Bomba de carbono en Guayana
La búsqueda para desactivar la bomba de carbono de Guyana
El caso contra Exxon Mobil para desactivar la bomba de carbono en Guyana. Una antigua abogada de British Petroleum se enfrenta a Exxon (y a su propio país) en un intento de detener las perforaciones petroleras en alta mar antes de que se produzca un desastre.
La extracción de petróleo en Guyana pone en peligro a los habitantes. GETTY IMAGES
A finales de junio, en el interior de un edificio de concreto de Georgetown, Guyana, en una ruidosa calle flanqueada por talleres de reparación de teléfonos y tiendas de artículos de belleza, dos abogados libraban una de las batallas legales más importantes por la lucha mundial contra el cambio climático.
Melinda
y
estaban en un despacho de la planta baja mirando atentamente la pantalla de una computadora, ignorando los sonidos de guacamayas, monos, ranas de árbol y el tráfico que abarrotaban las calles.
Estaban a la espera de conectarse con el Tribunal Supremo del país a través de Zoom.
Internet es poco estable en la capital de Guyana y el temor a que fallara en ese momento era palpable.
Los dos abogados forman una extraña pareja. Burch-Smith es alto y meticuloso.
Pregúntale si sabe la hora y es probable que te responda "sí" en lugar de decírtela.
Janki es una mujer pequeña, de ojos cálidos y agudo ingenio que sabe trasladar rápidamente a las rigurosas denuncias de injusticias, desde la guerra de Ucrania hasta la difícil situación del planeta, pasando por la basura en la calle.
Janki Ronald Burch-SmithEl arte al interior del despacho de Janki es un poco más confrontativo, tiene un cuadro de tamaño real de un feroz jaguar, que parece dispuesto a salir de un oscuro bosque y atravesar el marco.
Juntos, han montado un novedoso y audaz caso contra Exxon Mobil, una de las mayores
del mundo y lo han hecho con toda la fuerza legal que se necesita.
corporaciones Burch-Smith tiene encima de su escritorio un cartel enmarcado del Fantasma de la Ópera.En 2015, Exxon, conocida en Guyana como Esso, encontró petróleo frente a la costa, el primer hallazgo importante en la historia del país.
La magnitud del descubrimiento, 11 mil millones de barriles hasta la fecha, situó a Guyana en la lista de las principales „bombas de carbono‟ del mundo. Se tratan de proyectos de combustibles fósiles capaces de liberar más de una gigatonelada de dióxido de carbono. En última instancia, Exxon prevé producir más de un millón de barriles de petróleo al día.
Esto convertiría a Guyana, actualmente un sumidero de carbono gracias a su denso manto de selvas tropicales y a sus emisiones mínimas, en uno de los 20 mayores productores de petróleo del mundo para 2030. Un vocero de Exxon Mobil afirma que, durante la transición mundial hacia una energía más limpia, "necesitamos dos cosas al mismo tiempo, reducir las emisiones y disponer de una fuente de energía fiable. Exxon Mobil tiene un papel que desempeñar en ambos aspectos". Para 2027, Exxon espera que sus operaciones en Guyana tengan "una intensidad de gases de efecto invernadero aproximadamente 30% inferior" a la media de su producción de petróleo o gas. Los expertos en clima estiman que 2030 será también el año en que gran parte de Georgetown y la costa de Guyana quedarán bajo el agua como consecuencia del calentamiento global descontrolado. Mientras, los habitantes del interior del país se enfrentarán a los efectos devastadores de peores sequías e inundaciones, desde la intensificación de la inseguridad alimentaria hasta la pérdida de tierras y viviendas.
En 2021, Janki y Burch-Smith demandaron al gobierno guyanés por dar luz verde a Exxon. Más tarde, Exxon se unió al gobierno como codemandado en el caso.
Guyana de sumidero a bomba de carbono
La belleza de Georgetown es exuberante, sus barrios rebosan de flores tropicales en rojos escarlata, azules de tono pavo real, amarillo como el sol y verdes turquesa.
Este paisaje es posible gracias a sus abundantes fuentes de agua; ríos y canales se abren paso por sus calles, transportando agua desde el Amazonas hasta el Atlántico, a lo largo de cuya costa reside la mayor parte de la ciudad y el 90% de la población nacional.
Sin embargo, vista de otro modo, la abundancia de agua es un signo de la especial vulnerabilidad de Georgetown al cambio climático. Todo a su alrededor es la evidencia de una ciudad empobrecida que se industrializa rápidamente. Las nuevas calles, atascadas de tráfico, se esfuerzan por hacer sitio a los carros tirados por caballos y a las vacas pastan en las esquinas cerca de Popeye's y KFC. Muchas casas y edificios tienen ese aspecto destartalado propio de los lugares en guerra o sometidos a condiciones climáticas extremas.
Decir que la demanda en el caso de Exxon Mobil es un enfrentamiento entre David y Goliat sería quedarse corto. Cuando hace unos cinco años varios fiscales generales de Estados Unidos demandaron a Exxon por engañar a los inversionistas y al público sobre los riesgos del cambio climático, un juez bromeó sobre la petrolera: “Tienen 300 abogados de su parte”.
Exxon presentó, entonces, más de dos millones de páginas de expedientes ante un solo tribunal de Nueva York. En cambio, Janki y Burch-Smith contaban únicamente con un asistente jurídico. Janki hacía largas filas en el juzgado para presentar alegatos y también tuvo que cargar con enormes archivos llenos de miles de páginas, material que lee sin la ayuda de un equipo de litigantes.
En la audiencia de junio, Exxon intentó desestimar prácticamente todo el testimonio de uno de los clientes de Janki y Burch-Smith alegando que no era un científico del clima. Cuando el juez apareció en pantalla, y con el fin de mantener ante el tribunal la declaración bajo juramento, concedió a la pareja de abogados más tiempo para presentar sus argumentos, que tienen por base hechos clave relacionados con los combustibles fósiles y el cambio climático
La paralización del proyecto supondría un duro golpe para Exxon: dentro de ocho años, Guyana estaría en vías de convertirse en la mayor instalación de producción diaria de petróleo de la empresa. Pero eso también podría tener implicaciones para la industria mundial. Mientras que las demandas sobre crisis climática contra empresas de combustibles fósiles han intentado, normalmente, responsabilizarlas de los daños causados por operaciones pasadas, esta denuncia en Guyana pretende obligar a la empresa y al gobierno a aceptar la responsabilidad de los daños que causarán en el futuro. El caso sostiene que el desarrollo petrolífero es fundamentalmente incompatible con la salud humana y con un medio ambiente sostenible. Si tiene éxito, podría servir de ejemplo para los activistas climáticos de otros países.
Poner de rodillas a un gigante mundial de la energía puede parecer una hazaña imposible para dos abogados pertenecientes a un país del sur del planeta con menos de 780 mil habitantes. Pero disponen de herramientas poderosas. Resulta que Guyana cuenta con algunas de las protecciones medioambientales más sólidas del mundo. Su Constitución contiene disposiciones que protegen explícitamente los derechos de los ciudadanos (actuales y futuros) a tener un medio ambiente sano. "Prácticamente todos los aspectos de esta operación violan la Constitución de Guyana, el derecho a un medio ambiente sano, el derecho al desarrollo sostenible y los derechos de las generaciones futuras", explica Carroll Muffett, presidente y CEO del Centro para el Derecho Ambiental Internacional (CIEL, por sus siglas en inglés). "Y de ahí derivan graves consecuencias relacionadas con la respuesta que debe dar el gobierno", continúa.
"Las disposiciones son revolucionarias", afirma Janki. Si alguien debe saberlo es ella. Hace 30 años ayudó a redactarlas. Además, sus conocimientos en la materia tienen aún otra capa; al principio de su carrera pasó cuatro años trabajando para la gigante petrolera British Petroleum, ahora conocida como BP
Un causa „personal‟ con impacto global
Janki creció en Georgetown, en una casa lo bastante cerca del océano Atlántico como para que el sonido de las olas la arrullara cada noche. Gran parte de su infancia la pasó al aire libre, donde desarrolló su afinidad por el agua y el bosque. Cuando tenía cinco años, un perrito marrón apareció en el porche delantero bajo los brillantes rayos del sol de la primera hora de la mañana. Como Janki leía un libro de fábulas cristianas, llamó a su primera mascota „Lucifer, Hijo de la Mañana‟. "La historia acaba muy mal", recuerda, "debió de salir de la casa e irse por la carretera, y alguien lo atropelló y lo mató". Janki estaba destrozada y furiosa: "Me enseñó la lección de que la vida es frágil", señala, y también “a luchar por los pequeños indefensos”. Así, llegó a hacerse cargo de docenas de animales callejeros; perros, burros, gatos, caballos, pájaros salvajes y hasta una cría de nutria gigante.
La familia de Janki abandonó Guyana en la década de 1970, cuando ella tenía 12 años y el país atravesaba un periodo de intensa inestabilidad política. Tras vivir en Zambia y en Trinidad, Janki se instaló en Londres. Estudió Derecho en Oxford y en la University College de Londres, especializándose en derechos humanos, derecho medioambiental y económico, así como en propiedad intelectual. Comenzó su carrera en uno de los principales despachos de abogados británicos, Lovell, White & King ("también conocido como 'Lovely, White, and Clean'", bromea Janki), donde recuerda haber sido una de las primeras aprendices no blancas. Dejó el despacho en 1989 para trabajar como abogada interna en la sede mundial de British Petroleum. Janki no habla negativamente de sus experiencias de trabajo allí, pero con el tiempo su creciente condena de la industria ha llegado a dominar tanto su vida como su trabajo.
El brillo de Londres no tardó en desaparecer. En el piso 30 de un rascacielos, Janki se sentía totalmente aislada de la naturaleza y su vida empezaba a lucir demasiado cómoda. "La comodidad es una forma de suicidio", expresa. Tras cuatro años absorbiendo los entresijos de la industria petrolera, decidió marcharse. Janki regresó a Georgetown en 1994, una época en la que su tierra natal parecía rebosante de promesas "Tu corazón te dicta lo que debes hacer y eso me hizo regresar a Guyana", confiesa.
El camino hacia el capital natural de Guyana
Se dice que el nombre de Guyana deriva de una palabra indígena que significa „tierra de muchas aguas‟. El mayor de los ríos del país, el Essequibo, nace en las montañas Acarai, cerca de la frontera con Brasil, y fluye hacia el norte a través de la selva y la sabana, trazando una línea recta de poco más de mil kilómetros, 630 millas, a lo largo del país. A medida que el Essequibo se acerca a la costa, se le unen afluentes de los ríos Amazonas, Rupununi, Mazaruní y Cuyuní, todos estos cargados de sedimentos ricos en nutrientes. El océano de Guyana contiene algunos de los niveles de biomasa clorofílica más altos del mundo A su vez, las aguas albergan más de 900 especies de peces, esenciales tanto para la subsistencia local como para la economía guyanesa. También hay delfines, mantarrayas, cachalotes y seis clases de tortugas marinas, algunas de estas en peligro de extinción. En el interior, enclavada entre bosques, pintorescas montañas, afluentes del Amazonas y la cabecera del río Rupununi, se encuentra la sabana prácticamente intacta que los wapishana y los macushi llaman hogar. Forman parte de las nueve tribus amerindias que viven desde hace milenios en la actual Guyana y en sus alrededores. La mayoría lleva un estilo de vida cuya subsistencia se basa en la caza, la pesca y la agricultura, que no difiere mucho del que tenían sus antepasados.
Durante siglos, una lista cambiante de potencias extranjeras extrajo los recursos naturales de Guyana y devolvió los productos y beneficios a sus puertos de origen. En 1667, para asegurar su derecho sobre Guyana, los holandeses vendieron a los ingleses parte de las actuales Nueva York y Nueva Jersey. Los holandeses esclavizaron a africanos para que trabajaran en los campos de caña de azúcar y condujeron a muchos pueblos indígenas hacia el interior, para facilitar el acceso al mar. Casi dos siglos después, Gran Bretaña tomó Guyana por la fuerza.
Se convirtió en una de las colonias más lucrativas del imperio, impulsada primero por la esclavitud y luego por la servidumbre de personas procedentes de India, China y Portugal.
El mérito de haber contribuido a la abolición de la esclavitud en todo el Imperio Británico se le atribuye a una rebelión de 1823 liderada por los esclavos de Guyana. También, en 1917, los trabajadores no remunerados se organizaron para poner fin a esa práctica de sumisión forzada. Luego, en el siglo XX, las empresas estadounidenses llegaron a Guyana para extraer bauxita y oro. Y si bien en la década de 1950 también buscaron petróleo, décadas de esfuerzos resultaron en gran medida inútiles.
En 1992, Guyana celebró sus primeras elecciones democráticas libres y justas en décadas. El nuevo gobierno, dirigido por el izquierdista Partido Progresista del Pueblo, estaba ansioso por proteger los recursos naturales del país tras siglos de explotación colonial y veía el cuidado del medio ambiente como parte de una misión más amplia para garantizar la justicia social. Por aquel entonces, Janki acababa de regresar y había sido admitida en el colegio nacional de abogados. No estaba afiliada a ningún partido ni tenía conexiones políticas. Sin embargo, en 1995, cuando se enteró de que se iban a redactar las primeras leyes medioambientales del país en una conferencia a la que solo se podía asistir por invitación, supo que tenía que estar allí. Un socio del despacho de abogados donde trabajaba era también el propietario de uno de los dos periódicos nacionales de Guyana y la ayudó a conseguir un pase de prensa.
La conferencia se celebró en el Hotel Pegasus, un edificio cilíndrico de siete pisos de cristal azul y acero blanco que se eleva sobre Georgetown. No se cuenta con artículos de prensa sobre el acto y muchos de los participantes ya fallecieron, pero Janki recuerda que había unos cien asistentes, la mayoría hombres, que hicieron una serie de presentaciones poco memorables. Lo que sí le llamó la atención fue el proyecto de Ley de Protección del Medio Ambiente: "cuando le eché un vistazo a lo que estaban escribiendo, me quedé absolutamente horrorizada", destaca. En su opinión, la legislación era demasiado débil.
En un descanso durante el evento, Janki se percató de que un asesor especial del presidente, Lakeram Chatarpaul, se encontraba solo fuera de la sala de conferencias. Janki era mucho más tímida entonces, señala; aun así, según recuerda, "lo presioné como una loca y me volví un fastidio", pero Chatarpaul la instó a escribirle. Y lo que expresó funcionó. Después de leer sus ideas, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) contrató a Janki para redactar la nueva ley para el gobierno.
A lo largo de varios meses, Janki adaptó lo que en su opinión eran las leyes medioambientales más sólidas de todo el mundo e "introdujo muchas disposiciones nuevas", asegura. Incluyó los principios de "quien contamina paga" y de "prevención", que responsabilizan a las empresas por los costos de limpieza de la contaminación y al gobierno por la aplicación de medidas para evitar daños ambientales, incluso en ausencia de "plena certeza científica". Lo más destacado es que Janki definió el "medio ambiente" de manera que incluyera, entre otros rubros, la atmósfera y el clima: "esto fue en 1995, cuando la gente, relativamente, no se preocupaba tanto por la contaminación de los gases de efecto invernadero, y cuando los mayores emisores de carbono engañaban a la gente", resalta.
Concedió una autoridad significativa a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), incluyendo el requisito de que cualquier proyecto propuesto, desde la minería hasta la construcción, tenía que incluir una evaluación detallada del impacto ambiental, y si las evaluaciones resultaran insuficientes, la EPA tendría el poder para rechazar directamente los proyectos, así como para imponer condiciones en los permisos, con el fin de garantizar que las operaciones de la empresa no entrasen en conflicto con las obligaciones internacionales de Guyana en materia de derechos humanos y medio ambiente.
También contempló disposiciones de gran alcance para el acceso público a la información, la participación, la supervisión y la compensación por daños, además de otros "aspectos visionarios que nadie notó en la ley".
Un ejemplo llamativo de esos "aspectos visionarios" fue la introducción del concepto de capital natural en la legislación guyanesa. Cada año, la EPA debe hacer un recuento completo del ecosistema nacional (desde la fauna hasta la vegetación) y poner este a disposición del público.
Esto crea un punto de referencia del cual se puede medir tanto el valor del ecosistema como su daño potencial
El capital natural desafía directamente al producto interior bruto (PIB), medidor de cuánto produce, consume y exporta un país; es la herramienta predominante para evaluar la salud económica de una nación.
Un aumento del PIB suele considerarse inherentemente positivo, independientemente de los costos humanos o medioambientales. Cuando se tala un bosque, por ejemplo, el PIB aumenta debido a la mano de obra y la maquinaria utilizadas y a la madera vendida.
En cambio, el capital natural toma en cuenta el valor de los árboles para el clima, las especies animales y las personas que viven en el bosque. Según este modelo, la destrucción del bosque conlleva un costo y su protección es un beneficio.
La simple introducción de este concepto en la ley de Janky fue un paso importante, que otros países, como Botsuana, Colombia y Egipto, han adoptado desde entonces.
En 1995, unos residuos mineros llenos de cianuro se vertieron en el río Essequibo, matando peces y otros animales; contaminando además las tierras de cultivo de las que dependían las comunidades amerindias.
El derrame y otras actividades similares se atribuyeron a la falta de una regulación medioambiental relevante e impulsaron a la nación a apoyar la Ley de Protección del Medio Ambiente, que se promulgó el 5 de junio de 1996.
Dos años más tarde, el gobierno se dedicó a reescribir su constitución y solicitó propuestas públicas. Janki aprovechó entonces la oportunidad para incluir en la propia Constitución una sólida protección del medio ambiente.
Redactó lo que ha descrito como "una declaración de lo obvio" que finalmente se incluyó en la introducción, "el bienestar de la nación depende de la conservación del aire limpio, los suelos fértiles, el agua pura y la rica diversidad de plantas, animales y ecosistemas".
Pero lo más significativo fueron las cláusulas que Janki presionó para que se incluyeran en el texto de la Constitución. Extraídas en gran medida de la nueva constitución sudafricana posterior al apartheid, conferían a todo ciudadano guyanés "el derecho a un medio ambiente que no sea perjudicial para su salud o su bienestar" y responsabilizaban al Estado de la protección del medio ambiente en beneficio de las generaciones actuales y futuras.
También exigen a los tribunales que "tengan debidamente en cuenta el derecho internacional y los convenios, pactos y cartas internacionales relativos a los derechos humanos", entre los que se incluyen las obligaciones en materia de derechos humanos a un aire y un agua limpios, a la vida y a los medios de subsistencia
En conjunto, estas disposiciones o cláusulas constitucionales son mucho más estrictas que las protecciones medioambientales de la mayoría de los países del norte, incluido Estados Unidos.
Unos años más tarde, un líder de la tribu de los pemón de la zona del Alto Mazaruní acudió al despacho de Janki en busca de ayuda para hacer frente a los continuos abusos de la industria minera. Janki centró su atención en construir y garantizar los derechos de estas comunidades. También trabajó como asesora en la redacción de la Ley sobre los Amerindios (Amerindian Act) de 2006, que establece los derechos colectivos a la tierra, a los recursos naturales y a la autodeterminación.
En publicaciones académicas y jurídicas, defendió que el incumplimiento de las obligaciones de derechos humanos a la vida, la salud, el agua, la alimentación, la no discriminación y la autodeterminación (incluyendo derechos de las comunidades a dar su consentimiento a políticas que les afectan directamente) "puede ser un detonante de la destrucción medioambiental".
También contribuyó a la redacción del Acuerdo de Escazú, el primer tratado regional sobre medio ambiente de América Latina y el Caribe (ratificado por 14 naciones, pero abierto a las 33 de la región), "que contribuye a la protección del derecho de todas las personas de las generaciones actuales y futuras a vivir en un medio ambiente sano y a un desarrollo sostenible".
Janki esperaba que, llegado el momento, el gobierno y la ciudadanía de Guyana hicieran uso de la sólida base jurídica que ella había ayudado a construir. Pronto se daría cuenta de que, al menos en lo que respecta al petróleo, estaba equivocada.
El mayor descubrimiento de petróleo en Guyana con un mal acuerdo
En marzo de 2015, la plataforma Deepwater Champion trabajaba para Exxon Mobil, explorando en busca de petróleo en el océano Atlántico a casi 200 kilómetros de la costa de Guyana, perforando por debajo de cerca de dos mil metros de agua y a través de casi cuatro mil metros de tierra.
La perforación en aguas ultra profundas es tan compleja que los expertos la comparan con los viajes espaciales.
Y los peligros son bastante conocidos; cinco años antes, la plataforma Deepwater Horizon trabajaba para British Petroleum cuando explotó en el Golfo de México, matando a 11 trabajadores y desencadenando el peor derrame de petróleo de la historia en alta mar. La plataforma en Guyana pertenecía y era operada por la misma empresa, Transocean, que dirigía la que estalló en el Golfo
Solo dos meses después de iniciar las exploraciones, Exxon encontró petróleo. El primer hallazgo importante en la historia de Guyana fue claramente una sorpresa. El entonces CEO de Exxon Mobil, Rex Tillerson, declaró a los accionistas que era el mayor hallazgo de petróleo del mundo en ese año. El gobierno guyanés, encabezado por el presidente David Granger, del Congreso Nacional Popular Reformista, firmó rápidamente un contrato con Exxon y concedió a la empresa una serie de permisos de 23 años que, en aquel momento, no se hicieron públicos. Cuando la producción empezó cuatro años después ("una fracción del tiempo que suele requerir", según Meghan MacDonald, vocera de Exxon), Guyana entró oficialmente en el exclusivo club de las naciones productoras de petróleo El presidente Granger proclamó el Día Nacional del Petróleo y afirmó que el descubrimiento transformaría el desarrollo económico del país y garantizaría una "buena vida" para todos.
El Partido Popular Progresista, dirigido por Bharrat Jagdeo, acusó a Granger de firmar un acuerdo unilateral con Exxon a cambio de “cacahuates” y los analistas del sector han constatado que el gobierno está recibiendo un rendimiento inferior a la media en los proyectos de Exxon.
La compañía petrolera recuperará todos sus gastos, incluidos todos los derivados del desarrollo y la explotación del petróleo que extraiga, dejando que el gobierno y los ciudadanos absorban, en gran medida, los costos de la empresa.
Por cada barril de petróleo producido, hasta que recupere sus costos, Exxon recibe 85.5% del valor del petróleo, frente a 14.5% de Guyana, según el Instituto para la Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA, por sus siglas en inglés).
Exxon mantiene que los términos del contrato son competitivos y que "proporcionan una estructura y unas condiciones equitativas, tanto para el gobierno como para las compañías inversionistas, acordes con el riesgo asociado a cada proyecto".
Janki, por su parte, se propuso hundir toda la operación de Exxon en Guyana: "en ese momento nadie más estaba dispuesto a desafiar lo que estaba haciendo el sector petrolero", afirma. En 2018, se dio cuenta de que tendría que acudir a los tribunales.
Así, presentó una demanda, apoyándose en la Ley de Protección del Medio Ambiente, argumentando que el gobierno había actuado ilegalmente al conceder licencias de producción a las dos empresas con las que Exxon está asociada, ya que no habían presentado sus propias evaluaciones de impacto ambiental.
El juez dictaminó que la licencia concedida a Exxon era suficiente, pero Janki no se dejó disuadir.
Empezó a dar charlas y conferencias, argumentando que había motivos para impugnar las operaciones de Exxon, y pronto encontró un alma afín en Troy Thomas, entonces presidente del Transparency Institute, la principal organización anticorrupción del país. Con el tiempo, se convertiría en uno de sus colaboradores más importantes.
Cuando Exxon empezó a operar en Guyana, a Thomas y a Janki les preocupaba que la fuerza de la corrupción que busca el dinero del petróleo amenazara los escasos logros políticos del país en los últimos años, la temida „maldición del petróleo‟; los países que dependen de la exportación de este recurso se encuentran entre las naciones con más problemas económicos e inmersas en las condiciones más autoritarias y conflictivas del mundo.
Terry Lynn Karl, profesor de la Universidad de Stanford, documenta cómo, en los últimos 40 años, las consecuencias de enriquecerse con el petróleo (lejos de la promesa que ofrece) han sido más destructivas que positivas.
Thomas era muy consciente de esto, así como de los crecientes esfuerzos en todo el mundo por abandonar por completo los combustibles fósiles, "Sabemos que el petróleo es un callejón sin salida", asegura.
A nivel mundial, en 2015, la industria de los combustibles fósiles y sus productos representaban 91% de todas las emisiones industriales de gases de efecto invernadero, y alrededor de 70% de todas las emisiones antropogénicas causantes de este efecto. Desde 1988, más de la mitad de todas las emisiones industriales mundiales de dichos gases pueden atribuirse a tan solo 25 empresas de combustibles fósiles. Exxon Mobil ocupa el quinto lugar en la lista, elaborada por la base de datos CDP Carbon Majors
Alzar la voz por la nación y su naturaleza
Thomas creció en Wakenaam, una isla de distintivo carácter caribeño situada a poca distancia en barco de Georgetown. Su padre era un pequeño agricultor; como la mayoría de los habitantes de la isla, cultivaba plátanos, yuca y tubérculos. Wakenaam está rodeada por un malecón a manera de muro que fue construido por los holandeses para impedir la entrada del agua. Pero llamarle „muro‟ parece una palabra demasiado generosa para esta estructura saliente en mal estado de 1.2 metros de altura. Funcionó durante un tiempo, pero el nivel del mar ha ido subiendo y las tormentas ahora son peores, inundando de manera periódica las casas y los campos de la isla. "Si el océano decide un día: 'seré perturbador', eso significará el fin para la isla de Wakenaam", destaca Thomas. "No es un argumento teórico ni conceptual, es lo que ocurre justo ahora". Para él no tiene ningún sentido que el gobierno reciba satisfactoriamente un proyecto cuyas emisiones masivas contribuyen al aumento del nivel del mar, que amenaza la supervivencia de su propia familia, "no veo cómo podemos aceptar matarnos a nosotros mismos", expresa.
Thomas, quien frecuentemente viste camisa de vestir y un blazer, con sus largos „rastas‟ recogidos, es profesor de ciencias naturales en la Universidad de Guyana. Padre de dos niños pequeños, Thomas empata a la familia con el trabajo y un activismo político poco común en esta pequeña nación, y no suele dormir más que unas pocas horas cada noche. Entiende por qué a muchos, si no a la mayoría de los habitantes de Guyana, les resulta difícil alzar la voz contra el gobierno y sus principales socios La historia política de Guyana tiene un lado violento, incluidos los asesinatos del famoso erudito anticolonialista y activista político Walter Rodney y de uno de los ministros de agricultura de la nación. Las represalias políticas y económicas también pueden ser despiadadas, infundir miedo y limitar la acción, explica Thomas. Su organización consiguió hacer público el contrato de Exxon con el gobierno a finales de 2017, un esfuerzo que le llevó a conversar con Janki. Thomas sentía que había rozado ya con las limitaciones propias de la defensa tradicional para detener a Exxon y estaba intrigado por el novedoso, pero poderoso enfoque legal de Janki. Decidió unir fuerzas con ella.
En mayo de 2020, Janki presentó una nueva demanda contra el gobierno, en nombre de Thomas. Alegó que los permisos de 23 años infringían la Ley de Protección del Medio Ambiente, que estipula que el Gobierno solo puede conceder permisos de cinco años para la extracción de petróleo.
En un acuerdo, la EPA aceptó reducir los plazos a cinco años, tras los cuales Exxon tendría que volver a solicitar nuevos permisos. Fue una gran victoria, pero no abordó las raíces de las preocupaciones más profundas de Thomas, la amenaza cada vez más tangible del cambio climático.
Así que, envalentonados por su éxito, Thomas y Janki empezaron a sentar las bases de un caso aún más ambicioso contra Exxon, al que pronto se unirían otros.
Los efectos del cambio climático en Guyana
Quadad DeFreitas es el segundo cliente de Janki en el caso pendiente contra Exxon. Este joven de 23 años, con aspecto de integrante de una boy band, es wapishana y creció en la región de Rupununi, al suroeste de Guyana, cerca de la frontera con Brasil. De niño, dividía su tiempo entre el pueblo de Katoonerib, donde asistía a la escuela primaria, y el rancho ganadero donde trabajaba su familia. Entre sus limitados atributos modernos, el rancho utiliza páneles solares desde hace décadas. DeFreitas trabaja en labores de conservación en la región. "¡Hay tantos animales!", expresa efusivamente. "Pájaros, nutrias, monos, caimanes, jaguares... ¡no se pueden enumerar todos!".
Hoy, su familia tiene un pequeño rancho ganadero y un incipiente negocio de ecoturismo. Pero a DeFreitas le preocupa que los efectos devastadores del cambio climático amenacen no solo los negocios de su familia, sino también el futuro de su hermano de cuatro años y su capacidad para vivir en Rupununi.
Las lluvias torrenciales en Guyana no son nada nuevo, "la gente vive en tierra firme, sabe de dónde suele provenir el agua y planifica la construcción de sus granjas y casas gracias a ese conocimiento", explica DeFreitas. Pero ahora las estaciones con lluvia son más largas y húmedas, mientras que las secas son más calurosas, con una sequía cada vez más intensa. Durante todo el año, el tiempo es impredecible y sigue empeorando. Los pozos y los estanques se secan, dejando a las familias sin agua potable ni pescado para comer; el río aumenta su caudal y también se seca mucho más de lo normal; y las inundaciones destruyen cada vez más cultivos y aldeas.
Un día de lluvia, visité una pequeña parcela de tierra en Katoonerib, cerca de la escuela primaria de DeFreitas. Había chozas de tierra marrón y tejados de paja cosidos a mano donde las hojas de los árboles atiborraban el horizonte.
Un agricultor arrancó una mazorca del tallo y, con la hábil precisión que dan décadas de repetición en la misma labor, tiró rápidamente de la piel para dejar al descubierto sus entrañas podridas. Un cultivo encharcado es incapaz de dar fruto. Y no solo se se había estropeado el maíz, también la yuca, la papaya, el ñame, la piña, los cacahuates y las calabazas, todos los alimentos cultivados en la granja.
Mientras Janki construía su tercer caso contra Exxon, DeFreitas se convirtió en un participante entusiasta. Al señalar las ventajas de la energía solar y el uso mínimo de combustibles fósiles en su comunidad, sabe que estas son otras formas posibles y menos dañinas de producir energía. Más allá de esto, analiza las implicaciones de agravar la crisis climática y considera que las operaciones de Exxon no solo son una locura, sino que son erróneas, "simplemente, no le veo sentido", afirma.
“El mayor caso sobre cambio climático del mundo”
En mayo de 2021, con Thomas y DeFreitas como demandantes, Janki, junto con Burch-Smith, presentó la histórica demanda contra el Gobierno y Exxon. "La atmósfera y los océanos de la Tierra han estado y siguen estando contaminados por la emisión y la acumulación de gases de efecto invernadero", aseguran los abogados, resultantes de "la producción, el transporte, el refinado y el uso de combustibles fósiles".
Por lo tanto, la aprobación por parte del gobierno de las operaciones de Exxon, argumentan los demandantes, viola el derecho constitucional de los ciudadanos guyaneses actuales y futuros a un medio ambiente que no sea perjudicial para su salud o su bienestar. Este es el primer caso en el que se litiga esta cláusula.
La declaración bajo juramento de Thomas, que afirma que la "amenaza existente" causada por las emisiones de gases de efecto invernadero ya está perjudicando la salud y el bienestar de los guyaneses, es la que Exxon intenta que se desestime. "La intensidad de ese daño aumentará a medida que se sigan quemando combustibles fósiles", escribe Thomas, responsabilizando al gobierno y a Exxon al señalar que la combustión es "la consecuencia prevista y previsible de producir ese petróleo y ese gas". Thomas cita con amplitud la investigación de Exxon de 1982, que concluía que "la mitigación del efecto invernadero requeriría de grandes reducciones en la combustión de combustibles fósiles", pero como Thomas no es un científico del clima, Exxon argumenta que sus declaraciones reflejan opiniones y no hechos comprobados.
"No cederán en nada respecto al cambio climático a menos que tengan una pistola en la cabeza, metafóricamente", dijo Burch-Smith sobre Exxon.
Los expertos coinciden en que las demandas de Janki están creando precedentes innovadores para desafiar a los principales responsables del cambio climático.
Joana Setzer, profesora adjunta del Instituto de Investigación Grantham sobre Cambio Climático y Medio Ambiente de la London School of Economics, atribuye a este caso el avance obtenido para los litigios sobre cambio climático basados en los derechos humanos, que cuestionan de forma particular la autorización de nuevas reservas de petróleo conociendo los daños de las emisiones resultantes. "Si el caso tiene éxito, podría inspirar demandas similares en otros países", comenta. "Es un caso real de derechos humanos".
Exxon sostiene que "ha cumplido con todas las leyes aplicables en cada paso de las etapas de exploración, evaluación, desarrollo y producción" en respuesta a preguntas sobre la demanda.
En septiembre de 2021, Exxon se unió al gobierno como codemandado, lo que sugiere que no se conformaba con dejar que el caso se desarrollara sin su influencia. La multinacional argumenta que los demandantes han "malinterpretado" la Ley de Protección del Medio Ambiente, señalando que el gobierno aprobó las evaluaciones de impacto ambiental necesarias para proceder a la perforación. Exxon también afirma que los demandantes "han descrito erróneamente" la cláusula constitucional sobre la que Janki y Burch-Smith han construido su caso.
Aunque esa disposición exige que el Estado "garantice el desarrollo y el uso sostenibles de los recursos naturales", también señala que debe hacerlo "promoviendo, al mismo tiempo, un desarrollo económico y social justificable".
La respuesta dada por el gobierno se fundamenta sobre un argumento similar. Asegura que aprobó la evaluación de impacto ambiental de Exxon y cita la misma cláusula constitucional señalada por Exxon. Bharrat Jagdeo, antiguo presidente del país y actual vicepresidente, ha defendido que Guyana debe extraer su petróleo con rapidez, mientras tenga la oportunidad. (Él mismo se ha levantado como líder de un grupo de funcionarios gubernamentales de lugares como Surinam y Ghana que defienden lo mismo). Jagdeo, el presidente Irfaan Ali y otros funcionarios del gobierno declinaron repetidas solicitudes de entrevistas.
Este argumento del gobierno y aquel que respalda la prosperidad económica presentado por Exxon fueron abatidos fuertemente en octubre de 2021. La administración de Biden, siguiendo una nueva directiva de Estados Unidos para "promover el fin del financiamiento internacional para la energía basada en combustibles fósiles altos en carbono", bloqueó un préstamo de 180 millones de dólares del BID a una empresa privada guyanesa que debía apoyar la expansión de las instalaciones terrestres de Exxon.
Si el objetivo es la prosperidad económica, el proyecto petrolero no empezó con buen pie. A pesar de tres años de producción, Guyana sigue siendo una nación en apuros, con uno de los índices de pobreza más altos de América Latina y el Caribe. El atractivo de las ganancias inesperadas por el petróleo es comprensiblemente tentador. Y el dinero ha llegado al país, pero es difícil medir su impacto. El Banco Mundial afirma que "el extraordinario crecimiento económico de 20 a 40% en los dos últimos años ha llevado el PIB per cápita a más de nueve mil 300 dólares en 2021, frente a los aproximadamente seis mil 600 dólares de 2019", pero el PIB sigue siendo una medida cuestionable, ya que ignora por completo los costos medioambientales reales y las cifras per cápita se limitan a dividir el valor nacional por la población, sin tener en cuenta la distribución desigual de los beneficios.
La vocera de Exxon, Meghan MacDonald, hizo hincapié en los esfuerzos de la empresa por aumentar la mano de obra de Guyana, señalando que hay más de cuatro mil 400 trabajadores guyaneses que apoyan las actividades de Exxon Mobil en ese país, "en los países fronterizos de todo el mundo, se requiere cierto tiempo para desarrollar la mano de obra necesaria para llevar a cabo las operaciones en un entorno laboral complejo y altamente inestable", declaró MacDonald.
Sin embargo, es bien sabido que la industria del petróleo y el gas está cada vez más automatizada y depende menos de los trabajadores, algo que la propia Exxon reconoció en una declaración en su sitio web que ya fue eliminada.
A finales de 2021, Exxon y sus socios habían obtenido seis veces más ingresos por sus operaciones petroleras en Guyana que el gobierno (tres mil 600 millones de dólares frente a los 607 millones del gobierno), según el IEEFA. Debido a este contacto desigual, el grupo calcula que en 2027 Guyana tendrá una deuda de más de 34 mil millones de dólares con Exxon y sus socios para cubrir sus costos de explotación y otros relacionados. "No habrá ninguna riqueza", afirma Janki. "Habrá, muy probablemente, una enorme factura que afectará enormemente al pueblo guyanés".
Si el tribunal da la razón a Janki en que esta operación petrolífera es incompatible con el derecho a un medio ambiente sano, entonces el gobierno tiene que decidir si detiene la actividad o encuentra, de algún modo, la forma de que no viole la Constitución. Tal vez sea una hazaña imposible, ya que el gobierno podría tener que demostrar que la producción de petróleo no provocaría un empeoramiento del calentamiento global. El gobierno también podría verse obligado a renunciar a cualquier nueva autorización para operaciones petroleras o a revocar las licencias existentes de Exxon. Incluso se podría poner fin por completo a las perforaciones petrolíferas en Guyana si al gobierno le resulta imposible conceder permisos sin infringir la ley.
"Si el tribunal decidiera que esta explotación vulnera la Constitución guyanesa, se trataría de una sentencia de extraordinaria importancia que tendría enormes repercusiones en cualquier explotación petrolífera futura en Guyana", afirma Muffett, del CIEL, y añade, "perder el acceso a Guyana como consecuencia de esta acción legal revolucionaria sería una señal más de que el modelo de negocio principal de la empresa es fundamentalmente incompatible con la lucha contra la crisis climática. Dada la enorme importancia de Guyana en la cartera de Exxon, es probable que los inversionistas escuchen".
Burch-Smith habló del caso conmigo, sentado a una mesa del hotel Marriott en junio. La cadena hotelera estadounidense, cuyas habitaciones cuestan más de 300 dólares la noche, ha sustituido recientemente al Pegasus como "place to be" en Georgetown. Burch-Smith hablaba en voz baja, con cuidado de no ser escuchado por la gente cercana, mucha de esta con acento de Texas. Supuso que vendrán más estadounidenses a medida que las operaciones de Exxon sigan expandiéndose.
"El problema fundamental es que la única forma de frenar el cambio climático es dejar de quemar petróleo". Y Exxon no puede cuestionar esto, casi susurra Burch-Smith.
Gane o pierda, los esfuerzos de Janki y el caso ya están teniendo repercusiones. Bajo un sol abrasador de mediodía de junio, en vísperas de la audiencia judicial, unos 25 hombres y mujeres se reunieron frente a la base de Exxon pegada a la costa en Georgetown para protestar contra las operaciones de la compañía, algo poco habitual pero cada vez más frecuente. Los manifestantes se distribuyeron a lo largo del borde de la congestionada autopista de cuatro carriles, sosteniendo pancartas blancas con mensajes escritos a mano: "la esclavitud se abolió hace siglos", "dejen de violar a nuestro país", "Exxon gana más dinero que Dios y Guyana no recibe nada".
En julio, 23 años después de que Janki lo incluyera en la Constitución de Guyana, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible como un derecho humano fundamental garantizado a todos. Esto ha extendido la posibilidad de que los ciudadanos de cualquier país miembro de la ONU sigan el ejemplo de Janki y denuncien ante los tribunales las operaciones de combustibles fósiles, alegando que son incompatibles con estos derechos recién consagrados
En septiembre, Exxon informó de un derrame de 42 galones (158 litros) de petróleo procedente de una plataforma de producción, que se extendía 20 kilómetros a través del Atlántico. Fue menor y, según la empresa, se aisló al día siguiente.
Pero este tipo de derrames son habituales en la producción de petróleo en alta mar y el temor a que se produzca uno lo bastante grande como para tener un efecto catastrófico en el ecosistema marino amenaza sobre la zona: "si algo resulta mal allá fuera, sin duda afectaría no solo a los medios de subsistencia, sino a toda la economía", advierte Sopheia Edghill, ecologista marina de la Universidad de Guyana.
Durante la audiencia, el juez anunció su retiro del tribunal y aún no ha sido sustituido. Janki también se enfrentó recientemente a otro reto. Burch-Smith dejó de ser su abogado adjunto, alegando "algunas diferencias en ciertos aspectos técnicos", pero para Janki no hay plan de retirada. Seguirá defendiendo el caso en nombre de Thomas y DeFreitas, y ya tiene un nuevo socio legal para ayudarla. El caso seguirá adelante cuando se asigne un nuevo juez. Y si no consigue detener a Exxon, ha presentado otros tres casos contra el gobierno y la empresa. "Esta no es una historia de impotencia, es una historia de poder", asegura Janki. "Este es el mayor caso sobre cambio climático del mundo".
Cada año, la EPA de Guyana debe llevar a cabo una contabilidad completa del ecosistema de la nación, desde la vida silvestre hasta la vegetación, y ponerla a disposición del público.
FOTOGRAFÍA TOM VIERUS
Con sus frondosos bosques, Guyana es un sumidero de carbono. El proyecto de Exxon lo convertirá en una bomba de carbono.
FOTOGRAFÍA TOM VIERUS
Las aguas de Guyana sustentan más de 900 especies de peces, esenciales para la subsistencia local y la economía. FOTOGRAFÍA: TOM VIERUS
Las fuertes lluvias en Guyana no son nada nuevo. Pero ahora las estaciones lluviosas son más largas y húmedas, y las estaciones secas son más cálidas, con una sequía cada vez más intensa. FOTOGRAFÍA TOM VIERUS
Parte del malecón que se construyó para proteger las áreas al este de Georgetown, Guyana. FOTOGRAFÍA: TOM VIERUS
Martin Eduardo Lucione
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Extraido Wired Andrei Osornio, Antonia Juhasz