CORREO
Vol. XIII, nĂşmero 122, 15 de diciembre de 2012
Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural
de las Culturas del Mundo
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Correo de las Culturas del Mundo
Director Leonel Durán Solís
Editor Mariano Flores Castro
correodelasculturas@gmail.com
Correo de la Culturas del Mundo, Año 2012, No. 121, (1º de dic. de 2012), es una publicación quincenal
editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Córdoba 45, Colonia Roma, C.P. 06700, Delegación Cuauhtémoc, México, Distrito Federal. Editores Responsables: Leonel Durán Solís y
Mariano Flores Castro. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo: 04-2012-091912305300-203. ISSN: en
trámite. Domicilio de la publicación: Moneda 13, Centro Histórico de la Ciudad de México Distribuidor: se distribuye por vía electrónica correodelasculturas@gmail.com. Este número se publicó el 15 de diciembre de 2012. ©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.
Publicación fundada el 15 de agosto de 2007.
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En este número: • El Homo Floresiensis llamado Hobbit • Museo Subacuático de Arte • El apóstol Santo Tomás en América. • Regreso a casa. Sergio Raúl Arroyo, Director General del INAH • Los infortunios fértiles de la historia • Antropología de la imaginación • Conversando de arte con Jean Baudrillard 3
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Antropología
Homo floresiensis/Hobbit por Gemma Negro
SYDNEY:
Una aproximación de la cara del Homo floresiensis (el ‘hobbit‘), basado en los restos de una hembra de la especie de homínidos antiguos descubiertos en Indonesia en 2003. Crédito: Susan Hayes, Universidad de Wollongong
La cara de una especie de homínidos antiguos de baja estatura llamado Homo floresiensis –y apodado el “hobbit”– se ha dado a conocer en una conferencia en Australia. La antropóloga de la Universidad de Wollongong, en Nueva Gales del Sur, Susan Hayes, creó una «aproximación facial» de cómo era probablemente el homínido arcaico (en la imagen a la izquierda) con los restos de una mujer fechados entre 18,000 y 38,000 años de antigüedad, descubiertos en la isla indonesia de Flores en 2003. “En los medios de comunicación a menudo se denomina ‘reconstrucción facial, pero dado que me he basado en la evidencia y que trabajo en la ciencia arqueológica, preferimos ‘aproximación facial” el plazo “, dijo Hayes en un comunicado. 5
Ya extinto, el Homo floresiensis fue un homínido de corta estatura con un cerebro pequeño, con los dientes prominentes y los pies relativamente grandes para su altura, de ahí el apodo. “Me ha dado un poco más de lo que había previsto [y] ha provocado más de un dolor de cabeza en el camino, pero estoy contenta tanto con el desarrollo metodológico como con los resultados finales”, dijo Hayes. “Ella no es lo que se dice bonita, pero es definitivamente distintiva.” Hayes tiene experiencia en ciencia forense y ha aplicado los mismos métodos de aproximación facial en el trabajo con los detectives de homicidios para identificar los restos de las víctimas de asesinato. La Conferencia Arqueológica Australiana se celebró en Wollongong, Nueva Gales del Sur, del 9 al 13 de diciembre. Fuente: http://www.cosmosmagazine.com/ news/6255/hobbit-face-revealed 6
Museos
Museo Subacuático de Arte
Este fascinante museo está compuesto por una serie de esculturas de Jason deCaires Taylor las cuales fueron colocadas bajo el agua frente a la costa de Isla Mujeres, muy cerca de la península de Yucatán, al sureste de México. El proyecto MUSA (Museo subacuático de Arte) se inició en noviembre de 2009 con la colocación de un centenar de estatuas en las aguas poco profundas del Parque Nacional Marino de Cancún. En la actualidad se compone de más 450 esculturas de tamaño real.
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La duda de Santo TomĂĄs, relieve del claustro de Santo Domingo de Silos, EspaĂąa. 8
Leyendas
El apóstol Santo Tomás en América por Alberto Gamarra
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tanto por la Iglesia Católica como por la Ortodoxa, Judas Tomás Dídimo ha pasado a la posteridad por ser uno de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret, de quien la tradición ha hecho que fueran primos de segundo grado. En su origen era un pescador del mar de Galilea de carácter depresivo y pesimista, destacando por su incredulidad, la cual le llevo a dudar de la Resurrección de su maestro. La Iglesia le ha atribuido la evangelización de las regiones orientales allende el Imperio Romano, en especial de Siria, Persia e India, donde tras una vida de predicación murió en Mylapore, localidad de la actual ciudad de Madrás. Desde el siglo XVI, comenzaron a circular versiones sobre una hipotética evangelización del apóstol Santo Tomás entre los nativos del Nuevo Mundo mucho antes del descubrimiento de América por Colón. La base de esta leyenda, introducida posiblemente en el continente sudamericano por los jesuitas, se encuentra en el recuerdo de los “indios predicadores”, santones hechiceros nativos y la certeza de que el apóstol habría predicado por Persia, Etiopía y las Indias Orientales. La mención más antigua de la leyenda conocida aparece en una obra alemana ”Zeitung aus presillig (Brasilig) landt” y se reduce a unas lineas: <<…Notamse nesta gente reminiscencias de S. Thomé.>>. El verdadero impulsor de la leyenda fue Manuel de Nóbrega, (1517-1570) un misionero jesuita, fundador de las misiones de Brasil y primer obispo de la diócesis brasileña, quien en una carta dirigida en 1549 desde Salvador de Bahía al canonista de origen navarro Martín de Azpilcueta (1493-1586), en la que relataba que en muchas regiones brasileñas se daba por cierta la predicación de Santo Tomás por esas tierras. Años más tarde, ENERADO COMO SANTO
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el propio Nóbrega hallaría unas supuestas huellas de Santo Tomás, parecidas a las que el apóstol había dejado en Ceylán. Otro participante en la leyenda fue el también hijo de San Ignacio Antonio Ruiz Montoya (1538-1652), uno de los principales misioneros jesuitas en el Paraguay, quien para subsanar el problema que planteaba la improbabilidad del viaje transoceánico del apóstol, defendió que Santo Tomás había llegado a la Bahía de Todos los Santos en: <<…embarcaciones romanas que por la costa de África tenían comunicación con la América o por milagro, que se puede tener por más cierto>>. El último resplandor de la leyenda la protagonizaron tres mexicanos: el matemático e historiador Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), quien defendió que el apóstol Santo Tomás no había predicado en la India sino en las Indias, poniendo como argumentos que el recuerdo de su figura había pervivido a través del dios mesoaméricano Quetzalcóatl; José Ignacio Borunda (1740-1800), abogado nacido en Querétaro, publicó un alucinante escrito ”Clave historial” a raíz del descubrimiento de ciertos objetos prehispánicos en la Plaza de la Constitución de Ciudad de México en 1790 en el curso de unas obras de remodelación, donde propugnaba de nuevo la síntesis Santo Tomás-Quetzalcóatl además de sostener una delirante teoría según la cual un famoso cuadro de la Virgen de Guadalupe estaba pintado sobre la capa del apóstol; y finalmente, el padre dominico Servando Teresa de Mier (1763-1827), quien aceptó las teorías de Ignacio Borunda exponiéndolas en un famoso sermón que pronunció en Ciudad de México el 12 de diciembre de 1794 ante numerosas autoridades novohispanas, entre las que se contaban el Virrey y el Arzobispo de México, y que le valió un destierro por diez años a la localidad cántabra de Las Caldas, ya que había cuestionado la legalidad de la conquista castellana del continente americano. Ya se palpaban en el ambiente las ideas revolucionarias que desembocarían en las guerras de independencia hispanoamericanas. Fuente: http://historiadeamerica.wordpress.com/category/leyendas/ 10
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Nombramiento
Regreso a casa
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on generalizado beneplácito y sonoros aplausos se ha recibido la noticia del regreso de Sergio Raúl Arroyo a la dirección general del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Y el revuelo no es para menos, pues se trata de “alguien de casa”, poseedor de una sólida preparación académica, inquieto estudioso de la diversidad cultural internacional, dueño de un carácter nada dócil frente a ciertas frivolidades del poder y, por encima de todo, dispuesto a conciliar las modalidades de un liderazgo moderno con las legítimas aspiraciones de sus compañeros de trabajo en todos los niveles. En el ambiente se perciben aires de renovación y bien ponderadas expectativas. Hasta ahí todo es promisorio, pero no faltan quienes alertan sobre el peligro de que México pudiera ser arrastrado por economías que basaron su pretendida infalibilidad en el dogma mágico-religioso de las leyes del mercado. El patrimonio que estudia y difunde el INAH no puede someterse a una lógica enganchada a intereses marcadamente ajenos a nuestra identidad como nación. Con claridad lo ha dicho el propio etnólogo Arroyo: “…me parece que debemos ampliar nuestra visión de lo que es el mundo mexicano, no pensar exclusivamente en lo que está siendo redituable en el sentido turístico”. Sergio Raúl regresa a casa tras un intervalo que para algunos observadores fue resultado de desacuerdos infranqueables que pusieron a prueba su insobornable espíritu crítico, su férrea integridad y templanza ejemplares. Por éstas y más razones, saludamos con genuino afecto al ser amigable y sencillo cuya seriedad en el ámbito laboral no se aviene con ninguna forma de autoritarismo, al eficaz funcionario que llega a su actual responsabilidad merced a un proyecto necesario, viable, y naturalmente benéfico para las presentes y futuras generaciones de ésta nuestra muy compleja urdimbre social, a la vez múltiple y única. 12
Perfil
Repensar el INAH
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aúl Sergio Arroyo García (1953) nació en la ciudad de México; es egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (E N A H ), donde se tituló como Licenciado en Etnología y cursó el Doctorado en Antropología y Arte. Ha desempeñado los cargos de Director General del INAH (2000-2005); Director General del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la Universidad Nacional Autónoma de México (20062012), del que es fundador; Secretario Técnico del INAH (1997-2000) y Director de la Fototeca Nacional (1995-1997). Ha sido profesor en la ENAH y en numerosos centros de educación profesional; ha impartido conferencias y cursos en México y en una decena de países más. Asimismo ha sido organizador y promotor de proyectos museográficos como el Memorial del 68 (2007), El legado del exilio español en la ciudad de México (2010), Tiempo universitario (2010), Faraón (2005), España Medieval (2005), Cuerpo y cosmos (2004), México: una jornada en la tierra de los dioses (2002), África (2002) y diversas muestras presentadas en museos como el Hermitage, la Royal Academy, la National Gallery, el Museo Guggenheim, etre otros. Ha sido colaborador de revistas y suplementos culturales, como Letras Libres, La Jornada Semanal, Cultura Urbana, Nexus de Barcelona, Luna Córnea, Revista de la Universidad y miembro fundador de Cuicuilco, Espiral y Alquimia y Museos de México y el mundo. Es autor de libros como Andrei Tarkovsky: tiempo sagrado, tiempo profano; Aproximaciones a la modernidad; Un lugar en el Sol y otros ensayos; Crónica del graffiti en la ciudad de México, así como Historia de México a través de 13
la fotografía. Asimismo, es coautor de Mirada y memoria, el libro sobre los fotógrafos Casasola. Es miembro del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, así como de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas. Recibió la condecoración de la Orden Isabel la Católica del gobierno de España en 2006, y en 2009 obtuvo el Premio Miguel Covarrubias por el Memorial del 68. Reciente es la publicación que impulsó sobre la Colección Stavenhagen, radicada ahora en el CCU Tlatelolco, que recibió el premio de la Cámara de la Industria Editorial como el mejor libro de arte de 2011. Su trabajo en el campo de la imagen ha abarcado numerosos temas. Entre 2009 y 2011 participó en proyectos como Renau. Compromiso y cultura, Koudelka, Fotoperiodismo del 68 y Zona sísmica. Fuente: INAH
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Historia
Los infortunios fértiles de la historia por Leonel Durán Solís LUIS BARJAU: NÁUFRAGOS ESPAÑOLES EN TIERRA MAYA. RECONSTRUCCIÓN DEL INICIO DE LA INVASIÓN. INAH, MÉXICO, 2011, 160 PÁGS.
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llevó a cabo una investigación etnohistórica de campo inductiva, con resultados espléndidos. Se trata de una obra de madurez, bajo la condición de su largo desarrollo personal: inteligente, afectivo y sensible, que no le impide la construcción objetiva de historiador sin que la emoción lo impida, pero que libera también al poeta que es, y por ello se expresa como lo hace en este libro: Náufragos españoles en tierra maya. El antropólogo no llega a este tema por casualidad. ¡Vaya si lo fuera! El azar no explicaría cinco años de trabajo de investigación y de campo. Se trata de un trabajo lento y cauteloso para construir este bello libro. ¿Qué hacer cuando los documentos fidedignos son escuetos en contraste con las novelas escritas sobre el tema? De inicio, la documentación es dispersa, fragmentada, por lo que tuvo que unir cada trozo, como lo hacen los artesanos, para que el tejido terminado le proporcionara una manta de certidumbres. ¿Cómo ubicar a esos dos hombres, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, que se inscriben en nuestra L ANTROPÓLOGO LUIS BARJAU
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historia por un naufragio que trastornó radicalmente sus vidas, y que constituyen un presagio terrible? El inicio de una invasión, de un genocidio de magnitudes inimaginables. Ambos personajes son los protagonistas principales de un drama agudo, de gran intensidad, en el que buscan su salvación: Jerónimo de Aguilar en la mansedumbre total y la ignominia como esclavo busca sobrevivir y conservar al mismo tiempo su visión de la vida, sin mudanzas en sus valores que son los del seminarista que no se atreve a cambiar y que resiste todas las tentaciones del mundo, así sea la de una belleza palpitante de juventud. Por ello, al ser liberado, no duda un solo momento en incorporase a las huestes de Hernán Cortés y servirle sin nostalgias, tristezas y menos añoranzas de las gentes que lo sujetan durante ocho años, pero le perdonaron la vida. Jerónimo Aguilar buscó redimir, ser redentor de los hijos de Dios (los europeos) pero no tuvo la capacidad de redimirse a sí mismo. El otro náufrago, Gonzalo Guerrero, es el personaje opuesto: hombre de mar que se hace un hombre de la tierra, sí, de la nueva tierra, de la que todo le atrae y a tal grado que las nostalgias desaparecen: modifica o casi olvida su idioma materno, adorna su cuerpo tal 18
como adornan los mayas sus cuerpos; adquiere otra lengua y otra cultura que expresan otros pensamientos, otra manera de ver la vida, con nuevos valores. Se sumerge en totalidad en el nuevo mundo: ama la vida y ama a Yxpilotzama, su esposa y a sus hijos. Es un capitán de hombres libres. El libro está tan bien escrito y construido que serviría como texto para el desarrollo de una obra dramática, con los siguientes escenarios: Primera parte • La España del Siglo XVI. • El mundo maya. • El naufragio y la suerte de los sobrevivientes: Jerónimo de Aguilar y Gonzálo Guerrero. • Los tres viajes a Mesoamérica: Hernández de Córdova, Juan de Grijalva, Hernán Cortés. • Aguilar y Guerrero ante Cortés.
Las transformaciones de Gonzalo Guerrero
Segunda Parte • El conquistador y el indiano • Efectos contemporáneos • Dos versiones desniveladas y equidistantes: Fr. Joseph de San Buenaventura y Fernando Savater. Veamos ahora el libro de Luis Barjau desde otro enfoque: El planteamiento del tema se establece en la Introducción y relaciona el pasado histórico con el presente del Estado de Quintana Roo, al calificarlo como “Una entidad apresurada por validar su identidad”, cuna del mestizaje nacional, proceso humano que se inició hace 500 años, y que es un hecho del presente para Quintana Roo. Proceso que comienza con el enfrentamiento de dos mundos culturalmente diferentes, y ejemplo de dos tendencias identificables por sus diferencias, y que a lo largo de no pocos siglos las tendencias de origen se desarrollan divergentes: para unos su modelo es el dominio y el control de los otros, los “diferentes”; y para los otros –que se asumen como lo que son: mestizos– la historia les permitirá construir una nueva nación; una historia que fluye en un presente continuo, como es el caso de Quintana Roo, cuyos
habitantes ya no son náufragos, sino mexicanos provenientes de diferentes latitudes de nuestro país. El libro de Luis Barjau es, pues, una revelación que se muestra fundamental para conocer, entender y valorar el presente y la dirección de futuro de los habitantes todos de Quintana Roo. Desde la introducción, nuestro autor muestra el naufragio de origen y a los dos supervivientes, suceso que considera el inicio de la invasión: dos destinos personales que pasados pocos años llevarán al ‘naufragio’ o colapso de la civilización mesoamericana. Eso es lo que representan Jerónimo de Aguilar y Gonzálo Guerrero: con este último el nacimiento de los “primeros mestizos históricos con una mujer de la tierra” en lo que hoy llamamos Quintana Roo. Repito: un fenómeno humano que se inicia en 1511 y que en nuestro presente continúa como mestizaje humano y cultural pero también de las orientaciones básicas, en el surgimiento histórico de dos paradigmas: el de los mestizos que constituyen y afirman una identidad propia y el otro en el que sólo se aprecian la identidad cultural y los valores de otros dominadores lejanos o próximos. Frente a lo anterior resulta extraordinariamente importante “la exploración 19
de la memoria” que el libro de Luis Barjau nos proporciona, como la “fuente” invaluable para entender nuestro origen histórico, pero también “para observar los procesos de construcción ideológica en la zona”. Su estudio tiene tres puntos constitutivos: a) Cómo se dio la comunicación entre los dos mundos culturalmente diferentes. b) La profunda integración de un español en el “nuevo mundo”. c) El mestizaje que, como dice el mismo Barjau, “con la exploración del Caribe ofrecerán un ejemplo de la integración y el surgimiento de la identidad latinoamericana”. Se trata de una visión que no fragmenta su singularidad y que sienta la 20
base para otros estudios comparativos en nuestro continente, los que permitirían identificar las especificidades regionales, con una dialéctica que se prolonga hasta el presente. El principio está en esas tierras donde surgió “la historia de la nación mexicana”, con opuestos en interdependencia, y resultados crecientes en una gran síntesis. En las tierras de Chetumal surgieron los prototipos que se manifiestan a lo largo de nuestra historia, si bien atenuados después de 500 años: los hijos de nuestros abuelos en Quintana Roo hoy provienen en su mayor parte de las distintas latitudes de nuestro país. En la primera parte me llaman particularmente la atención las capacidades de síntesis del autor. Pero, no se vaya a malinterpretar: no se trata de síntesis monográficas, o resumen de una época. No. Aquí se trata de una síntesis de variables significativas, cualitativas, sólo posibles como resultado de un largo proceso de investigación y de reflexión que le permite a Luis Barjau en unos cuantos trazos presentarnos la estructura social y política en el siglo XVI de España, en la que se inscriben los hechos concernientes a Jerónimo de Aguilar y Gonzálo Guerrero. Aquí vemos claramente la importancia que
tuvo de manera temprana el mestizaje en aquella España, desde sus elementos étnicos constitutivos: iberos, griegos, cartagineses o fenicios, romanos, godos, ostrogodos, visigodos, judíos y musulmanes y otras etnias, con una multiplicidad de credos y religiones. Una España de diversidades aún presentes y acentuadas, llámense como se quiera llamarles: gallegos, vascos, catalanes, valencianos, castellanos, andaluces, etc., etc. Resulta interesante constatar, en esta lectura, que esa hibridación se da, desde hace más de 1000 años, aun en las familias más linajudas de la aristocracia española: Ramiro II, rey de León (950), Alfonso VI, don Sancho y muchos nombres más de las más ilustres casas españolas. Esa inclinación nos permite entender también que lo fundamental en nuestras tierras es el mestizaje. Hoy nadie puede negar que dicho mestizaje encuentra su almendra originaria en el Caribe; también con Hernán Cortés y su hija taina, se acentúa con la prodigiosa Malintzin y explica a un Gonzálo Guerrero como hombre de audacias amante de la libertad, que logra abrirse un espacio no sólo de supervivencia sino de integración cultural e ideológica entre los mayas de aquel tiempo. Por eso mismo, Gonzalo Guerrero puede ser considerado el origen
primigenio de nuestro mestizaje, al que renuncia a tal punto que lucha contra sus representantes y muere en ese empeño en tierras de lo que hoy llamamos Honduras; resistencia renovada por sus hijos, los primeros mestizos. Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar muestran dos conductas polarizadas en la antinomia y aun en la incompatibilidad. Conductas que se repetirán a lo largo de la historia de la Nueva España, en el México Independiente y sus secuelas a lo largo de nuestra historia. También nos permite entender las contradicciones crecientes en la Nueva España entre los peninsulares y los criollos nacidos en estas tierras. Por otra parte, el nuevo mundo queda tan lejano de España que los expedicionarios, conquistadores y colonizadores ignoran normas y prohibiciones de la Corona y las órdenes religiosas son transgredidas con enorme facilidad o no se tomaban en cuenta. El pragmatismo es lo que cuenta. Luis Barjau nos ilustra acerca de otros hechos y circunstancias políticas, por ejemplo, las rivalidades entre países y las órdenes religiosas, el clero, el papel de la magia y la guerra en Europa, la amenaza de los turcos, el luteranismo, y muchas otras más. También contrasta 21
algunas profecías europeas con las profecías y augurios nefastos que vive Moctezuma II (ver pág. 27, infra). Y Luis Barjau continúa informándonos sobre las interrelaciones políticas, redefinidas por los matrimonios, el papel de los bancos y sus beneficios: las enormes cifras que se pagan a los banqueros (siglos XV y XVI): ¿alguna semejanza con las situaciones contemporáneas? Este capítulo, al igual que cada uno de los que desarrolla nuestro autor, son redondos o completos en sí mismos; pueden abordarse como piezas únicas y suficientes en sí mismas; no obstante, lo atractivo es que cada capítulo se articula a los demás de una manera coherente y armoniosa, lo que permite ubicar y comprender a los personajes y los hechos históricos de mejor manera. El segundo capítulo referido al mundo maya, que nos presenta Barjau es por sí mismo toda una lección para acercarse al conocimiento de ese mundo y en poquísimas páginas nos lleva con gran pericia a entender sobre todo a los informados sobre el tema las características básicas de los cuatro reinos de los mayas y el panteón de deidades que rigen su concepción del universo y cosmogonía. Y todo ello es posible merced a una extremada economía del 22
lenguaje, en donde constatamos que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, como decía el clásico español Baltazar Gracián en su obra Oráculo manual y arte de la prudencia. Se diría que Luis partió de una visión del siglo XVI para entender ambos mundos: la muy intrincada arquitectura social de España y la no menos compleja sociedad maya en la que se ven inmersos los dos insignes náufragos. Se trata del capítulo más extenso, donde el autor explora el destino posterior de estos dos sobrevivientes, el drama de sus vidas –por así decir– arrojadas a las riberas del Caribe de las aguas azul turquesa y su desesperada lucha por asimilar una cultura que de entrada les es totalmente ajena, pero que poco a poco van aceptando. Todo aquello escrito por un experimentado autor que antes ha empuñado la pluma como virtuoso poeta y novelista. Pero, en mi opinión, lo más notable es que aquí el lirismo no ha prevalecido sobre el rigor historiográfico ni los altos vuelos estilísticos han opacado la precisión del edificio académico, vivaz y aleccionador al punto que hace disfrutar y aprender a un mismo tiempo. Afirmo también que el significado del naufragio no podría entenderse
fuera del contexto de los viajes que van surgiendo desde la isla Española a raíz de disputas y luchas de poder, el prestigio y la gloria. Es decir, que los protagonistas principales de esta narración histórica se vieron literalmente obligados a abandonar sus caribeños lugares de origen. Lo cual nos recuerda asimismo tres viajes fundamentales: el de Francisco Hernández de Córdova, el de Juan de Grijalva y, por supuesto, el de Hernán Cortés, quien cada vez más se aproxima al continente, hasta iniciar su exitosa y funesta andanza desde Cozumel y tierras de Tabasco. Y es en medio de esas campañas que el gran capitán encuentra a Malintzin, personaje imponente y legendario que ha dado lugar a otro gran libro de nuestro autor, La conquista de la Malinche. La segunda parte del libro es menos extensa, pero permite al etnohistoriador acercarse al tema también con una óptica de perspicaz sociólogo. Su estudio no se detiene en los hechos históricos sino que va a los efectos contemporáneos, en particular lo que se
conserva en la memoria de los habitantes de Quintana Roo. Esto es, la saga o recuento legendario de las peripecias de Gonzálo Guerrero han servido para erigir y apuntalar la identidad cultural de los quintanarroenses desde las aulas de las escuelas primarias. En loable acción de rescate, el Congreso del Estado ha dispuesto la creación pictórica de murales que describen esa historia, y asimismo se compone de un himno para que desde la infancia, en celebraciones cívicas y otros sucesos se afirme esa identidad. Naturalmente, estos hechos se relacionan con la fuerte presencia de la población maya y la valoración de sus sitios arqueológicos. Finalmente, sin entrar en detalles, quiero referirme al autor como un académico riguroso que pone sobre una mesa crítica las fuentes históricas que empleó, en especial lo que llama: “dos versiones desniveladas y equidistantes en el tiempo”, la de Josep de Buenaventura y la de Fernando Savater. Su libro ofrece un desarrollo interesante de este polémico tema.
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Reseña
Náufragos españoles en tierra maya por Catalina Sherwell Hand
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mi amigo Luis Barjau, destacado antropólogo, poeta y escritor, me relató una experiencia sorprendente que vivió en un pueblo remoto enclavado en alguna sierra mexicana. Iba acompañado de un norteamericano de raza negra y ambos entraron en una cantina modesta del pueblo para tomarse una cerveza y conversar con los lugareños. Los hombres allí reunidos, parroquianos indígenas en gran medida aislados del mundo exterior (no había televisión por cadena nacional como ahora), no lograban salir de su asombro al ver a un hombre de piel negra y características físicas muy distintas a las propias. Era como si hubiera descendido entre ellos un ser venido de otra galaxia, pues jamás habían visto algo semejante. Tal era el azoro que causó entre ellos la presencia del hombre que, venciendo su miedo inicial, se aproximaron cautelosamente para analizarlo de cerca, e incluso osaron tocar su piel para ver si acaso despintaba. Luis me contó que para él resultó fascinante este encuentro ya que, aparte de otras consideraciones, le hizo imaginar la incredulidad que sin duda habrán experimentado los indígenas mexicanos del siglo XVI cuando vieron por primera vez a los hombres barbados, de piel blanca, cabellos rubios, rojizos o castaños, y de ojos azules, verdes o color miel, que llegaron a sus costas en unas singulares casas flotantes. Quizás esa experiencia de hace tantos años en un pueblo perdido de México ya llevaba en sí misma el germen que, posiblemente y en parte, muchos años más tarde daría pie a la investigación etno-histórica y de campo que realizaría Luis en torno a la llegada, en 1511, de dos náufragos españoles a las costas ECUERDO QUE HACE MUCHÍSIMOS AÑOS
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del norte de la península de Yucatán. El batel en el que viajaban con otros 20 marineros y el capitán, de apellido Nicuesa, había zozobrado tras un azaroso viaje. Las consecuencias de aquel naufragio cambiarían radicalmente el curso de la Historia. De ese grupo de marinos españoles sólo sobrevivieron dos hombres: Jerónimo de Aguilar, seminarista oriundo de Écija, hombre letrado, y Gonzalo Guerrero, marinero nacido en el Puerto de Palos. Ambos fueron acogidos por grupos mayas de la zona. Sólo podemos imaginar las escenas que se habrán vivido durante ese primer encuentro entre seres tan disímiles. La curiosidad que habrán sentido los indígenas al ver a estos hombres de colores y características nunca vistos se antoja como tema para un relato fantástico sobre el encuentro de dos mundos. De hecho, tras el arribo de los europeos a tierras americanas se escribieron cuantiosos relatos fantasiosos y se realizaron dibujos que describían a seres sin cabeza, con la boca a la altura del ombligo y toda clase de características físicas imposibles. Pero ésa es harina de otro costal. El hecho es que, en sí mismo, este episodio está preñado de situaciones para nosotros casi inimaginables. Jerónimo de Aguilar viviría durante ocho años en una comunidad maya en calidad de esclavo, pues se niega rotundamente a renunciar a la cultura española y la religión católica, y dejarse asimilar por esa cultura “pagana”. Cuando Hernán Cortés logra rescatarlo tras ocho años de vivir como esclavo, feliz se reincorpora al pequeño ejército de invasores, presto para continuar con la labor de conquista de estas tierras y del sometimiento y la cristianización de los nativos. Habiendo aprendido la lengua maya durante su cautiverio, más tarde se valdría de esos conocimientos lingüísticos para triangular, a través de la Malinche, los informes estratégicos que ambos rendirían a Cortés. Su participación en las negociaciones que realiza el gran conquistador con los pueblos indios será de importancia capital. Resulta paradójico cómo la desgracia de haber naufragado y haberse convertido en esclavo cautivo de los mayas termina por ofrecerle un papel crucial y relevante en toda esta historia. Sin su intervención, el curso de los hechos habría sido bien distinto. 25
El caso contrario es el de Gonzalo Guerrero, quien acepta retos y nuevos paradigmas. Se integra cultural e ideológicamente al llamado Nuevo Mundo. Aprende a fondo la lengua maya, acepta su destino y se incorpora de lleno a la cultura que lo recibe, horadando su cuerpo y adornándose a la usanza maya. Con mente abierta, quizás porque en ello le va la vida, aprende las particularidades de una nueva manera de ver el mundo. Acepta una cosmogonía enteramente distinta a la europea y contrae nupcias con Yxpilotzama, hija del principal de ese poblado. Con ella engendrará varios hijos que ahora son considerados, aparte de la hija que Cortés procrea con una taína, los primeros mestizos en tierras mesoamericanas. Resulta curioso que hayan sido apenas dos los españoles que sobrevivieron al naufragio y que, a pesar de provenir de la misma tierra y de la misma cultura originaria, hubieran tomado caminos diametralmente opuestos. Uno jamás renunciaría a su origen español, mientras que el otro aceptaría el cambio de paradigma con brazos abiertos. Cabe suponer que Gonzalo Guerrero quizás nada tenía que temer al ver perdido, acaso para siempre, ese mundo español en el que había nacido. Para asombro y consternación de los españoles, se niega a ser rescatado por Cortés y unirse a las huestes españolas que terminarían minando aquel mundo que lo había acogido. Arguye que no puede abandonar a su mujer maya y a los hijos que juntos procrearon, y años más tarde muere defendiendo la cultura recién adoptada en contra de sus violentos y avariciosos coterráneos en el territorio que ahora ocupa Honduras. Posiblemente sea él verdaderamente el primer mestizo de estas tierras, un mestizo metafísico, por así decir, y no sus hijos, quienes representan el germen del mestizaje biológico que luego poblaría estas tierras. Aunque europeo, obra en él un cambio interno que le permite integrarse a esa nueva forma de entender el mundo. Seguramente encontró entre los mayas ciertas bondades con las que se identificaría a tal punto que acabaría por renunciar a sus orígenes europeos, a la lealtad incondicional que supuestamente debía a sus compatriotas originales, y a una religión y a una 26
cosmogonía que abandonaría finalmente para incorporarse a esa cultura nativa mesoamericana. No sólo fueron sus hijos y su mujer indígena quienes lo conminaron a permanecer en estas tierras, sino que es posible también que se haya negado a reincorporarse a las huestes de Cortés porque aquí, entre los mayas, encontró un modo de vida quizás más acorde a las inclinaciones de su corazón. Gonzalo Guerrero termina por ser considerado por los españoles como un traidor a su causa, mientras que Jerónimo de Aguilar, una vez rescatado, se convierte en pieza central de la Conquista. Ambos interpretan un papel crucial: el primero defendiendo con su vida la hegemonía y supervivencia de los pueblos indígenas, y el segundo, prestando sus servicios de traductor para recabar información invaluable que propiciará la derrota de las culturas nativas. Lo que vendrá después será una amalgama, no tan sólo de la cultura española y la indígena de estas tierras, sino, en el fondo, de muchas culturas anteriores y de otras latitudes. No deja de maravillarme el hecho de que el mestizaje que se da en Mesoamérica reúne razas muy variadas, aparte de las obvias. Podría decirse que es en estas tierras americanas, a partir de la Conquista, donde comienzan a nacer seres nuevos que llevan en sus venas la sangre de muchas distintas etnias del mundo; la de iberos, griegos, fenicios, romanos, árabes, judíos, celtas, godos y ostrogodos, aunadas a la indígena mesoamericana, lo cual me parece casi un prodigio. Pero, a pesar del mestizaje, aún quedan en México muchos poblados que son reducto de indígenas mesoamericanos, como aquél en el que Luis Barjau y su amigo negro asistieron a aquella escena insólita. El tema se presta para largas digresiones y comentarios de todo tipo, aunque no dudo que lo mejor sea leer este nuevo libro de Luis Barjau, Náufragos españoles en tierra maya, escrito en un español delicioso, depurado. Sin duda, este maravilloso libro representa la revelación más completa y fidedigna que se haya hecho sobre ese encuentro de dos mundos que todos alguna vez hemos imaginado. 27
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Ideas
Antropología de la imaginación Entrevista con Fernando Schwartz, por María Dolores F.-Fígares
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ACE MÁS DE TREINTA AÑOS, alguien encontró una frase muy afortunada para describir todo un estado de ánimo de la juventud de entonces y dijo: «La
Imaginación al poder». La frase recorrió el mundo y fue traducida a todos los idiomas, pues se buscaban nuevos caminos, vías de salida a los problemas de la sociedad, y había que imaginarlos, pues no estaban hechos. Aquello sucedía en Francia y era la Revolución de Mayo de 1968. Hoy, también en Francia, cada vez se consolida más la certeza de que tal como predecía el eslogan revolucionario, la imaginación desempeña un papel fundamental en la evolución y el desarrollo de la especie humana. Toda una Escuela de Antropología, creada por el Profesor Gilbert Durand, de la Universidad de París, viene demostrando que los orígenes del hombre y su aparición sobre la tierra se pueden determinar cuando existen trazos que demuestran una manipulación imaginativa de la realidad. El hombre simbolizador, capaz de conferir sentido no observable a las cosas, es el verdadero hombre, según estos científicos y lo que había antes no es más que homínido, un escalón previo en la evolución. Estas teorías antropológicas desarrollan numerosos argumentos y análisis sobre el valor que tiene para el hombre la capacidad imaginativa y las posibilidades regeneradoras y enriquecedoras de su potenciación. Se habla, por ejemplo, de una «psicoterapia rápida por la imagen», a través de la modificación que el enfermo se hace de la imagen de su propio cuerpo. CIUDADES PARA IMAGINAR Quizá una de las aplicaciones más novedosas de esta dimensión imaginativa del hombre se ve más claramente en la forma de construir y disponer de su espacio vital, tanto individual como socialmente. Para los estudiosos de la Imaginación, tanto la ciudad como la casa, no consisten simplemente en una mera distribución de espacios, a los que 29
se asignan determinadas utilidades o funciones. El asunto es bastante más complejo. Nos lo explica el profesor Fernando Schwarz, que dio una conferencia en la Universidad de Granada sobre la función de la imaginación simbólica: «Es importante señalar que la imaginación simbólica, se crea en ella o no, es irreductible. Es la forma humana de funcionar nuestra conciencia. El hombre no sólo crea habitaciones, sitios para vivir, cosa que hacen también muchos animales, sino que le da un sentido muy particular: concibe sus construcciones como una imagen reducida del mundo. Por ello, en las grandes civilizaciones, las construcciones arquitectónicas simbolizan la imagen del mundo que ese pueblo tenía, del Universo, del propio grupo y de sí mismo. En una casa, o en una ciudad, o en un palacio se puede encontrar el resumen mental de las concepciones y valores del pueblo, que los ha hecho.
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Esta capacidad de resumir el Universo a escala humana se llama Geografía sacra, posibilidad de crear un espacio y un tiempo calificados, es decir, con un sentido particular. Las ciudades antiguas, por ejemplo están orientadas hacia los puntos cardinales, puesto que la idea de ciudad es de encuentro de caminos y de armonía por oposición, lo que hace que el individuo que habita la ciudad, habite simbólicamente en el centro del mundo.
Según esta nueva manera de ver las cosas, los monumentos que visitamos tienen una
especie de actividad inconsciente que nos deja huella, porque nuestra propia distribución interior es la misma que ellos contienen. Y hay una «resonancia» en nosotros que hace que nos sintamos bien ante aquello. Para el Profesor Schwarz esto explica el hecho de que haya lugares turísticos que atraen más y otros que atraen menos. Por ejemplo el fenómeno de las pirámides, que a simple vista no son más que formas geométricas muy simplificadas.
«La palabra monumento viene del latín y quiere decir ’recordar‘, y de hecho lo que
hoy llamamos monumento nos despierta ideas y sensaciones muy profundas, si está en consonancia con nuestro interior. Por ejemplo, la necesidad de ascender, de superarse, que es una estructura propia de la especie. Por otra parte, el monumento es como la perennidad de la especie, una aspiración que va siempre más allá de la cultura inmediata. Ese monumento impacta la imaginación del que lo contempla, le hace recordar, le inspira, le abre posibilidades nuevas de creación, nuevas perspectivas que van más allá de lo que se observa».
El problema es que habría que aprender a mirar otra vez, o más bien a contemplar,
para que las correspondencias y energías que están tan sabiamente armonizadas hiciesen su trajo libremente, y el resultado fuera la creatividad, la imaginación activa. DESARROLLAR LA IMAGINACIÓN Esto nos lleva a plantearnos si la imaginación es algo que se puede desarrollar, o bien se trata de algo innato. «Partimos de la base de que todos tenemos imaginación, pues de lo contrario no seríamos humanos. Todos nacemos con ella, es como nacer con piernas o con musculatura en los brazos. Se trata de una potencia innata que se puede desarrollar y 31
es precisamente la actividad simbólica la que nos permite desarrollar la imaginación Por ello, siempre recomiendo que cada cual cultive algún tipo de actividad artística, la que se quiera, pues el Arte nos permite el desarrollo de la imaginación».
La realidad es a la vez lo que es observable o concreto y lo que no es observable.
Nuestra realidad es consciente e inconsciente, es energía y materia. Lo real no es simplemente lo que se mide, o lo que se puede cuantificar: también es real una cualidad. Por lo tanto, la imaginación es parte de la realidad. La estética es parte de la posibilidad de imaginar, y también lo es la creencia religiosa. El hombre le da sentido a las cosas. Todo lo que hace, de manera consciente o inconsciente, se dirige a la idea de dar sentido a las cosas, y aunque se niegue ese mismo sentido, es algo inherente al hombre. Ese es el punto central de todo este planteamiento, esa necesidad humana de dar sentido a las cosas, y de que esa orientación esté en función de su propia cultura 32
y de la imagen que tenga del mundo. Los importantísimos trabajos de Mircea Eliade permiten detectar algo así como un código imaginario inherente a la especie humana, que garantiza su perennidad. En Antropología ha quedado muy claro que hay cuatro modelos que constituyen la imagen del mundo que el hombre ha tenido en las distintas épocas y lugares: la pareja primordial, el mito del diluvio y el surgimiento de una tierra nueva, la lucha contra el monstruo y el descuartizamiento de un personaje primordial. No salimos de estas cuatro imágenes del mundo. Toda nuestra actividad simbólica se limita a la interrelación de estas cuatro figuras míticas. Nosotros estamos actualizando esos modelos sin darnos cuenta y cuando surgen, por ejemplo, en el mundo actual, figuras históricas o políticas de trascendencia es porque, de alguna manera, tocan el modelo mítico y lo activan. Todo esto se relaciona en Antropología con lo que llamamos el fenómeno de lo sagrado, que no tiene nada que ver con un dogmatismo o una revelación. Antropológicamente, lo sagrado se define con respecto a la idea de lo profano, y está ligado a la idea de lo observable y lo no observable. Lo sagrado es lo que permite percibir lo diferente de lo que se ve. Nosotros estamos viendo continuamente objetos y al mismo tiempo les damos una significación, un sentido. A esa capacidad que tiene el hombre de ver más allá del objeto, se llama en Antropología de la imaginación lo Sagrado». SOCIEDAD TRADICIONAL Y SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA Es bastante fácil percibir las dificultades que experimenta el hombre contemporáneo para vivir los estados de conciencia o «longitudes de onda» imaginativas.
«Hoy estamos en una sociedad donde hay muy pocos actores y muchos espectadores,
y eso es lo que hace perder confianza en sí mismos a muchos de los individuos de las sociedades contemporáneas. Esa fragilización de la afirmación de sí mismo hace al hombre muy manipulable. La consecuencia es un empobrecimiento del imaginario y la utilización de la imaginación simbólica, no ya para que el individuo pueda regenerarse e ir más allá de sí mismo, sino para manipularlo y utilizarlo a favor de credos políticos o fines comerciales». 33
¿Cómo actúa esta imaginación? «A través de sus tres funciones principales, que son el rito, el mito y el símbolo. El mito es un modelo que estructura una serie de símbolos, de valores, y para ser más preciso, indica generalmente el origen de algo, es un discurso que versa sobre dicho origen, dándole valor, orientación y finalidad. No es cronológico, sino sincrónico, se sitúa in illo tempore, fuera del tiempo. Su valor fundamental es que afecta profundamente, consciente o inconscientemente, a todos los individuos. En resumidas cuentas, el mito da el modelo de la imagen del mundo y del comportamiento humano en lo que se refiere a lo que es permanente, a lo que va más allá del momento inmediato. En cuanto al símbolo, aparece como la articulación que permite el universo mítico con el universo concreto. Es una suerte de convertidor de doble sentido, pues extrae del mundo temporal algo y le da una significación, elevándolo a otro plano, y a su vez sirve de vehículo a una vitalidad, una fuerza, un concepto en el plano de lo concreto. El símbolo es polimórfico y pluridimensional, y por otra parte es innato, universal y a la vez particular, permite la manifestación de las significaciones colectivas y universales inherentes a la especie. Puesto que el símbolo trasciende la Historia, reducirlo a una significación local sería una grave manipulación. De ahí la importancia de destacar el sentido universal de los símbolos. El símbolo reducido se vuelve signo, o convención, y el mito reducido se vuelve ideología, es decir, la necesidad de ver a través de un hecho particular y una ley particular toda la globalidad del mundo. El rito es el gesto conmemorativo y actualizante del mito. Lo que le permite actualizarse a través de gestos precisos y transformar el tiempo profano. La fiesta es el rito por excelencia. Sacraliza el tiempo y el espacio, permitiendo un desbordamiento regenerador en aquellos que participan de ella. Por esto el calendario de fiestas es de capital importancia para mantener la dinámica viva de una cultura.
A su vez, el rito consagra el espacio y lo orienta en función de esa significación, ya que
un espacio consagrado es un espacio orientado. Por eso las ciudades antiguas estaban orientadas en función de los cuatro puntos cardinales. Lo que les daba la posibilidad de seguir los ritmos estacionales, y recordar en su vida cotidiana lo recitado por el mito». La desconexión del hombre contemporáneo con estos puntos básicos del sistema 34
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tradicional es bastante negativa y hasta peligrosa. El desarraigo, la tendencia a la violencia y la presión del anonimato sobre los individuos son las consecuencias de un sistema de vida que olvida o que ignora la relevancia de lo intangible, del mundo de las imágenes y de los símbolos. Sin embargo, para el profesor Schwarz, «el proceso de mitificación y de querer proyectar un modelo de las cosas no deja de existir en la sociedad contemporánea, y genera mecanismos que le sirven para regular su energía, como por ejemplo el deporte, aunque desprovisto de todo contenido ritual o sacralizante». «Por otra parte –continúa el profesor Schwarz–, a pesar de existir desinterés por las tradiciones, está volviendo ahora el afán por su recuperación, porque, de manera instintiva, el hombre busca lo que le falta, y nunca como ahora han sido tan bien conocidos los símbolos o la historia de las religiones. Esto nos saca del etnocentrismo y del provincianismo y transforma la conciencia del hombre en conciencia planetaria. Nos damos cuenta de que hoy, en el mundo contemporáneo, el patrimonio de Oriente y el de Occidente lo son de toda la especie, y esto nos da la posibilidad de una nueva perspectiva y de una mayor confianza en la capacidad del hombre para regenerarse y encontrarse a sí mismo, no solamente a través de ideas abstractas, sino actuando y reconstruyendo un verdadero patrimonio vivo. Eliade lo dice claramente: No se trata de ser nostálgico, sino de reactualizar lo que es propio de la especie. Los antropólogos de la imaginación confían en la capacidad regeneradora de esta cualidad humana, una vez reactualizada su utilización por una nueva cultura y una nueva visión del mundo. El propio Mircea Eliade se lo afirmó al profesor Fernando Schwarz en una entrevista personal: Una vez que se ha redescubierto el mecanismo del pensamiento simbólico, que es inherente a la naturaleza del ser humano, es imposible que esto no traiga un enriquecimiento innovador para la especie.
Esta nueva cultura de la imaginación y de los símbolos puede ser la destinada a pro-
porcionarle al hombre de hoy las soluciones que espera y necesita para los problemas que sufre, como el de encontrarle sentido a su vida. Fuente: http://www.editorial-na.com/Copyleft bajo una licencia de Creative Commons 36
Libros
Fernando Schwartz (Ginebra, 1937) ha pertenecido al cuerpo diplomático durante 20 años, ejerciendo en varios destinos y es un buen conocedor de la sociedad del Extremo Oriente. Ha sido colaborador en el diario El País. Desde 2004 se dedica en exclusiva a la literatura; su producción es abundante y la mayor parte de su obra está compuesta por novelas bien documentadas relacionadas
con
períodos
agitados y conflictivos de la historia reciente.
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Entrevista
Conversando de arte con Jean Baudrillard
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N 1994, EL PENSADOR FRANCÉS fue a Venezuela para dictar tres conferencias en la Sala
Mendoza de Caracas. Estas conferencias llevaron por título «La ilusión y la desilusión estéticas», «La simulación en el arte» y «La escritura automática del mundo», y han sido recogidas en un libro que habrá publicado ya Monte Ávila, conjuntamente con la Sala Mendoza y la Embajada de Francia en Venezuela. A continuación reproducimos algunos fragmentos de una serie de conversaciones que María Elena Ramos, a la sazón presidenta del Museo de Bellas Artes de Caracas, sostuvo con Baudrillard a raíz de su visita, las cuales han sido incluidas, como apéndice, en el mencionado volumen.
MARÍA ELENA RAMOS: [...] En el libro La desaparición del arte, usted considera que no se debería poder practicar el arte, que no se debería poder pasar del lado encantado de la forma y la apariencia, sino después de haber resuelto todos los problemas. Se entendería aquí que se refiere a los problemas del hombre, la salud, la política, la economía, el amor. Usted asegura allí además que el arte supone resueltos ya todos los problemas, que no es la solución a los problemas reales y llega a decir que el arte en su definición ideal es sólo la solución a problemas que no existen. Mi pregunta es ¿cuáles son en el fondo y en síntesis los problemas por los que usted opta? Y esos problemas ¿son en verdad ajenos al arte? 38
JEAN BAUDRILLARD: Es cierto, no logro plantearlo como una actividad separada. De todos modos, donde está el discurso, el discurso se ocupa de los problemas discursivos, de lo racional, de todos los problemas que exigen y que esperan una solución. Pero lo que me interesa es lo que no debe tener y encontrar solución, lo que es enigmático, lo que es insoluble. Y el arte, y el pensamiento también, es una manera de mantener las cosas en su carácter insoluble, de resistir a la explicación y a la solución precisamente. Pero en cambio, y aquí hay un juego de palabras, no es una solución: es una resolución. Resolución es otra cosa, no da una clave. Las formas se resuelven unas dentro de las otras. Es la resolución de una forma por otra, eso es el arte. Digamos, no es la solución de un problema por una ecuación, por ejemplo. Yo estoy a favor de la idea de que la tarea del arte y del pensamiento radical es la de hacer el mundo todavía más ininteligible. Hay que devolver las cosas centuplicadas: eso es el intercambio simbólico. Hay que devolver más de lo que hemos recibido. Hemos recibido un mundo ininteligible, tenemos que volverlo más ininteligible todavía. MER: A pesar de todo el entusiasmo con que habla de la seducción, no quiere sucumbir a la seducción específica del arte, al menos eso lo dice en La Sparizione dell’Arte. ¿Es que le tiene miedo? Baudrillard: No... eso es verdad. Bueno, quizás... Tal vez porque soy demasiado sensible a la seducción del arte, es por lo que me creo a mí mismo esta autodefensa. MER: Una autodefensa parecida a la de los cristianos. Baudrillard: Es iconoclastia. Soy iconoclasta pero también agnóstico, estoico, hasta quizás moralista. MER: Ya que usted confiesa ser un iconoclasta y moralista, quisiera recordar aquí cómo la experiencia artística ha tenido mala reputación, ha sido entendida como peligrosa por una tradición filosófica que ha puesto el énfasis en la cara negativa del arte, entre ellos Platón, San Agustín, Rousseau, Kierkegaard, Nietzsche, que han sido llamados, incluso, 39
los grandes puritanos de la historia de la filosofía. Recordemos por ejemplo la frase de Platón: «Los poetas mienten». Sin embargo, Platón es quizás el más poeta de todos los filósofos. Pero usted no podría ser considerado como un gran puritano precisamente. Sus textos no lo indican. Usted es un amante de lo bello, del lenguaje de la seducción, etc. En cuanto al arte, usted confiesa que sus influencias son las de Baudelaire, Walter Benjamin, Warhol, influencias que de una manera u otra marcan un respeto por lo artístico, la misma seducción que antes confesaba temer. ¿Cómo se ve usted dentro de esa tradición en donde hay un amor y un temor, una ambigüedad ante lo bello y ante el fenómeno artístico, donde hay pánico y a la vez fascinación? Fascinación de lo bello y pánico a lo bello, eso que llama el filósofo contemporáneo Jauss «la ambigüedad y rebeldía ante lo bello». Baudrillard: No es rebelión. Bueno, sí puede haber un aspecto un poco puritano, estoy de acuerdo, es posible que haya una defensa contra... A mí me parece pertenecer a una cultura noble, esto ya se parece a Bourdieu, una cultura de segundo nivel. No es realmente puritanismo moral, es más bien la exigencia de una cultura que sería más radical, más total que el arte, donde no cabría esa separación arte-filosofía, por ejemplo. En el fondo es la nostalgia de una cultura no primitiva, sino radical. El arte no aparecería como arte, no habría especificación del arte todavía y entonces esto nos lleva de nuevo a lo sagrado y a cosas así. Pero para mí, la obsesión inicial es el objeto, mi punto de partida. Y para mí, el objeto no es estético. Por eso la ambigüedad, la ambivalencia, tal vez incluso una forma de rechazo, proviene de esta exigencia más radical. Hay un tipo de objeto puro, o acontecimiento puro, que es, en sí, pura seducción y que no pasa por la forma estética... Sí, creo que sería eso. MER: Ya en este punto, a mí me gustaría sobre todo conocer la diferencia, si es que hay alguna diferencia, entre ese no querer sucumbir a la seducción del arte y ese amor por la otra seducción, la que está en el resto de las cosas y a la que usted parece dar la bienvenida como una manera de soportar estos tiempos que usted llama de sobrevivencia indefinida. 40
Baudrillard: Es como decir que la otra seducción es sobre todo como un reto: yo empleo siempre los términos reto, reversibilidad, antagonismo. Lo que está en juego con la seducción es, en última instancia, la pérdida de la identidad. No sólo en el campo amoroso y sexual, en otros campos también. Esto es verdad también para el arte, pero hay en el arte (al menos en el arte tal como se constituye en un algo que se da como casi definitivo) algo que ya no está abierto a la relación dual. Ahí ya no hay reto: dentro de una cierta institución del arte sólo queda una especie de éxtasis o contemplación. Mientras que la seducción no es un éxtasis. Es, cómo diría, de la identidad, hay algo que no se puede poner en tela de juicio. Es una forma soberana de la ilusión, pero definitiva. Entonces, yo tengo ganas de hacer estallar esta ilusión demasiado bella. MER: Hay una frase que quiero retomar y que supongo que es parte de esas cosas que usted dice sólo por provocar, por estimular, por sugerir. Dice «forzar la realidad, forzar las apariencias a través de la propia desaparición, el arte no ha hecho nunca más que eso». Me interesa la palabra nunca. Baudrillard: Yo tomo el arte según la definición que le ha sido dada desde el Renacimiento. «Jamais», nunca, no se refiere a siglos... es más bien cuando empieza a haber una conciencia reflexiva del arte y una especie de legitimidad, si se quiere. A partir del momento en que se afirma como actitud legítima, yo lo interpreto así. Entonces, evidentemente, «nunca» no se refiere a las sociedades donde no hay arte propiamente dicho, donde la actividad artística no existe. Pero, a partir del momento que existe, es verdad que es la tentativa de desafío de lo real, de negación de lo real, de inventar otro mundo, otra escena. Tal vez ya no lo hace ahora.
Por eso digo que a lo mejor ya no estamos en el arte tal como era cuando había la
obra. Hoy no es sino una manipulación de lo real, en fin, de los vestigios de lo real. MER: A mí, claro, me interesaba confrontar la palabra «nunca» con, por ejemplo, la escultura griega clásica, o con una catedral gótica, o con todo el buen arte del Renacimiento. Y claro, era ahí donde pensaba que la palabra «jamás» es apenas otra de las palabras-estímulo y no necesariamente un concepto que se puede defender hasta el final. 41
Encuentro Mundial de Arte Corporal
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Daniel Hirst
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Roy Lichtenstein
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Baudrillard: Ahí hay una forma retórica. Es parte, para mí, del análisis de esta forma, de esta formulación paradójica de las cosas, que tal vez no corresponde a una exposición lógica, racional. MER: El arte fue pasando desde un enfrentamiento directo, ontológico, con el objeto del mundo y con la naturaleza, a una torsión gnoseológica, a una intentio segunda, reflexiva, y, más aún, autorreflexiva. Al llegar a una radicalización de esas fuerzas autorreflexivas, el arte empieza a romperse a sí mismo, se rompe físicamente, se hace inmaterial, se rompe con la ironía, se rompe con el distanciamiento frío, analítico, etcétera. Pero muchos sentimos que a partir de esa ruptura, y dentro de la misma ruptura, hay un nuevo constituirse que requiere de nosotros actitudes distintas. Por ejemplo, requiere una absoluta capacidad de movilización de nuestra visión (visión sensible y visión interior) así como usted sugiere con su propio lenguaje: una movilización permanente de los puntos de vista. Requiere de nosotros una aceptación de la ruptura del límite entre un lenguaje artístico y otro lenguaje artístico. Requiere una cierta disponibilidad al peligro, eso que Walter Benjamin tanto trabajó: el peligro necesario para el cual encontraba que en la ciudad y en el cine el ser humano del siglo xx tenía una especie de entrenamiento. Era como un temor y a la vez una necesidad de adaptación. Pero, también implicaba un sacar algo después y desde el peligro. ¿No cree que aquí, más que de este vanishing point del arte al que usted se refiere con frecuencia, se trata más bien de un movimiento permanente y desconcertante de los puntos de vista? Baudrillard: Yo prefiero la perspectiva del vanishing point, es decir, de mi punto de vista, en última instancia, donde las reglas del juego del arte —el arte como juego con una regla, incluyendo su propia reflexividad— en un momento dado se deshacen, y más allá ya no se sabe lo que pasa. Yo prefiero esta perspectiva, la de un vanishing point más allá del cual ya nada es bello ni feo, es decir, ya no se responde a un juicio estético. MER: Es una preferencia personal en todo caso. Baudrillard: Es una preferencia casi lógica, diría hiperlógica en cierto modo. Es más bien 46
una especie de exigencia de ir a ver hasta la catástrofe, no conformarse con una especie de crisis, de fase crítica del arte. Porque eso, la fase crítica, el arte lo ha soportado, lo ha vivido y en cierta forma lo ha absorbido, ha absorbido la crítica. Pero yo prefiero ver qué ocurre con la catástrofe, no en el sentido apocalíptico sino en el sentido de una forma catastrófica: reversibilidad, turbulencia, recurrencia, en fin, qué ocurre a partir del momento en que el astro A explota y ya no quedan sino asteroides que dan vueltas. Para eso hay una buena parábola, a lo mejor ya la leyó en otros libros, yo ya la utilicé. Es una frase de Canetti sobre el fin de la historia. Dice: “es posible que en cierto momento todo el género humano sea pasado más allá de alguna línea, más allá de la cual ya nada es verdadero o falso. Sin darnos cuenta, pasamos más allá de la historia, y entramos a un campo donde ya no conocemos las reglas del juego. Y dice: a menos de volver atrás y encontrar de nuevo ese punto de determinación, habrá que continuar en la destrucción actual. Yo pienso que, si bien él lo dice para la historia, eso se aplica también al arte”. MER: Sí, en este sentido usted iría en una línea más adelante y más radical que Benjamin, mucho más allá que la necesaria adaptación de Benjamin al peligro... Baudrillard: Aquí sí es cierto que es una forma de prejuicio. Es una apuesta decir: yo trazo una línea, una línea de vanishing y por curiosidad quiero ver qué pasa más allá. Yo quiero pasar a ese más allá. MER: Usted cierra el libro La Sparizione dell’Arte con la idea de que el arte tal vez llegue a ser un paréntesis en la historia de la humanidad. ¿Cómo serían las características de antes del paréntesis, pero sobre todo, me interesan más, las características después del paréntesis? Baudrillard: Bueno, no lo sé. Yo sólo puedo abrir y cerrar el paréntesis. Por ejemplo, antes del paréntesis estaría lo que podríamos llamar las culturas fuertes, simbólicas, primitivas, arcaicas. Ahora bien, nunca sabremos la verdad sobre ellas, no se podrá decir porque ya se acabó, no las tendremos. El paréntesis borra de cierta forma... es un problema de lógica temporal, es decir, mientras estamos en una lógica lineal, la de la historia del 47
arte por ejemplo, existe antes, mientras y después. Pero en esta nueva configuración ya no existe más esta linealidad del tiempo, por lo cual ya no se puede hablar de antes, después, etcétera. El después es totalmente imprevisible, y eso es verdad para la historia toda, para otras cosas además del arte.
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MER: Usted no solamente se ha mostrado sorprendido por el interés que despierta su pensamiento en el medio artístico, sino que ha reconocido que tiene muy pocos vínculos directos con artistas y reconoce a Warhol muy particularmente, y a pocos más, Hoper entre ellos. Pero uno siente que le haría falta mucho más análisis de otros artistas del siglo para llegar a conclusiones tan radicales en relación con la desaparición del arte. Baudrillard: Eso es verdad, totalmente. MER: Porque, por ejemplo, ¿qué pasa con Picasso, que también es del siglo xx, o con Chagall, Matisse, Dubufett? Pero sobre todo, ¿qué pasa con un Kiefer, por ejemplo? ¿Se podría reconocer en Kiefer también un vanishing point del arte, se podría decir que esa obra «fabrica una profusión donde no hay nada que ver»? ¿Podría hablarse allí de una «genial banalidad de un arte que ya no existe», como decía Warhol? ¿O hay una creación artística que recupera las dos situaciones clave del arte: por una parte la seducción de lo sensible; por otra, el sentido? Baudrillard: Sí, quizás es posible que haya dos trayectorias, yo estaría totalmente de acuerdo en decir que hay dos trayectorias: una que lleva hasta sus últimas consecuencias la lógica de la desaparición, y otra que no voy a decir que reconstruye el arte, pero es muy posible que haya una división del trabajo en el universo artístico en general y que haya una línea de presencia y una línea de ausencia. No sé, no sé si son realmente contemporáneas. Por ejemplo, hay una línea que yo veo: la del trompe-l’œil a través de la historia del arte. Bueno, es una línea relativamente independiente de la historia del arte, está siempre ahí, hay como un trabajo mágico sobre la realidad y la apariencia y el trompe-l’œil es ahistórico, parece atemporal. Entonces, hay tal vez en el fondo algo así, es decir, una historia del arte que continúa –a lo mejor continúa– con su propia evolución orgánica, y luego una línea que la niega totalmente, que es la denegación de esto, y que sería la línea de la desaparición. Y a partir de ese momento habría que ver si incluso en el arte clásico no hay ya antecedentes de esta ausencia, de esta desaparición. Esto me interesa bastante, ver más en esta línea. Y estarían dos trayectorias que no tienen exactamente la misma curvatura, que reaccionan una a la otra. Porque pienso que 49
incluso en las vidas individuales, en nuestras vidas, hay dos cosas: una línea fatal, según la cual la misma situación se reproduce fatalmente, y luego una línea en donde hay una historia, con causas, antecedentes, una línea sicológica si se quiere. Hay así una línea en la cual tenemos una historia, y una línea en la cual tenemos un destino. Y pienso que las dos líneas a veces se cruzan y entonces se producen efectos muy violentos, pero que la mayoría del tiempo, estoy seguro, se combinan así. Así es que estoy de acuerdo en decir que hay dos trayectorias.
Es una solución, ¿no?
MER: Eso es muy importante, llegar a algo parecido a... no al optimismo, pero por lo menos a una zona de permanente presencia del arte, sí.
Yo quisiera profundizar ahora en esa idea suya acerca de que hoy en día el mercado
del arte es en sí mismo una obra de arte. Habría dos tipos de mercado, aquí. Uno basado en la tasación tradicional, aunque siempre sea especulativo, y el otro totalmente incontrolable, en una órbita bancaria de los grandes capitales sin ninguna justificación que lo sustente con base en la calidad de las obras, los símbolos, la historia del arte. ¿Hasta dónde cree que puede llegar esta hiperinflación pura, esa especulación pura?... Porque estamos hablando de dinero y, si bien otras cosas no tienen límite, el dinero sí tiene límites, hay que suponer qué circunstancias tendrían que darse para que llegue el límite de esa hiperinflación. ¿Acaso solamente una depresión económica? 50
Baudrillard: Bueno, el límite sólo podría ser el crack...
a partir del momento en que la especulación es una forma de destrucción del valor: aquí también, por hipermanipulación, por hipercirculación, se da el hecho de que en cierto momento ya no corresponde a nada, quiero decir, ya no hay ningún tipo de equivalencia, y ya no veo sino una forma catastrófica, es decir, un efecto caótico. Por cierto es un poco lo que se produjo en el mercado del arte estos últimos años, una forma caótica. Aunque no sé si se podría decir, pero es lo que yo digo: aquí también hay dos líneas. Hay un mercado clásico del arte, las cosas se venden y se compran, pero dentro de un valor, una cuota, un mercado verdadero, esto es el concepto de mercado, incluso en economía, mientras que la especulación ya deja de ser un mercado. Ya no es un mercado para nada. Es otra cosa. Es un juego, es un póquer, y en este sentido es apasionante, por eso digo que en cierto momento esta especulación se vuelve algo que ya no tiene nada que ver con el valor, es una forma de destrucción del valor, un gran juego de destrucción del valor como el póquer, y es la misma cosa para la economía, en la especulación financiera esto pone fin a la regularidad del mercado. Pero es también un fenómeno extremo que de todas formas es sintomático, un límite absoluto. Entonces, ¿será que en algún momento todo puede pasar de este lado? No lo creo. ¿Podríamos entrar en la especulación pura, total? Aparentemente no. Fuente: http://tijuana-artes.blogspot.mx 51
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MÉXICO, D.F., 15 DE DICIEMBRE DE 2012.
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