarro caracterizó bien al Profeta; Irigoyen representó á Rubén con inteligencia, y como su figura juvenil le ayuda mucho, el mancebo judío salió muy bien; Benetti y García sacaron todo el partido posible de sus sátrapas; la Márquez jamás nos ha agradado tanto como en el papel de la Reina Nztocris; pero Valero y la Cairón fueron los protagonistas. Cada vez tenemos motivos para admirar el talento del gran actor español; cada vez nos sorprende con su prodigiosa comprensión y la flexibilidad de su gesto dramático. En Baltasar no hay detalle que no haya marcado, nada escapa á su perspicacia artística; con el más ligero ademán, con el más pequeño gesto, da vida á una expresión ó indica un sentimiento. No se puede pedir más. La Cairón estaba bellísima en el papel de la joven judía. Su tocado, su traje pintoresco del primer acto, y de los dos posteriores, realzaban su magnífica hermosura. Estuvo conmovida, llena de expresión, y su acento, que es tan sonoro de suyo, aquella noche estuvo más armonioso y
más blando. La Cairón fué llamada repetidas veces á la escena, y aplaudida frenéticamente; la ovación que esa noche obtuvo de un público entusiasta y sincero, debe persuadir á la encantadora artista de que en México se la quiere mucho y de la tristeza que nos causará su partida." Con motivo de la representación de Baltasar, el Maestro Altamirano escribió un " E n s a y o crítico " del drama de la Avellaneda. Publicado primero en El Siglo, é impreso después en edición de cien ejemplares por Díaz de León, ese estudio magnífico es un modelo inimitable de revista literaria que honra á su autor y es orgullo de las letras mexicanas. Nada en su género le conocemos superior. El orfeón "Aguila Nacional," había tomado parte en el beneficio de Valero, en demostración de gratitud al insigne artista, que, entusiasmado con los progresos artísticos de la Sociedad Filarmónica, honra de la patria y manifestación evidente de nuestra cultura, como dice Altamirano, le ofreció, con el desinterés y desprendimiento que fueron peculiares al artista español, su teatro y sus servicios cuantas veces lo necesitara. La Sociedad aceptó la oferta, y en 13 de Junio dió en el Nacional uno de aquellos grandes conciertos, que por ninguna otra agrupación han sido hasta hoy superados. La "Sociedad Filarmónica"—seguimos copiando á Altamirano—debe su existencia, decía ese escritor, solamente al generoso esfuerzo de unos cuantos individuos que, sintiendo en su alma el amor á la gloria, se reunieron en familia y se propusieron hacer todos los sacrificios de la abnegación y de la perseverancia para llevar á cabo su grandiosa idea; el éxito ha coronado sus afanes; el desdén del Poder no ha logrado esterilizarlos, y muy al contrario, la "Sociedad Filarmónica," independiente y llena de inteligencia, ha tenido cada vez nuevas conquistas, y hoy se presenta vigorosa, magnífica, amada del pueblo y para mayor honra suya, sin el desgraciado aspecto de un apostolado oficial. En el concierto susodicho, los trescientos artesanos alumnos del orfeón popular, cantaron un coro de Macbeth, y el del ' 'Aguila Nacional," compuesto de los profesores, el nombrado Placeres de la caza. Ciento cincuenta niñas, de cinco á diez años, desempeñaron otro coro de María de Rudens. La Sra. Contreras de Jáuregui y las Sritas. Anaya y Camón, cantaron diferentes piezas, y fueron muy aplaudidas, especialmente la última, á quien se hizo repetir el Miserere del Trovador, acompañada del Sr. Cabrera y coro de socios aficionados. Pero la que entusiasmó al público hasta el delirio, fué la niña Adelaida Lozano y Maza, con su robusta y poderosa voz de contralto. Fernández, en sus variaciones del Carnaval de Venecia, para flauta; Aniceto Ortega, con su Marcha Potosina, y Julio Ituarte con varias composiciones suyas, admirablemente ejecutadas, fueron entusiastamente celebrados." B. H. T.—T. III.—Í
A compartir con Valero los aplausos y las utilidades, y, cosa rara, sin perjudicarse mutuamente, se presentó el sábado 18 de Julio, en Iturbide, la Compañía de zarzuela de Villalonga y Reig, así formada: Director de escena y primer barítono, Rafael C. Villalonga; primera tiple, Matilde Montañés; segmida, Concepción Méndez; primer temr, Mariano Mateos; tenor ccnnico, Ricardo Reig; bajos, Vicente Villanue.va y Joaquín Pelegrín; pHmera actriz y tipleen su género, Concepción Musso; comprimario-, Joaquina García; segundo barítono, Gaspar Solá; bajo cómico, Joaquín Ruiz; segundas partes, Dolores Sánchez, Mariano Seco, Jaime Pons; Maestro y director de orquesta, Eduardo Moreño. Abonos por seis representaciones en palcos, veinticuatro pesos-, en lunetas, cuatro. La primera función la dió en el día dicho con Las Hijas de Eva; á ésta siguieron Uu tesoro escondido, Jugar con fuego', El Postillón de la Rioja, La Colegiala, Campanone, Diamantes de la Corona, El juramento, El último mono, Marina, El estreno de una artista, El niño, Una vieja, Mis dos mujeres, El Marqués de Caravaca, Entre mi mujer y el negro, El juicio final, El Valle de Andorra, El dominó azul, Catalina de Rusia, y otras muchas, en distintos abonos que se sucedían sin que el público negase su favor á la Compañía, cuyas perlas eran la Montañés y Ruiz. Valero abrió el 26 de Julio, un tercer abono, con Mujer gazmoña y marido infiel; dió después Don Dieguito, Cien leguas de mal camino, Los polvos de la Madre Celestina, desempeñando el gran actor el Don Simplicio; Ricardo Darlington, Un drama nuevo, Quien debe, paga, y Los misterios del teatro. En un cuarto abono de ocho funciones, que comenzó el 30 de Agosto, dió El Protestante, El tío Martín, La Huérfana de Bruselas, El corazón y el dinero, La culebra en el pecho, El maestro de escuela, La Carcajada y Adriana. E l 31 de Julio se verificó el beneficio de Carolina Fernández, con Guzmán el bueno, la comedia en un acto Cosas del día, original de Manuel Rincón y la serenata Adiós á México, letra del Dr. Manuel Peredo y música de Fernando Domech. En 21 de Agosto dió Valero, hijo, su beneficio, estrenándose en México por el gran actor, la tragedia Edipo, de Martínez de la Rosa; D. José Valero estuvo en ella admirable, y la revista de la función y el juicio crítico de la obra los escribió el Dr. Manuel Peredo, con aquella galanura de estilo y ciencia que le valieron justo renombre en la historia de las letras mexicanas. Al favor que el público le dispensaba, llenándole noche á noche el teatro, y haciéndole noche á noche una ovación, correspondió D. José Valero con una porción de funciones extraordinarias, á las que los abonados concurrían gratis, contentándose él con el producto de la entrada eventual. A los viejos actores de la Compañía del Principal, arruinados primero por la Compañía de Iturbide y después por la de Valero, dió éste lucidísimos beneficios; el de Merced Morales tuvo
lugar el 18 de Setiembre con Súllivan, desempeñando el actor mexicano el protagonista y el español el Jenkins, papel importante pero secundario, en el cual José Valero rayó á una altura tal, que dicho papel resultó mucho más bello é importante que el de Súllivan. El beneficio de Irigoyen, dió motivo á una brillante representación de La Vaquera dé la Finojosa; para los pobres de la Parroquia de Santa María se dió una función extraordinaria con La Levita; para los del Sagrario y San José, se representó la comedia Las travesuras de Juana, cantando en un intermedio Adela Maza, una aria de Semíramis. E l 27 de Setiembre, á petición del público, repitió Valero, en extraordinaria, Ricardo Darlington, y el 28 dió su última representación y se despidió del público mexicano con una función á beneficio de D. Juan de Mata Ibarzábal y de Angel Padilla, poniendo, por súplicas generales, la misma obra con que dió principio á esa larga y brillantísima temporada, El Patriarca del Turia, y la pieza en un acto Los dos viejos. De esa notabilísima función, dijo El Siglo, del 29 de Setiembre: " A n o c h e ha tenido lugar la última representación de la Compañía del Sr. Valero. La concurrencia fué numerosa, y la ovación que recibieron el Sr. Valero y su estimable esposa, la Sra. Cairón, fué inmensa. "Nosotros no recordamos una semejante, al menos de diez años á esta parte. Se arrojaron sobre la escena muchísimos ramilletes, y al patio cayó una lluvia de papeles que contenían versos dedicados á los dos artistas. El joven D. Justo Sierra leyó en nombre de los literatos mexicanos una bella poesía dedicada al Sr. Valero, y los Sres. Benetti é Irigoyen leyeron otras dos. "Momentos después el Sr .Valero leyó un pequeño discurso despidiéndose del público mexicano. Este adiós arrancó lágrimas. Cuando el público acababa de escuchar al actor y le aplaudía estrepitosamente, y la orquesta después de tocar diana ejecutaba el Himno de Riego, se presentó en escena un joven que, lleno de emoción, leyó Unos hermosos versos en que expresaba la gratitud pública hacia el Sr. Valero por sus acciones generosas-, salvando del patíbulo á un desgraciado y dando el pan á los infelices. Este joven desconocido hasta aquí, y que ha hecho su aparición en medio de los aplausos del auditorio, que se identificó con él en sentimientos, se llama D. Javier Santa María. " Luego el estimable poeta D. Esteban González recitó unas hermosas estrofas dedicadas á la Sra. Cairón, que fueron muy aplaudidas. El entusiasmo llegó á su colmo y los artistas españoles se retiran de México en medio de aplausos y bendiciones." La generosa acción de Valero mencionada por El Siglo al hablar de la composición de Javier Santa María, fué ésta: Representábase
ei drama La Campana de la Almudaìna en medio del más justo é irreprimible entusiasmo, en la noche del 28 de Mayo: por una de las personas que pasaron al foro del Nacional á felicitar al gran actor, supo éste que á la mañana siguiente debía ser pasado por las armas un soldado infeliz, en favor del cual inútilmente se había solicitado indulto: el pobre reo tenía mujer é hijos que iban á quedar en la miseria é infamados. Valero se sintió profundamente conmovido, y como hubiese visto que á la representación asistía el Presidente D. Benito Juárez, su amigo y entusiasta admirador, sin detenerse á cambiar de vestido, acompañado por su esposa la Sra. Cairón, salió "de su cuarto y del escenario con el lujoso traje de gobernador de la Fortaleza mallorquína, y llamó á la puerta del palco del Benemérito de América, cuya sorpresa no fué para descrita, y menos la que le produjo saber que Valero le pedía la vida del reo, con frases y palabras que candentes y empapadas en lágrimas llegaron al corazón de aquel coloso de la historia de México, conmoviéndole profundamente. Algunos minutos después, Valero salía del palco presidencial radiante de gozo. El reo fué indultado de la pena capital, que se le conmutó en la mayor inmediata. Hecho público el suceso por el mismo Benemérito Presidente, al levantarse el telón para el siguiente acto la concurrencia premió con una entusiasta ovación al artista, quien tuvo la delicadeza de demostrar que le sorprendían aquellos aplausos, que juzgaba inmerecidos, pues quien hacía gracia al reo no era el actor español, sino el Presidente mexicano. E n su número correspondiente al 30 de Mayo, El Siglo Diez y Nueve dijo: "Ayer iba á ser pasado por las armas el cabo Isidoro Rodríguez, por haberse desertado de este guarnición y unídose á la gavilla de Aureliano Rivera; pero el señor Presidente de la República le concedió la gracia de indulto, y anteanoche, después de las doce, mandó extender das comunicaciones respectivas. Parece que el reo había recibido de Aureliano el despacho de capitán, y él es por quien pidieron gracia al señor Presidente el Sr. Valero y la Sra. Cairón." • E l eminente actor completó su obra benéfica socorriendo al indultado y á su familia con auxilios en dinero, y poniendo al hijo de su protegido en un colegio, y pagándole en él un año de pensión adelantada. Rasgos fueron todos que enaltecen el nombre de aquel artista de imperecedera memoria. Constantemente tuvo abiertas sus manos para socorrer á los necesitados; constantemente se prestó gustoso á trabajar en provecho de cuantos sufrían; y en México, aparte de los beneficios que en provecho ajeno dispuso y dejo apuntados, notabilísimo fué el espectáculo que, con la cooperación de Villalonga y Reig, dió el Nacional la noche del 24 de Agosto, en favor del Hospital de San Hipólito, por iniciativa de la Sra. Di Luciana Arrázola de Baz y D. Crisóforo Tamayo.
Antes de partir de México, D. José Valero unió aún su nombre á una fundación notable, según puede leerse en la siguiente revista, que tomo de El Siglo de 30 de Setiembre: "Anoche se inauguró solemnemente en el salón de la antigua Universidad, presidiendo los Sres. D. José Valero y D. Aniceto Ortega, Presidente éste de la Sociedad Filarmónica, la Sección de Conservatorio Dramático. Asistieron casi todos los actores residentes en México, muchos escritores y literatos, los miembros de la Sociedad Filarmónica, y además una escogida y numerosa concurrencia. El salón estaba lleno completamente. " E l concierto musical fué de lo mejor que hemos oído: cantaron las Sritas. Martel, Camón, Adelaida Maza, Contreras, las Sras. Vallejo, Contreras de Jáuregui y los Sres. Balderas é Ituarte. Ejecutaron varias piezas en el piano los Sres. D. Aniceto Ortega, Ituarte y León. La Orquesta de Santa Cecilia alternó con los socios del Conservatorio de Música y tocó al fin el Himno de Riego en honor del Sr. Valero y demás actores españoles, que fué recibido con un entusiasmo difícil de describir. " E l Sr. D. Manuel López Meoqui, Secretario del Conservatorio Dramático, leyó un magnífico discurso inaugural. Después el Sr. Valero pronunció algunas palabras, hablando de la nueva Sociedad y declarándola instalada. El Sr. D. Aniceto Ortega leyó en seguida un discurso elocuente y que con justicia llamó la atención por su concisión y profundidad. No se habían preparado poesías; pero los Sres. D. Enrique de Olavarría y D. Justo Sierra se salieron por algunos minutos del salón y volvieron á él á recitar hermosísimos versos, que fueron aplaudidos y repetidos á petición del público. Para concluir, la bella Sra. Cairón leyó un soneto intitulado: Adiós á México, que acababan de improvisar para ella, en pocos instantes, los Sres. D. Luis G. Ortiz, D. Enrique de Olavarría, D. Justo Sierra y el Dr. D. Manuel Peredo. Todo el mundo salió encantado de esta velada amena y entusiasta." En ella, por primera vez después de muchos años, se dieron calurosos / Viva España! repetidos y secundados por los concurrentes, inclusive las señoras, que agitaban sus pañuelos en señ a ! de saludo. Puede decirse que esa noche y en aquel acto no hubo persona alguna que no sintiese asomar á los ojos lágrimas de entusiasmo y de emoción sana, dulce y reparadora. Así terminó esa brillantísima temporada, en la que el eminente actor alcanzó laureles sinnúmero en todas y cada una de las obras que puso en escena, aun en aquellas que no iban ya conformes con su edad. Las mayor parte no se habían visto, ni quizás se verán en mucho tiempo, tan magistralmente interpretadas como las interpretaba Valero: su esposa, la bella y distinguida Salvadora Cairón, conquistó á millares los admiradores con su voz dulce é inolvidable, con
su inspiración y con su gracia, con su gran talento, redoblado por la dirección admirable de un maestro como su marido. Por esa misma dirección brillaron también á grande altura los demás actores de aquella Compañía, sin ser ninguno de ellos verdaderamente notable. Para finales de función se dieron graciosísimas piezas y zarzuelitas en un acto, que fueron otros tantos triunfos para la simpática Carolina Fernández. No es posible entrar en mayores detalles so pena de no concluir nunca este capítulo. D. José Valero fué obsequiado de cien diversos modos, y, en especial, con suntuosos convites. Dejando aún el teatro lleno, dió término á sus funciones, comprendidas en dos abonos de á diez y seis, uno de doce y otro de ocho, aparte de las funciones de tarde y un sinnúmero de extraordinarias y de beneficio. Salió de la Capital el día i? de Octubre de 1868, y sobre ello dijo El Siglo: " E n la mañana de hoy, D. José Valero, acompañado de su esposa la Sra. Cairón, y de varios artistas de la Compañía Dramática, salió para Puebla en el Ferrocarril de Apizaco. Fueron á dejarle á la Estación multitud de personas de todas clases, que hasta el último momento le han dado pruebas del más sincero aprecio. El Sr. Valero deja en México un recuerdo indeleble, no sólo como el mejor actor que ha pisado nuestro teatro, sino también como distinguido caballero y como noble filántropo." Estos elogios del excelente periódico, decano ilustre de la prensa mexicana, honran al eminente actor español por lo mismo que fueron estrictamente justos.
CAPITULO V
1868—1869 Encontrándose aún en la Capital D. José Valero, pocos días después de haber principiado sus trabajos llamó extraordinariamente la curiosidad pública la exhibición del famoso juego de óptica la Cabeza parlante, que en los entresuelos de la casa esquina del Seminario, hizo Mr. Jorge Estevenkeen, poniendo la entrada al elevado precio de seis reales, no obstante lo cual, hizo muy buen negocio. No lo realizó menos bueno el Signor Chiarini, con la Compañía acrobática " I n glesa-Americana-Rusa," de Courtney y Sanforf, que se presentó en el Circo de la calle de Gante el 10 de Setiembre, trayendo, entre va-
rias novedades,' á la familia Nelson y al equilibrista en el trapecio Mr Airee llamado el Rey de los Aires. Este título disgustó a vanos patrioteros de ínfima clase, que dieron en silbar al hábil equilibrista con el mismo furor con que le aplaudía la sociedad elegante y bien educada. De pronto aparecieron en las esquinas unos cartelones, diciendo que en México no se consentían reyes de ninguna especie, y que para demostrar que los que así se llamaban no eran ni más ni menos que unos hombres como otro cualquiera, el ciudadano mexicano fulano de tal, no recuerdo su nombre ni vale la pena de averiguarlo, se comprometía á hacer en el trapecio los mismos prodigios que Mr. Airee, y al efecto le desafiaba á presentarse á la vez en dos trapecios iguales, apostándose una determinada cantidad de dinero. Mr. Airee, que no venía á establecer competencias, sino á ganar en paz de Dios su vida, rechazó el desafío; pero Chiarini, que se dijo no fué extraño á la preparación de aquel escandalito, le obligó á aceptar el reto; asi se verificó en cierta noche, subiendo á la vez que Airee y á su respectivo trapecio, un equilibrista mexicano vestido con traje nacional de Ranchero y con todo y espuelas. El lleno en el circo fué colosal, y fenomenales el griterío y la zambra. Pero no nos detengamos más en tales ridiculeces. Al retirarse D. José Valero, la Compañía de Zarzuela de Villalonga y Reig, pasó del Teatro de Iturbide al Nacional, dando en él la primera función de su sexto abono de la temporada el 8 de Octubre con Los Madgyares. La Compañía, que era bastante buena, y contaba con las merecidas simpatías ganadas por la graciosa y distinguida artista Matilde Montañés y el popular Joaquín Ruiz, siguió viéndose muy favorecida por el público. A 10 de Setiembre la Montañés tuvo un buen beneficio con El Grumete, el cuarto acto de Hernani y la regocijada Colegiala, que quizás nunca se ha visto en México tan perfectamente desempeñada como ella lo hacía. Villalonga estrenó el 15 de Octubre en su función de gracia la zarzuela Salvator Rosa ó el Toque de Animas. Su Compañía se despidió de México el 3 de Noviembre con El furamento. Libre ya de la temible competencia de Valero, la Compañía dramática del Principal anunció á mediados de Octubre una nueva temporada, diciendo así en su prospecto: " A l ocupar la escena mexicana el eminente actor D. José Valero, Director del Teatro Español, la antigua Compañía del Principal debió cederle el puesto para tributarle un homenaje de justa consideración, permaneciendo en receso y tomando el carácter de simple espectadora. Pasadas esas circunstancias, la Compañía vuelve á emprender sus tareas artísticas, habiendo logrado que los actores D. Manuel Osorio y D. Enrique Sánchez Osorio se hagan partícipes de nuestros trabajos como primeros directores de escena.
su inspiración y con su gracia, con su gran talento, redoblado por la dirección admirable de un maestro como su marido. Por esa misma dirección brillaron también á grande altura los demás actores de aquella Compañía, sin ser ninguno de ellos verdaderamente notable. Para finales de función se dieron graciosísimas piezas y zarzuelitas en un acto, que fueron otros tantos triunfos para la simpática Carolina Fernández. No es posible entrar en mayores detalles so pena de no concluir nunca este capítulo. D. José Valero fué obsequiado de cien diversos modos, y, en especial, con suntuosos convites. Dejando aún el teatro lleno, dió término á sus funciones, comprendidas en dos abonos de á diez y seis, uno de doce y otro de ocho, aparte de las funciones de tarde y un sinnúmero de extraordinarias y de beneficio. Salió de la Capital el día i? de Octubre de 1868, y sobre ello dijo El Siglo: " E n la mañana de hoy, D. José Valero, acompañado de su esposa la Sra. Cairón, y de varios artistas de la Compañía Dramática, salió para Puebla en el Ferrocarril de Apizaco. Fueron á dejarle á la Estación multitud de personas de todas clases, que hasta el último momento le han dado pruebas del más sincero aprecio. El Sr. Valero deja en México un recuerdo indeleble, no sólo como el mejor actor que ha pisado nuestro teatro, sino también como distinguido caballero y como noble filántropo." Estos elogios del excelente periódico, decano ilustre de la prensa mexicana, honran al eminente actor español por lo mismo que fueron estrictamente justos.
CAPITULO V
1868—1869 Encontrándose aún en la Capital D. José Valero, pocos días después de haber principiado sus trabajos llamó extraordinariamente la curiosidad pública la exhibición del famoso juego de óptica la Cabeza parlante, que en los entresuelos de la casa esquina del Seminario, hizo Mr. Jorge Estevenkeen, poniendo la entrada al elevado precio de seis reales, no obstante lo cual, hizo muy buen negocio. No lo realizó menos bueno el Signor Chiarini, con la Compañía acrobática " I n glesa-Americana-Rusa," de Courtney y Sanforf, que se presentó en el Circo de la calle de Gante el 10 de Setiembre, trayendo, entre va-
rias novedades,' á la familia Nelson y al equilibrista en el trapecio Mr Airee llamado el Rey de los Aires. Este título disgustó a vanos patrioteros de ínfima clase, que dieron en silbar al hábil equilibrista con el mismo furor con que le aplaudía la sociedad elegante y bien educada. De pronto aparecieron en las esquinas unos cartelones, diciendo que en México no se consentían reyes de ningu?ia especie, y que para demostrar que los que así se llamaban no eran ni más ni menos que unos hombres como otro cualquiera, el ciudadano m e x i c a n o > t o de tal, no recuerdo su nombre ni vale la pena de averiguarlo, se comprometía á hacer en el trapecio los mismos prodigios que Mr. Airee, y al efecto le desafiaba á presentarse á la vez en dos trapecios iguales, apostándose una determinada cantidad de dinero. Mr. Airee, que no venía á establecer competencias, sino á ganar en paz de Dios su vida, rechazó el desafío; pero Chiarini, que se dijo no fué extraño á la preparación de aquel escandalito, le obligó á aceptar el reto; asi se verificó en cierta noche, subiendo á la vez que Airee y á su respectivo trapecio, un equilibrista mexicano vestido con traje nacional de Ranchero y con todo y espuelas. El lleno en el circo fué colosal, y fenomenales el griterío y la zambra. Pero no nos detengamos más en tales ridiculeces. Al retirarse D. José Valero, la Compañía de Zarzuela de Villalonga y Reig, pasó del Teatro de Iturbide al Nacional, dando en él la primera función de su sexto abono de la temporada el 8 de Octubre con Los Madgyares. La Compañía, que era bastante buena, y contaba con las merecidas simpatías ganadas por la graciosa y distinguida artista Matilde Montañés y el popular Joaquín Ruiz, siguió viéndose muy favorecida por el público. A 10 de Setiembre la Montañés tuvo un buen beneficio con El Grumete, el cuarto acto de Hernani y la regocijada Colegiala, que quizás nunca se ha visto en México tan perfectamente desempeñada como ella lo hacía. Villalonga estrenó el 15 de Octubre en su función de gracia la zarzuela Salvator Rosa ó el Toque de Animas. Su Compañía se despidió de México el 3 de Noviembre con El juramento. Libre ya de la temible competencia de Valero, la Compañía dramática del Principal anunció á mediados de Octubre una nueva temporada, diciendo así en su prospecto: " A l ocupar la escena mexicana el eminente actor D. José Valero, Director del Teatro Español, la antigua Compañía del Principal debió cederle el puesto para tributarle un homenaje de justa consideración, permaneciendo en receso y tomando el carácter de simple espectadora. Pasadas esas circunstancias, la Compañía vuelve á emprender sus tareas artísticas, habiendo logrado que los actores D. Manuel Osorio y D. Enrique Sánchez Osorio se hagan partícipes de nuestros trabajos como primeros directores de escena.
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'' También ha admitido á los actores mexicanos que comienzan su carrera, y entre ellos, á la Srita. María de Jesús Servín, que vincula en su estudio y en la protección del bondadoso público su porvenir en tan difícil arte. El local ha sido pintado de nuevo y se están construyendo dos decoraciones precisas para las obras dramáticas del día." La Compañía quedó formada así: Primeros actores y directores: Manuel Osorio, Juan de Mata Ibarzábal, Merced Morales y Angel Padilla. Primero en el género cómico: Enrique Sánchez Osorio. Primeras actrices-. María Cañete y Josefa García. Primeras damas jóvenes: Concepción Méndez, Ana Cejudo. Segundas damas jóvenes: Luciana Ibarzábal, Rita Cejudo, María de Jesús Servín. Actores característicos: Fernando Pérez y Aniceto Cisneros. Actores: Francisco Gómez, Jesús Morales, Epigmenio Marañón, Trinidad Galindo, Joaquín Capilla, Emilio Soler. Formador y representante: Ignacio Servín. Administrador: José María Servín. Contador: Federico Cejudo.
te el Oroveso; Clotilde Espino de Cardefia, la Norma; Concepción Carrión, Adalgisa; Trinidad Heros, Clotilde; y Antonio Balderas, Flavio • el magnífico coro lo formaron doscientos treinta alumnos de uno y Otro sexo. Los precios de entrada fueron en luneta dos pesos y en
Dió su primera función esa Compañía el 21 de Octubre, dedicándola á honrar la memoria de D. Juan Ruiz de Alarcón, á cuyo efecto se puso en escena su comedia La verdad sospechosa, que, como era de temerse, no agradó al gastado paladar artístico del público concurrente, que acabó de fastidiarse con la lectura de varias piezas hecha ante el busto del gran autor dramático, y con un interminable y pesado discurso que declamó D. José González de la Torre, quien no estuvo á la altura de su buena intención: terminó la fiesta con el sainete Un músico viejo. En el resto del mes, la Compañía puso con regular ejecución, Los pavos reales, Lo que está de Dios, El nuevo D. Juan, A ninguna de las tres. E n Noviembre, El entrometido en las máscaras, Don Juan Tenorio, Los infieles, Los enemigos del alma. El suplicio de una mujer, Los celos, Un tercero en discordia. El ramo de Oliva, A un picaro otro mayor, Los cascos á la gineta, Cuestión de forma y Los pobres de levita. No creo deber enumerar con el mismo pormenor las obras dadas en Diciembre, escogidas entre las más modernas ó las mejor recibidas antiguas. Pero sí diré que en 29 de ese mes se estrenó con muy buen éxito el proverbio en dos actos El que todo lo quiere. ... original del inolvidable y correctísimo escritor y literato Dr. D. Manuel Peredo. La obra fué sumamente delicada y moral; sus tipos perfectamente retratados; su verso fácil, sin ripios ni licencias; el desempeño estuvo perfecto por parte de Osorio y Morales, Concha Méndez y Ana Cejudo. Peredo alcanzó una ovación tan espontánea como unánime. Fueron también notables funcionls de ese medip año las dos representaciones que de la ópera Norma dió en el Nacional, con objeto benéfico, la Sociedad Filarmónica Mexicana, en las noches del 23 y 27 de Noviembre. Alberto Hermoeillo desempeñó el Polión\ Daniel Ituar-
palcos diez y seis. La concurrencia fué numerosísima, lo que no dejó de ser notaDie, pues por cansancio ó por falta de recursos, que en verdad no eran abundantes, el público andaba remiso en concurrir á los espectáculos y sólo privaban las escandalosas farsas del teatrito de América en el ex-Seminario, campo de triunfos de Mariano Osorno, Isidoro Máiquez y la Torreblanca, aplaudidísima bailarina. También estaban muy animadas las funciones dedicadas á propagar simpatías en favor de los cubanos, que el 10 de Octubre habían lanzado en el Yara su grito de independencia. En el Teatro de Hidalgo se dió el 6 de Diciembre, con ese objeto, La cabana de Tom ó la esclavitud de los negros, y " e n los entreactos Joaquín Villalobos y otras personas tomaron la palabra en defensa de nuestros hermanos de Cuba." Aparte de esto, nada positivamente notable en punto á espectáculos de ese año queda por citar, pues del beneficio de Manuel Osorio en el Nacional la noche del 3 de Diciembre, sólo tendríamos que decir que la obra que puso en escena con el título de Las faltas de los demás, escrita en México, no gustó. Ahora para terminar con 1868, y según mi sistema de hacer mención de lo que recordarse merece, diré que el día 29 de Octubre fué sepultado en el Panteón de San Fernando el cadáver de un verdadero artista y simpático hombre, el no bien elogiado Constantino Escalante; su fallecimiento fué causado por un accidente que le sobrevino yendo en el ferrocarril deTlálpam. Su lápiz y su pincel fueron los de un verdadero maestro. Sin ningún cambio ni mejora notable, siguieron en el nuevo año de 1869 sus tareas nuestros teatros. En el de Iturbide una modesta Compañía se encargó de dar á conocer un espectáculo nuevo en México, el de los espectros luminosos, que plantearon los Sres. D. Pedro Carbajal y Barón Gostkowski: la primera representación se hizo el 10 de Enero con el drama El Castúlo de Savigni ó el Fratricida, en que todo quedó mal, así el desempeño como la aparición de los espectros; el fracaso se repitió el 16 con el drama Tradición güelfa ó la Dama blanca. No tardaré en volver á hablar de ello. Pasando, sin detenernos, por las representaciones de magia y prestidigitación, que á principios de Febrero dió en el Nacional Mr. Martin, y las de dramas patibularios de la Compañía Arteaga en Iturbide, detengámonos á dar cuenta del estreno del nuevo artista mexicano D. Manuel Estrada y Cordero, verificado en la tercera función del noveno abono de seis de la Compañía del Viejo Coliseo, el jueves 25 B. h. x —r. Ul. -7
de Febrero en el Gran Teatro Nacional, con el drama en seis cuadros, Dálila, original de Octavio Feuillet, traducido al castellano. Sobre ello dijo El Siglo-. "Anoche en el Teatro Nacional, hizo su primera salida el joven Estrada, alumno del nuevo Conservatorio dramático y discípulo de D. Manuel Osorio. En pocos meses este estudioso joven ha hecho grandes adelantos que demuestran que tiene verdadera vocación artística. E l drama que se puso en escena tiene el defecto de ser demasiado largo y de abundar en diálogos eternos y fastidiosos. E l debutante, una vez vencida la timidez natural en las circunstancias en que se encontraba, tuvo momentos bastante felices y rasgos de mucha naturalidad y sentimiento. E l Sr. Estrada tiene buena disposición, voz agradable, figura simpática, y puede llegar á ser verdadera notabilidad si persevera en el estudio. Así lo deseamos y muy particularmente que no se envanezca ni se atrase con prematuros elogios. E l Sr. Estrada fué presentado al público en nombre del Conservatorio por los Sres. Mateos y Osorio." El Dr. Peredo, que después de haber encantado con sus revistas en el Semanario Ilustrado, las escribía entonces en el justamente memorable Renacimiento, que acababa de empezar á publicarse con el año, dijo allí: "Manuel Estrada penetró ya con buen pie en la senda del arte. Ocioso es juzgar menudamente sus dotes, que ni llegan á ser apreciables en sólo una función de estreno, ni á un discípulo puede pedirse más que promesas fundadas para el porvenir. Si la fe en el arte, el amor al trabajo, la inteligencia bien dispuesta, y asimismo la gallarda figura, la voz sonora y las maneras distinguidas, son la base de una gloriosa carrera artística, Manuel Estrada colocará legítimamente su nombre entre los buenos cultivadores de la declamación, por cuanto en él concurren todas las cualidades antes mencionadas; ya su conciencia y sus inteligentes maestros darán feliz remate á la difícil empresa." Manuel Estrada hizo su segunda salida á las tablas con el mismo drama y el mismo éxito en la función de la tarde del domingo 28 del citado Febrero, en el Nacional. Eo revuelta que la Isla de Cuba andaba con motivo de la guerra separatista, hizo que las compañías que en la Habana trabajaban saliesen de allí para nuestra República, siendo la primera en llegar á México la del empresario D. José Albisu, así formada: Primeras tiples, Cristina Corro, Rosa Elorens. Tiple cómica, Ana Eluesma. Característica, Elisa Areu. Primer tenor serio,] osé Grau. Primer barítono, Manuel Crésj. Primer bajo, Santiago Santa Coloma. Primer tenor cómico, José Poyo. Segundo barítono, Paulino García. Segundo bajo, Julián Poblador. Segundo tenor, José Navarro. Actor de verso y Director de escena, Ramón Areu. Maestro y Director de orquesta, Faustino Urefia. Apuntador de verso y música, Manuel Areu.—Eos precios de
abono fueron, por nueve funciones, en palcos treinta y seis pesos, en lunetas seis. Dió esa Compañía su primera función el 4 de Marzo con Campanone, á la que siguieron Luz y Sombra, El relámpago, Marina, El caballero particular, El Juramento, El postillón de la Rioja, Un pleüo, El diablo en el poder, El Valle de Andorra, Los diamantes de la Corona y El Sargento Federico. Aquel cuadro de artistas era realmente notable, perfecto el conjunto y muy grata la impresión que causaba. Ea Elorens, cantante de mérito y actriz distinguida por su escuela correcta, accionaba y decía con exquisita naturalidad, luciendo una hermosa figura teatral, voz insinuante y simpática en la declamación y maneras de irreprensible finura. E n Luz y Sombra hizo su presentación Cristina Corro: bella, simpática, interesante, la hermosa actriz se conquistó desde luego el cariño del público: la Corro sentía los afectos y los traducía con todo el calor de una alma inspirada: era una artista de corazón. El tenor Grau tenía en ese tiempo una voz dulce, flexible, extensa y perfectamente modulada. Cresj era un espléndido barítono y un inspirado actor. Poyo acreditó la fama, que conservó hasta su muerte, de haber sido el mejor tenor cómico que en México se ha hecho oir. Eos coros tampoco se han oído jamás mejores en zarzuela. No acabaríamos, si hubiésemos de elogiar, á medida de sus méritos, á todos los artistas de ese cuadro modelo, lo mismo las primeras partes que las de segunda y aun última fila, bastando repetir lo dicho en un principio, esto es, que el conjunto era supremo en su clase: á ello debe añadirse el buen gusto, el lujo y la propiedad con que todos en particular y en general se vestían. A la Compañía del Principal hízole gran daño la zarzuela de Albisu, obligándola á casi suspender sus funciones, porque todo el público íbase á Iturbide, ó á recurrir á piezas como Los plagiarios de la Mahnche, grata á las galerías por las canciones populares que la hacían más entretenida, ó por el jarabe y el palomo que bailaban Pepita Pérez y Tránquilino Herrera; la pieza citada se estrenó por la Compañía del Principal en el Gran Teatro en la tarde del 14 de Marzo. Al día siguiente y pot condescendencia de la compañía Albisu, se verificó en Iturbide una función pomposamente anunciada, en honor de D. Joaquín Fernández Eizardi, el Pensador Mexicano, y con el objeto de iniciar una suscrición para levantarle una estatua. El respectivo programa anunció que se pondría en escena el croquis dramático en tres cuadros y en prosa, intitulado Don Fernando el Emplazado, y que en el tercer acto y cuando la escena lo pidiese, se exhibiría la sorprendente ilusión óptica de los espectros Iwninosos, presentados con la misma perfección que en los teatros europeos y americanos.
El programa suplicaba también al público, que "sin fijarse en los defectos del drama que se estrenaría, rindiese un tributo de admiración al primero de nuestros novelistas, autor del Periquillo y la Quijotita.'' Pocos días antes, el buen Dr. Peredo, cronista de El Renacimiento había recomendado así la función: " La semana entrante, y esta sí es verdadera noticia, tendrá lugar en Iturbide la función cuyos productos sé destinan á levantar un monumento á la memoria del Pensador Mexicano. Justo Sierra, y Enrique de Olavarría y el Barón Gostkowski, autores del proyecto, contribuyen con un drama histórico, obra de los primeros, intitulado, Don Fernando el Emplazado, y el último, con la exhibición de los espectros luminosos. No se pida al drama mérito literario, en razón de haber sido hecho sólo como un pretexto para presentar aquel juguete de óptica; pero sí mírese la buena intención de nuestros poetas, y contribúyase al objeto de la fiesta." Realmente, Justo Sierra y Enrique de Olavarría nunca consintieron en imprimir su croquis dramático, y eso demuestra cuán poco bueno creían de él, y el peligro de fracaso á que se expusieron; por desgracia para el objeto de la función, y quizá por fortuna para los autores, el público no tuvo á bien obsequiar el patriótico llamamiento; en la sala del teatro no había más concurrentes que los amigos de los autores y los artistas de la Compañía de zarzuela, que naturalmente no se atrevieron á desaprobar la obra ni á silbar el fracaso de los espectros luminosos, que no se dignaron presentarse por la mala disposición del aparato. Gracias á que el agente de la Compañía Albisu, el simpático y entendido empresario^Joaquín Moreno, nada cobró, ni por el teatro, ni por el alumbrado, ni por el servicio, y á que los actores María de Jesús Servín y Manuel Estrada, in capite, tuvieron el mismo desprendimiento, pudieron hacerse los gastos. Hasta en este bien intencionado apoteosis, fué desgraciado el eminente novelista D. Joaquín Fernández Lizardi. Dícese que tan mal éxito material fué debido á que el público se abstuvo de concurrir, por haberse dado la función cuando tan adelantada estaba ya la cuaresma. Puede ser que así fuese. La verdad es que el 15 de Marzo, día del malhadado estreno, fué lunes de la semana de Pasión, lo cual no impidió que hubiesen estado muy concurridos El Valle de Atidorra, el 16; Los Diamantes de la Corona, el 19, y El Sargento Federico, el 21, pues la excelente Compañía de Iturbide sólo suspendió sus funciones del lunes al sábado de la Semana Santa. y Al llegar la Pascua de Resurrección, que empezó el domingo 28 de Marzo, en el Teatro de Iturbide continuó la Compañía Albisu, y para el Nacional se anunció la que dirigía el Maestro Joaquín Gaztambide, arrojado de la Habana por la mala situación política de la Isla
de Cuba. El Principal se cerró en lo absoluto; su Compañía de antiguos actores, perseguida por la incesante afluencia de novedades, habiendo apenas disfrutado pequeños períodos de respiro entre los éxitos de Osorio y de la Belaval, de Valero y de la Cairón, de Villalonga y de la Montañés, al ver llegar primero á la Compañía de Albisu y después á la de Gaztambide, acabó por liar el petate y salir con dirección á Puebla. Mata, Morales, Padilla, la Cejudo, la Cañete y otros, marcharon para dicha ciudad; la García pasó al modesto teatro de Hidalgo y la Méndez se quedó á esperar mejor fortuna. González y la Belaval se hallaban en Zacatecas, y Villalonga y su Compañía trabajaban en San Luis Potosí. Sánchez Osorio se fué á Toluca y Manuel Osorio se embarcó para España. La lucha 4ba, pues, á entablarse entre los artistas de Albisu, que con el mismo buen éxito de su primer abono, comenzaron el segundo en la noche del domingo de Pascua, y el cuadro de Gaztambide que estuvo formado así: primeras tiples, Elisa Zamacóis y Trinidad Castro; tiple cómica, Amalia Sabater; contralto característica, Amalia Gómez; segunda, Vicenta Sánchez; primer tenor, Juan Prats; tenor cómico, Emilio Carratalá; primer baritom serio, Enrique Ferrer; barítono cómico, Francisco Fuentes; pritner bajo, Rafael Aznar; barítono característico, José Sala; segundos papeles, Juan Beltri, Venancio Francés, José Esteves; director de orquesta, José Jiménez. Abierto el primer abono en el Teatro Nacional, en el acto se tomaron todas las localidades, al grado de que hasta hubo por ellas disputas, empeños, celos y desaires. Todos los propietarios de localidades reclamaron las suyas, y poco faltó para que el Presidente de la República se quedara sin palco. La curiosidad y el entusiasmo fueron indescriptibles. Para asegurar más el éxito, Gaztambide aguardó á que la Compañía de Iturbide diese su sexta y última función de su segundo abono, en que puso Jugar con fuego, Eljoven Telémaco, El Juicio Final, La Conquista de Madrid, y La Hija del Regimiento, y alguna otra de las más aplaudidas, y el Nacional abrió su temporada el sábado 10 de Abril con La Hija del Regimiento, dirigiendo esa noche la orquesta el mismo Maestro Gaztambide. Elisa Zamacóis, distinguidísima tiple y mediana actriz, causó furor en su presentación y agradó mucho Prats, que por ese tiempo gozaba de todo el esplendor de su robusta voz, valiéndole ello para que se le perdonase, hasta cierto punto, su dura y defectuosa pronunciación del castellano. A La Hija del Regimiento, siguieron El Postillón delaRioja, Campanone,Jugar con fuego, El furamento, Marina, I Feroci Romani, Luz y Sombra, Estebanillo, Catalina, Unpleito, Galatea, en la que la Zamacóis causó delirio, El Diablo las carga y Las Hijas de Eva, duodécima y última del primer abono. Como era de suponerse, desde luego se formaron partidos en favor
de cada teatro, y ambas compañías, puestas frente á frente, lucharon á fuerza de empeño y de trabajo, saliendo, de ese antagonismo, ganancioso el público. La una se enorgullecía con justicia de contar con Cresj, el aplaudido y admirado barítono; con Poyo, el gracioso, natural y fino; con la Corro y la Llorens, tan modestas como distinguidas y simpáticas, y con un cuerpo de coros á todas luces superior al de Gaztambide. La Compañía de éste poseía á la experta y hábil Zamacóis, digna de su justa y gloriosa fama; al excelente tenor Prats y á un tan magnífico director como Gaztambide; sus demás artistas ó no gustaron ó agradaron poco, y en realidad, en México estuvieron deficientes, sin duda, como entonces se dijo, porque el clima de la Capital fué dañoso á sus facultades; el tenor cómico Carratalá trató de suplir ese daño, extralimitándose en sus gracias, como sin duda no se lo hubiese permitido en los teatros de Madrid. La lucha, repito, fué entusiasta y correcta, y el público podía escoger á su gusto, y después de deleitarse con los trinos de la Hija del Regimiento, en el Nacional, pasar á Iturbide á aplaudir el Roque caracterizado por Cresj, que hizo de Marina una zarzuela inolvidable. Si los de Albisu alegaban en su favor la destreza con que habían presentado la simpática obra de Arrieta, y el Campanone y la Catalina, los de Gaztambide podían hacer lo mismo recordando la Hija del Regimiento, que fué u n gran triunfo, el Jugar con fuego y el Estebanülo. Respecto fe Luz y Sombra, todos convenían en adjudicar la palma de victoria, en el canto á la Zamacóis y en la declamación á la Corro. Creo que basta lo dicho, y no cabría más en esta obra, para dar idea de aquella lucha artística y de los elementos que á ella llevaron uno y otro contendientes. Había animación y gusto y no faltaba público en uno y en otro teatro, más numeroso el del Nacional que el de Iturbide, pero la empresa de aquél tenía mucho mayores gastos que la de éste. De funciones notables ajenas á ambos, debo hacer simple cita de la representación de Lucia en el Nacional, el 29 de Marzo, por un cuadro de aficionados mexicanos, dirigido por Octaviano Valle, y otra de Liicrecia Borgia en el mismo teatro, el 14 de Abril, dedicada, por el profesor Amado Michel, á la Sociedad Filarmónica. E n el ramo de beneficios, recuerdo que Poyo dió el suyo el 23 de Abril, con la zarzuela El Secreto de una dama, unaguarac/ui cantada por García y Areu, y la jota El táy el té que se hizo popularísima. E n provecho del Hospital de Infancia, fundado en 3 de Abril por el filántropo Dr. D. Ramón Pacheco, dió en 30 del mismo Joaquín Gaztambide, una lucidísima función en que se cantaron la zarzuela Una vieja, una romanza del Baúe de Máscara, por Ferrer, otra de Marta, por Prats, una cavatina de Torcuato Tasso, por la Zamacóis, un dúo de la Muda, por Prats y Ferrer, y la zarzuelita Por un inglés.
El mes de Mayo vió muy buenas funciones, dedicadas á conmemorar el glorioso triunfo de Zaragoza en 1862. En el Nacional y el día 3 se representó La Patria, de Joaquín Villalobos, pieza alegórica en dos partes que tenían por títulos Espinas sin flores y Flores sin espinas: para ella se pintó una decoración de bosque iluminado por la luna; estaba adornada la obra con el baile de las brisas que arrojaban flores á los pies de las estatuas de Hidalgo y de Minerva, y con una marcha de indígenas ' 'conduciendo los pabellones vencidos de Francia, Austria y Bélgica"—así lo dice el programa,—-que á s u debido tiempo eran arrojados al suelo y pisados por la estatua animada de Hidalgo. De las funciones de la noche del 5, el Maestro Altamirano dijo: " L o s teatros Nacional y de Iturbide, adornados é iluminados magníficamente, se abrieron para dar cada uno una función escogida. E n el Nacional, el Ayuntamiento co.mpró la función, y se duplicaron los precios de entrada, por cuya razón la concurrencia no fué numerosa. Se puso en escena la aplaudida zarzuela La Hija del Regimiento, en que la Zamacóis hace furor. En uno de los entreactos se cantó un Himno, cuya música compuso el Sr. Gaztambide y cuya letra es de Justo Sierra: fué muy aplaudido y los autores llamados dos veces á las tablas. El teatro estaba adornado con armas, pabellones y ramilletes, moda que enseñaron aquí nuestros invasores, y que es de muy buen gusto. ' 'En Iturbide se pusieron en escena el segundo acto de Los diamantes de la Corona y la zarzuelita en un acto La trompa de Eustaquio, que tanta gracia tiene. Pero lo notable ahí fué la Loa patriótica, cuya letra es de los jóvenes poetas Enrique de Olavarría, Esteban González Verástegui y Justo Sierra, y la música de D. Manuel Cresj, barítono de la Compañía Albisu. Sólo diremos que tiene hermosos versos y preciosa música, y que la pieza es una alegoría ingeniosa y que no puede menos de entusiasmar siempre que se represente. La ejecución fué muy feliz: la Corro estaba muy guapa representando á México: Grau caracterizó bien al Pueblo mexicano, y le vimos tan animado que nos sorprendió: Cresj representaba al Tiempo, y no es preciso decir que estuvo como siempre, magnífico. Los personajes alegóricos de la Guerra, la Discordia, el Hambre y la Traición, representados por Poyo, la Lluesma, la Areu y García, no dejaron nada que desear. Los coros de Vicios y Virtudes salieron muy bien. ' 'El público se entusiasmó hasta un grado indecible, aplaudió todos los versos, todos los trozos de música, y llamó á los autores varias veces á la escena en medio de los más estruendosos aplausos y de las dianas que tocaban la orquesta y la música del Batallón de Supremos Poderes." De la misma obra dijo El Siglo: " E n seguida se puso en escena la
Loa patriótica de los poetas Justo Sierra, Enrique de Olavarria y Esteban González, cuya música se puede decir que improviso el barítono de la Compañía Manuel Cresj. Creemos que esta composicion, en su género, es lo mejor que hemos visto en nuestro teatro. Lo que llamaron Loa sus autores, nos parece más bien una bella alegoría, llena de sentimiento, vida y a n i m a c i ó n . . . . Volviendo á la Loa diremos, que la versificación y el pensamiento agradaron generalmente, que fué aplaudida con verdadero entusiasmo y que los autores fueron llamados dos veces á la escena, así como el Sr .Cresj, que, como antes dijimos, improvisó la preciosa música que el público oyó y celebró con tanto gusto." . L a afortunada Loa patriótica corre impresa en la Tipografía de i o más F . Neve en el mismo año de su estreno.
CAPITULO VII
1869. E n aquel mes de Mayo de 1869, México tuvo unos días de entusiasta regocijo con ocasión de la vuelta del Maestro Melesio Morales á la patria, después de haber pasado cuatro años en Europa, de la que traía honrosos laureles ganados en el teatro Pagliano de Florencia con su ópera Ildegonda. Su entrada en México el 13 de Mayo fué la entrada de un triunfador, y el entusiasmo del pueblo llegó al grado de quitar el tiro de su carruaje y conducirle á brazo desde la Estación de Buenavista hasta la casa de su alojamiento en la calle de la Aduana Vieja. E n la noche del sábado 22, la Sociedad Filarmónica le obsequio en su salón de conciertos de la ex-Universidad, con una brillante función dramática, desempeñada por alumnos de la clase de declamación de la que era entonces Profesor el Lic. D. Luis G. Pastor. Lasobras representadas fueros Los lazos de la famiba, de Larra; la cómica pieza El Maestro de Escuela, y una inspirada composición lírico dramática, letra de D . L u i s Muñoz Ledo y música de Julio Ituarte, que desempeñaron consumo acierto Daniel Ituarte y Concepción Carrión. Esa pequeña y lucida obra, intitulada El último pensamiento de Weber, tenía un diálogo animado y lleno de pasión, y conceptos elevados y poéticos. E s una elegía llena de sentimiento, dice el Maestro; es el grito desgarrador del alma de u n artista desgraciado, que ve extinguirse su vi•7 **••'. '0M
da que el genio se esfuerza vanamente en prolongar, luchando contra las esperanzas desvanecidas, contra los pesares de la miseria, contra la indiferencia de un mundo que no le comprende y contra la agonía del desaliento. Fué una feliz idea la del autor el presentar en la última hora del ilustre anciano á esa encantadora niña, que es como un ángel de la gloria asistiendo á la agonía del talento infortunado, y que Concha Carrión supo caracterizar admirablemente. J u lio Ituarte compuso sus melodías precisamente sobre el tema del sublime compositor alemán. El público aplaudió, como era justo, con entusiasmo, y llamó á la escena á los autores y á sus felices intérpretes. En aquella notable función tomaron parte como actores y actrices Adelaida Franco, Carolina Paulet, Maclovia Sierra, Concepción Carrión, Matilde Navarro, Elisa Castro, Mariano Sierra, R. Oropeza, Francisco Lebrija, José María Ontiveros, Daniel Ituarte, E . Carrillo, Manuel Montes de Oca, José T . Posadas, Francisco Abad, y los niños Sornoza, Manuel Plata, Federico Cancino, Nicolás Franco, Vicente Franco, y muchos alumnos del Conservatorio. La mayor parte de los nombrados trabajaron con positiva maestría, y, andando el tiempo, algunos, como Concepción Carrión y Matilde Navarro, han logrado alto y honroso puesto en la escena mexicana. Algunos días después, el lunes 7 de Junio, tuvo lugar en el Teatro de Iturbide el gran concierto que la Sociedad Filarmónica Mexicana había dispuesto en obsequio del autor de Ildegonda. En esa fiesta magnífica se cantó su himno Dios salve á la Patria, que anteriormente había sido ya estrenado por la misma Sociedad en el Teatro Nacional. Melesio fué acogido con redoblados aplausos y entusiastas vivas, haciéndosele una positiva y envidiable ovación, que tan merecida tenía por su brillante talento y su patriotismo. Entretanto, la selecta Compañía de Albisu en Iturbide había comenzado á anunciar sus últimas funciones, no tan concurridas como hubiese sido de desear; sin embargo, aunque aquellos modestos y ameritados artistas anunciaron como función de despedida la que en la noche del 19 de Mayo se dió á beneficio de Cresj con el segundo acto de Las Amazonas del Tormes, una aria del Don Quijote de la Mancha, del compositor mexicano D. Eusebio Planas, y la zarzuela Marina, la Empresa hubo de abrir el 21 de Mayo un sexto abono. Dió principio á él con El Relámpago, en que se presentó la simpática tiple Adelaida Serra de Bravo, mediana como cantante, pero distinguidísima como actriz. E n la función del 29, que fué la quinta del abono, se cantó la zarzuela en dos actos El Estreno de una Artista, tomando parte la celebrada familia Buislay, que ejecutó la barra horizontal; las Pinzutty bailaron un paso á dos: los Buislay sorprendieron con la limpieza de sus juegos icarios, y el acróbata mexicano Montaño se hizo aplaudir en su ejercicio el trapecio aéreo volante. B. H. T.—T. ni—8
Todos ellos formaban parte de la Compañía de Circo que Albisu enviaba á México. L a de zarzuela del mismo empresario, dió su definitiva última función el 30 de Mayo, y salió para Puebla, cuyo primer teatro tenía de tiempo atrás contratado, y el campo quedó por Gaztambide, que siguió viendo muy concurrido el Nacional por un público joven y elegante, encantado al delirio con Elisa Zamacóis, quien en el ligero traje griego de Galatea estaba más que hermosa y tentadora, sobre todo en la escena de la embriaguez, ejecutada con una verdad capaz de sorprender á una bacante. Al retirarse la zarzuela Albisu, se anunció que ocuparía el Teatro de Iturbide una Compañía de Bufos habaneros, singular en la ejecución de tipos, parodias, caricaturas, cautos y bailes de diversas naciones, y con especialidad de la Isla de Cuba. Esa compañía estaba así formada: Primera dama, Florinda Camps; Segunda, Pilar Pautret; Característica, María Rodríguez; Bailarina y dama joven, Josefa Pérez; Actor general en todos los tipos, Luis Cruz y Badillo; Primer galán joven, José de la C. Castellanos; Segundo, Miguel Salas; Característico, Francisco Fernández; actores y cantantes bufos, Francisco V. Ramírez, Jacinto Valdés, Manuel R. O'Brien; Consuetas, Manuel V. Ramírez, y Tomás Cossío. E l abono que abrió la Empresa fué por seis funciones á los precios de veinte pesos palcos y cuatro en luneta. Como anteriormente dije, la Isla de Cuba andaba en atroz revolución á consecuencia del gritóIndependiente dado en Yara, y nuestra República habíase poblado de cubanos insurgentes, venidos al calor de altas influencias de que disfrutaban por su paisanaje con apreciabilísimo caballero, muy allegado al ilustre Presidente D. Benito J u á rez. México todo y en primera línea la Capital, simpatizó sin reserva alguna con la causa cubana, y famosísimas fueron las reuniones que se celebraron en el amplio local del Circo de Chiarini, en las que personas de mucho visó y formalidad pronunciaban entusiastas discursos, encaminados á crear simpatías y allegar elementos en favor de la independencia de la Isla. No faltaron entre los emigrados personas de talento y escritores y poetas de positivo valer, que en discursos, artículos y buenos versos arrojasen abundante combustible á aquel incendio de fraternidad, y la Colonia española anduvo medio escamada con el dicho entusiasmo que, como era de temerse, se traducía muchas veces en conceptos poco favorables para la madre patria. No quiero entrar en pormenores, y baste lo dicho para dar á entender que no faltaron conflictos desagradables, entre los cubanos y sus amigos, y los españoles y los amigos de éstos. Así las cosas, la Compañía de bufos habaneros se hizo aparecer por sus simpatizadores como formada por patriotas que, no pudiendo soportar la tiranía española, llegaban á México á buscar por medio de sus representaciones bufas, recursos para mantener y sostener com-
batientes. Esto produjo desde luego el resultado de que todas las familias más ó menos relacionadas con los españoles se abstuvieran de abonarse al nuevo espectáculo, y de que otras muchas les imitasen para evitar los desagrados que eran de temerse de tan exaltado entusiasmo. Pronto se supo que el abono fracasaba, y se dió en murmurar que ello era debido á intrigas de los españoles, sin lograrse otra cosa que poner los ánimos en más pésima situación. Se esperaba, sin embargo, que las entradas eventuales compensarían con ventaja el retraimiento del abono, y la empresa expidió su programa siguiente: "¡¡Bufos habaneros!! ¡Espectáculo nuevo! Primera función de abono, para la noche del miércoles 2 de Junio de 1869.—Orden de la f u n c i ó n . — D e s p u é s de una danza habanera, tocada por la orquesta, se pondrá en escena la ensaladilla original del joven bufo D. Francisco Fernández, la cual está dividida en tres partes, del modo siguiente: Primera parte: Los negros catedráticos, en la que cantarán su autor, D. Francisco V. Ramírez y D. Jacinto Valdés, la bonita guaracha intitulada ¡Que te vaya bien, chinital—Segunda parte: El bautizo, en la que se cantará la preciosa canción de Byron, traducción del poeta cubano D. Rafael M. Mendive, intitulada La Isabel.—Tercera parte: El negro Cheche ó Veinte años después, en la que se cantará por su autor, D. Francisco V. Ramírez y D. Jacinto Valdés, la guaracha que lleva por título Yo comí flores. E n el intermedio del primero al segundo acto, cantarán los jóvenes Ramírez y Valdés la canción cubana El esclavo." Aquí cedo la palabra al Maestro Altamirano, quien en una Revista de la semana, fechada el 12 de Junio, dijo: "¡Pobres bufos habaneros! Comenzaron por recibir una silba, no podremos decir preparada por quiénes, porque no lo sabemos; pero la recibieron. Este suceso dió lugar á dimes y diretes en la prensa, á recriminaciones, á disgustos y á hechos que pudieron echar á perder en un instante la buena y laboriosa obra concluida por el eminente D. José Valero; es decir, la completa fraternidad entre mexicanos y españoles, lo cual habría sido de sentirse grandemente, y nosotros lo hubiéramos los primeros lamentado, porque creemos haber cooperado en aquella época de grata recordación, con nuestros pobres escritos y trabajos, al laudable proyecto del ilustre actor español. Por fortuna, el buen sentido del público no dejó que tal descomposición se verificara, y todo ha quedado en silencio, incluso el teatro de Iturbide, al que 110 han concurrido sino unos sesenta ú ochenta aficionados á toda clase de diversiones. En las funciones siguientes á aquella en que hubo la silba, el público se mostró muy galante; numerosos ramilletes volaron á la escena al aparecer los artistas, y cien aplausos les recompensaron de los pasados sufrimientos; pero ramilletes y aplausos no eran
desgraciadamente á propósito para llenar los gastos, y se perdía en cada función una suma espantosa, según estamos informados. " P o r último, llegó la función del miércoles en la noche, y estaba escrito por la mano de la fatalidad que ésta había de ser la última; parece que el destino, con cruel sarcasmo, inspiró á los artistas la idea de poner en escena una pieza intitulada: ¡Miseria y Compañía! ¡Ay! Esta había de ser la desgraciada y la postrera. El teatro tenía un aspecto de entierro; los cuarenta concurrentes tenían una dolorida expresión de padres agonizantes, y se inclinaban taciturnos y soñolientos en sus asientos. Faltaban todavía algunas piezas; los individuos de la orquesta, que no tenían esperanza de ser pagados, destemplaron sus violines y desatornillaron con una calma implacable sus clarinetes y oboes, y levantándose con aire ceñudo desfilaron por la calle de enmedio, para no volver jamás. "Con aquella defección, los artistas acabaron de perder la moral y algunos se accidentaron. Los padres agonizantes vieron con ojo interrogador aquel desfile; pero armados con una paciencia de Job, con la paciencia que da el haber pagado su entrada y no querer regalar ni un céntimo de lo pagado, aguardaron. "Pasóse un buen rato y ¡nada! A poco se alzó el telón y dos damas salieron á cantar la Paloma. La tal Paloma estaba ya muerta; matóla una gracejada de Sánchez Osorio en el Teatro Nacional, hace días; pero si aun le quedaba un soplo de vida, el golpe de gracia se le dió en Iturbide en la noche del miércoles. Entonces sí murió para siempre. "Después de este percance, nuevo silencio, y al cabo de muchos minutos el telón volvió á alzarse, pero para avisar que uno de los artistas se había indispuesto y que la función no podía terminarse. El público, generoso como es, comprendió la inmensa desgracia de la desventurada Compañía, y desfiló también en silencio, como habían desfilado los músicos. Y así se acabó esa historia. Los bufos concluyeron y a . " En cambio, Gaztambide en el Nacional seguía su temporada viento en popa; el 5 de Junio dió la primera función de u n tercer abono de doce; los dos precedentes habían sido de diez y seis. En ese tercero puso El Sargento Federico, La Conquista de Madrid, Las amazonas del Tormes, La Hija del Regimiento, Los Madgyares, Galatea, más aplaudida cuanto más repetida; El estreno de una, artista, Los Dioses del Olimpo, Los diamantes de la corona y El diablo las carga. E l 18 del citado Junio, dió Elisa Zamacóis su beneficio, con una concurrencia brillante y tan numerosa que no quedó ni una localidad vacía en el vasto teatro; los regalos fueron verdaderamente magníficos, y figuraron entre ellos dos coronas y un ramillete cargados de onzas de oro. La obra que puso en escena fué un arreglo de la ópera Marta,
que ella cantó tan bien como mal lo hicieron el resto de sus camaradas zarzuelistas. Pero el gran éxito, el éxito piramidal de la temporada, fué el que proporcionaron á Gaztambide Los Dioses del Olimpo, arreglo de Orfeo en los infiernos. El estreno se verificó el 22 de Junio, en la 9? función del dicho tercer abono; todas sus repeticiones fueron llenos absolutos, logrando en todas millares de aplausos y entusiasmo colosal. Aquello fué la victoriosa entrada del Can-cán en México. Todo el mundo salió encantado. " L o s artistas,—escribe Altamirano,—aunque careciendo de la chispa francesa, estuvieron felices, admirables; la Zamacóis, como siempre; Aznar, soberbio en su papel de Plutón; hasta Carratalá agradó al extremo de arrancar numerosos aplausos; el congreso de los dioses hizo desternillar de risa al público; la linda corista que hizo el papel de Diana, estuvo encantadora; pero el triunfo, grande, portentoso, sin rival, fué el que obtuvo Amalia Gómez, que hizo el papel de Juno, y que levantó un pedestal en el Gran Teatro al Can-cán. A poco más, Con una contorsión más, el público electrizado habría dejado los asientos, habría corrido al proscenio y la habría paseado en triunfo por las calles. Difícil sería en otro género obtener una ovación del público mexicano igual á la que obtuvo la Gómez con su talento cancanero. Y todavía hay que advertir que las cancaneras españolas que bailan jaleos y gallegadas, no pueden nunca cancanear como las francesas. "Cuando en México se vea á una de éstas, habrá una revolución. Por ahora, preciso es conformarse con la Gómez, y ella será desde hoy la artista predilecta de los mexicanos. La música de OfFembach y el Can-cán van á reinar como déspotas, y siempre que se pongan Los Dioses del Olimpo, ó La Bella Elena, ó Barba Azul, ó cualquiera de las numerosas creaciones de ese compositor, el teatro estará lleno. La locura mayor que se aplauda en París, indispensablemente tendrá acogida en México, y tendrá acogida con el furor de la imitación. Los que inventan son menos fanáticos que los que imitan." En su fino y sangriento sarcasmo, el ilustre escritor predecía lo que iba á suceder, con una exactitud que descubre su talento de observación y su perfecto conocimiento del público de la Capital. Gaztambide se vió punto menos que forzado á abrir un cuarto abono de seis funciones, que principiaron el 2 de Julio con la zarzuela Pan y Toros, que pareció fría, tonta y sin interés de ninguna especie, porque le faltaba el platillo del día, la mostaza del Can-cán: tampoco gustaron ya Luz y Sombra, ni El secreto de una dama, ni otras antes aplaudidas, y en cambio, el beneficio de la Gómez, dado el 8 de Julio, fué de un éxito colosal, porque en él se dieron el segundo y tercer actos de Los Dioses del Olimpo. Si Gaztambide no hubiera tenido que dejar el Teatro Nacional á otra Empresa que lo había tomado con
anterioridad á la introducción del Can-cán en México, su Compañía pudiera haberse perpetuado en él, con sólo haber puesto en escena obras de Offembach. Por su desgracia, sólo contaba en su repertorio Los Dwses del Olimpo, y en vista de la citada anterior contrata, no pudo extenderse á más de seis funciones de abono y una extraordinaria, que dió el 13 del citado mes con Marina, Una vieja y el despropósito Café, teatro y restaurant cantante; con esta función se despidieron entonces la Zamacóis y el maestro Gaztambide. Hallándose aún en México esos afortunados artistas y empresarios, anunció en Iturbide sus trabajos una Sociedad lírico-dramática así formada: Actrices: Adelaida Serra de Bravo, Josefa García, Concepción Méndez, Laura Morales, Cruz Salazar y Josefa Pérez. Actores: Manuel Villena, José Navarro, José Bravo, Fernando Pérez, José Villanueva, Angel Mollá, Eduardo Velarde y Joaquín Izaguirre. Contaba también la Sociedad con el primer tenor José Grau, y con el maestro compositor José Freire y Góngora. Su primera función la dió el 19 de Junio con el drama La Payesa de Sarria, uno de los mejores de D. Euis Eguilaz. E l papel de la protagonista estuvo á cargo de la Serra, bella, dulce, modesta y poseedora del raro privilegio de inspirar desde luego, y sin excepciones, una profunda simpatía. A su tiempo dije que la joven artista habíase presentado á fines de la temporada Albisu, con la zarzuela El Relámpago, y aunque muy aplaudida en ella, no era ese género su campo de acción, sino el dramático, al que la llamaban sus dotes artísticas; la joven actriz española declamó muy bien en el primer acto; en el segundo estuvo admirable en la interpretación de todos los sentimientos de la mujer enamorada, celosa, heroica en sus furores y sacrificios, y en toda la obra quedó airosa en tantas y tan difíciles transiciones como exige el bellísimo drama. Villena demostró ser un actor de mérito y un buen director; Navarro, ya conocido y aplaudido desde la época de Valero, interpretó concienzudamente el difícil personaje de Pujadas, mezcla de grotesco y terrible. Del mismo modo esos actores estuvieron felices en las obras Del enemigo el consejo, de Zamora y Caballero; en La mala semilla, El Caballero del Milagro, La casa de campo, Virtud á prueba, Lo positivo, El buen Apóstol y el mal Ladrón, y otras varias que valieron á la Serra entusiastas bravos y palmadas, y sinceros y calurosos plácemes. A pesar de todos sus méritos, la Compañía se vió en la precisión de suspender sus funciones, porque el público estaba enviciado con la zarzuela y con el Can-cán, y sólo por esos espectáculos se le veía entusiasmarse. Para que no se me crea exagerado é injusto, diré, con el Maestro Altamirano, lo acontecido en el beneficio de Adela Serra, dado con el concurso de Elisa Zamacóis y otros artistas de zarzuela. Al presentarse la primera tiple de la Compañía Gaztam-
bidé, el público la saludó con una salva de aplausos y la premió con otra al concluir de cantar el Ave María, de Gounod, que en verdad interpretaba á maravilla. Pero al aparecer la Amalia Gómez, que hacía el papel de la vieja en La Colegiala, no sólo hubo una, sino veinte salvas de aplausos, y gritos, y bravos, y locura, al grado de que Amalia no podía hablar de emoción. Se la saludaba como á una aparición maravillosa, como una deidad, indicación de que no se quería de la zarzuela precisamente el canto, sino el baile deshonesto, y no una música cualquiera, sino la de Offembach. Ea Zamacóis, cuya voz era tan hermosa, aparecía eclipsada por la Gómez, que no se puede negar que era simpática, pero que se hizo adorar tan sólo por sus movimientos en el Can-cán. La Gómez era la diosa de la época, la actriz á la moda. El Can-cán había destronado al arte dramático; era lo único que llamaba público á nuestros teatros, y aun el modestísimo de Hidalgo, y los otros todavía peores, ocurrían en sus miserabilísimas funciones á anunciar que se bailarían entusiastas cancanes, (?) ejecutados, hasta tocar en grosería, por infelices bailarines, y bailarines debajísima estofa, que sólo tenían de notable la deshonestidad y el descaro. Bajo tales auspicios se anunció por el empresario Luis Nins y Pons, que comenzaría próximamente á trabajar en el Gran Teatro Nacional, la Compañía á cuyo frente figuraba la célebre trágica Carolina Civili. Nacida en Florencia en 1841, principió su carrera artística á los diez y seis años de edad, en Turín; con mucho aplauso y siempre como primera actriz, trabajó después en los principales teatros de Milán, Roma, Venecia, Trieste, Florencia y Palermo, en los grandes papeles de Adriana Lecouvreur, Gismonda de Mendruio, Medea y María Estuardo. En 1863, mereció el honor de ingresar en la Compañía Real Romana. E n los primeros días de Junio del año siguiente, Carolina Civili dió su primera representación en el Teatro del Príncipe, en Madrid, poniendo en escena la tragedia Norma, con la que hizo furor. La aceptación que obtuvo en cuantas obras se presentó, los aplausos que le valieron la oda de D. Juan Nicacio Gallego al Dos de Mayo, y la conocida comedia la Casa de campo, leída aquella y representada ésta en castellano, la animaron á dedicarse al estudio de nuestro idioma, y un año después abrió el teatro de Variedades, de Madrid, al frente de una compañía española, patrocinada por sus profesores D. Antonio García Gutiérrez y D. Julio Nombella. " N o hay duda, dijo el cronista del Museo Universal, hoy La Ilustración Española, que Carolina Civili puede ser, en un término no lejano, tan española como italiana, y señalar una nueva era de gloria para la escena de nuestro país." Al terminarse la temporada de 1865, la Civili trabajó en Valladolid, Valencia, la Coruña, Santander, Burgos y Salamanca, en la cual en 1868, casó con el actor español Juan Palau.
Después de no haber dejado casi teatro importante de la península que no visitase, se embarcó en Cádiz para la Habana; allí la sorprendieron todos los trastornos producidos por el grito de insurrección del Yara en Octubre de 1868, y tras de una temporada en Tacón, Matanzas y Cárdenas, se trasladó á Veracruz en Abril de 1869, pasó á Jalapa y Puebla y subió á México, en el que hizo su entrada el lunes 12 de Julio, entre las aclamaciones de una entusiasta multitud que acudió á la Estación de Buenavista á recibirla, impulsada por la curiosidad de conocer á una artista que venía precedida de tanta fama. ' 'Carolina Civili, dijo Altamirano en El Renacimiento, es joven y hermosa; en sus ojos azules y expresivos se adivina la inteligencia más elevada. Sus cabellos rubios forman un cuadro encantador al óvalo majestuoso y bello de su semblante. Su boca es pequeña; su nariz fina; su cutis blanquísimo; su frente despejada y bien hecha; su aire grave y modestísimo. Esa cabeza en que resplandece el talento, reposa en un cuello robusto y erguido, y sobre un cuerpo elevado, majestuoso, gallardo. Da naturaleza ha formado á esta mujer para la tragedia. Además de estas cualidades físicas, la Civili posee otras morales, que revelan desde luego la noble dama de esmerada educación y de relevantes virtudes. Tiene una, sobre todo, que encantó á los que la conocieron y trataron: la modestia. Manifestó que tenía empeño en ser agradable al público mexicano, que esperaba la vería con su habitual indulgencia y la aconsejaría con su conocida ilustración. Cuando una notabilidad artística se expresa de este modo, aumenta su valía." Digamos cómo estuvo formada su Compañía: Actrices, Carolina Civili, Ana Cejudo, Raimunda Miguel, Soledad Aguilar, Angela Quintana; Actores: Primero y Director, Juan Manuel Palau; otro primero, Merced Morales; primero del género cómico, Antonio Muñoz Estebe.—Manuel Estrada y Cordero, Andrés Cordero, Juan Marín, Carlos Nieto,, Felipe Palomera, José Lluch, César Meló.—Eos precios de abono por doce representaciones fueron cincuenta y cinco pesos en' palcos y ocho en lunetas. Da primera función se dió él jueves 15 de Julio de 1869 con el pesado drama trágico Sor Teresa. H é aquí cómo juzgó Altamirano á la eminente actriz: " L o s elogios que de su talento artístico se nos habían hecho, no han sido exagerados; antes, en nuestro concepto, han quedado inferiores á la verdad. La Civili es una artista en toda la extensión de la palabra, posee inmensas facultades, domina las dificultades de sus escabrosos papeles y cautiva á su auditorio. Hasta ahora, cada representación ha sido un triunfo para ella, y el entusiasmo público ha ido creciendo cada vez que se le admira un nuevo rasgo, cada vez que se estudia un nuevo detalle de su juego escénico, cada vez que se examina una nueva faz de su carácter dramáti-
co Se estrenó con Sor Teresa, pieza malísima, llena de inverosimilitudes, de diálogos eternos, de golpes teatrales t o r p e s . . Pues bien, representando semejante drama, cualquiera actriz mediana habría fracasado con seguridad; la Civili sola, ha sido capaz no sólo de salvar al autor, sino de levantar la pieza, hacer olvidar su deformidad y obtener un triunfo espléndido y ruidoso. " A l salir á la escena la hermosa actriz, con sólo presentarse fascinó desde luego; era una monja majestuosa, bella, que mostraba en el semblante pálido las huellas profundas de un sufrimiento recóndito constante, mortal. El público la saludó con entusiasmo. Despues, en las escenas que siguieron, pudieron contarse las salvas de aplausos por docenas; el público condenaba el drama y admiraba á la artista. Parece que con la intención de dar una gran prueba de su mérito la Empresa había querido designar el drama Sor Teresa para la primera representación; si así fué, logró su objeto completamente. " E n la segunda función, viernes 16, dióse María Estuardo. E n tonces sí pudo verse á la trágica á la altura de una obra magnífica, y el triunfo que obtuvo fué mayor que el de la noche pasada. Se conoce que desempeñaba su papel con entusiasmo." E l domingo 18, puso en escena la Epicaris, tragedia en tres actos, del poeta español Bonafós; la obra no pasaba de mediana, pero la artista le imprimió un r e a l c e extraordinario. E l habilísimo Dr. Peredo escribió de ella: " t u v o rasgos admirables que sería imposible enumerar; pero los más artísticos, los que arrebataron más poderosamente al auditorio, fueron el "te aborrezco" del segundo acto, el delirio del tercero, y sobre todo la muerte; el envenenamiento por los tósigos llamados tetánicos, fué imitado por la gran artista con minuciosa exactitud, sin que faltase uno sólo de los síntomas característicos. El público, justo apreciador del mérito, le tributó una entusiasta ovación. El día 20, para cuarta de abono, se dió, y entiéndase que sólo nombramos las obras en que tomaba parte la Civili, la tragedia Sofronia y la pieza La Casa de Campo. " E n Sofronia, tragedia en un acto, de Zorrilla, la Civili, dice Altamirano, se elevó hasta la sublimidad: los aplausos fueron repetidos durante la representación, y al final la artista fué llamada tres veces á la escena, honor que ninguna otra ha tenido en el Gran Teatro Nacional, de cinco años á esta parte. Después, el público se sorprendió. Había admirado en la Civili á la trágica, y se resistía á creer que sus dotes, que sólo parecían aplicables al gran género, pudiesen también aprovecharse en los papeles ligeros y graciosos de la comedia. Al menos, no es lo común. Pero las dudas se disiparon. La Civili en La Casa de Campo es inimitable, particularmente en el tipo de la cantatriz francesa, que no creemos se pueda hacer mejor. La ovación que el público le tributó fué no menos que la anterior en Sofronia. La Sra. Civili debe estar contenta; B
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ninguna artista antes que ella ha recibido más pruebas del entusiasmo de los mexicanos: hasta los más desdeñosos respecto del género dramático no han podido por menos de confesarse vencidos por el mérito indisputable de ia Civili.'' Eo copiado basta para hacer constar cómo fué recibida y estimada en México aquella admirable actriz, y á la vez, y por sus virtudes infinitas, santa mujer. Ahora y para noftxtenderme tanto como yo quisiera y no debo de extenderme, me limitaré á decir cuál fué el orden de las funciones y cuáles fueron las obras representadas por aquella eminente artista. En 22 de Julio, para la quinta de abono, Las circunstancias; en 25 para la sexta, La Dama de las Camelias; el 27, séptima, La Mujer Adultera; el 1? de Agosto, octava, Judit; en la novena de abono dada el día 3 n o trabajó la Civili; el día 5, décima, Los Amantes de Teruel; en la undécima dada el 6, tampoco trabajó la gran artista- el día 12 se verificó el beneficio de la Civili, con el drama Locura de Amor, declamando, en uno de los entreactos, la agraciada, el Canto X X X I I I de El Infiemo del Dante. Dióse el 15 la duodécima y última de abono, sin tomar parte tampoco en ella Carolina Civili. El 17 la Compañía se despidió del público, poniendo en función extraordinaria y por segunda vez, Locura de Amor. En la tarde del 22 dió aun otra función, representándose Los Amantes de Teruel. Refiriéndose á algunas de ellas, decía Altamirano: " E n el Gran Teatro Nacional ha seguido la Civili haciéndose admirar en la tragedia y en el drama, particularmente por su habilidad consumada en imitar las horrorosas peripecias de la muerte. En Sor Teresa nos hizo presenciar los últimos momentos de una aneurismática: en Epicaris, la heroína muere atormentada por un veneno preparado por la famosa Eocusta, y como los venenos antiguos eran puramente vegetales y de los que llaman los médicos tetánicos, ocasionaban á la víctima una rigidez y un estertor que la Civili imitó con una espantosa fidelidad. "Sofronia muere de una puñalada que le da su marido, y la Civili reprodujo el grito y las convulsiones que distinguen esta muerte En la Dama de las Camelias, la heroína muere consumida por la tisis, y la Civili, tanto en la agonía como en todas las escenas del tercer acto, se hizo aplaudir con furor por su ejecución, á pesar de que su robustez física n o podía convencer enteramente de la enfermedad." De la función de su beneficio dijo el Dr. Peredo en una de sus Revistas Teatrales, después de estudiar, con aquel acierto y ciencia literaria que nadie ha superado, La Locura de Amor del autor insigne del Drama Nuevo: " J u s t o es ahora consignar aquí que si Tamayo creó admirablemente el personaje de D? Juana, no menos admira-
blemente fué interpretado en nuestra escena por la eminente artista, que ya en España y á la vista del autor, compartió con él los aplausos de aquel público. El nuestro hizo justicia al talento de la Sra. Civili, celebrando con entusiasmo y unánimes ovaciones el desempeño de los más notables pasajes. Ea verdad es que la Sra. Civili en esa noche estuvo verdaderamente inspirada al expresar los diversos afectos que dominan sucesivamente á la protagonista, desde la cólera en su más violento arrebato, hasta la ternura en su más -dulce é inefable expresión. Difíciles y numerosas transiciones se ofrecen á cada paso en el papel de la reina loca, pero no pasó una sola que no hubiese sido hecha con toda la intención concebida por el poeta; transiciones que yo de buen grado consignaría en este artículo, si para ello no fuera preciso mencionar todas las escenas en que la eminente artista tomó parte. Su primera salida fué saludada con prolongados aplausos; volaron á sus pies multitud de ramilletes y palomas; fué llamada á la escena repetidas veces, y por último recibió un modesto laurel que los escritores mexicanos íe ofrecieron, laurel que á ruego de éstos conservó en sus sienes, mientras tenía al público absorto con la terrible narración de la muerte de Ugolino, escrita por el inmortal Dante, y recitada por la Sra. Civili, que para el efecto personificó á la musa inspiradora del poeta florentino." Del resto de la Compañía poco puedo decir: toda ella fué extraordinariamente inferior en méritos y facultades á la eminente actriz, y por de contado el conjunto no era bueno, y los defectos de todos y cada uno resultaban pronunciados en parangón con la sublimidad de la primera actriz. Palau fué un mediano actor que sólo en figura estaba bien. Merced Morales y Ana Cejudo disonaban por su escuela tan opuesta á la de la gran trágica italiana: los demás actores de uno y otro sexo, lo mismo los venidos de la Habana que los aquí contratados para integrar aquella incompleta Compañía, hicieron aún peor papel, siempre que tomaron parte en alguna obra del repertorio propio de la Civili. El actor de verdadero valer que con la artista italiana vino, fué Antonio Muñoz, de quien Altamirano dijo: "Este joven actor cómico es en nuestro concepto muy bueno: con su talla pequeñita y su figura simpática, este artista modelo é inteligente sabe sacar ventajas de sus papeles y se capta desde luego las simpatías del público; agrada mucho y hace reír, porque no exagera ni desnaturaliza los tipos con bufonadas de mala ley: como Muñoz debieran ser todos los graciosos." Por de contado, que un actor de su género no era apto para tomar parte en las obras trágicas, de modo que sólo pudo ser útil á la Empresa en La llave de la gaveta, En la cara está la edad, La Casa de campo, Sistema homeopático, Andese usted con bromas, Oros, copas, espadas y bastos, Dos y uno, La cancanomania y alguna otra obra cómica por el estilo de éstas, que fueron las que en-
tonces se representaron para fin de fiesta ó para cubrir las funciones en que la Civili no trabajaba. Por el mal gusto reinante, por la extraviada afición de la mayoría á los espectáculos zarzueleros y cancanescos, y por lo deficiente del cuadro de la Civili, desde las primeras funciones la concurrencia empezó á escasear y sólo los domingos se veía lleno el Gran Teatro. E n las de días no feriados, los concurrentes al patio no pasaban de doscientas personas, y en los palcos eran muchos los vacíos: para honra de ellas, nombraré aquí las familias que asistían al espectáculo en esa preferente localidad; fueron pocas, es verdad, pero á la vez de lo más distinguido é ilustrado, á saber: las de Gutiérrez Estrada, Camacho, Suárez Teruel, Fischer, Priani, Buch, Goytia, Rubio, Mosso, Hornedo, Collado, Gargollo, Goríbar y Pimentel. Todo esto no bastaba para cubrir los gastos de la Empresa, y al final del primero y único abono, la eminente trágica había tenido que empeñar sus alhajas y sus trajes para socorrer á los artistas más pobres y pagar su propia habitación en el entresuelo del Hotel Iturbide, que fué donde se hospedó. Todo esto me consta porque, amigo de ella desde Madrid, me dispensó la confianza de que yo interviniese en esos sacrificios y en el reparto de su producto, y mil veces la sorprendí postrada ante el pequeño altar improvisado en su cuarto, pidiendo misericordia á la Virgen, pues Carolina Civili era extraordinariamente creyente y jamás salía á la escena sin haber hecho antes la señal de la Cruz sobre su busto, magníficamente hermoso. Nunca, sin embargo, derramaba una lágrima: en las mayores penas y aflicciones, y las tuvo muy grandes, pues además de la pobreza, su marido, al cual idolatraba, menos valeroso que ella se afligió con el fracaso hasta enfermarse gravemente, la Civili se erguía como la mujer firme, acentuaba su seriedad habitual y convertíase en la estatua de la más impasible resignación. Para colmo de amarguras, no faltaron periodistas que osaran poner en tela de juicio su talento y grandes dotes artísticas, originándose de ahí una polémica que terminó en un desafío entre dos de los más apasionados contendientes; por fortuna, nada adverso hubo que lamentar; pero el lance entristeció profundamente á la artista y la hizo exclamar: "¡Cuán desgraciada soy! ¡Mi talento no sirve para que nadie viva de él y pudo haber causado la pérdida de una vida!" Sobre esa innoble guerra á la eminente artista, Altamirano dijo en una de sus crónicas: "Decididamente, el arte dramático está en eclipse; no tenemos inconveniente en confesarlo; la vergüenza no es para nosotros. A propósito, comienzan ya á aparecer artículos con el objeto aparente de censurar á la Civili, pero con la verdadera mira de desprestigiar el espectáculo dramático. Si fuésemos á combatir esos
artículos, nos sería fácil demostrar que la pasión los ha inspirado juntamente con el deseo de que no domine por ahora en la escena mexicana otro espectáculo que el corruptor de la zarzuela y del Cancán. Tan cierto es esto, que hemos venido observando, desde hace días, síntomas raros y singulares de la inclinación del público. Por ejemplo, la otra noche la orquesta del Nacional tocaba un potpourrí musical compuesto de retazos de óperas y zarzuelas: el público oyó en silencio los bellos trozos de Fausto, Hernani y Trovador, pero cuando la orquesta comenzó á tocar la marcha, galopa, ó el diablo sabe qué, del segundo acto de los Dioses del Olimpo, que no es más que un Can-cán, estallaron mil aplausos en el salón, y todos los espectadores se volvieron del lado donde la Gómez, la cancanera, estaba sentada en un palco, y la saludaron con entusiasmo frenético: la orquesta tuvo que repetir el Can-cán." Al dar cuenta de la conclusión de los trabajos de la eminente trágica; el mismo escritor añadía: "Nosotros que hemos sido los primeros en apreciar su talento, le damos el saludo de despedida más cordial, le deseamos que siga recogiendo en su carrera abundantes laureles, y sentimos qne el público mexicano, enamorado hoy de otros géneros teatrales, no permita permanecer más tiempo entre nosotros á la hermosa y hábil artista." Con el mismo motivo dijo á su vez el experto crítico D. Manuel Peredo: " L a Sra. Civili se ha despedido ya del público mexicano; pronto se despedirá también de nuestra tierra y de los numerosos y sinceros amigos que en ella deja. Considerada como artista, no vacilo en darle por última vez la calificación de eminente, en lo cual, si me he engañado, si exagero, exageración y engaño sería éste del que han participado cuantos acudieron á admirar su talento. La mayor ó menor afluencia de espectadores, no arguye en pro ni en contra del mérito de los artistas: afluencia y grande ha habido siempre en los jacalones de D. Chole y el teatro de América. Pero el aplauso entusiasta y unánime, las ovaciones espontáneas de ochocientas ó mil personas de la clase más ilustrada de la sociedad, eso sí arguye en pro del talento y del mérito, y esas pruebas palmarias sí las recibió la Sra. Civili desde la primera noche hasta la última; no recuerdo yo haber conocido en nuestros teatros á otra artista á quien se hayan tributado como á la Sra. Civili, los honores de la llamada dos y tres veces en cada función y casi al final de cada acto; si el público es juez competente, si su fallo es el único aceptable, á él me he atenido y me atengo, y con él me escudo cuando rindo el tributo de mi admiración á la artista celebrada y aplaudida por el público de mi país. Consigno aquí los anteriores hechos, de cuya verdad pueden responder cuantos han concurrido últimamente al Nacional, y los consigno para que la distinguida artista extranjera que nos honró con su visi-
ta, conserve un recuerdo grato de México, tan grato como lo es el que á su vez deja en quienes supieron admirar su talento artístico, y apreciar sus relevantes prendas personales." Puesto que mi libro, reseña sólo la historia del teatro en la Capital, únicamente me queda por decir respecto á Carolina Civili, que detenida en México por enfermedad de Palau, fué solicitada para algunos teatros del interior, en el que hizo una breve campaña artística á partir del 27 de Octubre del citado año de 1869.
CAPITULO VII
*
1869.
E n la noche del 22 de Agosto de 1869 se dió en el Nacional una función notable á beneficio de la viuda del Maestro mexicano D. Octaviano Valle, en la que después de la pieza Asirse de un cabello, siguió un concierto en que tomaron parte Rosa Mendoza y los alumnos de la Sociedad Filarmónica, la Zamacóis, que cantó una aria de Semíramis, y el tenor Prats, que con la Srita. Clara Oñate cantó el Miserere del Trovador. Al día siguiente, Gaztambide, aprovechándose de que el fracaso de la Civili dejaba vacío el Nacional, anunció un nuevo abono de doce funciones, á que dió principio el 27 con La Cisterna Encantada. Siguieron á ella Los Dioses del Olimpo, La Hija del Regimiento, Galatea, La Conquista de Madrid, Un Sarao y una Soirée, estrenada el 5 de Setiembre; Luz y Sombra, El Diablo las carga, Campanone, El Joven Telémaco, Una Vieja, El Loco de la Guardilla, y alguna otra. Para despedida definitiva, esa Compañía dió en la noche del 19 del dicho Setiembre, Galatea y el segundo y el tercer acto de Los Dioses del Olimpo. Nada tengo que decir de ese último abono de Gaztambide, sino que las desnudeces de Galatea y el Can-cán de los dioses, volvieron á ser aplaudidos con el entusiasmo de siempre, y que la Empresa se marchó renegando de no habérsele ocurrido al venir á México traer otras obras de Offembach. E n 26 de Setiembre el violinista Eusebio Delgado, que hacía algunos años habíase marchado á Europa con el objeto de perfeccionar sus estudios, se presentó en el Nacional en una función á su beneficio, y ejecutó varias difíciles piezas, que le valieron grandes aplausos. El 30, en el mismo teatro cantaron ante mínimo público la Norma, la prima donna Angela Chioni, Emilia Serrano, Grau, Eoza,
Meneses y Restaño. Mucho más digna de mención que esas dos funciones, fué la que con mucha anterioridad á ellas, dió la Sociedad Filarmónica; me refiero al concierto de música clásica dispuesto en la noche del 11 de Setiembre en el Salón de la Universidad antigua. Eas piezas ejecutadas se entresacaron de las obras de Haydn, Beethoven, Schumann y Mengal, y fueron interpretadas con maestría por los profesores Melesio Morales, Eeón y Semeleder en el piano; Aduna, Medinilla y Salot en los instrumentos de viento, y Delgado, Morán, Rivas, Guichené y Sauviné en los de cuerda. Este concierto fué muy aplaudido y celebrado por los inteligentes. En cuanto á la mayoría de los que no lo eran, tuvieron grandemente donde divertirse al abrir el entendido empresario D. José Joaquín Moreno una nueva temporada de zarzuela en el Teatro Nacional: la primera función del abono se dió el 2 de Octubre con El Juramento, corriendo á cargo del aplaudido bajo cómico Ruiz el papel del cabo Peralta. A ésta siguieron entre otras zarzuelas más conocidas, La colegiala, desempeñada por la simpática Adela Serra; Si yo fuera rey, El tío Caniyitas, Pipo, estrenada el 14 de Octubre; Las amazonas del Tormes, El amor y el almuerzo y El foven Telémaco. El día 31, Moreno anunció y principió un medio abono de seis funciones, con la gran novedad de que en él tomaría parte nada menos que Amalia Gómez, que para aumento de su prestigio había llegado á México escapada y perseguida por gentes de Justicia: '' alegraos, dice Altamirano en una de sus crónicas; alegraos, polluelos: la Gómez está aquí, con nosotros, en nuestro suelo. Bailando can-cán precisamente, escapóse del lado del Maestro Gaztambide, y voló en alas del vapor á su querida México, que le ha erigido un altar y que la recibe con beso de ternura. ' E a historia de esta fuga es romancesca en alto grado, y aumenta los encantos de la Gómez, porque se ha portado como una heroína de novela. Parece que en la Compañía Gaztambide no reinó la más perfecta armonía durante su permanencia en Puebla, y que el Maestro y Carratalá llegáronse á las manos. Ea Gómez, que también tuvo motivos de disgusto, cantó Los Dioses del Olimpo, bailó su cancán, y al tercer día, y tomando todas las precauciones de una prisionera que emprende la fuga, metióse en un vagón y algunas horas después estaba en México y en ella se escondió. Dos días después un vástago de la curia ángelopolitana con toda la tiesura y majestad con que pinta Quevedo á sus alguaciles, armado de un exhorto, quiso prender á la fugitiva: pero, no sabemos cómo, el negocio se arregló sin necesidad de que interviniera la diosa Tkemis, y parece que pronto la veremos en la escena del Nacional." Con este motivo, volvió á enzarzarse la polémica entre los defensores y los enemigos del Can-cán, dando lugar á que el redactor de Le Trait d' Unión, acudiendo en defensa de su patria, malamente ata-
ta, conserve un recuerdo grato de México, tan grato como lo es el que á su vez deja en quienes supieron admirar su talento artístico, y apreciar sus relevantes prendas personales." Puesto que mi libro, reseña sólo la historia del teatro en la Capital, únicamente me queda por decir respecto á Carolina Civili, que detenida en México por enfermedad de Palau, fué solicitada para algunos teatros del interior, en el que hizo una breve campaña artística á partir del 27 de Octubre del citado año de 1869.
CAPITULO VII
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1869.
E n la noche del 22 de Agosto de 1869 se dió en el Nacional una función notable á beneficio de la viuda del Maestro mexicano D. Octaviano Valle, en la que después de la pieza Asirse de un cabello, siguió un concierto en que tomaron parte Rosa Mendoza y los alumnos de la Sociedad Filarmónica, la Zamacóis, que cantó una aria de Semíramis, y el tenor Prats, que con la Srita. Clara Oñate cantó el Miserere del Trovador. Al día siguiente, Gaztambide, aprovechándose de que el fracaso de la Civili dejaba vacío el Nacional, anunció un nuevo abono de doce funciones, á que dió principio el 27 con La Cisterna Encantada. Siguieron á ella Los Dioses del Olimpo, La Hija del Regimiento, Galatea, La Conquista de Madrid, Un Sarao y una Soirée, estrenada el 5 de Setiembre; Luz y Sombra, El Diablo las carga, Campanone, El Joven Telémaco, Una Vieja, El Loco de la Guardilla, y alguna otra. Para despedida definitiva, esa Compañía dió en la noche del 19 del dicho Setiembre, Galatea y el segundo y el tercer acto de Los Dioses del Olimpo. Nada tengo que decir de ese último abono de Gaztambide, sino que las desnudeces de Galatea y el Can-cán de los dioses, volvieron á ser aplaudidos con el entusiasmo de siempre, y que la Empresa se marchó renegando de no habérsele ocurrido al venir á México traer otras obras de Offembach. E n 26 de Setiembre el violinista Eusebio Delgado, que hacía algunos años habíase marchado á Europa con el objeto de perfeccionar sus estudios, se presentó en el Nacional en una función á su beneficio, y ejecutó varias difíciles piezas, que le valieron grandes aplausos. El 30, en el mismo teatro cantaron ante mínimo público la Norma, la prima donna Angela Chioni, Emilia Serrano, Grau, Loza,
Meneses y Restaño. Mucho más digna de mención que esas dos funciones, fué la que con mucha anterioridad á ellas, dió la Sociedad Filarmónica; me refiero al concierto de música clásica dispuesto en la noche del 11 de Setiembre en el Salón de la Universidad antigua. Las piezas ejecutadas se entresacaron de las obras de Haydn, Beethoven, Schumann y Mengal, y fueron interpretadas con maestría por los profesores Melesio Morales, León y Semeleder en el piano; Aduna, Medinilla y Salot en los instrumentos de viento, y Delgado, Morán, Rivas, Guichené y Sauviné en los de cuerda. Este concierto fué muy aplaudido y celebrado por los inteligentes. En cuanto á la mayoría de los que no lo eran, tuvieron grandemente donde divertirse al abrir el entendido empresario D. José Joaquín Moreno una nueva temporada de zarzuela en el Teatro Nacional: la primera función del abono se dió el 2 de Octubre con El Juramento, corriendo á cargo del aplaudido bajo cómico Ruiz el papel del cabo Peralta. A ésta siguieron entre otras zarzuelas más conocidas, La colegiala, desempeñada por la simpática Adela Serra; Si yo fuera rey, El tío Caniyitas, Pipo, estrenada el 14 de Octubre; Las amazonas del Tormes, El amor y el almuerzo y El Joven Telémaco. El día 31, Moreno anunció y principió un medio abono de seis funciones, con la gran novedad de que en él tomaría parte nada menos que Amalia Gómez, que para aumento de su prestigio había llegado á México escapada y perseguida por gentes de Justicia: '' alegraos, dice Altamirano en una de sus crónicas; alegraos, polluelos: la Gómez está aquí, con nosotros, en nuestro suelo. Bailando can-cán precisamente, escapóse del lado del Maestro Gaztambide, y voló en alas del vapor á su querida México, que le ha erigido un altar y que la recibe con beso de ternura. ' L a historia de esta fuga es romancesca en alto grado, y aumenta los encantos de la Gómez, porque se ha portado como una heroína de novela. Parece que en la Compañía Gaztambide no reinó la más perfecta armonía durante su permanencia en Puebla, y que el Maestro y Carratalá llegáronse á las manos. La Gómez, que también tuvo motivos de disgusto, cantó Los Dioses del Olimpo, bailó su cancán, y al tercer día, y tomando todas las precauciones de una prisionera que emprende la fuga, metióse en un vagón y algunas horas después estaba en México y en ella se escondió. Dos días después un vástago de la curia ángelopolitana con toda la tiesura y majestad con que pinta Quevedo á sus alguaciles, armado de un exhorto, quiso prender á la fugitiva: pero, no sabemos cómo, el negocio se arregló sin necesidad de que interviniera la diosa Tkemis, y parece que pronto la veremos en la escena del Nacional." Con este motivo, volvió á enzarzarse la polémica entre los defensores y los enemigos del Can-cán, dando lugar á que el redactor de Le Trait d' Unión, acudiendo en defensa de su patria, malamente ata-
cada por ser la cuna de ese lúbrico baile, dijese con sobrada razón: " P a r í s — d e c í s vosotros—derrama su fango en el mundo; pero no veis que tomáis por París á Mabille. Desde luego haremos notar que no son ni parisienses ni franceses los que han traído al Teatro Nacional esos brincos desenfrenados, esa exhibición de pantorrillas más ó menos postizas, esas contorsiones lascivas y provocadoras con que se alimentan los ojos de la multitud entusiasta. Da mayor parte de las bailarinas cuyos desbarros coreográficos ha aplaudido el público de México este año, eran españolas y muchas mexicanas han procurado rivalizar con ellas. Estas declamaciones contra la Capital de Francia son injustas y ridiculas. ¿Se ha visto jamás en París á las reinas del Can-cán profanar la escena del Teatro Francés ó el de la Opera? Eas mujeres que pertenecen á la sociedad que se respeta, las jóvenes educadas en los principios de honestidad y de pudor, ¿se han encontrado jamás frente á frente de las bacantes que ejecutaban sus zarabandas descabelladas? No, sin duda. Semejantes espectáculos se encuentran solamente en las reuniones de contrabando, en que los viejos libertinos estragados van á buscar emociones. E l Teatro Nacional de México es menos severo que los teatros similares de París.'' En esta última apreciación del periódico francés hay mucha justicia y exactitud. Eo triste, lo que nunca será bastante lamentado, es que en México, lo bueno como lo malo, lo honesto como lo indecente, lo sublime como lo ridículo, todo vaya á dar, todo por igual se exhiba en nuestro único primer teatro. Esto se remediará el día en que nuestros gobiernos comprendan que los primeros coliseos de una nación no deben pertenecer á simples particulares, necesitados de sacar renta al capital representado en su propiedad. Eo cierto es que en esos días de Noviembre los espectáculos en la Capital andaban de capa caída: sólo el Can-cán y los bailes más ó menos lúbricos privaban en nuestros teatros; en el Principal eran las reinas y señoras únicas, como en el año anterior lo habían sido en Chiarini la Pioquinta y la Chole, las jóvenes actrices Florinda Camps, bonita cubana, que vino con la malograda Compañía de Bufos Habaneros, y la Pautret, graciosa rubia, procedente del llamado Teatro de América en el antiguo Seminario: en éste el gran atractivo era el Can-cán, bailado por infelices, que vestían, no el corto y esponjado traje de las artistas coreográficas, sino faldas ó túnicos largos y del día, que levantaban descocadamente para enseñar, hasta las ligas, las escuetas piernas entre los frenéticos gritos de aprobación de un público tan numeroso como mal educado. E n el Circo de Chiarini, en el patio de Gante ó del antiguo San Francisco, los empresarios y acróbatas Bell y Buyslai, establecieron también sus tandas, y en ellas exponían cuadros vivos de una perfecta desnudez, y grotescos bailes no mucho más decentes que los del
teatrito de América. Bell y Buyslai ofrecieron en 26 de Noviembre una función de obsequio al respetable viajero americano Mr. Seward, que se encontraba en México, " y en esa función —habla Altamira110 —ocurrió un desagradable incidente: el payaso se presentó vestido de frac negro, con la cara pintada y teniendo en las manos la bandera nacional: la música comenzó á tocar la marcha Zaragoza y el payaso á recitar unos versos detestables en honor del héroe, versos tan disparatados, tan estúpidos, que provocaron un ceceo general y gritos de fuera, que obligaron al payaso á retirarse, produciéndose un escándalo que debió parecer muy incivil y nada culto al ilustre huésped de México Algunos días antes, el domingo 21, se dió en el Nacional el beneficio del galán joven Manuel Estrada, con una comedia de Juan A. Mateos, que la llamó La intervención amistosa. E l Dr. Peredo, en sus Revistas Teatrales de El Renacimiento, juzgó así la comedia: " E n la obra del Sr. Mateos, todo es inverosímil, desde el pensamiento hasta las situaciones. Inverosímil es, asimismo, la acción desde que comienza. Ninguno de los personajes es simpático, ninguno se hace amar del espectador, ninguno, por consiguiente, le interesa. Descuidado anduvo también en la forma el Sr. Mateos; no faltan en su obra versos duros, conceptos equívocos, expresiones sobrado vulgares, tal cual diálogo inútil. Por lo demás, en La Intervención amistosa, hay el germen de una obra de mérito; no faltan chistes oportunos, situaciones verdaderamente cómicas, finales bien preparados y que serían de mucho efecto, á tener el conjunto aquella armonía y enlace que son indispensables á toda obra artística, si ha de producir el sentimiento de lo bello." A esta función siguieron otras, también de beneficio ó de obsequio; el 25 dió la suya Angel Padilla, en Iturbide, con la comedia Oprimir no es gobernar; el 2 de Diciembre siguió Poyo en el Nacional, con El preceptor y su mujer, la zarzuela I Feroci Romani y el sainete Don Esdrújulo. El 4, y en honor de Mr. Seward, fué cantada la ópera Crispino e la Comare, por Manuela Gómez de Pineda, que se hizo aplaudir mucho en un entreacto con la polka Elisa, del maestro Manuel Meneses. El 5 dió Ana Cejudo su función de gracia, con Ardides de una mujer y la jota de El'táy el té cantada por Amalia Gómez y Concha Méndez. Despedida al fin la zarzuela dé Moreno, que en 14 de Noviembre dió su última función con Campanone; moderado el furor por las tandas, los amantes del arte dramático, bien que escasos, pudieron regocijarse con el anuncio de que el acreditado actor Eduardo González, tan simpático á México, abriría en la primera quincena de Diciembre, y en el teatro Nacional, una temporada cómica. Su compañía la formó con lo mejor existente en México, en materia de artistas, es B. H. T.—T. III.—10
decir, Pilar Belaval, la elegante dama, que así se distinguía en el drama como en la comedia; María de Jesús Servín, muy aplaudida en los caracteres dulces y tiernos; María Mayora, que interpretaba con naturalidad las graciosas; Merced Morales, el notable actor mexicano en quien iban reunidos el talento y la modestia; Muñoz, el simpático Muñocito, dueño del cariño del público desde su estreno en la Compañía de Carolina Civili; la Ramírez, graciosa y bella, y el galán joven, Alonso, del cual se hacían grandes elogios. Esa Compañía dio su primera función de abono, la noche del 12 de Diciembre, con la obra Virtud y libertinaje y la pieza Para mentir, las mujeres. ' 4 Por fin, decía Altamirano, el arte dramático ha vuelto ha ocupar la escena, usurpada por tanto tiempo por la zarzuela y el Can-cán Allí hemos vuelto á ver á Pilar Belaval, que hace llorar al público cuando quiere; á María Mayora, que le hace reír; á nuestra María Servín, la dama joven tan guapa, tan modesta y tan buena; á nuestro Morales, el distinguido artista mexicano; al pequeño Muñoz, tan notable en el género cómico, y á Rosario Muñoz, nuestra primera característica mexicana, y á Eduardo González, el estudioso actor, el buen caballero y el noble amigo. Sólo deseamos que el público no deje morir con su abandono á los que trabajan por restaurar el buen gusto en esta ciudad de México." Tales fueron las últimas palabras que acerca de nuestros teatros escribió el insigne Maestro Ignacio M. Altamirano, en sus amenas Crónicas Semanales de El Renacimiento, inmejorable periódico literario, que empezó y concluyó con el año de 1869. " E l objeto á que aspiramos al fundarle—decía el Maestro en su despedida,—que fué el de impulsar el progreso de la bella literatura en México, se halla completamente realizado; el movimiento literario que se nota por todas partes, es verdaderamente inaudito, y al desaparecer nuestro periódico, los que hemos escrito en él, llevamos la satisfacción, que no querrá negarnos la justicia pública, de haber contribuido empeñosamente á favorecer ese movimiento por cuantos medios nos han sido posibles, luchando con las dificultades que en nuestro país todavía son grandes para que una empresa literaria tenga éxito, y no perdonando sacrificios que, en nuestra humilde posición, fueron de alguna Cuantía." El distinguido literato, cuya nombradía han acrecentado los años y es al presente más indisputable que nunca, tenía motivos para estar satisfecho de su obra. Entre tantos timbres gloriosos como le ennoblecen, uno de los más legítimos lo es, sin duda, El Renacimiento. E n el proclaman su ciencia literaria, su buen gusto exquisito, su criterio imparcial y recto, sus bellas traducciones de los idilios de Gessner; sus composiciones Al Divino Redentor, El Atoyac, La salida del Sol, Las abejas, En su tumba y Pensando en ella; sus biografías de Di-
kens, Alcocer, López Cotilla, Fernando Orozco, Melesio Morales y Florencio del Castillo, y sus amenísimas Crónicas de la Semana. Esas crónicas son y quedarán siendo siempre, el modelo de las revistas de esa especie entre nosotros. Quien desee darse exacta cuenta de la vida de México en ese año, no necesita más que recorrer sus crónicas llenas de movimiento, de color, de sana crítica, de profunda filosofía. Todo se halla allí diestramente retratado; las fiestas de fin y principio de año, los Domingos de la Capital, el Carnaval, la Cuaresma, la Semana Santa, los aniversarios patrióticos, las típicas distracciones de Noviembre con sus visitas á los cementerios. Sus referencias á nuestros espectáculos, á las zarzuelas de Albisu y Gaztambide, á los festejos en honor del maestro Morales, á los horrores del Can-cán y de las caricaturas de Offembach, á los triunfos y fracasos de la gran Civili, álos conciertos de la Sociedad Filarmónica, al Circo de Chiarini y á la Compañía dramática de González, rebosan buen juicio y admirable estudio. No son menos notables sus párrafos dedicados á la enseñanza primaria y á los establecimientos benéficos y útiles, escuelas municipales y de la Compañía Eancasteriana, hospicios é instituciones particulares. Todo se encuentra allí registrado y estudiado en líneas breves, claras, precisas, con chispazos de genio. Algunas de esas revistas son únicas en su género, como las de las fiestas de Setiembre, con motivo de la inauguración de la línea de ferrocarril entre México y Puebla, efectuada el 16 de ese mes; es ella una sucesión de cuadros maestramente dibujados, en que se ven como de bulto la estación de Buenavista, el camino, el vagón de honor, las felicitaciones al Presidente en Apam, Santa Ana Chiautempan, Panzacola y la misma Puebla j las dificultades para los alojamientos y la esplendidez del alcanzado en el Palacio Episcopal, por atención del Sr. Canónigo Martiarena por los bohemios de la literatura y su querido jefe el Sr. Altamirano; nada más exacto y pintoresco que sus descripciones del baile en el Teatro de Guerrero, los banquetes en el Colegio del Estado, el del Gral. Alatorre, la Catedral, el palacio del Obispo, la Biblioteca,, el jardín de la Plaza, los teatros y el regreso á México después de los deliciosos días pasados en la ciudad ángelopolitana. E s del mismo modo notable su revista de las fiestas de Noviembre y Diciembre en honor de Mr. Seward y su comitiva en Chiarini, en Chapultepec, en Palacio, en los demás teatros, y sobre todo, en el Nacional, que brilló como pocas veces con su suntuoso baile del 9 de Diciembre en obsequio al viajero americano. Honran los dos tomos del Renacimiento las poetisas Soledad Mañero con un Delirio; María del Pilar Moreno con El tiempo que ya pasó; Esther Tapia con La Patria, A la Virgey María, El templo de la Imnortalidad y El Genio; Gertrudis Tenorio de Zavala con A mi Ma-
dre, La virtud y la belleza; Manuela Verna con Hoja seca y Flor marchita: Isabel Prieto de Landázuri con El Angel y El Niño, La Abuela, Unanoche, A Víctor Hugo, y sus traducciones del gran poeta francés, por este mismo celebradas y aplaudidas cuando años después la misma poetisa las presentó en París al insigne autor de los originales. La llegada de esta eminente poetisa á México fué una gran fiesta para la bohemia literaria de la Capital, que presidida por el Maestro fué en cuerpo á visitarla el domingo 5 de Setiembre de 1869, fecha inolvidable para el autor de este libro. H é aquí cómo Altamirano habló de ello en su Crónica del 11 de ese mes: " H a c e ya cerca de una semana que llegó á México la distinguida poetisa jalisciense D? Isabel Prieto de Landázuri, acompañando á su esposo el Sr. D. Pedro Landázuri, que viene á tomar asiento en el Congreso general. Tal noticia causó el mayor placer á sus admiradores y amigos, porque Isabel es una de esas joyas raras que se honra un país en poseer. E l domingo, un grupo de escritores y literatos, entre los que tuvimos el honor de contarnos, sé dirigió á la Ribera de San Cosme, donde está el alojamiento de la ilustre dama, y fué á darle la bienvenida y á ofrecerle los homenajes debidos á su talento y su nombre. Isabel nos recibió con exquisita finura y amabilidad, y los que n o la conocían quedaron encantados al ver que no habíamos exagerado al asegurarles que la modestia de la poetisa rayaba en humildad, lo cual es una virtud más que resplandece en la guirnalda que ciñe su inspirada frente." Verdadero repertorio de la literatura de esos días, El Renacimiento registra los nombres de los más distinguidos escritores mexicanos al pie de bellos artículos en prosa ó de inspiradas composiciones en verso. De Gonzalo Esteva están allí sus pequeñas novelas Amor que mata, Elena, Marta Ana, y Angela; sus artículos descriptivos de Alemania, Bélgica y Jalapa; sus composiciones Tú y Yo, Melancolía, Angela y La Conversión de Ornar. Su hermano Roberto contribuyó con su novela Una pasión italiana y sus poemas La jlor y la mariposa y Elegía. José T . de Cuéllarcon sus descripciones de El Real de Catorce, Santa María del Río, Ojocaliente y Gua?iajuato, y sus composiciones satíricas El Pollo y la Polla tempraneros, Manuel Flores con su Jamás, imitado de Campoamor, Mis sombras, Despierta, Un beso y Adiós á Jalapa. D. Manuel Orozco y Berra dio para el Renacimiento sus valiosos artículos sobre la Acuñación en México, y su curioso catálogo de Conquistadores de México. De Luis Gonzaga Ortiz, el príncipe de los poetas eróticos mexicanos, el ameno y entretenidísimo cronista, el buen amigo y el fino caballero, se incluyen allí artículos descriptivos tan galanos como el de Tivoh, y poemas tan tiernos, tan dulces, tan populares entre las da-
mas y los enamorados como un Adiós, Mi deseo, Balada, Una gota, Isabel y su bellísima traducción de la Primera Egloga, de Virgilio. El Dr. Manuel Peredo, maestro en el manejo del idioma, correcto como los más eximios prosistas españoles, ilustrado y sereno crítico, también dejó en El Renacimiento insuperable ejemplo de cómo deben escribirse las revistas de teatro y juzgarse el mérito de los autores dramáticos y encaminarse por recto sendero el gusto público. Entre sus trabajos poéticos allí publicados, brillan con los fulgores del genio, su traducción de La Pasión de Jesucristo, de Metastasio, la magnífica de un fragmento del Canto X X X I I I de El Infierno del Dante, sus odas A la noche y A la gratitud y su sátira El Can-cán. Francisco Pimentel, acredita sus vastos estudios y profundos conocimientos con su Biografía de Sorfuana, y su Descripción sinóptica de algunos idiomas indígenas de la República: lo mismo debe decirse del ameritadísimo Ignacio Ramírez con sus Estudios sobre Literatura, insertos en las páginas del notable semanario. De Justo Sierra, el poeta magnífico y grandilocuente orador y escritor en prosa, figuran allí sus bellos artículos Cristal de Bohemia, Vigilia, Gólgota, La Cascada de Tizapam, Lamartine, La Sirena, Castelar y Un episodio de la historia de los Reyes Católicos: de su digno y malogrado hermano Santiago, cuya pérdida nunca será bastante lamentada por sus amigos y por las letras, se leen en El Renacimiento sus artículos La caza del tigre, No me olvides, Sirio y las Pirámides de Egipto, y los poemas, El rey de los duendes, Oda á la Paz, Violetas, La flor de la inocencia y Libro del alma. José María Roa Bárcena adorna algunas páginas con un meditado estudio y juicio crítico de las poesías de Casimiro del Collado, y sus composiciones Duelo doméstico, Graziella, Paisaje, y sus primorosos sonetos, A un arroyo, La lluvia, Un árbol, y alguna otra escogida perla de su talento reservado y simpático. Compiten con los más exactos y pintorescos los cuadros de Eduardo Ruiz, descripción de Pátzcuaro, su lago y las ruinas de Huihuatzio. Sebastián Segura firma estimables traducciones de parábolas de Krummacher, d é l a Canción de la Campana, de Schiller; El sueño de Caín, El buen pastor, El buzo, El guante, La joven forastera y Fantasía fúnebre. Como sería demasiado largo entrar en mayores detalles, habremos de contentarnos con saber que en otras páginas de El Renacimiento figuran los autores y composiciones en prosa ó verso siguientes: Valentín Uhink, Origen de la imprenta, Curiosidades bibliográficas; Rafael Zayas Enríquez, foanisberg, La farocha, Rocío de primavera, La maldicióti del bardo; Manuel Acuña, Ya verás, Ya sé porqué es, doloras; José María Bandera, La Luna, Ayer y hoy, Amalia, A mi hija Olimpia, Oración del Huerto, Religión Cristiana y Su serenata; Casi-
miro del Collado, Jesús, Vehemencia; Alfredo Chavero, Oda al Dante; Antonio Domínguez, La caza de amor; Esteban González Verástegui, La coqueta y la abeja, La tertulia de los animales, apólogos escritos con mucho ingenio y gracia; Ricardo Ituarte, El León y una traducción de El lago, de Lamartine; Martín Jáuregui, Mi corazón y mi alma, A Víctor Hugo en la muerte de su hijo; Ignacio Mariscal, El cuervo, de Edgar A. Poe, traducción de muchísimo mérito por lo castizo del lenguaje, por lo fácil de la versificación y por la exactitud con que conserva las ideas y aun los giros propios del original: J u a n A . Mateos, Laflor del jazmín, Rosas hermanas; Ignacio Montes de Oca, Niobe, y Lajiebre á bordo, sonetos espléndidamente bellos, dignos de poeta tan egregio; Julián Montiel, El Salto de San Antón en Cuernavaca, Recuerdos de la Niñez; Manuel Olaguíbel, Mi tumba. Glosa de una copla de Jorge Manrique; Guillermo Prieto, En su jardín. Un baile; José Rosas, el dulce y amable amigo de los niños, En la tumba de Juan Valle, Moisés en el Nilo, A Elisa; Alfredo Torroella, La balada de los desterrados; Francisco Villalobos, El amor muerto; J u a n Clemente Zenea, En elmar, y Degradación; Ignacio Cornejo, sus muy curiosas Efemérides mexicanas-, Emilio Rey, su novela Amor de Angel, y otros varios con diversas recomendables composiciones. Eos dos tomos de El Renacimiento están ilustrados con buenas estampas litográficas representando Antigüedades de Jonuta; las Cascadas de Tívoli; Heidelberg y su Gran Tonel; la Cascada de Tizapam; el Puente de Santa Cruz en el ramal férreo de Puebla; Jalapa; la Cascada de Regla; el desastre ocurrido el 17 de Junio en la línea del Ferrocarril de Veracruz, en el punto llamado la Barranca del Muerto; el Puente de Metlac; el desastre á su turno acontecido en el Ferrocarril de Tlálpatn, llamado por sus frecuentes descarrilamientos y por lo mucho que de él hacía hablar, La Burra de Balaam, apenas trascurrido un mes de la catástrofe de la Barranca del Muerto; el Volcán de Colima en erupción; un cenador del Tívoli de San Cosme, llamado El Robinsón; Cuernavaca; retratos de Carlos Dikens, Vidal Alcocer, ilustre propagador de la instrucción pública y fundador de las escuelas de la Sociedad de Beneficencia; Manuel López Cotilla, apóstol jalisciense de la civilización; Fernando Orozco, distinguido autor de la bellísima novela Guerra de Treinta años; Rafael Roa Barcena, autor de notables obras de abogacía y de las amenas Cartas á Josefina, vulgarizando los fenómenos y bellezas físicas, los secretos de artes y mecánica y los preceptos de la más sana moral; Hernán Cortés; Melesio Morales; Lamartine; Carolina Civili; Castelar; Florencio M. del Castillo, inmortalizado por sus bellísimas leyendas El cerebro y el corazón, La Corona de Azucenas, Hasta el cielo y La Hermana de los Angeles, que le han valido el ser llamado el Balzac de México. En el mismo periódico literario publicó Justo Sierra su novela El
Angel del Porvenir, que no se encuentra en ninguno de los dos tomos por haberse impreso en pliegos separados para facilitar su encuadernación independiente, y el Maestro Ignacio Altamirano dió también allí al público su interesante novela Clemencia que, como vulgarmente se dice, cierra con broche de oro aquel importantísimo semanario de literatura, al que unieron sus nombres, por sus esfuerzos y empeño en sostenerle, los entendidos editores mexicanos Díaz de Eeón y White. La última lámina litogràfica del Retiacimiento, dió el retrato del insigne escritor y periodista D. Francisco Zarco, muerto en México á las 6 y media de la mañana del 22 de Diciembre de 1869, con duelo general, unánime, de cuantos en él admiraron al verdadero patriota, al sincero liberal, al incomparable periodista y al distinguidísimo literato. Sin duda podrán producirse mejores semanarios de literatura que El Renacimiento, cuando México cuente con mejores hombres de letras que los fundadores y mantenedores de aquél; pero hasta hoy ninguno le ha superado, ni en la cantidad de firmas distinguidas, ni en la calidad de los escritos, casi en su totalidad esencialmente nacionales y suscritos por hombres de todos los campos políticos, desde aquel que produce obispos, hasta aquel en que han desplegado su fanatismo liberal, no menos dañoso que el retrógrado, los libre-pensadores. El Renacimiento fué un verdaderamente neutral palenque en que desplegaron sus opuestas divisas y sus contrarios colores, los paladines de todas las comuniones políticas y religiosas, para retirarse, una vez terminadas las justas, todos amigos y todos satisfechos de haber, en la medida de sus fuerzas, fomentado la literatura y hecho honor á la patria.
C A P I T U L O VIII
187©. Al dar principio el año de 1870, trabajaban con varia fortuna, en el Teatro Hidalgo, una modestísima Compañía Dramática; en el de Iturbide la de Juan Martínez, Felipe Ríos y Sofía Calderón, hija del ilustre poeta autor de El Torneo; en el Circo Chiarini, los acróbatas dirigidos por José Camilo Rodríguez y los hermanos Buyslai, y en el Nacional, el muy estimable cuadro de Eduardo González. Todos ellos
miro del Collado, Jesús, Vehemencia; Alfredo Chavero, Oda al Dante; Antonio Domínguez, La caza de amor; Esteban González Verástegui, La coqueta y la abeja, La tertulia de los animales, apólogos escritos con mucho ingenio y gracia; Ricardo Ituarte, El León y una traducción de El lago, de Lamartine; Martín Jáuregui, Mi corazón y mi alma, A Víctor Hugo en la muerte de su hijo; Ignacio Mariscal, El cuervo, de Edgar A. Poe, traducción de muchísimo mérito por lo castizo del lenguaje, por lo fácil de la versificación y por la exactitud con que conserva las ideas y aun los giros propios del original: J u a n A . Mateos, Laflor del jazmín, Rosas hermanas; Ignacio Montes de Oca, Niobe, y Lajiebre á bordo, sonetos espléndidamente bellos, dignos de poeta tan egregio; Julián Montiel, El Salto de San Antón en Cuernavaca, Recuerdos de la Niñez; Manuel Olaguíbel, Mi tumba. Glosa de una copla de Jorge Manrique; Guillermo Prieto, En su jardín. Un baile; José Rosas, el dulce y amable amigo de los niños, En la tumba de Juan Valle, Moisés en el Nilo, A Elisa; Alfredo Torroella, La balada de los desterrados; Francisco Villalobos, El amor muerto; J u a n Clemente Zenea, En elmar, y Degradación; Ignacio Cornejo, sus muy curiosas Efemérides mexicanas-, Emilio Rey, su novela Amor de Angel, y otros varios con diversas recomendables composiciones. Eos dos tomos de El Renacimiento están ilustrados con buenas estampas litográficas representando Antigüedades de Jonuta; las Cascadas de Tívoli; Heidelberg y su Gran Tonel; la Cascada de Tizapam; el Puente de Santa Cruz en el ramal férreo de Puebla; Jalapa; la Cascada de Regla; el desastre ocurrido el 17 de Junio en la línea del Ferrocarril de Veracruz, en el punto llamado la Barranca del Muerto; el Puente de Metlac; el desastre á su turno acontecido en el Ferrocarril de Tlálpatn, llamado por sus frecuentes descarrilamientos y por lo mucho que de él hacía hablar, La Burra de Balaam, apenas trascurrido un mes de la catástrofe de la Barranca del Muerto; el Volcán de Colima en erupción; un cenador del Tívoli de San Cosme, llamado El Robinsón; Cuernavaca; retratos de Carlos Dikens, Vidal Alcocer, ilustre propagador de la instrucción pública y fundador de las escuelas de la Sociedad de Beneficencia; Manuel López Cotilla, apóstol jalisciense de la civilización; Fernando Orozco, distinguido autor de la bellísima novela Guerra de Treinta años; Rafael Roa Barcena, autor de notables obras de abogacía y de las amenas Cartas á Josefina, vulgarizando los fenómenos y bellezas físicas, los secretos de artes y mecánica y los preceptos de la más sana moral; Hernán Cortés; Melesio Morales; Lamartine; Carolina Civili; Castelar; Florencio M. del Castillo, inmortalizado por sus bellísimas leyendas El cerebro y el corazón, La Corona de Azucenas, Hasta el cielo y La Hermana de los Angeles, que le han valido el ser llamado el Balzac de México. En el mismo periódico literario publicó Justo Sierra su novela El
Angel del Porvenir, que no se encuentra en ninguno de los dos tomos por haberse impreso en pliegos separados para facilitar su encuadernación independiente, y el Maestro Ignacio Altamirano dió también allí al público su interesante novela Clemencia que, como vulgarmente se dice, cierra con broche de oro aquel importantísimo semanario de literatura, al que unieron sus nombres, por sus esfuerzos y empeño en sostenerle, los entendidos editores mexicanos Díaz de Eeón y White. La última lámina litogràfica del Retiacimiento, dió el retrato del insigne escritor y periodista D. Francisco Zarco, muerto en México á las 6 y media de la mañana del 22 de Diciembre de 1869, con duelo general, unánime, de cuantos en él admiraron al verdadero patriota, al sincero liberal, al incomparable periodista y al distinguidísimo literato. Sin duda podrán producirse mejores semanarios de literatura que El Renacimiento, cuando México cuente con mejores hombres de letras que los fundadores y mantenedores de aquél; pero hasta hoy ninguno le ha superado, ni en la cantidad de firmas distinguidas, ni en la calidad de los escritos, casi en su totalidad esencialmente nacionales y suscritos por hombres de todos los campos políticos, desde aquel que produce obispos, hasta aquel en que han desplegado su fanatismo liberal, no menos dañoso que el retrógrado, los libre-pensadores. El Renacimiento fué un verdaderamente neutral palenque en que desplegaron sus opuestas divisas y sus contrarios colores, los paladines de todas las comuniones políticas y religiosas, para retirarse, una vez terminadas las justas, todos amigos y todos satisfechos de haber, en la medida de sus fuerzas, fomentado la literatura y hecho honor á la patria.
C A P I T U L O VIII
187©. Al dar principio el año de 1870, trabajaban con varia fortuna, en el Teatro Hidalgo, una modestísima Compañía Dramática; en el de Iturbide la de Juan Martínez, Felipe Ríos y Sofía Calderón, hija del ilustre poeta autor de El Torneo; en el Circo Chiarini, los acróbatas dirigidos por José Camilo Rodríguez y los hermanos Buyslai, y en el Nacional, el muy estimable cuadro de Eduardo González. Todos ellos
anunciaban al final de sus funciones el celebérrimo Can-cán, para cuya exhibición el último director empresario citado, hizo disponer una vistosa decoración que llamaba gran salón Mabille, y era el término obligado de casi todas las funciones, aun las de magia en las tardes, concurridas casi exclusivamente por niños. Con este motivo, El Siglo Diez y Nueve decía con justicia: "Cuando el público se componga de gente entrada en años, pase el Can-cán; pero cuando se componga, como el domingo, de inocentes criaturas, ¿para qué enseñarles todas esas cabriolas deshonestas que se graban en su imaginación ? La Torreblanca y Tranquilino están haciendo tales modificaciones y fiorituri al dichoso baile de Mabille, que no lo conocería ni la misma Rigolboche; esos saltos de conejo, ese blandir de piernas sobre el hombre inclinado, ni es gracioso, ni es para la escena del Teatro Nacional." Inconducente, encuentro abusar de mis lectores y de la abundancia de datos, copiando aquí los títulos de todas las obras que se ponían en escena por el cuadro de Eduardo González, y por lo mismo, sólo haré cita de las que ofrezcan alguna causa especial para ello. E n 16 de Enero se estrenó la comedia de Larra, Flores y perlas, que pareció soporíficamente fastidiosa, y el 18, u n drama de Victoriano Sardou, traducido por D. Patricio de la Escosura, con el título de Los solterones. La obra gustó á las gentes de letras, pero no al público en general, á pesar de su buen desempeño por González, que caracterizó el Don Carlos con despejo y seguridad; por «Muñoz, que estuvo magnífico en el tipo del barón reumático, miope y cínico; por la Belaval y por la Servín, esta última notable en su papel de ingenua. En compensación del éxito mediano de Los solterones, la comedia de Eguilaz ya cien veces repetida, Los soldados de plomo, n o gustó á las gentes de letras, pero sí fué muy aplaudida por el público en general. Buscando novedades que acreciesen sus entradas, que no eran muchas porque los negocios públicos andaban mal y dinero faltaba al gobierno para pagar tropas que lo defendiesen, y tenía á l o s empleados á la cuarta pregunta, el activo Eduardo González ideó introducir en México las Revistas de espectáculos, tan usuales en Europa, y mandó construir trastos y trajes muy vistosos, y encomendó al excelente escenógrafo italiano Fontana, de paso en México, le pintase una muy bella decoración para el cuadro final de la nueva pieza. Listo ya todo, el pronunciamiento del Coronel Aguirre, iniciado el 15 de Diciembre anterior en San Luis, secundado por el Gral. Martínez y fortalecido con la adhesión del Gobernador y de la Legislatura de Zacatecas, se ramificó en los Estados de México, Hidalgo y Morelos, y de unos ó de otros, fué pasando á los de Puebla, Veracruz y Jalisco. Por cierto que con motivo de un pronunciamiento que hubo en Orizaba, pereció el distinguido é ilustrado joven escritor Joaquín Arró-
niz muerto á consecuencia de un balazo que recibió estando en la Secretaría del Ayuntamiento, que tenía á su cargo, disparado a lo que se presume, desde la torre de la Iglesia parroquial. Arrómz fue autor de una notabilísima Historia de Orizaba y de un buen Compendio de Geografía, entre otros muchos trabajos que acreditaron su ciencia y su buen gusto literario. No quiero escribir historia y menos la contemporánea, y no tengo por qué referir cómo el Gobierno de D Benito Juárez vino al fin á triunfar de aquella revolución, que desplego imponentes y formidables elementos. Pero mientras los Grales. Escobedo, Rocha y Riva Palacio obtenían esas victorias, en México se puso todo malo, el Gobierno creyó conveniente restringir algunas libertades, y el temor de incurrir en alguna pena, por causa délas muchas alusiones políticas que la pieza teatral contenía, hizo al director empresario pensaren suspender su estreno y representaciones. Pero los gastos habían sido relativamente fuertes, y el retardo hacía perder su oportunidad á la Revista, razones por las cuales se resolvió ponerla en escena, con multitud de cortes y mutilaciones aconsejadas por la prudencia; á pesar de esto, el maestro Melesio Morales, que fué el autor de los números de música, no se atrevió á darles su nombre. Con tales precedentes, la Revista de 1869, se estrenó en la noche del domingo 30 de Enero de 1870. De ella dijo Altamirano, en su Crónica de la Semana, pubhcada en El Siglo: " E l Gran Teatro Nacional presentó el domingo pasado, una novedad que no tuvo más objeto que divertir. Tal es la Revista de 1869. En Madrid los caprichos dramáticos de esta especie son ya muy conocidos, y jamás acaba un año sin que tres ó cuatro Revistas, á cual más satírica é ingeniosa, se pongan en escena. La Revista es verdaderamente una ligera sátira, y á veces una simple descripción de los sucesos que han tenido lugar ó se han desarrollado con más fuerza en el año respectivo; de modo que este capricho es uno de tantos trajes que reviste en nuestra época la sátira política y moral, que humilde apólogo allá en los antiguos tiempos y bajo el régimen de la tiranía y de la ignorancia, hoy invade la escena teatral, así como el periodismo, y aprovecha todos los elementos de publicidad. Hará mal y n o dará pruebas de discreción, quien busque en un capricho dramático como el de que hablo, el asunto y la forma de una comedia ó de un drama; perdería su latín quien se pusiera á buscar defectos en una obra que, por su naturaleza, 110 tiene pretensiones. Una Revista es un pasatiempo de un día, que ni se hace con el objeto de buscar la inmortalidad, ni sirve para otra cosa que para soltar tres ó cuatro pullas al galope, por decirlo así. " L a que se puso en escena en el Teatro Nacional, es obra de E n rique de Olavarría. E l público la aplaudió bastante, porque en efecto, E. H. T.—X. ni.—11
es ingeniosa, picante, sin ser grosera, y está escrita en deliciosos versos. La situación especial de Enrique en México, es decir, su calidad de extranjero y el ser uno de los pocos que profesan un cariño profundo a la patria que les recibe, fueron obstáculos, como era muy natural, para que el poeta pudiera hacer una sátira verdaderamente punzante, que hubiera hecho furor en nuestro público. Enrique es tan tímido á ese respecto, y desea evitar de tal modo aun el más ligero ataque á nuestra susceptibilidad, que no quiso conservar en su Revista ni aun algunas pequeñas alusiones á la política, que pudieran haberse interpretado malignamente. Como quiera que sea, Olavarría ha sido el primero en presentar este juguete teatral en nuestra escena Ya vendrán otros que puedan y sepan dar un latigazo en cada palabra, y lograr, como Aristófanes, levantar una picota en la escena para los vicios de los contemporáneos y para las necedades de los compatriotas. "Notamos que la música que se compuso para la Revista, es algo sena y demasiado científica para u n juguete semejante. Sin embargo sena injusto omitir el debido elogio que merecen algunas piezas, como la obertura, el coro de las jeringas ó las contribuciones, y la canción de la polla." E n las subsiguientes repeticiones, la segunda de las piezas citadas, llegó á adquirir cierta popularidad, y aun se hizo neces a n o imprimirla, arreglada para piano. E l mes de Febrero de ese año de :87o fué terriblemente funesto para nuestros teatros: el día 16, miércoles, á las 6 de la mañana, falleció en el departamento exterior que en el edificio del Teatro de Iturbide le servía de habitación, el ilustre y benemérito D. Francisco Arbeu, el carácter más emprendedor, laborioso y perseverante de que ofrecen ejemplo nuestros fastos teatrales. Guatemalteco de ongen y venido muy joven á México, fué aquí umversalmente querido y respetado por su clara inteligencia, su fina educación, proverbial honradez y generosos sentimientos, que siempre le hicieron posponer su interés personal al de sus conciudadanos por adopción E l proyectó y construyó los teatros Nacional y de Iturbide y la línea del ferrocarril de México á Tlálpam, y después de haber hecho varias fortunas ajenas, sacrificando en ello su capital, su tiempo y su salud vino a monr decepcionado y pobre, legando por todo patrimonio á su virtuosa familia la honra inmaculada de su nombre. " E l Sr Arbeu, decía Altamirano, hubiera sido por su carácter, por sus trabajos y por su constancia, notable en cualquier país, pero lo fué mucho más en el nuestro, en que el don de iniciativa, el espíritu de empresa y la virtud de la perseverancia en los propósitos, son de una rareza que espanta." Eos restos del venerable anciano fueron conducidos á San Fernando á las 9 de la mañana del jueves 17 de Febrero, acompañando al fúnebre convoy una numerosa comitiva de amigos y ad-
miradores de la virtud. D. Francisco Arbeu tenía al morir setenta y cuatro años de edad. El mismo día, miércoles 16, en que falleció Arbeu, la muerte, que, según la bellísima frase del Maestro, es una noche que no siempre se&anuncia con crepúsculo, hirió de un modo súbito, inesperado, la vida de otro ilustre campeón del arte, cuyos lauros sólo han tenido competidor en otro adalid como él ilustre, en el inolvidable Antonio Castro. Preparábase la función á beneficio de Eduardo González, que debía estrenar una magnífica traducción que el Dr. Manuel Peredo había hecho del drama en cinco actos intitulado El Duelo, original de Paolo Ferrari, escritor italiano nacido en Módena el 5 dé Abril de 1822 y uno de los mejores autores dramáticos contemporáneos, perspicaz observador, notable por la viveza y animación de sus diálogos y por lo bien llevado de sus caracteres que trataba á la manera de Goldoni, si bien abundan en sus dramas situaciones exageradas y fuera de la verdad. La traducción hecha por el Dr. Peredo era, repito, inmejorable, y por esto y por la belleza del original, el distinguido actor Eduardo González habíale dedicado particular estudio, y con él toda su Compañía. El beneficio estaba anunciado para la noche del jueves 17, y el beneficiado, y sus compañeros y sus amigos, se prometían el más ruidoso éxito en vista de lo perfecto que resultó el ensayo en el medio día del miércoles. Para pulirle más aún, el director citó á otro nuevo ensayo, que, con carácter de general, se verificaría á las 7 de la noche en presencia de varios periodistas y literatos. A la hora de la cita actores é invitados fueron llegando con el apresuramiento de la curiosidad, y sólo faltaba Merced Morales encargado del papel de Mario Aman, uno de los más interesantes y difíciles de la obra, tan bien comprendido por el actor mexicano, que cuantos presenciado habían los ensayos, aseguraban que él sería la mejor creación del experto artista. Pronto explicó su falta la noticia de que, hallándose Merced Morales en una visita, como á las seis de la tarde, repentinamente se sintió ahogarse, púsose en pie y cayó desplomado: según unas opiniones, el actor había sufrido un ataque de apoplegía fulminante; según otras, habíasele roto un vaso del corazón. El hecho es que Morales, bañado en sangre, era un cadáver. E l insigne actor, que había con su talento mantenido en perpetuos verdor y lozanía los laureles del arte mexicano sembrados por Antonio Castro, vivía de mucho tiempo atrás en la más absoluta pobreza, y sólo Dios sabe cuántos sacrificios le costaba el mantenerse á sí mismo, y el mantener á su esposa y á sus hijos. E n cierta ocasión, en que el Maestro Altamirano, como cronista
de El Siglo, le reprochó alguna distracción en la escena, Morales buscó al severo censor y le reveló que en esa noche se había presentado en las tablas sin haber probado alimento alguno en el día. Así lo refiere Altamirano y añade: " E a miseria tiene su pudor, me dijo, y yo no puedo contar esto á todo el mundo; pero al amigo íntimo, al hermano del artista, sí puedo revelárselo como un desahogo y no como una queja. Así me p a s a . " Eduardo González que lo sabía bien, pues él no andaba mejor, atendió á todo con fraternal solicitud; empezó por transladar el cadáver á la casa de la afligida familia, auxilió á ésta en cuanto pudo, y abrió en el acto una suscrición para cubrir los gastos del entierro, que con la más imponente solemnidad se verificó el jueves 17. E l Comandante general del Distrito, Gral. D. Alejandro García, envió una música militar para que acompañase el cadáver: la Sociedad de Beneficencia mandó una comisión de alumnos de la casa de San Gregorio; muchas personas pertenecientes á los mejores círculos formaron parte de la comitiva ó enviaron sus carruajes, y un gran número de artesanos y gentes de la clase pobre aumentó el acompañamiento de los actores y literatos que llevaban á San Fernando los restos del artista. En el panteón de San Fernando y antes de darles sepultura, se prpnunciaron discursos y se recitaron poesías por diversas personas, siendo el primero en hablar el Maestro Altamirano, que produjo uno de esos admirables discursos que tan justamente han hecho se le estime como uno de los más ilustres oradores mexicanos. Justo Sierra leyó después así: " E l rayo que aquí vierte el sol del Arte, es la gota de oro desprendida del puro lacrimario de la gloria, blanca aureola de luz entretejida á una gasa mortuoria; es la inmensa diadema con que un pueblo de un muerto rey coronará la frente, mientras el corazón adolorido contempla tristemente la huella del amigo que ha perdido. " E r a un águila ayer. Su voz vibraba como cuerda de bronce del drama excelso en la gigante lira, y su noble talento arrebataba un vítor á los pechos mexicanos, vítor inmenso que al pasar dejaba una hoja de laurel entre sus manos.
" Y el corazón sangrando, y con el pecho destrozado por íntimos dolores, el regio atleta convertir sabía en risa su dolor, su llanto en flores; y á la gloria esas flores ofrecía, y sacudiendo altivo su cadena, con su sangre de mártir esculpía su nombre sobre el mármol de la escena. " E s e nombre allí está y aquí su tumba. . . . E l poder implacable de la muerte ayer lo arrebató, pero la suerte que se lleva un cadáver, deja un lauro • en su luctuosa y fúnebre carrera, como el símoun que arroja en el desierto una semilla, y en su paso incierto se levanta altanera, inmensa flor del viento, la palmera. "Queda en paz nuestro hermano, nuestro amigo, á quien Dios del pesar ha libertado; de hoy en más, t u recuerdo consagrado por el dolor del pueblo, será eterno fanal de luz del templo de la g l o r i a . . . . "Descansa: tu memoria guardamos del recuerdo entre las flores. Como un girón del iris de los cielos la bandera de México reclina su mágica guirnalda de colores sobre su cuerpo f r í o . . . . y entretanto, queda sobre los paños funerales, al par de nuestro llanto, una eterna corona de inmortales."
¡Feliz, después de todo, el muerto que es llorado en versos tan magníficos, y honrado con tan grandiosos pensamientos como los que forman esa hermosa improvisación del eminente poeta Justo Sierra! Hablaron después Gustavo Baz, Alfredo Torroella, Eduardo González y algún otro de mucho menores méritos, y la losa funeral cubrió aquel cuerpo de un eminente artista y de un hombre inmejorable. ¡Cuán grato es aún su recuerdo á mi memoria que no flaquea jamás para los seres de mi cariño! Suspendida, con motivo del fallecimiento de Arbeu y de Morales, la función á beneficio de Eduardo González, anunciada para el 17, se dio en la noche del viernes 18, logrando justos aplausos el simpático
artista español, el drama de Paolo Ferrari y su distinguido traductor Manuel Peredo. Después dió su función de gracia Pilar Belaval con la comedia Miss Susana y la suya Antonio Muñoz con El primo y el relicario. Estas funciones, y la espantosa caída que Adolfo Buyslai, el popular gimnasta, se dió el domingo 27 de Febrero en la Plaza de Toros del Paseo al ascender, cogido de un trapecio suspendido á guisa de canastilla en un globo aerostático, fueron las novedades únicas dignas de mención en la temporada anterior á la Cuaresma. Por esos días se supo con regocijo en México, que la distinguidísima artista Angela Peralta había con gran éxito presentádose al público madrileño en el Teatro de la Zarzuela, sito en la calle de Jovellanos, con la protagonista de la ópera Lucia, que tan maravillosamente cantaba. Esa presentación la hizo en la noche del 15 de Diciembre de 1869, secundada por el tenor Campanini, el barítono Lenggi y el bajo Marconi, todos muy inferiores á ella. El éxito artístico de Angela fué esplendidísimo, y toda la prensa periodística de la Capital de la entonces República Española, la calificó de prodigiosa cantante y la celebró al igual de las famosas artistas allí tan queridas, la Penco y la Patti. Eos aplausos obtenidos en Lucia, Sonámbula y El Barbero, le valieron ser contratada por el empresario Robles para dar algunas funciones en el Gran Teatro de la Plaza de Oriente, en el que se presentó con Lucía en la noche del 12 de Marzo de 1870 con los eminentísimos Tamberlick y Squarcia. Cantó después Los Puritanos en la noche del 26, y con una repetición de esta gran ópera de Bellini, se despidió del público madrileño. " N u n c a hemos oído cantar con tanta animación y brillantez á tan notable artista:—dijo un periódico de la villa—cantó magistral mente la polaca; en el rondó hizo prodigios de agilidad, y el público la colmó de aplausos, arrojó á la escena infinitos ramos de flores y la hizo salir cuatro veces á recibir las entusiastas aclamaciones de la sala entera. En el duetto final con Tamberlick estuvo la Peralta inimitable en expresión y recibió infinitas demostraciones del aprecio y cariño con que se le ha premiado lo mucho que h a sabido elevarse en Lucia, Sonámbida y Puritanos. Deseamos feliz viaje á tan distinguida artista." Reanudemos nuestra narración. El jueves 10 de Marzo, y á los doce días de recibido el espantoso golpe en la Plaza del Paseo, falleció el simpático gimnasta Adolfo Buyslai: la sociedad mexicana y las colonias extranjeras acudieron en auxilio de la familia, engrosando una suscrición abierta en su favor. También hicieron lo mismo una y otras con la de Merced Morales, contribuyendo á ésta D. Benito Juárez, Presidente de la República, con un fuerte donativo, acompañado de una bondadosa esquela. Eduardo González tuvo el gusto de que su activa propaganda en favor de la esposa é hijos del artista su compañero, diese notables provechos, y, para acrecerlos, dispuso
una gran función que se verificó el jueves 17 del citado Marzo en el Teatro Nacional. Todas las localidades se vieron ocupadas por lo muy escogido de la sociedad mexicana, á la cual el actor español ofreció el estreno del drama nuevo y original de Justo Sierra, intitulado Piedad, cuya acción comienza en México, y, sin interrumpir la unidad de tiempo, se desenlaza rápidamente en Tacubaya. Ea obra, no exenta de defectos, pero sembrada de bellezas de primer orden, gustó mucho y fué muy aplaudida, especialmente en su segundo acto, que es magnífico, y por lo fuerte y terrible de sus situaciones casi toca en lo trágico. El público acogió el drama con entusiasmo y llamó al autor al palco escénico, colmándolo de aplausos: la ejecución fué excelente por González y la Belaval; la Servín tuvo arranques de consumada actriz; la Mayora, Muñoz, Mata y Rodríguez trabajaron muy bien. Al estreno de la Piedad, de Justo Sierra, siguió la apoteosis de Merced Morales, cuyo retrato fué presentado en una especie de altar que rodeaban todos los miembros de la compañía González, y otros muchos que, sin pertenecer á ella, quisieron rendir tributo de cariño al infortunado artista, como por ejemplo, María Cañete, su compañera en campañas de muchos años; Ana Cejudo, Concha Méndez y Joaquín Ruiz. Después de una pieza de Planas ejecutada por la orquesta, Eduardo González recitó unas hermosas quintillas del Sr. D. Sebastián de Mobellán; Ana Cejudo leyó unas octavas; el poeta Emilio Rey una inspirada oda compuesta por él; otra muy tierna y sentida el Sr. D. Ignacio Tenorio Suárez; María de Jesús Servín dijo unos versos de Justo Sierra: Manuel Acuña, que de poco tiempo atrás había empezado á llamar la atención con algunas composiciones de una extraordinaria entonación varonil, leyó á su vez una oda pronunciadamente materialista; le siguió el joven Santa María, y cerró las lecturas el simpático y distinguido poeta cubano Alfredo Torroella con unas quintillas, aplaudidas con frenesí, que decían: "¿A quién lloráis? ¿A un actor? Cantarle será mejor, pues salva abismos de penas el que rompe las cadenas de este mundo engañador. " D e la gloria la conquista no se alcanza en la materia de sociedad egoísta, que da por trono al artista el jergón de la miseria. "Nadie calma su quebranto, nadie atiende á su vigilia,
artista español, el drama de Paolo Ferrari y su distinguido traductor Manuel Peredo. Después dió su función de gracia Pilar Belaval con la comedia Miss Susana y la suya Antonio Muñoz con El primo y el relicario. Estas funciones, y la espantosa caída que Adolfo Buyslai, el popular gimnasta, se dió el domingo 27 de Febrero en la Plaza de Toros del Paseo al ascender, cogido de un trapecio suspendido á guisa de canastilla en un globo aerostático, fueron las novedades únicas dignas de mención en la temporada anterior á la Cuaresma. Por esos días se supo con regocijo en México, que la distinguidísima artista Angela Peralta había con gran éxito presentádose al público madrileño en el Teatro de la Zarzuela, sito en la calle de Jovellanos, con la protagonista de la ópera Lucía, que tan maravillosamente cantaba. Esa presentación la hizo en la noche del 15 de Diciembre de 1869, secundada por el tenor Campanini, el barítono Eenggi y el bajo Marconi, todos muy inferiores á ella. E l éxito artístico de Angela fué esplendidísimo, y toda la prensa periodística de la Capital de la entonces República Española, la calificó de prodigiosa cantante y la celebró al igual de las famosas artistas allí tan queridas, la Penco y la Patti. Eos aplausos obtenidos en Lucía, Sonámbula y El Barbero, le valieron ser contratada por el empresario Robles para dar algunas funciones en el Gran Teatro de la Plaza de Oriente, en el que se presentó con Lucía en la noche del 12 de Marzo de 1870 con los eminentísimos Tamberlick y Squarcia. Cantó después Los Puritanos en la noche del 26, y con una repetición de esta gran ópera de Bellini, se despidió del público madrileño.' " N u n c a hemos oído cantar con tanta animación y brillantez á tan notable artista:—dijo un periódico de la villa—cantó magistralmente la polaca; en el rondó^ hizo prodigios de agilidad, y el público la colmó de aplausos, arrojó á la escena infinitos ramos de flores y la hizo salir cuatro veces á recibir las entusiastas aclamaciones de la sala entera. En el duetto final con Tamberlick estuvo la Peralta inimitable en expresión y recibió infinitas demostraciones del aprecio y cariño con que se le ha premiado lo mucho que ha sabido elevarse en Lucía, Sonámbula y Puritanos. Deseamos feliz viaje á tan distinguida artista." Reanudemos nuestra narración. E l jueves 10 de Marzo, y á los doce días de recibido el espantoso golpe en la Plaza del Paseo, falleció el simpático gimnasta Adolfo Buyslai: la sociedad mexicana y las colonias extranjeras acudieron en auxilio de la familia, engrosando una suscrición abierta en su favor. También hicieron lo mismo una y otras con la de Merced Morales, contribuyendo á ésta D. Benito Juárez, Presidente de la República, con un fuerte donativo, acompañado de una bondadosa esquela. Eduardo González tuvo el gusto de que su activa propaganda en favor de la esposa é hijos del artista su compañero, diese notables provechos, y, para acrecerlos, dispuso
una gran función que se verificó el jueves 17 del citado Marzo en el Teatro Nacional. Todas las localidades se vieron ocupadas por lo muy escogido de la sociedad mexicana, á la cual el actor español ofreció el estreno del drama nuevo y original de Justo Sierra, intitulado Piedad, cuya acción comienza en México, y, sin interrumpir la unidad de tiempo, se desenlaza rápidamente en Tacubaya. Ea obra, no exenta de defectos, pero sembrada de bellezas de primer orden, gustó mucho y fué muy aplaudida, especialmente en su segundo acto, que es magnífico, y por lo fuerte y terrible de sus situaciones casi toca en lo trágico. E l público acogió el drama con entusiasmo y llamó al autor al palco escénico, colmándolo de aplausos: la ejecución fué excelente por González y la Belaval; la Servín tuvo arranques de consumada actriz; la Mayora, Muñoz, Mata y Rodríguez trabajaron muy bien. Al estreno de la Piedad, de Justo Sierra, siguió la apoteosis de Merced Morales, cuyo retrato fué presentado en una especie de altar que rodeaban todos los miembros de la compañía González, y otros muchos que, sin pertenecer á ella, quisieron rendir tributo de cariño al infortunado artista, como por ejemplo, María Cañete, su compañera en campañas de muchos años; Ana Cejudo, Concha Méndez y Joaquín Ruiz. Después de una pieza de Planas ejecutada por la orquesta, Eduardo González recitó unas hermosas quintillas del Sr. D. Sebastián de Mobellán; Ana Cejudo leyó unas octavas; el poeta Emilio Rey una inspirada oda compuesta por él; otra muy tierna y sentida el Sr. D. Ignacio Tenorio Suáj-ez; María de Jesús Servín dijo unos versos de Justo Sierra: Manuel Acuña, que de poco tiempo atrás había empezado á llamar la atención con algunas composiciones de una extraordinaria entonación varonil, leyó á su vez una oda pronunciadamente materialista; le siguió el joven Santa María, y cerró las lecturas el simpático y distinguido poeta cubano Alfredo Torroella con unas quintillas, aplaudidas con frenesí, que decían: "¿A quién lloráis? ¿A un actor? Cantarle será mejor, pues salva abismos de penas el que rompe las cadenas de este mundo engañador. " D e la gloria la conquista no se alcanza en la materia de sociedad egoísta, que da por trono al artista el jergón de la miseria. " N a d i e calma su quebranto, nadie atiende á su vigilia,
porque sufre tanto y tanto que sólo herencia de llanto legar puede á su familia. " E l hombre al verlo pasar, en imbécil sonreír, hasta se llega á pencar que porque sabe fingir nunca ha sabido llorar. " Y al verle en gozo profundo siempre de la gloria en pos marchar sobre el vicio inmundo, ¡es cómico!—dice el mundo, ¡es mártir!—responde Dios. "Derramad vuestras canciones en su tumba, mexicanos; ornadla en negros crespones, que al honrar á sus hermanos son más grandes las naciones. "Si á su patria inmortaliza no se lleve el Aquilón la memoria y la ceniza, del nieto de Gorostiza, del hijo de Calderón. "Mientras el mundo traidor se ríe del sentimiento, diga vuestro sufrimiento que los que honran el valor saben honrar el talento. " Y tú que lees el arcano profundo del infinito, recibe, actor mexicano, la lágrima de un hermano, la bendición de un proscrito." Para concluir, Eduardo González, que se hallaba bajo la influencia de una emoción vivísima, manifestó que merced á la generosidad mexicana, iba á poner en manos de la familia de Merced Morales la suma de dos mil pesos, con la c'ual, si no era rica, estaría al menos á salvo de la miseria y del desamparo. Poco después de terminada esa notable función, la ciudad entera fué puesta en alarma por la campana mayor de Catedral que tocaba á fuego. La Plaza del Mercado del Volador, cuyo centro invadían multitud de tendajones de tablas y sombras de petate, se había incendiado, y por más esfuerzos que hicieron la autoridad y el público, im-
posible fué contener los progresos de las llamas, que arruinaron á muchos infelices propietarios de pequeños comercios. E l jueves 31 de Marzo dió María de Jesús Servín, dama joven de la Compañía del Nacional, su función de beneficio, ante una buena concurrencia que le dispensó una entusiasta acogida: numerosos ramilletes cayeron á sus pies, y de los palcos y altas localidades se le arrojaron multitud de versos de Luis G. Ortiz, Justo Sierra, Emilio Rey, Enrique de Olavarría é Hilarión Frías y Soto, y numerosas palomas blancas llevando al cuello lazos de cintas tricolores. En esa noche se estrenaron un capricho cómico de Alfredo Torroella, intitulado: El Istmo de Suez, y el apropósito de Sebastián de Mobellán, que lo llamó La Sombra de Súllivan, dedicado á honrar en buenos versos á Merced Morales y al arte dramático en México: una y otra pieza, escritas á la carrera y sin pretensiones, fueron muy aplaudidas y valieron á los autores ser llamados á la escena. E n obsequio á la beneficiada, cantó Concha Méndez la Moza de rumbo, y Concha Carrión una aria de Hernanicpia, en medio de unánimes aplausos, hubo de repetir. El domingo siguiente, 3 de Abril, dió á su turno en el Teatro Principal su beneficio, el bajo cómico y excelente actor Joaquín Ruiz; la función estuvo dividida en dos partes, la primera se verificó á las cuatro de la tarde con las zarzuelas Las Amazonas del Tortnes, La Colegiala y el juguete cómico Siete para una ó los cuadros vivos, y la segunda parte á las siete y media de la noche con la zarzuela El Juramento y el apropósito en un acto Un concilio de famúia ó los efectos del Can-cán, todo ello por el precio de cuatro pesos en palcos y cuatro reales en luneta. El éxito fué colosal en aquella función monstruo de nuevo género, y aunque dió mucho que hablar al periódico La Voz de México, que acababa de fundarse para combatir el movimiento libre-pensador, el Concilio de familia fué extraordinariamente aplaudido, á pesar de su escabroso asunto, por demás irrespetuoso para las creencias de la mayoría. Su argumento era el siguiente: una compañía de cancaneras llega á un pueblo; pide permiso para dar una función y el Alcalde se lo concede deseoso de conocer el nuevo baile: su mujer, que es muy beata, y el cura del lugar, le reprochan su ligereza, y el Alcalde hace llamar al director para interrogarle acerca de la moralidad del nuevo espectáculo; el dicho director se defiende como puede, y para dar una muestra, presenta á sus bailarinas en la alcaldía y las hace ejecutar un Can-cán, que de tal modo entusiasma al tribunal que debe decidir, que el cura acaba por tomar de la cintura á la beata y con ella se lanza á bailar, ni más ni menos que el director y sus cancaneras. El papel del cura lo desempeñó Joaquín Ruiz, y el saínete fué aplaudido con frenesí, y recibido con gran contentamiento del numeroso y alegre público. Nada me queda por decir de esa temporada anterior á la Pascua, R. H. T.—r. ra.—12
que vio abiertos cinco salones de espectáculos: el Teatro Nacional con la compañía González; el de Iturbide con Soledad Amat, Sofía Calderón, Josefa García, Matilde Montañés y García, Sara Canales, Angel Padilla, Martínez, Ríos y otros; el Principal con Amalia Gómez, Cristina Corro, Pilar Pautret, Josefa Pérez, José Poyo, Joaquín Ruiz, Manuel Arce, José Villanueva, y otros actores de zarzuela ó verso; el de Hidalgo con Cristina Dalmau, Pozo, Garibay y Zamora; y el Circo de Chiarini con Amalia Pinzutti, la niña Rosaura, Elisa Bell, María Rosalía, Camilo Rodríguez, los liermanos Buyslai, Pineda, Montaño y James Bell. La literatura tuvo en ese tiempo una muy sensible pérdida con el fallecimiento de Esteban González Verástegui, ocurrido en Toluca el 25 de Marzo. González Verástegui, joven y patriota, fué hecho prisionero por los franceses en la heroica Puebla, y por ellos llevado á Francia, por no haber querido jurar neutralidad; cuando al cabo de cierto tiempo se le dejó allí en libertad, pero en-abandono y sin recursos, Esteban, que tenía mucho de artista se mantuvo como dibuj a n t e en la conocidísima casa de Goupil: con el producto de sus ahorros pasó después á España y vivió unos meses en Granada, que cantó en preciosos versos, y, al cesar la intervención, regresó á su patria y figuró en distinguido puesto entre sus escritores. " L a muerte, dice Altamirano, segó en flor esa vida tan útil, tan fecunda, tan juvenil, tan rica en esperanzas como en virtudes, porque Esteban no sólo tenía gran talento, sino que era rigorista en sus virtudes. La patria perdió un bravo defensor que honró las banderas republicanas, la literatura perdió una de sus más bellas esperanzas," y cuantos le conocimos y tratamos con intimidad, un verdadero hermano.
CAPITULO I X
1STO. Al acercarse la época de la nueva temporada cómica de 1870, en el Teatro Nacional, Eduardo González hizo circular la siguiente lista de sus actores: Primera actriz, Pilar Belaval; Damas jóvenes, María de Jesús Servín y Concepción Méndez; Segunda actriz, Remedios Amador; Actriz cómica, María Mayora de González; Característica, Rosario Muñoz; Actriz, Josefa Ramírez; Director general y primer actor, Eduardo González; Otro primer actor, Juan de Mata Ibarzábal: Pri-
mer actor cómico, Antonio Muñoz Esteve; Primer actorjoven, Enrique Guasp de Peris; Actores de carácter, Bernardino Rodríguez, Carlos Nieto, José María Ríos; Papeles geniales, Juan Martínez; Actores, Jesús Morales, Amado Méudez, Feliciano Ortega, José M. Serrallon»•a, Florentino Cazares.—Los precios por abono de seis funciones, fueron; en palcos, veintiún pesos; en lunetas, dos pesoS cinco reales. El domingo 17 de Abril esa Compañía dió su primera función de abono con el drama El Duque Gontrán, arreglado á nuestro teatro por el Barón Gustavo G. Gostkowski, que tomó su argumento de la novela de Octavio Feuillet, "Monsieur de Camors. " El Dr. Peredo tradujo al castellano el drama escrito en francés por el Barón. E l éxito fué de lo más lisonjero que pueda darse. No lo tuvo menos bueno en la noche del domingo siguiente, 24, la comedia en dos actos y en verso, original de Emilio Rey, con el título de Algebra del corazón, aplaudida con el entusiasmo con que, á su vez, lo fué en la función del martes siguiente, El Mulato, drama de Alfredo Torroella, que en tres actos muy bien manejados, pintó con negras tintas escenas de esclavitud en la Isla de Cuba. Torroella mereció y le fué otorgada una entusiasta ovación del público mexicano, que lo apreció mucho y bien, como hombre caballeroso y como inspiradísimo poeta. Saltando de una á otra notable función, pues las comunes y ordinarias no podrían ser aquí citadas sin hacer interminables estos capítulos, debo señalar, y con gusto señalo entre aquéllas, la del jueves 26 de Mayo, en que se puso en escena la muy repetida y siempre aplaudida obra de Tamayo, Bienaventurados los que lloran, para primera presentación del primer actor joven de la Compañía González, Enrique Guasp de Peris. Hombre de fina educación, de elegantes maneras, de muy buena figura, y actor concienzudo é inspirado, gustó mucho en el primer acto, y en el segundo, tercero y cuarto se hizo aplaudir con frenético entusiasmo altamente merecido, pues en verdad el papel de Fernando pocas veces podrá verse mejor interpretado que lo fué por Enrique Guasp, que podía enorgullecerse de haber hecho de él una creación perfecta: dicho papel se conoció en México desempeñado por Manuel Osorio, que lo hacía muy bien, pero Guasp le fué muy superior en muchos momentos, aun en los más escabrosos y difíciles. E s a j u s t i c i a merece el artista que en todo el vigor de su talento se vió años más tarde obligado, por una irreparable desgracia, á dejar la escena, y el bueno y constante amigo de los literatos mexicanos. Por cierto que con ellos y por esos mismos días de 1870, tuvieron muy lamentables diferencias los muy apreciables artistas Pilar Belaval y Antonio Muñoz, tachados, parece que con poco fundamento, de no querer tomar parte en obras escritas en México. Julián Montiel y el Maestro Altamirano tuvieron con ambos una entrevista y reci-
que vio abiertos cinco salones de espectáculos: el Teatro Nacional con la compañía González; el de Iturbide con Soledad Amat, Sofía Calderón, Josefa García, Matilde Montañés y García, Sara Canales, Angel Padilla, Martínez, Ríos y otros; el Principal con Amalia Gómez, Cristina Corro, Pilar Pautret, Josefa Pérez, José Poyo, Joaquín Ruiz, Manuel Arce, José Villanueva, y otros actores de zarzuela ó verso; el de Hidalgo con Cristina Dalmau, Pozo, Garibay y Zamora; y el Circo de Chiarini con Amalia Pinzutti, la niña Rosaura, Elisa Bell, María Rosalía, Camilo Rodríguez, los hermanos Buyslai, Pineda, Montaño y James Bell. La literatura tuvo en ese tiempo una muy sensible pérdida con el fallecimiento de Esteban González Verástegui, ocurrido en Toluca el 25 de Marzo. González Verástegui, joven y patriota, fué hecho prisionero por los franceses en la heroica Puebla, y por ellos llevado á Francia, por no haber querido jurar neutralidad; cuando al cabo de cierto tiempo se le dejó allí en libertad, pero en-abandono y sin recursos, Esteban, que tenía mucho de artista se mantuvo como dibuj a n t e en la conocidísima casa de Goupil: con el producto de sus ahorros pasó después á España y vivió unos meses en Granada, que cantó en preciosos versos, y, al cesar la intervención, regresó á su patria y figuró en distinguido puesto entre sus escritores. " L a muerte, dice Altamirano, segó en flor esa vida tan útil, tan fecunda, tan juvenil, tan rica en esperanzas como en virtudes, porque Esteban no sólo tenía gran talento, sino que era rigorista en sus virtudes. La patria perdió un bravo defensor que honró las banderas republicanas, la literatura perdió una de sus más bellas esperanzas," y cuantos le conocimos y tratamos con intimidad, un verdadero hermano.
CAPITULO I X
1STO. Al acercarse la época de la nueva temporada cómica de 1870, en el Teatro Nacional, Eduardo González hizo circular la siguiente lista de sus actores: Primera actriz, Pilar Belaval; Damas jóvenes, María de Jesús Servín y Concepción Méndez; Segunda actriz, Remedios Amador; Actriz cómica, María Mayora de González; Característica, Rosario Muñoz; Actriz, Josefa Ramírez; Director general y primer actor, Eduardo González; Otro primer actor, Juan de Mata Ibarzábal: Pri-
mer actor cómico, Antonio Muñoz Esteve; Primer actorjoven, Enriqué Guasp de Peris; Actores de carácter, Bernardino Rodríguez, Carlos Nieto, José María Ríos; Papeles geniales, Juan Martínez; Actores, Jesús Morales, Amado Méudez, Feliciano Ortega, José M. Serrallon»•a, Florentino Cazares.—Los precios por abono de seis funciones, fueron; en palcos, veintiún pesos; en lunetas, dos pesoS cinco reales. El domingo 17 de Abril esa Compañía dió su primera función de abono con el drama El Duque Gontrán, arreglado á nuestro teatro por el Barón Gustavo G. Gostkowski, que tomó su argumento de la novela de Octavio Feuillet, "Monsieur de Camors. " El Dr. Peredo tradujo al castellano el drama escrito en francés por el Barón. E l éxito fué de lo más lisonjero que pueda darse. No lo tuvo menos bueno en la noche del domingo siguiente, 24, la comedia en dos actos y en verso, original de Emilio Rey, con el título de Algebra del corazón, aplaudida con el entusiasmo con que, á su vez, lo fué en la función del martes siguiente, El Mulato, drama de Alfredo Torroella, que en tres actos muy bien manejados, pintó con negras tintas escenas de esclavitud en la Isla de Cuba. Torroella mereció y le fué otorgada una entusiasta ovación del público mexicano, que lo apreció mucho y bien, como hombre caballeroso y como inspiradísimo poeta. Saltando de una á otra notable función, pues las comunes y ordinarias no podrían ser aquí citadas sin hacer interminables estos capítulos, debo señalar, y con gusto señalo entre aquéllas, la del jueves 26 de Mayo, en que se puso en escena la muy repetida y siempre aplaudida obra de Tamayo, Bienaventurados los que lloran, para primera presentación del primer actor joven de la Compañía González, Enrique Guasp de Peris. Hombre de fina educación, de elegantes maneras, de muy buena figura, y actor concienzudo é inspirado, gustó mucho en el primer acto, y en el segundo, tercero y cuarto se hizo aplaudir con frenético entusiasmo altamente merecido, pues en verdad el papel de Fernando pocas veces podrá verse mejor interpretado que lo fué por Enrique Guasp, que podía enorgullecerse de haber hecho de él una creación perfecta: dicho papel se conoció en México desempeñado por Manuel Osorio, que lo hacía muy bien, pero Guasp le fué muy superior en muchos momentos, aun en los más escabrosos y difíciles. E s a j u s t i c i a merece el artista que en todo el vigor de su talento se vió años más tarde obligado, por una irreparable desgracia, á dejar la escena, y el bueno y constante amigo de los literatos mexicanos. Por cierto que con ellos y por esos mismos días de 1870, tuvieron muy lamentables diferencias los muy apreciables artistas Pilar Belaval y Antonio Muñoz, tachados, parece que con poco fundamento, de no querer tomar parte en obras escritas en México. Julián Montiel y el Maestro Altamirano tuvieron con ambos una entrevista y reci-
bieron el encargo de dar en su nombre amplísima satisfacción á los irritados vates. Este pequeñísimo asunto no concluyó allí, pues algún tiempo después vinieron los periódicos de la Habana deshaciéndose en elogios de la Belaval y de Muñoz, y casi insultando á Eduardo González, so pretexto de que las resistencias de aquéllos habían sido originadas por su repugnancia á trabajar en obras que, como El Mulato de Torroella, les pareció depresiva para España, como escrita por un cubano emigrado. En la noche del domingo 12 de Junio, Eduardo González puso en escena el Drama Nuevo, de Tamayo, desempeñando él por primera vez el papel de Yorik; salió bien de la prueba ante un público que conservaba vivos aún los recuerdos de Osorio y de Valero, en la interpretación de tan dificilísimo carácter: bien es verdad que ayudáronle grandemente en el conjunto la Belaval en Alicia y Guasp en Edmundo. E n el siguiente mes de Julio la Compañía dió mucho que hablar á los periódicos y al público con la representación de una comedia, que con el título de La Carmañola, escribió en Madrid D. Ramón Nocedal, quien se propuso en ella presentar al liberalismo como fuente de todas las maldades. Allá produjo un escándalo, y aquí fué muy celebrada por los escritores del partido conservador que redactaban La Voz de México, creada, como ya dije, para oponerse, como órgano de la "Sociedad Católica," á las exageraciones del grupo de libre-pensadores que sin necesidad alguna había comenzado á herir duramente las preocupaciones y las ideas religiosas de la generalidad, sin más resultado práctico que alarmar á los conservadores y darles pretexto para reorganizarse en partido activo: para desgracia suya pronto los conservadores se dividieron y enemistaron, y á las exageraciones declamatorias de La Voz, opuso razonada controversia un grupo de distinguidísimos escritores de su misma comunión, que redactaron con grande mesura y notable talento La Revista Universal. Este grupo, sin dejar de ser conservador y católico, parecía aceptar los hechos consumados, reconocía imposible el ideal monárquico, aceptaba la República, y conociendo la inutilidad de pretender retrogradar en el camino de ciertas necesarias reformas, invitaba á sus adeptos á entrar en lucha con los liberales en el mismo campo de éstos, y acogiéndose á la protección de sus leyes en lo que tuvieran de tolerantes. Eos aplausos de La Voz á la susodicha Carmañola, ningún daño produjeron al partido liberal, pues hija la obra de un adepto á la facción carlista española, estaba plagada de tan groseras y burdas exageraciones, que en vez de sátira tocaba en caricatura, y n o sólo no convencía, sino que resultaba contraproducente y aun odioso libelo. Para ver de buscarse público, que retirándose venía de los teatros por el mal cariz que iba tomando la cosa pública, á causa de las pro-
fundas divisiones de los liberales en juaristas, porfiristas y lerdistas, con motivo de la próxima elección presidencial, Eduardo González procuró explotar esos conflictos de conciencia y reñidas controversias religiosas, y así como había ofrecido á los conservadores La Carmañola, brindó á los liberales con la Serafina, comedia de Victoriano Sardou, traducida al castellano por el Dr. Peredo. Serafina es la hipocresía puesta en la picota, el Tartuffe vestido á la moderna, la condenación de los que, bajo una capa religiosa y mística, ocultan desatentadas ambición y perversidad: estrenó D. J u a n de Mata Ibarzábal esa obra en su beneficio, y no sólo los periódicos católicos hicieron gran propaganda para conseguir que el teatro estuviese casi vacío, sino que atacaron sin piedad alguna al viejo artista por haberla elegido para su función de gracia. En cambio los liberales encontraron deliciosa la sangrienta sátira de Sardou y la aplaudieron con frenesí. En el beneficio de Rosario Muñoz el 28 de Agosto, se estrenó la comedia en cinco actos Los escépticos, de Feliciano Mallefille, traducida por Maximiliano Baz. En México fué muy mal comprendido este drama, que en París alcanzó un gran número de representaciones y la valiosa aprobación de crítico tan experimentado como Julio Janin. Por la situación política que, vuelvo á decir, era mala; por la pobreza general, pues el erario andaba escaso y los empleados estaban mal pagados; por las torpezas de González, que con una obra de Torroella se había enajenado las simpatías de los españoles, y con La Carmañola y Serafina, las de liberales y conservadores, el Teatro Nacional cayó en tan suma postración, que su director, para comer y dar de comer á sus actores, hubo de recurrir á una invención tristísima para el arte, pero que á él le servía de inmediato alivio. Puso en escena la comedia de magia La almoneda del Diablo, y en el cuadro de la ciudad de Jauja, hizo colgar de los pintados árboles, chorizos, longanizas, jamones, quesos, latas de sardiiSs y otro? comestibles, que á su debido tiempo eran rifados entre los espectadores. "¿Habíais imaginado siquiera—exclama Altamirano en El Siglo, — q u e en el Teatro Nacional pudiera alguna vez presentarse esta escena de tocinería? Pues ya lo estáis viendo, y á fe que así debería acabarse, cuando se ha comenzado con el Can-can de la Torreblanca. Parece que esta tarde van á rifarse tortas compuestas; nada tendrá ya que envidiar el teatro en que han cantado la Sontag y Salvi, Marini y la Peralta, y en que han representado Valero y Matilde Diez, á la Retama, al teatro del Pambazo y al callejón de los Agachados. Y, sin embargo, el público acude en masa; no hay duda de que el gusto del público mexicano se refina cada día más. A pesar de todo, la Compañía González no pudo sostenerse por más tiempo en el Gran Teatro, y el domingo 4 de Setiembre dió su
última función con la comedia La última moda, el brindis de Calatea por Amalia Gómez, unos versos de despedida leídos por González y la pieza Me conviene esta mujer. E l lunes siguiente salió para Morelia, quedándose en México la Servín, la Méndez y Enrique Guasp, quien en las distintas obras en que había tomado parte, había seguido conquistando el aprecio y el aplauso público. En esa temporada, del Domingo de Pascua en adelante, González, aparte de las funciones extraordinarias, había dado siete abonos de á seis. Debo citar, como de esos días, la presentación en el Nacional del notable flautista italiano Sr. Miari, que causó gran alboroto en diversas piezas, y sobre todo, en sus variaciones de El Carnaval de Venecia; era Miari un músico distinguido y modesto, que ejecutaba con mucho aplomo y habilidad; á México trajo buena fama conquistada en Río Janeiro, Eima, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá y la Habana: también tocaba el piano, y en Cuba había sido conocido como buen profesor de canto y director de orquesta. En 31 de Agosto, y ante una muy buena concurrencia, los alumnos del Conservatorio de Música cantaron muy regularmente Sonámbula, á beneficio del adelantado plantel, que les daba instrucción en el divino arte. Desocupado por Eduardo González el Gran Teatro Nacional, pasó á él una compañía formada por Amalia Gómez, quien hasta allí había venido siendo la estrella de la lírico-dramática, que, al final del capítulo precedente, d i j e q u e trabajaba en el Teatro Principal antes de la Pascua, y continuó ocupándole después de ella. Amalia Gómez quiso ser empresaria; no le faltó quien le ofreciese para ello algunos recursos pecuniarios, y ella se encargó de formar su Compañía, reclutando sus artistas, no entre los ya conocidos y gastados, viejos en mañas y difíciles para dejarse dirigir, sino entre jóvenes aficionados, nuevos y sin pretensiones; sólo exceptuó, entre alguno otro, á Enrique Guasp, que no era viejo en el teatro, que sólo había trabajado unos cuantos meses con González, que estaba bien querido y que con gusto se ofreció á llevar en la dirección aquella parte que nunca* es posible que corra al solo cargo de una mujer, por muy varonil que se crea. Como para adelantar en mi trabajo, que no pretendo hacer pasar de simple reseña histórica, necesito describir á grandes rasgos suprimo detalles y desde luego digo que la nueva Compañía de Amalia Gómez, dió sus primeras funciones en el Nacional, el domingo 25 y el jueves 29 de Setiembre con el más lisonjero resultado. E l público se dejó llevar por la curiosidad de conocer á las nuevas actrices y á los noveles actores, de nombres enteramente ignorados pero todos jóvenes y mexicanos. Desde la primera noche alcanzó todo el aprecio y la simpatía de los
concurrentes, una antigua alumna del Conservatorio, en que se distinguió por su aplicación y aprovechamiento, de edad de 16 á 17 años, de fisonomía inteligente y simpática, de agraciado semblante y de esbelto cuerpo; su voz, fresca y sonora én el recitado, era dulce y bien timbrada en el canto; vivaz, despejada y natural en sus movimientos y ademanes, espontánea en las manifestaciones picarescas é irónicas, sin pecar ni de exagerada, ni de encogida; á nadie fué difícil adivinar en la novel principianta, á una verdadera actriz cómica dé porvenir. "Se presentó, dice en El Siglo Altamirano, haciendo el papel de Julia en la bonita zarzuela en un acto La Epístola de San Pablo, papel en que mostró sus buenas facultades, pues abunda en transiciones difíciles y detalles delicados, de que supo salir airosa la debutante, recibiendo merecidos y entusiastas aplausos del público, que la llamó á la escena para prodigarle las manifestaciones de su simpatía." E n verdad, pocas veces se habrá visto, ni se verá, un estreno de actriz tan seguro y afortunado como el de la que tratamos, que fué Matilde Navarro. En La Isla de San Balandrán, en que desempeñó el papel de el General, afirnfó la conquista que acababa de hacer en La Epístola de San Pablo. Si no hubiese sido mexicana y residente en la Capital, donde muchos podían conocerla, nadie hubiese creído que en esa citada noche, había pisado por primera vez el foro de un teatro público. " E a segunda de las debutantes, habla el eminente cronista del Siglo, fué Rosa Flores; de la misma edad que la Navarro, y como ella, nueva en las tablas; su figura era hermosa, negros sus ojos, espresivos y dulces; rostro de gracioso óvalo, cabellos magníficos, lindas manos y esbelto y airoso talle. Se presentó haciendo el papel de Amparo, la Pitonisa de Leganés que á fuerza de leer novelas y poesías sentimentales ha perdido el seso como Don Quijote. Rosa Flores desempeñó el tipo airosamente, dijo á la perfección los versos del final, que son una parodia de los versos de tragedia, y su feliz interpretación del sentimentalismo, hizo comprender su aptitud para los papeles dramáticos, y le valió generales y nutridos aplausos. Sus modales fueron sumamente distinguidos, lo que después de todo no era de extrañarse, porque tanto Rosa como su hermana Piedad, otra debutante, eran hijas de excelente familia. Su padre, D. Sabino Flores, abogado distinguido, después de haber desempeñado buenos puestos en la administración de Comonfort, murió joven y pobre, y sus hijas hubieron de abrazar la terrible, áspera y peligrosa carrera del Teatro, seducidas por el ofrecimiento de gloria que les hicieron cuantos las habían visto trabajar como aficionadas, y esperando poder sostenerse honradamente." Innecesario parece decir cuánto agradarían las desnudeces de la Isla
de San Balandrán, desempeñada por aquel grupo de actrices enteramente nuevas, y aun no inficionadas con los vicios inherentes, por desgracia, á esa carrera, y de los que tan pocos artistas pueden salvarse. Piedad Flores, bella y bien formada; la Ramírez, casi una niña, muy guapa y expedita; la Salgado, alegre, risueña y rebosando vivacidad; Rosa Flores y Matilde Navarro, presentaron fresco y simpático conjunto en los vistosos trajes de Dahalia, Acacia, Camelia, Lila y el General. Desempeñó Amalia Gómez el papel de la Reina Magnolia X V; satisfecha del aprecio con que el público recibía aquel ramillete de muchachas guapas y apreciables actrices, por ella sacadas á las tablas. En La Epístola de San Pablo y en La Isla de San Balandrán, se presentó también por primera vez, y como galán joven, el Sr. Sierra, que trabajó muy acertada y discretamente. Enrique Guasp dirigía la escena en la parte dramática, elapreciable y ya conocido actor, Manuel Serrano, le secundaba, y el maestro Freire y Góngora, tuvo á su cargo la orquesta. Eos coros estuvieron también compuestos de gente joven y nueva. E l éxito de la Compañía de la Gómez perjudicó en un principio á los demás teatros, de los cuales voy á dar sucinta razón: en el Principal no se hizo sentir gran cosa la separación de aquella actriz, y la Corro, y los Areu, y Poyo y Ruiz entretenían buenamente á su público con las obras más aplaudidas de su extenso repertorio y con saínetes como Los dos ciegos, y el tango El cucuyé y la jota del Ta y el Té, repetidos millares de veces, y no digo hasta el fastidio, porque nunca el públieo daba muestra de sentirlo: además, la función costaba barato, simples cuatro reales, precio que por primera vez y en ese teatro empezó á usarse en aquellos días. Los Dioses del Olimpo, La Colegiala, Entre mi mujer y el negro, El Juicio Final, Catalina, El Diablo en el poder, Un pleito, Casado y soltero, La trompa de Eustaquio, Un tesoro escondido. El Valle de Andorra, Los Diamantes de la Corona, El secreto de una dama. El relámpago, La Conquista de Madrid\ Campanone, Los nozws de Teruel, Frasquito y otras, formaban su repertorio, y en combinación con ella, trabajó en diversas funciones el prestidigitador mexicano José María Bonilla. El modesto teatro de Hidalgo, por el aun más módico precio de dos reales, congregaba los martes y los domingos á los vecinos de Corchero, San Jerónimo, Aduana Vieja y Monzón, para hacerles oir las piezas morales y dulcecitas de Earra y de Eguilaz, ó los más patibularios dramas, que conmovían hasta sus raíces aquella vetusta armazón de vigas y tablas viejas. Josefa García, Matilde y Cristina Dalmau, Rodríguez, Gambino, Ríos, Arteaga y algunos más llevaban el peso del trabajo de La loca de Nápoles, Borrascas' del corazón, Flores y Perlas, Üaura o la Hija plagiada, et sic de cceteris¡ de vez en cuando la Empresa se extendía á dar zarzuelas como Por seguir á una
mujer, y tal cual otra de las pocas que estaban á sus alcances humildísimos; en ellas y con el mismo desplante que en Flor de un día, El tanto por ciento y las ya nombradas, hacía las delicias de los gacetilleros Matilde Montañés y García. El Teatro de Iturbide apenas en las tardes de días festivos daba señales de vida, franqueando su escenario á culebrones dramáticos y trágicos de todas las épocas y nacionalidades: La Gracia de Dios y Larga Espada ó El Hijo de la Tempestad, salteados con La Noche más venturosa, eran lo menos malo que allí estaba en juego: en los meses de Noviembre y siguientes dió en Iturbide diversas funciones el prestidigitador Profesor Morey, que concluía sus suertes haciendo una rifa de "objetos de plata labrada, géneros, ferretería, cristalería, abarrotes, mercería, porcelana y loza." Verdaderamente, todo esto era casi lo mismo que no tener teatro, y con razón Luis G. Ortiz exclamaba en una de sus ' 'Revistas'' publicadas en El Monitor-.' 'Si en Europa se contase que en una ciudad con todos nuestros humos de riqueza y civilización, compuesta de más de doscientas mil almas, 110 podemos sostener un teatro digno de ella, confirmarían y con justicia la opinión que tienen formada de nuestra educación y nuestros adelantos. Y no se alegue como eternamente lo oímos, el malestar y la miseria; porque si esta es una verdad respecto de una parte de nuestra sociedad, no lo es de toda, siendo considerable el número de personas que gozan de buenas rentas ó sueldos que pueden permitirles muy cómodamente el gasto, demasiado cómodo sin duda, fijado de algún tiempo á esta parte por los empresarios ó compañías dramáticas. No es un mal menos lamentable el monopolio establecido por los propietarios de teatros y sus dependencias, que hace que los pobres actores trabajen, casi casi sin fruto y sólo para aumentar el capital de ciertos individuos. Esto tiene un remedio fácil, pero que no esperamos ver aplicado jamás: ¿qué es para un gobierno el gasto de construcción de un teatro ó la adquisición del que hoy tenemos? ¿le sería imposible una pequeña subvención? De esta manera concluiría el abuso de los propietarios de los teatros, y nuestra Capital no pasaría por la vergüenza de verse privada de lo que n o falta en cualquiera de las ciudades de cuarto ó quinto orden del extranjero. Pero esto no pasa de ser una buena ilusión que nosotros nos formamos, y que nunca veremos realizada. "Muchos años pasarán sin duda, para que entre nosotros pueda decirse que existe un teatro nacional; menos aún, artistas mexicanos. Los ensayos dramáticos de nuestros literatos y poetas han sido, por desgracia, débiles, casi nada, si se les juzga con el criterio rígido, justo y tranquilo del crítico, y tal vez demasiado si se atiende á la edad de nuestro país, á su primera educación y al cúmulo inmenso E. H. T.—T. W.—13
de desgracias y decepciones con que ha tenido que luchar desde los primeros días de su agitada niñez. El teatro que con un alto fin político ha sido y es cuidadosamente protegido en Europa, no ha tenido por nuestros gobiernos sino el más completo abandono. El ahinco de alcanzar una fortuna por lo que hace á algunos actores extranjeros, y la ambición de gloria de algún genio mexicano, han sido los únicos elementos y origen de nuestro humilde teatro. E n lo material, la ciudad más hermosa del nuevo mundo no tendría uno digno de su rango, sin los grandes y nobles esfuerzos, es preciso decirlo, de un extranjero, de D. Francisco Arbeu, que era ciudadano de la República de Guatemala. "Respecto de artistas nacionales, es preciso confesar que tampoco los tenemos; algunos, de genio natural, no han tenido cultivo, y no hallamos sino aprendices en que no vemos un verdadero artista en el rigor de la palabra. Sólo exceptuamos á los antiguos Salgado, Castañeda, Castro y la Cordero, que alcanzaron de grandes artistas extranjeros calificativos de mérito y talento. Hoy no podemos decir otro tanto, y las pocas cabezas que podrían haber sido algo, están llenas del humo de los exagerados elogios de la patriotería ó de la amistad. Salidos en lo general de hogares humildes, rechazados por los círculos elegantes y finos de la sociedad, nuestros cómicos adolecen de falta absoluta de buenas maneras, y parodian grotescamente y por su propia inspiración, maneras y costumbres que ignoran, que jamás han podido ver y por consecuencia ni imitar. Lástima causa en nuestra escena ver á una dami ta joven, haciendo la niña pulcra y aristócrata, afectar ufana ciertos remilgos que cree la suma finura, mientras la infeliz no hace realmente sino tomar el aire de una chica de medio pelo ó de una costurerilla relamida. Y, sin embargo, ésta será, tal vez, frenéticamente aplaudida, se la proclamará una artista, y la C á n d i d a niña se embriagará feüz con el humo de su vanidad. En este caso, la pobre niña alcanzará una corona de rosas que vivirá sólo un día. " U n a escuela de declamación, un curso serio y regularizado, y algún artista verdadero que dirigiese con eficacia y conciencia el establecimiento, sería el único medio de crear y formar verdaderos actores, medio que, desgraciadamente, está muy lejos de nosotros. ' 'De los males apuntados, resulta el poco conocimiento de teatro en nuestro público en'lo general, y las bárbaras apreciaciones que frecuentemente se hacen de las obras dramáticas que se dan en nuestra escena, aplaudiendo frenéticamente los dramas de brocha gorda del teatro francés ó los culebrones del español, mientras se dejan pasar inadvertidas las bellezas y rasgos de mérito de uno y o t r o . " Tal es el modo con que Luis G. Ortiz juzgaba de nuestros actores y de nuestros teatros en aquellos días de positivo decaimiento de
nuestros espectáculos, en los que sólo el Can-cán seguía privando. " H a c e un año, decía en esa misma fecha el maestro Altamirano, nos desgañitamos algunos amigos y yo, gritando contra el Can-cán. A pesar de las buenas y graves razones que entonces expusimos, el público corría desalado á ver los Dioses del Olimpo, el Can-cán del Circo de Chiarini, y después á la Torreblanca y su séquito de Maritornes, transformadas en sílfides pantorrilludas. El frenesí no ha pasado todavía, y lejos de eso, el Can-cán se ha generalizado en México con la rapidez del cólera. Todo el mundo silba, canta y baila el Can-cán, que está arraigado, consagrado por las costumbres, y el que lo ataque se expone al anatema universal. Con estúpido descaro se habla de los desenfrenados can-canes del Circo, del Nacional ó del Principal, y las localidades se agotan cuando se sabe que las bailarinas van á estar sublimes de desvergüenza y de delirio, que las faldas subirán hasta el cuello, y que sus parejas revelarán en sus contorsiones.todos los misterios de la incontinencia. Verdaderamente es extraño que el pueblo que baila el jarabe se haya apasionado tanto de ese Can-cán de bacantes de figón y malaventuradas gitanas." Para concluir con esta revista de los teatros de entonces, diré por último: en el viejo salón del ex-Colegio del Seminario, el tristemente célebre teatrillo de América vivía del cocorismo, del escándalo, de los gritos que arrancaba á un indocto público el pésimo Can-cán, bailado sin sombra alguna de honestidad. Realmente, sólo la cada día más- tirante situación política, era el enemigo de la empresa Amalia Gómez, que para contrarrestarla, puso con mucho aparato de trajes y decoraciones los famosos Infiernos de Madrid, que en una revista humorística pintaba el cáustico Facundo ó José T . de Cuéllar, del modo siguiente: "¿Tú no conoces los Infiernos de Madrid? Pues conténtate con que te cuente algo de esta comedia de las de por la tarde. Amalia Gómez, ¿la conoces? es una artista simpática que ha cantado bien y que tiene mucha intención. Ya sabrás que como los buscadores de oro, llegó á encontrar hasta siete Pepitas, que estaban como las pepitas de oro nativo, entre las arenas. Amalia tomó la palabra y les habló del teatro y del porvenir, y las Pepitas salieron de sus modestas habitaciones para calzarse el coturno y para representar nada menos que los siete pecados capitales, que merced á Larra, hijo, y á la Gómez, estaban de chuparse los dedos, ataviadas con fantásticos y ricos trajes, que permitían al público indagador y curioso, admirar la honesta desnudez de las consabidas Pepitas, todas ellas, en su carácter de pecados se entiende, hijas del Rey Don Satanás. E l primer acto de los Infiernos pasa en el Infierno; pero no en aquel que conociste pintado por los Felipenses en la portería de la Profesh, sino en un infierno á la Larra, con sillones de brocatel, cortinas con murciélagos y arquitectura de Renacimiento. Por supuesto, los
siete pecados capitales resultan ser del gusto del público sensato y aun de los devotos, ¿lo creerás? porque, de veras, aquellas chicas si no eran un verdadero pecado, eran, por lo menos, una verdadera tentación. La música de Los Infiernos es celestial, mira qué antítesis tan bárbara, pero positivamente es muy bien escrita; es de esa música que se saborea y aprende de memoria." En la serie de sus funciones, la Compañía de Amalia Gómez puso en escena La Epístola de San Pablo, El caballero particular, La Isla de San Balandrán, Un Sarao y una Soirée, Los Infiernos de Madrid, estrenada el 13 de Octubre; El juramento, Una vieja, Las amazonas del Tormes, Los Dioses del Olimpo, El poeta y la beneficiada, El corneta. Las cuatro esquinas, Los cómicos de la legua, El Grumete y La Cola del Diablo. Así llegaron la empresaria y sus noveles artistas hasta el 11 de Diciembre, fecha en que la sociedad dió el trueno gordo, abandonada por el público que andaba alarmadísimo con las luchas y enemistades de juaristas, porfiristas y lerdistas; origen fueron ellas de numerosas revueltas armadas en diferentes puntos del país y de los formidables escándalos dados por los individuos que debían designar á los nuevos munícipes para 1871, individuos que por la receta de la multiplicación de los panes y los peces, resultaron con dos mayorías absolutas en los colegios electorales de San Ildefonso y de Chiarini, que se disputaban el influjo del próximo Ayuntamiento, por lo que él había de pesar en las elecciones generales del año próximo. Para no concluir desgarbadamente este capítulo, hablaré de una positiva y artística solemnidad. Para las noches del jueves 29 y viernes 30 de Diciembre, se anunció en el Gran Teatro y en celebración del primer centenario del nacimiento de Luis von Beethoven, el primer Gran Festival Mexicano, dispuesto por la Sociedad Filarmónica, entonces presidida por D. José Urbano Fonseca. H é a q u í el programa: Primera noche. Primera parte: I. Obertura de la ópera de Mozart, La flauta mágica, ejecutada por la orquesta bajo la dirección de Agustín Balderas. I I . Oda-himno A los artistas, poesía de Schiller, música de Mendelsshon, con acompañamiento de instrumentos de latón, ejecutada por los miembros del Orfeón Alemán, dirigido por Germán Laue. I I I . Gran concierto para violín (op. 61), de Beethoven, ejecutado por Luis G. Morán, con acompañamiento de orquesta dirigida por Félix Sauvinet. IV. Primer coro final del Oratorio de Haydn, La Creación, ejecutado por las masas corales é instrumentales del Festival, dirigidas por Félix Sauvinet.—Segunda parte: I . Segunda sinfonía de Beethoven, en re mayor (op. 36), por la orquesta, dirigida por Melesio Morales. J I . Coro final, Alleluya del Oratorio de Haendel, El Mesías, por coros y orquesta, dirigidos por Agustín Balderas. Segunda noche. Primera parte: I. Obertura en mi mayor de la ópera'
de Beethoven, Fidelio, por la orquesta, dirigida por Félix Sauvinet. I I . A. Coro á voces solas, de Beethoven, La Gloria de Dios en la Naturaleza. B. Coro para voces solas de la ópera de Mozart, Idomeneo, cantado por el Orfeón Alemán, dirigido por Germán Laue. I I I . Gran sonata para piano ejecutada á cuatro manos por Tomás León y Félix Sauvinet. IV. Primer coro final del Oratorio de Haydn, La Creación. —.Segunda parte: I. Quinta sinfonía de Beethoven en do menor (op. 67), ejecutada por la orquesta, dirigida por Melesio Morales. I I . Coro final. Alleluya del Oratorio de Haendel, El Mesías. Los coros, en que tomaron parte señoras y caballeros de la primera sociedad mexicana, se formaron de setenta y un soprani, treinta y cinco alti, ciento dos tenores, noventa y cuatro bajos; total, trescientas dos voces; la orquesta la formaron ochenta y siete profesores. Los precios fueron, en palcos, treinta y dos pesos; en lunetas, cuatro. Aquella artística solemnidad, consagrada á la admiración de las bellezas que encierran las producciones de los grandes maestros clásicos, en poco estuvo que no hubiera podido tener lugar, por haberse enfermado gravemente la distinguida y virtuosa Sra. Di Margarita Maza de Juárez, esposa del Presidente de la República, en los momentos de verificarse la primera función de las dos anunciadas. La premura del tiempo hizo que no pudiese suspenderse la de la noche del 29, que dejó muy complacidos á los inteligentes, pues coros, orquesta y solistas, estuvieron verdaderamente felices. Pero como la enfermedad de la ilustre dama, revistió alarmantes caracteres en esa misma noche, la Comisión de festivales dispuso suspender el segundo concierto, que no vino á verificarse sino en la noche del 18 de Enero del siguiente año de 1871. E n ambas funciones, el más brillante éxito artístico coronó los afanes de los organizadores del festival, y de los profesores y aficionados que en él tomaron parte, y con justicia pudo felicitarse de ello la Sociedad Filarmónica Mexicana, tan mal aconsejadamente destruida algunos años después por un Ministro que se preciaba de literato, que le tomó odio y mala voluntad, sólo y únicamente por lo muy protegida que había sido por D. Sebastián Lerdo de Tejada y D. José María Iglesias, jefes de causas políticas vencidas por aquélla que, al triunfar, llamó al Ministerio al literato al cual aludo, y fué D. Ignacio Ramírez, más conocido por El Nigromante.
CAPITULO X
1871 El fracaso de la Compañía de Amalia Gómez y el poco buen resultado que en Morelia tuvo Eduardo González, trajeron de nuevo á México á este simpático artista, que tomó el Gran Teatro Nacional, anunciándose con la siguiente Compañía: Actrices, María Mayora,' Concepción Méndez, Amelia Estrella, Rosa Flores, María de Jesús Servín, Concepción Padilla, Rosario Muñoz, Rosario Estévez, Josefa Ramírez, Piedad Flores: Actores, Eduardo González, Manuel Serrano, Angel Padilla, Joaquín Fernández, José Serrallonga, Manuel Estrada, Carlos Neto, Felipe Quintana, Jesús Morales, Feliciano Ortega, Federico Alonso, José Oropeza, José Peñúñuri.—Eos precios por abono de seis funciones fueron en palcos veinte pesos y en lunetas dos pesos cuatro reales. Esa compañía dió su primera función el domingo i? de Enero de 1871, bajo el siguiente programa: Himno á las Artes, cantado por Adela Maza y Pánfilo Cabrera; Poesía á México, leída por Eduardo González; la comedia en tres actos Los hijos de Adán. ^ Al día siguiente de haber dado principio á sus trabajos, Eduardo González, para quien el nuevo año iba á ser terrible, experimentó el primer golpe con la retirada de diversas familias que habríanle favorecido, y en las que sembró el duelo y el luto la sensible muerte d? una señora distinguidísima, más que por su elevada posición social, por sus virtudes y méritos de toda especie: me refiero al fallecimiento de D i Margarita Maza de Juárez, esposa del Presidente de la República. Aun sin este contratiempo n o hubiese podido Eduardo González prometerse gran cosa de la temporada: su compañía era en extremo débil é incompleta, y aunque numerosa, pocos artistas de algún mérito contaba. Ea situación de la cosa pública se agravaba más á cada instante: las ambiciones de los unos, el deseo de ver respetadas las prácticas democráticas en los otros, se habían pronunciado contra la reelección del benemérito D. Benito Juárez, que ya como Presidente interino, ya como Presidente constitucional, venía ejerciendo la Primera Magistratura desde el 11 de Enero de 1857. Su Ministro D. Sebastián I^erdo de Tejada había dimitido la cartera para lu-
char con más desembarazo por su propia candidatura, contra la de suTefe y amigo; los partidarios del Gral. D. Porfirio Díaz tampoco se daban al reposo, y todo hacía temer que pronto se hiciera general la revolución que en distintas y diversas localidades había surgido, ó se preparaba á surgir. E l pago á los empleados andaba mal, los negocios muy paralizados, y la inquietud y la pobreza habían penetrado en numerosos hogares. El público que quería y podía divertirse no era tan numeroso que bastase á sostener el Teatro Nacional, estando abiertos el Principal con la Compañía del habilísimo empresario Joaquín Moreno, y el de Iturbide con su prestidigitador Morey, sus rifas de mercería y comestibles y sus representaciones de La Noche más venturosa, Miguel y Luzbel pastores, El Buen Ladrón, San Felipe de jesús, y otras seducciones para público de tardes y de á peseta; el de Hidalgo con sus pretensiones de ser el refugio último del arte dramático y sus finales de zarzuela y entusiasta can-cán, y el llamado de América que arrastraba con los viejos verdes y los jóvenes disolutos. A todos estos enemigos había de unir González en su contra el mismo Teatro Nacional, el peor de todos para empresas de pocos recursos: éstas empezaban por tener que entregar al Ayuntamiento los tres palcos de su propiedad, que muchas veces eran vendidos en el mismo pórtico del teatro, con detrimento del buen nombre de la Corporación y con peijuicio de la Empresa: la licencia costaba seis pesos por función, y veinte pesos por cada serie de abonos. Eos gastos diarios eran: alumbrado, treinta y dos pesos; maquinista, veinticinco; guardarropa, veinticuatro; orquesta, veintisiete; casa, treinta; imprenta, diez pesos cincuenta centavos; porteros, doce setenta y cinco; velas para los actores, tres; conserje y limpieza, cuatro; alquiler de sillas, dos; alquiler de cojines, medio real por cada luneta vendida. E n los domingos, por cada función se pagaban cincuenta pesos de alquiler de casa. Se entiende que estos gastos eran por función común y corriente de Compañía dramática, que son las más económicas. E l malestar, la división y las enemistades que reinaban por donde quiera, cayeron á su vez sobre la bohemia literaria, según llamábase la fraternal agrupación de escritores mexicanos que hasta allí sólo había tenido por enemigo á la más torpe envidia. A mediados de Enero, un señor Simón D. García, publicó en el periódico que se llamaba El Mensajero, una severísima crítica de nuestros teatros y de nuestra literatura dramática, que sin ser ni racional ni justa lastimaba duramente á cuantos sin pretensiones y sin más recompensa que el aplauso bondadoso, habían hasta allí hecho sus ensayos en ese difícil género literario. Aquel brusco ataque en que no escaseaban ni sensatas ideas, ni un estilo graciosamente irónico, ni una forma literariamente correcta, aunque el autor se hacía pasar por un humilde
labriego, hizo que se quisiese conocer la mano que habíalo escrito, y no tardó en descubrirse que el Simón D. García era el pseudónimo tras el que insidiosamente se ocultaba uno de los mismos bohemios, justamente acreditado poeta. El ataque dolió pues, á los censurados, no por el ataque mismo, sino porque procedía de un amigo y camarada que pudo haber ejercido su crítica en el seno de la intimidad, en reuniones que diariamente venían celebrándose en la casa del Maestro Altamirano, centro que entonces existía y siguió largos meses existiendo, con general agrado y general aprovechamiento de todos los concurrentes. Ciertamente que ni entonces había, ni aun lo hay presente, un verdadero cuerpo de teatro mexicano, que se marque ni por el valor de las obras ni por su influencia en tal género de literatura: nuestra humilde reseña de la historia del teátro entre nosotros, no ha pretendido ciertamente probar lo contrario. Pero antes de condenar á un ofensivo desdén los nombres de nuestros autores, estúdiese con imparcialidad el medio en que vivieron y produjeron. Eo primero que les ha faltado y les falta es la emulación, la pasión del alma que excita á imitar y aun á exceder los méritos de los otros. Quien entre nosotros procura señalarse en algo noble y digno, n o encuentra, no digo ya quien lo anime y aplauda, pero ni tampoco quien le espolee á adelantar y perfeccionarse, creando obras semejantes en que le exceda ó aventaje. Aquí sólo abundan los críticos y los censores, entendiéndose por crítica y censura el afán, el ansia, el furioso empeño de producir juicios desfavorables, no el juzgar según las reglas de la crítica, que si tal nombre pretende no debe desconocer ni el espíritu ni la naturaleza de la época que ha producido las obras que ha de examinar. Entre nosotros casi es regla general que quien se dedica á la crítica, nada ha producido ó puede producir en el género que critica. Aquí el crítico se distingue por lo acerbo de la censura, por lo ofensivo de sus desahogos, nunca por la inflexible lógica con que aplique reglas y leyes que desconoce: eso n o debe llamarse crítica sino impertinencia, y es causa de que la censura entre nosotros no pueda envanecerse de haber producido j a m á s bien alguno, ni dado celebridad honrosa á ninguno de los que han creído ejercerla. No defiendo á los autores dramáticos que en México hayan existido, pues ni mi obra puede presumir de críticas ni de filosofías, ni yo me estimo capaz de más que lo poco que hago en ella; pero sí creo que todos esos autores que sin aliciente y sin esperanza de él, han escrito en México, donde el cultivo de las bellas letras tiene que ser asunto de ratos desocupados, gustosos se dejarán arrastrar por el desdén de los críticos, si con sus cuerpos pueden, colmando el abismo, allanar la senda que traigan los genios que aun no se anuncian. Pasando por alto, pues n o dió resultado alguno, la Asociación Dra-
mática instalada el lunes 30 de Enero por Eduardo González con el concurso de varios literatos y actores, diré que el jueves 2 de Febrero se presentó en el Gran Teatro la joven actriz mexicana Concepción Padilla á declamar La Sibila Azteca, composición de Justo Sierra De ese estreno, dijo El Siglo: " N o es ni puede ser una actriz completa, pero se advierten en ella buenas disposiciones que la harán obtener muchos triunfos: el público estuvo más sensato que galante pues no aplaudió sino cuando la Srita. Padilla ganó su voto de aprobación, declamando un trozo con mucha propiedad; la composición del Sr. Sierra dió ocasión á la joven actriz para lucir su talento Ese estreno y el de Don Quijote en la venta encantada, ópera en tres actos de Miguel Planas, compuesta sobre un libreto original de A García, repetida en la tarde del 12 y en la noche del 14, ésta á beneficio del autor, fueron las novedades únicas de esos meses en lo relativo á espectáculos. E d u a r d o González y s u Compañía no salieron de las ya trilladas comedias Libertad en la cadena, El jugador de manos, La cosecha, La bola de nieve, Una nube de verano, A caza de divorcios y otras así, únicas al alcance de su incompleto cuadro. E n el Principal la zarzuela de Moreno repetía El juramento, Catalina, Los diamantes, Marina, Céfiro y Flora, El relámpago y otras tan comunes como éstas. Uno y otro teatro animáronse, sin embargo, mucho en plena Cuaresma, el Nacional y González con el drama en seis actos El Redentor del Mundo, y el Principal y Moreno con La Gran Duquesa de Gerolstein. E n fines de Febrero, Moreno había contratado á Amalia Gómez y á su hermana Concha, guapa española de mucha gracia y altamente simpática. Con ese esfuerzo pudo el experto empresario, sin detenerse en gasto de trajes, muebles y decoraciones, poner en escena la famosa Gran Duquesa, cantada por su Compañía y por primera vez en México, la noche del jueves 16 de Marzo, con un éxito y un alboroto positivamente extraordinarios: sus repeticiones, que llegaron á ser infinitas, fueron durante muchos meses una mina de pesos acuñados para el habilísimo empresario, y un semillero de triunfos para Amalia Gómez, Loza, Poyo, Areu, que dejaron imperecedera memoria en la protagonista, el General Bum-Bum, Fritz, y el Príncipe Polk. No fueron menores las entradas que Eduardo González hizo con El Redentor, estrenado el 19 del citado mes con los agregados del Stabat Máter de Rossini y el Gloria de Rossi, cantados por los coros de la ópera. Eduardo González explotó este drama sacro cuanto pudo, y debe decirse que él estuvo felicísimo en la personificación del papel del Salvador, y que presentó la obra con un tacto y un buen gusto ejemplares. No es posible imaginarse cuánto González hubiese multiplicado las repeticiones de El Redentor, si no hubiérase visB . H . T . — T . M . —14
to en la necesidad de despedirse en 30 de Abril, y con la misma obra, de su público, para dejar el Teatro Nacional á la Compañía de Opera Italiana, cuyo empresario tenía derecho á disponer de ese local desde el primer día de Mayo. Joaquín Moreno no se dejó intimidar por la proximidad de tan fuerte enemigo, y seguro de que cierta clase de público no le abandonaría, montó con mayor lujo aún que La Gran Duquesa, otra opereta de OfFembach, destinada también á larga vida en México, y fué la -intitulada Barba Asul, que se estrenó en el Principal en la noche del 4 de Mayo. Dos días después hizo su presentación el siguiente cuadro de Opera Italiana: Primeras damas tiples, Angela Peralta de Castera, Ida Visconti, Elisa Tomasi; Comprimaria, María Plagliari; Primer tenor absoluto, Enrique Tamberlick; Primer tenor, Cayetano Verati; Primer tenor ligero, Enrique Testa; Tenor comprimario, Tomás Rubio; Primer barítono, Enrique Mari; Otro primer barítono, Tomás Grossi; Primer bajo cantante, Euis Gassier; Primer bajo profundo, Juan Maffei; Bajo comprimario, Jacinto Villanueva\ Maestros directores, Enrique Moderatti, Melesio Morales; De coros, Agustín Balderas; Primer violin concertista, Euis Morán. Ocioso nos parece detenernos á ponderar los méritos de esta excelente Compañía, no, sin embargo, tal que mereciese ser considerada '' la mejor que ha pisado esta hermosa Capital desde que fué fundada sobre elpintoresco lago de Tenochtitlán," como dijo la Empresa en el estrambótico y mal escrito prospecto, que, firmado por Zanini, hizo circular. No; ni aquélla, ni ninguna otra de cuantas compañías líricas la han sucedido, fueron, no ya mejores, pero ni siquiera iguales á varias de las que en remotos tiempos disfrutó el público mexicano. Esto no disminuye el mérito de aquel excelente cuadro, pero sí le pone en su verdadero lugar, haciendo á un lado el orgullo y vanidades del mercantilismo de la Empresa. Tamberlick vino precedido de justa y grande y merecida fama, que en su tiempo sólo tenía rivales en la de Antinóo Mario, Conde de Candía y digno camarada de la Grisi, y el admirable Fraschini: retirado aquél de las tablas, perdida por éste la potente voz, Tamberlick quedó siendo el único gran tenor orgullo de la Italia musical. Pero había nacido en 1820 y al venir á México contaba, por consecuencia, cincuenta y un años de edad y treinta de estar cantando óperas, puesto que su estreno lo hizo en 1841 en un teatro de Nápoles con I Capuletti. Ese teatro era de segundo orden; pero revelado en él el grande artista, pronto se le solicitó para el de San-Cario. En 1843 cantó en La Opera de Eisboa; en esa ciudad su voz experimentó una transformación, pasando del tono de tenor serio al de tenor sfogato. Con gran éxito se presentó después en los teatros de Barcelona y de Madrid, y en el de Covent-Garden
de Londres, donde cantó Guillermo Tell, Roberto el Diablo, Los Hugonotes y creó Pedro el Grande, escrito para él por Julien. Uno de sus teatros predilectos fué el de San Petersburgo, en que cantó El Profeta y Le Pardon de Ploermel; allí se agregó á la música de cámara de la Corte. El maestro Meyerbeer se empeñó cuanto pudo en hacerle aceptar un espléndido contrato para la Grande Opera de París; pero Tamberlick no se atrevió á cantar en idioma francés. Por aquel tiempo se hizo oir en Río Janeiro, Buenos Aires y Montevideo con sueldo de treinta mil francos al mes. Concluidos sus compromisos en América, fué solicitado en 1858 para el Teatro Italiano de París, en el que, aparte de su talento artístico, el fenómeno de su do de pecho obtuvo un gran éxito de asombro y de admiración. Apto igualmente para los papeles cómicos y para los serios, lo mismo se hizo aplaudir en Otello, Poliuto y Trovador que en Don fuan y en Rigoletto. A fines de 1868 Tamberlick se encontró en Madrid al triunfar la revolución que arrojó del trono de España á la Reina Isabel y á su dinastía, y simpatizando con los liberales causó un fanatismo loco en La Muda, sin perjuicio del que obtuvo en piezas sin aplicación política, como La Africana. Los periódicos le atribuyeron entonces demostraciones de entusiasta revolucionario, que no fueron extrañas á sus triunfos. En 1869 volvió á los Italianos de París, reapareciendo en sus mejores papeles. Del estado de sus facultades y aptitudes al presentarse en México á los cincuenta y un años de edad y treinta de carrera artística, según dejo ya dicho, escribió lo siguiente un experto crítico musical: "Tamberlick no posee una de esas voces fuertes, rotundas, metálicas, estrindentes, que son las delicias del vulgo, apasionado amante de los alaridos y de los calderones finales. No sabe ni puede gritar. Aplaudir los gritos es la glorificación de la ignorancia y del mal gusto artístico. Tamberlick canta, y al cantar atrae y cautiva á los más refractarios á las seducciones del arte puro é ideal; se impone á ellos con la magia de sus cantilenas; los fascina irresistiblemente y renueva el milagro de Orfeo. Al oírsele, se traduce el entusiasmo unánime de la multitud en esas explosiones de aplausos, esas llamadas, esas aclamaciones que sólo los grandes artistas tienen el poder de provocar y que son espontáneas como toda manifestación de una emoción sincera. '' H a declinado su voz, pero ha llegado á su apogeo la habilidad del artista. Esa voz resiste al llamamiento de la patética inspiración del cantante, pero nos embelesa siempre con la dulzura exquisita de sus modulaciones: es limpia, afinada, expresiva, pura, suave como un cántico y de una igualdad perfecta en todos los registros, y sabido es que el equilibrio y la homogeneidad son condiciones esenciales de lo bello. Posee á fondo la ciencia musical y el arte del canto;
todo lo que dice lo vivifica con el fuego de su lirismo; rebosa de energía, de ardor, de entusiasmo; se embriaga de melodías y se eleva y transforma, porque ejerce su arte como un sacerdocio, porque su arte es su religión y él es un apóstol convencido: su estilo, su parlamento, su acentuación, su colorido, las transiciones de sus matices, su expresión dramática, su canto declamatorio y su frasear perfecto, revelan al artista de grande escuela, al artista impregnado de sensibi-. lidad, de emoción lírica, de poesía musical; su dicción es pura como su canto, su acción dramática digna de Kean, de Taima, de Romea. Escuchar á Tamberlick era un estímulo para los artistas, una revelación para los aficionados, y un gran modelo para todos." De los demás artistas diremos algo al referirnos á determinadas funciones de esa temporada lírica, que dió principio el día 6 de Mayo con Sonámbula, cantada en sus principales papeles por Angela Peralta de Castera, el tenor Cayetano Verati y el bajo Luis Gassier, delicia este último de los públicos de Madrid, Londres y San Petersburgo, muy celebrado aquel por los de Florencia y Trieste. A una repetición de Sonámbula siguió Macbeth por Ida Viseonti, el barítono Enrique Mari, y el bajo Juan Maffei. Siguieron Lucia y Traviata por la Peralta, una repetición de Macbeth y otra de Traviata, y en la noche del Domingo 21 de Mayo hizo Tamberlick su presentación ante nuestro público con la ópera Poliuto, poco conocida en México á pesar de haber figurado en el repertorio de la Cortessi. La partitura de Donizetti, compuesta en 1838 para Nourrit, contiene trozos verdaderamente magníficos, como el dúo del tercer acto, el sexteto del segundo, el coro de introducción que cantan los cristianos en las catacumbas, la melopea del símbolo de Nicea, y los himnos á Proserpina y á Júpiter. Tamberlick, que ofrecía una hermosa figura, semejante á la de un profeta, en ese papel, cantó sumamente emocionado, .y fué recibido con esa extraña reserva con que cierta porción del público acoge á los artistas que la admiración europea tietíe consagrados como indiscutibles celebridades. Sin embargo, la sensata mayoría, respetando los fallos por el artista obtenidos en treinta años de carrera, y convencida de que, como dijo el cronista, uno es el canto y otro el grito, otorgó completamente sus aplausos á Tamberlick, quien ya más seguro y dueño de sí mismo, en la noche del 23 afirmó su victoria con la repetición de Poliuto, y se hizo dueño, aun de los menos inteligentes espectadores, en El Trovador, cantado en la noche del 27 con Mari, Maffei, la Viseonti y Fanny Natali, que dos días antes habíase presentado, bella y simpática aún en La.Favorita. E l primer abono de 12 funciones terminó el 28 con la Lucia, y el 30 con el Trovador, dió principio el segundo. E l 1? de Junio, la Peralta, la Natali, Verati y Gassier, cantaron Marta, y entre varias
repeticiones diéronse Lucrecia Borgia, El baile de máscaras en que arrebataron Elisa Tomasi y Tamberlick, Sonámbula y Puritanos, y para última del segundo abono y en la noche del 20 de Junio, fué cantado Otello, de Rossiui, por Tamberlick, la Peralta en el papel de Desdémona, la Natali, Gassier y Maffei. Todos ellos estuvieron admirables en esa bellísima ópera, en la que causaron, como se dice, furor la Peralta, Tamberlick y Gassier. Con motivo de la representación de Sonámbula para sétima del segundo abono en la noche del 11 de Junio, los amigos de Angela Peralta organizaron una entusiasta ovación á la artista compatriota: ramilletes y coronas cayeron con indecible abundancia á sus pies, entre el estruendo de las dianas, el Himno Nacional, y la Marcha Zaragoza, tocadas por tres bandas militares. Concluida la representación, la artista fué conducida triunfalmeute en carretela abierta, escoltada por incontable muchedumbre, hasta su habitación en la calle de Zuleta núm. 22, ante la que se instaló la banda de Zapadores y le ofreció escogida serenata. Una mesa bien dispuesta aguardaba á la artista y á sus amigos, entre los que se encontraron Justo Sierra, Julián Montiel, Francisco Sosa, Manuel Peredo, Antonio García Cubas, María de Jesús Servín, Concepción Padilla y Melesio Morales. También concurrió Tamberlick, que al presentarse en la casa fué recibido con una triple salva de aplausos. En honor de uno y otro artista, pronunciáronse entusiastas brindis, siendo el primero el de Julián Montiel, que dijo: "Muchas, muchísimas flores y luces indeficientes, para coronar las frentes de este par de ruiseñores." Justo Sierra á su turno se expresó así: " Y o la mano te doy, sublime artista, del pueblo en nombre, en nombre de los que aman, al ver unido en lauro de victoria el corazón y el lauro de la gloria. "Acéptala contento, es el saludo al rey del sentimiento, y el pueblo mexicano regala el corazon si da la m a n o . " Tamberlick contestó á su vez, después de haber hablado Sosa, Hernández, Fernández Coca, Gustavo Baz, Bablot y otros muchos, con estas frases cariñosas: " C u a n d o tuve el gusto de conocer á Au-
gela Peralta eu Europa, amé desde luego á México, porque vi en ella el tipo del talento y de los nobles sentimientos que distinguen á los mexicanos. Ea acogida benévola, la hospitalidad generosa que he recibido en este hermoso país, llenan mi corazón de gratitud; en él guardaré siempre y religiosamente la memoria de tantas bondades. Al brindar por México, brindo también por Angela Peralta, que es una de sus glorias artísticas." Ea fiesta duró hasta pasadas las dos de la madrugada del 12. En el tercer abono se repitieron Favorita, Marta, Macbeth, Lucrecia, Trovador, Otello y Traviata, y se cantaron Norma, Linda y Hernani, y el 15 de Julio sedió El Profeta, regiamente cantado por T a m berlick y por la Natali, que desempeñó á la perfección el papel de Fides. Para esa obra grandiosa pintó Fontana una bonita decoración de bosque nevado. En la noche del 20 de Junio y con Lucía empezó el cuarto abono, dándose después Traviata, Rigoleto, Sonámbula, Profeta, Trovador, Linda, Poliuto y Lucrecia; para duodécima y última se cantó el 19 de Agosto Fausto, de Carlos Gounod, el músico ecléctico por excelencia, clásico en la forma y jefe de la escuela francesa desde la muerte de Auber. Estrenó su Fausto en Marzo de 1859, y sus constantes triunfos en los primeros teatros líricos de Europa, colocaron su ópera entre las primeras obras musicales del arte contemporáneo. Cuanto más se oye, dice el crítico á quien copio, más se admira en ella la elevación de ideasela poesía del estilo, la elegancia de la forma, la inspiración de los temas, la originalidad de los pensamientos, la elegante proporción melódica y la riqueza inaudita de la armonía. Admiradores entusiastas de esa obra, que sólo puede tener por enemigos la ineptitud y la envidia más ó menos bien difrazadas, extractaremos en su honor y como un tributo d e cariño, aquellas opiniones de censores ilustres que van de acuerdo con las nuestras humildísimas. Todo es admirable, empezando por el tétrico monólogo que expresa, con tan desconsoladora verdad, la amargura del desencanto y de la pérdida de la esperanza: las sencillísimas cantilenas de las alegres zagalas y de los segadores, que interrumpen la fúnebre melopea del desolado anciano, pasando por la sombría celda como un enjambre de canoras aves sobre el triste recinto de u n cementerio, según la frase feliz de Bablot, determinan la evocación á Satanás y la presencia de Mefistófeles, vivo, travieso, arrogante, sarcàstico, atrevido, único en los fastos de la fantasía lírica; á su influjo preséntase la imagen de Margarita, más que en la escena perceptible en la celestial melodía de la orquesta, cuyos violines, con sus sordinas misteriosas y penetrantes, susurran suavemente al embelesado oído de Fausto los encantos, los hechizos, las seducciones, los tesoros de inocencia y castidad que se ocultan en la mansión- virginal.
El héroe se rejuvenece, no le importa á qué precio, y va en busca de aquel imán que de nuevo lo atrae á la vida, á la feria de Witemberg, en la cual la música de Gounod juguetea, se alborota, charla y ríe al par de los animados corrillos de la Kermesse: la cháchara destemplada de las viejas contrasta con el fresco cantar de las jóvenes; los soldados y los estudiantes se miran de reojo, se encelan y acaban por reñir, mientras se hace admirar el coro de viejos socarrones, con sus voces cascadas y temblorosas, como una perfecta y verdadera onomatopeya musical; de esa armoniosa batahola se desprende un vals adorable, de un ritmo delicioso, que se asemeja á una ronda de hadas girando en graciosas evoluciones en derredor del lago de aguas azules. Eas estridentes coplas de Mefistófeles, su disputa con Valentín, sus humos de mago burlón, dan causa á aquel exorcismo que participa á la vez del salmo sagrado y del canto guerrero, y que obliga al mal espíritu á quedar en esa actitud eh que los antiguos pintores le vieron arrastrándose y rugiendo con impotente rabia bajo la sandalia del Arcángel. Envuelta en los pliegues de su traje blanco, con la vista púdicamente baja, suelta al aire la dorada trenza, con el devocionario entre las manos y contra el pecho, cuya candorosa paz nada perturba, como flotando en las perfumadas nubes del incienso del santuario, se presenta, saliendo del templo, Margarita, y Fausto suspira á su oído la más tierna, la más dulce, la más ideal de las declaraciones, infiltrada en las más vulgares palabras de un impertinente ofrecimiento, y la paloma huye, pero herida debajo de las alas. Toda la música del tercer acto es una delicia, mezcla de éxtasis amoroso y de pasión ardiente: un ángel podría cantar el aria de Fausto al acercarse respetuoso á la virginal morada de Margarita, que blandamente exhala de sus labios la inconsciente confesión de cómo Fausto ha penetrado en su alma: en vano procura divagarse con la melancólica balada que suspira al dar vueltas á su torno; su corazón necesita explayarse, aletear como ave que se ensaya para dejar el nido, y por eso el aria de las joyas despide notas centellantes como las preciosas piedras que deslumhran á la inocente niña. Después, el infierno y el egoísmo completan la obra de la inexperiencia, poniendo en manos de Fausto á Margarita, y sigue ese dúo encantador en que el enajenamiento de dos almas, presa de una embriaguez amorosa, inefable, ideal, que en los labios de Fausto es respetuosa como una súplica y en los de Margarita es pura como una oración, completa la maquinación de un genio rencoroso, del que se hace cómplice una noche perfumada y tibia, argentada por la luna llena, que arranca á las flores penetrantes aromas que se confunden con el hálito de los sentidos y las emanaciones de la pasión. Ea pudorosa virgen siente que va á sucumbir, y antes de que le falten las fuerzas, ruega á Fausto que se aleje, que la salve, y Faus-
to cede, porque respeta lo mismo que idolatra; pero el travieso espíritu conoce á la mujer, sabe que ésta nunca es tan elocuente como á solas, consigo misma, y detiene á Fausto para que sorprenda esas intimidades de la conmovida doncella, que, abriendo su ventana, porque necesita aire y extensión donde respirar, involuntariamente llama al amado dé su alma, en un himno celestial que podría llamarse el Cántico de los cánticos de la partitura, y Fausto se encuentra en sus brazos, sin que ni él ni ella se den cuenta de cómo ha podido suceder esa fatalidad; sin que ni él ni ella puedan oir la satánica carcajada de Mefistófeles. E l acto que sigue no es menos grandioso: el himno heroico que entona el coro de soldados empuñando marcialmente sus espadas de dos manos; cargando al hombro desigual el pesado arcabuz; apoyándose, erguidas las frentes, en sus titánicas lanzas, es arrogante, intrépido, valiente, como qtieen él se celebra el regreso victorioso; luego se ablanda con el recuerdo de la amada, la hermana, la madre cariñosas, y hay ternura y caricias en su viril armonía: pero pronto se endereza el canto más fiero y más bélico que antes, y al eco del clarín sonoro, el ejército hace triunfalmente su entrada en la ciudad natal. Ea impía serenata que canta Mefistófeles, raspando la áspera bandola con su garra de ave de rapiña, es uno de los trozos más originales que existen en música, y la triple carcajada con q u e termina en tres notas en octava, hace erizar los cabellos y da calosfríos. E l terrible terceto del desafío es superior á todo encomio, y sublimemente trágica la escena de la muerte de Valentín, magistralmente traducida por Gounod: el soldado moribundo reniega de su hermana en tono fatídico; el pueblo aterrorizado le exhorta al perdón en una frase corta, parecida á un salmo; pero nada consigue y Valentín expira después de haber lanzado al rostro de la desventurada estas terribles palabras: " Aun cuando Dios llegue á perdonarte, no por eso dejarás de ser una mujer maldita sobre la tierra: ¡Margarita, maldita seas!" E n la escena de la Catedral, Margarita arrodillada al pie de los pilares góticos, es atormentada por,el remordimiento, cuya voz lleva Mefistófeles: el compositor ha vivificado esta situación con sorprendente vigor y penetrante verdad; los clamores de desesperación de la víctima igualan á las terribles blasfemias del verdugo que desgarra su presa con feroz deleite. E l terceto final, en que el amor, la demencia y la muerte empeñan terrible lucha en sombrío y hiimedo calabozo, es una de l^s más bellas páginas de esa partitura, que tantas tiene. Margarita, en un último arranque de entusiasmo sobrenatural, y de febril excitación, canta una melodía llena de alucinaciones, de delirante y ardiente desvarío; la repite en tres tonos diferentes, que imitan el triple transporte con que su alma acongojada se remonta al cielo en el paroxismo de una exaltación que va á perderse en
el eco dulcísimo de las voces angélicas que ofrecen en la gloria el consuelo á quien sin él ha morado en la tierra. En cuanto al desempeño de esa obra por Tamberlick, poco diremos pues su fama universal aun se mantiene viva á pesar de la muerte v de los años: en el papel de Fausto fué lo que siempre había sido, cantante incomparable y actor eminente: en México, como en todas nartes obtuvo la admiración unánime del público entusiasmado; su L p i r á c i ó n , su conciencia, su acento, su estilo magistral, estuvieron á la altura de esa obra sublime, que realmente se oyo entonces en México por primera vez. Gassier había creado el papel de Mefistófeles, en Londres, Madrid y San Petersburgo; había estudiado con atención á Goethe y seguido fielmente las indicaciones del libreto: la cabeza puntiaguda, las cejas oblicuas, los bigotes retorcidos, los ojos chispeantes de ironía, la sonrisa sardónica en que se unían la malicia del fauno y la crueldad del vampiro, eran la imagen exacta del genio perverso soñado por el poeta: llevaba el concienzudo artista con insolente elegancia su traje de gentil hombre infernal; su casaquilla parecía cortada en una brasa ardiente; una diminuta capa veneciana pendía con negligencia de sus hombros; dos plumas de gallo, rojas como la sangre, se agitaban por encima de su toca negra. Nadie, absolutamente nadie había hecho en el mundo un Mefistófeles como el suyo. El barítono Mari caracterizó muy bien la enérgica figura de Valentín: acentuó vigorosamente con su hermosa y vibrante voz todas sus escenas y en principal lugar la de su muerte, y fué muy justamente aplaudido y llamado al proscenio. La Peralta fué, como siempre, la grande y maravülosa artista, á pesar de que el papel de Margarita era para ella demasiado bajo, hablando musicalmente, y demasiado alto como género dramático. La Natali cantó con su gracia acostumbrada las preciosas estrofas de Siebel, en que Gounod hizo el milagro de repetir diez y seis veces, sin cansar al espectador, la frase en que están escritas las palabras Le paríate d'amor. Esa artista llena de distinción como dama y como cantatriz, fué encantadora con su ingenuidad, su ternura y su timidez de adolescente. Prosigamos en breve resumen mi revista de aquella temporada lírica, cuya Empresa todavía abrió un abono de cuatro funciones, entre las cuales figuró Ione de Petrella. E l lunes 28 de Agosto dió su beneficio Enrique Tamberlick con el segundo acto de Poltuto, el tercero del Profeta y el cuarto de Hugonotes. En uno de los intermedios cantó de admirable modo el Ave María de Gounod. El teatro estuvo completamente lleno, y el saludo que al artista se hizo al presentarse, duró más de diez minutos, causándole una vivísima conmoción que con dificultad pudo sofocar. Entre los valiosos obsequios que recibió, figuraron una espléndida corona de filigrana de plata que le ofreció la Sociedad Filarmónica, otra de laurel de oro B. H. T.—T. IH,—15
macizo, obsequio de los abonados, y un precioso jarrón de filigrana de plata, con tantas medallas de oro cuantas óperas había cantado en México el gran artista, presente de admiración de la Sra. D? Concepción Iyizardi de Valle. A la vez le fueron arrojados más de diez y seis mil ejemplares de distintas poesías firmadas por Alfredo Bablot, Enrique de Olavarría, José M. Vigil, Julián Montiel, José Negrete, Justo Sierra, Miguel Hernández, García de la Huerta, Francisco Sosa, Manuel Ituarte, Gustavo Baz, Santiago Sierra, Amilcare Roncari y José T . de Cuéllar. " E s a espléndida función, dijo El Siglo, no tiene antecedente en México y dejará gratísimos recuerdos en la memoria de cuantos tuvieron la fortuna de asistir á ella." Durante su estancia en México, y á despecho de los malquerientes que con supina torpeza le atacaron, Tamberlick recibió innumerables demostraciones de aprecio de la mejor sociedad, y muchos somos los que aun recordamos la espléndida fiesta que.en su palacio de Santa Clara le ofreció D. Juan José Baz, con asistencia de D. Benito Juárez, Presidente de la República, y D. Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones: esa fiesta se dió en la noche del 5 de Junio, y el gran tenor, cuyas prendas personales igualaban á su mérito de artista, dejó á todos los concurrentes prendados con su carácter amable y simpático, con su atractiva modestia y con su conversación instructiva y amena. Ea recepción y tertulia duraron hasta después de las tres de la madrugada, terminando con lucidísimo baile. E n 3 de Setiembre dió Maífei su beneficio con Crispino e la Contare, y el 6 del mismo se verificó el de Angela Peralta de Castera con El Barbero de Sevilla y el aria de la Sombra de Dinorah. Como obsequio de la beneficiada, doscientos individuos de varias bandas militares ejecutaron sobre el escenario y dirigidos por Ríos una estruendosa galopa. E a última función notable se verificó en la noche del 13 del repetido Setiembre, á beneficio del Maestro Moderatti, bajo el siguiente programa: Sinfonía y acto tercero de la ópera en cuatro actos de Cayetano Moderatti, II cabalieri di Manllac; Obertura de Oberon de Weber; primero y segundo actos de Marta; obertura de la ópera de Mehul, La caza del joven Enrique; episodio musical sobre la historia de la Conquista de México, en un acto y dos cuadros, compuesto por Aniceto Ortega é intitulado Guatimotzin: en él se estrenó una decoración pintada por Fontana. F u é esta función la última de aquella lucida temporada, que se prolongó casi cuatro meses y medio, no obstante lo cual la empresa se quejaba de haber perdido el dinero, diciendo, con asombrosa vanidad, en uno de sus prospectos, lo siguiente: "Sin poder alcanzar auxilio alguno del Gobierno y contando sólo con sus propios recursos, la Empresa se lanzó en la trabajosa, arriesgada y escabrosa especula-
ción de traer á esta ciudad una Compañía de Opera Italiana, y una vez en Europa el socio gerente de ella, olvidó que se trataba de una especulación y cometió una gran falta contratando artistas de primer orden y cuyo excesivo presupuesto era imposible cubrirlo en esta Capital. Este error la obligó á festinar las- funciones, á poner en cada semana un número mayor del acostumbrado, á dar, contra su voluntad, repeticiones, y á presentar algunas óperas sin el número de ensayos que necesitaban, todo por cubrir el presupuesto y sin poder alcanzarlo. Su falta, lo repito, es la de haber traído á México una Compañía cuyo sostenimiento cuesta mil pesos diarios. Esto explica las grandes pérdidas que ha sufrido y que no deben continuar, por lo cual anuncia su último abono." Ea prensa de la Capital condenó tanta soberbia é insolencia de una empresa, que, con excepción de aquellos artistas á quienes con frecuencia hemos elogiado, quiso hacer pasar por cantantes notables á económicas medianías.
C A P I T U L O XI
1871
1872.
Mientras la Opera consumaba su brillante campaña lírica en el Gran Teatro, la zarzuela de Moreno en el Principal se veía favorecida por numerosos concurrentes, cuyo buen humor, excitado por la burlesca música de OíFembach y las extra limitaciones del can-cán, llegó al summum de la impertinencia y aun tocó en los límites de la grosería. Y como no faltan apreciabilísimos lectores que alguna vez háyanme tachado de demasiado duro en tal cual apreciación de hechos conocidos y comprobados, traigo ahora en apoyo de mi calificativo de aquel público, el siguiente párrafo del sesudo Siglo Diez y Nueve, correspondiente al mes de Junio de 1871, y dice: " Escándalos de teatro.—Eos está habiendo con frecuencia en las representaciones del Principal, donde ha sufrido la Compañía varias "modificaciones. Concurren á dicho local algunos de esos jóvenes conocidos con el nombre de calaveras ó tormentistas, que sin miramiento alguno para el público, molestan á los espectadores con sus "groserías, chiflidos y palabras soeces, propias de la mala educación " d e los que las profieren. En tan ruines manejos entra la mira, se" gún se nos ha dicho, de peijudicar á la Empresa por satisfacer miserables pasiones, excitadas porque alguno de esos caballeros ha
macizo, obsequio de los abonados, y un precioso jarrón de filigrana de plata, con tantas medallas de oro cuantas óperas había cantado en México el gran artista, presente de admiración de la Sra. D? Concepción Iyizardi de Valle. A la vez le fueron arrojados más de diez y seis mil ejemplares de distintas poesías firmadas por Alfredo Bablot, Enrique de Olavarría, José M. Vigil, Julián Montiel, José Negrete, Justo Sierra, Miguel Hernández, García de la Huerta, Francisco Sosa, Manuel Ituarte, Gustavo Baz, Santiago Sierra, Amilcare Roncari y José T . de Cuéllar. " E s a espléndida función, dijo El Siglo, no tiene antecedente en México y dejará gratísimos recuerdos en la memoria de cuantos tuvieron la fortuna de asistir á ella." Durante su estancia en México, y á despecho de los malquerientes que con supina torpeza le atacaron, Tamberlick recibió innumerables demostraciones de aprecio de la mejor sociedad, y muchos somos los que aun recordamos la espléndida fiesta que.en su palacio de Santa Clara le ofreció D. Juan José Baz, con asistencia de D. Benito Juárez, Presidente de la República, y D. Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones: esa fiesta se dió en la noche del 5 de Junio, y el gran tenor, cuyas prendas personales igualaban á su mérito de artista, dejó á todos los concurrentes prendados con su carácter amable y simpático, con su atractiva modestia y con su conversación instructiva y amena. Ea recepción y tertulia duraron hasta después de las tres de la madrugada, terminando con lucidísimo baile. E n 3 de Setiembre dió Maífei su beneficio con Crispino e la Contare, y el 6 del mismo se verificó el de Angela Peralta de Castera con El Barbero de Sevilla y el aria de la Sombra de Dinorah. Como obsequio de la beneficiada, doscientos individuos de varias bandas militares ejecutaron sobre el escenario y dirigidos por Ríos una estruendosa galopa. E a última función notable se verificó en la noche del 13 del repetido Setiembre, á beneficio del Maestro Moderatti, bajo el siguiente programa: Sinfonía y acto tercero de la ópera en cuatro actos de Cayetano Moderatti, II cabalieri di Marillac; Obertura de Oberon de Weber; primero y segundo actos de Marta; obertura de la ópera de Mehul, La caza del joven Enrique; episodio musical sobre la historia de la Conquista de México, en un acto y dos cuadros, compuesto por Aniceto Ortega é intitulado Guatimotzin: en él se estrenó una decoración pintada por Fontana. F u é esta función la última de aquella lucida temporada, que se prolongó casi cuatro meses y medio, no obstante lo cual la empresa se quejaba de haber perdido el dinero, diciendo, con asombrosa vanidad, en uno de sus prospectos, lo siguiente: "Sin poder alcanzar auxilio alguno del Gobierno y contando sólo con sus propios recursos, la Empresa se lanzó en la trabajosa, arriesgada y escabrosa especula-
ción de traer á esta ciudad una Compañía de Opera Italiana, y una vez en Europa el socio gerente de ella, olvidó que se trataba de una especulación y cometió una gran falta contratando artistas de primer orden y cuyo excesivo presupuesto era imposible cubrirlo en esta Capital. Este error la obligó á festinar las- funciones, á poner en cada semana un número mayor del acostumbrado, á dar, contra su voluntad, repeticiones, y á presentar algunas óperas sin el número de ensayos que necesitaban, todo por cubrir el presupuesto y sin poder alcanzarlo. Su falta, lo repito, es la de haber traído á México una Compañía cuyo sostenimiento cuesta mil pesos diarios. Esto explica las grandes pérdidas que ha sufrido y que no deben continuar, por lo cual anuncia su último abono." Ea prensa de la Capital condenó tanta soberbia é insolencia de una empresa, que, con excepción de aquellos artistas á quienes con frecuencia hemos elogiado, quiso hacer pasar por cantantes notables á económicas medianías.
C A P I T U L O XI
1871
1872.
Mientras la Opera consumaba su brillante campaña lírica en el Gran Teatro, la zarzuela de Moreno en el Principal se veía favorecida por numerosos concurrentes, cuyo buen humor, excitado por la burlesca música de OíFembach y las extra limitaciones del can-cán, llegó al summum de la impertinencia y aun tocó en los límites de la grosería. Y como no faltan apreciabilísimos lectores que alguna vez háyanme tachado de demasiado duro en tal cual apreciación de hechos conocidos y comprobados, traigo ahora en apoyo de mi calificativo de aquel público, el siguiente párrafo del sesudo Siglo Diez y Nueve, correspondiente al mes de Junio de 1871, y dice: " Escándalos de teatro.—Eos está habiendo con frecuencia en las representaciones del Principal, donde ha sufrido la Compañía varias "modificaciones. Concurren á dicho local algunos de esos jóvenes conocidos con el nombre de calaveras ó tormentistas, que sin miramiento alguno para el público, molestan á los espectadores con sus "groserías, chillidos y palabras soeces, propias de la mala educación " d e los que las profieren. En tan ruines manejos entra la mira, se" gún se nos ha dicho, de perjudicar á la Empresa por satisfacer miserables pasiones, excitadas porque alguno de esos caballeros ha
" s i d o despreciado por una de las artistas que en ese teatro represent a n . Procurar vengarse así de una supuesta ofensa, quitando el pan " d e la boca á los que viven de su trabajo, envuelve mucha cobardía " y depravación. Excitamos á la policía para que cumpliendo con su " d e b e r , castigue á los promovedores de esos desórdenes, á fin de que " e l público que concurre á disfrutar de un espectáculo para el que " contribuye con su entrada, no sea burlado por esos raquíticos seres "malignos." Para poner algún orden en aquello, el empresario había llamado á Eduardo González y encargádole la dirección general, al cesar en sus trabajos su Compañía Dramática y presentarse en México la Opera. González descubrió desde luego que esos escándalos de los tormentistas, en gran parte estaban movidos por algunos de los cantantes de Moreno, y los Areu, Poyo y Ruiz fueron separados de la Compañía. Con esto aumentaron las impertinencias de los cócoras, que interrumpían la representación de aquellas obras en que cualquiera de los citados había tomado parte anteriormente, y silbaban y escarnecían á los actores encargados de sustituirlos en sus papeles. Así las cosas, ocurriósele á la Empresa poner en la noche del 2 de Junio la conocida zarzuela Los infiernos de Madrid, tan aplaudida tiempo antes en el Nacional, y los tormentistas lo tomaron á la broma y se desataron en soeces chistes cada vez que se presentaban Satanás y alguno de los pecados capitales ó el grotesco cancerbero: cuando el tumulto, verdadero tumulto, llegó al grado de ser casi imposible proseguir la representación de la obra, Eduardo González se presentó en el foro á solicitar del público calma y moderación, y á suplicar á los alborotadores que no se dejasen arrastrar por las intrigas de los actores despedidos, que, en su sed de revancha, no tenían inconveniente en exponer á sus inconscientes amigos á echar sobre ese mismo culto público la nota de poco civilizado. Ea perorata de González disgustó á los tormentistas, que á las voces de fitera unieron sus chiflidos, sus burlas y sus insultos á uno de los artistas más caballerosos, más dignos y más amantes de México que han visitado nuestro teatro. Eduardo González, pálido como un cadáver y llorando como un niño, hubo de retirarse del proscenio, ante su impotencia contra la cobardía del número, y el escándalo siguió en creciente hasta el fin de la obra. Algún periódico, El Monitor, por ejemplo, salió en los siguientes días en defensa de los tormentistas y atacó duramente al empresario Moreno y al director González, acusándolos de haber ofendido al público de México. Moreno, en un remitido fechado el 6, dijo terminantemente: " l o que dice El Monitor, es una calumnia que se destruye á sí misma, pues aunque hubiese formado un mal juicio del público ¿no sería una tontera de mi parte el expresarlo? Eos hechos que se refieren al Sr. González serán desmentidos por este señor, á
quien doy un testimonio público de mi gratitud por la ayuda que me ha prestado." Pero el infeliz González nada podía desmentir: el estudioso é inspirado artista, que acostumbrado estaba á ser aplaudido y celebrado por México en varios años de activo trabajo escénico, 110 pudo sobrellevar ni con calma ni con indiferencia la grosera demostración de la noche del 2 de Junio, y el día 9 el pobre actor y pundonoroso caballero fué atacado de una cogestión cerebral que puso su vida en inminente peligro, y le hizo perder el uso de la palabra y los movimientos del brazo derecho, á pesar de los esfuerzos profesionales de los Dres. D. Pedro Diez de Bonilla y D. José M. Rodríguez, que se portaron con él con una caridad y una solicitud superiores á todo encomio. Ante tal desgracia, que reducía á la miseria no sólo al caballeroso artista sino también á .su infeliz esposa y á su pequeño hijo, los periódicos, y á la cabeza de ellos El Monitor, abrieron suscriciones para socorrerle: " S o n notorios, dijo El Siglo, los graves perjuicios físicos y morales que el apreciable actor Eduardo González ha resentido á consecuencia de los escándalos tan injustamente originados en el Teatro Principal. Deseando aliviar sus padecimientos y auxiliarlo en su grave enfermedad, abrimos una suscrición, comenzando con las cantidades siguientes: el Sr. Lic. D. José María Iglesias, diez pesos; Ignacio Cumplido, diez pesos. No dudamos que nuestro propósito tendrá el mejor resultado en favor del Sr. González, porque á sus excelentes dotes de artista reúne los sentimientos más caballerosos. Siempre que alguno de sus compañeros ha sucumbido, el Sr. González se ha dirigido inmediatamente á la prensa de la Capital, promoviendo donativos en favor de la familia que ha quedado en la orfandad, sin perdonar esfuerzos de ningún género para aliviarla. '' Así lo hizo respecto al tan sentido y malogrado artista mexicano Merced Morales, del decano del teatro Juan de Mata y de otros muchos: por consiguiente, es muy justo que en la desgracia del Sr. González encuentre la mejor correspondencia de parte de los que saben apreciar el mérito artístico y los nobles y elevados sentimientos que lo adornan. E l Sr. D. Guillermo Barron ha enviado á la Redacción de El Monitor cien pesos, con que contribuye á minorar la triste situación del aplaudido actor. Deseamos que este rasgo generoso tenga muchos imitadores." Por su mala fortuna, no fué como lo deseaba El Siglo, que en su número del 22 decía: " A y e r hemos tenido ocasión de saber de la salud del distinguido actor Eduardo González, y nos ha consternado sobremanera verlo todavía en estado de gravedad. El Sr. González apenas puede articular algunas palabras, y á veces no conoce á las personas que le hablan. A tal estado de postración ha quedado redu-
cido por los padecimientos morales que le ocasionaron los desórdenes que todos saben se suscitaron en el Principal por unos cuantos, y que la policía no quiso ó no supo reprimir como era su deber. " Herido el amor propio del artista de una manera tan injusta como inusitada, su espíritu se afectó hasta encontrarse en el lastimoso estado á que hoy se halla reducido. Sabido es que en varios periódicos se abrieron suscriciones para auxiliar al Sr. González, y con sentimiento hemos visto que poco, muy poco se ha colectado; y por último, el viernes de la semana pasada se dió una función en el teatro de Hidalgo, consagrando los productos á beneficio del referido señor, y fueron muy escasos, pues muchas personas á quienes se mandaron palcos no se han acordado de pagarlos, siendo lo más punible, según se nos ha dicho, que así lo han hecho varios artistas, que, disfrutando de gruesos sueldos, no han satisfecho una localidad que se les dedicó para beneficiar al desgraciado que, como ellos, pertenece también al foro escénico. Se exceptúan del número de esos egoístas, el caballeroso Sr. Tamberlick y la apreciable Sra. Natali, quienes sin haber asistido á la función mandaron el precio de los palcos que les fueron designados, lo que decimos en su honor. Tal indiferencia para socorrer al que padece, es tanto más digna de lamentarse, cuanto que, como ya hemos dicho otra vez, el Sr. González siempre ha estado pronto á procurar todos los recursos posibles en favor de sus compañeros enfermos, ó de las familias de aquellos que han muerto, procurando así aliviar su infortunio." E n esa época, la Redacción del Siglo estaba formada así: José María Vigil, Redactor en jefe; Eic. José M. Eozano, Julio Zárate, Eie. Emilio Velasco, Jesús Castañeda, redactores; J u a n Nepomuceno Hernández, encargado de la gacetilla. T a l vez influyó mucho en el mal resultado de la benéfica obra, el hecho de que en esos mismos días, según leo en el Siglo del 7 de Junio, la sociedad mexicana amiga de hacer bien, se encontraba muy gastada á causa de estar contribuyendo á una suscrición abierta en favor del Papa, "suscrición que—habla el Siglo—asciende ya i. diez mil quinientos treinta y tres pesos, sesenta y cinco centavos." Mas no por esto se dieron por vencidas varias empeñosas personas, y así lo comprueba la siguiente carta dirigida á los periódicos por María May ora, esposa de Eduardo González: " Ea Compañía del Teatro de Iturbide, con un desinterés, espontaneidad y empeño que la honran y que no olvidaremos, acaba de dar una función á beneficio de mi esposo enfermo, y su resultado ha venido á serle de un gran a u x i l i o en tan penosa situación. Permítanos, pues, nuestra querida amiga la Srita. María de Jesús Servín, poner aquí su nombre, así como nuestros compañeros Ríos, Alonso, Estrada, Ruiz, Poyo, Morales y Serrano, que tan generosamente han contribuido al buen re-
sultado de la función, nombres que hemos querido consignar como una pública manifestación de nuestro agradecimiento. " Durante la desgracia que nos ha afligido, hemos tenido un gran consuelo en ver constantemente honrada nuestra casa, no sólo por todos nuestros buenos amigos, sino por una multitud de personas, que, guiadas sólo por su bondad, y por cariño al empeñoso artista, se interesaban por el que muy lejos de su patria encontraba un pueblo de amigos y de hermanos. Hoy ha tenido una prueba de ese afecto, viendo á toda la sociedad de México, siempre buena, noble y generosa, ocurrir con afán al teatro para tender su mano de amigo al actor á quien tantas veces, en mejores días, había colmado de honrosas distinciones. Mi esposo, imposibilitado desgraciadamente por su enfermedad, para dirigirse al público y á sus amigos, manifestándoles su profundo agradecimiento y las emociones de su corazón, me encarga á mí el hacerlo á nombre de ambos, protestando que la memoria de los favores de que hemos sido objeto, vivirá eternamente en nuestra alma reconocida. " N o nos es posible pasar en silencio que nuestra querida y buena amiga la Srita. Servín, ha sido la primera en contribuir con su cooperación al resultado del beneficio, debiéndose á su diligencia y empeño personal la fácil y fructuosa colocación de una gran parte de las localidades; así como que su estimable y honrado padre el Sr. D. Ignacio, que generosamente se encargó de la contaduría, lo verificó con tal inteligencia, empeño y delicadeza, que al día siguiente á la noche de la función, túvola bondad de presentarnos formada y exactamente en orden la cuenta pormenorizada de los gastos y productos de la función, con el deseo de dar cuenta de su encargo." Esta carta está fechada en 3 de Setiembre, tiempo en que El Siglo decía: ' ' González sigue enfermo y pasarán dos años para que pueda recobrar el habla." Cuán bueno sería que aquel tristísimo ejemplo lo tuvieran siempre presente nuestro público y los periodistas, fijándose á la vez en que, como en su Glorieux dice Destouche, La critique est aisée et l'art es dificile. Pero entre todas las funciones que en México se dieron en favor del infeliz Eduardo González, debe señalarse en lugar principalísimo la verificada en el Gran Teatro Nacional la noche del 21 de Diciembre de ese mismo año de 1871, bajo el siguiente programa: "Preludio de la ópera Ildegonda, del Maestro Melesio Morales, ejecutado por gran orquesta y dirigido por su autor. — Comedia de Narciso Serra, en un acto, Un Huésped del otro mundo.—Trio de Reissiger en re menor, para violín, violoncello y piano, ejecutado por José
chos en aquella descomunal contienda, ocurrida el día lunes 6 de FeRivas, Gustavo Guichené y Fernando Domec. - Marcha y coros de Tannhauser por el Orfeón Alemán, dirigido por G e m ^ Fantasia para violin sobre temas de Favorita, por la Sra. D . Guada lupe Castillo, acompañada al piano por el profesor Luis G. Moran - ^ D u o de L* Conquista de Madrid, cantado por José Gran y Miguel Loza. - S i n f o n í a de H a y d n , 7, en do mayor por la gran orquesta dirigida por Félix S a u v i n e t . - C o m e d i a de V e n t u r a d é l a Vega, en u n acto La Sociedad de los trece y E n esa noche el Teatro Nacional tuvo n n lleno c o m p l e t i v o , £ hizo notable el haber concnrrido toda la compañía del Teatro de H i dalgo previo pago de sus correspondientes entradas y asientos. E n t r e llf mu'y selecta concurrencia se vieron i los políticos Iglesias Mariscal Nelíon, Herreros d e T e j a d a y E d u a r d o L. P l u m b á los banqueros Newold y Davidson; entre los propietanos a G o n b a r Valle, E s candón Rublo y Martínez de la Torre, principal organizador de aquel magnífico espectáculo: allí estaban también las familias Rrva Palad o ' c a r r e r e , Romero Rubio, Bermejillo, Alcalde, Goctacoa M e j m y T o b a r y ci n otras legítimas representantes de la aristocracia, e l t a lento y l a fortuna, confundidas con diputados funcionarios y escnS e s Como dije, el organizador del espectáculo, que estuvo brillanS o fué el U c . Martínez de la Torre, memorable por su elevado talento y por la multitud de sus buenas obras, bien secundado por A S r D Fernando Batres, y por el Ministro español D. Feliciano Herreros de Tejada, qne desde su llegada á México supo, como poco de sus predecesores y sucesores, captarse las simpatías genera es r ^ L , México, no con vana palabrería diplomática, smo con notab l e s y Ameritadísimos hechos. La orquesta formada por ochenta profesores f u é magnífica, y la distinguida Sra. Castillo f u é aplaudidacon frenético entusiasmo, del mismo modo que el m u y excelente Orfeón Alemán y su habilísimo Director el Sr. Laue. Con esta buenaobra terminó, en lo relativo á espectáculo^ en México el año d e 1871, muy agitado entre nosotros, comoen toda Europa' que " ó en é l t a a l i z a r la lucha terrible del conflicto f r a n c o - p r u siano Por cierto q u e ella fué causa de un más que m e d a ñ o alboroto eñ nuestra Capital-, con motivo de haber circulado el rumor d e q u e i prusianos habían tomado á París, la colonia alemana enarbolo su tantea en su Casino, iluminó los balcones d e de ellos puso u n transparente alegórico! pareció a la colonia franee sa u n tasulte esa demostración, y tomando la cosa por d o n d e „ se encaminó, en número grande de individuos, al peripuesto Casino Alemán y benitamente hicieron trizas á pedradas transparente y fa" b a j a r o n los alemanes á dispersar á los manifestantes y pron^ f a r m ó l a d , D u , s es Cnsto, h a s t a que llegó la policía a meter paz cuando eran ya m u y numerosos los atropellados, heridos y maltre-
^ E n cuanto á fallecimientos notables de literatos y artistas, tres de personas muy queridas en México ocurrieron en el año d e 1871: el del distinguido actor D. J u a n de Mata Ibarzábal, el del poeta cubano D Tuan Clemente Zenéa, sentenciado á la pena capital en la Habana, y el del a p r e c i a d o escritor, periodista y militar D. Emilio Rey, al cuál quitó el tifo la vida el 5 de Setiembre. E n 1871, la República toda, y en particular su Capital, vivieron en perpetuas alarma é intranquilidad. Al principiar Octubre la ciudad federal se vió terriblemente conmovida por un inesperado y formidable pronunciamiento. Los diversos grupos en que se subdávidió el partido liberal con motivo de las elecciones que para Presidente de la República debían tener próximo verificativo, habían venido e x a c e r b a d o sus odios y rencores por medio de la prensa, de los clubs, de la tribuna parlamentaria y de movimientos armados, como el de la guarnición d e Tampico que en la primera quincena de Junio ahogó, tras sangrienta lucha, el jefe al efecto enviado por el Sr. Juárez, quien, á pesar de toda aquella fuerte oposición, vió triunfar nuevamente su candidatura y formarse el 6? Congreso de una inmensa mayoría d e sus partidarios. Sus enemigos quisieron entonces impedir q u e la Cámara hiciera la declaración correspondiente en favor del Benemérito, y los Grales. Negrete y Chavarría y los coroneles Toledo y Echegaray, con los soldados del Batallón de Poücía, q u e dieron muerte á su Jefe Larragoiti, se apoderaron de la llamada Ciudadela en la tarde del domingo 1? de Octubre, contando con la ventaja que podría resultarles de hallarse casualmente ausente el Ministro de la Guerra. Pero D. Benito Juárez, acostumbrado á afrontar en larga serie de años más serios peligros, no perdió ni un instante sus admirables serenidad y firmeza, y por sí mismo dictó las disposiciones que estimó oportunas y puso las tropas que le permanecían fieles al mando del Gral. Rocha, que, hasta allí, había hecho triunfar la causa del orden en cuantas ocasiones se le había confiado esa misión. E n ésta á que me refiero no f u é menos feliz y afortunado, y tras rudo y sangriento asalto, pues los pronunciados de la Ciudadela disponían de abundante artillería y materiales para la resistencia, ese edificio cayó en poder del Gral. Rocha á la una de la noche del mismo día en que estalló la rebelión. Los castigos impuestos á los pronunciados fueron, según voz p ú blica, sangrientos y terribles, aunque sólo recayeron en subalternos desgraciados, pues los jefes principales lograron oportunamente evadirse. Esa victoria, permitió al Congreso hacer en perfecta calma y en 12 del mismo Octubre, la declaración de que el Sr. Juárez había R, H. T.—T. ra.—16
sido electo Presidente constitucional para el período que comenzaría el i? de Diciembre de ese año. La revolución hubo, pues, de desistir de alzarse armada en la Capital, y fué á brotar en Zacatecas, Aguascalientes, Sinaloa y Oaxaca, Estado éste en que en 8 de Noviembre el Gral. D. Porfirio Díaz proclamó el plan que se llamó de la Noria, desconociendo á los poderes federales. Nada de ello impidió que el i? de Diciembre el Sr. Juárez hiciese ante el Congreso la protesta de ley como tal Presidente para el cuatrienio que concluiría el 30 de Noviembre de 1875; pero la revolución quedó en pie en los puntos indicados, triste herencia del agitado afio de 1871, cuyo juicio político hizo así el más importante de los periódicos oposicionistas de entonces: " n a d a ha resuelto ni en el sentido de la práctica de las instituciones, ni en el de la paz pública, ni menos aún nos ha hecho adelantar en el camino de un gobierno libre; por el contrario, hemos retrogradado, y nada se percibe en el oscuro porvenir de la República; las instituciones han sido convertidas en escarnio." Y dió principio el de 1872, sin cosa alguna de mérito en espectáculos. E n 5 de Enero el Teatro de Hidalgo dió El hombre de mundo, á beneficio de María Mayora que desempeñó una parte de la función; el xi y el 18 dieron en Iturbide sus funciones de gracia la Belaval, con La campana de la Almudaina, y Muñoz con El niño de noventa años y el apropósito El do de pecha de Tamberlick: el 30 la misma Compañía dedicó al poeta veracruzano Jerónimo Baturoni, los productos de la representación de su comedia en tres actos, Mal y remedio, y la pieza Carambola, villa y palos. El 8 de Febrero se reformó la Compañía de Iturbide, que quedó así formada: Actrices, Pilar Belaval, Rosario Muñoz, Concepción Méndez, Luisa Salgado; Actores, Antonio Muñoz, Leopoldo Escalante, Carlos Neto, Jesús Morales, Carlos Goyhenne, Apolonio Morales, Federico García y José Riva; ese cuadro representó, lo mejor que pudo, el día 11, Adriana, como primera de temporada. El sábado 24 del dicho Febrero, la "Bohemia Literaria" dió en el Salón de Conciertos de la Sociedad Filarmónica una reunión ó velada lucidísima, en que hábilmente se combinaron las letras y la música. Melesio Morales y Pedro Mellet ejecutaron al piano la obertura de El Sitio de la Rochela: el Dr. Peredo leyó un artículo de García Cubas, describiendo, cual habilísimo pintor, la Sierra de Pachuca. María Servín recitó una preciosísima poesía, El gorrión muerto, de la insigne Isabel Prieto: el alumno Ruperto Betancourt sorprendió con la ejecución irreprochable de una fantasía para piano sobre temas de Traviata; Justo Sierra hizo resonar las poderosas estrofas de su épica lira; José Rosas leyó su Zenzontle; Aniceto Ortega encantó con
las dulcísimas melodías de su Viola tricolor; los jóvenes Manuel Chávez y Manuel Bauche se hicieron aplaudir en las variaciones de Beyer sobre temas de Beatrice di Tenda; Concha Padilla declamó la Adriana del inmortal Quintana en su más bello monólogo; Alfredo Torroella recitó unas humorísticas quintillas; Gustavo Baz una traducción del Huerto, de Virgilio, y Peredo una composición de Baturoni, La venganza y la gratitud. La obertura de Nabucodonosor, á cuatro manos, dió fin á aquella agradabilísima velada, primera de una serie de reuniones literario-musicales que duraron algunos meses, con gran provecho de las letras y contentamiento del público asistente. Esto y una función que en el Nacional se dió el 17 de Marzo á beneficio del distinguido actor Enrique Guasp, atacado de una grave y dolorosa enfermedad en un pie, de que entonces pudo aliviarse y que años adelante le obligó á horrible mutilación, fueron las novedades únicas de esos primeros meses del afio, muy triste porque la revolución se extendía por todo el país y los empleados perecían de hambre, y los jueces, los magistrados y otros funcionarios siempre atendidos de preferencia, no recibían sueldos, y las viudas de veteranos casi se transparentaban de necesidad y miseria. En la noche del 9 de Mayo la literatura mexicana tuvo ocasión de apuntar en sus anales un glorioso y legítimo triunfo. De algú^ tiempo atrás venían llamando la atención de los lectores inteligentes varias composiciones de un materialismo penetrante, firmadas por un verdadero poeta, sumamente joven y aprovechadísimo alumno de la Escuela de Medicina. Con Cuenca y con Gerardo Silva había contribuido á l a formación de la Sociedad Literaria "Netzahualcóyotl," principalmente consagrada al estudio de los buenos modelos y á la crítica y corrección de las composiciones de una nueva y joven generación de escritores. Pobre, laborioso, pensador,—dice Altamirano,—dotado de una imaginación vivísima y de una inteligencia elevada, el cultivo de la poesía fué para su alma una necesidad, á la que consagró todos los momentos que le dejaban libres sus difíciles estudios. Un día quiso ensayarse en algo más serio y difícil que el género lírico, que ya tenía dominado, y preparó un drama basado en el terrible problema de la rehabilitación de la mujer manchada por una falta. Cuando lo hubo escrito se lo ofreció á la actriz española Pilar Belaval, que 16 aceptó gustosa, y anunció su representación para la noche del citado 9 de Mayo, fecha del beneficio de la actriz en el Teatro Principal, al cual había pasado su Compañía. Ese drama fué el intitulado El Pasado, original de Manuel Acuña. "Este drama, dijo El Siglo, es verdaderamente una joya: al fin de cada acto el autor fué llamado á la escena y al presentarse en el tercero se le hizo objeto de entusiasta ovación, y atronaron el teatro los aplausos
los bravos, los vivas al joven escritor, y las dianas pedidas por el público." En la tercera vez de las cinco que se vio obligado á presentarse, el actor Zerecero leyó un soneto de Manuel Rincón, á nombre de los literatos mexicanos. Eos artistas se esmeraron en la ejecución de la obra, distinguiéndose sobre todos la Belaval. Con su primera obra, Acuña había hecho su reputación como autor dramático. El Pasado se repitió en la noche del 11 de Junio, con el mismo entusiasta y ruidoso éxito, y entre el unánime aplauso de la concurrencia, Manuel Acuña fué coronado de laurel. Ea Belaval, Zerecero, Euisa Salgado, Muñoz y Concha Méndez que interpretaron la hermosa obra, participaron con justicia de los aplausos del público. En el Teatro Nacional y desde el 10 de Mayo venía siendo regularmente favorecida la Compañía Japonesa, dirigida por el Príncipe real Satsuma's, compuesta de sorprendentes equilibristas y de unas cuantas norte-americanas, tan guapas mujeres como impasables cantantes de cargantísimas melodías. En el mismo teatro y en la tarde del domingo 9 de Junio produjo un lleno colosal la representación de un drama histórico intitulado El Cerro de las Campanas, original de D. Antonio Guillén y Sánchez. Ese lleno animó á la Empresa á procurarse una repetición de buenas entradas, y el 16 puso en escena la segunda parte de aquella obra con el título de El Sitio de Qurétaro ó el Talamo y las Víctimas. F u é esa una época de estrenos y de cierta animación literaria. E l Liceo Hidalgo venía celebrando interesantes sesiones, en las que, entre muchos brillantes discursos pronunciados al dictaminarse sobre el mérito de las composiciones presentadas, fueron notables los de D. Francisco Pimentel y D. Ignacio Ramírez acerca del verdadero sentido de la palabra romanticismo. Ea Sociedad literaria La Concordia daba á su .turno veladas, en que, entre escogidas piezas de música interpretadas por Adela Maza, José Camacho, Espinosa y Guisasola, Agustín Balderas, Sebastián Manterola, Francisco Monroy, Cipriano Carrillo y otros, leían Euis G. Arcipreste su Serenata á mi amada, Gustavo Baz sus Memorias de viajes, Manuel Acuña su grandiosa oda Anteuncadccver, Clotilde Zárate sus bellas poesías, Carolina O'Horán sus tiernas canciones, y muy lindos versos Alberto Bianchi, Francisca Peña, Carolina Poulet y Agustín Bonequi. En la noche del 20 de Junio, y es El Siglo él que habla: " s e puso en escena en el Principal la comedia de Juan A. Mateos, intitulada, El novio ojicial. Ea ejecución no dejó nada que desear; el inteligente Muñoz caracterizó al entrometido Don Lucas de una manera inimitable; la Cañete, actriz de tanto mérito y tan conocida en nuestra escena, estuvo muy feliz. Ea pieza fué bastante aplaudida y el autor llamado dos veces á la escena."
El 21, y sigue hablando El Siglo, " s e puso en escena en el Teatro Nacional el drama de la distinguida poetisa Isabel Prieto de Eandázuri, Un lirio entre zarzas. E l teatro estuvo concurrido y la ovación hecha á la Sra. Prieto fué completa: dianas, aplausos, versos, hurras, todo esto debe haber demostrado á la Sra. Eandázuri el agrado con que recibió el público su drama, y á fe que bien mereció ésta y mucho mayor ovación. Lo sonoro de la versificación, casi siempre fluida y fácil; lo interesante de las escenas últimas del segundo y el tercer actos; ese tino con que nuestra poetisa pintó el amor grande y creciente de una madre intachable, merecieron bien la corona con que la obsequió el Liceo Hidalgo,. " L a Sra. Prieto tímidamente se ocultaba entre las sombras de uno de los palcos; pero la descubrió el público y con sus aplausos la hizo salir dos veces á la escena. El entusiasmo rayó en frenesí, cuando la Sra. Landázuri, con ese amor por su familia, con esa ternura que siempre la ha distinguido, quiso hacer partícipe de su triunfo al hijo de su amor, y con la mayor sencillez salió al palco escénico llevando de la mano al niño rubio y simpático, á quien ha dado ya tan saludables consejos en esas dulces composiciones con que á veces hemos honrado las columnas de este periódico. La Sra. Prieto no debe desmayar en sus esfuerzos; que siga adelante y alcanzará merecidos aplausos. Después de Sor Juana Inés, la Sra. Prieto es la primera que ha escrito para el teatro en nuestro país; justo es, pues, que aplaudamos el talento y nos felicitemos de tener entre nosotros una rival de la Avellaneda." E n la interpretación se distinguieron Concha Padilla, María de Jesús Servín, Josefa García y el actor Zerecero. Como una curiosidad y haciendo á un lado una bonita función dramática de aficionados, que el 17 de Junio se dió en el Teatro Hidalgo, y en la que trabajaron con mucho despejo y naturalidad los jóvenes Alejandro Bardet y Carlos Caballero, copio aquí el siguiente programa de un espectáculo dado en la Plaza de Armas por el acróbata mexicano Antonio Obregón. Dice así: "¡Viva México!—Gran vuelo horizontal ejecutado por el valiente acróbata mexicano Antonio Obregón, desde el último cuerpo de una de las torres de Catedral al Zócalo, llevando en las manos pabellones mexicanos, preciosos globos con palomas adornadas, á las que dará libertad en su travesía, y disparará un par de pistolas, para el domingo 23 de Junio de 1872, entre once y doce de la mañana. ¡Compatriotas! Hoy me dirijo á vosotros al hacer un descenso de la altura de 192 varas, y al contar con la protección del Supremo Gobierno que ha concedido el permiso para poner en ejecución el equilibrio que anuncio, sólo resta ofrecer este insignificante trabajo á mis conciudadanos. De vuestro patriotismo espera un pequeño donativo para remunerar á sus gastos, y
como buen mexicano cree no salir desairado vuestro compatriota y servidor, Antonio Obregón." Dos estrenos hubo aún al final del mes de Junio, ambos en el Principal: el jueves 27 el de la comedia Los parientes, del distinguido poeta José Rosas. La obra agradó en lo general y se encontró digna de los antecedentes literarios de su autor. E n ella los caracteres estaban bien sostenidos, especialmente el de Don Facundo, que fué muy bien interpretado por Muñoz. La Belaval estuvo muy acertada en el de Julia. La versificación era correcta y armoniosa, y los chistes pulcros y de buen gusto. E l autor fué llamado dos veces á la escena, y el Liceo Hidalgo le obsequió con una corona. E l 30 se estrenó un episodio histórico en cinco cuadros, intitulado: Catalina de Suecia, original de Manuel María Romero.
CAPITULO XII
1872. Como no puede carecer de interés en un libro como éste, cuanto tenga relación con la literatura dramática mexicana, debo decir que el domingo 2 de Junio fué objeto de una entusiasta ovación el poeta Manuel María Romero, autor del episodio histórico en cinco actos, Catalina de Suecia. Severamente recibido este drama en su primera representación el jueves 30 de Mayo anterior, el público hubo de rectificar su juicio, ayudado por la buena voluntad del autor que corrigió los defectos más notables, y Manuel M. Romero fué llamado cinco veces á la escena, entre aplausos, dianas y demostraciones de afecto: la Redacción del Socialista, á nombre del Gran Círculo de Obre : ros, le ofreció una hermosa corona, que le fué presentada por la actriz Pilar Belaval. Este suceso causó mucha complacencia á los numerosos amigos del modesto y entendido escritor, cuyo primer ensayo dramático no merecía ciertamente el fiasco que hizo en su estreno, pues no era en verdad ni mejor ni peor que tantos otros que antes, entonces y después fueron bien recibidos desde su primera representación. Pasemos ya á referir sucesos correspondientes á Julio de 1872, pero antes mencionemos siquiera el fallecimiento del arquitecto español D. Lorenzo de la Hidalga, constructor del Gran Teatro Nacional: esta pérdida, sensible para las Bellas Artes, ocurrió á las nueve y media de la mañana del 15 de Junio: Hidalga fué víctima de unapulmo-
nía que se dijo haber tomado dirigiendo las obras del bello palacio de los Sres. Escandón, en la Plazuela de Guardiola. En principios del mes de Julio, la buena sociedad mexicana que de tiempo atrás andaba alarmada con los progresos de la criminalidad en el recinto mismo de la Capital, experimentó una justa satisfacción con ver volver vivo á su seno al Sr. D. Juan Cervantes, osadamente plagiado en cierta noche en que salía de un espectáculo habido en el Teatro Nacional. E l activo Gobernador del Distrito, D. Tiburcio Montiel, logró, en las primeras horas de la mañana del 4 de Julio, salvar al Sr. Cervantes, á quien encontró en la casa número 8 del callejón del Zacate, esquina con la Plazuela de San Lucas, debajo de las vigas del piso de una inmunda accesoria, en un estado casi cadavérico y con los oídos tapados con cera y los ojos vendados. El horrendo y cobarde crimen fué justa y severamente castigado á las cuatro y media de la tarde del mismo día de la aprehensión de los delincuentes, dos de ellos españoles y mexicano un tercero: los tres fueron fusilados y sus cadáveres expuestos en el mismo lugar del crimen, para satisfacción de la vindicta pública y para ejemplo y escarmiento de bandidos, que en esos días eran numerosos en la ciudad y en sus alrededores, y procedían, á lo que se dijo, de la Isla de Cuba, de la que habían salido huyendo de la persecución que en ella se les hacía; parece que los hubo de todas las nacionalidades y aun se habló de que hubiesen formado una sociedad con el nombre de la Italia Roja, bajo la jefatura de un miserable llamado el Noy, que al ser aprehendido en el pueblo de San Miguelito, se suicidó para evitarse el ser llevado al cadalso: su cadáver fué traído á México y expuesto en el lugar en donde fueron fusilados los reos del susodicho plagio, en que el Noy apareció complicado. Pero el grande é inesperado suceso de ese mes de Julio, fué el de la muerte casi repentina del benemérito ciudadano é insigne patriota, orgullo de América y del partido liberal mexicano, D. Benito Juárez, ocurrida á las once y media de la noche del 18. Esa desgracia, que causó un sentimiento general, unánime, aun entre sus mismos enemigos políticos, pues si éstos combatían su ambición de mando, nunca dejaron de admirarle y de respetarle como inmaculado héroe de la segunda Independencia de México, dió término á la revolución que asolando venía al país, y facilitó á uno de sus contrarios, D. Sebastián Lerdo de Tejada, el acceso á la Presidencia de la República, de la que interinamente se encargó el 19, como Presidente que era de la Suprema Corte de Justicia. Desde el día 15, y firmado, en representación de la Empresa, por D. Ignacio R. Esparza, se había impreso y hecho circular el prospecto de la nueva Compañía de Opera Italiana que debía comenzar próxi-
como buen mexicano cree no salir desairado vuestro compatriota y servidor, Antonio Obregón." Dos estrenos hubo aún al final del mes de Junio, ambos en el Principal: el jueves 27 el de la comedia Los parientes, del distinguido poeta José Rosas. La obra agradó en lo general y se encontró digna de los antecedentes literarios de su autor. E n ella los caracteres estaban bien sostenidos, especialmente el de Don Facundo, que fué muy bien interpretado por Muñoz. La Belaval estuvo muy acertada en el de Julia. La versificación era correcta y armoniosa, y los chistes pulcros y de buen gusto. E l autor fué llamado dos veces á la escena, y el Liceo Hidalgo le obsequió con una corona. E l 30 se estrenó un episodio histórico en cinco cuadros, intitulado: Catalina de Suecia, original de Manuel María Romero.
CAPITULO XII
1872. Como no puede carecer de interés en un libro como éste, cuanto tenga relación con la literatura dramática mexicana, debo decir que el domingo 2 de Junio fué objeto de una entusiasta ovación el poeta Manuel María Romero, autor del episodio histórico en cinco actos, Catalina de Suecia. Severamente recibido este drama en su primera representación el jueves 30 de Mayo anterior, el público hubo de rectificar su juicio, ayudado por la buena voluntad del autor que corrigió los defectos más notables, y Manuel M. Romero fué llamado cinco veces á la escena, entre aplausos, dianas y demostraciones de afecto: la Redacción del Socialista, á nombre del Gran Círculo de Obre : ros, le ofreció una hermosa corona, que le fué presentada por la actriz Pilar Belaval. Este suceso causó mucha complacencia á los numerosos amigos del modesto y entendido escritor, cuyo primer ensayo dramático no merecía ciertamente el fiasco que hizo en su estreno, pues no era en verdad ni mejor ni peor que tantos otros que antes, entonces y después fueron bien recibidos desde su primera representación. Pasemos ya á referir sucesos correspondientes á Julio de 1872, pero antes mencionemos siquiera el fallecimiento del arquitecto español D. Lorenzo de la Hidalga, constructor del Gran Teatro Nacional: esta pérdida, sensible para las Bellas Artes, ocurrió á las nueve y media de la mañana del 15 de Junio: Hidalga fué víctima de unapulmo-
nía que se dijo haber tomado dirigiendo las obras del bello palacio de los Sres. Escandón, en la Plazuela de Guardiola. En principios del mes de Julio, la buena sociedad mexicana que de tiempo atrás andaba alarmada con los progresos de la criminalidad en el recinto mismo de la Capital, experimentó una justa satisfacción con ver volver vivo á su seno al Sr. D. Juan Cervantes, osadamente plagiado en cierta noche en que salía de un espectáculo habido en el Teatro Nacional. E l activo Gobernador del Distrito, D. Tiburcio Montiel, logró, en las primeras horas de la mañana del 4 de Julio, salvar al Sr. Cervantes, á quien encontró en la casa número 8 del callejón del Zacate, esquina con la Plazuela de San Lucas, debajo de las vigas del piso de una inmunda accesoria, en un estado casi cadavérico y con los oídos tapados con cera y los ojos vendados. El horrendo y cobarde crimen fué justa y severamente castigado á las cuatro y media de la tarde del mismo día de la aprehensión de los delincuentes, dos de ellos españoles y mexicano un tercero: los tres fueron fusilados y sus cadáveres expuestos en el mismo lugar del crimen, para satisfacción de la vindicta pública y para ejemplo y escarmiento de bandidos, que en esos días eran numerosos en la ciudad y en sus alrededores, y procedían, á lo que se dijo, de la Isla de Cuba, de la que habían salido huyendo de la persecución que en ella se les hacía; parece que los hubo de todas las nacionalidades y aun se habló de que hubiesen formado una sociedad con el nombre de la Italia Roja, bajo la jefatura de un miserable llamado el Noy, que al ser aprehendido en el pueblo de San Miguelito, se suicidó para evitarse el ser llevado al cadalso: su cadáver fué traído á México y expuesto en el lugar en donde fueron fusilados los reos del susodicho plagio, en que el Noy apareció complicado. Pero el grande é inesperado suceso de ese mes de Julio, fué el de la muerte casi repentina del benemérito ciudadano é insigne patriota, orgullo de América y del partido liberal mexicano, D. Benito Juárez, ocurrida á las once y media de la noche del 18. Esa desgracia, que causó un sentimiento general, unánime, aun entre sus mismos enemigos políticos, pues si éstos combatían su ambición de mando, nunca dejaron de admirarle y de respetarle como inmaculado héroe de la segunda Independencia de México, dió término á la revolución que asolando venía al país, y facilitó á uno de sus contrarios, D. Sebastián Lerdo de Tejada, el acceso á la Presidencia de la República, de la que interinamente se encargó el 19, como Presidente que era de la Suprema Corte de Justicia. Desde el día 15, y firmado, en representación de la Empresa, por D. Ignacio R. Esparza, se había impreso y hecho circular el prospecto de la nueva Compañía de Opera Italiana que debía comenzar próxi-
mámente sus trabajos en el Gran Teatro Nacional. H é aquí el elenco: Prima donna absoluta del género ligero, Angela Peralta de Castera; Prima donna absoluta dramática, Cornelia Castelli; Prima donna mezzo soprano, Giuditta Galazzi; Prima donna contralto, Paolina Verini; Otra prima donna soprano, María Beluta; Comprimaria, Marieta Pagliari; Primeros tenores absolutos, Felice Pozzo, Hipólito D ' A v a n zo; Otro primer tenor, Luis Bertoletti; Primeros barítonos absolutos, E n r i q u e Storti, Felipe Bertolini; Primeros bajos profundos, Carlos Zuchelli, José Giannoli; Maestros directores, Daniel Antonietti, Cayetano Foschini; Arpista, Rosalinda Sacconi; Primer oboe, E m m a n u e l Vacarosi; Primera bailarina, Unice Vanerini. Precios d e abono por doce funciones: en palcos, ciento veinte pesos; en lunetas, diez y seis. Tomándose el palco por tres abonos, el precio se reducía á cien pesos por cada doce funciones. La primera, y de estreno de Compañía, se verificó el 27 de Julio con Favorita. La Galazzi, q u e desempeñó el papel de Leonor, era una joven de veinte años, morena, con ojos grandes, negros y llenos de expresión: su voz, de mezzo soprano, tenía un metal agradable y la manejaba con talento y discreción, cosa rara en una debutante en su carrera. Cantó bien la romanza del segundo acto y el d ú o con el rey; pero donde estuvo sorprendente, apasionada, dramática y conmovedora f u é en el cuarto acto, en que dió prueba concluyente d e sus grandes dotes artísticas: las cualidades dramáticas de la Galazzi eran verdaderamente de llamar la atención en una artista de su edad. F u é recibida con los más entusiastas aplausos. D ' A v a n z o no lució, díjose q u e á causa de la fatiga del viaje: Zuchelli estuvo bastante bien. E l héroe d e la noche f u é el barítono Storti, que ejecutó de un modo excepcional el Alfonso. Su modo de accionar, su magnífica y extensa voz, hacían d e él u n artista eminente, y le valieron una ovación espléndida al final del tercer acto. E n el segundo intermedio, la arpist a Rosalinda Sacconi ejecutó de u n modo admirable u n dificilísimo Capricho de A. T h o m a s . E l domingo 28, y en la segunda de abono, se cantó Ione, luciendo en ella muchísimo el barítono Bertolini. E l 30 obtuvo un éxito redondo Un bailo in maschera. Pozzo, el tenor de fuerza de la Compañía, interpretó perfectamente su papel; su voz rebelde en ocasiones y un poco áspera al principio, adquirió en la preciosa barcarola del segundo acto una fiexibilidád y u n brío inesperados: en el tercer acto, en el magnífico dúo con Amelia, estuvo verdaderamente inspirado; en el último no f u é menor su triunfo. La Castelli era u n a Amelia digna de l a pasión que inspiró al Conde: de estatura más q u e mediana, perfectamente formada, de ojos grandes, negros y vivos, d e una fisonomía interesante, presentaba un c o n j u n t o seductor: su voz
era de una dulzura y de una limpieza exquisitas: actriz inteligente, estuvo muy bien en el tercer acto. Oscar el hechicero p a j e que tanto ameniza esa sombría partitura, v que produce en el espectador el efecto de un rayo de sol en medio de una tempestad, fué interpretado por María Beluta, linda, joven y esbelta valenciana. Graciosa, traviesa, ligera y elegante, la Beluta impresionó agradablemente al auditorio, y el patio la aplaudió con loco frenesí: María Beluta poseía una voz flexible, de u n diapason bastante alto, y sus trinos eran perfectos: en el cuarto acto lanzó unas notas picadas que arrebataron al público: María Beluta debía llegar á ser la niña mimada de los abonados, y para ello tenía mil títulos, siendo los principales su gentileza y su brío. " L a Compañía, dijo u n o de los principales periódicos, nos ha traído una María Beluta, que parece de dulce; joven como el renuevo de la flor, bella como el lucero de la tarde, despide su garganta cascadas de clarísimas notas, puras, sonoras como el canto del ruiseñor: María h a aparecido de paj e y de pescador en El baile de máscara; en sus ritornellos es inimitable; canta con toda la gracia que irradia de su presencia. La Beluta ha 'hechizado de tal suerte á todo el público, que los poetas le han dedicado ya una infinidad de sonetos, quintillas, odas y poesías de toda especie." Ahí van de muestra, unos versos que
firmaba
Mefistófeles:
" ¡ Qué bellas tus formas son, mariposilla ligera! ¡ Qué frente t a n hechicera! ¡ Qué mirada! ¡ E s la ilusión! "f Qué sonrisa! ¡ Amor se posa en t u s labios purpurinos; y qué dulcísimos trinos, qué voz t a n suave y hermosa! ' ' ¡ Qué perfumados tus rizos ! ¡ Qué mano, si es u n p r i m o r ! Y qué talle, si el amor le dió todos sus hechizos! " D e rosas una corona ciñe á t u frente el encanto, ^ que entre la risa y el canto el genio su luz pregona. " ¡ Qué deslumbrante t u t r a j e ! ¡ Qué arrogante t u figura! ¡ Cómo realza t u hermosura! ¡ Quién fuera p a j e del p a j e ! B . H. T.—T. III.—17
"Deja al Conde, ven, María, sé Reina del corazón, que un trono en la redacción te va á alzar la pluma mía. "Bella con el dominó, nube en el sol tu c a r e t a . . . . yo te canto, soy poeta, no digas, paje, que no. ' ' T e he visto en mi frenesí llena de encanto y amor en traje de pescador, ¿ no quieres pescarme á mí ? "Canta, pajecillo, canta, que una flauta es t u g a r g a n t a . " A su manera, Mefistófeles se hizo el eco de la admiración y del entusiasmo que en los amantes de la belleza despertó María Beluta, quien hizo un Oscar que hasta hoy por nadie ha sido superado en el Gran Teatro, lo mismo en la parte de canto que en lo que se refiere á belleza femenil. Filé una mujer encantadora, que al fin hubo de quedarse en México, retirada del teatro y unida en matrimonio con un estimable caballero perteneciente á la Colonia alemana. La Verini, que desempeñó el papel un poco ingrato de la bruja, era una bella rubia, de regulares facciones, de grandes ojos azules y de imponente estatura: su voz de un contralto legítimo, se escuchaba con gusto, pero sin entusiasmo: artista de buen método, cantaba bien, pero faltándole fuego é inspiración artística. Como de costumbre, fué el rey de la función el barítono Storti, que hizo un incomparable Renato: cantó la gran escena del cuarto acto, con una perfección tan grande, que sólo por consideración no se la hizo repetir el público por tercera vez. " ¡ Qué manera tan prodigiosa de redondear la nota ! —exclama un cronista — qué metamorfosis tan inaudita al ejecutar aquel rápido paso de la voz de pecho á la de cabeza, cuyo perfecto mecanismo es un verdadero fenómeno así del arte como de la naturaleza. Storti desplegó todo su admirable y doble talento de cantante y de actor." Los dos bajos, Zuchelli y Giannolli, cantaron y caracterizaron muy bien; en el coro de la risa supieron hallar entonaciones diabólicamente burlonas, y en el gran terceto del cuarto acto un vigor y una afinación dignos de todo elogio. Los coros y la orquesta se portaron satisfactoriamente, y en suma, fué aquella magnífica función lo mej o r de toda la temporada. Después de una repetición del Bailo, se dió Hernani, por la Castelli, Pozzo y Bertolini que estuvo muy bien en el Carlos V.
Lucia fué un triunfo para la Peralta, y desde su primer dúo con Edgardo en la preciosa escena del anillo, arrebató al público: la Peralta poseyó un timbre de los más agradables que se han oído en las notas altas; su voz fué de soprano eminente, y no carecía de amplitud ni de mordant: la bravura y el brillo eran las cualidades distintivas de nuestra cantante, que sabía impregnar de infinita suavidad y dulzura los pasajes tiernos. Después cantó Traviata, obra que posee bellísimas melodías sofocadas por imperdonables vulgaridades, airecitos chocantes, y un atroz desbarajuste en la partición. Angela estuvo inimitable en el primer acto y espléndida en el segundo: los otros, aunque los cantaba con perfección, no eran, sin duda, propios para ella. Diéronse después, y á partir del 15 de Agosto, tres representaciones de Safo, de Pacini, lo cual equivale á decir que la Galazzi alcanzó tres grandes triunfos. Esa obra que pasa por la mejor de aquel maestro, encierra verdaderas joyas, como el aria del barítono en el primer acto, la cavatina de la contralto en el segundo y el gran dúo del mismo entre Clemene y Safo, página que por sí sola basta para acreditar la partitura: en el acto tercero es notable el aria del tenor: el cuarto acto es todo él bueno y de mérito extraordinario. E n cuanto al desempeño, pocas veces ha presenciado el Teatro Nacional un entusiasmo tan espontáneo y unánime como el que provocó la Galazzi en el papel de Safo, por el vigor, la energía y el fuego que desplegó: " l a Galazzi — dijo un cronista—es una trágica perfecta, como lo demostró en la terrible escena del templo: pero donde se excedió á sí misma fué en el último acto: creo difícil que se pueda interpretar mejor aquella situación eminentemente dramática del amor llevado hasta el sacrificio de la vida: la Galazzi es una verdadera encarnación de la Safo antigua, de la Safo legendaria, inspirada, apasionada y sublime. La Verini, encargada del papel de Clemene, canta correctamente; pero nada más; es un témpano esa artista, nada la conmueve; tan fría como bella, asiste á las escenas más patéticas con una pasmosa impasibilidad. Bertolini cantó bien, y D'Avanzo hizo cuanto pudo, que fué poco, pues su voz carece de volumen y de extensión." Lucrecia salió menos que mediana; en cambio fué un triunfo para la Compañía, el estreno, en la noche del 28 de Agosto, de la ópera del gran Meyerbeer, Le Pardon de Ploermel, con el título de Dinorah. Los creadores de esa obra en París en 4 de Abril de 1859 fueron la hechicera cantatriz Mad. Cabel, el eminente barítono Faure, y Sainte Foy el tenor cómico por excelencia: el público de la Opera cómica y todo París, acogieron con entusiasmo aquella obra tan fuera de la manera habitual del gran Maestro, y lo mismo han hecho después los públicos de todos los países.
E n México fueron igualmente recibidos y aplaudidos los trozos notables que abundan en esa penúltima obra de Meyerbeer: en primer lugar, la obertura, que es una verdadera sinfonía, en la que el Maestro quiso condensar los principales rasgos de la leyenda en que se inspiró: en el primer acto un coro primoroso y muy melódico; el arrullo de la loca; la escena chispeante y llena de incidentes entre Dinorah y Corentino, á quien obliga á bailar; la aria de Hoel, el dúo de ambos aldeanos; el terceto final en que domina la voz fantástica de Dinorah. En el segundo acto el coro de bebedores; la visión de la loca, bailando al rayo de la luna y dialogando con su sombra; la leyenda, el dúo tan musical y tan dramático de Hoel y Corentino; y el terceto final en donde se muestra Meyerbeer todo entero. En el tercer acto, toda la parte bucólica; el aria del Cazador; la romanza de Hoel y el dúo de los dos amantes. Ea partición de Dinorah, dice un crítico, ofrece una mina de observaciones curiosas, y no acabaríamos nunca si hubiéramos de entrar en pormenores y señalar minuciosamente el empleo que el Maestro hizo de los enlaces instrumentales, de las sucesiones armónicas, y de las modulaciones tan atrevidas como nuevas, que abundan en esta obra de primer orden en su género. E l desempeño de Dinorah, en nuestro teatro, fué casi excelente: cantó la Peralta con suma corrección, vocalizó á maravilla, y ejecutó de una manera verdaderamente deliciosa los muchos y difíciles rasgos de su papel. Storti cantó maravillosamente toda la parte de Hoel; su bella voz arrebató al auditorio en aquella aria del primer acto tan hermosa, de tan alto carácter y tan completamente digna del autor de Roberto y de Hugonotes. Storti, artista en toda la extensión de la palabra, alcanzó los honores de la repetición en la romanza del tercer acto tan llena de sentimiento. E l Corentmo fué la mejor creación de D'Avanzo, que, como cantante y como actor supo sacar gran partido de su papel. Giannoli no hizo efecto en su aria del Cazador, que en todas partes se aplaude y hace repetir, seducción «de una melodía tan sencilla como llena de colorido. Eos papeles episódicos de los dos cabreros estuvieron bien cantados por la Verini y la Beluta. Eos coros caminaron bien; la orquesta estuvo más que satisfactoria; el torrente de agua verdadera, suficientemente espumoso-, y aun la cabra natural desempeñó su papel con celo, atravesando el frágil puente al final del segundo acto, sin hacer ninguna mala crianza. E n Linda de Chamounix, la Peralta sorprendió con las variaciones que introdujo en la escena del delirio, demostrando que en el arte de la vocalización era muy difícil ir más allá que ella. En Poliuto, cantado el 8 de Setiembre, Pozzo no pudo hacernos olvidar al gran artista que le precedió en ese papel, por más que arrancó justos aplausos en el dúo del tercer acto. El 18 del citado mes fué cantada La
«wr / Forza del Destino, de Verdi; el público de México, lo mismo que los de San Petersburgo, París y Madrid, recibió esta cansada ópera con una frialdad extrema y justa. En cambio Rigoletto fué un gran éxito para todos los artistas. En Trovador, cantado el 29, arrebataron la Castelli y el magnífico Storti. En la noche del 3 de Octubre, la Castelli, la Beluta, D'Avanzo, Bertolini y Zuchelli, cantaron La Condesa de Amalfi, de Petrella, estrenada en Turín en 1867, y escrita sobre un libreto tomado de la Dálila de Octavio Feuillet. Ea obra de éste quedó deformada por la música de Petrella; á pesar de su introducción verdaderamente inspirada, con Su frase de violoncello de muy bello carácter; del dúo de Tüde y Edigio buenos y bien instrumentados; del grandioso preludio de orquesta del segundo acto; de la elegante aria de Leonor; del bonito duetino de Leonor y Carnioli, de la notabilísima escena del final del segundo acto y el no menos bueno cuarteto final de la obra, La Condesa de Amalfi no pasa de ser una de esas composiciones mediocres que se oyen apaciblemente, sin fatiga, pero sin entusiasmo. Allí se ve la facilidad del maestro que corre antes tras el provecho que tras la gloria, y sin cuidarse de la posteridad no trata más que de agradar al público poco exigente. El sábado 5 de Octubre para su beneficio, que fué sumamente productivo, la bella y graciosa María Beluta cantó Marta con la Verini, DAvanzo y Zuchelli: en obsequio á la beneficiada Rosalinda Sacconi tocó en el arpa, y con su maestría de costumbre, una difícil pieza, y la bailarina italiana Unice Vanerini arrancó aplausos con su ligereza y gracia poco comunes: la Vanerini no era lo que suele llamarse una estrella en el baile, pero sí una buena bailarina de real y legítimo mérito en su género. Para beneficio de Zuchelli, se cantó el sábado 12 de Octubre Sonámbula, ejecutada muy bien por la Peralta y mediocremente por los demás artistas. Para el de Storti fué cantada María de Rohan, de segundo orden entre las obras de Donizetti, pero cuyo bello y dramático acto tercero compensa lo débil de los dos que le preceden; el papel de Chevreuse, escrito para Ronconi, y caballo de batalla de cuantos barítonos aspiran á la celebridad, fué cantado á la perfección por Storti: la Peralta demostró en el papel de María que para una artista inteligente no hay papel que no pueda interpretarse como conviene: D Avanzo dijo muy bien su romanza del acto segundo, y la Verini hizo un lindo abate de Gondy. E n la misma función Antonietti reveló ser un distinguido violinista, de ejecución elegante, limpia y correcta: para esa noche Foschini escribió una sinfonía que pareció de mucho efecto y fué muy aplaudida. El beneficio de la Castelli se díó con una repetición de Ruy Blas el 23. Ea obra del Maestro Marchetti, encantó á nuestro público, es-
pecialmente el famoso dúo del tercer acto, bien conducido é instrumentado y muy semejante en su melodía á la romanza del tenor en el segundo acto de La Condesa de Amalfi-. lo demás de la obra, sin carecer de mérito en algunos números, es endeble y pálido. La ejecución fué muy satisfactoria: la Castelli caracterizó perfectamente el tipo melancólico de María de Neubourg, inventado por Víctor Hugo: Pozzo halló en su creación del Ruy Blas un tipo feliz, que personificó con alma y con calor: Don Salus tío fué interpretado por Storti con su habilidad de costumbre; en el papel de Casilda estuvo muy bien la Galazzi y lo mismo debe decirse de Zuchelli en el Don Gurritano (!). ¡ Valiente españolismo el del talpatronímico! En Crispino e la Comare, obra de Luis y Federico Ricci, estrenada en Veneeia en 1848 con brillante éxito, por sus melodías fáciles, sus agradables coros, y su estilo bufo y gracioso, la Peralta cantó de un modo sobresaliente el festivo papel de Anita, y arrebató en su dúo del primer acto con Crispín, muy bien caracterizado por Zuchelli; secundándolos con acierto Bertolini, Giannoli y Bertoletti. El 29 de Octubre fué cantado El Barbero de Sevilla de un modo satisfactorio. No cabe duda en que el Barbero ha sido uno de los mayores triunfos de Rossini, y eso á pesar del fracaso de su estreno, cuando por haberse reventado las cuerdas de la guitarra del gran García, que hacía á Fígaro, estuvo á pique de quedar comprometido el porvenir de esta ópera; después de aquella malaventurada noche no ha envejecido el Barbero, y su música tan festiva, tan fresca, tan inspirada y tan natural, todavía seduce y encanta como en 1818: privilegio exclusivo de las obras del genio es el de ser respetadas por el tiempo y admiradas en igual grado por las generaciones que van sucediéndose. En el Barbero sólo cansan aquellos recitativos un tanto largos y monótonos; en cambio, para citar los trozos notables de esta ópera bufa, es necesario mencionar cuantos la forman. Storti, en el papel de Fígaro estuvo inimitable, y sazonó su papel con mucha gracia y brío. D'Avanzo estuvo bien en el Conde de Almaviva; Zuchelli nada dejó que desear en Don Bartolo, y menos aún Giannoli en Don Basilio; la Peralta arrebató en su cavatina y en la lección de música, en la cual intercaló canciones populares mexicanas que entusiasmaron al público. A beneficio de la Galazzi y con teatro completamente lleno y abundancia regia de versos, coronas, luces de Bengala, dianas y mil demostraciones de frenesí, se cantó en la noche del 31 Romeo y Julieta, de Bellini, acompañándola en su ejecución, que sólo fué mediana, Pozzo y la Beluta. Concluida la función, en uno de cuyos intermedios Pozzo y la Castelli cantaron el dúo de Ruy Blas, y la Peralta su precioso valse Lejos de ti, siguió la gran ovación que á la Galazzi se
le tenía dispuesta: un elegante carruaje tirado por tres troncos de caballos tordillos con penachos de azahares, esperaba á la beneficiada, cuya aparición saludó el público del vestíbulo, el del pórtico y el de la calle con un nutrido aplauso; doce lacayos de lujosa librea la precedían alumbrando el paso con hachas de cera; entre gigantescas luces de Bengala, y á los acordes de las marchas militares, entre los vivas y aclamaciones de incontable muchedumbre, la comitiva siguió las calles de San Francisco, Plaza mayor, Refugio, Coliseo Viejo y Nuevo, hasta llegar al Hotel de Iturbide; allí en uno de los salones del piso inferior, se sirvió una espléndida cena, y pronunciaron brindis por la Safo italiana, Angel Domínguez, Antonio Lara, Celestino Díaz, Fuentes, y Tagle. La fiesta terminó después de las tres de la mañana. En el quinto medio abono, que empezó el 3 de Noviembre, fueron cantadas Ruy Blas, Otello, Puritanos, Safo y Trovador. Para el 19 y á beneficio de Angela Peralta de Castera, fué anunciada La Estrella del Norte, de Meyerbeer. La ejecución, si se exceptúa á la Peralta, Zuchelli y la Beluta, estuvo muy mediana, lo que contribuyó, y no poco, al fracaso que la obra sufrió en México; la Peralta, que cantó el papel de Catalina, creado en París en 1854 por Carolina Duprez hija del célebre tenor francés, mereció elogios como cantante, pues dió prueba de inaudito brío en muchos trozos, especialmente en el rondó del primer acto y el aria concertante con las dos flautas. Zuchelli estuvo bien en Pedro el Grande, y la Beluta muy graciosa en el traje de Prascovia, diciendo con distinción las estrofas del tercer acto; los demás artistas, los coros y la orquesta, estuvieron desgraciadísimos, y el aparato escénico lamentable. A las seis de la tarde de ese día del beneficio, y previo el anuncio correspondiente, se verificó en el vestíbulo del Nacional la ceremonia de colocar en su respectivo nicho, entre los de Alarcón y de Gorostiza, el busto de Angela, por mano de Julián Montiel, á los acordes del Himno Nacional y entre la lectura de varias poesías. Después del beneficio, los amigos de la Peralta la acompañaron á su casa, en la que bailaron hasta las cinco de la mañana. Al día siguieute, la Empresa nos dió el Trovador, que salió muy bien, desempeñando Bertolini el papel interpretado hasta allí por Storti, quien algunos días antes había tenido que salir de México para cumplir con otras contratas. E l jueves 21 se repitió la Estrella del Norte, como despedida de la Compañía. H e dedicado más espacio y detalles de los acostumbrados en este libro á esa Compañía, porque realmente fué una de las mejores en aquellos años, acreditándose en su elección el buen gusto, el talento y el estudio que de las aficiones de sus compatriotas tenía y había hecho la empresaria, que no fué otra que la eminente artista Angela Peralta de Castera.
Para terminar la revista del año de 1872, daremos algunas breves noticias que no carecen de interés: sea la primera una nota triste, la muerte de Eduardo González, ocurrida en España, á la cual sus amigos de México lo enviaron con la esperanza de que las emociones que hubiese de experimentar le devolvieran la salud. "Quedaba la esperanza, dice un cronista, de que los aires del país natal devolverían á aquel cuerpo, todavía joven, las fuerzas y la vida que habían huido antes de tiempo. ¡Vanas ilusiones! Su sentencia estaba ya pronunciada, y González no volvió á ver los campos de su infancia sino para pedirles el último asilo. Si Dios quiso que antes de su muerte se iluminara otra vez aquella inteligencia, el pobre González ha debido presentir cuánto pesar había de causarnos su prematuro fin, aquí, donde tanto le quisimos." Esta noticia se tuvo en México á mediados de Octubre. Retirada la Opera, el Teatro Principal, del que mucho tiempo antes había emigrado la zarzuela Moreno, y en el que, á partir de fines de Setiembre, trabajaban la nueva dama joven Eeona Paliza, la Belaval, Muñoz, Escobar, Butanda, Rodríguez, la Amat y Jesús Morales, contratados por la Empresa Macedo, cobró alguna animación en competencia con un espectáculo hasta cierto punto nuevo, traído al escenario del antiguo Circo de Chiarini, por el Sr. A. Omarini, propietario.del café y restaurant de la Concordia. Me refiero al espectáculo de Marionetas Italianas, muñecos como de un metro de altura, muy bien y lujosamente vestidos, á los que por medio de cuerdas y alambres, hacían accionar diferentes personas que por ellos hablaban y recitaban entre bastidores, comedias larguísimas y fastidiosas, y aun tragedias como Francesca de Rimitii. E l espectáculo, con muñecos de tanto tamaño, con sus caras barnizadas, frías é inmóviles como de palo que eran, distaba mucho de causar ni la más pequeña ilusión, y sólo eran soportables los bailes de aparato, con muy bien pintadas decoraciones y vistosos cambios y trajes, por ejemplo, el llamado La inundación deBrescia, de muy bien dispuesta combinación. Ea verdad es que las Marionetas no podían competir ni rivalizar con las empresas mexicanas de títeres, que presentan con pequeños muñecos admirablemente movidos, sainetitos de muchísima gracia, que en su mayoría son cuadros de costumbres y sátiras, y críticas de u n mérito sobresaliente. Esto y los infames teatro de América y los jacalones como el del Triunfo, ocupados por cómicos dignos de ellos y de un público sin educación y mal criado, que, á pretexto de cocorismo, se entregaba á toda suerte de groserías, constituían las diversiones de la temporada de Muertos y de tandas. " E n el teatrito de América, decía El Monitor, está de moda un baile que llaman la Carracachaca: es una pantomima entre un inglés de patillas rubias y una cocotte; ésta enseña la punta del pie al bueno
del inglés, éste se electriza, y ruega hasta que le enseña algo más que la punta, y al fin uno y otra se toman del brazo y baüan un cancán y los cócoras estallan haciendo unos la máscara, otros el gato, y otros el oso; baja el telón y los cócoras chillan como unos desesperados y se vuelve á bailar la carracachaca y para verla mejor el público se trepa sobre las bancas entre gritos de loca alegría E l mes de Diciembre de 1872 fué muy animado en la Capital: empezó con la toma de posesión de la Presidencia de la República por D. Sebastián Eerdo de Tejada, que la desempeñaba como interino desde la muerte de D. Benito Juárez; la ceremonia se verificó en el Teatro de Iturbide, habilitado para Cámara de sesiones del Congreso Federal, por haber un voraz incendio, ocurrido en 22 de Agosto anterior, reducido á cenizas el salón que existía en el Palacio Nacional. Eos diputados estuvieron reuniéndose en el de Embajadores, hasta que se hizo la susodicha habilitación del Teatro de Iturbide, que desde entonces dejó de servir para el objeto á que hubo de destinarlo su constructor D. Francisco Arbeu. E l número de nuestros teatros no por eso disminuyó, aunque sí bajó en calidad; el empresario Sr. Macedo levantó un horrible jacalón del más pésimo gusto que llamó Teatro de los Autores, en terrenos del Baño del Jordán: ni la arquitectura ni el arte dramático tuvieron ni lo más mínimo que agradecerle. El 5 de Diciembre se estrenó en el Nacional por Concha Padilla, para la que fué compuesta, la tragedia Safo, escrita por Joaquín Villalobos; y el 6 y en el Principal, el drama El Plagio, original de Juan A. Mateos, que despertó mucha curiosidad por creerse que pudiera referirse á alguno de los tres horrorosos plagios perpetrados en ese año, el de D. Agustín Masse, entre Pachuca é Irolo; el de Cervantes, de que hablé ya, y el de Bassot. No hubo tales referencias, y la obra de Mateos, no falta ciertamente de méritos literarios, gustó poco á quienes querían haber visto reproducidos en escena los martirios salvajes impuestos á aquellas distinguidas víctimas. Ea Compañía de Opera, con su personal muy reducido, dió algunas funciones en Puebla y á su regreso de la angélica ciudad y antes de pasar á Toluca, cantó en el Nacional el día 8, Sonámbula en la noche, y Ruy Blas en la tarde, desempeñando Angela Peralta, por separación de la Galazzi, el papel de Casilda. E n Toluca permaneció menos días que en Puebla, y llamada á México por sus amigos y partidarios, la insigne cantante mexicana dió en el Nacional algunas funciones, siendo la última el Fausto, cantado en la noche del 22: el mismo día en la tarde fué cantada la ópera I Puritam: después de ésto la Compañía emigró definitivamente. Ea gran fiesta de ese último mes del año fué el muy suntuoso baile con que en la noche del 14 y en el gran salón de la Lonja, se obB. H. T.—T. III.—18
sequió al nuevo Presidente de la República. Todo en esa memorable fiesta fué lujoso y de buen gusto, y dejó en los asistentes un imperecedero recuerdo.
CAPITULO XIII
1873 El año de 1873 comenzó saliendo, á las cinco de la mañana de su primer día, el tren oficial de inauguración del grandioso Ferrocarril de México á Veracruz, uno de los más admirables y mejor construídos en todo el Universo. No pueden caber aquí noticias de esa fiesta, de que fueron principal teatro aquel puerto del Golfo y la bella Orizaba, pero yo no podría haber dejado de citar ese notabilísimo acontecimiento, eternamente memorable en la historia del progreso y adelantos materiales de México. Durante los ocho días que duró el viaje de los invitados á esa gran fiesta, la Capital estuvo muy poco animada á causa de la ausencia de muchos funcionarios principales y numerosas familias; pero nada perdieron éstas con su no asistencia á nuestros medianísimos espectáculos, reducidos á punto menos que nada. E l teatrillo improvisado en un ángulo del patio del antiguo circo de Chiarini, lo ocupaba una débil Compañía de Zarzuela, en que figuraron María Villaseñor, pollita muy guapa y graciosa, la aplaudida Cristina Corro y los modestos Quesadas, Cabrera, Villanueva, Oropeza y algunos más que desempeñaban, lo mejor que podían, Mamut, Una Vieja, La Gran Duquesa y otras. En el Principal se mantuvieron aún algunas semanas, pero con escaso público, Muñoz y la Belaval, con El hombre más feo de Francia, Virtud y Libertinaje, Nube de Verano y algunas más, tan gastadas como ellas. En principios de Marzo, Muñoz y la Belaval habían cedido su teatro á la Compañía de Zarzuela de Moreno, con la Villaseñor, Grau, Poyo, el bajo Castro y alguna actriz nueva en ese género como fué Josefina Santos, muy acreditada en teatros del Interior por su interpretación y desempeño de Rosma en El Barbero, Adina en El Elíxir, Elvira en Llernani, Oscar en Un Bailo y Maffio Orsini en Lucrecia: en esta ópera también gustó en México cuando la cantó en el Nacional: cantatriz muy superior en voz á sus compañeros de zarzuela, Josefina Santos se presentó y fué aplaudida en Barba Azul y después en El Secreto de una dama, de Barbieri. E n Hidalgo seguíase como de costumbre, ó con terribles dramas ó con
pastorelas como La noche más venturosa. Aun así, era mejor concurrir á Hidalgo que al teatro de América y al jacalón de 1 'El Triunfo,'' cuya vida prolongó hasta muy entrados los primeros meses del año el constante favor de su público; ese público quedará retratado para con aquellos que no le conocieron, con sólo decir que en principios de Febrero el Gobernador del Distrito, D. Tiburcio Montiel, se vió en la necesidad de prevenir en un enérgico oficio á los empresarios "que las baüannas se presenten con el traje fantástico que siempre han acostumbrado, ó si el baile requiere un traje común y largo, cuiden de tío levantárselo, tratando de respetar como es debido la moralpública." Ese oficio aquilata el exceso de la tristísima boga que llegaron á adquirir Lucinda y Pioquinta, Isabel y Concha, y la aun más célebre Carlota Torreblanca. Los escándalos eran allí formidables y diarios y rara era la noche en que no iban á dar á la cárcel de la Callejuela uno ó varios cócoras y aun alguno de los artistas. H u b o vez en que al exigírsele á una de las bailarinas que se alzase el vestido, como ésta respondiese que no lo hacía por temor á la multa, el público se cuotizase para reunir el importe de ella y así ver cumplido su antojo. Aquello era para ruborizar á un Sátiro. Esos pobrísimos espectáculos y los almuerzos, comidas y saraos que con cualquier pretexto se le ofrecían al Presidente Lerdo de Tejada, eran las distracciones únicas de cierta clase dé público en principios del año de 1873. Alguna vez, como ei 27 de Enero, el Liceo Hidalgo celebraba alguna útil y amena sesión; la de esa fecha estuvo dedicada á un grupo de distinguidos periodistas que de la Habana vinieron á México á saludar á los escritores mexicanos y á fraternizar con ellos. Una repartición de premios á los alumnos de las escuelas lancasterianas, verificada el 31 dél mismo mes, nos proporcionó la ocasión de oir y de aplaudir á los distinguidos aficionados, Francisco de P . Pineda, en la romanza de Dinorah, y á su esposa, Manuela Gómez de Pineda, en la polka El canto del zenzontle, de Miguel Meneses, y á uno y otro en un dúo de El Trovador, la fiesta tuvo lugar en el Nacional. El 12 de Abril, y con El Diablo en el poder, inauguró en el Gran Teatro sus trabajos la siguiente Compañía de Zarzuela, en su mayoría venida de la Habana: Primeras tiples, Emilia Leonardi de Nascé, Antonia Cadena; segunda tiple, Caritina Delgado; primeros tenores, Fernando Rousset y Gregorio Aguilar; primeros barítonos, José Palou y Paulino García; primer tenor cómico, José Pons; primer bajo, Cipriano Jalón; actores genéricos, Antonio Rodríguez y Manuel C. Serrano; partiquinos, Jesús Bianchardi, José Blanca y José Torroella; Maestro Director, Lorenzo Arguimbau; veintidós coristas y la Orquesta de "Santa Cecilia."
sequió al nuevo Presidente de la República. Todo en esa memorable fiesta fué lujoso y de buen gusto, y dejó en los asistentes un imperecedero recuerdo.
CAPITULO XIII
1873 El año de 1873 comenzó saliendo, á las cinco de la mañana de su primer día, el tren oficial de inauguración del grandioso Ferrocarril de México á Veracruz, uno de los más admirables y mejor construídos en todo el Universo. No pueden caber aquí noticias de esa fiesta, de que fueron principal teatro aquel puerto del Golfo y la bella Orizaba, pero yo no podría haber dejado de citar ese notabilísimo acontecimiento, eternamente memorable en la historia del progreso y adelantos materiales de México. Durante los ocho días que duró el viaje de los invitados á esa gran fiesta, la Capital estuvo muy poco animada á causa de la ausencia de muchos funcionarios principales y numerosas familias; pero nada perdieron éstas con su no asistencia á nuestros medianísimos espectáculos, reducidos á punto menos que nada. E l teatrillo improvisado en un ángulo del patio del antiguo circo de Chiarini, lo ocupaba una débil Compañía de Zarzuela, eu que figuraron María Villaseñor, pollita muy guapa y graciosa, la aplaudida Cristina Corro y los modestos Quesadas, Cabrera, Villanueva, Oropeza y algunos más que desempeñaban, lo mejor que podían, Mamut, Una Vieja, La Gran Duquesa y otras. En el Principal se mantuvieron aún algunas semanas, pero con escaso público, Muñoz y la Belaval, con El hombre más feo de Francia, Virtud y Libertinaje, Nube de Verano y algunas más, tan gastadas como ellas. En principios de Marzo, Muñoz y la Belaval habían cedido su teatro á la Compañía de Zarzuela de Moreno, con la Villaseñor, Grau, Poyo, el bajo Castro y alguna actriz nueva en ese género como fué Josefina Santos, muy acreditada en teatros del Interior por su interpretación y desempeño de Rosma en El Barbero, Adina en El Elíxir, Elvira en Lfernani, Oscar en Un Bailo y Maffio Orsini en Lucrecia: en esta ópera también gustó en México cuando la cantó en el Nacional: cantatriz muy superior en voz á sus compañeros de zarzuela, Josefina Santos se presentó y fué aplaudida en Barba Azul y después en El Secreto de una dama, de Barbieri. E n Hidalgo seguíase como de costumbre, ó con terribles dramas ó con
pastorelas como La noche más venturosa. Aun así, era mejor concurrir á Hidalgo que al teatro de América y al jacalón de 1 'El Triunfo,'' cuya vida prolongó hasta muy entrados los primeros meses del año el constante favor de su público; ese público quedará retratado para con aquellos que no le conocieron, con sólo decir que en principios de Febrero el Gobernador del Distrito, D. Tiburcio Montiel, se vió en la necesidad de prevenir en un enérgico oficio á los empresarios "que las baüannas se presenten con el traje fantástico que siempre han acostumbrado, ó si el baile requiere un traje común y largo, cuiden de tío levantárselo, tratando de respetar como es debido la moralpública." Ese oficio aquilata el exceso de la tristísima boga que llegaron á adquirir Lucinda y Pioquinta, Isabel y Concha, y la aun más célebre Carlota Torreblanca. Los escándalos eran allí formidables y diarios y rara era la noche en que no iban á dar á la cárcel de la Callejuela uno ó varios cócoras y aun alguno de los artistas. H u b o vez en que al exigírsele á una de las bailarinas que se alzase el vestido, como ésta respondiese que no lo hacía por temor á la multa, el público se cuotizase para reunir el importe de ella y así ver cumplido su antojo. Aquello era para ruborizar á un Sátiro. Esos pobrísimos espectáculos y los almuerzos, comidas y saraos que con cualquier pretexto se le ofrecían al Presidente Lérdo de Tejada, eran las distracciones únicas de cierta clase dé público en principios del afio de 1873. Alguna vez, como ei 27 de Enero, el Liceo Hidalgo celebraba alguna útil y amena sesión; la de esa fecha estuvo dedicada á un grupo de distinguidos periodistas que de la Habana vinieron á México á saludar á los escritores mexicanos y á fraternizar con ellos. Una repartición de premios á los alumnos de las escuelas lancasterianas, verificada el 31 dél mismo mes, nos proporcionó la ocasión de oir y de aplaudir á los distinguidos aficionados, Francisco de P . Pineda, en la romanza de Dinorah, y á su esposa, Manuela Gómez de Pineda, en la polka El canto del zenzontle, de Miguel Meneses, y á uno y otro en un dúo de El Trovador, la fiesta tuvo lugar en el Nacional. El 12 de Abril, y con El Diablo en el poder, inauguró en el Gran Teatro sus trabajos la siguiente Compañía de Zarzuela, en su mayoría venida de la Habana: Primeras tiples, Emilia Leonardi de Nascé, Antonia Cadena; segunda tiple, Caritina Delgado; primeros tenores, Fernando Rousset y Gregorio Aguilar; primeros barítonos, José Palou y Paulino García; primer tenor cómico, José Pons; primer bajo, Cipriano Jalón; actores genéricos, Antonio Rodríguez y Manuel C. Serrano; partiquinos, Jesús Bianchardi, José Blanca y José Torroella; Maestro Director, Lorenzo Arguimbau; veintidós coristas y la Orquesta de "Santa Cecilia."
Emilia Eeonardi, inteligente actriz y graciosa mujer, pronto se hizo la favorita del público: su voz era fresca, sonora y agradable, y cantaba con expresión y sentimiento sus papeles, bien comprendidos; gustó mucho también Antonia Cadena, de agradable presencia y buenas facultades; el tenor Aguilar y el barítono Palou fueron á su vez muy bien recibidos, siendo esa Compañía una de las mejores de su especie en ese tiempo. El teatro estuvo bien concurrido, y en los palcos se veían las familias Carrés, Posada, Velasco, Bermejillo, Gargollo, Fernández del Castillo, Buch, Muriel, Torres, Barron, Terreros, Rubio, Pontón, Torres Adalid, Mier y Celis, Belle Cisneros, Govantes, Eara, Eópez y otras. E l repertorio fué el de costumbre: Jugar con fuego, Amazonas del Tormes, Diamantes de la Corona, Campanone, Gran Duquesa, Dominó Azul, Sargento Federico, Tesoro escondido. Mis dos mujeres, Catalina, Valle de Andorra, etc. Menos novedades aún ofrecieron en el Principal Rita Cejudo, María Cañete, la Estrella, Zendejas y Ortega, y en el de Variedades ó de Chiarini la zarzuela de Moreno, al cual empeños é intrigas arrojaron á ese teatrito, haciéndole salir del Principal para que no perjudicase á la Deonardi. Esa Compañía Moreno fué entonces muy combatida, se le hizo una terrible guerra de influencias; pero ella no se defendió menos desesperadamente, y en la obra de Ofíembach, La vida parisiense, se burló y zahirió á sus enemigos, introduciendo burlonas coplas en la musiquilla del famoso brindis Broma me pide el cuerpo ya, cantado por el bajo Castro, quien más de una vez tuvó que pagar multas ó ir á dormir en la cárcel. Moreno, poniendo á su t u r no en juego su influencia y sus mañas de experto empresario, logró volver á colarse en el Principal á mediados de Abril, haciendo declararse en fuga á la Compañía Dramática. Curioso sería entrar en detalles de esa guerra y de esos chismes; pero no me gusta tocar sino por incidencia lo escandaloso y lo ridículo.
en otro intermedio el Director de Orquesta, D. Eorenzo Arguimbau, tocó en el copólogo una pieza que fué muy bien recibida, repitiendo el allegro á petición del público. Pero la verdadera novedad que esa Compañía ofreció á sus abonados, fué la presentación del niño Romeo Dionesi, pequeño artista de seis años de edad, nacido en Génova el 5 de Marzo de 1867. Eos padres de Romeo, concertistas distinguidos, hiciéronle oir por primera vez en Granada, en 1871; lleváronle después á Río Janeiro, Buenos Aires y Montevideo, y de la Habana trajéronle á México. En la noche del 27 de Mayo, el niño Romeo Dionesi, en el primer entreacto del Dominó Azul, se presentó á cantar la romanza de Marta, vistiendo su correspondiente trajecito de aldeano; en el siguiente intermedio fué una aria de Hernani, la pieza en que se hizo oir. E n una y otra fué aplaudido con frenesí, más que por la regularidad, precisión y compás de su pequeña vocecita, porque no podía menos de hacerse simpático aquel pobre niño, á quien en tan corta y delicada edad, se obligaba á ganarse el sustento y á mantener á toda su familia, con peligro de su salud y aun con riesgo de su vida. Al ser llamado, Romeo se presentó á dar las gracias, y con bastante perfección leyó unos versos en castellano, llenos de flores para las señoras mexicanas, á muchas de las cuales hizo llorar de lástima al considerar cuánto se habría hecho padecer á la pobre criatura para obligarla á instruirse en el canto y declamación escénicos, quitándola de los infantiles recreos propios de su edad. E l 29, Romeo cantó, vistiendo con mucha gracia los trajes propios, la romanza Spirto gentile de Favorita y el recitado y aria del Conde de Luna en Trovador. Como era natural, Romeo fué muy aplaudido, y entonces leyó, con una convencional picardía, que daba lástima á la vez que provocaba á entusiasmo, los siguientes versitos: " F a m a de culto y galante México tiene entre gente; mas, al aplaudirme, veo que también es indulgente. "Dice el mundo, mexicanas, que á los hombres volvéis locos; niño soy y ya me gustan las niñas de vuestros ojos. " P a r a cantaros ¡ oh bellas! mis años son poca cosa, mas si llego á veinticinco ya les cantaré otras coplas."
Ea Compañía Eeonardi, muy favorecida por el público, aumentó sus entradas con el desempeño y aparato con que presentó La Gran Duquesa: la protagonista corrió á cargo de la primera y distinguida tiple, que estuvo en su papel muy feliz y fué locamente celebrada y aplaudida: en el acto del campamento, la Duquesa y Wanda y el mismo Fritz, se presentaron á caballo en briosos corceles, que, poco hechas á las tablas, pusieron en dispersión al coro y por poco acuestan á los ilustres ginetes. Da zarzuela Sensitiva gustó mucho por su bonita música y graciosos chistes, y para demostrar Palou y la Eeonardi que algo más que todo eso podían cantar, en un intermedio de la función del 22 de Abril hiciéronse oir en un dúo de Rigoletto, que hubieron de repetir á instancias de los concurrentes Otra noche y
Después de varias presentaciones de aquel pobre niño, siempre
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igualmente celebrado y aplaudido, Romeo dió su función de beneficio el sábado 14 de Junio', con el concurso de varios niños mexicanos, que en su obsequio se presentaron en los intermedios de la zarzuela Un tesoro escondido. Romeo, en el simbólico traje de América, y con el pabellón tricolor en la mano, cantó el Himno Nacional, coreado por los alumnos de primer año del Conservatorio; después, María Villalobos, hija del poeta, declamó, vistiendo el traje griego, la última escena de la tragedia Safo. E l niño Eugenio Barreiro tocó en el violín una fantasía de Sonámbula, acompañándole al piano el Sr. Domec; la niña Concepción Terroba tocó en el arpa el dúo de las banderas de Puritanos y un valse; por último, la niña Sofía Vega leyó con perfección unos versos en honor del beneficiado. Romeo cantó el aria de Don Basilio de El Barbero, presentándose con sotana y sombrero de teja; á los entusiastas aplausos, correspondía el pequeño artista repartiendo bendiciones; la fiesta concluyó leyendo Romeo lo siguiente: "Siento ser tan pequefiito, que hay aquí niñas preciosas y también muy cariñosas, que me gustan un poquito. " P o r eso siento marchar, mas juro á fe de mi nombre, que cuando llegue á ser hombre aquí me vendré á casar." Eas personas de buen corazón, y las madres sobre todo, dejaron aquella noche el teatro, exclamando, con los ojos húmedos de lágrimas que eran una protesta eontra aquella explotación altamente censurable: ¡pobre criatura! Antes de proseguir, y deseando conservar en lo posible el orden cronológico, debo dar cuenta de la llegada de la Compañía dramática de D. José Valero, quien en poco estuvo que se hubiese visto obligado á regresar por donde había venido, ó á ir á trabajar en alguna de las ciudades del Interior. Convertido el teatro de Iturbide en improvisado palacio del Congreso, monopolizados el Nacional y el Principal por la empresa de la Eeonardi, el gran actor español no pudo conseguir que alguno de los dos últimos se le subarrendase para dar en él sus funciones. Valero hizo entonces lo único que le fué posible, tomar alguno de los teatros de segundo orden; entre ellos, el único que tenía una mediana capacidad y pasables condiciones para trabajar en su escenario, era el de Hidalgo ó de Corchero, malo, feo y pobrísimo en aquel entonces, y allí fué á dar, anunciándose así: "Miro al fin realizada la más risueña de mis esperanzas, el más ar-
diente de mis votos; he vuelto ha respirar las gratas auras d e este país para mí tan querido. Por segunda vez tengo la honra de dirigir mi afectuoso saludo al noble é ilustrado público que en 1868 me enalteció con sus aplausos y me consoló con su cariño; suyo es, como entonces, mi corazón, en donde se ha mantenido indeficiente la llama de la gratitud, á despecho del tiempo y de la distancia.—Conocidos son de todo el público los obstáculos con que á mi llegada á esta Capital hube de tropezar, enajenados como están sus dos principales teatros; si sólo el interés y el orgullo guiasen mi intento, yo habría retrocedido ante el grave inconveniente de no contar con un local de primer orden en que presentar á tan culto y escogido público los trabajos de mi Compañía dramática; pero resuelto á todo antes que dejar de saludar desde el escenario á mis inolvidables amigos, solicité y obtuve, sin dificultad ninguna, el modesto Teatro de Hidalgo, cuyas puertas me ha abierto con generosa deferencia su empresario D. J . M. Palacios, tan justamente estimado ya por su filantropía. H e agregado á mi Compañía, ya de por sí numerosa, á los apreciables actores que allí trabajaban, con lo cual puedo ofrecer un cuadro el más completo, y de ese modo tendré el gusto de poner en escena dignamente las obras del repertorio antiguo y moderno. Para consagrar, con la bendición del cielo, mis trabajos, he dispuesto dedicar los productos de una función extraordinaria á la niñez desvalida que concurre á las Escuelas Lancasterianas; deuda es ésta que ya tenía contraída mi corazón.—A este modesto teatro tengo, pues, la honra de convocar á los amantes del arte; en él los aguarda su leal y apasionado amigo, fosé Valero." Ea Compañía, además del primer actor español y de su esposa Salvadora Cairón, constaba del primer galán joven Juan Reig, el actor de carácter Molina, el actor cómico Segarra, los segundos galanes Busto, Am&to y Rasilla, y las actrices López Castell y Rodríguez; fueron también contratados María de Jesús Servín y Enrique Guasp de Peris. Los precios por abono de seis funciones, en palcos, treinta pesos, en lunetas, cinco. L a primera función se dió el miércoles 4 de Junio con El Patriarca del Turia y el proverbio en un acto De gustos no liay nada escrito. E l público no fué sordo al llamamiento del eminente actor español: la noche de la primera función, á pesar de que llovía á cántaros, á pesar de que era necesario un largo viaje por un piso detestable de lodazales y pantanos, en calles de u n barrio horriblemente feo y sucio en esa época, todo lo mejor de la sociedad mexicana se trasladó al humildísimo teatro, al grado de que la empresa tuvo que llenar de sillas los pasillos para dar asiento á los que incesantemente pedían billetes, aun después de agotadas las localidades fijas. Allí estaban las familias Barreiro, Mosquera, Zamora, Montiel, Beüe Cisneros,
Millán, Quintanilla, Martínez del Villar, Hornedo, Tijera, Aveleira, Tagle, Terreros, Algara, Cervantes, Obregón, Conde, Montes,Velasco, Iglesias, Cortazar y otras muchas de lo mejor y más distinguido de la Capital. La novedad de verse en teatro semejante, que muchas de esas familias conocieron entonces, y por primera vez en su vida visitaron esa noche, tenía á todos de buen humor, y la animación que allí reinó fué extraordinaria y de lo más simpático concebible. Como para corresponder á tamaña deferencia y demostración de aprecio, la Compañía trabajó de un modo admirable: el grande, el eminente artista estuvo magnífico, y fué llamado repetidas veces á la escena con entusiastas aplausos: inútil parece decir que en esa ovación mereció parte principalísima la hermosa y distinguida actriz Salvadora Cairón. Juan Reig, el excelente galán joven que tantas y tan justas simpatías había de dejar en México, gustó, desde esa primera noche, de un modo extraordinario. E l 6 y para segunda función estrenó Valero El músico de la murga, mala comedia que sólo por haber sido hecha por tan gran actor no fué silbada: quedó compensado el público con el magnífico Drama nuevo, representado el 8; se estrenó el i o la obra intitulada: Perdonar tíos manda Dios; el 12 se dió El pañuelo blanco, admirablemente interpretada, y tras de esa bellísima obra el insuperable Maestro de Escuela; el 15 y para sexta de abono se deleitó el público con No la hagas y tío la temas y el Dómine consejero, y el 17, como última en el Teatro Hidalgo, y gratis para los abonados, se representó El miedo guarda la viña, concluyéndose con la pieza Sálvese el'que pueda. Faltan palabras para ponderar el positivo deleite del público con varias de esas obras, en particular las de Blasco, que difícilmente podrán volver á verse interpretadas con tanta delicadeza y colorido como las interpretaban Salvadora Cairón y el elegante y correcto Juan Reig. Durante ese primer abono de la Compañía Valero en Hidalgo, habían ocurrido en el Principal y el Nacional grandes y maravillosas cosas. Con pena vamos á tratar de ello, pero lo haremos brevemente. Nascé, el marido de la Eeonardi y director de la Empresa, unido á los enemigos del Empresario Moreno, procuró seguir á éste cuantos perjuicios estuvieran al alcance de su posibilidad; entre ellos estuvo el de hacerle salir del Principal, que, por ser del mismo dueño que el Nacional, había arrendado á la vez que éste, para subarrendarlo á quien le conviniese: con esos subarrendatarios arreglábase Moreno para dar, cuando podía, sus funciones de zarzuela en el Principal; pero como en los arrendamientos estipulaba Nascé que no podrían darse allí funciones líricas, Moreno tenía que volverse al de Variedades en Chiarini. Nascé quiso librarse de una vez de su contrincante, y procuró deshacerle la Compañía quitándole varios artistas como la Villaseñor y
Castro lo que Moreno estorbaba por medio de la policía y de los jueces ante quienes citó á su contrario. Este, por más listo que se creyese no lo era tanto como Moreno, el cual por una intrincada serie de subarrendamientos hechos por terceras apersonas, llegó al fin á posesionarse del Principal y á anunciar funciones, lo cual hubo de estorbar Nascé consiguiendo que el llamado Consejo de Salubridad consultase la clausura del Principal, hasta tanto que se hiciesen en él ciertas y determinadas reformas para su saneamiento. Moreno ningún caso hizo de esto, y el viernes 23 de Mayo anunció que se representaría en la noche La vida parisiense, previa licencia, diestramente conseguida, para poder publicar el anuncio: hecho éste la función n o podía ser suspendida por Nascé, y por consiguiente tuvo verificativo. Pero al anunciarse la misma obra para la tarde y la noche- del domingo, se encontró con que Nascé había ocurrido al Gobernador del Distrito, quien dió orden para que la función se suspendiera, hasta haber cumplido lo consultado por el Consejo. Moreno no se acobardó, y tranquilamente pidió amparo, que le otorgó el juez Sr. Canalizo. El regidor juez de teatro esa noche, recibió el acta de amparo y ordenó que principiara la función, y así se hizo. Pero al terminar el primer acto, la policía intervino queriendo hacer cumplir la suspensión ordenada por el Gobernador; se negó el juez alegando sus facultades, que no fueron respetadas por la policía; de súbito se presentó una numerosa fuerza armada, y, penetrando al escenario, dió motivo á un conflicto en que de todo hubo, lastimados, heridos y prisioneros, y ridículo y desprestigio para las autoridades. Comprendió el Gobernador el terreno falso en que habíase puesto, resistiendo á la justicia federal, y suponiendo que su conducta tenía disculpa por no haber recibido oportunamente el auto de amparo, notificó al juez de teatro que no opondría ya inconveniente á que la función continuase; pero el juez se dió por ofendido, y quejoso de que en su persona se hubiesen hollado los derechos del pueblo, hizo salir al inspector de policía, entre los vivas y los mueras y las aclamaciones y las protestas del público exaltado. El escandaloso asunto hubo de ir al Congreso, siendo en él motivo de una interpelación al ministerio; y allá con mil trabajos, logró componerse la cosa, disponiendo que se ejecutasen en el Principal algunas ligeras obras de-aseo y seguridad, y dejando á Moreno en el uso de la finca. Libre el audaz empresario de órdenes de suspensión y de trámites judiciales, volvió á abrir el Principal el domingo 1? de Junio con La vida parisiense. De esta sucesión de escándalos resultó que entrasen en desavenencia el Sr. Rosas, propietario de ambos teatros, D. Delfín Sánchez, principalísimo socio de la Empresa de Zarzuela, y el Sr. Nascé, director de ella y marido de la prima dontia. El cronista de El Monitor, decía á ese respecto en el número del domingo 8 de Junio: " Pues siempre a . H. T . — t .
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hubo bola en el Nacional; diz que por allá andaban peleándose Delfín Sánchez, Nascé y Rosas, y diz que después de los trompis fueron á los juzgados; y después uno se quería quedar con el teatro, otro se lo arrebataba, los de la orquesta protestaban que Delfinito era el único empresario, los coros decían lo mismo, los teloneros, ídem, ídem, y en seguida, de puro coraje, unos se resistieron á cantar y acudieron á la legua que vociferó los Dioses del Olimpo; que vino el jueves, que el enojo seguía y no quisieron cantar y no cantaron, y no hubo función; y quién sabe qué chismes y qué belén traían por a h í . " Gracias á que las cláusulas de su contrato la favorecían, Emilia Leonardi pudo dar el miércoles 18 su función de gracia, con las zarzuelas Entre mi mujer y el negro y Una vieja. En un entreacto, Romeo Dionesi cantó con su simpática mezza voce, la bella romanza A la Stella confidente, y la beneficiada el aria de las joyas, de Fausto, en que fué extraordinariamente aplaudida: entre las poesías que se le dedicaron esa noche, figuró el muy aceptable soneto siguiente: ' ' Eres hermosa como el sol radiante al tocar el zenit de su carrera; es preciosa tu blonda cabellera en tus hombros magníficos flotante. " Es t u mirada lánguida y brillante, rayo de luz que ardiente reverbera, • y cual la blanca flor de primavera, la dulce palidez de t u semblante. " Calandria granadina, nuestro cielo repite el eco que tu afán pregona, para ti son las flores de este suelo. " A l z a tu voz y tu cantar entona, que respondiendo á tu divino anhelo, nuestra tierra te ofrece una corona." " E l público mexicano — afiadió el Monitor•—ha demostrado todo lo que estima á la simpática actriz, y con pesar sabemos que al menos en algún tiempo no volveremos á verla, y que nuestra escena pierde una de las mayores celebridades que la han h o n r a d o . " Fueron también funciones notables de esos días, el beneficio de Palou y de Rousset y un escogido concierto de la Sociedad filarmónica de " A u x i l i o s Mutuos," instalada hacía un año. Diversas piezas llamaron la atención, haciéndose notar la Reminiscencia de Ruy Blas, escrita por el profesor D. Miguel Planas y perfectamente ejecutada por la simpática Srita. GuadalupeSaborío: la Srita. María Barrera se hizo aplaudir en una melodía de Armston. Emilia Eeonardi y el barítono Palou cantaron muy bien, la primera una preciosa balada de La
Condesa de Amálfi, y el segundo las serenatas de Schubert y de Gounod. Entre las piezas de orquesta, gustaron mucho el valse de Planas, Nocké serena, y el Bouquet de óperas y el Despertar delzentzontle de Julio Vargas. Fuenlabrada arrancó muchos aplausos por la maestría con que ejecutó unas variaciones para pistón. E n general, la fiesta estuvo lucida y fué digna de la filantrópica Asociación que la organizó. En la noche del 19, la Compañía Leonardi dió su última función de despedida, con Un caballero particular y La trompa de Eustaquio. Dió su primera el 21 D. José Valero en el Nacional, con la grandiosa obra El alcalde de Zalamea y la pieza cómica De gustos no hay nada escrito, que tan deliciosamente bordaban Salvadora Cairón y Juan Reig. El 22, y para segunda de abono, se repitieron El pañuelo blanco y El Maestro de Escuela; diéronse el 24 La Feria de las mujeres y La capa de José, y el 26 se representó la conmovedora Aldea de San Lorenzo, en que tan admirable estaba el actor insigne; fué á su vez muy justamente celebrado en esa obra Enrique Guasp, que desempeñó con terrible verdad el papel de Frochard. Siguiéronse La mosca blanca, Como el pez en el agua, El miedo guarda la viña, No la hagas y no la temas, El Dómine consejero, Sendas opuestas, El ciiarto desalquilado, y Suma y sigue, y el 8 de Julio se estrenó el bellísimo drama de Retes y Echeverría, La Beltraneja, que agradó muchísimo. El 10 se dió Luis Onceno, en que Valero aun no ha tenido rival; siguieron Tío Pablo y La capilla de Lanuza; en otra noche Romeo Dionesi tomó parte en la función, y concluyó el primer abono con Las querellas del Rey Sabio, en que tanto brillaban Valero y su esposa. El día 17 de Julio y con La levita, que entusiasmó, empezó el segundo abono en el Nacional, y el sábado 19 se dió el beneficio de Valero con El bade de la Condesa, de Blasco, el cuadro en un acto Don Ramón de la Cruz, de Emilio Alvarez, y el saínete Una noche toledana, desempeñado por D. José Valero y Juan Reig. Continuó el abono con Un avaro, Como marido y como amante, Marinos en tierra. El tanto por ciento, El barómetro, La Cruz del Matrimonio, y Dos y uno, y el sábado 26 y á beneficio de Salvadora Cairón, se representaron El pasado, de Manuel Acuña, y la pieza Más vale maña que fuerza. La obra de Acuña, que tanto agradó, y á nuestro juicio con razón, al estrenarla Pilar Belaval, desagradó sobremanera en la noche de ese beneficio de la Cairón al elegante y muy diferente público que á él concurría, y esto fué achacado á culpa de los actores, como si hubiese sido posible creer que la apreciable compañía de la Belaval, Muñoz y Zendejas, hubiese sido ni podido ser superior á la de Valero. E l hecho es que les dijeron mil y una lindezas á Valero, Reig y Guasp y á la Servín y la Cairón, como si ésta no hubiese elegido por su propia voluntad esa obra, y como si tan distinguidos artistas hubieran ganado algo con echar á rodar á un autor que era amigo suyo. Para
sexta función se dió, con el éxito de siempre, Un drama nuevo, y el 30 y en extraordinaria á beneficio de Reig, se estrenó El haz de leña, de Núfíez de Arce, y se dió para fin de fiesta El maestro de baile. El 2 de Agosto y á beneficio de la Servín, se representaron Mujer gazmoña y marido infiel y La casa de campo; para el de Segarra se revivieron Los pobres de Madrid y'se cantó la tonadilla El trípili. Después de una representación de Lo positivo, para la función de gracia de Guasp se pusieron en escena, el dia 9, la comedia El árbol del paraíso y Retascón, Barbero y Comadrón. Sucesivamente diéronse Deudas de la honra, Amar al prójimo, Dálila, ésta á beneficio de Molina, Las travesuras de fuana, y para últimas de temporada en la tarde y noche del 17, La Carcajada y El miedo guarda la viña y Como el pez en el agua. Para despedida, en la noche del 19 de Agosto, y dedicando los productos al Técpam de Santiago, dió la compañía Valero El pañuelo blanco y El Maestro de escuela, y en uno de los intermedios Romeo Dionesi cantó La paloma y una aria del Barbero de Sevilla. Esta segunda temporada de D. José Valero duró dos meses y medio, y no fué ni con mucho tan brillante en resultados materiales como lo había sido la del año de 1868.
CAPITULO XIV
1873. Retirado D. José Valero, ocupó el Teatro Nacional una Compañía de Zarzuela así formada: Primera tiple, Emilia Eeonardi; Tiples, Filomena Esteves, Encarnación Vilchis, María Villasenor; Contraltos, Rosa Mendoza, Elena San Martín; Característica, Antonia Suárez; Primer tenor, Juan Prats; Bajo cómico y Director, Joaquín Ruiz; Barítono serio, Fernando Rousset; Cómico, Paulino García; Tenor cómico, Santiago Carrera; Bajos, Manuel Serrano, HeribertoFrancesch; Maestro Director, Joaquín Cornelias; Violin concertino, Pablo Sánchez. Eos precios por abono de doce funciones fueron: en palcos, setenta y dos pesos; en lunetas, nueve. E a primera función se dió el día 21 con Un tesoro escondido, las inmediatamefite siguientes con Robmsón, Campanone y El Postillón de la Rioja, y el 30 de Agosto se estrenó la zarzuela nueva en México El Molinero de Subiza. En esta obra, cuyo éxito no pasó entonces de mediano, y aun fué silbada al salir en el último acto la procesión que el argumento exige, Emilia Leonardi
cantó admirablemente y vistió con mucho lujo, elegancia y propiedad y Prats estuvo muy bien y fué muy justamente aplaudido. Pero escrito estaba que en Compañía en que figurasen la Eeonardi y Nascé nadie pudiese vivir en paz, pues cuando no podían pelear con al-ún extraño como con el empresario Moreno, peleábanse artistas, directores y empresarios unos con otros y hasta con su misma sombra Con el dicho Moreno no había caso, porque al anunciarse la nueva" Empresa salió con su Compañía para Puebla á dar allí sus obras nuevas y á esperar que pasase el furor del primer abono. Sin aquel enemigo, la Empresa del Nacional nada mejor pudo pedir, pues solo tenía por contrarios el Teatro de Hidalgo, que jamás había hecho ni hace daño á Empresa alguna, y los pobrísimos, y sin importancia alguna, pequeños teatros de Alar con, en el Rancho del Fresno en Buenavista, y de la Democracia en la calle de Arsinas: en el Principal compañías dramáticas volantes trabajaban salteadamente sin llegar las entradas ni siquiera á lo necesario para pagar los gastos de papeleta. Era, pues, preciso que se pelease consigo misma, y así lo ejecutó: véase al efecto una carta ó manifiesto que Emilia Eeonardi hizo circular con profusión y decía: " E l Sr. D. Delfín Sánchez se ha retirado de la Empresa, dando por terminados todos sus compromisos, sin otro aviso que el de ha ber entregado á D. Juan de la Fuente la Compañía de Zarzuela, dejando al arbitrio de éste la aceptación de las escrituras, apreciando que estaba á su voluntad el cumplimiento del compromiso contraído con el público y con los artistas.' E s t a situación verdaderamente singular, ha provocado mi separación de la Compañía, lo cual no he motivado, porque á la hora en que el Sr. Sánchez y el Sr. Fuente hacían su combinación, yo enviaba á decir á la Empresa que, como se me había ordenado, tenía dispuesta para el jueves La Conquista de Madrid, para cuya obra he gastado una fuerte suma á fin de presentarme dignamente ante un público tan ilustrado. E l Sr. Sánchez no ha encontrado obstáculo alguno en el desempeño de mis compromisos de arte, é ignoro hasta hoy lo que haya considerado para separarme de una manera que me abstengo de calificar.—Mi orgullo de artista y mi delicadeza de señora, me imponen un silencio que rehuso guardar, porque no quiero ni por un momento que se suponga que yo tengo parte en esta burla que se hace al público, ni se me culpe de lo que pasa y yo ignoraba hasta ayer que el Sr. Fuente se presento como empresario del Teatro Nacional, trayendo como título su palabra y la voz de D. Delfín Sánchez.!' El Monitor comentaba así estos sucesos: " Mal año, muy mal año ha sido éste para los teatros; tal parece que los empresarios, artistas y comparsa han comido gallo, según que se pelean y se lastiman en la escena, y van, y v i e n e n , y juegan con el público que en estas dan-
zas sufre más que el divino paciente. El Nacional ha tenido su semana de crisis: D. Delfín Sánchez abandonó la empresa, que fué á dar á manos de D. Juan de la Fuente. Eos coristas se negaban á cantar el martes (2 de Setiembre), bajo el frivolo pretexto de que no les habían pagado; la orquesta protestaba lo mismo, el público se enfullinaba: los empresarios intentaron cortar el nudo gordiano suspendiendo la función, pero el Gobernador dijo que con el público no se jugaba, y la función se dió; pero estupefactos contemplaron los concurrentes que la Eeonardi no pisaba la escena y que la Empresa la había sustituido con María Villaseñor, muy simpática, pero que todavía no es comparable con la calandria de Granada. Como los coristas no habían recibido sus pagas, cantaron desganados y salieron unas Hijas de Eva de chuparse los dedos. El Ayuntamiento y el Gobernador, mientras tanto, andaban en juntas y más juntas con la Empresa, exigiéndole el cumplimiento de sus compromisos con los abonados. Ea Compañía del Nacional se hunde; si los empresarios no llaman á la Eeonardi, aquello se desgobierna." Ea intervención de la autoridad puso unos días de paz en aquel desconcierto y se reanudaron las funciones, tomando parte Emilia, que estaba guapísima con sus vistosos trajes de La Conquista de Madrid; pero, tales como se pintan con deliciosa exactitud en el arreglo español de Campanone, las intrigas, las pequeñeces, las malas voluntades, volvieron á surgir más escandalosas que nunca, y la Empresa tronó sin poder siquiera concluir el abono, y hubo de andar en pleitos y en tribunales como demandante y como demandada. Ea Eeonardi dijo así la última palabra: " La Empresa de Zarzuela del Teatro Nacional ha concluido, dejando pendiente una función de abono y los beneficios de los artistas que tenían derecho á ellos con arreglo á sus escrituras. No es mi objeto hablar de este asunto, ni me permitiría dirigirme al público, si la Empresa referida no hubiera pretendido hacerme aparecer como la causa que ha determinado su violenta conclusión. Contratada para trabajar tres meses que comenzaron el 26 de Julio y concluyen el 25 del presente, estipulé, como era natural, el número de funciones en que debía cantar durante cada uno de esos meses, señalándoseme en mi escritura pública doce funciones en zarzuelas de dos ó más actos, y dos zarzuelas en un acto: el público ha presenciado que he cantado del día 26 de Agosto á la fecha en catorce zarzuelas de tres actos, con lo cual quedó más que satisfecho mi compromiso; no. obstante, me propuse espontáneamente cantar, ya sin obligación alguna y en obsequio de un público que me ha llenado de galanterías, en las dos últimas funciones de abono. La Empresa, que se ve agobiada por grandes compromisos, quiso salir á todo trance del referido abono, y se lanzó á anunciar funciones que no podía dar, porque los artistas no
las habían no sólo ensayado, pero ni aun reconocido, como sucede con Luz y Sombra. Una vez repartidos los programas, el público y la autoridad reclamarían su cumplimiento, lanzando á los desgraciados actores á la escena como víctimas del arrojo de la Empresa, á que sufrieran el enojo del público y las providencias del juez de teatros. Durante los últimos diez días se me ha hecho trabajar en nueve.zarzuelas con seis ensayos generales, lo que me ha ocasionado un ataque de garganta, y por esa enfermedad avisé que no podría trabajar, y la Empresa se ha permitido fijar un papel en el teatro, diciendo " q u e " n o habiendo podido conseguir que yo cantara, se veía en el caso " d e suspender las funciones y dar por terminado el abono.'' La mala fe de ese concepto se revela desde luego; mi enfermedad y sólo ella me ha obligado á no concurrir al t e a t r o . " El domingo 28 de Setiembre, Emilia Eeonardi, dió, con La Hija del Regimiento, su función de gracia, que tuvo muy reducido público, y con ella terminó la formidable guerra que sostuvieron la Empresa Delfín Sánchez y Emilia. Esta triunfó ante los tribunales á que fué citada, y poco después salió como empresaria á recorrer algunas ciudades del Interior. E l famoso Joaquín Moreno quedó bien vengado de los perjuicios que antes había procurado seguirle la Empresa Nascé-Sánchez, que fué una de las que más han dado que sentir al buen público. Moreno volvió á instalarse tranquilo y sin competidor en su Teatro Principal en los primeros días de Octubre, con sus Robinsón, Bella Elena, Georgianas, Vtda Parisiense, etc., etc. He dicho que la de la Leonardi fué sólo una de las Compañías que más han dado que sentir al buen público, porque no lo fué menos la que le siguió inmediatamente en el mismo Gran Teatro Nacional, por obra y gracia del insigne Barón Gustavo G. Gostkowski, Empresa que es de todo punto imposible tomar en serio. F u é ello una llamada Compañía de Opera y baile en la que figuraban como tiples, contraltos, y lo que fué necesario, la Pascalis, la Galimberti, Elvira Repetto y la Vairó; los tenores y barítonos Zaccometti, Arrigoitti y Bartolini; las bailarinas La Bella, Antonieta Rivoine, Paulina Levesque, laKossuth, Berta Benet, Elisa Glezer, Elisa Wegner, María Betel, María Lorrain, la Starni, la Ongaro, la Sangalli y la Monghie; el bailarín cómico, Pellerín, y el bailarín serio, Orsini. Si alguno ó algunos he olvidado, ahí irán saliendo cuando nos refiramos á sus funciones. Dieron la primera el domingo 19 de Octubre por la tarde con Traviata; y la de abono, el martes 21 con Favorita. En Traviata se presentaron la primera dama absoluta Emma Saurel, el tenor Arrigoitti y el barítono Bartolini: también se exhibieron las bailarinas Ernesti, Unghero, Sangalli y Pauline, que ejecutaron un cuarteto dirigido por Francisco Orsini. La Saurel, mujer muy hermosa, vistió con ele-
gancia, declamó con afectación y cantó mal: Bartolini fué poco aplaudido; el tenor Arrigoitti, que dijoestar enfermo, cantó á mezza voce, despidió gallos á más y mejor y quedó calificado de malo. Las cuatro bailarinas parecieron tan hermosas como detestables figurantas, y se la pasaron sin el más pequeño aplauso. En Favorita, cantada, como dije, el martes, Adelina Pascalis en el papel de Eleonora fué estimada como una preciosa rubia, y como una cantante fría y medianísima: el tenor y el barítono estuvieron detestables. A la Favorita siguió el 23 la Sonámbula, cantada por la Repetto, lo mejor de la Compañía; su voz era muy dulce, emitía con facilidad bellas notas picadas; su presencia era agradable, su escuela simpática, y muy regular su declamación; el público la aplaudió, satisfecho de tener algo que aplaudir, pero se estremeció de ira y de enoj o al oir al tenor Zaccometti y al bajo Vairó soltar gallos y más gallos y destrozar de modo lamentable la música de Bellini. La Vairó, hija del dicho bajo, agradó bastante y el público fué indulgente con ella, sabedor de que el Teatro Nacional era el primer teatro en que esa joven se presentaba como cantante lírica. La Repetto, soprano ligero, se conquistó las simpatías generales, y en esa noche salvó de una catástrofe á la Empresa Gostkowski-Cipriani, ó por lo menos la retardó. El teatro, á pesar de los muy altos precios de abono, más altos que los de costumbre, se veía muy bien concurrido por las familias Escandón, Mora, Carrese, Hornedo, Iturbe, Echeverría, Gargollo, de la Torre, Landa y Escandón, Cervantes, Mier y Celis, Terreros, Campero, Buch, Escalante, Moneada, Pimentel, Rubio, Castillo, Belle y Cisneros, Barroso, Haghenbeck, Barreda, García Teruel, Hidalgo, Baz, Bermejillo y Camacho. Para el sábado 25 anunció la Empresa El Barbero de Sevilla y el gran baile La astucia vence á la astucia. La protagonista de la delicada partitura de Rossini corrió á cargo de Elvira Suardi Repetto, que al presentarse en escena fué acogida con un ruidoso aplauso, recompensa de los méritos alcanzados en Sonámbula; en la preciosa aria Una vocepoco fa, cantó con maestría, afinación y exactitud, y así se mantuvo en todo el acto, sin decaer ni un solo momento, por lo cual el público le dispensó una entusiasta ovación. El entreacto se prolong ó más de lo acostumbrado, y cuando ya impaciente la selecta concurrencia esperaba tener ocasión de recrearse con el delicado canto de la Repetto en la escena de la lección de música, se presentó Zanini á decir que no podría darse después de la ópera el baile anunciado por hallarse indispuesto el Director y primer bailarín Orsini; pero que se entregaría á cada concurrente una contraseña para que con ella pudieran asistir en otra función al baile que se diese. Gritos, golpes y silbidos y voces de ¡baile! ¡baile! contestaron á Zanini;
la tempestad fué aumentando por momentos, y Zanini volvio a presentarse y decir que se bailaría un cuarteto, á lo que se le respondio ¡no! ¡m!, seguidos de espantoso é infernal escándalo. El telón se alzó entonces para continuar la representación de la ópera; pero los amotinados redoblaron sus gritos y su estrépito, haciendo imposible el o i r á los cantantes. Para calmar la excitación, Zanini se presentó por tercera vez á decir que la función de esa noche se tuviese por sólo u n ensayo general; que éste iba á seguir y que la representación se reservaba para otro día. Pero nada: el publico no se dió por contento, y las voces, los gritos y los silbidos continuaron y aun recrudecieron en violencia. La Empresa, dando por hecho que la función quedaba aplazada y que no se q u e n a oír lo que Zanini llamaba ensayo, mandó bajar el telón y disponer lo necesario para que despejase el público; éste tomó todo á la broma, y descargó su enojo arrojando, casi disparados, cojines, sillas y cuanto encontró movible y útil para proyectil, sin respeto al público del patio, que por asalto se trepó á los palcos para ver desde ellos la batalla, y sin consideración á los infelices músicos de la Orquesta, que con su inteligente Director Daniel Antonietti á la cabeza, escaparon como pudieron, cubriendo con sus cuerpos sus queridos instrumentos, de los cuales los bajos ó tololoches salieron malísimamente librados. Al día siguiente, domingo, el escándalo se dió en el escenario: el tenor Arrigoitti tenía la mala costumbre de beber más licor del necesario y la desgracia de embriagarse cuando se excedía: en tal estado penetró en esa noche al foro, armó camorra con Tresolini, marido de la Repetto, y le pegó un balazo, que produjo en el teatro la consiguiente alarma y costó al heridor el ir á pasar la noche en la Cárcel de la Diputación. E n la función de ese domingo se repitió Favorita que salió un poco menos mal que en su primera, y después se dio el baile cómico Monsieur Dandan, en que dejó muy complacido al publico la habilidad de la primera bailarina la Bella, verdaderamente hermosa, de mucha gracia en sus actitudes y movimientos, y de una precisión y aplomo notables. , • E l martes 28 la obra repetida fué Sonámbula, que proporciono a la Repetto un nuevo y merecido triunfo: tres veces el público pidió se le tocase diana, y la simpática artista se emocionó profundamente hasta el grado de que casi la ahogaban las lágrimas. E l jueves 30 la empresa dió la función interrumpida el martes, y la Repetto se afirmó en el aprecio del público con su excelente desempeño en el papel de Rosina: Vairó en el de Don Basilio, Zuchelli en Don Bartolo y Bartolini en Fígaro estuvieron muy regulares, especialmente el ultimo que se hizo aplaudir en varias ocasiones: Cornazzam en Almaviva estuvo menos que mediano, y Elisa Vairó en el papehto de Berta fué bien recibida. En la noche del siguiente viernes fue ca n B. H. T.—T. DI.—30
de muy modesto, y la escena del regreso de la Reina á su palacio fué regularmente presentada. En la noche del estreno, la concurrencia no dejó de ser bastante numerosa; pero en las repeticiones la sala casi estuvo vacía. A tal punto habíase desacreditado una empresa, que aun así se atrevió á solicitar del Gobierno una subvención, que se tuvo el buen acuerdo de no otorgarle. En i? de Noviembre, en la Plaza de Armas y frente á las casas del Ayuntamiento, se inauguró en un local de vigas y manta pintada, pero muy vistoso y hasta cierto punto elegante, una lucidísima Exposición municipal, que dió buena muestra de los progresos de los artesanos é industriales en el Distrito. Modesta y todo, esa Exposición merece recordarse y ser celebrada por cuantos amen á México, y con este motivo me es satisfactorio dedicar, aunque no sea más que una corta referencia, al organizador de ese notable certamen, el buen caballero y ameritado escritor D. Euis Malanco. Con las tradicionales fiestas de Noviembre, revivió el tristemente célebre teatrillo de América, con sus escándalos de reglamento, y se erigió el jacalón que llamaron teatro de la Exposición, campo de triunfos de las bailarinas Pancha Bravil é Isabel Smith. E n el Principal el empresario Moreno, que salía de México cuando á él llegaba alguna novedad, y á él regresaba en cuanto la novedad hacía fiasco, volvió á reanudar sus espectáculos de zarzuela con El Rey Midas, Las Georgianas y El pequeño Fausto. En el teatro de la Democracia ó de Arsinas, la joven y muy apreciable actriz Concha Padilla, encantaba al público bueno de aquel barrio. E l n de Diciembre Romeo Dionesi, que también iba de capa caída en el entusiasmo del público voluble, dió en el Principal una fun ción á beneficio del periódico infantil El Periquito, que redactaba Ildefonso Estrada y Zenea: éste dijo en un remitido á los periódicos, lamentando el mal éxito de la función, lo siguiente: " H e c h a la liquidación de gastos, debo recibir cincuenta y seis pesos en localidades que están por cobrar: los niños pobres, sin embargo, recibirán en nombre del niño Romeo Dionesi los doscientos ejemplares que me obligué á regalar semanariamente, cualquiera que fuese el resultado de la función ofrecida por aquél." Para no olvidar cosa que merezca aplauso, diré que el miércoles 3 de Diciembre dió en el Teatro de Hidalgo, y de invitación y obsequio por de contado, su primera representación la Sociedad dramática " A l i a n z a , " poniendo en escena el drama de Earra La Oración de la tarde y el saínete Poruña equivocación. El fundador, director y primer actor del grupo de inteligentes aficionados que formaban tan simpática y útil asociación, fué D. Carlos Escudero, y en esa noche trabajaron en las obras, puestas en escena con rara perfección, las Sritas. Virginia Carrasquedo, María y Teresa Aréizaga, Regina Ruiz y Con-
cepción Peña Roja, y los Sres. Escudero, Argumosa, Peña Roja, Aréizaga y Santibáñez. Esta Sociedad, que más tarde tomó el nombre de su fundador, que lleva todavía, no sólo ha sido un motivo de recreo para sus socios y para las personas que aplauden su talento, sino también una agrupación benéfica, siempre dispuesta á socorrer á los desgraciados y á los pobres y á honrar la memoria de sus compatriotas ilustres. Naturalmente y al paso de los años, mucho ha cambiado de socios y de artistas, pero siempre ha tenido el raro privilegio dé que unos y otros hayan seguido siendo dignos de sus antecesores. Ese año de 1873 dejó escrita en la historia de la literatura mexicana una negra y dolorosa fecha, la del sábado 6 de Diciembre. E l viernes en la noche, con el pretexto de arreglar sus papeles, el joven y distinguidísimo poeta y autor dramático Manuel Acuña, estuvo, en compañía de un amigo suyo, destruyendo la mayor parte y quemándolos después. " Y a al amanecer, dice un cronista de aquella catástrofe, le llevaron papel enlutado que había pedido y que con la mayor indiferencia colocó sobre su mesa de trabajo, y habiéndose despedido de su acompañante, se acostó, despertando muy tarde al día siguiente. No bien se hubo levantado, puso en orden su habitación, hizo él mismo su lecho, se lavó el rostro y el cuello y escribió después cinco cartas, una de ellas á su señora madre, residente en el Saltillo; otra á Antonio Cuéllar, dos á personas de su estimación y otra á Gerardo Silva. A las doce salió á la calle, volvió algunos minutos después, se vistió ropa limpia y con mano segura y firme escribió lo siguiente: " E o de menos sería entrar en detalles sobre la causa de mi muerte; pero no creo le importen á ninguno: baste con saber que nadie más que yo mismo es el culpable.—Diciembre 6 de 1873.—-Manuel Acuña.'' A la una de la tarde, su amigo íntimo, el popular y distinguidísimo poeta Juan de Dios Peza, que todas las tardes acostumbraba visitarle, le encontró muerto ya. A sus voces acudieron los estudiantes Vargas, Villamil, Uribe, el Prefecto de la Escuela de Medicina, Dr. Domínguez, y otras varias personas que en vano procuraron devolver á aquel cuerpo la vida que ya le había abandonado. E l Sr. Gaxiola, Juez en turno, se presentó en el lugar del suceso á las cuatro de la tarde, y accedió á que la Escuela de Medicina y no los médicos de la cárcel, verificara la verdad del caso por medio de la sangre que de las venas se extrajese, sin proceder á otra autopsia, y el cadáver fué inyectado por los alumnos y expuesto al anochecer en la capilla del Establecimiento. Alejandro Casaríu y el joven Alamilla sacaron retratos del poeta y prepararon todo lo necesario para formar su busto y tomar el molde de su mano derecha, que escribió los admirables versos que tan justa fama le conquistaron.
Manuel Acuña murió pobre, y fué necesario, para tributarle los últimos honores, recurrir al generoso auxilio de sus amigos, abriéndose al efecto suscriciones en la prensa y en la Escuela: el cuarto de ésta en que Manuel Acuña vivió y murió, fué el mismo que habitó otro distinguido poeta: Juan Díaz Govarrubias. Ea víspera de su muerte, Acuña, paseando con Juan de Dios Peza por la Alameda, le dictó el siguiente soneto:
A UN ARROYO.
"Cuando todo era flores t u camino, cuando todo era pájaros tu ambiente, cediendo de t u curso á la pendiente, todo era en t i fugaz y repentino. ' 'Vino el invierno con sus nieblas, vino el hielo que hoy estanca tu corriente, y en situación tan triste y diferente, ni aun un pálido sol te da el destino. " Y así es la vida; en incesante vuelo mientras que todo es ilusión, avanza en una hora lo que mide el cielo. ' 'Y cuando el duelo asoma en lontananza, entonces como tú, cambiado en hielo, n o puede reflejar ni la esperanza." A las nueve de la mañana del miércoles 10, un inmenso gentío llenaba la plazuela de Santo Domingo, revelando en sus semblantes la expresión del dolor más profundo: á las diez salió de la Escuela el cadáver en hombros de los amigos íntimos, y después de haber atravesado las principales calles, llegó el fúnebre cortejo al panteón del Campo Florido á las once de la mañana. Diez y nueve personas ocuparon allí la enlutada tribuna, siendo J u a n de Dios Peza quien primero tomó la palabra á nombre de sus amigos. A las doce y tres cuartos el duelo se despidió ante la tumba recién cerrada. Manuel Acuña, dice uno de sus biógrafos, había visto siempre la vida al través del desencanto y de la decepción; sus versos rebosaban escepticismo y amargura, pero nunca creímos que en la flor de su juventud atentara contra su existencia, fecunda en esperanzas para el porvenir. ¡Quién sabe qué terrible tempestad agitaría su cerebro de poeta! Acuña había ya ceñido sus sienes con los laureles del genio, y estaba llamado á representar un alto papel en la literatura nacional. Su fallecimiento fué causa de las más sentidas manifestaciones de profundo duelo de todos los escritores del país. Hablando de Acuña y de su magnífica poesía Ante un cadáver, que
por primera vez en España tuve el gusto de publicar en 1878, dijo en uno de sus estudios literarios el gran crítico español D. Manuel de la Revilla, lo que sigue: " M a n u e l Acuña es quizás el más original de todos estos poetas. Estudiante de medicina que se arrebató la existencia en edad temprana á impulso de dolores ignorados, es Acuña tan vigoroso pensador como inspirado poeta. Su poesía Ante un cadáver, escrita en robustos tercetos que recuerdan los de Núñez de Arce, es principalmente notable por estar inspirada en las doctrinas del moderno materialismo, que, por lo visto, no es tan incompatible con la poesía como generalmente se piensa, toda vez que puede inspirar acentos tan enérgicos y sonoros como los que brotan de la lira de A c u ñ a . " Entiendo que este elogio salido de la terrible pluma del gran crítico español, hubiese satisfecho al mismo Manuel Acuña. E n lo referente á sucesos políticos, el año no fué de lo más tranquilo, pues el desdén con que creyeron ser vistos por el Presidente de la República D. Sebastián Lerdo de Tejada, sus amigos y partidarios, desdén patente en el hecho de que el nuevo funcionario seguía gobernando con todos los ministros y empleados del difunto D. Benito Juárez, disgustó á una gran mayoría de cuantos por él habían expuesto sus intereses y vidas. Satisfecho con la opinión que de sí mismo tenía, y en vista de que la muerte de su predecesor y no los trabajos y empeño de sus partidarios habíale llevado á la Suprema Magistratura, hizo realmente á un lado á su partido y se estimó suficientemente capaz para gobernar con todos á la vez; y para que el conservador n o creyese en ciertas aficiones que hacia él se le suponían, facilitó el acaecimiento de " u n desagradable incidente, que—habla un historiador mexicano " y liberal—contribuyó á encender de nuevo las pasiones políticas y " á traer de nuevo ante la prensa la cuestión religiosa: en 21 de Ma" yo, á horas avanzadas déla noche, el Gobernador D. Tiburcio Mon' ' tiel ocurrió con la policía á varias casas donde se denunció que " e x i s t í a n reuniones de monjas: se encontraron en efecto y fueron " e c h a d a s á la calle á esas horas muchas religiosas, sin tener algu" n a s asilo donde acogerse. E l Seminario fué ocupado con tropa de "policía, y reducidos á prisión los jesuítas que desempeñaban cáted r a s en ese Colegio. El rigor de esas medidas fué modificado al día "siguiente, pero varios jesuitás fueron expulsados y salieron para " E u r o p a y los Estados-Unidos en los meses de Octubre y Noviem" bre. Las leyes de Reforma fueron elevadas al rango de constitucio" nales, determinándose que todos los funcionarios públicos protest a s e n cumpürlas y hacerlas cumplir, y algunos de ellos prefirieron ' 1 separarse de sus empleos ó destinos. Todo esto burló de hecho la " paz moral que se iba cimentando en el país y concitó serios enemi" gos al Presidente."
Nada afecto á escribir historia política contemporánea, doy por lo que valgan esas apreciaciones del citado historiador mexicano y liberal, para explicar de algún modo el alejamiento de mucha parte de la sociedad, de las diversiones públicas en ese año.
CAPITULO XV '
1874. La primera gran novedad del afío de 1874 nos la proporcionó la Compañía de Opera Bufa Francesa, á cuyo frente figuraba la distinguida actriz en ese género, María Aimée: dió su primera función de abono en el Teatro Nacional el martes 30 de Diciembre de 1873 anterior, con la opereta de Offembach, La Gran Duquesa de Gerolstein. Dos precios de entrada fueron: diez y seis pesos en palcos y dos en lunetas. E l éxito, desde esta primera representación hecha sin apuntador, fué colosalmente bueno: la Aimée pareció inimitable en el papel dé la Gran Duquesa, y arrancó frenéticos aplausos en el Dile que y en el brindis del último acto. E n la segunda función, dada el jueves i ? d e Enero de 1874, se representó La Perichole, con un segundo triunfo para la Aimée, y el día 4 tocó su turno á La Hija de Madama Angot, que entusiasmó con su Frieassé, bailada por la Rolland con inimitable gracia y un lujo de detalles grotescos que volvieron loco al público. Siguieron Barba Azul, La Bella Elena, Las cien vírgenes y Le Petit Faust, en el cual alborotaron la Aimée y la Stani. Con repeticiones de las obras citadas se cubrió el primer abono, y en la noche del 21 comenzó el segundo con Les Brigands, gran venero d e aplausos para la Rolland y la Stani, Juteaux y Deschamps. A la vez fuéronse alternando beneficios: el de Emilio Juteaux, con Madame Angot, y el de Constant Eecuyer, con Le Petü Faust. Para cuarta función del segundo abono, se estrenó el 25 áe Enero V œil crevé; el 31, y para sexta, Genevieve de Brabant; el 4 de Febrero Fleur de thé; el 6 se verificó el beneficio de Rosina Stani con actos sueltos de Madame Angot y Le Petit Faust; el 10 comenzó un tercer abono con La vie parisienne, y el 12 dió su beneficio María Aimée con el segundo acto de Barbe Bleu, segundo de La Gran Duquesa y segundo de V œil crevé: la beneficiada cantó en español La Paloma. E l 15 de Febrero, y con Lajille
de Madame Angot, ofreció su últi-
ma función esa Compañía, en la que se dieron á conocer é hicieron aplaudir en México la Aimée, la Durand, Ciacconi, la Stani, J u t e a u x , Duplan, Nardin, Brag, Salvatori, Eecuyer, Deschamps, Rolland, Julien y otros varios, ya partes principales, ya simples coristas, que no creo en modo alguno necesario especificar, porque de otro modo mi libro sería interminable y es conveniente no abusar de la paciencia de mis lectores. Esta incursión de opereta francesa fué muy productiva para el empresario Chizolla: el Teatro Nacional se vió muy concurrido, casi en su totalidad por la colonia francesa, que gozó muy á su gusto con los escabrosos asuntos de la mayoría de las obras representadas, con las exageraciones á que el género daba campo al talento de los artistas y con los descocos y descaros de cuadrillas cancanescas, como las de L'œil crevé, que se hicieron aquí famosas. Cierta porción del público se encantó con esa Compañía, tanto como otra sintió asco y repugnancia ante tan grande degradación del arte escénico y exhibición de cinismo. " H a y en esos artistas, decía un periódico de là época, una naturalidad inaudita: se besan en la escena, se abrazan y hasta se m u e r d e n . " Estas citas no envuelven ridicula censura; pero sí lamentan que la escena de nuestro primero y gran teatro se viese entonces, como se había visto antes, y aun se ve, manchada con desnudeces y groserías que en París y en otras capitales se relegan á teatros de segundo orden. Antes de salir de México la Aimée, tomó parte en un concierto que en el Principal y en la noche del 20 de Enero se verificó á beneficio del artista Julio Campagnoli; éste cantó una cavatina de El Barbero de Sevilla, y el dúo de barítono y soprano del Trovador, con la Srita. Ramos; los profesores Rivas, Sauvinet y Balderas, tocaron en piano y armómum diferentes piezas; la Aimée cantó con mucha delicadeza, en italiano, una aria de Don Pascual, y Rosina Stani una cavatina de Hernani. Ambas artistas demostraron con el buen desempeño de esas piezas, que hubieran podido servir para algo mejor que el género bufo; la última fué muy aplaudida en un gran valse que interpretó á la perfección. Eas piezas cantadas por la Aimée y la Stani, estuvieron acompañadas y dirigidas por el hábil profesor Van Chele. El miércoles 28 de Febrero, con asistencia de lo mejor y más granado de la sociedad mexicana, tuvo lugar el estreno del precioso teatro del Conservatorio de la Sociedad' Filarmónica, con un brillantísimo concierto; hé aquí un extracto del programa: Sinfonía de Dinorah, por la orquesta y la sección coral. Coro de la conjuración de Ildegonda, de Melesio Morales; Ave Maria, de Euzzi, cantada por la Srita. Guadalupe Comis, .acompañada al piano por el profesor Jerónimo Vázquez. Fantasía de Un Bailo in maschera, de Prudent, por la Srita. Luisa Alcaraz. Brindis de VEducande de Sorrento, de Usiglio, por Rosenda Bernai y alumnas del Conservatorio. Variaciones E . H . T.—T. m . — 2 1
de Benot. ejecutadasen el violín por el niño Eugenio Barreiro. Romanza Bello del suo sorrüo, de Braga, cantada por Juan Zaccometti. Serenata á voces solas, de Abt, cantada por G. Zinser, P. Eaue F Jens y A. Ezold. Marcha de El Profeta, ejecutada al piano por'las Sntas. Guadalupe Alfaro, Rosa Palacios, Concepción Goya, Concepción Cuevas, Concepción Mena, Concepción Velasco, Virginia y Herlinda Garay, en combinación con la orquesta. Segunda parte: Coro de II Giuramento, de Mercadante, por las alumnas déla sección corah Romanza II fiar de miei ricordi, de Melesio Morales, cantada por Rosa Palacios. Con la buena intención de hacer algo en honra del arte dramático arrojado de los demás teatros por la zarzuela, la Junta Directiva del Conservatorio facilitó su bonito y reducido salón á una compañía de verso, a cuyo frente figuraban Antonio Muñoz y Pilar Belaval- el resto lo formaban Isabel Sánchez, Filomena Vázquez, Euisa Salgado, Javrera Romero, J u a n Zerecero, Antonio Vega, Juan Villegas, Eugenio Castillo, Bernardo González y algunos alumnos de la sección de declamación. Eos precios que al abono de doce funciones se señalaron, fueron: palcos, cincuenta y cuatro pesos," lunetas, nueveentrada eventual, palcos seis pesos, lunetas w . Esa compañía diósu primera función en la noche del 4 de Febrero con la comedia Ceros sociales, de Hipólito Serán, y la pieza Lobo y Cordero. Siguieron á ellas en vanas noches Asirse de un cabello, Very Well, L N B la Esaiela de las Coquetas, La Piedra de Toque, El soldé 'invierno, El pañuelo blanco y otras bastante bien elegidas y muy regularmente interpretadas. Sin embargo, aquel llamamiento al buen gusto público no alcanzó n, mediano éxito: Muñoz, la Belaval y su cuadro, trabajaban casi á teatro vacio, y frío y tristeza se experimentaba al penetrar en el elegante salón sobre el cual voy á dar algunos apuntes, sirviéndome al efecto de la Memoria presentada á la J u n t a Directiva de la Sociedad por el distinguidísimo Ingeniero, geógrafo, escritor y hábil profesor, D. Antonio García Cubas. El antiguo salón de actos de la vieja Universidad destinado á Salón de Conciertos, por su ninguna elegancia y por sus malas condiciones acústicas era poco digno de los espectáculos que en él había ofrecido constantemente la Sociedad, para poner de manifiesto los rápidos progresos de los alumnos y el delicado gusto de los socios por el arte de la música. Ea Junta quiso remediar aquello y sin tocar en modo alguno las escasas asignaciones de la asociación, que ¿penas bastaban a cubrir sus reducidos presupuestos, reunió los primeros fondos apelando á una suscrición entre varios particulares üustres y filántropos: y fueron éstos D. Sebastián Eerdo de Tejada, D. José Mana Iglesias, D. Rafael Martínez de la Torre, D. Ramón Terreros
D. Guillermo Barron, D. Antonio Escandón, D. Antonio Mier y Celis, D. Pedro del Valle, D. Manuel Fernández del Castillo, D. Manuel Iturbe, D. Euis Muñoz y D. Sebastián Camacho, cada uno de los cuales contribuyó con una cuota de seiscientos pesos. Insuficiente aun así la cantidad reunida, algunos de los honorables miembros de la Junta comprometieron su crédito personal para aumentar el fondo, y se dió principio á la obra según los planos de García Cubas, que con el mayor desinterés se encargó de ella como miembro que era de la Sociedad. E n la realización de su proyecto no dejó de pulsar serias dificultades para ver de dar una perspectiva agradable á un salón rectangular sin reducir su extensión : lo consiguió remetiendo la línea de palcos con relación á la de las plateas, y avanzando sobre el fondo un amplio anfiteatro. Puesta mano á la obra, García Cubas encomendó con acertadísima elección los trabajos de carpintería á Pedro Mendoza; los de ornato y artesonado á Agustín Ramírez y José Serrato; los de pintura á los profesores Petronilo Monroy y Tiburcio Sánchez, y algunos otros varios y diferentes á j o s Sres. Rafael González, Eazo de la Vega, Hipólito Aburto y José Ortega; los bustos ya en medallones, ya sueltos, que decoraban el suntuoso salón blanco y oro, los ejecutaron los artistas Juan Fernández y Agustín Barragán. Esos bustos fueron los de los compositores ó autores dramáticos siguientes: Palestrina, Rameau, Hamdel, Bach, Gluck, Haydn, Mozart, Mehul, Beethoven, Auber, Fetis, Rossini, Meyerbeer, Donizetti, Bellini, Verdi, Gounod, Gómez, Bustamante y Beristáin; Esquilo, Sófocles, Plauto, Terencio, Eope de Rueda, Shakespeare, Ben Johnson, Eope de Vega, Calderón de la Barca, Corneille, Molière, Racine, Moreto, Sor Juana, Moratín, Víctor Hugo, Alfieri, Goethe, Schiller, Bretón de los Herreros, Alarcón, Gorostiza, Calderón y Rodríguez Galván. El escenario fué un modelo de comodidad y de buenas condiciones, con excelentes cuartos para los actores, salas para coristas y comparsas, y amplio foyer: el pequeño telar para las decoraciones presentaba la ventaja de que éstas subían sin doblarse y sin roce alguno. El magnífico telón de terciopelo y bordados de oro fué obra de las alumnas Manuela Marín, Josefina Figueroa, Refugio Valdés y Refugio Cerda, dirigidas por la Srita. Luz Oropeza. El conjunto de aquel pequeño teatro, magnífica y propiamente alumbrado, presentaba una vista elegante y suntuosa. Toda la obra importó diez y siete 'mil setecientos sesenta y un pesos y ochenta y cuatro centavos, á cuya suma el Gobierno sólo contribuyó con dos mil pesos, siendo el resto proporcionado por personas particulares. E l distinguidísimo ingeniero Antonio García Cubas hizo solemne entrega del teatro á la Junta Directiva de la Sociedad en la noche de la víspera de su inau-
guración, y recibió en justa recompensa de su habilidad y desinterés, una artística medalla de oro y nna entusiasta ovación, improvisándose en honor suyo discursos y poesías por distinguidos escritores. Poco antes del estreno de ese bonito y pequeño teatro, se inauguro otro de tablas y lona en el local que había servido para Exposición Municipal, e n la Plaza de Armas; allí y en x? de Febrero trabajó á modicos precios una compañía formada con los restos de la de Opera Italiana traída al Nacional por Gostkowski y Cipriani, y se hicieron aplaudir, por público poco exigente, la Pascali, la Antonietti, Zaccometti y otros, en Norma, Trovador, Traviata, etc., mientras las famosísimas bailarinas encantaban á los tandistas del tempestuoso,jacalón de Novedades. Una de ellas, la Bella, dió el 9 de Febrero y en el Principal su beneficio, con la pieza Mal de ojo, el paso de las tres gradaspor la beneficiada y la Bennett y la Antoine, que también la secundo en el paso de carácter español La Madrileña. Triste fin el de aquella compañía en que todos salieron chasqueados, público, empresarios y artistas: éstos especialmente hubieron de redúrrir para no morirse de hambre á trabajar en los jacalones ó á pedir caridad bajo la capa de funciones á su beneficio: una de ellas se dió el x, de Febrero en el teatro del Conservatorio en provecho de Enrique Lombardi, Manuel Rossi, G. Mouge y Ernesto Organo, con mal resulta- , do, pues aquel elegante teatrillo, el más elegante de todo México, tuvo mala sombra, y la Sociedad Filarmónica cometió un verdadero error ^ v i r t i é n d o l o en teatro público y suponiendo que un local tan distante del centro de costumbre de los espectáculos, y poco cómodo para otra concurrencia que no fuese de simple obsequio, pudiera competir con los demás locales de su especie. E l Carnaval^ la Cuaresma y la excursión oficial, con el Presidente m capte a la Gruta de Cacahuamilpa, emprendida á la mitad de dicho Febrero^ acabaron de dar el golpe de gracia á las diversiones en la Capital. El teatro del Conservatorio apenas tenía por público unas cuatro o cinco docenas de personas, aunqne redujo sus precios tanto como los exageró en su estreno: el Principal casi estuvo vacío en la función de 4 de Marzo dedicada á fin de reunir fondos para la impresión de los magníficos versos de Manuel Acuña; según el Monitor, ni los gastos dzpapeleta cubrió esa función, en la que se puso en escena un drama de Francisco Ortiz con título de La Hija del Insurgente; la protagonista moría en él asesinada por su amante, celoso nada menos que del Virrey D. Félix Calleja. Parece (y digo así porque no me encontré en México en ese año y en los tres siguientes, y por lo tanto no f u i testigo de lo acontecido durante ellos), parece vuelvo a decir, que el drama de Ortiz gustó mucho y valió á su autor una ovacion entusiasta. E n esos mismos días, primeros de Marzo, se presentó en el Nacio-
nal el prestidigitador Julio F. Bosco, llamado el Cagliostro del Rio de la Plata, notable por su ligereza de manos y la extrema limpieza de sus suertes: también expuso lo que llamó magnijico süforama producido por la luz eléctrica, que no era ni más ni menos que una exhibición de escogidas vistas disolventes. Con Bosco compartió el favor de los curiosos, el empresario de un salón abierto en la plazuela de Santo Domingo para exposición de una pareja de australianos feos y salvajes, monos sabios, serpientes domesticadas y el famosísimo cochino, marrano, puerco ó cerdo Pompeyo, muy blanco y limpio, que á la voz de su profesor decía, por medio de cartones numerados, la edad de algunos de los espectadores, la hora marcada en un reloj, y la carta de baraja que se le pedía. En el llamado teatro de Novedades dió varias óperas como Rigoletto, Maria de Rohan, Bailo m mascliera, y otras, una Compañía en que figuraban Elisa Daponte, Antonio Tasso, Egisto Petrilli y Felipe Mancini. El Principal tuvo también su Compañía de Opera con Elvira Repetto y Elisa Galimberti; unos y otros operistas lograron el mismo éxito: el de no ganar ni para el pan del día. E l 19 de Marzo, en el ruinoso claustro del convento de Santo Domingo, alzó improvisado circo la Compañía norte-americana de W . B. Aymar, que supo atraerse regular concurrencia con su comparsa de buenos equilibristas y japoneses y la aplaudida Mlle. Carlota, llamada la Reina del aire. E l prestidigitador Julio Bosco, por quien la prensa sostuvo enconada discusión acerca de su habiüdad, negada por unos, ponderada por otros, dió sus últimas funciones con la exhibición de su famosa suerte de la decapitación de un individuo á vista del público, de lo cual el programa dice: "Después de haber cortado la cabeza á la persona por un método á él sólo conocido, el Sr. Bosco dejará el cuerpo del paciente tirado en el proscenio á la vista de los espectadores, y se adelantará sobre el patio teniendo en sus manos y por los cabellos, la cabeza del degollado." También agradó la suerte que llamaba los viajeros aéreos, consistente en hacer cambiar de lugar á dos niños diferentemente vestidos y puestos en dos mesas separadas, después de cubiertos con unos gruesos cubiletes de cartón, y en hacerlos desaparecer, al fin, del escenario y presentarse en la puerta de entrada del patio. Pero todo ello fué nada comparado c<¿n el efecto producido por las experiencias celebérrimas de los profesores Mr. Fay y Mr. Keller que en sus programas se decían maravillosos artistas de los coliseos Egyptian y Saint James de Londres. E l jueves 26 de Marzo, toda la prensa de la Capital fué por ellos invitada á una sesión especial, á fin de que sus redactores pudiesen comunicar á sus abonados si el espectáculo valía ó no la pena de ser visto. Vuelvo á decir que en esos días n o me encontraba yo en México
y por lo tanto, no habiendo sido testigo de ello, voy á reducirme en esta parte á extractar lo que El Monitor dijo acerca de ese espectáculo. " E l foro del Teatro Nacional tenía bajado el telón de boca, y dando espalda á él, había tres órdenes de sillas formando un semicírculo, en cuyo centro se veía una mesa ovalada con cuatro guitarras y seis campanas, á un lado una silla, y en los extremos de la escena dos mesas con candelabros: el aparato no podía ser más "sencillo, sin que nadie pudiese ni aun sospechar oculta máquina alguna. " A invitación de Keller se nombraron dos personas que le ataran de pies y manos con cuanta fuerza y precauciones pudieran; así lo hicieron Santiago Sierra y el Barón Gostkowski. Apagadas las luces, pocos momentos tardaron en volar guitarras y campanillas con atronador estrépito, moviéndose con extraordinaria violencia, ya á los pies de los concurrentes, ya sobre sus cabezas, produciendo las cuerdas de las unas raras armonías, repicando los badajos de las otras con incesante repetición: al volver á encenderse las luces, guitarras y campanas estaban esparcidas por el suelo y el profesor Keller perfectamente atado y tranquilo; nada ni nadie había tocado sus ligaduras: el fenómeno era inexplicable. Fay untó en seguida con fósforo las guitarras, y en la oscuridad vióselas arrancar con fuerza del suelo y volar fantásticamente: varias personas que las tomaron en el aire, pudieron convencerse de que nada había que las sostuviera, y que algo misterioso, inexplicable, era el agente de esa maravilla. Volvió á encenderse la luz; Keller continuaba atado y Sierra y Gostkowski, después de reconocer los nudos, declararon que estaban intactos. • "Keller anunció que iba á ser desatado en medio de la oscuridad, y encendida la luz apareció sin ligaduras; y vuelta á extinguir y á encenderse de nuevo, se le vió amarrado con más nudos y lazadas que antes: Gostkowski quiso que en tal estado Keller se quitase la levita, y, en efecto, como movida por un resorte se arrancó de su cuerpo y fué á caer á algunas varas de distancia con fuerza y velocidad indescriptibles: esto se hizo con luz, y sin embargo, nadie se dió razón de cómo pudo haberse hecho. Con objeto de probar que la levita no estaba preparada para la experiencia, se invitó á uno de los concurrentes á que se quitase la suya, y, atado como estaba, Keller se vistió con ella y volvió á «quitársela y lanzarla como la primera vez. " E l q u e desee ser tocado, que formule mentalmente su petición" —dijo Fay—y veinte personas hicieron la petición, y las veinte fueron tocadas simultáneamente por algo impalpable, pero que hacía sentir distintamente la fuerza del contacto. "Keller hizo su última experiencia; pidió que los concurrentes nombraran dos personas de toda su confianza, que fueron Juan Mateos y Eduardo Gallo; ambos se sentaron á la mesa tomando por la
cabeza y por las manos al profesor, y apagadas las luces, las campanas y las guitarras volvieron á volar con estrépito. "Keller era un hombre de una apariencia glacial; al hablar no contraía ni una línea de su semblante, procediendo en sus operaciones con perfecta seguridad, sin alardes, sin ninguna de las pantomimas en uso entre los prestidigitadores. Sus experiencias admiraron, dejaron estupefactos á todos los concurrentes sin que ninguno acertase á explicárselas. Eos más las atribuyeron al espiritismo, y La Voz de México, sin andarse por las ramas, declaró que todo era obra de influencias infernales." Fay y Keller hicieron un buen negocio, dando numerosas sesiones en casas particulares, al precio de cien pesos por cada una, y presentando al público sus fenómenos en el Gran Teatro, que se les llenaba de bote en bote. De pronto se dijo que en Puebla el prestidigitador mexicano José Bonilla y el Eic. D. Eduardo Novoa, repetían punto por punto las experiencias de Fay y Keller, siguiendo las indicaciones del Ingeniero D. Pedro Sentíes, que en París había visto á los hermanos Davenport ejecutar esos supuestos fenómenos que no eran sino obra de destreza y de práctica. El sábado 11 de Abril, los Sres. Novoa y Zamacona, reprodujeron en México y á la perfección las tales experiencias en el salón principal de la casa pompeyana, en que estaba establecido el Colegio de Abogados, y cuantos lo presenciaron y aplaudieron á los improvisados ilusionistas, convinieron en que el secreto de Fay y Keller era una soberana pamplina muy diestramente ejecutada por éstos, y en que no había razón para las terríficas alarmas y sorpresas de los espiritistas y de los católicos. Algunas semanas después, en distintas y diferentes tertulias, multitud de individuos quitábanse y poníanse levitas estando atados y hacían volar por los aires guitarras y campanas con mayor ó menor destreza. Eos cócoras invadieron el Gran Teatro Nacional en las noches de sesiones, y Fay y Keller no podían entenderse con ellos y dábanse, como vulgarmente se dice, á los demonios. "Desde el momento en que los espectadores se quedan á oscuras, leo en el Monitor, acaba la circunspección y da principio la parte divertida que el público se complace en desempeñar. " P o r un lado se oye maullar un gato; por allá, un perro gruñe con estrépito; uno grita que se calle el animal, otro responde que nones; el diálogo se entabla á la distancia; siguen los bastonazos, y la confusión reina entre aquellos que se divierten jugando á groserías en medio de las tinieblas, apostando á quién es más incivil En el momento en que se apagó el último candelabro, aquello fué la torre de Babel; una lluvia de trotiadores cayó sobre la escena, entre mil carcajadas, y muchas manifestaciones de diversas barbaridades, aplau-
SOS, silbidos, maullidos y ladridos. E l intérprete se enojaba y le hacían burla. Keller hablaba en inglés y le contestaban: cállale, míster N o P o d e m o s negar que en medio de apostrofes de mayor ó menor gusto, se escucha de vez en cuando alguna agudeza que haee
E n t r e las diversas casas particulares en que F a y y Keller dieron sesiones especiales, figuró la de D. Alberto Carrera, que ofreció á sus amigos una amena velada con el objeto de q u e viesen d e cerca los prodigios que tanto habían preocupado la atención de la Capital F a y hizo allí sus experiencias con la habilidad de costumbre, y cuando las h u b o concluido entre merecidos aplausos, siguieron un lucido baile y una espléndida cena, y la fiesta terminó después d e las cuatro de la madrugada. Ea temporada de Pascua f u é poco animada, porque realmente nuestros teatros no tenían elementos para darle animación. E n el Principal abrió abono una Compañía dramática de que fueron primeros actores y directores, Manuel Estrada y Cordero y Miguel Rodríguez Gabutti, con el concurso de Concepción Méndez, María de Jesús Servín Carmen García, Filomena Vásquez de Vega, Euisa Salgado, Cruz Saa z a r y Antonio Vega, Ponciano Butanda, José EscobarJ e s ú s Morales y otras partes menos conocidas a ú n . E l Circo norte-americano de A y m a r volvió á dar sus funciones en su local del ex-convento d e Santo Domingo. E l Teatro de los Autores, en el Baño del Jordán, y su digno rival el de la Democracia, no merecen por sus trabajos de ese tiempo ni aun esta simple mención. Alternando con la Compañía del Principal en el favor del escaso pubhco que á él concurría, la Repetto y la Galimberti cantaron alg u n a s operas, y en r 5 de Abril aquélla dió Lucia á su beneficio, con el agregado de u n dúo d e Semiramis y del valse Lejos de ti composicion de Angela Peralta. E l 17 y en el Nacional, Euisa Marchetti canto Linda de Chamounix, interpretando Elisa Galimberti el Pierotto y presentándose en los demás papeles Eoza, Zaccometti y Petrilli' Ea Marchetti agradó mucho y esto la animó á cantar en la noche del 19 la Marta, con la Casta diva en el intermedio del segundo al tercer acto. Pero allí concluyó la temporada, porque el empresario no sacó para pagar á los artistas, que le armaron un escándalo en que h u b o q u e intervenir la autoridad. De mucha mayor importancia que ese, fué el que dieron los propietarios del Gran Teatro, negándose á reconocer como válido un traspaso de arrendamiento de ese local, hecho por el gran trágico italiano Salvini á favor de la Compañía d e zarzuela Prats-Carratalá De tiempo antes, el artista italiano había entrado en contestaciones con los Sres. Rosas y Batres, y tomádoles el teatro y hecho anun- ' ciar su excelente Compañía: por causas que ignoro, Salvini desistió
d e venir á México, y en la H a b a n a traspasó, según dije, sd arrendamiento á Prats y Carratalá, que en esa confianza salieron para Veracruz. Ea prensa se apoderó del asunto y dijo horrores contra el monopolio q u e pesaba sobre los dos únicos teatros que á la Capital quedaban. P o r fin, pudieron entenderse empresarios y zarzuelistas, y se publicó el elenco siguiente: primeras tiples, Rosario H u e t o y Antonia Cadena; tiple cómica, Carolina Martínez; segunda tiple, Amalia Saldafia; primer tenor, J u a n Prats; tenor cómico, Emilio Carratalá; otro segundo, José Pons; primer barítono, José Palou; segundo, Antonio Rodríguez, primer bajo, Alejandro Castro; segundos, Cipriano Galán y Jesús T r a piello; maestro director y concertador, Joaquín Cornelias. Partiquinos: Tomasa Aguado, Euisa García, José Ramos, Euis Robellot, Esteban Martínez y Mariano Bocurier. E l coro lo formaban treinta individuos dirigidos por Euis Percy. Eos precios por abono de doce funciones fueron en palcos, noventa pesos, y en lunetas doce: los eventuales serían doce en palcos y un peso cincuenta centavos en luneta. E n el programa respectivo anunciaron los empresarios haber invertido una respetable suma en la adquisición de la zarzuela de aparat o El Potosí Submarino, que sería presentada con decoraciones de los habilísimos artistas españoles Ferry y Busato, y con ricos trajes obra d e Lorenzo Páris, sastre del Teatro Real d e Madrid. Dejemos para el siguiente capítulo el dar razón d e los trabajos de esa Compañía.
CAPITULO X V I
1874
La Compañía Prats-Carratalá dió s u primera función en el Nacional, el i 3 d e Mayo de 1874, con MarinayUnpleito. E n las tres siguientes revivió La Conquista de Madrid, Sensitiva, Nadie se muere hasta que Dios quiere y El secreto de una dama, y el día 20, para q u i n t a de abono y ante numerosísimo público, estrenó en México la zarzuela El Potosí Submarino, que agradó mucho por sus excelentes decoraciones, bonitos y caprichosos trajes y su agradable música. Esta obra f u é u n buen filón para la empresa, pues la dió cuatro veces en el primer abono, que acabó de cubrir con Los Dioses del Olimpo, La Gran B, H. T.—T. M . — 2 2
SOS, silbidos, maullidos y ladridos. E l intérprete se enojaba y le hacían burla. Keller hablaba en inglés y le contestaban: cállale, míster N o P o d e m o s negar que en medio de apostrofes de mayor ó menor gusto, se escucha de vez en cuando alguna agudeza que hace
E n t r e las diversas casas particulares en que F a y y Keller dieron sesiones especiales, figuró la de D. Alberto Carrera, que ofreció á sus amigos una amena velada con el objeto de q u e viesen d e cerca los prodigios que tanto habían preocupado la atención de la Capital F a y hizo allí sus experiencias con la habilidad de costumbre, y cuando las h u b o concluido entre merecidos aplausos, siguieron un lucido baile y una espléndida cena, y la fiesta terminó después d e las cuatro de la madrugada. Ea temporada de Pascua f u é poco animada, porque realmente nuestros teatros no tenían elementos para darle animación. E n el Principal abrió abono una Compañía dramática de que fueron primeros actores y directores, Manuel Estrada y Cordero y Miguel Rodríguez Gabutti, con el concurso de Concepción Méndez, María de Jesús Servín Carmen García, Filomena Vásquez de Vega, Euisa Salgado, Cruz Saa z a r y Antonio Vega, Ponciano Butanda, José Escobar, J e s ú s Morales y otras partes menos conocidas a ú n . E l Circo norte-americano de A y m a r volvió á dar sus funciones en su local del ex-convento d e Santo Domingo. E l Teatro de los Autores, en el Baño del Jordán, y su digno rival el de la Democracia, no merecen por sus trabajos de ese tiempo ni aun esta simple mención. Alternando con la Compañía del Principal en el favor del escaso pubhco que á él concurría, la Repetto y la Galimberti cantaron alg u n a s operas, y en r 5 de Abril aquélla dió Lucia á su beneficio, con el agregado de u n dúo d e Semiramis y del valse Lejos de ti composicion de Angela Peralta. E l 17 y en el Nacional, Euisa Marchetti canto Linda de Chamounix, interpretando Elisa Galimberti el Pierotto y presentándose en los demás papeles Eoza, Zaccometti y Petrilli' Ea Marchetti agradó mucho y esto la animó á cantar en la noche del 19 la Marta, con la Casta diva en el intermedio del segundo al tercer acto. Pero allí concluyó la temporada, porque el empresario no sacó para pagar á los artistas, que le armaron un escándalo en que h u b o q u e intervenir la autoridad. De mucha mayor importancia que ese, fué el que dieron los propietarios del Gran Teatro, negándose á reconocer como válido un traspaso de arrendamiento de ese local, hecho por el gran trágico italiano Salvini á favor de la Compañía d e zarzuela Prats-Carratalá De tiempo antes, el artista italiano había entrado en contestaciones con los Sres. Rosas y Batres, y tomádoles el teatro y hecho anun- ' ciar su excelente Compañía: por causas que ignoro, Salvini desistió
d e venir á México, y en la H a b a n a traspasó, según dije, sd arrendamiento á Prats y Carratalá, que en esa confianza salieron para Veracruz. Ea prensa se apoderó del asunto y dijo horrores contra el monopolio q u e pesaba sobre los dos únicos teatros que á la Capital quedaban. P o r fin, pudieron entenderse empresarios y zarzuelistas, y se publicó el elenco siguiente: primeras tiples, Rosario H u e t o y Antonia Cadena; tiple cómica, Carolina Martínez; segunda tiple, Amalia Saldafia; primer tenor, J u a n Prats; tenor cómico, Emilio Carratalá; otro segundo, José Pons; primer barítono, José Palou; segundo, Antonio Rodríguez, primer bajo, Alejandro Castro; segundos, Cipriano Galán y Jesús T r a piello; maestro director y concertador, Joaquín Cornelias. Partiquinos: Tomasa Aguado, Euisa García, José Ramos, Euis Robellot, Esteban Martínez y Mariano Bocurier. E l coro lo formaban treinta individuos dirigidos por Euis Percy. Eos precios por abono de doce funciones fueron en palcos, noventa pesos, y en lunetas doce: los eventuales serían doce en palcos y un peso áñcuenta centavos en luneta. E n el programa respectivo anunciaron los empresarios haber invertido una respetable suma en la adquisición de la zarzuela de aparat o El Potosí Submarino, que sería presentada con decoraciones de los habilísimos artistas e s p a ñ o l e s Ferry y Busato, y con ricos trajes obra d e Eorenzo Páris, sastre del Teatro Real d e Madrid. Dejemos para el siguiente capítulo el dar razón d e los trabajos de esa Compañía.
CAPITULO X V I
1874
La Compañía Prats-Carratalá dió s u primera función en el Nacional, el i 3 d e Mayo de 1874, con MarinayUnpleito. E n las tres siguientes revivió La Conquista de Madrid, Sensitiva, Nadie se muere hasta que Dios quiere y El secreto de una dama, y el día 20, para q u i n t a de abono y ante numerosísimo público, estrenó en México la zarzuela El Potosí Submarino, que agradó mucho por sus excelentes decoraciones, bonitos y caprichosos trajes y su agradable música. Esta obra f u é u n buen filón para la empresa, pues la dió cuatro veces en el primer abono, que acabó de cubrir con Los Dioses del Olimpo, La Gran B, H. T.—T. M . — 2 2
Duquesa, Los Madgyares y Las hijas de Eva. El 9 de J u n i o principió el segundo con El Diablo las carga, y en la noche del 12 estrenó la zarzuela en cuatro actos Pepe-Hillo, causando en el público furor de entusiasmo «el cuadro en que aparece la plaza de toros con su animación propia y los varios lances de una corrida. Ese acto, con su cuadrilla formada por las coristas, sus picadores á caballo y sus mulitas enjaezadas, entusiasmó, repito, al público, tanto como se entusiasmaba en cada una de esas numerosas repeticiones del segundo acto de El Potosí Submarino, con su bonita decoración del fondo del mar poblado de ninfas artísticamente desnudas, brillando á los reflejos de la luz eléctrica y de la Drumont. Ea Hueto, que al principio no agradó á los que juzgando por comparaciones la encontraban inferior á la Zamacóis y á la Eeonardi, fué poco á poco conquistándose partidarios, y, según leo en los periódicos, en las operetas francesas recordaba mucho á la Aimée, por su acción llena de provocativa gracia, sus cambios de entonación y fáciles maneras. De los demás artistas de aquel cuadro poco tengo que decir: casi todos eran ya conocidos y cada uno supo mantenerse en el aprecio que en anteriores épocas habían conquistado.
de Noviembre, teniendo anexo un local para bailes, en el que revestían caracteres por igual indecentes las danzas y el can-cán. "Mabille — decía El Monitor á fines de Mayo — sigue impertérrito con sus tandas y sus cancanes; la concurrencia allí no disminuye y el entusiasmo offembáchico acrece." A tanta mediocridad ó pobreza de espectáculos que no podían sacar de justo retraimiento á la sociedad de la Capital, se unían para aumentar su sobresalto, las espesas nubes que comenzaban á entoldar el cielo político, y las alarmas y horrores de crímenes sensacionales, cual lo fué el asesinato del Lic. D. Manuel Bolado, cometido el 23 de Febrero anterior y visto ante el jurado de calificación en los primeros días de Junio, crimen que preocupó altamente á toda clase de personas, porque, como estaba en la conciencia de todos, como lo hizo sentir el enérgico y recto promotor fiscal, D. Enrique Vallejo, dejaba presumir que tras los vulgares asesinos Rosales y Hernández, había manos é influencias misteriosas, que, decía un cronista, " n o se ven en la causa, pero el Promotor Fiscal siente, los jurados llegaron á sentir también, y el público todo sintió sin atreverse á volver la cara para mirar en torno s u y o . "
Toquemos, aunque sólo sea á la pasada, los demás teatros: en el Principal, la Compañía de Manuel Estrada estrenó en 15 de Mayo una buena traducción del drama francés Los aventureros, delicadamente heeha por Gustavo Baz, que con mucha justicia fué aplaudido; Concha Méndez, Luisa Salgado, María de Jesús Servín, Rodríguez Gabutti, Solórzano y Estrada, desempeñaron con mucha inteligencia sus respectivos papeles. El actor Solórzano, desde su primera presentación, allá á mediados de Abril, venía agradando mucho por la naturalidad de su declamación, sus maneras elegantes y por la propiedad con que vestía. En el modesto y regular cuadro de aquellos actores poco duró la paz, de antiguo reñida con los escenarios, y de él se separaron la Servín y Rodríguez Gabutti, entrando á sustituir á aquélla la apreciable Sofía Calderón, que se presentó el 22 de Mayo con la comedia El beso de Judas. E l 24, y á beneficio del discreto actor D. Antonio Vega, se puso en escena la comedia de la ilustre Sor Juana Inés de la Cruz, Los empeños de una casa, cuya protagonista interpretó Sofía Calderón. El Beneficio de Luisa Salgado°se diócon Lo positivo, que según parece, éralo que más faltaba á la Compañía, poco favorecida por el público, que en cambio llenaba el Nacional en cada representación de El Potosí Submarino. También se veían muy favorecidos por humilde gente los teatrillos de La Democracia y de Zaragoza, situado éste en la Rinconada de Santa Catarina Mártir núm. 2; el Gran Circo Norte-Americano de Aymar y el infame salón Mabille, en el callejón de Santa Clara, en que Caritina Delgado y el galán Arteaga daban tandas al estilo de los jacalones
Mas dejemos á un lado ese feo asunto y volvamos á nuestros coliseos, empezando por dar la noticia de que á mediados de aquel mes de Junio de 1874, y en su primera quincena, el activo empresario D. Joaquín Moreno, cansado de luchar con los Rosas y los Batres como dueños del Nacional y del Principal, y de trabajar para ellos, acometió la empresa de construir un nuevo teatro, y asociándose con los hermanos Macedo puso manos á la obra, abriendo cimientos y procediendo al trazo de la nueva sala y de sus dependencias en un amplio local contiguo á las ruinas de la antigua iglesia de San Felipe Neri en la calle de este nombre. Mientras tanto, el Principal fué repintado y recompuesto para dar albergue á la Compañía dramática del eminentísimo actor español D. José Valero, que con los mismos artistas con los cuales había hecho su temporada de Junio á Agosto de 1873 en Hidalgo y el Nacional, y con el refuerzo de María de Jesús Servín, Rita Cejudo y Luisa Salgado, dió la primera función de abono de esta su tercera temporada, en la nochedel jueves 18 d e j u n i o d e 1874 con la comedia ¿ a Comedianta famosa y la pieza El padre de la criatura, ante una numerosa y brillante concurrencia en que figuraban las familias Barreda, Valle, Rubio, Rincón, Collado, Guzmán, Redo, Iglesias, Campero, Auza, Lucio, Barreiro, Ibáñez, Mier, Baz, Terreros, Juárez y otras no menos distinguidas. E l gran actor español y su esposa Salvadora Cairón, tan bien querida en México, fueron acogidos cQn las ovaciones de costumbre para con ellos. No es mi ánimo seguir noche á noche las funciones de la Compa-
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fíía Valero. Fiarse delporvenir, Por derecho de conquista, Trapisondas por bondad, Entre el deber y el derecho, Lo que son las mujeres, La feria délas mujeres, El Arbol del Paraíso, Del dicho al hecho, Elbaile de la Condesa, EUmiedo guarda la viña, La levita, El Drama Nuevo, El marido de mi mujer, El músico de la murga, El testatnento de Acuña, Violetas y girasoles, La procesión por dentro, Belenes, El grano de trigo, y otras, ya nuevas, ya conocidas, formaron el repertorio de aquella lucida temporada de buena comedia y buen drama. E l público la favoreció bastante, sin que perjudicasen al Principal, ni la reapertura del ya casi olvidado Nuevo-México, que en la tarde del domingo 21 de Junio puso en escena Los húsares de la muerte, con la Compañía de Eópez del Castillo; ni la zarzuela Prats-Carratalá en el Nacional; ésta dió en 26 de aquel mes á beneficio de Rosario Hueto, Los órganos de Móstoles, obra que parece tuvo poco efecto. Para ver de llamar público que empezaba á faltar en ese teatro, facilitó su escenario en noches determinadas y á partir del 9 de Julio, á una Compañía Infantil de zarzuela en que figuraban Carmelita y Soledad Unda, que se presentaron con la Gran Duquesa de Gerolstein, graciosa y discretamente cantada: en la noche del 12 la pequeña artista de nueve años, edad que los programas daban á Carmelita, cantó á la perfección Marina; Soledad se hizo aplaudir, con justicia, en una cavatina de Sonámbula, y ellas y sus pequeños compañeros estuvieron felices en Buenas iioches, Señor Don Simón. Pero los grandes triunfos y las buenas entradas continuaron siendo de la Compañía Valero: en cada representación agradaban más y más el excelente Reig, el inspirado Molina y el muy aplaudido Amato. E n la noche del*i8 de Julio el gran actor dió una función cuyos productos se destinaron al socorro de los heridos en la cruel y salvaj e guerra que los carlistas venían promoviendo en España, en odio á la República que en la península se ensayaba: la obra escogida fué El Baile déla Condesa, bien desempeñada por Valero, laCairón, Reig, la Servín, la Cejudo y la Salgado. Concluida la comedia leyéronse composiciones en verso, de Julián Montiel, Zayas Enríquez, J u a n Mateos, Llanos Alcaraz y Casimiro del Collado. La composición de Mateos, única que tengo á la vista, estuvo escrita en valientes quintillas, muy halagadoras para España, que fueron aplaudidísimas. Increpando al causante de la guerra, al pretendiente Don Carlos, decíale con sobrada justicia: " R e y Don Carlos, suerte infiel te impulsa allí por tu mal; torpe, asesino, cruel, t ú nunca serás aquel que duerma en el Escorial.
" Rey pigmeo, rey sin gloria, lleno de cobarde espanto, negra será tu memoria, no tendrás nunca en la historia para salvarte un Lepan to. " Lanza en vano tus legiones, que con la sangre que brota, quien venció á Napoleones escribirá en tus pendones el Inri de t u derrota. " T ú , ni Rey ni caballero, podrás el trono heredar, mientras que el pueblo altanero guarde de Prim el acero y el habla de Castelar." Esa notable función terminó con la graciosa caricatura El Maestro de Escuela que tan deliciosamente interpretaba el gran artista español. También la empresa Prats-Carratalá, que en i ? d e Agosto estrenó con poco éxito la zarzuela de aparato Sueños de Oro, libreto y música de Larra y Barbieri, dió en 11 de ese mes una función á beneficio de los heridos en la guerra civil de España: en ella fueron cantados El juramento, una romanza de Marta por Prats, un coro de Sueños de Oro y la zarzuela en un acto Nadie se muere hasta que Dios quiere. Cuatro días más tarde la Compañía hubo de dar fin á sus trabajos después de una campaña de poco lucimiento y menor producto material; si sus pérdidas no fueron considerables lo debió al Potosí Submarino, numerosas veces representado con llenos completos ó buena concurrencia, ávida de distraerse con la muy bella decoración y mutaciones del acto segundo, la graciosa música y la contemplación de coristas y bailarinas medio desnudas, y las marchas y brincos y saltos de cangrejos, langostas, ranas y otros mariscos y pescados. Los Sueños de Oro estuvieron también puestos con lujo en cuanto á los trajes, pero mal en lo relativo al decorado. Mucho mejor le fué al insigne D. José Valero, que uno tras otro abono seguía viéndose favorecido por la mejor sociedad de la Capital, contenta con la buena elección de las obras y su buen desempeño; pues además de que la mayoría de los actores era de mérito, la excelente dirección de Valero, maestro en su arte, hacía resaltar más y más la perfección del conjunto. E n su Compañía ocurrió en Agosto un desagradable accidente: por una cuestión baladí los actores Amato y Molina tuvieron un duelo á pistola, resultando herido en una rodilla el segundo, que á los pocos
días falleció: la autoridad creyó conveniente perseguir y castigar ese delito, y Amato y Reig comparecieron ante ella, y los procedimientos judiciales estorbaron la buena marcha del trabajo de la Compañía. Valero, para reemplazar á Molina y á Amato, contrató al aplaudido Enrique Guasp, á quien el público acogió con justos aplausos. El 19 del mes últimamente citado se verificó el beneficio del distinguidísimo galán Juan Reig con Fernanda, de Sardou, perfectamente traducida por Gustavo Baz, aunque con algunas mutilaciones que se creyeron necesarias para que el público de México no se escandalizase. E n la noche del 26, dió D. José Valero su función de gracia con el drama de Rafael de Zayas Enríquez, El Expósito, cuya acción se desarrollaba en nuestra República: la obra gustó mucho y su autor fué objeto de una entusiasta ovación, por el numeroso y distinguido público que acudió á ese lucido espectáculo. Eos autores nacionales estaban de buenas; tan aplaudido como Baz y Zayas Enríquez lo fué en Nuevo México Manuel María Romero, con su drama Catalina de Suecia, revivido por López del Castillo en la tarde del domingo 23 del mismo Agosto. Dicen que también mereció los honores del aplauso en el teatrillo de Zaragoza, de la Rinconada de Santa Catarina, un drama nacional escrito por un inteligente y modesto artesano. E l 2 de Setiembre la Servín estrenó á su turno y beneficio, la comedia Vanidad y Pobreza; el 10 se representó la intitulada Luisa, escrita en dos actos por Francisco Lerdo, que tuvo la desgracia de ser objeto de poco satisfactorias manifestaciones del público. Cinco días antes, el domingo 6, Juan A. Mateos fué extraordinariamente aplaudido por su drama Los Miserables, tomado de la novela de Víctor Hugo, y puesto en escena por la Compañía del Teatro de Hidalgo. A pesar de hallarse en México y trabajando una Compañía de ópera italiana de que pronto hablaremos, el Teatro Principal continuó muy bien concurrido y abriendo nuevos abonos, en que puso en escena el bello drama La Beltraneja, que á maravilla interpretaba Salvadora Cairón; La escuela de las coquetas, La huérfana de Bruselas, Un avaro, Súlhvan, Repitblica teatral; la muy agradable La procesión por dentro, La mosca blanca, Violetas y girasoles, El testamento de Acuña y varias repeticiones de Fernanda y El Expósito. Su función de despedida y última la dió Valero el 30 de Setiembre, á beneficio del Técpam, y en la noche del jueves 1? de Octubre el gran actor español salió á embarcarse para la América del Sur, dejando en México recuerdos gratísimos, por su comportamiento distinguido y caballeroso, por sus esfuerzos para dar a conocer obras de autores mexicanos, y por las varias y diversas manifestaciones de su talento colosal y su hábil dirección de escena. " E l día de su partida, dice El Monitor, cumplió Valero con un deber de amistad; él mismo fué á colocar la lápida mortuoria en el monumentó de Eduardo Molina, concurriendo á la triste
ceremonia la mayor parte de sus actores. El martes 8 de Setiembre se vió en jurado la causa instruida á Amato, habiéndose encargado el Lic. D. Gabriel Islas de la dirección del proceso, y llevado la voz de la defensa el Lic. D. Juan A. Mateos: el Jurado, teniendp en cuenta que la muerte de Molina había sido efecto de una práctica que la sociedad no rechaza y aun aprueba en lances de honor, absolvió á los acusados. " E n su última visita, añadía el citado periódico al dar cuenta de la partida de Valero, el actor español ha sabido, como siempre, captarse las simpatías generales: su partida deja como aislada la escena; pero tenemos fe en que los actores mexicanos que han estudiado con tan buen modelo, no desmayarán en sus trabajos y procurarán dar á nuestra escena todo el brillo que reclama la cultura de México." Hablemos ya de la Compañía de Opera Italiana, que en la noche del 22 de Agosto había dado su primera función de abono con la obra de Petrella, Tone, estrenada en México y en el mismo Teatro Nacional el 28 de Octubre de 1865, con los notables artistas de la Empresa Biacchi, la Alba, la Sulzer, Tombesi, Padilla y Cornago. En la noche del 22 de Agosto citado, el papel de Jone estuvo encomendado á la Ponti del'Armi, notable artista, así en la acción como en el canto, acreditada en teatros de Rusia y de Alemania por la propiedad de su acción, su fresca y sonora voz y su sorprendente talento artístico. María Gourieff, que desempeñó á la esclava Nidia, era una mezzo soprano de voz agradable, aunque de poco volumen y algo débil en las notas graves: fué una joven rusa de figura simpática, expresiva fisonomía y distinguidos modales. E l artista español Tomás Azula, que desempeñó el papel de Glauco, pareció un tenor excelente: su voz era sonora, fresca, poderosa y muy igual: la emisión franca y fácil, y bueno su método. El barítono Utto tenía buena y sonora voz, pero no sabía usar de ella, y caracterizó menos que medianamente al gran sacerdote de Isis, al altivo Arbace. Lombardelli, que hizp el papel del tabernero Burbo, fué un bajo cantante de voz redonda, llena y fresca, y un buen actor. E l público quedó muy contento de aquella primera representación, habilísimamente dirigida por el buen maestro Daniel Antonietti. Para presentación del segundo cuadro y para segunda función, se cantó de un modo deplorable I Puntani. Virginia Arnoldi, en la. Elvira, estuvo desgraciadísima, y más que ella, el tenor Stragni que, cuentan las crónicas, pobló la sala del Nacional de descarados gallos, obligando al público á portarse como si se hubiese encontrado en una plaza de ellos. Díjose en disculpa que esos artistas estaban enfermos: el barítono Medini y el bajo Lombardelli, disfrutaban por fortuna buena salud y ellos evitaron una silba: Medini tenía voz agradable y sonora, aunque no de gran volumen; su método, puramente italiano,
era bueno, y sü acción y modales revelaban conocimiento de la escena: el público quedó contento de él. Lombardelli agradó y fué aplaudido lo mismo que en el Burbo de la noche precedente. E n la tercera función de abono fué cantado Un bailo in maschera por el mismo cuadro que hizo su presentación en Ione, estando tan bien y feliz en la ópera de Verdi, como habíalo estado en la de Petrella: sólo flaqueó, bastante por cierto, la Clerici, soprano dramático, en el pajecillo Oscar. Azula alcanzó un completo triunfo con su poderosa y sonora voz, su firmeza y seguridad en la afinación, su diestra modulación en el canto y su método excelente: en la peligrosa barcarola fué premiado con entusiastas aplausos, mucho tiempo sostenidos. La Ponti del'Armi arrebátó en toda la parte de Amelia y en sus dúos con Azula. La Gourieff, en la Ulrica, nada dejó que desear. Los demás artistas cumplieron bien su cometido y la concurrencia volvió á quedar contenta de ellos. Distinguida fué esa concurrencia, pues en las listas de abono figuraban las familias Buch, Cortina, Escandón, Bengoa, Hebromar, Goríbar, Lerdo, Escalante, Campero, Mier, Baz, Terreros y otras. En Don Pascual, de Donizetti, la Arnoldi y Stragni probaron una vez más no ser buenos para nada; el desventurado tenor no estimó conveniente exponerse á una manifestación de desagrado y suprimió el aria entera con que comienza el segundo acto; á la serenata del tercero, á pesar de haberla bajado medio tono, le suprimió á su vez más de la mitad. E l ameritado barítono Medini lució mucho en el Mal a tes ta, lo mismo que Lombardelli en el Don Pascual. F u é también un triunfo para el primer cuadro la representación de Norma. Maffei estuvo admirable en el Oroveso; su potente voz, una de las más llenas y robustas que en bajo profundo se han oído en el Nacional, se destacaba por su fuerza sobre los llenos de coro y orquesta, escuchándose diestramente modulada cuando la escena pedía dulzura y suavidad. Azyla fué muy justamente aplaudido en el Polión, y la Ponti del A r m i cantó la Norma con la maestría artística que le era peculiar; en la escena final estuvo á la altura de su reputación justificando el título que se le daba de la Ristori del canto. Debo, en gracia de la brevedad, pasar por alto varias de las obras llevadas á la escena por esa compañía en que tan escaso era lo bueno, y contentarme con decir que la primera representación de Roberto el Diablo, dada el 11 de Setiembre, fué casi un fracaso, pues el aplaudido Azula se encontraba tan mal de voz que hasta llegó á dej a r ir un gallo fenomenal, que no fué silbado porque el público se sorprendió de que tal aconteciese á un tan apreciable artista: Azula se hizo disculpar por medio deZanini ante la escogida concurrencia, que llevó su atención hasta retirarse, sin protestar, sin haber oído el quinto acto. Cuando el tenor se hubo aliviado, ó arregládose las diferen-
cias entre él y la Empresa, pues se dijo que molesto con ella Azula habíase fingido enfermo y desafinádose intencionalmente para poder rescindir su contrata é irse á disfrutar de otra más ventajosa que le proponían en N u e v a - Y o r k , volvió á cantarse el Roberto, que salió magníficamente, valiendo entusiastas aplausos á Azula y a toda la Compañía. El domingo 20 comenzó el segundo abono con Favorita; se cantó después Rigoletto, y el jueves 24 El Trovador, con un éxito verdaderamente extraordinario, porque la Ponti d e l A r m i y el tenor Azula estuvieron admirables, al decir de toda la prensa de ese tiempo " E l público—dijo El Monitor—demostró en sus repetidos aplausos cuán satisfecho quedó del éxito de la ópera; la empresa ha respirado; un triunfo entre tantas derrotas ya es algo conseguir. E l 27 fué Traviata la ópera á la cual tocó ser mal cantada, y la Empresa tuvo que recurrir, para 110 desesperar al público, á repeticiones de Roberto y del Baile de Máscaras, que, como desempeñadas por el cuadro de fuerza, fueron muy aplaudidas. Para salir de apuros porque la Ponti del'Armi no quena estar sosteniendo todo el trabajo ella sola, la Empresa contrató á la Marchetti cantante que había gustado mucho en Buenos Aires y arrebatado en Oaxaca, y la hizo presentarse el sábado 3 de Octubre en Lucia; el público quedó disgustadísimo con la nueva cantante, a la cual había aplaudido algunos meses antes, el 15 de Abril, en el mismo Nacional, en Linda de Cliamounix, y en Marta el 19 del citado mes. No tuvo más remedio la Ponti d e l A r m i que resignarse á seguir siendo la salvación de la Empresa, repitiendo con Azula el Trovador y cantando el 8 Lucrecia Borgia, que le proporcionó un nuevo y merecido triunfo, en el que entró á la parte la Gourieff, muy graciosa y feliz en el Maffio Orsini. Con muy lucida concurrencia esa Compañía cantó el miercoles 14 de Octubre Los Hugonotes, que en 1865 había hecho oir por la primera vez en México la Compañía de Biacchi. La Ponti del'Armi, que desempeñó en 1874 el interesante papel de Valentina, se hizo admirar como actriz y como cantante en toda la obra y en el magistral dúo con que termina el acto cuarto, aplaudido con frenesí. L a Arnoldi estuvo feliz en Margarita de Valois, y muy bien, la simpática Gourieff en el paje Urbano. Azula en Raúl de Nangis, usó con maestría su poderosa, robusta, sonora y limpia voz, siendo con Valentina el héroe de la noche. Utto caracterizó muy bien el Conde de Nevers y lo mismo hizo Maffei con el carácter y tipo del exaltado hugonote Marcelo: en la canción p i f f , p u f f , p a f f , fué estrepitosamente ' aplaudido. Lombardelli en el Gobernador del Louvre y exaltado católico Saint Bris se mostró, como siempre, excelente actor y cantante. La orquesta fué dirigida por el maestro Antonietti, con la perfección que le era genial; á su beneficio f u é dada la segunda repreB. H. T.—T. III.—23
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sentación de la grandiosa ópera de Meyerbeer, varias veces repetida con general contentamiento. La Compañía dió término á sus trabajos en las noches del 29 y el 31 de Octubre con Ruy Blas, saliendo en seguida para Puebla. Al marcharse el ilustre D. José Valero, el Teatro Principal fué ocupado por la Compañía Infantil de zarzuela, de la que hablé no hace mucho, en. este mismo capítulo, y que dió allí su primera función el 7 de Octubre con Marina y La Colegiala, cantándose después La Gran Duquesa, La Isla de San Balandrán, Robinsón, El Niño, En las astas del toro y otras varias, en que, lucían su gracia, su despejo y sus buenas facultades para el canto y la declamación, Carmen y Guadalupe U n d a : la orquesta estaba dirigida por la simpática joven Soledad Unda y Morón. No presencié, por no encontrarme entonces en México, ninguna de esas funciones, á lo que se dice poco concurridas, porque una parte del público no encontraba chiste en aquella especie de juguetes, y porque otra se negaba á favorecer esa explotación de pobres criaturas á quienes creía se perjudicaba en su porvenir y en su salud. No eran ellos los únicos de los cuales podía decirse lo mismo: otro especulador estableció también por ese tiempo en la Alameda, una que llamó "Plaz& del Recreo," en que una cuadrilla de niños, dirigida por Miguel Segura, daba corridas de borregos y exponía sus vidas en ejercicios acrobáticos y gimnásticos. E n varios países europeos ese modo de explotar á los niños está severamente penado, con aplauso de todo hombre de recto criterio y sentimientos humanitarios. Si es impía crueldad obligar á los niños á trabajar para alimentarse, toca en los límites de lo infame hacerlos trabajar para sustentar á aquellos que los explotan y sin duda podrían vivir del producto de algo más noble y decoroso que malograr cuerpecitos é inteligencias infantiles. Opiniones como ésta que exponemos suelen ser consideradas como ridiculas sensiblerías; pero más vale pagarse de exceso de caridad, que de necio desdén para con el prójimo. La explotación de la infancia en el circo, en el teatro, en el taller, en la mendicidad, es igualmente miserable y criminal. E n 1? de Noviembre se inauguró en la plazoleta central de la Alameda, una Exposición Municipal, para la que se construyó una especie de edificio que f u é llamado "Palacio de cristal," compuesto de seis galerías y de una rotonda que servíales de centro. Dícese que la construcción presentaba un agradable aspecto, pero la exhibición no ofreció novedad alguna. Como de costumbre, levantáronse aquí y acullá en la Plaza de Armas, diferentes jacalones: en el de " Noved a d e s " trabajaba una Compañía de zarzuela dirigida por José Oropeza, con Mercedes Paladorio, Etelvina Alcalde, Amalia Menocal, Isidora Guzmán, O. Morales, José Escobar, Antonio Martínez, Meneses, Capilla, Areu, Morales y otros, más un cuerpo de baile con
179 Juana Arsinas, Gregoria Valdés, Felipa López y Pioqumta Vega. E n otro jacalón que se llamaría de " L a Zarzuela," debieron haber lucido sus talentos, José Poyo, Manuel Areu, Caritina Delgado, Pilar Pautret, Elisa Areu, Leona Paliza, Isabel Sánchez, Concepción Marafión, Clotilde García, Carlota Torreblanca, Apolonio Morales, Federico Alonso, Feliciano Ortega, Tranquilino Herrera, Concepción Torres, Isabel Ruiz y muchos más menos conocidos. Pero sucedió que el día 2 de Noviembre el tal jacalón de " L a Zarzuela,'' propiedad del Sr. Audonaegui, fué presa de un voracísimo incendio que en público se dijo no'haber sido obra de la casualidad, y dió quehacer á jueces y autoridades, en persecución de un delito que pudo haber sido de funestas consecuencias para los vecinos del Seminario, próximos al jacalón incendiado. E n otro de esos jacalones llamado de la Exposición, fueron famosísimos los escándalos: El Monitor dice á este propósito: " Después de las once hay allí lo que llaman la tanda de confianza; generalmente se arma tal belén, es tan grande el desorden, tan atronadores los gritos, los aplausos tan feroces, la orgía tan completa, que para darle un término y hacer salir á la gente es necesario apagar el alumbrado; entonces ¡cuánta imprecación en medio de la oscuridad! se dicen los chistes más colorados, el desorden llega á su a p o g e o . . . . . . hasta que la policía se ve obligada á intervenir." E l llamado Teatro de América rivalizaba con el de La Exposición en escándalos é inmundos cancanes, y aun el Principal fué á su turno ocupado por las tandas con todas' sus inconveniencias y todos sus desórdenes. E n ese teatro se puso en escena en los primeros días de Diciembre, una comedia en un acto con título de El Incendio del Jacalón, escrita por Francisco de A. Lerdo, que en ella hizo picantes alusiones á personas poderosas é influentes. Los aludidos no quisieron quedarse sin disfrutar el placer de los dioses, como ha sido llamada la venganza, y pocas noches después del estreno de la comedia, Pancho Lerdo se vió atacado con traición, alevosía y ventaja, por unos enmascarados que después de atontarle con un terrible golpe que le dieron al pasar por frente á la Aduana, le condujeron casi desmayado á las ruinas y paredones del antiguo convento de Santo Domingo y allí le apalearon hasta dejarlo medio muerto, sin que la víctima pudiese ni siquiera intentar su defensa, ni producir un grito. "Otro hecho lamentable—dice El Monitores que la policía no ha puesto todo su empeño en descubrir á los autores del atentado: la prensa n o ha cesado de clamar en toda la semana, y todo ha sido infructuoso; el desgraciado autor del Incendio del Jacalón, no podrá saber á quién debe su soberana paliza." Completaban el cuadro de las pobrísimas diversiones de la Capital, á fines de 1874, "Nuevo México," con Los Hijos de Bato y Bras ó aventuras de Chamorro, y el de La Democracia, con patibularios dramas.
No andaba mejor la situación política; el Estado de Michoacán se encontraba desde mediados de año en espantosa revolución que desconocía á los poderes constituidos y proclamaba un plan francamente conservador y retrógrado: el gobierno se vió obligado á poner en campaña numerosas fuerzas, sin conseguir en modo alguno sofocar aquel formidable alzamiento, apoyado en la guerra de montaña casi imposible para quienes no conocían aquellas abruptas é intrincadas serranías. Aumentáronse las alarmas y el disgusto con la publicación de la ley que reglamentó los principios de Reforma que desde 1873 formaban parte de la Constitución. A virtud de esa ley quedó suprimida la congregación de las Hermanas de la Caridad; éstas se vieron obligadas á abandonar los establecimientos de beneficencia que á su cargo corrían, produciéndose con ese motivo disgustos de muchas especies, como el acontecido en la tarde del domingo 20 de Diciembre al dejar esas piadosas mujeres el Hospital de San Juan de Dios, cuyas asiladas se excedieron en gritos y voces de indignación contra el Gobierno, en son de irritada protesta, y en la confianza de que ello podría influir en que no se llevase adelante una medida, que en lo relativo á las Hermanas de la Caridad, dividió los pareceres y las opiniones aun en el mismo campo liberal. E n tan malos momentos fué cuando llegó á México la insigne trágica Adelaida Ristori; pero de esto hablaremos en el capítulo referente al año de 1875.
CAPITULO XVII
1874.—1875. Adelaida Ristori había nacido en Cividale, pueblecillo del Friul veneciano, en 1821, y fué hija de oscuros comediantes que la hicieron aparecer en escena cuando apenas contaba dos meses, en una comedia de Geraud, llamada Apuros de un preceptor. A la edad de cuatro años desempeñaba papeles de niña, y á la de doce los de criada y de ingenua. Dos años más tarde se presentó en Francesco, de Rímini, de Silvio Pellico, y en su primer beneficio dió la pieza Los dos fantasmas, imitada del francés. Teniendo quince años entró en la Compañía Dramática sarda, de que mucho tiempo formó parte, y fué su primera profesora la célebre Carlota Marchionni, quien le dió importantísimas lecciones. En 1841 Adelaida trabajó con grandísimo bri-
lio en Parma al lado de Robotti, y en Liorna se hizo notable como dama joven, siendo entonces su género preferido el de la comedia: muy aplaudida en ésta, pronto acometió con grande lucimiento el género dramático y se ensayó en el trágico, bajo la excelente dirección de Carolina Internari. Romancescos amores, seguidos de su matrimonio con el joven Marqués Capránica del Grillo, interrumpieron durante algún tiempo su carrera escénica, y su pasión por el arte estuvo reducida á los teatros de sociedad. Una buena acción la hizo volver al teatro; en cierta noche trabajó á beneficio de un empresario arruinado, obteniendo un triunfo tal, que ante él cedieron las consideraciones de familia; y después de haber dirigido ella misma una Compañía, se contrató en la del eminente Domeniconi. Carolina Internari la hizo entonces estudiar los primeros papeles trágicos, como Myrrha y Fedra, en los cuales causó el asombro de Roma en 1849, época en que la Ciudad Eterna se vió sitiada y bombardeada: la Ristori, convirtiéndose entonces en Hermana de la Caridad, se consagró al cuidado y curación de heridos en los hospitales. Vuelta al teatro en 1850, Myrrha, Rosmunda, Octavia y Antígone le valieron triunfos sin rival en los teatros de toda la península italiana, no menos que Francesca di Rímini, Pía di Tolomeiy María Estuardo. Con estas obras se presentó en París en 1855: jamás actriz extranjera había allí obtenido ovaciones semejantes á las suyas, en competencia con la Rachel, cuyos agravios tenían ofendidos á los franceses: el nombre de la Ristori no se caía de los labios de todos sus admiradores; sus retratos se vendían á millares. Lamartine le dirigió composiciones en verso y el Gobierno le hizo las más brillantes proposiciones para decidirla á ingresar en la Comedia Francesa. No las admitió la Ristori, que por más de cinco años se presentó en el Teatro Italiano en la temporada oportuna, y recorrió los principales Departamentos. La consagración de su talento en París le abrió los teatros de todo el Continente, y pronto su fama se hizo verdaderamente europea. Guillermo I le otorgó en 1862 en Berlín, la gran medalla de Ciencias y Artes, y todos los monarcas y príncipes la recompensaron con altísimos honores, á imitación del Rey prusiano. En 1866 hizo furor y colectó grandes utilidades en los Estados Unidos; recorrió siempre entre el universal aplauso otras naciones de América, y en la mañana del 29 de Diciembre de 1874, Adelaida Ristori, después de haber sufrido un descarrilamiento de mal presagio en el Ferrocarril de Veracruz, hizo su entrada en nuestra Capital, al frente de su Compañía así formada: Giuseppina Stefani, Zaira Boyer, Virginia Casati, Giulia Maieroni, Carmelita Rossignoli, Graziosa Glech, María Bergonzoni, Amalia y Stella Ristori, Eduardo Maieroni, Giacomo Glech, Alberto Aleotti, Pompeo Viscardi, Cesare Ristori, Tommaso Bellesi, Napoleone Mazzidolfi, Gaspare Scheggi, Pao-
No andaba mejor la situación política; el Estado de Michoacán se encontraba desde mediados de año en espantosa revolución que desconocía á los poderes constituidos y proclamaba un plan francamente conservador y retrógrado: el gobierno se vió obligado á poner en campaña numerosas fuerzas, sin conseguir en modo alguno sofocar aquel formidable alzamiento, apoyado en la guerra de montaña casi imposible para quienes no conocían aquellas abruptas é intrincadas serranías. Aumentáronse las alarmas y el disgusto con la publicación de la ley que reglamentó los principios de Reforma que desde 1873 formaban parte de la Constitución. A virtud de esa ley quedó suprimida la congregación de las Hermanas de la Caridad; éstas se vieron obligadas á abandonar los establecimientos de beneficencia que á su cargo corrían, produciéndose con ese motivo disgustos de muchas especies, como el acontecido en la tarde del domingo 20 de Diciembre al dejar esas piadosas mujeres el Hospital de San Juan de Dios, cuyas asiladas se excedieron en gritos y voces de indignación contra el Gobierno, en son de irritada protesta, y en la confianza de que ello podría influir en que no se llevase adelante una medida, que en lo relativo á las Hermanas de la Caridad, dividió los pareceres y las opiniones aun en el mismo campo liberal. E n tan malos momentos fué cuando llegó á México la insigne trágica Adelaida Ristori; pero de esto hablaremos en el capítulo referente al año de 1875.
CAPITULO XVII
1874.—1875. Adelaida Ristori había nacido en Cividale, pueblecillo del Friul veneciano, en 1821, y fué hija de oscuros comediantes que la hicieron aparecer en escena cuando apenas contaba dos meses, en una comedia de Geraud, llamada Apuros de un preceptor. A la edad de cuatro años desempeñaba papeles de niña, y á la de doce los de criada y de ingenua. Dos años más tarde se presentó en Francesco, de Rímini, de Silvio Pellico, y en su primer beneficio dió la pieza Los dos fantasmas, imitada del francés. Teniendo quiuce años entró en la Compañía Dramática sarda, de que mucho tiempo formó parte, y fué su primera profesora la célebre Carlota Marchionni, quien le dió importantísimas lecciones. En 1841 Adelaida trabajó con grandísimo bri-
lio en Parma al lado de Robotti, y en Liorna se hizo notable como dama joven, siendo entonces su género preferido el de la comedia: muy aplaudida en ésta, pronto acometió con grande lucimiento el género dramático y se ensayó en el trágico, bajo la excelente dirección de Carolina Internari. Romancescos amores, seguidos de su matrimonio con el joven Marqués Capránica del Grillo, interrumpieron durante algún tiempo su carrera escénica, y su pasión por el arte estuvo reducida á los teatros de sociedad. Una buena acción la hizo volver al teatro; en cierta noche trabajó á beneficio de un empresario arruinado, obteniendo un triunfo tal, que ante él cedieron las consideraciones de familia; y después de haber dirigido ella misma una Compañía, se contrató en la del eminente Domeniconi. Carolina Internari la hizo entonces estudiar los primeros papeles trágicos, como Myrrha y Fedra, en los cuales causó el asombro de Roma en 1849, época en que la Ciudad Eterna se vió sitiada y bombardeada: la Ristori, convirtiéndose entonces en Hermana de la Caridad, se consagró al cuidado y curación de heridos en los hospitales. Vuelta al teatro en 1850, Myrrha, Rosmunda, Octavia y Antígone le valieron triunfos sin rival en los teatros de toda la península italiana, no menos que Francesca di Rímini, Pía di Tolomeiy María Estuardo. Con estas obras se presentó en París en 1855: jamás actriz extranjera había allí obtenido ovaciones semejantes á las suyas, en competencia con la Rachel, cuyos agravios tenían ofendidos á los franceses: el nombre de la Ristori no se caía de los labios de todos sus admiradores; sus retratos se vendían á millares. Lamartine le dirigió composiciones en verso y el Gobierno le hizo las más brillantes proposiciones para decidirla á ingresar en la Comedia Francesa. No las admitió la Ristori, que por más de cinco años se presentó en el Teatro Italiano en la temporada oportuna, y recorrió los principales Departamentos. La consagración de su talento en París le abrió los teatros de todo el Continente, y pronto su fama se hizo verdaderamente europea. Guillermo I le otorgó en 1862 en Berlín, la gran medalla de Ciencias y Artes, y todos los monarcas y príncipes la recompensaron con altísimos honores, á imitación del Rey prusiano. En 1866 hizo furor y colectó grandes utilidades en los Estados Unidos; recorrió siempre entre el universal aplauso otras naciones de América, y en la mañana del 29 de Diciembre de 1874, Adelaida Ristori, después de haber sufrido un descarrilamiento de mal presagio en el Ferrocarril de Veracruz, hizo su entrada en nuestra Capital, al frente de su Compañía así formada: Giuseppina Stefani, Zaira Boyer, Virginia Casati, Giulia Maieroni, Carmelita Rossignoli, Graziosa Glech, María Bergonzoni, Amalia y Stella Ristori, Eduardo Maieroni, Giacomo Glech, Alberto Aleotti, Pompeo Viscardi, Cesare Ristori, Tommaso Bellesi, Napoleone Mazzidolfi, Gaspare Scheggi, Pao-
lo Ninfa Priuli, Marco Piazza, Vittorio Stefani, Francesco Verdi, Onorato Mariani, Federico Verzura, Mario Maieroni.—Jefe Director de escena, Cesare Ristori; segundo Director, Napoleone Mazzidolfi; Administrador, Luis Troiani; Cajero, Niño de Andreis; Agente, J . Tessero. • Esta compañía traía consigo las decoraciones necesarias, pintadas por Venier, Recanateni, Bazzani, Geani, Malagoli, Coliva, Ceccato, y Azoleno, escenógrafos de Nápoles, Venecia, Roma, Florencia, Bolonia y Turín. E l vestuario era obra de Moreau y C;', de París, Sartori de Florencia y Ascoli de Roma. Eos precios de abono por veinte funciones fueron, en palcos, doscientos cuarenta pesos y en luneta, treinta y dos; los eventuales, en palcos, diez y ocho y en lunetas dos. Ea primera función de abono en el Gran Teatro Nacional, se dió en la noche del jueves 31 de Diciembre de 1874 con Medea, tragedia en tres actos, de Ernesto Eegouvé, traducida en versos itaüanos por José Montanelli. Sería tanto como ofender á mis lectores detenerme en ponderar los méritos de aquella sublime artista, de reputación universal. Su talento inmenso y variado no guardó analogía con el de la Rachel celebérrima, á la cual tanto se quiso oponerla; la actriz italiana tuvo tanta vivacidad y expansión, como concentración y reposo la francesa. Dotada, sobre todo, de una admirable flexibilidad, era igualmente capaz de brillar y distinguirse en la tragedia, en el drama, en la comedia y aun en el saínete, facilidades que nunca tuvo la trágica francesa. E n México hízose admiraren Pía di Tolomei, de Carlos Marenco; en Judith, de Pablo Giacometti; en Mario, Estuardo, de Schiller, traducida por F. Mafíei; en Isabel Reina de Inglaterra, de P. Giacometti; en Angelo, tirano de Padua, de Víctor Hugo, y en Fedra, de Racine, traducidas por Dall'Ongaro; en Norma, de Loumet; en Deborah, de F . Mosenthal, traducida por Gaetano Cerri; en Renata de Francia, ó la noche de San Bartolomé, de Giacometti; en María Juana ó la Familia del Borrachón; en María Antonieta, de Giacometti; Sor Teresa, de Luis Comolletti; Lucrecia Borgia, de Víctor Hugo, - traducida por Pablo Ferrari; Macbeth, de Shakespeare, traducción de G. Carcano; Los locos fingidos, comedia de Consenza, y Juana la loca ó la locura de amor, de Tamayo y Baus, traducida por Dall'Ongaro. En Medea el público quedó asombrado con sólo ver presentarse á la sublime artista en escena, porque la Ristori poseía, como pocas actrices, un talento particular para imprimir en todo momento á su figura, actitudes dignas de ser trasladadas al lienzo por maestros pinceles; cada escena, ó mejor dicho, cada instante de cualquier escena era un cuadro, y más de una vez el espectador artista se distraía del argumento para admirar la agrupación de las figuras correcta y naturalmente preparadas; su elocuente gesticulación, sus admirables tran-
siciones, su voz preciosamente melodiosa, tierna unas veces como arrullo de paloma, vibrante y estentórea otras, como rugido de león, causaban verdaderos estremecimientos y suspendían todo dominio de sí mismos en sus oyentes. En Isabel Reina de Inglaterra, el público caminaba de sorpresa en sorpresa, en un creciente maravilloso; obra especialmente escrita para ella por Giacometti, que la formó, como otras varias, siguiendo las indicaciones de la insigne trágica, muy instruida en historia y en literatura, se prestaba como Judith, como María Antonieta, como Renata, que pertenecían á ese número, á que la Ristori brillase hasta la sublimidad en situaciones por ella imaginadas y concebidas. Se ha notado que esas piezas teatrales no pasan de una sucesión de cuadros sin verdadera trama dramática, sin sujeción, casi, á las reglas de los preceptistas: así es, en efecto, pero hechas—repito — bajo sus indicaciones, bajo su dictado pudiéramos decir, en ninguna como en ellas era más admirable la artista, porque por su voluntadla obra era una especie de monólogo en que los demás personajes apenas hablaban lo necesario, no para brillar ellos, sino para hacerla brillar á ella en lo que vulgar pero gráficamente se llama una aria coreada, en que todas las miradas, todas las emociones, todos los asombros eran para ella y sólo para ella. Isabel de Inglaterra como María Antonieta, compendiaban la vida entera de la protagonista, para que la trágica pudiera admirar en aquellos cambios de fisonomía, de voz y de manera de ser, que la actriz realzaba con un realismo y una verdad sorprendentemente maravillosos y casi únicos en ella. Pero detengámonos en nuestras indicaciones, que podrían arrastrarnos á un estudio que no nos creemos capaces de hacer, y narremos como humildísimos cronistas que somos. Para quienes no hayan visto ni oído á la Ristori, cuanto pudiera yo decir resultaría insuficiente; para quienes la admiraron y aplaudieron, mis elogios resultarán pálidos ante sus recuerdos imborrables. Por desgracia, y con tristeza lo digo, los segundos son infinitamente más reducidos en número que los primeros. Adelaida Ristori tuvo en México muy poco público, y, á no haber sido por María Antonieta, quizás no hubiese cubierto los gastos de su estancia en nuestra Capital, durante el brevísimo tiempo de cuarenta y cuatro días que estuvo en ella, de la mañana del 29 de Diciembre de 1874 á la noche del xo de Febrero de 1875. Por interesadas miras políticas se ha dicho y repetido con atroz ofensa para el público mexicano, que Adelaida Ristori trabajó en nuestro Nacional casi á teatro vacío, porque los indoctos moradores de la ciudad prefirieron á la sublimidad del arte las payasadas de una Compañía de acróbatas y titiriteros, en la que lo más notable fué una trailla de perros sabios. Esto es enteramente falso, por lo que toca á
la sociedad educada é inteligente de la Capital, única que es capaz de comprender y admirar lo verdaderamente artístico y que dispone de recursos para sostener cierta especie de espectáculos, caros de por sí. Antes de que la Ristori diese su primera función en 31 de Diciembre de 1874, llevaba dadas tres la Gran Compañía Martmetti-Davis en el Teatro Principal, verdaderamente buena en su género, con su notable niño equilibrista, su sorprendente japonés, sus bellas gimnastas y bailarinas, sus atrocidades, como la de el salto por la, vida, sus pantomimas de Yoko ó el Mono del Brasil, de muy antiguo conocida en México, Los Brigantes, Las Modistas de París, y otras, y sus ochos perros amaestrados por Davis, á cuya voz y mando ejecutaban actos sorprendentes en que se admiraban la paciencia del profesor y el perfeccionado instinto de los discípulos. E n todas y cada una de las funciones de Martinetti-Davis, el Principal efectivamente tuvo llenos casi generales y más de una noche las localidades se agotaron. Cierto es también que cuando esa Compañía creyó conveniente retirarse, con los mismos llenos dió, á partir del 29 de Enero, sus funciones Mr. Nathans, importador del Blac-Crook, especie de pieza de magia ó de grande espectáculo, que fué aquí pálido trasunto de la que con éxito colosal habíase presentado en los Estados Unidos: "las decoraciones de final de acto—decía un periódico—son de un gran efecto por la combinación de luces de colores cayendo sobre los fantásticos trajes de las bailarinas, en número de diez y seis ó veinte, muy aplaudidas en los pasos de En recuerdo de las Flores y la Marcha de las Amazonas; la decoración del final del cuarto acto, al bajar la Reina de las hadas entre nubes y lluvia de oro, pareció primorosa: especial mención merece la habilidad de Carlos Dobson, que hacía diablura y media con dos bandolas, arrojándolas al aire una después de otra en el curso de las piezas que tocaba, sin perder por ello el compás y la ilación de la pieza; Mr. Eorenzon en el tímpano, era igualmente notable. En el Talismán Mágico, que se representó días después, los lujosos trajes, las vistosas decoraciones, los sorprendentes efectos de luz y la belleza de las bailarinas Paulina Barreta, Hattie Kelsey, Katy Bell, Nellie y Eizzie, con numeroso acompañamiento, transportaban al espectador- á un palacio de hadas. E l espectáculo resultaba verdáderamente bello y tanto como hasta entonces no se había visto en México. E s verdad también, por último, y para no alargar mucho esta breve mención de esas diversiones, que á mediados de Enero el empresario Aymar abrió de nuevo su circo en Santo Domingo, con numerosa concurrencia; pero el público de ninguno de esos espectáculos^ era el que hubiese podido concurrir al muy artístico de la Ristori.
E n las funciones de ésta sólo se habían visto las familias García Teruel, Echeverría, Rosas, Guzmán, Cisneros y alguna otra igualmente distinguida. ¿Dónde se encontraban las demás? Dije al final del anterior capítulo, que á consecuencia de la publicación de las leyes reglamentarias de los preceptos de la Reforma, en 14 de Diciembre de 1874, la institución de las Hermanas de la Caridad se vió obligada á cesar en sus funciones en la forma prevenida por sus reglas, y á dejar todos aquellos establecimientos que hasta allí habían tenido á su cargo ó cuidado. No pudiendo, como queda dicho, ejercer su misión según las prescripciones de su instituto, las Hermanas de la Caridad se prepararon á salir para Europa y los Estados Unidos, causando esta determinación una alarma y un escándalo difíciles de pintar, en los círculos francamente conservadores ó sinceramente católicos. Eco, ó mejor quizás, voz de estas alarmas, hízose el bello sexo, ya de la Capital, ya de los Estados, lanzando á la publicidad exposiciones y protestas enérgica y duramente redactadas. F u é la primera de éstas la suscrita por las principales señoras de Guanajuato, fechada el 2 de Enero de 1874 en dicha población: iba dirigida á los diputados del Congreso general, y como una muestra del tono extremadamente enérgico y decididamente resuelto, copio el párrafo que sigue: " H a b é i s formado eso que se llama ley, á despecho del pueblo á quien mandabais apalear por vuestros esbirros y temblando ante las masas á quienes hacíais volver en las calles las bocas de los cañones; os habéis declarado Congreso de chacales y de tigres al anunciar que excluís el sentimiento de vuestras deliberaciones, y habéis insultado villanamente á nuestro sexo, aullando por el insulso bufón de vuestra Asamblea, que n o supimos lo que firmamos al protestar contra la tolerancia religiosa, como si nosotras habláramos y escribiéramos con el cerebro trastornado por los vapores de la embriaguez y de la c r á p u l a . . . . E l que combate á las Hijas de la Caridad, débiles y buenas, y las vilipendia, escupe y calumnia,<es un cobarde e s c l a v o . . . . Y ya que el miedo ha convertido en cuákeros á los hombres que aun se llaman católicos, nosotras, las mujeres, protestamos desobedecer, en cuanto nos sea posible, los edictos de los modernos Julianos protestamos no reconocer más por hermanos, ni por esposos, ni aun por hijos, á todos los que han tenido participio en la inicua expatriación de las Hermanas, y protestamos, finalmente, sufrir con gusto y con valor las persecuciones que esta franca manifestación nos atraiga." Una mala ó torcida interpretación que se dió á un paso del Juez 6? de lo Criminal, que en la noche del 11 de Enero sé presentó en la casa central de las Hermanas de la Caridad, á ordenarles que disolvieran su comunidad presidida por Sor María Ville, respetable anciana, acabó de exaltar los ánimos en ciertas familias, y en 20 del R, a . T . — r . n i . — 2 4
raes citado, también las señoras de la Capital circularon una enérgica protesta que suscribían con sus nombres y apellidos lo más respetado por la virtud y la belleza, lo más elevado por la posición y la opulencia. Allí estaban las firmas de las familias Cervantes, Arango, Elguero, Bringas, Marrón, Mora, Buch, Algara, Vivanco, García Conde, Terreros, Pérez Gálvez, Echeverría, Lezama, Tornel, Illanes, Gallardo, Escudero, Zozaya, Cuevas, Vértiz, Jove, Anzorena, Tagle, Quintero, Ayestarán, Calderón, Covarrubias y cien más, ilustres por sí mismas ó por sus ligas y parentescos con las más conocidas. Ea protesta era mucho más medida que la de las damas guana; juatenses, y sin embargo, en lo referente á las Hermanas de la Caridad, decía: " E l liberalismo volteriano y la francmasonería, aliados del eterno enemigo de la paz y de la prosperidad de México, y más salvajes aún que los mismos bárbaros de nuestras fronteras, arrojan de la tierra natal á estas santas mensajeras de las misericordias del Altísimo." Ni yo me encontraba en esos momentos en la República, como varias veces he repetido, ni me estimo capaz de escribir historia contemporánea: me limito, pues, á copiar de un historiador liberal, lo q u e sigue: " P r o n t o fué propagándose lo que pudo llamarse moda, entre el bello sexo, de firmar esta clase de peticiones procedentes de diversos puntos de la República: los periódicos conservadores publicaron, durante semanas enteras, las representaciones y las firmas; los periódicos liberales sostenían que muchas de las firmas eran supuestas, y de aquí se pasó á una polémica religiosa, agria en demasía, y más que agria, inútil." Sin embargo de todo eso, las Hermanas entregaron los Hospitales y en el curso de Enero y Febrero de 1875 salieron de la República. Este suceso resucitó pasiones que se creían ya amortiguadas y dió pábulo á la guerra de Michoacán de que ya hemos hablado. Nadie podrá negar que la expedición de esa ley orgánica de adiciones constitucionales, era una consecuencia lógica de«las de Reforma, con tanta decisión y pérdida de su sangre proclamadas y mantenidas por el partido liberal: pero su proclamación tenía que traer necesariamente esos disgustos é intranquilidades. El inmensamente grande D. Benito Juárez, tan firme en sus propósitos, tan impávido ante las enormes catástrofes de esas épocas de la República, que le valieron el título de Benemérito, no había osado hacer tal reglamentación: Lerdo de Tejada, sin medir en modo alguno sus tamaños, quiso al menos superarle en esto, y la gran familia liberal tiene que agradecerle esa valentía, que acometió, aun á costa de su descrédito, que desde entonces tomó las proporciones que fatalmente le arrastraron á una de las más estrepitosas caídas de hombres públicos consignadas en los anales mexicanos; y según he indicado no sólo las fracciones conser-
vadoras ó católicas se le tornaron contrarias, sino también muchas de las conocidamente liberales, que desde entonces empezaron á conspirar contra él. " E l 22 de Julio de 1874, el Gral. Sostenes Rocha — dice un historiador liberal—fué nombrado Jefe de la primera División residente en la Capital y compuesta de más de cuatro mil hombres. Desde que este antiguo y valiente oficial tomó el mando de esas fuerzas, comenzó á darles una activa organización. E n Enero y Febrero de 1875 ya esta organización era visible á los habitantes de la ciudad, pues frecuentemente se hacían ejercicios de fuego y simulacros en las cercanías, y formaban en ellos como 5,000 hombres de tropas bien disciplinadas, vestidas y organizadas. En estas alturas se denunció al Presidente una conspiración, en la que daban por cierto que el Gral. Rocha debía ponerse á la cabeza. Ni el Presidente ni alguno de los Ministros quisieron al principio creerlo, pero se insistió en ello, y el caso fué que en un simulacro numeroso que se hizo el 27 de Febrero, el Ministro de la Guerra se presentó de improviso, y contando con la fidelidad de otros jefes impidió la consumación del proyecto, y se trajo al Gral. Rocha al Palacio, donde f u é ese mismo día destituido del mando y enviado en cuartel á Celaya, para donde salió el 1? de Marzo de 1875." Seguramente que el distinguidísimo jefe D. Sostenes Rocha, brazo derecho del Benemérito Juárez y firme sostén de su legalidad, no podía, en modo alguno, haber estado de acuerdo con los enemigos de las instituciones liberales; luego si el Gobierno sospechó de él, es porque el general disgusto contra la administración lerdista, lo experimentaban á su vez los más firmes y consecuentes republicanos. D. Sebastián Lerdo tuvo la fatal desgracia de n o haber contentado jamás á nadie, y de hacerse al cabo impopular entre los más opuestos y disímbolos bandos. En tal estado, repito, de los ánimos de las más altas clases sociales, sostén de los espectáculos de lujo, el retraimiento fué necesaria consecuencia, y las funciones dadas por la Ristori se resintieron de ello, no llegando á verse bien concurridas hasta que la sublime trágica puso en escena María Antonieta, composición propia para atraer y seducir á la multitud, por versar sobre un argumento de todos conocido y fácil de comprender, aun tratado en extranjero idioma. Desde el 15 de Enero, fecha del estreno del drama de Giacometti, el público fué más numeroso en el Nacional, y Maieroni, el primer actor de la Compañía, y César Ristori, tan buen director como actor cómico, y Virginia Casati, y Stella Ristori, y la Glech y la Boyer, todas jóvenes, todas .bellas, todfis inspiradas, fueron poco á poco recibiendo las demostraciones de admiración y aplauso que tanto merecían, singularmente la Stefani, la digna segunda dama. Los admiradores de la Ristori ya n o se encontraron tan solos en las
fiestas lucidas y cariñosas que le dedicaron. La Sociedad literaria La Concordia, le ofreció una velada que la distinguida artista aceptó, honrándola con su presencia y presidiéndola. Los profesores Camacho y Careaga, ia notable Adela Maza, el distinguido violinista Pablo Sánchez, la Pagliari, Zanini y María Ruiz, amenizaron la fiesta con distintas piezas de canto ó de piano, y leyeron composiciones Bianchi, Rodríguez y Cos, Carolina Poulet, Meneses, Carrillo, Manuel María Romero, Manuel Ayala y Enrique L. Abogado. Adela Maza y el tenor italiano Delsordo, recién llegado á la Capital con el pianista Núñez, fueron muy aplaudidos en un dúo de El Trovador. Núñez y Delsordo dieron en el Teatro del Conservatorio, en la noche del 27 de Enero, un buen concierto con el concurso de Sauvinet, Rivas y otros profesores mexicanos: de Delsordo se dijo que á su buena voz reunía buena escuela, elegante fraseo y mucho aplomo, y seguridad. E l pianista Gonzalo de J . Núñez agradó en extremo, y alcanzó nutridos y entusiastas aplausos: ese artista, natural de Puerto Rico, dejó en la Capital buena memoria por su talento como ejecutante distinguido y compositor inspirado. Veíase que estaba muy al principio de su carrera, pero veíase también que no tardaría mucho en señalarse como notabilísimo artista. Era, vuelvo á decirlo, notable compositor, cualidad meritísima que no debe faltar al ejecutante si quiere pasar con méritos propios á la historia del arte, lo que no consigue quien únicamente se limita á concertista, por notable que sea. La velada de la Sociedad Concordia se celebró el 22 de Enero en la casa del Lic. Rendón Peniche, y Adelaida Ristori quedó de ella muy complacida. E n la noche del sábado 6 de Febrero dió su beneficio la eminente trágica, con una traducción del drama Juana la loca ó locura de amor, de D. Manuel Tamayo y Baus. "Momentos hubo, dice un cronista, en que nos parecía que todo lo que pasaba era una realidad; la ficción se desvanecía ante el genio de la gran trágica, haciéndonos comprender lo bello en toda su magnificencia. En la escena terrible de los celos, cuando con una energía varonil desafía á su joven y bella rival, y le arroja un acero para que se defienda, la Ristori se levantó á inmensa altura. Cuando la Ristori aparece y demuestra á la nobleza, humillándola, que Doña Juana no está loca; cuando muere su esposo y ella comienza á perder la razón, y cuando se apodera del cadáver para que nadie lo toque, la ficción, volvemos á decirlo, desaparece para dar paso á la realidad. Después del de la gran trágica, nos vemos como siempre obligados á mencionar el nombre del excelente actor Eduardo Maieroni; caracterizó á Don Felipe con una propiedad inimitable, y en la escena de la muerte se mostró un gran artista. La Stefani estuvo admirable en el papel de Aldara, y en general los demás artistas secundaron perfectamente á los principales.''
La Ristori fué objeto de repetidas ovaciones, tuvo regalos de diferentes corporaciones y particulares, y varias personas la felicitaron y cantaron en prosa y verso. Entre los obsequios figuraron una corona con cincuenta onzas de oro, ofrecida á nombre de los propietarios de la Lonja: una medalla de oro, obra del gfabador mexicano Sebastián Na valón, encerrada en una caja hecha con madera delahuehuete llamado de la Noche Triste; este obsequio le fué presentado por Julián Montiel, que pronunció sobre la escena un breve y oportuno discurso. Leyéronle poesías ó discursos Manuel Estrada y Gerardo López del Castillo, y dedicáronle versos Uriarte, Ministro de Guatemala, Enrique Chávarri, Alberto Bianchi, Alberto Zaffira, Manuel Ayala, y otros. Terminó la función con el juguete Lo que agrada á la primera actriz, en que la Ristori desplegó sus grandes dotes cómicas, y Mozzidolfi brilló notablemente en el papel de un inglés. La Ristori declamó en castellano con mucha perfección Los adiases de Juana de Arco. E n uno de los intermedios, la banda militar dirigida por Ríos, y la orquesta ejecutaron la Marcha Ristori escrita por el profesor Mariano Sánchez. Al final apareció en un pedestal cubierto de flores el busto de la eminente artista, trabajado por los hermanos Islas, habilísimos escultores, y concluida la función la sublime trágica fué acompañada á su casa por una multitud que la vitoreó, entre los acordes entusiastas de las bandas militares. E l Domingo 7 de Febrero, Adelaida Ristori se despidió del público mexicano con el drama María Antonieta, representado en las funciones de la tarde y de la noche: en ésta la artista recitó los siguientes versos:
"Dulce pais de las flores, mi astro un día me condujo hasta ti de zona en zona para agregar á la corona mía una hoja del laurel de tu corona. " ¡ A h ! si la luz que de t u sol germina sólo u n instante contemplé en el cielo, no olvides á la pobre peregrina que en t u nido de amor detuvo el vuelo. "Gracias, gracias te da la errante artista; si yo al buscar aquí modesta palma pude hacer de t u aplauso la conquista, ¡ a h ! t ú también me conquistaste el alma. "Adiós, por siempre adiós, Edén de amores; dejo al partir, con entusiasmo santo, mis recuerdos en cambio de tus flores, mi corazón en cambio de t u llanto."
E l lunes 8, en el bonito y elegante Teatro del Conservatorio, el Eiceo Hidalgo y la Sociedad Filarmónica dedicaron una lucidísima velada artístico-literaria á Adelaida Ristori, según el siguiente programa: Obertura por la orquesta de la Opera; Discurso pronunciado por Ignacio M. Altamirano; Dúo de Rigoletto por la Srita. Antonia Ramos y José M. Cortés; Soneto en italiano por Euis Gonzaga Ortiz; Fantasía de Un bailo in Maschera, para piano, por la Srita. Amparo Triujeque; Composición poética por la Sra. Eaureana W . de Kleinbans; Trémolo de Beriot por José Rivas; La Stella Confidente, cantada por la Srita. Rosa Palacios; Fantasía de La Africana, en cuatro pianos y á diez y seis manos por Tomás Eeón, Francisco Ortega, Julio Ituarte, Francisco Sanromán, Tiburcio Chávez, Felipe Larios, J . Careaga y Pedro Mellet; Marcha-himno dedicada á la Ristori por el Maestro Melesio Morales, ejecutada por la orquesta y en dos pianos: Discurso pronunciado por Jorge Hammeken; Dúo de Marino Fallero, por Rosa Palacios y Daniel Ituarte, Composición poética leída por Justo Sierra; Valse de Bablot, cantado por la Srita. Euz Reinoso; Poesía leída por José Rosas Moreno; Capricho de concierto sobre temas de Aroldo compuesto por Morales y ejecutado en el piano por Julio Ituarte; Dúo de Arditi por las Sritas Antonia Ramos y Euz Reinoso. Muy aplaudidos fueron en esa escogida fiesta el correcto y elegante discurso de Ignacio Altamirano, la magnífica é inspirada poesía de Justo Sierra, y los sentidos versos de José Rosas. Ea marchahimno de Melesio Morales, agradó mucho y mereció los honores de la repetición. Ea Ristori quedó muy complacida con aquel obsequio, y póco antes de la media noche del miércoles 10 de Febrero, salió déla casa núm. 12 de la primera calle de San Francisco, en que habitó durante su permanencia en México, para tomar en Buenavista el tren que debía conducirla á Veracruz, con detención de un solo día en Puebla, para representar allí María Antonieta. Multitud de personas, entre ellas muchos escritores y literatos, acudieron á despedirla en la Estación, á la que fué enviada una música militar, y Adelaida Ristori partió al fin de esta ciudad entre los vivas más entusiastas de sus amigos y admiradores. Ignacio M. Altamirano, en representación de los literatos mexicanos, acompañó hasta Puebla á la artista insigne. " E a Ristori ha partido al fin de esta ciudad, dijo El Monitor: ya no volveremos á ver más á esa estrella del arte dramático, que nuestra sociedad no quiso admirar en todos sus fulgores. Ea gran trágica va, sin embargo, satisfecha de México; á su partida se le han hecho tantas ovaciones, ha recibido tantas manifestaciones de entusiasmo, tantas pruebas de que su genio sublime ha sido comprendido, que la noche en que tomó el ferrocarril para marchar á Puebla, se
despidió conmovida y con lágrimas de gratitud, de los que fueron á la Estación á darle el último adiós." De su breve temporada teatral en México conservan gratos recuerdos cuantos la presenciaron: aparte de su talento y del de su compañía, todos recuerdan con deleite aquel buen gusto y propiedad con que las obras eran puestas en escena, las bellas decoraciones, y la verdad artística y el efecto de escenas tan difíciles como la del final del primer acto de María Antonieta, al acercarse el irritado pueblo á la terraza del Palacio de Versailles, que causó en México un efecto mágico. Todas las obras que puso aquí en escena estuvieron muy bien montadas, pero sobre todas se distingió Renata de Francia, que presentó con lujo extraordinario: la sala del viejo castillo de Renata, era de una severidad imponente: la sala de los cien suizos en elEouvre con sus famosos relieves y las cariátides de Gouyón; la perspectiva del mar en el segundo acto, ofrecían un admirable efecto: el gabinete de Diana de Poitiers, con sus artísticos frescos y el gran retrato que á su tiempo un resorte hacía desaparecer para dar paso á una galería; el gabinete de Catalina de Médicis en el acto quinto, con su balcón abierto sobre la ciudad, que por él se divisaba velada por las sombras de la noche, parecieron y eran en efecto artísticos cuadros. Hasta entonces nada se había visto en México presentado con tanta verdad y tanto lujo. Pongamos aquí, y aunque pudiéramos decir mucho, término á este capítulo, enteramente dedicado, porque así lo mereció, á la grande y sublime artista Adelaida Ristori.
CAPITULO XVIII
1875. Por haberme ocupado principalmente en el anterior capítulo de la insigne artista Adelaida Ristori, dejé de mencionar en sus fechas respectivas, algunos sucesos que merecen recordarse, por ejemplo, la muerte del distinguido mexicano Miguel Loza, ocurrida en Guadalajara á principios de Enero de 1875. Fué Loza un apreciable artista, á quien vimos interpretar de un modo perfecto los papeles de Fígaro, en El Barbero de Sevdla, y el de Silva en Hertiani, antes de dedicarse á la zarzuela y al género bufo, en que se hizo muy notable; él creó
en México el papel del GeneralBum-Bum, en que por nadie ha sido superado. Pocos días después de retirada la Ristori, ocurrió en México otro lamentable fallecimiento de artista distinguida: el de la actriz española Pilar Belaval, el 16 de Febrero. Sus méritos sobresalientes le conquistaron en los teatros de la República numerosos admiradores y su pérdida fué muy justamente sentida; aquí conoció y se casó con Antonio Muñoz, cuyo pesar por la muerte de su esposa interesó á todo el mundo por lo sincero y lo ilimitado. Volviendo á nuestros espectáculos, en principios de 1875, debo citar, antes de referirme al estreno del Teatro de Arbeu, la Compañía de Variedades de Schumann, en el Nacional, y el prestidigitador francés Doctor Mekay, apellidado el Doctor Diablo, en el Principal. A mediados de Febrero, Schumann y Mehay llevaron á sus funciones cantidades de público como no había visto sino en raras noches la insigne Adelaida Ristori. De la Compañía Schumann se expresó así un periódico del 18 de Febrero: "Notables, verdaderamente notables en su género son las personas que componen esta Compañía, mixta de juglares, gimnastas, velocipedistas, bailarinas, clowns y músicos. Da función de la noche del martes dejó muy complacida á la concurrencia. Mr. Eugène j u g ó á la vez con cuchillos, balas, platos y botellas, con extraordinaria habilidad. E l copólogo Strong, ejecutó en las copas unas variaciones de Lucia de Lamermoor, produciendo sonidos armoniosos y argentinos. Eos hermanos Almonet, gimnastas, agradaron por su fuerza y flexibilidad. Eos gemelos Ruselles llamaron la atención por su juventud, su fuerza y sus sorprendentes equilibrios. Eos brasileños, en el difícil equilibrio de la escalera, se hicieron aplaudir del público. " M r . Brown, acompañado de las bailarinas y algunos de los gimnastas, demostró ser merecedor del título de Príncipe de los velocipedistas, tan grande así es su habilidad para jugar y formar grupos en el velocípedo. Pero lo notable, lo extraordinario de esta Compañía, se halla en tres personas: en el famoso Benedetti, individuo de grandes tragaderas y ancho esófago, que así se engulle una larga espada de punta, como la bayoneta de un fusil, como el bastón de un concurrente; en el violinista sin brazos que con prodigiosa habilidad toca el violín con los pies, manejando el arco con los dedos del pie izquierdo y pisando las cuerdas con los del derecho; en el hombre flauta, que con sólo la boca y el auxilio de las manos, imita perfectamente ese instrumento, y ejecuta con perfección y sentimiento las piezas más difíciles. E n el trémolo es admirable. " E a función terminó con la pantomima acostumbrada; pero en esta vez, por su originalidad, causó gran risa en el auditorio. La música es infernal; mala la dirección de la orquesta y mala la elección de las pie-
zas, y por tanto, esperamos que en las próximas funciones, el empresario tendrá la bondad de no desollar los oídos á los concurrentes. " N o dudamos recomendar este espectáculo á los que deseén pasar un rato divertido." A fines del mes de Enero, y tras un largo viaje por el Interior, regresó á México el simpático pequeño artista Romeo Dionesi, y el domingo 7 de Febrero se estrenó el teatro, que, como á su tiempo dije, se venía construyendo en terrenos del antiguo convento de San Felipe Neri, en la calle de ese nombre, acera que mira al Norte. El Sr. D. Porfirio Macedo, muy práctico en asuntos de espectáculos, fué quien inició y realizó esa mejora, dando al nuevo teatro el nombre de Teatro Arbeu, en memoria del distinguidísimo D. Francisco Arbeu á quien la Capital debió el Gran Teatro de Santa-Anna ó Nacional, el de Iturbide y la línea del ferrocarril de Tlálpam. E l nuevo teatro, no destinado á una permanencia indefinida, pues el terreno no era de la propiedad del constructor, quien le tomó en arrendamiento por diez años, prorrogados después por un plazo igual, era sólo de vigas y madera, apoyado en las gruesas y firmes paredes del antiguo convento, y presentaba un agradable aspecto y tenía relativa comodidad; fué también el primer teatro que en la Capital se iluminó con gas hidsógeno. El estreno se hizo con la siempre aplaudida zarzuela Campanone. Las partes principales que formaban entonces la Compañía del hábil empresario Joaquín Moreno, asociado con Macedo, fueron: Primeras tiples, Luisa Marchetti, María Villasefior, Rosa Mendoza, y Filomena Estévez; actriz cárnica, Concepción Méndez; primer tenor, José Grau; barítono, Heriberto Francesch; tenores cómicos, José Poyo, Santiago Carreras; bajo, José Subirá; maestro director, Faustino Ureña; primer violín de orquesta, José Rivas. Los precios por abono de doce funciones, fueron: en palcos, treinta y seis pesos, en lunetas, seis. En la obra de estreno, Campanone, fué muy aplaudida Luisa Marchetti, por su voz extensa y bien modulada, luciendo en ella mucho más que cuando cantaba en ópera italiana; también agradó mucho Francesch, barítono de robusta voz. La concurrencia f u é muy numerosa y escogida, como que adquiridas tenían propiedades de palcos D. Sebastián Lerdo de Tejada, D. José Amor y Escandón, D. Pedro del Valle, D. Mariano Bengoa, D. Antonio Mier y Celis, D. Ramón Terreros, D. Jesús Goríbar, D. Mateo de la Tijera, D. Francisco Iturbe D.' Sebastián Camacho, D. Manuel Iturbe, D. Manuel Dublán, D.'Guillermo Barron, D. Pedro Santacilia, D. Delfín Sánchez y D. Carlos María Escobar. Por el momento no creo necesario dar razón de esas doce funciones del Teatro Arbeu, en que se cantaron Robinsón, El Diablo las carga, Marina, Sensitiva, Galatea, Los Madgyares y otras, no menos conocidas. Al acercarse la Semana Santa, " A r E. H. T.—T. ni.—25
b e u " suspendió sus funciones para dar la líltima mano al adorno del salón, que se inauguró, como queda diclio, sin haber estado concluido. El domingo de Pascua, 28 de Marzo, abriéronse todos los teatros con muy buena concurrencia; en el Principal hizo su estreno la Compañía Visconti, de ópera italiana, con el siguiente personal: Soprano absoluta, Ida Visconti de Grossi; contralto, María GouriefF; tenores, Antonio Delsordo, Pedro Setragni, César Cornazzani; barítonos, Tomás Grossi, Egisto Petrilli; bajos, Felipe Mancini, Ignacio Solares; caricato, Julio Campagnoli; segunda soprano, Matilde Bentiboglio; segundo tenor, José Munguía, director de orquesta, Enrique Lombardi, director de escena, Gustavo Nardini. Precios por veinticuatro funciones: en palcos, ciento cuarenta y cuatro pesos; en luneta, diez y ocho. El estreno se hizo en dicho domingo de Pascua con Fausto, siguiéndole en la semana La Favorita y Hernani; para cuarta función fué cantado El Barbero en la noche del domingo 4 de Abril. Ea concurrencia era bastante buena en el patio y muy escasa en los palcos. E l mismo citado Domingo de Pascua, Marzo 28, el Teatro Arbeu abrió su temporada con grandes é importantes aumentos en su compañía, que á los ya citados unió la excelente artista y muy simpática mujer Matilde Montañés, el entendido Villalonga, la muy bella Cristina Corro, Pepita Pía y su hermana Cristina, que desde su primera presentación se conquistaron el aprecio del público, el célebre Alejandro Castro y otros. No creo deber extenderme más, so pena de parecer necio repitiendo, y en gracia de la brevedad de un trabajo como el mío que no debe pasar de una revista de espectáculos; por lo mismo me contento con una simple cita de la exhibición en la casanúm. 2 del Portal de Mercaderes de la joven colosal, de veinte años de edad, y de peso de diez y siete arrobas, que durante varios días llamó la atención de gallos y pollos, á quienes se^permitía tomar con una cinta la circunferencia de la pantorilla de aquella infeliz, de muy agraciado rostro, á lo que se cuenta. Tampoco quiero extenderme, aunque el asunto lo merecería, sobre diversas representaciones de la sociedad dramática La Alianza, que en Arbeu y el 9 de Abril fué muy celebrada por la feliz interpretación que á Las Circunstancias dieron el director Carlos Escudero, María de Jesús Aparicio, Leonor Lavanderas, Argumosa, Guzmán y Pefiaj- en la graciosa pieza La madre y el niño siguen bien, lucieron mucho las Sritas. Aparicio y Lavanderas, y Manuel Flores, Joaquín Guzmán, Manuel Ibarra, PedroSolórzano, Benjamín Areízaga y José Santibáñez, todos estudiosos é inteligentes aficionados. E n el Principal, el público caprichoso dió en ir concurriendo á las representaciones de Opera de la Compañía Visconti, que logró entusiasmarle con Poliuto, Crispino, Trovador, Rigoletto y Un Bailo in
Maschera, motivo de grandes ovaciones para la Visconti, la Gourieff, Virginia Arnoldi, Setragni y Petrilli. E n otro género de diversiones debo mencionar la discusión á que invitó el Liceo Hidalgo á los partidarios del espiritismo, en el teatrito del Conservatorio; esta discusión ocupó varias sesiones, y terminó en guasa, por buen humor de los materialistas, sin que, como tantas veces acontece, brotase de ella luz alguna. Los ánimos no estaban para discusiones; la exaltación iba pasando de la política á todas las esferas de la vida social, y aun los estudiantes dieron quehacer y medio, con sus peticiones de supresión del internado, que llamaban "sacrilega sustitución de la familia por el Estado," y fué causa de una huelga que el Comité Central hizo que cesase el 8 de Mayo, disponiendo que la juventud volviese á los colegios, mientras se seguía trabajando para obtener " l a libertad de enseñanza." Como una muestra del alto temple á que la exaltación había llegado, copio aquí el siguiente párrafo que publicaron El Monitor y otros periódicos oposicionistas, con el título de La Ley Riña: "Parece que el gobierno trata de libertarse de los hombres de la oposición á quienes tiene más miedo, por medio de la ley riña. Se dice que agentes pagados con este objeto, entre los cuales los hay de levita, insultarán con cualquier pretexto á varios oposicionistas, hace tiempo marcados en el libro de las venganzas de D. Sebastián. Si estos rumores son amenazas, no las tememos; si se realizan, tendremos el honor de dar nuestra sangre por la causa de la justicia y de la libertad." Ya en ese tiempo contaba alguno de vida El Ahuizote, terrible periódico oposicionista, escrito con muchísimo talento, que mucho contribuyó á la caída del Presidente Lerdo de Tejada, quien, tarde ya, procuró rehacer el partido á que había desdeñado al ascender á la Suprema Magistratura, después del fallecimiento de D. Benito Juárez. La mala voluntad á aquel distinguido hombre público era ya de tal especie, que casi se le hizo blanco del insulto en el estreno de lazarzuela El Rey Midas, verificado en Arbeu en los primeros días de Junio: sus malquerientes aplaudieron con furor una cuarteta en que sé hablaba de tiranos que se hacían populares por medio de banquetes y comilonas, y con perfecta falta de educación, al aplaudir volvían su vista al palco que el Presidente ocupaba: los aplausos redoblaron cuando el Rey Midas, contemplando sus orejas de burro, exclamó: — ¿Qué tirano habrá en el mundo—sin algo de este animal? Y la manifestación llegó al colmo del escándalo cuando el personaje de la zarzuela bufa refirió que había sofocado un motín de su pueblo, rellenando de turrón las bocas de los más exaltados. Pero huyamos de arideces políticas, que algún vez hay que tocar para explicarnos el desdén del público para con ciertos espectáculos,
ó la veleidad con que les volvía la espalda: de ese desdén fué víctima el violinista José White, que en la noche del 23 de Mayo se presentó en el Nacional en un concierto en que también tomaron parte la Gourieff, y los profesores Michel y Sauviuet. White, nacido en la Isla de Cuba, era primer premio del Conservatorio de París, en el que había estudiado bajo la dirección de Alard, y vino precedido de envidiable fama y recomendado por Gounod, Thomas y otros maestros. México no le negó ciertamente sus aplausos, pero los concurrentes á sus conciertos fueron escasísimos. La Compañía Visconti, que no empezó bien y llegó á conquistar á su público y ver casi lleno el Principal, poco á poco fué perdiéndole, y al fin hubo de dar término á sus trabajos el 30 del citado Mayo con Semiramis en función de tarde. Para la noche del mismo, anunció, sin éxito alguno, en ese teatro, su presentación con el drama La Oración de la tarde, el actor español D. Manuel Argente. Para no verse tan solo como en dos noches se vió en el Nacional, White acudió al teatrito del Conservatorio, en el que, en la noche del 2 de Junio, dió un nuevo concierto con la cooperación de los Sres. Sauvinet, León, Ituarte, Núñez, Rivas, Sánchez y Guichenné, con los cuales hizo oir selectas piezas de Mendelssohn, Hummel, Bach, Beethoven y Mozart, obteniendo White y sus distinguidos acompañantes merecidísimos aplausos. Vacío el Principal, vino á ocuparle la Compañía dramática española de Zeferino Guerra, así formada: Director general y primer actor, Zeferino Guerra; Primera actriz en todos géneros, Santos Rodríguez; Actores, Francisco López, Manuel Tormos, Manuel Cazurro, Claudio Lóseos, Mateo Camos, Manuel Freire y José Aranda: Actrices, Rosalía Rodríguez, Martina Muñoz, Brígida Iriarte, Ventura Rosell, Antonia Suárez, Juana Roselló y Enriqueta Tormos. Dió esa Compañía su primera función en la noche del jueves 3 de Junio, con el drama César ó el perro del Castillo, y con la sala punto menos que vacía: para fin de fiesta puso la pieza La mujer de Ulises. Zeferino Guerra desempeñó con horrible verdad el imbécil é idiota protagonista del drama, y fué muy aplaudido por sus pocos y espeluznados espectadores, que durante tres horas pudieron estudiar los síntomas y desarrollo de las convulsiones nerviosas, científicamente presentadas por el actor español. Sin duda para distraerse de ese espectáculo, más propio de una escuela de medicina que de un teatro, el público fué más numeroso en los subsiguientes conciertos del violinista White, aplaudido con entusiasmo en el difícil capricho El Carnaval de Venecia, con el que se cuenta que dominó á su auditorio. Para segunda función de abono dió Zeferino Guerra Tío Martin ó la Educación y poco después La corte dé los Milagros, La Familia, Gas-
par el Ganadero ó la República de Noventy y tres, Los sute dolores de la Virgen María, El Paraíso perdido, La muerte civil, Felipe el Sombrerero, El músico de la murga, Prohibiciones, El trapero de Madrid, Un novio á pedir de boca, Levantar muertos, Quien debe paga, El hombre de mundo, Bienaventurados los que lloran, hasta venir á dar con la comedia de magia La Paloma Azul, estrenada el 29 de Agosto, con bonitas decoraciones, pintadas por el artista mexicano Jesús Herrera. Sin la Paloma Azul, la Compañía de Zeferino Guerra no hubiese podido ni aun satisfacer sus deudas, causadas por el abandono en que la tuvo el público, á pesar de la ayuda de artículos y párrafos de gacetilla que en gran número le dedicaba la prensa, encomiando sus trabajos con exageración tal, que periódico hubo que no tuviese empacho en decir que Zeferino Guerra era superior á D. José Valero: la actriz Santos Rodríguez llegó también á gustar mucho; pero la artista que, según parece, encantó más, fué la graciosa Martina Muñoz, traviesa, viva y salerosa. En el terreno dramático, Guerra no tuvo entonces más competidor, en lo referente al escaso favor del público, que Gerardo López del Castillo en el Teatro de Nuevo México: en su función del 6 de Junio, y durante la representación del drama El Obrero, refiere el periódico La Revista Universal, Castillo se presentó en la escena de aquel teatro y dijo así á su público: "Respetable público: El miércoles 9 es el beneficio de tu hermano el artista. L a función se verificará en el Gran Teatro Nacional de mi país. E n el Gran Teatro Nacional fué donde el gran Valero, actor español, representó el mismo drama que yo voy á dar, es decir, la Carcajada. Mi función la he dedicado al Gran Círculo de Obreros. Aunque sus Estatutos le prohiben admitir ninguna dedicatoria, sin embargo, como esta dedicatoria no tiene por objeto ningún obsequio, sino solamente el que concurran mis hermanos los obreros, por esta razón ha sido admitida.— Yo, el artista mexicano, que, como tal, no cuenta con proteeción, os cito para el Gran Teatro Nacional para la noche del miércoles. ¡Allí os espero!—Si en la Carcajada, al caerme en las tablas quedo muerto, mi mejor acompañamiento al sepulcro será el de todos ustedes. —¡Pueblo! ¡adelante, y paso á la literatura nacional!" Según dije, el drama que en esa función representó Castillo, se titulaba El Obrera y fué obra del Sr. A. Díaz, á quien el público acogió con repetidos aplausos é hizo salir á las tablas, lo cual proporcionó á Castillo pretexto para dirigirse nuevamente á los espectadores, hablándoles así, según la dicha Revista Universal, de la que literalmente copio: "Respetable público: H é aquí las consecuencias del estímulo. Mis dichos están confirmados con mis hechos. H é aquí al artista nacional protegiendo á la literatura nacional. Aquí tienen ustedes á este joven (señalando al autor), para quien he procurado los laureles de la gloria,
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y cuyo nombre más tarde será inmortal en los fastos de la historia patria.—Hé aquí otro de los frutos del estímulo: un artesano honrado que no había podido vender sus artefactos nacionales, me pidió permiso para colocarse en la puerta y vender sus objetos, que consistían en cajetillas de cigarros con litografías de los principales edificios de la ciudad. Todos los artefactos los ha vendido; ese es otro fruto del estímulo.—Voy á leer á ustedes la carta que me ha mandado (leyó la carta). Este hombre, repito, ha vendido todos sus artefactos nacionales. Señores: ¡paso á la literatura y á la industria nacional! ¡Adelante!" Como yo no fui testigo de nada de esto, copio aquí la noticia que del beneficio de Castillo publicó El Monitor: "Con estos pomposos anuncios fué preconizada la función de gracia del actor nacional. E l teatro presentaba un aspecto raro; el patio, plateas y primeros, estaban vacíos; los segundos y galerías completamente llenos. Se representó la Carcajada. Castillo estuvo á punto de desmayarse con el esfuerzo que hizo al dar la famosa carcajada. Después representó la escena de la locura, en que se subió á una ventana y brincaba y reía de una manera notable. E l público le aplaudía, él contestaba con saludos en forma de escuadra, que prodigó con gran esplendidez; le leyeron versos una multitud de vates y le ofrecieron una corona que él se puso durante todo el tiempo de la ovación. Después hubo baile; Altagracia Velázquez y Concha Torres fu,eron las hadas en el paraíso del amor; parecían ligeras nubecillas, girando sobre el límpido azul. Terminó el beneficio después de la una de la madrugada; parece que ya á esa hora estaba un poco repuesto de la gran sensación nerviosa que le sobrevino á causa de la carcajada, sensación que siempre le sobrevenía á Castro, á Pineda, á Valero y hasta á Padilla, el antiguo galán jovén del Principal." E n 17 de Junio el barítono Villalonga tomó por su cuenta el Teatro Arbeu, con una Compañía formada por él con elementos propios ó nuevos, y algunos restos de la Compañía de José Joaquín Moreno, que saüó para varias poblaciones del interior, huyendo de la pobreza del público de la Capital, en la que empezaba á faltar al Gobierno dinero con que pagar á sus empleados. A este propósito, El Monitor decía en ese mes, bajo el título de "Bancarrota de la hacienda públic a : " "Nadie ignora que el Gobierno no ha introducido en los egresos economía alguna y no ha procurado sino aumentar los ingresos, como ha sucedido con la famosa ley del timbre, imponiendo un gravamen que nos es insoportable. E l erario nacional se encuentra en bancarrota, por muchas causas, entre ellas porque el Gobierno ha gastado y sigue gastando en ganar las elecciones y en construir pisos y escaleras de mármol en Chapultepec. El Gobierno ha echado mano de las cajas de los cuerpos de la guarnición para cubrir la
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quincena pasada, y esto ha causado disgusto contra el Ministro de la Guerra, que se ha propuesto también centralizar la administración militar. No será remoto que deje de ser puntual el pago de las clases pasivas, y que á la guarnición se le adeude el haber del mes, pero en cambio los diputados y las subvenciones á periódicos están en corriente, para conservar mayoría en el Congreso, y prensa que lo sostenga." Villalonga, menos práctico que Moreno, tomó, como queda dicho, el coliseo de San Felipe, en el que se presentaron en esos días con muy buena aceptación, el barítono Eino Alpuente con Marina, y el tenor cómico Manuel Iglesias con La Gallina Ciega. Véase como fué juzgada esa obra, que sirvió para principio de trabajos de la nueva Empresa en la citada noche del jueves 17 de Junio: " E l estreno de la Compañía Villalonga ha sido espléndido: la zarzuela con que ha empezado el abono reúne á la gracia de un libreto bien escrito, una música deliciosa y agradable, como obra de Fernández Caballero, autor de la sentida producción musical Luz y Sombra. " E a simpática artista Matilde Montañés cantó y declamó con la maestría que acostumbra y que le ha conquistado el aprecio del público: Villalonga nos hizo un Don Cleto que difícilmente podrá ser mejor interpretado: Iglesias, que acaba de llegar y que tuvo á su cargo el papel de Serafín, es un gracioso de mérito, que despierta la hilaridad sin recurrir á la chocarrería, que acciona con naturalidad y que declama con perfección: el público le aplaudió y le hizo salir al palco escénico después de una de las escenas en que mejor manifestó su talento artístico: la Sra. Imperial, que también se estrenó esa noche, en el papel de Circuncisión, lució sus dotes de artista y arrancó nutridos aplausos en el final del primer acto. E l barítono Alpuente, que se presentó hace pocos días en Marina, trabajó en la zarzuela Casado y Soltero: la voz del Sr. Alpuente es limpia y agradable y de mucha extensión, y se escucha con sumo gusto, pues á lo bueno de ella reúne perfecta emisión." Sin embargo de esto, veo en los periódicos de ese año que el Teatro Arbeu estaba noche á noche casi vacío, lo mismo ni más ni menos que el Principal con la Compañía Guerra. E n cuanto á la de Opera de la Visconti, que, sin comentarios, dije haber concluido malamente, en el periódico La Iberia hallo lo que sigue: "Tendremos ópera el domingo 27 de Junio en el Teatro Nacional: se dará El Trovador y será desempeñado por la Sra. Visconti, la Srita. Galimberti, el Sr. Setragui y otros artistas de mérito. La función es á beneficio de la Sra. Visconti de Grossi, que arruinada por el fracaso incomprensible de su última empresa en el Teatro Principal, se encuentra en una situación precaria. Se trata pues de remediar las penurias de la excelente prima donna, de la noble y generosa artista que tantas veces ha puesto su talento al servicio de la
desgracia y creemos que el público acudirá á este llamamiento. Tendrá la función otro atractivo irresistible; el Sr. White tocará una pieza en uno de los entreactos, y será la última que ejecute en México, porque desde la escena partirá á la Estación para tomar el tren de Veracruz." Esa función y el suntuoso estreno del nuevo local del Club ó Casino Alemán, en el edificio del antiguo Colegio de Ñiflas, en lanocbe del lunes 21 de Junio, fueron los sucesos más salientes de ese entonces en la Capital. E l 5 de Julio, también ocurrió á impetrar el favor del público el Maestro Enrique Eombardi, dando en el Teatro del Conservatorio un concierto en que tomaron parte la Visconti, la Galimberti y varios profesores mexicanos, y la Compañía Guerra representó la comedia Dos muertos y ningún difunto. Villalonga, que no babía podido atraer público en Memorias de un estudiante y Zampa ó la esposa de mármol, casi descubrió un filón en El Proceso del Can-cán, que estrenó en la noche del 11 de Julio, con verdadera delicia de los concurrentes al Teatro Arbeu. Ea heroína de la pieza fué Matilde Montañés, que en el papel de la Seguidilla estuvo positivamente hechicera: muy feliz estuvo á su vez Alpuente en el Bolero, y gracioso Iglesias en el Mr. Can-cán. Al representarse en México esta obra, se le aumentó el baile nacional el Jarabe, que por de contado fué muy bien recibido. Para alternar con esa obra, que tuvo numerosísimas repeticiones, siempre á teatro lleno, la Empresa montó con bastante propiedad la Gran Duquesa, corriendo la protagonista á cargo de la Montañés, que fué muy aplaudida en ese papel, á pesar de haberle expurgado por completo de todas las inconveniencias con que hasta allí le habían recargado actrices, muy buenas quizá, pero poco delicadas. Concha Méndez desempeñó el de Wanda, y Villalonga hizo un buen General Bum-Bum. También ese buen cuadro de zarzuela logró agradar al público con Los comediantes de antaño, muy bien interpretados por Matilde Montañés, Iglesias y Pedro Arcaraz. Estos buenos éxitos picaron, á lo que parece, la vanidad artística de Zeferino Guerra, quien en sus programas se dió el desahogo de censurar el género zarzuelista, y no fué por la respuesta á Roma, porque la Empresa de Arbeu se burló, á su turno, en sus prospectos, del género patibulario preferido por el primer actor del Principal. Guerra quedó al fin completamente derrotado, y á fines de Agosto dejó de trabajar en México y anunció su salida para Jalapa, después de habérsele separado la graciosa actriz Martina Muñoz y cuando ya el público habíase cansado de pagar repeticiones de la Paloma Azul, única obra que llevaba alguna gente al viejo coliseo. Gracias á ella, y como dije antes, pudo aquel cuadro dramático pagar sus deudas y salir de México, en donde tan mal la pasó. Zeferino Guerra fué un muy buen actor de
teatros de provincia en la península, y en Barcelona era muy estimado; pero nunca jamás se le consideró con méritos bastantes para poder trabajar en el Teatro Español ó antiguo del Príncipe, que es en el que reciben, por así decirlo, su consagración los artistas dramáticos españoles. Retirado Zeferino Guerra, ocurriósele á un cuadro de zarzuela, en que figuraban en primeros lugares José Poyo y Martina Muñoz, la graciosa del de Guerra, dar en la noche del jueves 2 de Setiembre y en el Teatro Principal, La hija de Madama Angot. Ese cuadro habíase formado para dar sus funciones en el Teatro d e Nuevo-México, del que había salido Gerardo López del Castillo y trasladadose al llamado de Zaragoza, porque aquel antiguo templo de la Cañete y la Peluffo amenazaba inminente ruina. Remendado y repintado, iba á servir, como dije, para la zarzuela de Poyo y de Martina Muñoz; pero ya porque no se hubiera acabado de darle la última mano, ya porque el cuadro ese se estimó muy capaz de hacerse aplaudir en la bella obra de Lecocq, ya, en fin, por buscar u n daño á la Compañía de Arbeu, que también tenía anunciada esa opereta, Poyo tomo por una noche el Principal y dió, según vengo diciendo, en la del jueves 2 de Setiembre, La hija de Madama Angot.' 'Una inmensa concurrencia, dice El Monitor, llenaba el Teatro Principal, ganosa de ver en el género zarzuelista á la Martina Muñoz, tan aplaudida hasta allí en el género cómico. Y apareció Clairette sobre la escena y con ella aparecieron sus desgracias: la Muñoz había comido grillos y estaba ronca, acatarrada; Poyo, en el Angel Pitou, no podía ni ensayar una nota y en su canto asemejábase á un gallo. E l público, sin embargo, escuchó con paciencia, y vino el segundo acto y apareció Madama Lange, la bella Caritina Delgado, que tampoco estaba en voz, ni en tipo, ni en carácter, ni en traje, y la bola se dejó venir en silbidos, patadas, toses, bastonazos y otras demostraciones. P o y o se enfulhno y tomando en serio la palabra, se permitió dirigir al público una serie de impertinentes reproches, y levantando el dedo, como santo de palo, dijo en tono trágico: "¡Sí, sí, silben, silben!" Por supuesto que el público no se hizo del rogar y saludó al orador con silbidos, gritos y guasa general. , . , " L a zarzuela continuó: la Muñoz y Caritina se hicieron animo de emprenderla con el público, y cada vez que soltaban un gallo, lo que solía suceder tres veces en cada nota, ellas mismas daban las gracias con un chistoso ademán. Martina Muñoz alzaba los hombros como las niñas cuando las arrodillan en la escuela; Caritina miraba al público frente á frente, como diciéndole: "¿qué me cuenta usted?" Hubo un momento en que la Muñoz llegó á faltar al respeto no sólo al público sino á.sí misma, haciendo una indecorosa seña, que se dice fué dirigida al empresario de Arbeu, D. José Joaquín Moreno, quien E . H . T.—T. I I I . — 2 6
desde un palco asistía á la representación " Creo que con lo copiado basta para dar idea de aquel fracaso y de la justicia de la silba. Al día siguiente, viernes 3, se dió en Arbeu La hija de Madama Angot, con un lleno completo y un buen éxito: Matilde Montañés estuvo bellísima y graciosa, como cantante y como actriz: Concha Méndez fué muy aplaudida en Madama Lange-, Villalonga é Iglesias á su turno estuvieron oportunísimos, y Arcaraz cantó y declamó bien: la obra fué perfectamente montada. Una terrible calamidad pública, la muerte y la ruina de muchos moradores del Estado de Jalisco, causadas por espantosos y sucesivos temblores de tierra, dió pretexto á una notabilísima función, que en el Gran Teatro Nacional y en la noche del jueves 9 del referido Setiembre, dió la sociedad de la Capital á beneficio de las víctimas de aquella catástrofe, según el siguiente programa: "Obertura por la orquesta.—El proverbio en un acto De gustos no hay nada escrito, desempeñado por la Srita. Eloísa Agüero y los Sres. Manuel Estrada, Juan Martínez y Guillermo Delahanty.—El juguete cómico Las cuatro esquinas, interpretado por las Sritas. Eloísa Agüero y Sofía de la Vega, la Sra. Josefa Ramírez y los Sres. Juan Martínez y Antonio Muñoz.—Pequeña fantasía de Richard, ejecutada en el piano por la niña Josefina Brito. — Cavatina de Macbeth, cantada por la Srita. Feliza Stávoli.—Poesía leída por Manuel Estrada.—Fantasía de Semíramis, ejecutada en el pistón por la Srita. Trinidad Sandoval.— Fantasía de Oberon, de Thalberg, ejecutada en el piano por la Srita. Ana Badillo.—Obertura del Caballo de bronce, por los alumnos de la Escuela de Ciegos.—Poesía de Guillermo Prieto.—Valse de Mathozzi, cantado por la Srita. Manuela Arrillaga.—Dúo de Favorita, cantado por la Srita. Feliza Stávoli y D. Ignacio Aguado.—Romanza de Roberto el Diablo, cantada por la Srita. Virginia Carrasquedo.—Obertura del Dominó Negro, ejecutada en cuatro pianos por las Sritas. Ana Badillo, Guadalupe Zayas, Amada Guirao y Dolores Zayas, y los Sres. Julio Ituarte, Rafael Cancino, Juan Salvatierra y Francisco Ortega." Ea simpática actriz Eloísa Agüero de Osorio, y la preciosa niña Sofía de la Vega, encantaron en el desempeño de las dos graciosas piezas cómicas, según dijo El Monitor, del que copio lo que sigue: " l a parte filarmónica estuvo perfectamente dispuesta, el público iba de sorpresa en sorpresa. Ya admiraba el precoz talento de la niña Josefina Brito, que ejecutó en el piano con la maestría y desembarazo de una profesora. Ya escuchaba la magnífica voz de Feliza Stávoli, cantando la soberbia cavatina de Macbeth, ya se arrobaba en el semblante de querubín de Manuela Arrillaga, que al interpretar la música de Ruy Blas aparecía más linda, más hechicera aún, cuando
de su boca se desprendían tan celestiales armonías; ya sonreía cuando tomando su corneta-pistón se adelantaba á la escena Trinidad Sandoval, polla primorosa, tan encantadora como las dulces melodías que nos regalaba la Srita. Sandoval sobre hacer cantar á un instrumento, que parecía transformarse al contacto de sus labios para producir notas que le envidiaría el gorgeo del ruiseñor. Ya, en fin, Virginia Carrasquedo nos extasiaba con la música de Meyerbeer. A cada paso veíamos una muchacha más linda, á cada paso oíamos una armonía más deliciosa. " E n t r e lo muy notable que esa noche escuchamos, debemos señalar una fantasía de Thalberg, ejecutada en el piano por la Srita. Ana Badillo. No cabe duda que el piano habla al alma según que quien lo pulsa sabe adivinar esa especie de misterios que sólo puede descubrir un corazón de poeta. Ea Srita. Badillo parece que ha buscado las notas que arrullan, que extasían, esas notas que hemos escuchado ya sin atinar en dónde, y que nos traen á la memoria los instantes más dulces de la vida. " E a s Sritas. Guadalupe y Dolores Zayas, y la Srita. Amada Guirao, nos demostraron en esa noche ser unas pianistas consumadas. Ea mayor parte de estas preciosas niñas temblaban al presentarse por primera vez en la escena, como unas tímidas palomas; pero bien pronto los aplausos frenéticos de que eran colmadas, les devolvían su hechicera sonrisa." No fué menos aplaudida ni con menos justicia la orquesta de la Escuela de Ciegos.
CAPITULO XIX
187¡5-1876. Frecuentes repeticiones de Adriana Angot en Arbeu; una pobre Compañía francesa lírico-dramática en el Nacional, que dió el. domingo 12 de Setiembre de 1875 la comedia Madame est couchée y la opereta Litdien et Fritchen, tomando parte la Visconti, á quien la mala suerte hacía cantar ya en italiano, ya en francés; la Compañía Poyo-Martina Muñoz en Nuevo México, con Un pleito, Sensitiva, El Juicio Final, I Feroci Romam, etc., etc.; un buen concierto que en el salón de la Eonja y á beneficio de las víctimas de las inundaciones en Francia, dió á mediados de mes Julio Ituarte, con el concurso de
desde un palco asistía á la representación " Creo que con lo copiado basta para dar idea de aquel fracaso y de la justicia de la silba. Al día siguiente, viernes 3, se dió en Arbeu La hija de Madama Angot, con un lleno completo y un buen éxito: Matilde Montañés estuvo bellísima y graciosa, como cantante y como actriz: Concha Méndez fué muy aplaudida en Madama Lange\ Villalonga é Iglesias á su turno estuvieron oportunísimos, y Arcaraz cantó y declamó bien: la obra fué perfectamente montada. Una terrible calamidad pública, la muerte y la ruina de muchos moradores del Estado de Jalisco, causadas por espantosos y sucesivos temblores de tierra, dió pretexto á una notabilísima función, que en el Gran Teatro Nacional y en la noche del jueves 9 del referido Setiembre, dió la sociedad de la Capital á beneficio de las víctimas de aquella catástrofe, según el siguiente programa: "Obertura por la orquesta.—El proverbio en un acto De gustos no hay nada escrito, desempeñado por la Srita. Eloísa Agüero y los Sres. Manuel Estrada, Juan Martínez y Guülermo Delahanty.—El juguete cómico Las cuatro esquinas, interpretado por las Sritas. Eloísa Agüero y Sofía de la Vega, la Sra. Josefa Ramírez y los Sres. Juan Martínez y Antonio Muñoz.—Pequeña fantasía de Richard, ejecutada en el piano por la niña Josefina Brito. — Cavatina de Macbeth, cantada por la Srita. Feliza Stávoü.—Poesía leída por Manuel Estrada.—Fantasía de Semíramis, ejecutada en el pistón por la Srita. Trinidad Sandoval.— Fantasía de Oberon, de Thalberg, ejecutada en el piano por la Srita. Ana Badillo.—Obertura del Caballo de bronce, por los alumnos de la Escuela de Ciegos.—Poesía de Guülermo Prieto.—Valse de Mathozzi, cantado por la Srita. Manuela Arriüaga.—Dúo de Favorita, cantado por la Srita. Feliza Stávoü y D. Ignacio Aguado.—Romanza de Roberto el Diablo, cantada por la Srita. Virginia Carrasquedo.—Obertura del Dominó Negro, ejecutada en cuatro pianos por las Sritas. Ana Badiüo, Guadalupe Zayas, Amada Guirao y Dolores Zayas, y los Sres. Julio Ituarte, Rafael Cancino, Juan Salvatierra y Francisco Ortega." Ea simpática actriz Eloísa Agüero de Osorio, y la preciosa niña Sofía de la Vega, encantaron en el desempeño de las dos graciosas piezas cómicas, según dijo El Monitor, del que copio lo que sigue: " l a parte filarmónica estuvo perfectamente dispuesta, el público iba de sorpresa en sorpresa. Ya admiraba el precoz talento de la niña Josefina Brito, que ejecutó en el piano con la maestría y desembarazo de una profesora. Ya escuchaba la magnífica voz de Feliza Stávoü, cantando la soberbia cavatina de Macbeth, ya se arrobaba en el semblante de querubín de Manuela Arrillaga, que al interpretar la música de Ruy Blas aparecía más linda, más hechicera aún, cuando
de su boca se desprendían tan celestiales armonías; ya sonreía cuando tomando su corneta-pistón se adelantaba á la escena Trinidad Sandoval, polla primorosa, tan encantadora como las dulces melodías que nos regalaba la Srita. Sandoval sobre hacer cantar á un instrumento, que parecía transformarse al contacto de sus labios para producir notas que le envidiaría el gorgeo del ruiseñor. Ya, en fin, Virginia Carrasquedo nos extasiaba con la música de Meyerbeer. A cada paso veíamos una muchacha más linda, á cada paso oíamos una armonía más deliciosa. " E n t r e lo muy notable que esa noche escuchamos, debemos sefialar una fantasía de Thalberg, ejecutada en el piano por la Srita. Ana Badillo. No cabe duda que el piano habla al alma según que quien lo pulsa sabe adivinar esa especie de misterios que sólo puede descubrir un corazón de poeta. Ea Srita. Badülo parece que ha buscado las notas que arrullan, que extasían, esas notas que hemos escuchado ya sin atinar en dónde, y que nos traen á la memoria los instantes más dulces de la vida. " E a s Sritas. Guadalupe y Dolores Zayas, y la Srita. Amada Guirao, nos demostraron en esa noche ser unas pianistas consumadas. Ea mayor parte de estas preciosas niñas temblaban al presentarse por primera vez en la escena, como unas tímidas palomas; pero bien pronto los aplausos frenéticos de que eran colmadas, les devolvían su hechicera sonrisa." No fué menos aplaudida ni con menos justicia la orquesta de la Escuela de Ciegos.
CAPITULO XIX
187¡5-1876. Frecuentes repeticiones de Adriana Angot en Arbeu; una pobre Compañía francesa lírico-dramática en el Nacional, que dió el. domingo 12 de Setiembre de 1875 la comedia Madame est couchée y la opereta Litchen et Fritchen, tomando parte la Visconti, á quien la mala suerte hacía cantar ya en italiano, ya en francés; la Compañía Poyo-Martina Muñoz en Nuevo México, con Un pleito, Sensitiva, El Juicio Final, IFerociRomani, etc., etc.; un buen concierto que en el salón de la Eonja y á beneficio de las víctimas de las inundaciones en Francia, dió á mediados de mes Julio Ituarte, con el concurso de
las distinguidísimas aficionadas Feliza Stávoli, Concepción Cuevas y Clotilde Muñoz, y los profesores Tomás León y Morán; las diarias funciones del Gran Circo Brasilero, instalado bajo una enorme tienda de campaña en la Plazuela de Santo Domingo; y el beneficio de Matilde Montañés en la noche del 22, con el aplaudidísimo Proceso del can-cán, que quizá nunca se ha visto con una tan linda, graciosa é inspirada Seguidilla como Matilde, fueron las principales novedades de aquella porción del mes de Setiembre. Pero otra hubo que tal vez les superó, cual fué la representación que con la comedia Lo que está de Dios y la pieza La llave de la gaveta dió en la misma noche del miércoles 22 y en el Teatro Principal, el distinguido actor Enrique Guasp de Peris, al frente de una Compañía subvencionada por el Gobierno del Presidente D. Sebastián Lerdo de Tejada, á virtud de un acuerdo de 2 de ese mes, que me parece oportuno reproducir, y dice: "Ministerio de Justicia é Instrucción Pública.—Sección 2?—Deseoso el C. Presidente de la República de procurar el adelanto del arte dramático en México, así como de estimular los progresos de la literatura dramática nacional, se ha servido acordar que se establezca en el Conservatorio de Música y Declamación la enseñanza práctica de este último ramo, bajo las bases y con las condiciones siguientes: " E l Conservatorio dispondrá que la enseñanza práctica de la Declamación se dé bajo la dirección del actor ó actores dramáticos que juzgue más á propósito y que designe á este fin, debiendo servir para esta enseñanza el teatro que se ha construido en el edificio que ocupa el mismo Conservatorio. " E l Conservatorio recibirá del Gobierno una subvención anual de cuatro mil ochocientos pesos, de la que tomará una cuarta parte para los gastos del servicio del teatro referido, y para pagar los réditos de los capitales que el mismo teatro debe, pudiendo aplicar el sobrante, si lo hubiere, á la amortización de los mismos capitales. " E l Conservatorio, entendiéndose con un solo Dirertor de una Compañía dramática, compuesta de actores mexicanos y extranjeros, dispondrá que se le entreguen las tres cuartas partes de la subvención mencionada, imponiéndole las condiciones siguientes: " E l Director de la Compañía, ayudado hasta donde fuere necesa¿ rio de las partes de la misma, se encargará de dar la enseñanza práctica de la declamación, á los alumnos del Conservatorio. " La enseñanza se dará en los días y horas que acuerde la Dirección del Conservatorio, según los reglamentos de ese plantel; pero será además obligación de la Compañía dar mensualmeute en el teatro del Conservatorio una función dramática pública en que tomarán parte el alumno ó alumnos cuyos adelantos fueren suficientes para el efecto.
" Si no se dispusiere que la función fuere gratuita, el producto de las entradas se aplicará á cubrir los gastos que tuvieren que erogar los alumnos que en ella tomen parte, dándoles, además, la gratificación que acuerde la Dirección del Conservatorio; si hubiere sobrant e se aplicará en cada caso á lo que se señalará por el Gobierno. " L a Compañía contratará por su cuenta el Teatro Principal ú otro que ofrezca condiciones análogas, y en él tendrán lugar las funciones públicas que dará la misma Compañía, de ocho á doce veces al mes, por lo menos, procurándose que siempre que sea posible tomen parte en ellas los alumnos más aptos del Conservatorio. " L a Compañía pondrá en escena, de preferencia, las obras de autores dramáticos mexicanos que le designe el Conservatorio. " E l autor mexicano de una pieza dramática original, ó el que traduzca ó arregle para nuestro teatro alguna pieza extranjera, tendrá derecho el primero á un 25 por ciento de los productos líquidos de cada función en que se represente su pieza, entendiéndose por producto líquido lo que quede de las entradas y de la parte correspondiente de la subvención, deducidos los gastos ó papeleta de la función. E l resto de dicho producto queda á beneficio de la Compañía. E l director de la Compañía, cuando hubiere alguna plaza vacante, incorporará á ella de preferencia al alumno del Conservatorio que reún a las condiciones y dotes necesarias, y que desee formar parte de la Compañía. Si el Director de la Compañía no pulsase dificultad alguna para poner á disposición del Conservatorio cierta cantidad de boletos en una localidad conveniente en cada función, así se estipulará, y el Conservatorio los dará gratuitamente á las Sociedades de artesanos, á los alumnos de las escuelas, etc. " T o d o lo relativo á la organización de la Compañía, á sus reglamentos, obligaciones y derechos de sus miembros, etc., será de la incumbencia y responsabilidad del Director. Este queda obligado á permitir que el Conservatorio tenga la intervención que sea precisa para asegurar el cumplimiento de las obligaciones que se le imponen. « Lo que digo á vd. por disposición del C. Presidente, para que se sirva proceder á la realización del acuerdo mencionado. "Independencia y Libertad. México, Setiembre 2 de 1875.—]• Díaz Covarrubias. — C. Presidente de la Junta Directiva del Conservatorio de Música y Declamación." L a Compañía Guasp estuvo así formada: Primeras actrices, Eloísa Agüero de Osorio, Concepción Padilla, María de Jesús Ser vi n. Característica, Antonia Suárez. Dama joven, Matilde Navarro. Actrices, Magdalena Padilla, Josefa Ramírez. Primer actor y Director, Enrique Guasp de Peris. Segundos galanes, Manuel Freire, Feliciano Ortega. Galán joven, Federico Alonso. Actores cómicos, Claudio Lóseos, Apolonio Morales. Característico, Juan Martínez. Actores, Manuel
Aranda, Pedro Servín, Federico Sevilla. Administrador, JoséM.Servín. Ese cuadro, bastante bueno en número y clase de las actrices, se pasaba de débil y deficiente en cuanto á los actores, entre los que, aparte de su primero y Director, muy justamente aplaudido y apreciado en México, poco había capaz de secundar á Guasp y de sacar con lucimiento las obras. Pero la novedad de aquella protección gubernamental y las recomendaciones del Presidente, hicieron que el Principal se viese favorecido por brülante concurrencia, figurando en las listas de abono las familias Lucio, Bandera, Rosas, Silva, Quintero, Dublán, Govantes, Terreros, Suárez Pizarro, Gómez de la Cortina,' Uñarte, Iglesias, Ibáfiez, Juárez, Romero Rubio, Díaz Covárrubias y otras. Para esa primera función Justo Sierra escribió una composición magnífica, como todas las suyas, que leyó Enrique Guasp al presentar su Compañía. Con la comedia de Eguilaz Los soldados de plomo, se presentó la primera actriz Eloísa Agüero, actriz cubana que agradó mucho y fué muy bien recibida. E n Parientes y trastos viejos la heroína fué la muy excelente característica Antonia Suárez. También Concha Padilla lució mucho en esa temporada, que para ella lo fué de justos y merecidos triunfos. Guasp, que acababa de regresar de un viaje por Europa, en la que visitó y estudió los principales teatros y los primeros artistas, demostró con la ejemplar interpretación que dió á muchas obras cuánto provecho supo sacar á su citado viaje. E n tanto, la Compañía de zarzuela que con tan mal éxito puso en el Principal Adriana Angot, llevó á Nuevo México su perversa fortuna, y allí medio se disolvió ó fraccionó, pasando la simpática Martina Muñoz á formar parte de una Compañía dramática que arregló Manuel Estrada para dar funciones en el Nacional las tardes de los domingos. Para el 3 de Octubre anunció. Estrada " e l magnífico drama de actualidad, original de dos ingenios, el uno hijo de Puebla y el otro de esta Capital, y cuyo título es: Sor Consolación ó la Expulsión de las Hermanas de la Caridad.'' E l respectivo programa añadía: " E s t e suceso, que tanto eco ha causado en todo el país, ha sido tratado con sumo acierto por los autores de esta bella obra. Para presentarla con toda la propiedad posible, se ha construido una decoración copiada de la Sala de sesiones del Congreso, en cuyo sitio pasa uno de los actos." E n la noche anterior á la tarde de ese estreno, Martina Muñoz dió, con malísimo producto, una función á su beneficio en el mismo Nacional, con el drama Amor de madre, y otras menudencias de canto, recitado y orMucho más productiva fué la función de gracia de Rafael Viüalonga en Arbeu el 7 de Octubre, pues el teatro estuvo, según la vulgar exprefónv á reventar: en esa función hizo un espantoso fiasco un
apropóstto bufo escrito en México, con el título de El Teatro en 1880. El público se consoló del chasco, con la típica, graciosa y difícil zarzuela El tío Caniyitas ó El mundo nuevo de Cádiz, que le siguió, y fué muy aplaudida y bien desempeñada. E n el mismo Teatro Arbeu se anunció para el domingo 17, la presentación de la Srita. Esperanza Sierra, en la hermosa zarzuela Marina. Esperanza Sierra era casi una niña, muy bella y muy inteligente, que quiso abrazar la difícil y peligrosa carrera de las tablas para hacer frente á una mala situación, producida por infortunios de familia. Enrique Guasp siguió viento en popa en su Teatro Principal, obteniendo aplausos y dinero con la bonita comedia Dar en el blanco; la muy notable de Enrique Gaspar El Estómago, estrenada el 13 del referido Octubre, y el notabilísimo drama del gran D. José de Echegaray, La esposa del vengador, por primera vez representado en México por Guasp el 10 de Noviembre; en el deücado papel de la protagonista, estuvo perfecta Concha Padiüa, la cual día á día demostraba sorprendentes adelantos: la bella obra de Echegaray gustó en México, tanto como agradado había en Madrid, inaugurando para el eminente autor dramático la serie de triunfos que aun n o concluye, pues se reproducen con cada obra que da á la escena su fecundísimo talento. A mediados del citado mes, dió en Arbeu una tan larga como lucida función la Sociedad Netzahualcóyotl, importante grupo de literatos y aficionados lírico-dramáticos, algunos de mucho valer; esa asociación había comenzado poco tiempo antes sus trabajos con muy buenos auspicios. E l programa de la función citada, comprendía nada menos que veintiún números, entre oberturas, discursos, poesías, piezas de canto y piano, y la representación de la linda pieza de Bretón de los Herreros: Un paseo á Beldam, desempeñada por los socios Francisco Alvarez de la Cadena, Adelaida V. de Alvarez, José María Peña Roja, Manuel Llera y Delfino Thevín, dirigidos por el buen literato y buen aficionado, el Dr. D. Manuel Peredo. E n la parte de canto y música figuraron Rafaela Betancourt, Carlota Gutiérrez, Luz Reinoso, Manuel Múgica, Antonio Valle, Martín y Tosé González, y Amalia Rocha; hablaron en prosa ó en verso, Manuel Cervantes, Rafael Rebollar, Eduardo Zárate y Gabriel Malda. E l socio Antonio Hermosa fué muy aplaudido en unas variaciones sobre temas del Carnaval de Venecia, que ejecutó admirablemente en la lira por él perfeccionada. E l martes 16 de Noviembre, dió la Compañía de Villalonga su última función de abono de su buena temporada, con la zarzuela El Potosí Submarino, montada con mucho aparato y propiedad. La gran decoración del fondo del mar, pintada por el artista mexicano Sr. Iza, pareció una obra excelente, por su bello conjunto y el briüo extraor-
diuario que le daba la feliz combinación del talco de colores y la pintura: todos los trajes de primeras partes, coristas y comparsas, agradaron mucho, y se cuenta que fueron muy buenos los de ranas y pescados. Sin lo muy explotada que la Empresa Prats-Carratalá había dejado esta obra, la Compañía Villalonga habría hecho un buen negocio, pues su desempeño en Arbeu fué superior al que tuvo en el Nacional.. E l sábado 20 de Noviembre, Enrique Guasp puso en escena la primera de las comedias de autores mexicanos, á que, según el acuerdo de 2 de Setiembre, estaba obligado á dar preferencia en sus representaciones dramáticas. F u é ella la intitulada La otra vida, escrita en verso por el buen poeta lírico José Monroy: la segunda obra, puesta en escena por igual causa, se llamó Los amigospeligrosos, y fué debida á Ramón Manterola, que habíala escrito y hecho representar, en el mismo teatro, por primera vez, el 27 de Octubre de 1872, por la Compañía de la Belaval y de Muñoz. Recibida entonces con extraordinario aplauso, Guasp quiso, como queda dicho, repetirla. Ramón Manterola había dado al teatro su primera producción, intitulada El precio de un secreto, el 3 de Julio del mismo 1872, en Hidalgo. Después y en Nuevo México, la Cañete y la A m a t estrenaron el drama IsabelLupouloff, que, como los anteriores, valió á Manterola muchos aplausos y grandes elogios. Escribió también el juguete cómico Mundos imaginarios y mundos reales, muy bien calificada por la sociedad literaria del Liceo Hidalgo. Con La otra vida, de Monroy, y Los amigos peligrosos, de Ramón Manterola, altérnaron El libro talonario, La esposa del vengador, El forastero, El estómago, El amor constipado, El baile de la Condesa, Parientes y trastos viejos, La llave de la gaveta, La liltima noche, El Arcediano de San Gil, No la hagas y no la temas, Un drama nuevo, y otras muchas del repertorio español, que parece que agradaban al público mucho más que las escritas en México, pues al caso leo en El Monitor, al cual copio porque yo no fui testigo de nada de aquello: " n u e s t r o público es incorregible, he' ' mos oído la opinión de que no gustan la piezas mexicanas: á Guasp ' ' le llueven obras de ingenios de esta corte, y no sabe qué hacer con "ellas, pues muchas pertenecen al género detestable; esperamos que " l o s autores tengan piedad del empresario, que está entre la espada " y la pared y que nunca como ahora merece se le aplique aquello " de el caballo blanco: como hoy todo el mundo lleva sus alabarderos " a l teatro, y se cree con derechoá coronas, ramilletes y dianas, tie" nen ustedes que escribe comedias y saínetes hasta el mismísimo Pe" ro Grullo, y el pobre público es quien paga el pato, mirando con qué "crueldad derraman los poetas cubos de sueño por el triste coliseo. " Ya se ha formado una especie de costumbre, que tiene sus pun" tas de original; en los estrenos de esas obras hay aplauso nutrido
" en el primer acto y sacan al autor, que siempre se encuentra muy " á mano: el segundo entreacto es el de las coronas y alguno que " otro speech; al finalizar es de reglamento que se escuchen los bra" vos, los hurras, y ya los músicos están tan bien ensayados, que, '' antes que el público lo pida, ellos tocan pedacitos de diana; el autor "sale, vuelve á salir cuatro ó cinco veces, y sin interrupción se rep r o d u c e n los aplausos y las dianas." Guasp tuvo compromisos y disgustos de toda especie, y cuantas veces opinó mal de alguna obra, algunos periódicos viniéronsele encima, inclusive el Diario Oficial, y tiempo le faltaba para andar dando satisfacciones. Por último, anunció que para no obligar á los abonados á oir los ensayos de nuestros poetas, los estrenos de obras mexicanas se harían en funciones extraordinarias. Sobre ello dice El Monitor de 28 de Noviembre: " Nunca hubiera dicho el angelito tal cosa: los periódicos gobiernistas, incluso el serio y respetable Diario Oficial, cayeron sobre él como una tormenta; reunióse el Liceo Hidalgo en sesión permanente é hizo constar su indig• nación. Guasp citó á los hombres de letras, tuvo cónclave con ellos y dió quién sabe cuántas disculpas y Compuso la cosa lo mejor que discurrió. Pero aquellos á quienes se dijo que sus obras eran mamarrachos, no se dieron por satisfechos, y en la noche del miércoles, al representarse El Estómago, procuraron sofocar los aplausos del público con ceceos y otras demostraciones contra el Director y Empresario." El mismo periódico decía el 5 de Diciembre: ' 'Un colega censura ayer al apreciable actor Guasp, diciendo que trató mal al no menos estimable joven Francisco Ortiz, que le llevó uno de sus dramas aprobado por el Liceo Hidalgo. Nuestro colega está mal informado, pues Enrique Guasp es incapaz de tratar mal á nadie. El hecho pasó como sigue: se presentó al Sr. Guasp el Sr. Ortiz con un pliego y un libro de parte del Dr. Peredo: Guasp, que no conocía al Sr. Ortiz, se informó de lo que aquello era, y le contestó dándole la m a n o : — " E s t á muy bien: dígale usted al Dr. Peredo que se pon" drá en escena después de la obra del Sr. Peón Contreras, cuyo tur" no creo que le corresponde."—Eso fué todo. El Sr. Guasp no ha faltado, pues, á las leyes de la caballerosidad." A todo esto se unió el disgusto con que muchos escritores vieron que se hubiese erigido en el Liceo una junta calificadora de las obras que se pretendía poner en escena. Bajo el título de La previa censura, dijo El Monitor de 21 de Noviembre: "Subsiste para las obras mexicanas esa institución odiosa y anticonstitucional. ¿Quién es el Liceo para constituirse en mentor del público? ¿Quién es el Liceo para pretender que todo autor pase por sus horcas caudinas? La previa censura, ejercida en plena República y ordenada por un gobierno democrático, es una solemne aberración, y lo que hoy se hace con el teaB. H. T.—T. ni.—27
tro, mañana se hará con la prensa. Demos, pues, el grito de alerta, y rompan los autores mexicanos sus obras antes que sujetarlas al capricho de los sabios. / Maldita sea la protección á la literatura nacional, si el gobierno la sujeta á una humillación l ¡ Maldito sea ese estímulo que se promueve con tanta perfulia l ¡ Maldita sea esa limosna que se pretende arrojar al escritor dramáticol" Todo esto parece demostrar cuán desacertado anduvo, aun en esto, el Sr. Derdo de Tejada, y explica por qué esa época literaria no llegó á tener ni la más mínima importancia y pasó sin haber impreso movimiento alguno á la literatura nacional. Dos quejosos dieron en atacar de mil maneras á Guasp. Eco de esas quejas, un periodista decía: ' 'El Gobierno comenzó por equivocarse llamando á la dirección del teatro al primer actor que tuvo á mano, sin entrar en el examen de su aptitud para ese difícil puesto en la escena. Al escogerse á un actor n o mexicano, debió pensarse en una gran inteligencia como la de Valero ó Guerra. Delante de una elección así, nadie hubiera levantado la voz; pero no fué justo dar preferencia á Guasp, con mengua de algunos de nuestros actores, como • Ignacio Servín, instruido, inteligente, hombre de juicio, que está en todos los detalles, y no tiene protección alguna y vive en la oscuridad. Guasp, si exceptuamos las damas, ha formado una verdadera compañía de aficionados; se ha rodeado de nulidades, olvidándose, por ejemplo, de Padilla, que tendrá defectos, pero defectos de artista, no de media cuchara. La Carcajada,. La mosca blanca, La caza del gallo, El Jorobado, y multitud de comedias y dramas, atestiguan esta verdad; hoy nuestro compatriota está olvidado, sin permitirse una queja " Pasemos á hacer revista de los demás espectáculos de aquellos meses finales de 1875. En ese año los jacalones fueron á dar con sus tablas en la Alameda, habiendo sido el más famoso el que se llamó de la Zarzuela, propiedad del Empresario Portilla, y campo de ovaciones de Poyo, Arteaga, la Paliza, Caritina Delgado, Areu y otros, entre ellos la bella gimnasta Miss Eonina. Ese local, y el llamado ' 'Tívoli de .Hidalgo," á la izquierda de la glorieta principal, con su cocina dirigida por Donizetti, fueron los sitios de recreo y provecho preferidos por el alegre público de las fiestas tradicionales de Noviembre. A disputarles utilidades se presentó el Empresario Delhanty, con su jacalón llamado de " N o v e d a d e s , " mientras el tristemente célebre teatro de América, en el ex-Seminario, veíase, como de costumbre, favorecido por la gente de trueno. E n ese fin de año se levantó un nuevo palacio de Exposición Municipal en la amplia avenida que frente á Corpus Christi queda: "pobre, muy pobre está nuestra Exposición, dijo El Monitor, y al examinar aquellas mesas tenemos que confesar que nuestra industria, faltando protección, comercio y ri-
queza, aparece como descarnado esqueleto encerrado en esa jaula de vidrio que Euis Malanco llama Palacio de la Industria: lo más notable es el jardín que sirve para exposición de plantas: las hay allí muy raras y exquisitas, y sólo las presentadas por el propietario del jardín de San Francisco valen siete mil pesos." Con un completo buen éxito en aplausos y en entradas, en la noche del sábado 25 de Diciembre se estrenó en Arbeu la Compañía de Opera Bufa francesa del Empresario Chizzola, con un buen personal femenino en que figuraban Coralie, Geoffroy, Florence, Duparc, Marie Nardynn, Eucie Faye, y la Nelcy, Noe, Deriberpré, Rodun, Curau, Hartmann, Engelberg, Vaudelet, Sauret, Gomer, Quercy y otras varias, como ellas, de segundas ó terceras filas, pero casi todas guapas ó al menos vistosas, y alegres y amables para con sus admiradores. E l estreno de la Compañía se hizo con Madame VArchiduc dejando m u y complacida á la selecta concurrencia, en la que se encontraron las familias Cortina, Sanromán, Eabadie, Torres Adalid, Guzmán, Iturbe, Fernández del Castillo, Carmona, Buch, Lizardi, García Teruel, Goríbar, Camacho, Terreros, Mier y Celis, Alvarez Rui, Cervantes, Watson y Bornéque. A Madame UArchiduc siguieron La Filie de Madame Angot, en la que la Deriberpré y Grazzini bailaron con mucho chiste de brincos y estiramientos de nariz, la Fncassée, y La Gran Duquesa, en la que estuvo encantadora la Duparc, haciendo el papel de Wanda: mucho agradaron también la bella, elegante y graciosa Nardynn, y la buena actriz de carácter, la Faye. El tenor Quercy, algo entrado en años, parece haber tenido buena figura y buena voz: el excelente cómico Duplan, siguió agradando lo mismo que había agradado en la temporada de la Aimée. La opereta de Lecocq Girojlé Girojlá, montada con mucho lujo y vistosa variedad de trajes, agradó muchísimo: la Geoffroy, Duplan y Quercy, que desempeñaban los protagonistas, dieron vuelo á la desmedida licencia á que el espinoso argumento se prestaba. E n esto, entró el año de 1876, y en su primera semana de Enero, el público aplaudió en Le Canard á trois bees, á la bella rubia Geoffroy en su graciosa imitación del cacareo de una gallina y en otros números de esa semi-escandalosa opereta. E n la noche del 6 fué cantada La Jolie Parfumeuse, más cínica aún que aquella, sin que el elegante y numeroso público dejase de aplaudir á la traviesa Geoffroy, al gracioso Duplan, al malicioso Quercy y á la simpática Nardynn, sumamente linda con su traje de hombre. En el beneficio de la actriz últimamente nombrada, se dieron las operetas Madame Bertrán y Mademoiselle Rabón y Bagatelle, en la que lucieron mucho M. Schmidt, actor muy gracioso; el tenor Ludovic, que cantó una tierna romanza; la Duparc, que leyó, con deliciosa coquetería una carta de un primo una prima; Darcy, que se hizo aplaudir en una canción originalísi-
ma, y á la beneficiada, que hizo un precioso pollo de diez y ocho años. Le timbale d'Argent, Le Petit Faust, Levoyageen Chine, frenéticamente aplaudido, y numerosas repeticiones, mantuvieron lleno el teatro en todo el mes de Enero y su siguiente Febrero, que en su dia 3 vió el beneficio de la Geoffroy; en esa función se cantó Giroflé Giroflé; al presentarse la protagonista, hízosele una piramidal ovación, que la obligó á llorar y á desmayarse de ternura y de emoción, de la que se repuso con muchos y valiosos obsequios, entre ellos coronas con onzas de oro, estuches con alhajas, flores en canastillas de filigrana de plata, y otros presentes de valor efectivo. Después, la Geoffroy cantó, en mediano español, la Paloma; al terminar la función, espléndida en aplausos y en pesetas, ' 'los amigos de la artista, dice un periódico, provistos de una música de viento, la esperaron á la puerta del teatro para acompañarla hasta el Hotel de Iturbide, en donde la obsequiaron con espléndida cena; la Geoffroy iba en una carretela tirada por seis frísones negros, y seguida por una multitud que gritaba vivas y corría, procurando ganar en velocidad á los frísones." Le timbale d'Argent, La Princesse de Trebizonde y Le voyage en Chine, esta última el lunes 7 de Febrero, con el carácter de beneficio de Duplan y de despedida, fueron las últimas funciones dadas en México por aquella Compañía de Chizzola, tan grata al público como provechosa para su empresario. Para hablar de una vez de esa corta temporada de opereta francesa, hemos avanzado en tiempo, casi lo mismo que debemos retroceder para decir que el jueves 30 de Diciembre de 1875, cinco días después del estreno de la Compañía Bufa, hizo Guasp, el del drama Los Maurel, original de Roberto Esteva, quien con su composición alcanzó un ruidoso y merecido triunfo. Según un experto crítico y buen literato que me comunicó sus juicios é impresiones de aquella campaña de Enrique Guasp, de que n o fui testigo, lo que una vez más repito para hacer ver mi imparcialidad, el drama de Roberto Esteva fué lo mejor que en obras mexicanas dió el actor-empresario: bien concebido el asunto, lógicamente desarrollado, perfectamente contenidos los caracteres, el drama era verdaderamente real, é incluía Tina lección práctica y útil. Como la obra abundaba en méritos, los actores se posesionaron fácilmente de unos papeles en que no había fingimiento ni convencionalismo, y Enrique Guasp, y Concha Padilla, y la Servín y Martínez, Eoscos y Freire, trabajaron con mucho acierto é inspiración. E l martes n de Enero de 1876, la Compañía Guasp estrenó el drama Hasta el Cielo, de José Peón Contreras, que agradó mucho por su bella versificación y su corte caballeresco; el autor fué muy aplaudido en esa y en las siguientes representaciones de su drama, que no conozco, y con el cual dió principio á una larga serie de ruidosos triunfos.
Mientras hacemos reseña de ellos digamos algo de los demás espectáculos en general; en el favorecido jacalón de la zarzuela, con sus pretensiones de teatro serio, María Pagliari cantó Las Hijas de Eva, y la tiple Francisca Carmona, recién venida de la Habana y de Tabasco, lució en la Gallina Ciega su agradable figura, su elegancia y buen gusto, y su voz sonora y argentina; el empresario, dicen que hizo muy buenas adquisiciones con el tenor Rafael Rodríguez y el bajo Tomás del mismo apellido. A mediados de Enero, el jacalón de Portilla estaba en todo su auge y pasaba por uno de los más decentes en su clase. F u é notable en ese tiempo una tertulia del Casino Español, en la que tocaron un potpourri de Hugonotes, José Avilés y Eduardo Tijera; desempeñaron el juguete cómico ¿Silva ó aplauso? Euz Urbina, Rafael Rafols y Francisco Noriega; cantó una cavatina de El Barbero, Euisa Rodríguez; ejecutó una fantasía de Sonámbala, la niña Manolita Cerro; Teresa Tijera y José Avilés, interpretaron un capricho de Don Pascual; se puso en escena una pieza de Víctor Rodríguez, intitulada Un negocio, tomando parte en ella Paz y Dolores Arcipreste, y Emilio Tijera, Fernando Rafols y Francisco Noriega; cantó Antonia Noriega una cavatina de Lucia; tocó Isabel Bustillos la paráfrasis del Miserere, compuesta por Gotschalk; José María González dió á conocer el aria de barítono de La Baronesa de Youx, composición de Manuel Covarrubias; y finalizó la tertulia con la pieza de Gaspar, No lo quiero saber, desempeñada por Euz Urbina y Emilio y Eduardo Tijera, bajo la dirección de Carlos Daza. Una mala representación de un peor arreglo de Hamlet; frecuentes repeticiones de obras del repertorio español, y los estrenos de El sacrificio de la vida, drama de Peón Contreras, y de El pan de cada dia, de José Rosas, fueron las novedades que ofreció el Teatro Principal en las últimas semanas en que aun se encontraba en la Capital la Compañía Chizzola; de la obra de Peón Contreras, El Monitor dijo: 11 El sacrificio de la vida es un drama caballeresco de una acción muy rápida, apenas iniciada; el ilustrado autor de esta obra es uno de nuestros mejores poetas dramáticos, y quizás en sus demás dramas corregirá los defectos que se advierten en los primeros, quizás diseñe mejor el carácter de sus personajes, quizás afronte las cuestiones sociales, y no sólo nos haga conocer un episodio histórico ó una bonita novela, sino que apunte alguna gran lección moral, con el tino que su talento hace esperar; El sacrificio de la vida tiene actos sumamente coitos, uno de sus principales personajes no fija un tipo determinado; obras mucho mejores se deben esperar del genio y de la aptitud del Sr. P e ó n . " Ea comedia de Rosas, El pan de cada día era un bonito cuadro de costumbres, con bellos tipos tomados del natural, y con aquella ver-
sificación supremamente dulce y melodiosa, que siempre distinguió al nunca bastante llorado poeta José Rosas Moreno. T a n t o éste como Peón, fueron muy aclamados por el público del Principal, que se redujo bastante en número mientras en México permaneció la Geoffroy.
CAPITULO X X
1876. E n el mes de Enero de 1876 surgió la temible revolución que se denominó de Tuxtepec, y debía durar todo el año hasta producir la caída del Presidente D. Sebastián Eerdo de Tejada. E n 14 de Enero y firmada en Guanajuato, apareció una proclama del Gral. Donato Guerra, que daba á conocer un plan suscrito por el Gral. Porfirio Díaz, en Diciembre de 1875, é invitaba á los mexicanos á secundarle en todas sus partes como único recurso regenerador de las libertades y garantías públicas. Proclama y plan se juzgaron apócrifos, porque ni se sabía que el Gral. Díaz estuviese en la República, ni constaba que Donato Guerra hubiese pasado por Guanajuato, donde firmaba su proclama. E l dicho plan reconocía como supremas leyes la Constitución de 1857 y stis reformas y adiciones de 1873 y 1874, y pedía el mismo carácter para la no-reelección de Presidente de la República y de gobernadores de los Estados. E n el art. 3? se desconocía á Lerdo de Tejada y á todos los funcionarios y empleados puestos por él, así como á los nombrados en las elecciones de Junio de 1874: sólo se exceptuaba á aquéllos que se adhiriesen al plan. El 5° y siguientes artículos prescribían que se procediese á nuevas elecciones, debiendo, mientras ellas se verificasen, ejercer el Poder Ejecutivo el ciudadano al cual favoreciesen con mayoría de votos los gobernadores de los Estados, y el primer deber del Congreso sería consumar la reforma de la no-reelección, garantizar la independencia délos Municipios y organizar políticamente el Distrito Federal. Quienes directa ó indirectamente cooperasen al sostenimiento de Lerdo, serían responsables personal y pecuniariamente de cuantos perjuicios causasen, y los generales, jefes y oficiales que oportunamente secundasen el plan, serían reconocidos en sus empleos, grados y condecoraciones. La proclama, suscrita con el nombre del Gral. Guerra, reproducía los cargos que el preámbulo del plan formulaba contra Ler-
do, acusándolo de actos escandalosos para preparar su reelección, para pisotear la soberanía de los Estados, para corromper al Ejército obligándole á servir á sus maquinaciones, y para aletargar á los pueblos haciéndoles creer que la paz es la servidumbre. Uno y otro documentos clamaban contra el favoritismo; contra la acumulación de sueldos en una misma persona; contra la creación del Senado, que importaba el veto á todas las leyes; contra la ley del Timbre, que no servía sino para extorsionar á los pueblos; contra las concesiones, monopolios y privilegios otorgados á empresas extranjeras; contra el reconocimiento de la Deuda inglesa; y contra el uso de facultades extraordinarias y suspensiónde garantías, decretado para hacer de las elecciones una farsa criminal. No cumple á mi modesto libro pintar cómo aquel movimiento revolucionario se extendió, con brevedad de tiempo, de Oaxaca á Jalisco, á Michoacán, á Tamaulipas y á otros puntos, sembrando en todos proclamas, planes, pronunciamientos, estados de sitio y demostraciones de guerra. La excitación de los ánimos se comunicó aun á lo que más lejos estaba de aquella contienda formidable; los mismos escritores y literatos no 'pudieron librarse de aquella infección de odios, y mientras el Liceo Hidalgo daba de mano á las musas de su incumbencia, para discutir sobre espiritismo y economía política, contra la Sociedad literaria Gorostisa creaban los poetas del Principal la Sociedad Alarcán, para alzar á sus poetas sobre los poetas de aquella y formar al primer actor del Principal y al autor de las aplaudidas obras Hasta el cielo y El sacrificio de la vida, una atmósfera más favorable que la que creían tener entre los más viejos literatos: la Sociedad Gorostiza contaba con Altamirano, el Maestro querido; Monroy, Rosas, Peredo, Guillermo Prieto, Sierra, Ortiz y otros escritores no menos acreditados y distinguidos: la Sociedad Alarcón tenía por centro y jefes á Esteva, Peón Contreras y el periodista habanero José Martí. La Sociedad Gorostiza llevó, sin embargo, sus deseos de conciliación al grado de expedir nombramiento de socios á sus contrarios Esteva, Peón Contreras, Martí y Baz; pero éstos declinaron ese honor é hicieron publicar sus renuncias en los periódicos que les eran afectos. No quiero discutir sobre este incidente de desavenencias literarias, en primer lugar porque no fui ni actor ni siquiera testigo en ello, y en segundo porque mis lazos de afecto con los socios del grupo Gorostiza podrían hacerme aparecer como poco impárcial. Hagámonos, pues, á un lado, y continuemos ó por mejor decir reanudemos nuestra revista, tocando así como al paso y como muestra de la perversión del buen gusto, la popularidad y el provecho de un teatrillo del género jacalón, que, con el nombre de El Olimpo, vivió largo tiempo en la Alameda, rivalizando con los de la Zarzuela y
sificación supremamente dulce y melodiosa, que siempre distinguió al nunca bastante llorado poeta José Rosas Moreno. T a n t o éste como Peón, fueron muy aclamados por el público del Principal, que se redujo bastante en número mientras en México permaneció la Geoffroy.
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1876. E n el mes de Enero de 1876 surgió la temible revolución que se denominó de Tuxtepec, y debía durar todo el año hasta producir la caída del Presidente D. Sebastián Eerdo de Tejada. E n 14 de Enero y firmada en Guanajuato, apareció una proclama del Gral. Donato Guerra, que daba á conocer un plan suscrito por el Gral. Porfirio Díaz, en Diciembre de 1875, é invitaba á los mexicanos á secundarle en todas sus partes como único recurso regenerador de las libertades y garantías públicas. Proclama y plan se juzgaron apócrifos, porque ni se sabía que el Gral. Díaz estuviese en la República, ni constaba que Donato Guerra hubiese pasado por Guanajuato, donde firmaba su proclama. E l dicho plan reconocía como supremas leyes la Constitución de 1857 y sus reformas y adiciones de 1873 y 1874, y pedía el mismo carácter para la no-reelección de Presidente de la República y de gobernadores de los Estados. E n el art. 3? se desconocía á Lerdo de Tejada y á todos los funcionarios y empleados puestos por él, así como á los nombrados en las elecciones de Junio de 1874: sólo se exceptuaba á aquéllos que se adhiriesen al plan. El 5° y siguientes artículos prescribían que se procediese á nuevas elecciones, debiendo, mientras ellas se verificasen, ejercer el Poder Ejecutivo el ciudadano al cual favoreciesen con mayoría de votos los gobernadores de los Estados, y el primer deber del Congreso sería consumar la reforma de la no-reelección, garantizar la independencia délos Municipios y organizar políticamente el Distrito Federal. Quienes directa ó indirectamente cooperasen al sostenimiento de Lerdo, serían responsables personal y pecuniariamente de cuantos perjuicios causasen, y los generales, jefes y oficiales que oportunamente secundasen el plan, serían reconocidos en sus empleos, grados y condecoraciones. La proclama, suscrita con el nombre del Gral. Guerra, reproducía los cargos que el preámbulo del plan formulaba contra Ler-
do, acusándolo de actos escandalosos para preparar su reelección, para pisotear la soberanía de los Estados, para corromper al Ejército obligándole á servir á sus maquinaciones, y para aletargar á los pueblos haciéndoles creer que la paz es la servidumbre. Uno y otro documentos clamaban contra el favoritismo; contra la acumulación de sueldos en una misma persona; contra la creación del Senado, que importaba el veto á todas las leyes; contra la ley del Timbre, que no servía sino para extorsionar á los pueblos; contra las concesiones, monopolios y privilegios otorgados á empresas extranjeras; contra el reconocimiento de la Deuda inglesa; y contra el uso de facultades extraordinarias y suspensiónde garantías, decretado para hacer de las elecciones una farsa criminal. No cumple á mi modesto libro pintar cómo aquel movimiento revolucionario se extendió, con brevedad de tiempo, de Oaxaca á Jalisco, á Michoacán, á Tamaulipas y á otros puntos, sembrando en todos proclamas, planes, pronunciamientos, estados de sitio y demostraciones de guerra. La excitación de los ánimos se comunicó aun á lo que más lejos estaba de aquella contienda formidable; los mismos escritores y literatos no 'pudieron librarse de aquella infección de odios, y mientras el Liceo Hidalgo daba de mano á las musas de su incumbencia, para discutir sobre espiritismo y economía política, contra la Sociedad literaria Gorostisa creaban los poetas del Principal la Sociedad Alarcán, para alzar á sus poetas sobre los poetas de aquella y formar al primer actor del Principal y al autor de las aplaudidas obras Hasta el cielo y El sacrificio de la vida, una atmósfera más favorable que la que creían tener entre los más viejos literatos: la Sociedad Gorostiza contaba con Altamirano, el Maestro querido; Monroy, Rosas, Peredo, Guillermo Prieto, Sierra, Ortiz y otros escritores no menos acreditados y distinguidos: la Sociedad Alarcón tenía por centro y jefes á Esteva, Peón Contreras y el periodista habanero José Martí. La Sociedad Gorostiza llevó, sin embargo, sus deseos de conciliación al grado de expedir nombramiento de socios á sus contrarios Esteva, Peón Contreras, Martí y Baz; pero éstos declinaron ese honor é hicieron publicar sus renuncias en los periódicos que les eran afectos. No quiero discutir sobre este incidente de desavenencias literarias, en primer lugar porque no fui ni actor ni siquiera testigo en ello, y en segundo porque mis lazos de afecto con los socios del grupo Gorostiza podrían hacerme aparecer como poco impárcial. Hagámonos, pues, á un lado, y continuemos ó por mejor decir reanudemos nuestra revista, tocando así como al paso y como muestra de la perversión del buen gusto, la popularidad y el provecho de un teatrillo del género jacalón, que, con el nombre de El Olimpo, vivió largo tiempo en la Alameda, rivalizando con los de la Zarzuela y
de Novedades, y del cual un periódico decía: "Allí el can-cán llega á lo increíble; los gritos, las vociferaciones y las obscenidades alcanzan un grado culminante; noche á noche el público y los actores arman zambras colosales, y aquello, más que teatro, es una orgía de la escena, en que despliegan sus indecencias unas Venus de cera de Campeche y unos Apolos y Júpiter de papel de estraza." E l n de Febrero, y en el Nacional, cantó la Norma una Compañía á cuyo frent e figuraba la Palmieri, artista que presentaba como credenciales de su mérito, periódicos italianos que la celebraban por sus campañas artísticas en la Scala de Milán, el San Carlos de Nápoles, el Fenice de Venecia y otros muy principales de aquella península. E n la misma ópera tomaron parte el tenor Palmieri, la joven Persiani y el baj o González. De sus méritos casi nadie pudo darse cuenta en esa representación, pues dice El Monitor: " l a concurrencia era escasa, el teatro estaba vacío, oscuro, horrible." E n el Principal fueron funciones notables aquellas en que se estrenaron el drama en un acto, de Peón Contreras, Gil González de Amia, y el ensayo dramático Marta, que en la noche del 5 de Marzo valió á su autor, Alberto Bianchi, muchos aplausos y llamadas á la escena. Pero donde se mantuvo firme el favor del público, fué en Arbeu, que ocupó, casi al retirarse la Compañía Chizzola, la de Zarzuela de Moreno y Villalonga. E n El Barberillo de Lavapiés estuvo, como de costumbre, deliciosa, Matilde Montañés, á quien secundaban en el variado repertorio Alejandro Castro, las simpáticas hermanas Pía y otros artistas tan aplaudidos y conocidos como éstos. En Hidalgo, y por ese mes de Marzo, trabajaba como primer actor y Director Manuel Estrada, quien dió el 5 su beneficio con el drama en tres actos Súllivan, el cuadro de circunstancias obra de autor mexicano, La leva, y el juguete cómico Lo que sobra á mi mujer. E l cuadro de circunstancias parece que agradó, pues hubo de repetirse en la función del 12, á beneficio esta vez del actor Francisco Neira. E l primer actor nacional Gerardo Eópez del Castillo, había ido á dar al llamado Teatro de los Autores, en el Baño del Jordán: donde el mismo 12 de Marzo puso en escena El Redentor del Mundo. E n Nuevo México, una Compañía Dramática, cuya formación no estimaron conveniente los periódicos fijar en letras de molde, representó el 19 el drama en cuatro cuadros, Santa Eulalia ó los Mártires de Roma. Al acercarse la Pascua pasó á Hidalgo el actor Félix Arteaga con Miguel Rodríguez Gabutti, Josefa García de Montañés, Eeona Paliza de Abaunza, Josefa Gabutti, A n g e l a García, Teodora Téllez Girón, María Paliza, Antonia Salgado, Cristina Gochicoa, Emilia Montañés, Agustín Campuzano y Santillán, José Ríos, Heras González y Francisco Gambino.
Manuel Estrada anunció que trabajaría los domingos en la tarde en el Nacional, con Rosa Flores, Soledad Castillo, Guadalupe Castillo, Felicitas y Nazaria San Martín, Euz Urbina, Dolores González, Martina Vázquez, Manuel Serrano, J u a n Zerecero, Amado Méndez, Bernardino Rodríguez, Benjamín Bonilla, Dionisio Morales, Francisco Neira y José Poyo. E l 16 de Abril, Domingo de Pascua, Enrique Guasp, dió en México, y en el Principal, la primera representación del drama de Echegaray, En el puño de la espada, en que estuvieron bien el director empresario y Concha y Magdalena Padilla y María de Jesús Servín. E l drama de Echegaray obtuvo grandes aplausos en esa noche y en todas sus repeticiones, que fueron numerosas. E n la noche del estreno, súpose, dice un periódico, " q u e la gran Compañía de Opera que debía traer á México la insigne artista Angela Peralta, ya no podría venir por haberle ocurrido á la famosa prima donna mexicana, una terrible desgracia: su esposo Eugenio Castera acababa de perder la razón , y de ser encerrado por prescripción médica en u n a ' 'casa de dement e s " de París." E l suceso era doblemente doloroso por el enfermo y por la pobre artista, que así se veía detenida en su carrera de triunfos, para convertirse en cuidadora de un paciente incurable. Aunque la noticia impresionó mucho á la selecta concurrencia, ésta, sigue diciendo el cronista, continuó escuchando con creciente interés el magnífico drama de D. José Echegaray, que la dejó muy complacida por su buen desempeño y por la propiedad con que le puso en escena Guasp, que para ella mandó pintar dos artísticas decoraciones. E n la misma fecha y ante un numeroso público, en Arbeu se cantó por primera vez en castellano, la opereta de Eecocq, Girojlé Girojlá, bien presentada y bien vestida y felizmente interpretada por Matilde Montañés, las hermanas Pía, Yáñez y Pedro Arcaraz. Para ésa temporada de Pascua, el teatro de San Felipe había sido pintado y decorado de nuevo, y estrenó unos espejitos ovalados, fijos en las puertas de los palcos, "espejos,—leo en un periódico,—de bastante tamaño para que pueda uno verse los dientes." También el Principal había estrenado una nueva techumbre de fierro acanalado, ya muy necesaria, pues la antigua de zinc tanto se había picado que en las noches de lluvia era indispensable abrir paraguas en el patio. E l 28 del mismo Abril, también fué cantada en el Nacional la opereta Girojlé, desempeñada allí por la Compañía infantil de las niñas Unda, ante escasísima concurrencia. Pero la función sensacional la dió el teatro de Nuevo México, que desde el primer día de Pascua fué ocupado por una Compañía Dramática, á cuyo frente se puso la distinguida actriz Mariquita Cañete que allí mismo y muchos años atrás, tantos y tan grandes triunfos consiguiera; en el reducido cuadro de la ya anciana pero siempre queB. H. T
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rida artista, figuraban la estudiosa dama joven Soledad Amat, y los actores Butanda, Montoya y Arsinas. E n la tarde del domingo 23 del repetido Abril, representó la Cañete el nuevo drama mexicano, escrito por Alberto G. Bianchi, y dividido en cuatro actos, denominado, Martirios del pueblo. El teatro estaba completamente lleno; era imposible que contuviese más espectadores, y las galerías especialmente, eran un mar que se agitaba esperando el prólogo del drama, cuyas escenas tanto prometían. En efecto,—El Monitor es el que habla,—"aquella era una candente pintura de la leva, el más odioso crimen de nuestros gobernantes. Hay allí una esposa á quien arrebatan, es decir, á quien plagian á su esposo; una hija á quien roban á su padre; una amante á quien arrancan á su prometido, para llevarlos á la matanza, después de haberlos humillado, después de haberlos hecho objeto de los más crueles tratamientos. ' ' Ea escena pasa en el hogar del infeliz artesano, que, apenas concluido su trabajo, va á llevarlo al mercado para procurar medicinas á su hija que agoniza. Pero la leva le sorprende en el camino, le plagian, y al cabo de pocos días, miéntras su hija expira en el lecho, presa del hambre y de las privaciones, él exhala su último suspiro en la batalla, á donde va á defender una opinión, una causa que no es la suya. " E l pueblo pobre presenciaba el desarrollo del drama con una agitación casi febril; se identificaba con las penas del infortunado obrero, lloraba con sus dolores, y también como él, lanzaba una imprecación de furor cuando palpaba más horribles, más desnudas, las injusticias sociales. Nosotros no habíamos visto nunca tanta excitación en el teatro; la fibra más delicada, más dolorosa, había sido tocada con rara habilidad entre aquella multitud que aun siente sus mejillas caldeadas por las lágrimas que le arrancó hace pocos días la leva, que aun teme caer en las garras de esa plaga, infortunio el más temido para el pobre. * " E l autor de la obra era llamado á la escena en medio de una especie de delirio, y era una cosa imponente volver la cara á las galerías y mirar cómo brillaban las lágrimas en los ojos, cómo resplandecía el entusiasmo en las frentes y cómo, en seguida, se dejaba venir como un tumbo del mar, un aplauso colosal, un viva frenético, que llevaba, al mismo tiempo que una terrible censura al gobierno, un triunfo espléndido al poeta dramático que presenta en la escena el corazón que aun sangra, la arteria que aun palpita, de esos desdichados, verdaderos parias de nuestra sociedad, que van á ser sacrificados en los campos de la impía guerra civil, para saciar ambiciones, sólo ambiciones de partidos funestos á nuestra patria. Cada entreacto era un nuevo triunfo para el autor; vivas, dianas, aplausos, le llamaban á la escena y oía"hse gritos ahogados por la emoción y frases entrecortadas por las lágrimas.
" E n una de las escenas de la obra, tiene que salir un policía; apenas vislumbró el auditorio el odioso uniforme gris, cuando un silbido espantoso le acogió; todos pedían que se retirase de la escena, y es que aquellos espectadores sentían con la acción del drama, se habían transladado á la miserable bohardilla, teatro de la situación, y allí vivían, y allí pensaban, y allí sentían sus dolores, ignorados casi siempre, pero casi siempre inmensos." Por esos días la situación política habíase agravado en extremo: la mitad de la República era presa de voraz revolución, y muchas páginas habríamos de emplear tan sólo para hacer sucinto resumen de los millares de pronunciamientos que registra la historia de esos tristes días, en los que para colmo de confusión aun el mismo Siglo Diez y NueveI redactado por antiguos partidarios del Sr. Eerdo, se cambió en contra de él, haciéndole terrible y vigorosa oposición. Fijándonos únicamente en nombres de los más conocidos, hallamos que hacían armas contra el Presidente, ó contra él expedían incendiarias proclamas, Negrete, Fidencio Hernández, Donato Guerra, Pedro Galván, Hermenegildo Carrillo, Teodosio Canto, Sostenes Rocha, José M. Coutolenne, Treviño, Naranjo, Toledo, Quijano y el Gral. Porfirio Díaz, que, cuando menos se esperaba, apareció en Tamaulipas, dando su firma al plan de Palo Blanco. Ea acción del cerro del Jazmín, ganada el 18 de Febrero por el Gral. Alatorre; la de Teocaltiche, en que fueron dispersadas las fuerzas de Donato Guerra; la de Coyuca, perdida por Coutolenne, y otras y otras muchas contrarias á los pronunciados, ningún resultado práctico para la paz producían, y los caudillos aquí derrotados volvían á presentarse allá, más fuertes y más firmes que antes, sin que les atemorizase la repetida, casi diaria, declaración del estado de sitio de la mayor parte de las entidades federales: la intranquilidad, la alarma, la inseguridad, fueron comunes y corrientes, y las comunicaciones de la Capital con el exterior se hicieron difíciles, porque numerosas partidas se situaron en la línea del ferrocarril de Veracruz, estorbando la marcha de los trenes, asaltando á muchos de ellos, y causando perjuicios en la vía. D. Sebastián Lerdo quiso, tarde ya, reconstituir su viejo partido ó formar uno nuevo, pero no consiguió dar cima á su empeño, porque nadie tenía ya fe en él, y los mismos que años atrás habían expuesto por él vidas y haciendas, le aconsejaban despectivamente que desistiese de su reelección y se confesase derrotado. Su administración, verdaderamente honrada, que hubo de comenzar solicitando un préstamo de quinientos mil pesos para salvar la falta de recursos en la Tesorería al morir el benemérito Juárez, que apenas había podido ir cumpliendo sus compromisos y rescatando diversas rentas, n o contaba con elementos para hacer f r e n t e á aquella tempestad revolucionaria, y comenzando por retardar ó disminuir quincenas, hu-
bo de seguir con imponer contribuciones, que eran mal recibidas y peor pagadas por los causantes, para venir á dar en pedir las siempre odiosas facultades extraordinarias que el Congreso le otorgó en 18 de Abril, después de baber oído un notable discurso, en contra de la política del Gobierno, pronunciado por un su antiguo partidario, el Sr. D. Alfonso Lancáster Jones, de cuyos argumentos se valió la prensa oposicionista para exagerar los cargos y ataques que formulando y librando venía contra la administración, sin darle un minuto de reposo y sin perdonar crudeza alguna. En tales momentos de general descontento, dióse la mentada representación del drama de Alberto Biancbi, quien era á la vez uno de los redactores del Monitor, uno de los periódicos oposicionistas más cáusticos y más leídos. El Gobernador del Distrito, D. Joaquín Othón Pérez, estimó peligrosa la tal representación, y suponiéndola encaminada á promover un movimiento sedicioso en la Capital, se apoderó de la persona de Biancbi y dió con ella en las mismas cárceles en que había ya alojado, por supuestos delitos de prensa, al distinguido periodista Ireneo Paz y al Sr. D. Manuel Blanco. Dicen, quienes tienen motivo para estar en pormenores de la política de esos días, que D. Sebastián Lerdo de Tejada no fué el autor y disponedor del encarcelamiento de Alberto Bianchi; pero pues no lo remedió una vez hecho, necesariamente resulta responsable de un acto que no podía conducir sino al más completo desprestigio del Gobierno. El escándalo fué magno. Ea prensa oposicionista declamó en todos los tonos contra semejante arbitrariedad, que sólo en el miedo de las autoridades podía creerse justificada, pues ningún acto público de la muchedumbre significó que el drama de Bianchi hubiese excitado á la rebelión. Por el contrario, repetida la obra en la tarde del domingo 30 del mismo Abril, el Gobernador del Distrito llenó de agentes de policía todo el teatro, situándolos en la entrada, en el patio, en las galerías, en el escenario, y sin embargo de que la presencia de los aborrecidos grises pudo haber causado algún conflicto entre ellos y los más incultos espectadores, ningún incidente lamentable ocurrió, á pesar de la excitación del público en ciertos pasajes. Acababan las representaciones y la multitud se retiraba tranquilamente á sus domicilios, sin ningún impulso bélico manifiesto. La prensa se apoderó del asunto, tratándole con buen juicio, distinguiéndose entre todos sus órganos el tremendo Ahuizote, que exclamaba: ' '¿Puede el Gobierno legalmente proceder, como lo está haciendo, contra los escritores públicos? La famosa ley de facultades extraordinarias, no suspende la garantía que otorga la Constitución en su art. 70, y en consecuencia, debe existir la más absoluta libertad de imprenta, sin otras restricciones que las que sefiala el mismo artículo constitucional. ¿Los escritos de Alberto Bianchi son sedicio-
sos? Que se denuncien entonces conforme á la ley de imprenta, y que el escritor comparezca ante el Jurado popular, el cual declarará su culpabilidad ó inocencia. Pero proceder á su prisión y darle innecesariamente el tormento de la incomunicación, es apartarse por completo del principio constitucional, es barrenar la ley, es cometer un odioso atentado, es, en fin, un acto de detestable tiranía. Lo que se dice con respecto al escritor, se refiere también al autor dramático, supuesto que la ley misma rige en ambos casos el procedimiento. No sabemos qué es lo qué pueda contestarse á estas legales razones, pero si se dice que no se procede contra Bianchi como escritor ó como autor de un drama, sino como conspirador ó como revolucionario, se le calumnia infamemente, porque nadie puede decir ni menos probar, que Alberto Bianchi se ocupe de negocios revolucionarios. " N o nos extrafia en verdad el procedimiento del poder; ya lo hemos dicho en otra ocasión; de él esperamos todo lo mezquino, todo lo ruin, todo lo vulgar; lo que nos lastima profundamente es que la prisión del joven Bianchi haya sido, si no aconsejada, indicada al menos por un periódico oficioso, que consignó una denuncia, ajustándose el odioso traje gris. Sensible es que un periódico haya procurado el mal de un colega tan apreciable como él Sr. Bianchi. Pero no pedimos gracia para éste, sino justicia: si ha infringido la ley, que se le juzgue, pero conforme á ella, por el Jurado popular." No fué menos enérgico El Siglo XIX, que desde en vida de D. Benito Juárez había sido el paladín y mantenedor del lerdismo. H é a q u í como se expresaba: ' ' Pudiera sostenerse con hechos que en punto á garantías individuales no estamos peor que en tiempo del Imperio, pero debe decirse que cuando menos estamos iguales. Es bien triste que después de tanta sangre, exista la misma cosa con diferentes nombres; antes teníamos el gobierno personal y el cesarismo con el nombre de Imperio, y el gobernante se llamaba Maximiliano: hoy tenemos el gobierno personal y el cesarismo con el nombre de República, y el gobernante se llama Lerdo. Comparando nuestra condición presente con la del Imperio, resulta que no presenta ventajas lo que hoy sucede; hoy se fusila sin forma de juicio, y se lleva el desprecio á la vida humana á un grado inconcebible; la libertad individual está á la merced de cualquiera, como lo acredita el reciente caso del Sr. Bianchi; la propiedad no merece mayores respetos, y, con pretexto de contribuciones, multas arbitrarias impuestas por jefes militares, requisiciones, etc., todos disponen de la propiedad menos los dueños. ¿ H a y más respeto á las garantías individuales que en la época del Imperio ? La diferencia única es, que en el tiempo del Imperio había franqueza, en tanto que hoy estamos sujetos á un^régimen arbitrario que se encubre con las palabras de Constitución y República." El Siglo, perdidos por completo los estribos, llegó á insultar al Sr.
Lerdo con el siguiente vejamen, que demuestra hasta qué grado había perdido su popularidad y su prestigio el Presidente: '' E s seguro que si el Sr. Lerdo supiera que al día siguiente de un atentado en que abusa de la fuerza pública, se le exigía una satisfacción como caballero, no haría lo que hace; de manera que procede con toda impunidad " " Si el Sr. Lerdo quiere ser respetado, sea justiciero y no se entregue á venganzas tan mezquinas como las que ha ejercido con Ireneo Paz y Alberto Bianchi. Si el Sr. Lerdo quiere ser respetado, comience por respetarse él mismo. Encarecemos, pues, al Sr. Lerdo la necesidad de que con sus acciones procure recobrar la respetabilidad que ha perdido completamente, á causa de su conducta. E l efecto de su conducta es tal, que el teatro Arbeu estuvo muy poco concurrido el viernes en la noche, porque supieron las señoras que había de asistir el Sr. Lerdo, y como se ha hecho tan odioso aun al bello sexo, por sus últimas mezquinas venganzas y horribles arbitrariedades, no queriendo tener el disgusto de verlo, dejaron de ir al espectáculo. Sentimos que el Sr. Lerdo esté tan aborrecido." Otro periódico daba así cuenta de lo acontecido, con motivo de la prisión de Bianchi, en la Sociedad literaria Gorostiza: '' Antes de anoche celebró sesión esta respetable Sociedad, la primera escuela de crítica dramática de la República y uno de los grandes centros literarios que con tanta justicia es reputado ya como uno de los planteles que ha fundado con gloria el arte dramático nacional. Después de manifestar la Secretaría que no se daba lectura al acta de la anterior, por hallarse en la cárcel el Sr. Bianchi, secretario de la Sociedad, hizo uso de la palabra el Sr. D. Ignacio M. Altamirano, tratando el asunto de la prisión escandalosa y arbitraria del Sr. Bianchi. E l Sr. Altamirano, en un discurso digno, enérgico, concienzudo, habló con detenimiento sobre lassagrádas prerrogativas del escritor, las inmunidades de la prensa y la libre emisión del pensamiento. Lamentó, pintando con rasgos sublimes de indignación patriótica, la degeneración, la tortura inquisitorial á q u e los poderes autoritarios intentaban reducir los sagrados fueros del escritor. Dijo, y con mucha razón, que él también había contribuido con su espada y con su pluma á quebrantar una vez por todas las cadenas del pensamiento, y que rechazaba con toda la indignación de su alma, todo cuanto tendiera á esclavizar la conciencia humana y hacer ilusorias las conquistas de la civilización. " E l discurso de Altamirano causó, como era de esperarse, una profunda sensación, terminando con proponerse eleve una solicitud al Señor Presidente de la República, á nombre de la ley, d é l a justicia y de las libertades de la prensa, no pidiéndole la libertad del Sr. Bianchi, sino limitándose á demandarle que haga se administre justicia á nuestro sacrificado compañero.
' ' Hablaron en seguida el señor Presidente de la Sociedad, los Sres. José María Vigil, Fructuoso López, J . Rafael Alvarez, Agustín F . Cuenca, Anaya y otras personas. Los Sres. J . Rafael Alvarez y Agustín F . Cuenca, se expresaron con dignidad, indignación y valentía, excitando á sus ilustrados compañeros á proceder en este asunto, del que dependen las garantías del escritor y de la sociedad, con la eficacia y prontitud que requiere. "Nosotros, en medio de las violencias, extravíos y desafueros de la autoridad, en medio de la indignación y vergüenza que nos causa el ver á algún periódico oficioso haciendo el triste papel de denunciante, nos sentimos satisfechos y orgullosos, porque al paso que los escritores son torturados en los calabozos, otros mil se levantan á ocupar sus puestos, manifestando así á la dictadura que no impunemente pueden los gobiernos despóticos atentar á las libertades del hombre y á la inviolable emisión del pensamiento." Días después, El Siglo daba así cuenta del asunto de la prisión de Alberto Bianchi: "Promovido el amparo contra la incomunicación en que se tenía al Sr. Bianchi, el Juez suspendió el acto reclamado, por constituir un tormento; el Sr. Bianchi fué trasladado á Belén, pero sólo se le permitió la comunicación con su familia. E s verdaderamente pequeño y mezquino lo que está pasando, es indigno, no ya de un gobierno, sino de un hombre que se respeta, cometer acciones como las que han tenido lugar con el Sr. Bianchi. Se le puso en prisión gubernativamente por una cuestión de imprenta; se le condenó á un año de cárcel en abuso de las facultades extraordinarias; se le encerró en un cuarto oscuro, fétido y próximo á las letrinas; se le incomunicó al extremo de impedir que un médico fuera á curarle; después de condenado, continuó el tormento de la incomunicación; el juez ordena que se le comunique, pero el Sr. Lerdo regatea todavía, y en desobediencia de la Justicia Federal sólo consiente que el Sr. Bianchi sea visto por su familia. ¿Qué nombre merecen todas estas acciones ante el Tribunal de los hombres honrados? ¡ Pequeñez sobre pequeñez, crueldad sobre crueldad! E l Sr. Lerdo satisface sus rencores y sus pasiones con los débiles; hace algunos días hemos explicado la conducta que observa con los revolucionarios á quienes teme." Mentira parece, si no es por aquello de Quos vultpérdere Júpiter.... que una inteligencia como la del Sr. Lerdo hubiese incidido en una tal torpeza como la de la prisión de Arberto Bianchi, y asombra, en verdad, que tal error cometiese quien como él permitía que la prensa le insultase y escarneciera con tan cruel libertad como se demuestra en las atroces invectivas que copiadas dejo.
CAPITULO X X I
1876 T a n improducen te resultó el famoso acuerdo de 2 de Setiembre anterior sobre protección á las artes teatrales, que precisamente en esos días en que tan agitados andaban los espíritus con lo ocurrido al autor de Martirios del Pueblo, dió el Conservatorio una función lírico dramática, la noche del 2 de Mayo de 1876, en su bonito teatro, en la cual, después de ocho números musicales, se representó el juguete cómico Como el pez en el agua, desempeñado por . . . . Concha Padilla y Enrique Guasp. En nueve meses de la fecha del tal acuerdo, la cátedra de Declamación, creada por D. Sebastián, no había producido sin duda ni un "mediano discípulo, puesto que el Conservatorio necesitaba ocurrir al primer actor y á la primera actriz de un teatro público para dar una representación en la elegante escena de la e x Universidad. E n ello ninguna culpa tuvo ciertamente Enrique Guasp á quien más de una vez vimos dar notabilísimas lecciones de declamación á elegantes aficionados capaces de aprovecharlas y seguirlas; el mal estuvo en el plan mismo del ponderado acuerdo de 2 de Setiembre, pues era de todo punto imposible que el director y primer actor de un teatro público y en plena actividad, y obligado á estudiar y á poner en escena cuantas comedias nuevas se le presentasen, pudiese tener tiempo para dar cátedra de declamación á pobres alumnos no ya digo sin genio artístico, sino sin siquiera medianas disposiciones. Para justificar el cobro, ( q u e no siempre pudo conseguir), de la exigua subvención de los trescientos pesos mensuales, el simpático actor español dió en la noche del 7 del citado Mayo, una nueva pieza del autor dramático á la moda, José Peón Contreras, intitulada La Hija del Rey, disponiendo de acuerdo con la Sociedad " A l a r c ó n " opuesta á la de " G o r o s t i z a , " una entusiasta ovación al distinguido poeta. " E o s amigos del Sr. Peón Contreras—dice el Monitor—dis' ' pusieron regalarle una plumá de oro y una corona, manifestación "sincera de cariño, á la que se unieron multitud de personas que tie' ' nen simpatías por el autor de La Hija del Rey. El teatro estaba conc u r r i d í s i m o , las bandas de música tocaban á porfía: sólo el adorno ' ' estaba desgraciado, y más bien parecía en toda su plenitud la Al"berca Pane en día de festividad de nadadores, y es que meterse á
" adornar ese jacalón equivale á cubrir de cintas y colgajos á una vie" j a . Grande fué el entusiasmo, nutridos los aplausos, entusiastas las "manifestaciones que recibió Peón Contreras; mas le faltaba el sup l i c i o de la ceremonia. Eevantóse, después de una espera de dos "horas, el telón: los actores, vestidos de trusa; los pajes, dueñas, ro" drigones y monjas; las damas con sus trajes del siglo X V I , y vad o s individuos eon arreos del siglo X I X , formaban un conjunto "abigarrado, haciéndose notar el matado en el drama, vivo, bueno y '' rollizo, empuñando una bandera que venía tan en armonía con los " t r a j e s de Felipe I I , como si á Hernán Cortés se le plantase un frac " d e Madaleno y Gardoqui. Sospechamos que en esta clase de cere" monias serían más oportunos los trajes de sala; por lo menós, esa " es la exigencia d e la moda. " N o era todo ese espectáculo de Circo Olímpico; faltaba el amar'' go cáliz de los discursos improvisados con ocho días de anticipa " c i ó n . No mentaremos nombres: un orador salió como deslumhrado " p o r la concurrencia, contúvosele la respiración, pronunció algunas "palabras y acabó cuando él mismo no lo esperaba. E l público co'' menzó á fatigarse con el principio del fiasco, cuando apareció otro " orador que después del primer arranque, se daba el placer de ent r e a c t o s de cinco minutos, pero no entre frase y frase, ni entre pa" labra y palabra, sino entre sílaba y sílaba, trayendo á nuestros re" cuerdos al poeta de El Barón de la Castaña. Habló en seguida de " l a salud de sus amistades, de cómo seguían de sus enfermedades, " olvidándose con estas preocupaciones de amistad del Sr. Peón Con" treras, que sudaba tinta ante la tormenta que levantaba el público. " Continuó el orador explicando un sistema solar, fijándose en el sol " d e Mayo y olvidando el de Junio y Julio, que tienen su mérito; " ocupóse en seguida de Yucatán. En esta cuestión de familia no "queremos meternos por ser delicadísima, concluyendo el orador con " un párrafo de gacetilla sobre ladrones y plagiarios, y con arrojar al " autor unos laureles que llevaba en una charola, y colocados sobre " un cojincito de raso azul muy bonito " Peón tomó la corona, la pluma y los laureles y dió gracias, en el " f o n d o del alma, de que la ceremonia se hubiese terminado." En uno de los breves descansos que á la Empresa daba el fecundísimo poeta yucateco, el Teatro Principal puso en escena en la noche del 18 un nuevo drama del inspirado y aplaudido autor de Los Maurel, el notable periodista y orador Roberto Esteva. No puedo, pues vuelvo á repetir que en esa época no me encontraba yo en la República, asentar aquí impresiones y críticas propias, buenas ó malas, y para llenar este vacío, continúo, como hasta aquí, sirviéndome de las impresiones y críticas de El Monitor Republicano, que me ha parecido el mejor informado y el más imparcial de los periódicos de esos días. B. H. T.—T. DI.—29
Según dicho periódico, la nueva obra de Roberto Esteva, que la llamó El hombre adúltero, tenía un asunto semejante á la muy célebre de Girar din, El suplicio de una mujer, y estaba tratado con talento, aunque con alguna inexperiencia, y una vez que su autor corrigiese algunos ligeros defectos, la producción resultaría muy digna de su predecesora Los Maurel: por entonces y en esa noche, El hombre adúltero no gustó. Según el mismo Monitor, tampoco fué más afortunado el nuevo drama de Peón Contreras, estrenado á mediados de Junio, con el título de Unamor de Hernán Cortés, de cuya obra dice el cronista en númerodel 18 de ese mes: " A pesar de lo bien prevenido que el público está para el autor que tan buen éxito ha tenido en sus anteriores dramas, recibió con frialdad este último, que, no obstante tener una bellísima versificación, adolece de grandes defectos. Además de estar adulterada la verdad histórica, gravísimo defecto en un drama de esta especie, el argumento, desprovisto de trama, es muy débil; tan sólo le sostienen los hermosos versos, con que el autor logró salvarse y arrancar aplausos. Creemos, como otras personas que han juzgado del drama, que sus defectos provienen de la rapidez con que el autor produce obras, sin embargo de lo cual, el Sr. Peón cada día revela más genio y más acertadas ideas." Temiendo el autor que estas y otras más acres censuras fuesen en parte dictadas por pasiones que no podían traducirse como hijas de noble emiúación, ó que en ella influyese la ofensa hecha á los escritores mexicanos por la demasiado franca claridad con que Guasp hizo constar en un documento impreso que las varias obras que para su representación se le habían remitido, no tenían méritos para alcanzar ese honor, Peón Contreras convino con el Director del P r i n cipal en dar una nueva comedia ó drama bajo el más riguroso incógnito. Para la función de la noche del 6 de Julio, los programas anunciaron el drama social Luchas de honra y amor, de autor no conocido. Como el público ignoraba las tramas y convenios de Peón y de Guasp, la curiosidad se excitó grandemente, y — habla El Monitor—"ya unos decían que el drama era de Vigil, otros de Altamirano, otros de Rivas, sin que nadie atinase con la verdad. Pero siempre Peón se hará reconocer por sus hermosos versos, por sus actos sumamente cortos y por su trama, bien arreglada, pero pequeña; por esto á la mitad del segundo acto para nadie era un misterio que el drama pertenecía al popular dramaturgo. En esta vez ha vuelto á hacerse notar la rapidez con que el autor trabaja sus dramas, y sus defectos están diciendo que el Sr. Peón necesita corregir su hermosa obra. " P o r otra parte, el problema social no está sino indicado, y ni se desenvuelve ni se resuelve sino de una manera muy violenta: las situaciones están casi únicamente diseñadas en todos los dramas de
Peón, quien hasta ahora nos ha presentado bellísimos bocetos, pero no buenos cuadros." En resumen, Luchas de honra y amor fué drama que no agradó como había agradado la generalidad de los dramas caballerescos de Peón Contrera? representados hasta entonces. Mas apresuremos nuestra narración antes de dar al traste con la paciencia de los lectores. En 12 de Marzo Moreno y Villalonga en Arbeu estrenaron la linda opereta El primer dia feliz, en la que estuvieron encantadoras Cristina Corro en traje de sacerdotisa india y Mátilde Montañés de amazona. En Nuevo México fué muy aplaudido el drama Misterios de la vida, del poeta mexicano Antonio Zavala, y el 14 se repitió con mucho éxito el arreglo escénico de Los Miserables, debido á Juan Mateos. El mismo día, en el Principal y en uno de los papeles del Suplicio de una mujer, se distinguió la pequeña actriz Ber0 t a Alonso, muy bella y revelando notables disposiciones para la escena. El 22 la "Sociedad Alianza," puso en Arbeu Flor de un día, muy felizmente interpretada por Carlos Escudero, Euz Urbina, Gabriela Peralta, María Argumosa y Carolina Poulet. En la tarde y noche del domingo anterior Amalia Gómez, retirada hacía algún tiempo de las tablas, anunció en el Nacional La Gran Duquesa, con la cual se despediría del público antes de salir para Europa: la tan aplaudida actriz casi tuvo vacío el teatro, lo cual impidió que fuese silbado el atroz desempeño de la obra famosísima, en la que Rosa Méndez tuvo á su cargo el papel de Wanda. Bien es verdad que la cosa no estaba para lujos ni para esperar que el público se animase, pues los ánimos y los bolsillos andaban mal, como que los empleados estaban sujetos á cuarta parte de sueldo, y tiempo les faltaba para hacer viajes á las casas de empeño, y los rencores gubernamentales habían llegado al extremo de que el Lic. D. Luis G. de la Sierra tuvo que esconderse para salvarse de la persecución que sobre él se desató por haberse atrevido á defender ante el Jurado á un hombre que mató al guarda de policía que quiso tomarle de leva; sobre esto escribió una sentida y enérgica carta la Srita. Virginia de la Sierra, hija del perseguido, remitiéndola para su publicación al artista distinguidísimo José M. Villasana, editor de El Ahuizote. Otra función notable de la "Sociedad Alianza," fué la que en 12 de Junio dió en Hidalgo, con la hermosa comedia Del dicho al hecho, á beneficio de Alberto Bianchi, que continuaba encerrado en Belem, en castigo de haber escrito sus Martirios del Pueblo. El 18 hizo un fiasco redondo en Arbeu El tributo de las cien doncellas, obra francesa bufa, de escabroso é indecente argumento: en cambio gustaron en extremo las zarzuelas El alma en un hilo, m u y bien interpretada por Yáñez y Castro, y la llamada Los kijos de la Costa, con tan agradable música como aquella. En otro genero de espectáculos no debo dejar sin cita el que de su persona dió el funesto á España D. Carlos de Borbón, que obligado
á salir del Norte de la Península, después de haberla ensangrentado durante cuatro años en competencia con los intitulados cantonales, tuvo la ocurrencia de presentarse en México, ignórase con qué fines y propósitos. De mediados de Mayo á fines de Junio el titulado Rey entre los suyos, llamó la atención de México en teatros, paseos y tertulias, logrando, por una incomprensible aberración del buen sentido mexicano, hacerse de moda y ser objeto de mil y un festejos. Como mi firme cariño á este país, no me permite calificar esa conducta con un personaje'tan horriblemente dañino para la madre patria, en la que fui testigo de los atroces procederes de ese jefe del más espantoso y bárbaro retroceso, me contraigo aquí á copiar de El Monitor lo que sigue: "Da sociedad mexicana, curiosa como todas las sociedades cultas, ha hecho de moda al descendiente de los Borbones que hoy resi- . de entre nosotros, pero en algunas de sus demostraciones parte de esa sociedad ha pasado los límites de la conveniencia. Cuando yo veo por las tardes esa reunión de necios que se agolpa á las puertas del Hotel de Iturbide al salir el Sr. Borbón; cuando veo allí tantos mendigos y tantos estúpidos, casi me avergüenzo, porque se me figura que nuestro huésped va á creer que se encuentra en un país de mentecatos y de pordioseros Cuando veo esa multitud que al tránsito del viajero se apiña en los teatros y en el paseo, me ruborizo pensando en la pobre opinión que podrá formarse de México ese caballero, á no reflexionar quiénes son esos que le miran como á un objeto raro, esos que imploran su caridad con tan humillante modo, y cuál la población verdaderamente ilustrada de este país tan digno de mejor suerte." Para colmo de lo estupendo, los principales republicanos, los más francos liberales, el Presidente de la República D. Sebastián Eerdo de Tejada al frente, hacían y se dejaban hacer visitas por aquel personaje, y nuestro querido amigo Ignacio Manuel Altamirano, el maestro que con su ejemplo nos había afirmado en nuestro amor al sistema liberal republicano, se convirtió en cicerone y en compañero de todas horas del hombre más antirrepublicano y antiliberal que en el mundo ha existido. Conducta tan extraña llamó la atención de los periódicos conservadores de México, y les hizo verter especies que dictaron á D. Enrique Chávarri, en El Monitor, las siguientes enérgicas censuras y protestas: " E a s atenciones y obsequios al Sr. Borbón empiezan á tomar otro rumbo muy diverso del de simple galantería, y con esa causa un periódico retrógrado insulta á nuestra sociedad, acusándola d e q u e ha corrido á arrojarseá las plantas de una persona que él llama Rey, y he pensado en seguida que la presencia de D. Carlos comienza á tomar extraña significación. La Voz de México se ha dejado decir que los republicanos se inclinan y humillan al
paso de ese señor. Poco caso hacemos de esa calumnia, tan ruin y tan villana como todo lo que estampa el periódico retrógrado. H a dicho también que la sociedad mexicana ha permitido que el príncipe se tome en todas partes el primer lugar. Sea de ello lo que fuere, su permanencia en las reuniones va tomando cierta significación ajena á nuestras costumbres republicanas. " Eos conservadores son los que cediendo á una alucinación insensata, han soñado, en presencia del Borbón, con despertar á los poquísimos partidarios de la monarquía que aun quedan entre nosotros como moscas desveladas: ellos son los que se han dado el consuelo de recibir á nuestros huésped bajo palio en Santa Brígida, y de ponerle á cada lado un monigote á modo de chambelán. Ellos son los que en un convite hicieron decir á D. José Joaquín Terrazas una poesía que comenzaba así:
" A . S. M. Ei, REY, CAREOS V I I DE
ESPAÑA.
'' ¡Saludo al Rey! al Rey cuya diadema ni opaca miro, ni en pedazos rota, épico Rey, que en su grandeza extrema " Y o , bardo oscuro, en ti la vista fija, cuando allá, tras el Atlántico luchabas, tuve con ansia insólita y prolija, siguiendo el paso á tus legiones bravas; y el poderoso estímulo que'aguija de la distancia quebrantar las trabas me impulsaba á la orilla que el mar bate, á sorprender el eco del combate. " Mas cuando al enemigo te presentas, como el sacre á las tórtolas ahuyentas. " T ú has derramado sangre; mas ¿qué importa si de ella limpio estás dentro del pecho, si al monstruo horrendo que impiedad aborta has hundido en las iras del despecho? "Primer Borbón que pisa el continente que el grande genovés mostrara á España,
y que llevando en ti prestigio ingente igualas el alcázar y cabana; México al albergarte dicha siente, en nueva luz el sol su frente bafía, y en son acorde sus opuéstos mares alzan sublimes épicos cantares.'' La muestra no tenía, á la verdad, nada de épico, y en cuanto á la verdad histórica, Chávarri observó con razón que " la presencia del viajero en México no probaba que las tórtolas alfonsinas hubieran sído ahuyentadas por el sacre carlista." La Voz publicó también otro brindis pronunciado en el mismo banquete, que terminaba así:— " Q u e vivan por muchos años felices Sus Majestades D. Carlos V I I de Borbón y de Este y D? Margarita de Borbón y Borbón: — Que viva España conservando su unidad'católica y gobernándola su legítimo Rey: — Qué viva la libertad, sí, señores, la libertad cristiana, porque según San Pablo, allí donde está el espíritu de Dios, allí está la verdadera libertad." Aquel ridículo saínete concluyó con una estrambótica carta fechada en 22 de Junio y dirigida á Altamirano, en que el pretendiente se daba el título de Rey legítimo de España y se despedía de México muy agradecido á la cordial acogida que aquí se le dispensó. El sábado 15 de Julio, en el Gran Teatro Nacional, y con el drama en cuatro actos María Juana ó las dos madres, y la pieza Esos son otros López, hizo su presentación en México la distinguida actriz española María Rodríguez, con entusiasta y merecido aplauso. Bella, inteligente é inspirada, supo en nuestro primer teatro conquistarse las simpatías y la admiración del público, como Se las conquistó en el Teatro del Príncipe ó Español de Madrid de 1853 á 1857, trabajando como primera dama al lado de la inmensámente grande actriz Teodora Lamadrid, y de los eminentes actores Joaquín Arjona, Julián Romea y Antonio Guzmán. En esa noche alcanzó aplausos y ovaciones que se repitieron, siempre con el mismo entusiasmo, en Los Soldados de Plomo, en L Hereu, en El Ramo de Flores, en No la hagas y no la temas, en El tejado de vidrio, en Angela, en La Campana de la Almudaina, en La bola de nieve, en Marcela ó cuál de los tres, en La Piedra de Toque, en Romper cadenas, en Sor Teresa, en María Antonieta, en Adriana Lecouvreur, en cuantas obras malas y buenas, antiguas y modernas, de costumbres ó de época, serias ó jocosas tomó parte la estimable actriz, por algunos llamada la Ristori española. Su Compañía, bastante débil, aunque no más que la del Principal, que no contaba con una actriz de los tamaños artísticos de la Rodríguez, la formaban, entre otros de menor valer, Galza, Baladía, Muñoz, la Amat, Estrada, y Palome-
ra, con los cuales dió, además de las citadas obras, las comedias de espectáculo El Anillo del Diablo, estrenada el martes 1? de Agosto; La Almoneda del Diablo y La Hija del Mar, en cuatro actos y veintiséis cuadros, cuyas decoraciones, obra del excelente escenógrafo Jesús Herrera, gustaron mucho. Eos partidarios del Principal, y sentimos que la imparcialidad por la cual nos guiamos nos obligue á decirlo, declararon una guerra poco caballerosa á la distinguidísima actriz María Rodríguez, cuyo innegable talento había sido consagrado en el Teatro Español de Madrid en una temporada de cinco años, consagración única de verdadera importancia para artistas, de esa nacionalidad, mérito que ninguno de sus malquerientes podía negar, y menos aún alegar cpe á s u vez le poseyesen. Ignoro quién induciría áello al distinguido artista Enrique Guasp, á quien conozco lo bastante para poder afirmar que en su recto corazón no tienen cabida las pasiones innobles. Pero lo cierto es que débiles complacencias le indujeron á permitir que en sus programas, y á propósito de las representaciones de L'Hereu, se tratase de sublevar el espíritu patriótico contra la actriz española, en favor de la actriz mexicana Concepción Padilla, que en el Principal desempeñaba el mismo papel que aquella en el Nacional, en la obra susodicha. Afortunadamente, el buen sentido del público no cayó en tan torpe red, y la prensa se puso en lo justo, diciendo El Monitorio que sigue: "Sabido es que Guasp y su Compañía quieren rivalizar con la Rodríguez: pues bien, mirando que la grán artista del Nacional ha sobresalido en VHereu, el Principal le anunció á su vez, al mismo tiempo que, no se sabe quién, circulaba el rumor de que la Compañía del de Vcrgara había preparado una silba á la actriz mexicana. El rumor resultó una calumnia y el público aplaudió el mérito de Concha, porque la verdad es que aunque no llega ála altura de la Rodríguez, la apreciable actriz del Principal tiene méritos que nos complacemos en reconocer. Ea Srita. Padilla no tiene, por supuesto, la culpa de ello; pero debe decirles á los que redactan los programas, que por Dios no la quieran tanto ó la quieran con talento." María Rodríguez tuvo bastante grandeza de alma para no darse por ofendida de tales pequeñeces, y atenta sólo á corresponder al afecto de su público, más inteligente que numeroso, no sólo puso todo su empeño en interpretar dramas y comedias de su repertorio con exquisita perfección, sino que sin hacer gala de ello, acogió y representó en su breve temporada de dos abonos, cinco producciones de escritores del país ó residentes en él. F u é una de éstas el drama social en tres actos y en prosa, escrito por Agustín F . Cuenca con el título de La Cadena de Hierro, estrenado en la noche del domingo 20 de Agosto, en la tercera función del segundo abono. Ea obra fué de la completa aprobación del público, que dispensó
á Cuenca una entusiasta y muy merecida ovación, apoyada y confirmada con los elogios unánimes de la prensa imparcial é ilustrada. Siete días después, la misma Compañía de la Rodríguez estrenó el drama en tres actos y en verso, Luisa Sigea, de que fué autor el distinguido literato y periodista Ildefonso Estrada y Zenea, galano y fácil versificador. En la noche del 3 de Setiembre, la obra del escritor mexicano representada por María Rodríguez, fué el drama en un acto y en verso, Un epilogo de amor, debido al inspirado y dulcísimo y popular poeta, honor del Parnaso nacional, Juan de Dios Peza, que fué magníficamente recibido como todo lo que su ingenio produce para recreo de cuantos le aman, que son cuantos sin envidia y sin predisposición leen sus bellas y sentidas poesías, reproducidas cual ningunas de otros autores, en multitud de ediciones americanas y europeas.
transcurso de dos meses cinco obras dramáticas de autores nacionales, de las cuales tres habían sido entregadas al director del teatro subvencionado para que se pusieran en escena, y después retiradas por los motivos que se quiera suponer, excepto el de renunciar á su ejecución, puesto que así lo acredita el hecho de haber sido representadas á petición de sus autores en el Teatro Nacional, y esto lo hizo sin que los autores dejasen de disfrutar el tanto por ciento convenido. Ea noble señora, sin la obligación tampoco de enseñar el arte dramático, aleccionó gratuitamente al joven mexicano D. Benito David, le asignó un sueldo y le incorporó á su Compañía; y téngase entendido que en la época actual en que se paga para que los discípulos de declamación del Conservatorio presenten al público sus trabajos, el único discípulo que tal cosa ha hecho, es el mencionado joven David, que en nada ha gravado el tesoro de la nación.
Pero donde mejor pudieron apreciarse las simpatías alcanzadas en México por la actriz española, fué en su función de beneficio, habida en la noche del martes 27 de Setiembre. En su descripción cedo la palabra al Siglo X I X , que publicó acerca de ese suceso teatral una extensa crónica de cuatro columnas, que extracto ó copio en lo que sigue: . '' Bella, instruida, inteligente y sensible, múltiples son las fases del talento de María Rodríguez; admirable la docilidad de su voz á todas las inflexiones de la pasión; maravilloso el poder de su gesto dramático, obediente á las conmociones que la estremecen y á la inspiración que la agita. En la comedia es la visión juvenil y encantadora, aérea, fugitiva, de dulcísimo acento y de expresiva mirada, que ríe bulliciosa y llora coquetamente, y riendo y llorando seduce y enamora. E n la tragedia se inspira, y con su palabra clara, sonora, poderosa; con su actitud escultórica, su mirada llena de resplandores y su ademán imponente, da forma, calor, palpitaciones y vida, movimiento y pasión, grandeza y gloria á las más atrevidas y espléndidas creaciones dramáticas. E s entonces la ex-sacerdotisa inspirada que conmueve hasta las lágrimas, que aterra basta el estupor, y que fanatiza hasta la locura. De ella dice Altamirano: "experimentamos una sensación grata al encontrarnos, como pocas veces nos ha sucedido, frente á frente del verdadero arte, del arte concienzudo, reflejo indudablemente de la naturaleza: la Sra. Rodríguez ha sabido encontrar el depósito del fuego sagrado."
" E n la noche del 27, el Gran Teatro, adornado con sencilla elegancia é iluminado con profusión, contenía lo más distinguido de México; ricas familias, hombres de Estado, periodistas, literatos, formaron la concurrencia, tan numerosa como inteligente. La Sociedad Fraternal Militar envió al pórtico del teatro sus Bandas militares, que allí tocaron sus mejores piezas, de las seis de la tarde á las nueve de la noche. '' Al comenzar la función y presentarse María Rodríguez, estalló un nutridísimo y muy prolongado aplauso; la orquesta ejecutó el Himno Nacional; más de trescientos ramilletes cubrieron el escenario, y una lluvia de versos inundó el teatro: fué aquella ovación el saludo del entusiasmo á una reina del arte, sentido y afectuoso, que emocionó visiblemente á la superior artista, objeto de tan elocuente tributo de admiración y cariño. E l desempeño de Adriana de Lecouvreur fué irreprochable, y la actriz estuvo arrebatadora y sublime en las más culminantes escenas. La muerte de Adriana fué interpretada no sólo artística sino científicamente, y el público electrizado aplaudió con locura, prorrumpió en bravos atronadores y llamó repetidas veces á la escena á aquella artista sublime, que empezando por conmoverle acabó por fanatizarle.
" T a m b i é n es acreedora á la gratitud del país, y pocas palabras bastarán para demostrarlo: la Sra. Rodríguez, sin que anteriormente hubiese recibido beneficio alguno, sin que las arcas del tesoro público auxiliasen sus intereses, y sin el estímulo, en consecuencia, de cumplir por deber y por dignidad el compromiso aceptado, ó mejor di.cbo vendido al Gobierno de la República, ha representado en el
" L a actriz recibió innumerables coronas y regalos de Ignacio M. Altamirano, de la Sociedad Gorostisa, de la Sociedad Filarmónica, d é l a Sociedad Netzahualcóyotl, de Ildefonso Estrada y Zenea, de la Amat, la San Martín, la Delahanty, y la Nardini, de Baladía, de los Obreros mexicatíos, de Rivero, David, Quevedo, Navarrete, Peredo, Puerta, Laymón, Cuenca, Ríos, Ortiz, y otras muchas personas y corporaciones, viéndose entre los obsequios aderezos de esmeraldas, granates y perlas, filigranas de plata, fistoles y mariposas de oro y piedras, medallones de esmalte, y cruces, anillos y pulseras con brillantes. La Sociedad G orostiza, que la contaba entre sus miembros de mérito, B. H. T.—T. III.—30
le significó en público, y por conducto de una comisión que formaron Estrada y Zenea, Juan Domínguez, Agustín Cuenca, Juan de Dios Peza y Francisco Ortiz, la gratitud que le conservaba por la benevolencia con que se prestó á representar las obras de algunos de sus socios mexicanos: la Sociedad Filarmónica le entregó en escena el diploma de socia artista, en agradecimiento al noble y desinteresado empeño que babía demostrado en favor de nuestra literatura dramática. Otro tanto hicieron las Sociedades Netzahualcóyotl y Alianza, faltando sólo la Sociedad Alarcón, de que fueron directores Guasp, Peón Contreras y Martí. El Ayuntamiento de la Capital le dirigió una honrosa comunicación, manifestándole que en Cabildo del 26 se había acordado dispensarle del pago de la contribución correspondiente á la función de su beneficio, como una pequeña demostración de respeto á su mérito artístico." No me permite el espacio que consagrar puedo á cada artista en mi humilde libro, copiar las innumerables composiciones que en ese beneficio se dedicaron á la artista, pero haré una excepción con la siguiente, debida al inspirado poeta Juan de Dios Peza.
A LA E M I N E N T E ACTRIZ, GLORIA D E E S P A Ñ A ,
" U n día ¡esplendente d í a ! Dejando patria y hogar Y con el genio por guía, Veniste á la patria mía, Que hoy te levanta un altar. " A l t a r de triunfo que llena Con flores del corazón U n pueblo que se enajena Al darte sobre l a escena Su aplauso y su admiración. " D a s glorias que van unidas A tu nombre ya inmortal, Quedarán siempre encendidas, Amadas y bendecidas E n el suelo tropical. " ¡ Reina del arte! perdona Que tan humilde cantar Que t u grandeza pregona, Hoy se enlace á t u corona En las aras de t u altar.
MARÍA RODRÍGUEZ, E N LA N O C H E D E SU B E N E F I C I O :
" T u v o el genio una alborada, Y t ú brotaste con ella, Por el genio iluminada, Siendo la rosa más bella De la vega de Granada. " De t u España en los vergeles Estremecidas las almas, A tu paso abrieron fieles Todo un bosque de laureles, Toda una alfombra de palmas. " E s p a ñ a guarda tu historia, E n cuyas páginas brilla Como una eterna memoria, T u gloria, que es una gloria Sin ocaso y sin mancilla.
" De mi lira abandonada Brotó esta nota, María: Elévala en tu alma guardada, T ú , la joya de Granada, Ea gloria de Andalucía. " S i vuelves cruzando el mar A ver la tierra y el sol De tus padres, de tu hogar, Si vuelves á acariciar T u noble suelo español, " Diga á ese pueblo tu acento, Que México aplaudió ayer, Como artista t u talento, Como alma tu sentimiento, T u s gracias como m u j e r . " E l Siglo XIX concluía así su crónica de aquella notabilísima función: " Hemos cumplido con un deber que nos fué impuesto por el
mérito de la artista; pero ante la realidad lian resultado pálidas nuestras alabanzas, y sólo nos permitimos hacer de nuestro artículo una humilde violeta para enlazarla á la suntuosa, espléndida é inmortal corona de María Rodríguez, gloria y orgullo de la escena española, delicia actualmente de México y objeto venerable de admiración y cariño de sus entusiastas amigos." María Rodríguez dió su última función el domingo 8 de Octubre con una repetición de Adriana de Lecouvreur, á beneficio del actor Tomás Baladía; para fin de fiesta se representó la comedia en un acto Receta contra las suegras, tomando parte en ella la primera actriz Mariquita Cañete, á la cual el público aplaudió con todo el estusiasmo y cariño á que se hizo tan acreedora en su larga y siempre triunfal carrera artística.
CAPITULO X X I I
1876. Mientras la primera actriz María Rodríguez llevaba á cabo su campaña teatral, rica en ovaciones y aplausos, pero escasa en productos materiales, teníamos en la Capital una Compañía de zarzuela, con . José Poyo, como director, en Nuevo México; no vahó ciertamente lo bastante para que nos detengamos en dar cuenta de sus funciones, concurridas por público poco exigente. En el Principal abría, uno tras otro, numerosos abonos Enrique Guasp, y entre cien obras muy conocidas y repetidas, estrenaba en 30 de Julio La Fornarina, drama en tres actos; la comedia en uno Un sol que nace y un sol que muere; el drama en verso Juan de Vúlalpando, representado el 20 de Agosto y obra de José Peón Coñtreras, como de costumbre, muy aplaudido; la comedia Ambición y Coquetisino, escrita en tres actos por D. José Sebastián Segura, quien hizo en ella una durísima crítica de costumbres mexicanas, muy aplaudida en la misma fecha del 20 de Agosto; y el drama también en tres actos y en verso Churubusco, debido al celebrado poeta José Monroy, representado en la noche del 21, para conmemorar un hecho notabilísimo de la guerra de México con los invasores venidos de Norte América. E l 23 la Compañía de zarzuela de Moreno, de regreso de una buena campaña en Puebla, abrió en Arbeu una nueva temporada con la hermosa obra Las nueve de la noche; pocos días después separáronse
de esa Compañía Cristina Corro y sus hijas las simpáticas Pía, y en su lugar entró Amalia Gómez, quien, como en sus mejores tiempos, volvió á llenar el teatro con La Gran Duquesa y otras obras de Offembach. En la primera representación de esa obra en aquella temporada, Alejandro Castro desempeñó la parte de Bum-Bum, disfrazándose de modo y manera que fué un retrato del Gral. D. Ignacio Mejía, Ministro que era de la Guerra en el Gabinete del Sr. Eerdo, ocurrencia impertinente, que sin embargo fué muy aplaudida por los políticos que combatiendo venían á ese Gabinete, hasta lograr como lograron su caída, suceso de que ya hablamos y que fué tan sensacional como las grandes inundaciones producidas por las lluvias y el horrible desarrollo de la epidemia del tifo, que atacando á distinguidísimas familias como las de Villaseñor, Camacho, Rivas, Adalid y Haghenbeck, sin perdonar á otras más modestas y á la clase más infeliz, tendió el luto en la ciudad. E n cuanto á la inundación de las calles, la gente de buen humor lo hizo asunto de broma, y muchas noches los concurrentes al teatro Arbeu, cuya calle era de ías más favorecidas por las aguas sin salida, quedáronse allí punto menos que sitiados. Entre los espectáculos notables, debo citar las funciones dramáticas de la Sociedad Netzahualcóyotl, que en 7 de Agosto- hizo aplaudir á María de Salamanca, Adela Alvarez y Rafaela Betancourt en su acertada interpretación del drama de Earra La primera piedra, y á Javiera Romero, y al Dr. Manuel Peredo, distinguidísimo aficionado, no menos que buen poeta y literato, en el juguete cómico Lo que sobra á mi mujer. " E l Dr. Peredo, dijo El Monitor, hizo pasar un buen rato á la concurrencia que invadía el Principal, que vió palpablemente que el hábito no hace al monje, y que el Dr. Peredo, médico y todo, estaba en escena como el pez en el agua, arrancando con cada frase uq,aplauso.'' En la casa del Dr. Francisco Ortega, y el 8 de Agosto, la Sociedad " A l a r d " dió un notabilísimo concierto en que tomaron parte con gran deleite de los invitados, Guadalupe Olmedo, Amalia y Eulalia Eucio, Rosa Palacios, que suspiró maravillosamente una romanza de La Africana, y el violinista Rivas, que ejecutó de un modo admirable el trémolo, de Beriot. Para contrarrestar el mal tercio que la zarzuela de Arbeu pudiese hacerle, puso Enrique Guasp, y para cierta clase de público, una mala comedia de magia, intitulada La montaña de las brujas que no pudo en modo alguno competir con La hija del mar en el Nacional; esto pasaba cuando el distinguido actor abría su décimo abono de doce funciones, pues la protección oficial hizo que su teatro se viese siempre bien concurrido, mucho mejor que el Nacional, á pesar de que en su Compañía n o contaba con una artista de tan superior mérito como
mérito de la artista; pero ante la realidad lian resultado pálidas nuestras alabanzas, y sólo nos permitimos hacer de nuestro artículo una humilde violeta para enlazarla á la suntuosa, espléndida é inmortal corona de María Rodríguez, gloria y orgullo de la escena española, delicia actualmente de México y objeto venerable de admiración y cariño de sus entusiastas amigos." María Rodríguez dió su última función el domingo 8 de Octubre con una repetición de Adriana de Lecouvreur, á beneficio del actor Tomás Baladía; para fin de fiesta se representó la comedia en un acto Receta contra las suegras, tomando parte en ella la primera actriz Mariquita Cañete, á la cual el público aplaudió con todo el estusiasmo y cariño á que se hizo tan acreedora en su larga y siempre triunfal carrera artística.
CAPITULO X X I I
1876. Mientras la primera actriz María Rodríguez llevaba á cabo su campaña teatral, rica en ovaciones y aplausos, pero escasa en productos materiales, teníamos en la Capital una Compañía de zarzuela, con . José Poyo, como director, en Nuevo México; no vahó ciertamente lo bastante para que nos detengamos en dar cuenta de sus funciones, concurridas por público poco exigente. En el Principal abría, uno tras otro, numerosos abonos Enrique Guasp, y entre cien obras muy conocidas y repetidas, estrenaba en 30 de Julio La Fornarina, drama en tres actos; la comedia en uno Un sol que nace y un sol que muere; el drama en verso Juan de Vúlalpando, representado el 20 de Agosto y obra de José Peón Coñtreras, como de costumbre, muy aplaudido; la comedia Ambición y Coquetisino, escrita en tres actos por D. José Sebastián Segura, quien hizo en ella una durísima crítica de costumbres mexicanas, muy aplaudida en la misma fecha del 20 de Agosto; y el drama también en tres actos y en verso Churubusco, debido al celebrado poeta José Monroy, representado en la noche del 21, para conmemorar un hecho notabilísimo de la guerra de México con los invasores venidos de Norte América. E l 23 la Compañía de zarzuela de Moreno, de regreso de una buena campaña en Puebla, abrió en Arbeu una nueva temporada con la hermosa obra Las nueve de la noche; pocos días después separáronse
de esa Compañía Cristina Corro y sus hijas las simpáticas Pía, y en su lugar entró Amalia Gómez, quien, como en sus mejores tiempos, volvió á llenar el teatro con La Gran Duquesa y otras obras de Offembach. En la primera representación de esa obra en aquella temporada, Alejandro Castro desempeñó la parte de Bum-Bum, disfrazándose de modo y manera que fué un retrato del Gral. D. Ignacio Mejía, Ministro que era de la Guerra en el Gabinete del Sr. Eerdo, ocurrencia impertinente, que sin embargo fué muy aplaudida por los políticos que combatiendo venían á ese Gabinete, hasta lograr como lograron su caída, suceso de que ya hablamos y que fué tan sensacional como las grandes inundaciones producidas por las lluvias y el horrible desarrollo de la epidemia del tifo, que atacando á distinguidísimas familias como las de Villaseñor, Camacho, Rivas, Adalid y Haghenbeck, sin perdonar á otras más modestas y á la clase más infeliz, tendió el luto en la ciudad. E n cuanto á la inundación de las calles, la gente de buen humor lo hizo asunto de broma, y muchas noches los concurrentes al teatro Arbeu, cuya calle era de ías más favorecidas por las aguas sin salida, quedáronse allí punto menos que sitiados. Entre los espectáculos notables, debo citar las funciones dramáticas de la Sociedad Netzahualcóyotl, que en 7 de Agosto- hizo aplaudir á María de Salamanca, Adela Alvarez y Rafaela Betancourt en su acertada interpretación del drama de Earra La primera piedra, y á Javiera Romero, y al Dr. Manuel Peredo, distinguidísimo aficionado, no menos que buen poeta y literato, en el juguete cómico Lo que sobra á mi mujer. " E l Dr. Peredo, dijo El Monitor, hizo pasar un buen rato á la concurrencia que invadía el Principal, que vió palpablemente que el hábito no hace al monje, y que el Dr. Peredo, médico y todo, estaba en escena como el pez en el agua, arrancando con cada frase uivaplauso.'' En la casa del Dr. Francisco Ortega, y el 8 de Agosto, la Sociedad " A l a r d " dió un notabilísimo concierto en que tomaron parte con gran deleite de los invitados, Guadalupe Olmedo, Amalia y Eulalia Eucio, Rosa Palacios, que suspiró maravillosamente una romanza de La Africana, y el violinista Rivas, que ejecutó de un modo admirable el trémolo, de Beriot. Para contrarrestar el mal tercio que la zarzuela de Arbeu pudiese hacerle, puso Enrique Guasp, y para cierta clase de público, una mala comedia de magia, intitulada La montaña de las brujas que no pudo en modo alguno competir con La hija del mar en el Nacional; esto pasaba cuando el distinguido actor abría su décimo abono de doce funciones, pues la protección oficial hizo que su teatro se viese siempre bien concurrido, mucho mejor que el Nacional, á pesar de que en su Compañía n o contaba con una artista de tan superior mérito como
María Rodríguez; sin embargo de ello, los programas del Principal seguían queriendo herir á la actriz española, poniendo entre sus notas la de "en este teatro sólo se representarán obras dignas de nuestro ilustrado público," como si interpretadas por la Rodríguez pudiese haber habido alguna de que no pudiera decir otro tanto el Nacional. Por esos días, fines de Setiembre, obsequió la Sociedad '' Netzahualcóyotl" al digno filántropo y amigo de las artes, D. Ramón Terreros, con un notable concierto, cuyo desempeño fué encomendado —copio de un periódico—á la Srita. Clementina Gallardo, de arrogante figura, dulcísima voz, y timidez que realzaba su mérito; á Adela Maza, cuyo sentimiento exquisito y alma grande parece que iban á estallar en aquel cuerpo como luz en lámpara estrecha; á Luz Reino so, de hermosas disposiciones artísticas, voz suave como terciopelo y escuela irreprochable; á Angelina Aguilera, estudiosa joven; á Trinidad Bustamante, alma de ártista que cantaba por necesitar cantar, como el ruiseñor y la alondra, y á Virginia Carrasquedo, toda poesía, toda sentimiento: la Bustamante y la Carrasquedo, en traje de carácter, cantaron un dúo de Norma, y lo hicieron como consumadas artistas. A todo ese grupo secundaron en sus respectivos números del programa los Sres. Múgica, Carrión, Julio Ituarte, L- A. Medrano, M. Rivera, Ignacio Aguado, F . Sandoval, E. Carriles y Antonio Hermosa, buen tañedor de lira, que ejecutó con verdadero arte una reverie deliciosa. En los primeros días de Octubre estrenó Guasp en el Principal la delicadísima obra en tres actos y deliciosos versos, Sor Juana Inés de la Cruz, debida al eminente poeta José Rosas Moreno, distinguidísimo siempre en cuantos géneros cultivó, sin embargo de lo cual fué siempre lo más modesto imaginable. Pepe Rosas, cuya pérdida nunca llorarán bastante las letras mexicanas, revivió en su drama un tierno episodio de la vida de aquella mujer admirable, y si su^obra no puede ser presentada como modelo de composición teatral, siempre será un monumento de nuestra literatura por su versificación sorprendentemente fácil y natural y por la fidelidad con que están tomados los rasgos característicos de la histórica protagonista. E l público acogió con entusiasmo el bellísimo drama, verdadera pieza literaria, volvemos á repetirlo, con ese agrado con que hacemos el elogio de los demás, cuando sabemos que se funda en méritos reales y positivos. El 10 de Octubre dió Enrique Guasp su beneficio con el nuevo drama de Peón Contreras, Impulsos del corazón; en un entreacto cantó Matilde Navarro una romanza de Las Hijas de Eva y tocó el profesor Camacho una notable fantasía para vioh'ru el producto de las entradas fué muy bueno en esa función. No sucedió lo mismo con la de la noche del 17, á beneficio de Concha Padilla, lo que atribuyó El
Monitor á modestia de la actriz, diciendo al efecto: '•'ahora se usa que los actores en sus funciones de gracia se preparen ovaciones y entusiasmo oficial; ellos mismos se compran flores, se hacen versos, contratan aplaudidores, de esos que parece que tienen manos de hierro, y cuando aparecen sobre la escena es entre ramos y papeles de colores que su dinero les costaron y entre aplausos comprados con boletos gratis: la Srita. Padilla no quiso prepararse su ovación, y por eso al aparecer en la escena, no hubo ni lluvia, ni siquiera rocío, de ramos y versos, y su beneficio estuvo f r í o . " A su turno estrenó un drama de Peón Contreras, '' que presentaba á un hijo rival en amores de su propio padre," y tenía por título Esperanza: " t o d o s los actores estuvieron mal, especialmente Federico Alonso, que fué verdaderamente quien dió el golpe de gracia á la obra de Peón; el público le interrumpió con las mayores muestras de desaprobación y esto precipitó la catástrofe. Siguió un mal arreglo de La Dama de las camelias, asunto que no quedaba bien á Concha Padilla, más propia para tipos de damas sentimentales." E n la noche del 24 tocó en turno á la función de gracia de María de Jesús Servín, que estrenó el drama Epilogo de una historia y dió para fin de fiesta la zarzuela en u n acto La Epístola de San Pablo, cantada por Matilde Navarro con mucha gracia: como de excelente producto en contaduría, el beneficio de la Servín fué el mejor de la temporada. No mejor que éste, pero sí que otros, fué el de Matilde Navarro, celebrado el 31, poniendo en escena el drama Pobres y ricos y la zarzuela Gracias á Dios que está puesta la mesa. En 5 de Noviembre y en la décima función del décimo abono, Guasp representó una comedia intitulada El Mono, en tres actos y en prosa, escrita por Enrique Gaspar para que la estrenase en México el aplaudido actor. E l teatro de Arbeu, muy favorecido por el público, dió en 15 de Octubre como duodécima función del último abono, la primera representación de la zarzuela El primer día feliz; el viernes 20 la misma Compañía estrenó, con un éxito completo, La Marsellesa, de Ramos Carrión y Fernández Caballero, que proporcionaron un gran triunfo á Matilde Montañés y á Pedro Arcaraz, muy felices en la interpretación de sus papeles: La Marsellesa tuvo incontables representaciones, siempre á teatro lleno. E n la noche del 3 de Noviembre dió su función de gracia Matilde Montañés: " e l teatro Arbeu, dice un periódico, estaba hecho una piña, con todas sus localidades ocupadas por una brillante concurrencia, cuya calidad daba la medida de las simpatías de que disfrutaba la beneficiada." La función se compuso de la bonita zarzuela Una vieja, el delicioso juguete La Soirée de Cachupín, en que estaban felicísimos Castro, Iglesias y Villalonga, y el célebre Proceso del Can-cán, en que jamás el público se cansaba de admirar á la Montañés en la Seguidüla. Frenéticos aplausos, ramos,
coronas, versos, saludaron á la bella y graciosa actriz y cantante, querida con idolatría en México, sin que le faltasen multitud de ricos obsequios de preciosas alhajas, entre ellos una magnífica corona de plata cincelada, de un gran valor artístico y material: " l a función, dice El Monitor, duró hasta la una y media de la madrugada, y sin embargo, nadie se fastidió y los concurrentes permanecieron en sus puestos aplaudiendo á la actriz predilecta de los mexicanos." Por esos días súpose que en algunas poblaciones del interior estaban siendo muy aplaudidos la insigne María Rodríguez y su modesto cuadro de actores, el director Gabriel Galza muy entendido y discreto, Tomás Baladía, Palomera'y Montoya, tan dedicado y estudioso, que daba esperanzas de llegar á ser un muy apreciable actor. Pero todo perdía su interés ante la extrema gravedad de la situación política: de un momento á otro era esperada la caída del Presidente D. Sebastián Lerdo de Tejada, obra del absoluto descrédito en que cayó su administración, y de la enemistad de las fracciones del antiguo partido lerdista, bien opuestas y marcadas desde 1871. Desde ese año habían empezado á ponerse en pugna sus dos distintos elementos, uno que se limitaba á la oposición legal á la administración juarista, y otro que no sólo no repugnaba la revolución, sino que la deseaba y aun creía necesaria. Estos últimos veían, pues, en aquel entonces, con buenos ojos los preparativos de los porfiristas para iniciar u n pronunciamiento, porque confiaban en que Lerdo, como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, sería llamado al poder por los revolucionarios, si era que éstos, al menos en el primer instante, querían mostrarse impulsados pe» su amor á la legalidad constitucional, y no por miras de personal ambición. En esa creencia, los lerdistas ayudaron á los porfiristas, en las Cámaras y en la prensa, en sus trabajos contra los partidarios de Juárez, y no fué pequeña su decepción cuando al hacerse público el Plan de la Noria, vieron que en él se excluía por igual á Lerdo y á Juárez. F u é aquel un golpe maestro, que creó á los lerdistas una situación en extremo difícil: no podían ligarse con Juárez porque su dignidad y sus antecedentes no se lo permitían; pero tampoco les quedaba entrada en la revolución que los excluía. Viéronse entonces en la necesidad de combatir por igual al Gobierno y á la revolución, mientras conseguían que ésta modificase su programa, para lo que entraron en trato con personas que en México parecían representarla. Pero nada obtuvieron, y entonces se pensó en decidir á los elementos militares del lerdismo á lanzarse á su vez al campo del pronunciamiento armado. El jefe podría serlo el gobernador de San Luis, muy activo en favor de D. Sebastián en las elecciones últimas, y aviváronse las esperanzas en su buen éxito, con las derrotas de los porfi-
ristas en Oaxaca y con el silencio en que por largo tiempo estuvo la suerte del Gral. Díaz, pues aun á decirse llegó que había muerto. E l plan había de invocar la soberanía de los Estados, los cuales, en caso de ser declarados en sitio, habrían de protestar y de revelarse contra la medida, por medio de sus poderes locales. Así convenido se entró en relación con los pronunciados de la frontera para obtener que aceptarañ en reconocer como jefe al que lo sería de las armas lerdistas, pero aquellos se negaron á la combinación y el plan fracasó aun antes de haberle podido imprimir un carácter serio. Vino entonces el inesperado suceso de la muerte de Juárez, y cuando creían providencial su triunfo, sucedió que D. Sebastián, escuchando malamente las sugestiones de su orgullo, declaró que gobernaría como jefe de la nación y no de un partido, salida que le sirvió para librarse de importunos, pero que le enajenó la simpatía de cuantos por él habíanse sacrificado, sin ganarle la de los juaristas que no podrían servir con fidelidad á quien así demostraba no tenerla ni para con los suyos. T a n sorprendente, por no decir estrambótico, fué esto, que aun la revolución, potente como estaba, dejó de hacer armas, sometiéndose á una amnistía que más bien era un castigo. Tantos buenos éxitos sucesivos, y los felices principios de su Gobierno, acrecentaron su amor propio; D. Sebastián quiso superar en valor civil al grandioso é inmenso Juárez, y promovió la reglamentación y sanción constitucional de las leyes de Reforma, que aquel había dictado, y haciendo un servicio á los liberales se concitó la mala voluntad de una inmensa mayoría, y dió comienzo á su desprestigio, que se vió ir aumentando paso á paso y día á día, con una interminable serie de desaciertos, entre ellos el de su obstinada negativa á cambiar su Ministerio, medida reclamada por la opinión pública desde la muerte del Sr. Juárez. E l extremado rigor en la expatriación de individuos de ciertas agrupaciones más bien de carácter benéfico que religioso; las inútiles polémicas del Diario Oficial con un periódico español, en que necesariamente se vertieron por una y otra parte especies ofensivas para las dos nacionalidades; la represión á la prensa y la persecución á los escritores, que á muchos dió inesperada importancia y los hizo aparecer como mártires; la poca cautela en la distribución y aplicación de los caudales públicos, que no bastando para sostener al ejército y á los empleados, se dedicaban á gastos tan superfiuos como compra de vapores de escasa importancia, envío de comisiones al Japón, mejoras y construcciones en el palacio y calzada de Chapultepec, fundación de periódicos y subvenciones á compañías de teatros, gastos todos que un gobierno no debe hacer sino cuando ha cubierto los necesarios, para los cuales no bastaron las rentas aunque fueron m u y superiores á las tenidas en la administración juarista, obligada á deB. H . T.—T. III.—31
ducir de ellas el 15 por 100 asignado al Ferrocarril de Veracruz, que Lerdo no pagaba; éstas y otras causas que aquí no corresponde pormenorizar, influyeron en el aumento del descrédito de D. Sebastián y en que fueran muy mal recibidas las contribuciones extraordinarias que la bancarrota del tesoro le obligó á imponer, para obsequiar los incesantes pedidos de los jefes militares, nunca tan costosos en el gobierno de su predecesor, que durante ocbo meses sostuvo la lucha sin acudir á nuevos impuestos, manteniendo á la vez las fuerzas auxiliares de Guanajuato, Puebla y San Luis, lo que no se hacía en el de D. Sebastián; " p o r algo, decía El Siglo, han dejado de publicarse las cuentas mensuales de la Tesorería y la del año fiscal antepasado; la omisión en el cumplimiento de este deber, acredita el despilfarro, porque el administrador que rehusa rendir sus cuentas y las oculta, es porque no las tiene en regla." E n medio de esta desconfianza y este disgusto, lanzó la revolución el Plan de Tuxtepec, que el Gral. Díaz aceptó y reformó en Marzo de 1876 en su campo de Palo Blanco, y unas veces vencedor y otras vencido, pero siempre ganando terreno en la opinión, llegó á situarse en Oaxaca, formidable y al parecer invencible. Hecho público el resultado de las elecciones, que por medios más ó menos lícitos pero usuales en todos tiempos, fueron favorables al Sr. Lerdo, la revolución armada adquirió nuevo vigoroso impulso, y empezó á tomar cuerpo efectivo la tendencia nacida en los comienzos de ese año, de proclamar el principio de la legalidad encarnado en el Presidente de la Corte de Justicia. Esto decidió á D. Sebastián á echarse en brazos de aquellos á quienes se había negado al encargarse del poder, y á fines de Agosto llamó á la administración á los lerdistas, dándoles, en parte, acceso al Gabinete, influyendo no poco en esta tardía resolución, las sospechas que en su ánimo se engendraron contra el ex-Ministro de la Guerra D. Ignacio Mejía. Lejos de dar buen resultado ese cambio que no podía significar ni un pensamiento político, ni un principio de Gobierno, ni una garantía para las libertades, puso en claro que lo que se pretendía era allegar elementos para impedir que el Congreso declarara no haber habido elecciones, y todas las fuerzas oposicionistas se prepararon á nulificar los efectos de aquella alianza entre los autores de la suplantación del voto público. Duraba aún el alegre estrépito de las salvas de artillería, repiques y cohetes que anunciaban á la Capital que la Cámara de Diputados del 8? Congreso, había declarado á favor del Sr. Lerdo el resultado de las elecciones por 123 votos contra 49, cuando se supo que el Lic. D. José María Iglesias acababa de desconocer la elección hecha por el Congreso, y declarado interrumpido el orden constitucional. Ni quiero ni debo entrar en detalles de esos graves sucesos que no pueden caber aquí, y tengo que limitarme á recordar
que el Presidente de la Suprema Corte fué á resultar én el Estado de Guanajuato, reasumiendo, en nombre de la Constitución, el Poder Ejecutivo. De allí en adelante todo f u é atropello y desconcierto, acrecentándose los males de aquel azaroso año de 1876 que con pluma maestra ha pintado así distinguidísimo escritor: 1 ' Todos los males de la revolución pesaban sobre la República. Al estado de sitio y á la inseguridad personal, se unían las contribuciones extraordinarias; á los sangrientos combates en el teatro de la guerra, respondían la leva y los abusos del militarismo en las poblaciones pacíficas; por un lado, cuadrillas de bandidos abusando á la sombra de la bandera revolucionaria; por el otro, comandantes militares viviendo sobre la propiedad y la riqueza pública, cuando ambas se encontraban más abatidas. Jamás me he podido explicar claramente la política y las prácticas gubernamentales del Sr. Lerdo en aquellas circunstancias. Ni su gran talento, ni su práctica en los negocios públicos y su conocimiento de los hombres y de las cosas del país que gobernaba, le habían servido para evitar la revolución, ni supo emplear los abundantes y escogidos elementos militares de que disponía, para vencerla. En aquella memorable campaña, advierte un desconcierto inexplicable el más ignorante en achaques militares si la analiza. E l plan de Salamanca vino á dar el golpe de gracia al Sr. Lerdo, porque n o solamente complicaba la situación material de su gobierno con la actitud tomada por el poderoso Estado de Guanajuato, sino que daba un apoyo moral de suma importancia á la revolución, condenando la declaración presidencial del 26 de Octubre, á nombre de la ley fundamental de la República. Desde el 28 de Octubre, fecha de ese plan, los acontecimientos se precipitaron á su desenlace, como un río que, por fuertes pendientes, desemboca al mar de su destino. E l Gral. Alatorre había llegado á México, resuelto á apartarse de la lucha; pero el Sr. Lerdo no tenía entonces más salida que la de vencer al Gral. Díaz en el Estado de Puebla, para dirigirse después sobre Guanajuato, y su Ministerio comprometió al referido general á volver á ponerse al frente de la División, con la orden de jugar el todo por el todo." Así se verificó el 16 de Noviembre en un punto llamado Tecoac, entre Huamantla y el Piñal, y la fortuna, que había sido favorable al lerdismo en Icamole, Ajuchitlán, Epatlán y Monte Blanco, le fué allí enteramente adversá. E n su parte, dado sobre el campo de batalla, el Gral. D. Porfirio Díaz decía: '' E l ejército reeleccionista que mandaba el Gral. Alatorre, no existe ya. Son las cuatro de la tarde y sus restos huyen despavoridos hacia Puebla, dejando en mi poder multitud de prisioneros, entre los cuales se encuentra el Gral. D. Bonifacio Topete. La dispersión ha sido enorme y la mayor parte de la artillería que traía el enemigo,
fué quitada á viva fuerza por mis valientes. Mis tropas sostuvieron un combate rudo, que comenzó á las diez y cuarto de la mañana en las lomas de Tecoac, y se suspendió á las dos y media de la tarde, para comenzar más rudamente á las tres y cuarto, bora en que se presentó al campo la brillante columna del intrépido Gral. Manuel González, cuyo empuje y bizarría decidieron en favor de la causa del pueblo una batalla, que á su vez, viene á determinar la caída del lerdismo. '' No sé aún qué pérdidas babrá por parte nuestra, ni conozco tampoco con exactitud las del enemigo, porque apenas se ha comenzado á levantar el campo, y se persigue todavía con tenacidad á los restos que consigo lleva el jefe reeleccionista Alatorre. " Más tarde, que pueda, trasmitiré á usted pormenores; lo haré con gusto, pues ahora escribo sin más conocimiento que el de que nuestras armas obtuvieron un triunfo decisivo, por el cual felicito á la Nación, deseando que llegue á producirle muchos bienes con el escarmiento de los usurpadores." Sin embargo, el Gobierno de la Capital siguió creyéndose fuerte ó al menos aparentándolo, puesto que hizo decir á uno de sus periódicos oficiosos: " E l Gobierno, firme siempre, está ahora más firme. Sus amigos, leales siempre, son ahora más leales; y decididos, y enérgicos y compactos, se agrupan sin miedo, sin duda y sin desconfianzo alrededor del hombre que en estos instantes de peligro despliega sus grandes dotes de serenidad, de esfuerzo y de energía. — E s t e lance nos h a sido fatal: ¡ nos habían sido tantos favorables! Las fuerzas dispersas se reúnen; Puebla está fortificada; Jalapa, Orizaba y Veracruz, tienen fuerzas suficientes; el Gobierno las concentra, sin desamparar las plazas que necesitan defensa; organiza con sangre fría y actividad sus elementos; formará con ellos un nuevo grueso de ejército, y con él irá á oponerse al paso del caudillo, una vez afortunado en cambio de tantas veces como ha sido mal tratado por la fortuna. Tal vez en este nuevo encuentro no venga oportunamente otro González." No hubo necesidad: las tropas que guarnecían la fortificada Puebla, se pusieron á disposición del Gral. Díaz, que ocupó la plaza el 19. " En la mañana del memorable 20 de Noviembre—vuelvo á copiar al distinguido escritor á quien antes aludí y lo fué D. Gregorio Aldasoro,—ciertos preparativos en las caballerizas de la Empresa de Diligencias, revelaron la fuga del Gobierno. Ea ciudad estaba aparentemente tranquila; mas la sensible inquietud en el alto mundo oficial, hacía presagiar los graves acontecimientos que se esperaban.... E a noche fué serena y apacible como pocas. Un salón de títeres establecido en la plazuela del Seminario, dió sus tandas, cual de costumbre, hasta la media noche. Como á esas horas abandonaba la Ca-
pital de la República el Sr. Eerdo, para no volver vivo á ella " Ningún interés tendría aquí seguirle del Palacio á Tacubaya, de donde con su comitiva de Ministros, empleados, numerosa escolta y tren con equipajes y dinero, pasó á Eerma, Toluca, Morelia, Zihuatanej o y Acapulco, donde se embarcó á fines del año para Panamá y los Estados Unidos, satisfecho de haber dejado la Capital á un círculo porfirista, menos odioso para él que el de los iglesistas. Volvamos, pues, á nuestros teatros, cuyas representaciones, como se comprenderá, carecieron en lo absoluto de. importancia, pues no estaba el público para comedias ni zarzuelas. Sin embargo, el 18 de Noviembre, dos días antes de que D. Sebastián sucumbiese bajo la pesadumbre de su desprestigio, el empresario Moreno cepró su último abono con el estreno de la opereta de Eecocq La Petite Manee, que repitió en la tarde y en la noche del domingo 19, con grandes aplausos para Matilde Montañés y Pedro Arcaraz. En el mismo día Guasp, en el Principal, había dado en la tarde, á beneficio del actor cómico Claudio Eoscos, el drama VHereu y el sainete Una casa de empeño, y presentado entre el drama y la pieza " l a famosa gruta terrible en la que aparecería por la boca de un dragón el hombre serpiente á ejecutar grandiosos trabajos," según rezaba el programa. E n la noche representó las comedias Más vale maña que fuerza, en un acto, y Una tarde de Noche Buena, en tres. Sus programas anunciaban estar en ensayo la comedia nueva No contar con la huéspeda, título que debió parecerle sangrienta burla de la casualidad, puesto que al día siguiente iban á írsele de las manos la subvención y la cátedra del Conservatorio. Ea casualidad hizo nueva alusión á este incidente y á sus naturales accidentes, inspirando á Guasp poner en escena el domingo 26, día de la solemne entrada de las fuerzas constitucionalistas, en la tarde, las comedias Tres pies al gato y Levantar muertos, y en la noche, el proverbio Si yo volviera á nacer. Más valiente que Arbeu, que con La Marsellesa y La Hija de Madama Angot dió término á sus trabajos el mismo 26 citado, saliendo Moreno para Puebla con su Compañía, el Principal se mantuvo abierto hasta concluir su undécimo abono. E n la semana que concluyó el 3 de Diciembre, puso Un lirio entre zarzas, como demostración de respeto á la memoria de la insigne poetisa Isabel Prieto, cuya muerte, ocurrida en Hamburgo el 28 de Setiembre último, acababa de saberse en México; se dió el beneficio de D. José María Servín con la bonita comedia Después de la boda, y se estrenaron las piezas Tres pies al gato y La voz del corazón. E l dicho domingo 3, en el Nacional y en función de tarde, Gerardo Eópez del Castillo resucitó el drama que D. Sebastián Eerdo hizo célebre persiguiendo y encarcelando á Alberto G. Bianchi: su
obra Martirios deUPueblo, causó, como era consiguiente, una sensación extraordinaria, según leo en El Monitor, que dijo: " E l domingo, Bianchi ha recibido la ovación más espléndida que hemos visto; en los entreactos del drama se le llamó á la escena para aplaudirle con furor; el teatro Nacional estaba casi lleno, la concurrencia en su mayor parte era de ese pueblo inteligente, tan destrozado por la guerra, y lloraba con la representación de sus desgracias y aplaudía con el fuego de la gratitud al joven dramaturgo que tan bien supo interpretarlas. Con el mismo aplauso se repitió el drama de Bianchi en la tarde del 10." Esedía, que fué domingo, Enrique Guasp dió en la tarde, por primera vez, el drama en un acto y en verso, original de Peón Contreras, intitulado Antón de Alaminos; el también nuevo y en verso, La Guerra civil, y el saínete La casa en venta. En la noche, y para última función del undécimo abono, repitió Antón de Alaminos, y representó la graciosa comedia Lo que está de Dios. Después Enrique Guasp sedespidió de la Capital y emigró á Puebla, huyendo de la nada amena ciudad federal, cuyo poco buen humor nos pinta así El Monitor Republicano: 1 ' Las prisiones se han abierto; vuelven á la vida social multitud de hombres honrados que fueron víctimas de la tiranía, y todo esto produce tal trastorno en la vida normal de la sociedad, que nadie piensa en divertirse. Las calles se ven llenas, negras de hombres, pero casi sin una señora. Los teatros, con excepción del jacalón de Novedades, están solos, al punto de que en la última función de Arbeu, pudimos contar tan sólo diez personas en el patio. Los paseos también están solitarios y tristes. Guasp trabaja ante cortísimo número de gente " 1 '.Los teatros, decía en otro número, han cerrado sus puertas, no se habla de una sola reunión particular, y México en las noches está triste como un inmenso monasterio; la lluvia incesante y la agitación popular, dan el último toque á este cuadro de tristeza.'' E l día 11 de Diciembre el Gral. D. Porfirio Díaz dejó la Capital para ponerse al frente de las tropas que debían ir á batirse con el ejército iglesista. E l Gobierno y la Presidencia interina de la República, habían sido, desde el 6, encomendados á D. Juan N. Méndez. La guerra civil iba necesariamente á prolongarse después de haber asolado al país entero durante todo aquel espantoso año de 1876, y era lógico y natural que los moradores de México no tuviesen humor para diversiones, ni necesidad alguna de teatros. Pero antes de pasar adelante hagamos algunas breves consideraciones acerca de la campaña teatral en los años de 1875 y 1876. Lamento sinceramente haber descrito con poco favorables tintas aquel infeliz ensayo de protección al teatro, procurada por D. Sebastián Lerdo, más que por amor al arte, con la interesada mira de ganarse la voluntad de los escritores en general, según entonces dijeron sus
enconosos enemigos. Y lo lamento, no por aquel gobernante, cuyas justificación y defensa no caben en este libro, ni podría intentarlas mi manera de pensar á su respecto, sino por lo que este desfavorable juicio pueda influir en que no sean bien apreciados los relevantes méritos y cualidades de un actor tan grato al público, y tan estimado en lo personal por mí, como Enrique Guasp. La imparcialidad y el sereno juicio que deben mostrarse en un libro como mi Reseña, destinado, al menos por su forma, á vivir y circular algo más que la efímera hoja periodística, me han obligado á escribir lo que escrito queda, en bien del crédito de mi obra, humilde pero muy laboriosa; mas leyendo y apreciando con serenidad lo escrito, ni el trabajo ni la competencia de Enrique Guasp pueden sufrir ni lo más mínimo, por culpas que no fueron suyas. A Enrique Guasp se le impuso, según puede verse consultando el supremo acuerdo de 2 de Setiembre de 1875 inserto en el Capítulo X I X , la obligación de acatar las decisiones del Conservatorio en la representación de obras de autores mexicanos. En esos días y en aquel importantísimo Establecimiento de educación artística, pesaba mucho y justamente, por su talento y su competencia literaria, el Dr. Manuel Peredo y por consiguiente el círculo brillantísimo de escritores que acaudilló el muy insigne maestro Ignacio M. Altamirano. Contra ese grupo al que tanto debieron las letras nacionales, se levantaron siempre, por razones que no quiero calificar, otros grupos de escritores de los cuales algunos llegaron á valer y á significar mucho: Enrique Guasp vino pues á encontrarse cohibido ó coartado en su libre acción de empresario y director, y fué objeto de las iras y enconos de los opuestos grupos, según hemos hecho notar en los precedentes capítulos, y unas veces era blanco de las censuras de los periódicos gobiernistas con el Diario Oficial al frente, y otras sufría ataques de los periódicos independientes ú oposicionistas: también se ha podido ver que en los conflictos de esos rencores Guasp fué atacado en su calidad de español, y por ella estimado en menos que otros actores mexicanos á quienes se supuso más aptos para la dirección de aquella ineficaz tentativa de adelantos dramáticos. Sin embargo, Enrique Guasp hizo más de lo que hubiese podido hacer cualquier otro director en tan difíciles circunstancias. En poco más de un año dió cuarenta funciones con obras de autores mexicanos, sin más fiasco real y positivo que el del drama El hombre adúltero, de Roberto Esteva, autor no obstante aplaudido en otras composiciones teatrales, pudiendo en cambio enorgullecerse con los éxitos más ó menos francos y efectivos de Gil González de Avila, La Hija del Rey y Hasta el Culo, de Peón Contreras; María, de Bianchi; Sor Juana, de Rosas; Conjuración de México, de Gustavo Baz; Ambición y coquetismo, de Segura; María, de Obregón; Amor con amor se
paga, de Martí; Amigos peligrosos, de Manterola; La caja de dulces, de^Delgado; y El esclavo, de Zayas. Si la ovación á Peón Contreras en La Hija del Rey, no resultó tan brillante en el adorno del teatro y disposición del obsequio como lo hubiese querido Guasp, culpa fué según se nos ha informado, de alguno de los miembros de la comisión organizadora. Del mismo modo, según se nos dice, la guerra de competencias contra la distinguidísima actriz María Rodríguez, no fué obra de Guasp que siempre reconoció su mérito supremo, sino del círculo que le rodeaba y que por oponerse á Altamirano y á su grupo, amigos de aquella artista española, se empeñó en ensalzar á Concha Padilla, aun sin anuencia de ésta y comprometiéndola ante el público sensato. La misma celebérrima subvención de los trescientos pesos mensuales n o siempre le fué pagada con regularidad, y al fin quedaron á debérsele más de dos mil, que ni siquiera pretendió cobrar, pues la tirantez de la situación política y el odio con que llegó á ser vista la administración de Lerdo de Tejada, quitó á éste toda clase de recursos para toda atención que n o fuese la de pagar á las tropas que le defendieron. Por lo expuesto se comprenderá que Enrique Guasp hizo positivos milagros en esos días, manteniendo en actividad un teatro semillero de las intrigas de los enemigos del antiguo círculo de escritores dirigidos por Altamirano, contra el que á toda costa se quiso alzar á Peón Contreras, sola figura de ese grupo que poseía luz propia con que brillar en aquella guerra literaria. Como al mismo tiempo el ilustre Altamirano, tan insigne en las pasadas luchas de la libertad, de la reforma y de 1a intervención, combatía, como la mayor parte de los viejos liberales, á D. Sebastián Lerdo, Enrique Guasp, aun dado el caso de haber estado á favor del círculo de la antigua bohemia, no hubiese podido significarle sus simpatías, puesto que debía mostrarse agradecido á Lerdo, y por ello sostuvo, como buen caballero que ha sido siempre, lo que Lerdo quiso que sostuviera con los elementos proteccionistas que le facilitó. Al carácter honrado de Enrique Guasp no era fácil ajustar su conducta á la regla del personaje bufo de Madama Angot, que dice:
' ' Conspirar y cobrar sueldo, " eso es lo que tiene gracia." Ahora bien, como procuro ser exacto é imparcial en mi Reseña, para darle así un mérito que n o puede proporcionarle mi humilde nombre literario, diré que á La Revista Universal, El Eco de Ambos Mundos, Le Trait d' Unión, El Federalista, La Iberia y otros periódicos de esa época, ó extranjeros ó amigos de la administración lerdista, pueden acudir aquellos que deseén ver apreciados los sucesos teatrales de 1876, de diverso modo de como aparecen en anteriores capítu-
los y en este mismo. H e escrito según los apuntes que me dieron el Maestro Altamirano, el Dr. Peredo y algunos otros amigos, no menos autorizados que éstos; sus juicios fueron conformes con los del popular escritor Enrique Chávarri, en El Monitor Republicano, y de él tomé yo lo que estimé oportuno, por creerlo imparcial, por lo mismo que sé prácticamente que nunca existieron lazos de amistad entre el fecundo cronista del Monitor y el círculo literario dirigido por Altamirano y Peredo, círculo al que siempre fui y aun permanezco ciegamente fiel. E n ese tiempo no me encontraba yo en México, y he debido guiarme por los juicios de aquellos ilustres literatos mexicanos, juicios en los que hallo que convino el cronista del Monitor, cuyas revistas son u n importantísimo arsenal de noticias de sucesos de esa época, razón por la cual he debido tenerlas á la vista en prueba de imparcialidad y bueba fe, tanto mejor demostradas cuanto que sin más motivo que el haberme atribuido infundadamente una crítica teatral que yo no escribí, el cronista del Monitor atacó alguna vez rudamente mi pobrísima personalidad literaria, ataque rudo del que ni entonces ni hoy pensé ni pienso defenderme, pero que hirió fibras delicadas de la estimación que á sí mismo puede tenerse todo escritor que cree haber cumplido bien y honradamente lo que le ha sido dable en las medidas de sus fuerzas. Quede, pues, asentado, que en mi revista de la temporada dramática de 1876, he tenido la intención de no lastimar en lo más mínimo, ni el talento, ni la competencia artística de Enrique Guasp, cuyos méritos fui siempre el primero en aplaudir y celebrar, porque obraba en justicia al hacerlo así, y porque fué y es Enrique Guasp uno de mis buenos, más constantes y más queridos amigos. Cierro aquí esta parte de mi Reseña, guardando para la siguiente la prosecución de la historia literaria de México en aquellos años. Su brillante principio con el renacimiento de la literatura, iniciado por las famosas veladas, no parece estar en relación con su final de innegable decadencia, en cuanto al entusiasmo por lo menos. Mas n o podrá negarse que en los nueve años y medio que abraza esta parte "de mi Reseña, mucho hicieron los escritores mexicanos por las letras patrias, hasta donde se los permitió el desaliento que necesariamente ha de detener siempre en México los progresos de ellas, y ese desaliento no dejará de pesar sobre los progresos de la literatura entre nosotros, mientras no cambie el modo de ser del público lector. Sobre este mismo asunto, el Maestro Altamirano decía: ' 'Necesitamos la simpatía de nuestros compatriotas, su palabra que nos anime, su mano que nos salve de las ondas que amenazan sumergirnos. No son las necesidades de la vida material las que nos detienen. Podemos hacernos superiores á ellas, ó atenderlas con el producto de un B. H. T.—T. IH.—32
trabajo honrado, aunque extraño á la literatura. No buscamos tampoco el prohijamiento de los grandes. Nos sería insoportable la dorada medianía de Horacio, si habíamos de conseguirla en cambio de u n himno á Mecenas; nos repugnarían las áulicas preeminencias de Virgilio, si habíamos de comprarlas poniendo á los pies de A u g u s t o la sagrada lira del viejo cantor d e los dioses. " N o , d e n i n g u n a manera; nosotros creemos que sobre el sombrero de lacayo no puede colocarse n i la más triste corona de poeta. No puede acusársenos, por lo mismo, de pretender protecciones inútiles y perjudiciales seguramente para la libertad del pensamiento. Pero desear que en nuestro país sean vistos con interés los progresos de la literatura, es patriótico, es razonable y tiende á dar lustre á nuestra civilización y á hacerla digna del aprecio de las naciones. " A h o r a bien, este interés h a faltado, y de ahí el desaliento, bebida emponzoñada, cuyo vaso de barro vil aterra al genio, acostumbrado á libar el néctar de los inmortales en la copa myrrhina de la fe. Para la alta misión de la literatura, para sus importantes empresas, el esfuerzo individual solo, es las más veces impotente; necesita de la cooperación social, y no la hemos tenido. No culpamos por ello á nadie, demasiado comprendemos que es un mal inherente á nuestro carácter y á nuestra situación especial. " C o m o la mayoría del pueblo mexicano no sabe leer, sólo queda una minoría reducidísima para quien la letra no es un signo mudo. De esta minoría h a y q u e rebajar noventa y nueve partes, unas porque se contentan con lo aprendido en la escuela; otras porque sólo leen lo indispensable para vivir en el m u n d o de los negocios; otras porque tienen miedo á otra lectura que no sea l a rutinaria, y las más veces porque no cuentan ni con los recursos miserables que se necesitan para comprar un libro. ¡La centésima parte, pues, de esa minoría, es la única que sostiene las publicaciones! ¡Triste confesión, pero la estadística nos la revela con su verdad inflexible! " A s í es que en Literatura, como en Política, como en Agricultura, como en Moral, nos encontramos siempre obstruido el ancho camino del progreso con la pesada mole de la ignorancia popular f " N o hay, pues, que sorprenderse de nuestro atraso literario. E l es * hijo del tiempo y no podrá remediarse sino con la propagación de la enseñanza."
SEXTA PARTE 33o
1877
á
1887
DEMOSTRACION DE
CARIÑO
AL SR D. PABLO MARTINEZ DEL RIO
CAPITULO PRIMERO
1877 N o creo necesario traer aquí á cuenta los incidentes de la lucha que inició, en su proclama fechada en Querétaro el 6 de Diciembre de 1876, el Jefe de las fuerzas iglesistas, llamando al Ejército nacional á defender la Constitución d e 1857, " amenazada de muerte — s o n sus p a l a b r a s — p o r el triunfo del Plan de T u x t e p e c , " y pretendiendo equiparar el conflicto de Comonfort y Juárez con el que ponía frente á frente á D. J o s é María Iglesias y á D. Porfirio Díaz. Como e l caso era totalmente diverso, como los iglesistas anduvieron t a n desconcertados como firmes y astutos los porfiristas, todo vino á concluir pronta y rápidamente. Rumbo al interior y al frente de su respetable cuerpo de tropas, el Gral. Díaz, lejos de encontrar obstáculos n i entorpecimientos, recibió frecuentes adhesiones de jefes que salían á su encuentro á unírsele y á ponerse á sus órdenes. Uno de sus tenientes, el Gral. Ignacio Martínez, derrotó en los Adobes las tropas de D. José María Iglesias; éste se retiró primeramente á Guadalajara y después al Manzanillo, puerto en q u e se embarcó el 16 de E n e ro de 1877 para los Estados Unidos, y el Gral. Porfirio Díaz regresó á la Capital el 11 d e Febrero, satisfecho de haber ganado la partida sin nuevo derramamiento de sangre.
trabajo honrado, aunque extraño á la literatura. No buscamos tampoco el prohijamiento de los grandes. Nos sería insoportable la dorada medianía de Horacio, si habíamos de conseguirla en cambio de u n himno á Mecenas; nos repugnarían las áulicas preeminencias de Virgilio, si habíamos de comprarlas poniendo á los pies de A u g u s t o la sagrada lira del viejo cantor d e los dioses. " N o , d e n i n g u n a manera; nosotros creemos que sobre el sombrero de lacayo no puede colocarse n i la más triste corona de poeta. No puede acusársenos, por lo mismo, de pretender protecciones inútiles y perjudiciales seguramente para la libertad del pensamiento. Pero desear que en nuestro país sean vistos con interés los progresos de la literatura, es patriótico, es razonable y tiende á dar lustre á nuestra civilización y á hacerla digna del aprecio de las naciones. " A h o r a bien, este interés h a faltado, y de ahí el desaliento, bebida emponzoñada, cuyo vaso de barro vil aterra al genio, acostumbrado á libar el néctar de los inmortales en la copa myrrhina de la fe. Para la alta misión de la literatura, para sus importantes empresas, el esfuerzo individual solo, es las más veces impotente; necesita de la cooperación social, y no la hemos tenido. No culpamos por ello á nadie, demasiado comprendemos que es un mal inherente á nuestro carácter y á nuestra situación especial. " C o m o la mayoría del pueblo mexicano no sabe leer, sólo queda una minoría reducidísima para quien la letra no es un signo mudo. De esta minoría h a y q u e rebajar noventa y nueve partes, unas porque se contentan con lo aprendido en la escuela; otras porque sólo leen lo indispensable para vivir en el m u n d o de los negocios; otras porque tienen miedo á otra lectura que no sea l a rutinaria, y las más veces porque no cuentan ni con los recursos miserables que se necesitan para comprar un libro. ¡La centésima parte, pues, de esa minoría, es la única que sostiene las publicaciones! ¡Triste confesión, pero la estadística nos la revela con su verdad inflexible! " A s í es que en Literatura, como en Política, como en Agricultura, como en Moral, nos encontramos siempre obstruido el ancho camino del progreso con la pesada mole de la ignorancia popular f " N o hay, pues, que sorprenderse de nuestro atraso literario. E l es * hijo del tiempo y no podrá remediarse sino con la propagación de la enseñanza."
SEXTA PARTE 33o
1877
á
1887
DEMOSTRACION DE
CARIÑO
AL SR D. PABLO MARTINEZ DEL RIO
CAPITULO PRIMERO
1877 N o creo necesario traer aquí á cuenta los incidentes de la lucha que inició, en su proclama fechada en Querétaro el 6 de Diciembre de 1876, el Jefe de las fuerzas iglesistas, llamando al Ejército nacional á defender la Constitución d e 1857, " amenazada de muerte — s o n sus p a l a b r a s — p o r el triunfo del Plan de T u x t e p e c , " y pretendiendo equiparar el conflicto de Comonfort y Juárez con el que ponía frente á frente á D. J o s é María Iglesias y á D. Porfirio Díaz. Como e l caso era totalmente diverso, como los iglesistas anduvieron t a n desconcertados como firmes y astutos los porfiristas, todo vino á concluir pronta y rápidamente. Rumbo al interior y al frente de su respetable cuerpo de tropas, el Gral. Díaz, lejos de encontrar obstáculos n i entorpecimientos, recibió frecuentes adhesiones de jefes que salían á su encuentro á unírsele y á ponerse á sus órdenes. Uno de sus tenientes, el Gral. Ignacio Martínez, derrotó en los Adobes las tropas de D. José María Iglesias; éste se retiró primeramente á Guadalajara y después al Manzanillo, puerto en q u e se embarcó el 16 de E n e ro de 1877 para los Estados Unidos, y el Gral. Porfirio Díaz regresó á la Capital el 11 d e Febrero, satisfecho de haber ganado la partida sin nuevo derramamiento de sangre.
Con el miedo de lo que acontecer pudiese, con la fuga ú ocultación de los comprometidos en los planes lerdistas, las familias d é l a ciudad maldito el humor que para divertirse tenían, y los principales teatros ó estuvieron cerrados en los primeros días del año, ó no dieron funciones que merezcan ser citadas. Moreno había mucho antes emigrado de la Capital, y, á su turno, Enrique Guasp salió á llevar á diversas ciudades su abundantísimo repertorio, formado en su campaña artística de 1876 en el Teatro Principal. Nuestra ciudad se las pasaba, casi por único recreo, con un SkatinRing, que se estableció en el Tívoli del Eliseo. E n Nuevo México, y en la tarde del 7 de Enero se estrenó el drama Maldita sea la reelección,, original del artesano Sostenes fera, que pintaba sucesos de la época de D. Sebastián. El 10 se dió en Arbeu una función á beneficio de la viuda y los huérfanos del actor Juan Zerecero, poniéndose la comedia Del dicho al hecho, con el sobretítula de Nobleza de un artesano, y la zarzuela El Hombrees débil: trabajaron en la comedia Leona Paliza y Antonio Muñoz. Para la gente alegre había las tandas del jacalón de Necedades, en el Seminario, y en él salió á las tablas una nueva actriz, laLozada, que se presentó con Las hijas de Eva. E n Hidalgo se dió el 21, á beneficio del pintor escenógrafo Rosendo Tostado, la comedia de espectáculo La Pata del Diablo. E l mismo día, que fué domingo, en Arbeu inauguró sus trabajos y dió en primera de abono La Bola de Nieve y No matéis al alcalde, una Compañía á cuyo frente figuraban María Cañete, Antonio Muñoz y Gabriel Galza: con ellos trabajaban Rita Cejudo, discreta y simpática, y Chucha Servín, buena y estudiosa actriz. A pesar de los méritos de los unos y de los otros, el teatro estaba casi vacío, sin que v e n c i e s e n la indiferencia del público los saínetes, comedias y dramas intitulados Arda Troya, De potencia á potencia, Entre Pinto y Valdemoro, Llueven hijos, Un Drama Nuevo, Después de la boda, El pecado de Caín, Las segundas nupcias, y otros. E l 28 de dicho Enero y en el Gran Teatro Nacional, hicieron su primera presentación el célebre y muy afamado prestidigitador inglés" Mr. Hartz y su señora Mme. Hartz, excelente pianista, buena cantante, y muy bella y simpática mujer: en esa noche la Sra. Hartz tocó en el piano la Marcha Amazona del Maestro Wehli, y una fantasía de Prudent sobre temas de Roberto el Diablo. Mr. Hartz, después de varias suertes ejecutadas con mucha limpieza, como el naranjo sorprendente y el sombrero del diablo, presentó el primero en México la Caja Indiana ó la Malle des Indes, suerte muy famosa en París. X^a concurrencia á esos espectáculos fué numerosa, aunque, aparte de la guerra civil, la población venía siendo diezmada por una cruda epidemia de tifo, y la alta sociedad y el círculo diplomático estaban de duelo con la muerte de la esposá del Ministro español Sr. Murua-
ga, señora nacida en Rusia y que contaba mucho tiempo de vivir y ser estimada en México. En la función del 30, Mme. Hartz tocó en el piano una sorprendente Danza negra y cantó con mucha perfección una cavatina de Lucrecia que le fué muy aplaudida, correspondiendo ella con el tan conocido Düe que de La Gran Duquesa, que dicen cantó de un modo delicioso. Hartz presentó también el celebérrimo gabinete espiritista de Eay y Keller, pero sin oscurecer el teatro, á plena luz, y con más limpieza y perfección que aquellos. También le fué muy aplaudida la suerte del naranjo: Hartz exprimía una naranja, depositaba las semillas en una botella, y á poco rato veíase crecer la planta, brotar azahares y producir naranjas que repartía entre los espectadores. Mme. Hartz volvió á ser muy aplaudida como pianista en una fantasía de Hugonotes, y como cantante en el Salve María de Mercadante. E n los primeros días de Febrero la simpática Sociedad dramática Alianza, de que varias veces he hablado con el elogio que merecía, dió en el Teatro Arbeu una agradable función consagrada á la memoria de su socio fundador Carlos Escudero, cuyo nombre y apellido tomó por título y distintivo desde entonces: después de un concierto muy bien arreglado, los miembros de ella representaron el drama inédito del mismo Carlos Escudero, que le* llamó El Beso, composición bien pensada y conducida con mucha naturalidad y creciente y sostenido interés á un hermoso desenlace. I y a muerte de Carlos Escudero no sólo fué sensible para aquella Sociedad de entendidos y estudiosos aficionados al arte dramático, sino también para la literatura, como lo confirma su bello drama El Beso. Vino después el Carnaval con sus estúpidos bailes intitulados de máscaras, sin vida, sin animación, sin decencia de ningún género y concurridos por lo menos bueno de los hombres y por lo peor de las mujeres. Para la sociedad educada y decente, que jamás podrá concurrir á los teatros de la Capital en días semejantes, dió el Club ó Casino Alemán una bonita fiesta en su hermoso local del ex-Colegio de Niñas, la noche del sábado 10 de Febrero: el espacioso patio, convertido en jardín con ese buen gusto que para la elección y cultivo de plantas distingue á los alemanes; las amplias escaleras y anchos corredores adornados con cientos de macetones; el gran salón de baile con su severo decorado germano, blasones, escudos y águilas de dos cabezas, veíanse honrados por lo mejor de la buena sociedad mexicana, distinguiéndose por su juventud, gracia y elegancia las Sritas. Manuela García Teruel, Angela González, Juana Rivas, Margarita Collado, Garay, Tornel, Castañeda y Nájera, Adalid, Schmidtlein y otras muchísimas: suspendido después de media noche el baile para servir la cena en el salón del piso superior, se reanudó una hora después para prolongarse hasta las últimas de la madrugada.
Galza, en el Teatro Arbeu, prosiguió dando sus funciones, extremadamente mal concurridas, y para ver de llamar público, que parecía no hacer caso de obras finas y delicadas, ofreció al vulgo el drama en cuatro actos que intituló: Los jueces francos ó sea el TerribleTribunal de los Invisibles. Con ellos compartió la cándida curiosidad, la exhibición que en una accesoria de la calle de Gante se hacía de un fenómeno llamado el hombre-perro, procedente de Rusia, según cuentan los prospectos. Percibíase aún el eco de los aplausos obtenidos por Hartz y la bella y distinguida artista su esposa, cuando se presentó en la Capital otro notabilísimo prestidigitador, el Conde Ernesto Patrizzio de Castiglione, á su vez acompañado por su esposa la Condesa Rita Gall, hermosísima italiana. En la noche del jueves i ° de Marzo el Conde Patrizzio ofreció á los periodistas de la ciudad y en uno de los salones del Teatro Nacional, una sesión particular, á fin de que se juzgase de su habilidad y dé su modo elegante y moderno de presentar sus espectáculos. Realmente, sus juegos de prestidigitación y de física recreativa eran en extremo notables; pero lo que más seducía en el Conde Patrizzio era su amena y espiritual conversación, su lenguaje ó charla cultos y graciosos, salpicados de oportunas ocurrencias, escogidos chistes, y esas delicadeza y finura propias del hombre instruido, galante y práctico en el trato social. Su esposa llamó la atención con su excelente memoria en la repetición de cierto número de palabras elegidas al acaso, pues aunque hoy ese juego de combinación sea una cosa común, era entonces desconocido en México. E l juicio de la prensa fué que el nuevo prestidigitador era lo mejor que se había visto en nuestros teatros: "sale de la rutina llevando hasta la evidencia sus transformaciones, y sobre todo, hablando el lenguaje del hombre más galante en sociedad: su vasta instrucción le permite tocar en agradable plática la historia, las ciencias y la literatura; sus maneras son de refinada cultura, su dicción es fluida y elegante, y sus suertes deben ser calificadas de admirables." E n la noche del domingo 4 de Marzo, dió en el Nacional su primera función, y el público confirmó el juicio de la prensa, y halló merecida y justa la fama que el Conde había adquirido en veinte y dos funciones en el Liceo de Barcelona, cincuenta y dos en París, cincuenta y dos en Madrid, veinte y cinco en Río Janeiro, catorce en Lisboa y once en la Habana, aparte de otras muchas en diversas ciudades de Europa. E n las varias que en México dió, atrajo siempre numeroso público, que aplaudía con entusiasmo su destreza, y se deleitaba con su conversación chispeante y amenísima, en lo cual ningún otro prestidigitador le ha superado. E n algunas de esas funciones y con mucho desagrado de los espiritistas, ejecutó con perfección suma la experiencia del armario mis-
terioso de los hermanos Dawenport, á puertas abiertas. Obligado á cumplir con una contrata en Nueva-York, dió su función de despedida el miércoles 21, en la que, anunció en su programa, recibiría en sus manos la bala de un cañón que durante varios días expuso al examen del público: la experiencia no salió de lo mejor y el Conde Patrizzio recibió un golpe que lo obligó á guardar cama. Unos días antes, el 15, se verificó el beneficio de la Condesa Rita Gall de Castiglione, con un programa dividido en tres partes que exclusivamente corrieron á cargo de la hermosa dama, concluyendo con la exhibición del Agioscopio á Kaleidoscopio gigante. En su despedida rifó entre los concurrentes al Nacional una excelente caja de música. Todas sus funciones estuvieron muy concurridas, lo que hizo decir al Monitor: " l o más admirable de este mágico ha sido la manera con que atrajo público á su teatro; ese público que no se conmueve cuando se anuncia una pieza dramática de autor insigne; ese público que no acudió á ver á la gran Ristori, ha ido ansioso á ver cómo de un sombrero salen muchas banderitas, y de una tórtola un ramo de flores; el Conde Patrizzio ha tenido el gusto de recoger en México muchos aplausos y también muchos pesos, lo que no deja de ser más raro en los calamitosos tiempos que atravesamos." La cosa pública andaba mal en efecto, ia pobreza y la desconfianza eran sumas, y esto se achacaba á mala dirección y peores disposiciones del Ministerio, cuyo cambio se pedía enérgicamente al Gral. D. Porfirio Díaz, invitándole á deshacerse, antes de que el descrédito recayese sobre él, de sus Secretarios, Benítez, Tagle y Ramírez. ¡Caiga el Ministerio!, /Abajo los Ministros!, repetía el Monitor, añadiendo: ' 1 tal es la voz que se escucha en el público, tal es el deseo unánime de las gentes sensatas que quieren el adelantamiento y progreso de este pobre país. Fíjese el Gral. Díaz en nuestras palabras, y crea que no lo engañamos; la opinión .pública rechaza al actual Ministerio; todos tienen confianza en el Gral. Díaz, todos esperan algo nuevo y patriótico del vencedor de Tecoac, pero no hay un solo ciudadano que no execre á los Ministros, y á fe que tienen razón. E l Gral. Díaz debe sacrificar á sus amigos en pro del bien público, y tomar otro sendero y seguir otra marcha con otros Ministros capaces, pues los actuales no son hombres que saquen al toro de la barranca." Pero salgámonos á nuestra vez del escabroso terreno de la política para dar cuenta de que los apreciables actores de la Compañía dramática de Arbeu, dieron el domingo 4 de Marzo su última función de su primer solitario abono, y el sábado 10 se despidieron poniendo en escena en honor del Gral. D. Porfirio Díaz, El amor de los amores, drama de Joaquín Villalobos, y la piececita La unión liberal. Moreno les pidió el teatro para ocuparlo con su zarzuela y entiendo que Galza y compañía no debieron pulsar mucha dificultad en la desocupa-
ción, pues, según un periódico, sólo sacaban de él un desengaño más, muchos aplausos y ninguna utilidad. Con mucha literatura de programa y muchos nombres, unos muy gastados, otros muy medianos, y algunos cuyos dueños no habían de llegar á presentarse en aquellas tablas, el Teatro Principal, repintado y recompuesto, anunció á mediados de Marzo la siguiente Compañía de Zarzuela: Directores: Manuel Cresj (que no llegó á venir), y José Poyo; Primeras tiples, Francisca Selgas de Aguado (que no vino tampoco), y Cristina Corro; Segundas tiples, Cristina Pía y Caritina Delgado; Tiple cómica, Josefa Pía; Comprimarios, Antonia Ramírez y Trinidad Heros; Característica, Elisa Areu de Poyo; Primer tenor seria .Venancio Francesch; Bajo genérico, Ricardo Yáñez; Tenor cómico, José Poyo; Bajo cómico, Joaquín Rodrigo; Segundo barítono, Enrique Labrada; Partiquinos, José Serving, Andrés Quirós; Maestro director, José Meneses. Precios por doce funciones: en palcos cuarenta y cuatro pesos, en lunetas seis. " L a Compañía, decía uno de los más populares cronistas, con excepción de las Pía, es la misma que en la temporada de invierno trabajó en los jacalones de la Plaza. Esto no quiere decir que sea tan mala: allí tenemos á Yáñez, ya probado en lides de zarzuela: á Poyo que es chistoso y que cuando no canta, cosa que casi siempre le acontece, es al menos muy gracioso: tenemos también á la simpática Caritina Delgado, que si como cantante n o ha hecho su aprendizaje en los Conservatorios, lo ha hecho en los teatros de Noviembre, que es todavía más difícil. No ha ido mucha gente al nuevo abono, porque la Compañía tuvo la ocurrencia de dar su primera función el jueves 15, cuando el público andaba ocupado en oir al Conde Patrizzio disertar sobre el primer cráneo de Althothas cuando era j o v e n . " En 27 de Marzo, por cierto martes santo, la Sociedad Netzahualcóyotl, ya muchas veces nombrada y elogiada en este libro, dió una agradabilísima velada que principió con la representación del drama sacro La Pasión de Jesucristo, original de Metastasio, traducido por el experto literato Dr. D. Manuel Per'edo. Después, la muy aventajada pianista Isabel Méndez, ejecutó en el piano unas muy bellas Reminiscencias de Norma, con suma delicadeza, firmeza y corrección: Clementina Gallardo interpretó de un modo notable el Ave María del maestro Baca. Por último, fué cantado el Stabat Máter de Rossini, interpretado en sus principales números por Luz Reynoso y Trinidad Bustamante, que supieron salvar con suma inteligencia los escollos del gran dúo; Concepción Arvide, cuya hermosa voz de contralto, llena, sonora, causó positiva admiración; y Carriles, Múgica y González. En 1? de Abril, Domingo de Pascua, entró á competir con la Com-
pañía del Principal que puso en escena la colorada zarzuela Flor de tké, el hábil empresario José Joaquín Moreno, en Arbeu, con el siguiente cuadro: Primeras tiples, Matilde Montañés, Virginia Martín; Contraltos, Francisca Selgas Aguado, Francisca Carmona; Tiple característica, Enriqueta Imperial; Primer tenor, Pedro Arcaraz; Primer tenor cómico, Manuel Iglesias; Tiple cómica, Concepción Méndez; Primer barítono, Rafael G. Villalonga; Primer barítono cómico, Lino Alpuente; Primer bajo, Alejandro Castro; Maestro director, Carlos A. Serrano. Desde antes de empezar su temporada, la Empresa Moren o - M a c e d o anunció que, detenidas en la Habana por anteriores compromisos la tiple Virginia Martín y la contralto Francisca Selgas Aguado, no se presentarían en el primer abono, llevando la legalidad de su proceder al extremo de avisar que las personas abonadas que no estuviesen conformes con esa falta involuntaria, podrían pasar á recoger el importe de sus localidades, lo cual pocos ó ninguno hicieron, pues aun sin esas artistas la Compañía era bastante buena y completa. En igual fecha del domingo 1? de Abril, dió su primera función un tercero y notabilísimo prestidigitador, el famoso Mr. Herrmann, acompañado de la bella y graciosa Addie, Mr. Watson, llamado el Hombre pez, y Miss Ondina, conocida por la Sirena encantadora. Herrmann dijo en sus programas: " A l llegar á esta hermosa ciudad el gran prestidigitador Mr. Herrmann, lejos de retraerlo la permanencia continuada de los dos prestidigitadores que le han precedido, lo hace con tanto más gusto cuanto que el ilustrado público mexicano, podrá, al formar comparaciones, hacer á la vez justicia al asombroso único prestidigitador sin rival en su género." Herrmann era en efecto una maravilla en su arte, especialmente en el escamoteo que ejecutaba con inaudita destreza: las más conocidas suertes tenían, presentadas por él, algo nuevo y sorprendente; el modo de presentarlas. No creo, sin embargo, necesario entrar en detalles acerca de un prestidigitador como él, de fama universal. Secundábale con superior inteligencia Miss Addie, muy simpática con su masculino traje de etiqueta: ella fué quien en las funciones de Herrmann presentó el famosísimo armario misterioso: á la vista del público fué amarrada á un poste, del que se desató en el acto, poniéndose y quitándose la casaca, con mayor perfección que los célebres Fay y Kelier, que tanto dieron que hablar y que pensar á los espiritistas y á los timoratos Cándidos. En su citado programa Herrmann había dicho: " M r . Watson, el hombre pez, y Miss Ondina, la Sirena encantadora, ejecutarán cosas admirables dentro del agua, como comer, beber, fumar, escribir, etc., coronando todas estas maravillas con la de permanecer en el fondo del agua durante tres minutos." Así lo hacían en efecto el uno y la otra, presentando muy vistoso aspecto al B. H . T . — T .
III.-33
nadar tras el gran cristal del enorme depósito, con sus trajes cubiertos de lentejuelas, que brillaban á los resplandores de la luz eléctrica. Herrmann dió sus dos últimas funciones, con casi teatro lleno, como todas, en la tarde y en la noche del 15 de Abril: en ellas la simpática Addie ejecutó sorprendentes evoluciones en un velocípedo de dos ruedas, y el prestidigitador hizo una rifa de diez primorosos juguetes entre los infantiles espectadores de la función vespertina. Herrmann había ofrecido dar una función extraordinaria en benefi- . ció de los pobres, pero llamado urgentemente á Guanajuato no pudo verificarla, y en su defecto envió al Gral. Díaz cien pesos, como donativo á algún establecimiento de caridad. Por igual causa no pudo tener lugar el desafío propuesto á Mr. Watson por el nadador mexicano Jiménez, desafio que Watson aceptó y que debió haber tenido por escena la Alberca Pane. Buscando novedades para sostener la competencia entablada entre el Principal y el de Arbeu, el primero de esos teatros puso el 5 de Abril en escena, y como sexta de abono, la zarzuela del compositor mexicano Sr. D. Lauro Beristáin, intitulada: A cuaimas feo. Desde la obertura, que dirigió el autor en persona, comenzaron para él los aplausos francos y entusiastas: los artistas, animados con aquel primer éxito trabajaron con empeño é inteligencia: Yáñez en el protagonista, y la simpática Pepita Pía, estuvieron felicísimos, y la bella obra de Lauro Beristáin gustó mucho en esa noche y en las repeticiones sucesivas. Moreno y Macedo en Arbeu, presentaron en los entreactos de El Barberillo del Avapiés, á la distinguidísima artista española Esmeralda Cervantes, cuya venida á México había sido anunciada de muchos meses atrás. Su justa y universal fama hizo que el numeroso público la acogiese con notables demostraciones de afecto, tanto más fáciles cuanto que su grata presencia disponía en su favor. Bella, poética; de dulce mirada, con linda cabeza peinada en blondos rizos, vestida con elegante sencillez, con pocas pero ricas joyas, y luciendo sobre el pecho gran número de condecoraciones, con natural modestia tomó asiento al lado de un arpa magnífica, de rica madera artísticamente dorada. Después de un registro de maravillosa suavidad, sus pequeñas manos resbalaron sobre las cuerdas, arrancando nutridísimos aplausos con su suprema interpretación de El adiós de las golondrinas, composición de la misma ejecutante; en el vis tocó un precioso fragmento de Marta. E n el segundo entreacto ejecutó la Danza de las sílfides, de Godefroid, y para vis la Plegaria de Moisés, que se vió obligada á repetir entre aclamaciones de febril entusiasmo. E n el tercer entreacto, tocó unas variaciones sobre el Carnaval de Paganini, composición también de Esmeralda.
La joven y graciosa arpista conquistó desde luego el aprecio y la admiración del público que concurrió á esa primera presentación, en la noche del 6 del repetido Abril. En las subsiguientes, que no debo pormenorizar para evitarnos repeticiones de los mismos elogios, Esmeralda Cervantes se afirmó en ese franco y justo aprecio. Don Pompeyo en carnaval, Una señora comprometida, y un beneficio del tenor Giovanni Zaccometti en el Teatro Principal; el estreno de la zarzuela en tres actos de Rojel, Un casamiento republicano, La Marsellesa, Giroflé Giroflá, Un viaje á China, deBazin; La Gallina Ciega, y El Proceso del Can-cán, en Arbeu, fueron las obras que más agradaron en uno y otro teatro, durante la segunda quincena de Abril y la primera de Mayo. Cristina y Josefa Pía, Poyo y Yáñez, eran el alma del Principal, especialmente las dos jóvenes artistas nombradas, que cada día parecían más simpáticas é inteligentes y conquistaban mayor número de partidarios. Matilde Montañés, bella, graciosa, inspiradísima, reinaba en absoluto en Arbeu, adorada por el público ni más ni menos que en sus más juveniles años, ya entonces un tanto pasados; pero siempre esa maravilla ha sido privilegio de consumadas artistas, como ella lo fué. En el beneficio de Zaccometti, á que más arriba me referí, lucieron muchísimo los distinguidísimos aficionados, maestros algunos de ellos, Rosa Palacios y Luz Reynoso, Tomás León, Ituarte, Aguado y el clarinetista Santibáñez; la funciónconcierto se verificó en la noche del 25 de Abril. Los honores de la gran novedad correspondieron de justicia á la Compañía de Opera Italiana que, teniendo al frente á la insigne Angela Peralta, dió su primera función de abono el domingo 20 de Mayo, en el Gran Teatro Nacional, con la ópera de Verdi, El Trovador, cantada por Fanny Vogri, Carmen Pizzani, Augusto Celada, Enrique Pogliani é Icilio Sbordoni. H é aquí el prospecto de aquella empresa: "Después de algunos años de ausencia, Angela Peralta de Castera vuelve á ofrecer sus trabajos al ilustrado público de México. Agradarle, enalteciendo el arte, es una de sus miraS para hacerse digna de la noble recompensa de sus afanes. No es una historia de lágrimas con lo que pretende interesar al público, siempre noble y cariñoso para con ella, sino con la solemne promesa que hace del exacto cumplimiento de sus deberes en la empresa que ha tomado á su cargo en muy difíciles circunstancias. Ciertamente la época no es la más bonancible para empresas de la naturaleza de la presente, y sin embargo, tiene la convicción de no haber omitido sacrificio alguno para lograr el objeto que se propone. La Compañía que tiene la honra de presentar al público, abunda en antecedentes de gran valía, que confirmará sin duda en el primer teatro de la República, arrancando á los espectadores las muestras de admiración que ha sabido conquistar en los teatros más exigentes de
Europa, donde es fácil reunir artistas de cierta talla por las grandes subvenciones con que las empresas son favorecidas. " E n México todavía no se comprende la necesidad de subvencionar esta clase de espectáculos que reaniman el comercio, estimulan las artes y dan vida á multitud de gentes que dependen del teatro, en el que generalmente se arruinan las empresas particulares por falta de protección. Con todo, nada ha habido que hacer que no se haya hecho para llegar al fin, sin más apoyo que su buena voluntad, ni más esperanza que la protección del público. "Elenco de la Compañía: Sopranos defuerza, Fanny Vogri, Quintilla Gianolli Lorenzini; Mezzo sopranoy contralto, Carmen Pizzani; Comprimario.Marieta Pagliari; primer tenor de fuerza, Augusto Celada; primer tenor de medio carácter, Giuseppe Frapolli; otro primer tenor, Enrique Sbricia; primeros barítonos absolutos, Giuseppe Villani, Enrique Pogliani; primeros bajos profundos, Eugenio Barberat, Angelo Tamburini, Arturo Lorenzini; primer bajo caricato,, Horacio Bonafous; prima donna absoluta en su respectivo género, Angela Peralta de Castera; primera bailarina, Adela Boni; maestros directores de orquesta, Héctor Contrucci, Antonio Vogri; Arpista, Josefina Giacomini; Vio'loncello, Giuseppe Bernasconi; Flauta, Agustín Gerosa; Oboe, Emanuel Vaccarossi; Orquesta, la de Santa Cecilia. " La empresa, que teniendo á la vista sus inmensos gastos y sacrificios, ha meditado seriamente sobre las circunstancias excepcionales por que México va atravesando, para no exagerar los precios, y después de u n estudio profundo de la situación, conciliando sus intereses con los del público, se ha fijado en los siguientes precios de abono por doce funciones: Palcos, ciento treinta pesos; Lunetas, diezy siete. Para dejar en libertad á los maestros y á los artistas, nadie tendrá derecho para asistir á los ensayos." Fanny Vogri pasaba por habilísima cantante en Florencia, Lisboa, Valencia, Trento y Ravena, y el Correo Teatral de la primera de esas ciudades la elogiaba grandemente en los papeles de Selika en La Africana, de la Reina en Ruy Blas, de Leonor en El Trovador y de Valentina en Los Hugonotes. " La Vogri, decía ese periódico, posee una de aquellas voces que raramente se encuentran en la escena, y no es menos raro el método verdaderamente magistral con que sabe modular el tesoro de voz; á ello une una figura simpática y un portamento de una elegancia exquisita." Del tenor Augusto Celada, los periódicos habaneros hacían elogios á miles; y el Cosmorama Pittorico de Milán, se expresaba así: " Augusto Celada es un tenor que se disputan los primeros teatros, y si la Habana no nos lo hubiera contratado, habría cantado infaliblemente en San Carlos de Nápoles en el próximo invierno." E l mismo periódico decía de Carmen Pizzani ser una contralto, que á la belleza reunía el fuego y la inspiración, y de Enrico
Pogliani poseer " una voz de barítono que maravillará y entusiasmará al Nuevo Mundo, como ha maravillado y entusiasmado al Antiguo.'' Siguiendo siempre al autorizado periódico italiano, diremos que á su juicio, la Gianolli era una prima donna de magníficos medios vocales; Frapolli un tenor muy reputado en España y en Italia; Villani un barítono de cuyo éxito eran garantía más de dos años de continuos triunfos en el teatro Cario Felice de Génova; Eugenio Barberat un bajo profundo muy aplaudido en el Regio de Turín, y en la Scala de Milán; Bonafous un bajo cómico reputado como de lo mejor en su género; la Boni una de las mejores discípulas de la Escuela de baile de Milán, muy querida en la Pérgolla de Florencia y en el Cario Felice; Contrucci uno de los mejores directores y concertadores de Italia; la Giacomini una verdadera arpista, y Vogri un distinguido maestro. Con tales antecedentes, el público de México acudió con empeño á abonarse, y en la noche del estreno llenó de bote en bote el teatro. Por desgracia l á Vogri pareció demasiado rolliza y pasada, y se encontró que su voz, aunque extensa y voluminosa, era de timbre desagradable: las pocas veces que en Leomr ofreció ocasión para que se la aplaudiese, cierta parte del público, poco galante, impuso silencio con impertinente ceceo, y la artista acabó de descomponerse. A Celada no se le aplaudió la serenata que cantó entre bastidores, y en el tercer acto el ansiado do de pecho resultó un informe sonido gutural. La Pizzani no estaba en voz é hizo un fiásco tremendo, tanto que al día siguiente la artista dirigió una carta á Angela Peralta, proponiéndole la rescisión de su contrato. E l único que en aquel desventurado Trovador estuvo bien, fué Enrique Pogliani, cuya buena voz, excelente emisión y distiguidas maneras agradaron en extremo y merecieron aplauso. E n la noche del 22, para segunda de abono, fué cantado Ruy Blas por Villani y Frapolli y la Gianolli y la Pizzani, con un éxito magníficamente bueno. Villani, que en su juventud fué un distinguido tenor de la Compañía del célebre Fraschini, era entonces un excelente barítono, cuya voz admirable era realzada por la completa posesión de todos los secretos del arte y las más brillantes entereza y seguridad en el dominio de las tablas; el tenor Frapolli gustó mucho por su voz agradable, simpática presencia y conocimiento de la escena. La Gianolli no dejó satisfecho al público, pues aunque su voz era buena, no sabía ni emitirla ni modularla, á lo que dicen los cronistas y revisteros. Carmen Pizzani, á quien Angela Peralta no admitió la rescisión del contrato, agradó sobre manera en Ruy Blas, obteniendo un triunfo de lo más completo y unánime en el papel de Casilda. La numerosa y escogida concurrencia quedó tan contenta del éxito del Ruy Blas, como decepcionada había quedado con el fiasco de El Trovador.
Para el jueves 24 se anunció Poliuto con Augusto Celada; pero en el ensayo el tenor se sintió mal, tuvo miedo de que se repitiese el fracaso de la noche del estreno, y á última hora la Empresa anunció la repetición de Ruy Blas, que salió aún mejor que el 22. Para dar á Celada tiempo de reponerse, se dispuso para la noche del 26 la Traviata, que Angela Peralta cantó como artista concienzuda y suprema, y como Empresaria á quien importaba el aseguramiento del buen éxito del abono. Al presentarse la gran artista, acogiéronla nutridas salvas de aplausos, lluvia de flores y de ramilletes y derroche de versos; su voz fué, como siempre, un torrente de magnífica exhibición de todos los primores del canto que sin limitación poseía su órgano privilegiado. Por fin, en la quinta función de abono del domingo 27, Augusto Celada pudo vindicarse y demostrar al público que eran justos y merecidos los elogios que de él hacían los periódicos italianos y habaneros. Recibido, como era natural, con cierta frialdad, llegó el segundo acto de Poliuto y con él el sublime y famoso Credo que glorificó Enrique Tamberlick; el tenor Celada, desde el fondo de la escena hasta la boca del foro, sostuvo espléndidamente un sí natural, con tal brío, con tal facilidad, con tal fuerza, que el público—dice un cronista—"encantado con aquel tour de foróe, con aquel grito colosal, que venció á la orquesta en todos sus sonidos, se volvió loco de placer y de entusiasmo é hizo presentarse al artista multitud de veces en el proscenio en medio de frenéticos bravos.'' La Gianolli, siempre fría, siempre amanerada, siempre indiferente, se animó á su vez todo lo posible en ella, haciendo lucir su hermosa voz de soprano. Siguieron una muy buena repetición de Traviata, Un bailo in mascliera, en que la Vogri y Celada volvieron á hacer fiasco; unos Puritanos magníficamente cantados por Angela Peralta, el bajo Barberat y el barítono Pogliani; una Norma que casi fué asesinada; otro espléndido Poliuto, en uno de cuyos intermedios se presentaron Adela Boni, que fué muy aplaudida, y Tranquilino Herrera, de quien el público se burló impíamente; una repetición extraordinaria de Puritanos; otro Bailo m maschera, y para duodécima y última del primer abono, un Rigoletto que valió un triunfo á todos los artistas y muy principalmente á Angela Peralta que, como es sabido, cantaba esa partitura maravillosamente bien. Sin poderlo evitar y contra mi deseo, me he extendido demasiado y debo reservar para el capítulo siguiente la continuación de mi revista de esa temporada de ópera, diciendo, para no dejar nada atrasado, que el Teatro Arbeu continuó encantando á su público con sus zarzuelas españolas ó francesas, entre éstas Las cien vírgenes, limpias hasta donde era posible, de escabrosidades. La Compañía de zarzuela del Principal, hubo de tocar retirada, y desde el 10 de Junio
sucediéronse allí con malísimo éxito, Galza, Muñoz, la Cañete y la Servín, con El sueño del malvado, Bruno el tejedor, y otras atrocidades por el estilo; la Compañía Infantil de Carmen y Guadalupe Unda, con la Gallina Ciega, El Barberillo y otras más antiguas ó inocentes. E n Hidalgo lloraban las gentes sencillas con La plegaria de los náufragos, El verdugo de la Reina y Los pobres de Madrid; por último, en el Teatro de Nuevo México trabajaba en las tardes una llamada Cotnpañia indica de variedades, á cincuenta centavos luneta y á doce el asiento de galería.
CAPITULO I I
1877. Los frecuentes fracasos y las repeticiones numerosas influyeron en que el segundo abono de la Opera, principiado el 14 de Junio de 1877 con Hernani, viese muy disminuida la brillante.concurrencia del primero. La artista-empresaria, digna de mejor suerte, no por eso desmayó y después de un Rigoletto, un Trovador, un Ruy Blas y otro Hernani, puso en escena con mucho lujo, buen gusto y perfección la gran ópera de Meyerbeer La Africana, para sexta función del segundo abono y en la noche del 26. La Vogri en Selika, Villani en Nelusko, la Gianolli en Inés, y Celada en Vasco de Gama, estuvieron muy bien, especialmente los dos primeros, y sobre todo el magnífico Villani, siempre sublime en la escena, siempre maestro en el canto, siempre artista en sus más mínimos detalles. A pesar de todo, la gran ópera de Meyerbeer no aumentó la concurrencia, aunque la empresaria, para darla mejor á gustar, la ofreció en la noche del 5 de Julio en función extraordinaria, de obsequio para los abonados. Injusto fué el poco éxito, porque la obra es grandiosa; estuvo, lo repito, muy bien puesta en decoraciones y trajes, y fué cantada bastante bien, mucho, muchísimo mejor que en otras épocas y por otros artistas. Dióse el 7 de Julio el beneficio de la Gianolli con María de Rohan; repetida el 11; se cantó el 8 Lucrecia Borgia; siguió el 12 el beneficio de Pogliani con el Trovador, varias piezas de Don Carlos, Marino Fallero, Don Sebastián y el terceto ó trío de Guillermo Tell por Celada, Pogliani y Sbordoni; y para duodécima y última del segundo abono se estrenó en 14 de Julio con mucho aparato y propiedad Gino Cor-
Para el jueves 24 se anunció Poliuto con Augusto Celada; pero en el ensayo el tenor se sintió mal, tuvo miedo de que se repitiese el fracaso de la noche del estreno, y á última hora la Empresa anunció la repetición de Ruy Blas, que salió aún mejor que el 22. Para dar á Celada tiempo de reponerse, se dispuso para la noche del 26 la Traviata, que Angela Peralta cantó como artista concienzuda y suprema, y como Empresaria á quien importaba el aseguramiento del buen éxito del abono. Al presentarse la gran artista, acogiéronla nutridas salvas de aplausos, lluvia de flores y de ramilletes y derroche de versos; su voz fué, como siempre, un torrente de magnífica exhibición de todos los primores del canto que sin limitación poseía su órgano privilegiado. Por fin, en la quinta función de abono del domingo 27, Augusto Celada pudo vindicarse y demostrar al público que eran justos y merecidos los elogios que de él hacían los periódicos italianos y habaneros. Recibido, como era natural, con cierta frialdad, llegó el segundo acto de Poliuto y con él el sublime y famoso Credo que glorificó Enrique Tamberlick; el tenor Celada, desde el fondo de la escena hasta la boca del foro, sostuvo espléndidamente un sí natural, con tal brío, con tal facilidad, con tal fuerza, que el público—dice un cronista—"encantado con aquel tour de foróe, con aquel grito colosal, que venció á la orquesta en todos sus sonidos, se volvió loco de placer y de entusiasmo é hizo presentarse al artista multitud de veces en el proscenio en medio de frenéticos bravos.'' La Gianolli, siempre fría, siempre amanerada, siempre indiferente, se animó á su vez todo lo posible en ella, haciendo lucir su hermosa voz de soprano. Siguieron una muy buena repetición de Traviata, Un bailo in mascliera, en que la Vogri y Celada volvieron á hacer fiasco; unos Puritanos magníficamente cantados por Angela Peralta, el bajo Barberat y el barítono Pogliani; una Norma que casi fué asesinada; otro espléndido Poliuto, en uno de cuyos intermedios se presentaron Adela Boni, que fué muy aplaudida, y Tranquilino Herrera, de quien el público se burló impíamente; una repetición extraordinaria de Puritanos; otro Bailo m maschera, y para duodécima y última del primer abono, un Rigoletto que valió un triunfo á todos los artistas y muy principalmente á Angela Peralta que, como es sabido, cantaba esa partitura maravillosamente bien. Sin poderlo evitar y contra mi deseo, me he extendido demasiado y debo reservar para el capítulo siguiente la continuación de mi revista de esa temporada de ópera, diciendo, para no dejar nada atrasado, que el Teatro Arbeu continuó encantando á su público con sus zarzuelas españolas ó francesas, entre éstas Las cien vírgenes, limpias hasta donde era posible, de escabrosidades. La Compañía de zarzuela del Principal, hubo de tocar retirada, y desde el 10 de Junio
sucediéronse allí con malísimo éxito, Galza, Muñoz, la Cañete y la Servín, con El sueño del malvado, Bruno el tejedor, y otras atrocidades por el estilo; la Compañía Infantil de Carmen y Guadalupe Unda, con la Gallina Ciega, El Barberillo y otras más antiguas ó inocentes. E n Hidalgo lloraban las gentes sencillas con La plegaria de los náufragos, El verdugo de la Reina y Los pobres de Madrid; por último, en el Teatro de Nuevo México trabajaba en las tardes una llamada Cotnpañia indica de variedades, á cincuenta centavos luneta y á doce el asiento de galería.
CAPITULO I I
1877. Los frecuentes fracasos y las repeticiones numerosas influyeron en que el segundo abono de la Opera, principiado el 14 de Junio de 1877 con Hernani, viese muy disminuida la brillante.concurrencia del primero. La artista-empresaria, digna de mejor suerte, no por eso desmayó y después de un Rigoletto, un Trovador, un Ruy Blas y otro Hernani, puso en escena con mucho lujo, buen gusto y perfección la gran ópera de Meyerbeer La Africana, para sexta función del segundo abono y en la noche del 26. La Vogri en Selika, Villani en Nelusko, la Gianolli en Inés, y Celada en Vasco de Gama, estuvieron muy bien, especialmente los dos primeros, y sobre todo el magnífico Villani, siempre sublime en la escena, siempre maestro en el canto, siempre artista en sus más mínimos detalles. A pesar de todo, la gran ópera de Meyerbeer no aumentó la concurrencia, aunque la empresaria, para darla mejor á gustar, la ofreció en la noche del 5 de Julio en función extraordinaria, de obsequio para los abonados. Injusto fué el poco éxito, porque la obra es grandiosa; estuvo, lo repito, muy bien puesta en decoraciones y trajes, y fué cantada bastante bien, mucho, muchísimo mejor que en otras épocas y por otros artistas. Dióse el 7 de Julio el beneficio de la Gianolli con María de Rohan; repetida el 11; se cantó el 8 Lucrecia Borgia; siguió el 12 el beneficio de Pogliani con el Trovador, varias piezas de Don Carlos, Marino Fallero, Don Sebastián y el terceto ó trío de Guillermo Tell por Celada, Pogliani y Sbordoni; y para duodécima y última del segundo abono se estrenó en 14 de Julio con mucho aparato y propiedad Gino Cor-
sini, obra del Maestro Melesio Morales, con la cual también dió principio el tercer abono en la noche del 15: el Maestro mexicano fué muy aplaudido y celebrado por su nueva ópera; pero por desgracia, y tal vez porque no fué bien comprendida, en nada aumentó el público, y la digna y patriota etnpresaria vió con el último estreno acrecer sensiblemente sus pérdidas. Para segunda función del tercero repitió La Africana y la noche del 19 cantó por primera vez en la temporada, el delicioso Fausto de Gounod. E n su beneficio dió Villani en la noche del 21 El Barbero de Sevilla, cantando en un entreacto una aria de Matías Corvino, Rey de Hungría, y bailando la Boni la Gharmeusse. Diéronse el 22, en la tarde, Gino Corsini, y en la noche Un bailo in masclura, y en sucesivas funciones Ruy Blas, El Barbero, Fausto; el 4 de Agosto en extraordinaria y á favor de Melesio Morales, el Gino Corsini; María de Rollan, Favorita; el 9, á beneficio de la Boni y la arpista la Giaccomini, se cantaron dos actos de La Africana, y uno de María de Rohan; la Boni bailó el gran paso cosmopolita y la Giacomini tocó con maestría en el arpa unas variaciones sobre Poliuto y otras sobre Marino Fallero. Fueron cantadas en otra fund ó Las Vísperas sicilianas, de Verdi, y en la duodécima y última del tercer abono se puso en escena Ione de Petrella, que alcanzó un malísimo desempeño, haciendo exclamar á Rafael Franco, en una de sus graciosas revistas en verso, firmadas con su pseudónimo de Nelusko:
" ¡ Q u é Glauco nos hizo el hombre ! ¡ qué vigor en aquel ser ! ¡ si aquello era de correr, si aquello no tuvo nombre ! " Y la Natali, ¡ Dios Santo! que es fácil que se d e r r i t a . . . . hizo una e s c l a v a . . . . bonita, pero ¡ qué canto! ¡ qué canto ! " Y a á Fanny no queda algo de aquella voz tan galana que se le escapó en la Habana, y . . . . suéltele usted un galgo. "Todo así, por el estilo, y con dislates de sobra se vió en escena la obra, y n o s o t r o s . . . . en un hilo. ' 'Ione se apretaba el pecho y el largo cuello extendía; Glauco chillaba, y veía las telarañas del techo.
" Quiso nuestra mala suerte, que á todo se sobrepone, que viésemos de la Ione el sacrificio y la muerte.
"Nidia cerraba los ojos y sus brazos ostentaba; parecía cuando andaba que andaba pisando abrojos.
" F u é aquello una tempestad de notas y de berridos que vagaban confundidos flotando en la inmensidad.
'' ¡ Qué tormentos! ¡ qué sudores i ¡ qué penas y qué bochornos! Ni doblando el Cabo de Hornos se pasan más sinsabores.
" L a Gianolli, hado cruel, vestida como Dios sabe, no acertaba con la clave de su difícil papel.
" E n las escenas postreras á Glauco echan los artistas en garras de las c o r i s t a s . . . . quiero d e c i r . . . . de las fieras.
"Sbricia que nunca acierta, nos dejó el alma c a u t i v a . . . . aquel que hizo un Alma- Viva y resultó un alma muerta.
" E r a un castigo cruel aunque muy bien merecido: creyendo verlo comido llorábamos ya por él,
" P e r o el hombre sans façon vuelve del Circo con vida, sin sacar ni una mordida, ni un rasguño, ni un raspón. " A l ver las lavas primeras del Vesubio, se agazapa, , y en el desorden se escapa: ¡ qué lástima de panteras ! "Bien salvó en el lance fuerte; pero en cambio; ¡oh desventura! la inocente partitura sufrió la pena de muerte. "Tratarla con esos modos muy- mal corazón revela; si los oyése Petrella ¡ qué palos les diera á todos! " F u é la suntuosa epopeya de tan triste Compañía, que hizo al arte una avería mayor que la de Pompeya. "Más que otra lotie, el diluvio; si la dan otra ocasión al empezar la función que se los trague el Vesubio."
Con el mal precedente del pésimo desempeño de Ione, la empresa anunció un nuevo abono de sólo seis funciones, dando en la cuarta de ellas Roberto el Diablo en la noche del 24; el 26 se verificó el beneficio de la Pizzan con Maria de Rollan, cantándose en los intermedios un dúo del Barberillo del Avapiés por la beneficiada y Angela Peralta, en su respectivo traje de majas, y por la Pizzani sola, la canción en francés Chechino. Estas mescolanzas parece que fueron la regla ó patrón para todos los beneficios de esa temporada, pues en el de la Vogri y de Barberat, el 6 de Setiembre, al tercer acto de Roberto siguió un concierto en varios idiomas en que se cantarot^la canción española la Juanita, por Angela Peralta; varias piezas de Freischütz por la Vogri, Frapolli, la Natali y los coros; una aria en alemán por Vogri; un rondó de la Ceneréntola; otra pieza del Chalet de
Adam, en francés, por Barberat, concluyendo con un dúo de Hugonotes por los beneficiados. Verdaderamente fué de sentirse que no se hubiera tenido mejor fortuna en la elección de los cantantes de aquella Compañía, que, sin embargo, contó con varios muy buenos, inclusive Angela Peralta, cuyo empeño en complacer al público queda probado con sólo decir que en cuatro abonos le ofreció veinte y siete óperas distintas, varias de ellas con trajes y decoraciones de completa novedad. Pocas empresas podrán en México contar otro tanto, y no obstante, el abono bajaba, la concurrencia disminuía cada noche y su ruina hubiera sido total si no hubiera tenido como tuvo, y puesto como puso, casi á la perfección, la bellísima A ida de Verdi, estrenada en la noche del sábado 1? de Setiembre con el siguienre reparto: El Rey de Egipto, Sbordoni; Amneris, Fanny Natali; Radamés, Augusto Celada; Ramphis, Barberat; Aida, Angela Peralta; Amonasro, Villani; Mensajero, Sbricia. Excusado nos parece decir, pues aun dura en México la fama de aquel triunfo, que Aída gustó, como pocas obras han gustado en nuestros tiempos, porque también f u é cantada y presentada como pocas obras han sido cantadas y presentadas en el Nacional desde el año de 1877 en adelante. Decoraciones, vestuario y atrezzo fueron traídos de Italia sin perdonar gasto ni sacrificio, y en todo se vió grande lujo y propiedad. Todos los artistas trabajaron con empeño y estuvieron felices, llevándose, como era consiguiente, la palma, la inimitable Angela Peralta, la bella Fanny Natali y el espléndido cantante y artista Giuseppe Villani; aun los coros y comparsas cantaron y se vieron vestidos como no suele ser costumbre en nuestros teatros. E l público hizo cumplida justicia á la Empresa, aplaudiendo y concurriendo á las numerosas representaciones de esa obra, que por sí sola produjo más de treinta mil pesos: desgraciadamente para Angela, tan digna de mejor suerte, esas utilidades se fueron en el pago de los compromisos contraídos por el fracaso de la mayor parte de las que habían sido antes estrenadas. De la ópera de Verdi decía así un experto crítico á quien tantos han copiado: Verdi ha explotado en su obra con sorprendente maestría y de un modo circunspecto y característico, motivos nacionales de Oriente; en los bailes y en los cánticos de los templos se oye esa melodía particular y lastimera, notable por su instrumentación sencilla y extraña: hizo uso, además, de dos motivos originales de Egipto (que en su texto original no pasan de pocos compases), en el primer final, en el canto de las sacerdotisas con acompañamiento de arpas, y en la melodía del baile en mí menor, tocada por tres flautas. Una inspiración verdaderamente magistral se nota en el desarrollo de estas dos melodías nacionales. Hoy día es común la incrustación en las óperas de extrañas meló-
días locales; pero lo que distingue á Verdi de muchos compositores, es el sentimiento estético con que las desarrolla; no nos presenta lo oriental con una exactitud fotográfica, sino idealizado por la gracia y los grandes recursos del arte musical moderno de Europa. Verdi, que antes de ahora no había mostrado predilección alguna por motivos musicales de color local, que siempre habíase revelado en sus composiciones partidario decidido de la música italiana, prueba por primera vez en Aida, que ha llegado á dominar también ese terreno extraño. Eo mismo que Gounod y Thomas, ha atendido Verdi al desarrollo moderno del arte musical, y ha adoptado, sin menoscabo de su individualidad que desde ha tiempo está bien caracterizada, lo mejor ó lo que más le convenía de aquellas reformas dramáticas que, iniciadas por Weber y Meyerbeer, han sido seguidas por Ricardo Wagner en estos últimos tiempos. Cuando en los compositores italianos ó franceses se observa la influencia de Wagner, ésta se reduce á la del estilo anterior á él, y especialmente al estilo algo ortodoxo del Tannhanser. Del estilo posterior, ó por decirlo así, propio de Wagner, el que empezó con Tristán, continuó con los Maestros Cantores y llegó á su colmo en el Anillo de los Nibelungos, de este diálogo declamatorio no hay en Aida, ni en ninguna otra ópera italiana ó francesa ni el más leve rastro. E n Aída predomina la melodía expresiva en las voces, y se amolda más bien que á cada palabra, al sentido esencial de cada situación; hay libertad de inspiración expansiva cuando los sucesos dramáticos lo exigen; pero conservan toda su importancia la romanza, el dúo, el terceto y el cantàbile. Sobre una dulce y tierna acción bordó Verdi sus gratas melodías y sus sorprendentes armonías, rindiendo á la vez tributo á las propensiones de la época. Ea ópera es en nuestros días el conjunto de las artes llevado sobre la escena; de ahí ese lujoso aparato, magníficas decoraciones, pintorescos trajes y esos detalles históricos conservados con exquisito esmero, esas danzas y todo ese conjunto que abraza el geroglifico egipcio cantado por el arte moderno. Verdi en esta obra lio ha olvidado sus sentidas melodías, y ha tenido el tacto de conservar en toda ocasión el interés del espectador. Si el primer acto sorprende por las decoraciones del palacio egipcio, por la esbelta columnata del templo de Vulcano, por el coro imponente de los sacerdotes que principia en una especie de oración que apenas se escapa de los labios, en un rumor en que apenas se percibe al coro entonando sus preces ante el ara del dios, para crecer en seguida como crece el suspiro hasta convertirse en llanto, para desarrollarse siempre imponente, siempre solemne, como el canto del mortal que quiere elevarse hasta la divinidad; si el primer acto, repetimos, ha dejado por eso agradable sensación, viene el segundo en que se desarrolla el aparató escénico; primero la hija del Faraón se
presenta en su real cámara rodeada del esplendor de su grandeza, sumergida entre sedas y perfumes, cercada de su corte, escuchando los cantos de sus esclavas. Esto se interrumpe para presentarse el victorioso Radamés; la plaza de Tebas se levanta, llega el Rey seguido de su brillante corte, cruza ante él la fantástica procesión con todos los emblemas adorados por el pueblo, seguido de los sacerdotes, y por fin, el guerrero se presenta sobre sus doradas andas á recibir el premio de su victoria. El tercer acto lo dedicó Verdi á sólo el canto. no hay gran aparato escénico y nada distrae al espectador del arrullo de la música filosófica, y dulce, y sentimental. E n el cuarto acto vuelve el aparato escénico, con su templo resplandeciente de oro y de luz, y en artístico contraste el subterráneo sombrío, tétrico, como una sepultura que es. Ea música De la música es casi imposible ocuparse en los estrechos límites que nos hemos marcado: después de una tragedia palaciega, del dúo entre Amneris y Aida, llega su turno al monumental acto del triunfo de Radamés y viene la espléndida marcha de victoria, reforzada poderosamente por una banda de fanfares, dos numerosos grupos de trompetas tebanas sonando á tutta forza con majestuoso estruendo: sobre el fondo de sus marciales armonías, el tema de la marcha desenvuelve sus hermosos motivos, cuyo ritmo es acentuado y marcado graciosamente por el cuerpo de baile en los uniformes movimientos de las bayaderas. Inunda la escena el séquito que concurre á la celebración del triunfo; sacerdotes, guerreros, pueblo, esclavos prisioneros prorrumpen en hosanas ó en imprecaciones. Eos prisioneros, entre los que se encuentra el padre de Aida, piden su libertad, los sacerdotes la rehusan, Radamés interviene y el Rey acaba por ceder á las súplicas de su general victorioso. E l efecto producido por semejante conflicto dramático como pieza concertante y de proyección instrumental y vocal, es digno del hombre que, como Verdi, no tiene rival en el teatro en el empleo grandioso del crescendo. Tres coros distintos juegan á la vez en la magnífica pieza, diversos y confundidos, no obstante, en uno solo: diversos, porque cada uno de los grupos corales canta un tema especial; confundidos, porque cada uno de esos motivos particulares va á fundirse y á perderse en el formidable tutti. E n toda la obra los dúos son hermosísimos: señálase en el primer acto el de Amneris y Radamés, terminado en trio á la entrada de Aida-. en el segundo el casi trágico entre las dos rivales, en el que se percibe, en medio de las iras celosas de la hija del Rey y de sus amenazas á la esclava etiope, una frase divinamente elegiaca, escuchada antes en el preludio sinfónico que sirve de obertura, Amore! amore!, y que se respira cada vez con más delicia, como la emanación melodiosa de ese carácter. Por fin, el dúo de la abnegación, del sacrificio
de Aula, con su apasionada stretta. Encerrado Radamés, en la bóveda fúnebre, Aida viene á recoger su último suspiro y á morir con él: por encima se abre á la vista el templo de Phtah, brillante de antorchas y lleno de solemnes armonías: los cánticos que suenan en el templo mézclanse á las voces sollozantes que gimen en la cripta, y, sin embargo, ni la curiosidad del espectador ni las complicaciones armónicas, quitan ni u n ápice de interés á la escena de la cerrada bóveda, presenciando sin fatiga uno de esos terribles efectos de contraste, una de esas tremendas situaciones que el autor del Miserere del Trovador y del cuarteto de Rigoletto, maneja tan inimitable y magistralmente. A un andante dulce, tierno, patético, impregnado de dolor inefable, sigue el supremo adiós, 0 térra, addio! addio, valle di planto! Una melodía celeste, algo como el dulce rumor de alas invisibles, algo puro, algo como la estela luminosa de un alma que vuela al infinito, se resuelve en un suspiro de amor, sorprendente final de esa partitura atronadora y fulgurante que rebosa todas las tempestades instrumentales que conoce el arte moderno: ya ha caído el telón y aun escuchamos el suspiro del moribundo, no triste como el estertor de la agonía, sino lleno de pasión como un regreso al cielo. Pero dejémonos d<t poesía, que con su picaro influjo casi nos quita las ganas de volver al realismo de la Revista, á la cual poco agradable se le ofrece que decir. En el 5? abono, y á beneficio de Zanini, fué cantada en la noche del 8 de Setiembre, Sonámbula, en que siempre estuvo admirable Angela Peralta; el u dióse á beneficio del Maestro Contrucci, Marcos Visconti; la Peralta cantó la Mandolinata de Palladihe con acompañamiento de arpa, y las bandas militares tocaron una ruidosa "Marcha militar," composición del beneficiado: el 13 y con Aida, dió la Natali su función de gracia. Ea gran obra de Verdi continuó repitiéndose en tardes y en noches, en abono y fuera de él, gustando siempre y produciendo siempre buenas entradas. Sin embargo, no pudiendo sostenerse con sólo A ida, la Compañía anunció su función de despedida para el 15; pero el 21 se hizo saber que no dejaría aún la Capital, porque la eminente artista mexicana, que parecía destinada á experimentar en esos días fatales todas las amarguras y todos los contratiempos, vió ponerse en tal estado de gravedad á su esposo Eugenio Castera, que hubo de suspender su marcha para los teatros del Interior que contratados tenía. Locura hubiese sido permanecer con la Compañía en descanso, y la Empresa abrió el 25 un nuevo abono. E n la Lucía, cantada á beneficio de Erapolli, que cada vez se hacía querer más, Angela Peralta fué objeto de una muy merecida y entusiasta ovación, que la conmovió profundamente, y la obligó á retirarse deshecha en lágrimas, después del aria del Delirio. Angela estuvo sublime, aunque tuvo que vencer
la fatiga y el cansancio de numerosas noches de vigilia que pasó al lado del lecho del esposo moribundo. Para colmo de penas, algunos artistas, entre ellos Celada, fueron separados de la Compañía, contra la que conspiraban, y hubo que hacer á Erapolli estudiar algunos de los papeles de aquél; por fortuna Erapolli llenó á conciencia aquel vacío: los artistas separados fueron la Vogri, Pogliani, Barberaty el ya dicho Celada. E n la primera semana de Octubre la Empresa tuvo que suspender sus trabajos en demostración de duelo por el fallecimiento de Eugenio Castera, y una vez concluido el sexto abono, que como los tres precedentes fué de seis funciones, en la noche del 13, á beneficio de Angela, fué cantada Lucía, en la que la gran artista estuvo quizá más feliz é inspirada que nunca. En la noche anterior, la Compañía había cantado con notable perfección en el Nacional la gran misa de Réquiem, compuesta por Verdi. El 14 en la tarde, dióse una vez más Aida, y después Angela y sus artistas fuéronse á Puebla, donde dieron algunas funciones. Mientras todo esto acontecía, Galza y Muñoz y su Compañía dramática, procuraban llevar gente á su Teatro Principal, con obras muy regularmente representadas. E n 15 de Agosto se estrenaron El Conde de Peñalva, drama de Peón Contreras, que, como de costumbre, fué muy aplaudido. E n Hidalgo, volvió á representarse con mucho éxito el Amor délos amores, de Joaquín Villalobos, y en el de Nuevo México y á partir del 9 de Setiembre, se exhibió una Compañía anglo-americana que presentaba "dos formidables leones, un hermoso é inteligente tigre, un intrépido leopardo, un hombre de tres piernas, el sin rival domador Antonio Herrás que luchaba con uno de sus feroces discípulos ó sea" el intrépido leopardo; el equilibrista mexicano Antonio Carrillo, y el aplaudido clown Manuel Rodríguez." « E l 15 de ese mes, Galza puso en escena El Trovador de. García Gutiérrez, "con la novedad de que el primer tenor D. Venancio Ffancesch se prestaba gustoso á cantar dos trovas en las escenas en que el argumento lo consiente." E n la noche del 21 el Teatro de Arbeu empezó una nueva temporada de zarzuela con la Compañía de Moreno, que acababa de llegar de Puebla: la obra con que dió principio á sus trabajos fué El Estudiante de Salamanca, que gustó mucho y estuvo muy bien desempeñada. Cinco días después, el 26 de dicho Setiembre, se estrenó en el Principal, con grande y merecido éxito el bello drama de Alfredo' Cha vero, intitulado Xóchitl, produciendo buena cosecha de aplausos y coronas á su ilustrado autor. Rafael Franco, el humorístico Nelusko, escribió en verso la revista de ese estreno, y de ella tomo las siguientes octavas:
"Salve, noble y vetusto coliseo, donde vió el arte sus primeros años; sitio de ilustración y de recreo, de ilusiones, de amor, de desengaños. Cuando tu estado decreciente veo, resistiendo del tiempo crudos daños, ya cubierto de galas, ya desnudo, con profundo respeto te saludo. " E l alma en tus espacios se dilata y evoca los recuerdos de otros días; ¡cuántos goces t u vista nos relata, cuánta ilusión, placeres y armonías! En la mente se forja y se retrata en esas horas de dolor impías, tanta beldad que tu recinto viera en la época que fué t u primavera. " S i pudieran hablar los viejos muros, cuántas revelaciones nos harían, cuántos vejetes que se ven seguros de verse descubiertos, temblarían: qué aflicciones, qué penas y qué apuros; cuántas honras tal vez se perderían; qué de cosas curiosas y qué raras, de aquella sociedad no nos contaras! "Empero entre recuerdos me divago de esos tiempos sublimes y esplendentes, tiempos que aun tienen seductor halago comparándolos bien con los presentes en que se mira el porvenir aciago, en que se sufren penas inclementes; antes todo placer, todo riqueza, hoy, malestar, desolación, pobreza. " M a s ¿qué pasa que tanto se atavía el hoy de la hermosura receptáculo ? ¿ Por qué todos se afanan á porfía ? ¿ Por qué se sobrepasa todo obstáculo ? ¿ Por qué tanto rumor y algarabía antes de comenzar el espectáculo ? E s que va á dar su Xóchitl Chaverito, que es de la sociedad el favorito.
"Llegó el momento de admirar la obra y de juzgar de su luciente brillo, la calma en el momento se recobra: se ve el salón de un gótico castillo; salones de ese orden no hay de sobra en la calle llamada Empedradillo; pero lo haya ó no lo haya en esa calle, no es más que un pequeñísimo detalle. "El-público se fija en el proscenio y gusta con placer de esa armonía á que obliga al lenguaje sólo el genio de la inspirada y dulce poesía. Del poeta lució el preclaro ingenio, su rica y ardorosa fantasía: ¡ con qué lujo de frases se reviste aquel pasaje de la Noche Triste! " A m a á Xóchitl Cortés, y con delirio, y Cortés es amado de Marina; es aquella inocente como un lirio, ésta un demonio que de celos trina: Xóchitl ama á Gonzalo hasta el martirio y éste llevarla á un cielo se imagina, más Quetzatcoatl lo quiere de otra suerte y á los dos que se aman da la muerte. " E s t a la base es, ésta la trama en que el autor bordó su hermosa pieza, mostrando del amor la fiera llama, el sentimiento noble, la terneza, el amor contrariado que rebrama, de los celos horribles la fiereza; aunque juzgando bien, sin fanatismo, hay poca acción, muchísimo lirismo. "Cuando hubo concluido el tercer acto el público que estaba circunspecto, dejó oir un aplauso muy compacto que nos causó maravilloso efecto. E l público esta vez estuvo exacto en su juicio acertado y muy perfecto; llamó á la escena al grande Chaverito, que salió muy humilde y muy contrito. ' 'A fe que mereció tantos honores su drama tan correcto y bien escrito.. . . ' B. E
Galza en el papel de Hernán Cortés, Baladía en el de Gonzalo, Muñoz en el de Bernal Díaz, la Servín en el de Xóchitl y la Méndez en el de Marina, trabajaron con mucho acierto, entrando á la parte con el autor en los aplausos que el público prodigó al hermoso drama. Tuvo también muy buen éxito la comedia El Otro, original de Juan Mateos, estrenada por la misma compañía del Principal en la noche del 3 de Octubre: esa obra pasa por una de las mejores, más finas y delicadas del distinguido poeta. Cuatro días después fué muy aplaudido en Hidalgo el drama Despiés de la falta, debido á otro buen escritor mexicano, Agapito Silva. E n la misma fecha, 7 de Octubre, aprovechando una suspensión de funciones de ópera, dió dos muy lucidas de magia y prestidigitación en el Nacional, el Conde Ernesto Patrizzio de Castiglione. Volviendo á los estrenos de obras mexicanas, con gusto hago conátar que en la segunda quincena de Octubre, la estimable Sociedad* dramática literaria Netzahualcóyotl, estrenó en un bonito teatro que al estilo del de el Conservatorio construyó en un salón del e x Convento de Betlemitas, un drama intitulado Vicio y Virtud y una pieza cómica, Dos Sordos, originales de la Sra. D? Mariana Peñaflores de Silva, modesta poetisa y verdadera mujer fuerte que tuvo alientos para consagrarse á las letras en medio de su existencia fatigosa y de sufrimiento, pues con su trabajo personal sostenía su casa y atendía á su marido que había quedado ciego. E a comedia de Juan Mateos, El Otro, sugirió al Sr. D. Euis Muñoz Eedo la idea de un drama que con el título de Por el Otro, se estrenó con tanto cxito como aquél en el Teatro Principal, la noche del 22 de Noviembre. En la del 2 de Diciembre siguiente, se puso allí mismo en escena El corazón y la espada, cuyo autor quedó ignorado á consecuencia de no haber querido presentarse cuando se. le llamó al fin del primer acto, y á resultas de que á partir de la mitad del segundo empezó á disgustar la obra hasta concluir con una espantosa silba, según leo en El Monitor, pues yo nada puedo decir por no haber presenciado el suceso. En cambio de ese fracaso, la Compañía Galza fué muy aplaudida en otro drama de Juan Mateos que con el título de Los grandes tahúres y con mucho aplauso, se estrenó en la función de la noche del 1-5 de Diciembre. Por ese mismotiempo la Compañía de Angela Peralta, dió en el Nacional varias representaciones de A ida y Otello, á beneficio éste de Villani; Rigoletto, Fausto, Lucia y algunas otras, todas muy bien cantadas y con bastante público, tanto que la empresa llegó á abrir abono, que no estuvo malo. Y aquí pongo fin á mi reseña de espectáculos de ese año, sin entrar en pormenores, pues n o lo merecen, de novedades como la ex-
hibición de un perro y de una paloma, " q u e se dijo que hablaban," y sin hacer más que simple cita de dos funciones que en Arbeu y el Nacional, en aquél con El Estudiante de Salamanca, y en éste con Lucia, con objeto de contribuir con sus productos al pago de la deuda de México á los Estados Unidos; á las dos asistió con representación oficial el Gral. D. Porfirio Díaz, que por elección casi unánime había sido electo Presidente de la República y tomado posesión del cargo el día 5 de Mayo de ese año de 1877. Con arranque de verdadero patriotismo todo México recibió con entusiasmo la ideg de contribuir directamente y cada ciudadano en particular, al pago de aquella deuda. A contar del 11 de Diciembre y por haber salido para Puebla la zarzuela de Moreno, Enrique Guaspde Peris, ocupó el Teatro de Arbeu, dando principio á sus trabajos con el drama de Eehegaray Como empieza y como acaba, que por primera vez en México se representó en esa noche, así como en la del 25 el titulado O locura ó santidad, que como era de esperarse de tan notables piezas dramáticas del insigne autor, llamaron grandemente la atención y produjeron el asombro del público.
CAPITULO III
1877
á
1879.
Como siempre ha sido costumbre en nuestros teatros (á causa de lo tarde que comienzan las funciones y de lo enorme de los intermedios), que el espectáculo empiece en la noche del día señalado en los programas y termine en la madrugada del siguiente, no deben extrañar mi£ lectores que dé principio á mi revista teatral de 1878, hablándoles de dos estrenos habidos en el Principal y en Arbeu el 30 de Diciembre de 1877, sin hacer caso del 31 porque fué lunes, y los lunes son en la semana cómica en México días que puede decirse no existen, tan raro así es que Empresa ó Compañía alguna los emplee para dar en ellos función. Fueron ambos estrenos, en el Principal el del drama en tres actos y en verso La Ermita de Santa Fe, escrito en colaboración por Peón Contreras y Alfredo Chavero, y en Arbeu el de la comedia en tres actos y en prosa, Bienaventurados los que esperan, original de Alfredo Chavero; éste, como una y otra obra gustaron, se vió en la grata precisión de tener listo un coche para ir de uno á otro teatro á presentarse en sus respectivos foros á recibir los aplausos del público del Principal y del público de Arbeu.
Galza en el papel de Hernán Cortés, Baladía en el de Gonzalo, Muñoz en el de Bernal Díaz, la Servín en el de Xóchitl y la Méndez en el de Marina, trabajaron con mucho acierto, entrando á la parte con el autor en los aplausos que el público prodigó al hermoso drama. Tuvo también muy buen éxito la comedia El Otro, original de Juan Mateos, estrenada por la misma compañía del Principal en la noche del 3 de Octubre: esa obra pasa por una de las mejores, más finas y delicadas del distinguido poeta. Cuatro días después fué muy aplaudido en Hidalgo el drama Despiés de la falta, debido á otro buen escritor mexicano, Agapito Silva. E n la misma fecha, 7 de Octubre, aprovechando una suspensión de funciones de ópera, dió dos muy lucidas de magia y prestidigitación en el Nacional, el Conde Ernesto Patrizzio de Castiglione. Volviendo á los estrenos de obras mexicanas, con gusto hago conátar que en la segunda quincena de Octubre, la estimable Sociedad* dramática literaria Netzahualcóyotl, estrenó en un bonito teatro que al estilo del de el Conservatorio construyó en un salón del e x Convento de Betlemitas, un drama intitulado Vicio y Virtud y una pieza cómica, Dos Sordos, originales de la Sra. D? Mariana Peñaflores de Silva, modesta poetisa y verdadera mujer fuerte que tuvo alientos para consagrarse á las letras en medio de su existencia fatigosa y de sufrimiento, pues con su trabajo personal sostenía su casa y atendía á su marido que había quedado ciego. E a comedia de Juan Mateos, El Otro, sugirió al Sr. D. Euis Muñoz Eedo la idea de un drama que con el título de Por el Otro, se estrenó con tanto cxito como aquél en el Teatro Principal, la noche del 22 de Noviembre. En la del 2 de Diciembre siguiente, se puso allí mismo en escena El corazón y la espada, cuyo autor quedó ignorado á consecuencia de no haber querido presentarse cuando se. le llamó al fin del primer acto, y á resultas de que á partir de la mitad del segundo empezó á disgustar la obra hasta concluir con una espantosa silba, según leo en El Monitor, pues yo nada puedo decir por no haber presenciado el suceso. En cambio de ese fracaso, la Compañía Galza fué muy aplaudida en otro drama de Juan Mateos que con el título de Los grandes tahúres y con mucho aplauso, se estrenó en la función de la noche del 1-5 de Diciembre. Por ese mismotiempo la Compañía de Angela Peralta, dió en el Nacional varias representaciones de A ida y Otello, á beneficio éste de Villani; Rigoletto, Fausto, Lucia y algunas otras, todas muy bien cantadas y con bastante público, tanto que la empresa llegó á abrir abono, que no estuvo malo. Y aquí pongo fin á mi reseña de espectáculos de ese año, sin entrar en pormenores, pues n o lo merecen, de novedades como la ex-
hibición de un perro y de una paloma, " q u e se dijo que hablaban," y sin hacer más que simple cita de dos funciones que en Arbeu y el Nacional, en aquél con El Estudiante de Salamanca, y en éste con Lucia, con objeto de contribuir con sus productos al pago de la deuda de México á los Estados Unidos; á las dos asistió con representación oficial el Gral. D. Porfirio Díaz, que por elección casi unánime había sido electo Presidente de la República y tomado posesión del cargo el día 5 de Mayo de ese año de 1877. Con arranque de verdadero patriotismo todo México recibió con entusiasmo la ideg de contribuir directamente y cada ciudadano en particular, al pago de aquella deuda. A contar del 11 de Diciembre y por haber salido para Puebla la zarzuela de Moreno, Enrique Guaspde Peris, ocupó el Teatro de Arbeu, dando principio á sus trabajos con el drama de Eehegaray Como empieza y como acaba, que por primera vez en México se representó en esa noche, así como en la del 25 el titulado O locura ó santidad, que como era de esperarse de tan notables piezas dramáticas del insigne autor, llamaron grandemente la atención y produjeron el asombro del público.
CAPITULO III
1877
á
1879.
Como siempre ha sido costumbre en nuestros teatros (á causa de lo tarde que comienzan las funciones y de lo enorme de los intermedios), que el espectáculo empiece en la noche del día señalado en los programas y termine en la madrugada del siguiente, no deben extrañar mi£ lectores que dé principio á mi revista teatral de 1878, hablándoles de dos estrenos habidos en el Principal y en Arbeu el 30 de Diciembre de 1877, sin hacer caso del 31 porque fué lunes, y los lunes son en la semana cómica en México días que puede decirse no existen, tan raro así es que Empresa ó Compañía alguna los emplee para dar en ellos función. Fueron ambos estrenos, en el Principal el del drama en tres actos y en verso La Ermita de Santa Fe, escrito en colaboración por Peón Contreras y Alfredo Chavero, y en Arbeu el de la comedia en tres actos y en prosa, Bienaventurados los que esperan, original de Alfredo Chavero; éste, como una y otra obra gustaron, se vió en la grata precisión de tener listo un coche para ir de uno á otro teatro á presentarse en sus respectivos foros á recibir los aplausos del público del Principal y del público de Arbeu.
WVZM 276 E l 10 de Enero de 1878, Guasp en Arbeu estrenó la comedia de Peón Contreras, Entre mi tío y mi tía, obra de la que dijo El Monitor-. " E l Sr. Peón quiso ensayar en ella el género de Bretón de los Herreros, y si hemos de ser francos, poco fué el éxito que alcanzó con su tentativa nuestro poeta yucateco. El Sr. Peón es mucho más feliz en sus dramas románticos que en pinturas de la vida real." Persiguiendo siempre la novedad, para mejor sostener su competencia y rivalidad con el Principal, Enrique Guasp y su dama casi única la distinguida Concha Padilla, no se daban punto de reposo en el estudio, y entre repeticiones de O locura ó santidad y otras obras de Echegaray, que equivalían á otros tantos llenos, y estrenos como el de La línea recta, de Gaspar, y el de El número tres, del hermano del glorificado autor de La esposa del vengador, pusieron en escena en la noche del 23, La mano de Dios, drama en tres actos y en prosa, primera obra en su género compuesta por el Coronel Adolfo M. Obregón. E n el Principal, Galza y sus socios no eran menos activos, y tras de lina aplaudida resurrección de Angela, de Tamayo y Baus, y de la exhumación de la pesada Oración de la tarde, en que se presentó el actor español D. Manuel Argente, "que gustó poco ó menos que poco, en la función del 27, primera del sexto abono de doce, estrenaron la obra de Mateos Los dioses se van; esta comedia fué aplaudida por el público por sus terribles ataques á la desmoralización de la juventud y á las torpezas ó venalidad de los jurados populares, pero desagradó á los estudiantes, quienes en una de las repeticiones, el domingo 17 de Febrero, interrumpieron la representación con toda especie de demostraciones de desagrado, y después de pegar un naranjazo, ni más ni menos que en una plaza de toros, al actor Galza, arrojaron al escenario una corona de alfalfa como signo de desprecio al autor; éste, sin cuidarse de esas demostraciones, se felicitaba de haber producido el efecto buscado con su acerba crítica, y veía lleno el teatro en cada noche y en cada tarde en que su obra se anunciaba. A la vez era muy aplaudido en el Nacional su drama El hombre que ríe, tomado de la novela de Víctor Hugo. E l empresario Moreno, que con su Compañía de Zarzuela española venía haciendo poca cosa, cedió su teatro de Arbeu á la Compañía de Opera Bufa Francesa de María Aimée, que por segunda vez visitó á México, dando sus primeras funciones de la nueva temporada el 27, con la Jolie Parfumeusse y el 28 con La Marjolaine. A estas siguieron para primera de abono, La petite Mariée, La Fdle de Madame Angot, La Grande Duchesse de Gerolstein, La Perichole, La Boulan-. gere a des Ecus, Les Dragons de Villars, La belle Helene, La Reina Indigo, La Vie parisienne, Les cent vierges, Les cloches de Corneville, Le voyage à Chine y algunas más.
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Ea temporada fué bastante buena, por más que los palcos estuvieron poco concurridos por retraimiento de muchas familias. María Aimée encantó, como siempre, por su gracia y su lujo; la Duparc no agradó menos que en la época de la Greoffroy: con ellas compartieron éxito y aplausos la Güeymar, la Desirée, el magnífico Duplan, el buen barítono Jouard, el distinguidísimo Mezieres, Mollard, Castel y la bella Isaye Martal, que se presentó en la función del 19 de Marzo. E l 28 la Aimée dió su beneficio con la Vie Parisienne, el bolero español El cántaro roto y la famosísima canción de Iradier, La Paloma. E n la tarde del domingo 31 se repitió esa misma función. Diéronse después Le Petit Faust, La Marjolaine y Le voyage á Chine, y el domingo 7 de Abril se despidió la Compañía, poniendo en la tarde La Reina Indigo y en la noche Les cent vierges y el tercer acto de La Vie Parisienne. Para que no cupiése duda de que aquellas serían las últimas funciones, en el mismo programa la Empresa anunció que el martes 9 daría en el Teatro Principal de Veracruz la ópera cómica La Reina Indigo. Antes de concluir con esta breve referencia á esa Compañía, diré que en un entreacto de la función del 4 de Abril María Aimée dió á conocer la habanera de la Carmen de Bizet. Estando en México la Opereta Francesa, la Compañía de Galza procuró llamar gente al Principal con frecuentes estrenos de obras españolas ó mexicanas; entre éstas, dió en la noche del 3 de Marzo el drama en tres actos, El valle de lágrimas, original de Alfredo Chavero, y el 24, en la cuarta función del 7? abono, estrenó con mucho éxito el ensayo trágico Quetzatcoatl, escrito por el mismo fecundo autor, que con suma inteligencia y buen gusto llevó á la escena asuntos, trajes y la arquitectura de los toltecas, en su deseo patriótico de despertar el gusto del público por la historia antigua de México. Terminadas la Cuaresma y la Semana Santa, volvieron á abrirse, el domingo 21 de Abril, los teatros Arbeu, Principal y Nacional. E l de Arbeu contaba con Matilde Montañés, Rosa Mendoza, Josefina Pía de Yáñez, Cristina Pía, Enriqueta Imperial, Pedro Arcaraz, Rafael Villalonga, Manuel Iglesias, Eino Alpuente, Ricardo Yáñez y como Director de Orquesta José Meneses. Esta Compañía dió principio á sus trabajos poniendo en escena El Potosí Submarino, en la tarde, y El estudiante de Salamanca en la noche. El teatro Principal reanudó sus espectáculos con Los amantes de Teruel, en la tarde, y el drama social El dinero, en la noche: su Compañía habíase casi disuelto y quedado reducidísima, al extremo de contar apenas con Galza, la Ser yin y la Méndez. E n cambio, el Nacional ofrecía un bueno y nuevo cuadro dramático italiano, teniendo á su frente á la distinguida artista Giacinta Pezzana de Gualtieri. Su representante C. M. Scarpa, abrió un abono por veinte funciones á los precios de ciento ochenta pesos en palcos
y veintidós en lunetas. Ea primera función se dió, como queda dicho, el domingo 21 de Abril de 1878, con el drama en cinco actos La dama de las Camelias, corriendo la protagonista á cargo de la Pezzana, que agradó mucho, y con justicia, pues era una eminente actriz, aunque no superior á la Ristori y á la Rachel, como con suprema vanidad decía en sus programas. Alta, esbelta, simpática, dominaba la escena, más que con arranques de genio como los de las dos trágicas famosas, con un trabajo basado en la más perfecta naturalidad: su declamación era excelente, elegante su pronunciación y suavísima su voz, más propia para las situaciones tiernas que para las terribles; era, en fin, más una artista dramática que una actriz trágica. No pudiendo entrar en muchos detalles que haríañ demasiado extenso mi libro, me limitaré, por el pronto, á decir que la Micheletti, dama joven de la Compañía, agradó muchísimo por su juventud, su belleza y su talento, y que desde luego se conquistaron el aprecio del público el elegante y fino gracioso Fortuzzi, y el muy inspirado, discreto y correcto artista Attilio Fabbri. Entre las obras principales puestas en escena por la Pezzana figuraron: Sor Teresa, Medea, La venganza de una gran dama, La mesonera del León de Oro ó el Señor Alfonso, La Princesa Jorge, María Estuardo, Locura ó Santidad, traducida al italiano por Gualtieri, marido de la primera actriz; María Antonieta, Messalina, El suplicio de una mujer, Hamlet, La Mendiga, Isabel de Inglaterra, La casa de campo, Maximiliano Emperador de México y Los dominós rosa. Todas estas obras, y las de carácter cómico, por ejemplo las intituladas: Impresión de la Opera Un Bailo in Mascliera, Los celos de Lindoro, Vale más solo que tnal acompañado, y otras varias, fueron en su totalidad muy bien desempeñadas; pero el público que concurría al Nacional era escaso, extraordinariamente escaso; un periódico decía acerca de esto: "cuatro ó cinco palcos tan sólo hemos visto ocupados; la luneta está desierta, sólo en las primeras bancas hay algunos concurrentes. Ea empresa por su propio bien, debe poner en escena dramas de algún aparato como María Antonieta, que tanto agradó en la temporada de la Ristori; sólo así podrá despertar al público de su sopor y atraerlo al Teatro Nacional." Atendió la empresa la indicación para que pusiese en escena el famoso drama, pero hízolo con tanta pobreza que el mismo periódico dijo: " P a r a colmo de males, la empresa se sirve de las decoraciones y de los enseres del mismo teatro, todo viejo y todo malo, y por consiguiente las piezas están muy mal presentadas, lo que no acontecía en tiempo de la Ristori, en que vimos las obras con mucho lujo y perfecta propiedad. María Antonieta se resintió mucho de la pobreza del equipaje de la Compañía; la brillante corte de la esposa de Euis X V I fué presentada con horrible pobreza. En el desempeño, la Pezzana no estuvo bien sino
interpretando los santos afectos de la madre; los demás personajes no fueron bien estudiados; el buen Clery nos hizo la ilusión de un quebranta-huesos; Madame Lamballe vestía de rigurosa fantasía; los comparsas ni siquiera blanquearon sus caras, y cualquiera hubiera dicho que la escena pasaba en Santa A n i t a . " En Mr. Alplionse y la Princesa Jorge, notables obras de A. Dumás, la Pezzana estuvo bien; pero no así los demás actores, poco connaturalizados con la delicadeza y finura de la escuela Francesa. "Debemos hacer notar, volvía á decir el cronista, que las obras no lucen porque el equipaje de la Compañía deja mucho que desear; las damas visten sin elegancia y sin buen gusto, sin exceptuarse ni á la Pezzana ni á la Micheletti. E n 0 Locura ó Santidad, la Compañía toda no estuvo á la altura de Sor Teresa y La venganza de una dama, y la misma Pezzana, que tuvo á su cargo el papel de la madre de Lorenzo, lo exageró de un modo deplorable; los demás actores gritaban demasiado, contra lo que exige la naturaleza de la obra; Ferrati, que desempeñaba el protagonista, no buscaba analizar un pensamiento; por el contrario, exageraba á veces tanto, que hacía desaparecer la ilusión del espectador; lo mismo hizo la Micheletti, que estuvo además lastimosamente vestida." E n Hamlet la Pezzana estuvo muy bien, todo lo bien que puede estar una mujer, aunque sea una distinguida artista, en un papel tan difícil y tan varonil como ese. Vestida con su largo jubón negro, rizado el cabello, con la mirada extraviada pero inteligente, con el paso firme y seguro, manejando con desenvoltura la capa y la espada, tuvo soberbios momentos; en sus escenas con Ofelia, arrancó unánimes aplausos; en cambio el famoso monólogo Ser ó no ser, no fué bien comprendido por ella y pasó sin efecto alguno, siendo así que es uno de los más notables trozos de la obra. Ea Micheletti estuvo bien, sobre todo en la escena de la locura. Los celos de Lindoro, de Goldoni, agradaron mucho, estando muy bien en su papel el excelente galán Fabbri. Ea ejecución de El Suplicio de una mujer, fué casi irreprochable. Su primer beneficio lo dió la Pezzana con la tragedia Isabel de Inglaterra y la pieza La casa de campo, en la noche del 23 de Mayo; no le faltaron aplausos y ovaciones en una y en otra obra, pero la entrada en contaduría no fué por cierto notable. E l drama Maximiliano, obra de Gualtieri, esposo de la Pezzana, fué recibido con mucha frialdad, sin que lograse interesar ni en lo más mínimo á nuestro público, que oyó con la mayor indiferencia los elogios tributados al infeliz Archiduque y los insultos prodigados á Napoleón y á los franceses. Ea vigésima y última función de ese abono, fué dada el 2 de Junio con la pieza en un acto Un beso dado jamás se pierde, y la comedia Los dominós rosa. Mientras con pésima fortuna daba la Pezzana sus espectáculos en
el Nacional, los demás teatros no suspendieron las suyos, debiéndose señalar entre los notables un beneficio que en el Principal dió Rosa Palacios, La calandria de Anáhuac, según era. llamada, que fué muy aplaudida en el aria del delirio de Lucia y muy obsequiada por sus amigos, de quienes en esa noche se despidió para salir con dirección á Italia á concluir ó perfeccionar sus estudios. La Compañía Galza no pudo, por más que hizo, sostenerse en el viejo coliseo con su escaso é incompleto cuadro, y á fines de Mayo concluyó su abono y entró en el tristísimo receso. En Arbeu, el empresario José J . Moreno, logró mantenerse bastante bien, abono tras abono, con más que regular concurrencia en ciertas funciones, con obras muy aplaudidas y con frecuentes estrenos, como el de Los pajes del Rey, que gustaron mucho, y con la presentación del notable violinista cubano Brindis de Salas, que fué aplaudido extraordinariamente en varios conciertos, de los cuales fué el último, con carácter de despedida, el de la noche del 24 de Mayo, en que tocó, dícese que de un modo admirable, unas variaciones sobre Sonámbula, y el celebérrimo Carnaval de Venecia. Ea escasez de recursos dimanada de la falta de público, que la imposibilitaba para moverse, hizo que la Compañía dramática italiana dijese, por medio de su representante Scarpa, " q u e no pareciéndole propicia la estación para proseguir sus viajes artísticos, y enamorada del clima é ilustración de nuestro bello p a í s , " desistía de su propósito de no haber dado más de un abono de veinte funciones, y resolvía permanecer en México; añadió que, convencida de que el gran Teatro Nacional n o era propio para sostener en él cierta clase de espectáculos, dejábale con mil amores y se trasladaba al Principal, mucho más económico en sus gastos, y al que se le aseguraba que el público habría de concurrir en mayor número y con más gusto. Y así lo hizo Scarpa abriendo un abono de seis funciones, la primera de las cuales se dió en el dicho coliseo en la noche del 6 de Junio con La estatua de carne, drama de Cicioni: las cinco restantes fueron cubiertas con La hostelera, de Goldoni: Pía de Tolomei, Le demi-nwnde, La culpa venga la culpa y Lo que no puede decirse, drama de D. José Echegaray. E n Pía de Tolomei trabajaron muy bien la Pezzana por de contado, y los actores Fabbri y Ferranto: en Le demi-Tnonde Fortuzzi fué notable en el Oliverio, y la Pezzana estuvo admirable en la Baronesa. 'El segundo abono de seis funciones, empezó en 20 de Junio con Doña Leonor de Sarabia, drama de Peón Contreras, que estuvo magistralmente desempeñado y valió un triunfo al autor y á sus intérpretes. Con igual éxito y en la noche del 4 de Julio, para primera del tercer abono, estrenó la Pezzana el drama de costumbres intitulado ¡Sin esperanza! original de Alfredo Chavero. En uno y otro abono fueron, entre otras muy aplaudidas, María Juana, Juana de
Arco, Amor simulado, Hamlet, Fernanda, Adriana de Lecouvreur, La Condesa de Montecristo, El hombre de negocios y El cordón sanitario; también se puso en escena con relativo aparato y con el objeto de llamar público, que no aumentó mucho con el cambio de la Compañía al Principal, la tragedia Aida, tomada del libreto de la ópera de ese título. El 11 de Julio, en función extraordinaria muy poco concurrida, dió Cayetano Fortuzzi su beneficio con Un beso dado jamás se pierde, Un viaje en busca de mi mujer, y la broma cómico-musical El corista Sí Bemol, en que el beneficiado cantó una cavatina de Hernani, varias reminisceneias de Favorita, y una aria de la ópera Conveniencias teatrales. E l 17, á beneficio de los hospitales, se repitió Doña Leonor de Sarabia; para última del tercer abono se representó la tragedia Silvio Pellico, y el martes 23 la Compañía se despidió con un segundo beneficio de la Pezzana, que representó en castellano Volumnia, Madre de Coriolano, de Víctor Balaguer, el drama de Leopoldo Marenco La suicida por amor, y la farsa cómica ¡Oh, Pobre Payaso! En el tercer entreacto la Pezzana recitó en castellano la composición Adiós á México para ella escrita por Guillermo Prieto. Como las insignes artistas la Civili y la Ristori, sus predecesoras en los teatros de México, Giacinta Pezzana de Gualtieri recogió en nuestra Capital muchos aplausos, muchas coronas, muchas ovaciones, muchas simpatías, muchos versos y poquísimo dinero. Su cuadro de artistas fué muy inferior al de la Ristori y casi tan débil como el de la Civili. Moreno en su teatro de Arbeu había hecho una guerra sin cuartel á la artista italiana, favorecido por el público que prefirió sus zarzuelas á las tragedias de la Pezzana. E l mismo día 14 de Julio en que la Compañía de ésta estrenaba su arreglo de Aida, Moreno, para primera función del sexto abono, estrenó á su vez Las Campanas de Carrion, obra que gustó con furor y se repitió veces sin cuento. Esa obra cantada por la Compañía de la Aimée con su título de Les Cloches de Corneville, había gustado extraordinariamente por su preciosa y animada música y por el sorprendente desempeño del papel de Gaspar por el insigne Meziéres, que lo carecterizó con supremo arte y fué llamado á escena repetidísimas veces en toda la obra y con especialidad en el segundo acto. Villalonga, que en Arbeu y en el arreglo español interpretó el mismo papel, fué á su vez muy celebrado y aplaudido; los honores del triunfo correspondieron á Matilde Montañés, que en la obra brilló como en todas brillaba, como incomparable artista de admirable gracia y talento. En compañías españolas de zarzuela nada ha habido, no diré superior, pero ni siquiera comparable á esa bella artista, igualmente apta para el género español y para el género francés: aun de la edad triunfaba una vez que se veía en la escena. Por ella vivió siempre con favor del público el teatro Arbeu, y su I
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activo empresario Moreno se animó á frecuentísimos estrenos, cuyo éxito era seguro si en la obra tomaba parte la distinguida actriz. Juan de Urbina, Juana, Juanita y Juanüla en 28 de Julio; Las cien vírgenes, Los brigantes, Los dragones de Villars ó la campana de la Ermita, Giroflé y cien más ya antiguas pero siempre nuevas para el talento de la artista, aseguraban la vida del teatro Arbeu, que de Abril á Diciembre dió diez y seis abonos sin interrupción de ninguna especie, cerrando sus estrenos del año con el de La Reina Indigo, muy bien arreglada al castellano por Alfredo Chavero con el título áe Fantasea: su primera representación se dió el 20 de Diciembre con éxito constante en ella y en sus numerosas repeticiones.
Alternando con la compañía Moreno, el 16 de Noviembre dió vdrias funciones en Arbeu la empresa "Viuda de Buislay é h i j o s , " con su comparsa de " Arabes beduinos de Jerusalén de Tierra Santa, traídos con permiso del Khedive de Egipto." Distinguíanse por su destreza y agilidad el jefe Alí Ben Abdallha y el hércules Alí Ben Ambourgh, con sus saltos sobre fusiles armados con bayoneta, y sus grupos de fuerza y de equilibrio: gustaron mucho á la parte infantil del público, los perros y los monos amaestrados, que también exhibió la empresa, y sobre todo la divertidísima Perra Payasa. El espectáculo de los árabes no era nuevo en México, y con mucha anterioridad se conoció en el antiguo Circo de Chiarini en la calle de Gante.
Poco notable queda que decir de los espectáculos de 1878. E l Principal abríase de vez en cuando por compañías volantes q u e vivían una tarde con dramones como Los Misterios de la Inquisición, en competencia con teatrillos como el de Ea Democracia y de Hidalgo con sus Bufón del Rey, Malditas sean las mujeres, la Noche más venturosa, El grito de Dolores, la Carcajada y así por el estilo. E l 16 de Setiembre y en las tardes y noches siguientes, Angela Peralta, Fanny Natali, Testa y Eaprecini, cantaron Marta, que- fué cuanto en ópera tuvo ese año. En Noviembre y para las fiestas de Todos Santos Moreno cedió unas noches su teatro á un actor nuevo español y muy aplaudido en Puebla, Segismundo Cervi, para que diese algunas representaciones de Don Juan Tenorio.
El año de 1879 principió en Arbeu con El Diablo en el Poder, para quinta función del décimosexto abono, dándose en la tarde una de las incontables repeticiones de Las Campanas de Carrión. Desde el 2 de Enero trabajó en el Nacional la compañía de variedades de Bailey y Ney; el 4 dió Pedro Arcaraz su beneficio, estrenando en Arbeu Marina, refundida en ópera en tres actos por su autor el insigne Arrieta, y del 8 en adelante llamó al Principal extraordinaria concurrencia el empresario Schumann, tan bien acogido en su expedición de 1875: contaba en su compañía de variedades la violinista Catinau; el xilofonista Bonnay; la familia Davene, de equilibristas femeniles con sus Eotto, Margerald y Olga; el caricaturista eléctrico Toni Merry; el húngaro Ordey y su esposa, notables gimnastas; los saltadores Alí Algebrau y Turner, el profesor Brown y sus cinco velocipedistas: Benedetty, y Wheler con su Fuente Maravillosa, que encantó con sus juegos de aguas de varios colores iluminadas, y sus guapas ninfas, casi desnudas, mal veladas por los caprichosos surtidores. Schumann sólo cuatro funciones anunció, pero en vista de que el teatro no bastó en ellas á contener el público que deseaba concurrir, dió otra y otras y permaneció en el Principal hasta fines de Febrero, en que tuvo que dejar el teatro á la notabilísima compañía francesa de ópera y ópera cómica de Paul Alhaiza, que en el prospecto que como representante de la compañía expidió D. Vicente Guillén, dijo que presentaría sus trabajos sin pretensiones de ninguna clase, modestia bien grande á la verdad, pues pocas compañías de su especie venidas á nuestra Capital han sido más ameritadas.
En Agosto trabajó en el Principal el prestidigitador mexicano José María Bonilla, á quien sus programas llamaban "sublime y encantador brujo azteca." E n un domingo de ese mismo mes la Srita. Alemán efectuó una ascensión aerostática, partiendo de la Plaza de Armas, con tan poco resultado pecuniario que sólo recogió veintiocho pesos, de los cuales le envió veinte la señora esposa del Gral. Presidente D. Porfirio Díaz. México andaba preocupado con el relato de los crímenes de la* Bej araño y los padecimientos de su víctima la niña mártir. E n Octubre llamaron la atención en el Principal algunas exhibiciones de fonógrafo, "la máquina que canta, ríe y llora" como decían los prospectos, y unos conciertos que en el edificio de Betlemitas y en el salón de la Sociedad Netzahualcóyotl dió el artista Galarza. En Noviembre, por primera vez en la historia de las miserias de nuestros teatros, las tandasjacalónicas (!) pasaron al Teatro Principal, en las quej>or el precio de un real en luneta y u n peso en palcos por entero, se vió trabajar á la Carrión, la Pía, la Méndez, la Gómez, Arcaraz, Cabrera, Yáñez, Iglesias 5' Rodríguez, bajo la dirección del maestro José Meneses. E l Teatro Nacional no quiso ser menos, y en 14 de Diciembre abrió á su vez temporada de tandas, con una Compañía también de zarzuela, de que fueron empresarios Garrido y Urueña.
H é aquí el elenco de ella: Primera tiple, Alina. Alhaiza, del Teatro Eírico de París; Primera contralto, Mathilde Thomas, del Teatro Eírico de París; Segunda tiple de ópera cómica, Rosina Stani; Segunda contralto, Berthe Edant; Primer tenor, Euberty, del Gran Teatro de Bruselas; Barítono y bajo'cantante, Bonhivers, primer premio del Conservatorio; Bajo cómico, Eecuyer; Segundos tenores, Paul y Wilhem; Tenor cómico, Benedick; Segundo bajo, Gerard; Bailarinas, Bertini y Eacroix; veinte y cuatro coristas; Director de orquesta, Salvador Gue-
rra; Maestro de coros, Priore; Director de escena, Paul Alhaiza; segundo, Eecuyer: Pianista y maestro de coros, Cartier. Los precios de abono por doce funciones, fueron: en palcos, noventa y seis pesos; en lunetas, doce; los eventuales fueron: doce pesos palco, y un peso cincuenta centavos limeta. Esta Compañía notabilísima, vuelvo á decirlo, inauguró sus trabajos en la noche del jueves 20 de Febrero de 1879 con Haydée,-preciosa ópera en tres actos, del gran compositor Auber. E l 22, y para segunda de abono, se cantó Traviata, obra en la que la Alhaiza se llevó con estricta justicia todos los honores del aplauso: la distinguidísima artista, bella, encantadora, inspiradísima en Haydée, estuvo perfecta en Traviata, que pocas veces se había visto hasta entonces tan bien vestida y cantada como por ella. 1 ' Traviata, dice un cronista, fué un verdadero triunfo para Madame Alhaiza; su tipo simpático y distinguido, sus ojos magníficos, brillantes, húmedos por la pasión; sus magníficos dientes, esas perlas que con tanta complacencia como justicia luce la simpática artista; su hermoso talle, su agradable voz, nos presentaban la más bella, la más propia, la más elegante Traviata que puede pisar el foro escénico; la apreciable artista se presentó vestida con exquisita elegancia, con un buen gusto que demuestra que la Sra. Alhaiza es artista en todo, hasta para disponer sus trajes, que al mismo tiempo lleva con una distinción que, hasta hoy, pocas veces habíamos visto en el teatro. E l público la aplaudió con entusiasmo, como actriz, como cantante y como d a m a . " Ea tercera función, en la noche del 23, fué cubierta con la opereta de Adam, Le Sourd, y el vaudeville En classe, mademoiselles: en la tarde fué cantada Haydée. El 25, y para cuarta, diéronse Los Mosqueteros de la Reina, de Alevy, que gustaron mucho, especialmente por"' su tercer acto, en que el tenor cantó una deliciosa romanza. E l 28, para quinta de abono, y por primera vez en los teatros de México j la Compañía francesa cantó la admirable obra maestra de Ambrosio Thomas, Mignón. Acostumbrado nuestro público á la escuela melódica italiana, oyó con singular sorpresa la obra de Thomas, admirable por sus combinaciones armónicas y rica instrumentación, que son sus principales cualidades. E l desempeño fué casi supremo; Madame Alhaiza, bien en toda su parte, vocalizó en el primero y segundo cuadros del segundo acto, con admirable maestría: el tenor Euberty cantó la romanza del tercer acto con tan buen gusto y sentimiento, que se vió obligado á repetirla á instancias del público entusiasta. Para elogiar á Matilde Thomas faltan palabras y no se acierta con las frases indispensables para celebrarla. Poco sería cuanto se dijese de su capacidad para caracterizar debidamente el personaje de Mignón, y del talento con que supo vencer las dificultades y apropiarse los honores de la representación, que indudable-
mente á ella correspondieron: sostuvo las situaciones dramáticas con el arte y el aplomo de una artista envejecida en las tablas, y sin embargo, tan nueva era en ellas, que la de México era casi su primera campaña teatral. Con infinita ternura suspiró las delicadas estrofas Connais tu le pays oh fleurit Voranger? de la encantadora romanza de la protagonista: en su dúo del tercer acto con el tenor, estuvo sencillamente admirable. Su juventud, su corta estatura, su candidez de actriz nueva, todo contribuyó al mejor efecto de ese papel, y México puede felicitarse de haber conocido la bellísima creación de Carré, Barbier y Thomas, por una cantatriz rival dignísima de la celebérrima Galli Marié. Ea bèlla Rosina Stani, tan querida en México, tuvo á su cargo el papel de Federico, distinguiéndose como actriz, y luciendo su cuerpo y su desembarazo en llevar el traje masculino. El barítono Bonhivers pocas ocasiones tuvo de lucir su hermosa voz en el demasiado corto papel de Lothario; pero en él, como en cuantos tomó á su cargo, fué siempre el concienzudo artista que el público aplaudía con entusiasmo, y Paul Alhaiza en el Laertes estuvo discreto, oportuno y gracioso. Con satisfacción y convencimiento lo repetimos: pocas veces y en cualquier teatro podrá oírse una Mignón tan supremamente interpretada, como lo fué la obra de Thomas en nuestro Teatro Principal en la noche del 28 de Febrero de 1879, por la Compañía Alhaiza; hasta el presente y en nuestra Capital, nadie, absolutamente nadie, ha superado aquella felicísima interpretación. Continuaremos en el próximo capítulo, relatando los éxitos de esa muy excelente Compañía.
CAPITULO IV
1879. El 23 de Febrero de ese año de 1879 fué domingo de Carnaval, y en él la Empresa Moreno dió término á sus trabajos en Arbeu, estrenando con buen éxito El Paje de la Virreina, zarzuela en dos actos, letra de Alfredo Chavero y música de José Austri: como casi todas las composiciones del distinguido literato, El paje gustó mucho y fué muy aplaudido, pero el autor no pudo presentarse en las tablas por encontrarse enfermo, con mucho sentimiento de sus amigos y del
público en general, que deseaban premiar una vez más sus méritos reales y positivos. Pero la verdadera y sensacional novedad de esos días fué la presentación de la alegre comparsa de la Estudiantina Española, que á semejanza de la muy famosa Fígaro, que en el año precedente había causado sensación en París, formaron varios socios del Casino de la Colonia en México. Como á las cuatro de la tarde del 2 de Marzo, domingo de Piñata, la comparsa, elegante y lujosamente vestida con el clásico traje estudiantil español, salió del edificio del Casino y entre los vítores y los aplausos de incontable muchedumbre que llenaba las calles, las plazas, los balcones y las azoteas, recorrió las principales avenidas de la ciudad y se dirigió al Paseo de la Reforma y Glorieta de Colón, que se vieron invadidos por el todo México, á pesar de haber hecho una de las más horrorosas tardes que se recuerda en la historia de los molestísimos vientos cuaresmales. La gallarda apostura de los improvisados estudiantes, la regocijada música española, la galante letra-de la jota, expresamente escrita para el caso, y la novedad del espectáculo, valieron á la alegre comparsa ovaciones sin término ni medida, y todas las familias, empezando por la del Gral. Presidente D. Porfirio Díaz, todos los casinos, todos los teatros, todos los círculos sociales se disputaron el honor de recibir á la comparsa, que en ese día y en otros sucesivos galvanizó con su grata presencia la decaída temporada carnavalesca: la Junta Directiva estuvo formada por Fermín Collado, Juan Elamedo y Ramón Valle; fueron sus directores Jerónimo Vázquez y Benito Hortuche. E l nunca bien lamentado fallecimiento del grande y virtuoso escritor español D. Anselmo de la Portilla, honra de la Colonia y de su patria, impidió que la Estudiantina siguiese recogiendo aplausos y simpatías, pues en justa señal de duelo suspendió sus salidas, ideadas y promovidas por Juan Elamedo, que no hallándose en aquel entonces, ni mucho menos, en el colmo de la opulencia que más tarde alcanzaron sus combinaciones, tenía búenas y regocijadas ideas, y sabía llevarlas á la práctica con el concurso de sus amigos, entre los que en esos días abundaban la sinceridad y la franqueza. Quizás vuelva á hablar de esto alguna vez, si llego á llevar.adelante mi proyect o de historia de las Colonias extranjeras en México, para lo que tiempo hace vengo coleccionando datos y biografías. Volvamos á nuestros teatros. E n 2 de Marzo, para sexta de abono, repitió el Principal la deliciosa Migncm, y el 4 y para sétima dió Un viaje á China, con el agregado del vals de Ricci Una Locura en Roma, cantado por la Alhaiza; la apreciable artista lució en él, como pocas veces, su maravillosa agilidad de garganta: Matilde Thomas cantó de un modo irreprochable el brindis de Lucrecia, luciendo su buena y robusta voz.
Una repetición de Haydée y otra de Los Mosqueteros de la Reina, llenaron las funciones octava y novena; siguió en extraordinaria, verificada el 9 de Marzo, la graciosísima Niniche, opereta de Boullard, en la que estuvieron inimitables Eecuyer y la Stani. E l 10 volvió á ser cantada Mignón, sin que el público se cansase de admirar la obra y de aplaudir á Matilde Thomas; con la misma complacencia se repitió el 13 Niniche, más un divertimento bailable en que se presentaron Betti Rambliburg, Amelie Cezutti, Anie Dary, Alice Richard, Eouise Griffith y Mr. Babtistin, primer bailarín y compositor. E l 15 de Marzo se dió la duodécima y última del primer abono con la ópera de Donizetti Lucía de Lammermoor, repetida el domingo 16 para primera del segundo. E l tenor y la hermosa Alina Alhaiza estuvieron muy bien en esa obra, aunque no tanto como en Traviata, que con gusto y á petición del público se repitió en segunda de abono: siguió una extraordinaria de Lucia; el 22 fué cantada La Dama Blanca, que gustó y se repitió mucho; el 23 reapareció Niniche y se estrenaron Les noces de Jeannette, de Massé, y el 29 alborotó por su feliz desempeño Madame V Archiduc, que se repitió en la tarde del 30 dando en la noche Mignón, que fué el gran éxito de aquella primera parte de la temporada. Después, y durante las semanas de Pasión y Santa, los artistas suspendieron sus trabajos. El domingo de Pascua, 13 de Abril, abrió nueva temporada el hábil empresario José Joaquín Moreno en su Teatro de Arbeu, con la siguiente Compañía: Primeras tiples: Matilde Montañés y Francisca Carmona; Contralto y mezzo soprano, Francisca Selgas Agnado, del Teatro d é l a Zarzuela de Madrid; otra tiple, Carmen Broca; segunda, Rosa Flores; Primer tenor, Pedro Arcaraz; Barítono, Rafael Villalonga; Tenores cómicos: Manuel Iglesias y José Poyo; Bajo, Manuel Serrano; Director y concertador, José Rivas. Abono por seis funciones, en palcos, doce pesos, en lunetas dos. Esa Compañía dió su primera función con Los comediantes de antaño para estreno de la Selgas Aguado, que aunque bella y simpática, no agradó ni como actriz ni como cantante. E n el Principal, en la misma noche, la Compañía Alhaiza dió su primera de abono con Le Petit Duc, muy bien cantado y bien puesto en escena. Rosina Stani, en el difícil papel de protagonista, estuvo encantadora, y Matilde Thomas, no menos bella, pudo lucir su hermosa voz y su excelente método de cauto. Con tanto brío como sentimiento dijo la Stani el Je faime, que arrebató de entusiasmo al público: fué admirablemente secundada por la Thomas, y los concurrentes les obligaron á repetir el precioso dúo. E n el segundo acto compartió, con justicia, los aplausos, la excelente contralto la Edant, y hubo de repetir la originalísima lección de solfeo. Bonhivers lució, como de costumbre, su fresca, suave y agradable voz de barítono.
Lecuyer, en el papel del preceptor del Duquectto, estuvo sumamente cómico. I,a Staui volvió á causar furor bajo su disfraz de aldeana, al imitar los toscos ademanes y disparatado lenguaje de la labriega. Los coros también cantaron perfectamente y en su totalidad la ejecución de Le Petit Duc satisfizo por completo al público. Debe decirse que en esa ocasión y por esa Compañía, fué cuando verdaderamente se vió y oyó bien desempeñada y bien cantada la deliciosa opereta de Lecocq. El minué fué bailado con muchísima gracia, y tres veces repetido con gran contentamiento de la concurrencia. Para segunda de abono, y en la noche del martes 15 de Abril, fué cantada la bellísima ópera cómica de A. Grisar, Les Amours du Diable. Esta opereta contiene bellezas que impresionan: carece de obertura, que sustituye una sentida y pequeña introducción: á los coros de la fiesta campestre y á las coplas del tenor, sigue la aparición de Belzebuth, papel confiado al bajo, con un solo y muy notable trozo que hace recordar á Bertramo. A Urielle, "rôle de chanteuse légère, " confía el autoría parte principal de la obra: su gran aria de entrada abunda en conmovedores motivos que á cada instante se repiten en toda la obra, impregnándola de infinita dulzura. Las coplas del tenor, la romanza del tercer cuadro y su trío con Urielle y PJioebe, son bellísimos, tanto como el coro que precede al número últimamente citado. E l papel de la contralto Lidia es maravilloso por su ingenuidad y poesía, y tiene dos hermosas romanzas, especialmente la del huso. La escena de la seducción, en que Urielle hechiza al Visir con vocalizaciones de la más alta dificultad y del más grande efecto, es un bellísimo trozo que por sí solo pone á prueba el mérito y el talento de una cantatriz. E l último trozo digno de mención, es el trío de la muerte de Urielle; el compositor lo sembró de dramática inspiración, y constituye una página maestra por su estilo y por los efectos de orquesta. En el Principal se estrenaron en esa obra dos decoraciones muy bien dispuestas y entendidas por el Sr. Wilhem. E l desempeño de la ópera de Grisar fué magnífico, y Alina Alhaiza estuvo en el papel de Urielle espléndida como cantante, espléndida como actriz, y espléndida como mujer. Excusado me parece decir que Les amours du Diable, tienen por base de su argumento la misma leyenda que el famosísimo baile pantomímico El Triunfo de la Cruz, celebérrimo en México desde la época de Monplaisir. No debo, aunque bien quisiera hacerlo, extenderme en mayores detalles y elogios: cada representación, cada estreno, importaban un triunfo para esa Compañía: en 24 de Abril tocó su vez á la muy hermosa ópera de Ambrosio Thomas, Le songe (Tune nuit d Eté: " L a ópera titulada El sueño de una noche de Estío—dijo un cronista—ha tenido en su primera representación un éxito completo, superior, si cabe, á los de las demás obras de la Compañía Alhaiza. Los papeles
fueron hábilmente distribuidos y la ópera ensayada con escrupuloso esmero. Su argumento no es uno de tantos de brocha gorda, como generalmente lo son los de las óperas de su género; es un bonito poema debido á la pluma de Rosier y Leu ven, y en cuanto á la música nada puede concebirse más simpático y agradable: en el primer acto hay un hermoso dúo de soprano y contralto que las Sras. Alhaiza y Thomas cantaron con perfección y fué justamente aplaudido. La embriaguez de Shakespeare proporciona al tenor un hermoso brindis, que el Sr. Luberti dijo muy bien. Todos los coros en ese acto son notables. El segundo comienza con un hermoso coro de guardabosques, de feliz combinación, y fué tan bien ejecutado que el público obligó á los coristas á repetirlo. E n ese mismo acto el tenor Luberti suspiró una romanza, interrumpida desde los bastidores por las admirables vocalizaciones de Madme. Alina Alhaiza, que por ellas mereció nutridísimos aplausos.'' La Stani, en su difícil papel cantó bien é interpretó las dramáticas situaciones con la habiüdad de consumada actriz. Falstaff tiene poco que decir y menos que cantar, pero con suma discreción interpretó Bonhivers ese personaje, que mal comprendido por un actor mediocre puede degenerar en payaso. Los principales actores vistieron con lujo y elegancia, los coristas con propiedad y decencia y el servicio de escena fué bueno. El público quedó satisfecho del desempeño de El sueño de una noche de Estío, y con deseos vehementes de volver á oir tan bella ópera. El sábado 26 de Abril, y con la sétima del tercer abono, dió su beneficio Matilde Thomas, con la lindísima Mignón, así repartida: Philine, Alina Alhaiza; Mignón, Matilde Thomas; Wilhem Maister, Luberti; Lothario, Bonhivers; Frederic, Rosina Stani; Laerte, Mary; Jarno, Lecuyer; le Souffleur, Benedick; Anselme, Leonard; Zafarí, Wilhem. Además, la beneficiada cantó II sogno, del Maestro Mercadan te, y La Sorrentine, de la ópera Piccolino, del compositor francés Girand. En el tercer acto se bailó un Paso mitológico, composición de Baptistin. Matilde Thomas habló así al público en su programa: " E n la aurora de mi carrera artística me ha tocado la dicha de ofrecer al ilustrado público de México mi primera función de gracia. Esta función que puedo llamar las primicias de mi profesión, la dedico con sumo placer á un público que durante la temporada en que he tenido la honra de servirlo, se ha dignado aplaudirme constantemente, y me ha recibido siempre no sólo con cortesía y benevolencia, sino, y esto lo digo con profunda emoción, como un amigo cariñoso. Pues bien, su reconocida amiga, al ponerse esta noche bajo su protección, l e d a expresivas gracias por sus bondades constantes, y le protesta sinceramente su eterna gratitud. Esto es cuanto puedo ofrecer como despeB. H . T . —T. III.—37
dida á la selecta sociedad de esta opulenta Capital, y dándole las gracias por la amabilidad que ha tenido conmigo, aseguro que llevaré grabados en mi corazón los favores y distinciones que me ha prodigado, y si tuviera en mi difícil y espinosa carrera la dicha de ser llamada en otra época ante los mexicanos, que tanto me han apreciado y distinguido, aceptaré gustosa y volveré con muchísimo placer entre ellos bajo este cielo encantador." Excusado parece decir que el espectáculo tuvo un éxito completo y que la bella y modesta beneficiada fué calurosamente aplaudida y festejada: la Sociedad de Beneficencia Suizo-Belga le obsequió u n magnífico brazalete; la Filarmónica Francesa una rica corona, y otras personas le ofrecieron anillos, aderezos y buenos regalos. En la noche del 3 de Mayo, la función fué á beneficio de la hermosa y distinguidísima Madme. Alhaiza, bajo el siguiente programa: Acto segundo de Le Songe d'une niât d'Eté, cou este reparto: La Reina Elisabeth, Alina Alhaiza; Olivia, Matilde Thomas; Shakespeare, Euberti; Latimer, Rosina St vni; Falstaff, Bonhivers: por primera vez en México, el acto princ';>:il de la gran ópera de A. Thomas, Hamlet, corriendo á cargo de Madme. Alhaiza el papel de Ofelia: cuarto acto de Les amours du Diable, con el siguiente reparto: Urielle, Alina Alhaiza; Ledia, M. Thomas; Federico, Euberti; Hortensia, Eecuyer; Paternick, Benedick. Euberti y el coro cantaron .la Marsellesa, y el cuerpo de baile ejecutó los pasos Fête du Printemps, y Las odaliscas. Para décima función fué cantada con mediano éxito por lo incompleto de la partitura de orquesta, la ópera de Auber Los diamantes de la Corona, y obtuvo en cambio un gran resultado artístico en la noche del jueves 8 de Mayo el beneficio de Constant Eecuyer, con Niniche y los siguientes intermedios: Cavalerie légère, obertura de Suppé, por la orquesta; dúo de Macbeth por la Thomas y Bonhivers; aria de Don Juan, de Mozart, cantada por Euberti; Walsedes Oiseaux, de Rille, por la Alhaiza; Polka des mandolines, por la orquesta; por primera vez Les tribulations d'un troupner, pieza de Paul Bonjour, ejecutada por el beneficiado. E l Vals de los pájaros fué sustituido con una aria de Traviata, obra en que Madme. Alhaiza estaba verdaderamente admirable: la función agradó en extremo, y Eecuyer en Las tribulaciones de un soldado estuvo sorprendente; cada seña, cada movimiento, cada palabra, cada gesto provocaban una carcajada general. E l público, gozó en esa función como en casi todas las de aquella brillantísima temporada, sin fastidiarse con repeticiones, que solicitaba con empeño, de la Dame Blanche, Mignón, Le songe d'une nuit d'Eté, Petit Duc, Amours du Diable y Diamantes de la Corona. E l 11 de Mayo, como duodécima de abono y á beneficio de Euberti, el aplaudidísimo tenor, se cantó Fra Diávolo de Auber: en el primer inter-
medio, Bonhivers y Euberti cantaron el dúo de la Muda de Portici, "Amour sacré de la patrie," y en el segundo tocó la orquesta la obertura de Suppé Le chemin de traverse. El 13, á beneficio de Rosina Stani, se dió una variada función que comenzó con la graciosa pieza Jean le sot; se cantó después el primer acto de la Dama Blanca, y se termino con el segundo de Madame Angot. E n la noche del 15, á beneficio de Bonhivers, se cantaron el tercer acto de Fausto, el cuarto de Favorita y un lucidísimo concierto de escogidas piezas. E l sábado 17 se verificó la función de gracia de los coros, con la bellísima Haydée de Auber; en los intermedios la Edant y el coro se hicieron aplaudir en la lección de solfeo de Le Petü Duc; Euis Monge declamó en italiano La muerte de Mazsani, poesía de Gualtieri; Bonhivers y Reppeto cantaron un dúo de La Reina de Chipre, de Halevy; Eecuyer ejecutó á la perfección la escena cómica Les Marionnettes vivants, y se cantó uno de los más hermosos coros de El sueño de una noche de Estío. Estos intermedios, aunque poco comunes en México, agradaron mucho en esos días, por su buena elección y desempeño feliz; cuantos asistieron al beneficio de Bonhivers recuerdan con gusto cuán admirable estuvo Alina Alhaiza en la cavatina de Sonámbula, '' come per me sereno," y la perfección con que Euberti suspiró la romanza de Marta, y el brío de Bonhivers en el aria de Un bailo in Maschera. Ea Compañía de Paul Alhaiza dió definitivamente sus últimas funciones el 18. de Mayo, cantando en la tarde La Traviata, y en la noche del 19 Les cloches de Corneville, sin tomar parte en ésta la Alhaiza. E l resultado de su temporada fué excelente en lo artístico; la mayor parte de los estrenos importaron un triunfo para todas y cada una de las partes de aquel cuadro, y aun los fiascos que con algunas piezas hizo, más que verdaderos fracasos significaron dudosos éxitos, pues ni jamás el público demostró disgusto, ni dejó de aplaudir números y situaciones que lo merecían. Ea verdad es que la excelente Compañía nos tenía tan acostumbrados á sus demostraciones de talento, que cuando por cualquier causa Saqueaba, experimentábamos una desilusión tan disculpable como poco justa. E l resultado material fué muy regular, pero no el muy grande que debió haber sido. Mucha parte del público no gustaba de oir en francés obras que tenía costumbre de oír en italiano, y comprendía mal varias de las más modernas ó poco usadas. Aparte de esto, la situación política y económica del país, no era de lo mejor; diversos movimientos revolucionarios proclamando la imposible restauración de D. Sebastián Eerdo de Tejada, habían estallado en varias localidades, especialmente en la frontera, presentándose á la cabeza de alguno el Gral. Escobedo, y firmando un plan contra el Gobierno D. Miguel Negrete. El partido liberal se dividió
y subdividió en fracciones infinitas con motivo de las candidaturas para las próximas elecciones presidenciales, y los llamados tuxtepecanos andaban disgustadísimos con el Gral Díaz, quejándose de que venía haciéndolos á un lado, y sacudiendo la tutela que habían querido imponerle. En la conciencia de todos estaba que las oposiciones preparaban algo grave, y poco tardó en parecer confirmado ese temor, con la sublevación de los tripulantes del vapor de guerra " Libertad," en el puerto de Alvarado, y de ahí resultaron las ocurrencias de la noche del 24 de Junio en Veracruz, que costaron la vida á diversas personas que se supuso estaban complicadas en aquella sublevación. La enérgica represión de que creyó deber usar el Gobierno, hizo abortar el plan cualquiera que él fuese, pero alarmó grandemente á toda la República, que sin embargo, no pudo dejar de reconocer que en el Gral. Díaz acababa de revelarse un gran carácter y de hacer patente su firme voluntad de mantener á su patria en la senda del progreso que había iniciado,dando impulso á las mejoras materiales, promoviendo obras de pública utilidad, y otorgando concesiones para la creación y explotación de vías férreas, que diesen movimiento á la riqueza nacional y extendiesen la esfera de acción de su Gobierno. A éstas y otras causas de alarma y disgusto, cuya reseña no puede caber en estas modestísimas páginas, y menos aún con los detalles precisos para hacer admirar la grande obra de reconstrucción moral y política realizada con maravillosa constancia por el Gral. D. Porfirio Díaz, debióse en parte el alejamiento del público de nuestros teatros, y el mediocre éxito material de la excelente Compañía Alhaiza. Además, ésta tuvo en su contra la guerra sin cuartel que le hizo el empresario Moreno, arrastrando con la porción más indocta, á la que ofreció, más ó menos mal desempeñadas, zarzuelas de todas especies, al precio baratísimo y jamás hasta allí usado, de treinta y tres centavos luneta por abono. Comediantes de antaño, Estudiante de Salamanca, La Hija de Madama Angot, Reina Indigo, Hijas de Eva, Diamantes de la Corona, Primer dia feliz, Potosí Submarino, La Marsellesa y Marina, formaban su repertorio trilladísimo; " p e r o ¿qué más se puede pedir por treinta y tres centavos? exclamaba El Monitor; por tan barato precio no puede pedirse más que las más viejas zarzuelas y peor cantadas que se han visto jamás; cada vez se recibe con mayor frialdad á la Selgas, y la Broca no ha vuelto á aparecer. Aquello es malo é incompleto, pero á la baratura acude la gente, y Moreno está resuelto á bajar el abono á veinticinco centavos, si la empresa Alhaiza insiste en continuar trabajando." , E n el Nacional trabajaba en las tardes de días festivos Manuel Estrada, que lo mismo exhibía El Diluvio y La Creación que la Monja Alférez, drama de Juan Mateos, allí estrenado el 27 de Abril. Con ello alternaban La Redoma encantada y La Pata de Cabra. El lunes
5 de Mayo, para solemnizar el aniversario de la gloriosa batalla de Puebla, la Compañía Galza dió en el mismo Nacional y gratis, El Pañuelo blatico y Marinos en tierra. Por último, para no olvidar nada curioso relativo al Gran Teatro, citaré el magno escándalo allí ocurrido en la tarde del domingo 18 de Mayo en una función monstruo anunciada por Manuel Estrada. Después de la comedia en dos actos El pararrayos, en el primer intermedio—habla el programa,—"el asombro del siglo X I X , el Sr. Andrés L. Watringant, verificará la nunca vista, arrogante y atrevida ascensión, desde el foro hasta la galería, por el alambre flojo; se presentará la primera bailarina de los teatros de Europa, Ida Devew; ejecutará Las Pirámides de Cristal, de Egipto, trabajo admirabilísimo, el sin rival equilibrista Watringant, y presentará el Esqueleto maravilloso, su inventor el Dr. I. Goodnow; este esqueleto, que tiene todos los movimientos de una persona viva, que anda, se sienta, se arrodilla, reza y por sí solo se desbarata y se forma, ha sido exhibido en Europa y América con un éxito extraordinario. Por último, se exhibirá Misterio, cuadro tan bonito como sorprendente, presentado con todo su aparato por su inventor, Sr. Deaves, secreto que el público verá con gusto y que con dificultad podrá acertar en qué consiste su mecanismo." " L a concurrencia, atraída por ese anuncio, dice El Monitor, fué grande, puede decirse que hubo casa llena. El saínete pasó casi desapercibido; llegó el esqueleto, muy mal y groseramente movido y el público trinó y silbó, y acabó por tomarlo á la guasa. Pero vino lo del misterio, y después de un cuarto de hora y aun de media hora, el misterio no parecía; por fin salieron á decir que el aparato se había descompuesto y que no podía concluir el espectáculo; entonces fué Troya; entonces se comprendió el engaño y la farsa, y hubo una de silbidos, de gritos, de mueras, de exclamaciones, que parecía el juicio final, á tal grado, que si los espectadores pescan á Manuelito Estrada, ó al profesor Deaves, los desuellan vivos. E l Regidor impuso á Manuelito una multa de cien pesos, cuando debió mandar devolver el precio de las entradas, puesto que en resumidas cuentas aquello había sido u n engaño, y con este proceder se abre la puerta á mayores abusos. Cuando se juega así con el público, cuando se le hace una burla de tal naturaleza, es justo que se pague; la multa hubiera venido perfectamente después de haber devuelto las entradas." Pasemos á tratar de algo más artístico. Retirada la Compañía Alhaiza, ocupó el teatro Principal Enrique Guasp dé Peris con una Compañía dramática de que formaban parte Concha Padilla, María de Jesús Servín, Matilde Navarro, Magdalena Padilla, Josefa Ruiz, Carmen García, José Cisneros, José Cendejas, Manuel Valladares,
Apolonio Morales, Felipe Suárez, José Ruiz, Pedro Servín, Antonio Arjona y Luis Barrios. Mas hé aquí que cuando más alegres cuentas se hacía el apreciable y buen actor, de improviso, sin que nadie lo esperase, llegó á Veracruz con el Paquete Francés, y por cuarta vez á la República, el insigne artista D. José Valero con su esposa, la distinguidísima Salvadora Cairón, y el siguiente cuadro de actores: Juan Reig, Victoria Diez, Carolina Márquez, Serafín Marín, Juan Montijano, Casimiro García, Ricardo Valero, Antonio Escanero, Francisco Alonso y Rafael García. Ni Guasp ni D. José Valero, podían ya retroceder, y como no quisieran ó no pudieran celebrar arreglo alguno, Guasp dió en el Principal su primera función de abono en la noche del 22 de Mayo con La linea recta, de Enrique Gaspar, y D. José Valero la suya en la del sábado 24, en el Gran Teatro, con Los laureles de un poeta, de Leopoldo Cano, y Pobre porfiado, de Eusebio Blasco. Después, y en las sucesivas funciones de su primer abono, en que vió muy bien concurrida la vasta sala del Gran Teatro Nacional, el actor insigne puso en escena Lo que 710 puede decirse, La careta verde, El nudo gordiano, La mosca blanca, Los dominós blancos, El músico de la ?nurga, En el Pilar y en la Cruz, Un drama nuevo, El Maestro de Escuela, La mamá política, El dómine consejero, y en 17 de Junio, para duodécima y última del primer abono, El Alcalde de Zalamea. Enrique Guasp, á su vez, procurando defenderse en aquella desigual lucha á que le lanzó más la casuaüdad que su deseo, puso en ese tiempo, entre obras más conocidas, El esclavo de su culpa, de Cavestany, La Resurrección de Lázaro, 0 locura ó santidad, El estómago, No liay tnal que por bien no venga y Consuelo. Compitiendo con Valero y con Guasp, el activo Moreno animó su temporada de zarzuela con la hermosa composición de Marcos Zapata y el maestro Marqués, El Anillo de Hierro, estrenado en su Teatro de Arbeu en la noche del 8 de Junio con un éxito de los más brillantes que se recuerdan; en su desempeño estuvieron muy bien Pedro Arcaraz, la Selgas y Enrique Labrada, quien había hecho su primera presentación en la Compañía de Moreno el 23 de Abril anterior con El Juramento. El 19 de Junio comenzó D. José Valero su segundo abono con El testamento de Acuña, de Cecilio Vegramonte, con mucho éxito estrenado por él en una temporada anterior; dió después La rosa amardla, La levita, El yerno del señor Manzano, Don Francisco de Quevedo, El pañuelo blanco, El miedo guarda la viña, Las travesuras de Juana, Derechos individuales, Un cuento de niños, Luis Onceno, Súllivan y La Feria de las Mujeres. E l 16 de Julio, Salvadora Cairón dió su beneficio con El Capitán Pedreñales, drama de Peón Contreras, y la zarzuela Buenas noches, Señor Don Simón. En algunas funciones de tar-
de, y para cierta clase de público, representó la Compañía La Almoneda del Diablo, con las antiquísimas y pobrísimas decoraciones que años atrás había hecho pintar á poco costo el insigne actor Aijona. En el Principal, Enrique Guasp representó La esposa del Vengador, LHereu, En el seno de la muerte, El hombre de mundo, Aprobados y suspensos, La Campana de la Almudaina, y La planta maldita. De estas obras la que más gustó fué En el seno de la muerte, estrenada el 11 de Julio con un buen desempeño por parte de Guasp, la Padilla y la Servín. De novedades de esos mismos días, debo citar el estreno en el Teatro Hidalgo, el 13 de Julio, del drama en cinco actos, un prólogo y un epílogo, María Antonieta, arreglado á la escena de los teatros de México, así dice el programa, por Mariano Villanueva y Francesconi. E n el mismo teatro, y en la noche del 17, se estrenó un drama de Vicente Morales, intitulado Sofía, que fué muy bien recibido por aquel público. A pesar de que de todos los teatros en función, era el Nacional el más favorecido, los productos no fueron en verdad gran cosa, y el éxito artístico tampoco llegó á lo más superior. E l público de la Capital no tenía humor para divertirse; los ánimos continuaban alarmados con las mil peripecias de la próxima lucha electoral; faltaban las quincenas y la pobreza invadía los hogares de la clase media y la menesterosa. D. José Valero comprendió que el mediano favor que hasta allí había venido disfrutando, podría faltarle de uno á otro momento, y antes de que tal aconteciese anunció un último medio abono á que dió principio el 22 de Julio con el drama de Echegaray Algunas veces aquí; dió después Un cuento de niños, la comedia Policía secreta, Don Serapio Balsamina ó la Familia del boticario, la primera y segunda parte de Don Juan Tenorio, La comedianta famosa, y al principiar el mes de Agosto se despidió de México, llevándose, como siempre, las simpatías y el cariño de los entusiastas admiradores de sus talentos como artista y de sus cualidades como caballero.
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CAPITULO V
1879.—188©. Libre de la competencia del gran actor español, emprendió con nuevos bríos sus trabajos la Compañía de Enrique Guasp, que en 23 de Julio del año de 1879 cuyos sucesos teatrales reseñamos, había estrenado con muy justo y merecido éxito el notabilísimo drama El Paraíso de Milton, de los distinguidos autores españoles Retes y Echeverría. Enrique Guasp hizo del papel de Milton una verdadera creación, alcanzando uno de los más legítimos triunfos de su laboriosa y ameritada carrera artística. El 15 del mismo Julio anunció en él de Arbeu sus trabajos una "Compañía Bufo-Francesa, dirigida por Constant Lecuyer," formada con restos de la muy notable de Paul Alhaiza, que habíase fraccionado en Puebla. Constant Lecuyer dió en la susodicha fecha principio á sus funciones, con una extraordinaria y á beneficio de la Sociedad de auxilios mutuos franco-suizo-belga, en que puso Bebé, comedia en tres actos de Najac y Hennequin, desempeñada por la Edant, la Deidet, la Lafontaine, la Vandame y la Julien, y por Leonard, Julien, Lecuyer, Grether, Diebolt y Renet. A la comedia siguió un concierto, en que tomaron parte Lubet, Laugier, Pancho Ortega, Rivas, Guichenné, RosinaStani, y varios de los artistas ya nombrados al hablar del reparto de Bebé. La concurrencia, no muy numerosa y compuesta en su mayoría de franceses, reía grandemente con los chistes de aquel reducido cuadro, felicísimo en comedias como Le mouhn joli que agradó en estremo, y muchos apropósitos y vaudevilles que no creo en modo alguno de interés citar aquí. Con el cuadro de Lecuyer siguió alternando durante varias funciones la Compañía de Zarzuela de Moreno, con sus Campanas de Carrión, Vida Parisiense y Anillo de hierro, infinito número de veces repetido con grande gusto del público, que pronto se apoderó de las principales melodías hasta hacer de ellas el caballo de batalla de mil y un aficionados. Antes de pasar adelante, citaré con merecido elogio una función que en Arbeu dió en la noche del 21 de Julio la simpática Sociedad Carlos Escudero, á beneficio del Asilo de Mendigos, que el 23 de Junio anterior acababa de fundar el nunca bien admirado filántropo, y
bueno y virtuoso D. Francisco Díaz de León, con la mínima cantidad de veintinueve pesos que importaron los primeros donativos. La ameritada Sociedad de jóvenes aficionados, primera agrupación que llevó su óbolo á la mesa de los pobres puesta por el insigne Díaz de León, representó el drama Un Beso, escrito por su distinguido fundador, con el siguiente reparto: Genoveva, Luz Urbina; Eugenia, Dolores Tovar; Pablo, Pedro Solórzano; Luis, Manuel Ibarra; Ramón, Aurelio Horta: puso después en escena la comedia de Blasco y Ramos Carrión Levantar muertos, en la que tomaron pártelos ya citados y Gabriela O. de Peralta, María Argumosa, M. Flores y P. Valdés. Desgraciadamente, el público egoísta concurrió en escaso número á esa lucida función, que sólo produjo á beneficio del Asilo ciento sesenta y dos pesos setenta y nueve centavos. El 7 de Agosto se presentó en el Teatro Gorostiza, antes Salón de la Sociedad Netzahualcóyotl, un distinguido pianista extranjero, Mr. Alberto Frenchel, notable, porque á la brillantez de la ejecución unía, cosa poco común en profesores concertistas, poesía, dulzura, y sentimiento. Su esposa cantó con mucho gusto una romanza de Lucrecia Borgia, y contribuyeron á dar variedad al concierto los Sres. Morán y Guichenné. E n el Nacional dió en la noche del domingo 10 de Agosto, con asistencia del Presidente de la República, una función cuyos productos destinó al pago de la Deuda americana, el prestidigitador mexicano Ricardo Vargas. El más notable de los espectáculos de ese mes fué el que el vier nes 29 del mismo Agosto se dió en el Principal, dedicado á reunir fondos para que la distinguidísima artista Matilde Thomas pudiese perfeccionar sus estudios en Europa: Concha y Magdalena Padilla, Matilde Navarro, Enrique Guasp, Alonso, Morales, Suárez, Cisaéros, Servín, Valladares y Monteleón, desempeñaron la comedia en dos actos Las niñas del entresuelo, y en el primer intermedio Bonhivers cantó Les rameaux, de Faure; Angela Peralta su precioso vals Lejos de ti; Enrique Testa una romanza; la Thomas y Bonhivers un dúo de Mignón; Bonhivers el rondó de Les Cloches de Corneville; la Thomas, la deliciosa Serenata de Braga, acompañada en el violonce11o por Guichenné; y Angela Peralta y Enrique Testa un dúo de Sonámbula. Poco después salió para Europa Matilde Thomas, tan querida y celebrada en México, en cuyo teatro Principal creó y nos dió á conocer la deliciosa Mignón. Artista principiante pero ya eminentísima, habría sin duda alguna llegado á ser estrella de primera magnitud en el mundo del arte, pues para ello tenía méritos y cualidades de primer orden, según lo probó aquí, donde, lo repetimos, hizo su primera campaña teatral, pues al venir con Alhaiza apenas acababa de salir del Conservatorio de París. Desgraciadamente su desB. H. T.—T. III.—38
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tino lo dispuso de otro modo, y Matilde Tilomas ni siquiera logró llevar á Europa los laureles conquistados en América. Ea insigne y joven artista contrajo, al emprender su regreso, la horrible enfermedad del vómito, y de ella murió casi niña y en los umbrales de un porvenir que tan glorioso pudo haber sido. ¡Pobre artista! ¡Pérfida enfermedad! En 30 de Agosto y en el Teatro Nacional, la insigne Angela Peralta inauguró una pequeña temporada de ópera italiana, cantando en primera de abono Traviata. Formaban su Compañía Fanny Natali, Marietta Pagliari, Enrique Testa, el barítono Euígi Contini, el segundo tenor Eduardo Rendón, Rafael Quesada y el bajo Giovanni Reina; Francesco Rosa fué el Maestro director. Ea Empresa anunció que esperaba le llegasen próximamente algunos artistas de la Habana, Nueva-York é Italia. Eos precios por abono de ocho funciones, fueron setenta pesos en palcos y nueve en luneta. A Traviata siguieron Marta, El Barbero, Linda, Crispino, Esmeralda, de Fabio Campana, estrenada el 24 de Setiembre en la sexta de abono; Norma, para beneficio de la Peralta, corriendo el Polión á cargo del tenor español José Grau; y diversas repeticiones de Esmeralda. El éxito de aquella cortísima temporada fué malísimo; el teatro casi estaba vacío y la eminente Angela Peralta llegó á enfermarse de angustia, y del exceso de trabajo en que hubo de meterse para impedir que sus caducos y gastadísimos pensionistas echaran á rodar las óperas: si el desempeño de la mayor parte no fué silbado, • se debió casi exclusivamente á la manera admirable con que Angela cantaba en ellas su parte: en esa época, sólo el bajo Giovanni Reina ayudó á nuestra célebre artista, siendo el único digno de cantar á su lado. Testa y la Natali no eran ya ni pálida sombra de lo que en algún tiempo habían sido. Ea ópera Esmeralda no agrádó ni tenía méritos para agradar. El suceso teatral del último tercio de 1879, f u é el simultáneo estreno en el Principal y en Arbeu, verificado el 6 de Setiembre, de la obra de gran espectáculo La vuelta al mundo en ochenta días. E l libreto de esta obra puesta en escena en Arbeu por la Compañía de Constant Eecuyer, fué el mismo que para el teatro de La Porte de Saint Martin formó Julio Verne asociado con Mr. Ennery: para dar interés al arreglo de la novela celebérrima, los autores introdujeron en él episodios como el de la gruta de las aliebras que falta en aquella, y personajes como el americano Coriscán, de la única y exclusiva invención de Ennery: Coriscán cambia absolutamente la mayor parte de las situaciones que figuran en la relación de Julio Verne: al recurrirse á sus novelas para fundar en ellas obras de espectáculo escénico, no se pretendió, ni mucho menos, convertir en cátedra científica el teatro, sino dar descanso á la fatigada inventiva de los escritores de comedias de magia, que casi nada nuevo producían ya.
El viaje á la luna, estrenado en París en 1875, todavía se separa más de la novela de Verne y de la verdad científica; los personajes, muy diversos de los del Gun-Club, llegan á penetrar en la luna, poblada de fantásticos é inverosímiles habitantes, y regresan á la tierra de un modo más imposible todavía. El libreto del arreglo español puesto en el Principal, era obra de Earra, que no contando con el permiso de los autores franceses se vió precisado á hacer en él una simple imitación de la obra de aque líos, separándose cuanto pudo del original para 110 incurrir en los casos de penalidad que enumera el tratado de propiedad literaria entre España y Francia. Por no tenerse esto presente, fué en México muy censurado el arreglo de Earra por los críticos de la prensa; pero en cambio, el público gozó y rió con el libreto español, salpicado de chistes y burlas, como no pudo hacerlo con el original representado en Arbeu. Además, la obra estuvo presentada por Eecuyer muy inferiormente á como la presentó Guasp en el Principal. En éste, el pintor Jesús Herrera, el maquinista Botello y el sastre Castro se excedieron á sí mismos y á cuanto de ellos se esperaba, y presentaron decoraciones, trastos y trajes de mucho mérito y de mucha vista. Valladares estuvo felicísimo en su papel de curro Eguía; Apolonio Morales, magnífico en el policía; no menos acertado fué Francisco Alonso, que venido á México con el último cuadro de D. José Valero dejó la Compañía del gran actor y entró á formar parte de la de Guasp, conquistando en ella muchos aplausos por su buena escuela, adquirida bajo la dirección de su primer maestro Manuel Catalina; Guasp, cu el tipo del susceptible yankee; Magdalena Padilla, en la Orí; Matilde Navarro, en la chula; y Cisneros, Cendejas y Suárez, en sus respectivos papeles, merecieron justísimo elogio, y no fué menos oportuno en sus chistes el estudioso Pedro Servín. E a obra se repitió infinito número de veces, casi siempre á teatro lleno, con gran resultado para el empresario D. José Bustillos. No' creo deber detenerme en hacer la crónica de las obras representadas por Guasp en el Principal, entre las que se señalaron los éxitos de Los grandes títulos, Específico moral, Los hijos de Adán, El Paraíso de Milton, Salvarse en una tabla, El Doctor Diógenes, Iris de Paz, Llovido del cielo, El bastón y el sombrero, Levantar muertos, Los dulces de la boda, Los Fourchambault, estrenada el 18 de Setiembre, Una tarde de Noche Buena, Luchas heroicas, El ángel milagroso, con nuevas decoraciones y lujoso vestuario, Lo que está de Dios y otras muchas. De estrenos de obras mexicanas, debo mencionar el del drama en tres actos y en verso, original de Ignacio Herrera de Eeón, con el título de Entre dos deberes, muy aplaudido en Arbeu en la noche del 18 de Octubre, y el de otro drama también, debido á Peón Contreras, intitulado Vivo ó muerto, puesto en escena en el Principal, á beneficio
de Enrique Guasp, en la noche del sábado 15 de Noviembre. E l poeta y sus intérpretes fueron llamados á las tablas al final de cada uno de los actos y colmados de nutridos aplausos. En otros beneficios se repitieron El Otro, de Mateos, y Hasta el Cielo, de Peón Contreras. En Arbeu tuvo gran éxito una traducción de La Marjolaine; en el Nacional, siguiendo siempre las profanaciones de la escena del Gran Teatro, se presentó á fines de Octubre el profesor Bardou con sus acróbatas, fieras y reptiles, y al finalizar el afio Guasp y su Compañía se ausentaron del Principal, que fué ocupado por una bastante mediana Compañía de zarzuela por tandas, en la que figuraron Valladares, Oropeza, la Mendoza, la Maza, Cabrera, la Arvide y otros. En Arbeu siguieron manteniéndose Villalonga, la Montañés, la Pía, Castro, la Carmona, Arcaráz é Iglesias. Con el Principal y con Arbeu compartían el favor del público amigo de lo barato, el teatrillo de Novedades en elex-Seminario, y una multitud de jacalones en el atrio de Catedral y en las calles del Factor y de las Escalerillas. Ea primera novedad del año de 1880 en lo referente á teatros, fué la del arreglo y composturas del Nacional. De sus mejoras y reformas hacían tantos elogios los interesados en su explotación, que cualquiera hubiera podido creer que la Grande Opera de París iba á quedar oscurecida ante la magnificencia del recompuesto edificio de la calle de Vergara. Ea realidad no pudo ser más desconsoladora. Eas mejoras en cuestión fueron las siguientes: se descubrió la piedra de la columnata exterior; se pintaron, imitando cantería, el pórtico y el vestíbulo; se dió una mano de color á los corredores y puertas; se repusieron las varillas doradas de los techos; se sustituyeron los macizos antepechos de los palcos con sencillas barandillas de hierro dorado; se refrescó el cielo raso, y se empapelaron las paredes de la sala. Todas estas obras podrán llamarse de aseo, pero no de ornato en la verdadera acepción de la palabra Ea de mayor importancia fué la de la introducción del gas hidrógeno, y aun así, los aparatos en que debería arder eran de una sencillez, de un mal gusto y de una impropiedad, de lo más absoluto. En el escenario se asearon, hasta cierto punto, los infames cuartuchos de los artistas, pero no se tocó á las decoraciones, que continuaron presentando deplorable aspecto. Púsose por último en obra, un telón de embocadura para los entreactos, que debió representar un Mercurio colosal distribuyendo anuncios de casas de comercio: la idea no podía ser de peor gusto ni más impropia: en ningún primer teatro pueden consentirse esos telones de anuncios, en los que suelen leerse noticias de medicamentos que hacen ruborizarse á cualquier persona decente. Tocó estrenar todas estas maravillas á la Compañía de Opera Italiana de Angela Peralta, formada por el maestro Rosa, siendo los precios de abono de doce funciones, ciento diezpesos en palcos, y diez
y seis en luneta. Ea primera se dió en la noche del 10 de Enero del año de 1880 con la ópera Rigoletto, que desempeñaron la soprano Angélica Rizzi, la contralto Giuseppina Zipilli, el tenor Eduardo Camero y el barítono Manzuetto Astori. Ea Rizzi fué una soprano que tuvo toda la extensión de su categoría: su timbre de voz era dulce, argentino, robusto; sus notas medias y agudas, sonoras y bien afinadas; su modo de cantar muy correcto: su desempeño del papel de Gilda le valió una justa ovación y le grangeó las simpatías generales. Pasaron regularmente la Zipilli, el barítono Astori y el tenor Camero, quien después de estar muy bien en el primer acto, flaqueó mucho en los demás; su figura era desgraciadísima por lo excesivo de su obesidad. En la segunda función fué cantado El Trovador, desempeñando la Peralta á Leonor, en que se hizo aplaudir de un modo extraordinario: el tenor Colombano, de mejor presencia que Camero, regaló al público con cuatro dos de pecho tan fáciles, claros y sostenidos, que provocó el frenesí de los espectadores: Astori pareció más regular como cantante, pero más frío y helado como actor: el bajo Reina estuvo como siempre, magnífico: la Zipilli pareció como en la primera noche, muy joven, m u y de agradable presencia, fresca como una rosa, pero mediana cantante. Ea concurrencia fué en esta segunda función tan numerosa y escogida como en la primera. Anunciada para tercera Lucia, no pudo cantarse por indisposición de la Peralta, y fué sustituida con Rigoletto, en que Angélica Rizzi volvió á cantar magistralmente. En Fausto estuvo muy bien el barítono Marzziali, y muy medianos la Rizzi, Camero y el mismo Reina, que no comprendió su papel. El Barbero de Sevilla no pasó de regular, y en Un Bailo in Maschera, la Peralta se distinguió en la Amelia, y la Rizzi arrebató en el paje Oscar: Reina y Múgica estuvieron bien en sus papeles de conspiradores, y Camero y la Zipilli débiles como de costumbre. E l primer abono concluyó cantándose Don Pascual para undécima función, y la debitísima Esmeralda para duodécima y última. Con una repetición de esta misma ópera comenzó el 5 de Febrero el segundo abono, con la concurrencia muy disminuida y disgustada con las repeticiones y frecuentes cambios, según aconteció en la segunda función en la que, estando anunciado Ruy Blas, fué sustituido con Don Pascual. Al fin, en la noche del 12 se cantó aquella aplaudida partitura, en la que la Rizzi estuvo bien como siempre, y mal los demás, como de costumbre. Rigoletto, Traviata, Linda y Fausto, precedieron á la hermosa Aída, cantada por primera vez en esa temporada en la noche del 28 de Febrero, para novena función de abono. Esta obra se repitió diferentes veces, ya en funciones comunes ya extraordinarias, y al fin la Compañía salió para Veracruz y otras poblaciones en busca de mejor suerte de la que le cupo en el Nacional. De los demás teatros poco tengo que decir referente á esos prime-'
ros meses de 1880. En Arbeu se estrenó el 11 de Enero, con median o éxito, la zarzuela El Caballero Gastón, y el 15 de Febrero un arreglo de Mignón, en el que la Carrión estuvo muy bien en la Filina, así como muy mediana en la protagonista Matilde Montañés: á Pedro Arcaraz le faltaron toda la pasión y dulzura que exige el papel de William Meister. Ea traducción y el acomodo de la letra española á la música, fueron obra de Talavera y de Meneses. Todo ello preocupó, sin embargo, muy poco á los buenos habitantes de la Capital, entretenidísimos con la solemne recepción que se hizo al Gral. Ulises Grant, que entró en nuestra ciudad en la noche del 21 de Febrero y durante varias semanas fué el héroe de fiestas brillantísimas, bailes, banquetes y paseos. El 13 de Marzo, en el Teatro Nacional, ostentando al pecho más medallas y condecoraciones que el celebérrimo Merolico, se presentó ante un público bastante numeroso el profesor Pietro d'Amico, muy apto, á lo que se decía, en asuntos de magnetismo y sonambulismo: el público no hizo muy formal al profesor, y hubo en la sesión los gritos, chistes y jácara de costumbre en esa especie de espectáculos, y la cosa habría acabado mal si los concurrentes no se hubiesen dejado subyugar por la figura de una elegante y muy simpática j oven, la Srita. Juana Calero, que D'Amico decía ser su hija, y con la cual ejecutó distintas experiencias hipnóticas, de que fué llamado á dar fe el Doctor Belina. En una de esas experiencias la hermosa joven sufrió un verdadero ataque de histeria, una violenta crisis nerviosa, con fuertes convulsiones y gritos ahogados, que asustaron á los espectadores y les hicieron maldecir de semejante espectáculo. Pietro D'Amico procuró borrar esa impresión desagradable, con varias de sus suertes de hábil prestidigitación, ejecutadas con mucha limpieza. Dos días después, el 15, Fanny Natali ofreció en el Teatro del Conservatorio al Gral. Ulises Grant una audición de la Marta, de Flotow, con el siguiente reparto: Lady Enriqueta, Concha Carrión; Nancy, Fanny Natali; Liártelo, Enrique Testa; Plunket, A. Morales; Tristano, E- Monge; el Shern j f , J. Quesadas. El domingo de Pascua, 28 de Marzo, y con la comedia El Ejemplo, inauguró en el Principal sus trabajos el primer actor español D. José Ortiz y Tapia, de antiguo conocido en México, al frente de una Compañía en la que figuraban María de Jesús Servín, Juana Osmunda de Orea, Juana Ortiz Duelos, Carolina Márquez, Josefa García, Josefina Pía, Juan Montijano, Francisco Alonso, Manuel Valladares, Ricardo Yáñez y Pedro Servín. Eos precios de abono por seis funciones fueron, en palcos diez y seis pesos, y en luneta dos pesos cincuenta centavos. E n ese tiempo se comenzó á reedificar la fachada de dicho teatro Principal, dándole la agradable apariencia que al presente tiene: el derrumbe de la antigua empezó el día 11 de Febrero y al
comenzar sus trabajos la Compañía Ortiz, sólo los tres arcos del centro estaban terminados. En el Nacional la Compañía de Angela Peralta anunció un abono de doce funciones y dió la primera en la misma noche del domingo 28 de Marzo con Aída; pero el público fué tan extraordinariamente escaso que la Empresa desistió de su propósito y ya no dió la segunda, prefiriendo salir para el Interior, donde era muy solicitada. Ea primera de la Compañía Ortiz, dada como dije con El Ejemplo, de Echeverría y Santibáfíez, fué casi un fracaso; la actriz encargada de recitar El Idilio de Núñez de Arce, hubo de retirarse de las tablas antes de haber llegado á la mitad de la hermosa composición, picada por las muestras de desagrado del público, que en su mayor parte se retiró del teatro sin acabar de oir el sainete Dos y tres dos. En su segunda función dada con El tejado de vidrio, de Eópez de Ayala, el éxito fué mucho mejor: era Ortiz un actor de bastante naturalidad, de voz escasa, de fisonomía inteligente y expresiva, y de bastante desembarazo y soltura. E n Arbeu siguió como de costumbre el empresario Moreno, que ofreció á su público Mignón, desempeñando Adela Maza el papel de la protagonista, estrenado, según á su tiempo dije, por Matilde Montañés: en ese cuadro seguían figurando Arcaraz, la Carrión, Eabrada é Iglesias. A competir con todos ellos se presentó á mediados de Abril la E m presa Bernis-Burón, cuyo representante Joaquín Nestosa, publicó el prospecto respectivo, anunciando el siguiente cuadro: Compañía Dramática: Primer actor y director de escena, Eeopoldo Buróu; Primer actor y director del género cómico, Domingo García; otro primer actor, Juan Reig; primeras actrices, Carolina Fernández, Sofía Alverá; actriz cómica y dama joven, Enriqueta Mendoza; primer actor de carácter, Fernando Altarriba; característica, Enriqueta Guerra; primer galán joven, José García Tomás; dama joven, Inés García, segundo galán, Antonio Eorca; segunda dama joven, Ramona Castell; otro actor cómico, Francisco Navarro; característico, Casimiro García; actrices, Manuela Fernández, Teodora Martínez, Julia Ea Riva; actores, Manuel Castell, José de la Rosa, José Atané; apuntadores, José González, Pedro Roquero. Compañía coreográfica: Maestro compositor y director, Giovanni Eepri; primera bailarina absoluta del género francés, Amalia Eepri; primer bailarín y director del género español, Miguel Andrés; primera bailarina española, Carolina Quintana; cuerpo de baile, Elisa Mancini, Elisa Carullo, Josefa Mir, Catalina Mir, Francisca Martínez, Antonia Real, Marina Mellado, Amalia Pumareta, Euisa Velati, Angelina Ambrogetti, Eaura Cosío, Ernestina Valera, Elisa Panzena, Luisa Casselli: José Atané, José Roig, Antonio Mellado, Leopoldo Vidal, Manuel Atané, Salvador García y A. González. El actor Juan Reig no llegó á venir con esa Compañía.
L a Empresa quiso establecer abonos á estilo de Madrid, separando el precio de la localidad y el valor de la entrada; pero advertida á tiempo de que esa reforma era mal recibida y no le daría resultado, cambió esta parte de su programa, anunciando que el precio de abono por cada doce funciones sería en palcos sesenta y seis pesos, y en luneta diez. La Compañía Dramática no era, ni mucho menos, un prodigio; pero sí bastante buena: su primer actor y director Leopoldo Burón no lo había sido del Teatro Español de Madrid, único que, como he dicho y repetido, es el que consagra, por así expresarme, la categoría de los primeros actores españoles. Leopoldo Burón trabajó, no obstante, en dicho primer teatro, en la temporada de 1872 á 1873, siendo empresario D. V. Roca. E n esa Compañía figuraban en primeros lugares Balvina Valverde, Cándida Dardalla, Elisa Boldún, Josefa Hijosa y Teodora Lamadrid. Los actores fueron Alfredo Maza, Antonio Pizarroso, Antonio Vico, Antonio Zamora, Calixto Boldún, José Alicedo, José García, Julio Parreño, Leopoldo Burón, Ricardo Morales y otros hasta el número de veinte y cinco, que n o creo necesario nombrar, pues mi objeto es sólo el de hacer notar que Leopoldo Burón ocupaba en el cuadro de actores el nove?io lugar: Antonio Vico no pasaba entonces del tercero. Después de esa temporada, Leopoldo Burón no volvió á trabajar en el Teatro Español. No quiere decir esto que no fuese un actor distinguido y de mérito: nacido en Sevilla, hizo sus primeros estudios bajo la dirección de Máiquez y Capo, según dice uno de sus biógrafos, mintiendo descaradamente, puesto que á ser cierta semejante aberración cronológica, la supuesta dirección de Máiquez daría á Burón una respetable antigüedad, pues sabido es que el gran artista murió en Granada el 19 de Marzo del año de 1820. La primera obra en que trabajó fué El sí de las niñas. De Sevilla pasó á Cádiz bajo la dirección de Isidoro Valero, y después á Alicante con Rafael Calvo. En Barcelona trabajó siete temporadas seguidas como primer actor, estuvo después en Madrid, según ya dije, presentándose con el papel del Capitán Don Alvaro, en el drama de Tamayo Locura de amor; fué después á Zaragoza, se embarcó para la América del Sur, regresó á España y se escrituró para la Habana y México. Sofía Alverá, la encantadora rubia y discreta actriz que en el elenco de la Compañía en cuestión figuraba después de Carolina Fernández, sí había estado en primer puesto en el Teatro Español en la temporada dé 1874 á 1875, siendo empresario director Manuel Catalina. La mayor parte de los demás actores y actrices de la Compañía Bernis-Burón, habían figurado en más ó menos importantes puestos en diferentes cuadros del teatro clásico madrileño. E l Empresario Alberto Bernis fué un inteligente é infatigable catalán, que ganoso de
demostrar que en España podía desplegarse con elementos nacionales tanto lujo escénico como en París y otras primeras capitales europeas, acometió con ánimo y energía catalanes la realización de su proyecto, y de 1875 en adelante, montó en Barcelona y en Madrid, de un modo maravilloso, La Pata de Cabra, La Redoma encantada y El Testamento de un brujo, y más tarde, La Almoneda del Diablo. F u é un entendido empresario y un apreciable caballero.
CAPITULO V I
188«. Apenas publicado el prospecto de la Compañía Bernis-Burón, gran parte de la sociedad y de los círculos políticos de la Capital hubo de ponerse de luto con motivo del fallecimiento de la Sra. D? Delfina Ortega de Díaz, esposa del Señor Presidente de la República. La Sra. Ortega de Díaz había sido muy querida por sus virtudes, sencillez, modestia y consagración á sus hijos y á su esposo, y por su bondad para con los necesitados y los pobres, así es que su muerte fué causa de espontáneo y general pesar. Ocurrió esta desgracia á las nueve y cuarenta y cinco minutos de la mañana del 8 de Abril de 1880, y el entierro se verificó el día siguiente en el Panteón del Tepeyac. Por esta causa los teatros suspendieron sus funciones durante la semana. Pasados los días de duelo, el Principal estrenó el drama en tres actos El autor de su desdicha, original de Alfredo Chavero, quien fué muy aplaudido y llamado á la escena en los dos primeros actos, y estuvo á pique de hacer fiasco en el tercero: quienes conozcan este drama en la impresión que de él se hizo en 1880, no comprenderán el rigor del público, pero debe tenerse presente que el autor rehizo ese tercer acto casi completamente, quitándole todo cuauto había parecido defectuoso ó censurable: así lo hacemos constar con sumo gusto en elogio del fecundo autor, que jamás usó, como usaron otros en sus fracasos, el recurso de insultar á sus censores en torpes é importunas defensas. El estreno de El Autor de su desdicha tuvo lugar en la noche del 13 de Abril. E l la del 24 del mismo mes dió su primera representación en el B. H . T — T. m.—39
L a Empresa quiso establecer abonos á estilo de Madrid, separando el precio de la localidad y el valor de la entrada; pero advertida á tiempo de que esa reforma era mal recibida y no le daría resultado, cambió esta parte de su programa, anunciando que el precio de abono por cada doce funciones sería en palcos sesenta y seis pesos, y en luneta diez. La Compañía Dramática no era, ni mucho menos, un prodigio; pero sí bastante buena: su primer actor y director Leopoldo Burón no lo había sido del Teatro Español de Madrid, único que, como he dicho y repetido, es el que consagra, por así expresarme, la categoría de los primeros actores españoles. Leopoldo Burón trabajó, no obstante, en dicho primer teatro, en la temporada de 1872 á 1873, siendo empresario D. V. Roca. E n esa Compañía figuraban en primeros lugares Balvina Valverde, Cándida Dardalla, Elisa Boldún, Josefa Hijosa y Teodora Lamadrid. Los actores fueron Alfredo Maza, Antonio Pizarroso, Antonio Vico, Antonio Zamora, Calixto Boldún, José Alicedo, José García, Julio Parreño, Leopoldo Burón, Ricardo Morales y otros hasta el número de veinte y cinco, que n o creo necesario nombrar, pues mi objeto es sólo el de hacer notar que Leopoldo Burón ocupaba en el cuadro de actores el novetio lugar: Antonio Vico no pasaba entonces del tercero. Después de esa temporada, Leopoldo Burón no volvió á trabajar en el Teatro Español. No quiere decir esto que no fuese un actor distinguido y de mérito: nacido en Sevilla, hizo sus primeros estudios bajo la dirección de Máiquez y Capo, según dice uno de sus biógrafos, mintiendo descaradamente, puesto que á ser cierta semejante aberración cronológica, la supuesta dirección de Máiquez daría á Burón una respetable antigüedad, pues sabido es que el gran artista murió en Granada el 19 de Marzo del año de 1820. La primera obra en que trabajó fué El sí de las niñas. De Sevilla pasó á Cádiz bajo la dirección de Isidoro Valero, y después á Alicante con Rafael Calvo. En Barcelona trabajó siete temporadas seguidas como primer actor, estuvo después en Madrid, según ya dije, presentándose con el papel del Capñtán Don Alvaro, en el drama de Tamayo Locura de amor; fué después á Zaragoza, se embarcó para la América del Sur, regresó á España y se escrituró para la Habana y México. Sofía Alverá, la encantadora rubia y discreta actriz que en el elenco de la Compañía en cuestión figuraba después de Carolina Fernández, sí había estado en primer puesto en el Teatro Español en la temporada dé 1874 á 1875, siendo empresario director Manuel Catalina. La mayor parte de los demás actores y actrices de la Compañía Bernis-Burón, habían figurado en más ó menos importantes puestos en diferentes cuadros del teatro clásico madrileño. E l Empresario Alberto Bernis fué un inteligente é infatigable catalán, que ganoso de
demostrar que en España podía desplegarse con elementos nacionales tanto lujo escénico como en París y otras primeras capitales europeas, acometió con ánimo y energía catalanes la realización de su proyecto, y de 1875 en adelante, montó en Barcelona y en Madrid, de un modo maravilloso, La Pata de Cabra, La Redoma encantada y El Testamento de un brujo, y más tarde, La Almoneda del Diablo. F u é un entendido empresario y un apreciable caballero.
CAPITULO V I
188«. Apenas publicado el prospecto de la Compañía Bernis-Burón, gran parte de la sociedad y de los círculos políticos de la Capital hubo de ponerse de luto con motivo del fallecimiento de la Sra. D? Delfina Ortega de Díaz, esposa del Señor Presidente de la República. La Sra. Ortega de Díaz había sido muy querida por sus virtudes, sencillez, modestia y consagración á sus hijos y á su esposo, y por su bondad para con los necesitados y los pobres, así es que su muerte fué causa de espontáneo y general pesar. Ocurrió esta desgracia á las nueve y cuarenta y cinco minutos de la mañana del 8 de Abril de 1880, y el entierro se verificó el día siguiente en el Panteón del Tepeyac. Por esta causa los teatros suspendieron sus funciones durante la semana. Pasados los días de duelo, el Principal estrenó el drama en tres actos El autor de su desdicha, original de Alfredo Chavero, quien fué muy aplaudido y llamado á la escena en los dos primeros actos, y estuvo á pique de hacer fiasco en el tercero: quienes conozcan este drama en la impresión que de él se hizo en 1880, no comprenderán el rigor del público, pero debe tenerse presente que el autor rehizo ese tercer acto casi completamente, quitándole todo cuauto había parecido defectuoso ó censurable: así lo hacemos constar con sumo gusto en elogio del fecundo autor, que jamás usó, como usaron otros en sus fracasos, el recurso de insultar á sus censores en torpes é importunas defensas. El estreno de El Autor de su desdicha tuvo lugar en la noche del 13 de Abril. E l la del 24 del mismo mes dió su primera representación en el B. H . T — T. m.—39
Nacional la Compañía Bernis-Burón, con la comedia El octavo no mentir, que pocos días antes había fracasado en el teatro Principal. E n el Gran Teatro, é interpretada felicísimamente por Leopoldo Burén, la tal comedia gustó de un modo extraordinario y valió á los actores muchos aplausos y llamadas á la escena. Después de la comedia hicieron su presentación Amalia Lepri y diez y seis bailarinas, y la función terminó con el sainete No matéis al Alcalde. La primera impresión fué, pues, excelente, dejando muy satisfecha á la escogidísima concurrencia, entre la que en primer lugar figuraban las familias García Teruel, Haghenbeck, Cuevas, Campero, Romero Rubio, Guzmán, Cortina, Ibáñez, Camarena, Iturbe, Algara, Gargollo, Cañedo, Torres Adaüd, Prida, Segovia, Tagle, Escandón, Iglesias, Buch, Alvarez, Escalante, Barron y Phillips. Leopoldo Burón trabajaba en esa época con la más perfecta naturalidad, en acción, gesto y palabra: su voz, un tanto ruda, era muy bien manejada, y sabía imprimirle, sin violencia de ningún género, las más variadas y felices entonaciones: la prensa en general, el público exigente de palcos y lunetas, opinaron sin reserva en favor del actor español, conviniendo en que después de D. José Valero, era uno de los mejores artistas que en los últimos tiempos nos había enviado la Península. En Valentín el guardacostas, representado el domingo por la tarde, Burón gustó extraordinariamente, por la riqueza de sus detalles artísticos, y por su facilidad para conmover los corazones y arrancar lágrimas á todos los ojos. El Nudo Gordiano, de Sellés, puesto en la segunda función de abono, hubiera sido silbado por segunda vez en México, sin el talento que desplegó Burón haciendo resonar en la sala numerosos y nutridos aplausos, que el público consagró, no al drama, sino á su desempeño. E n La muerte civil, que siguió inmediatamente, Leopoldo Burón por primera vez se vió obsequiado con dianas, á petición de la entusiasmada concurrencia. El Anzuelo importó un nuevo y ruidoso triunfo para el actor. El resto de la Compañía fué también perfectamente recibido. Carolina Fernández mereció ser aclamada como magnífica actriz. Un cronista se expresaba así " N o ya seduce á sus antiguos amigos con sus explosiones de gracia y de sal española; hoy los cautiva con la solemne majestad de su inspiración en los papeles dramáticos; y siempre es, mal que pese á los años, la actriz de simpático y atractivo rostro, de expresivos ojos, de voz suavísima, de interesante figura, de irreprochable gusto en el vestir. México sigue viendo en Carolina Fernández una buena, querida y antigua amiga. Sofía Alverá con su joven y fresco rostro, su dulce sonrisa, su esbeltez y su elegancia, ha sabido atraerse numerosas corrientes de simpatía. E l actor cómico Domingo García ha conquistado, en su género, triunfos semejantes á los de Burón, y ambos dejarán entre nosotros grandes
y gratos recuerdos " Esta era la general opinión de críticos y del público en aquel año de 1880, primero en que nos visitó Leopoldo Burón. N o . m e detendré en pormenores del desempeño que obtuvieron Inocencia, Contra viento y marea, El noveno mandamiento, La Rosa atnarilla, La calle de la Montera, Crisálida y Mariposa, El Maestro de baile, El forastero, En el Pilar y en la Cruz y El Baile de la Condesa, representadas en el primer abono. E l 15 de Mayo dió principio el segundo con La Escuela de las Coquetas, á la que siguieron La muerte civil, Un día en el Gran Mundo, La Redoma Encantada, El Gran Filón, Dar en el blanco, Cada oveja con su pareja, Los dominós blancos y Hamlet, para última de dicho segundo abono. E l estreno de La Redoma Encantada se verificó en la noche del sábado 22 de Mayo, con un éxito positivamente extraordinario, pues realmente nada se había visto hasta entonces semejante en México, en comedias de espectáculo. Las diez y ocho magníficas decoraciones, los cuatrocientos cincuenta ricos trajes; los espléndidos éinfinitos objetos del atrezzo, la bien entendida y dispuesta maquinaria, los preciosos bailes, la bellísima música compuesta por Goula, Director del Teatro Imperial de San Petersburgo, formaban un lujoso y artístico conjimto que el público de México supo apreciar en todo su valor. E l cuerpo de baile debidamente presentado y lujosamente vestido, sorprendió y obtuvo tantas ovaciones como salidas hizo, viéndose obligado á repetir casi todos sus números, que fueron calurosamente aplaudidos. Las sucesivas representaciones de esa comedia llevaron al Nacional concurrencia de lo más extraordinario en clase y número, viéndose la Empresa obligada á cerrar los expendios de billetes antes de ir á principiar las funciones por haberse agotado las localidades con muchas horas de anticipación. Las grandes y bien dispuestas comparsas y el cuerpo de baile muy numeroso y formado en su mayoría de bellas mujeres vestidas con muchísimo gusto, causaban *m alboroto en cada repetición, y traían á la memoria de los viejos la notable época de los grandes bailes de Monplaisir. La música de Goula se hizo popularísima y el Minuett, y el paso de los cosacos, y el baile de los viejos y de los pájaros se escuchaban en todos los pianos, en todas las bandas militares, en todas las músicas de cuerda y en los labios de todos los. muchachos que en las calles y en las plazas los silbaban con deleite y hasta pesada persistencia. Son tantas las personas que viven y presenciaron aquel éxito, que no creo necesario añadir ni una palabra más para ponderarlo. Las representaciones de Hamlet en las noches del 3 y el 5 de Junio proporcionaron al entonces distinguido actor, unos de los más completos triunfos de la temporada: el Hamlet que Burón puso en escena, fué una imitación de la gran tragedia de Shakespeare, imi-
tación hecha por D. Carlos Coello, que por ello fué llamado bárbaro por algún crítico. Coello tuvo presente el hecho de que gran parte de nuestro público no admite en escena las obras de nuestros grandes autores del siglo de oro de la literatura, si no han sido previamente refundidas, y temiendo que no aceptase bien una traducción literal de esa maravillosa obra de Shakespeare, formó u n extracto de ella, procurando no olvidar ninguna de sus bellezas. Esto no quiere decir que yo apruebe, ni en lo más mínimo, esta clase de refundiciones ó imitaciones de obras maestras; pero no sólo los poetas españoles han incurrido en el delito que en ello quepa. Eos mismos ingleses cometieron y aun se excedieron de ese desacato. Francisco Víctor Hugo, en el prólogo de las obras completas del inmenso trágico, dice: " E n tiempo de los Estuardos, Driden declaró á Shakespeare caído en desuso. Lord Shaftesbury le calificó de ingenio que ya no era de moda. Davenant, su hijo natural, refundió algunas de sus obras, entre ellas, Macbeth, para hacerlas pasables al público inglés. E n 1707, Nahun Zate publicó u n Rey Lear, advirtiendo á los lectores, que había tomado la idea de un autor desconocido que había leído por casualidad. Lo mismo sucedió con otras de sus obras: Bien está lo que bien acaba, fué arreglada primeramente por Pilón para H a y Market, y refundida después por Kemble para Drury Lañe. Mucho ruido para nada, tuvo dos arregladores; Cimbelino, cuatro; Coriolano, otros cuatro, uno de ellos en 1801 que lo f u é Kemble para Drury Lañe. E l Timón de Atenas fué igualmente refundido cuatro veces por distintos autores para hacerle más agradable alpubluo inglés.'' Estos crímenes, cometidos en la misma patria de Shakespeare, disculpan, hasta cierto punto, á Coello, que redujo á tres actos y dos cuadros en el tercero, y á siete personajes, un original que cuenta cinco actos, veinte cuadros ó cambios de escena y decoración, y veinticuatro personajes, aparte de los acompañamientos. Sea de ello lo que fuere, al público en general gustó mucho aquella imitación del Hamlet; Leopoldo Burón trabajó en ella con mucho talento y muy discretamente, y Sofía Al verá hizo una encantadora Ofelia, sobre todo en la dificilísima escena de la demencia. E l tercer abono principió el 10 de Junio con el drama En elpilar y en la Cruz, seguido por Hamlet, ElJorobado, Cada oveja con su pareja, La Redoma, Otelo, Los pavos reales, En el seno de la muerte, El noveno mandamiento, El gran pilón, Fiarse del porvenir, La resurrección de Lázaro y Dar en el blanco. E l Otelo, arreglo de Retes, se dió el 17 de Junio á beneficio de Burón. E l sábado 3 de Julio, en función extraordinaria, se representó La vida es sueño, d e D . Pedro Calderón de la Barca, bastante mal refundida, pero que en el público hizo un efecto asombrosamente bueno:
aplausos nutridos, generales, casi imponentes, acogieron las maravillosas décimas, las espléndidas situaciones, los millares de pensamientos grandiosos que esmaltan esa joya de la literatura dramática española, en cuyo desempeño estuvieron inspiradísimos Burón y Sofía Alverá. E n el cuarto abono, la Compañía del Nacional apenas hizo más que dar repeticiones de las obras más aplaudidas en los precedentes, y en 9 de Julio estrenó su Almoneda del Diablo, con las decoraciones, trajes y atrezzo que de España había traído: no cabe duda que todo ello era muy artístico y lujoso, pero muy inferior al aparato de La Redoma Encantada, y no hizo, ni mucho menos, el efecto que la Redoma había hecho. Dióse también una función á beneficio del Asilo de Mendigos, poniéndose en escena El octavo no mentir, y la agradable pieza Noticia fresca: en los entreactos se tocó una hermosa marcha triunfal compuesta por Víctor Lucio, y se leyó una bella poesía de Peón Contreras. A esto siguió la casi desorganización de la Compañía Bernis-Burón, de la que se separó la distinguidísima Sofía Alverá, para ir á formar parte de la Compañía del Teatro Principal, que hasta allí había venido defendiéndose lo mejor que pudo, que no fué mucho, porque el público era en su sala escasísimo, estando su mayoría en el Nacional y otra porción en Arbeu, en que trabajaba la zarzuela de Moreno. Sofía Alverá dió en el Principal, en la noche del 27 de Julio, su beneficio con la comedia en tres actos Jugar al escondite, el monólogo de Navarro y Gonzalvo La primera carta, y el dramita de Peón Contreras Antón de Alaminos. E n ese tiempo pasó también al Principal el apreciable actor Escanero, venido á la República en la última Compañía de D. José Valero, de la cual á su vez ingresaron en el viejo coliseo Montijano y Alonso : este último dió su beneficio el 24 de Agosto con la comedia Vivir al día y la pieza Mercurio y Cupido. No obstante todo ello, la Sociedad dramática del Principal no sobrevivió mucho tiempo, y en 5 de Setiembre se despidió del público con Lo Positivo, de Tamayo. Allá por el 25 de Julio trabajó en Arbeu una Compañía acrobática en la que figuraban varios equilibristas mexicanos y extranjeros, como León, Juárez Watringant y el fenómeno artificial " e l hombre de lastres piernas," con más, varias fieras y animales raros. E n 20 de Agosto dió en el Teatro del Conservatorio un lucidísimo concierto la "Sociedad A l l a r d : " su orquesta, formada por distinguidos aficionados, brilló mucho en la sinfonía de Guillermo Tell; estuvieron muy bien en el piano las Sritas. Fuentes, Ortega, Lucio y Olmedo; María Tovar cantó de un modo admirable trozos de Sonámbula y Favorita, y n o menos perfectamente la Sra. D? Guadalupe Comis de Sierra interpretó una aria de II Guarany: durante largo tiempo fué aplaudida con entusiasmo la bella dama y distinguidísima afi-
donada. Escudero, Juanníni, Rivas y Guichenné fueron á su turno celebradísimos. Entre esas fiestas dadas por buenos düetanti y sin concurso de artistas de profesión, debo citar una audición de El Trovador, en el Principal, á mediados de Junio, en que fueron muy aplaudidos Manuela Gómez, Paz Castillo, Cabrera, Contini y Carriles. Suceso notable fué á su vez, aunque de carácter particular, el gran baile de fantasía que en la noche del 20 de Agosto dió la familia García Teruel en su casa habitación : lenguas se hizo toda la ciudad para celebrar á la Srita. Cristina Cortina con su rico traje al estilo orient a l ; á la Srita. Angela González Buch, con su espléndido disfraz de Proserpina; á la Srita. Dolores Sanz, con su lujosa transformación en reina persa; Elena Jens se presentó de Primavera, Esther Guzmán, de dama de Luis XIII; Paz Teruel, al estilo Médicis, con ricas perlas y brillantes; Manuela Teruel, de Maga; la Campero, de Duquesa de Luis XV, con el cabello empolvado y cubierto de rica pedrería; la Osio, de Margarita de Goethe; entre los caballeros, fueron notables los Sres. Euis Vizcarra, de Petit Due; González Buch, de Mefistófeles; Eduardo Rincón, de Enrique IV; Algara, de Francisco I; Rafael Soto, de Genaro en Lucrecia; Alberto Terreros, de Escocés; Gutiérrez Nájera de Felipe II, y Eimantour, de Duque de Guisa. a Pero volvamos á nuestros teatros: Leopoldo Burón, no por la separación de la Al verá y de algún otro actor dejó de repetir Redotnas y Almonedas á bajos precios, y aun revivió Los polvos de la Madre Celestina, cuyo principal atractivo fué su lucidísimo cuerpo de baile, que traía á mal traer á toda la juventud elegante y aun á algunos gallos. Como el público no le abandonase, en los últimos días de Agosto anunció que reorganizaba su compañía, que quedó así formada: Primer actor y Director, Leopoldo Burón; Primeras actrices: Carolina Fernández, María de Jesús Servín, Eloísa Baena de Burón; Primer actor cómico, Francisco Navarro; Primera Dama joven, Enriqueta Mendoza; Actriz cómica y dama joven, Inés García de Lorca; Característica, Enriqueta Guerra; Graciosa, Ramona Castell; Papeles de su carácter, Berta Alonso; Otro primer actory galánjoven, José García Tomás; Segundo galán, Antonio Lorca; Primer actor de carácter, Tomás Baladía, Primer galán joven, Ramón Cantó; Galán joven cómico, Pedro Servín; Otro segundo galán, José de la Rosa; Segundo gracioso, Manuel Castell; Apuntadores: Manuel Castro, Pedro Roquero. Numeroso cuerpo coreográfico. Los precios por doce funciones serían, en palcos, treinta pesos; en luneta, cinco. La primera función de abono se dió con El Dratna Nuevo en la noche del 3 de Setiembre; después se representaron La Carcajada, Los soldados de plomo, Cuestión de forma, y para quinta de abono, y en la noche del 12, la hermosa obra de D. P^dro Calderón, A secreto agravio, secreta venganza, arreglada porBoldún: la composición del emi-
nente dramático español entusiasmó al público. A ella siguió El pilluelo de París, en la que la Baena estuvo deliciosa. Nuevas repeticiones de La Carcajada y de IIañilet fueron muy bien acogidas por el público, tan numeroso en el Nacional como reducido en Arbeu, donde abrieron una temporada cómica Julio G. Segarra, Sofía Alverá, Montijano, la Márquez y otros actores. El desierto Principal fué ocupado, á partir del 12 de Setiembre, por la llamada Emperatriz de los prestidigitadores, la Sra. Victoria Berland, con su marido y su hija Elena. La Berland se hizo justamente aplaudir en sus experiencias de escamoteo y física recreativa, en e\ gabinete anti-espirita, el doble baúl de las Indias, los espectros impalpables y otros notables ejercicios y experiencias. Pero la gran novedad de ese tiempo fué el estreno, verificado en la noche del jueves 23 de Setiembre en el Gran Teatro y por la Compañía Burón, de la comedia de espectáculo La Venus Negra. La edición que del libreto de esa obra se hizo en la imprenta de Ireneo Paz, termina con la siguiente advertencia: " La Venus Negra sólo tiene de La Venus Noire estrenada en París, el título y una ligerísima, casi insignificante, semejanza en el plan general: las noticias y algunos diálogos que pudiéramos llamar científicos, no nos ocurre otra palabra, están tomados de obras de Julio Verne. El autor de la obra que precede no conocía, al escribirla, ni al presente conoce tampoco, La Venus Noire de Mr. A. Bellot, y la foijó á su capricho en cuatro días y en obsequio del ilustre pintor mexicano D. Jesús Herrera y Gutiérrez, á cuyo talento artístico se debe el éxito sin rival que obtuvo en el Gran Teatro Nacional de México.'' E n efecto, Enrique de Olavarría y Ferrari, autor de la tal comedia, no conocía al forjar su afortunada obra otra cosa que una ligera revista de La Venus Noire, publicada en La Ilustración Francesa, y sobre ello escribió su libro, que por fortuna agradó, pero con el que se expuso á haber sufrido un fracaso, pues la trama toda y casi todos los personajes fueron de su completa y absoluta invención. Y como no sería bueno que siendo á la vez autor de esta '' Reseña del Teatro'' se extendiese á hablar por su propia cuenta de esa comedia, cede en lo que sigue la palabra al cronista de El Monitor Republicano, el'Sr. D. Enrique Chávarri, que hablando del estreno de La Venus Negra, dijo así: *" E l más notable de los espectáculos de la semana ha sido la representación de La Venus Negra en el Teatro Nacional. Tiempo hace que viene despertándose la afición de nuestro público por todo lo que sea aparato escénico, decoraciones, trajes brillantes, baile, música pegajosa, etc. No importa que en el fondo, una obra que tiene mucho de todo eso, carezca de argumento, n o importa; que salgan comparsas de diablos, de orangutanes, de brujas, de sílfides, de locos y lo-
curas, que bailen y brinquen, ataviados con fantásticos arreos, y todo lo demás es lo de menos. '' Por esto tras de La Almoneda del Diablo vino La Venus Negra, y por eso antes de La Almoneda había venido la famosa Redoma Encantada, y hasta por eso se han exhumado los vetustos Polvos de la más vetusta Madre Celestina. " M u y anunciada había sido La Venus Negra, muy cantada en prosa y verso, hasta que al fin hubo de representarse el último jueves. "La Venus Negra no es una comedia de magia y brujerías, es verdaderamente de grande aparato, y por lo mismo de un argumento más verosímil, más racional que La Redoma y La Almoneda. " S e trata allí de un atrevido viajero, que queriendo buscar el origen del Nilo, emprende el viaje á las regiones inexploradas del Africa: años y más años tarda en esta expedición, hasta que su familia, temiendo por su suerte, se decide á irlo á buscar á aquellas tierras de fuego. E l hijo y la esposa del Marqués de Guerán parten, en efecto; llegan al Africa, en los momentos en que el audaz viajero á quien buscaban, se encuentra en el más grave peligro; la reina de las amazonas se había enamorado de él, y le pone en la disyuntiva del tálamo ó la horca; el Marqués prefiere lo segundo y va ya á morir, cuando un orangután, que en la obra hace el más interesante papel, le salva rompiendo sus ligaduras. Guerán encuentra á su familia y se decide á volver á su patria, pero teme caer en las garras de la temible reina; entonces descubre entre las montañas del Nilo un país original, cuyo rey llamado Munza, es un salvaje á medio civilizar; este Munza ha viajado por Europa, y quiere la casualidad que fué cochero del mismo Marqués; le reconoce, le presta auxilio, combate á las amazonas y le restituye sano y salvo á sus lares. " E s este poco más ó menos el argumento, que como se ve, tiene más sentido común que el de otras obras semejantes. Por lo que respecta al modo con que La Venus Negra ha sido montada, merece los más imparciales elogios; es sin duda la mejor comedia de aparato que se ha arreglado en nuestra escena. " Eas decoraciones nada dejan que desear: en el primer acto, sobre todo, hay un cuadro de mucho efecto; la escena representa la cubierta de un buque; en perspectiva vense pasar las riberas del Nilo, las palmeras, los cocoteros, los árboles todos se mueven allá á lo lejos, como si en efecto el buque estuviera en marcha. De repente se anuncia un navio pirata, dispónese la defensa, truena el cañón; el vapor enemigo llega y se le v e abordar á su contrario; trepan los marineros en los palos, suenan las descargas, y por último Se mira el incendio del bergantín entre los gritos de la tripulación. Difícilmente puede presentarse en la escena algo más perfecto que ese buque que pasa, que aquel encuentro y aquel abordaje, representado con agradable fidelidad.
" Hay también decoraciones de templos y palacios, de salones, de campamentos y de grupos ó cordilleras de montañas que hacen honor al talento de Herrera. " E o s trajes son elegantes y de buen gusto, hadas, sacerdotisas, amazonas, guerreros, todos han sido vestidos con originalidad y fantasía, también el atrezzo ha sido bien trabajado; en fin, no tememos equivocarnos al decir que La Venus Negra que hemos visto, luciría en los mejores teatros. '' En cuanto al desempeño, tenemos á Burón en primer lugar que hace un inglés que necesita reformas; Burón se permite el lujo de cantar unas coplas. ¡Ayúdenme ustedes á sentir! Eos demás personajes, incluso el orangután, están bien en sus sencillos papeles. " E l público se ha entusiasmado, sobre todo, con el Congreso del Rey Munza en el palacio de los Membritones; las más picantes alusiones salen de lá boca de los salvajes ministros que gobiernan aquel país, con leyes no muy distintas, por cierto, de las costumbres de nuestros magnates. " E o s bailes han agradado poco, y es en este punto en donde para bien de la empresa necesita el Sr. Burón introducir grandes reformas. Sólo el paso de las hadas es agradable, las otras danzas no valen gran cosa, lo mismo que la música, monótona muchas veces y sin gracia alguna. "La Venus Negra es una obra exclusivamente mexicana; todo lo que en ella luce se ha hecho aquí, inventado ó confeccionado por Jesús Herrera y Gutiérrez, modesto artista que hoy llega á ocupar un puesto ventajoso entre los pintores de escena; lo notable en Herrera, es que sin maestros, casi sin modelos, sin más ayuda que su genio, ha podido producir aquellas decoraciones que tan justos aplausos le han valido. En el tercer acto, recibió una corona de plata con esta leyenda: " A l distinguido pintor mexicano Jesús Herrera y Gut i é r r e z . — Sus admiradores.—Eeopoldo Burón.—Alberto Bernis." " Todavía en la primera representación de la Venus Negra se advertían algunas imperfecciones que deben haber desaparecido ya. Eo que sobre todo importa reformar son los bailes, que ni están bien ensayados ni tienen nada de arte ni de agradable. El público es de tal manera aficionado á la parte coreográfica, que á veces, la noche del jueves, se mostraba frío porque el baile languidecía, y porque aquellas comparsas de negras, horriblemente vestidas y brincando de una manera desaforada sin hacer caso de la música, quitaban la más firme ilusión. " Preciso es también en nuestro concepto, aumentar las partes bailables, que son bien escasas para la afición que en el público se ha despertado por saltos y piruetas. '' Cuando la Venus Negra haya sido representada cuatro ó cinco B . H. X.—T. III.—40
veces y se atienda á las indicaciones que ministra el gusto dominante en los concurrentes, será un espectáculo agradable, digno en todo de la cultura de México." En cuanto al desempeño de sus papeles por la Compañía del Nacional, sólo elogios tuvo que hacer la prensa. Burón hizo ún Escocés irreprochable; Navarro un magnífico Rey Munza; la Baena estuvo encantadora y bellísima, transformándose en una preciosa Alsaciana; la Servín se portó bizarramente en el papel de la Marquesa; lo mismo debe decirse de la García y la Mendoza, y de Eorca, Baladía, Rosa, Castell, Aranda y Gutiérrez: Pedro Servín estuvo inimitable en el dificilísimo papel mudo de el Orangután. El Teatro de Arbeu pretendió disputar al Nacional su éxito, poniendo en escena otra obra de aparato, la Hija del Mar, del mismo autor de la Almoneda del Diablo, pero no alcanzó á conseguirlo. Acerca de ello dijo el mismo Monitor: " L a Venus Negra y la Hija del Mar, se han declarado una guerra sin cuartel; la primera desde los bastidores del Teatro Nacional, la segunda desde los escotillones del Teatro Arbeu, capitanean sus ejércitos para destruirse mutuamente. La Venus Negra cuenta con sus amazonas, con sus bárbaros del Africa, con sus palacios encantados, con sus templos misteriosos, con sus azules montañas y hasta con su orangután sagrado, prodigio de valor é inteligencia. " La Hija del Mar tiene sus pescadores, sus damas blancas, sus brujas coloradas, sus genios, sus caballos marinos, y lo más tremendo, un ejército de horribles esqueletos que derrepente prorrumpen en una danza macabra, haciendo sonar descarnadas tibias y amarillentos fémures. " L a Venus Negra, así como la afrodita, tiene que ser hija de las ondas, de las ondas africanas, eso sí, de esas aguas hirvientes que t>.nan la más nivea blancura; la Hija del Mar, ya está dicho, reconoce al océano como su progenitor; de tal suerte, que ambas, enemigas y todo, son hermanas; pero como no hay enemigo peor que el del oficio, de ahí esa guerra que se hacen, de ahí el furor con que la africana lanza á sus bailarinas amazonas á vencer al público y encadenarle á su carro triunfal, mientras la blanca y lánguida Hija del Mar hace uso de todos sus talismanes, de todos sus amuletos para I disputar el botín á su morena rival, y aprisionar al público que es, en resumidas cuentas, la manzana de la discordia en esta batalla de magias, brujerías y brincos y piruetas. " La pobre Hija del Mar va saliendo vencida en este combate singular, y muy probable es que, hija y todo de las ondas, perezca en ellas ahogada como cualquiera hija de vecino. " H é aquí en resumen el estado actual de nuestros teatros; el último sábado se estrenó en el Teatro Arbeu la muy encomiada Hija
del Mar. El público de México conoce ya esta obra desde el tiempo de la Sra. Rodríguez, que fué quien por primera vez la puso en escena en el Teatro Nacional, advirtiéndose que no había causado sensación alguna; porque esta clase de obras, para que agraden, deben ir acompañadas del grande y costoso aparato que Burón y Bernis han dado á sus Ahnonedas y Redomas. " La Hija del Mar que ha presentado el Teatro Arbeu, ha sufrido algunas modificaciones y reformas; se han recortado, por ejemplo, los antiguos telones, se han remendado los trajes de los comparsas; se ha pintado una que otra buena decoración; ¡ah! y lo principal, se han lanzado á la escena unas bailarinas, que Terpsícore arrojaría lejos de sí indignada, por profanar el arte de los brincos y del correr en la punta de los pies. " S e ha querido poner la entrada en los espectáculos de magia á cuatro reales, siguiendo así el ejemplo que para llamar al público ha dado el Teatro Nacional. Ni por esas; el salón de San Felipe ha continuado desierto, y lo que es peor, á oscuras, porque la Empresa se empeña en economizar el gas y en no mandar componer las cañerías. " La Hija del Mar ha naufragado pues; todos los esfuerzos y todos los gastos no pudieron salvarla de la borrasca. Y esto es sensible á fe, porque se comprende que hay empeño por atraer al público, pero faltan los medios para ello." Entre las numerosas repeticiones de la Venus Negra, dió Leopoldo Burón con mucho aplauso, L'Hereu, Un Drama Nuevo, Hamlet, Redimir al cautivo, La Sombra Negra y Marta la piadosa, de Tirso de Molina, que agradó en extremo á nuestro público, contento de que el actor español le diese á conocer inestimables joyas del antiguo gran teatro castellano. E l 2 de Octubre la Compañía de Arbeu estrenó la comedia en cinco actos y en prosa El Mundo de ahora, debida á Alfredo Chavero, que obtuvo varias llamadas á las tablas, al final de los actos tercero y quinto. En el mismo teatro y en la noche del 12 de ese mes, se dedicó una función á la memoria de D. Juan Eugenio Hartzembusch, poniéndose en escena tres obras en un acto, El aviso en el piñal, de Alfredo Chavero; Esperanza, de José Peón Contreras, y La rubia y la morena, de Juan A. Mateos. Y pues de representaciones de obras mexicanas hablamos, bueno será decir que algunos meses antes, el 7 de Julio, se estrenó en el Principal un drama intitulado, Eugenia, original de Alberto Bianchi, que fué llamado por el público al final de los actos segundo y tercero. El drama estuvo bien interpretado por María de Jesús Servín y por Francisco Alonso. Leopoldo Burón continuó como de costumbre, conquistándose laureles, muy justos en esa temporada, en El Encapuchado, de Zorrilla, La Muerte civil, El sueño de un malvado, García del Castañar y Kean
ó Genio y desorden, que puso en escena el 15 de Octubre para su función de beneficio, y repitió otras veces con extraordinario aplauso, que con él compartieron García, Tomás Baladía, Lorca, Navarro, Cantó y Pedro Servín, y la Mendoza, la García y María de Jesús Servín. Al finalizar el mes de Octubre, Leopoldo Burón dejó de trabajar en el Nacional y salió de México, que conservó durante mucho tiempo grata memoria de su brillante primera campaña artística. E l primer Coliseo fué entonces tomado por la empresa Tangassi, con una Compañía así formada: Primer actor y director, Gabriel Galza Martínez;primera actriz, Concepción Padilla; otro primer actor, Antonio Escanero; actor cómico, Casimiro García; primer barba, Tomás Baladía; damas jóvenes, Mariana Rivero, Magdalena Padilla; graciosa, Rita Cejudo; característica, María Cañete; galánjoven, Felipe Montoya; segundo galán, José Cendejas; otro segundo galán, Rafael García. Cuerpo coreográfico, Amalia Eepri, primera del género francés; Francisca Martínez, primera del género español: Giovanni Eepri y Martín Frayet, directores. La primera función la dió esa Compañía el 31 de Octubre con La Bola de Nieve y No siempre lo bueno es bueno. En la misma fecha empezó en el Principal sus trabajos una empresa de tandas con el Proceso del Can-can y la zarzuela nueva, letra de Pina y música de Angel Rubio, Historias y Cuentos, desempeñadas por un cuadro en que descollaban Josefina Eluch de Heredia, el tenor Fernando Rousset, otro primer tenor Manuel Rincón, y los Areu, las Pía, Gómez y Pautret. "Desde luego, dice un cronista, las miradas y los oídos se fijaron en la cara y en la voz de la primera tiple Josefina Eluch; es una joven de agradable presencia, que viste con elegancia, que acciona con alguna timidez; veces hay en que le estorban sus torneados brazos, y entonces, no sabiendo dónde colocarlos, los pone en jarras, y está de comérsela; tiene una voz fresca y extensa, sobre todo en el registro agudo; su método de canto es bueno, y las romanzas las dice con mucho sentimiento. E l tenor desafina tan á menudo, que el mejor día el público le va á dar un susto. E l Teatro Principal es hoy el más concurrido, en los días de fiesta especialmente; va á haber necesidad de enviar allí un destacamento de caballería para guardar el orden á la entrada." Así marchaban los teatros en la ciudad al finalizar el primer período administrativo confiado al Gral. D. Porfirio Díaz como Presidente de la República. ¿Había ésta ganado algo bajo el gobierno de los hombres de Tuxtepec? Por más de que pocos presumiesen entonces lo que con el tiempo habría de llegar á valer la personalidad política del Gral. Díaz, es innegable que al finalizar ese período, su prestigio alcanzaba grados infinitamente superiores á aquellos con que se levantó á la presidencia provisional, al recibir del Gral. Eoaeza la
ciudad de México el 24 de Noviembre de 1876, cuatro días después de la retirada de D. Sebastián Eerdo. En los momentos del triunfo de la Revolución de Tuxtepec, nadie creyó que sus efectos hubiesen de ser durables ni tranquilo y pacífico el orden de cosas dimanado de él. Eos lerdistas, que, á su propio juicio y según su modo de ver las cosas, atribuían su derrota y vencimiento, no á los embates de las fuerzas tuxtepecanas sino á la defección del vicepresidente d é l a República, que fué como calificaron la actitud asumida por D. José María Iglesias, al ver áéste desbaratado y arrollado revivieron sus ilusorias esperanzas de reivindicar su dominio, y por algún tiempo llegaron á creer que la inquina y aversión de los empleados y funcionarios de todas clases, separados en masa del servicio público por los vencedores, bastarían á reorganizar su partido y darle las mismas fuerza y cohesión que tuvo antes de la muerte de D. Benito Juárez. De los iglesistas poco debía temerse, pues confirmándose el malévolo rumor de que la llamada acción de los Adobes, con su único y solo muerto, sus dos ó tres contusos y su fácil rendición délas principales y mejores tropas del Estado de Guanajuato, no había pasado de ser lo que vulgarmente se llama un valor entendido, el mayor número de sus partidarios viniéronse á la Capital y en ella los recibió clemente el Gral. Díaz y los colocó en principales puestos públicos. Pero esa más ó menos conveniente asimilación de los legitimistas de Salamanca fraccionó y dividió á los tuxtepecanos: una parte de ellos se declaró francamente contraria á toda fusión con cualesquiera fracciones del partido liberal, y á toda concesión, así fuese constitucional, que de algún modo contrariase á sus planes de Tuxtepec y Palo Blanco, y titulándose á sí mismos tuxtepecanos netos, inició una abierta pugna contra los porfiristas incondicionales, como fueron designados quienes, comprendiendo el peligro de esas rencillas intransigentes, se resolvieron áayudar, sin reserva, al Gral. Diaz á sostenerse en el poder. Aquellos, los tuxtepecanos netos, imagináronse que sin su apoyo nada podría hacer el caudillo vencedor, y por cuantos medios estuvieron á su alcance pretendieron presentarle como incapaz de sustraerse á su tutela, ni de marchar sin ella. El Gral. Díaz, que hoy puede ser presentado como ejemplo y modelo de reserva, firmeza y constancia, no demostró que esa soberbia actitud de los disidentes le preocupase en modo alguno, y sin duda se atuvo á sus mismos antecedentes y á su conciencia de sí mismo. Luchador infatigable, jamás los reveses de la suerte debilitaron su energía, ni las injusticias de la política le decepcionaron. Nacido en Oaxaca el 15 de Setiembre de 1830, pocos meses antes de que el ilustre D. Vicente Guerrero fuese sacrificado por prohombres conservadores, como él se creó en el amor instintivo é invencible á la libertad y por ella cortó los estudios preparatorios á la carrera forense, para
tomar parte en uno de tantos movimientos contra la Dictadura que siguieron al regenerador plan de Ayutla en 1854. Hecha bajo tan noble bandera su primera campaña, no podía faltar y no faltó su espada republicana en la guerra de Reforma, y ya con envidiable prestigio llevó su acero y su inteligencia á la lucha sangrienta y terrible con la Intervención Francesa, y después del desastre de Puebla mereció, por su valerosa defensa de Oaxaca contra el experto D ' H u r b a l , que el Mariscal Bazaine en persona se considerase obligado á marchar sobre el temible caudillo mexicano, con un número y lujo de tropas y de elementos que bien claro decían cuán no común importancia le daba. Apoderado de su persona el alto jefe intervencionista, siguió patentizando cuál á su juicio era esa importancia, en la severa elección de las prisiones en que le retuvo, sin confiar en la seguridad de ninguna, ni en la de Loreto, ni en la de la Concepción, ni en la de la Compañía, todas ellas fuertes edificios poblanos. Su temor era fundado, pues el audaz prisionero logró fugarse de la Compañía á la media noche del 21 de Setiembre de 1866, deslizándose, con ayuda de una cuerda, á lo largo de una torre, con tremendos riesgos y peligros. Sin cumplirse aún el mes de su evasión, el valentísimo Porfirio Díaz ilustró la gloriosa campaña de la reconquista de México con sus señaladísimas victorias de Miahuatlán y de la Carbonera el 18 de Octubre del mismo año de 1866: á los pocos días la ciudad de Oaxaca volvió á recibirle como triunfador, y con el considerable armamento y más de cuarenta piezas de artillería quitadas al enemigo extranjero, pudo no sólo dominar casi todo el Estado de su origen, multiplicando sus victorias, sino también invadir el de Puebla y alcanzar en la Capital de ese nombre, el gran triunfo del 2 de Abril de 1867, al que siguieron el de San Lorenzo en 11 del citado mes, y el principio del sitio ó cerco de la ciudad de México. Ocupada ésta el 21 de Junio y ya en ella D. Benito Juárez, la recompensa que obtuvieron los señaladísimos servicios del héroe de tantas victorias en los Estados de Oaxaca y Puebla y el Distrito Federal, fué la de que á su gloriosa brigada le tocara ser una de las que desaparecieron por refundición en otras, y la de que á él se le pusiese en la necesidad de retirarse, lastimado y ofendido, á su pequeña hacienda de la Noria. No le olvidaron en ella los que conocían sus virtudes republicanas, y en las elecciones de 1871, si no pudieron sobreponerle á D. Benito Juárez, sí hicieron ver al país que él era el único que merecía sucederle, pues le otorgaron tres mil quinientos cincuenta y cinco votos, para la Presidencia de la República, contra cinco mil ochocientos que obtuvo Juárez, y sobre los dos mil ochocientos que pudo Lerdo alcanzar. Facultado, hasta cierto punto, por la importancia de aquel número de sufragios, cuando tantos y tantos jefes liberales se levantaron contra la indefinida administración juarista, el Gral. Díaz pudo,
sin remordimiento, expedir su manifiesto y plan de la Noria el 8 de Noviembre de 1871. Pero esa revolución, aunque formidable é irreducible á pesar de sus derrotas en San M a teo de Oaxaca y en la Bufa de Zacatecas, aunque movida por expertos y aguerridos jefes, avanzó poco y adelantó con marcada lentitud, cual si aquellos que no supieron cejar ni intimidarse ante los ejércitos franco-imperialistas luchasen entonces con el temor de herir al grande hombre en quien el patriotismo de todos había vinculado la nacionalidad mexicana durante los años de 1861 á 1867: sin embargo, y 110 obstante las victorias de los jefes juaristas, la República no estaba pacificada ni mucho menos al ocurrir en 18 de Julio de 1872 el fallecimiento del Sr. Juárez y la imprevista exaltación, aunque constitucional, de D. Sebastián Lerdo á la Suprema Magistratura. El nuevo Presidente, poniendo en olvido que él, tanto como el que más, y en el terreno civil él más que ningún otro, había conspirado contra su ilustre predecesor, queriendo hacer á la vez olvidar cuanto había contado con el provecho que sacar pudiese de las victorias de los porfiristas, lanzó á los cuatro vientos una amnistía en que, aparte de garantizar la vida y las propiedades de los revolucionarios, tendía á nulificarlos y hasta los privaba de los grados y honores alcanzados en las heroicas luchas de la Reforma y de la segunda Independencia. Por segunda vez el Gral. Díaz se retiró de la política activa dolido con la inconsecuencia y falsía de las intrigas públicas, pero reservándose su libertad de acción para volver á la brega si quien tan severo juez se erigía, demostraba no ser digno de tan excelsa prerrogativa. A fines de 1875 la desconfianza y el malestar generales hicieron estallar el movimiento que en Enero siguiente se formalizó en T u x t e pec, propagándose con rapidez en distintos Estados, sin que bastaran á sofocarlo los golpes del Jazmín y Teocaltiche, de Tetecala y Lampazos y de otros diferentes puntos. Solicitado por cuantos reconocían su prestigio y cualidades de activo revolucionario, D. Porfirio Díaz, previa la reforma del plan de Tuxtepec hecha en Palo Blanco, y contra la cual protestó D. José María Iglesias, empezó por ocupar el puerto de Matamoros en un aniversario de su victoria de Puebla; sostuvo reñida y contraria acción en Icamole el 20 de Mayo con el Gral. Fuero, y cuando el grave desastre de Epatlán casi dispersó á sus amigos, el Gral. Díaz se presentó en Veracruz á dar nuevo y vigoroso impulso á la revolución, después de una serie de aventuras, casi novelesca, que hubo de arrostrar para no ser aprehendido por los agentes y por distintos jefes del gobierno lerdista, entre los que anduvo disfrazado, y burlándose de su tenaz persecución logró al fin volver á operar en el Estado de Oaxaca, uno de los más felices teatros de sus glorias. Las logradas por los lerdistas en Ajuchitlán y el Fortín, no bastaron á impedir la ruina de su administración, y el 16 de No-
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321 viembre se consumó su desastre en el famoso Tecoac; y después de las infructuosas conferencias de la Hacienda de la Capilla y de la acción de los Adobes, el Gral. Díaz quedó libre de los iglesistas como habíalo quedado de los lerdistas. Quien tal historia pública tenía, no era fácil que se doblegase á impertinentes imposiciones, ni aun de sus amigos muy queridos; y D. Porfirio Díaz, declarado en 2 de Mayo de 1877 y por unanimidad, Presidente constitucional, puso toda su voluntad en hacer efectivo el propósito de concluir con las revoluciones, gobernando con moralidad y sin exclusivismo, y poniendo un dique, y en caso necesario un correctivo, á toda inmoderada y egoísta ambición de medro. No pudo en verdad procurarlo sin pugnar con serias dificultades. Los tuxtepecanos se fraccionaron á poco andar, en cierto número disgustados de que el Presidente no se acomodase á sus intransigencias: la prensa periódica de diversos matices atacó sus actos con verdadera inquina y censurable desbordamiento de injurias: y Lomelí en Colotlán, y García Anaya y D. Mariano Escobedo en la frontera con los Estados Unidos, y Lerma en Tepic, y Negrete en México, y Carrión en Tejupilco, y ocultas ó misteriosas influencias en Veracruz (del 23 al 24 de Junio de 1879), y algunos ministros en la Capital, conspiraron, ó con las armas ó con simples intrigas, contra el Gral. Díaz, quien práctico y experimentado en asuntos tales, á todos dominó, á todos nulificó, con inusitadas actividad y energía y singulares serenidad y destreza; y al sobrevenir la lucha electoral para la presidencia, nada pudieron contra la candidatura del Gral. D. Manuel González, su ilustre colaborador en Tecoac, las no mal defendidas candidaturas de D. Justo Benítez, D. Trinidad García de la Cadena, D. Ignacio LVallarta, D. Manuel Zamacona, D. Ignacio Mejía, D. Jerónimo Trevifio y D. Vicente Riva Palacio; y por primera vez, después del 15 de Enero de 1851, el Gral. D. Porfirio Díaz trasmitió pacíficamente y por ministerio de la ley la Suprema Magistratura al Gral. D. Manuel González el 1? de Diciembre de 1880. Y no puede decirse que en 1876 la situación se hubiese presentado favorable á aquel orden de cosas. D. Sebastián Lerdo había dejado exhaustas las cajas de la Federación, y el Gral. Díaz se encontró sin recursos con que atender á s u numeroso ejército constitucionalista, á los empleados civiles, y á la necesidad de hacer honor al crédito nacional, comprometido en una fuerte deuda con la República de los Estados Unidos del Norte. Importantes todas ellas, esta última obligación se imponía á las demás por la gravedad de las circunstancias: el Presidente americano Mr. Hayes había facultado á su General Ord para violar la frontera y el territorio mexicano en persecución de merodeadores indios y ladrones de ganado, y á la vez que había acogido con especial deferencia al Sr. Lerdo al llegar allá fugitivo de
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México, negábase á reconocer al gobierno del Sr. Díaz. F u é preciso comenzar solicitando del comercio y los propietarios un préstamo de cerca de doscientos mil pesos, é imponiendo una contribución extraordinaria sobre productos de capitales. Pero pasados los primeros meses, que lo fueron de escasez y penuria porque la desconfianza era grande y el nuevo régimen político y administrativo no todo el país le reconocía, se procuró con empeño la reorganización de la hacienda, el aumento de las rentas, la economía en muchos ramos especialmente en el de guerra, y la moralidad en las recaudaciones: así se logró obtener en el primer año un ingreso de más de diez y ocho millones, que en el siguiente subió á veinte millones, y aunque disminuyó mucho en el tercer año, llegó á ser muy próspero en el cuarto, pues pasó de veintiún millones: para ello fué necesario no sólo conservar sino aumentar la contribución del timbre, que mala é imprudentemente había ofrecido derogar la revolución, y acrecer ó crear otros impuestos. Buena parte de ellos se destinó á imprimir inusitado impulso á las mejoras materiales, como apertura y conservación de caminos carreteros, construcción de puentes, faros, canales, diques, y establecimiento de colonias con inmigrantes extranjeros. Se atendió en lo posible al ornato y á los monumentos públicos; á la construcción de líneas telegráficas, que fueron muy aumentadas; y rompiendo con antiguas trabas y preocupaciones se dió, ó mejor dicho, se creó un rápido impulso en asuntos de ferrocarriles: á casi todos los Estados se les hicieron concesiones paya líneas férreas, de las cuales varias estaban en vía de ejecución al terminar la primera presidencia del Gral. Díaz, tales como la del Ferrocarril de Morelos, de Guanajuato, de San Luis, de Hidalgo, de Veracruz, de Puebla, de Yucatán y otras líneas también locales. En Junio de 1880 dieron principio los trabajos de la línea internacional é interoceánica del Ferrocarril Central, y durante el mismo período presidencial se trazaron y principiaron diversos tramos del ferrocarril de Tehuantepec. Los tribunales de justicia y sus códigos experimentaron reformas y mejoras; se protegió y vigiló la instrucción pública en sus diversos ramos, y al Ministro de quien dependían y lo fué D. Ignacio Mariscal y al buen acuerdo del Gral. Díaz, debieron y continúan debiendo los amantes de todo lo que honre á su país, el que el eminente sabio D. Manuel Orozco y Berra pudiese publicar su Historia Antigua de la Conquista de México. E n todas las esferas de la administración, el General Presidente proyectó ó realizó adelantos y mejoras, y, por de contado, en los asuntos de guerra y moralización del ejército; en su época tuvo la suerte de normalizar y reanudar relaciones con las potencias extranjeras, salvando las dificultades que surgieron con los Estados Unidos por E . H . T . — T . En.—41
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depredaciones en la frontera; estableciendo consulados y legaciones; aj ustando una convención y nombrando tina comisión m i x t a para el arreglo de la línea divisoria con Guatemala; y prestando su aquiescencia á la reanudación de relaciones diplomáticas con Portugal, Bélgica y Francia; el Ministro Plenipotenciario de esta última nación, Mr. Boissy D'Anglas, presentó al Gral. Díaz sus credenciales en Noviembre de 1880, suceso importantísimo cuyo arreglo no dejó de ofrecer serias dificultades, á las cuales se refirió así el General Presidente en el informe valiosísimo con que cerró su primer período constitucional: " L a s relaciones oficiales entre México y Francia, interrumpidas por causas q u e nadie ignora, están reanudadas ya, sin n i n g ú n desdoro para el honor nacional. Algunos espíritus fogosos, cuyo patriotismo no está regulado por la prudencia, habrían preferido sin duda que la nación que asombró al m ü n d o con sus infinitos recursos, evidenciados mejor en los momentos de su caída q u e en el tiempo de su apogeo, hubiera rendido y públicamente implorado nuestra amistad y traído á nuestras arcas una indemnización igual al rescate que pagó á la Alemania; pero fijándose sólo en el resultado, han hecho abstracción completa de los medios prácticos de obtenerlo. Más tarde, cuando pasadas las impresiones del momento, los hombres pensadores estudien las circunstancias especiales de nuestra República, entonces se podrá valoriza? con exactitud, y atribuirme con justicia los bienes ó los males que la reanudación de relacio- . nes con Francia haya ocasionado á M é x i c o . " Razón tuvo el Gral. D. Porfirio Díaz para felicitarse del prestigio que al terminar su primera administración rodeaba su persona y para decir al fin de su citado Informe: " Si antes de que yo muera, la moralidad se arraiga en nuestra sociedad y en la administración pública; si el pobre encuentra en su patria instrucción y pan; si el rico ha adquirido bastante confianza para invertir su capital en empresas nacionales; si del uno al otro extremo de la República la locomotora con su voz robusta despierta y pone en movimiento á todos los mexicanos, t a n hermoso espectáculo llenará mis deseos; y si no m e es dado recrearme con su vista muchos años, me llevaré conmigo la esperanza de que mis hijos, como los vuestros, disfrutarán por más largo tiempo de esa era d e felicidad en cuya preparación cupo una pequeña parte al autor de sus d í a s . "
CAPITULO V-II
188©.—1881. La tínica función notable en fines del año de 1880, gobernando ya la República el Gral. D. Manuel González á quien el día 1? de Diciembre había hecho entrega del poder el Gral. D. Porfirio Díaz, fué, la que por iniciativa de la sociedad de escritores " M i g u e l Cervant e s , " se dió en la noche del 15 de.Diciembre á beneficio del actor español D. J u a n Montijano, á quien los Dres. Montes de Oca, Licéaga y Peón amputaron una pierna, para salvarle de una enfermedad gangrenosa. E n esa función, que produjo $1,242, trabajaron con mucha espontaneidad y lucimiento todas las compañías que se encontraron en la Capital ; los más activos organizadores del espectáculo fueron J u a n A . Mateos y José Negrete ; ninguno de los dos hubieran hecho por sí mismos más d e lo que hicieron por el infeliz y estimabilísimo Montijano. Ya al finalizar el año, los Sres. I . Goodwin y Ch. Comelli publicaron el prospecto de la Gran Compañía de Opera Francesa del Sr. Mauricio G r a u que próximamente debía comenzar sus trabajos en el Gran Teatro Nacional. E l elenco fué el siguiente: "Srita. Paola Marié, prima donna principal de los teatros Les Folies Dramatiques, Les Varietés y Les Bouffes Parisiens, en París.—Srita Mary Albert, de igual categoría y dé los mismos teatros.—Srita. Helene Leroux, prima donna principal del Gran Teatro de San Petersburgo. Covent Garden de Londres y principales teatros de París.—Srita. Cecilia Gregoire, del teatro Les Bouffes Parisiens, y de los teatros principales de Francia. — S r i t a . Paulina Merle, de los teatros principales de Nantes y Bord e a u x . — S r i t a . Felicie Delorme, de los teatros Les Folies Dramatiques de París, y Les Fantaisies Parisiennes, de Bruxelles.—Sritas. Marie Vallot, Octavie Choquet, Marguerite Armand, Marie Vandamme, Louise Duparc, Amelie Bazin, Blanche RuffinOj Malvina H e r r m a n n , Blainville, Camille Estradere,. Berthe Elsasser, Celine, Cartier, Lucienne y S e i g a u d . — S r . Joseph Mauras, tenor principal de la Opera Comique de París, y del Gran Teatro Lyon, y de San Petersburgo.— Sr. F . Tauflenberger, del teatro de la Renaisance, de Paris.—Sr. Al phonse Bernard, del Conservatorio de Música de París.—Sres. E . Duplan, E. Mezières, A . Poyard, M. Vilano, E . Vinchon, Terrancle,
depredaciones en la frontera; estableciendo consulados y legaciones; aj ustando una convención y nombrando una comisión m i x t a para el arreglo de la línea divisoria con Guatemala; y prestando su aquiescencia á la reanudación de relaciones diplomáticas con Portugal, Bélgica y Francia; el Ministro Plenipotenciario de esta última nación, Mr. Boissy D'Anglas, presentó al Gral. Díaz sus credenciales en Noviembre de 1880, suceso importantísimo cuyo arreglo no dejó de ofrecer serias dificultades, á las cuales se refirió así el General Presidente en el informe valiosísimo con que cerró su primer período constitucional: " L a s relaciones oficiales entre México y Francia, interrumpidas por causas q u e nadie ignora, están reanudadas ya, sin n i n g ú n desdoro para el honor nacional. Algunos espíritus fogosos, cuyo patriotismo no está regulado por la prudencia, habrían preferido sin duda que la nación que asombró al m ü n d o con sus infinitos recursos, evidenciados mejor en los momentos de su caída q u e en el tiempo de su apogeo, hubiera rendido y públicamente implorado nuestra amistad y traído á nuestras arcas una indemnización igual al rescate que pagó á la Alemania; pero fijándose sólo en el resultado, han hecho abstracción completa de los medios prácticos de obtenerlo. Más tarde, cuando pasadas las impresiones del momento, los hombres pensadores estudien las circunstancias especiales de nuestra República, entonces se podrá valoriza? con exactitud, y atribuirme con justicia los bienes ó los males que la reanudación de relacio- . nes con Francia haya ocasionado á M é x i c o . " Razón tuvo el Gral. D. Porfirio Díaz para felicitarse del prestigio que al terminar su primera administración rodeaba su persona y para decir al fin de su citado Informe: " Si antes de que yo muera, la moralidad se arraiga en nuestra sociedad y en la administración pública; si el pobre encuentra en su patria instrucción y pan; si el rico ha adquirido bastante confianza para invertir su capital en empresas nacionales; si del uno al otro extremo de la República la locomotora con su voz robusta despierta y pone en movimiento á todos los mexicanos, t a n hermoso espectáculo llenará mis deseos; y si no m e es dado recrearme con su vista muchos años, me llevaré conmigo la esperanza de que mis hijos, como los vuestros, disfrutarán por más largo tiempo de esa era d e felicidad en cuya preparación cupo una pequeña parte al autor de sus d í a s . "
CAPITULO V-II
188©.—1881. La tínica función notable en fines del año de 1880, gobernando ya la República el Gral. D. Manuel González á quien el día 1? de Diciembre había hecho entrega del poder el Gral. D. Porfirio Díaz, fué, la que por iniciativa de la sociedad de escritores " M i g u e l Cervant e s , " se dió en la noche del 15 de.Diciembre á beneficio del actor español D. J u a n Montijano, á quien los Dres. Montes de Oca, Licéaga y Peón amputaron una pierna, para salvarle de una enfermedad gangrenosa. E n esa función, que produjo $1,242, trabajaron con mucha espontaneidad y lucimiento todas las compañías que se encontraron en la Capital ; los más activos organizadores del espectáculo fueron J u a n A . Mateos y José Negrete ; ninguno de los dos hubieran hecho por sí mismos más d e lo que hicieron por el infeliz y estimabilísimo Montijano. Ya al finalizar el año, los Sres. I . Goodwin y Ch. Comelli publicaron el prospecto de la Gran Compañía de Opera Francesa del Sr. Mauricio G r a u que próximamente debía comenzar sus trabajos en el Gran Teatro Nacional. E l elenco fué el siguiente: "Srita. Paola Marié, prima donna principal de los teatros Les Folies Dramatiques, Les Varietés y Les Bouffes Parisiens, en París.—Srita Mary Albert, de igual categoría y dé los mismos teatros.—Srita. Helene Leroux, prima donna principal del Gran Teatro de San Petersburgo. Covent Garden de Londres y principales teatros de París.—Srita. Cecilia Gregoire, del teatro Les Bouffes Parisiens, y de los teatros principales de Francia. — S r i t a . Paulina Merle, de los teatros principales de Nantes y Bord e a u x . — S r i t a . Felicie Delorme, de los teatros Les Folies Dramatiques de París, y Les Fantaisies Parisiennes, de Bruxelles.—Sritas. Marie Vallot, Octavie Choquet, Marguerite Armand, Marie Vandamme, Louise Duparc, Amelie Bazin, Blanche RuffinOj Malvina H e r r m a n n , Blainville, Camille Estradere,. Berthe Elsasser, Celine, Cartier, Lucienne y S e i g a u d . — S r . Joseph Mauras, tenor principal de la Opera Comique de París, y del Gran Teatro Lyon, y de San Petersburgo.— Sr. F . Tauffenberger, del teatro de la Renaisance, de Paris.—Sr. Al phonse Bernard, del Conservatorio de Música de París.—Sres. E . Duplan, E. Mezières, A . Poyard, M. Vilano, E . Vinchon, Terrancle,
A. Perret, D. Perret, Millet, Leclerc, Borel, Gerard, Merchand, Musso, Ruffino, Cartier, Mauriez, Thuillart, M i l a n o — U n coro de cuarenta voces.—Una orquesta de treinta músicos.— Director de orquesta, Sr. Ch. Almerás.—Director de escena, Sr. V. Merle.—Directores asistentes, Vilano y Terrancle.— Directores de coros, Buonconiglio y Cartier.—Apuntador, Sr. H e n r i o t . " E l repertorio se formaba de más de treinta obras, escogidas entre las de Offenbach, Audrán, Lecocq, Rille, Planquet, Hervé, Thomas, Bizet, Herold, Adam, Massé» y alguna de Verdi, Flotow y Gounod. La Empresa, pretextando los gastos y sacrificios que hubo de hacer para reunir y organizar una tan numerosa Compañía, anunció que sus abonos de diez y seis funciones costarían, en palcos, ciento sesenta pesos, y en lunetas y balcones, veintidós. Los precios eventuales serían diez y seis pesos en palcos y dos en limetas. A pesar de lo fuerte de esos precios, el público acudió presuroso á abonarse, y júzguese de lo escogido de la concurrencia por la siguiente lista de las familias que tomaron los palcos: Plateas, José Amor Escandón, Miguel Hidalgo y Terán, Mr. Jackson, Javier Torres Adalid, Rincón Gallardo, Viuda de Goríbar, Felipe Iturbe, Pedro Echeverría, Francisco Maldonado, José Gargollo.—Palcos primeros: Isidoro de la Torre, Francisco Montes de Oca, José Ivés Limantour, Alberto Lombardo, E . González Gutiérrez, Sra. Rubio de Cuevas, Julio Bornéque, Alberto Terreros, Pablo Berges, Francisco Campero, Angel González, Eduardo Cañas, Antonio Velasco, Concepción Alvarez de Escalante, Tomás López Pimentel, Cayetano Rubio, Macario Belle Cisneros, Ramón Guzmán, Antonio Mier y Celis, Juan Aubert, García Teruel, M. G. de Lizardi. Por habilidad de los agentes Goodwin y Comelli, por instinto novelero, ó por lo que se fuere, la llegada de la Compañía Grau causó sensación.en México, y era de ver el miércoles 5 de Enero de 1881, cómo el patio del Hotel Iturbide estuvo lleno á reventar, de pollos, gallos, y multitud de individuos de altas esferas, ansiosos de conocer á las artistas y coristas de la Opera Francesa: ' ' H u b o momentos en ese día, dice un revistero, que aquello fué, mala la comparación, como especie de jubileo." En la noche del mismo día 5, se dió la primera función de abono con la deliciosa Mignón, de Ambrosio Thomas, así repartida: Mignón, Paola Marié; Phüine, Elena Leroux; Frederick, Paulina Merle; Lothario, Alfonso Bernard; Laerte, A. Poyard; Jarno, Terrancle; Wilkeim Meister, José Mauras. E l efecto causado en la numerosísima y brillante concurrencia por esa primera función, no fué de lo mejor: los artistas se resintieron de la fatiga del viaje y de las excepcionales condiciones de nuestro clima y realmente estuvieron débiles: además, extraña y sin embargo
comunísima aberración de nuestro público, los mismos que no habían sabido entusiasmarse con la excelente Compañía Alhaiza ni querido protegerla como su mérito lo exigía, echaron de menos la felicísima, la muy perfecta interpretación que dicho cuadro dió á la hermosísima obra de Ambrosio Thomas. No faltaron, no obstante, nutridos aplausos. En la noche siguiente, jueves 6, segunda función, la obra puesta en escena fué Les Cloches de Cotnevúle, entusiastamente recibida. Al aparecer Paola Marié con su alta enagüilla, su gorro piramidal y su cara eminentemente picaresca, dice un revistero, al ver á aquella Serpolette cerrar y abrir sus grandes ojos, con la expresión que saben acentuar en sus miradas las sacerdotisas de la Opera bufa, el contento del público se manifestó sin reserva alguna: la transformación había sido completa; Paola estaba en su centro, cantando con libertad, accionando con malicia, siempre en escena, brincando, corriendo, retozando, con la más perfecta naturalidad. Cecilia Gregoire en la Germana, á su turno se hizo aplaudir con mucha justicia. Tauffenberger gustó mucho en su papel. Meziéres, estuvo en todo el suyo y sobre todo en la escena de las monedas, tan admirable como en la anterior temporada. Duplan hizo reír como siempre con su inagotable gracia. E l barítono Nigri se reveló todo un artista, llevándose todos los honores del aplauso más entusiasta : su hermosa voz, su irreprochable método, brillaron en el lindísimo y popular vals del primer acto, que hubo de repetir entre las aclamaciones del público. En la noche del 7, tercera de abono, se presentó con Giroflé-Giroflá la otra primera dama María Albert, alta, esbelta, graciosa, elegante, con buena voz de soprano, y agradó grandemente, por más que le faltaba mucho de la travesura y chiste que su papel exigía. E n esa obra volvió á hacerse admirar y aplaudir el magnífico Nigri, el mejor artista de la Compañía, y estuvieron muy bien Tauffenberger, la Merle, Duplan y Delorme. En la noche del 8 se cantó La Hija de Madame Angot, con muy buen resultado; en la del 9 se repitieron Les Cloches de Cornevüle y en la tarde volvió á cantarse Madhme Angot. El martes 11 de Enero, con gran satisfacción del público, y en la divertidísima Madame Favart, de Offenbach, obtuvieron uno de sus mayores triunfos Paola Marié en la protagonista, y Meziéres en el Pontsablé. Pálido sería cuanto quisiésemos decir en elogio de aquellos dos artistas. Paola rebosó en gracia, picardía é ingenio. Meziéres estuvo insuperable en el viejo caduco y libertino, resultando una perfecta é inimitable caricatura. El 12, en Les Brigands, el público rió á más no poder, aplaudiendo á Duplan que en el papel de Pietro tuvo las más graciosas ocurrencias. E l 13, se repitió Mignón, con tan buen éxito, como grande fué el fracaso del estreno. Paola brilló bastante en la protagonista, por más que ese papel le convenía poco y
era muy superior á sus fuerzas: la Eeroux, en Philina, asombró con su extensa voz, sobre todo en la famosa polaca; sin embargo, no había de ser esa obra la que mejor revelase sus méritos como cantante, y en otras le aguardaban sus grandes y legítimos triunfos. E l 15, se repitió Madame Favart; el 16, Giroflé; el 20, la Pendióle, y el 18 y 22 se dió La Filie du Tambour Major, ante aquella escogida y cada vez más numerosa concurrencia. La Filie da tambour Major es una de tantas composiciones -pseudo- militares -teatrales, inspiradas en el culto á las glorias de la Revolución y del Imperio. Con ella los espectadores atravesaron una vez más los Alpes, batieron á los austríacos en Marengo, pusieron en fuga á Melas, y entraron victoriosos en Milán, precisamente en los momentos en que era indispensable dar un desenlace á la obra de los Sres. Duru y Chivot. No se necesitaba de nada menos que de esta conquista para dar fin á las aventuras del subteniente Roberto y de la hermosa Stella. E n tanto que el ejército francés salva las cumbres de San Bernardo, el Subteniente Robert, con cuarenta soldados, el Tambor Mayor Montliabor, y su inmediato subordinado Griolet, hacen huir de un convento á sus bellas moradoras, después de haber entrado á saco en sus bodegas y despensa, lo cual da á Monthabor motivo para ponderar las excelencias de su liebre con salsa de pólvora: háceles los honores de la casa una de las educandas, Stella, hija del Duque Volta, joven valerosa y decidida, de quien perdidamente se enamora el Subteniente Robert. Este, que la sigue con entusiasmo no menor que á la victoria, hace que se le expida boleta de alojamiento para el palacio del Duque en Novara, y allí se instala con sus camaradas en los momentos en que van á celebrarse las bodas de Stella con el Marqués de Bambini. Mala hubiéseles salido la aventura á los jóvenes enamorados, si la casualidad no se hubiera encargado de hacer que la esposa del Duque fuese nada menos que la mujer de Monthabor, divorciada de él en París, en una ocasión que fué la única de su vida en que ambos cónyuges se encontraron de acuerdo: no es mi ánimo referir menudamente el argumento; baste decir que Monthabor y Stella se reconocen como padre é hija; la sangre francesa se revela en ésta, y la bella enamorada de Robert abandona su palacio en traje de cantinera, costando su fuga una batalla capaz de entusiasmar á los paraísos de todos los teatros del mundo. Hasta aquí tenemos un sencillo argumento que es de creerse no haya agotado la facultad creadora de sus autores, máxime cuando La Filie du Regiment, de Bayard, les dió la mitad de su invención. Eo que sigue hace más honor á la imaginación de aquellos. Bernard, Stella y Robert son perseguidos por la gente del Duque; los fugitivos hacen en defensa propia diablura y media, y el Infierno iba á llevárselos cuando el primer Cónsul toma á Milán. Ya era tiempo, pues.aque-
lio no tenía salida, y todo termina alegremente casándose Stella con el comandante Robert, que con la mayor eficacia había cooperado á la conquista de la Capital de la Eombardía. Sobre tan sencillo libreto Offenbach tejió su centésima partitura, escribiendo una música agradable, fácil, y que tiene como todas las suyas, la buena cualidad de poder ser fácilmente comprendida por sus oyentes. E l desempeño fué magnífico: Paola Marié estuvo, como siempre, encantadora; Nigri, como siempre, espléndido: ambos en su dúo entusiasmaron al público hasta el punto de hacerle emplear un cuarto de hora en obtener su repetición. Tauffenberger estuvo felicísimo en su papel de Troupier. Duplan, inspirado y artista en el protagonista; la escena del reconocimiento con Paola fué maravillosamente trabajada: de los centenares de comedias en que tales reconocimientos entran á formar parte, ninguna hemos visto tan discretamente interpretada. Meziéres, magnífico en el Duque de Volta, bordando su papel con rasgos de ingenio enteramente suyos. L'ceil crevé, de Hervé, llenó la última función del primer abono en la noche del 25 de Enero: en la del 26, extraordinaria, se dió para beneficio de la Merle Le Petit Duc, en que Paola estuvo bellísima y feliz en el protagonista. E n la noche del 27 principió el segundo abono con Lepré auxclercs, de Herold, así repartido; Isabel, la Eeroux; la Reina, la Merle; Nicette, la Gregoire; Mergy, Mauras; Comminges, Nigri; Cantarelli, Poyará; Sirot, Bernard; yTerrancle, Vinchon yMarchand. El estreno y las repeticiones de Le pré aux clercs, fueron otros tantos merecidos triunfos para la muy distinguida artista Elena Eeroux, quien en la noche del 27 hizo resonar en la sala del Nacional uno de los más llenos, entusiastas y justos aplausos de la temporada. La obra del maestro Herold es verdaderamente deliciosa, simpática y digna del autor de Zampa. Nigri, como de costumbre, buen cantante y excelente actor. La Merle, la Gregoire y Poyará, secundaron con inteligencia á las protagonistas; Mauras tuvo un momento desgraciadísimo con su empleo de falsete del peor gusto; pero en lo general mereció los aplausos del público. La obra de Herold fué perfectamente recibida. A ella siguieron Le Petit Duc, La Filie du Tambour Major, Le pré aux clercs, Madame Favart, para beneficio de Tauffenberger; La Camargo, que no agradó; La Gran Duquesa; y Babiole, que tampoco agradó y resultó en el gusto del público muy inferior á Historias y Cuentos, que tenía el mismo asunto. E l 9 de Febrero dió Nigri su beneficio, que estuvo espléndido, con La Marjolame, magníficamente desempeñada: en un intermedio, Elena Eeroux cantó prodigiosamente y causando delirio el vals de Venzano, y Nigri y la Gregoire se hicieron aplaudir en un dúo de La Petü Mariée.
Después de una repetición de la Perichole, se puso en escena, por primera vez en México, en la décima función de abono y en la noche del i i , la Carmen, de Bizet. De su desempeño dijo El Cronista: " Paola Marié se ha portado como eminente artista que es: ha hecho una hermosa é interesante Carmen; como actriz tuvo momentos de primer orden, sin dejar de estar bien en toda la pieza; cantó su extraña y difícil parte con positiva inspiración, sin recurrir á los triviales y comunes efectos con que, por engaño, se hacen aplaudir algunos artistas: Paola Marié, sin ostentación y sin soberbia, todo lo fía á su talento, que nuestro inteligente público acata y aplaude sin reserva y con entusiasmo. Vistió como de costumbre viste esta artista, con desusado lujo y sin rival buen gusto, resultando como siempre magníficamente hermosa, especialmente en los actos segundo y cuarto, con los trajes de gitana y maja, ambos de mucha riqueza. Si otra cosa no tuviese, y en ella no se rebosasen como rebosan el talento y la inspiración, Paola Marié se nos habría impuesto por su belleza. " L a Leroux estuvo muy bien como cantante, luciendo, como en Le pré aux clercs, su excelente voz, viéndose precisada á repetir entre entusiastas aplausos, algunos de los números de su parte. Mauras cantó en esa obra con gran pureza de estilo, conservándose en toda ella á grande altura. Nigri, Poyard, la Gregoire y la Merle, m u y bien en sus respectivos papeles. Los coros, especialmente el de niños en el primer acto, merecieron los aplausos que en buena lid ganaron: casi todos esos niños eran muchachos mexicanos, que cantaron y pronunciaron el francés como pequeños parisienses. E l 12 á beneficio deDuplan, se cantó La Bella Elena, y sucesivamente Giroflé, Carmen, varias veces, una de ellas á beneficio de Mauras; el 19, á beneficio del Tesorero y el Agente, se puso el primer acto de Giroflé, en travestí, transformándose Paola en el feroz Mourzouk, y Duplan en la tierna y sensible Giroflé. Se siguieron La hija de Madama Angot; La vie parisienne, el 21, para función de gracia de la Albert; el 23, á beneficio de la Leroux, se cantaron el segundo acto de Le pré aux clercs, La Filie du Regiment, de Donizetti, y el quinto acto del Fausto, de Gounod. El 24, y en provecho de Meziéres, tocó su turno al tercer acto de Madame Favart y la deliciosa caricatura Les Chevaliers du Pince Nez. E l 25, la agraciada fué Paola Marié, que dió Barbe Bleu, que no tuvo nada buena interpretación por parte de Tauffenberger, cuya escasa voz no iba de acuerdo con la importancia de la parte cantable á él encomendada. Esa función produjo una entrada de dos mil ochenta y tres pesos, asistiendo lo mejor y más granado y elegante de nuestra sociedad. Al presentarse Paola en escena, un aplauso nutrido, estruendoso y prolongado se dejó escuchar, á la vez que una llu-
via de ramos y de flores, de versos en francés y en español y multitud de palomas blancas con lazos al cuello, cubrían materialmente la escena. Desde luego comenzaron á serle presentados valiosos regalos y ricas coronas, de cuyas cintas pendían distintos obsequios de gusto y precio; en el segundo entreacto se le presentó un magnífico collar de tres hilos de gruesas é iguales perlas, comprado en dos mil pesos en una joyería de la calle de Plateros, y obsequio de un círculo extenso de sus compatriotas y amigos. Paola desempeñó el papel de Boislotte de un modo notable, sin desconcertarse á la vista de la débil interpretación que dieron á los suyos los demás artistas. Al fin del espectáculo, la mayoría del público se formó en dos repletas filas desde la puerta del foro hasta el Hotel de Iturbide, esperando ver pasar á la artista que fué conducida en triunfo á su alojamiento entre los bravos, los aplausos y los vítores más entusiastas. Paola hizo el trayecto en una carretela abierta tirada por cuatro caballos y entre dos filas de hombres con hachas de viento y á los acordes de un banda. Ya en el hotel, Paola tuvo que presentarse distintas veces en sus balcones á saludar á la muchedumbre que la aclamaba con desusado entusiasmo. Al día siguiente del de Paola tuvo lugar el beneficio de la simpática y modesta Cecilia Gregoire, con una función acertadamente dispuesta y que agradó en extremo: tercer acto de Fausto, tercero de la Princesa de Trevisonda y segundo y tercero de Carmen. El domingo 27, con Carmen por la tarde, y La Hija del Tambor Mayor en la noche, se despidió de nuestro público la excelente Compañía Grau. Ni disponemos de espacio ni podríamos extendernos más acerca de la mayor parte de las obras puestas entonces en escena. El álbum de caricaturas del repertorio bufo no puede ser descrito ni examinado con formalidad: lo mismo podemos decir de la música de Offenbach; sus defectos son precisamente en lo que sus efectos se basan y apoyan: fué el Mefistófeles del arte; dotado de una carcajada en extremo musical, compuso la partitura de sus obras con sólo reírse de las necedades de sus libretos. Para encontrar intérpretes de sus obras, n o tuvo más que dar á los clowns patentes de actores y transladarlos de la arena del circo á las tablas del escenario. Sus famosísimas óperas bufas son una sangrienta burla de cuanto se halló al alcance de su fecundidad prodigiosa; sólo una cosa respetó, el amor maternal; no conocemos composición alguna suya en que le haya puesto en caricatura. Mauricio Grau era un inteligente empresario, que sabía dar al público por su cuerda; sin embargo, cometió el error de haber exhibido un coro femenino, cuyas dos únicas mujeres regularmente bellas, peijudicaron por contraste á las demás, pareciendo unas éstrellas de E. H . T¿—TJ XIX.-42
superiores luces por más que estuviesen bien distantes de serlo. En cambio, todos nos hicimos lenguas para ponderar el precioso busto de Paola Marié; pocas veces se ha visto en nuestros teatros una fisonomía más picarescamente hermosa; había en ella una movilidad tal y tan elocuente, por decirlo así, que no se necesitaba oírla hablar para comprender lo que quería decir. Eos ojos de Paola fueron soberanamente hermosos, capaces de todas las expresiones, desde la más enérgica á la más dulce. Diferente en esto era su voz, sumamente dura en el recitado. Su campo de batalla, ó por mejor decir, de triunfos, estaba en el género bufo, y por más que no faltaran quienes la pospusieran á la Aimée, fué más discreta y medida que ésta. Se notó que era una excelente actriz aun desde antes de haberla visto en Madame Favart, que parece haber sido escrita paya que una artista pueda dar en ella amplia demostración de su talento. Ea Albert estuvo muy distante del mérito de la Marié; desde luego no tenía semejantes ni la belleza ni la expresión del rostro: al atacar las notas altas daba á éste un lastimoso aspecto. No le faltaron, sin embargo, simpatizadores que trataran de suscitar antagonismos y rivalidades imposibles entre ella y Paola. Pero se empeñaron en un pleito perdido. De las biografías que acompañando á su retrato se repartieron con profusión, resultaba que la Albert había estado siempre bien en segundos papeles: aquí vimos que esto era verdad. La obcecación de sus amigos no quiso convencerse de que Paola Marié no habia venido aquí á hacer su reputación, sino á demostrarnos cuán justamente se la habían acordado los públicos de Europa y de América. Impotente la Albert contra la artista, quiso vengarse de la mujer, y produjo una carta que dirigió á un redactor de VEvenement, quien cometió la vileza de publicarla, atacando á Paola Marié en su vida privada. La carta fué reproducida por otro periódico de los Estados Unidos, y llegó á México impresa en Le Courrier. " Por fortuna — decía un espiritual humorista—es u n simple desahogo de rivalidades, que no interesa en nada al público. Allí no se discute á la artista, se discute á l a mujer. Mary Albert se encarama en la escalera del escándalo, para mirar por la ventana d é l a vida privada. Este es un crimen de curiosidad, disculpable en una hija de Eva. Pero después de ver y examinar, Mlle. Albert desciende de la escalera para decir á voz en cuello lo que ha visto. Esto es más grave, y ya pertenece á la esfera de los tribunales y á la acción más ó menos expedita de los Códigos. Nadie tiene derecho de escalar las murallas de la vida privada, tan inviolable como el gineceo. Mlle. Marié sólo se exhibe á la curiosidad del público á la luz cruda del escenario, y no á la luz de la veladora deslustrada que alumbra los secretos de su alcoba. Podemos discutir á la artista pero n o tocar á la mujer. Es-
te es un delito de lesa majestad, porque para todo caballero y para todo hombre honrado, la mujer es una reina. Nadie toque á la reina, dice un antiguo proloquio francés. A esta grandeza de sexo, Paola Marié reúne la grandeza del talento. Un sacerdote inglés, amante de la música, quiso absolutamente oir cantar á la famosa Alboni, y fuése al Teatro Italiano, resuelto á permanecer oculto en la penumbra de su palco. Pero su entusiasmo fué tal, que traicionándose, se descubrió con este grito: " M u j e r , tus pecados te serán absueltos, porque eres muy grande artista." H e leído la carta de la Albert y acabo de oir cantar á Paola Marié y entusiasmado, repito el grito del sacerdote inglés. Paola vió con desdén, aunque quizá no sin indignación, la carta escandalosa, y esta conducta prudente acabó de conquistarle las simpatías de los que temieron ver reproducida en la vida real la escena del último acto de Madame Angot entre Clairette, la reina del mercado, y Mlle. Lange, la reina del Directorio. Elena Leroux agradó sobremanera por su excelente voz y por su agradable figura: en el vals de Venzano, en la Micaela, pudo cuantas veces cantó, renovar los triunfos y los atronadores aplausos que ni una sola vez dejó de arrancar en el segundo acto de Lepré aux Clercs. Su círculo de admiradores fué inmenso, y la modestia y la sencillez de la artista encantaron á cuantos la trataban, admirados de ,1a altura á que había sabido colocarse cuando apenas contaba cinco años de haber pisado las tablas por primera vez. La Gregoire fué sin duda el mejor cuerpo femenil de la Compañía: su voz era limpia y tersa, pero escasa; un revistero, elogiando los hermosos labios de la Gregoire, decía que las notas son muy necias, pues si tuvieran alma no saldrían de la prisión de aquella boca de terciopelo y de granado; en nuestro sentir, no fueron esas notas tan necias como se las suponía, pues si bien es cierto que pugnaban por salir de sus delicados labios, no siempre lo lograban sino á medias. Nigri, la joya de la Compañía, era de aquellos artistas que no pueden ser censurados ni por la más ciega mala voluntad; en lo serio, en lo bufo, como cantante, como actor en las tablas y como caballero nunca se le encontró ni una sola falta: era un artista completo, y como tal lo dominaba todo. A nadie faltaba algo bueno en aquel cuadro: Tauffenberger, aparte del fracaso del Barba Azul, agradó siempre. Duplan era un antídoto infalible contra el mal humor, y en la misma línea formaba la Delorme. Meziéres fué lo que siempre había sido, un gran artista. Del coro de mujeres algo dije ya; entre ellas hubo una que era tuerta, lo que hizo exclamar á un revistero: "cuando miré anunciado l'cederevé, supuse que Grau la había traído para desempeñar el papel de la protagonista." Después de mirar semejante desatino físico, era preciso volver los ojos á Mlle. Vallot, que no era corista si por corista
se entiende la mujer que tiene voz para cantar en coro, pero que sí era hermosa. Mlle. Vallottuvo tantos enamorados como trajes, trajes magníficos tan lujosos como los de las principales artistas, pero que sin duda le salían más baratos que á ellas, porque la Vallot, que tenía muy lindos pies, muy torneados brazos, muy correcto pecho y muy esculturales espaldas, dejábalo todo ello al descubierto, exigiéralo ó no la época, y debía por consiguiente emplear en la confección de sus trajes media docena de varas de tela menos que cualquiera otra mujer; sus dientes eran también perfectísimos, lo cual la peijudicó en alto grado, pues en su afán de lucirlos sonreía con exceso en todas ocasiones, haciéndonos el efecto de esas dentaduras de movimiento de cuerda de reloj, que antiguamente exponían en sus escaparates los Spyer y los Antonio Roque de mediados del siglo. Con ella competía Emilia Bazin, con su pequeña boca de cereza y con su inmenso seno cautivo en el corsé, que causó una verdadera revolución en el patio. Por su fisonomía blanca y traviesa y sus ojos redondos y negros, parecía muñeca de Nuremberg. Al verla moverse con su respetable humanidad, no fea sin embargo, podía, dijo el cronista M. Cancán, estudiarse la dirección de los globos en el teatro. Entre las demás coristas eran algo más notables, sin pasar de ahí, Blanche, con sus brazos blancos y torneados, y la Duparc, gruesa y pequeña, con ojos color de sombra y garganta color de leche. Aparte de las obras exclusivamente bufas, que puso en escena la Compañía Grau y que agradaron casi en su totalidad, el público oyó complacidísimo Mignón, Lepré aux Clercs y Carmen. La menos felizmente interpretada fué la primera, pues Paola no pudo ponerse á la altura de su hermana la Galli-Marié, para quien fué escrita por Ambrosio Thomas, el entusiasta y entendido admirador de Chopin, Mendelshon, Weber y Meyerbeer, el compositor ilustre que fué á pedir el canevá para sus singulares obras á Shakespeare y á Goethe y formó para la Galli-Marié y Cristina Nilson, sus aplaudidísimas Mignón y Ophelia. ¿Qué poeta, pregunta un crítico, ha escrito un himno más suave que la cantilena de Shakespeare á Elisabette en el Sueño de una noche de verano, ni un salmo más virginal y de armonía más misteriosa que la balada de Mignón? Para su última ópera fué á buscar en otro coloso como Shakespeare y Goethe, en el Dante, á Francesca de Rímmi. Ya queda dicho qüe esa compañía interpretó á maravilla Le pré aux clercs, de Herold, francés por nacimiento y por ser discípulo de Mehul, y alemán por filiación. En cuanto á Carmen, del malogrado Bizet, la Compañía Grau, que tan brillante y acertadamente nos la dió á conocer y la hizo amar del público, es hasta cierto punto responsable de los desacatos que con esa obra bellísima han cometido, cometen y seguirán cometiendo empresarios dignos de serlo de Mazzantini y de
Ponciano Díaz, y zarzuelistas sin conciencia artística, especialmente los de nacionalidad española, buenos flamencos quizá, pero detestables intérpretes del ilustre fantaisiste de la novela de Merimée. Lo demostraremos al hablar á su tiempo de los horribles desacatos cometidos con la obra de Bizet, al ser representada en castellano por compañías de zarzuela.
CAPITULO VIII
1881—1883. Fué notable todo el resto del año de 1881 por la absoluta pobreza de espectáculos públicos en la Capital. Encontrándose aún en México la Compañía Grau, siguió el Principal con sus muy concurridas tandas y sus aplausos á la Lluch, la Sáenz, la Lepri y la Gasparo. E n el de novedades, en el Seminario, el prestidigitador italiano Poletti hacía sus suertes al económico precio de doce centavos por acto. E n Arbeu la Compañía Acrobática de Enriqueta Zeller, hermosa norte-americana, atrajo no poco público con sus varios artistas y sobre todo con la "exhibición del fenómeno más sorprendente del siglo X I X , la mujer gigante, Ernestina Benitti." El domingo 30 de Enese verificó el estreno de un humildísimo y mal teatro, que con el nombre de '' Merced Morales " se levantó en la primera calle ó Avenida Lerdo, representándose el drama en siete actos Los pobres de México y la pieza El pintor y la modista. Por último, y refiriéndonos siempre á los meses en que aun trabajaba la Compañía Grau, en la noche del 18 de Febrero inauguraron los Hermanos Orrin su Circo Metropolitano en la plazuela del Seminario: el domingo 20 introdujo esa Empresa por primera vez, la costumbre de dar tres funciones, una á las 11 de la mañana, otra á las 4 de la tarde y la tercera á las 8¿4 de la noche. " E s e circo, decía El Monitor, no puede estar construido de una manera más provisional; una gran tienda de campaña, remendada: un esqueleto de gradas, tres filas de sillas y el círculo central en donde se presentan caballos y payasos, y en donde lucen sus robustas formas los artistas acróbatas. El alumbrado casi se ha suprimido; sólo en el mástil de en medio se ven dos grandes lámparas de gasolina, que si iluminan perfectamente el redondel, dejan á oscuras todo lo demás, de manera que la concurrencia no luce ni sabe quién esta allí. Lowande en el caballo en pelo hace prodigios"
los hermanos Cario tocan el violín en medio de saltos y piruetas; Fredicks ejecuta notables equilibrios: otro individuo á quien llaman Demonio, come tizones ardiendo, traga plomo derretido y se introduce en la boca un hierro calentado al rojo: tres graciosas cirqueras hacen divertidos ejercicios en los caballos, y otra llama la atención en el trapecio. Hasta hoy nada ha presentado el Circo Metropolitano que no sea inferior á lo que vimos con Chiarini y con Buislay." Como no he de volver á detenerme en hablar de esos espectáculos, diré de una vez que á los Hermanos Orrin tocó dar á conocer en México el tan repetido ejercicio del cañón ó proyectil humano en la función del 5 de Marzo, muy aplaudido en su estreno y frecuentes repeticiones de esa larga y productiva temporada. Durante la Cuaresma y aparte de las diarias funciones del Circo Metropolitano, trabajó en el Principal una modestísima Compañía de Zarzuela que hizo fiasco, y pasada la Semana Santa y en Domingo de Pascua, 17 de Abril, abriéronse Arbeu con la zarzuela de Moreno y el Principal con una Compañía Dramática, cuyo elenco fué el que sigue: Primera actriz, María de Jesús Servín; Primer actor y director, Antonio Lorca; Primero y director en el género cómico, Julio García Segarra; otro primer actor, Antonio Escanero; Primera actriz cómica, Concepción Méndez; Primera dama joven, Inés García de Eorca; Segundos galanes jóvenes, Ramón Cantó y José Cisneros; Primeras características, Carolina Márquez de Montijano y María Cañete; Galán joven, Felipe Montoya; Actor genérico, Pedro Servín; Actor de carácter, Fernando Pérez; Damas jóvenes, Rosario Pérez de García y Berta Alonso; Actrices, Josefa Ramírez y Sofía Nobales; Actores, Antonio Montiel, Federico Fuster y Antonio Aranda; Apuntador, Federico Sevilla. Dió esta Compañía su primera función en la noche susodicha, con la comedia de Ramos Carrión y Vital Aza La primera cura. Sus precios por abono de doce funciones fueron los muy económicos de treinta pesos en palcos y cuatro en lunetas. El 28 estrenó El chiquitín de la casa, que fué un justo triunfo para Pedro Servín, y en 1? de Mayo representó por primera vez el aplaudido drama en tres actos, de Javier Santa María, intitulado Como hay muchos. Con ellas alternaban entre otras El octavo no mentir; Oros, copas, espadas y bastos; La madre de la criatura; El guardián de la casa; Los dos Napoleones. En Arbeu, que principió su temporada con Jugar con fuego, la concurrencia era numerosa y se encantó con la nueva estrella de la Compañía, la simpática Romualda Moriones. De ella decía un revistero: " G u a p a y graciosa es la nueva artista; tiene una boca que vale un Potosí, adornada de un estuche de finísimas perlas: viste con elegancia, y emplea ricas telas en sus confecciones; sabe calzar el guante del modo más distinguido, y tan guapa se ve que sólo con presentar-
se en escena conquista un aplauso. Ea Moriones declama con facilidad, acciona con todo el desembarazo que le da la convicción d e q u e es simpática al público y con la conciencia de su propio mérito. E n poco tiempo se ha hecho la favorita del público, y tan bien se la ve con la mantilla andaluza, como con el uniforme de Catalina de Rusia ó con la elegante falda de la dama de Un pleito." El 15 de Mayo se estrenó con gran éxito la zarzuela de Fernández Caballero, Las dos princesas. E l mismo revistero decía del Principal: " No puede el público quejarse de sus modestos artistas que hacen esfuerzos inauditos, heroicos, por agradar, no obstante que el abono está de tal manera bajo que apenas cubrirán sus gastos. La graciosa comedia Morirse á tres dios fecha, fué muy bien recibida, pero después nos han dado Adriana de Lecouvreur y Otelo, que no están al alcance de la Compañía, buena para comedias ligeras, pero no para más.'' Al Teatro de Hidalgo fué á dar Gabriel Galza, que se presentó allí el 15 de Mayo con Jorge el armador. Procurando llamar público la Compañía del Principal, estrenó en 2 de Junio El Ave negra, de J u a n Mateos, que tomó de León Gozlán la idea de su drama; pero los apreciables actores habríanse muerto de hambre sin el auxilio del gran D. José Echegaray, de quien en la noche del 29 del mismo mes, dieron los primeros á conocer en México su estupendo y celebradísimo drama El Gran Galeoto. La Servín, Escanero, Cantó, Montoya, Castell, estuvieron felicísimos en la interpretación del drama de Echegaray, que produjo un indecible entusiasmo en el público, no sólo en el estreno sino en todas y cada una de las numerosas representaciones que de él se hicieron. La Compañía vió en muchas de ellas agotarse las localidades, fausto suceso que casi había olvidado que pudiera producirse. Llegó hasta hacer una especie de apoteosis de Echegaray en agradecimiento de haberla salvado de la miseria con su drama famosísimo. En dicho mes de Junio hubo otra notable función; la que en la noche del 18 se dió en el Nacional á beneficio del Asilo de Mendigos, que con mil hercúleos trabajos iba sacando adelante la inagotable caridad, la singular filantropía del benemérito Francisco Díaz de León. Se trataba de un escogidísimo concierto. La Srita. María Portilla ejecutó una difícil pieza con toda la maestría de una consumada pianista. No menos brillaron las Sritas. Ana y Pilar Morán, que tocaron á dos pianos una fantasía de Thalberg, que fué extraordinariamente aplaudida. María Lavista, casi una niña, interpretó á maravilla El despertar del León, de Konstki, con una seguridad digna de la verdadera profesora Josefina Brito, tan admirable y admirada artista. Las Sritas. Felisa Stávoli y Esther Plowes, cantaron, la primera, una aria de El Trovador y la segunda otra de Semiramis, con la misma
perfección de que ya habían dado muestras, y como se han oído cantadas pocas veces, aun por artistas de profesión. El teatro estuvo en esa noche tomado enteramente por las más distinguidas familias, formando un inteligente público que aplaudió y con justicia prodigó sus ovaciones á las muy hermosas y encantadoras Sritas. Portilla, Morán, Eavista, Stávoli y Plowes, quienes venciendo su natural timidez brillaron como ángeles del arte y de la caridad. Cuantas personas las secundaron en aquel lucido concierto, alcanzaron como ellas aplausos y bendiciones. Sensación muy grande causó á su vez el Teatro Arbeu con el estreno de la hermosa zarzuela del maestro Emilio Arrieta, La Guerra Santa, verificado en la noche del viernes 22 de Julio. Ea obra fué montada con gran lujo por el empresario Moreno, sin detenerse en gastos. Sus diez decoraciones pintadas por Jesús Herrera, fueron en su mayoría de un mérito sobresaliente, pareciendo casi feérica la del lago Baikal. Eos trajes, desde los de las primeras partes hasta los de los últimos coristas y comparsas, eran de suma propiedad y lujo. Eos de la Moriones fueron soberbios. En el buen conjunto que presentaba la obra, se echó de ver la acertada dirección del notable artista Julio Perié, á quien acababa de hacer venir de España el empresario para que regentease el escenario. Actor inteligente y discreto, habíase presentado pocas noches antes en uno de los papeles de Zampa. El tipo de periodista francés, que tuvo á su cargo en La Guerra Santa, difícilmente podrá ser mejor interpretado que lo estuvo por Perié. T,a escena, vuelvo á decirlo, estuvo llevada y movida con suma inteligencia. Perié sabía trabajar y sabía dirigir y si como artista y director se conquistó desde luego las simpatías generales, como caballero y hombre educado alcanzó la universal estima: no suele ser común en la carrera teatral que quien á ella se dedica deje de inficionarse con la miseria y corrupción que en el escenario abundan, y por eso debe aplaudirse á quienes como Julio Perié han sabido huir á tales peligros; Perié ha sido siempre una de esas'plausibles excepciones. En los primeros días de Agosto, la Compañía del Principal, que de tiempo' atrás había visto separarse de su cuadro á los esposos Eorca, perdió también, por intrigas de bastidores, á la Suárez Peraza, que había venido gustando mucho á buena parte del público, al cual se le dijo, para acallar maliciosas hablillas, que la separación de la actriz sedebió á que su esposo el Sr. Pildain, no satisfecho con la acogida que se le hizo, había resuelto salir para Veracruz y la Habana. Afanosa la Compañía por mantener la concurrencia que, al cebo de El Gran Galeoto, había empezado á aumentar las entradas, estudiaba con empeño obras nuevas, y menudeaba los estrenos, entre los cuales se señaló en la noche del x 1 del mes ha poco citado, el del drama
en dos actos El huracán de un beso, de autor incóngnito, que se creyó fuese un veracruzano. Ea curiosidad que se despertó entre el público al anuncio de esa obra cuya paternidad fué un secreto perfectamente guardado, llevó una numerosísima concurrencia al beneficio de Antonio Escanero, que para él la había elegido. El drama fué muy bien aceptado y entusiastas y generales aplausos llamaron al autor, pero el beneficiado manifestó que sentía 110 poder complacer á sus favorecedores, porque el incógnito autor no se encontraba en el,teatro. Seudo-censores y seudo-críticos picáronse de aquella reserva, guardada con el fin de que la prensa pudiese, sin pasión, juzgar la obra, y por sí ó por no, para evadirse de ir á elogiar á un enemigo, aunque lo mereciera, soltáronse con furor, con ira, contra El huracán de un beso, con tanto más encono cuanto más la aplaudía el público. A este propósito decía Enrique Chávarri, el cronista de El Monitor, en su revista del i o d e Agosto: " T o d a v í a n o se calma la agitación, el'cataclismo escénico que ha producido entre sabios y literatos, y críticos y aficionados, la representación de un drama de un Sr. X, llamado El huracán de un beso. Más le valiera á X no haber nacido, «fue escribir ese drama malhadado que tantas censuras y hasta ofensas le - ha producido; porque se le ha criticado con rabia, se le ha mordido, se han cebado en él como si hubiera cometido el mayor de los delitos. '' E s muy curiosa en México la manera con que animamos á la literatura nacional: nada produce á quien á ella se dedica, y sí le obliga á resistir la crítica sangrienta, inflexible, apasionada, que se desata sobreel pobre autor, no dejándole pasar ni el menor descuido. Este es" el aliciente á nuestros dramaturgos; así se protege y se impulsa la literatura dramática en este infeliz suelo en que tanto se recuerda y se mortifica al prójimo. — El huracán de un beso tiene sus defectos; pero se advierten en él situaciones interesantes que los terribles críticos han pasado por alto al hacer pedazos al pobre y desventurado Huracán. Peores obras hemos visto que han pasado entre los aplausos del público y aun entre la benevolencia de la crítica literaria. Pero X ha estado de malas, y fué á dar con los representantes de la literatura en una hora aciaga, y no le han dejado hueso sano, ni á s u obra tampoco." Al fin, público y críticos llegaron á saber que el Huracán de un beso, era obra original del fecundo y distinguido autor Alfredo Cha vero. Algún tiempo antes, el actor Segarra había á su vez estrenado en su beneficio el saínete La polonesa crema, original de Juan A. Mateos. Después de muy numerosas y productivas repeticiones de La Gue• rra Santa y Las dosprincesas, la Empresa de Arbeu puso, en la noche del 18 de Setiembre, el drama muy conocido y celebrado Las dos huérfanas, convertido en zarzuela, que hizo poco efecto sin dejar por eso de gustar. Más adelante, el sábado 22 de Octubre, operó igual E. H.T.—T. m . — 1 3
transformación con La Venus Negra: las bellas decoraciones, los excelentes trajes, habían llegado á un extremo de notabilísimo maltrato en más de cien representaciones de la obra en los teatros de la Capital y en las diversas ciudades de los Estados; faltábale el atractivo del cuerpo de baile tan excelente, que importaron Alberto Bernis y Eeopoldo Burón; fué despiadadamente mutilada para dar lugar á las arias, dúos y romanzas que la transformación exigía, y, por último, tuvo la mala suerte de que se le compusiese una musiquilla sin mérito y sin efecto, vulgar y sin inspiración. Resultado: que La Venus Negra gustó tan extraordinariamente poco en zarzuela, como extraordinariamente mucho gustó en su primitiva forma. Sin embargo, se repitió como unas siete ó diez veces, llevando algún público á Arbeu, gracias á la suma rebaja de precios que se señalaron á las repeticiones, desde la cuarta en adelante. E n Noviembre, las tandas fueron el espectáculo de moda, al menos para los tormentistas y calaveras, que gozaban, más que con la función, con los estrujones y la bola que se producían á la hora de la entrada. A competir con ellas se presentó, en principios de Diciembre, una Compañía de Opera Italiana, en que formaba la Rizzi, Astori, Camero, la Natali y otros artistas tan conocidos como éstos y mucho más inferiores en méritos. Lucía, Trovador, Rigoletto, Traviata y alguna otra ópera formaban su repertorio, y durante algunas funciones á bajos precios, no faltó al modesto cuadro regular público, deseoso de poder gozar con música algo más elevada que la del repertorio zarzuelesco. Eos trabajos de esa Compañía no pasaron más allá del 25 de Diciembre. E l de Arbeu compitió, siempre con fruto para su empresario, con las tandas y con la ópera: sacándola del Principal, que Escanero había dejado para que le ocupase un cuadro de zarzuela, hizo ingresar en el suyo á la tiple Sra. Cuaranta, á quien presentó con Las hijas de Eva. "Habíamos—dijo El Monitor—oído ya á esta artista en el Teatro Principal; pero entre los gritos, entre la bola, entre los aullidos del respetable público y en consecuencia, nadie había podido formarse idea acerca de Su mérito; pasó casi desapercibida, porque entre la tempestad tandista sólo se escuchan los truenos. " E l martes, en el Teatro Arbeu, la nueva artista ha podido hacerse oir verdaderamente; con regular orquesta, con mejores compañeros, con ensayos, y sobre todo con orden, cantó con reposo y fué aplaudida y escuchada. Ea Cuaranta tiene una voz de alguna extensión que sabe manejar con tino y discretamente: accionó con naturalidad, vistió con elegancia y fué muy bien acogida. El empresario Moreno ha ofrecido al público otra novedad, la presentación del tenor Euis Arcaraz, hermano de Pedro, tan conocido allí. Euis Arcaraz vino contratado para las tandas; pero al ver lo que ellas son en México, rom-
pió su contrato y se ajustó en Arbeu, presentándose el miércoles 18 de Diciembre con El Anillo de Hierro: tiene regular figura y canta con discreción y fué muy aplaudido." E n fin de año y al cebo de las ganancias hechas en la temporada precedente, se presentó en México el empresario Mauricio Grau con su Compañía de Opera Francesa así formada: " Paola Marié, la favorita prima donna; Heléne Eeroux, Julie Eentz, por primera vez en México; Pauline Merle, Anais Privat, por primera vez en México; Cecile Gregoire, F . Delorme, Marie Vallot, Eaurence Vallée, Jouqua, Marie Vandamme, Dupin, Goldstein, Ruffino, Vernet, Eafleur, MalvinaHerrmann, Flora, EouiseDuparc; Merly, Charion.—JosephMauras, Frederic Mauge, por primera vez en México; Clement Nigri, E . Duplan, A. Poyard, Dupin; A. Dongon, por primera vez en México, F . Tauffenberger, J . Meziéres, G. Mussy, Terrancle, Perret, Millet, Richard, Borel, Marchand, Musso, Carlier, Merly, Charion, Kremer, Ruffino, Thuillart.—Coro de treinta voces.—Orquesta de distinguidos profesores.—Conjunto de más de cien artistas.—Directores de orquesta, Eestrac y Gravenstein, Apuntador, Henriot.—Abono de diezy seis funciones: en palcos, ciento ochenta pesos; en lunetas y balcones, veinticuatro. Entrada eventual: palcos, diez y seis pesos; lunetas, dos. Su repertorio venía aumentado con multitud de obras nuevas, entre ellas varias de ópera seria. Ea Compañía dió su primera función de abono el 31 de Diciembre con Madame Favart, la segunda el 4 de Enero de 1882 con La Mascota, la tercera el 6 con La Hija del Tambor Mayor, y en la cuarta en la noche del 7, dió por primera vez en México Los Mosqueteros en el Convento. Estas dos últimas obras agradaron en extremo. Tras una repetición de La Mascota fué cantada Carmen con éxito igual al de la temporada anterior: volviéronse á dar Los Mosqueteros y la Carmen; siguiéronlas la Perichole y Les Cloches de Corneville y La Hija del Tambor Mayor, y el 19 y para décimatercera de abono, fué cantada, también por primera vez en México, la ópera de Alevy, Carlos VI. E n ella hizo su presentación Anais Privat, que el público recibió con entusiasmo y colmó de nutridos aplausos: su agradable presencia, su excelente voz de mezzo-soprano que manejaba con maestría, sus admirables notas bajas y la modestia y sencillez con que se presentó, encantaron á la concurrencia del Gran Teatro Nacional, que gozosa escuchó la hermosa partitura del ilustre compositor francés. E l 20, en función extraordinaria, se repitió La Mascota á beneficio del siempre aplaudido Nigri; el 21, volvió á ser furiosamente aplaudido Carlos VI; el 22 fué cantada La Gran Duquesa; el 24, Grau acudió en vano á la generosidad del público, ofreciéndole en función extraordinaria Carlos VI, á beneficio de la viuda é hijos del Maestro Almerás, muerto durante el viaje que la Compañía había hecho á las
otras Amérîcas, y al parecer muy apreciado aquí como Director que fué eu la anterior temporada: y el 25 terminó el primer abono con una representación de La Marjolaine. Principió el segundo en la noche del 26 con Carmen, y el 28 se estrenó la ópera cómica Piccolino, letra de Sardou y Nuitter y música de Ernesto Guiraud. Piccolino, cuyo protagonista desempeñó Paola Marié, fué un triunfo para esta artista, pero la obra en general estuvo débilmente desempeñada por falta de estudio de sus intérpretes, que la cantaron sin ensayo alguno. Tocó su turno, el 29, á La Hija de Madame Angot, y el 31, con la cuarta del segundo abono, se dió el beneficio de la Delorme con Barba Azul. El 2 de Febrero, obtuvo la Privât un nuevo ruidoso triunfo con Favorita, de Donizetti, repetida el 4 á beneficio de la Merle. E l 5, en la séptima de abono, se estrenó la bella obra de Audrán Les Noces d Olivette, que gustó muchísimo, y el 7, en extraordinaria y á beneficio de Mezières, se puso por primera vez en escena la notabilísima comedia de Victoriano Sardou, Divorçons, corriendo la Cipriana á cargo de Paola Marié. " Ea estructura de la obra, su encantadora naturalidad, el esprit y el ingenio de que el autor hizo gala, sus oportunos chistes, acerada crítica, hacen de esta comedia—dice un crítico — una de las mejores del teatro moderno francés. ' ' Ea Compañía Grau interpretó á la perfección la bella obra. El 9 del mismo Febrero tuvo la Privât un lucidísimo beneficio con Carlos VI, y el 10 en la octava de abono, se estrenó la ópera cómica de Adam, Si j'étais Roi, que á los abonados y al público en general pareció lo mejor que la empresa les había ofrecido en toda la temporada: la Privât gustó extraordinariamente en la bellísima obra de Adam. Después de ella fué cantado Le Petit Duc; se dió en función de abono y á petición del público Divorçons; el 14, en extraordinaria se repitió Si j'étais Roi, á beneficio del tenor Mauras; el 15 se cantó Favorita en función de gracia del excelente Mauge; y para última del segundo abono se puso en escena Girojlé Girojlá, á beneficio de la Gregoire, e n l a n o c h e d e l 16. En la del 18 el provecho fué para Paola Marié, que dió á conocer, con gran contentamiento del público, la opereta de Eecocq Le jour et la nuit. E l día siguiente domingo 19 la Compañía Grau dió sus últimas funciones y se despidió del público de México, cantando por la tarde y por la noche la misma obra estrenada en el beneficio de Paola. Esa segunda temporada de la Compañía Grau, no fué ni tan brillante ni tan productiva como lo había sido la precedente, y no faltaron fuertes disgustos provocados por los partidarios de la Privât, que promovieron rivalidades entre ella y la Marié, cuando sus géneros eran tan completamente distintos y aun opuestos. Paola, que en la temporada de principio de año de 1881, tan mortificada f u é por los
amigos de la Albert, vió con disgusto que en la de 1882 se le buscasen los mismos fastidios con la Privat, y trabajó sin entusiasmo y con desgano, y aun ofreció diez mil pesos al empresario para que le permitiese rescindir su contrato. Grau, que sabía bien lo que le importaba conservar á Paola pues sin ella no podría proseguir sus campañas, no lo consintió, y los abonados y la mayoría del público, colmando de atenciones á la artista, la decidieron á volver al trabajo que dejó algunas noches, en las que fué preciso que la sustituyera la Gregoire. Ea Eeroux habíase fugado sin cumplir sus contratos con Grau, y esto dificultó y no poco los trabajos, é impidió que pudieran ponerse en escena algunas obras de las preferidas ó bien aceptadas en nuestro primer teatro. E l de Arbeu, que, temeroso de la competencia que Grau pudiese hacerle, había anunciado que suspendería sus funciones de zarzuela, se vió tan extraordinariamente favorecido por sus habituales concurrentes, que se mantuvo abierto casi toda la temporada de la ópera francesa. En 25 de Diciembre de 1881 había estrenado con mucho aplauso la zarzuela española El Salto del Pasiego, que le atrajo unos llenos exhorbitantes: su interesante argumento, su buena música, sus bonitas decoraciones y su vistosa cascada de agua natural, traían encantado al público, que tampoco faltaba en el Circo Metropolitano de los Hermanos Orrin, quienes con el año de 1882 inauguraron su temporada de invierno en su tienda de campaña del Seminario. Eo que sí no alcanzó éxito, fué la serie de conciertos que se llamaron de Navidad, implantados en el Zócalo en un salón ad hoc, con objeto de reunir recursos para la reciente fundación del Asilo de Mendigos. El modesto Hidalgo tenía á su vez su público bueno y constante, que se entretenía con dramas como Gabrina ó la Heroína de Parma, y la zarzuela Sensitiva, cantada por Concha Méndez, Pascual Bailón y El hombre es débil. También el Principal se aventuraba de vez en cuando á sacudir el polvo de su soledad, con alguna representación de La Hija del Mar, que no daba ni para los gastos de papeleta. Con éxito pecuniario sólo el Teatro Arbeu pudo mantenerse á la vez que Grau: "las funciones á tostón, decía El Monitory siguen produciendo allí un efecto mágico. El martes último, aquel teatro estaba henchido de gente, para oir nada menos que la gran novedad, El Proceso del Can-cán: la empresa dió después un juguete cómico del Maestro Chapi, La Calandria, que en honor de la verdad fué bien aplaudido; la Moriones hace un papel de manóla con mucha gracia; Perié el de un cesante que agoniza de hambre en medio de saladas bromas, y Alpuente el de un gallego que da mucho que reír: aquello, en resumidas cuentas, no tiene pies ni cabeza, pero divierte aun á los más serios. Todavía los Saltos del Pasiego y la Guerra Santa no cansan á la ciudad de México, que acude casi en masa á ver la famo-
sa cascada, y á conmoverse con las aventuras de Miguel Strogoff. E l jueves 9 de Febrero la Compañía Moreno se despidió con el Anillo de Hierro, anunciando que el Sábado de Gloria estaría de regreso para dar principio á la nueva temporada. E l teatro, dice un revistero, estuvo lleno como nunca; agotáronse las localidades desde buena hora, y mucha gente hubo de volverse deplorando no haber encontrado asiento. Durante la función los artistas fueron muy aplaudidos; por cualquier cosa se les hacía salir á la escena ó repetir trozos de música; y era que el buen público se despedía de los que en la Guerra Santa y en El Salto del Pasiego han hecho su delicia. Después de la función, á eso de la una de la madrugada, partió la Compañía, con Moreno á la cabeza. "Cuatro wagones y dos plataformas condujeron á la Estación de Buena vista á los viajeros y sus equipajes, y allí tomaron el tren Express que les estaba preparado para conducirlos á Veracruz, cuyo Teatro Principal tenían tomado. Multitud de personas f u é á despedir á la Compañía de Zarzuela, que realmente iba á hacer falta." Ausente Moreno, retirado Grau, sólo quedó á los buenos habitantes de la Capital, á quienes en vano quisieron llamar al viejo Coliseo una mala Compañía de zarzuela y el profesor electricista Adolfo Gardetti y el Circo Metropolitano. Sus empresarios los Hermanos Orrin, cada vez iban ganando mayor terreno en el aprecio del público, no sólo porque procuraban atraerle con su familia Leopoldo, la Giraldina, la Niña del Aire y Miss Eottie, sino por su buena disposición á contribuir con escogidas funciones á la caridad y á la beneficencia. En aquella temporada vertieron una respetable suma en esa forma, en las cajas de las escuelas, hospitales y otros establecimientos filantrópicos. Diariamente dedicaban cuarenta billetes gratis á los niños pobres y á los asilados del Técpam ó del Hospicio. " E o consignamos con gusto, decía el Monitor, en honra de los Hermanos Orrin, á quienes felicitamos por su buen corazón y por su noble deseo de aliviar las penas del que sufre." No son así, por cierto, todos los empresarios, y el que entre ellos logra de esta manera descollar, merece la gratitud de la sociedad entre la que se sienten sus beneficios.
CAPITULO I X
1883. D. Pedro Delgado sí había recibido el bautismo y el "despacho'' de primer actor y Director en el Teatro Español de Madrid. Vérnosle figurar por primera vez en el cuadro que allí trabajó en la temporada de 1852 á 1853, siendo empresario el gran D. Juüán Romea y primera actriz Matilde Diez: Pedro Delgado ocupaba entonces tercer lugar después de Julián y Florencio Romea. En la temporada de 1860 á 1861, ya aparece Delgado primer actor y Director, habiendo sido Teodora Eamadrid su primera actriz. De 1866 á 1867, bajo la Empresa de D. Vicente Roca, vuelve Delgado á presentarse inmediatamente después de Julián Romea, con Josefa Palma de primera actriz. De 1868 á 1869, sigue en el Teatro Español, después de Manuel Catalina, y con Matilde Diez. El Sr. D. Ricardo Sepúlveda, en su historia d e l ' ' Corral de la Pacheca ó Teatro Español,'' se expresa a s í : ' 'Pedro Delgado.—Fué discípulo de Eatorre, y ejecutó, después de muerto éste, algunas de sus comedias. Recorrió los teatros de provincia después de haber actuado en el Español; llevó á todas partes el espíritu del romanticismo en la dramática. Representó con singular acierto á Don Juan Tenorio, y obtuvo laureles que han debido serle muy lisonjeros. E s una gloria de la Pacheca, con el desenfado caballeresco de Pedro Mate y la escuela de Carlos Eatorre. No sabemos, á pesar de todo, que se haya atrevido á representar el Don Alfonso el Casto, de Hartzenbusch." Su talento,,que fué innegable, estuvo opacado por su empeño en no salir de la antigua escuela y de la vieja declamación española, buena hasta cierto punto para el género ultrarromántico, que fué siempre su preferido, pero mal vista y mal recibida por nuestros públicos de hoy, que buscan la naturalidad como la más alta expresión del arte. Hacía años que por esta razón ni gustaba ni trabajaba en Madrid, para el que, puede decirse, había muerto en vida. Su Compañía en México estuvo formada así: Primer actor y Director, Pedro Delgado; Primera actriz, Balbina Marín de Prado; Otra primera actriz, María de Jesús Servín.—Adrices, Euisa Salgado de Amato, Fernanda Rusquelles ó Rusquella, Gertrudis Arceo de Molinares, Josefa Patifio, Elvira Valle.—Actores, José M. Prado, José
de la Oliva, Luis Amato, Antonio Alonso, Pedro Servín, Agustín Molinari, Manuel Aranda, Manuel Castell.—Apuntadores, Federico M. Sevilla, Luis San Juan. La Servín, la Salgado, Amato y Castell eran ya viejos ó conocidos en México. Esa Compañía dió su primera función de abono el sábado 25 de Febrero de 1882, con Sancho Garda, de Zorrilla, y la pieza Carambola, villa y palos. Para segunda, representó el Esclavo de su culpa, de Cavestany. En el drama de Zorrilla, Delgado estuvo bien, porque trabajaba dentro de su escuela; en el de Cavestany estuvo mal, por la razón contraria, sin que le faltasen momentos felices, porque, como ya queda dicho, era actor de talento. E l resto de la Compañía pareció débil y en efecto lo era. El repertorio fué viejo y gastado, La Jura en Santa Gadea, La Oradón de la tarde, El arte de hacer fortuna, Traidor, inconfeso y mártir, El Rey y el aventurero, con Fiarse del porvenir, El maestro de hacer comedias y alguna más moderna, ó dramas sensacionales como El Conde de Montecristo. Más adelante, y en la temporada de Pascua, dió su Compañía Los guantes del cochero, El Jugador de Manos, El anillo del Rey, Mi retrato, Los perros del monte de San Bernardo, La luz del rayo, El guardián de la casa. El hombre de mundo, Lo que vale el talento, El lobo marino, Don Juan Tenorio, Súllivan, El camino del presidio. Un drama nuevo, La conjuración de Vetiecia, Angel, ó el Doctor y la huérfana, y otras novedades de la época de El puñal del godo y de El Campanero de San Pablo. Su público, que en cantidad nunca pasó de muy mediano, fué poco á poco dejando de concurrir al Principal, prefiriendo á él la curiosa exhibición de la Gallina de vidrio, que allá en la Plaza de Armas y bajo una tienda de campaña, empollaba millares de huevos ,á la vista de los concurrentes, por medio de estufas y de corrientes eléctricas. E l 9 de Abril, domingo de Pascua, el Gran Teatro Nacional arrendado por la Empresa Moreno, inauguró su temporada de zarzuela con una numerosa Compañía en que figuraban Trinidad Castro y Marcelina Cuaxanta, como primeras tiples; Romualda Moriones, tiple cómica; Encarnación Vilches y Juana Jiménez, segundas tiples; Dolores Custodio, característica; Juan Prats, primer tenor; Enrique Labrada, primer barítono; Paulino García, barítono cómico; Manuel Iglesias, tenor cómico; Matildo Gómez, primer bajo; Julio Perié, bajo y director de escena; Luis Arcaraz, segundo barítono y maestro concertador; José Rivas, maestro director. Sus precios por abono de doce funciones fueron: en palcos, treinta pesos; en lunetas, cinco. Con la conocidísima zarzuela Jugar con fuego, dió la Compañía principio á sus trabajos, ante un abono brillantísimo en que aparecían las familias Escandón, Dublán, Rui, Ortiz, Maldonado, Prida, Escalante, González Buch, Carballeda, Gargollo, Buch, Teruel, Nicolín, Adalid, Fuente, Rubio, Curiel, Gargollo, Berges, Parada, Diez Gu-
tiérrez, Segura, Hidalgo y Terán, Fernández, Garcés, Vergara, Velasco, Montes de Oca, Alcázar, Belle Cisneros, Cortina y Valle. Esta escogida concurrencia, no menos buena en el patio, no tuvo por qué felicitarse de la variedad del repertorio de la Empresa, que durante el primer abono, y sin que por eso menguase el segundo, no salió de Marina, Música clásica, El Barberillo, Las dos princesas, El Juramento, Campanone, Catalina, La Guerra Santa, La Gallina Ciega, y así por el estilo. Al menos el Principal, que por cierto casi estaba solo, ofreció la comedia Los guantes del coche?o, que' gustó mucho n o por su desempeño pero sí por su interesante argumento, con mucha gracia desarrollado. Gustó á su vez mucho, al menos á los amigos de las emociones fuertes, la buena interpretación que Pedro Delgado dió al protagonista de El Jugador de manos: pero quien más simpatías conquistó en ese cuadro, fué la graciosa y elegante actriz Fernanda Rusquella, qUe andando el tiempo había de venir á ser, en otro muy diverso teatro y género teatral, gran favorita del público mexicano. La Prado era bastante buena actriz, pero lograba escasamente llamar la atención en el pesado repertorio del primer actor y director. No obstante, en lo patibulario le superaba una modestísima Compañía dra. mática en Arbeu, la cual, al anunciar El Terremoto de la Martinica, decía en su programa: " S e ha construido todo lo concerniente á la pintoresca decoración en que tendrá lugar, á la vista del público, el terrible terremoto, en cuyo acto, trastornada la naturaleza, y en medio de pavorosos clamores de los infelices colonos, se desquiciarán los muros de la ciudad, se hundirán los cimientos desplomándose sus suntuosos edificios, causando un espanto general entre los circunstantes " Tal ha sido siempre la curiosa literatura del apreciable Manuel Estrada, en la redacción de sus programas. E l Circo Metropolitano de los Hermanos Orrin, había reanudado en la. Pascua sus favorecidas funciones, y el de Hidalgo proseguía en las suyas no menos gratas para el público de sus alrededores. En lo referente á otras novedades, no fué pequeña la que México encontró en la inauguración del Hipódromo de Peralvillo, el 23 de Abril de ese año de 1882. El Jockey Club de la Capital quiso ensayar esta diversión aquí desconocida, é hizo cuanto pudo para darle brillantez y lucimiento, sienTío los combatientes en aquel primer ensayo el Carey, el Halcón y el Maretzek. Más artística, pero no mejor acogida, fué la novedad de los grandes conciertos ó festiváles filarmónicos que el Maestro Julián, nuevo director de orquesta de la Compañía Moreno, trató de implantar en México en la noche del 5 de Mayo, fecha del primero. Con todos los profesores de la Capital señalados en el divino arte, formó una nuE. H. T.—T. in.—44
merosa y buena orquesta, que á la perfección interpretó obras de notables maestros; mas el público no acudió sino en escaso número á dicho primer concierto, en que debe señalarse un magnífico himno á la Paz, letra del distinguidísimo poeta Luis G. Ortiz y música de Melesio Morales; en conjunto, el himno, muy inspirado y marcial, agradó en extremo, estando muy bien en él la magnífica orquesta, los coros, y la Moñones y Prats, que cantaron las estrofas. Dióse el 11 el segundo festival, con tan escasos concurrentes como el primero, pero con muchos aplausos, pues por un extraño fenómeno de nuestro público, aquí los éxitos y el entusiasmo son tanto más ruidosos y nutridos cuanto más reducido es el número de los entusiastas. De esto podría haber dicho mucho la Compañía de Pedro Delgado, más afortunada, no obstante, que otra que con ella quiso competir con alguna anterioridad, allá por el 11 de Marzo, fecha en que se presentó en el Nacional un modestísimo cuadro dramático dirigido por Segismundo Cervi, actor español, bastantemente humilde y franco para confesar, como confesó, que había trabajado en Madrid, pero sólo en el Teatro de Novedades, coliseo de inferior importancia por el barrio en que está sito, si bien en sus anales apunta una temporada brillantísima en que le explotó con éxito grande el gran D. José Valero, que allí estrenó con desusado lujo Baltasar, drama trágico de la insigne Avellaneda. Cervi abrió el Nacional con la comedia Don Ramón y el Señor Ramón, de Gaspar, y la pieza En soltando la sin hueso, que fué siempre uno de sus caballos de batalla; en su cuadro figuraban la Gutiérrez, la Irigoyen, Emilio Cervi y E . Gutiérrez. Esa tentativa hizo el más completo fiasco. Pero volvamos á Pedro Delgado, que, luchando con la indiferencia de la mayoría del público y con las intrigas de varios de sus actores, verdaderas nulidades comparados con él pero con más vanidad que un Romea ó una Eamadrid, andaba disgustado y en preparativos para regresar á España. E n la noche del 17 de Mayo, Pedro Delgado dió su beneficio con el poema dramático en tres actos y en prosa, Los amores de Alareón, original de Alfredo Chavero, que escrito teníale desde 1879 año en que el ilustre académico D. Euis Fernández Guerra y Orbe, eminente biógrafo del gran D. Juan Ruiz y Alareón, aprobó y elogió con entusiastas frases la composición de Chavero. A pesar del mal tiempo, el Teatro Principal estuvo esa noche concurridísimo, y el hermoso drama se impuso á sus oyentes, por más que la inmensa mayoría no estuviese en aptitud de juzgar aquel notable estudio de la vida del gran Alareón, escrito en un lenguaje galano y castizo, al uso y costumbre de los hablistas del Siglo de Oro. A este propósito dijo El Monitor: "Insistimos en decir que Los amores de Alareón es el mejor drama que ha salido de la pluma del Sr. Chavero y que es la obra que ha pulido con mayor cariño; sin embargo, fué
recibido con marcada frialdad, diremos mejor, con prevención, y suá escenas pasaron en silencio y el espectáculo terminó sin que el inflexible juez diera al sentenciado siquiera una muestra de benevolencia." Ea verdad es que el público andaba de mal talante y que sólo gustaba de literatura muy cargada de la mostaza de la crítica; por esto, sin duda, agradó mucho en el Nacional el juguete cómico-zarzuelesco llamado La voz pública, estrenado y repetido en la semana del 15 al 21 de Mayo. La Voz Pública, pieza española, corregida y aumentada por varios escritores mexicanos que la acomodaron á nuestra escena, ponía en ella la redacción de un periódico, ó más bien el periódico mismo, personificando sus diversas secciones: el articulo de fondo era un sujeto adusto, serio, empalagoso; la gacetilla, una muchacha chismosa; los telegramas, unos eternos habladores que todo lo decían á medias palabras, y así por el estilo lo demás. Ea crítica, como era consiguiente, disgustó á algunos, y fué muy celebrada por el mayor número, especialmente por aquellos que no se encontraban aludidos y podían reírse con las alusiones á sus prójimos. Mucho más mediano fué el éxito de la zarzuela con pretensiones de histórica á que Fernández Caballero puso una muy buena música, 11a. mada Mantos y Capas, estrenada el 26 del mes de Mayo susodicho, que terminó en el Nacional con la resurrección del Salto del Pasiego, que gustó tanto como en su estreno y valió á Concha Carrión aplausos y aun dianas. Pedro Delgado, después de hacerse admirar en La muerte en los labios y en Donjuán Tenorio, se separó de la Compañía del Principal, que, no obstante, no suspendió sus trabajos, y en la noche del 4 de Junio estrenó en México la leyenda trágica de D. José Echegaray, Haroldo el Normando, que cautivó á la concurrencia con sus grandiosos pensamientos y esplendidísima versificación. Prado estuvo muy bien en el fiero, altivo y rudo normando, y la Servín muy regular en la Aurelia. En la función del 14, y con la zarzuela El Valle de Andorra, se presentó en el Nacional la nueva tiple ajustada en la Habana, Gertrudis Bosch, que fué recibida con benevolencia pero sin entusiasmo. E l Teatro Arbeu, que padecía bajo el poder de la modesta Compañía aquélla á que me referí al dar un apunte acerca de su representación de El Terremoto de la Martinica, se convirtió en 19 de Junio en Circo acrobático anglo-americano, bajo la dirección del aplaudido Clown Ricardo Bell; en el centro del patio fué colocada la pista para los caballos, y en ella lucieron el habilísimo Sebastiani y el mexicano Rea, éste en su ejercicio del Comanche, que parece había aprendido ' 'en un cautiverio que sufrió entre las salvajes tribus del Norte, cuyos gritos, alaridos y destreza en el manejo del caballo en pelo
imitaba á la perfección, siendo, á juicio de los peritos, superior al mismo Pineda, otro profesor en ese a r t e . " Nada de ello peijudicó al Nacional y á su Compañía de zarzuela, que en 24 d e Junio estrenó La Camparía de la Ermita, arreglo de Les Dragons de Villars, revivió La Guerra Santa, y en 29 de Julio, después de mucho anunciarla, puso por primera vez la obra de gran espectáculo y muy regularmente manejada crítica, El Siglo que viene, con muy bonitas decoraciones, elegante vestuario y buen desempeño. E l Principal continuó impertérrito su poco fructuosa campaña, dando en el primer día del mismo Julio el beneficio de Fernanda Rusquella, con la comedia en tres actos Inocencia, y la zarzuela en uno Los carboneros. El 15, en el mismo teatro, hubo notable función extraordinaria, cuyos productos se destinaron á auxiliar al estimabilísimo Enrique Guasp de Peris, que acababa de sufrir una terrible operación que lo dejó enteramente inútil para volver á trabajar en aquella escena en la que tantos y tan gloriosos triunfos obtuvo; se representó la comedia Llovido del Cielo; Prats y la Cardón regalaron al público con un lucido intermedio musical, y después fué cantada la divertida zarzuela Música clásica, en la que Romualda Moñones estaba felicísima. E l 20 se estrenó en el mismo viejo Coliseo la obra de Echegaray Los dos curiosos impertinentes, y el 27, y con mucho gusto del público y provecho para la empresa, El Hijo de la Nieve ó La Estudiantina Española, que logró muy numerosas repeticiones. E l u de Agosto, el Principal, á caza siempre de algo de sensación, volvió á llevar á la escena la ya apolillada, despintada y deslustrada ; Venus Negra, de lo que el revistero del Monitor, D. Enrique Chávarri, dijo: " E l Teatro Principal obsequió á sus abonados el viernes último con esa obra de gran espectáculo, que tanto conoce ya el público de México, pero que, no obstante, no se cansa de v e r . " Aunque ya no se conservaban sino muy leves sombras de su antiguo lujo y aparato, La Venus Negra aun llamó gente para seis ú ocho representaciones. Ea necesidad de ser breves, nos obliga á pasar con una simple mención el estreno de la comedia de Gaspar, La Lengua, á beneficio de la Servín, que como de costumbre, vió lleno, en aquella su función de gracia, el Teatro Principal. Sin embargo, aquello no habría podido seguir sosteniéndose ni aun tan trabajosamente como se sostenía, si el viejo coliseo, no queriendo ser menos que el de Arbeu, no hubiera llamado en su refuerzo las curiosas exhibiciones, primeramente introducidas en México por Shumann. A últimos de Agosto y principios de Setiembre, esa Compañía de Prado-Servín daba funciones compuestas de dos partes, una dedicada á la comedia ó el drama cortos, y otra en que se alternaban los niños velocipedistas, el alambre flojo, los juegos malabares, las palo-
mas amaestradas, el kaleidoscopio gigante, la fuente maravillosa y la Ayesa ó el gran misterio oriental. " Se ha presentado en el Principal, decía el cronista, un bonito espectáculo. Una joven bellísima, de correctas formas, aparece sometida á la influencia d.e un sueño magnético; de repente, queda en el aire y se la ve recostada en el vacío, en artística actitud. Ea magnetizadora la cambia entonces de trajes, haciéndola representar diversos tipos, ya un guerrero de brillante casco, ya un ángel cuyas alas parecen desplegarse en el Cielo azul, ya otras mil figuras; y como Ayesa es bella y hermosa, nadie se cansa de admirarla." Este espectáculo llegó á ser el más poderoso atractivo para los concurrentes al Principal, y fué causa de un muy regular disgusto que el público dió á la apreciable actriz Bal bina Marín de Prado, en la noche del 5 de Setiembre; la función era, como ya indiqué, mixta, de comedia y de ejercicios por la Compañía de Variedades, y comenzó con el monólogo La última carta que la actriz había recitado con mucho aplauso en su beneficio del 25 de Agosto anterior, después de la comedia Una aventura de Tirso. E l público que deseaba admirar á Ayesa cuanto antes, empezó por encontrar largo y pesado el monólogo de Blasco, y siguió por fastidiarse y por invitar indirectamente á la actriz á concluirle, primero con un murmullo sordo, después con algunas toses y por último, con bastonazos y patadas á compás: la pobre artista, pálida, trémula, seguía y seguía sin saber cómo llegar al fin, que á ella con el susto y al público con el disgusto, parecía alargárseles hasta lo inconmensurable, y cuando ese final llegó, la tormenta incivil había desencadenádose en gritos y voces de una casi silba. Al bajar el telón oyóse un gemido de atroz angustia, y luego un golpe seco de cuerpo que se desploma: un actor se presentó á pedir un médico y á dar cuenta de que la artista se había accidentado seriamente. "Comprendemos, dijo El Monitor, la pena de la infeliz señora, ante la crueldad del público: bastaba que fuese una dama y aplaudida artista la que se encontrase en escena, para que se hubieran tenido con ella las consideraciones debidas al sexo y al mérito. Eso n o es generoso, y nada disculpa la falta de paciencia del público, en cuyo descargo diremos que cuando supo el accidente de la artista, operó una reacción visible y todos hubieran querido disculparse de su falta de atención. Pero así es el público; ahora el Teatro Principal está completamente lleno, y los juegos malabares, la fuente maravillosa y la rubia y graciosa Ayesa han conseguido lo que no pudieron conseguir con los destellos de su claro ingenio Echegaray, Blasco y Gaspar, menos estimables para nuestro público, que la sonrisa de una cirquera de más ó menos exuberantes formas . . . . " Séase lo que se fuere, gracias á la Ayesa y sus agregados pudo la Compañía del Principal ir viviendo, dar el x2 de
Setiembre el beneficio de José M. Prado con el drama en siete cuadros El castillo del fantasma; Fernando Pérez y Ricardo López el suyo con Enseñar al que no sabe, y Josefina Patino y Saúl Rocha el que se les concedió con el estreno de Las ranas pidiendo rey. Antes de finalizar Octubre, la Compañía Prado-Servín hubo de dejar el Teatro Principal para que lo ocupara una empresa de zarzuela por tandas. Frecuentes repeticiones de El siglo que viene, Picio, Adán y Compañía,, El Salto del Pasiego, El Molinero de Subiza, La Guerra Santa y otras mucho más antiguas zarzuelas, y otros dos grandes conciertos ó festivales, organizados por el Maestro Julián, fueron los espectáculos ofrecidos por la Empresa Moreno en el Nacional, que siempre siguió bien concurrido y aceptado por el público. Pero lo que más animó á nuestra buena sociedad en esa época, fué la serie de lucidas funciones organizadas para facilitar la fundación de lo que se llamó " E l Bazar de Caridad," establecimiento en el cual, bajo ciertas bases, personas honradas y competentes se encargarían de vender con apreciólos trabajos y labores femeniles que con ese objeto se le confiasen. Ea idea fué iniciada por el Sr. D. Enrique Chávarri, que así quiso impartir protección á jóvenes desvalidas que viven del escaso producto de esa especie de trabajos, realizándolos á bajo precio y con los consiguientes peligro ó mortificación de tener ellas mismas que proponerlos en venta. E a primera de esas funciones se verificó el lunes 18 de Setiembre de 1882, en el Gran Teatro Nacional bajo el siguiente programa, que creo deber reproducir en honor de los desinteresados promovedores y organizadores del benéfico pensamiento, que fueron, en primer lugar, el Sr. Chávarri, y en segundo los alumnos de la Escuela Nacion a l Preparatoria: " O b e r t u r a por la orquesta.—Oda á la Caridad, leída por el alumn o Tomás Islas.—Coro cantado por el Orfeón Alemán, bajo la dirección del Sr. Eaue.— Representación de la zarzuela La Gallina Ciega, desempeñada por las Sritas. Dolores y Carmen Calderón y los alumnos D. Manuel Irigoyen, D. Carlos Daza y D. Gabriel de los Ríos. — Coro del Viaje á China, cantado por los miembros de la Sociedad Filarmónica y Dramática Francesa, dirigidos por el Sr. Eaugier.— Rondó de María de Rohán, cantado por la insigne Angela Peralta. —Potpourri de Aires Marinos, cantado por la Estudiantina Española, dirigida por D. Arturo Cuyás.—Aria de La Africana, por la Srita. Emilia Eejeune.—Coro por el Orfeón Alemán.—Vals de concierto, Amore, compuesto y cantado por Angela Peralta.—Coro de soldados de Fausto, por la Sociedad Filarmónica y Dramática Francesa.—Romanza de Don Carlos, de Verdi, por D. Alejandro Greco .—Ole, oui, jota de Barbieri cantada por la Estudiantina E s p a ñ o l a . " El éxito artístico y pecuniario de aquella bien dispuesta función, no pudo ha-
ber sido más completo, más absoluto, y cubiertos los gastos de papeleta, quedó una utilidad de cuatro mil pesos, producto que á los no muy elevados precios de diez y seis pesos palcos y dos luneta, que se fijaron, poquísimas veces ha dado el Gran Teatro. Ea Júnta organizadora del "Bazar de Caridad" estuvo presidida por el Gral. D. Porfirio Díaz, y la formaban las Sras. Juárez de Santacilia, Tornel de Goríbar, Romero Rubio de Díaz, Valdés de García y las Sritas. Goríbar, Zamacona y Bros. Entusiastamente aceptado el benéfico pensamiento de Enrique Chávarri, después de ese primero notable espectáculo siguieron otros muchos organizados por diversas sociedades y corporaciones, y pronto fué un hecho el "Bazar de Caridad," que si algún tiempo después no pudo sostenerse, no por eso debe dejarse de celebrar y aplaudir el impulso generoso de los iniciadores y fundadores, como yo en mi limitada esfera lo hago, con la sinceridad de mi carácter franco. Sin aguardar á que llegase el mes, llamémosle oficial, de las tandas, el Principal dió principio á las suyas, ó al menos presentó su Compañía zarzuelesca, el 28 del mes de Octubre, notable en las memorias íntimas del Distrito por el feroz asalto de que fué víctima en Tacubaya el estimable caballero D. Federico Hubbe. E n la Compañía de tandas del Principal figuraban Concepción Carrión, Enrique Labrada, y el tenor español Grau, y con débilísimas segundas partes estrenáronse cantando Los Mosqueteros en el Convento, que no puede decirse en verdad qne estuviesen bien desempeñados por aquel cuadro, pero que sí fueron muy bien recibidos por ese público de tandas, que es el menos exigente imaginable y se divierte con todo, por malo que ello sea. El Teatro de Arbeu fué en ese tiempo tomado por una Compañía Dramática que dirigían Segarra y Prado, quienes pusieron en escena y representaron con aplauso de sus favorecedores nada menos que María Antonieta. Para otra clase de público, el Jockey Club dió, á principios de Noviembre, su segunda temporada de carreras en el Hipódromo de Peralvillo. Otro empresario improvisó en el Zócalo el tradicional Salón de Todos Santos, dando en él conciertos que no produjeron fruto alguno. Moreno y su zarzuela, que parecían haberse eternizado en el Nacional, siguieron mantenidos por su público, batiéndose contra toda especie de competidores, y para ello pusieron y montaron con mucho lujo la cómica y muy divertida zarzuela de espectáculo Los Sobrinos del Capitán Grant. Su primera representación se hizo en la noche del 15 de Noviembre, con un lujo y un aparato dignos de ser admirados: la casa de vecindad y su rápida y vistosa transformación en el vapor Escocia; la plaza en Chile; el panorama de los Andes y de las llanuras argentinas; la fortaleza paraguaya; el grandioso ombú en una campiña inundada; la estación y elpuente de un ferrocarril; las sucesivas
mutaciones del mar desde su superficie liasta su fondo; todas y cada una de las decoraciones de sus veinte cuadros, valieron muy justos aplausos al distinguido escenógrafo mexicano Jesús Herrera, y dejaron verdaderamente contento al público, que no se cansaba de ver esa obra y de reírse con sus muy oportunos chistes, celebrando á la vez el buen desempeño que á sus papeles dieron todos y cada uno de los actores y actrices de la Compañía. No gustó menos la música debida al Maestro Caballero, y pronto se hicieron populares la preciosa zamacueca, varios coros y el bellísimo trozo sinfónico que acompaña las escenas del fondo del mar. Sin embargo, estando aún la obra á medio explotar, Moreno hubo de suspender sus trabajos y de salir á una muy fructuosa expedición por los Estados de Puebla y de Veracruz, obligado á ceder el Nacional á la Compañía de Opera Francesa de Mauricio Grau, de la cual hablaremos en el capítulo próximo. Por el momento y para no alargar mucho éste, sólo hablaré de la visita que á México hizo la nunca bastantemente celebrada Estudiantina Española Fígaro, en combinación con un cuadro de zarzuela en que fi'guraron el tenor cómico Isidoro Pastor, la muy excelente tiple cómica Adelaida Montañés, Julia Aced, Sofía Romero, Gumesinda Villó, el barítono Alfredo Que vedo; el bajo Joaquín Riva; el notable bajo cómico Jorge Pardiñas; Pablo Díaz y el Director Antonio Belloc. Ea primera función de esa empresa artística, que dejó imperecedera memoria y gratísimos recuerdos, se dió el martes 5 de Diciembre con las zarzuelas La salsa de Ániceta y Torear por lo fino, tocando la Estudiantina Fígaro en el primer intermedio la Serenata Morisca, de Chapi, y la tanda de valses Neva, de Granados, y después de la segunda zarzUelita, la sinfonía de Marta, de Flotow, y la mazurca Hambnrgo, de Granados. Y aquí, y para no parecer apasionado y parcial, cedo la palabra á Enrique Chávarri, el cronista de El Monitor: " E l acontecimiento teatral de mayor importancia en la semana, ha sido el debut en el Teatro Arbeu de la célebre Estudiantina Española Fígaro, que con mucho aplauso ha venido recorriendo las principales ciudades del mundo. " E a Estudiantina trabaja acompañada de u n pequeño cuadro de zarzuela, sin coro, que más bien sirve para llenar las funciones. " E n el cuadro de zarzuela hay algunos artistas que desde luego se han captado toda la benevolencia de nuestro público; el Sr. Pardiñas, como actor cómico, es de bastante mérito, tiene chiste natural y hace reír de muy buena gana con los singulares tipos que saca á la escena. En las pocas funciones que lleva dadas la Compañía de Arbeu, cada noche es más aplaudido este actor, uno de los mejores sin disputa que trae el nuevo cuadro. " E a Sra. Sofía Romero, es una artista joven, graciosa; su voz es
de pequeña extensión, pero en lo general ha estado bien en los papeles que hasta ahora ha representado. " E a s zarzuelas que desempeña la Compañía son pequeñas, muy ligeras, en un acto, de esos juguetes cómicos que no requieren celebridades en el arte; de manera que el público se divierte y pasa el rato con los chistes de que están salpicadas esas piececillas, esos juguetes, que en las grandes compañías son como el plus café del espectáculo. "La salsa de Aniceta, Artistas para la Habana y Torear por lo fino, se llaman las tres zarzuelas nuevas que hasta ahora nos ha dado á conocer la Compañía de Arbeu; todas ellas son graciosas y de ese género ligero, en que puede decirse que los actores están en conversación familiar con el respetable público. ' ' E l éxito en punto á concurrencia ha sido completo; la noche del estreno, el martes, estaba el teatro enteramente lleno; no sólo las localidades se agotaron, sino que había gente de pie, en los pasillos y en las puertas. Ea segunda noche la concurrencia había disminuido un poco, y no obstante, el teatro estaba casi lleno; el público, atraído por la estudiantina, va al Teatro Arbeu á cerciorarse hasta dónde son justos los elogios que en alas de la fama han llegado hasta nosotros, acerca de los estudiantes. " Y á fe que tales elogios son bien merecidos. " L a estudiantina se forma de cuatro guitarras, nueve bandurrias, un violín, un violoncello y un director de orquesta. Vestidos los artistas á la usanza de los antiguos estudiantes, con el amplio manteo de terciopelo, la medía negra, el zapato .bajo y el sombrero tradicional en donde descuella una cuchara, aparecen al levantarse el telón, sentados sobre una gradería roja; ni un papel, ni más atril que el del maestro al cémbalo, se ven allí; no se oye templar ningún instrumento; á una señal de la batuta, la orquesta principia como movida por un resorte; el violín lleva algunas veces la voz cantante, pero las más cantan las bandurrias en sus cuerdas de hierro, con una dulzura sin igual. " Cuando todos los instrumentos suenan á un tiempo, tal es la precisión, que se diría que uno solo colosal se escucha en aquella caja armónica. Se comprende que todos y cada uno de los estudiantes son verdaderos artistas; los instrumentos de cuerda son, sin duda, los más difíciles de manejar; y cuando de ellos parten sonidos tan suaves, melodías tan dulces, acordes tan sentidos, es necesario que la fuerza creadora del arte los mueva y los dirija. ' 'Una de las piezas que más ha agradado en su ejecución, es la Serenata de Schubert. Con razón los trovadores usaban el laúd, con razón los instrumentos de cuerda suenan en la leyenda siempre al pie del almenado castillo, iluminado por la luna, y dejando entrever allá, B. H. T.—T. m . — 4 6
en la cima del macizo torreón, la cabeza encantadora de la castellana que escucha temblando de emoción, las trovas, la serenata de su enamorado; los instrumentos de cuerda no cantan, suspiran el amor; no dejan oir el grito de alegría sino la queja del corazón que busca su gemelo, el sollozo del alma que aprisionada en el mundo, anhela romper sus ligaduras para volar al cielo del amor. Por eso la Serenata de Schubert, ese cántico de suave amor, ese trino de ardiente pasión, se escucha tan poética, tan sentimental, cuando las bandurrias le prestan sus notas más aterciopeladas, sus escalas más cristalinas. De repente, el sonido de los instrumentos se va extinguiendo, es el canto que se aleja, la nota que desprendida de la tierra va volando hacia el cielo; el sonido se va perdiendo, apenas ya se escucha, apenas se percibe, cualquiera diría que es una sensación refleja, cualquiera diría que son las últimas vibraciones de las cuerdas que el genio mueve apenas con sus dedos de rosa y de luz; y sin embargo, están cantando todas las bandurrias, y sin embargo, aquel es un acorde prolongado, pianisimo, en medio del que se perciben las notas apasionadas de la sublime serenata; en seguida viene creciendo la armonía, el canto se acerca, ya no es el suspiro, ya es el grito del amor en sus grandes expansiones; el trovador no gime, su castellana ha acudido al reclamo, y está allí, sobre el almenado torreón, enviándole desde lo alto un beso con la punta de sus dedos de rosa, un beso que la brisa lleva en sus alas impalpables y cuyo chasquido se escucha casi en las notas brillantes con que termina aquel cántico sublime que los ángeles escucharían sonriendo. " E l público prorrumpe en un aplauso general, unánime, en un bravo entusiasta. Para escuchar aquella música, es necesario cerrar los ojos y dejarse arrebatar por tan dulcísima melodía. ' 'Tocan también los estudiantes preciosas danzas, rumbosos valses y otras piezas, en las que siempre se advierte la misma maestría, la misma precisión. " E s digna de oírse aquella orquesta; repitámoslo, su fama era merecida." No tardaremos mucho en volver á hablar de la estudiantina Fígaro y del cuadro de zarzuela que trabajó en combinación con aquel grupo de superiores artistas, cuyos nombres tengo y pronto publicaré.
CAPITULO X
1882 —1883. El elenco de la Compañía de Opera Francesa de Mauricio Grau para la temporada de 1882 á 1883, fué el siguiente: "Madame Théo, del Teatro de Varietés, del de la Renaissance y del de Bouffes Parisiens, de París.—María de Derivis, de la Grand Opera de París, y del Teatro de la Moneda, de Bruselas.—Elena Eeroux.—Anais Privât. —Alicia Betti.— Dorsay.—Anna Morel.—Eea Buison.—Suzanne Thal.—María Vallot.—Maire, primer tenor del Gran Teatro de Eille. —F. Mauge.—Emile Huget.—Tecchi.—U. Dangon.—Noé Cadeau. —Ducos.—Mezières.—Duplan.—Grivel.—Mussy.—Salvator.—Vinchon.—Terrancle.—El tenor favorito Víctor Capoul.—Director de escena, Ch. Darcy.—Director de orquesta, M. Eagye.—Secretario, Edgard Strakosch.—Agente, Ch. Comelli." Para esa temporada, Grau dividió el abono en dos turnos, par é impar, de diez y ocho funciones cada uno, á los siguientes precios bastante elevados: Por cada diez y ocho funciones, en palcos, doscientos cincuenta pesos, en lunetas y balcones; treinta y cinco. Eos eventuales fueron: en palcos, veinte pesos; en luneta, dos pesos cincuenta centavos. E l repertorio constaba de once óperas bufas y cuarenta y una grandes óperas y óperas cómicas. Dió en viernes 15 de Diciembre de 1882, la primera del turno impar, con la ópera seria en tres actos y cuatro cuadros Los cuentos de Hoffmann, y la primera del par el sábado 16 con Madame V Archiduc, para presentación de la Théo. Cantáronse después Mignon, La jolie parfumeusse, Romeo y Julieta, Les cloches de Cornevúle, La Mascota, Les Dragons de Vdlars, Pablo y Virginia, y en 31 de Diciembre, como novena función del turno impar, Le Timbale d'argent. E n Los Cuentos de Hoffmann se presentaron la Derivis y el tenor Maire; graciosa y simpática, buena actriz y con excelente voz y acertado manejo de ella, la Derivis agradó mucho en su difícil papel, en el que imitó á la perfección todos los movimientos de una muñeca de madera. El tenor Maire se dió desde luego á apreciar por su agradable voz, sus méritos de actor y simpática presencia. Mauge se sostuvo en la buena opinión que de él había formado el público en la anterior tempo-
en la cima del macizo torreón, la cabeza encantadora de la castellana que escucha temblando de emoción, las trovas, la serenata de su enamorado; los instrumentos de cuerda no cantan, suspiran el amor; no dejan oir el grito de alegría sino la queja del corazón que busca su gemelo, el sollozo del alma que aprisionada en el mundo, anhela romper sus ligaduras para volar al cielo del amor. Por eso la Serenata de Schubert, ese cántico de suave amor, ese trino de ardiente pasión, se escucha tan poética, tan sentimental, cuando las bandurrias le prestan sus notas más aterciopeladas, sus escalas más cristalinas. De repente, el sonido de los instrumentos se va extinguiendo, es el canto que se aleja, la nota que desprendida de la tierra va volando hacia el cielo; el sonido se va perdiendo, apenas ya se escucha, apenas se percibe, cualquiera diría que es una sensación refleja, cualquiera diría que son las últimas vibraciones de las cuerdas que el genio mueve apenas con sus dedos de rosa y de luz; y sin embargo, están cantando todas las bandurrias, y sin embargo, aquel es un acorde prolongado, pianisimo, en medio del que se perciben las notas apasionadas de la sublime serenata; en seguida viene creciendo la armonía, el canto se acerca, ya no es el suspiro, ya es el grito del amor en sus grandes expansiones; el trovador no gime, su castellana ha acudido al reclamo, y está allí, sobre el almenado torreón, enviándole desde lo alto un beso con la punta de sus dedos de rosa, un beso que la brisa lleva en sus alas impalpables y cuyo chasquido se escucha casi en las notas brillantes con que termina aquel cántico sublime que los ángeles escucharían sonriendo. " E l público prorrumpe en un aplauso general, unánime, en un bravo entusiasta. Para escuchar aquella música, es necesario cerrar los ojos y dejarse arrebatar por tan dulcísima melodía. ' 'Tocan también los estudiantes preciosas danzas, rumbosos valses y otras piezas, en las que siempre se advierte la misma maestría, la misma precisión. " E s digna de oírse aquella orquesta; repitámoslo, su fama era merecida." No tardaremos mucho en volver á hablar de la estudiantina Fígaro y del cuadro de zarzuela que trabajó en combinación con aquel grupo de superiores artistas, cuyos nombres tengo y pronto publicaré.
CAPITULO X
1882 —1883. El elenco de la Compañía de Opera Francesa de Mauricio Grau para la temporada de 1882 á 1883, fué el siguiente: "Madame Théo, del Teatro de Varietés, del de la Renaissance y del de Bouffes Parisiens, de París.—María de Derivis, de la Grand Opera de París, y del Teatro de la Moneda, de Bruselas.—Elena Eeroux.—Anais Privât. —Alicia Betti.— Dorsay.—Anna Morel.—Eea Buison.—Suzanne Thal.—María Vallot.—Maire, primer tenor del Gran Teatro de Eille. —F. Mauge.—Emile Huget.—Tecchi.—U. Dangon.—Noé Cadeau. —Ducos.—Mezières.—Duplan.—Grivel.—Mussy.—Salvator.—Vinchon.—Terrancle.—El tenor favorito Víctor Capoul.—Director de escena, Ch. Darcy.—Director de orquesta, M. Eagye.—Secretario, Edgard Strakosch.—Agente, Ch. Comelli." Para esa temporada, Grau dividió el abono en dos turnos, par é impar, de diez y ocho funciones cada uno, á los siguientes precios bastante elevados: Por cada diez y ocho funciones, en palcos, doscientos cincuenta pesos, en lunetas y balcones; treinta y cinco. Eos eventuales fueron: en palcos, veinte pesos; en luneta, dos pesos cincuenta centavos. E l repertorio constaba de once óperas bufas y cuarenta y una grandes óperas y óperas cómicas. Dió en viernes 15 de Diciembre de 1882, la primera del turno impar, con la ópera seria en tres actos y cuatro cuadros Los cuentos de Hoffmann, y la primera del par el sábado 16 con Madame V Archiduc, para presentación de la Théo. Cantáronse después Mignón, La jolie parfumeusse, Romeo y Julieta, Les cloches de Cornevúle, La Mascota, Les Dragons de Vúlars, Pablo y Virginia, y en 31 de Diciembre, como novena función del turno impar, Le Timbale d'argent. E n Los Cuentos de Hoffmann se presentaron la Derivis y el tenor Maire; graciosa y simpática, buena actriz y con excelente voz y acertado manejo de ella, la Derivis agradó mucho en su difícil papel, en el que imitó á la perfección todos los movimientos de una muñeca de madera. El tenor Maire se dió desde luego á apreciar por su agradable voz, sus méritos de actor y simpática presencia. Mauge se sostuvo en la buena opinión que de él había formado el público en la anterior tempo-
rada, y la Privat agradó á su vez como siempre. Ea Theo, muy bella en las tablas, rebosando gracia, chiste y picardía, muy elegante y notabilísima actriz en su género, encantó á los concurrentes al Nacional, sobre todo á la porción masculina, que en un momento olvidó, como si jamás las hubiese conocido, á la Aimée y á la Marié: ella fué el gran atractivo para todos los trovadores á la moda. Mignón fué cantada de un modo sobresaliente por Capoul, la Eeroux, la Privat y Mauge: todos ellos lograron merecidísimo triunfo en la bellísima obra de Thomas. El elegante artista Capoul, sorprendió como actor y admiró por la delicadeza, dulzura y talento con que supo lucir los restos de su voz, muy justamente celebrada en pasados tiempos. En ese, Capoul, como Tamberlick, hacíase aplaudir por su método irreprochable en usar de los recursos del arte que á fondo poseyeron, y así salvar las dificultades y mantenerse en su merecida y universal fama de grandes artistas. El clima de la Capital y el empeño que sin duda puso en conquistarse en su presentación á nuestro caprichoso público, hicieron que en la repetición de Mignón, cediese su papel al segundo tenor Maire, excelente artista de voz hermosa y fresca, á quien con ello proporcionó un legítimo y buen éxito. Romeo y Julieta, de Gounod, y Pablo y Virginia, de Víctor Massé, agradaron sobre toda ponderación, cantadas por la Eeroux y la Privat y por Capoul, admirable éste, en la segunda sobre todo, por la dulzura infinita con que cantó el tiernísimo idilio; en Romeo y Julieta, lo que más entusiasmó al buen público fué el irreprochable manejo de la espada por Capoul, en la escena famosa del desafío. E n Pablo y Virginia se presentaron muy buenas decoraciones, especialmente la del Ingenio y la del final, con su buque destrozado entre las rocas y la imponente playa sobre la que venían á morir las encrespadas olas. Se repitió una vez más y con grande aplauso la obra de Massé en la tarde del domingo 31 de Diciembre, que en la función de la noche vió, según ya dije, La timbale d'argent, de EPasseur. E n i° de Enero de 1883 dió la Compañía Grau en la tarde Romeo y Julieta, y en la noche para novena función del turno par, Les cloelies de Corneville, estando el papel de Serpolette á cargo de la Theo. En 2 de Enero, para beneficio de Maire, fué cantado Rigoletto, de Verdi: siguiéronle Mignón, Pablo y Virginia, dos repeticiones de Rigoletto; el 9 y á beneficio de la Eeroux, se cantó El Trovador, de Verdi, repetido el 11: sucesivamente vinieron La Hija de Madama Angol, La timbale dargent, Carmen y El Dominó Negro: el 19, á beneficio de Mauge, El Baile de Máscaras, de Verdi; La Mascota, el 23', para primera función del turno impar del segundo abono; la Privat en su beneficio cantó Favorita, de Donizetti; Romeo y Julieta, Un Viaje á China y Madama Angot, fueron cantadas antes del 27, día en que se pu-
so Traviata, de Verdi, para la función de gracia de la Derivis; la de la Theo se verificó el 31 de Enero con Le Grand Casimir, repetido el 2 de Febrero después de otra Carmen y. otra Traviata. Como una ocurrencia curiosa de esa porción de la temporada, debo Mencionar la huelga de las coristas de la ópera francesa: invitadas por los pollos y gallos que las cortejaban, con ellos pasaron el año nuevo en comidas y goxja en los Tívolis, faltando á los ensayos para que habían sido citadas. E l empresario tomó á mal aquello, y para conservar la disciplina en su troupe, impuso á las faltistas una multa: diéronse las delincuentes por agraviadas, y pronunciáronse en huelga, no volviendo á presentarse en el Teatro. Grau se abstuvo de llamarlas y bonitamente se proporcionó coristas mexicanas que le sacaron valientemente del apuro, cantando, con más que regular inteligencia, la obra dispuesta para la función de la noche. Esto hizo reflexionar á las huelguistas, quienes se sometieron al pago de la multa y volvieron al orden arrepentidas y en paz. E l incidente fué por cierto curioso, y por tanto merecía esta cita; pero después de todo, no pasó de uno de tantos contratiempos de esa temporada, que no pudo ser de grata memoria para el entendido empresario. Ciertas óperas, las de género italiano en particular, no fueron precisamente u n triunfo para la Compañía: varios de los artistas que las interpretaron, estuvieron, no hay por qué negarlo, muy bien, al menos en ciertos trozos; pero el conjunto siempre dejó qué desear, y el público las acogía desdeñosa y fríamente. Faltaron aquellos famosos éxitos de la Aimée y de la Marié en obras desconocidas y tan ameritadas en ese género como Les Cloches de Corneville, Carmen, Madame Favart, La Filie du Tambour Major y Le Pré aux clercs. Eas dos verdaderas novedades de la temporada de 1882 á 1883, Pablo y Virginia y Romeo y Julieta, pocas noches se oyeron perfectamente desempeñadas: Capoul no pudo muchas veces con ellas; la voz se le ahogaba, y aunque en esos instantes recurría á su arsenal de recursos en el bel canto, el mayor número no se conformaba con la insuficiencia del distinguidísimo artista. E n realidad de verdad, ninguno de los dos cuadros, ni el serio ni el bufo, estaban completos, y contando con artistas tan notables como la Theo, la Eeroux, la Privat, la Derivis y Mauge, Maire, Duplan y Meziéres, ninguna obra salía, como suele decirse, redonda. Sin embargo, en ese tiempo los precios de abono y diarios fueron más altos que nunca. Para animar un tanto sus espectáculos, Grau hizo presentarse el miércoles 17 de Enero, y en los entreactos de Girojlé, al distinguidísimo violinista húngaro Mr. Remenyi, que alcanzó notables triunfos y fué calurosamente aplaudido, especialmente en unas variaciones sobre un tema de Paganini y en el famoso Carnaval de Venecia. Remenyi era de edad avanzada, bajo de estatura, encogido en sus ade-
manes, poco simpático en resumen, y esto hizo más notable su triunfo y la entusiasta ovación que el público le dispensó, dejándose dominar por la habilidad y el talento del artista, muy digno en verdad de hacerse o i i ^ n la misma escena que habían llenado con su gloria Franz Coenen y White. Carmen, interpretada por la Privat, con absoluto desconocimiento del tipo, fué casi un fracaso y se hizo necesario dar su papel á la Derivis al repetirse la obra; la Derivis estuvo mucho mejor que aquélla, pero no tampoco bien, y la Empresa no pudo sacar provecho á Carmen, ópera tan del gusto de nuestro público. En cambio, la misma Derivis gustó extraordinariamente en El Dominó Negro, de Auber, que dejó agradabilísima impresión. E n Carmen nadie hasta entonces pudo borrar la memoria de Paola Marié, que con inmenso y justo aplauso creó en México ese papel é hizo amar la obra de Bizet. E n cambio de lo que noche á noche iban perdiendo los artistas de Grau en el entusiasmo del público, el violinista Eduardo Remenyi subía en su aprecio á cada presentación: en la tercera, el 21 de Enero, tocó de una manera magistral una fantasía de Ernst sobre temas de El Pirata y el Capriccio, de Paganini. Volvió á presentarse y ser. aplaudido con frenesí en las funciones de la tarde y noche del 28, tocando en ellas una fantasía de Otello, un nocturno de Chopin, un concierto de Beethoven, y un vals y una habanera composición del mismo Remenyi, que se anunciaba "violín solista de Su Majestad el Emperador de Austria." El beneficio de la Theo, dado, como dije, el 31 de Enero con El Gran Casimir, obra extremadamente grosera, que no gustó, fué, por lo demás, una brillante función: el teatro estuvo adornado con muchísimo gusto y muy bien concurrido, tanto que la entrada produjo, á los altos precios de costumbre, tres mil setecientos cuarenta pesos: los regalos á la rubia diva fueron espléndidos, figurando entre los de más valor un brazalete de oro con su nombre en gruesos brillantes, una barra de plata con la palabra " T h e o " en letras de oro en relieve, un cofrecillo de plata con una colección completa de monedas mexicanas, una corona de plata con treinta onzas de oro y un tarjetero de plata cincelada. En el segundo acto, la Theo se presentó ginete en un hermoso caballo amaestrado por Marta Buislay, del Circo Orrin; al terminar ese acto, la beneficiada cantó en castellano la canción española La Palomita, que tres veces hubo de repetir. En la noche del 3 de Febrero, Mauricio Grau dedicó la función á aumentar los fondos del "Bazar de Caridad," con el siguiente programa: Primer acto de Madame T Archiduc, tercero de Romeo y Julieta, con la siguiente nota: " e n este acto aparecerán la Sra. Derivis y el Sr. Capoul, y se ha elegido para que el público pueda aplaudir por última vez el asalto de armas que con terrible verdad sostienen los Sres.
Capoul y Tecchi' (!); canción de La Palomita por la Theo, segundo acto de La Mascota, "Danza heroica al estilo español," compuesta y ejecutada por Eduardo Remenyi; último acto de Carmen; para esa función, los palcos se pusieron á doce pesos y las lunetas á un peso cincuenta centavos. E l domingo 4 del dicho Febrero, la Compañía Grau se despidió del público con Le pré aux clercs, cantado por la Eeroux, la Betty y la Morel, y Capoul, Mauge, Dangon, Decos, Vinchon, y Terrancle; Remenyi tocó el solo de violín que en el primer acto tiene esa hermosa ópera, obsequiando así al beneficiado, que lo fué el Director de orquesta Mr. Eagye. Por la noche se cantó La Jolieparfumeuse, desempeñando el papel de Rose Michón la Theo, que obsequió al público con la chanzonette Piouit y la Palomita. A petición de sus amigos, Grau dió aún otras dos funciones el lunes 5, poniendo en la tarde Favorita. y en la noche Le pré aux clercs. Como última nota referente á esa Compañía, diré que en la función del 29 de Enero fué cantada la ópera bufa en un acto, escrita para la Theo por Offenbach, Pom•me dapi, obra que no habíamos citado entre las presentadas en esa época. Mientras tanto, la estudiantina Fígaro y su cuadro anexo de zarzuela, habían seguido haciendo la delicia de numeroso público, encantado con las obrillas Matamoros, Dar la castaña, El lucero del alba, Artistas para la Habana, Monomanía musical, El Conde Patrizio, Pelos y pelitos, Picio, Adán y Compañía, Gallina Ciega, Por seguir la pista, Música Clásica, Fuego en guerrillas, Torear por lo fino, El Barón de la castaña, Matar ó morir, Sensitiva, El hombre es débil, y otras. Cada noche, el perfecto conjunto de la estudiantina arrebataba nuevamente al público, como en la noche de su estreno; sólo cuantos tuvieron la fortuna de oir á la " F í g a r o , " pueden darse cuenta de cómo aquellos singulares artistas interpretaban las piezas de su extenso é inagotable repertorio; citaré sólo algunas, las más salientes, si acaso hubo alguna que no lo fuese tocada por ellos: Fanny Esler,^o\k a de Llumes; sinfonía de Aroldo, de Verdi; Serenata morisca, de Chapí; Miserere del Trovador; Puerto Real, paso doble de Jarraz; Introducción y preludio de Hernani; Ave María de Gounod; Sinfonía de Giralda de Adam; Serenata de Schubert; sinfonía de El poeta y el aldeano; Aires provinciales españoles; sinfonía de Juana de Arco, de Verdi; Gavolta, de Arditti; Lo que fuere sonará; Un beso, y las varias piezas de Granados Madrid, Zuria, Mirtos de oro, Esperanza, valses y Rumania, marcha. Ea estudiantina Fígaro tuvo el siguiente personal: Gabino Eapuente, Cárlos García, Manuel González, José García, José Eombardero, Alejandro Meneses, Enrique Olivares, Francisco Cavero, Manuel Mura, Valentín Caro, Antonio Carmona, Ramiro Martínez, Miguel Eó-
pez, José Sancho, Antonio Urraca, Juan Ripoll, Antonio Gútriz y Laureano Hernández. Los aficionados á la buena música disfrutaban casi diariamente, en Arbeu, veladas deliciosas y gratísimas sorpresas, ya con las composiciones de grandes maestros, ya con las bellísimas tandas de valses y otras piezas ligeras, que sonaban con encanto indefinible en el perfecto conjunto de instrumentos de cuerda de la Fígaro. De los actores del cuadro de zarzuela, Castilla y Pardifías, especialmente éste á quien todas las noches se recibía con un aplauso al presentarse en escena, gustaban más cada vez; Julia Aced, muy joven, muy graciosa, con mucha sal, entusiasmaba con su natural despejo, sus lindos ojos negros y su fisonomía siempre sonriente y simpática; los demás artistas, inferiores á los tres nombrados, pasaban bien y eso bastaba para que los concurrentes estuviesen contentos. La orquesta de Zapata era también muy aplaudida en sus danzones y demás aires cubanos. Por supuesto que casi me parece innecesario decir, que la perla de la sección cómica de la empresa Cantelis, que nos trajo á la Estudiantina, era Adelaida Montañés, elogio que creerán sin inconveniente cuantos lamentan que haya abandonado los teatros de México esa actriz de grandísimo talento. E n aquellos espectáculos, los abonos salían á un peso por persona y los precios eventuales eran en palcos de seis entradas, stele pesos cincuenta centavos y en luneta, un peso veinticinco centavos. También la Estudiantina " F í g a r o " quiso contribuir á la buena obra del "Bazar de Caridad," y en la noche del 8 de Enero dió un brillante espectáculo ábeneficio de esta institución, tomando parte en ella la distinguida pianista Josefina Brito, que acababa de llegar*de Europa, cargada de laureles y con la aprobación de grandes maestros y respetables celebridades. Josefina tocó en esa noche de un modo admirable, una balada de Chopin y la sinfonía de Guillermo Tell, en combinación con la Estudiantina. Para la tarde y noche del Domingo 7 de Enero anunció la " F í g a r o " sus últimas funciones ordinarias, tocando entre sus números la obertura de la Gazza laddra, pero aun permaneció en descanso en la Capital, y en la noche del 23 del citado Enero, tocó todavía en Arbeu la marcha Rumania, la tanda de valses Neva, la obertura de Marta y la " S e r e n a t a " de Schubert. Un mesantes, la " F í g a r o " había contribuido con algunas de sus piezas al beneficio de Emilio Carratalá, que con Lino Alpuente, E n riqueta Imperial y otros artistas de zarzuela, daba funciones en el Principal. Sin hacer ni resentir perjuicio, los Hermanos Orrin habían mantenido en diaria explotación su Circo Metropolitano de la Plazuela del Seminario, llamando público con sus artistas, entre los que figuró en primer puesto, al menos por su volumen, el elefante Romeo; en se-
gunda línea, por estar enjaulados, se distinguieron unos hermosos leones y un espléndido tigre, presentados por Mr. Windser: también gustaron el Hombre Pez, Mis E m m a Jutau, el equilibrista japonés Que-Gero, los Hermanos Rail en sus juegos de salón y Mr. Everts en sus notables ejercicios sobre cuatro caballos. Con todo ello, dividió la atención y la curiosidad del público, la visita que á México hizo la distinguida escritora española D? Emilia Serrano, más conocida por la Baronesa de Wilson, que vino aquí con el objeto de conocer el país y recoger apuntes para su historia de América. Sus méritos literarios eran realmente muchos, y en lo personal le fué sumamente útil y beneficioso su viaje á México, en el que se prolongó su estancia más de lo que ella misma se había imaginado. Al retirarse de México la Estudiantina " F í g a r o , " su cuadro de zarzuela quedóse aquí, y á partir del 12 de Enero, se anunció en el Teatro Principal la siguiente Compañía lírica: Director, Isidoro Pastor ; Primeras tiples en sus respectivos géneros, Concepción Carrión y Adelaida Montañés; Otras primeras tiples y segundas, Julia Aced, Sofía Romero; Característica, Gumersinda Villó; Tenor, Manuel Rincón; Primeros barítonos, Enrique Labrada, Alfredo Quevedo; Primer tenar cómico, Isidoro Pastor; Maestro director, Antonio Belloc; Primer bajo serio y cómico, Jorge Pardifías. Precios por seis funciones: en palcos, veintidós pesos, en luneta tres. Casi á la vez tomó Arbeu otra Compañía de zarzuela así formada: Actrices, Francisca Sáez, Concepción Méndez, Rosa Mendoza, Antonia Sacanelles. Actores, José Diez, Manuel Martínez, JoséTrejo, Juan Calderón, Pedro Reina y Pedro Busquet. Primera bailarina, Magdalena Puig. La Compañía Pastor empezó sus tareas con La Marsellesa, y lo peor de todo, con escasísima fortuna: el teatro estaba poco menos que desierto, no obstante lo módico de los precios, y especialmente en los palcos no se veía ni una sola familia abonada: en vano acudió á Pe• pe-Hillo, anunciando que el escenógrafo Herrera había pintado un interior de plaza de toros, y que se sacaría " p a r a mayor propiedad " u n verdadero torete, preparado de manera que divirtiera á la concu"rrencia sin temor á ningún peligro." Pero como no hay peor lucha que la que no se hace, la empresa siguió un segundo abono el 23 de Enero con la zarzuela Robtnsón. Con todo, su éxito fué mejor que el de la Compañía anunciada para Arbeu, que hizo un fiasco piramidal con la obra La Bruja de Lanjarón ó una boda en el mjierno, dispuesta para el estreno: de nada le sirvió el refuerzo de Manuel Estrada, quien, habla El Monitor, " h a formado una Compañía de lo peor que pudo encontrar ese artista, en su vuelta al rededor de los teatros del kilómetro." El Principal dió en 3 de Febrero el beneficio de Sofía RoB. H. T.—T. ni.—46
mero con las zarzuelas Torear por lo fitto, Monomania musical, La Salsa de Aniceta y El Lucero del alba. El 4 repitió Pepe-Hillo en la tarde, anunciándose que se rifaría el becerro entre los concurrentes, á quienes se obsequiaría con una papeleta por cabeza. ' ' E n la noche se estrenó la Revista de 1882 Á I88J, y el lunes 5 dió la última función con la zarzuela Por seguir á una mujer, concluyendo con tan escaso público como empezó, sin embargo de que la Compañía no era mala. Tal vez influyó en ello la mala época política en que íbamos entrando; el dinero escaseaba y para suplirlo, según anunció el Diario- Oficial por medio de una comunicación del C. F . Sáyago al Secretario de Fomento, habíase el 6 de Diciembre de 1882, empezado á acuñar moneda de níquel. Hablemos ahora de la Compañía dramática italiana de Adelaida Tessero Guidone, que se anunció á principios de Febrero; y pues vamos á volver al teatro serio, hagamos cariñosa mención del fallecimiento de una muy distinguida actriz mexicana, ocurrido á fines de Enero. Hago referencia á la discreta é inspirada artista Sra. Ana Cejudo. De varios años atrás habíase retirado de la escena para ser la esposa y la gala del hogar del escritor y poeta Juan A. Mateos, pero su recuerdo no se había borrado de la memoria de los que la aplaudieron en diferentes temporadas, en que fué honra del teatro mexicano por su talento como actriz y sus virtudes como señora. Pasemos ya á decir algo de la brevísima y no productiva temporada que en el Teatro Principal abrió la artista italiana Adelaida Tessero, sobrina y discípula de Adelaida Ristori, como anunciaba en sus programas, añadiendo con tanta soberbia como escasa razón " q u e ' 'según el parecer de los críticos más ilustrados de Europa y Améri" c a , era digna émula de la gran actriz, en las interpretaciones que "requieren relevantes dotes artísticas." H é aquí el personal de su Compañía: Actrices: Adelaida Tessero, Eina Diligenti, Gisella Bonafini, Ildegonda Arrigoni, Albertina Pero, Antonieta Padovani, Adela Conti, Giacinta Bellinetti, Adela Arrigoni, Enriqueta Maccaferri, Domenica Bertini, Euisa Perrini.—Actores : Angelo Diligenti, Florido Bertini, Virgilio Talli, Enea Zoli, Giuseppe Forneris, Ernesto Cavalieri, Mandrioli Romano, Cario Rosaspina, Armando Arrigoni, Ettore Mazanti, Pietro Butti, Arturo Brunetti, Arrigoni Gustavo.—Director de escena, Pietro Butti.—Agente secretario, C. E. Marinoni.—Ea empresa trajo decoraciones expresamente pintadas para ella, y piezas de música para dar á las obras mayor realce, de los maestros Faccio, Giorza, Mancinelli y Stoeppl. El abono de doce funciones costaría, en palcos, cien pesos; en lunetas laterales, letras y de cabecera, veinte pesos; en lunetas del centro, diezy ocho pesos. Eos precios eventuales serían, en palcos, doce pesos y en lunetas, dos.
Dió la Compañía italiana su primera función el jueves 15 de Febrero con Odette, de Victoriano Sardou, ante una concurrencia escasa, demasiado escasa para una función de estreno. Bastante más hubiese merecido el cuadro que se presentó con la conmovedora obra del dramaturgo francés, que en ella plantea, sin resolverlos, los problemas del adulterio y del divorcio. Ea distinguida primera actriz estuvo muy bien secundada por los artistas que formaban su cuadro, alguno de los cuales, Angelo Diligenti, la superaba en mérito. Este actor, en el papel del Conde de Clermont Latour, causó desde luego una satisfactoria impresión; Bertini y Talli, en los de Felipe de Hoche y Bechamel, estuvieron muy bien; la Tessero, en el primer acto, no tuvo toda la naturalidad que su parte exigía: en el segundo, todos los artistas se revelaron como tales, con sólo la asombrosa propiedad con que hicieron ver en su porte, en su manera de presentarse, que no en balde habían transcurrido quince años: admirables estuvieron la Diligenti y la Bonafini, representando ésta con tal propiedad é ingenuidad su tipo de una joven, casi una niña, que produjo un absoluto convencimiento. Diligenti, arrebató con justicia en la gran escena en que el Conde discurre y diserta sobre las dificultades de su situación excepcional y la falta de protección en las leyes para el hombre honrado y vendido por su mujer. El tercer acto, en su diálogo con Odette, al querer comprarle la felicidad para su hija, Diligenti y la Tessero estuvieron irreprochables. E n el cuarto y último, cuando el drama toma proporciones casi trágicas, Diligenti, la Tessero y la Bonafini, hicieron derramar lágrimas aun á los más fríos espectadores: en la escena muda, que es quizá y sin embargo la más elocuente del drama, uno y otro artistas rayaron en la sublimidad. El público les dispensó una entusiasta ovación verdaderamente bien ganada. Eas funciones siguientes fueron cubiertas con Isabel, Rema de Inglaterra; María Juana ó la famúia del borracho, en la tarde del 18; Divorziamo ó Divorçons; Dora; Los Dominós rosa y el saínete II disordinato; Sergio Panint; Las dos huérfanas; Adriana Lecouvreur; María Antonieta, en la noche del 1? de Marzo; Una causa célebre; Un marito in campagna y el juguete cómico-musical Funerali, canti e danze; Fernanda, y María Estuardo en la noche del 8, para última del abono de doce. En la noche del 10, y para beneficio de la Tessero se representó La Dama de las Camelias. Abierto un nuevo abono de sólo tres funciones, se representaron aún El Conde de Montecristo, Sor Teresa, Maña Estuardo y Teresa Raquin. E n Dora, la Tessero y Diligenti, que desempeñaban los papeles de'la protagonista y de Andrés, estuvieron como de costumbre en piezas de ese género, lo más perfectos. En el drama y en la tragedia histórica, la distinguida actriz no justificó el elogio aquel del pro-
grama ó prospecto de la Compañía, que la daba como capaz de emular á Adelaida Ristori. En Maria Antonieta, la Tessero llamó la atención más que por su trabajo, por sus magníficos trajes, obra de Wort y de Sanart, los autócratas de la moda. Eo mismo debemos decir del desempeño de Isabel, Reina de Inglaterra. Donde la Tessero y su cuadro brillaron, fué en las obras de Dumas y Sardou; en las de simple distracción, en que no tomaba parte la primera actriz, también estaban muy bien sus artistas. En Un manto in campagna, que en el arreglo español se conoce por Mujer gazmoña y mando infiel, todos los artistas estuvieron magníficos: la Tessero, en el papel de la esposa gazmoña, y la Diligenti en el suyo de grande y coqueta dama, la Bonafini, Bertini y Rosaspina, nada dejaron que desear, pero á todos superó Talli, que arrancó al público nutridos é incesantes aplausos en su papel de marido infiel, llevado con extraordinario buen humor, gracia y naturalidad. E n el saínete Funerali, canti e danze, los concurrentes no cesaron de reír ni un solo segundo: en él tomó parte toda la Compañía, con excepción de la Tessero y Diligenti, y toda ella se hizo aplaudir en la parte cantante. Un aire napolitano, ejecutado con verdadera gracia por la Bellinetti y por Talli, quien á la vez acompañaba en là guitarra, mereció los honores déla repetición: en el tal sainet e fueron cantados varios trozos de Hernam, Norma, Rigoleto, Elíxir de Amor, Lucia y El carnaval de Venecia. E n La dama de las Camelias, la Tessero fué muy aplaudida, sobre todo en los dos últimos actos. En el terrible drama Teresa Roquín, todo el cuadro que en él tomó parte rayó á grande altura, contribuyendo con su perfecta interpretación á hacer más espantosas aquellas horrorosas pinturas del rey de la escuela realista ó naturalista: la obra ofrecía como trama un adulterio y un asesinato, y como resultado, un ahogado, una paralítica y dos suicidios: el apuntador no muere, sin embargo, y fué un bien porque vivió para la piececita en un acto que se ejecutó después. Rosaspina caracterizó al marido de Teresa, la Diligenti á la protagonista, y Angelo Diligenti al amante. Después de esto, la Compañía Tessero emigró de México, poco agradecida, sin duda, á nuestro público, que excepto algunas muy contadas funciones, casi vacío mantuvo el Teatro Principal. Eos que en tales casos buscan disculpas en quehacer creer á los demás, dicen que el mal éxito de la Compañía Tessero fué debido á que la gente andaba muy retraída de los espectáculos públicos por encontrarse en plena Cuaresma, y los de la Tessero llegaron á alcanzar la Semana de Pasión. Todavía no era llegado el tiempo en que una Compañía dramática italiana hiciera buen negocio en nuestros teatros.
CAPITULO XI
1883. E n ese primer tercio del año de 1883 principió á acentuarse la marcada decadencia de las compañías españolas que nos visitaban, lo mismo dramáticas que líricas: no habiendo venido en la mayoría de las de últimas fechas ninguna notabilidad en la escena madrileña que fuese necesaria ó se extrañase allí, las distintas empresas fueron dejándonos damas y galanes, tiples y tenores y multitud de racionistas, que por poco que aquí ganasen ganaban mucho más que en los teatros de segundo orden, ó de barrio, ó de provincia de la Península, de los que procedían en su mayor parte. Ya en México, acordábanse á sí mismos los títulos de primeros actores y directores y primeras damas y primeras tiples, y olvidando lo poco bueno que acaso alguna vez supieron, y sin modelos á quienes imitar ó de quienes aprender, dábanse á representar ó á cantar según su real gana, y según los impulsos ó la inspiración de su instinto. Eos actores, actrices y cantantes mexicanos, sin un Conservatorio capaz de algo mejor que el servir de pretexto para que determinados individuos tengan sueldo, lanzados á las tablas ó por tradiciones de familia ó por no creerse aptos para otra cosa, ó por vocación que no había de hallar maestro que la desarrollase, no podían ver con calma las suplantaciones de categorías de los actores y cantantes extranjeros, y á su vez y con el mismo derecho, se acordaban los ambicionados títulos de primeros. Esto vino á dar por resultado, que las compañías que á sus individuos prodigaban sus más altos calificativos, fuesen verdaderamente impasables ó tan al extremo medianísimas, que el público no creyese que valieran la pena de hacerle salir de noche de sus casas, ni menos de pagarles el mal desempeño de dramas, comedias y zarzuelas. Ahí está la causa del profundo abatimiento de nuestros espectáculos y de la situación tristísima de nuestros actores, que apenas mal comen, cuando comen. Por eso las compañías y las empresas se suceden en lo frecuente de los fracasos, y por eso hemos llegado á que no pueda sostenerse ningún teatro, si no da mucho y muy barato. Realmente hoy no puede pagarse precio superior al de modestísima» tandas. Suelen exceptuarse de esa ya casi regla general, las compañías ó empresas volantes, que con muchos prospectos y muchas letras de
colores, ofrecen lo que no han de poder cumplir, pero que abusan de la curiosidad ó buena fe del público, le arrancan un par de series de abono, y emigran acto continuo á hacer el mismo juego en otra parte. Esto, que en la conciencia de todos está, ha de influir en que en lo de adelante me detenga poco en dar cuenta de la formación de cuadros, lo mismo dramáticos que líricos, cuando no sean verdaderamente nuevos ó ameritados. Volviendo ahora á nuestra revista en el punto en que la dejamos, que fué en la despedida de Adelaida Tesseró y entrada de la Semana Santa de 1883, diré que para el Domingo de Pascua, 25 de Marzo, anunciaron su primera función de temporada los teatros Principal y Arbeu. Ea Empresa del primero fué la del muy conocido José Joaquín Moreno, quien anunció haber encomendado al primer tenor Pedro Arcaraz la formación de una nueva Compañía española, cuyos individuos llegarían en el próximo paquete francés. De ella formaban parte, Modesto Julián, Maestro director; Carmen Ruiz y Matilde Bona, primeras tiples; Romualda Moriones, Trinidad Castro, Sofía Romero, Dolores Custodio, Pedro Arcaraz, José Palou, Pablo Eópez, primer tenor cómico; Mariano Albert, Alejandro Castro, Julio Perié, Euis Arcaraz, como otro tenor cómico; Casimiro García, característico; Enrique Rodríguez, segundo barítono. Bailarines, Paca Martínez y Patricio Gutiérrez. Eos precios por doce funciones serían: cuarenta y dos pesos, y siete pesos, en palcos y lunetas respectivamente. El Teatro Arbeu había sido tomado por la Empresa Zapata, y en su Compañía formaban: Concepción Carrión y Josefina Eluch, primeras tiples; Adelaida Montañés, tiple cómica; Felisa Bonilla, Julia Aced, Enriqueta Imperial, Juan Prats, Enrique Eabrada, Matilde Gómez, primer bajo; Isidoro Pastor, Manuel Iglesias, Eino Alpueute, Jorge Pardiñas, Alfredo Que vedo, Manuel Campesini, segundo bajo; Emilio Carratalá, director de escena; Carlos Meneses y Antonio Belloc, Maestros Directores; Bailarina, Amalia Eepri. Uno y otro teatro, el Principal y el Arbeu, dieron principio con la misma obra, La Tempestad, de Ramos Carrión y del Maestro Chapí, ofreciéndola las dos Empresas el Sábado de Gloria, sin esperar al Domingo de Pascua fijado para la primera de abono. Después Arbeu puso con mucho lujo El Potosí Submarino, en que se vieron muy bonitas la Eluch y la Aced en los trajes de Perlina y Coralina y de las velocipedistas. E l Principal revivió á su vez El Salto del Pasiego, y tuvo la suerte de que agradasen mucho la Bona y la Ruiz. Por ahora n o hay por qué decir más de una y otra Compañías y su más conocido repertorio de Campanme, Jugar con Fuego, La Guerra Santa, Los Brigantes, Marina, Los Mosqueteros en el convento, Las Hijas de Eva, Los Diamantes de la Corona, etc., etc. Algo más nuevo y artístico ofrecio el Sr. A. I. Défossez, Empre-
sario de una Compañía de " G r a n d e Opera F r a n c e s a " así formada, según el respectivo prospecto, escrito para mayor aparato en idioma francés : Mlle. Fouquet, du Grand Opéra de Paris ; Premier Grand Prix du Conservatoire de Paris; Premier forte chanteuse.—Mlle. Hasselmans, du Théâtre de la Monnaie, Bruxelles; Première chanteuse légère—Mme. Bernardi, des théâtres de Vienne et Madrid, Contralto Stoltz.—Mme. Belia, de l'Opéra Comique de Paris. Dugazon.— Mlle. Sholia, jeune chanteuse légère. — Mmes. Coudray, Reboisy, Kastener,Cadic, Martin, etc.—Mr. Tournié, du Gran Opéra de Paris, Premier Grand Prix du Conservatoire de Paris, Premier Fort Ténor et Traductions.—MM. D'Ermance, Puget, Fraisier, ténors.—Mr. Delrat, du Grand Opéra de Paris, Premier Prix du Conservatoire de Paris, Premier Baryton.—Mr. Jourdan, du Théâtre Royal de Liege, Premier Basse Profonde.— Mr. Rossi, Premier Basse chantante.— MM. Kreitz, Gabriel, Verdier, basses .—Cuerpo de bade: Sritas. Eepri y La Bella, bajo la dirección del renombrado compositor de baile Signor Mazilier.— Coro de sesenta voces escogidas y una orquesta completa. Maestros Directores, MM. Guille y Martin.— Director de escena, Gravier.—Maestros de coros, Cartier.— Secretario, Davis. Inauguró sus trabajos la Empresa Défossez, el Domingo 25 de Marzo, en el Gran Teatro Nacional, poniendo en escena en la tarde La petite Mariée, y en la noche El Trovador, de Verdi, con el siguiente reparto: Manrique, Tournié; Conde de Luna, Delrat; Hernando, Jourdan; Ruiz, Courdrai; Leonor, Fouquet; Azucena, Bernardi; Inés, Sholia. E l público quedó contento de esta presentación, juzgando favorablemente á los artistas. Pero donde alcanzaron el colmo de la admiración, fué en la función del martes 27, en la gran ópera de' Meyerbeer, Los Hugonotes. La Fouquet, Tournié, Delrat, pusieron realmente e n j u e g o todas sus facultades é interpretaron sus papeles con arte, con conciencia y con el deseo de agradar. E n el segundo acto y en Margarita de Valois, se presentó la Hasselmans, de fisonomía simpática, de porte majestuoso, rica y propiamente vestida; la dulzura de su voz, la corrección de su canto, le conquistaron las simpatías del público. El bajo Jourdan caracterizando á Marcelo, estuvo esplendidísimo y lució su voz fresca y sonora, y su talento de actor. E l bajo cantante Rossi, en el Conde de Saint Bris, reveló ampliamente sus facultades artísticas en la escena de la Conjuración. E l coro de hombres y mujeres estuvo felicísimo. E l barítono Delrat una vez más se hizo aplaudir en su breve papel de Duque de Nevers. Sin embargo, quienes más se elevaron á considerable altura acreditando su mérito artístico, fueron la Fouquet y Tournié, que interpretaron los diversos sentimientos de su dificilísima parte con todo el entusiasmo concebible: 110 hubo detalle al que no dieran su importancia y faltan palabras con que elogiarlos. El famosísimo dúo cau-
só, cantado é interpretado por la Fouquet y por Tournié, un delirio en le público, como quizás no presenta nuestro teatro otro ejemplo, por lo sincero, por lo espontáneo, por lo imparcial, por así decirlo, pues los artistas no venían precedidos de estruendosa fama y se presentaron con la más perfecta humildad y sin pretensiones de ninguna especie. En el quinto y último acto, la soprano, el tenor y el bajo, volvieron, en estricta justicia, á arrebatar á los concurrentes en tan brillantísima representación, repetida con igual fortuna el 29 para los abonados al segundo turno. E l 31 de Marzo fué cantada La Judia, de Halevy, y el 1? de Abril el Hamlet, de Ambrosio Thomas; el 7 tocó su vez á Guillermo Tell, el 8 á La Muda de Portici, el 10 á Aída, y después á Zampa, La AJricana, Fausto y Roberto el Diablo; con ellas alternaron, casi siempre en función extraordinaria, Les cloclies de Corneville, Lejour et la nuil, La Mascota, Los Mosqueteros en el Convento, El Duquecito, La petite Mariée, Bocaccio y alguna otra del mismo género, entre numerosas y casi siempre buenas repeticiones de Los Hugonotes. Aunque La Judia y Hamlet estuvieron bien desempeñadas por los artistas del cuadro serio, ni una ni otra causaron gran sensación, por lo pobre del aparato y por lo deficiente de la orquesta, poco acostumbrada y quizás poco capaz para esa instrumentación. En cambio Favorita gustó extraordinariamente. En las demás obras que he citado como principales del repertorio Défossez, más abundó lo malo que lo bueno, por lo que á su interpretación tocaba. Guillermo Tell fué espantosamente mutilado, bastando decir que en el cuarto acto se suprimieron nueve escenas de las once que le constituyen: el público no supo si el libertadof de la Suiza se había salvado, ni vió morir al tirano Gessler. Casi lo mismo fué maltratada La Muda de Portia, y con perjuicio de la bella partitura los espectadores no pudieron formarse ni idea de su conjunto. Igualmente mal librados salieron Roberto el Diablo y La Africana, á las que se quitaron las escenas en que debió tomar parte el cuerpo de baile, que no llegó á venir á México ni se procuró suplir ó improvisar aquí: otro tanto decimos de Fausto. E n cambio, en la representación de la popular Aída hubo mucho que elogiar. Ea Fouquet obtuvo un triunfo en el papel de la prota gonista, lo mismo como actriz que como cantante: sus aptitudes dramáticas y su voz de soprano de fuerza, le conquistaron muchos aplausos. Tournié cantó con mucha expresión, y no hizo uso de la voz de falsete que con gran disgusto del público empleaba en otras varias óperas. Delrat fué en el Rey Etiope el artista de siempre, si bien exagerando el carácter salvaje del cautivo. E n el dúo A nous s'ouvre le ciel, Tournié y la Fouquet estuvieron admirables, dejando satisfechos y contentos aun á los más exigentes críticos. Eos trajes y las deco-
raciones, todo traído por Défossez, fueron muy lujosos, propios y buenos. En obras del género francés gustó muchísimo Bocaccio, muy satisfactoriamente desempeñado por los artistas: la Hasselmans estuvo perfecta en la amada del protagonista: la Reine cantó perfectamente y accionó con propiedad, viéndose á la vez muy guapa, en el papel del poeta Bocaccio. Ea hermosa voz de la Bernardi lució mucho en el terceto del jardín y en el gracioso concertante del tercer acto, en el que las damas llevan la voz cantante, acompañándolas los hombres con la imitación de diversos instrumentos. Pugel y Reine, la Belia, la Sholia, y sobre todo, el barítono Kastener, contribuyeron con mucho talento á la excelente ejecución del Bocaccio de Suppé. E l lunes 7 de Mayo dió la Fouquet su beneficio con la ópera de Bizet, Carmen, que estuvo muy mal interpretada é hizo un fiasco de los más redondos. Eos escasos éxitos, casi reducidos á los de Los Hugonotes, Aída y Bocaccio, hicieron que el público fuese absteniéndose de concurrir á las funciones de la Compañía francesa, al grado de que su empresario Défossez, no pudiendo entendérselas con sus artistas y empleados, á quienes no pagaba sueldos, se vió en la precisión de publicar, en 14 de Mayo, una especie de manifiesto, en que dijo: " E l empresario que suscribe tiene la honra de manifestar al público en general y á los señores abonados en particular, que una serie de contratiempos que no han dependido de su voluntad, le han puesto en la imposibilidad de poder cumplir, en cuanto deseaba y era debido, los compromisos que tenía contraídos.—La deserción, en los Estados Unidos, de varios coristas y profesores de orquesta; la infidelidad del agente que desde Nueva-York debía enviar á México un cuerpo de baile, para lo cual había recibido los fondos necesarios que han sido perdidos por la Empresa; el error de no haber incluído en el abono las representaciones del género bufo; la necesidad de variar los espectáculos que se resentían de la insuficiencia de los ensayos, todos estos motivos han contribuido poderosamente á disminuir la propiedad y el brillo de las funciones, y como era natural, se resintieron las entradas del teatro, dando por resultado un deficiente considerable que durante varias semanas fué cada día en aumento. Algunos artistas, sin tener en consideración semejante situación y sin derecho para ello, exigieron el pago anticipado de sus honorarios que se vencían el 16 del corriente, y se negaron á tomar parte en la función anunciada para la noche del 12, provocando un escándalo que no estuvo al alcance del que subscribe, evitar.—Empero llegó su condescendencia hasta ceder el teatro, facilitar la música, el vestuario, las decoraciones y cuantos elementos estaban á su disposición, á los artistas disidentes, contal de que, respetando los derechos de lossefíores abonados, completaran las funciones de abono que estaban aún penB. H . T.—T. M . — 4 7
dientes. Esta proposición no fué aceptada, y forzoso fué dar término á los espectáculos líricos.—Eos señores abonados pueden exigir la restitución del importe de sus respectivas localidades, y con el objeto de reunir los fondos para cubrirlo, el infrascrito entabla las reclamaciones del caso, ofreciendo á dichos señores abonados anunciar oportunamente el día en que tenga lugar esta justa restitución.— Aprovecha esta oportunidad para mostrarse agradecido á la benevolencia del público, I. A:Défossez." Así vino á terminar aquella Compañía que con tan excelentes artistas contaba, que tan brillantemente puso y cantó algunas obras, y que tan bien acogida fué por el público en sus primeras representaciones. E l ruidoso fracaso fué debido á la más absoluta falta de buena dirección. E n otras manos la Compañía, hubiera hecho el empresario un buen negocio, pues sobraban los elementos para ello, y la prueba es que pocas veces la Capital ha aplaudido con mayor entusiasmo que en esa temporada aplaudió á la mayoría de los artistas de Défossez. Compañía que pudo interpretar Los Hugonotes como los interpretó aquella, era indudablemente una Compañía de primera clase. Eos artistas fueron de los que impunemente pueden desafiar á la crítica, cosa por desgracia ya poco común entre nosotros, donde la más torpe gente de teatro suele serla más soberbia. Precisamente en este tiempo un Mister Eeopoldo se disgustó con el Monitor porque ese periódico lo juzgó poco favorablemente, lo que hizo decir á El Nacional: " n o se admire nuestro colega de esas susceptibilidades; á nuestra Redacción vinieron en son de guerra, no hace mucho, dos músicos de una banda militar, que se juzgaban ofendidos porque dijimos que dicha banda no era de lo mejor: va á llegar el día en que al escritor le digan los artistas, ó aplaudes ó te mato." Mientras tanto veíanse mny favorecidos el Circo Orrin con su elefante Romeo, y la audaz Josefina á quien llamaban la pequeña Codona; el mexicano Andrés Vega, notable trapecista, y los perritos de Mlle. Catherine; y el Teatro Principal con su Compañía Moreno y sus Guerras Santas, Saltos del Pasiego, Sobrinos del Capitán Grant y demás antiquísimo repertorio. Menos afortunado el empresario Zapata en Arbeu, á pesar de sus Tempestad, Potosí Submarino, Proceso del Can-Cán, Mosqueteros en el Convento, Molinero de Subiza, y otras n o más antiguas obras que las de Moreno, no pudo sostenerse, y á mediados de Mayo hubo de dar por terminada su empresa y su compañía, por falta de entradas y por consecuencia de dinero. " E l Sr. Zapata, decía el Monitor, ha pagado caro su aprendizaje; creen algunos que es cosa muy sencilla eso de manejar una Compañía de teatro, y se engañan lastimosamente. El Sr. Zapata ha visto en dos meses naufragar toda su fortuna: lo lamentamos, como lamentaremos siempre la desgracia de un hombre honrado y trabajador."
Para sostenerse en el favor del público y para afirmar su victoria, el entendido Moreno no sé daba en el Principal punto de reposo, y ya abarataba las localidades hasta venderlas casi regaladas, ya ofrecía estrenos de obras que habían acreditado las compañíás extranjeras. En la semana del 13 al 20 de Mayo estrenó y repitió con mucho aplauso La Mascota, purgada, hasta donde fué posible, de todas las crudezas del original, que el traductor veló lo mejor que pudo. Romualda Moriones hizo la Betiha bastante bien, y la vistió con todo el buen gusto y elegancia que le eran propios, viéndose l como siempre, muy hermosa mujer. En cuanto hubo quedado vencido Arbeu y libre el Nacional por el fracaso de Défossez, Moreno, sin dejar el Principal, tomó también el Gran Teatro, y allí estrenó en español la bella ópera de Bizet, Carmen, en la noche del 7 de Junio, advirtiendo en sus programas " q u e la música de la obra la consideraba muy supe' 'rior á las fuerzas de sus artistas y que se remitía á la bondad del "público para que no fuera demasiado exigente con ellos." Ea confesión y la súplica no pudieron ser más oportunas. Ea obra gustó mucho, porque es de aquellas que siempre deben gustar y porque en México había caído muy bien desde que la estrenó y desempeñó, como nadie más aquí, la insigne Paola Marié. Acostumbrado el público á no ver los tipos españoles sino con el acompañamiento de jotas, boleros, malagueñas, seguidillas y demás aires patrios de los maestros de zarzuela españoles, se sorprendió y encantó de ver á Bizet tratarlos en su composición preciosa como hombres y mujeres cuales otros muchos y n o como chulas y majos. Ea música de Bizet, dramática é inspirada, conmueve porque habla á la cabeza haciéndola pensar, en tanto que la genuinamente española, aun la de los más distinguidos maestros, cual Barbieri y Gaztambide, juguetona y ligera, entretiene más ó menos, pero habla tan sólo á los pies, como incitándolos á bailar: como en la música cancanesca de Offenbach, los actores, al salir á las tablas con los primeros compases de la orquesta no saben verdaderamente si debieran cantar ó debieran bailar. Sólo exceptuamos al eminentísimo Arrieta, cuyos estilo y educación alemanes han hecho eterna su Marina, única obra española capaz de poder ser llevada al escenario de la Opera. De estas tímidas indicaciones de nuestro muy personal modo de pensar, se deduce que por nuestra parte no podemos aplaudir el traslado al español de la Carmen de Bizet, traslado que en nuestro sentir la desnaturaliza, como nos parecen desnaturalizadas Marta, Rigoletto, Traviata y otras óperas convertidas en zarzuelas. Ea Moriones, en Carmen, no nos pareció española, por más que lo sea de nacimiento. Eos tipos de la hermosísima obra de Bizet y de la novela de Merimée, que con posterioridad al estreno de la ópera por la Compañía Grau tuvimos ocasión de leer, son españoles al modo y
manera erróneas y convencionales con que los franceses ven todo lo español. Necesita uno verlos desempeñados ó interpretados por artistas franceses de tanto talento como los pensionistas del citado empresario Grau para que produzcan ilusión. Traducidos al español, resultan casi deformes. Las reformas introducidas por la Moñones, como la aplicación de voces y giros del estilo flamenco, los cambios en la manera de vestir el tipo, hacen que el arreglo, español resulte mucho menos español que el original francés: la gitana de Bizet y de Merimée no es un tipo español, y jamás ha podido existir en Sevilla; y lo decimos con el conocimiento personal de lo que es Sevilla, de lo que son las gitanas, de lo que son las cigarreras de la famosa fábrica y de lo que son las andaluzas de pura raza, que el novelista francés deseó pintar, produciendo una confusión imposible entre la gitana y la maja. Ni el tipo es netamente español, ni lo es nada en esa lindísima obra, á no ser la introducción del último acto; la dramática y nunca bien ponderada habanera del primero, es, cantada en Sevilla y al pie del gran puente que comunica con Triana, la ciudad de la Giralda, la más colosal impropiedad. El último acto, con sus toreros, su plaza y cuantas escenas allí se desenvuelven, no tiene en lo absoluto ni pies ni cabeza en lo que quiere aparentar español. Esto no obstante, todo, absolutamente todo, es bellísimo, con superior belleza; pero considerado y visto como un drama que lo mismo que pasa en Sevilla, porque así lo tuvieron por conveniente sus autores, pudo haber pasado en cualquier otro país, sin que nos parezca necesario decir á cuál de ellos demos preferencia. La volubilidad de Carmen no es distintiva de un tipo español; es un accidente de la mujer en general, máxime cuando carece de educación y de toda idea de moralidad, como le sucede á Carmen. Insistimos en que la obra de Bizet debe oírse y verse en francés, y el público de México, en su mayoría, piensa como nosotros, y por eso sin duda la ha recibido mal ó fríamente cuando se la ha oído á compañías italianas ó inglesas formadas por buenos cantantes. En español ha vivido más, por favor de cierta clase de público que no sabe gozar con ella en francés; y la prueba es que no ha silbado ni condenado las espantosas mutilaciones á que la someten las compañías españolas, ni escandalizádose de que á la sublime belleza del último acto se sobreponga el tan vistoso cuanto prosaico espectáculo de los accidentes é incidentes de una corrida de toros en las plazas del Huisachal ó de Bucareli y Colón. L a traducción de que se sirvió el empresario Moreno, fué dificilísima obra de Alfredo Chavero, que aunque pudiera haber hecho un buen arreglo, ni siquiera lo intentó, porque el público se habría llamado á engaño, y porque el empresario no lo hubiese consentido. Y, necesario es decirlo, bajo el aspecto mercantil, habría hecho bien en
no consentirlo, pues tal como se presentó la obra, con mucho terciopelo y muchos encajes, y mucho calañé y mucho trabuco, más ó menos falsificados, y con sus toreros y mulitas, y picadores en caballos de deveras, gustó mucho y fué muy aplaudida y siempre produjo excelentes entradas. A mayor abundamiento de fortuna, Moreno recogió á los dispersos de Arbeu, y con Alpuente, y Carriles, y la Imperial y la Aced y otros varios, formó una segunda Compañía, á la que hizo trabajar en el Principal, á precios módicos y con buen resultado. La Gallina Ciega, Una vieja, Música clásica, El Andlo de Hierro, Picio, Adán y Compañía, divertían allí, entonces como antes, sin parecer nunca bastante antiguas para que el público se abstuviese de concurrir á oírlas. Desocupado por Zapata y Labrada el teatro de la calle de San Felipe Neri, á él fué á dar una Compañía dramática con el siguiente elenco: Primeros actores, Francisco L. Alonso y Antonio Escanero; primeras actrices, Concepción Padilla y María de Jesús Servín; actrices, Magdalena Padilla, Concha Méndez, Carmen García, Berta Alonso, Josefa Ramírez y Lucrecia Lara; actores, Pedro Servín, Juan Villegas, Juan Martínez, J. Cigala, Manuel Castell, Ricardo Ibarzábal y Manuel Martínez. Esta modesta Compañía empezó sus trabajos el 17 de Junio, con la comedia en tres actos La mariposa, y el monólogo Confidencias; dió en la tarde el drama O locura ó santuiad, y la pieza La hija única. En cuanto al éxito, El Monitor decía-. " La Compañía de Arbeu inauguró sus tareas el domingo último; escasa era la concurrencia; el teatro estaba solo, triste, silencioso; uno que otro espectador en las lunetas, uno que otro palco ocupado; la misma orquesta se advertía soñolienta; todo aquello parecía decir con extenuada voz, "¡el drama se v a ! " E l más notable suceso de esos días, fué la inauguración del nuevo Teatro Hidalgo, verificada en la noche del 22 de Junio con el drama de Echegaray, Conflicto entre dos deberes, interpretado por la Prado, la Miranda, Baladía y Prado. La concurrencia, que fué enorme, atraída por la curiosidad, quedó sorprendida del agradable cambio sufrido en el viejo jacalón de la calle de Corchero. Su estimabilísimo propietario y empresario D. Albino Palacios, repetía radiante de gozo, que su Gran Teatro Hidalgo, era casi tan grande como el Gran Teatro Nacional, pues medía nueve pulgadas más de ancho, tres varas menos de largo y dos más bajo que el construido por D. Lorenzo de la Hidalga. Las antiguas vigas y tablas habían desaparecido; las principales paredes del nuevo, eran de manipostería; los palcos estaban detenidos por esbeltas columnas de hierro, y todo ello elegante y sencillamente decorado de blanco y oro. Las lunetas eran también de hierro con asientos de madera perforada, á la americana, y podían
plegarse para facilitar el paso; la sillería de los palcos tenía la misma procedencia, y era uniforme, cómoda y decente. El alumbrado de gas hidrógeno, era bueno y abundante. Aquello ya podía llamarse teatro, y aunque el foro y el vestíbulo no correspondían á las proporciones de la sala, su propietario bien podía estar orgulloso de haber sacado de todo el mejor partido posible, poniendo en ello cuanto poseía y comprometiendo aun su porvenir. Otra novedad, que casi coincidió con la de la transformación del Teatro Hidalgo, fué la del arribo á México de la escritora española D? Concepción Jimeno de Flaquer, apellidada la Defensora de su sexo, por sus diferentes obras por ella dedicadas á ensarzarle y á hacerle aún más adorable de lo que lo es por sí mismo. Ya desde antes teníamos aquí, según á su tiempo dije, á la Baronesa de Wilson. Ea Flaquer no traía título nobiliario, pero era joven, guapa, graciosa, muy elegante y fué muy bien acogida, y entiendo que le debió ser muy grata su prolongada permanencia en nuestra Capital, en la que dió á la prensa varias obras y publicó un periódico literario que llamó El Album de la Mujer, ilustrado con litografías y grabados. Y es cuanto de ella puedo decir, pues nunca se me ofreció ocasión de conocerla y tratarla personalmente.
CAPITULO X I I
Por más esfuerzos que la Compañía de Arbeu hizo para atraer público con obras de Echegaray y de Sellés, nada pudo alcanzar, hasta que resolvió acudir á los dramas y comedias de espectáculo, entre ellas la repetidísima Venus Negra revivida allí el 22 de Julio, con un supremo deterioro en decoraciones, trajes y trastos. A este propósito, el revistero de El Monitor dijo en su crónica dominical: " E l Teatro Arbeu ha salido bien con su Venus Negra: el domingo en la tarde quedaron agotadas las localidades, y en la noche hubo, si no casa llena, sí abundante concurrencia. Eo que no pudieron hacer los dramas de Sellés y Echegaray, lo hicieron los chistes del orangután; el público está contentísimo y se ríe de buena gana con el Rey Munsa y su Consejo de Ministros, y al menos no llora mirando los Conflictos entre dos deberes ni las Esculturas de carne. Muy conocida es ya la Venus Negra, y sin embargo el público aplaude de muy buena gana.
Después de la Venus Negra, la Compañía dramática se propone dar El lujo de la nieve, obra también de grande aparato. Alonso tendrá que renunciar á los galanes y se volverá tenor; Escanero dejará las barbas y se improvisará barítono; Pedrito Servín renegará de los chistes de la comedia para elevarse al rango de tenor cómico; Martínez será partiquino, y los demás, coristas: mientras tanto papá Servín contará los pesos en la contaduría, encogiéndose de hombros." El único empresario de verdadera fortuna, era por entonces el entendido Moreno, que repetía sin descanso sus Sobrinos del Capitán Grant, su Carmen, su Siglo que viene, su Mascota, más popular cada vez, y sus Mosqueteros en el Convento. E l público estaba siempre de muy buen humor, y más de una vez se extralimitó en sus bromas de un modo inconveniente. " E l último domingo, decía El Monitor de 5 de Agosto, alguno que no tiene ni las más leves nociones de cultura, puso en una de las puertas del patio del Nacional, un pedazo de alfombra empapado en petróleo, y le prendió fuego sin que nadie lo viese. E l olor á trapo quemado fué pronunciándose, y siendo notado por la concurrencia, muy alarmada, de pronto se escuchó la voz de ¡fuego! y se produjo la confusión consiguiente en aquella multitud, que se precipitó á las puertas de salida, con el tumulto que era de temer. Por fortuna, el Gran Teatro ofrece, como en ninguno Otro, facilidades para dar pronta salida al público, y cuando éste notó que sin inconveniente podía escapar, y se descubrió el origen de aquella pesada é imbécil broma, todo recobró la calma y el teatro volvió á llenarse entre aplausos y dianas." Como según queda dicho, Moreno tenía, á la vez que el Nacional, arrendado también el viejo Coliseo, y en éste una Compañía formada con los dispersos de la Empresa Zapata, con feliz mercantilismo dispuso que ese segundo cuadro con la Eluch, la Aced y Prats, Morales, Alpuente é Iglesias, marchase á Puebla á explotar la Mascota, Carmen, Los Mosqueteros, la Guerra Santa y otras, y subarrendó el Principal á compañías volantes y que no pudiesen perjudicarle y sí le ayudasen al pago de alquiler. Así fué como pudo presentarse allí en 16 de Setiembre la primera actriz mexicana, Inocencia Ruiz, con las damas jóvenes Adriana y Elisa Mendiolea en el drama El forobado: para la importancia que el suceso tuvo, creemos haber hecho demasiado con simplemente mencionarlo. Días después trabajó allí Manuel Estrada, que puso en escena un drama por él traducido, con el título de La Vendetta, y un apropósito cómico cuyo mayor atractivo fué la presentación de La Gigante Mexicana, mujer de muy respetable humanidad, y del Enano Pirrimplín que, con toda seriedad y sin decir palabra, atravesaban la escena en una de las del susodicho apropósito, que me parece se intitulaba La novia por teléfono ó polos opmestos. E l buen público encontró
aquello chistoso y la pieza se repitió anunciándose con letras gordas que aquella sería la definitiva última presentación del enano Pirrimplín y de la colosal Gigante Mexicana: era entonces el primer actor y director de la Compañía el estimable y estudioso Agustín Campuzano. Allá por Octubre, los abonados y concurrentes al Teatro Nacional, supieron con sorpresa que Josefina Lluch reemplazaría á la primera tiple Romualda Moñones, que después de haberlos entusiasmado en Bocaccio, cantado en español por primera vez en la función de la noche del 16 de Setiembre, había resuelto retirarse no sólo del Nacional, sino definitivamente de las tablas, para unirse en matrimonio al empresario Joaquín Moreno, verificándolo así con mucho boato y solemnidad en la Parroquia del Sagrario el 10 del citado Octubre. " L a graciosa Betina, el guapísimo Bocaccio, la linda Seguidilla, decía el cronista, ha dejado el teatro joven y hermosa aún, y cuando aun le quedaban muchos aplausos que conquistar en su brillante carrera." E l público recibió bien á Josefina Eluch en las diversas obras que estaba acostumbrado á aplaudir á la Moriones, y el empresario pudo trasladarse con su buena concurrencia al Principal, para dejar el Gran Teatro á la Compañía de Opera Italiana. Pero antes de hablar de ésta, refirámonos á un triste suceso y gran infortunio para el arte. El 2 de Setiembre circuló en México una noticia que causó honda y dolorosísima consternación, y á la que nadie en los primeros instantes quería dar asenso. Pronto desgraciadamente se vió confirmada. Ea gran artista, la insigne Angela Peralta, una de las más legítimas glorias del arte en México, había fallecido á las 11% de la mañana del día 30 de Agosto de 1883, víctima de la fiebre amarilla que unos buques extranjeros importaron á Mazatlán, donde la Empresa Montiel acababa de anunciar una temporada de Opera Italiana. Ea horrible epidemia, que desde los primeros días de su aparición atacó á once individuos de la Compañía y arrebató al primer tenor Belloti y al segundo Pánfilo Cabrera, fué del mismo modo impíamente cruel con la insigne artista mexicana, digno objeto de la admiración y el orgullo de sus compatriotas. Numerosas veces hemos honrado estas páginas con su nombre y hecho extensamente elogio. Al morir apenas contaba 38 años, puesto que había nacido en la Capital el domingo 6 de Julio de 1845: á los 15 años de edad cantó por primera vez en el Gran Teatro la Leonor de II Trovatore. Su maestro Lamperti hizo de ella el mayor de los elogios, diciendo sencillamente que nuestra artista era Angélica di voce e di nome. En su envidiable carrera artística cantó obras de todos los grandes compositores y entre ellas 166 veces la Lucia, 122 Sonámbula y 116 I Puritani. La última vez que las dulces y argentinas notas de la voz de Angela resonaron en el Gran
Teatro, fué, como lo recordó la Natali, cantando la romanza de Tosti, vorrei morir nella stagion dell'anno cuando é tiepida l'aria é il ciel sereno. Murió como tantas veces la admiración del público la vió morir en Aída, suspirando con ternura indecible aquella frase triste y conmovedora: " O terra addio; addio valle di pianti, sogno di gaudio che en dolor svani. ' ' Al tenerse en México noticia de su fallecimiento, los alumnos de las escuelas nacionales iniciaron el proyecto de elevar un monumento á la egregia artista. Doce años han trascurrido y aun no se ha dado paso para cumplir este deber; pero contra esa ingratitud de hecho, se pronuncia, aun en los mismos que la cometen, el convencimiento de que alguna vez habrá de llenarse. Por hoy, y á despecho de los años, la memoria de la insigne artista permanece viva en el corazón de cuantos la conocieron y admiraron, y aun llevan su imagen y el dulce eco de su celeste voz en lo íntimo del alma que la artista insigne supo, triunfadora, avasallar con su talento. Puesta mi florecilla humilde sobre su grata memoria, prosigamos refiriéndonos á la Compañía de Opera Italiana, la primera de las traídas á México por el entendido empresario Napoleón Sieni. La Capital ya tenía deseo de oir buena música y bien cantada, y el abono registró bien pronto en sus listas los apellidos de las familias Vivanco y Lama, Algara, Guzmán, Romero Rubio, García, Escobedo, Buch, García Teruel, Gargollo, Mier y Celis, Tagle, Martucelli, Montes de Oca, Escandón, Cervantes, Fernández del Castillo, Terreros, Campero, Diez Gutiérrez, Fernández, Hidalgo y Terán, Goytia, Escalante, Castañeda y Nájera, Pliego, Escandón, Santacilia, Prida, Suinaga, Tornei, Lalanne, Naranjo, del Valle y algunas más. La Compañía estuvo así formada: Primeras damas absolutas, Virginia Damerini, María Peri; Soprano ligero absoluto, Rosa Palacios; Mezzo sopranos contraltos absolutos, Andina Orlandi, Trinidad Mestres; Primer tenor dramcdico absoluto., Francesco Giannini; Primer tenor absoluto, Alessandro Passetti; Primer tenor absoluto de medio carácter, Enrico Grifoni Giannini; Primeros barítonos absolutos, Tieste Vilmant, Annuncio Melossi; Primer bajo absoluto, Enrico Serbolini; Primer bajo cómico, Luigi Bergami; Primer bajo cantante, Cesari Banchi; Partes comprimarios, Elisa Baraldi, Onesti Benedetti, Alessandro Leoyi; Maestros directores, Enrico Riboldi, Luigi Logheder; Maestro de coros, Achille Cavallini, profesores del Real Teatro de Milán; Ernesta E. H. T.—T. OI.—18
Bernasconi, arpa; Giuseppe Bernasconi, primer violoncello al cémbalo; Giuseppe Tiorati, primer flauta; Ernesto Rossi, primer oboe y corno inglés; Giuseppe Alzati, primer corno. El sábado 17 de Noviembre dió la Compañía la primera función de las diez y ocho del primer abono con El Trovador, de Verdi, así repartido: El Conde de Luna, Tieste Vilmant; Leonor, María Peri; Azucena, Trinidad Mestres; Manrique, Francesco Giannini; Ferrando, César BancM; Inés, Cavallini; Ruiz, Benedetti. E n la lista de precios de entrada eventual no figuraban palcos, plateas ni primeros, por estar todos abonados; á los palcos segundos se les fijó el precio de doce pesos, y á las lunetas y balcones dos pesos cincuenta centavos. El programa llevaba la nota de que el valor de entrada á cualquiera localidad, habría de pagarse precisamente en pesos fuertes del cuño mexicano. Su objeto era el de excluir de esos pagos la odiosa moneda de níquel, que á tanta gente infeliz arruinó á la vez que fué el origen de la fortuna de varios modernos capitalistas. ¡Epoca tristísima aquella! Ea penuria del Erario era absoluta; los empleados y cuantas personas de él dependían, lamentaban de tiempo atrás la irregularidad y aun completa falta de pago de sueldos y pensiones, y, como ya dije, desde fines del año precedente habíase empezado á acuñar moneda de níquel para acudir con ella á remediar tan triste situación. Un autorizado periódico financiero indicaba así las causas de las escaseces de la Tesorería: " E a política del Gobierno del Gral. González, ha sido la de una extraordinaria y en algunos casos cuestionable liberalidad. Ea ansiedad por el rápido desarrollo del país, unida á una prodigalidad nacida de un súbito aumento en las rentas, han hecho que se otorguen á toda clase de empresas nuevas una infinidad de subvenciones, prudentes y necesarias algunas, pero otras en extremo abusivas. Tiempo es ya de impedir que así se siga sangrando al Erario Nacional, evitándose los peligros que nos amenazan, por medio de la economía. Además, es probable que una gran parte de las rentas públicas no haya llegado hasta ahora á su destino legal, que es el Tesoro Público, y por más que el Presidente haya recomendado el estricto cumplimiento de las leyes arancelarias, es de temerse que no haya podido asegurarse la completa honradez en el manejo de ciertos empleados. Deben también minorarse las asignaciones al Ministerio de Fomento y reducir la muy enorme de ocho millones quinientos noventa mil setecientos nueve pesos, noventa y tres centavos, que consume el Ministerio de la Guerra, ahora que la paz está asegurada y hay facilidades para la rápida traslación de tropas por medio de los ferrocarriles." Este párrafo pertenece, casi á la letra, á un periódico afecto á aquella Administración; los que le eran enemigos, hacíanle mucho más terribles cargos, con tales denuedo y desenfado, que, para obligarlos
á callar, el Congreso dictó una ley, publicada por bando solemne á mediados de Junio, reformando el art. 7? de la Constitución en lo relativo al modo de castigar los delitos de imprenta, para los que ya n o existirían jurados especiales. El hecho es que para remediar en parte esa penuria, y con pretexto de sustituir con un metal vistoso y limpio la fea y sucia moneda de cobre, se creó la muy famosa de níquel, lanzándola al mercado con tal abundancia que pronto sobrevino su depreciación, con perjuicio enorme de la clase pobre ó menesterosa, por la subida de precio de los efectos de primera necesidad cuando eran pagados con la referida moneda. Ponderando su depreciación y el desprecio que de ella llegó á hacerse, la prensa toda reprodujo un párrafo de El Pabellón, de Guadalajara, en que, bajo el título de Ni los ladrones apetecen el níquel, se decía que en un asalto á la Hacienda de la Eabor, los bandoleros robaron la cantidad que en el despacho había destinada á la raya de operarios, sin querer llevarse la que en moneda de níquel encontraron en la caja. E l hecho es que pronto el comercio y los particulares se negaron á aceptarla, y, cuando por intervención de la autoridad se veían obligados á recibirla, recargaban el precio del efecto, con grave daño del mísero tenedor del desdichado níquel. Pero mientras llega el instante de referirnos al formidable motín por la tal moneda originado, volvamos á hablar de la Compañía de Opera Italiana, que principiado había sus representaciones en el Nacional la noche del 17 de Noviembre con el Trovador, de Verdi. María Peri, esbelta, elegante, agraciada, con voz extensa, agradable y buen método de canto, agradó mucho en el papel de Leonor, y en varios pasajes fué llamada á la escena entre nutridos aplausos. Ea Mestres en el de Azucena, bien y propiamente vestida, lució su hermosa voz y su talento dramático. E l tenor Francisco Giannini se afirmó desde luego en el aprecio de nuestro público, expidiendo claros, precisos y al parecer fáciles, cuatro dos de pecho que arrebataron á sus oyentes; joven aún, poseía un fuerte timbre de voz, capaz también de producir las notas más suaves y dulces. El barítono Vilmant no estuvo muy feliz en esa representación, pero poco tardó en justificar los elogios que de él había hecho la Empresa. Para la segunda de abono, fué cantada el domingo 18, Norma, corriendo la protagonista á cargo de Virginia Damerini, que á su vez gustó mucho por su presencia hermosa y su voz argentina y dulce; la Orlandi en Adalguisa, no llamó gran cosa la atención; la voz potente y robusta de Serbolini en Oroveso, fué acogida con grandes aplausos. En ambas representaciones, repetidas en la tercera y la cuarta de abono, el público quedó contento de la Compañía. Para quinta, y el sábado 25, se anunció Sonámbula, sirviendo de presentación á la prima donna Rosa Palacios.
Numerosos párrafos de periódicos europeos, reproducidos en casi todos los de la Capital, habían hecho saber los triunfos de la artista en varios teatros y salones, y teníase gran curiosidad de saber si esos elogios eran justos, y positivo deseo de verlos confirmados. Con mucha anticipación, cuantas localidades dejaba libre el muy buen abono, fueron tomadas, sin quedar ni una sola, y varias de ellas se revendieron á elevados precios, y como la demanda de billetes continuase, la Empresa puso á disposición de los solicitantes y al precio de las lunetas, multitud de entradas sin asiento. Interior y exteriormente, el Gran Teatro estuvo muy bien adornado é iluminado, y la escogida y numerosa concurrencia se mostraba, desde antes de dar principio á la función, entusiasta y bien dispuesta para la novel artista. Rosa Palacios, imitando en ello á la insigne Angela Peralta, se presentó en las tablas, vistiendo en su traje de aldeana los colores nacionales mexicanos, viéndose muy simpática y graciosa: la música de Sonámbula se acomodaba muy bien á sus notas dulces y argentinas, y como desde el primer instante reveló su buena escuela y perfecto método, el público la acogió y aplaudió con calor, dispensándole una ovación de esas que duran permanentes en la memoria de un artista. Rosa Palacios tuvo momentos felicísimos, y los aplausos, las dianas y las lluvias de flores, premiaron con justicia su talento. Después vino la discusión entre los críticos, ensalzándola los unos hasta la ponderación, deprimiéndola otros hasta reducirla á una mediana cantante. Para contrariedad suya y de sus partidarios, á Sonámbula siguió inmediatamente Travista, en que la artista mexicana no pudo lucir, malamente secundada por un tenor débil, un barítono enfermo, y un bajo inseguro en su parte: sobre todo, el tenor comprometió con sus torpezas y carencia de facultades la representación, y seguramente habría sido silbado, á no ser porque el galante público no quiso mortificar á Rosa Palacios: la Empresa tuvo el buen juicio de rescindir su contrato con el susodicho tenor que lo fué Enrique Grifoni, que á este apellido unía el de Giannini, sin tener ni leve sombra de los méritos del primer tenor. Esto hizo que desde entonces el público los distinguiese, llamando á Francisco, Giannini el bueno, y á Enrico, Giannini el malo. También anunció la empresa, que para reemplazar á éste, hacía venir de la Habana al tenor Giordano, que se encontraba en la Isla, y esperaba fuese del agrado de los concurrentes al Nacional. E n el resto del primer abono cantáronse, más ó menos repetidas, Hernani, Un Bailo in Másehera, Lucia y Ruy Blas. En Hernani volvió á presentarse el barítono Astori, aquí dado á conocer por la Peralta, encontrándose que aun no pasaba, como en aquel entonces, de simplemente regular; la Peri y Giannini el bueno, fueron muy aplaudidos, especialmente el último, cada noche más grato al públi-
co. En Un Bailo in Máscliera, Rosa Palacios cantó el Oscar con arte y gracia, y se vió muy guapa en los diferentes trajes que viste el simpático pajecillo. Ea Damerini brilló á grande altura en la Amelia; como mujer, pareció mucho más hermosa que en Norma, y como cantante lució en la obra de Verdi en todo su esplendor su magnífica y extensa voz, y estuvo notabilísima como actriz. Francisco Giannini arrebató en la peligrosa barcarola y en todo el segundo acto, y en sus dúos con la Damerini provocó frenéticos aplausos. En Lucia, Rosa Palacios, aun luchando con el recuerdo de la inimitable Peralta, salió triunfante, más, si cabe, que en Sonámbula; en la famosa escena del delirio, demostró su agilidad de garganta y su facilidad extrema para derramar cascadas de sonoras y argentinas notas. E n la octava función de abono, la noche del 8 de Diciembre, hizo su primera presentación el tenor Enrique Giordano, contratado, como dije, para reemplazar á Giannini el malo; esa presentación la verificó en la ópera Traviata, la misma con que aquél había hecho fiasco. Bien necesario era ya aquel refuerzo, que desgraciadamente para la empresa y para Giannini el bueno, no pasó de muy mediano. El primer tenor había estado sosteniendo él solo todo el trabajo, y nuestro clima y la fatiga hicieron que se resintiese de ello, al grado de que su privilegiada voz se negase en cierta noche á producir las magníficas notas con que electrizaba al público, y llegase á flaquear al extremo de desafinarse; los espectadores comprendieron la causa del accidente, y con nutridos aplausos indicaron al artista que no por ello había bajado en su aprecio. E l buen éxito, en lo general, de aquella Compañía de Opera italiana, perjudicó á las demás diversiones. Para las fiestas de Todos Santos, se levantó, según la inveterada costumbre, en él Zócalo ó centro del jardín de la Plaza de Armas, un salón no menos improvisado y poco artístico que los de los años precedentes, y en él se dieron poco memorables conciertos, que apenas en las tres primeras noches se encontraron regularmente concurridos por las señoras y jóvenes, ganosas de lucir los ricos ó bellos trajes estrenados el día 1? de < Noviembre. Ea zarzuela Moreno en el Principal, vió disminuir su público tan pronto como se supo que la Compañía de Opera valía la pena de ser oída. E a deserción fué tanto más fácil, cuanto que los concurrentes á ese espectáculo extrañaban á la Moriones, convertida en la señora de Moreno. Josefina Eluch, muy simpática, m u y graciosa, no alcanzaba á llenar el vacío dejado por la ausencia de la hermosa y. elegante Romualda, la chispeante Betina, el varonil Bocac~ ció, la vivaracha Seguidilla. El chiste de Sofía Romero, el arte y la buena voz de Palou, los aún apreciables restos del tenor Prats, las oportunas ocurrencias de Alpuente, no bastaban á entusiasmar al público, y la contaduría y los despachos n o mirábanse de lo más favo-
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recidos. Moreno había perdido su Mascota. " E l teatro de la zarzuela, decía un cronista, está ahora triste, solitario, y algunas noches tan desierto se ve aquello, que los espectadores asustadizos amartillan sus pitólas por temor á la mano negra." Ni la Eepri con su arte en su género, ui Paca Martínez con sus poderosas seducciones, lograban aumentar las entradas, por más que se las aplaudiese, y mucho, en sus vistosos pasos de baile. En la semana anterior al 2 de Diciembre, Moreno volvió á poner en escena Carmen, desempeñando la Eluch, por primera vez en nuestros teatros, la parte de la protagonista. Estuvo en ella bastante bien, y sin embargo se sobrepuso el recuerdo déla Moriones en el sentir de cuantos habían conocido á Carmen en su arreglo al teatro castellano. A pesar de todo, la obra de Bizet animó bastante las funciones del Principal, máxime con el aumento de los lances de una corrida de toros que el público aplaudía á rabiar, sin fijarse en el desacato que se cometía interrumpiendo y echando á perder las mejores escenas de ese último acto. También estaban bastante animadas las funciones de beneficio de artistas de la Compañía. E l actor cómico Eópez eligió para la suya El Barberúlo del Avapiés, La Vos Pública y El Lucero del Alba; en ésta, el beneficiado y la simpática Julia Aced procuraron cantar, con acompañamiento de guitarra, unas coplas críticas que fueron m u y celebradas por su chiste y su oportunidad. En ellas salió, por de contado, á danzar la famosa moneda de níquel, cuya abundancia se había hecho ya inaguantable y venía produciendo conflictos y disgustos que se temía que de un momento á otro provocasen un pronunciamiento. Eos pobres sufrían con ella lo que no es decible, pues los precios de los efectos de primera necesidad habían continuado subiendo, y quedádose altos aun cuando se pagasen en plata, determinación tomada por los vendedores á consecuencia de los malos ratos que dábanles los gendarmes y otras autoridades de policía, cada vez que algún comprador se quejaba de depreciación del malhadado níquel: la miseria empezaba á marcarse, y viejo es ya aquello de que la miseria aconseja mal. Para remediar en lo posible estos males, uno de los Diputados al Congreso más populares y simpáticos á las multitudes, el Sr. Carbajal, inició en la Cámara una discusión en que se ventilaba un proyecto para poner coto á la excesiva circulación de aquella malhadada moneda fraccionaria. E l incidente parlamentario se inició reposado y tranquilo, pero no tardó mucho en tomar un carácter acre y peligroso, máxime cuando las multitudes invadieron las galerías del augusto recinto de la representación popular, y se dieron á sí mismas participio en la lucha. De una crónica de esas sesiones tomo lo que sigue: " E n la sesión de ayer, primero de Diciembre, continuó la discusión sobre el dictamen sobre la circulación del níquel, é hicieron
uso de la palabra el C. Carbajal, en contra, que fué muy aplaudido, así como fué demasiado silbado el C. Sánchez Fació, que combatió el proyecto indicado por el Sr. Carbajal, en el que propone la amortización de los quintos de níquel, aumentando los derechos de importación del arancel sobre las bebidas embriagantes, aumento que deberá dedicarse á los gastos de amortización." Otro periódico decía sobre el mismo asunto: " E a sesión de la Cámara de Diputados ha estado ayer borrascosa; las galerías estaban henchidas de gente que aplaudía ó silbaba á los oradores, según los conceptos que emitían: la discusión ha entrado en el terreno de las personalidades, y el público rechazó con demostraciones de desagrado ese giro del debate. Para mañana ha quedado con la palabra el Sr. Riva Palacio, que hablará en contra del níquel." En efecto, en la borrascosa sesión del día 3, el Gral. D. Vicente Riva Palacio se produjo con indecible vigor contra la malhadada moneda de níquel, llegando á pedir entre las delirantes aclamaciones del público que le hizo una entusiasta ovación, que se mandaran quemar en medio de la Plaza de Armas las máquinas que habían servido para acuñar esa moneda fraccionaria. No es mi ánimo entrar en muchos detalles de esa discusión que dió por resultado el decreto de 12 de Diciembre, reglamentando el curso forzoso del níquel, que entre los particulares sería de veinte centavos en cualquier pago: el Gobierno la recibiría en sus oficinas sin limitación hasta el fin de ese mes, y con el cincuenta, el treinta, el veinte y el diez por ciento en determinados plazos, de los cuales el último quedó marcado para el primero de Julio; los quintos de níquel irían siendo retirados conforme se fuese pudiendo, y serían acuñados quintos de plata antes del 30 de Noviembre de 1884. Esta ley á nadie satisfizo y menos aún al comercio al menudeo que era al que en resultado se le obligaba á cargar con la aborrecida moneda, de la cual únicamente en oficinas federales podía salir y aun así con la limitación de que sólo le sería admitida en el pago de cuotas correspondientes al erario federal y no en aquellas que hubiesen de ser cobradas por cuenta ó con destino á los municipios, demostrando esto la capciosidad del.decreto de 12 de Diciembre, que obligaba al introductor de efectos extranjeros á pagar en plata el cincuenta por ciento, y el veintiocho á todo causante de derechos de portazgo, puesto que á los Ayuntamientos se les consideró en la categoría de simples particulares. E l disgusto, pues, no cesó, máxime cuando por la clausura del Congreso el público se consideró privado de la defensa que á su riesgo venían haciendo los diputados independientes, y el disgusto se transformó en irritación y la irritación en formidable motín. Contra la ley y á pesar de la ley, el comercio unánimemente fijó el diez por
ciento en cambios de níquel por plata, produciendo una alza considerable en el precio de toda clase de efectos. E n la mañana del jueves 20 del dicho Diciembre, el cambio subió á doce por ciento, á medio día llegó al catorce, á las seis de la tarde al diez y seis y á las ocho de la noche al veinticinco. Ea noticia de tan rápida depreciación circuló en pocos momentos por toda la ciudad y todos sus habitantes temieron que si aquello proseguía, pronto la moneda de níquel no iba á representar ningún valor, como ya acontecía en muchas poblaciones. Al amanecer el viernes 21 y al abrirse el mercado de la Merced, las vendedoras de los puestos dieron por hecho que el níquel nada valía ya, y negáronse á cambiar por él sus efectos; algunos compradores recurrieron á imponérseles por medio del gendarme, mientras otros maldecían del Gobierno y de su suerte, viendo que, como en los cuentos de magia, el dinero que creían tener se les evaporaba en las manos; y sin saberse cómo ni de qué manera, pues se puso especial empeño en que no se averiguase la verdad del suceso, estalló un motín en el referido mercado, y mientras vendedores y compradores llegaban á vías de hecho, aporreándose sin consideración, la multitud dió á correr en todas direcciones, difundiendo espanto y alarma, cuyo real motivo todos ignoraban y aun puede decirse no existía: casi todo el comercio, lo mismo del centro que de los barrios, cerró con estrépito sus puertas, y los vagos, y los curiosos, y sin duda muchos quejosos también, poco á poco fueron invadiendo la Plaza de Armas y situándose, en actitud indefinible, frente á la.fachada del Palacio Nacional. Cerca del medio día aquella multitud había aumentado al extremo de hacer difícil la circulación de carruajes y trenes urbanos, que cuando se obstinaban en abrirse paso eran objeto de burlas, chillidos y pedradas. En tales momentos acertó á venir por el ex-Seminario el coche del Presidente de la República, Gral. D. Manuel González, y éste dentro del carruaje. Sin conocerle, muchas de las gentes allí agrupadas recibiéronle como á los demás vehículos y trenes urbanos, con burlas, chiflidos y pedradas, y un disparo de pistola se dejó oir; algún periódico dijo que el disparo habíalo hecho el cochero ó un criado del Presidente, para llamar la atención de la guardia del Palacio, y procurar un auxilio á su amo, cuyo coche no llegó á pasar del monumento hipsográfico que sustenta la estatua de la Ciudad de México. El Gral. González, cuyo valor civil y militar nadie pudo jamás poner en duda, abrió la portezuela de su carruaje y bajó de él en los momentos en que el eco del disparo provocaba en los más tímidos carreras y atropellos, y hacía á los más exaltados prorrumpir en mueras y otros gritos, acompañados de pedradas, una de las cuales tocó al Presidente en un hombro. Conocido por algunos entre aquella multitud, y circulada la noti-
cia de que él era en efecto, los singulares amotinados abrieron calle y el Gral. González, sereno, tranquilo, atravesó á pie el espacio que mediaba entre el monumento susodicho y la primera puerta del Palacio Nacional. De todo esto fui testigo, y sencillamente digo lo que vi. Enterada la guardia de lo acontecido, tomó, sin duda porque asi se le mandó, cierta seria actitud, formándose al exterior de las tres puertas de la residencia del Ejecutivo Federal, y la muchedumbre, temerosa de un ataque, y viendo que al patio principal eran sacadas algunas piezas de artillería que allí, permanecieron toda la tarde con sus correspondientes dotaciones, se lanzó á carrera tendida por distintas calles, especialmente las de Plateros, Profesa, San Francisco y las laterales á esa avenida, apedreando los faroles del alumbrado publico y las bombillas de la luz eléctrica, á más de tal ó cual vidriera de casas particulares. E n la Plaza de Armas hubo algunos disparos al aire, hechos para obligar á los grupos que allí habían permanecido, á despejar ese basto recinto, y sin saberse verdaderamente el como, no faltaron algunas desgracias, especialmente en los barrios. De la una de la tarde en adelante, numerosas patrullas de tropa estuvieron recorriendo la ciudad, que pronto quedó en una calma muy semejante á la de un cementerio ó población abandonada. E n esa misma tarde fueron reducidos á prisión los Grales. Riva Palacio, Cosío Pontones, Aureliano Rivera y Tiburcio Montiel. Innecesario parece decir que á causa de ese motín la gente se abstuvo de concurrir á diversiones públicas.
CAPITULO X I I I
1883—1884. La empresa de la Opera dió principio á su segundo abono con el estreno de la obra sud-americana El Guarany, de Carlos Gómez, que cantaron bien la Peri y Francisco Giannini, y que agradó generalmente, mereciendo aplausos y aun la repetición de un brindis, una canción de ritmo español, el dúo de amor, el Ave María y la marcha indiana. Trajes y decoraciones fueron enteramente nuevos; las últimas gustaron mucho. E n el medio abono tres veces se repitió esa obra y dos el Fausto, que también fué cantado de un modo medio aceptable. Con esta ópera, puesta en escena el 30 de Diciembre, dió E . H . T . — T . EQ.—49
la empresa su última función del año de 1883, y en el primer día de 1884, y para sétima del segundo abono repitió Ruy Blas, dando en las sucesivas Linda, Rigoletto, Un bailo in Máschera y Fausto. El Principal continuó con su Bocaccio, Mascota y Carmen, y el Circo Orrin liizo buen negocio con su variada Compañía y con la exhibición de la Mujer zodiaco, título que se le daba en los programas; tenía el cuerpo cubierto de figuras de diversos colores impresas en la piel en dibujos indelebles al modo y uso de los salvajes de la Oceania y de la Nueva Zelanda especialmente, y no extraño entre los marineros, entre los soldados y entre los presidiarios: el procedimiento, en extremo doloroso para el individuo objeto de él, se denomina en francés tatouage. Con ella compartían el favor del público una bien amaestrada troupe canina, el funámbulo cuadrumano Pancho Ko, el avestruz, el elefante, el ventrílocuo y prestidigitador Goodison y la simpática y agilísima Adelaida Codona. Si á estas noticias se añade la de que el Principal,, á falta de otras novedades, había puesto La Mascota y La Gallina Ciega en travestí, desempeñando el tenor cómico López el papel de Betina, Enriqueta Imperial el de Lorenzo XVII y el de Cleto, Concha Méndez el de Venancio y Lino Alpuente el de Circuncisión; si por último se dice que en un salón del Callejón de Santa Clara se exhibía una empresa de títeres que con mucha destreza y mucha gracia presentaba con sus muñecos típicas escenas de costumbres nacionales, retratadas ó censuradas con grandísimo chiste, habrá que convenir en que no faltaban á la Capital diversiones y recreos para todos los gustos. Por desgracia, no estaba la Magdalena para tafetanes, y nadie tenía ánimo para buscar distracciones, pues á todo se sobreponía la gravedad de los padecimientos que experimentaban los empleados sin sueldo y el pueblo pobre sin trabajo y con las dificultades que le creó la moneda de níquel. Las autoridades, después del original motín del 21 de Diciembre, habían tratado de acudir á que aquello no se repitiese ó tomase más serio carácter, dictando las medidas que estimaron oportunas, y que, en último resultado, no consiguieron más que hacer menos franca y escandalosa la irritación, pero no desvanecerla ó suprimirla. El mismo día 21, el Presidente de la República ordenó se diese sin pretexto, ni disculpas, ni evasivas, exacto cumplimiento á la ley del 12, imponiéndose multas de cincuenta á trescientos pesos á todo el que se rehusare á aceptar la moneda de níquel en la proporción allí fijada: el comerciante que estableciera diferencias en sus precios según se le pagase en níquel ó en plata, satisfaría de cien á quinientos pesos; quienes por rehuir estas penas cerrasen sus establecimientos, no podrían volver á abrirlos sino pagando de nuevo el derecho de patente, más otro adicional de cien á quinientos pesos; para quienes se negasen á satisfacer esas multas
estaba lista la cárcel, sin perjuicio de su consignación á las autoridades judiciales. El Ayuntamiento convocó á los introductores y comerciantes que quisieran venderle efectos de primera necesidad, á que le hiciesen proposiciones, en la inteligencia que sus pagos los haría en plata y con sujeción á la ley, á fin de revenderlos á la clase menesterosa á cambio de níquel. Además, se anunció que en todos los mercados se pondrían casillas para el cambio de níquel en plata, y en 29 de Diciembre el Secretario de Hacienda firmó con el comerciante español D. Juan Llamedo un contrato, por el que éste se obligaba á abrir desde el día 2 de Enero de 1884 un despacho de cambio á la par: el despacho estaría abierto seis horas diarias; los cambios se harían hasta por cinco pesos á cada persona, y por lo menos llegarían semanariamente á treinta mil pesos, hasta completar un millón: por este servicio el Gobierno pagaría al contratista el cinco por ciento sobre la cantidad cambiada, no pudiendo este abono ser menor de cuarenta mil pesos, ni aun en el caso de que no hubiere llegado á completarse el millón que el contrato fijaba como máximum. El despacho se abrió efectivamente en el número 10 del Callejón de Santa Clara, en los bajos de una casa de la propiedad de D. Juan José Baz. De la puerta del despacho á la mitad de la calle se formó una especie de valla ó toril, para que los que acudieran al cambio necesariamente pasasen de uno en uno, y un buen número de gendarmes recibió la encomienda de conservar el orden entre la multitud, empresa bien difícil por cierto, pues el cansancio de las largas esperas, la impaciencia de muchos que en sus casas eran esperados por la madre, la esposa ó los hijos hambrientos, y el empeño de disputarse los primeros lugares á la entrada de la valla de gruesas vigas, originaban á cada instante conflictos, disputas, riñas, golpes, maldiciones é insolencias que muchas veces terminaban yendo á dar á los calabozos de las Comisarías, con todo y sus níqueles (así dió el pueblo en llamar á la moneda), los más inquietos, y, las más de las veces los más necesitados. Las víctimas de estos cortos castigos salían de sus breves prisiones vertiendo por aquellas bocas las más exageradas especies, que de uno en otro circulaban, hallando eco y propaladores en cuantos de algún modo se sentían ó creían lastimados. Según ellos, las tales oficinas de cambio eran una burla á la clase pobre, y sólo á unos cuantos se les hacía realmente el beneficio del cambio, empleando en la operación el más tiempo posible para dar lugar á que se cumpliese la hora de reglamento y poder dar con la puerta en las narices al mayor número: á su juicio, las cantidades de níqueles que se le decía al Gobierno haber sido cambiadas á la par, no provenían de los despachos de los cambistas sino de las acumuladas en los días precedentes al 21 de Diciembre, compradas, gracias á una alar-
ma intencionalmente producida, con el 25 y aun mayor demérito, por los especuladores con la miseria pública, que á tal engaño llamaban ingeniosa combinación mercantil, enriqueciéndolos á ellos en un abrir y cerrar de ojos, á costa del hambre, de las lágrimas, de la desesperación de los infelices. Quienes más padecieron con aquellas murmuraciones fueron los comerciantes de nacionalidad española, á los cuales se supuso en combinación con D. Juan Llamedo sobre el que recayeron todos los odios, acusándole de que después de haber comenzado su fortuna con la explotación de infelices mujeres mexicanas como contratista de vestuario para el ejército, iba á redondearla con el tal contrato para el cambio de níquel por plata, níquel, seguíase diciendo, que no provenía de la casilla del Callejón de Santa Clara, sino de las bodegas y almacenes del mismo Llamedo y de los comerciantes con él asociados. Esto, caso de que fuere cierto, n o podía en manera alguna probarse, pero no por eso corría con menos asenso entre los quejosos y los infelices, que maldecían de una opulencia que á su juicio estaba basada en la explotación de desventuradas obreras y regada con las lágrimas del pobre. Varios periódicos tomaron con calor la defensa de Elamedo, y dieron publicidad á varias acciones generosas de dicho comerciante español, que á su juicio probaban la falsedad de la murmuración de que se le hacía víctima. Pero los periódicos daban á cada paso cuenta de quejas de distintas personas que de buena fe acudían al cambio, y en El Monitor de 6 de Enero se lee el siguiente caso: "Cierto empleado de un Ministerio, que recibe en níquel el pago del escaso sueldo que allí disfruta, pidió licencia en su oficina, anteayer, para dejar de asistir á sus trabajos con el objeto de pasar algunas horas frente á la casilla Llamedo, como se hace indispensable para cambiar níquel por plata. ' 'Después de haber permanecido más de tres horas entre la multitud, logró aproximarse hasta la puerta, y ya en los momentos de entrar fué repelido por un gendarme que le regaló tres furiosos palos en un brazo, dejándole maltrecho y siempre sin poder entrar. Llegada la hora de medio día, por carecer de lo necesario para su familia el empleado tuvo que retirarse y que cambiar sú níquel con el treinta por ciento de descuento en una casa de la calle de la Palma. ¿Cuántas personas podrán contar historias sejnej antes á ésta? H é aquí los buenos efectos que está produciendo el ruidosísimo contrato hecho por el Gobierno con el Sr. Llamedo." Aunque sin duda había en esto y en otros rumores exageración ó mala voluntad, en el fondo reconocían por causa el disgusto originado por aquella tremenda crisis, bien poco favorable á los espectáculos públicos, que, ó se veían abandonados por las gentes de pocos recursos, ó tenían que admitir proporcionalmente la odiada moneda,
ó exponerse al peligro de que se les aplicasen las penas de la ley. Algunas empresas se vieron obligadas á decir, cuando se quería pagarles en níquel, que las localidades estaban ya tomadas, cuando aun las tenían vacías ó á medio llenar. Pero volvamos á hablar de la Compañía de Opera Italiana. Favorecida ésta por cierta clase de personas poco expuestas á la invasión del níquel, fué sin duda la que menos sufrió á este respecto, conservando bastante bien su buena y escogida concurrencia. No le faltó á Rosa Palacios en su beneficio, verificado el 13 de Enero de 1884, con Linda, y tampoco se presentó mal e;l tercer abono, que, por seis funciones, dió principio el 17 con la popular Aida, presentada con muy buenos trajes y muy buenas decoraciones y cantada muy bien por Giannini en Radamés, la Damerini en la protagonista y la Mestres en la Amneris. Con esta obra, en su repetición del 24, dió su beneficio la Damerini, que había seguido ganando amigos y admiradores con su buena voz y buen método y su grande hermosura. Francisco Giannini, igualmente muy querido por el público, á su turno dió su beneficio con Traviata. E l estimado artista fué una alhaja para la Empresa, á la que él solo sacó adelante en sus funciones de tenor, pues al redondo fiasco de Giannini el malo siguió el menos ruidoso de Giordano.y al de éste el de un tercer tenor apellidado Boganmi, con quien se contaba para reemplazar á su predecesor. Boganini hizo en El Trovador un estupendo fiasco. La Empresa estuvo tan de desgracia con todos ellos, como afortunada con el primero y excelente Francisco Giannini. Realmente, en buena ley no puede culpársela por ello, pues en esto como en todo hizo cuanto estuvo á su alcance para complacer á sus abonados. En la noche del 29 se estrenó en el teatro de México El Hebreo, ópera en cuatro actos y un prólogo, de Apolloni. Recibido primero con cierta frialdad, fué después gustando en las repeticiones subsiguientes aquel feroz drama trágico, tomado de la novela del Bulwer, Leila ó el asedio de Granada, en el que la protagonista muere asesinada por su propio padre Issachar, y éste es quemado por la Inquisición: Giannini y la Peri cantaron magníficamente esta ópera, que estuvo montada con gran lujo. E l 31, y con Un Ballo in màschera, dió la Mestres su beneficio, que se vió bien concurrido, pues la bella española, alta, esbelta, simpática, buena actriz y buena cantante, habíase ganado justos aprecio y cariño en la Azucena del Trovador, en la Ulrica del Baile de Máscaras, y en la Amneris de Aída: como una demostración de afecto al público, la Mestres cantó en dicho beneficio la canción española La Naranjera, con toda la sal y la gracia propias de la tierra en que había nacido. Después de varias repeticiones de Aída, Norma, El Hebreo y Lucia, en la noche del 14 de Febrero se despidió del público de México la Compañía con El Barbero de Sevilla, á beneficio del maestro di-
rector D. Luis Logheder, que hizo tocar á la orquesta un notable compendio sinfónico de la ópera Adello. La Capital quedó entonces entregada, en cuanto á espectáculos, á los Orrin, en cuyo circo hacían riesgosos ejercicios los hermanos Livingston en unos trapecios suspendidos de un velocípedo que uno de ellos hacía ir y venir por un cable tendido de uno á otro extremo del local, y á la zarzuela Moreno en el Principal que, por intrigas y rencillas de ley en los escenarios, vió escapársele fugitivo al tenor cómico Pablo López, á quien vino á sustituir el siempre aplaudido Manuel Iglesias. Pero todo ello duró poco en su dominio absoluto, pues tan pronto como la Opera Italiana dejó libre el Nacional, lo ocupó la Gran Compañía de Opera Inglesa del Sr. C. D. Hess, acabada de llegar á Veracruz, después de extraordinarios éxitos en las principales ciudades de los Estados Unidos, según rezaban los programas. E l personal de la Compañía Inglesa era el siguiente: Miss Abbie Cárrington, prima donna absoluta; Miss Emma Elsner, prima donna contralto; Miss Blanch Chapman, primera soprano de ópera cómica; Mr. George Appleby, primer tenor; Mr. Thos. F . Cristy, tenor de gracia; Mr. James G. Peakes, primer barítono; Mr. H e n r y C. Peakes, bajo profundo; Mr. Geo. W . Denham, célebre actor cómico; Mr. A . W . Tams, barítono cómico; Mr. D. A. Flin, bajo cantante; Miss Letitia Fritch, distinguida joven prima donna inglesa; Director de orquesta, Mr. W . E . Taylor, del Conservatorio de Música de Londres. Gran cuerpo de coros y gran orquesta. Precios de abono por seis funciones: en palcos, cuarenta y ocho pesos; en lunetas y balcones, seis pesos. Precios eventuales: palcos, doce'pesos; lunetas, un peso cincuenta centavos. La Compañía Hess dió su primera función el sábado 16 de Febrero, con Marta, de Flotow; la segunda con Fra Diàvolo; la tercera con La Giianilla; la cuarta con Olivette; la quinta con Maritana de Vicente Vallace; y la sexta y última del abono anunciado, con el tercer acto de Marta, el segundo de Fra Diàvolo y el estreno de la ópera náutica de Gilbert y Súllivan, en dos actos, intitulada Pinafore; esto en la noche del 23. E n la del 24 repitió en extraordinaria Olivette, y para el 28 la Compañía Hess se pasó al Teatro Principal y dejó el de la calle de Vergara, para que en él se verificasen bailes de máscaras y se le hicieran diversas obras de reposición. Durante ese abono, el Nacional se vió muy bien concurrido por lo más granado y elegante de nuestra sociedad, que ansiosa acudió á ver qué era esa Compañía, primera en su género que nos visitó. Miss Abbie Cárrington (hay que ponerles á esos cantantes el Miss y el Mister para distinguir, al nombrarlos, los hombres y las mujeres), Miss Abbie Cárrington, repito, hermosa, simpática, elegante; Miss E m m a Elsner, preciosa rubia, esbelta, con ojos vivísimos, pequeña
boca y correcto cuerpo, del que pudo juzgarse bien porque varias veces vistió traje masculino; Miss Letitia Fritch, otra rubia primorosa, simpática y elegante; el cuerpo de coros del sexo bello, no muy numeroso, pero sí compuesto de bonitos tipos, lo mismo las de ojos azules que las de ojos negros, todas ellas con mucha vida y con mucha animación y á s u vez vestidas con mucho gusto, agradaron grandemente como mujeres y bastante como actrices. Como cantantes parece que ellas mismas nunca tuvieron grandes pretensiones, y aunque no eran, ni mucho menos, maravillas, no lo hacían mal y pasaban bien. Mr. Denham era realmente un actor cómico de grandes méritos, y muy regulares artistas Mr. Appleby y Mr. Peakes. Marta y Fra Diávolo estuvieron bien cantadas; La Gitanúla y Maritana pasaron sin causar sensación, y gustó mucho y fué muy aplaudida Olivette. Con la misma buena y numerosa concurrencia que en el Gran Teatro, pasó la Compañía Inglesa al Principal, principiando su segundo abono la noche del 28 con La Mascota, que cantó menos que medianamente : estrenó después Iolanthe, Los Piratas de Penzanze, y se hizo oir en Les Cloches de Corneville; repitió Olivette el 4 de Marzo á beneficio de Emma Elsner, y el 9, para sexta y última del segundo abono, dió, por primera vez en México, la opereta de Suppé Fatinitza, cruelmente mutilada, pero muy bien puesta y presentada, pues como todas las actrices eran guapas y tanto como ellas las coristas, el segundo acto, que pasa en el Harem del Sultán, ofreció un particular conjunto de hermosas odaliscas. El público masculino que sin duda sabía de lo que se trataba y quiso además ser galante con tanta belleza, cubrió materialmente de ramilletes y de flores sueltas á la Elsner, á la Fritch y á sus compañeras de Serrallo, haciéndoles rumbosa despedida, pues con la función de esa noche se retiró la Empresa Hess, ofreciendo volver, en lo que obraba cuerdamente, pues tenía el éxito asegurado. Estábamos en plena Cuaresma, y, como si las fatalidades de aquella época calamitosa hubiesen hecho á la gente pensar que sólo de lo alto podía venirnos el remedio, perceptible era la atmósfera de austeridad y de recogimiento que invadía la Capital: los templos de Santa Clara y Santa Brígida, en que elocuentemente resonaba la voz de los famosos oradores y sacerdotes Malavehar y Rivas, las iglesias de Santo Domingo y el antiguo Colegio de Niñas con sus graves y solemnes ejercicios, eran los centros únicos en donde podían encontrarse á las estrellas de la buena sociedad, que no hacía mucho brillaban en los teatros. El Principal quiso aprovechar aquel desbordamiento de fervor religioso, y por iniciativa y bajo la dirección del Maestro Modesto J u -
lian, para el domingo 16 de Marzo anunció un primer concierto de música sagrada, ó clásica y seria, de cuya ejecución se encargó una muy buena orquesta, formada con profesores de la Capital, pero cuyo éxito en contaduría fué casi nulo. Como distracción profana sólo se permitió la sociedad escogida la de unas carreras celebradas ese mismo día por el Club Nacional Velocipedista, en el Hipódromo de Peral villo. En ellas, y entre otros jóvenes, tomaron parte Porfirio Días (hijo), Gustavo Pacheco, Ernesto y Manuel Fernández, Francisco Cabañas, Juan Gutiérrez, Vicente Escandón, Manuel y Mario Garfias, Adolfo Durán, Angel Carrillo y W . S. Eocke. Eas reinas que habían de acordar los premios, fueron las Sritas. María Santacilia, Rosa Valle, Concepción Varela, Matilde Castellanos, Euisa Mercado, Clara Gamboa, Margarita Maza, Euisa Romero Rubio, Josefina Pacheco y María Pacheco. E l cargo de Juez àrbitro, lo desempeñó el joven Fernando González. Ea sencilla fiesta resultó primorosa, por lo numeroso y brülante de la concurrencia, y Gustavo Pacheco, Ernesto y Manuel Fernández, Adolfo Durán y Mario Garfias, que resultaron vencedores, fueron aplaudidísimos. E n teatros de segundo orden hubo poco que merezca referirse. En Arbeu Manuel Estrada y la muy discreta y ameritada actriz mexicana la Rivero, estrenaron y representaron muy bien el sensacional drama de Leopoldo Cano, La Pasionaria, que con mucha justicia gustó y llamó grandemente la atención. En Hidalgo se presentó la nota bilidad del siglo, el Capitán Alfonso King, que por medio de un calzado especial andaba sobre el agua como Pedro por su casa. E l Circo Orrin conservaba su público admirador de Mr. Ferris en sus ejercicios con leones y leopardos, y de la elefante Julieta que según los inteligentes en el arte de domar grandes bestias, estaba positivamente deliciosa tocando con su trompa un organillo. E n esto, la compañía de Opera Inglesa, presentóse en México, de improviso y procedente de Querétaro, y sin querer fijarse en lo muy avanzado de la época cuaresmal, bonitamente anunció un abono de despedida, que empezó el martes 25 en el Teatro Principal, anunciando, sin llegar á darlo, el Fausto, con el aliciente de la presentación de un nuevo barítono, Mr. Alonso Stoddard: en su lugar puso Fatindza, repitió después la ópera náutica Pinajore, la Gitanilla, Fra Diàvolo, La Mascota, Iolante, Olivette y Les Cloclies de Cornevüle, en la que estaba muy graciosa Blanca Chapnaan en el p^pel de Nora. A este último abono, que terminó en 30 de Marzo, concurrieron poquísimas señoras, siendo en cambio muy abundante la concurrencia masculina. Aunque no la tuvo ni de uno ni de otro sexo, el Maestro Julián se empeñó en dar otros conciertos, á las puertas, como quien dice,
de la Semana Santa, sin querer darse por convencido de que, por entonces, ese género de culta distracción no contaba aquí con partidarios suficientes. No concluía la Semana Mayor, pues aun estábamos en Sábado de Gloria, que en 1884 cayó en 12 de Abril, cuando el famoso empresario Mauricio Grau se presentó de nuevo en el repintado y hasta cierto punto recompuesto Gran Teatro Nacional, al frente de la siguiente Compañía de Opera Francesa Seria y Cómica: " Mlle. Fouquet, de la Grande Opera de París ; Mlle. Villanova, primera tiple dramática; Mlle. Jouany, primera cantante ligera; Mlle. Varelli, primera cantante contralto; Mlle. Dorsay, Mlle. Astruc, Mlle. Delorme.—Mr. Lestellier, tenor de fuerza del Teatro Covent Garden de Londres, Real de Madrid é Imperial de San Petersburgo; Mr. Keghel, primer tenor de los principales teatros de Francia ; Mr. Solve, primer baritono; Mr. Mauge, baritono favorito del público de México ; Mr. Jourdan, bajo profundo; Mr. Bonhivers, primer bajo cantante; Mr. Lary, tenor ligero; Mr. Nigri, baritono de Opera Cómica; MMrs. Mezières, Duplan, Guy, Ducos, Vinchon, Frederic y Verger.—Cuerpo de baile, Mlle. Rozier, primera bailarina del Teatro del Chatelet de París; Augusta la Bella, Guillerme, Riva, Catulla, Costa Bonardi, Clerico, Dendrino y Zanini. Directores de orquesta, MMrs. Guille y L a g y e . " E l abono constaría de dos tutnos, par é impar, de diez y ocho funciones cada uno, á los precios, por cada turno, de doscientos cincuenta pesos en palcos, y de treinta y anco pesos en lunetas y balcones. E n entrada eventual, los palcos valdrían, veinte pesos y dos pesos cincuenta centavos la luneta. Realmente los precios no eran exagerados para el innegable mérito de esa Compañía. E l tenor Lestellier unía á una excelente presencia, una de las mejores voces de su especie que en México se han oído: la Fouquet era ya conocida y apreciada como una notabilidad, y en esta temporada iba á afirmar su crédito en nuestro teatro, que nunca habrá de olvidarla. E n cuanto á Mauge, damos por reproducidos aquí los mismo elogios que de él se han hecho en anteriores capítulos, pues fué entonces el artista distinguido de siempre. La Varelli merecía en justicia el título de primera contralto. La Jouany, notable por su belleza y por el melodioso timbre de su voz, fué una de las artistas de esa Compañía que más agradaron. Los demás artistas, tanto del cuadro serio como del cómico, unos ya muy conocidos y estimados en México, otros nuevos y de muy regulares méritos en su mayoría, contribuyeron mucho al buen conjunto de aquella numerosa agrupación, y aunque en la temporada no faltaron fiascos, la mayoría de las obras presentadas en la escena del Nacional dejó satisfechos aun á los más descontentadizos espectadores. Su abundante repertorio les permitió poner en las treinta y seis f u n R. H . T.—X. U L - 5 0
ciones del primer abono, Los Hugonotes, Fausto, El corazón fia mano, Roberto el diablo, Favorita, Lucia, Bocaccio, Za Judia, Mignón, Carmen, La Dama Blanca, Guillermo Tell, La AJricana, La Hija del Tambor Mayor, Traviata, La hija de Madama Angot, El Barbero de Sevúla, Los Dragones de Villars, La Muda de Portici,, El Trovador, y algunas otras que se escapan á mi memoria; y en el segundo abono de nueve, Aída, La Hija del Regimiento, El profeta, Si f étais roí,, Les noces de feannette y Le maitre de Chapelle. El desempeño de Los Hugonotes, ópera con que la Compañía dio principio á sus trabajos, nada dejó que desear; todos los artistas estuvieron bien, sobresaliendo, como en cuantas obras tomaron parte, Eestellier y la Fouquet. En Favorita encantó la Varelli, y Eestellier entusiasmó en toda la ópera, sobre todo en la romanza Spirto gentil, que suspiró de un modo delicioso. Menos feliz estuvo en Fausto, que casi siempre ha sido ópera desgraciada en México: la Fouquet hizo una excelente Margarita. Roberto el Diablo, Guillermo Tell, éste sobre todo, fueron otros grandes triunfos; Carmen y El Barbero, salieron menos que medianas; Eestellier y la Fouquet volvieron á estar admirables en La Africana; el tenor distinguidísimo cantó de tal manera El Trovador, que sin el célebre alarde del do de pecho, se impuso al público que le dispensó ovación entusiasta. En Aída la Fouquet y Lestellier cantaron magníficamente, y en La Hija del Regimiento mereció igual elogio la Jouany. Para hablar del desempeño de El Profeta nos faltan elogios, á n o ser que repitamos los ya hechos en las líneas que preceden, Pero lo más notable, si es que refiriéndose á la Fouquet puede decirse más, fué que aquella singularísima artista que tanto admiró en las citadas grandes óperas, no causó menor sensación en las del diverso repertorio. E n la Micaela de El corazón y la mano, de Eecocq, estuvo sorprendente de gracia y de travesura, la que parecía haber sido creada para conmover hasta el llanto en Valentina, Leonor y Margarita. En Bocaccio, la misma Fouquet interpretó y cantó de tal modo el tipo del simpático poeta, que el público creyó no haber visto ni oído hasta entonces un más lindo y gracioso Bocaccio que el que ella hizo. So pena de aparecer como que no sabemos salir de un mismo círculo de ponderaciones, dejamos ya de elogiar á esa artista, que aumentó á centenares sus admiradores y amigos de otras épocas, en aquella temporada en que demostró una fuerza y un ánimo para el trabajo casi hercúleos. No debo detenerme en celebrar los méritos de la mayoría de los demás artistas de aquel cuadro, bastándome repetir que los ya de antiguo aplaudidos en México, volvieron entonces á serlo; añadiendo que para que nada pudiese censurarse, la Rozier gustó mucho como primera bailarina, y que todo el cuerpo coreográfico se presentó
siempre con mucho lucimiento, y con toda la aprobación del público. Y sin embargo, el activo y entendido Mauricio Grau, pocas veces hizo tan mal negocio como en esa temporada. Eos llenos fueron contadísimos, y la mayoría de las noches el Gran Teatro Nacional presentaba un tristísimo aspecto por lo escaso de la concurrencia. Al anunciar su segundo abono, la Empresa se vió obligada á hacerlo del siguiente modo: " E s t a Empresa, como siempre, y á pesar de los contratiempos con que ha tenido que luchar y son consecuencia de la crisis general que resiente la República, ha cumplido durante el abono que está para terminar, todas las promesas que había tenido la honra de hacer al culto público de esta Capital; hoy, f u n dándose en su ilustración y el gusto que le distingue por los espectáculos líricos cuando están confiados á artistas de mérito, está animada de los mejores deseos de complacer al dúettantismo mexicano, que, en otras épocas, le ha dado tantas pruebas de simpatía y benevolencia. Con este objeto, y persuadida la Empresa de que será del agrado de los amantes del arte, asistir todavía á la representación de algunas obras maestras del gran repertorio, se resúelve á abrir un último abono de despedida, sin hacer reducción alguna en los precios de las localidades, por no permitirlo los gastos considerables de una Compañía constituida en grande escala como la actual." Pero todo fué inútil: ese segundo abono fué tan malo si no peor que el primero, y Grau y sus artistas partieron de México en la mañana del 13 de Junio: el 12 había dado sus últimas funciones, cantando El Profeta en la tarde, y Bocaccio en la noche, pará despedida de la Fouquet.
CAPITULO X I V
1884. Mientras la Opera Francesa permaneció en México, no dejaron de trabajar el Circo Orrin y los teatros Principal, Arbeu é Hidalgo, y dió el fockey Club, en su Hipódromo de Peralvillo, sus carreras de Primavera, á partir del 20 de Abril, mes memorable porque en su día 6 ocurrió el incendio de la Droguería de Van den Wyngaert, en la calle del Puente del Espíritu Santo, que menciono entre los espectáculos, porque no dejó de serlo en México, en el que, por fortuna, rara vez acontecen incendios de las tremendas proporciones qtie aquel adquirió.
Referirnos á funciones del Circo, como no sea por incidente, no entra en mi plan; pero sí debo recordar que en una función del n de Mayo el domador Mr. Ferris se vió en riesgo de haber sido devorado por sus tigres y leones en el interior de la jaula en que hacía sus ejercicios: "los animales aquellos estaban ese día de mal humor, y uno de ellos—habla un periódico — se le echó encima y le mordió una pierna, dejándolo lastimosamente herido. Mr. Ferris se hizo fuerte para no caer, y apoyándose en los barrotes de la jaula, prosiguió sus ejercicios hasta imponerse á las fieras: cuando el domador salió de la j aula, apenas podía andar, y el público tuvo con todo esto una bien desagradable emoción." Moreno en el Principal hizo estrenar en la noche del 30 del mismo Mayo, la zarzuela del Maestro Arrieta San Franco de Sena, con un libreto escrito sobre el pensamiento de una comedia antigua: como del autor de Marina, la música no podía ser mala y agradó bastante, tanto más, cuanto que el empresario montó la obra con nuevas decoraciones y buenos trajes. E n Arbeu seguía trabajando, en días de fiesta y en tal cual noche salteada, Manuel Estrada con la excelente Ri vero: en una de esas funciones estrenaron el drama de Coppé, Severo Torelt, bien traducido por Carlos Macedo, á quien el público premió su trabajo llamándolo á la escena. Con Estrada alternó una modesta Compañía lírica, que cantó con regular éxito la zarzuela Un Viaje á Suiza. En Mayo ocurrió la sentida muerte de una distinguidísima, de una eminente actriz española, á quien en este libro he consagrado muchas páginas, que se honraron con la relación de sus glorias y triunfos por pocas actrices superados en teatros de México. Ese fallecimiento fué el de la insigne María Cañete que, con su talento superior, millones de veces conmovió, con los aplausos arrancados al público, las paredes de los teatros de los Gallos, Nuevo México, Principal, Nacional y Arbeu. Apenas su primera juventud pasó en España, su patria de nacimiento; todo el resto de su vida, hasta llegar á la ancianidad, lo pasó en México, su patria por elección y por cariño. Sus cenizas vinieron á formar parte de esta tierra mexicana á la que tanto amó y en la que tan amada fué. El fallecimiento de Mariquita Cañete ocurrió en México el 20 del referido Mayo. Indiquemos ahora con brevedad algunas de las causas de la crisis, que extendiendo el disgusto y la alarma en todo el país, hicieron fracasar á la Empresa Grau y dieron pretexto al público para abstenerse de diversiones, aun las escogidas, como la Opera Francesa. Obligado el Gobierno á ir amortizando la moneda de níquel, con que había querido suplir la falta de recursos, exacerbada desde principios del tercer año presidencial de D. Manuel González, faltáronle desde luego en sus arcas unos tres millones de pesos, falta que trató de re-
mediar apelando primero á empréstitos de poca importancia y no muy onerosos, y decretando después varios impuestos, que dieron tristísima fama en la historia hacendaría nacional á D. Miguel de la Peña, quien el 9 de Febrero se encargó de la Secretaría respectiva por renuncia del Sr. Fuentes y Muñiz. De éstos, el que mayor sensación causó fué el del 22 de Marzo, que adicionaba con fuertes recargos la tarifa de la ley del Timbre de 1880 en la fracción de mercancías cuotizadas, imponiendo pesados gravámenes á los vinos, aguardientes, licores y cerveza nacionales y extranjeros, á los naipes, á las conservas alimenticias, á los sombreros, á los zapatos, á la joyería, mercería, quincallería y ferrétería, á la loza, cristal y vidrio, y á otros varios y distintos artículos. El impuesto era realmente fuerte; pero lo que más desagradó en esa ley fué la enormísima molestia que produciría al comercio el tener, con arreglo á prescripción expresa del decreto, que fijar la correspondiente estampilla en todos y cada uno de los objetos que estuviesen á la venta, en despacho abierto al público: en las botellas, la estampilla se fijaría en el tapón; en los naipes, en su envoltura de modo que cogiese el doblez; en los sombreros, en los forros interiores; en los zapatos, en las suelas; y en los objetos en que no fuese fácil adherir la tal estampilla en toda su extensión, pues medían como cinco centímetros, se adheriría sólo el talón, inutilizando el resto, que quedaría pendiente de una etiqueta amarrada al objeto. E l comercio, sobre el que la nueva ley, dice El Monitor, " ha venido de improviso como trabucazo de salteador ó puñalada de picaro, es decir, á traición y por la espalda," procuró hacer ver al Gobierno que aquello era monstruoso, pues se le obligaba á emplear enormes sumas en timbrar todas sus existencias antes de ser vendidas, é impracticable, pues además de las dificultades y el demérito que pudiera originar la adherencia de estampillas, el trabajo material para los empleados de las casas causantes, importaba una pérdida de tiempo sumamente costosa. Ni estas ni otras muchas observaciones fueron escuchadas ni atendidas por el Gobierno, que hizo cuestión de dignidad el obedecimiento del decreto de 22 de Marzo, y los periódicos independientes ó de oposición y todos los de las colonias extranjeras, censuraron acremente esa conducta y se hicieron eco del universal disgusto, que crecía y se agigantaba conforme íbase acercando la fecha en que el decreto debía ser cumplido. E n vano comisiones de respetable carácter conferenciaron con el Presidente; en vano se pretendió hacerle observar que un gobierno republicano puede ceder á la opinión pública sin perder su dignidad, y que no es prueba de debilidad sino de sabiduría volver sobre sus pasos cuando son imprudentes. El Diario Oficial contestó á unos y á otros que el decreto se haría cumpür in-
flexiblemente y sin reformas, empleando en sus contestaciones un ton o arrogante y despectivo, hasta decir al comercio extranjero que si n o le agradaba la ley estaba en libertad para cerrar sus establecimientos, pues aun cuando fuese, como lo era, un elemento de prosperidad y de progreso para el país, debía convencerse de que no estaban vinculadas en él la existencia y la vitalidad nacionales. El comercio que sabía tener esa libertad sin necesidad de que el Diario se la concediese, cerró efectivamente sus casas y despachos públicos el día i? de Abril, martes de la semana de Pasión, privándose de las ventas extraordinarias que en esos días suelen hacerse para la Semaha Santa, que se pasó de lo más triste y desolado imaginable. Pero ni aun así condescendió el Gobierno á lo único que se le pedía, esto es, no que derogase la ley, sino que modificase algunas de sus disposiciones. E l efecto fué deplorable: El Diario Oficial del 14 de Abril publicó una comunicación del Ministro de Hacienda al Administrador de la Renta del Timbre, diciéndole: " El señor Presidente de la República ha visto con suma extrafie' ' za que mientras el timbre en los Estados, especialmente en algu" n a s plazas, rinde productos más ó menos cuantiosos, en el Distri' ' to Federal está casi nulificado el fin de aquel impuesto, siendo como " a q u í son las transacciones comerciales en mayor número y cuantía ' ' que en otras partes. La Tesorería General sólo recibió el sábado úl" timo ciento y tantos pesos, cuando era de esperarse, con fundada razón ' ' una suma bastante crecida: pues si bien es cierto que algunos estab l e c i m i e n t o s mercantiles se hallan cerrados, hay en cambio otros " m u c h o s que están abiertos y cuyas existencias han sido timbradas. " E l mismo señor Presidente ha recibido noticias de un carácter ' ' fidedigno sobre la venta que de un modo subrepticio hacen las casas de "comercio que han cerrado sus puertas, y es bien sabido que por " las trastiendas, ventanas ó postigos continúan vendiendo sus efectos sin " timbré, burlando así la ley, á cuyo cumplimiento están obligadas. " De esto resulta que el Gobierno únicamente reporta la responsabi" lidad de la ley, sin obtener en cambio los recursos que ella debíapro' 'porcionarle para cubrir urgentes atenciones " Este oficio ó comunicación, suscrito por el Ministro Peña, concluía recomendando al Administrador del Timbre la más estricta vigilancia en exigir el cumplimiento del decreto del 22 de Marzo. Un periódico de la Capital, La Colonie Française, contestaba indirectamente á esta mal aconsejada publicación de ese oficio, con el descarado artículo que parte copio, y decía : " N o pudiendo el comer" ció observar fielmente las disposiciones del decreto de 22 de Marzo, " tuvo que ocurrir al medio que le pareció más conveniente para evi" tar la multa sin transgredir los límites de la legalidad. Eos hombres " s o n como los animales: cada cual se ajusta á las costumbres que
"convienen á su naturaleza ó á sus intereses. El león, posee la fuer" z a y la audacia; el zorro, la astucia; el gato, las garras; la tortuga, " s u concha impenetrable. Ante el peligro, ante la fuerza, al débil " no le queda más recurso que el de imitar á la tortuga. E s lo que se '' llama la fuerza de inercia. E n obsequio de nuestros lectores extran' ' jeros, vamos á decirles lo que se entiende por faire la tortue. E l proc e d i m i e n t o es fácil y sencillo : cuando se ve venir una ley de todo '' punto impracticable y ruinosa, algo imposible de rechazarse, se me" t e n la cabeza y los pies dentro de la concha y se deja que pasen " l a s cosas. Ea ley choca con el obstáculo, y allí se detiene. De esta '' manera ha sucedido más de una vez, que el carro del Estado ha ro" t o sus ejes ó se ha volcado " Por la paladina declaración de un documento oficial hemos visto que el Gobierno venía perdiendo más aún de lo que se imaginó ganar con el mal recibido impuesto; pero hubo más todavía, porque las importaciones disminuyeron de un modo sensible: dos buques cargados de mercancías, recibieron de sus consignatarios la orden de no echar anclas en Veracruz: centenares de órdenes de pedidos á Europa fueron anuladas, y en aquellos centros mercantiles se propagó una alarma fatalísima para el crédito del país, que produjo una baja espantosa en la cotización de fondos públicos mexicanos. " E a semana—decía El Financiero—ha sido la más pesada de cuantas " recuerda la historia mercantil de México, á lo menos en tiempos " de paz, pues los comerciantes llevaron á cabo su resolución de ce'' rrar sus casas antes que someterse al gravamen que les impone la " l e y del Timbre. Los negocios, por lo tanto, han estado en suspen" so, no sólo aquí, sino también en todos los centros mercantiles de " l a República, en muchos de los cuales se dice que la clausma ha " sido más general aún. Al extranjero han llegado noticias exagerad í s i m a s , causando pánico en los valores mexicanos." Al mismo tiempo eran comentados con las más ofensivas apreciaciones para los hombres del poder, sus acuerdos para la enajenación de capitales propios de las antiquísimas y benéficas instituciones del Colegio de las Vizcaínas y del Hospital de Jesús: " E l Gobierno,— ' ' decia El Cronista de México—en medio de sus apuros pecuniarios y " n o hallando, como se dice vulgarmente, á dónde volver los ojos, ' ' discurrió redimir capitales del Colegio de las Vizcaínas y del Hosp i t a l de Jesús: esto nos indica lo tirante de una situación que día " á día va siendo insostenible: no hay que decir que esa disposición '' nos parece una de las torpezas más grandes de la presente admi'' nistración.'' Efecto de aquella crisis casi única en México, fué la quiebra ó suspensión de operaciones del Monte de Piedad, ocurrida el día 30 de aquel mismo terribilísimo mes de Abril. Contra los estatutos y la ín-
dolé de ese Establecimiento, hízose de él un Banco Hipotecario y de emisión á la vez, y necesario es decir que jamás institución bancaria en México ha gozado ni quizás llegue á gozar de una confianza y de un crédito más ilimitados: con u n poco de juicio y previsión, del Monte de Piedad pudo haberse hecho desde entonces una gran maravilla en bien de los necesitados. Una y otra cosa faltaron, y la ingerencia que el Gobierno hubo de tomar, según la voz pública, en el uso y apücación de los fondos, obligado^por sus escaseces, produjo una alarma espantosa en el público, que con formidable apresuramiento se presentó á cambiar por plata los hasta allí aceptadísimos billetes del banco del Monte, que sólo, á lo que se dice, contaba con una reserva poco más ó menos de doscientos mil pesos para aquella operación, cuando los billetes emitidos pasaban de tres millones. Agotada, casi en unas cuantas horas la reserva, la caja del Banco hubo de cerrar sus puertas, y el espanto y la desesperación de los tenedores de billetes, que veían su dinero convertido en unos pedazos de papel casi sin valor fueron indecibles, y ni imaginárselos pueden quienes no hayan sido testigos de vista de aquella crisis que tantas lágrimas hizo derramar. Salieron entonces á plaza los especuladores con las miserias públicas, y los billetes del Banco fallido eran por ellos comprados con lan grande demérito, que casi se hacía imposible que no hubiesen de ganar algo en la operación, por mala que fuera la suerte del susodicho Banco; pero más que exceso de alarma de los tenedores • de billetes, hubo en aquello irremediables precipitaciones de la necesidad y del hambre: muchos de esos tenedores de billetes que la miseria había puesto en sus manos en pago de préstamos sobre lo mejor que poseían, no contaban con otros recursos que los tales billetes, y como en todos lados se los rechazaban, necesariamente tenían que enajenarlos por un solo pedazo de pan que se les ofreciese. H e aquí cómo un periódico, autorizado en asuntos de esta especie, apuntaba las causas de la catástrofe: " E m i t i r tres millones de pesos " en billetes, gastar un millón de pesos, ó más, en fincas, de las cua" les algunas como la de la sucursal de Puebla, es un lujoso palacio " q u e ha costado ciento veinte mil duros y no en billetes del Monte, ' ' pero por el cual no habrá quien dé ochenta mil en plata; emplear "cuatrocientos ó quinientos mil pesos en hipotecas; tener en carte" ra quinientos mil en libranzas y pagarés más ó menos buenos, no " e r a preparar las trincheras de sacos de pesos que se necesitaban '' para afrontar el asalto de los tenedores de billetes el día de la crisis. " T a m b i é n se afirma que n o había mucha discreción para abrir " c u e n t a s corrientes y para las operaciones de préstamos; pues una " y otra cosa se hacían á la ventura y sin fijarse mucho en las segu"ridades positivas que se buscan en estos casos." E l Diario Oficial se apresuró á decir en defensa del Gobierno, á
quien el público achacaba la crisis ó desastre del Monte de Piedad, que el Erario adeudaba bien poca cosa á ese establecimiento, en cuyo fracaso no había tenido parte alguna la menor exigencia del Gobierno. Pero nada de esto calmaba la angustia y la pobreza general, que por único consuelo tenía el murmurar sin término ni medida, de aquella Administración, ponderando las fortunas hechas á su sombra y aplicando á sus figuras prominentes y á sus amigos allegados, los epítetos más denigrantes. Todas las esperanzas y todos los ojos se cifraban y volvían con ansia que era para enorgullecer á un hombre, hacia el Gral. D. Porfirio Díaz, candidato universal, permítasenos expresarnos así, para las elecciones que á mitad del año habían de celebrarse para la Presidencia de la República. Jamás gobernante alguno ha sido más deseado que él lo era en esos días funestísimos, y no sin general alarma se extendió la voz de que el círculo gonzalista se opondría ó contrariaría esa elección, rumor sin duda infundado, pues al menos del Gral. D. Manuel González nadie abrigaba desconfianza de que pudiera ser infiel á la antigua amistad que le unía con su predecesor en la suprema Magistratura. Sin embargo, por sí ó por no, cuantos deseaban al Gral. D. Porfirio Díaz, como á un Mesías que había de restablecer el orden y la moralidad, no se quedaron inactivos, y por donde quiera se fundaron y establecieron clubs políticos que proclamasen su candidatura. E n la tarde del 25 de Junio, el Club Melchor Ocampo, en una numerosa reunión verificada en el Teatro Hidalgo, hizo solemnemente la declaración de que su candidato lo era el Gral. Porfirio Díaz: los oradores, miembros de ese club, fueron extraordinariamente aplaudidos al presentar los méritos de su candidato, y en medio de entusiastas vivas y de los acordes del Himno Nacional la muchedumbre allí congregada se dirigió á la casa núm. 2 de la calle de Corchero, donde se hallaba reunido el Club Donato Guerra, que trabajaba en el mismo sentido, á presentarle el registro de firmas de cuantos en aquella reunión se habían adherido á la candidatura por él proclamada. E n vano, para contrarrestar esa espontaneidad, el periódico netamente gonzalista La Libertad, dijo en ese mismo mes de Junio, y (lo que pareció más grave), lo reprodujo el Diario Oficial, lo que aquí copio extractándolo: " A l g u n o s diarios " de esos que desde luego se colocan en el rango de los bobalicones, tie" neu formal empeño en presentar á su candidato el Gral. Díaz, co" mo á un salvador de la nación. Preciso es rectificar sus conceptos: ' 1 el Gral. Díaz no va á salvarnos, porque no estamos en ningún con' ' flicto ni habernos menester de otro Mesías. El Gral. Díaz será el " continuador de la política del Gral. González. E s absolutamente " f a l s o que pasemos por un período congojoso de corrupción y decad e n c i a . A la Administración del Gral. González ha tocado pagar B . H . T . — T . 111.—51
" l a s obras emprendidas por el Gral. Díaz. Tal es el origen de las " momentáneas escaseces del Erario. E l Gral. González, cuyas vir" t u d e s cívicas conocemos y apreciamos, no ha menester el aplauso " de la muchedumbre ni la gratitud de sus gobernados. Ea historia " le hará plena justicia y su administración será traída siempre como " l a más provechosa y fecunda en resultados útiles para México. E l " G r a l . Díaz inició esta política salvadora; el Gral. González lacon" t i n u ó y desarrolló. No hay, pues, que volverse al candidato esco" gido por el pueblo, como á un salvador de la nación; nada hay que '' salvar.'' E l Monitor puso á este artículo el breve comentario siguient e : " Es la verdad, ya todo se lo llevó el diablo.'' Por fortuna para México y para gloria del Gral. D. Porfirio Díaz, ni La Libertad ni el Monüor estuvieron en lo* cierto. Pero ya que aparece bien explicado que tan graves y trascendentales trastornos políticos y conflictos civiles no podían ser favorables al lucimiento de los espectáculos públicos, reanudemos nuestra revista. Ausente Grau, quedó la Capital entregada á sólo aquellos espectáculos á que antes me referí, que jamás nos abandonaban porque en ninguna otra parte tenían salida. Moreno pasó al Nacional y abrió un abono que dió baratísimo: cinco pesos luneta por doce funciones. En la primera, el 14 de Junio, estrenó, traducida al castellano, la ópera de Edmundo Audrán, Gileta, que gustó grandemente, y resucitó los siempre aplaudidos Sobrinos del Capitán Grant; de su Compañía habíanse separado Arcaraz y Palou, que expedicionaban por Za-1 catecas. El Circo Orrin albergado aún bajo una tienda de campaña, inservible en la época de las lluvias, había cesado en sus espectáculos y convertídose en un llamado Museo Zoológico, con reducido contingente de fieras, que podían visitarse tres veces al día por el módico precio de veinticinco centavos por persona. A competir con Moreno y con el representante de Orrin, se presentó en la ciudad la Compañía de Bufos habaneros que Miguel Salas dirigía, y en la cual, entre otros, figuraban la Ramírez, la Alcántara, José y Gonzalo Hernández, Calle, Prado, Valdés, Morales, Ramírez, el Maestro director José Valenzuela y el primer violín Teodoro Vázquez. Eos Bufos-Salas dieron en el Teatro Principal su primera función el sábado 28 de Junio, bajo el siguiente programa: " D a n z ó n por la orquesta habanera; pieza en un acto, del género catedrático, titulada Retórica y Poética; la Guaracha Dame tu amor, cantada por la Ramírez y por Calle, Prado, Ramírez y Valdés; el juguete en un acto Artistas para los Palos, original del mismo Salas; la Guaracha La callejera, y la pieza Un baile por fuera.'' E n esa Compañía los palcos costaban seis pesos y la luneta noventa y nueve centavos. Concluido el primer abono de ocho funciones, los Bufos abrieron
Un segundo de seis, y dieron aún algunas extraordinarias hasta eí 3 de Agosto: la víspera se dió el beneficio de su director Miguel Salas. E l actor cómico Morales, agradó mucho y no carecía de gracia el apellidado Calle, que, vestido de mujer, hacía los papeles de característica. Eos saínetes y parodias eran en extremo monótonos y sus chistes y equívocos siempre los mismos. Fueron en cambio muy aplaudidos los danzones, danzas y guarachas. Alguna dé ellas estuvo exornada con letra ad hoc para celebrar á México; la galantería no fué mala, pero sí los versos, que aquí van para muestra de lo que como poeta era el Sr. Salas, autor de ellos: " A la patria de Anáhuac el saludo le damos; con tierno amor, con cariño y con fe la cantamos. ' ' ¡ Oh patria de Guatimoc aquí los bufos están, para celebrar tus galas y tus bellezas cantar. '' E s esta tierra un nido de primores que el mundo tiene que admirar; en sus entrañas se halla pirro el oro y hay en sus mujeres gracia angelical." A pesar de esto, el público se mostraba poco sufrido con los bufos, y á cada rato, con el más leve pretexto, los obsequiaba con una silba que más de una vez tomó las proporciones de lo qtíe aquí se llama un meneo. " S i n fijarse, decía El Monitor, en que esos artistas se han presentado humildemente y sin pretensiones, la concurrencia se les muestra hosca, airada; de repente ríe con los chistes de un negro catedrático, y de repente estalla en silbidos y bastonazos cuando le carga ó fastidia un saínete: el segundo abono no está tan concurrido como el primero, y los pobres bufos desconcertados porque cada noche temen una tempestad, ni aciertan á dar variedad á sus espectáculos." Eas piececillas ó saínetes que mejor pasaron, fueron : La plancha H, Los espiritistas, Juan Liborio, El triunfo de la Má Rosario, Liberales y conservadores, La duquesa de Haity, Percances domésticos, Se acabó el carbón, Caneca, Los Negros catedráticos, El bautizo de Herculino, La Pericona, El perro huevero, Un drama viejo, Doña Cleta la adivina, El chiflado y Las amigas de confianza. Entre las guarachas se popularizaron Negra tú no va á queré, Los bufos, La mulatica., No aguanto, Los rumberos, La negra carabali, La belemita y La Mexicana. Cuan- • do los Bufos-Salas se convencieron de que en la Capital no podrían dar ya más funciones, salieron para varias poblaciones del interior,
con el zarzuelista Lino Alpuente, que era buen tañedor de guitarra y poseía un inagotable repertorio de canciones andaluzas. El teatro de Arbeu en que Manuel Estrada y la muy apreciable Mariana Rivero, habían venido haciéndose aplaudir por su público vespertino en Las Vengadoras, La Pasionaria, Los hijos de la República,| y el drama de Mateos La Monja Alférez, escrito para Concha Méndez y por ella desempeñado, facilitó su escena á fines de Julio, á la Compañía de zarzuela de que formaban parte Pedro Arcaraz, Palou, Carriles, la Cuaranta y Caritina Delgado, que fueron los primeros en dar aquí á conocer la interesante obra de Zapata y Marqués El Reloj de Lucerna, destinada, por lo mucho que agradó, á vivir largo tiempo en los carteles de diversas compañías. T a n bueno fué el éxito en aplausos y en dinero, que Arcaraz y Palou quedáronse con el teatro Arbeu, que les dejó Manuel Estrada, pasando éste al Principal con una Compañía dramática que contaba con Soledad Amat, María Méndez, Delia Eópez, Juana Guzmán, Emilia Berduzco, Angela Palomera, Crescencia Villahermosa, Guadalupe Sánchez, Rosa Méndez, Altagrácia San Martín, Juan Villegas, Pascual Sánchez, Juan Andrade, Miguel Salumbide, José Chávarri, Euis Uribe, Carlos Obregón, Manuel Romero, José Pons, Joaquín Eópez, Rafael Ibarra, Simón Reyes, Enrique Cariburo y Fernando Peñalosa; la lista como se ve, era cuantiosa y he creído deber copiarla para hacer constar apellidos que en su inmensa mayoría nunca figuraron en compañías que n o fuesen las de Manuel Estrada, tanta así era su modestia. Estrada abrió abono, á que dió principio el domingo 10 de Agosto. E l activo y entendido empresario Joaquín Moreno, que en sana paz había venido reuniendo en el Nacional la poca gente que aun conservaba humor para divertirse, vió en el anuncio de la temporada de Arcaraz y Palou en Arbeu un enemigo temible, y se preparó á la lucha como él sabía hacerlo, disponiendo obras nuevas y montándolas con gusto y con lujo. Ea primera de ellas fué la llamada El Testamento Azul, que divirtió y distrajo al público grandemente con sus numerosos chistes, sus agradables bailes, su simpática música, en la cual Austri introdujo un bonito danzón al estilo cubano, y sus bonitas decoraciones, entre ellas el interior de un circo ecuestre. Manuel Iglesias parodiaba en esa escena, á la perfección, al celebérrimo Ricardo Bell. A la vez se apresuró á ensayar y á montar El Reloj de Lucerna, que estrenó con muy buenas decoraciones de Jesús Herrera y Gutiérrez y de José del Barco, y fué muy bien interpretado por la Eluch en el papel de Fernando, por la Carrión, y sobre todo por Labrada, que se reveló como un muy buen actor en toda la obra, y dij o admirablemente las hermosas tiradas de versos en que abunda ese drama lírico. Como ya hicimos notar, todo México estaba irritado contra la ad-
ministración del Gral. D. Manuel González, que,'á su juicio, era tiránica y opresora y ya se le hacía insoportable, causas por las cuales el argumento del Reloj de Lucerna le fué aun más simpático, porque en él se tronaba contra la opresión y la tiranía del gobernador Ges11er. Enrique Labrada comprendiéndolo así, marcaba, como vulgarmente se dice, subrayándola, la siguiente quintilla: ' '¿ Qué es un déspota inhumano ante su pueblo ? Gusano q u e de seda se vistió. Levanta el pueblo su mano, lo desnuda y se acabó." La escena de la conjuración era á su turno aplaudidísima, y muchas veces se hizo repetir el final; y cuando al concluir la obra, el tirano Gesner era muerto, el público gritaba con frenético entusiasmo, y pensando en la suya, vitoreaba á la libertad de la hermosa ciudad suiza. Efecto de los disgustos y alarmas de aquella terrible situación política, pasaron casi sin ser notados sucesos importantísimos y satisfactorios para México. E l 8 de Marzo, á las cuatro y cuarenta y siete minutos de la tarde, quedó terminada la línea del Ferrocarril Central, clavándose el último rail en un tramo próximo al Fresnillo: el 15 salió de México el primer tren extraordinario á Paso del Norte á cuya población llegó el 18; el que le siguió el día 22 pudo ya continuar su trayecto en los Estados Unidos, y tras el buen éxito de esas pruebas la primera línea férrea internacional quedó al servicio público el día 10 de Abril. El 2 de ese mismo mes fué solemnemente inaugurada la Biblioteca Nacional, establecida en el antiguo templo de San Agustín por decreto de 30 de Noviembre de 1867, y con inmensa labor y suprema inteügencia formada por el distinguido sabio D. José María Vigil. No corresponde á este libro dar noticia de otros varios sucesos que, aunque importantes, no se relacionan directamente con los que forman su objeto principal, pero sí debo mencionar porque ella hirió el corazón de uno de nuestros más altísimos poetas, la muerte del cumplido caballero, modelo de honradez y firmeza y dechado de virtudes privadas y públicas, D. Juan de Dios Peza, padre dignísimo del insigne escritor del mismo nombre. Este fallecimiento ocurrió el 30 de Junio de 1884.
CAPITULO XV
1884. Puesto que casi todos habían sido pensionistas de Moreno, no ignoraban ni Arcaraz, ni Palou, ni Isidoro Pastor, que entonces fué cuando verdaderamente se hizo notable como Director de escena, cuánt o tendrían que trabajar y que sacrificar para luchar con él. Arbeu rompió el fuego adelantándose á estrenar en 14 de Agosto de 1884 la opereta El diay la noche, en la que Caritina Delgado vistió con lujo y con gusto, y Palou, Arcaraz y Pastor trabajaron muy bien, especialmente el último, muy celebrado por sus partidarios en el tipo del Príncipe Cascaes. E n esa obra de Eecocq se presentó de nuevo la muy excelente artista Adelaida Montañés, en el papel de Beatriz: la Montañés vistió, como siempre, con elegancia y propiedad; como actriz, estuvo, cual de costumbre, inspiradísima, y como cantante, hizo aplaudir y repetir la agradable canción del ruiseñor y la alondra. Mientras preparaba otras obras de mayor cuantía, Moreno dió á conocer la graciosa farsa De Getafe al paraíso ó lafamdia del tío Maroma, el 24 de Agosto, y puso manos á ensayar y preparar Oliveta, tan aplaudida á la Compañía Hess. Pero los de Arbeu anduvieron mucho más listos, y, antes que Moreno, estrenaron en la noche del 29 la opereta de Audrán, para primera función de abono. Isidoro Pastor fué muy aplaudido en el papel de Merimac: la Cuaranta trabajó muy regularmente y vistió con lujo, y se vió con sus bonitos trajes muy guapa Caritina Delgado, que hizo cuanto le fué dado para sacar partido de su pequeñísima voz. Moreno no pudo estrenar la obra sino el domingo 7 de Setiembre, cuando ya Arbeu habíala repetido varias veces: en el Nacional Oliveta se puso con más elegancia que en el coliseo enemigo, estrenándose en el último acto una muy buena y bien entendida, decoración, pero el desempeño fué inferior al que tuvo en aquél: sin embargo, la Carrión cantó en el teatro de la calle de Vergara como no era posible que cantasen ninguna de las artistas del de San Felipe Neri. En 19 de Setiembre Arcaraz, Palou y Pastor volvieron á proporcionarse un triunfo con el estreno de la zarzuela de Ventura de la Vega y del insigne Maestro Arrieta, El planeta Venus ó el caballo de bronce: la obra fué montada con lujo, buenas decoraciones y buenos
trajes, especialmente el de Pedro Arcaraz, que era muy rico y muy propio. E n cuanto al desempeño, sólo elogios pueden hacerse de todos y cada uno de los artistas, que trabajaron todo lo mejor que estuvo á su alcance, con positivo deseo de complacer al público, para resarcirse con el éxito, de los muy regulares gastos que hubieron de hacer para montar esa obra. Sus esfuerzos viéronse ampliamente recompensados: el público todo lo acogió con entusiastas aplausos y el teatro ideado por Moreno fué con El Planeta Venus una mina para los apreciables artistas empresarios. Descanso de aquel desbordamiento de música de zarzuela fueron los conciertos en que se nos dió á conocer el notable pianista alemán Alberto Friedenthal, muy joven y muy maestro. Dió su primera audición en el teatro Arbeu, el miércoles 3 de Setiembre, bajo el siguiente programa, que copio aquí porque creo que debo hacer constar en estas páginas todo aquello que sea verdaderamente artístico. Después de una obertura por la orquesta, tocó Friedenthal una Balada de Chopin y una Tarantela de Rubinstein. El Sr. Greco cantó el Poveromarmer, de Melilotti. E l Sr. D. Pablo Sánchez ejecutó en el violín el Trémolo de Beriot. E l aplaudido Friedenthal volvió á presentarse con la Berceuse y un vals de Chopin, La Primavera, de Mendelsshon y dos Bailes húngaros de Brahins. Segunda parte: La Hija del Regimiento, de Saintón, ejecutada en el violín por P. Sánchez. E n seguida Alberto Friedenthal tocó: Ven acá, mi pajarito, compuesto por él en México; Los dioses, para sólo la mano izquierda, composición suya también, lo mismo que una Marcha que siguió. Vals Caprice de Rubinstein; Aires nacionales mexicanos, de Ituarte, y una Improvisación de Friedenthal sobre el Himno Nacional Mexicano. Greco cantó una Cavatina é Cavaletta, de Verdi, y el pianista alemán cerró la audición con la Segunda Rapsodia Húngara, de Eistz. Ea concurrencia, que fué bastante buena, y en su mayoría formada por compatriotas del pianista, aplaudió con entusiasmo su brillante ejecución y absoluto dominio del piano, que manejó con positiva maestría. E n los subsiguientes conciertos, Friedenthal afirmó la merecida fama de que venía precedido y contribuyó mucho á dar á conocer y hacer apreciar en México la música de Chopin. También en el pequeño y bonito teatro del Conservatorio hubo, el lunes 25 de Agosto anterior, mía bonita fiesta con motivo del cumpleaños de su Director Alfredo Bablot. E n ella cantó con extensa y potente voz de contralto la Srita. Espiridiona Macapagal, hija de Guanajuato y de allí pensionada para hacer sus estudios en México. Virginia Galván, en una aria de Dinorah, brilló con su hermosa y limpia voz de soprano de fuerza; Carmen Unda, Adrián Guichenné y el discreto barítono Manuel Escudero, á su turno cantaron admirablemente y fueron objeto de entusiastas ovaciones. Con aplauso se hizo
también oir una orquesta de señoritas, dirigidas por el profesor Luis G. Morán, y formada de las siguientes ejecutantes: Bonifacia Maldonado, Concepción Valenzuela, Concepción Ruiz, Clemencia Argándar, Dolores Couto, Estela Carreño, Francisca Linares, Guadalupe Varela, Guadalupe Vallejo, Guadalupe Franco, Isabel Obregón, Isabel del Moral, Josefa Rosales, Joaquina Alfaro, Leontina Sobrino, Mercedes Mancera, Paz Varela, Paz Leal y Refugio Morán: las graciosas ejecutantes fueron muy aplaudidas, como á su turno lo fueron también la Srita. Isabel Obregón y el Sr. D. Juan Curti en un dúo de arpas, la Srita. Refugio Torres Aranda en una cavatina de El Trovador, y la Srita. Chávez en una pieza de Beriot, ejecutada en el violín. Más adelante, y rompo el orden cronológico para no mezclar lo artístico con la farándula zarzuelesca, más adelante, repito, allá por el 20 de Setiembre, en el mismo teatro del Conservatorio, un escogido público fué invitado á oir la Orquesta Típica Mexicana, dispuesta para hacerse oir en la Exposición Universal de Nueva Orleans. Al efecto, se arregló un concierto dividido en tres partes: en la primera, la Orquesta del Conservatorio tocó la obertura Ruy Blas, de Meudelssohn; Refugio Torres Aranda cantó una aria de Aída: Librado Suárez ejecutó en la flauta un capricho de Hermán; Adrián Guichenné cantó con su bella voz de tenor la Reginella, de Braga, y Carmen Unda, Virginia Galván y Refugio Torres Aranda un terceto de II Matrimonio Segreto, de Cimarosa. La segunda parte estuvo así dispuesta: El Despertar del León, de Konski, por la Orquesta del Conservatorio; rondó final de Sonámbula, por Carmen Unda; Fantasía sobre temas de Don Pascual, ejecutada en el oboe por M. Oscar Reine; aria de Rigoletto por Virginia Galván; dúo de soprano y barítono de El Trovador, por Refugio Torres Aranda y Mánuel Escudero. La tercera parte dedicada á la presentación de la Orquesta Típica Mexicana y ejecutada por ella, se compuso de los siguientes números: Obertura Raymond, de A. Thomas; Fantasía sobre temas de Sonámbula y Puritanos, tocada en el bandolón por Andrés de la Vega y compuesta por él; Mazurca Los Ecos, compuesta y ejecutada en el salterio por Encarnación García; Marcha de Tannhauser de Wagner, por la Orquesta Típica; Fantasía de Norma, tocada en el bandolón por Pedro Sariñana; Recuerdos de infancia, mazurca compuesta por Carlos Curti, tocada por la Orquesta Típica. Potpourri de Aires Nacionales Mexicanos, arreglado para la Orquesta Típica por Carlos Curti, que fué á la vez el director y formador de la artística agrupación. En ella estaban combinados los instrumentos que pudiéramos llamar nacionales, porque aquí son más generalmente usados que en otros países ó han experimentado reformas ó novedades, al menos en el modo de manejarlos, con otros de uso universal. El conjunto era superior y bellísimo, pues la dicha Orquesta Típica Mexicana estuvo compuesta
de los siguientes profesores, más de uno verdadera notabilidad en sus respectivos instrumentos. Director, Carlos Curti; Viohnes, Antonio Figueroa, Enrique Palacios; Viola, Buenaventura Herrera; Violoncelos, Rafael Galindo, Eduardo Gabrielli; Arpa, Juan Curti; Flauta, Anastasio Meneses; Bandolones, Andrés Díaz de la Vega, Pedro Sariñana, Mariano Pagani, Apolonio Domínguez, Vidal Ordaz, Vicente Solís, José Borbolla; Salterios, Encarnación García, Mariano Aburto; Guitarras-bajos, Pantaleón Dávila, Pedro Avila. No tardaremos mucho en hablar de la Orquesta Típica con el más merecido elogio. Al estreno del Planeta Venus en Arbeu, respondió Moreno en el Nacional con el de Fatinitza en la noche del 21 de Setiembre: el éxito no correspondió á sus buenos deseos: la opereta de Suppé gustó con la Compañía inglesa de Hess, no por la obra misma, escasísima en méritos, sino por el lujo con que entonces fué puesta, y por el hermoso conjunto que presentaban sus bellas coristas, que valían realmente la pena de ser vistas en el agradable cuadro del H a r e m . Nada que pudiera parecérseles presentó Moreno y Fatmitza hizo fiasco y lo mereció, sin que pudiera levantarla la insistencia con que se repitió contra viento y marea y á disgusto del público, que se divertía mucho más con La Tempestad,- La Mascota y Los Sobrinos del Capitán Grant, La Guerra Santa, Oliveta y El Testamento Azul. No variaba mucho más Arbeu su repertorio casi reducido, al menos para llamar público, al Reloj de Lucerna, El Día y la Noche, Oliveta, El Planeta Venus, y alguna vez La Tela de Araña, muy agradable zarzuela, bien hecha por la Cuaranta, Palou y Pastor muy gracioso en el papel del Negro. A ninguno de los dos teatros faltó muy buena concurrencia en ese tiempo, gracias á la mucha cantidad de viajeros de los Estados que trajeron los trenes de recreo á precios económicos, con motivo de las fiestas de aniversario de la Independencia, que en ese año de 1884 estuvieron muy lucidas. E n la procesión cívica del 16 se salió de lo común y lo vulgar, y gracias á los esfuerzos particulares de diversas corporaciones, secundados por varias oficinas, viéronse numerosos carros alegóricos, en su mayoría lujosos y de buen gusto. Esos carros fueron " M i n e r v a , " de la instrucción pública; " F l o r a , " del ramo de paseos; " E u t e r p e , " del Conservatorio de Música; "Comercio;" " L a Imprenta;" " L a Libert a d ; " " L a s A r t e s , " dispuesto por la Academia de San Carlos; " L a Arquitectura;" " L a P a t r i a ; " " E l Progreso," magnífico carro de la Empresa de los Ferrocarriles del Distrito; " E l Vapor," de la Empresa Nacional Mexicana, tan bueno como el anterior, y la " Constitución." La poca fortuna del Empresario del Nacional para los estrenos en aquella temporada, cesó de perseguirle con el de la graciosa opereta de Lecocq La Princesa de Canarias, arreglada á nuestro teatro por B. H . T.—T. III.—52
Juan A. Mateos, y por primera vez cantada por la Lluch, la Aced, Iglesias y Perié en la noche del 5 de Octubre. Todo gustó y f u é aplaudido: libreto, música, decoraciones, trajes y desempeño. E l de Arbeu obtuvo á su vez otra victoria en la función del ió, con el estreno de El Corazón y la Mano, del mismo autor que la Princesa; Caritina Delgado, Adelaida Montañés, Pastor, Palou y Arcaraz, estuvieron bien en aquella obra, aunque no tanto que pudieran hacer olvidar á la Fouquet, Duplan y Mauge, que habíanla dado á conocer en la última visita que Mauricio Grau nos hizo en principios de ese año: en El Corazón y la Mano, tomó parte también la tiple Carmen Ruiz, que los artistas empresarios acababan de contratar y presentar en el conocido Anillo de Hierro, el domingo 5 anterior. Arcaraz y Palou estaban de suerte y Carmen Ruiz agradó á pesar de su pequeña y ya muy fatigada voz: también tenía á su favor la nueva tiple el ser bella, simpática y elegante. Moreno, incansable siempre, estrenó en 19 del citado mes la zarzuela española La Cruz de Fuego, que pasó bastante bien, sin causar entusiasmo alguno, y Arbeu, á su turno, dió el 26 La Hija del Tambor Mayor, con muchos soldados, mucha música militar, muchas banderas, mucho uniforme y m u c h o todo.lo que se quiera, menos bueno y feliz desempeño: los apreciabilísimos artistas de la Compañía española no estaban, no podían en lo más absoluto estar á la altura de Duplan, de Nigri, de Meziéres y de la Paola Marié, que habían dado á conocer esa simpática obra de Offembach en México. Aquello fué un desacato, una calamidad, por más que el buen público aplaudiese, como aplaudió con furor, la bulliciosa entrada del ejército francés en Milán, ruidosa y aun vistosamente presentada por los empresarios de Arbeu. Se ha visto que ningún inconveniente hemos pulsado en elogiar en otras obras á Arcaraz, Palou, Pastor, la Montañés y la Ruiz, y se estimará, por lo mismo, tanto más sincero é imparcial nuestro parecer, declaradamente contrario á su infelicísima interpretación de La Hija del Tambor Mayor. Aquello no pasó de una parodia. En el Nacional su Empresario contrató para algunas audiciones en los intermedios de sus zarzuelas, á la Orquesta Típica Mexicana dirigida por Carlos Curti, y la presentó en la función del 26 del repetido Octubre. Ea novedad y el mérito particularísimo de aquellos verdaderos profesores, llevaron al Nacional extraordinaria concurrencia que se encantó, y con justicia sobrada, con aquella felicísima combinación de bandolones, bajos, guitarras, salterios, arpa, flauta y violines, conjunto capaz de los fuertes más llenos y compactos, y de los piano más suaves y más dulces. E l director Carlos Curti se hizo oir y aplaudir en el Xilófono, qne tocaba con positiva maestría. E n su género, la Orquesta Típica Mexicana no fué ni en lo más mínimo inferior á la justamente célebre Estudiantina Española Fígaro, que dejó
aquí imperecedera memoria. Eos miembros de la Orquesta Típica, con su traje nacional de charros mexicanos, presentaban un bonito y original conjunto. A pesar de sus frecuentes éxitos y de que no le faltaba muy regular concurrencia, la Compañía de Zarzuela de Arbeu hubo de levantar el campo á principios de Noviembre, despidiéndose con una repetición de La Hija del Tambor Mayor dada en la noche del domingo 9, y saliendo inmediatamente para Puebla. Moreno en el Nacional quedó dueño absoluto de la situación, viendo llenársele el teatro indiferentemente con todo, lo mismo lo bueno que lo malo. En la última categoría entró la ocurrencia que tuvo de dar para los días de Todos Santos y de Muertos, el Don Juan Tenorio de Zorrilla, con E n rique Eabrada en el papel del protagonista, la Eluch en el de Doña Inés, y Manuel Iglesias en el de Ciutti. Sin embargo, el Nacional se llenó con Don Juan Tenorio esas noches y otras varias, y para que no se le cansase su primer barítono, Moreno contrató á Segismundo Cervi, para algunas de las repeticiones del drama del ilustre cantor de Granáda. Con ello compartían el favor del público de Noviembre las tandas del teatrillo del Callejón de Santa Clara, desempeñadas por títeres muy bien movidos; las de un jacalón alzado en el Seminario frente á la tienda del Circo, desempeñadas éstas por el tenor mexicano Felipe Reyes, la Guerra y la Herrera, actrices de teatros del Interior, Poyo, Areu y otras ruinas; y por último, las del Teatro Principal en cuya Compañía figuraban Castro, la Villaseñor y la Flores. Pero en nada de eso estaba lo sensacional de ese mes de Noviembre, de eterna recordación para México. Ea administración del Gral. D. Manuel González tocaba ya á sus postrimerías, con tal ansia desea T das que desde tiempo atrás ciertos periódicos llevaban en su primer párrafo de gacetilla la cuenta de los días que le faltaban para que expirase su período presidencial. Ea falta del pago de sueldos, el exceso de las contribuciones, la paralización de los negocios, el decaimiento de los giros comerciales, la carestía délos artículos de primera necesidad, la murmuración implacable que declamaba contra las fortunas que se suponía improvisadas por los hombres del poder y por sus amigos y allegados, la real y positiva miseria que la generalidad padecía, causa fueron de que la agitación y el disgusto públicos que con el año principiaron y con él iban creciendo, estallasen al fin en el dicho Noviembre con ocasion de haber sido llevado á las Cámaras del Congreso un proyecto de arreglo de la Deuda de México con Inglaterra. Ya desde antes había comenzado á moverse la clase estudiantil, en son de protesta contra la marcha administrativa de aquel Gobierno, ya con ocasión de las fiestas de la Patria, ya con la de la libertad que en 17 de Setiembre recobró el popular y m u y querido Gral. Vicente Riva Palacio, detenido en la Prisión Militar de Santia-
go Tlaltelolco, desde el día del motín del níquel, contra cuya circulación había tomado parte en las sesiones de la Cámara de Diputados, de que entonces era miembro. E n 18 de Setiembre todos los estudiantes de las Escuelas Nacionales se habían reunido frente á la casa suntuosa que en la Maríscala habitaba dicho Gral. Riva Palacio, con el objeto de felicitarle por su salida de la prisión en que le hicieron entrar su independencia de carácter y su afecto á los intereses generales. Ea policía temió que aquello pudiese degenerar en u n motín, y, acudiendo en gran número, por boca de su Inspector invitó á los estudiantes á disolver sus grupos y retirarse: como ningún desorden había aún ocurrido, los estudiantes no se mostraron dispuestos á obsequiar la invitación; pero ante la actitud que la fuerza civil tomó, los manifestantes hubieron de retirarse citándose para el patio del Colegio de Minería, en el que, como edificio del Estado, tampoco seles permitió reunirse. Todo esto, en vez de atemorizar á esa juventud, la hizo cobrar mayores ánimos, puesto que daba á entender que se la temía. Quedó así dispuesto un combustible que cualquiera chispa haría arder. Esa chispa fué el susodicho proyecto de conversión de la Deuda inglesa, ó convenio Noetzlin. Nada más justo y conveniente, en principio, que esa operación que debía levantar el crédito nacional, poniendo en vía de pago una deuda garantizada con el nombre y la buena fe de la República; deuda antiquísima y no ciertamente contraída por el Gobierno del Gral. D. Manuel González. Pero bastaba que éste fuera quien promoviese aquel arreglo, para que la murmuración, alimentada por el hecho público y notorio de haberse alzado durante su período constitucional rápidas fortunas de particulares creyese que el tal convenio tuviese idéntico fin, y al caso se señalaba como la clave de las interesadas miras de los contratantes, la fracción segunda del artículo segundo del proyecto, que destinaba trece millones quinientos mil pesos á los gastos de la conversión. Eargo sería y fuera de los límites de mi libro, entrar en detalles del asunto y en pormenores de las borrascosas sesiones que la Cámara de Diputados dedicó á discutir ese proyecto, aprobado en lo general, por mayoría, el sábado 15 de Noviembre. Ya en las precedentes sesiones, la agitación había sido formidable, y tomado ingerencia en ellas las galerías, ocupadas por los jóvenes de las Escuelas Nacionales, entonces en receso por ser la época de las vacaciones: ya desde el día trece había circulado un impreso en que se invitaba á los Diputados á no respetar otros compromisos que los de su conciencia y á negar su voto al proyecto que suponían mortal para la Nación. " T e n e d presente, se les decía allí, que vuestro voto en pro de la " deuda inglesa os hace cómplices del criminal provecho de seis ú
" o c h o malos hijos de México, que, unidos á otros tantos extranjeros, "quieren seguir enriqueciéndose." Para animarlos á oponerse al contrato, se insistía en asegurar que el Gral. D. Porfirio Díaz, electo y delarado ya Presidente para el próximo período, no estaba por la tal conversión, por más que el Diario Oficial hubiese asegurado que con él había el Gral. González discutido artículo por artículo y aun palabra por palabra, y por más que el Diputado Justo Sierra hubiese dicho que se contaba con la aprobación y aquiescencia del referido Gral. Díaz. " ¡ No es cierto, no, se lee en el impreso de los est u d i a n t e s ; mentira que el Gral. Díaz sea cómplice de crimen tan '' maldito; en lo íntimo de su conciencia no puede abrigarse tal infa" mia; su historia lo justifica Representantes del pueblo: la " nación agoniza, no le deis el golpe mortal; el Gral. Díaz recibe un '' moribundo; que no reciba un c a d á v e r ! ' ' Mas nada pudo impedir que según queda dicho, el proyecto fuese aprobado en lo general en la sesión del sábado 15. Ea irritación de las galerías fué colosal: la inmensa multitud que las llenaba, acogía con silbidos y burlas, en el momento de la votación, el sí de los diputados que votaban en pro, y con aplausos y vítores los no de la oposición: cuando ya no hubo remedio y ésta quedó vencida, los estudiantes bajaron á situarse en la puerta de salida de la Cámara é hicieron una verdadera ovación á los diputados independientes, á las voces de ¡viva Justino Fernández! ¡viva Díaz Mirón! ¡viva Prieto! ¡viva Viñas! ¡Mueran los traidores! Eos grupos de estudiantes, aumentados con multitud de curiosos, tomaron después por las calles de San Francisco y de Gante, lanzando siempre vivas y mueras; pero allí la policía los invitó á disolverse, sin conseguir otra cosa que el que se subdividiesen, y unos por un lado y otros por otro, volvieron á reunirse ante las casas de Díaz Mirón, Viñas y Guillermo Prieto, con el objeto de felicitarlos por su energía en defender los intereses comunes. Numerosas patrullas de tropas de línea recomiendo las calles, acabaron por restablecer la tranquilidad, cosa tanto más fácil cuanto que el comercio había cerrado desde los primeros instantes sus establecimientos y la población pacífica retirádose prudentemente á sus domicilios. Pero vino el lunes 17 y la Cámara volvió á presentar el mismo imponente aspecto que en su sesión anterior, con sus galerías rebosando compacta é irritada muchedumbre. Iba á empezarse la discusión por artículos: al irse á tratar el primero, un diputado pidió que se subdividiese en varias fracciones; otros quisieron oponerse, y las galerías empezaron á silbar, dando pretexto para que los gendarmes intentasen hacer salir á los más inquietos individuos; pero el diputado D. Juan Pablo de los Ríos pidió que no se molestase á nadie, á lo que el también diputado Guillermo Prieto, añadió, que si se intenta-
ba hacer desocupar las galerías dejarían el salón los diputados independientes. Los aplausos, los vivas, las manifestaciones de entusiasmo hicieron que la sesión no pudiese proseguir, y fué necesario levantarla, anunciándose que la discusión se suspendería hasta el martes. E n esta seguridad, los estudiantes se retiraron vitoreando á los diputados independientes, y en compactos grupos tomaron por las calles de San Francisco: la policía procuró disolverlos y esto originó un tumulto, y la consiguiente determinación del comercio de cerrar sus tiendas. Parte de los manifestantes llegó á la Alameda; allí, por invitación del joven Basave, se convino en dirigirse á la casa del Gral. Díaz, en la calle de Humboldt, y frente á ella el joven Batalla, alzado en hombros de sus compañeros, improvisó un discurso terrible, encareciendo la necesidad de que el pueblo supiese si el Gral. D. Porfirio Díaz se unía á los que conspiraban contra el porvenir de México. Pero como las puertas y balcones de la casa permaneciesen cerrados, sin que nadie se presentase a satisfacer aquel deseo, la multitud se retiró tomando diversas calles y lanzando mueras al Gral. González y á los más conocidos defensores del proyecto de conversión. Según El Monitor, la policía hizo fuego sobre alguno de esos grupos, causando varias desgracias. E a sesión del martes 19 no fué menos tumultuosa que las precedentes; en los alrededores del edificio de la Cámara, numerosas tropas procuraban tener á raya á la multitud que invadía todas las calles adyacentes, disputándose la entrada en las galerías, que al fin le fué prohibida. Ea sesión se fué en varios trámites de reglamento, como los en dar posesión de su curul al Diputado D. Rosendo Márquez; en la queja que D. Ireneo Paz dirigió á la Cámara, diciendo que, como se sabía que era contrario al asunto que estaba al debate, se había hecho que llegase su propietario á relevarle, pero que él no dejaría su puesto sin acuerdo de la Catnaraj y en la interpelación liecha al Secretario de Gobernación para que informase si habían ó no ocurrido desgracias en los tumultos pasados. Ea sesión terminó, pues, sin adelantarse un paso en el asunto; pero en la calle ocurrieron diversos conflictos entre las tropas y el pueblo, sonaron nuevos disparos, produjéronse las carreras de costumbre, y sin por qué ni para qué, volvieron á ser apedreados los faroles del alumbrado público, como lo habían sido en Diciembre de 1883. Al día siguiente y en los sucesivos, la prensa oposicionista clamó contra el proceder de las tropas, nombrando los muertos y heridos por ellas, y enumerando los presos encerrados en distintos locales. " E a sangre ha corrido en las calles de México, escribía El Monitor, el pueblo ha sido acuchillado y los cadáveres de unos niños, de unos estudiantes, salpican ya de rojas manchas el inicuo contrato Noetzlin."
E l Gobierno comprendió que aquello no podría ni debía ser llevado por entonces adelante, y en la sesión del 20, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad una proposición del Sr. Fuentes y Muñiz, para que se suspendiese la discusión del dictamen relativo á la deuda inglesa. El Gobernador del Distrito, que lo era D. Carlos Rivas por haber desde mediados de año dejado ese puesto D. Ramón Fernández para encargarse en París de la Legación de México, publicó el 22 un bando, en que decía, que "habiendo cesado los pretextos invocados para alterar el orden público," serían severamente castigados los que promoviesen reuniones tumultuarias. Como todo ello importaba un triunfo para quienes habían movido y dirigido esas manifestaciones, ningún inconveniente se pulsó en dejar que la calma se restableciese, al menos en lo exterior y público, pues por lo que á los ánimos toca, ninguno se mostraba tranquilo hasta que llegase el día 1? de Diciembre, en que había de tomar posesión de la presidencia de la República el Gral D. Porfirio Díaz, que seguía siendo umversalmente deseado, por más que muchos habíanle tomado muy á mal que no hubiese hecho alguna declaración en contra del malhadado convenio Noetzlin, no porque creyesen injusto el pago, sino por la forma que en él se contrataba. E l bando del Gobernador del Distrito fué motivado por la manifestación popular con que se celebró el hecho de haberse suspendido las discusiones de la deuda inglesa. Los estudiantes, considerándose victoriosos, habían invitado á los vecinos de la ciudad á iluminar las fachadas de sus casas en la noche del 21, y á encender luminarias en el centro de algunas calles, en señal de regocijo. E n distintos rumbos organizáronse esos llamados gallos, grupos de gentes del pueblo, que con banderolas formadas de cañas verdes y mascadas ó pañuelos corrientes y con farolillos de papel, recorrían las calles tocando guitarras y gritando vivas á México y á los diputados independientes. Como á las diez de la noche, esos grupos quisieron hacerse abrir las puertas de las torres de la catedral, para alegrarse con un repique de campanas, como se hizo en algunos barrios: la fuerza pública lo impidió, y en el consiguiente conflicto dejáronse oir mueras al Gobierno y á diferentes personas, gritos que el Gral. González, con su asombroso valor civil, desafió, atravesando entre la multitud, sin armas de ninguna especie, y acompañado únicamente por el Dr. Montes de Oca y el Gral. D. Pedro González. E n la mañana del 22, los estudiantes se reunieron en la Escuela de Jurisprudencia, y de allí salieron en procesión con músicas de viento, banderas y estandartes, que abatieron, en medio del más significativo silencio, al pasar frente á la fachada del Palacio Nacional. Todo ello preocupaba bien poco al Gral. González, que, como dijo La Libertad— no había menester el aplauso de la muchedumbre ni la
gratitud de sus gobernados—y consintió á los revoltosos lo que ni antes ni después de él ha consentido ninguna otra autoridad. Imponentes fueron esas manifestaciones, mas no se abatió jamás por ello la firmeza de su ánimo. De admirarse fué la serenidad con que en medio del tumulto de la Plaza en la noche del 21, aguardó que llegase su coche, se metió en él entre la gritería de la multitud, y tomó al trote de sus frisones las calles de Plateros y San Francisco, atestadas de manifestantes. En la Avenida Juárez, un joven se avalanzó á los caballos, alargando el brazo para tomarlos de las bridas; el cochero le disparó un balazo, y al ruido el Gral. González se apeó del carruaje, reprendió á su fiel servidor por su precipitación, se enteró por sus propios ojos de que no era grave la herida del imprudente agresor, dispuso que se le curase con esmero, y tranquilo siempre tomó de nuevo su coche y siguió rumbo á su casa de la Colonia de los Arquitectos, sin que nadie osase estorbárselo, aunque á ello hubieran prestádose lo avanzado y oscuro de la noche y la clase y número de los grupos estacionados frente á la casa del Gobernador, sitio en que esas escenas pasaron. Entre tales disturbios no hubiese sido fácil que los teatros hubieran podido seguir trabajando ni con mucho ni con poco lucimiento. Todos ellos suspendieron durante varias noches sus funciones, y , cuando el Nacional las reanudó, fué sólo para repetir Los Sobrinos del Captan Grant, que aun seguían divirtiendo á los espectadores que se contentan con poco, y El Reloj de Lucerna, que á todos los quejosos satisfacía con sus hermosas tiradas de versos en que se declama contra la tiranía y se ensalza la venganza de los pueblos. La última función notable dada en ese mes en el Nacional, fué la del 27 9e Noviembre á beneficio del tenor Prats, que revivió la agradable zarzuela de Gaztambide, La Conquista de Madrid. Vamos á ver cómo hicieron la de su público los teatros de la Capital.
CAPITULO X V I 1884-1885. No se espere encontrar aquí la narración de sucesos políticos referentes á las últimas horas del Gobierno del Gral. González y primeras de la segunda Presidencia del Gral. D. Porfirio Díaz. Sólo la Historia con toda su austera gravedad, podrá pintar alguna vez el solemne cuadro de las primeras horas de la mañana del primer día de Diciembre de 1884, en que aun duraba la excitación provocada
por los reñidos y sangrientos incidentes á que dió lugar el asunto Noetzlin; en que aun se comentaba el escándalo ocurrido el 30 de Noviembre en la Oficina de Contribuciones; en que se propalaban voces de un proyecto de golpe de Estado que quitase de en medio al Gral. Díaz, como según el rumor público ya se había procurado, en un camino de hierro por medio de un descarrilamiento que providencialmente se frustró, y en la ciudad, por medio de un veneno. Ella, la Historia, podrá decir cómo toda la República vió llegar con regocijo aquel día esperado con ansia, en que, como dijo El Monitor, "el hombre que trastornó todo el país, el que disfrutó todas las grandezas, el que impávido acababa de arrostrar con todos los anatemas, bajó del solio que se improvisara, para ir á confundirse con el más humilde ciudadano y quedar sujeto al juicio terrible del porvenir. . "Feliz mecanismo el de las instituciones republicanas; gracias a él, los días de un mal gobierno están contados, y tienen, por disposición de la ley, un término fijo. Lo áspero y fatigoso del camino, es tanto menos sensible para el viajero, cuanto más se acerca al punto en que ha de rendir su j o r n a d a . " Ya los estudiantes podían entregarse á celebrar su victoria y recoger los laureles que la admiración general les dedicaba; unos de los que sin duda le fueron más gratos, los debió aquella juventud á la juventud de Puebla, que de allí vino á visitar á sus camaxadas de México: la recepción se verificó en el teatro del Conservatorio, cuyo foro estaba adornado con las banderas y los estandartes escolares. La alumna Espiridiona Macapagal, cantó, después de los primeros discursos, con su hermosa voz de contralto, las estrofas del Himno Nacional, y la Srita. Matilde Montoya, alumna de la Escuela de Medicina, entusiasmó á sus oyentes diciéndoles, en una aplaudida improvisación, " q u e creía interpretar los sentimientos de la mujer ' ' mexicana, animando á los estudiantes á seguir en su noble tarea " d e defender los intereses generales, aun arrostrando los mayores " peligros, y que cuando la hora de la lucha sonara, las hijas de Mé" xico diríanles como las hijas de Esparta: volved con el escudo ó sobre " el escudo." Los estudiantes estaban de moda, no sólo en la Capital sino en todo el país; de todos los Estados llegábanles felicitaciones, y en su honor se daban banquetes, conciertos, bailes, funciones de teatro y hasta corridas de toros. E n el Teatro Principal se les brindó con un concierto en que cantaron las Sritas. Cerro y Parra, las Sras. Mendoza y Paz Castillo, y los Sres. Guichenné y Escudero. E l Gral. D. Aureliano Rivera les obsequió con una tertulia en su elegante casa. Se organizó una Junta de Señoras encargada de reunir fondos para ofrecer á los héroes del 20 de Noviembre unas medallas de plata, conmemorativas de aquel suceso. El empresario de la plaza de toros e. H.t.—T. ni.—53
de Cuautitlán, á su vez, les dedicó una corrida. En la noche del 3 de Diciembre, la Orquesta Típica dió en Arbeu u n concierto vocal é instrumental, de despedida, que dedicó á las Colonias extranjeras y á los estudiantes de México, con el siguiente programa: Obertura La Primavera, de Beristáin, por la Orquesta Típica; Opimia, polka de Curtí; Lluvia de oro, valse de Waldteuffel; Serenata, de Schubert. Gran fantasía de Fausto, de Urenieski, ejecutada en el violín por el Sr. Figueroa; Rondó final de Lucia, por la Srita. Rosa Palacios; Romanza Spirto gentde, de Favorita, por el Sr. Adrián Guichenné; Terceto de Lucrecia Borgia; Andante final del concierto en mi menor, de Mendelsshon, ejecutado en el violín por el Sr. Figueroa, acompañado en el piano por D. Julio Ituarte y por el cuarteto formado por los Sres. Curtí, Palacios, Herrera y Galindo. Obertura de Guillermo Tell, por la Orquesta Típica; Le Follet, polka para Xilófono, ejecutada por Carlos Curtí; Danza Habanera y Aires Nacionales Mexicanos, por la Orquesta Típica. El Empresario Moreno reanudó sus funciones de zarzuela en el Nacional tan pronto como el público se mostró dispuesto á volver á concurrir á los teatros, saliendo de nuevo á la palestra Los Sobrinos del Capitán Grant, Carmen, Oliveta, La Tempestad, La Mascota, Historias y Cuentos, El Siglo que viene y El testamento azul, con el agregado de La Familia del Tío Maroma ó de Getafe al Paraíso. E n las funciones de la tarde, y la noche del 7 de Diciembre, la Compañía Moreno estrenó bien cantada y bien puesta, la opereta Doña Juanita, que gustó grandemente y se repitió mucho en lo restante del mes. El viernes 5, los Hermanos Órrin inauguraron su temporada de Invierno en su recompuesta, repintada y agrandada tienda de la Plazuela del Seminario, con cincuenta y dos artistas, entre los que se hicieron notables Miss Zhara, en el trapecio aéreo; el gracioso clown Mr. Rollins; la familia árabe, Miss Zuila en los tres trapecios; Miss MollieBrown, artista ecuestre, y un sorprendente equilibrista japonés. El Teatro Arbeu fué ocupado por una compañía dramática en que trabajaban Manuel Estrada, Segismundo Cervi, Emilia García de Cervi, Soledad Mesa, Ricardo Eópez y Soledad Arámburo; esa Compañía dió principio á sus funciones el domingo 30 de Noviembre con el drama El Reloj de Lucerna, que era el libreto de la zarzuela del mismo título, arreglado, ó mejor dicho, aumentado con recitados en vez de las partes destinadas al canto; el arreglo fué obra de Enrique de Olavarría, y parece que el público no lo encontró del todo malo. E n la noche, Cervi fué muy aplaudido en LHereu. El mes de Enero de 1885, fué marcado por una nueva visita que nos hizo el Empresario Mauricio Grau, con la siguiente Compañía de Opera Bufa Francesa: "Mme. Theo, la Diva parisiense; Cecille Eefort, prima donna de ''Ees Bouffes Parisiens,'' Teatro^de l a ' 'Renaissance''
y de la "Porte de St. Martin;" Eugenie Nordall, del Teatro "Dejazet" de París; Mr. F . Gaillard, de " E e s Bouffes Parisiens" y del "Royal Comedy T h e a t r e " de Londres; Mmrs. E . Lary, Mezières, Duplan, Guy, Ducos, Salvator, Vinchon; MMes. y Miles. Delorme, Astruc, Vallot, Gabriele Barrot, Luise Barrot, Caro, Schlosser, Vandamme, Adorci, Estiot-Dubernet, Verande, Perret, Girard, Nys, Das, Amiel, Gatineau, Tournyaire, Ialowicz, Sallard, Mourot, Alexandre y Mourier.—Director de Orquesta, Lagye; Director de Escena, Merle. —El abono constaría de veinticuatro funciones á los precios de ciento noventa y dos pesos en palcos, y veinticuatro en lunetas y balcones. Los precios eventuales serían, respectivamente, doce pesos palcos con seis entradas y un peso áncuenta centavos luneta. Afortunadamente para Mauricio Grau, la situación económica de los moradores de la Capital era casi brillante comparada con la del año anterior. Desde el 13 de Diciembre de 1884, había sido pagada la primera quincena del mes á las listas civil y militar, lo que puede decirse que fué una verdadera novedad para los empleados, muchos de los cuales aun habían puesto en olvido que existiese la palabra quincena; tan acostumbrados así estaban á que no se les cubriese. Esa novedad se repitió el 23, fecha en que se les satisfizo la segunda con un adelanto de nueve días. Lentamente, pero de un modo seguro y bajo un verdadero plan de pureza y economía en el manejo de las rentas públicas, todo iba mejorando y restableciendo la confianza y el movimiento comerciales, y el Empresario Grau, repito, vino á encontrarse, no con la opulencia general ni mucho menos, pero sí con un público menos pobre y necesitado, capaz de poder, de vez en cuando, concurrir á los espectáculos de su Compañía, cuyo presupuesto era mucho más reducido que el de la mayor parte de las que antes había regenteado. La Opera Bufa Francesa dió su primera función de abono el sábado 10 de Enero de 1885 en el Gran Teatro Nacional, con el estreno de la opereta de Lacome, Madame Boniface, escrita para la Theo. Dió después La hija de Madama Angot, La Mascota, Bocaccio, La jolie perfúmense, Giroflé Giroflá, El día y la noche, Madame V Archiduc, François les bas bleus, de Bernicat y Messager, estrenada el 24 de Enero en la décimatercera de abono; Les cloches de Corneville, La Petite Mariée, La hija del Tambor Mayor y La Perkhole, terminando su temporada el lunes 9 de Febrero con una gran función que destinó á allegar productos al fondo de la Sociedad de Beneficencia F r a n c o Suizo-Belga. E l abono fué excelente y escogida la concurrencia: la Compañía distaba mucho de ser una maravilla, y los estrenos, como puede juzgarse por la lista de funciones que antecede, se redujeron á François les bas bleus y á Madame Boniface. Pero el público estuvo contento
y se dió por satisfecho con lo que se le ofrecía, obras conocidas pero bien puestas y bien cantadas por la siempre graciosa Theo, la muy agradable Cecilia Eefort con su hermosa voz de contralto, y la también muy bella Nordall, simpática, elegante y muy aplaudida por su buena escuela y agradable juego de garganta. Mezières, Duplan y Guy mantuvieron constantemente de buen humor á los concurrentes al Nacional, con sus inagotables chistes. E l coro de señoras ofrecía, al menos de lejos, un buen conjunto á la vista. Eas primeras actrices vistieron con mucho lujo y mucho gusto, compitiendo con ellas la famosa figura decorativa de la Vallot. Todo, en fin, pequeño y poco importante en sí, contribuyó á que esa breve temporada dejase un agradable recuerdo. Ea Theo, que en las primeras funciones se presentó algo cortada por temor á que el público le cómese algún desaire á causa de unos reportazgos publicados en París, según los cuales la diva habíase expresado con ligereza del carácter y las costumbres mexicanas, lo que ella negó y dijo ser falso, recobró todo su aplomo, chiste y dominio de la escena, al convencerse del aprecio y buena disposición de los concurrentes para con ella. E n François les bas bleus, opereta que gustó de un modo extraordinario por su agradable argumento y bonita música, la Theo hizo el encanto general por su feliz interpretación del papel de Panchón y por el lujo y buen gusto con que vistió el personáje. En su beneficio, compuesto de actos de Madame Boni/ace, François y La jolie perfúmense, dado en la noche del 4 de Febrero, la Theo cantó, enloqueciendo á sus oyentes, Les Ecrevisses y Bras dessus, bras dessus. Ea despedida, el lunes 9, fué de lo más entusiasta, y aun hubo quienes ÍÍ? enternecieran: cuando el Sr. A. Genin, presentándose en la escena á ofrecerle un obsequio á nombre de la Sociedad benéfica á cuyo provecho se daba la función, le dijo: " v u e s t r a filantropía os ha asegurado pat a siempre el afecto de nuestros compatriotas y si volvieseis á este " p a í s . . . . " l e interrumpió laTheo, y adelantándose, exclamócon emoción: ¡Oh!sí; volveremos, volveremos! E l público aplaudió con delirio y vitoreó á la Theo, á Francia y á México. Mauricio Grau pudo convencerse de que las Compañías que menos le costaban eran las que mejor aceptación tenían. Hablemos de los demás espectáculos durante la estancia en México de la Compañía Francesa. El domingo 11 de Enero él teatro Arbeu dió su primera función dedicada á los estudiantes, en que se representaron obras escritas por ellos: fué una, la traducción del dram a en cinco actos, Severo Torrelli; después se cantó un himno que les estaba dedicado, y por último se estrenó la comedia en dos actos original de D. Miguel Portillo, intitulada La Deuda Inglesa ó un Diputado independiente: con fuertes y recargados colores pintábase allí una lucha entre el deber y el servilismo, y á su tiempo se escucha-
ban los gritos del pueblo, las carreras, los disparos, las pedradas contra los cristales de los faroles, los vivas á los diputados independientes, los mueras á los gobiernistas, todos y cada uno de los incidentes de la lucha de fines de Noviembre anterior. Ocioso parece deqir cuán aclamado sería el Sr. Portillo, que empezó á ser llamado á las tablas desde la segunda escena del primer acto de esa obra, cuya segunda representación la autoridad creyó necesario suspender. Por esos días, la Escuela Preparatoria anduvo convertida en campo de Agramante, con motivo de la resistencia que los estudiantes opusieron á cotocurrir á la cátedra de Historia, de que era profesor el distinguidísimo literato Justo Sierra, quien, como Diputado había estado en pro de la Deuda Inglesa y defendido en la tribuna el convenio Noetzlin. Eos descontentos no exigían nada menos sino que Justo Sierra renunciase su cátedra y no volviera á presentarse en la Escuela Preparatoria, en la que se le ofendió y lastimó de todos modos; el Gobierno le sostuvo con energía y aun fué necesario nombrar nuevo director para aquel plantel por haberse, el que con anterioridad lo era, mostrado favorable á los estudiantes descontentos. Esos conflictos escolares iban tomando cada vez más grave aspecto y la autoridad se vió en la precisión de ponerles coto. Pero volvamos á nuestros espectáculos. Horribles terremotos en las hermosas provincias andaluzas españolas, dieron aquí causa á una larga serie de lucidas funciones, con objeto de reunir fondos con que aliviar las pérdidas sufridas por aquellos habitantes, caritativo impulso que en Francia, Alemania, Inglaterra é Italia llevaba ya producidas buenas sumas que el mismo Rey Alfonso X I I estaba encargado de distribuir entre las víctimas. Ea Compañía Grau dió con ese objeto en 31 de Enero una función extraordinaria en la que se cantaron Les cloches de Corneville; Juan de Dios Peza recitó una hermosa poesía y se presentó la antigua estudiantina española formada años antes entre dependientes del comercio de esa Colonia. Eos Hermanos Orrin, dispuestos siempre y en todas sus temporadas á toda obra benéfica, también ofrecieron á la Junta de Socorros una escogida función que dió un magnífico producto, y en la que hizo trabajar á s u s mejores artistas, entre los que, en ese tiempo, se hicieron notables los Majútons, excéntricos gimnastas que parecían formados d e goma elástica por su ligereza en los saltos, su facilidad en doblarse y plegarse como hojas de papel, que les permitía empaquetarse en pequeños barriles, insensibles á los golpes y al parecer desprovistos de huesos y de coyunturas. Miss Zuila, Mr. Worland, prodigioso saltador, y el gimnasta mexicano Eedesma, eran también aplaudidos y celebrados con mucho merecimiento. Con este espectáculo competían en días determinados las Plazas de toros, que en los límites del Distrito congregaban á la multitud
con las destrezas de Cuquito, José Machio, Mateito y algunos otros toreros españoles que empezaban á tomar boga aquí. E n el Principal y también antes d e concluir Enero, el viernes 29, si no recuerdo mal, se presentó el alemán E n r i q u e Willio, prestidigitador, ventrílocuo y gimnasta: en lo que se hizo más notable y mereció más aplausos, f u é en la perfecta imitación del canto d e los pajares, el relincho del caballo, el rebuzno del burro y el cacareo de la gallina: terminaba sus ejercicios tomando el ligero t r a j e de gimnasta y ejecutando sobre la alfombra los mismos trabajos d e cualquiera de los mejores pensionistas del circo del Seminario. P o r Febrero el Club de Coleadores dió en el Hipódromo de Peralvillo uno de sus espectáculos genuinamente nacionales, que agradó mucho y produjo algo á favor de las víctimas de los terremotos d e Andalucía E n Marzo trabajaron con poquísima fortuna en A r b e u los actores españoles Cervi y Figuerola con Josefina Duelos y Teresa Aguilar, á quienes el público de tardes de días festivos aplaudía en El Pdluelo de Parts, Valentín elguardacostas, Por dentro y por fuera, forge el armador, Una Sospecha, Sin familia, estrenada el 8 de M a r z o y otras obras con que hacía competencia el más favorecido teatro Hidalgo que lo mismo acometía con Los Guantes del Cocliero, en la tarde del i« de Marzo, q u e con Fray Felipe de Jesús Proto Mártir Mexicano, en la del 8, ó presentaba " sobre u n a mesa d e media vara a a bailarina Felipa Eópez, acompañándole la música con las castañuelas el señor su padre D. Melesio," según leo, en el programa relativo. Manuel Estrada siempre dispuesto á t r a b a j a r en cualquier teatro que le dejasen libre, después de haber estrenado en A r b e u La peste de Otranto de ISchegaray, pasó al Nacional á dar en la tarde del 8 Los-polvos de la Madre Celestina, en los que María de J e s ú s Servín tuvo a su cargo el papel d e la Locura, y tomó p a r t e la bailarina A u g u s t a L a Bella. Concluida la Cuaresma, pasados los días solemnes d e la Semana Santa, los teatros Nacional y A r b e u fueron ocupados por una Compañía dramática y por otra de zarzuela, respectivamente. L a dramática, en el Nacional, estaba dirigida, habla el prospecto, por el distinguido primer actor D. Leopoldo Burón, según el siguiente elenco- " Primer actor y director, Leopoldo Burón; Primera actriz, Dolores Baena; Primer actor cómico, Manuel González; Primera dama joven, Elvira T u b e t ; Primera actriz cómica, A n a Gallardo; Otra dama jwen Carmen García; Característica y dama matrona, Teresa Cele; Granosa, Clotilde Romero; Otro primer actor y segundo galán, F r a n cisco Galán Rivas; Primer galán jerven, E d u a r d o Barceló; Primer actor de carácter, Francisco Machio; Segundo galán, Mateo O L o g h l m ; Barba Daniel Robreño; Otro galán joven, Miguel Gutiérrez; Apuntadores Rafael León, Vicente Pérez; Contador, Antonio Rodríguez; Representante, J o s é d e l P o z o . " Los precios por abono de veinticuatro
funciones, fueron: " e n palcos, setentay dos pesos; en luneta, docepesos" D e la Compañía d e zarzuela en A r b e u eran empresarios Arcaraz y Palou, con el siguiente cuadro de artistas: " Director de escena y primer tenor cómico, Isidoro Pastor; Primera tiple del género español, A n a Ferrer de Andrés; Primera tiple del género francés, Josefina Lluch d e Heredia; Primeratiple cómica, Adelaida Montañés; Segundas tiples, J u lia Torres, Francisca Romero; Característica, Dolores Vargas; Primer tenor, Pedro Arcaraz; Primer bajo, Emilio Carriles; Primer barítono en ambos géneros, José Palou; Primer barítono cómico, Miguel Andrés; Otro bajo, Antonio Vargas; Maestro director y concertador, Luis Arcaraz; Partiquinos, Lucrecia Nodain, Virginia Ramírez, Caridad Rivas, Valeriana González; Partiquinos, Lorenzo Escalera, Justo Blanca, Antonio Rodríguez; Apuntadores, Antonio Paniagua, Luis San J u a n . Los precios fueron en abono de palcos con seis entradas por doce funciones, treinta pesos; en lunetas, cinco pesos." U n o y otro teatros, el Nacional y el de Arbeu, dieron principio á su temporada el sábado de gloria, 4 de Abril, Burón con la comedia Sin Famúia y la pieza ¡Paso Atrás! y Arcaraz y Palou con una traducción de François les Bas Bleus, que tanto había agradado con la Compañía de Mauricio Grau. Burón cubrió las doce funciones del primer medio abono, con la comedia ya dicha, El Gran Galeoto, Las Esculturas de carne, Conflicto entre dos deberes, La Muerte Civil, La Escuela de las Coquetas, A secreto agravio secreta venganza, Los soldados de plomo, El Noveno Mandamiento, La Pasionaria, H amie t y María Antonieta. La concurrencia que tuvo no pudo ser más escogida, á la vez que muy numerosa; pero su Compañía no pasaba de m u y mediana é hizo poquísimo efecto. Dolores Baena siempre dejó mucho que desear, y pasaban y nada más, la Gallardo y la Tubet, pudiéndose decir lo mismo d e Galán Rivas y de Machio. E n cambio agradó en extremo el actor cómico Manuel González; gracias á él y por reírse con sus chistes y feüces ocurrencias, el público permaneció en sus localidades en muchas funciones fastidiosas y cansadas, q u e habría abandonado al primero ó segundo entreacto á no ser por aguardar la pieza cómica ó el saínete en que González iba á recrearle. E l repertorio era en verdad viejo y conocidísimo. Arcaraz y Palou en A r b e u supieron dar por su gusto á su también numerosa concurrencia. Francisco el de las medias azules, agradó: la Lluch hizo una pasable Fanchón, y mejor habría pasado sin el m u y vivo recuerdo del modo delicioso con q u e la T h e o acababa de hacer ese papel. E l 8 d e Abril, con la zarzuela española Mis dos mujeres hizo su presentación A n a Ferrer d e Andrés, primera tiple en teatros de España, simpática, esbelta, graciosa y con voz agradable y bien timbrada, q u e supo lucir en el rondó del tercer acto de Sonámbula,
que le valió muchos aplausos. Eu la octava función de abono y con la mejor fortuna, la Compañía de Arbeu estrenó la opereta de Eecocq El Pompón: la Ferrer lució en ella su bella y argentina voz y su notable agilidad de garganta: Pastor hizo u n buen Jefe de policía, Palou un alegre y picarezco Virrey, y la Eluch un simpático doctor Pícolo. No hay necesidad de entrar en mayores detalles que convertirían estas páginas en catálogo de títulos de viejas zarzuelas, sin nada que no sea común y corriente en su desempeño, malo en alguna de ellas, como aconteció con Ohveta, que en otra temporada cantó bien esa Compañía; en aquella á que nos referimos, casi rodó. E n el Principal, á bajísimos precios, trabajó también en esos días, una Compañía de zarzuela formada pot el Sr. D. Felipe Caballeé), con Caritina Delgado, Concha Méndez, Rosa Mendoza, Castro y otros artistas del género, menos conocidos y más modestos: también perteneció á esa Compañía la Sra. D? Guadalupe Iniestra de Salas, mal acogida por el público en la obra con que se presentó, que fué La Mascota. E l Circo Orrin tuvo un grave contratiempo al empezar su temporada de Pascua: "habiéndose cumplido el contrato por el cual se le había arrendado la Plazuela del Seminario, dice un periódico, el Ayuntamiento con rara energía ordenó que se suspendieran las funciones y se desarmase el redondel ecuestre, á fin de construir allí u n jardín para el que había ofrecido cierta suma un personaje á quien venía pareciendo un desacato la zambra y el ruido de la tienda de Orrin, al costado y á la puerta de la Iglesia del Sagrario." E l jardín hermosearía mucho aquel céntrico paraje, y el Ayuntamiento, en bien de la ciudad, quiso hacer cumplir la orden de que el Circo fuese destruido. Eos Hermanos Orrin, muy justamente estimados y disponiendo de buenas relaciones, consiguieron que se les prorrogase el contrato por un solo mes que necesitaban para concluir su temporada, pagando por ello una fuerte suma y cediendo otra como donativo para la construcción del jardín. E n su segundo medio abono dió Burón, á partir del 29 de Abril, La Muerte Civil, La Peste de Otranto, Los Polvos de la Madre Celestina, El octavo no mentir, El noveno mandamiento, La Rosa amarúla, El anzuelo, El Baüe de la Condesa, Contra viento y marea, La Vida, es Sueño, Abismos de la Pasión, y el viernes 22 de Mayo, como vigésima cuarta y última de abono y para despedida, Un Drama Nuevo y la pieza en u n acto Vencí. Tuvo la Peste de Otranto malísimo éxito, pues la Compañía no era capaz de haberla desempeñado bien, y aun hubo de recurrir á contratar algunos actores mexicanos para poder seguir la serie de sus funciones, muy cansadas, muy fastidiosas y desprovistas de novedad. Para animarlas un tanto, ensayó á poner pequeñas zarzuelas en vez de los saínetes de fin de función, y aunque
sus artistas no tenían para cantarlas otra cosa que su buena voluntad, el público las recibió bastante bien. En la función del lunes 18 de Mayo estrenó el actor español el drama de Miguel Ulloa, Abismos de la Pasión, que tuvo muy mediano éxito, á pesar de su versifica-' ción buena y fluida, y de algunos bien preparados efectos escénicos. Gracias á que el abono fué desde un principio de veinte y cuatro f u n ciones, y á que el público acudió en excelente clase y número á tomarle, atraído por el buen recuerdo que el actor había dejado en s u temporada de 1880, regenteada por el inteligente Empresario Alberto Bernis, no perdió lastimosamente su tiempo y se retiró con regulares utilidades. Al dar cuenta de la conclusión de la temporada de 1885, El Monitor dijo y con justicia: " P o r fin la Compañía Burón terminó su único abono; ya era tiempo: el público estaba fastidiado de esos dramones interpretados de una manera bien defectuosa por la incompleta Compañía que el actor español ha traído esta vez á México." Ea de zarzuela de Arbeu había seguido siempre favorecida y siempre aplaudida en sus frecuentes y afortunados estrenos. El de La Cisterna Encantada, en la noche del primero de Mayo y su primera función del segundo abono de doce, no fué una excepción. Ea Cuaranta, la Ferrer, Pastor, Palou y Arcaraz estuvieron bien en esa obra que dió muchas repeticiones. Su suerte era tal que seguía gustando La Hija del Tambor Mayor desempeñada por ellos, lo cual fué un colmo de aberración, y digo un colmo, porque no fué el único, puesto que en 16 del referido Mayo la Sociedad Empresaria arremetió con Traviata y más adelante con Marta, de Flotow, convertidas en zarzuelas, y descuartizó á Madame Favart y á Madame Boniface, con la misma inconsciente crueldad con que el niño destroza por igual un juguete ordinario y de poco precio, que otro de alto valor artístico, positiva preciosidad de la industria. Pero repito que el público se lo celebraba y aplaudía, y aun se lo pagaba, llenándoles el Coliseo en las noches en que perpetraban esos atentados, lo mismo que cuando ponían en escena selectos disparates como ElMascoto, saínete de bajísima estofa, parodia tejida con chistes del peor gusto y ejecutada con detalles capaces de ruborizar á un santo de piedra, por Isidoro Pastor y Adelaida Montañés, verdadera artista de muchísimo talento, que, no obstante, no tenía inconveniente en descender de su merecido y envidiable puesto de suprema actriz cómica, para ponerse al bajo nivel del mal gusto de cierta especie de público, que se disculpa de su falta de ilustración llamándose y dejándose llamar poco exigente. Desconfíese siempre del que así se deja calificar, pues en el caló ó en el argot de teatro, pmblico poco exigente significa tanto como poco ilustrado é incapaz de dar un fallo justo en cuestión de arte. B. H. T.—T.
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De él vivía á su turno la Compañía Caballero en el Principal, que á su vez puso en escena El Mascoto, estrenando con regocijo de los concurrentes El hermano Baltasar, zarzuela bufa en que fué muy celebrada Caritina Delgado en su traje de joven seminarista, negro manteo y roja beca, que manejába con muellísima gracia. Caritina y la Villaseñor eran el alma y el espíritu del viejo Coliseo, que, con esas obras y el Anillo de Hierro, Pascual Bailón, La vida parisiense, Las Campanas de Camón, Música Clásica, Catalina de Rusia, Historias y Cuentos y otras, daba á aquel modesto cuadro siquiera para vivir. Para fin de capítulo apuntaré que el domingo 10 de Mayo los hermanos Orrin dieron sus tres últimas funciones; al día siguiente empezaron á levantar su tienda y á desarmar las paredes de lámina acanalada de su circo, para dejar libre la plazuela del ex -Seminario al jardín proyectado allí.
CAPITULO X V I I
1885. Mezclándose con las últimas funciones de Burón, en la noche del jueves 14 de Mayo de 1885, el Teatro Nacional muy bien compuesto é iluminado con luces eléctricas, las bandas militares haciéndose oir en el pórtico, ante un lucido y numeroso público dió la Compañía de Zarzuela de José Joaquín Moreno, de regreso de sus campañas en varias poblaciones, la opereta Doña jnamta. El motivo del adorno, iluminación, músicas y buena concurrencia en el Gran Teatro, fué la presentación, no de la conocida Compañía, sino de la distinguida actriz y cantante Romualda Moriones, retirada, según á su tiempo dije, con motivo de su matrimonio, y vuelta á las tablas por su no vencida inclinación á ellas, y por su noble deseo de contribuir á rehacer la fortuna del hombre á quien había unido su suerte, y cuya estrella había empezado á opacarse. Al presentarse en escena la Sra. Moriones, " la hechicera Romualda f u é saludada—dice el cronista— con un aplauso unánime, atronador; una lluvia de ramilletes cayó á sus pies, y los ¡bravo! y los aplausos, uniéndose al estrépito de la diana, conmovieron á la actriz, que con el modo gracioso y expresivo que le era peculiar, daba las gracias por aquella entusiasta ovación. La Doña Juanita agradó en extremo y la concurrencia recibió con delicia y aplaudió sin descanso á la bella Romualda, que volvía
más guapa y simpática, y haciendo notar que no en vano había asistido desde su palco á las representaciones de la Theo, cuyos estilo y entrain adoptó, identificándose con ellos al extremo de hacerlos propios. El público nada encontró que tachar en la felicísima interpretación que la Moriones dió al papel de Felipe Velasco ó Doña Juanita, y la sala del Gran Teatro, tan tétrica, tan grave, tan seria durante las representaciones de Burón, se animó como una jaula de alegres pájaros, con aquella graciosa música y con la vida y movimiento que imprimirle supo la encantadora protagonista. Por súplicas y por empeños de los concurrentes al Nacional, se repitió el domingo 17 la Doña Juanita, con nuevas ovaciones para Romualda, quien volvió á revivir sus antiguos triunfos y sólidas glorias en una tercera representación con La Mascota. Renovados empeños y súplicas, Moreno, que no había pensado quedarse en México por tener ofrecidas y contratadas varias series de funciones en diversos teatros y diferentes Estados, que no quería exponer á la que ya era su esposa á las malas voluntades que él se había concitado en su larga carrera de empresario, hubo de ceder á súplicas y empeños, animado por la Moriones, y al llegar la irremisible terminación de la fastidiosa temporada del antiguo socio de Bernis, anunció que se quedaba en el Nacional con su Compañía de Zarzuela, y desde luego abrió un abono que se presentó brillantísimo y que dió principio el 24 de Mayo con Bocacao, en que la artista empresaria se presentó graciosa como siempre y vistió con un buen gusto y un lujo de primera clase. E n cuanto al desempeño, bien sabido es que el papel del Poeta florentino f u é siempre uno de los mejores de la distinguida artista, y al menos entre actrices que lo hayan hecho en castellano ninguna la superó. Arcaraz, Palou y Compañía aprestáronse con decisión á la lucha, empezando por llevar á la escena, en la noche del 16 de Mayo, la Traviata, repetida en la tarde del 17 y en diversas funciones sucesivas, ya extraordinarias, ya de abono, con mucho aplauso para Ana Ferrer, Pedro Arcaraz y José Palou, todos ellos muy apreciables ciertamente, pero con más buenos deseos que capacidad para tales empeños. Su buena fortuna queda demostrada con sólo consignar el aplauso que les acordó el público, ese público que tantas veces ha recibido mal á superiores cantantes en esa misma ópera de Verdi, cuando se la han ofrecido verdaderas Compañías líricas. Ea Empresa Moreno, no atreviéndose á probar tal fortuna, redújose modestamente á sus Barberillo del Avapiés, Proceso del Can-Cán, Testamento Azul y Bocaccio. Eos de Arbeu que como D. Juan Tenorio lo mismo subían á los palacios que bajaban á las cabafias, estrenaron el 29 la opereta bufa Babolin en la que fueron héroes Isidoro Pastor, Adelaida Montañés y Josefina Lluch: la tal opereta gustó como gustaba todo en
Arbeu, y más cuando se le quitaron al libreto los chistes inmorales y de mal gusto que habíale conservado el traductor. E l Nacional, sin poner aún mano en los estrenos, aunque sin repetir ninguna obra, disfrutó de colosales llenos con Carmen, en cuya protagonista siempre había agradado la Morlones, que al reaparecer en ella el 2 de Junio, vistió la gitana de Merimée y de Bizet con un lujo extraordinario, cosa que también hizo en cuantas obras puso en esa temporada, hasta llegar á atraer la admiración de las señoras y hacerse aplaudir con sólo presentarse en las tablas y siempre que cambiaba de trajes. E n la noche del 7 de Junio citado y en la sexta función de las doce del primer abone, la Empresa Moreno estrenó la muy bella ópera cómica Rip-Rip, de Roberto Planquet, autor de Les Cloches de Cornevdle, compuesta sobre un libreto que Meilhac, Gille y Farnie tomaron de una leyenda de Washington Irving denominada Rip Van Winkli; la traducción española fué de Julio Nombela; esta obra bellísima por su preciosa é inspirada música, sobre todo en el segundo cuadro del segundo acto, interesante por su simpático y bien conducido argumento, fué muy bien puesta en el Nacional, estrenándose dos deco- * raciones bien entendidas, especialmente la casi fantástica de las montañas azules. Enrique Labrada y Romualda Moriones en los protagonistas, trabajaron á la perfección, y todos los demás artistas, los coros inclusive, llenaron bien su cometido. No debemos pasar adelante sin hacer particular mención de Concha Arvide, quien representó y cantó de modo sumamente discreto. Al estreno de Rip respondió Arbeu con el de Madame Boniface, en la noche del 14; el arreglo fué hecho por Palou, según se dijo, con el título de La Mujer del Conjitero: la Lluch y Pastor tuvieron á su cargo los papeles aquí desempeñados por la Theo y por Meziéres, y siento decir que ni la una ni el otro artistas españoles pudieron parecer ni medio aceptables en esos tipos en que asombraron los dos grandes artistas franceses.. Sin embargo, en el colmo siempre de la fortuna, La Mujer del Conjitero fué aplaudida en Arbeu, como por igual influjo fué también aplaudida el 19 la Marta, de Flotow, rebajada con el título de zarzuela: corrió la parte de Lady Enriqueta á cargo de Ana Ferrer, y la de Naney al de Adelaida Montañés, ayudándoles en la ejecución, verdadera ejecución, Palou y Arcaraz. A mi juicio humilde la Marta fué tan mal tratada como la Traviata, como Madame Boniface y como La Hija del Tambor Mayor; pero vuelvo á hacer constar que todas ellas las aplaudió y las aprobó el público concurrente á Arbeu. L a Empresa Moreno, no queriendo dejarse vencer por su enemiga que en una misma semana había estrenado La Mujer del Conjitero y la Marta, dió en la noche del 21 del mes aquel, la primera representación de la opereta bufa La Criolla, de Offenbach, arreglada en Es-
paña. Arcaraz y Palou no se durmieron sobre sus laureles, y uno tras otro estreno, se lanzaron al campo de combate con Niniclie, en que Adelaida Montañés estuvo deliciosa, pues fué graciosísima actriz; con La Diva, que con justicia agradó; y con otro delito artístico, el arreglo al castellano de la dificilísima Madame Favart, con la mejor buena intención, sin duda, destrozada por los artistas del coliseo de la calle de San Felipe en la noche del 19 de Julio, y sin embargo aplaudida y celebrada á su vez, por aquel público de Arbeu que parecía tener parte en la Empresa según se entusiasmaba y veía inmejorable cuanto ella daba á luz. Para la misma noche del 19, Moreno brindó á su público con el estreno de la " zarzuela melodramática de costumbres populares españolas, en tres actos, en prosa y verso, divididos en diez cuadros, letra de D. Luis Mariano de Larra, música del Maestro Cereceda, intitulada Los hijos de Madrid." Cuando unos y otros empresarios empezaron á notar que aquello no podía seguir así, que las obras se ponían en escena sin estudios, sin ensayos suficientes, y que sus artistas no podían con tanto teje-maneje de papeles nuevos, ocurrieron, y Moreno dió el ejemplo, á las funciones monstruos y en obsequio del público, es decir, á funciones en que por cuatro reales se daban á los concurrentes seis ó siete actos en dos ó más zarzuelas, por ejemplo, en el Nacional El Barberillo y Rip, y en Arbeu La cisterna encantada y La mujer del conjitero. Arcaraz y Palou intentaron también el abono á las funciones que llamaron de moda, las cuales dábanse los viernes con el teatro muy compuesto é iluminado y con reparto de ramilletes á las señoras. Por más que otra cosa quiera decirse, la tal competencia fué verdaderamente ruinosa para la empresa Arcaraz-Palou y para la empresa Moreno, sin que tampoco el arte ganase algo. Los artistas de una y otra Compañía, los que ningún interés tenían en ello pues no habían de sacar en el mejor caso más de su sueldo fijo, dábanse á todos los diablos y trabajaban con desgano y sin alientos. Los disgustos por este motivo fueron creciendo y pronunciándose, y la primera empresa que tuvo que lamentarlo fué la de Arbeu, que perdió á su primera tiple Ana Ferrer de Andrés, quien en lo más reñido de la lucha se negó á seguir trabajando y se separó de la Compañía, sin que lograran hacerla desistir de su determinación ni párrafos en los periódicos, ni demandas en los juzgados. La Ferrer á todo contestó, á todo resistió, sin volver á presentarse en escena desde fines de Julio, y al fin consumó su deserción, siendo sustituida ó reemplazada por Carmen Ruiz. Por último, pues n o merece aquello que demos más detalles, Moreno fué el primero en alzar el campo, dando punto á sus funciones y enviando su Compañía, con excepción de la Moriones, á Guanajuato, para cuyo teatro fué solicitada con el agregado de una subvención:
el empresario del Nacional sabía bien que por mucho que su enemigo quisiese ponderar su triunfo, poco habrían de durarle sus glorias, pues en el loco combate también habían los de Arbeu quedado mal heridos y sin fuerzas. Poco tardó en verse que así era. En sus últimos arranques aun estrenó el coliseo de la calle de San Felipe la zarzuelilla muy graciosa Verónicay volapié, y perpetró nuevo delito, traduciendo, arreglando y cantando Crispino é la comare; aun procuró llenar sus claros con la contrata de Concha Arvide que se separó de la Compañía Moreno para unirse en matrimonio con el artista Enrique Rodríguez, y se presentó en Arbeu el 9 de Agosto con la opereta El corazón y la mano. Hasta se creyó capaz de luchar con la Opera Italiana de Sieni, y pretendió quedarse en México á batirse con ella, aunque, según los maldicientes murmuradores, esta resolución la tomó por falta de medios para salir de la Capital; pero al fin y con la función del 15 de Setiembre lió su petate, despidiéndose con Nmiche y Estebanillo Peralta, zarzuela española puesta el día 12 precedente á beneficio de Isidoro Pastor, que estaba en ese género como no era posible que estuviese en el género francés, por más, vuelvo á decirlo, que el público le hubiera aplaudido en papeles dados aquí á conocer por el eminentísimo actor Meziéres. En ese año la estación de las lluvias se presentó terrible y desoladora en varios puntos de la República, causando numerosas víctimas en Jalisco, Guanajuato, Matamoros, Oaxaca, Cuarenta y Eagos, y con ese motivo se organizaron conciertos y funciones benéficas, entre las que se distinguió, por la cuantía de sus productos, la de la noche del 9 de Julio en el Nacional, ofrecida por el empresario Moreno y patrocinada por el Jockey Club. No sólo entonces y para con esas ca : lamidades, fué generoso el público: de su caridad participó también el artista acróbata mexicano Juan Lepe, ' ' quien por dar honor á su " p a t r i a en el Circo Nacional — así lo dice el programa—cayó de uno " d e los más difíciles aparatos, quedando completamente i n ú t i l . " Este beneficio se verificó en la Plaza de la Independencia, sita en el núm. 2 de la calle de la Cruz Verde, el domingo 24 de Mayo, bajo el patrocinio de D. Angel López, director y empresario del Circo Nacional, el Sr. D. Felipe Buenrostro (hijo), agente y administrador del mismo Circo, y el Sr. D. Pedro V. Nieto, agente y administrador del Circo d é l o s Hermanos Orrin: Estos empresarios, después de desocupar, como ya dije, la Plazuela del Seminario, habían trasladado su tienda á la de Santo Domingo y abierto en ella su llamado Museo Zoológico: tigres, leones, monos, elefante y avestruz. De otra función benéfica debo aún hablar, la que en la noche del miércoles 10 de Junio dió en el teatro Hidalgo la Compañía de D. Albino Palacios, en favor de los hijos de la actriz mexicana Soledad Amat, que acababa de morir en Puebla: en esa función se representaron el drama en tres actos Mag-
dalena, original del Lic. D. Jesús Cuevas, y la zarzuela la Casa de locos, con música compuesta por el profesor mexicano Felipe Villanueva, y ejecutó, con acompañamiento de orquesta, una pieza el distinguido violinista Pedro Manzano. Otros espectáculos notables fueron las veladas literario-musicales habidas en Julio en el Liceo Hidalgo, la Sociedad Dramática Francesa y el Gran Círculo de Obreros, en memoria y honor del insigne Víctor Hugo. E l Teatro Principal estuvo en la misma época ocupado por una Compañía dramática á cuyo frente estaban María de Jesús Servín, Segismundo Cervi y Emilia García de Cervi: empezaron su temporada con el estreno del drama de D. José Echegaray, Vida alegre y muerte triste, y la pieza No siempre lo bueno es bueno, en la noche del 24 de Mayo; en la tarde de ese día representaron el drama en cinco actos Juan Diente y la comedia Roncar despierto. Unos días después, el domingo 31, esa Sociedad artística, regenteada por D. José María Servín, estrenó el drama en tres actos, Después de la muerte, original del poeta de San Luis Potosí D. Manuel José Othón. Ese drama magnífico, basta por sí sólo para honrar á su autor y á su patria y á las letras nacionales; en mi opinión, y más que en la mía que poco vale, en la de escritores y críticos imparciales, quizás no se encuentre entre nosotros nada que le sea semejante en mérito desde que existió D. Juan Ruiz de Alarcón, dejando aparte las obras del género enteramente distinto de D. Manuel Eduardo de Gorostiza. El transcendental pensamiento que inspiró á Othón la acertadísima trama, su desarrollo lógico y perfecto, sus situaciones diestramente preparadas con la mayor naturalidad, sus magnos golpes dramáticos, su correcta é inspirada versificación sembrada de grandes pensamientos en un diálogo expertamente conducido, son para admirar y producir asombro. Quizás alguna vez digamos algo más de ese drama sorprendente, que si nos hubiese venido de allende los mares habría causado hondísima sensación. En el estreno á que hago referencia, el público del Principal no pudo por menos de dejarse subyugar por el admirable talento del autor, aplaudiendo la obra con entusiasta frenesí. Su tercera representación se dió en la noche del jueves 11 de Junio, en presencia del insigne Manuel José Othón, á quien la Compañía hizo venir á la Capital desde San Luis Potosí para que presenciase su triunfo, que en esa noche fué colosal, á teatro lleno, con asistencia de casi todos los literatos y escritores de la ciudad federal y lo más granado de la buena sociedad, que acogió al autor con bravos, dianas y todo género de ovaciones, dedicándosele varias composiciones en su elogio, que fueron leídas sobre la escena. Pocas veces hemos sido testigos de una victoria literaria tan merecida como la del insigne poeta Manuel José Othón. L a misma Compañía dió á conocer en su sexta función de abono,
en la noche del 14 de Junio, el drama en un acto Margarita, original de Julio Espinosa, y el titulado La mejor venganza, escrito en tres por E d u a r d o Noriega: una y otra composición fueron bien recibidas y aceptadas. A fines del citado mes dejaron de pertenecer á la Compañía del Principal, Emilia García de Cervi y su esposo Segismundo Cervi, á los cuales reemplazaron el actor mexicano Francisco Solórzano y su señora la muy simpática y m u y discreta actriz Emilia Toscano, que se presentó y fué muy bien acogida en la comedia de Ramos Carrión El noveno mandamiento, en la función del 26 de Julio. E n la del 24 de Agosto se estrenó con muy buen éxito una bonita comedia, original de José Vigil y Robles, intitulada Un viaje al otro mundo. Chucha Servín, Solórzano, García y, sobre todo, la Toscano, desempeñáronla con positivo acierto, y el joven autor f u é llamado cinco ó seis veces á la escena entre generales y entusiastas aplausos, verdaderamente muy merecidos. E n combinación con la Compañía Dramática trabajó el Conde Patrizzio de Castiglioni, durante una larga serie de tardes y noches, pues aunque á cada instante anunciaba su despedida, reteníale el público, encantado con su singular destreza y con su amenísima conversación, que siempre f u é el principal atractivo d e sus espectáculos. Cuando según queda dicho, el empresario Moreno suspendió sus funciones de zarzuela y envió su Compañía á Guanajuato para entregar el Nacional á la Opera Italiana, mientras ésta llegaba el Conde Patrizzio trabajó diversas noches en el Gran Teatro, y entró en combinación con el Principal la prestidigitadora Victoria Berland, quien lo mismo que aquél exhibió con mucho aplauso la bonita ilusión óptica de los Fantasmas impalpables. A u n q u e la combinación daba el mejor resultado, pues el público gustó siempre de la destreza de ambos distinguidos prestidigitadores, el cuadro dramático no dejó el estudio y con muchos aplausos para su autor, estrenó en Agosto el drama En el umbral de la dicha, del fecundo poeta José Peón Contreras. Para que hubiese para todos los gustos, y allá por el 21 de Junio, a u n se hizo aplaudir La Venus negra, que parecía no querer morirse, aunque los trajes y las decoraciones estaban y a inconocibles; la misma Compañía Servín revivió La Paloma Azul, que dió algunas regulares entradas. E n Hidalgo se representaba por entonces también otra comedia de magia, El Anúlo del Diablo. Tiempo es ya de que hablemos d e la " G r a n Compañía de Opera Italiana formada en Milán expresamente para el Gran Teatro de México por la Empresa S i e n i , " asociada con Moreno. H é aquí el elenco: "Primera soprano dramática absoluta, Adela G'm'v, primera soprano dramática, Elisa Bassi; primera soprano ligera absoluta, Clementina De V e r e ; primera mezzo soprano contralto, Gemma Prieri; comprimario., Elisa Baraldi; primer tenor dramático absoluto, Cario Pizzorni; primer
tenor de medio carácter, Giuseppe Anovazzi; primer tenor ligero, E m i dio Eorini; primeros barítonos absolutos, Enrico Pogliani y Vincenzo Quintilli I<eoni; primer bajo absoluto, Roberto Mancini; primer bajo bufo, Natale Pozzi; tenor comprimario, Gaetano R a g o n i ; bajo comprimario, Antonio Pome; Maestro director y concertador, Vincenzo D'Alessio; Maestro director de coros y apuntador, Achilli Cavallini; Arpista, Alfonso Scotti. Gran cuerpo de coros de cuarenta voces, diez y ocho de ellas contratadas en M i l á n . " Precios de abono por veinticuatro funciones: en palcos, doscientos ochenta y ocho pesos; en lunetas y balcones, treinta y seis pesos. Sin establecer comparaciones con grandes compañías de remotas épocas, la del empresario Sieni en 1885 f u é muy buena y aceptable. Adela Gini, soprano m u y estimada en la Scala de Milán, en el Real de Madrid y en el Regio de T u r í n , f u é una actriz de mucha alma y de grande inspiración. Clementina De Vere, hermosa m u j e r y distinguida dama, hija de noble familia, fué una encantadora soprano-ligera, que vino aquí con excelente reputación artística, que después siguió acreciendo. Gemma Pieri era una discreta actriz y una ameritada profesora de canto. Carlos Pizzorni había hecho m u y aplaudidas campañas en el Teatro Imperial de Moscow, y arrebatado en varias escenas europeas en Aída, Rigoletto, Trovador y Hugonotes. E n rique Pogliani, ya conocido y estimado en México, estaba entonces en todo su vigor artístico. E n cuanto á Vicente Quintilli Eeoni, nadie podía ignorar que había sido u n gran cantante y un gran actor de fama universal: pocos artistas h a n cantado como él María de Rohan y la Africana, y en cambio muchos le tomaron de modelo para la interpretación de sus papeles en esas obras: por lo demás en todas cuantas tomó parte, fué, vuelvo á decirlo, gran cantante y gran actor, por todas las empresas solicitado y por todos los públicos aplaudido. Roberto Mancini era m u y estimado en Roma, Nápoles y Moscow, y Vicente D'Alessio como director gozaba de fama j u s t a . Alfonso Scotti era y siguió siendo u n artista y u n profesor en el arpa. Hablaremos de los demás según se ofrezca la ocasión. Ea Compañía de Napoleón Sieni dió principio á su primer abono la noche del 22 de Agosto con El Trovador; después y en ese mismo abono puso en escena en el Gran Teatro, Sonámbula, Un Bailo m Maschera, Aída, Hernani, Puritanos, Ruy Blas, La Africana, Lucia, Traviata; de estas obras Aída fué cantada cinco veces; La Africana y El Trovador, tres cada una; Sonámbula, una; las demás dos veces cada una también, haciendo en todo veinticuatro funciones de q u e constó el primer abono, que terminó el 6 d e Octubre con la segunda de Lucia. E l 11 volvió á cantarse Aída, d e obsequio para los abonados, y en la noche del catorce con la Gioconda, dé Ponchielli, princiE. H. T.-T. ni.—55
pió el segundo abono que fué de doce funciones, tres con Gioconda, dos con Traviata, dos con Rigoletto, dos con Hugonotes, una con Hernani y otra con Ruy Blas, para duodécima y última. El tercer abono se compuso de seis funciones, dos con Fausto,, dos con Gioconda, una con Lucrecia y otra con Hugonotes; concluyó con la segunda de Gioconda el 30 de Noviembre. H u b o además varias funciones extraordinarias en diversas noches y en las tardes de días festivos, y la E m presa Napoleón Sieni se despidió de nuestro público en la noche del primero de Diciembre con el cuarto acto de Fausto y los tres de Lucrecia Borgia. E n los prospectos constaban como del repertorio de la Compañía Norma, Capuletos, Dinorah, I Lombardi, Luisa Müller, Polaifo, Don Sebastián, Don Pascual, Elíxir de Amor, María de Rohan, Otello, El Barbero, Carmen, Don Carlos y Mignón, ninguna de las cuales llegó á ser cantada. De las veintinueve óperas que dijo poder ofrecer, no presentó quince y puso en escena catorce, más la Traviata y la Lucrecia que n o figuraban en los prospectos. E n la noche del estreno de la Compañía, el público en compacta masa invadió todas las localidades del Gran Teatro, balcones, lunetas, plateas, palcos primeros, segundos y terceros, galerías y hastalospasillos ó tránsitos, en los que casi era imposible moverse y circular. E l abono no pudo ser mejor, figurando en sus listas todas las más elegantes y distinguidas familias de México. Los espectadores, fríos y reservados en las primeras escenas de El Trovador, aunque estuvieron muy bien cantadas, dieron señales de aprobación al final del acto: en el curso del segundo aplaudieron ya con entusiasmo al barítono Pogliani, cuya voz y acción dramática habían mejorado mucho, y después de él llamó su atención la Bassi por su alta estatura, agradable fisonomía y bonita y fresca voz. L a contralto Gemma Pieri, agradó por su buena voz y magníficas notas del registro bajo. E l tenor Pizzorni, joven, mediano de estatura, de complexión recia, de robusta y fresca voz, cantó sumamente emocionado hasta llegar el acto tercero y con él el famosísimo allegro y el más famoso do que despidió contundente, seguro y claro, si bien n o faltaron críticos y maestros que dijesen que la orquesta se había bajado medio punto y que la nota dada no había sido un do. E l hecho es que el público aplaudió con entusiasmo y aclamó con frenesí á Pizzorni, que satisfecho con la ovación repitió el Madre mfelice y atacó la nota subversiva, revolucionaria, con la misma facilidad con que habíalo hecho la primera vez. La soprano, la contralto, el tenor y el barítono conquistaron en esa noche al público impresionable. E n la segunda noche y con Sonámbula, consiguió y muy justamente otro tanto Ciernen tina De Vere, con su voz de agradabilísimo timbre, perfecta vocalización, y mucha naturalidad y dominio de la escena: simpática, elegante, distinguida, cada nota, cada palabra, cada movimiento le ga-
naban un entusiasta admirador: en el rondó del tercer acto alcanzó los honores de la repetición. E l tenor ligero Lorini era un joven de buena y simpática figura, con una voz agradable, bonita, que usaba discretamente y sin esfuerzo. El bajo Mancini con su torrente de voz muy bien modulada gustó mucho á su vez en el papel del Conde. Vincenzo Quintilli Leoni hizo su presentación el 25 de Agosto, en tercera de abono con Un Bailo vi maschera, acompañándole la Bassi, la Pieri, la De Vere, Pizzorni, Mancini y Pozzi. Con tan buenos cantantes la hermosa ópera de Verdi salió bien y gustó mucho. Después de una excelente repetición de El Trovador, tocó su turno de estreno á la magnífica Aída el sábado 29, haciendo en ella su primera salida la prima donna absoluta Adela Gini: su aparición en la escena fué saludada con un general aplauso, preludio, por así decirlo, de los muchos que había de cosechar en el curso de la obra. Simpática de figura, artista verdadera, magnífica voz de conmovedor timbre, fué colmada de ovaciones en el desempeño de su papel que le mereció numerosas llamadas en diversos pasajes. La Pieri en el de Amneris confirmó la opinión que de su mérito artístico había formado el público en el Trovador y en El Baile de Menearas: la estimable contralto fué, pues, aplaudida estrepitosamente. Igualmente afortunados estuvieron en toda la ópera Pizzorni, Pogliani, Mancini y Pozzi, y cumplieron bien con su cometido los coros y la orquesta, muy acertadamente conducida por el maestro D'Alessio. E n la noche del primero de Setiembre dió la Empresa Sieni el Hernani, para presentación del artista mexicano D. Manuel Múgica. Nada omitió el afecto de sus amigos para que esa presentación revistiese un carácter solemne, y quizá sin imaginárselo, perjudicaron con ello al nuevo cantante. Profusamente fueron repartidos ejemplares, impresos por Francisco Díaz de León, como un obsequio á Múgica, con la biografía de éste, escrita por el Sr. Pérez Bibbins. El teatro Nacional estuvo muy bien adornado é iluminado con focos eléctricos, por cuenta de la Corporación Municipal, que al efecto autorizó el gasto de doscientos pesos, á moción de los Regidores D. Manuel Contreras y D. Francisco Díaz de León. Las sociedades Fúomáíica, Ateneo Nacional Mexicano, Carlos Escudero, Mercantil, Angela Peralta y las Mutualistas de Obreros, pusiéronse de acuerdo para cooperar en la ovación preparada al compatriota que venía de Europa con cierto renombre, apoyado en los elogios de maestros y críticos italianos. E l éxito no fué el que tantos deseaban y muchos creyeron asegurado. Múgica se preséntó tan conmovido que no pudo dominar su difícil papel de Silva, ni dió á conocer el resultado de sus estudios, ni el alcance de sus facultades. En el segundo entreacto las comisiones de sus amigos y de las sociedades que ya cité, se presentaron en la escena á entregarle los obsequios que pre-
parados llevaban y hacerle sus felicitaciones, y esto acabó por hacer imposible que Múgica dominase su emoción, y todo concluyó tan mal como había principiado. Sin la buena disposición en que el público se encontraba, sin los heroicos esfuerzos de Pogliani, que estuvo admirable, y de la Bassi que le secundó felizmente, aquella representación de Hernani habría sido una catástrofe. E n el próximo capítulo continuaremos hablando de la Compañía de Napoleón Sieni, inteligente empresario que por segunda vez nos visitaba.
CAPITULO X V I I I
1885. Las fiestas con que en Setiembre de 1885 se conmemoró el aniversario del primer grito de Independencia, estuvieron muy lucidas y animadas por la gran cantidad de forasteros que visitaron la Capital, atraídos por el precio económico de los trenes especiales, y por lo mucho que se había dicho de los lujosos carros que habían de figurar en la procesión cívica, escoltados por comparsas propia y lujosamente vestidas. Merecieron realmente elogios y aplausos la carroza del Comercio, la de la Paz, la de la Colonia Francesa, representando á las dos Repúblicas; la del Antiguo México, que imitaba u n teocalli azteca, y la de los héroes insurgentes. Con la abundancia de forasteros todos los teatros realizaron buenos productos, el Principal con La Paloma Azul, La Vuelta al Mundo y las suertes del Conde Patrizzio; el de Arbeu, con el variado trabajo de la Compañía de Francisco Solórzano, separado del Principal, y Ricardo López, bien secundado por las simpáticas actrices Emilia Calvo y Emilia Toscano, en combinación con la excelente Orquesta Típica, dirigida por Carlos Curtí. También fué muy visitado el Seudo-gran Museo Zoológico de los Hermanos Orrin en la Plaza de Santo Domingo. L a Opera Sieni prosiguió en su buena fortuna, aunque no sin algún contratiempo, como el de La Africana, que casi rodó en la noche del 23 de Setiembre por hallarse Pizzorni indispuesto según unos, y disgustado según otros. Díjose que las ovaciones á alguna prima donna le tenían de mal h u m o r : así lo hizo saber El Siglo Diez ~y Nueve, periódico amigo de la Empresa. Pero vino la repetición de la gran obra de Meyerbeer, y el fracaso del 23 se mudó en un ruido-
so triunfo para Pizzorni, la Gini, la De Vere y Pogliani y Mancini. E l gran concertante del tercer acto les valió varias llamadas á la escena entre atronadores aplausos. Igual éxito obtuvo el dúo del tenor y de la soprano en el cuarto acto, que interpretaron á la perfección Pizzorni y la Gini. Pogliani se portó en toda la obra como gran actor y cantante. En esos días, el Presidente de la República, "atentos los beneficios civilizadores que á la cultura de la Capital resultaban de la existencia en ella de una Compañía de Opera, la que por lo mismo merecía cierta protección de parte del Gobierno," se sirvió conceder al empresario la exención del impuesto municipal y su recargo, durante la temporada. Así se lo comunicó en oficio de 23 de Setiembre, dirigido á D. José J . Moreno, el Ministro de Gobernación D. Manuel Romero Rubio. Suceso notable fué en la noche del sábado 3 de Octubre la representación de Traviata, porque en ella se presentó por primera vez en un teatro público el joven Adrián Guichenné en el papel de Alfredo, al lado de la bella é inspirada Clementina De Vere y del gran artista Quintilli Leoni. E r a entonces el nuevo tenor un joven de veintitrés años apenas, alto, delgado y de facciones finas y correctas. Su padre D. Gustavo Guichenné, ya numerosas veces nombrado en estos capítulos, era uno de los más distinguidos apóstoles d é l a música clásica, á la que semanariamente dedicaba amenísimas sesiones, con el concurso de profesores de tanto mérito como José Rivas, Luis G. Morán, Agustín Manríquez, Fernando Domec, Félix Sauvinet, Gustavo Fischer, Federico Jens y Agustín LefFman. Hijo de artistas y viviendo entre artistas, fácil se manifestó en Adrián la vocación para el arte: los primeros estudios hízolos con éxito y aprovechamiento, y pronto se distinguió en el piano y en el violín, y fué uno de los mejores discípulos del Conservatorio. E n el estudio del canto tuvo por maestro y director al muy distinguido Constant Hayet, en el examen respectivo mereció una mención honorífica extraordinaria, y el Supremo Gobierno le otorgó una pensión para que pasase á Europa á concluir sus estudios. Antes de resolverse á emprender su viaje, solicitó las lecciones ó los consejos de Enrique Testa, Capoul, Turnier, Lestellier y Gianini, tomando de todos ellos algo bueno. Para ensayarse en la carrera artística, para adquirir un voto público que le animase para emprenderla ó de una vez le quitase sus ilusiones si eran falsas, acudió á los empresarios Sieni y Moreno, y después de hacerse oir por los artistas de su cuadro de ópera, resolvió, con la aprobación de todos, presentarse en el papel de Alfredo en Traviata, en la fecha que ha poco apunté. E l éxito fué notable, espléndido el triunfo; el público del Gran Teatro dispensó una ruidosa y entusiasta ovación al joven tenor, que ni era ni se presentaba como un artista, pero que hizo ver que tenía cualidades para
serlo. ¿ Confirmaría el tiempo aquel juicio ? La respuesta quedó reservada al porvenir. Para primera función del segundo abono, en la noche del 14 de Octubre, estrenó la Compañía Sieni la hermosa partitura del maestro Ponchielli, Gioconda, que alcanzó del numeroso y selecto público la más completa aprobación, por la obra misma y por su desempeño por todos los artistas, á quienes tributó atronadores aplausos. Elisa Bassi y Adela Gini, nada dejaron que desear, habiendo cantado magistralmente el dúo del segundo acto, que mereció los honores de la repetición. Igualmente bien cantaron Pogliani, Pizzorni y Mancini, y la Pieri que interpretó de modo admirable el papel de la ciega. En el último acto la Gini confirmó su fama de gran artista dramática y obtuvo muy merecida ovación. Las nuevas decoraciones fueron todas muy buenas, particularmente las del tercero y cuarto actos. E l vestuario y el atrezzo se hicieron notar por su elegancia y por su propiedad. La obra de Ponchielli produjo tantos llenos como representaciones tuvo, ya en abono, ya en extraordinarias, y con ella dió su beneficio Adela Gini el jueves 22 del citado Octubre, ante una entusiasta concurrencia que la saludó con nutrida salva de aplausos, á la vez que la orquesta y las bandas militares ensordecían la sala con sus dianas. Innecesario parece decir cuán bien desempeñó en esa noche su papel Adela Gini, y cuánto se le aplaudiría y cuántas veces fué llamada á la escena. E l entusiasmo de los concurrentes creció cuando la beneficiada, en traje de carácter, cantó la canción andaluza del maestro Barbieri, Lo que está de Dios, que se vió obligada á repetir. Renováronse las díanos, el escenario quedó alfombrado de ramos y de flores sueltas, y se le ofrecieron multitud de coronas y de obsequios, algunos de mucho valor. Mas no faltó un desagradable incidente: de tiempo atrás se sabía que la Bassi y la Gini estaban entre sí disgustadas por rivalidades artísticas, fomentadas con poca prudencia por sus respectivos partidarios, y con suprema injusticia por los de la Bassi, que no podía, en modo alguno, compararse en méritos con los méritos de Adela Gini. En el famoso dúo de Gioconda, en que las dos artistas aparecían, por exigirlo así la obra, enconadísimas rivales, habíase echado de ver más de una vez con cuánto trabajo la una se inclinaba ante la otra, cuando la situación dramática lo mandaba, y con cuánto imperio ésta le imponía á aquella esa humillación. E n la noche del beneficio, y en el susodicho dúo, cuando á los pies de la agraciada llovían los ramilletes, u n entusiasta de la Bassi hizo llegar á manos de ella uno que especialmente le dedicaba y le fué presentado por uno de los individuos de la orquesta: la Bassi indicó á la Gini que lo tomase, como desdeñando el aceptar sólo uno cuando tantos recogía su rival.
La Gini contestó negativamente, indicándole que pues á la Bassi era especialmente ofrecido, la Gini no debía tomarlo. La imprudente segunda soprano le tomó entonces con marcado enojo, y en vez de conservarlo se lo tiró á la primera con manifiesto desdén: "esa acción indigna—dijo El Siglo—fué ejecutada con gran cólera por la Bassi, y con ello dió á conocer la envidia que tenía por la ovación de que era objeto Adela Gini, y á la cual era acreedora por su verdadero mérito artístico: el público, como era natural, al verse ofendido, se molestó extraordinariamente y puede estar segura la Bassi de que sólo por pura deferencia no fué silbada como merecía: la Bassi debía guardar sus rencores para otro lugar, y nunca ante una concurrencia respetable, máxime cuando ésta le ha guardado todo género de consideraciones." Por lo que esto pudiera perjudicarla, la Bassi dió, por medio de los periódicos una satisfacción al público, y en la siguiente representación de Gioconda, al concluir el célebre dúo, que las dos rivales cantaron siempre admirablemente, y al dar las gracias á la concurrencia que las aclamaba, la Bassi abrazó á la Gini y ésta la besó en la frente. Concurridísimo y muy brillante estuvo, en la noche del 29, el beneficio de Clementina De Vere con Rigoletto. E n él to n > parte Adrián Guichenné, que no estuvo en el Duque tan feliz como en el Alfredo de Traviata, y en el Fernando de Favorita, cantada el 20 anterior con la Pieri, Quintilli Leoni y Mancini: Adrián Guichenné cantó de u n modo notable la romanza Spirto gentile, mereciendo los honores d e la repetición. E n función extraordinaria, y en la noche del 5 de Noviembre, se verificó el beneficio de Elisa Bassi con Traviata: la beneficiada cantó también la cavatina de Norma, que le valió repetidas llamadas á la escena; sus amigos la colmaron de regalos, algunos de subido valor, y la colonia española le envió hermosa corona cubierta de monedas de oro. E n las funciones décima y undécima del segundo abono, la De Vere, la Gini y Pizzorni fueron adamadísimos en Los Hugonotes, que cantaron bien, ellos y toda la Compañía. E l viernes 20 dió su beneficio Adrián Guichenné con el Fausto, de Gounod, obteniendo un lleno completísimo y una entusiasta y cariñosa acogida. La obra era demasiado difícil para un artista que principiaba su carrera, y, además, la ovación de que fué objeto en el primer acto le conmovió al extremo de quitarle todo el dominio sobre sí mismo en un papel en que tanto lo hubiese necesitado. No obstante, después del aria del tercer acto recibió muchos aplausos y se le ofrecieron diversos obsequios, entre ellos una corona magnífica con muchas monedas de oro que le regaló el Presidente de la República, Gral. D. Porfirio Díaz; otra más pequeña, y t-ambién con monedas de oro, obsequio del Ayuntamiento, y una multitud de alhajas. Federico Jens recitó una composición poética que fué muy aplaudida. En el Faus-
to Clementina De Vere y Enrique Pogliani estuvieron magníficos en sus respectivos papeles. Pero concluyamos con nuestra revista de aquella temporada muy fructífera para Sieni. El 28 fué el beneficio del maestro D'Alessio con Hugonotes, y varios intermedios en los cuales el violinista Figueroa tocó, muy bien tocada, una fantasía de Wienauski, la orquesta ejecutó la obertura de Maria Ribera ópera de D'Alessio, y la Banda de Ingenieros el valse Recuerdos de México, composición de Cabalini. El 29 y como obsequio á los abonados, se cantó Rigoletto, para despedida de la De Vere, Guichenné y Quintilli Eeoni, y el lunes 30 Gioconda para último adiós de la Gini, la Bassi, la Pieri, Pizzorni, Pogliani y Mancini. H u b o aún una función más extraordinaria, á beneficio del artista mexicano Múgica, cantándose en ella el cuarto acto de Fausto y los tres de Lucrecia Borgia. Tres meses y diez días sostuvo aquella temporada Napoleón Sieni, que antes de mostrarse entendido empresario había sido artista cantante muy elogiado por la prensa italiana. Poco, bien poco notable, ofrecían los demás teatros en esos días y en los meses siguientes. El de Arbeu con sus dos directores Francisco Solórzano y Ricardo Eópez, hacía cuanto á su alcance estaba para atraerse público, ya asociándose con el prestidigitador inglés Richard Hume, que malas lenguas dijeron ser un mal suertista disfrazado con barbas y peluca rubias, ya variando cuanto le era posible el trabajo y estrenando con frecuencia obras escritas ó traducidas por autores mexicanos. Entre dichos estrenos fué notabilísimo el de un monólogo del insigne Juan de Dios Peza, que lo tituló: Escribiendo un drama. El gran poeta, el poeta verdaderamente americano, porque n o sólo su patria sino todo el continente de Colón lee y se recrea con sus versos, como no lee ni se recrea con ningunos otros, al menos en el mismo grado que con los suyos, obtuvo en la representación de ese monólogo un triunfo ruidoso, tan ruidoso como lo han sido siempre los suyos, desde que, contando apenas diez y seis años de edad, hizo por primera vez oir en público sus versos; tan ruidoso como los que alcanzó en España conquistando el aplauso y el elogio de los grandes literatos de la Península, de cuyo entusiasmo por Peza tuve la satisfacción de ser testigo. El éxito de Escribiendo un drama autorizó á Juan de Dios Peza para decir con el Euis de su monólogo. ' ' ¡ A h ! ¡ qué noche! cuán ufano me quedé! ¡ cuán satisfecho! ¡ cuánto apretón en el pecho ! ¡ cuánto apretón en la mano !
" Por ejemplo, aquí estoy yo donde ninguno me v e ; me han aplaudido, y á fe como á nadie se aplaudió.'' , Ya en ese tiempo había comenzado á publicar sus composiciones reunidas en libro, aunque puede decirse que esa no fué la primera colección; tenía ya tantas cuantos eran sus lectores, pues todos ellos habíanlas coleccionado en su memoria, los unos para recrearse y admirarlas, los otros para envidiarlas y morderlas, reconociendo aquéllos, sin poder negar éstos, que Juan de Dios Peza es, como de él hk dicho Emilio Castelar, poeta visitado por la celeste inspiración, que casi ejerce la Dictadura de los versos hermosísimos. Y eso que el gran tribuno español, que escribiendo en prosa es uno de los poetas mayores que España ha tenido, no conocía, cuando eso dijo, los mejores versos de Juan de Dios Peza, aquellos de los que él mismo dice, 1
' Eos hago con la hiél de las espinas que el infortunio me clavó en el alma. " Esos son los que, con los dedicados al venerable autor de sus días, corren en multiplicadas ediciones, en su mayoría extranjeras, en manos de cuantos aman lo noble y lo bello; esos son los que han sido traducidos al alemán, al portugués, al italiano y al ruso, honrando á México y honrando al poeta, verdadero poeta que siempre subyugará á sus lectores, porque la magia de sus versos estriba como él mismo ha dicho, sin imaginarse que descubría su secreto, en la simplicísima receta que contienen los dos últimos versos de Su siguiente quintilla: " la inspiración me falta, no la recibo de la celeste mansión ; pero tengo un corazón del que brota lo que escribo." Así es la verdad; por eso conmueve, por eso hace llorar con cuanto produce su pluma, aunque sea una sencilla carta; porque es poeta, verdadero poeta que no tiene necesidad de martajar el idioma y las frases para hacer versos, ni de desvelarse noches enteras para producir una composición; porque todas las suyas son positivas improvisaciones, hechas al correr de la pluma, ó fijas al paso en su prodigiosa memoria; porque, en fin, nació y seguirá siendo poeta, á despecho de la envidia que á su gloria se tiene, á despecho de la impoE . H . T . — T . III.—56
sición de la prosa de la vida, á despecho de los más imponderables infortunios. También él lo ha dicho en versos que suenan como versos de Bécquer: " T o d o con mano ruda torpe y fría me puede arrebatar la adversa suerte; pero el culto á la hermosa poesía no lo podrá arrancar del alma mía más que la mano helada de la muerte. " La misma Compañía de Solórzano, en Arbeu, estrenó en 2 de Octubre un interesante drama en tres actos intitulado Calumnia, original de otro escritor mexicano, Julio Espinosa, que fué muy aplaudido en esa noche y en varias repeticiones. En la función del 23, Erancisco Solórzano, Ricardo Eópez, Gabutti y la muy discreta actriz Emilia Toscano, estrenaron la comedia Divorçons, deSardou, traducida por José R. del Castillo, cuyo trabajo fué tan del agrado del público, que por más resistencia que el traductor opuso á salir á la escena, no estimándose digno de tanta honra, hubo al fin de presentarse en ella á recibir los plácemes que á juicio del público merecía su acertada versión de la hermosa obra del insigne autor francés. Con igual aplauso se repitió Divorciémonos, el domingo 25, quedando la obra como una de las principales del repertorio de la Compañía. E n el mismo mes hubo una brillante y extraordinaria función en el Teatro Principal, dada por un grupo de distinguidos aficionados, á favor del Asilo de Mendigos fundado por Francisco Díaz de Eeón, quien pudo utilizar para los pobres quinientos setenta y ocho pesos de los seiscientos diez y seis que produjo la entrada. La obra que se puso en escena fué La Mascota; pocos días antes y en el Teatro Hidalgo, como un obsequio al Gral. D. Porfirio Díaz, había sido cantada esa zarzuela por el referido grupo de aficionados que dirigía D. Felipe Santibáfíez. Su brillante éxito en esa primera audición, que tuvo un carácter particular y privado, impulsó á Díaz de León, que nada desperdiciaba en provecho de sus asilados, á suplicar al Sr. Santibáñez y á sus amigos, la repitiesen en función pública y de paga, á favor de sus pobres. Anuentes todos, y venciendo su timidez y su modestia en obsequio de la Caridad, la repetición de la Mascota se verificó, según dije, en el Teatro Principal, la noche del 21 de Octubre: el reparto de los papeles se hizo entre las Sritas. Angela Iturria, Betina; Teresa Iturria, la Princesa.;y los Sres.D. Eduardo Múgica, Enrique Farell, y José Vigil y Robles. En los coros figuraban, entre otras muchas tan guapas y graciosas como ellas, las Sritas. Angela y María Mejía, Carmen Alvarado, Aurora Betancouít y María Carrasco. Todas las pri-
meras partes trabajaron más como verdaderos artistas que como simples aficionados, y con los excelentes coros presentaron un inmejorable conjunto y merecieron los más entusiastas aplausos. Ese fué el primer ensayo de José Vigil y Robles, hoy día aplaudidísimo artista de sobresalientes méritos. Pronto hablaremos de él extensamente. Retirada la Opera el 1? de Diciembre, la Capital no dispuso de más diversiones que las que podían proporcionarle Solórzano y López en Arbeu, con tal cual buena comedia del repertorio español, una que otra traducción del teatro francés, y las de espectáculo El Palacio encantado y La Paloma azul, ó pastorelas como La noche más venturosa ó El premio de la inocencia, que representaron el sábado 26. El Principal fué tomado por una Compañía de zarzuela en que figuraban la Cuaranta, Caritina Delgado, Prats, Castro, Labrada, Iglesias, Ricardo Pastor, Magdalena Padilla, y Modesto Julián como director; su repertorio lo constituían Marina, Los Carboneros, Las Campanas de Carrión, La Guerra Santa, El Reloj de Lucerna, Catalina, Doña Juanita, Un pleito, Bocaccio y otras tan conocidas y explotadas como esas. En Hidalgo, modestos actores daban para su público Despertar en la sombra, Más vale maña que fuerza, Pascual Badán, El trece de Febrero, No hay humo sin fuego, El caballero de San Jorge, El preceptor y su mujer, El capitán de fragata, El molino de Guadalajara, La expiación de un delito, Las dos madres, La Duquesa de San Félix, y otras muchas del género patibulario. E l 7 de Diciembre ocupó el Gran Teatro el antiguo agente de Grau, el voluminoso Chas. Comelli, separado de aquél y convertido en empresario de una Compañía Imperial Japonesa, de variedades, equilibristas, contorsionistas, jugadores malavares, acróbatas y magos, con nombres tan deliciosos como éstos: Uyehara Kichigoro, Tzurakichi, Ogawa Tatzugoro, Komata Kamchichi, Haguibora Gen giro, Aruke Sukegiro, Torakichi, Wakabama, Kamekichi, Tokio Nawokero y Zuda Zatzama. Formaba parte de la Compañía la bailarina parisiense Adela Guillerma, según los prospectos estrella de la Opera de París. Comelli abrió abono por diez funciones á los precios de sesenta pesos palcos, y diez pesos lunetas. E l tal abono no dió efecto, y pronto el empresario bajó los precios á cuatro reales, y así pudo mal sostenerse hasta el 19 de Diciembre, fecha de su última función, como todas las precedentes poco concurrida, y menos desde que en la noche del x 1 los Hermanos Orrin inauguraron un nuevo Circo, no mejor que el del Seminario, en la Plazuela de Santo Domingo. Antes de terminar el año de 1885, el Gran Teatro Nacional se vió desagraviado de las farsas de los titiriteros imperiales japoneses, con la visita que de nuevo le hizo el empresario Mauricio Grau, trayéndonos esa vez á la distinguidísima artista Mad. Ana Judie, con la siguiente Compañía: Señores; Cooper, del Teatro de Variedades, de
París; Minart, del Teatro des Folies Dramatiques, de París, y del Imperial de San Petersburgo; Germain, del de Variedades; Gregoire, de los teatros de Marsella y Nantes; Maurice Dupuis, del de Variedades; Paul Ginet, de los teatros Folies Dramatiques, y Nouveautés, de París; Meziéres, Salvator, Stiot, Verande, Duvernet, Girard, Yalowiez, y Pernet. Damas: Alice Raimonde, del Teatro des Calenes Saint Hubert, de Bruselas; Marie de Leest, Felice Delorme, Marie Vayot, Mirybel, Jeanne Blanc, Ellen Andree, Perrín, Cano, Witt, Tournyare, Vandamme, Salvator y Gatineau. Director de orquesta, Salvator Guerra. Director de escena, Víctor Merle. Eos precios por abono de diez y ocho funciones, únicas que podía dar la empresa, fueron en palcos doscientos ochenta y ocho pesos; en lunetas y balcones treinta y seis: las eventuales, en palcos veinte pesos; en lunetas, dos pesos y cincuenta centavos. Ea Compañía hizo su.estreno el 30 de Diciembre ante una concurrencia numerosísima, con la opereta en tres actos y cuatro cuadros Mademoiselle Nitouche, de Meilhac y Millaud, con música de Hervé. El público quedó sumamente complacido: la Judie se mostró digna de su fama; su purísima dicción, los mil y graciosos cambios de su fisonomía expresiva, su talento de actriz y de cantatriz, su belleza, su elegancia, su donaire, su gracia, su persona toda, dotada del don de atraer, seducir y encantar irresistiblemente, conquistaron á sus espectadores en esa noche del estreno. No era la bacante descocada y sin aprensión que exige el género bufo francés; la Judie ponía un velo al impudor, y todo lo hacía subentender al malicioso, siendo simplemente graciosa para el público sencillo. Ea movilidad de sus facciones, la elocuencia de su mirada, su gesticulación discreta sabían suavizar los pasajes más escabrosos. Sutil, delicada, aristocrática y fina, nunca dejaba de verse en ella á la Señora. E n MademoiselleNitouche estuvo perfecta en el tipo de la Colegiala, al parecer inocente é ingenua, y en realidad demasiado traviesa y picaresca, sobre un gran fondo de hermosura y de sentimentalismo. A pesar de encontrarse indispuesta, ronca, y por tal contrariedad también muy nerviosa, cantó deliciosamente, haciendo gustar su voz suave, de claro timbre, argentina, fresca, muy afinada, y con encantadoras inflexiones. Ea Judie sorprendió y conmovió. En medio de los más entusiastas aplausos, la Diva parisiense cantó de un modo admirable, en buen castellano deüciosamente pronunciado, unas peteneras españolas: todas las coplas las dijo con mucha gracia ó con mucha intención, según lo pedía la letra; pero á todo Superó la ternura infinita, la melancolía, empapada en lágrimas de hija y de amante, con que idealizó el pequeño poema popular que encierra la siguient e cuarteta, honra del cancionero castellano:
" Dos besos tengo en el alma que no se apartan de mí: el último de mi madre y el primero que te d i . " Jamás hemos oído esa copla cantada como la Judie la cantaba, y no creemos que nadie pueda jamás cantarla como la cantaba la Judie. Con Mad. Judie se presentaron algunos otros artistas: el tenor Cooper, joven apuesto, de gallarda figura, de maneras distinguidas, de voz agradable, canto expresivo y buen estilo.Ginet, el comandante£Yz¿zteau-Gibou, estuvo muy ocurrente y natural. Germain, bien, aunque un tanto exagerado. Meziéres, tan notable como de costumbre. Los trajes fueron apropiados y de buen gusto : en el segundo acto las coristas se presentaron vistiendo verdadera y buena seda, de lo cual no cuenta mucho nuestro escenario: las coristas mostraron algunos ejemplares de mujeres bonitas, sobresaliendo la María Vallot por su excesiva elegancia y aun escandaloso lujo, y porque, gracias á sus influencias con el empresario, venía erigida en actriz, hablando con mil y una afectadas monerías, ni más ni menos que una linda muñeca de movimiento. La orquesta contaba con magníficos profesores, cuya excelente calidad disimulaba la poca cantidad. En suma, el estreno de la compañía Grau fué una promesa de gratas y artísticas veladas. Por desgracia, aquel invierno se presentó más fresco, húmedo y ventoso que de costumbre, y unido todo ello á la rarefacción del aire, hizo que la Judie, Cooper y la Delorme, se afectasen de la garganta y se enronquecieran. La segunda función anunciada para la noche del 31, no pudo darse; hubo necesidad de suspenderla porque la Judie se resintió fuertemente de la laringe. Por su indisposición, la diva, cambió su hospedaje al Hotel San Carlos, porque sus habitaciones en el de Iturbide, con vista al Norte, eran muy frías. Aquella suspensión fué un contratiempo para la Empresa y para el público, en cuya lista de abonados al Nacional figuraban, entre otras, las familias Mier, González Buch, Romero Rubio, Ceballos y Echeverría. Como es fácil estimarlo, faltaban allí muchas de las que estábamos acostumbrados á ver brillar por su lujo y su elegancia en los palcos del Gran Teatro. Unas familias tenían recientes lutos; otras temieron que el espectáculo bufo hubiese de ser demasiado subido de color, en vista del catálogo de obras que anunció la Empresa como de repertorio, entre las que realmente no figuraba ni una sola semi-seria al menos; otras familias, de las que llevaban poco tiempo de figurar, encontraron excesivos los precios de abono, máxime cuando y a habían hecho sacrificio para mantenerse en sus palcos durante la larga temporada de la Compañía de Napoleón Sieni. Por estas ó por otras causas, las entradas del Nacional
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en la época de la Judie, no fueron tan buenas como en otras expediciones de Mauricio Grau. En la escena política los cambios habían sido favorables al bienestar general. E n aquel primer año de la segunda presidencia de D. Porfirio Díaz, empezáronse á remediar los graves perjuicios que experimentó el país en el cuatrienio anterior, según someramente apuntamos en otros capítulos. El prestigio del héroe de Miahuatláu, la Carbonera y el 2 de Abril, para su gloria y para bien del país iba en rápido creciente. Sus actos todos desde el 30 de Noviembre de 1880 en que entregó el gobierno de la República al Gral. González, habían sido bien aceptados por sus compatriotas. Pareció modestia recomendable y ejemplar demostración de sencillez democrática, el haber consentido el Gral. Díaz en figurar en el primer gabinete dé D. Manuel González, en la Secretaría de Fomento, pues por envidiado y solicitado que aquel puesto fuere, no se creía que hubiese debido aceptarle quien acababa de dejar el muy superior de Presidente Constitucional. Así sin embargo, lo hizo en 1? de Diciembre del citado 1880. E l día 3 la Cámara de Diputados acordó entre entusiastas demostraciones de simpatía al Grai. Díaz, la aprobación de sus actos durante el período administrativo de 1877 á 1880, y á la vez le declaró benemérito de lapatria. Así recompensado y cuando creyó deber hacerlo, el Gral. Díaz renunció ó dimitió la Secretaría de Fomento, renuncia que en 23 de Mayo de 1881 aceptó el Gral. González, con la pena consiguiente al hecho de verse privado de la cooperación inmediata y del valioso prestigio de su predecesor y compañero. En ei mismo año fué designado y elegido para gobernar el Estado de Oaxaca, gobierno del que tomó posesión el 1? de Diciembre y no desempeñó sino breves temporadas, sustituyéndole en algunas de sus ausencias el Gral. Jiménez. Como no escribimos su biografía ni pueden caber aquí más que brevísimos y lijeros datos, no entraremos en pormenores y tan sólo mencionaremos al paso su matrimonio con la distinguidísima joven Srita. Carmen Romero Rubio, dechado de belleza y de virtudes, gala de la más escogida sociedad de la Capital, y perfecto prototipo de la admirable mujer mexicana. Con ella emprendió el Gral. Díaz en 1883 un viaje de recreo á los Estados Unidos de Norte América, y en cuantas ciudades de esa República visitó fué acogido con las más expresivas y entusiastas demostraciones públicas de atención y de respeto. El Presidente Arthur le distinguió excepcionalmente en Washington, á donde acompañó al Gral. Díaz el Sr. Foster, á quien al efecto delegó aquel elevado funcionario americano para ir á encontrarle en San Luis Missouri y darle en su nombre la bienvenida. Después d e haber recorrido gran parte de la Unión Americana, el Gral. Díaz regresó á México en los primeros días de Mayo, ocupó en el Senado la curul para que fué elegido, renunciando para esto una ma-
gistratura en la Suprema Corte, y en 25 de Setiembre de 1884 tuvo la satisfacción de que la Cámara de diputados le declarase Presidenfe Constitucional de la República para el período de 1884 á 1888 por haber obtenido en las elecciones generales de mediados de aquel año quince md setecientos sesenta y seis votos, mayoría absoluta de los sufragios. Dije ya en qué circunstancias difíciles, por efecto de los disgustos, alarmas y motines de los últimos días del gobierno de D. Manuel González, tomó posesión el Gral. Díaz de la Presidencia de la República el 1? de Diciembre de 1884. Por de pronto se. encontró en la imposibilidad casi absoluta de cubrir un presupuesto de cerca de veintiséis millones á cuyo pago debía atender. Al cesar el gobierno de D. Manuel González habíanse quedado debiendo á los Bancos Nacional, de Londres, Hipotecario y Monte de Piedad poco menos de once millones y más de cuatro y medio á diversos particulares: de los productos aduanales sólo se podía disponer de un doce por ciento en los menos gravados, y el total de las contribuciones directas del Distrito estaba consignado al Banco Nacional en pago de un anticipo de cuatro millones; el 30 de Noviembre del afío referido se estaban debiendo seis quincenas á los empleados y clases civiles, y algunos días á los militares. Con objeto de introducir el orden en ramo tan importante como en el de Hacienda y restablecer el crédito de la Nación, desde los primeros días de Diciembre fué autorizado el Ejecutivo para reformar las leyes de impuestos, reducir los gastos públicos y reorganizar las oficinas suprimiéndolo innecesario. Ya en el año de 1885 se modificaron las mal recibidas disposiciones referentes al impuesto del timbre sobre mercancías, imponiéndose la contribución que se llamó de Renta Interior; se declararon caducos é insubsistentes multitud de contratos ferrocarrileros ruinosos para el tesoro federal: se desistió de la iniciativa aplazada el 20 de Noviembre último sobre el arreglo de la Deuda Inglesa según entonces estuvo concebida con Noetzlin, y en 22 de Junio se expidieron las leyes que hicieron una reducción, aunque con carácter de reintegrable, en los sueldos y emolumentos de empleados y funcionarios civiles y militares, consolidaron la deuda flotante y autorizaron la liquidación y conversión de la pública: estas y otras disposiciones, ó complementarias ó aclaratorias de ellas, hicieron que la situación hacendaría comenzara á ser un poco más desahogada, y que el crédito y la confianza se fuesen restableciendo. A la vez se recobraban las esperanzas y garantías de paz tan seriamente amenazadas en los últimos años, sin que esto quiera decir q u e no hubiesen ocurrido frecuentes causas de riesgo. E n primer lugar en poco estuvo el no habernos visto envueltos en una guerra con el extranjero. El 7 de Marzo el presidente de Guatemala telegra-
fió al de México haber decidido proclamar la unión Centro Americana erigiéndose él en Supremo Jefe militar, sin respeto á los derechos de las Repúblicas del Salvador, Costa Rica y Nicaragua, cuyos funcionarios protestaron contra aquel acto, y pidieron á México apoyo y defensa. Movido el Gral. Díaz Ror un impulso generoso contra tan injusta agresión del fuerte contra el débil, contestó al Dictador guatemalteco reprobando su proceder y negándose á reconocerle en el carácter asumido, á la vez que ordenaba á nuestra Legación en Centro América salir de Guatemala y pasar á residir en el Salvador, y hacía mover rumbo á la frontera del Sur las tropas y aprestos militares que juzgó convenientes para lo que pudiese ocurrir. " G r a v e s son, dijo el Gral. Díaz ante las cámaras el i? de Abril, graves son sin duda las dificultades que puede presentarnos esta emergencia internacional, con motivo de la crisis que atraviesa la Hacienda pública; mas sean cuales fueren, el Ejecutivo está resuelto á sostener la actitud que corresponde á la República, y á mantener incólumes la honra y los intereses nacionales." Todo ello pareció merecer la aprobación de los mexicanos, y sirvió para infundir ánimo y decisión á las naciones amenazadas por el Gral. D. Rufino Barrios: éste se movió, sin embargo, con un ejército de quince mil hombres sobre la República del Salvador, y aunque en un principio la victoria se inclinó de su lado, perdió sus primeras ventajas y aun la propia vida en la acción de Chalchuapa librada el dos de Abril. La derrota y muerte del Dictador puso fin á la cuestión entre aquellas Repúblicas, y México se víó salvo de las complicaciones que hubieran podido sobrevenirle. E l entusiasmo en el Salvador y Nicaragua ante la actitud tomada por el Gral. Díaz fué tan grande, que según los telegramas de allí venidos se vitoreó al gobierno y pueblo mexicano y se acordó erigir una estatua á nuestro Presidente. Conjurado este conflicto exterior, surgieron otros dentro del país con motivo del dictamen en que la comisión de Presupuestos de la Cámara de Diputados consultó la no aprobación de las cuentas del ejercicio fiscal de Julio de 1883 á Junio de 1884, de la época del Gral. González: en aquella sesión, 25 de Mayo de 1885, volvieron á levantar el ánimo público y la indignación de las galerías, los elocuentes diputados Viñas, Duret y Díaz Mirón, tronando contra las grandes fortunas improvisadas con perjuicio de los intereses nacionales, haste conseguir que á las ocho y cuarto de la noche por ciento ocho votos contra cuarenta y dos quedasen consignados al Gran Jurado Nacional los Sres. Fuentes Muñiz y M. Peña, Ministros de Hacienda, y el Sr. López de Lara, Tesorero General, que funcionado habían en el susodicho período de la administración gonzalista. Un tanto calmada la excitación al clausurarse aquel período de sesiones, reprodújose con mayor violencia en el siguiente al pedir en 30 de Octubre
los mismos Viñas, Duret y otros diputados, que también el ex-Presidente D. Manuel González fuese consignado al Gran Jurado, consignación que al día siguiente fué aprobada por ciento un votos contra cincuenta y cuatro. Poco después, el 12 de Noviembre, el Gral. Rocha y otros miembros de la Cámara hicieron extensiva la terrible acusación de peculado contra D. Ramón Fernández, gobernador que había sido del Distrito federal. Al clausurarse el segundo período anual de sesiones el 15 de Diciembre, el Presidente de la 2? Sección del Gran Jurado pudo informar que la causa instruida á los dos Ministros de Hacienda del Gral. González había sido elevada áplenaria. Quienes en todo este proceder veían más que un acto de justicia un desahogo de venganzas, temieron que el partido gonzalista pudiese buscar en una revolución las represalias; pero la irritación de los ánimos no pasó á vías de hecho, la paz pública no se alteró por nada de esto, como no se alteró con motivo de una protesta de los estudiantes contra la consolidación de la deuda decretada el 22 de Junio y un pequeño motín de los mismos estudiantes ocurrido el 6 de Julio con pretextode solicitar la libertad de algunos jóvenes aprehendidos por la policía por creérseles autores ó propagadores de la susodicha protesta recogida como subversiva. E l deseo de paz y de orden fué tan manifiesto que sin grandes esfuerzos pudieron localizarse y sofocarse algunos trastornos políticos ocurridos en Coahuila allá por Diciembre de 1884, y en Nuevo León por Noviembre y Diciembre de 1885. Durante ese año de 1 8 8 5 M é x i c o vió restablecidas sus relaciones con Inglaterra procuradas desde el precedente, y el 5 de Enero el Presidente pudo recibir al Sr. Spencer St. John, primer Ministro Plenipotenciario de la Reina de las Islas Británicas. E l 24 del mismo mes, también por primera vez fué recibido por el Gral. Díaz un Ministro de los Reinos Unidos de Suecia y Noruega, y tras de la guerra de Centro-América, y ya en el poder el Gral. Barillas, sucesor de D. Rufino Barrios, pudo también ser recibido D. Vicente Dardón, Plenipotenciario de Guatemala. Para defender al país de cargos que en algún concepto pudiesen perjudicarle, el Gobierno hizo publicar en tres idiomas, allá por Agosto, una mesurada y justificada contestación al ilustre César Cantú, qüe apasionadamente apreció y condenó algunos actos públicos de D. Benito Juárez en la época de la Intervención francesa y del segundo Imperio. E n 21 de Noviembre á las diez y diez minutos de la noche quedó concluida la enorme línea telegráfica de seiscientas doce leguas entre Paso del Norte en la frontera con los Estados Unidos y el Puerto de Veracruz en el Golfo mexicano. La República entró en pleno progreso en ese año de 1885 y la conducta enérgica, prudente y moral del insigne Gral. D. Porfirio Díaz infundió en todos sus compatriotas la confianza de que pronto lograría vencer de un modo absoluto las serias dificultades que en un principio rodearon á su administración. A. H. T . — T .
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CAPITULO X I X
1886.
Indispuesta aun Ana Judie, la Empresa dió una función extraordinaria en la noche del viernes i? de Enero de 1886 con la opereta en tres actos 'Ninidie, presentándose en ella Alice Raimonde. Después siguiéronse, con continuidad terrible para nuestro público, no acostumbrado á ella y menos en un espectáculo tan caro, el día 2, La Gran Duquesa; el 3, Lili; el 4, La Femme à Papá; el 5, Nmiehe; el 6, Divorçons; el 7, La Mascota; el 8, Lili; el 9, Divorçons; el 10, La Gran Duquesa; el 12, La Bella Elena; el 13, La Cosaque; el 14, La Cosaque, y el segundo acto de la Femme à Papá; el 15 La Roussotte; el 16, á beneficio de la Judie, el segundo acto de La Gran Duquesa, el segundo de La Mascota y la pieza en uno Joseplune; el 17, La Femme à Papá; el 18, Mademoiselle Nitouche; el 19 La Pericliole, y el 20, para décima octava y última de abono y despedida déla Compañía, La Cosaque. Esta función terminó á lassiez y media de la noche, y hora y media después la Judie y sus artistas tomaron el tren para Veracruz y dej aron la Capital. Por más de que en esa Compañía sólo eran verdaderamente notables la Judie y Cooper y Mezières, todas las obras puestas en escena tuvieron un buen desempeño y agradaron y fueron muy aplaudidas; mereció especial mención La Cosaque, en cuyo primer acto la diva lució un espléndido traje ruso, de telas de plata y oro, bordado de perlas y pedrería de colores, con el que estaba espléndidamente hermosa. La Roussotte gustó tanto como La Cosaque, y La Femme à Papá divirtió hasta el exceso. En su beneficio la Judie estuvo admirable en los dos actos de La Gran Duquesa y de La Mascota y en la opereta bufa Joseplune, de Millaud, con música de Varney; en el segundo entreacto cantó como quizás sólo ella sabía hacerlo, una canción española, otra francesa y el duetto Colinette, acompañada por Cooper. En la función del 18, que lo fué á beneficio de la Sociedad de Beneficencia F r a n c o - S u i z o - B e l g a , cantó la diva en un intermedio la romanza J'ai pleuré. E n la noche de la despedida hizo furor con la canción Oui, Papá, dibujada, por así decirlo, con tales cambios de acento, de tonos, de miradas, de voz, de entonación, de fisonomía, que es de todo punto imposible dar de ello idea á quien no la haya
oído y visto. Por supuesto que en esa, como en todas cuantas noches trabajó, á petición del público hubo de cantar sus deliciosas peteneras, que nadie se cansaba de oir. Eas entradas fueron mejorando en las últimas funciones, y en la de su beneficio, y en la de su despedida los llenos fueron completos: pareció como que el público, temiendo ser mal calificado, quiso demostrar á la eminente artista que también México había sabido apreciarla en todo su valer. A cada momento estallaban nutridos y ruidosos aplausos, entusiastas y espontáneos. Al concluir el espectáculo de la noche del 20, la concurrencia hizo levantar diez veces el telón, en medio de hurras y bravos; hasta las señoras la saludaban agitando sus pañuelos; la Judie respondía repitiendo una tras otra las más aplaudidas peteneras, y esto aumentaba el entusiasmo. Al fin, mucha cantidad del público se dirigió á la Estación del Ferrocarril, y allí volvió á aplaudir y vitorear á la artista, hasta hacerla conmoverse. Todavía dura en la memoria de los admiradores de Ana Judie, el eco de aquella voz tan dulce, tan afinada, tan simpática, única quizás en su género. Ea buena Capital, que no quiso sino muy limitadamente concurrir á los espectáculos de la Judie, fué castigada por el irritado Apolo con una cruel sequía de diversiones artísticas. ErnestoFiguerola, en Arbeu; la Compañía Servín, en el Principal; algunas audiciones de la Estudiantina Orizabeña, formada por veintidós individuos; el profesor Wheler, con su Ayesa ó el gran misterio oriental y sus funámbulas Rosina y Blanca; la Compañía Dramática de Concha Padilla y Francisco Alonso; el estreno en el viejo coliseo de Los Dioses de papel, de Juan Mateos, en la noche del 12 de Marzo, f u é todo lo que á su disposición tuvieron los moradores de la ciudad federal antes de que diesen principio las austeridades de la Cuaresma y de la Semana Santa de aquel año. Para la temporada de Pascua de Resurrección, que empezó el 25 de Abril, tomó el Teatro Nacional la Empresa Arcaraz, Palou y Compañía, con el siguiente cuadro: Director de escena y primer tenoY cómico, Isidoro Pastor; primeras tiples: Ana Ferrer, Carmen Ruiz, Pilar Quesada; Mezzo-soprano, Concepción Arvide; tiple cómica, Adelaida Montañés; segunda tiple, Julia Torres; Característica, Dolores Vargas; Primer tenor, Pedro Arcaraz; Primer barítono, José Palou; Primer bajo, Emilio Carriles; Segundo tenor, Aurelio Morales; Segundo barítono, Enrique Rodríguez; Segundo bajo, Constantino Sánchez; Partiquinos: Virginia y Eucrecia Nodain, Adelina "García; Partiquinos: Eorenzo Escalera, Miguel Buenrostro, Antonio Rodríguez; Maestro Director y concertador, Euis Arcaraz; Maestro de coros, Enrique Cédez; Bailarina, Augusta la Bella. Precios de abono por doce funciones: en palcos, treinta pesos; en lunetas, cinco pesos.
El Teatro Arbeu fué á su vez tomado por Eeopoldo Burón, con el siguiente elenco: Primer actor y Director, Eeopoldo'Burón; Primera actriz dramática, Dolores Baena de González; Primer actor cómico, Manuel González; Otro primer actor y segundo galán, Francisco López Alonso; Otro primer actor y actor de carácter, Ernesto Figuerola; Primer galán joven, Eduardo Barceló; Segundo galán, José S. de la Rosa; Segundo galán joven, Carlos Montero; Barba, Baudilio Trillas; Primera dama joven, Josefina Duelos; Primera actriz cómica, Matilde Navarro; Graciosa, Matilde Gómez; Característica, Carmen García; Apuntadores: Braulio Rivero, Luis G. Delgado. Abonos por doce funciones: palcos, treinta pesos; lunetas, cinco pesos. El Nacional empezó el Sábado de Gloria sus trabajos con El Pompón; Arbeu, con El cordón sanitario ó los dos sargentos franceses, en la noche del domingo 25; el Principal, con El Forastero, y el de Hidalgo con Los Hijos de la Noche. A la vez trabajaba el Circo Orrin, pero su temporada fué corta, no llegando sino hasta el 13 de Mayo, en que se despidió de su público. Arcaraz y Palou, en el Nacional, viéronse regularmente favorecidos sin dar obras más nuevas que Niniche, Mis dos mujeres, Artagnan, La cisterna encantada, Oliveta, El día y la noche, Traviata, Babolin, Crispíny la comadre y, para última del primer abono, el estreno de El elíxir de amor. Burón, en Arbeu, con numerosa concurrencia, dió á sus admiradores El Drama Nuevo, El Capitán Marín, La Vida es sueño, La Muerte civil, El Maestro de Fragua, El octavo no mentir y Kean ó Genio y desorden. La Compañía Servín, en el Principal, que desde que el actor español había anunciado su temporada en Arbeu, pretendió disputarle el favor de los aficionádos al drama y á la comedia, puso todo su empeño en ganar la partida compitiendo con él en la novedad de los estrenos; y en cuanto supo que en Arbeu se ponía en estudio Le Maitre de Forges, hizo ella otro tanto, y en la misma noche del 13 de Mayo el Principal y Arbeu pusieron por primera vez en escena El Maestro de Fragua; en el Principal, la traducción fué obra de José R. del Castillo, y en Arbeu debida á Gonzalo Larrañaga. En uno y en ótro teatro gustó mucho el drama de Jorge Ohnet, y sus traductores se vieron igualmente aclamados por el público. El 23 empezó Burón su segundo abono de doce funciones con Kean, y el 30 estrenó la comedia de magia La Espada de Satanás, que hizo poquísimo efecto y pronto fué retirada del cartel. El Principal le salió al paso con la ya gastada Paloma Azul, mientras concluía de preparar el estreno de la antiquísima magia, Urganda la desconocida, que verificó el 12 de Junio, con justo y merecido aplauso, pues estuvo bien puesta, vestida con lujo y presentada con muy bonitas decora-
ciones debidas al pincel del escenógrafo Segura, á quien el público colmó de aplausos, en todas y cada una de sus muchas repeticiones. Confórmense, lo que creo harán sin dificultad, confórmense, repito, mis lectores, con estas ligeras citas de los trabajos de los dos teatros dedicados al drama y á la comedia. Ambos demostraron en la campaña artística muy buenos deseos, las mejores intenciones; pero en ambos el cuadro de actores y actrices era débil, y ninguno de ellos merece mención especial por alguna creación digna de memoria. Divorciémonos, La rosa amardla, El tanto por ciento, Otello, Adriana Lecouvreur, La careta verde, Contra viento y marea, La lengua y otras así, representadas ya en uno, ya en otro teatro, no darían asunto para hablar de ellas. Mayor variedad ofrecían en él Nacional, Arcaraz y Palou, y entre El Planeta Venus, La tela de araña, Oliveta, Artagnán, La Favart, Los mosqueteros en el convento, Traviata, La Hija del Tambor mayor, y otras más conocidas, solían mezclar estrenos como el de Castillos en el aire, venero de aplausos para Pilar Quesada, Carmen Ruiz y Adela Montañés, y el de Un regalo de boda, de Zapata y Marqués, presentada el 23 de Junio. De vez en cuando y siguiendo el sistema que tanto se le había censurado á Moreno, daba el Nacional sus funciones monstruos, á precios bajos, cual, por ejemplo, en un día de la primera semana de Julio la zarzuela (!) Marta y Castillos en el aire, esto es, seis actos por cuatro reales; no era posible mayor baratura. E l 9 de ese mes la empresa revivió ó resucitó Los Dioses del Olimpo, que el público recibió con tanto aplauso, como en la remota época de su estreno. Entre las conocidas obras de su tercer abono principiado el 22 de Junio, estrenó Burón, para su beneficio en la noche del 8 del mes siguiente, la tragedia Hamlet, traducida y arreglada por dos estimabilísimos escritores mexicanos, Manuel Pérez Bibbinsy Francisco López Carbajal, que la virtieron al castellano con mucha fidelidad y en versos, en su mayoría muy buenos. Su arreglo de la gran tragedia fué extraordinariamente superior al que, procedente de España, había hasta entonces representado Leopoldo Burón, que con los traductores compartió en esa los entusiastas y merecidos aplausos de numerosísimo público. En las demás funciones de ese abono gustaron Cada oveja con su pareja, Sin familia, La gran comedia, Fiarse del porvenir, Inocencia, Fernanda y Redimir al cautivo. El cuarto abono empezó el 20 de Junio con Los soldados de plomo. Durante él, y en la noche del 22, á beneficio de Dolores Baena, se estrenó el drama de Halm, Griseldis, traducido del alemán al castellano por Federico Jens, padre; en esa obra estuvieron muy bien, Burón en el papel de Peraval, y la Baena en el de Griseldis; en cuanto al drama mismo, el público y los críticos opinaron que podía ser tan bueno como obra lite-
raria cuanto impropio para ser representado. En la función del 29, á beneficio del actor cómico Manuel González, se revivió la hermosa comedia de Carlos Hipólito Serán, Ceros Sociales, que gustó mucho y se repitió, con general agrado, en la última del cuarto abono. E l quinto, que f u é de tres funciones, empezó el 5 de Agosto y terminó el 8, dándose en la tarde Otello y en la noche La muerte civil, drama con que se despidió Leopoldo Burón del público de México, llevándose muchos aplausos y muy buenas utilidades. L a Compañía del Nacional dió principio á su cuarto abono el 18 de Julio con la zarzuela cómica El Testamento y la Clave, entre cuyos personajes figuraban un gallo, un mono, chulas é indios bárbaros; en su música alegre y festejosa, introdujo Luis Arcaraz un danzón compuesto por él, que fué quizás lo que más agradó. E n una representación de la no menos divertida zarzuela en un acto Coro de señoras, la artista Pilar Quesada sufrió, hallándose en escena, un ataque, que se dijo haber sido de anemia cerebral; la simpática tiple lanzó un grito y cayó como herida por un rayo, dándose un terrible golpe en el cerebro contra las tablas del foro. La enfermedad de la hermosa actriz jalisciense, y una molesta indisposición que sufrió Pedro Arcaraz, hicieron que durante casi una semana de Agosto, se suspendiesen los trabajos de la Compañía; pero pronto los reanudó, siempre con igual favor del público, tan bien dispuesto para con esos artistas que aplaudió como nueva la famosísima zarzuela Los Infiernos de Madrid, que algunos años antes había silbado en el Principal siendo empresario Moreno, que la puso allí por lo mucho que anteriormente había sido celebrada á su estreno por Amalia Gómez y Enrique Guasp. Pero la más notable función de esa época y en ese teatro, fué la que en la noche del 3 de Setiembre se dió á beneficio de la simpática artista Adelaida Montañés, poniéndose en escena la zarzuela en dos actos El estreno de una artista, el apropósito titulado Una jiesta en Santa Anda, y la broma en un acto Ya somos tres. El vasto teatro se vió lleno, como pocas veces, por una lucida concurrencia, que prodigó á la beneficiada las más evidentes muestras de aprecio y de cariño; atronadores aplausos, bravos, dianas, verdadera lluvia de poesía arrojadiza y de ramilletes y flores sueltas, acogieron á la actriz al presentarse en escena, á la vez que le eran ofrecidos multitud de obsequios de valor. Con ansia esperaba el público el apropósito Un paseo en Santa Anita, que se sabía ser de Juan de Dios Peza, el mágico productor de musicales versos, gratos al oído y al corazón; á los buenos versos que todo el mundo esperaba, había unido Luis Arcaraz, modesto y feliz compositor, una música nacional, completamente mexicana, que precisamente entusiasmaría. Al alzarse el telón, el público aplaudió la vista del canal y del pueblecillo indígena, con sus canoas, sus chinampas, sus sombras y todos sus detalles muy Sien
entendidos y presentados. Entre las graciosas chinas, los charros y los valedores, apareció la beneficiada vestida con sumo lujo, con un castor salpicado de brillantes lentejuelas, dejando ver las ricas puntas de las blancas enaguas bordadas, con camisa de cambray y finísimas randas, rebozo de seda perfectamente empuntado, y zapatos bajos bordados de oro; la graciosa actriz estaba verdaderamente guapa con el traje mexicano que llevaba y movía á la perfección. Isidoro Pastor vistió de charro con igual propiedad y lujo; calzonera con botonadura de plata; rico jarano-, chaqueta bordada de plata y finísimo zarape. El apropósdo de Juan de Dios Peza, no pretendía más que entretener al público con un ligero cuadro de costumbres nacionales, y consiguió su objeto completísimamente, pues la concurrencia aplaudió el cuadro, los versos y la música, y entre entusiastas bravos hizo salir varias veces á la escena al poeta y al músico. Una jiesta en Santa Amia se repitió distintas veces, una de ellas á beneficio de Concha Arvide. La Empresa Arcaraz-Palou, concluyó sus trabajos y cerró la serie de sus estrenos con la zarzuela El Mikadodel Japón, despidiéndose el 16 de Setiembre para dejar el Gran Teatro á la Compañía de Opera Italiana. Antes de hablar de ésta, digamos unas cuantas palabras acerca de los demás teatros. Disuelta la Compañía Servín después de su infructuosa lucha con Burón, el Principal fué ocupado por Manuel Estrada, dispuesto como siempre á tentar fortuna en cualquier teatro que le dejasen libre; su primera función la dió el 15 de Agosto, ponderando, en uno de esos originales programas que sólo él produce, su afán de complacer á sus favorecedores, ofreciéndoles en un solo espectáculo cuatro estrenos, el de la actriz italiana María di Prato, el del monólogo Antes del duelo, y el de las comedias La perla negra y La Projeáa. Después de que los individuos que ocupaban el lugar de la orquesta hubieron tocado, según el programa, una rumbosa obertura, Manuel Estrada declamó con talento el monólogo Antes del duelo, escrito por José de Jesús Cuevas, quien en elegante y correcta prosa condenaba lo absurdo é inmoral de los llamados lances de honor. Después del monólogo, que fué muy aplaudido, siguió la representación de La perla negra y de La profecía, una y otra obras malamente desempeñadas, al extremo de que el público armó la de Dios es Cristo, desatándose en burlas y silbidos espantosos, especialmente cuando en atroz castellano y con declamación exagerada y anti-estética, tomaba parte en el diálogo la María di Prato, discípula, según el programa, del insigne Salvini. La zambra llegó á tomar las proporciones de un escándalo, que duró casi desde las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche, hora en que terminó la función monstruo; " los espectadores, dijo un periódico, no salieron trinando, no obstante, sino al contrario, de excelente humor, y dieron por bien empleados
sus cincuenta centavos, porque pasaron unas horas de bromita en uno de los primeros coliseos de la R e p ú b l i c a . " No por eso suspendió sus funciones Manuel Estrada, muy hecho y muy fogueado en esos embates y prosiguió sus funciones monstruos, y continuó -exhibiendo a su discípulo. de Salvini, sin duda acostumbrada á su vez á las bromitas del público; " c o n t i n ú a figurando, decía el mismo periódico, en esa Compañía la Sra. María di Prato, cuyo acento italiano y exagerada declamación, vuelven cómicas las escenas más trágicas; la Sra. di Prato es graciosa, simpática, elegante, pero algunas veces declama moviendo demasiado los codos y profiriendo tales exclamaciones que el público ríe cuando debiera estar más serio, cuando casi debía llorar." . Sin dificultad se nos creerá al asegurar que m u y superior á esta, era la Compañía dramática que, disuelta la de Servín ocupó el teatro de Arbeu, ante escasísima concurrencia; en ella figuraban el m u y regular primer actor Francisco Solórzano, la muy notable Emilia Toscano, la m u y ameritada Mariana Rivero y el discreto Manuel Campuzano, mexicanos todos ellos. La Pasionaria, por la Rivero, y Divorciémonos, por la Toscano, podía verlas y aplaudirlas el espectador más descontentadizo. Actores y actrices tenían conciencia artística y empeño para el estudio, y en conjunto no eran en modo alguno inferiores al pobrísimo cuadro de Burón. Sin embargo, el mismo teatro Arbeu, lleno con Burón, estaba casi vacío con Solórzano. Por lo que al repertorio se refiere, no había sido más nuevo el del actor español que el de los actores mexicanos; por el contrario, Solorzano ofrecía á cada instante, estrenos de traducciones del repertorio francés que tiempo hacía estaba en boga. " F u é una de ellas el Sergio Panine, de Ohnet, bien vertida al castellano por José R. del Castillo, por primera vez representada el domingo 15 de Agosto. E l traductor y los artistas fueron aclamados, pero la concurrencia no pasó d e m u y mediana en número. Mayor la tenía Estrada con sus funciones monstruos. Al siguiente domingo 22, Solórzano y la Rivero estrenaron la simpática comedia de Dumas, Le demi-monde, bien traducida; el j u e v e s 2 de Setiembre la misma Compañía, reforzada con el concienzudo actor O ' E o g h h n , dió la primera representación de El ramo de azahar, drama de Julio Espinosa, que fué aplaudido y llamado á la escena. Ea Empresa Solorzano merecía en v e r d a d m á s p r o t e c c i ó n que la q u e se le concedió ^ Hablemos ya de la Compañía de Opera Italiana de Napoleon Sieni, que para la temporada d e Otoño de 1886, presentó el siguiente cuadro- Prima-donnas dramáticas, Adela Gini, Rosina Aimó; Prima-donna ligera, Isabel Svicher; pnma-donna contralto Palmira Rambelli; comprimario., Elisa Baraldi• p r i m e r tenor dramático, Guillermo Rubis; primer tenor de medio carácter, Pedro Eombardi • primer tenor de gracia,
Giovanni Masin; tenor comprimario, Italo Giovannetti; primeros barítonos absolutos, Gioachino Aragó, Vicenzo Quintilli Eeoni; primer bajo absoluto, Pablo de Bengardi; otro primer bajo, F e r n a n d o Fabro; primer bajo cómico, Gustavo Genoval; bajo comprimarw, Gaetano Befani; directores de orquesta, Beniamino Eombardi, Paolo Vallini. E l estreno se hizo en la noche del 18 de Setiembre con Hernani, presentándose en ella Rosina Aimó, Guillermo Rubis, Joaquín Aragó y Fernando Fabro. E l 19. para segunda de abono, fué cantada Favorita, por Palmira Rambelli, Pedro Eombardi, V. Ouintilli Leom y Pablo de Bengardi. E l 21, y con Rigoletto, se presentó Isabel Svicher. Rosina Aimó, en Elvira, pareció hermosa m u j e r y soprano d e buena escuela; Palmira Rambelli, mezzo-soprano m u y agradable, con m u y claro fraseo; era una vehemente y concienzuda actriz; Isabel Svicher, muy joven, delgada, esbelta, de mediana estatura, muy simpática y de bella fisonomía, f u é la artista que más aplausos alcanzó, conquistándose, desde el primer momento, toda la estimación del público; las buenas condiciones de su voz, descollaron en el aria Caro nome, que bordó con notas picadas, trinos y otros adornos de bellcanto que entusiasmaron á sus oyentes, cuyo frenesí provocó con un mi natural sobreagudo, sostenido con admirable limpieza y tierna y dulce vibración; entre nutridos aplausos y tempestuosos hurras, la Svicher repitió el aria, alcanzando u n a ovación. Quintilli Eeoni, siempre gran artista; el tenor Eombardi, con su fuerte y aterciopelada voz, felicísimo en el Spirto gentile, y el barítono Aragó, agradaron m u c h o ; de Rubis no pudo juzgarse en las primeras representaciones, porque, según se dijo, estuvo enfermo desde q u e empezó á subir á nuestra Mesa Central. E l martes 28, en la sétima de abono, y con Aida, debió reaparecer en la escena del Nacional Adela Gini, á quien sus numerosos amigos y admiradores preparaban una ruidosa y entusiasta acogida; pero por seguir enfermo R u bis, fué necesario cambiar la obra por Rigoletto; en esa ópera se presentó el tenor Masin, nuevo y modesto, que en la canción del último acto y en el cuarteto, logró emitir y sostener una hermosa nota q u e le valió espontáneo y nutrido aplauso. Isabel Svicher, con su mi natural del caro nome, volvió á arrebatar al público, q u e con ansia y recogimiento esperaba y escuchaba la hermosa aria. Por fin, el jueves 30 se cantó Alda que obtuvo u n g r a n éxito. Ea Rambelli en Amneris, y el buen barítono Aragó, gustaron tanto como la Gini, á la cual se aclamó con frenesí; Rubis ya pudo cantar esa noche. Ese mes de Setiembre f u é notable por lo lucido y animado d é l a s fiestas con que se celebró el natalicio delGral. D. Porfirio Díaz, q u e á cada instante se conquistaba más y más el cariño y el respeto de sus conciudadanos. N o correspondiendo á este libro otros detalles, sólo B. H. T.—T. III.—58
diré que estuvo brillantísimo el gran baile con que le obsequió la guarnición de la Capital en la noche del 15: de su fastuosidad dijo un periódico: "en la cena se consumieron dos mil piezas de pan, seiscientos pollos asados, cien pavos, cien lenguas de ternera, veinticuatro piezas de ídem, veinticuatro jamones, veinte galantinas, seis mil helados, mil ciento veinticuatro botellas de Champagne, ochocientas cuarenta de vino tinto, ciento ochenta de Cognac y ciento ochenta de Jerez. " Al mismo mes corresponde la cita del beneficio de la discipula de Salvini, la actriz María di Prato, con La Dama délas Camelias: " la actriz, dijo el Monitor, no estuvo por cierto á la altura de su papel, y bien haría en convencerse de que Dios no la llama por el camino de la escena; el público, que en verdad era poco numeroso, tomó aquello á la broma y entre homéricas carcajadas en los momentos más críticos, aplaudía y quedaba como en tandas, y hacía salir á la di Prato á las tablas cinco y seis veces seguidas en cuanto se retiraba, como si no quisiera dejar de reír con sus destemplados gritos é impropias contorsiones: fué aquello una silba de aplausos que nosotros no aprobamos, por su demasiada crueldad para con una señora; de reprobarse es que se convierta el teatro en plaza de toros, y que la víctima sea una débil mujer, que por su sexo debería haber sido tratada con indulgencia. Por lo demás, las funciones monstruos de Manuel Estrada llenan su teatro de un público sui géneris, que muy contento acude á solazarse por cuatro reales con dos ó tres dramas estupendos, terroríficos, espeluznantes, que le retienen en el teatro Principal de las cuatro de la tarde á las once de la noche. A veces las funciones están exornadas con ejercicios acrobáticos, ó con las suertes del prestidigitador Frizzo, ó con algo de cosmorama y vistas disolventes, en las que se arma un horroroso zafarrancho cuando la sala es puesta á media oscuridad." Cansada de llamar en vano al público, la Compañía Solórzano se retiró de Arbeu y salió para Puebla y Veracruz, á dar allí á conocer Sergio Panine, Divorciémonos, Le Demi-inonde y Las Patas de mosca, también ésta traducida por el infatigable José R. del Castillo. E n los últimos días de Setiembre y primeros de Octubre, la distinguida actriz mexicana María de Jesús Servín se retiró del teatro para unirse en matrimonio con el Sr. D. Agustín Tagle. Por último, y para concluir con estas notas, antes de proseguir con las de la Opera, júzguese aún de lo que eran las funciones monstruos de Manuel Estrada por el programa de la que dió en la tarde del domingo 3 de Octubre. Primero, la tragedia en cinco actos intitulada Lucio Junio Bruto ó la Libertad de Roma; Segundo, presentación de un nuevo programa del prestidigitador Frizzo; Tercero, el drama en cuatro actos intitulado La Traviata ó La Dama de las Camelias, tod o por cuatro reales: ahora bien, cinco actos de tragedia, cuatro de drama y uno de prestidigitado!!, hacen diez actos por cincuenta cen-
tavos, esto es, cada acto por cinco centavos, sin cargar cosa alguna por la sinfonía y por las piezas de música de los intermedios. Verdaderamente no puede concebirse mayor baratura. Deberíamos ya reanudar nuestra revista de la Opera, pero habremos de dejarlo para el siguiente capítulo y dedicar el final de éste á una estudiantina que con el nombre de Sociedad Filarmónica Española Talia, dió varias audiciones en el Teatro Arbeu, á partir del 15 de Octubre. Estuvo formada por quince jóvenes aficionados, ocho de ellos españoles, y mexicanos los otros siete, con el siguiente personal: Director, Ramiro Martínez; Presidente, José Ruiseco; violoncellista, Félix Rocha; violinista, Francisco Calderón; Bandurristas, José Ruiseco, Ginés Azurmendi, Agustín Pérez Rivas, Jesús Aparicio, José Güijosa, Hermenegildo Barinaga, José Sanz, Jacobo Ahumada; Guitarristas, Ramón Gorostidi, Agapito Azcárate, Juan Alvarez, José Suárez. Casi todos eran empleados de casas de comercio, gente de trabajo y útil, que en sus ratos de ocio y de descanso se habían dedicado al ameno pasatiempo de la música, hasta conseguir presentar un perfecto conjunto. De ello dieron la primera muestra en los salones del Casino Español el lunes 4 de Octubre, ante una numer o s a y escogida concurrencia de invitados, que les aplaudieron con frenesí. El grupo filarmónico se presentó vistiendo el agradable traje andaluz, chaquetilla de terciopelo, chaleco bajo dejando ver la camisa con chorreras, y á medio cubrir con la ancha faja; pantalón ajustado, polaina de cuero y sombrero calañés. E l buen éxito obtenido y la franca aprobación de los inteligentes, animaron á la Estudiantina Taha á expedicionar en algunas capitales, pero antes probaron fortuna en la misma México: tomando el teatro Arbeu y uniendo á su empresa un modestísimo cuadro de zarzuela formado por las Sras. Gumersinda Villó, Angela Medinilla, Emilia Cavero y Victoriana del Valle, y los Si;es. Enrique Trejo, Enrique Quijada, Mariano Mateos y Fernando Guzmán. De ese cuadro fué director y maestro D. Arturo von Jessen Sodring, y primer violín Pablo Sánchez. Ea sociedad estuvo representada por D. Juan B. Ondovilla, quien abrió un abono por ocho funciones á los precios de treinta y tres pesos palcos, y cinco pesos cincuenta centavos lunetas. Ea gente acudió con tal apresuramiento á inscribirse en las listas de contaduría, que aun antes de empezar el espectáculo, los programas trajeron la nota de " n o pueden ya servirse abonos para .plateas y palcos primeros, por estar todos tomados." Eas más notables familias mexicanas y españolas ocupaban, en efecto, esas localidades, y el patio también estaba casi lleno por abono. Ea Estudiantina Talia y su cuadro de zarzuela, dieron su primera función el 15 de Octubre con la zarzuela en dos actos intitulada Do's leones: en el intermedio, el grupo filarmónico tocó el Paso doble
461 de Pan y toros, el valse ¡A tot, de Waldteufel, el Miserere del Trovádor y la mazurca del mismo Waldteufel, La Bella. Obligado por los nutridos aplausos del numeroso y escogido pú-. blico, tocó también unpotpourrí de aires españoles. E n las siguientes audiciones, igualmente bien concurridas, la Taita pudo lucir su buen repertorio de cincuenta piezas, distinguiéndose en Puerto Real, paso doble de Juarranz; Siempre ó nunca, valse de Waldteufel; la obertura de María; Un beso, mazurka de Salas; Serenata morisca, de Chapí; Mirtos de oro, valse de Farbach; Obertura deJuana de Arco, de Verdi; LIngenue, gavota de Arditti; Marcha fúnebre de una Marioneta, de Gounod, y en los siempre pedidos y siempre aclamados Aires Españoles. La Estudiantina Talía dió su última función el 31 de Octubre, y salió después para Morelia dejando e n México muy grato recuerdo.
CAPITULO X X
1886. Cada representación de Aída, y fueron muchas, valía un triunfo á la Rambelli en Amneris, y á la Gini en la protagonista: el tenor Rubis en Radamés nunca llegó á la altura en que los programas le ponían, si bien echábase de ver que iba cediendo su enfermedad de garganta, que tan mal le hizo quedar en Hernam. En Lucía no estuvo la Svicher tan feliz como en Rigoletto y en Sonámbula, sin dejar por eso de tener felices momentos. Túvolos también en el Oscar del Baile de Máscaras, si bien añadió á su parte algunos gorjeos de su invención que no cayeron bien al público, aunque sí se los celebraron sus muy numerosos amigos y partidarios. La Svicher fué muy elogiada por una tentativa que hizo paja obtener el indulto de Agustín Flores, soldado del 18? Batallón, sentenciado á la pena capital que sufrió el 25 de Octubre; su empresa no fué coronada por el buen éxito, pues el Presidente de la República contestó á la graciosa artista que en la gravedad de los delitos del sentenciado no podía caber el indulto. En Lucrecia volvió á aparecer la Gini: la predilecta del público tuvo sublimes arranques de actriz en la terrible Borgia. Con entusiasmo volvió á verse y á oírse en el Gran Teatro la Gioconda en cuya protagonista tan admirada había sido Adela Gini en la temporada anterior. No lo fué menos en aquella de 1886: el papel da Laura, qu<t
estrenó la rencorosa Bassi, fué muy bien interpretado por Paulina Rambelli; el tenor Rubis estuvo bien en el de Enso. En cambio de esos éxitos felices, poco menos que rodó la Carmen de Bizet, creada con merecidísimo aplauso en nuestro teatro por la insigne Paola Marié, llevada después al campo de la zarzuela por la Moñones y la Lluch, y por primera vez cantada por la Compañía Italiana de Sieni en la función del 30 de Octubre: á los atractivos de la bella obra se unía para excitar la curiosidad del público, el deseo de juzgar de las aptitudes de una artista mexicana, la Srita. Concepción Macapagal, que iba á presentarse en uno de los papeles secundarios, el de una de las gitanas camaradas de Carmen. La protagonista fué confiada á la Rambelli, la Micaela á la Svicher: ambas cantaron bien porque las dos sabían hacerlo, pero en la interpretación de los tipos seudo-españoles estuvieron desgraciadísimas, la Rambelli sobre todo, vestida como suele decirse, por sus mismos enemigos: del cuadro de hombres sólo juicios muy crueles podrían hacerse, y mejor será pasarlos en silencio. En cuanto á la Macapagal, El Monitor dijo: "la artista mexicana representó un papel insignificante, y sin embargo no pudo con él: gritaba todo lo que era dable para que su voz sobresaliese entre coros y orquesta, se movía como azogue, abrazaba y empujaba á los demás artistas, tomaba por suyos los aplausos tributados á la Rambelli y á la Svicher: quién sabe qué genio maléfico inspiró á la debutante la idea de estar con tanto desparpajo en la escena, de mover los brazos como si echara bendiciones, de gritar tan desaforadamente; es el caso que el público, que al principio tomó aquello á la broma, estuvo á punto de tomarlo á lo serio: la Srita. Macapagal iba hasta la concha del apuntador como diciendo aquí estoy, y abría los brazos y gritaba " Al día siguiente la Srita. Macapagal tuvo el buen sentido de no salir á la escena. Con la repetición de Carmen el 31, concluyó el primer abono de veinte y cuatro funciones, y el 4 de Noviembre dió principio el segundo, que lo fué de doce, con el Fausto de Gounod, siendo en él muy aplaudidos la Gini, Lombardi y De Bengardi: era este último un excelente artista y un excelente actor, que poco á poco iba captándose la estimación del público, un poco frío con él al principio, sin razón alguna justificada, pues á juicio de los inteligentes, pocos de los artistas de aquel cuadro podían rivalizar en méritos con De Bengardi: desgraciadamente el papel de Mefistófeles no le quedaba bien. En Ruy Blas, Rosina Aimó, que pocas veces se presentaba, se hizo aplaudir mucho en el papel de la Reina, así como la Rambelli en el de Casilda: Rubis cantó, como siempre, muy fatigado por su rebelde enfermedad. En toda esa temporada quedó mucho mejor Lombardi, quien el 10 de Noviembre tuvo un buen beneficio con la Carmen, en la cual tenía á su cargo el papel de fosé: en un entreacto
cantó bien una romanza de Luisa Müller. E l 13 d e e s e m e s > P o r P e rnera vez en México, fué cantado el Don Carlos, de Verdi, interpretando la Aimó el papel de Isabel de Valois, y la Rambelli el de la Princesa de Eboli: secundáronlas muy bien De Bengardi y Quintilli Eeoni: la obra fué muy propiamente presentada en trajes y decoraciones. E n la noche del 24, para beneficio de Adela Gini, se puso en escena la Mignón, de Ambrosio Thomas: la beneficiada ni por su físico 111 por sus facultades podía desempeñar bien esa fina y delicadísima obra, y en efecto la desempeñó mal y no dejó contentos ni á sus más entusiastas partidarios: en cambio la Svicher en la parte de Filma pudo lucir su fácil juego de garganta y sus limpias y agudas notas, y fué quien se llevó la ovación de los concurrentes: para explicar ó disculpar el fiasco de esa Mignón, se dijo que la Gini había estado indispuesta: aparte de ello la entrada en contaduría fué de lo mejor y la Gini se vió obsequiada con numerosas y muy buenas alhajas. E n la noche del 25 se cantó Norma, á beneficio del artista mexicano D. Manuel Múgica. Parece que ese artista sostenía un litigio con la Empresa, por faltas de cumplimiento de contrato en la temporada precedente, y que por vía de transacción le fué ofrecido ese beneficio que Múgica aceptó, teniendo el gusto de ver el teatro bastante bien concurrido: en la parte de Norma la Aimó hizo furor, sobre todo en la Casta diva y en la escena final: el tenor Rubis y la contralto Baraldi la ayudaron bastante mal; el beneficiado cantó la parte de Oroveso. Con la función del 26, á mitad de precios, se despidió de la Capital la Compañía Sieni, poniéndose en escena Fausto. En un entreacto, María Macapagal cantó la bellísima melodía de Gastaldón Miísica prohibita. Retirada la Opera Italiana, quedaron por únicas diversiones los teatrillos de títeres en la Alameda; el Principal, con Manuel Estrada; Hidalgo, con sus dramas y Arbeu con el ilusionista parisiense, el Dr. Nicolay, y la sibila Miss Rossina. Dió ese prestidigitador su primera función el sábado 20 de Noviembre, abriéndola con algunas suertes de escamoteo y destreza, ejecutadas limpiamente: siguió la sesión de hipnotismo, con la sonámbula Miss Rossina, bella y simpática joven: por último, en una pequeña mesa colocada en mitad del patio, el Dr. Nicolay, gran maestro en el juego del billar, sorprendió al público con dificilísimas carambolas hechas con los tacos, con los dedos, con las narices, obligando á las bolas á saltar un sombrero y á producir los más raros efectos en el suelo, en el aire, en donde era su voluntad. Todo ello divirtió grandemente varias noches á un numeroso público. Pero el más favorecido espectáculo fué el nuevo Circo de los Hermanos Orrin, en la Plaza de Santo Domingo, inaugurado en la noche del 1? de Diciembre. En el lado norte del interior de la gran tien-
da de campaña, se levantaba un escenario en el que hacían oir sus canciones unos guaracheros cubanos, y.exponían sus bailes y contorsiones unos mmstrels americanos: los acróbatas y gimnastas fueron como siempre muy bien elegidos por los inteligentes empresarios, y no faltó por decontado el indispensable y popular cloivn Ricardo Bell. A fines de Noviembre regresó á México el distinguido actor mexicano Francisco Solórzano, huyendo de la fiebre amarilla que, en Yucatán, y en pocos días, le arrebató á su esposa la muy notable actriz y simpática dama Emilia Toscano, lo cual fué una verdadera desgracia para la escena nacional; murió también, víctima de la misma horrible enfermedad, el muy aplaudido actor cómico español Casimiro García. Francisco Solórzano dió en Arbeu unas cuantas funciones, esperando que el público concurriese á ellas por no tener sitio mejor donde pasar el rato, y para favorecer así á sus modestos actores que con mil penalidades acababan de regresar de Yucatán; pero se engañó en sus esperanzas y pronto hubo de levantar el campo y salir para el interior en busca de mejor fortuna. Bien es verdad que no estaban entonces los buenos moradores de la Capital para andar empleando en proteger artistas nacionales su dinero, que poco era para pagarse la satisfacción de escuchar á la reina, á la emperatriz del canto, á la sin rival y nunca bien ponderada Adelina Patti. De tiempo atrás veníase diciendo que la gran artista visitaría nuestra ciudad, pero ignorábase si por fin vendría ó 110 vendría, y sobre todo la fecha exacta en que tanto honor hubiese de ser un hecho. Mas hé aquí, que de pronto, sin previo aviso, sin ningún precedente, como brotado de la tierra por arte de magia, se nos presentó en el corazón de la Capital y hospedado en el mejor hotel, el Sr. Mar cus R. Mayer, agente de la Empresa Henry E: Abbey, anunciándonos la '' primera aparición en México de la renombrada artista," "Resuelta la Sra. Adelina Patti, decían los prospectos, á retirarse de la escena, donde tantos y tan merecidos triunfos ha obtenido durante su carrera artística, no ha querido cerrar la brillante corona que orla su frente, antes de visitár este país. La empresa, que no ha tenido inconveniente en secundar los deseos de la Gran Artista, siente el mayor placer en ofrecer al inteligente público mexicano la ocasión de admirar una de las mayores notabilidades que ha producido el arte, y al efecto abre una corta temporada de sólo cinco representaciones que darán principio el domingo 2 de Enero de 1887, con la seguridad de encontrar la acogida más satisfactoria de parte de esta culta sociedad, digna por mil títulos de espectáculos de esta naturaleza." Seguía á esto la enumeración de los artistas que acompañaban á la diva, la de las piezas que formaban su repertorio y los programas
s 464 de las cinco funciones para las noches del 2, 4, 7, 9 y 11 de Enero. Esas cinco funciones serían extraordinarias, y los propietarios tendrían derecho de tomar las cinco ó cualquiera de ellas separadamente, siempre que lo hiciesen en los días 30 de Noviembre y 1? de Diciembre basta las'siete de la noche, desde cuya hora quedarían á disposición del público en general las localidades que no hubiesen sido reclamadas por aquéllos. Eos precios para cada función quedaron fijados así: Plateas y palcos primeros, cincuenta pesos; segundos y terceros, veinticinco ídem; lunetas y balcones, seis; palcos de galería ocho; delanteros de galería, dos-, entrada general á galería, un peso cincuenta centavos. Este prospecto del agente Mayer estaba fechado el 29 de Noviembre de 1886. Después de todo, para tanta maravilla, los precios no podían ser más económicos; por lo tanto, la gente se apresuró á acudir al llamado de Mayer. Eos propietarios, los felices- individuos que allá en los tiempos de S a n t a - A n n a y de D. Francisco Arbeu habían adquirido y pagado el derecho de preferencia á tomar determinadas localidades, acudieron todos, absolutamente todos, á hacer valer ese derecho, y, ya solos, ya en combinación con otras familias, tomaron y pagaron sus billetes para los cinco conciertos. Desde antes del amanecer del jueves 2 de Diciembre, marcado para el público en general, una compacta y apiñada multitud de individuos de toda clase y categoría, se agolpó en el pórtico y en la acera ó banqueta de la calle de Vergara, procurando tomar puesto lo más cerca posible de la puerta del Teatro para conseguir alguna de las localidades que estaban libres. Cuando las puertas se abrieron, la ansiosa multitud avanzó como una avalancha sobre el vestíbulo y los corredores del teatro en medio del más indescriptible tumulto, entre gritos, imprecaciones, empellones, golpes y disgustos de toda especie, de palabra y obra, y fué indispensable que acudiese todo un destacamento de policía á poner orden en aquel campo de Agramante, para que se pudiese abrir sin riesgo el despacho de la contaduría, establecida en una de las salas del corredor del primer piso. Jamás se había visto en México un entusiasmo semejante. E n unas cuantas horas quedaron agotadas las localidades todas, desde la primera fila de lunetas hasta la última" grada de la incomodísima galería. Poco después, el vestíbulo, el pórtico, la banqueta de la calle, las esquinas próximas, los casinos, los despachos de muchos comerciantes, se habían convertido en una especie de bolsines, en los cuales se revendían las localidades á precios fabulosos; hubo quienes comprasen una luneta en veinte pesos, un asiento de galería en cinco y un palco en doscientos: "quien posee una luneta de patio—decía un periódico—es mirado casi con respeto." Fuera ya de tiempo, pero acatando aquel proloquio de más vale tarde que nunca, el Gobernador del Distrito, por su propia iniciativa ó por
465 idea que le sugiriesen otras personas, mandó llamar al agente de Mr. Abbey, y el Mr. Mayer se le presentó inmediata y correctamente. E l Gobernador le manifestó, que, no obstante la carencia de una disposición legal que exija á los representantes de empresas de ese género caucionar su responsabilidad, estimaba oportuno que el producto de los billetes vendidos se depositase en un Banco ó casa respetable de la Capital hasta que se presentara el empresario, teniendo en cuenta el largo espacio de un mes que debía transcurrir hasta la llegada de l a S r a . Patti, tiempo durante el cual podría suceder que por cualquier accidente se suspendiese ó no se llevase á efecto la temporada teatral. Mayer, fino y atento como correspondía á un agente de un tan poderoso empresario y una tan sublime artista, cuya opulen- • cia para nadie era un misterio, convino con el alto funcionario en que tenía razón de sobra para indicarle la conveniencia del depósito, por más que Mr. Henry E . Abbey siempre y en todo momento pudiese responder de cantidades mucho mayores. Quedó así pues, enteramente conforme en hacer el depósito que se le pedía, y se despidió del Gobernador para ir á dar los pasos convenientes. Esto pasaba en la tarde del jueves 2 de Diciembre. A las siete de la noche del mis-r _ mo día, Mr. Mayer, acompañado, y como bajo la garantía del acreditado comerciante D. Silvano Coblentz, volvió á visitar al Gobernador del Distrito para hacerle presente que las órdenes de Mr. Abbey y los intereses de la Empresa le precisaban á salir para Veracruz el viernes para regresar á la Capital el sábado; lo cual iba á participarle para obtener su autorización, en virtud de que por lo avanzado de la hora en que había tenido su anterior conferencia y la multiplicidad de quehaceres de su basto negocio, el depósito no estaba constituido ni podría constituirse hasta su regreso. Ea pretensión no impresionó muy bien al Gobernador, que pidió á Coblentz informes acerca de Mayer, á lo que Coblentz contestó que ningún conocimiento anterior tenía del Agente, y por lo tanto, sin poner en duda su honorabilidad, no se comprometía á responder por él. Con tan franca respuesta, el Gobernador creyó más que nunca necesario el depósito, y dijo á Mayer que mientras no le efectua• se, no podía concederle autorización para ir á Veracruz: Mayer, siempre con mucha atención, manifestó que estimando el celo de la autoridad por los intereses públicos, sobre su responsabilidad desobedecía la orden de su empresario, quedándose en México hasta haber efectuado el depósito, lo que haría en las primeras horas del viernes. Del Gobierno del Distrito fuese Mayer al Teatro Nacional, donde recogió más de diez y ocho mil pesos, producto de la venta, y acompañado por D. Pablo Berges y D. Alberto Zárate, secretario del dicho Agente, se trasladó á su habitación en el Hotel de Iturbide; allí formó u n grueso paquete ó bulto, que en presencia de aquellos sefioB. H . T . - T . m . — 6 9
t res entregó al Administrador del Hotel para que se lo guardase, advirtiéndole que en él se contenía el dinero de la empresa. Bajó después á la puerta del Hotel y se despidió de sus acompañantes para ir á pasar u n rato en el Circo Orrin, en el cual llamó la atención de nuestros concurrentes en una de las más visibles localidades; todos allí le señalaban y se fijaban en su persona, cubierta con todo el prestigio de representante de una tan grande celebridad como Adelina Patti, que tan preocupado y conmovido traía á todo México. Mr. Mayer dejó su localidad en el primer intermedio, sin que nadie lo encontrase ni en lo más mínimo extraño, pues después de todo, ¿cómo era posible que se distrajese con nuestra función de circo, un hombre como aquel, acostumbrado á recrearse con la sublime intimidad de la más sublime artista? Por sí ó por no, el experto Gobernador del Distrito, á quien no pareció muy bien que Mayer hubiese manifestado deseos de ir á Veracruz, ordenó que se vigilara escrupulosamente la salida de todos los trenes de la Capital, lo cual cumplió la policía, dando aviso de sin novedad después de las siete y media de la noche, hora de marcha del tren ordinario. Mr. Mayer no era, pues, un picaro como se había sospechado; resignadamente se exponía á una reconvención de su empresario por acatar los deseos de la autoridad y se dejaba ver en un lugar tan público como el Circo Orrin, aun después de la salida del último tren en que pudo fugarse más ó menos perfectamente disfrazado; todo el mundo, la celosa autoridad y el confiado público, podían descansar tranquilos; Mr. Mayer dormiría en su habitación del Hotel Iturbide, en la seguridad de que el enojo, cualquiera que fuese de Mr. Abbey, se calmaría mucho al enterarse de la respetabilísima cantidad de pesos fuertes, producto del abono, depositada en un Banco ó casa de conocido crédito, por solicitud del señor Gobernador del Distrito. Ahora bien; la Ciudad de México, á pesar de sus trescientos mil habitantes, constituye una sola y gran familia, para la que los periódicos son casi de una perfecta inutilidad, pues nada se hace, nada se dice, nada se piensa por persona de alguna importancia, que no se sepa á los pocos instantes de haber sido hecho, dicho ó pensado; aquí no hay reserva ni secreto posible; todo se sabe ó se adivina cual si todos hubiésemos sido testigos de todo; las cañas del Rey Midas nacen por todos lados. Nadie, pues, ignoraba lo que se temía del Sr. Mayer y la solicitud de la autoridad para estorbarlo. Entre los que, aanquepobres, no lo ignoraban, estuvo comprendido el llavero del Hotel Iturbide, el cual individuo, no sin irreprimible sorpresa, vió, á las primeras luces del amanecer del viernes 3 de Diciembre, que la llave del cuarto de Mr. Mayer había permanecido durante toda la noche en el respectivo garfio del clavijero.
Pero pronto se tranquilizó; eso era muy común entre los pasajeros, á los que, por más que se diga, no deja de ofrecer gratas distracciones su permanencia en esta ciudad. Mayer, era innegable, no había dormido ciertamente en el Hotel, pero eso no quería decir que no hubiese dormido en cualquiera otra parte. Era aún temprano, quizás el Agente se habría desvelado y dormiría aún; allá á las diez ó las once de la mañana iríase presentando. Así pasaba con muchos extranjeros, cuyos apellidos, al menos los más cristianos, podía repetir el llavero, que no volvió á acordarse de Mr. Mayer, ni de la sorpresa con que en el primer instante vió la llave de su cuarto balanceándose en el clavijero. Mas la confianza duró poco, al notarse que el Agente n o se presentaba en el Teatro á proseguir sus operaciones, y la alarma se propagó rapidísimamente por toda la ciudad. Ea sospecha del llavero era justificada. Mr. Mayer había desaparecido. E l muy picaro, al salir en la tarde anterior de conferenciar con el Gobernador del Distrito, se fué á la estación del Ferrocarril Central, donde contrató una máquina para la noche del mismo jueves, dando por motivo que sus ocupaciones no le permitirían salir en el tren ordinario de las siete y media, y pretextando urgencia suma para ir al encuentro del empresario Mr. Abbey. El jefe de la estación del Central no tenía por qué no acceder á lo que se solicitaba, y ofreció tener lista la máquina pedida. Mr. Mayer volvió tranquilamente al centro de la Ciudad, visitó segunda vez, como queda dicho, al Gobernador; fué al Teatro y al Hotel, y pasó un rato en el Circo Orrin. Salió de éste, tomó un coche de sitio, se dirigió á la estación donde ya le esperaba la máquina contratada, montó en ella y ojos que te vieron ir. Posteriormente se supo que el falso Agente había alcanzado y tomado el tren ordinario, sin que sirviesen para lograr la captura del audaz estafador, los avisos dados por telégrafo á los gobernadores, jefes políticos, comandantes de fuerzas y otras autoridades en diversos puntos. Sola y únicamente pudo lograrse aprehender en Veracruz á D. Alberto Zárate, que fungía como Secretario del falso Mayer; el verdadero Marcus R. Mayer, no había salido aún de los Estados Unidos. Según el órgano del Gobierno del Distrito, "revisado el bulto que había quedado en poder del Administrador del Hotel, se encontraron cuatro mil y pico de pesos, ascendiendo la cantidad sustraída á más de veintiún m i l . " "¡Qué chasco aquel! exclamaba el cronista del Monitor; los propietarios, los infelices revendedores, los que creyeron hacer una fortuna á costa de la Patti, los que se pavoneaban orgullosos con su billete en la bolsa ¡qué caras tan largas tenían el viernes en la tarde! Este percance ha sido el gran suceso de la semana, el asunto de todas las conversaciones y de todas las decepciones también; porque
los que se creían en el pináculo de la dicha por haber atrapado un boleto, ya reflexionan en la fragilidad de las cosas humanas, y los revendedores, los que comenzaban á explotar la rica mina, contemplan hoy sus pedazos de papel con la misma tristeza que contemplar pudieran las ruinas de Jerusalem." Pocos casos se darán en verdad de una más osada fullería que la del falso Mayer, cometida á la luz pública, con toda una gran ciudad, en sólo cinco días y teniendo al verdadero Agente y á su empresario en el país vecino, unido al nuestro por líneas de telégrafo y de ferrocarril. Bien es cierto que para ser picaro, lo primero que se necesita es ingenio. No puede negarse que lo tuvo aquel renombrado bribón. Para distraerse de ese chasco, los habitantes de la Capital sólo dispusieron en ése mes de Diciembre, de la función que con La Aldea de San Lorenzo, dió á su beneficio en Hidalgo, la noche del 2, el estimable actor mexicano Agustín Campuzano; las funciones monstruos de Manuel Estrada en el Principal y los pacíficos desafíos, en el mismo teatro, de los tres prestidigitadores, Erizzo, francés, Canaris", griego, y Ricardo Vargas, mexicano. En Arbeu el actor Manuel O'Eoghlin dió á fines de mes una función á su beneficio con el drama El Gran Galeoto, y el estreno de la pieza de circunstancias intitulada: El otro Mayer ó un falso agente de la Patti. No nos quedamos, sin embargo, sin oir á la egregia artista. E l miércoles 15 de Diciembre, desde su habitación en el cuarto núm. 16 del Hotel del Jardín, el verdadero Marcus R. Mayer, representante general del empresario Henry E . Abbey, expidió verdaderos prospectos anunciando la verdadera visita que á México haría Adelina Patti; la temporada se compondría únicamente de cuatro funciones, en las noches del 31 de Diciembre de 1886, y 2, 4 y 6 de Enero de 1887. Acompañarían á la Diva la Sra. Sofía Scalchi, Prima donna contralto; Alberto Guille, tenor; Antonio Galassi, barítono, y Francisco Novara, bajo. Ea orquesta la formarían cincuenta profesores escogidos, baj o la dirección del célebre maestro y compositor Euigi Arditi. Eos precios fueron más altos que los fijados por el falso Mayer: el abono por cuatro funciones costaría, en palcos, plateas y primeros, doscientos cuarenta pesos; en palcos segundos, ciento sesenta; terceros, ciento veinte; en palcos de galería, cuarenta; en lunetas y balcones, treinta. Eos precios de entrada eventual fueron: plateas y palcos primeros, setenta pesos; palcos segundos, cuarenta y cinco; terceros, treinta y cinco; palcos de galería, quince; lunetas y balcones, ocho; delanteros de galería, tres; entrada general dos pesos. Ea venta para el público, una vez atendido el derecho de los propietarios, empezó el 21 de Diciembre, y con ese motivo el pórtico del Gran Teatro se-vió tan concurrido como en los días del falso Mayer y fué campo de las mismas escenas de desorden, de empellones y de
pugilato que apuntadas dejo. También como entonces los solicitantes fueron en mucho mayor número que los asientos disponibles, y de idéntico modo los boletos eran revendidos á altos precios, sin que faltasen compradores, ni más ni menos que si las minas del Potosí se hubiesen vaciado sobre la Capital. Ea Empresa anunció que para evitar malas especulaciones, á ninguna persona se le venderían más de ocho localidades; pero los que con ellas habían de negociar enviaron gente suya que tomase los primeros lugares á la cabeza de la multitud y á las puertas del expendio, dándose el caso de que muchos de esos individuos se pasaran la noche á pie firme en el vestíbulo en espera de la hora del despacho. A resultas de esto el público de buena fe nada pudo conseguir en los expendios de la Contaduría y corrió la voz de que todo había sido una farsa de la Empresa, y se proclamó como cosa segura que los billetes se revendían por cuenta del mismo agente. Ea irritación fué grande y, copio al Monitor, " Mr. Mayer corrió grave riesgo de encontrarse con un grave disgusto, pues algunos de los más exaltados, se propusieron obsequiarle con una paliza ó algo semejante: avisada la policía destacó sobre el Hotel del Jardín buen número de sus gendarmes, y el malaventurado Marcus R. Mayer se encerró á cal y canto en su cuarto, y al día siguiente se le vió por todas partes seguido y custodiado por agentes del orden. Después, y una vez asegurado el dinero en una conocida casa bancaria, para lo que Mayer no pulsó, dificultad alguna, puesto que procedía bien y legalmente, salió para Paso del Norte á recibir á Mr. Abbey y la Diva. Esta llegó á México á las ocho de la mañana del miércoles 29 de Diciembre por el Ferrocarril Central. Al entrar el tren en la estación, f u é saludado por una música de viento. Adelina Patti bajó del vagón especial sumamente lujoso que la conducía, y fué invitada á desayunarse en uno de los salones del edificio. Concluido el desayuno, la Patti, acompañada del Gobernador del Distrito y del Sr. Nicolini, esposo de la Diva, montó en un carruaje que al efecto se había dispuesto, y se dirigió al Hotel del Jardín, en donde se le habían preparado, lujosamente decoradas, cuatro habitaciones; una para ella, otra para su marido Nicolini, otra para su servidumbre y otra que se convirtió en sala de recepción y de billar, juego á que la artista era muy aficionada. E l carruaje fué seguido desde la estación por multitud de ginetes, entre ellos algunas amazonas, y al llegar al hotel, la Diva fué aclamada por la multitud de los curiosos que la aguardaban, á la vez que desde los balcones y corredores arrojábanse sobre ella ramilletes y flores sueltas. El Gobernador, Gral. Ceballos, acompañó á la Patti hasta sus habitaciones, en la puerta de las cuales le fué presentado un magnífico ramillete de las más exquisitas flores de nuestros jardines, obsequio y saludo de la señora esposa del Presidente
de la República, á quien numerosas y muy altas personalidades extranjeras habían escrito recomendándole á la artista célebre. T o d o ese día, como todos los siguientes, el H o t e l del Jardín se vió frecuentado por multitud de curiosos que deseaban ver a u n q u e fuese de pasada, á aquella Emperatriz del arte del canto, y en gran número seguíanla por donde iba y se estacionaban en el pórtico y frente del Gran Teatro. E n la noche del primer concierto el 31 de Diciembre, fué dificilísimo abrirse paso en toda la extensión de las calles de Vergara y del Cinco de Mayo, tan llenas así estuvieron por la inmensidad de los curiosos, muchos de los cuales saludaron en plena calle la media noche del viernes 31 de Diciembre de 1886 y el primer momento de la madrugada del sábado x? de E n e r o de 1887, límite previamente impuesto á esta parte de nuestra Reseña. Quede para la siguiente la revista del concierto del 31 y la de todas las brillantísimas funciones dadas en México por la insigne Adelina Patti.
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QUINTA PARTE—DE 1 8 6 7 A 1 8 7 6 . Págs.
F I N DEL TOMO T E R C E R O .
CARLOS PEREZ
MALDONADO
MONTERREY. MEXICO.
CAPITULO I.—1867.—La última noche del I m p e r i o en la Capital.—El Gral. D. Porfirio Díaz el 21 de J u n i o d e 1867.—Reapertura del Teatro Principal.— Función de obsequio al Gral. Díaz.—Fusilamiento d e D. Santiago Vidaurrl.—El Boletín Republicano, dirigido p o r Lorenzo Elízaga.—Función en el Nacional en obsequio de D, Benito Juárez.—Comedias escritas en México.—La canción Adiós, Mamá Carlota y la actriz Concha Méndez.—Conciertos d e l a Sociedad Filarmónica Mexicana.—La Compañía dramática del Liceo Mexicano en Iturbide, dirigida p o r Gerardo López del Castillo. —Primera función 3 CAPITULO II.—1867.—Juicio y sentencia de D. Tomás O ' H o r á n en el salón del G r a n T e a t r o Nacional.—Funciones y estrenos en Iturbide.—Fracaso de la Compañía del Liceo.—Gran concierto en el Nacional.—La Marcha Zaragoza.—ha. c o m p a ñ í a d e Mata, Morales, Padilla y la Cañete en el Principal y en el Nacional.—Refundición del d r a m a El Jorobado,—Traviata cantada por Manuela Gómez de Pineda.—Función d e obsequio á D. Quintín de Quevedo.—Varias funciones.—Chiarini y la tribu Beni Zung Zung. —Compañía de Opera italiana d e Luis Donizetti: la Cattinari, la Rossi.— E l a e r o n a u t a Cantolla Beneficios d e artistas de l a antigua c o m p a ñ í a del Principal.—Notable c o m p a ñ í a dramática d e E d u a r d o González y Manuel Osorio.—Funciones escogidas.—Sánchez Osorio.—Estreno del Drama Nuevo. —Revista d e teatros p o r Ignacio Altamirano 14 CAPITULO III.—1867.—1868.—La Arcadia mexicana,—Poetas mexicanos en los primeros años que siguieron á l a Independencia: sus periódicos literarios y políticos.—Academia de Letrán: El Mosaico, El Museo, El Semanario, El Liceo, El Repertorio La F a l a n g e del Estudio: E l Liceo Hidalgo: La Ilustración. —Los periódicos políticos.—El Espectador, El Observador, La Cruz.—La, l i t e r a t u r a en 1867: El Renacimiento-, l a s Veladas literarias: Luis G. Ortiz: Ignacio M. Altamirano: el movimiento literario,—La Bohemia literaria .. 25 CAPITULO IV.—1868.—La cuaresma.—Teatro de Iturbide.—Teatro Principal.— Beneficios.— Los Misioneros de Amor y Los Mosqueteros en el Convento.— L a c o m p a ñ í a de Iturbide: Pilar Belaval.—Comedias escritas en México. —Primera t e m p o r a d a d e D. José Valero: funciones notabilísimas.—Suspensión d e los trabajos d e la c o m p a ñ í a González Osori o.—Funciones á beneficio de D. José Valero y Salvadora Cairón.—Baltasar, d r a m a de la Ave-
472 Págs. Uaneda L a Sociedad F i l a r m ó n i c a . — C o m p a ñ í a d e z a r z u e l a d e Villalonga: M a t i l d e M o n t a ñ é s , C o n c e p c i ó n Musso, J o a q u í n R u i z — C o n t i n u a c i ó n de l a t e m p o r a d a d e D. J o s é V a l e r o . — R e p r e s e n t a c i o n e s n o t a b l e s . — B e n e ficios.—Ultima representación y entusiasta despedida de la compañía V a l e r o . — I n d u l t o d e u n r e o s e n t e n c i a d o á p e n a capital,—Acciones g e n e r o sas d e D. J o s é V a l e r o . — I n a u g u r a V a l e r o e l C o n s e r v a t o r i o d e D e c l a m a c i ó n d e l a Sociedad F i l a r m ó n i c a . — S a l i d a d e la C o m p a ñ í a V a l e r o p a r a E u r o p a . 35 CAPITULO V.—1868.—1869.—La c a b e z a p a r l a n t e . — E l R e y del A i r e — C h i a r i n i . —La z a r z u e l a V i l l a l o n g a e n e l N a c i o n a l . — R e a n u d a sus t r a b a j o s l a a n t i g u a c o m p a ñ í a d r a m á t i c a e n el P r i n c i p a l , r e f o r z a d a c o n M a n u e l O s o r i o — Norma p o r la S d c i e d a d F i l a r m ó n i c a . - E l T e a t r o d e A m é r i c a . — L o s espect r o s l u m i n o s o s e n I t u r b i d e . — P r e s e n t a c i ó n del a c t o r m e x i c a n o M a n u e l E s t r a d a y C o r d e r o . — N o t a b i l í s i m a c o m p a ñ í a d e Z a r z u e l a d e Albieu: la C o r r o , la L l o r e n s , G r a u , Cresj, P o y o , los A r e u , U r e ñ a . — F u n c i ó n e n I t u r b i d e e n m e m o r i a d e El Pensador mexicano.—Compañía de zarzuela de D. J o a q u í n Gaztambide: Elisa Zamacóis, Amalia Gómez, P r a t s , Carratalá. — P a r t i d a r i o s d e Albisu y d e G a z t a m b i d e y f u n c i o n e s n o t a b i l í s i m a s d e las dos c o m p a ñ í a s . — A n i v e r s a r i o del 5 d e M a y o : La Patria, Himno de Gaztambide, Loa patriótica.—Exitos e n ambos teatros 46 CAPITULO VI.—1869.—El M a e s t r o Melesio M o r a l e s r e g r e s a d e E u r o p a . — B e n e ficios y c o n c l u s i ó n d e t e m p o r a d a d e la c o m p a ñ í a Albisu.—La c o m p a ñ í a d e Bufos habaneros y sus d e s v e n t u r a s : F l o r i n d a Camps.— E x i t o d e la c o m p a ñ í a G a z t a m b i d e . — L o s Dioses del Olimpo.—Amalia G ó m e z emperatriz del Can-cán.—Compañía d r a m á t i c a de Adelaida Serra en Iturbide.— F u r o r c a n c a n e o . — C o m p a ñ í a d e l a e m i n e n t e a r t i s t a C a r o l i n a Civili: A n t o n i o M u ñ o z (Muñocito).—Temporada h e c h a p o r l a e m i n e n t e artista.— A m a r g u r a s y r u i n a d e l a c o m p a ñ í a d e C a r o l i n a Civili 56 CAPITULO VII.—1869.—Regresa a l N a c i o n a l l a C o m p a ñ í a G a z t a m b i d e . — C o n c i e r t o s d e m ú s i c a clásica e n e l C o n s e r v a t o r i o . — C o m p a ñ í a d e z a r z u e l a d e J o s é J o a q u í n M o r e n o e n el N a c i o n a l . — P o p u l a r i d a d d e A m a l i a G ó m e z — L a c u e s t i ó n y los e s c á n d a l o s del Can-cán.—Bell y B u y s l a i e n el Circo Chiarini.—Obras mexicanas y funciones notables.—Compañía d r a m á t i c a d e E d u a r d o González: l a Belaval, l a S e r v í n , Muñocito, l a M a y o r a , M o r a les.—El p e r i ó d i c o l i t e r a r i o El Renacimiento—La literatura mexicana 70 CAPITULO VIII.—1870.—Compañía E d u a r d o González y sus f u n c i o n e s n o t a b l e s . — F a l l e c i m i e n t o del i n s i g n e D . F r a n c i s c o A r b e u . — F a l l e c i m i e n t o d e l ilustre actor mexicano Merced Morales.—Gran función en memoria de Merc e d M o r a l e s : P o e s í a d e J u s t o S i e r r a . — N o t i c i a s d e A n g e l a P e r a l t a e n su estancia e n Europa.—Muerte de Adolfo Buyslai a l verificar u n a ascensión a e r o s t á t i c a . — P i e d a d , d r a m a d e J u s t o S i e r r a . — F u n c i ó n á f a v o r d e l a familia de Merced Morales: poesía d e Alfredo Torroella.—Beneficios de Chucha Servín y Joaquín Ruiz.—Fallecimiento del p o e t a Esteban Gonzá79 lez V e r á s t e g u i CAPITULO IX.—1870.—Nueva c o m p a ñ í a d e E d u a r d o G o n z á l e z . — P r e s e n t a c i ó n d e l a c t o r e s p a ñ o l E n r i q u e G u a s p d e P e r i s . — L a Voz de México y La Revista Universal.—Tocinería t e a t r a l . — I n d e c e n c i a s d e l Can-cán. - E l flaut i s t a M i a r i . — C o m p a ñ í a de A m a l i a G ó m e z , e m p r e s a r i a del N a c i o n a l : M a tilde Navarro: Rosa y Piedad Flores.—Teatro Hidalgo: las Dalmau.—Teat r o I t u r b i d e : el P r o f e s o r M o r e y y sus r i f a s d e q u i n c a l l a . — D e c a i m i e n t o d e los e s p e c t á c u l o s d r a m á t i c o s . — P r o g r e s o s del Canr-cán.—Los Infiernos de Madrid p o r l a c o m p a ñ í a A m a l i a G ó m e z . — F e s t i v a l e s d e l a S o c i e d a d F i l a r m ó n i c a en e l Centenario de Beethoven.—Suspensión de los Festivales p o r f a l l e c i m i e n t o de l a S r a . J u á r e z . — E l s e g u n d o F e s t i v a l . . . . 90 CAPITULO X.—1871.—Eduardo G o n z á l e z e n el N a c i o n a l . - M a l é x i t o d e l a temp o r a d a . — E n e m i s t a d e s e n t r e l i t e r a t o s . — P r e s e n t a c i ó n d e la a c t r i z m e x i c a n a C o n c h a P a d i l l a . — P o n Quijote, ó p e r a d e M i g u e l P l a n a s . — ® Redentor del Mundo e n e l N a c i o n a l . — C o m p a ñ í a M o r e n o e n el P r i n c i p a l : La Gran
Duquesa, Barba Azul.—Compañía de Opera italiana de Angela Peralta: l a Visconti, E n r i q u e T a m b e r l i c k , L u i s G a s s i e r . — F u n c i o n e s n o t a b i l í s i m a s . —El g r a n t e n o r T a m b e r l i c k , — B e n e f i c i o s . — H o n o r e s á los artistas.— Fausto d e Gounod.—Beneficio d e T a m b e r l i c k . — G u a t i m o t z í n , ó p e r a d e A n i c e t o 102 Ortega.—Quejas d e l a e m p r e s a d e l a ó p e r a CAPITULO XI.—1871.—1872—Escándalos e n e l T e a t r o P r i n c i p a l . — D e s a i r e c o r r i do al director de escena E d u a r d o González.—Enfermedad grave de Eduard o G o n z á l e z á c o n s e c u e n c i a d e los e s c á n d a l o s e n el P r i n c i p a l . — M a l é x i t o d e las suscriciones i n i c i a d a s p a r a m i n o r a r l a m i s e r i a y la d e s g r a c i a de González.—Filantropía de la actriz María d e Jesús S e r v í n — G r a n función y concierto n o t a b l e en el Nacional á favor del desventurado actor,—Fal l e c i m i e n t o s de M a t a , Z e n e a y E m i l i o R e y . - P r o n u n c i a m i e n t o e n la Ciud a d e l a . — P l a n d e La Noria.—Función e n H i d a l g o á f a v o r d e la f a m i l i a González.—Compañía d r a m á t i c a de la Belaval y Muñoz en I t u r b i d e — V e l a d a s d e l a B o h e m i a L i t e r a r i a e n e l C o n s e r v a t o r i o — F u n c i ó n e n el N a r c i o n a l á beneficio d e E n r i q u e G u a s p . — R e p r e s e n t a c i ó n d e El Pasado, d r a m a d e M a n u e l A c u ñ a — C o m p a ñ í a j a p o n e s a del p r í n c i p e S a t s u m ' a s — C o m e d i a s m e x i c a n a s — S e s i o n e s d e l Liceo H i d a l g o — E s t r e n o d e Un lirio entre zarzas, d r a m a d e I s a b e l P r i e t o . - A f i c i o n a d o s — E l v u e l o d e O b r e g ó n . —Comedias mexicanas •••—y 1 1 5 CAPITULO X I I — 1 8 7 2 — F a l l e c i m i e n t o d e D . L o r e n z o d e l a H i d a l g a — E l p l a g i o de D . J u a n Cervantes—Fallecimiento de D . Benito Juárez.—Compañía d e ó p e r a i t a l i a n a d e A n g e l a P e r a l t a : la Castelli, l a Galazzi, l a V e r i n i , la B e l u t a , D ' A v a n z o , E n r i q u e S t o r t i , l a S a c c o n i — M a r í a B e l u t a e n el p a j e Oscar.-Saf/ó y G i u d i t t a G a l a z z i . - D i n o r a h , l a P e r a l t a y S t o r t i — X a Fòrza del Destino,—La Condesa de Amalfi.-Ruy Blas y la Castelli y Pozzo. — F u n c i o n e s n o t a b l e s y B e n e f i c i o s — L a Estrella del Norte.—Muerte de E d u a r d o G o n z á l e z e n E s p a ñ a . - L a s marionetas d e O m a r i n i e n el circo d e C h i a r i n i . — T e a t r o d e A m é r i c a y sus e s c á n d a l o s — E l T e a t r o d e I t u r b i d e es c o n v e r t i d o e n C á m a r a d e D i p u t a d o s — T e a t r o d e los A u t o r e s — C o m e d i a s m e x i c a n a s — F u n c i o n e s s u e l t a s de ó p e r a i t a l i a n a . — B a i l e e n la L o n j a o f r e 126 cido á D. S e b a s t i á n L e r d o CAPITULO X I I I — 1 8 7 3 — ' T e a t r o s d e C h i a r i n i y P r i n c i p a l — J a c a l o n e s — F u r o r e s
cancanescos.—Saraos y banquetes á Lerdo—Compañía de zarzuela de E m i l i a Leonardi: Caritina Delgado: F e r n a n d o Rousset: José Palou,—La antigua c o m p a ñ í a dramática en el P r i n c i p a l - L a zarzuela de Moreno y sus l u c h a s c o n l a d e l a L e o n a r d i — E l n i ñ o a r t i s t a R o m e o Dionesi.—Seg u n d a temporada de l a c o m p a ñ í a d e D. J o s é V a l e r o — L a c o m p a ñ í a V a l e r o e n el T e a t r o H i d a l g o — F i n d e l a temporada d e la L e o n a r d i . — L a c o m p a ñ í a V a l e r o e n el N a c i o n a l . — F u n c i o n e s n o t a b l e s . — D e s p e d i d a d e Var138 CAPITULO X I V — 1 8 7 3 — L a z a r z u e l a L e o n a r d i s e g u n d a vez e n e l Nacional.—Disg u s t o s y c o n t e s t a c i o n e s d e l a L e o n a r d i c o n sus e m p r e s a r i o s D e l f í n S á n c h e z y J u a n de la F u e n t e — F r a c a s o de la compañía Leonardi—Famosa comp a ñ í a d e ó p e r a y b a i l e d e l B a r ó n G o s t k o w s k i : l a Pascalis, l a G a l i m b e r ti, l a R e p e t t o , Z a c c o m e t t i y A r r i g o i t t i . - E l c u e r p o d e baile.—Sucesión d e fracasos—Bastonazos, gritos, sübidos—Escándalos m a g n o s y destrucc i ó n d e m u e b l e s y o b j e t o s d e l teatro.-Nuevos e s c á n d a l o s — E l p ú b l i c o dej a d e concurrir al segundo abono.—El circo Smith, N a t h a n s — L o s leones de Pierce.—Funciones de ópera por la dispersa c o m p a ñ í a Gostkowski.— E x p o s i c i ó n M u n i c i p a l e n la P l a z a d e A r m a s — T e a t r o d e l a E x p o s i c i ó n Zarzuela Moreno en el Principal.—Romeo Dionesi—La sociedad dramática A lianza,—Carlos Escudero.—Suicidio d e M a n u e l A c u ñ a : sus g r a n d i o sos f u n e r a l e s — E x c l a u s t r a c i ó n d e m o n j a s . — D i s g u s t o s p o l í t i c o s 148 CAPITULO X V — 1 8 7 4 . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a b u f a francesa: M a r í a A i m é e : l a S t a n i : Lecuyer: la Rolland.—Buen éxito de esa compañía.—Inauguración del T e a t r o del Conservatorio d e la Sociedad Filarmónica —Compañía de l a B. H . T.—T. I I I — 6 0
Págs.
Págs. Belaval y M u ñ o z e n el T e a t r o del C o n s e r v a t o r i o . - D e s c r i p c i ó n del lujoso t e a t r o del Conservatorio.—Opera en el j a c a l ó n de l a Exposición p o r los dispersos de l a c o m p a ñ í a Gostkowski y Cipriani.—El prestidigitador Bosco.—El circo Aymar.—Los artistas maravillosos F a y y Keller.—El gabinet e misterioso.—El espiritismo y el Diablo.—Los Fay y los Keller mexican o s - C o m p a ñ í a d e O p e r a de l a R e p e t t o , l a Galimberti y l a M a r c h e t t i — C o m p a ñ í a d e zarzuela d e P r a t s y C a r r a t a l á : la H u e t o , Palou, A l e j a n d r o Castro ;160 CAPÍTULO XVI.—1874.—Temporada de zarzuela P r a t s Carratalá.—El Potosí Submarino. - C o m p a ñ í a d e Manuel E s t r a d a e n el Principal.—Luisa Salgado, Sofía Calderón.—Comedias mexicanas.—Teatros menores, Circo, Salón Mabille y su Cancán escandaloso.—Principiase á l e v a n t a r el T e a t r o Arbeu.—Tercera t e m p o r a d a de D. José Valero, e n el Principal.—Reapert u r a d e Nuevo México.—La zarzuela P r a t s C a r r a t a l á . — F u n c i ó n p o r l a c o m p a ñ í a V a l e r o á beneficio d e las v í c t i m a s de l a g u e r r a carlista.—Composición de J u a n A . Mateos.—Estreno de la zarzuela Sueños de Oro en el N a c i o n a l — B u e n éxito de la c o m p a ñ í a V a l e r o . - D e s a f í o de los actores A m a t o y Molina y m u e r t e de éste.—Obras m e x i c a n a s . - D e s p e d i d a de D. José V a l e r o . - C o m p a ñ í a de ó p e r a italiana: l a P o n t i del'Armi: l a Gourieff: Azula; U t t o : L o m b a r d e l l i : la Arnoldi: S t r a g n i : Maffei: l a M a r c h e t t i . - L a c o m p a ñ í a i n f a n t i l de zarzuela: Carmen, G u a d a l u p e y Soledad Unda,— Exposición Municipal e n l a Alameda.—Lo3 jacalones.—Incendio del j a c a lón d e la Zarzuela.—Teatro de América.—Accidente a c o n t e c i d o á Francisco A . Lerdo con p r e t e x t o de su comedia El incendio del jacalón.— L a revolución en Michoacán.—Expulsión d e las H e r m a n a s de la Caridad. 169 CAPITULO XVII.—1874.—1875.—Noticias biográficas de Adelaida Ristori.—Su t e m p o r a d a e n el G r a n T e a t r o N a c i o n a l . - S u c o m p a ñ í a — O b r a s que puso e n escena.—Poco éxito d e aquella t e m p o r a d a . — L a c o m p a ñ í a M a r t i n e t t i Davis y sus p e r r o s s a b i o s . - M r . N a t h a n s y su Blae-Crook.-Escándalo y excitación que p r o d u j o l a expulsión de las H e r m a n a s de l a Caridad: P r o t e s t a s de las Señoras de G u a n a j u a t o y d e l a C a p i t a l . - I n t r a n q u i l i d a d política.—Beneficio de l a R i s t o r i . - D e s p e d i d a d e la Ristori.—Obsequios á l a e m i n e n t e trágica.—Breve juicio de su t e m p o r a d a e n México 180 CAPITULO XVIII.—1875.—Fallecimiento del a r t i s t a m e x i c a n o Miguel L o z a — F a l l e c i m i e n t o d e P i l a r Belaval.—La c o m p a ñ í a d e variedades S c h u m a n n . - I n a u g u r a c i ó n del T e a t r o Arbeu.—Compañía de zarzuela de Moreno.— C o m p a ñ í a d e ó p e r a italiana de I d a Visconti.—Temporada de zarzuela en Arbeu; l a Corro y P e p i t a y Cristina Plá.—La j o v e n colosal.—La sociedad Alianza.—La h u e l g a d é l o s e s t u d i a n t e s . - O p o s i c i ó n á Lerdo.—El violinist a J o s é W h i t e . — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a española d e Ceferino Guerra.—Ger a r d o López del Castillo en Nuevo México y en el Nacional.—Compañía de zarzuela Villalonga e n Arbeu. - E l proceso del Can-cán.—Compañía de zarzuela d e José Poyo y M a r t i n a Muñoz.—Terremotos e n Jalisco.—Gran espectáculo y concierto e n el Nacional á beneficio de las v í c t i m a s d e los terremotos.—Distinguidas aficionadas 191 CAPITULO XIX.—1875.—1876.—Funciones varias.—Compañía d r a m á t i c a d e E n r i q u e Guasp, subvencionada p o r el P r e s i d e n t e L e r d o d e T e j a d a — D e c r e t o o t o r g a n d o l a s u b v e n c i ó n . - C o m p a ñ í a Guasp.—Reseña d e su t e m p o r a d a . —Disgustos con los principales escritores.—Quejas y contestaciones— Los jacalones e n l a A l a m e d a . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a b u f a francesa: l a Geoffroy: L a Duparc.— B u e n é x i t o de l a c o m p a ñ í a bufa.—Obras de a u t o r e s 203 m e x i c a n o s estrenadas p o r Guasp CAPITULO XX.—1876.—La revolución de Tuxtepec.—Malestar público.—Desav e n e n c i a s e n t r e literatos y artistas.—El Olimpo y el Can-cán .—Norma p o r la Palmieri.—Obras m e x i c a n a s . — C o m p a ñ í a M o r e n o Villalonga e n Arbeu.—Manuel E s t r a d a y sus c o m p a ñ í a s dramáticas.—Reformas e n los t e a tros.—Les Martirios del Pueblo, d r a m a d e A l b e r t o Bianchi.—Progresos
d e la revolución.—Encarcelamiento d e Alberto Bianchi.—Escándalos y protestas q u e p r o d u j o l a prisión de Alberto Bianchi 214 CAPITULO XXI.—1876.—Obsequios á José P e ó n Contreras.—Comedias de autores mexicanos: Roberto Esteva: P e ó n Contreras: Antonio Zavala.—La sociedad Alianza.—Llegada de D. Carlos de Borbón á México.—Fiestas de que se le hizo objeto.—Entusiasmos de ios monarquistas.—El Rey legítimo de España.— C o m p a ñ í a d r a m á t i c a de la distinguida actriz M a r í a Rodríguez, l l a m a d a l a Ristori Española.—Intrigas c o n t r a l a n o t a b l e actriz. —Estreno d e La cadena de hierro, de Agustín Cuenca.—Un epílogo de amor, d r a m a de J u a n de Dios Peza.—Gran beneficio de María Rodríguez. Poesía de J u a n de Dios Peza —Despedida de M a r í a Rodríguez 224 CAPITULO XXII.—1876.—Comedias mexicanas,—Compañía Moreno.—Funciones d r a m á t i c a s de la Sociedad Netzahualcóyotl: J a v i e r a Romero, el Doct o r Peredo.—Concierto de l a Sociedad Alard.—Concierto de l a Sociedad Netzahualcóyotl dedicado á D. R a m ó n Terreros.—Estrenos de comedias m e x i c a n a s p o r E n r i q u e Guasp.—Compañía de zarzuela en Arbeu.—Caída del g o b i e r n o de D. Sebastián Lerdo de Tejada.—Función e n m e m o r i a de Isabel P r i e t o en el Principal.—Representación del d r a m a d e Alberto Bianchi, Los Martirios del Pueblo: ovación al autor.—Retirada de E n r i q u e Guasp.—Decaimiento de los espectáculos públicos.—Breves consideraciones acerca de la c a m p a ñ a t e a t r a l de 1875 y 1876 y del p e r í o d o l i t e r a r i o de 1867 á 1876 236
SEXTA P A R T E - D E 1877 A 1887. CAPITULO I.—1877.—Principios de l a administración tuxtepecana.—Maldita sea la reeíeceión,dramade Sóstenes Lira.—Teatros menores y jacalones.—Comp a ñ í a Cañete, Muñoz, Galza en Arbeu.— E l prestidigitador H a r t z y la pianista Mad. Hartz.—Sociedad Alianza: El Beso, d r a m a de Carlos Escudero.—Inaugüración d e l n u e v o Casino Alemán.—El Conde E r n é s t o Patrizzio de Castiglione.—La Condesa R i t a Gali. —Despedida de la C o m p a ñ í a Galza. —Compañía de zarzuela Poyo.—Funciones de l a Sociedad Netzahualcóyotl.—Compañía de zarzuela Moreno.—El prestidigitador H e r r m a n n — A cual más feo, zarzuela de L a u r o Beristáin.—La a r p i s t a española Esmer a l d a Cervantes. —Compañía de Opera I t a l i a n a de A n g e l a Peralta: la Vogri: l a Gianoli: l a Pizzani: Celada: F r a p o l l i : Villani: Pogliani: B a r b e r a t : Tamburini.—Otros t e a t r o s 251 CAPITULO H.—1877.—Reseña de l a t e m p o r a d a de l a ó p e r a italiana de la Peralt a . — Exitos y fracasos. — E s t r e n o d e Aida. — Fallecimiento de Eugenio Castera.—Comedias mexicanas.—Revistas en verso p o r Rafael F r a n c o — D r a m a , prestidigitación y ó p e r a en varios teatros.—Compañía Guasp en Arbeu 263 CAPITULO III.—1877.—1879. — T e m p o r a d a d r a m á t i c a de Guasp: estrenos de obras mexicanas.—Galza en el Principal.—Segunda t e m p o r a d a d e la c o m p a ñ í a d e ó p e r a b u f a de M a r í a Aimée.—Compañía d r a m á t i c a italian a d e l a distinguida a r t i s t a Giacinta Pezzana de Gualtieri.—Reseña de la t e m p o r a d a de la Pezzana.—Rosa Palacios, la calandria de Anahuac.L a Pezzana pasa del Nacional a l Principal.—Mal éxito m a t e r i a l de su temp o r a d a — Z a r z u e l a M o r e n o en A r b e u — E l P r i n c i p a l , la Democracia, Hidalgo—Ascensión aerostática d e l a Srita. A l e m á n — E l f o n ó g r a f o e n el t e a t r o — C o m p a ñ í a acrobática de la viuda de Buyslai: los A r a b e s beduin o s . — N u e v a t e m p o r a d a de S c h u m a n n — G r a n c o m p a ñ í a de ó p e r a còmi-
Págs. ca de P a u l Alhaiza: Alina Alhaiza: Matilde T h o m a s : Rosina Stani: la E d a n t : L u b e r t y : B o n h i v e r s : L e c u y e r . — R e s e ñ a d e la t e m p o r a d a d e a q u e l l a e x c e l e n t e c o m p a ñ í a . — H a y d é e : Los Mosqueteros de la Reina: Mignón, O p e r a de A . T h o m a s : su m a g n í f i c a i n t e r p r e t a c i ó n p o r l a c o m p a ñ í a A l 275 haiza CAPITOLO IV.—1879.—Estrenos e n A r b e u . — L a E s t u d i a n t i n a del C a s i n o E s p a ñ o l . — C o n t i n u a l a r e s e ñ a d e la t e m p o r a d a d e l a c o m p a ñ í a A l h a i z a : Niniche: l a Dama blanca: r e p e t i c i o n e s d e Mignón.—Compañía d e zarzuela M o r e n o . — C o m p a ñ í a A l h a i z a : Le Petit Due: Les amours du Diable: Le songe d'une nuit d'Eté.— Beneficio d e M a t i l d e T h o m a s . — B e n e f i c i o d e la n o t a b i l í s i m a A l i n a Alhaiza.—Beneficios d e L e c u y e r , d e B o n h i v e r s , d e L u b e r t i — D e s p e d i d a d e la c o m p a ñ í a Alhaiza.—Los sucesos p o l í t i c o s — M a n u e l E s t r a d a , el g r a n M i s t e r i o D e a v e s , y e l m a g n o e s c á n d a l o e n e l N a cional.—Cuarta t e m p o r a d a de la C o m p a ñ í a dramática de D. José Valer o e n el Nacional.— G u a s p e n el P r i n c i p a l . — P o c o é x i t o d e esa t e m p o r a da d e D. J o s é V a l e r o 285 CAPITULO V.—1S79.—1880.—Notable e s t r e n o d e El Paraíso dè Milton p o r E n r i que G u a s p — C o m p a ñ í a bufa francesa de Constant Lecuyer.—Función á beneficio d e l Asilo d e M e n d i g o s a c a b a d o d e f u n d a r p o r F r a n c i s c o D í a z d e León.—El p i a n i s t a F r e n c h e l . — F u n c i ó n á beneficio d e M a t i l d e T h o m a s . — F a l l e c i m i e n t o d e la d i s t i n g u i d í s i m a a r t i s t a M a t i l d e T h o m a s . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a i t a l i a n a d e A n g e l a P e r a l t a : la N a t a l i : C o n t i n i : R e i n a . — L a vuelta al mundo en ochenta días, e n e s p a ñ o l y e n francés, e n e l P r i n c i p a l y Arbeu.—Notable t e m p o r a d a de Guasp: estrenos: obras m e x i c a n a s — C o m p o s t u r a s d e aseo e n el N a c i o n a l . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a d e A n g e l a P e r a l t a : A n g é l i c a Rizzi: l a Zipilli: C a m e r o : Astori.—Zarzuela e n A r b e u — E l p r o f e s o r P i e t r o D ' A m i c o y la s o n á m b u l a J u a n a C a l e r o e n el N a c i o n a l . — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a d e J o s é Ortiz y T a p i a — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a y de baile Bernis-Burón: Domingo García: Sofía Alverá: A m a l i a L e p r i — Leopoldo Burón 396 CAPITULO VI.—1880.—Presentación d e l a C o m p a ñ í a B e r n i s - B u r ó n . - F u n c i o nes n o t a b i l í s i m a s . — H a m l e t . — L a vida es sueño.—La Redoma Encantada.— La Almoneda del Diablo—Gran o o n c i e r t o de l a Sociedad A l a r d . — B a i l e d e f a n t a s í a e n la casa d e l a S r a . G a r c í a T e r u e l . — S e p a r a c i ó n d e l a Alver á y r e f o r m a e n la c o m p a ñ í a B e r n i s - B u r ó n . —La p r e s t i d i g i t a d o r a Vict o r i a B e r l a n d . — E s t r e n o de La Venus Negra.—La Hija del mar e n A r b e u . —Obras m e x i c a n a s . — C o m p a ñ í a T a n g a s s i e n el N a c i o n a l — C o m p a ñ í a p o r tandas en el Principal: presentación de Josefina L l u c h — R e v i s t a del prim e r p e r í o d o p r e s i d e n c i a l del Gral. D. P o r f i r i o D í a z 305 CAPITULO VII—1880—1881—Gran C o m p a ñ í a d e O p e r a francesa d e M a u r i c i o G r a n — P a o l a Marié: Helene Leroux: la Albert: Mauras: Nigri: Duplan: M e z i è r e s — A b o n o b r i l l a n t í s i m o . — F u n c i o n e s n o t a b l e s : Madame Favart: La Filie du Tambour Major: Lepré aux cleros: Perichole: Carmen.-El coro: l a V a l l o t . — C o m p e t e n c i a s e n t r e los p a r t i d a r i o s d e la M a r i é y l a A l bert—Exitos de Paola. Marié—Exitos de la L e r o u x — G r a n función de beneficio d e P a o l a M a r i é — E n t u s i a s t a a c o g i d a d e l p ú b l i c o á a q u e l l a compañía 323 CAPITULO VIII.—1881—1882— C o m p a ñ í a a c r o b á t i c a d e E n r i q u e t a Z e l l e r — T e a t r o M e r c e d Morales.—Circo m e t r o p o l i t a n o d© los h e r m a n o s Orrin.— C o m p a ñ í a d r a m á t i c a e n el P r i n c i p a l : l a S e r v í n : L o r e a : S e g a r r a : E s t a n e rò: C a n t ó : M o n t o y a : P e d r o S e r v í n : l a C a ñ e t e . — C o m p a ñ í a d e z a r z u e l a e n A r b e u : p r e s e n t a c i ó n d e R o m u a l d a M o ñ o n e s . — P r i n c i p a l : El Oran Galeoto.—Gran c o n c i e r t o á beneficio del Asilo d e M e n d i g o s : l a d i s t i n g u i d a p i a n i s t a J o s e f i n a B r i t o : F e l i s a Stàvoli, E s t h e r P l o w e s — L a Guerra Santa.—El huracán de un beso, d r a m a d e A l f r e d o C h a v e r o — C o m p a ñ í a d e O p e r a de l a Rizzi, C a m e r o , A s t o r i y la N a t a l i — L a C u a r a n t a . — S e g u n d a t e m p o r a d a de la C o m p a ñ í a G r a u : l a M a r i é : la L e r o u x : la P r i v a t : M a u g e .
Págs. Los Mosqueteros en el Convento: Carlos VI, d e H a l e v y . —Favorita, por la P r i v a t . — D i v o r g o n s , p o r la M a r i é — S i j'étais Roi, d e A d a m — D e s p e d i d a d e l a c o m p a ñ í a — E l salto del pasiego.—Teatro H i d a l g o — E l circo Orrin 333 CAPITULO I X — 1 8 3 2 — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a d e D. P e d r o D e l g a d o : B a l b i n a Mar í n d e P r a d o — F e r n a n d a R u s q u e l l a — J o s é P r a d o — R e s e ñ a d e la t e m p o r a d a — C o m p a ñ í a M o r e n o M o ñ o n e s e n e l Nacional.—Circo Orrin.—El J o c k e y Club y l a s p r i m e r a s c a r r e r a s — C o n c i e r t o s d e o r q u e s t a dirigidos p o r e l M a e s t r o M o d e s t o J u l i á n — E l a c t o r S e g i s m u n d o C e r v i — Beneficio d e P e d r o D e l g a d o — L o s amores de Alarc&n, d r a m a d e C h a v e r o . — S e p a ración de D. Pedro Delgado—Beneficio de F e r n a n d a Rusquella—Func i ó n á beneficio d e E n r i q u e G u a s p — L a Ayesa.—Zarzuela Moreno,—El Bazar de C a r i d a d — F u n c i o n e s notables en provecho de la fundación del B a z a r — T a n d a s e n e l P r i n c i p a l — Los Sobrinos del capitán Grant.—La g r a n E s t u d i a n t i n a E s p a ñ o l a Fígaro y su c u a d r o d e z a r z u e l a : I s i d o r o P a s t o r : A d e l a i d a M o n t a ñ é s : J u l i a A c e d — S o r p r e n d e n t e e f e c t o d e l a Est u d i a n t i n a Fígaro 343 CAPITULO X.—1882—1883.—Nueva c o m p a ñ í a G r a u : l a T h e o : l a Derivis: l a Ler o u x : la P r i v a t : M a i r e : M a u g e : V í c t o r C a p o u l — E s t r e n o d e l a c o m p a ñ í a . —El t e n o r C a p o u l — M i g n ó n ; Romeo y Julieta; Pablo y Virginia.— H u e l g a d é l a s c o r i s t a s — E l v i o l i n i s t a R e m e n y L — B e n e f i c i o d e la T h e o — D e s p e d i d a d e l a c o m p a ñ í a G r a u — C o n t i n u a c i ó n d e los g r a n d e s é x i t o s d e l a E s t u d i a n t i n a Fígaro.—Retírase la Estudiantina dejando en México un c u a d r o d e zarzuela.—Circo O r r i n . — C o m p a ñ í a P a s t o r — F a l l e c i m i e n t o d e la antigua actriz Anita Cejudo. — Gran c o m p a ñ í a italiana de Adelaida Tessero.—El notable p r i m e r actor Angelo Diligenti—Funciones notables.—Mal éxito material de la c o m p a ñ í a Tessero 355 CAPITULO X I — 1 8 8 3 — P o b r e z a a r t í s t i c a d e las C o m p a ñ í a s e n t o d o s g é n e r o s : v a n i d a d y v u l g a r i d a d — Z a r z u e l a M o r e n o : C a r m e n Ruiz: L u i s Arcaraz.— C o m p a ñ í a d e z a r z u e l a d e Z a p a t a : C o n c e p c i ó n C a r r i ó n , l a L l u c h , la A c e d , C a r r a t a l á — L a Tempestad.—Gran C o m p a ñ í a d e O p e r a Defossez: la F o u q u e t : l a H a s s e l m a n s : l a Stoltz: T o u r n i é , D e l r a t : J o u r d a n — R e s e ñ a d e a q u e l l a l u c i d a t e m p o r a d a a r t í s t i c a : Hugonotes: La Judía: Favorita: Aida. —Bocaccio.—Quiebra del e m p r e s a r i o D e f o s s e z — O r r i n y el E l e f a n t e Romeo.— Q u i e b r a d e l e m p r e s a r i o Z a p a t a — Carmen, ó p e í a d e Bizet, e n españ o l y e n z a r z u e l a — O p e r a s azarzueladas.— Arbeu: Compañía dramática d e Alonso, E s c a n e r o y C o n c h a P a d i l l a . — I n a u g u r a c i ó n d e ! n u e v o T e a t r o Hidalgo—La Flaquer 365 CAPITULO X I I — 1 8 8 3 — L a e m p r e s a M o r e n o e n e l N a c i o n a l y e l P r i n c i p a l — M a n u e l E s t r a d a : Pirrimplín y l a Giganta.— C a s a m i e n t o d e R o m u a l d a Moñ o n e s — D u e l o p ú b l i c o p o r el f a l l e c i m i e n t o d e l a i n s i g n e A n g e l a P e r a l t a . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a i t a l i a n a d e N a p o l e ó n Sieni: l a D a m e r i n i , l a Pieri, R o s a P a l a c i o s , G i a n n i n i , V i l m a n t , Serbolini, l a B a r a l d i — L a m o n e d a d e n í q u e l . — G i a n i n i el bueno y Gianini e l malo,—Aplausos á Rosa Palacios. Carmen d e B i z e t c o n v e r t i d a e n pantomima taurina.—Tremendos motines originados por la moneda de níquel 374 CAPITULO XIII—1883—1884.—Opera Sieni: El Guarany, d e C a r l o s G ó m e z — Los demás teatros—Conflictos por la m o n e d a de níquel: quejas c o n t r a el c o m e r c i o e s p a ñ o l : l a casilla d e c a m b i o L l a m e d o : m i s e r i a s d e los e m p l e a dos— O p e r a Sieni: Beneficio d e R o s a Palacios: El Hebreo: D e s p e d i d a d e la C o m p a ñ í a . — C o m p a ñ í a d e ó p e r a i n g l e s a d e Hess: l a C a r r i n g t o n , l a E I s n e r , A p p l e b y , P e a k e s , L e t i t i a F r i t e h — M a r i t a n a , Pina/ore, Fatinitza y su s e r r a l l o — C l u b v e l o c i p e d i s t a . — L o Pasionaria, p o r la a c t r i z m e x i c a n a M a r i a n a R i v e r o — E l c a p i t á n K i n g — R e g r e s o d e l a C o m p a ñ í a i n g l e s a Hess. C o m p a ñ í a de ó p e r a d e M a u r i c i o G r a u : l a F o u q u e t : Lestellier: M a u g e : J o u r d a n . — M é r i t o s d e a q u e l l a C o m p a ñ í a y r e s e ñ a d e sus t r a b a j o s : Hugonotes, Favorita, Guillermo Tell, Trovador, Aida, El Profeta.—ha, Fou-
Págs. q u e t e n El corazón
y la mano, y e n Bocaccio,
tan admirable como en la
grande ó p e r a — M a l éxito material de la t e m p o r a d a 385 CAPITULO XIV.—1884—Circo O r r i n : p e l i g r o del d o m a d o r F e r r i s — P r i n c i p a l : de María Cañete—Contribuciones San Franco de Sena.—Fallecimiento e x a g e r a d a s y molestas: p o b r e z a y disgusto públicos: e x c i t a c i ó n d e los finimos—Efectos d e l a crisis: q u i e b r a del B a n c o d e l M o n t e p í o — Clubs políticos: c a n d i d a t u r a s : e s p e r a n z a s d e r e m e d i o v i n c u l a d a s e n la n u e v a p r e s i d e n c i a d e D. P o r f i r i o D í a z . — N a d a h a y q u e s a l v a r ' — Z a r z u e l a M o r e n o — L o s Bufos Salas.—Fracaso d e los Bufos—Manuel Estrada—Compañ í a d e z a r z u e l a d e A r c a r a z y P a l o u e n A r b e u . — E l Reloj de Lucerna.— M a n i f e s t a c i o n e s d e d e s c o n t e n t o con el G o b i e r n o — E s t r e n o del F e r r o c a r r i l C e n t r a l . — I n a u g u r a c i ó n d e la B i b l i o t e c a N a c i o n a l — F a l l e c i m i e n t o d e l 395 Sr. Peza CAPITULO XV—1884. - C o m p e t e n c i a s e n t r e l a e m p r e s a M o r e n o y l a d e A r c a r a z y P a l o u : b u e n a s f u n c i o n e s e n los t e a t r o s N a c i o n a l y A r b e u . - E l p i a n i s t a alemán Friedenthal—Concierto en el Conservatorio—La Orquesta Típic a M e x i c a n a d i r i g i d a p o r Carlos C u r t i — E s t r e n o s e n el N a c i o n a l y e n A r b e u — L a s fiestas d e S e t i e m b r e . - R e t i r a d a d e l a e m p r e s a d e A r b e u — P o b r e z a y disgusto p ú b l i c o s — M o t i n e s o r i g i n a d o s e n el p r o y e c t o d e c o n v e r sión d e l a Deuda Inglesa.—Falta de espectáculos artísticos 406 CAPITULO X V I —1884—1885—Nuevo p e r í o d o p r e s i d e n c i a l d e D. P o r f i r i o D í a z F i e s t a s d e los e s t u d i a n t e s — L a z a r z u e l a M o r e n o — E l Circo O r r i n — T e a t r o A r b e u — C o m p a ñ í a d e ó p e r a b u f a d e M. G r a u : l a T h e o : l a L e f o r t : Gaillard—Buen éxito de aquella mediana Compañía—Piezas dramáticas a l u s i v a s al conflicto de l a D e u d a I n g l e s a — F u n c i o n e s á b e n e f i c i o d e las v í c t i m a s de l a s i n u n d a c i o n e s e n E s p a ñ a . — P l a z a s d e toros.—Los t e a t r o s P r i n c i p a l y A r b e u y sus m o d e s t a s C o m p a ñ í a s . - C o m p a ñ í a d e L e o p o l d o B u r ó n e n el N a c i o n a l : D o l o r e s B a e n a p r i m e r a a c t r i z — C o m p a ñ í a d e z a r zuela Arearaz-Palou en Arbeu: A n a F e r r e r p r i m e r a tiple. - C o m p a ñ í a d e zarzuela de Felipe Caballero en el Principal: C a n t i n a Delgado. - N o t i f í c a s e á los H e r m a n o s O r r i n el desarme d e su Circo e n l a p l a z u e l a del Sem i n a r i o — N o t i c i a s d e a q u e l l a t e m p o r a d a de B u r ó n y d e A r c a r a z - P a l o u . — T e m p o r a d a del P r i n c i p a l '. 416 CAPITULO XVII—1885.—Reaparición d e R o m u a l d a M o r i o n e s e n la e s c e n a d e l N a c i o n a l — Z a r z u e l a e n A r b e u — E n el N a c i o n a l : Rip-Rip. -Traducciones y a r r e g l o s e n A r b e u . — L a s f u n c i o n e s Tnonstruas.—Ana F e r r e r se separa d e la C o m p a ñ í a d e A r b e u . - F u n c i o n e s á beneficio d e las v í c t i m a s d e l a s i n u n d a c i o n e s e n L a g o s — F u n c i ó n e n H i d a l g o á f a v o r d e l o s h i j o s d e Sol e d a d A m a t . — C o m p a ñ í a C e r v i - S e r v í n e n e l P r i n c i p a l — D e s p u é s de la muerte, d r a m a de M a n u e l J . O t h ó n — O t r a s o b r a s m e x i c a n a s : Margarita, d e J u l i o E s p i n o s a : La mejor venganza, d e E d u a r d o N o r i e g a : Un viaje al otro Mundo, d e J o s é Vigil y R o b l e s — L a d i s t i n g u i d a a c t r i z E m i l i a T o s c a n o . - E l Conde Patrizzio—Mde. Berland—Comedias mexicanas—Comp a ñ í a d e ó p e r a i t a l i a n a d e N a p o l e ó n Sieni: A d e l a Gini: E l i s a Bassi: Clem e n t i n a D e Vere: Pizzorni: P o g l i a n i : Quintilli L e o n i — M é r i t o s d e e s a Comp a ñ í a y n o t i c i a de s u s m á s n o t a b l e s f u n c i ó n es: Gioconda.—Manuel M ú g i c a . 426 CAPITULO X V I I I — 1 8 8 5 — L a s fiestas d e S e t i e m b r e — T r d v i a t a : P r e s e n t a c i ó n del a r t i s t a m e x i c a n o A d r i á n G u i c h e n n é — B e n e f i c i o de l a Gini: i n c i d e n t e c o n la B a s s i — B e n e f i c i o d e A d r i á n G u i c h e n n é — D e s p e d i d a d e l a C o m p a r ñ í a Sieni.—Arbeu: C o m p a ñ í a S o l ó r z a n o y L ó p e z — E s c r i b i e n d o un drama, m o n ó l o g o de J u a n d e Dios P e z a — C a l u m n i a , d r a m a d e J u l i o E s p i n o s a — Divorqons, t r a d u c c i ó n d e J . R . d e l C a s t i l l o — B e n e f i c i o p a r a el Asilo d e M e n d i g o s : La Mascota p o r u n g r u p o de aficionados: A n g e l a y T e r e s a I t u r r i a : E . M ú g i c a : E . F a r e l l : J o s é VigU y R o b l e s . — C o m p a ñ í a s v o l a n t e s . C o m p a ñ í a j a p o n e s a y de variedades, de Chas. Comelli—Compañía de o p e r e t a d e M . G r a u : A n a J u d i e — F u n c i o n e s n o t a b l e s : l a s peteneras españolas cantadas por la Judie.—El invierno—Revista política. 436
CAPITULO X I X — 1 8 8 6 . — C o n t i n ú a n l a s n o t i c i a s d e l a b r e v e t e m p o r a d a d e la J u d i e — La Roussotte: La Cosaque: La, Femme à Papá: Paipleuré: Oui, Papá: las peteneras.—Entusiasta d e s p e d i d a á l a J u d i e — Sequía artística.— L a E s t u d i a n t i n a O r i z a b e ñ a — E l p r o f e s o r W h e l e r : la Ayesa.—Los Dioses de papel, d e J u a n A . M a t e o s — Z a r z u e l a A r c a r a z P a l o u e n el N a c i o n a l : A n a F e r r e r , C a r m e n Ruiz, P i l a r Q u e s a d a , A d e l a i d a M o n t a ñ é s . — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a B u r ó n e n A r b e u : D o l o r e s B a e n a , J o s e f i n a Duclós, M a t i l d e N a v a r r o — C o m p a ñ í a S e r v í n e n el P r i n c i p a l — T r a d u c c i o n e s de Le Maitre de forges, d e J . Castillo y G. L a r r a ñ a g a — T e m p o r a d a B u r ó n — T r a d u c c i ó n d e Hamlet p o r M a n u e l P é r e z B i b b i n s y F r a n c i s c o L ó p e z C a r b a j a l — G r i seldis, t r a d u c c i ó n d e F . J e n s — B u e n é x i t o m a t e r i a l — B u e n a t e m p o r a d a d e A r c a r a z P a l o u e n e l N a c i o n a l — Un paseo en Santa Anita, d e J u a n d e Dios P e z a y Luis A r c a r a z — M a n u e l E s t r a d a y la a c t r i z M a r í a di P r a t o — C o m p a ñ í a d r a m á t i c a Solórzano en Arbeu: E m i l i a Toscano: M a r i a n a Rivero: M a n u e l C a m p u z a n o . - C o m p a ñ í a d e ó p e r a i t a l i a n a de N a p o l e ó n Sieni: A d e l a Gini: R o s i n a A i m ó : l a S v i c h e r : la R a m b e l l i : R u b i s : Lombardi: Aragó: De Bengardi—Buen principio de t e m p o r a d a — M a n u e l E s t r a d a y sus f u n c i o n e s monstruo.—Estudiantina hispano-mexicana Talía: sus m u y n o t a b l e s c o n c i e r t o s CAPITULO X X . — 1 8 8 6 — C o n t i n u a c i ó n d e l o s b u e n o s é x i t o s d e l a ó p e r a S i e n i — E l d e s a s t r e d e Carmen-, l a M a c a p a g a l .—Don Carlos, d e Verdi.-—Norma, á b e n e f i c i o d e M a n u e l M ú g i c a — D e s p e d i d a d e la ó p e r a S i e n i — E l D o c t o r N i c o l a y y Miss. R o s s i n a — C i r c o d e los h e r m a n o s O r r i a e n la p l a z u e l a d e S a n t o D o m i n g o . — F a l l e c i m i e n t o de E m i l i a T o s c a n o — A n u n c i o de l a e x c u r s i ó n a r t í s t i c a d e A d e l i n a P a t t i — M a r c u s R. M a y e r , a n u n c i a y a b r e abono—Entusiasmo público.—El campo de A g r a m a n t e en la Contaduría d e l N a c i o n a l — J u e g o á l a Bolsa con los billetes d e a b o n o — E n t r e v i s t a s del G o b e r n a d o r del D i s t r i t o c o n M a r c u s R . M a y e r . — P o r si acaso.—Sustos y temores desvanecidos por el correcto agente del poderoso A b b e y — E l llavero del H o t e l I t u r b i d e — ¿ D ó n d e d o r m i r í a M r . Mayer?—¡Qué c h a s c o aquel!—El falso Mayer—Gran ingenio y gran picaro—Desafío de prestid i g i t a c i ó n f r a n c o - g r i e g o - m e x i c a n o — E l verdadero M a r c u s R . Mayer.— Verdaderos p r o s p e c t o s d e la verdadera v e n i d a d e A d e l i n a P a t t i . — L i s t a d e la C o m p a ñ í a . — E l e v a d o s p r e c i a s — R e n o v a c i ó n del e n t u s i a s m o p ú b l i c o Llega á México Adelina Patti.—Solemne recibimiento y acogida h e c h a á la Artista
PN2311 04 1895 v .3
1020133809 FPM
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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEON CAPILLA A L F O N S I N A
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BIBLIOTECA UNIVERSITARIA