TRABAJOS DE ESCRITURA 1º EVALUACIÓN GRUPO 3ºA
Tabajos de Duarte, Marcos, Álvaro, Carla y Víctor.
Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño seguía abajo, vigilándome. Un rato después volví a asomar mi cabeza sigilosamente por la ventana del comedor. No estaba allí, me quedé tranquila pensando que posiblemente todo fue fruto de mi imaginación; mi miedo a todo, a veces, me juega malas pasadas. Pero lo que no sospechaba en ese momento, que me quedé de lo más tranquila con mi taza de café en la mano, es que al día siguiente él volvería. Y volvió, me siguió desde la oficina hasta casa. Me acerqué a la ventana del comedor, intentando convencerme a mi misma de que no iba a estar allí, pero estaba. Entonces, sin saber muy bien de dónde saqué la valentía, abrí la puerta de mi casa, crucé la calle y me fui directa a él. Cuando estaba frente a él, supe que nada malo iba a ocurrirme, pues tenía la mirada más pura que jamás habían visto mis ojos. Podría contaros toda la historia, pero creo que no es lo más importante. Lo importante es que hoy se celebran nuestras Bodas de Oro, 52 años después de aquel lluvioso día de invierno seguimos juntos. Duarte E. F.
Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una garbardina me siguió desde el despacho hasta mi casa. Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño seguía abajo, vigilándome. Al día siguiente, el hombre parecía haber desaparecido. Pablo, mi novio, no me creyó y yo misma empecé a dudar si todo había sido imaginación mía. Pero era demasiado real para ser un sueño: lo recordaba empapado de arriba a abajo con un rostro apenas visible. Solo el arpón que llevaba en la mano, me hacía creer que todo era una ilusión. Intenté trabajar olvidando lo sucedido y lo habría conseguido de no ser porque al tomar un café, me apoyé en la ventana pensando en lo ocurrido. Fue entonces cuando lo vi de nuevo. No pude volver a trabajar en todo el día. Aquel cuerpo no salía de mi cabeza. Al caer la noche, salía del trabajo con un temor que no me abandonaba. Caminé rápidamente, huyendo de aquella obsesión. Cuando creí que no lo volvería a ver, al girar en una calle,tropecé de nuevo con él. Nada pudo callar mi grito. Él no se sorprendió. No hizo un gesto. No movió un solo musculo de su cara, solo se limitó a alzar su brazo, agarrar mi cuello con la mano izquierda y, con la mano derecha, me clavó el arpón en mi pecho. Ahora yo también vago buscando a quién clavar mi arpón, preguntándome por qué Pablo me lo había clavado a mí. Marcos F.S.
Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver como el extraño seguía abajo, vigilándome. Me quedé bloqueado. No sabía qué hacer, si correr la cortina o hablar con él para saber qué quería. Pero pensaba que se iba a ir. Entonces guardé el portátil, la americana, el paraguas y los zapatos para ponerme cómodo en casa. Me hice la cena pensando en el hombre que quedaba abajo. Cuando acabé de cenar, me fui al salón para ver la televisión y desconectar del duro día de trabajo que había tenido. Más tarde me fui a la cama no sin antes mirar por la ventana para ver si seguía ahí aquel hombre tan misterioso. Mis sospechas se confirmaron. Estaba harto y decidí abrir la ventana y hablar con él: -¡¿Que haces aquí?! ¡Voy a llamar a la policía! De repente fue corriendo hacia el portal del edificio, sentí miedo y decidí llamar a la policía. Le escuché forzar la cerradura de casa y entonces entró. Le dije: -Vete, por favor, y déjame en paz. Estuvo merodeando por todo el piso en busca de dinero y, cuando lo encontró, se fue, pero antes, sacó una recortada y me disparó en la pierna. Sentí miedo porque pensaba que me iba a morir. Consiguió escapar. Me encontraba en los últimos momentos de mi vida cuando, de repente, entró la policía en casa y me llevaron al hospital. Varios días después, cuando me habían dado el alta médica, los policías vinieron a mi casa y me contaron que ya habían arrestado a mi agresor. Me dijeron que se llamaba “El Príncipe de la niebla” porque actuaba cuando había niebla.
Desde luego, ese día fue para olvidar. Álvaro V. L.
Habíamos salido a ganar, podíamos hacerlo. La, valga la inmodestia, táctica por mí concebida, el duro entrenamiento a que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros elementos a nuestro favor. Todo iba bien; estábamos apunto de marcar; el enemigo se derrumbaba. Desde un principio se avecinaba difícil, llevábamos tiempo preparando esto, y no podíamos fallar. Si queríamos hacernos un hueco en la gran final, las cosas tenían que salir tal lo previsto, no quería comerles mucho la cabeza el mismo día en el vestuario, sino que les fui inculcando poco a poco todo lo que quería, una circulación de balón fácil y rápida, sin complicaciones atrás y con tranquilidad si no llegaba el gol, sobre todo paciencia, mucha paciencia. Como ya os he dicho, habíamos salido a ganar, podíamos hacerlo. Estábamos a punto de marcar, el rival se derrumbaba, y había llegado poco a portería, pero con peligro siempre. Ellos habían salido replegados y a la contra, sabían de sobra que nosotros íbamos a dominar y tenía que ser así. A falta de diez minutos, tuvieron la ocasión más clara y no perdonaron, metieron y siguieron a lo suyo. Yo les dije a los míos que siguieran haciéndolo como sabían. Tuvimos un par de oportunidades más, pero no llegaba el gol y el cuarto árbitro añadió dos minutos de descuento. Desde ahí vino la jugada decisiva, entramos con dos
paredes hasta dejar solo a “Pochi” delante del portero, no defraudó y el estadio se vino abajo. Aún faltaba minuto y medio, aún había tiempo. Seguimos a lo nuestro y forzamos una falta al borde del área, Víctor, que era el encargado de tirarlas por su gran calidad, colocó el balón como quiso y a su antojo. El árbitro pitó, se dispuso a lanzar e hizo un libre directo perfecto, como solo él sabía, por encima de la barrera y a la mismísima escuadra. El partido acabó con esa jugada. Sí, habíamos ganado, siendo fieles a nuestra filosofía y creyendo siempre en nuestras opciones. Esto era lo que demostraba que realmente, el trabajo SÍ da sus frutos. Víctor P.B.
Habíamos salido a ganar podíamos hacerlo. La, valga la inmodestia, táctica por mi concebida, el duro entrenamiento a que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros elementos a nuestro favor. Todo iba bien; estábamos a punto de marcar; el enemigo se derrumbaba. No me podía creer hasta donde habíamos llegado. Era el sueño de todo deportista, llegar a lo alto, estar orgullosos de cada una de las gotas de sudor, que por supuesto, no habían sido en vano. Último minuto del partido, padres y madres, gente del equipo, amigos impacientes, llevábamos esperando ese momento meses, y ocurrió: punto para el Equipo de
Vóleibol de La Coruña. No era una victoria cualquiera, era el triunfo que nos colocaría en los primeros de toda España. Rápidamente, me dirigí hacia ellos, estaban eufóricos, con ganas de celebrarlo, y sobre todo, unidos como siempre... En momentos como esos es en los que estoy orgullosa de mi profesión; de hacer feliz a tantos adolescentes que lo único que desean es acabar las clases y salir a la calle, distraerse, hacer cosas que les motiven, como este deporte, pura competitividad. Al día siguiente, nos reunimos en el salón de actos. Les tenía una pequeña sorpresa guardada, que sabía que les iba a hacer ilusión. Comenzamos jugando un partido entre profesores y alumnos. Habíamos contratado a un catering para que los muchachos comieran algo y celebrarlo todos juntos. Cuando acabamos, decidí contarles mi sorpresa. Ninguno de ellos se lo esperaba, nadie sospechaba nada y con voz alta y clara les dije: -¡ Chicos, nos vamos a Roma! Todos se quedaron atónitos por la sorpresa, se miraron unos a los otros y comenzaron a gritar y a comentar cosas sobre el viaje. Pero después venía lo peor, muchos de ellos tenían asignaturas suspensas. Las normas del centro nos les permitían acudir a ninguna excursión si no promocionaban y, por lo tanto, no podrían ir a Roma. Pero todo problema tiene solución, así que me dispuse a contarles mi trato; ellos podrían ir, pero, a cambio, debían de hacer los exámenes de recuperación antes que sus compañeros, ya que el viaje se efectuaría el 2 de septiembre y ese día estaba fijado el examen de dichas asignaturas. Algunos estaban asustados ya que era mucha materia que estudiar para tan poco tiempo, pero como yo bien les dije, para a lo que a uno le conviene, ganas se le pone. Así que se pusieron manos a la obra. Muchos de ellos decidieron ir a academias para que les ayudasen y pudieran entender las cosas mucho más rápido, otros
decidieron estudiar un poco todos los días, y otros lo dejaron para el último momento. Estos últimos aprobaron por” los pelos” . Yo confiaba en ellos, lo único que quería es que se esforzaran tanto como lo hicieron en ese partido y en cada entrenamiento, poniéndole ganas en cada momento, para disfrutar todos juntos de aquel fantástico viaje en equipo. Un mes después quedé con ellos para preguntarles por la nota de los exámenes y, por sorpresa para mí, habían aprobado todos. Y es que la vida real es como un partido, nunca puedes dejar de luchar, hasta el último momento. Carla B.P.
ACTIVIDAD DE ESCRITURA 1º EVALUACIÓN Elige uno de estos principios y escribe un texto que lo continúe: TEXTO A “Habíamos salido a ganar, podíamos hacerlo. La, valga la inmodestia, táctica por mí concebida, el duro entrenamiento a que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros elementos a nuestro favor. Todo iba bien; estábamos a punto de marcar; el enemigo se derrumbaba.” Eduardo MENDOZA, El misterio de la cripta embrujada. TEXTO B “Alexander Cold despertó al amanecer sobresaltado por una pesadilla. Soñaba que un enorme pájaro negro se estrellaba contra la ventana con un fragor de vidrios destrozados, se introducía a la casa y se llevaba a su madre. En el sueño él observaba impotente cómo el gigantesco buitre cogía a Lisa Cold por la ropa con sus garras amarillas, salía por la misma ventana rota y se perdía en un cielo cargado de densos nubarrones.” Isabel ALLENDE, La Ciudad de las Bestias. TEXTO C “Pierre Anthon dejó la escuela el día que descubrió que no merecía la pena hacer nada puesto que nada tenía sentido. Los demás nos quedamos. Y a pesar de que el profesor se apresuró a borrar toda huella de él, tanto en clase como en nuestras mentes, algo suyo permaneció en nosotros. Quizá por eso pasó lo que pasó.” Janne TELLER, Nada. TEXTO D “Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño seguía abajo, vigilándome.” Carlos RUIZ ZAFÓN, El príncipe de la niebla. TEXTO E “Una vez, rebuscando entre los mil objetos inservibles del desván de mi casa, me encontré un catalejo. Debía de tener muchos años porque el latón d eque estaba hecho se había vuelto mate y sin brillo. Pero al desplegarlo y mirar por sus lentes, podía hacerme la ilusión de que era un corsario o un pirata de los que aparecían en las películas”. Javier ALFAYA, Una luz en la marisma.