AL MENOS 48 FIRMAS AUDITORAS CERTIFICARON COMO SOSTENIBLES A COMPAÑÍAS QUE DEPREDAN
LOS BOSQUES.
Mientras que muchos empresarios madereros y agrícolas buscan ser reconocidos por sus prácticas "sostenibles" en los bosques, el mercado de las certificadoras florece a nivel global Estas firmas certificadoras, cuya industria ya asciende a los 10 mil millones de dólares, deben acreditar con un pomposo sello que sus clientes han cumplido con altos estándares ambientales, el mismo sello que presumirán frente a los consumidores finales.
Pero lo cierto es que en muchos de sus procedimientos de certificación los controles fallan. Y en ocasiones pasan por agua tibia las graves infracciones de las compañías productoras y prefieren no prestar oídos a denuncias en su contra. El artículo pone al descubierto el fallido sistema de certificaciones que, a pesar de las promesas, no ha podido detener la deforestación en los bosques tropicales. Luego de un análisis de fiscalizaciones, datos y expedientes judiciales, se ha encontrado que al menos 48 firmas auditoras han avalado con sus sellos de "sostenibilidad" alrededor del mundo a 50 compañías involucradas en invasión de tierras indígenas y reservas protegidas, falsificación de permisos de explotación e importación de productos forestales conseguidos ilegalmente.
Las actividades forestales y agrícolas en los bosques son los principales factores de deforestación. Foto: Stefany Aquise
DEFORESTACION
Entre estas firmas auditoras ambientales se encuentran grandes multinacionales como SCS Global Services, SGS, Control Union, Tüv Rheinland, entre otras.
También se encontró que la multinacional KPMG asesoró financieramente a una gran cantidad de compañías acusadas de destruir bosques en distintos países.
En Latinoamérica resalta el caso de IBD Certifications, una firma brasileña cuyas auditorías han servido para que varias empresas dedicadas al aceite de palma puedan vender productos acreditados como sostenibles a pesar de las denuncias que pesan en su contra por graves afectaciones al ambiente.
Precisamente se publica un reportaje en el que detalla cómo en Perú, Guatemala y Brasil grandes palmicultoras denunciadas han operado bajo la supervisión de esa certificadora.
En el Perú IBD Certifications avaló las operaciones de Palmas del Shanusi, del poderoso Grupo Romero, cuyos directivos fueron investigados y acusados por la deforestación de 500 hectáreas de bosques primarios y secundarios en San Martín.
En noviembre de 2022, la justicia peruana decidió absolver a los ejecutivos del Grupo Romero y condenar únicamente a un operador externo. Las autoridades apelarán.
Los comuneros de San Martín no solo acusan al Grupo Romero de comprarles sus tierras con engaños, sino también de haber deforestado los bosques que en ellas había. Foto: Milagros Salazar/
Las grandes actividades económicas que se vinculan con la deforestación de bosques primarios son la tala de madera y la siembra de monocultivos, en especial la palma aceitera de la que se extrae el conocido aceite de palma. Aunque no es obligatorio, por una cuestión de reputación las compañías del rubro aspiran a certificarse bajo ciertos parámetros. Los estándares más reconocidos y que avalan las auditoras son los fijados por la Forest Stewardship Council (FSP) y el Programme for the Enforcement of Forest Conservation (PEFC), en el caso de la industria maderera, y la Roundtable for Sustainable Palm Oil (RSPO), para el aceite de palma.
Como ya se ha revelado antes la RSPO no es lo suficientemente disuasiva para frenar las malas prácticas entre los palmicultores, que ocupan en el mundo más de 26 millones de hectáreas de tierras que alguna vez fueron bosques. Y lo mismo está ocurriendo con las otras organizaciones que establecen normas ecológicas para la tala industrial, que supuestamente deberían estar evitando la depredación de los ecosistemas en el contexto del cambio climático.
Desde Myanmar hasta Canadá, desde Corea del Sur hasta el Perú, los esquemas de autorregulación ambiental han probado ser defectuosos, por primera vez, se pone al descubierto y a escala global los vacíos de este sistema que no solo permite la explotación de los recursos naturales, sino además el lavado de cara (greenwashing) de compañías que intentan esconder con sellos de calidad sus malas prácticas.
¿Quién vende y quién compra?
El Grupo Empresarial MELKA, investigado por la deforestación masiva en la AMAZONIA, abastece de palma a empresas formales que dicen defender el medio ambiente
“¿Sabes cuál es la planta que más consume el hombre?”, pregunta el ingeniero industrial Rubén Meléndez Rossel con la perspicacia de un profesor que siempre cree tener todas las respuestas correctas. Abre sus ojos pequeños y levanta las cejas, “El aceite de palma. Está en el 50 por ciento de todos los productos alimenticios que consumimos, en productos que ni siquiera imaginas y que comes todos los días”. Panes, galletas, yogurt, cereales.
“¿Sabes cuál es la planta que más consume el hombre?”, pregunta el ingeniero industrial Rubén Meléndez Rossel con la perspicacia de un profesor que siempre cree tener todas las respuestas correctas. Abre sus ojos pequeños y levanta las cejas, “El aceite de palma. Está en el 50 por ciento de todos los productos alimenticios que consumimos, en productos que ni siquiera imaginas y que comes todos los días”. Panes, galletas, yogurt, cereales.
Meléndez Rossel es el gerente general de Oleaginosas Amazónicas (Olamsa), la empresa que administra la planta extractora de aceite de palma más importante en Ucayali, la región con mayor crecimiento de extensiones de palma en el Perú. Meléndez alimenta la profecía de que el incremento de producción de este cultivo será “monstruoso” y que va camino a convertirse en el cultivo símbolo de la Amazonía peruana.
Pero esa aún es una proyección entusiasta, menos del 40 por ciento de las grasas y aceites que consume el Perú proviene de la producción nacional de aceite de palma.
El resto principalmente del aceite de soya que generan otras naciones como Argentina. “Si le compras aceite de soya a otros países le das trabajo a gente de otros lados. Hay fuga de divisas y eso no nos conviene, ¿estás de acuerdo conmigo?”, pregunta el ingeniero mientras un olor a fruta podrida impregna la planta extractora de aceite más antigua de Olamsa, ubicada en el kilómetro 59.8 de la carretera Federico Basadre, en la comunidad de Neshuya. La planta opera a solo una hora de Pucallpa, la capital de Ucayali.
Fuente Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA)/ Ilustración Emly Torrecilla
El olor nauseabundo es más intenso. Provoca vomitar.
En la parte trasera de la planta, unas pozas que lucen como piscinas cubiertas con un manto de plástico, contienen microorganismos que devoran residuos de la palma que escupe la planta durante la producción del aceite.
En cada poza, se busca eliminar los residuos para purificar el agua que se usa en el proceso.
El ingeniero Meléndez Rossel promete lograr que al final del circuito de las pozas haya agua lo suficientemente tratada como para criar paiches gordos y saludables
Y que otra parte del proceso servirá para generar energía eléctrica que podrá vender para hacer sostenible los negocios de Olamsa.
La producción de palma en el Perú fue promovida por los gobiernos de turno como un sustituto a la hoja de coca para combatir el narcotráfico.
Los empresarios del sector aseguran que es respetuosa con el medio ambiente porque se cultiva en lugares abandonados por los agricultores migrantes y en las tierras de pastoreo.
Pero hay un caso de deforestación masiva por producción de palma a gran escala en la Amazonía peruana que se ha convertido en la mancha negra que ensombrece los negocios de la industria, las operaciones ilegales de las empresas que fundó el empresario checo estadounidense, Dennis Melka, acusado de deforestar más de 13 mil hectáreas de bosques en Ucayali y Loreto, además de usurpar tierras de agricultores.
Zona deforestada en Ucayali para cultivar palma aceitera a gran escala en manos del grupo Melka. Foto: Diego Pérez/Oxfam.
Sin autorizaciones y aprovechando los agujeros de las leyes peruanas, Melka y sus intermediarios compraron tierras en las regiones Loreto y Ucayali, con la complicidad de funcionarios de los gobiernos regionales que ahora son investigados por corrupción.
Melka es conocido por su habilidad para instalar plantaciones de gran rentabilidad en países con regulaciones laxas como Malasia, el segundo productor de aceite de palma en el mundo.
En el Perú, este empresario empezó a operar en 2010 con la creación de una red de compañías, tres de las cuales arrasaron bosques para cultivar palma, en Ucayali, y cacao, en Loreto.
Debido a las investigaciones que enfrentan Melka y su entorno en el Ministerio Público, dos de las empresas fueron liquidadas en 2016 como estrategia comercial, pero las plantaciones de la deforestación quedaron intactas en manos de otros operadores, Ocho Sur P. en la localidad de Tibecocha y Ocho Sur U. en Bajo Rayal.
Los fiscales han logrado que se detenga la deforestación, pero no la cosecha del fruto que creció en las tierras de los bosques arrasados.
El 17 de abril, un camión amarillo de placa C3B-978 partió antes de las 3 de la tarde del caserío Tibecocha, en Ucayali, donde se ubican las plantaciones de Ocho Sur P. S.A.C., que heredó los cultivos de Plantaciones de Pucallpa, compañía fundada por Melka.
El camión se desplazó con una carga de 10 toneladas hasta llegar a una balsa para cruzar el río Aguaytía. Siguió a 30 kilómetros por hora sobre la trocha que atraviesa Nueva Requena hasta llegar tres horas después al kilómetro 36.8 de la carretera Federico Basadre, en Campo Verde. Ahí, al promediar las 6 de la tarde, se abrió una puerta de madera.
El camión ingresó lentamente con los últimos rayos de luz. Era una de las plantas extractoras de aceite de Olamsa, donde en pocas horas, los frutos de palma ingresarán al horno para arrojar unas dos toneladas de aceite crudo que será llevado a Lima para ser refinado y entrar al mercado de alimentos.
El 17 de abril, un camión amarillo de placa C3B-978 ingresó con un cargamento de frutos de palma a la planta extractora de aceite de Olamsa ubicada en el kilómetro 36.8 de la carretera Federico Basadre. Los frutos fueron cosechados en las zonas deforestadas de la compañía Ocho Sur P. S.A.C, Foto: Laím Chamorro.
Mientras tanto, el ingeniero Meléndez continúa hablando sobre la palma en la otra planta extractora de Olamsa. “Hay „tres patas‟ para llevar al éxito a una empresa de palma, que sea ambientalmente amigable, socialmente aceptable y económicamente rentable.
Lo estamos logrando”, apunta. Según él, su compañía solo compra a pequeños palmicultores que llegan con los frutos en furgones de apenas una tonelada. Hoy sabemos que no es verdad.
Días después, nos volvimos a encontrar en Lima, en el Congreso Nacional de Productores de Palma. “¿Ustedes le compran el fruto de palma a las empresas de Melka?”, preguntamos a Meléndez.
“No sabemos a quiénes le puedan vender ellos. Entiendo que sus plantaciones recién están creciendo”, respondió. Olamsa tiene como socios a 700 pequeños palmicultores que, según Meléndez Rossel, abastecen el 50 por ciento de los frutos que procesan las dos plantas extractoras de aceite en Ucayali.
El resto, asegura, provienen de otros pequeños agricultores no asociados con parcelas de 3 a 5 hectáreas. Entre esa categoría, se camufla la cosecha de las compañías del grupo Melka. Olamsa es una empresa que dice respetar el medio ambiente mientras hace negocios con un emporio acusado de deforestación masiva. Pero no es la única.
La planta extractora de aceite de Oleginosas del Perú (Olpesa), la más grande del distrito de Tocache, en San Martín, que es capaz de procesar 30 toneladas de fruto por día, también lo hace. “¿Le compran frutos al grupo Melka?”, preguntamos a Jorge Luis Cobos, el jefe de planta de esa compañía. En medio del barullo del Congreso Nacional de Palmicultores, la respuesta de Cobos fue rotunda, “No”.
Cinco días después, corroboramos que mentía. Un camión con placa ADZ 972 salió con 30 toneladas de fruto de palma desde las plantaciones de la empresa Ocho Sur P. S.A.C en Tibecocha, Ucayali, vinculada a Melka, y llegó 48 horas más tarde a Tocache luego de dos noches de descanso en la penumbra de la carretera, se siguió y fotografió ese recorrido.
El viaje era una aventura típica de la geografía de la región. El camión siguió la misma ruta de salida: atravesó en balsa el río Aguaytía, se desplazó por la trocha de Nueva Requena balanceándose de un lado a otro hasta encontrar estabilidad en la carretera asfaltada Federico Basadre. Avanzó lentamente sobre esta vía que por muchos años estuvo cercada por caseríos tomados por el cultivo de hoja de coca y la extracción ilegal de madera. El camión atravesó pueblos de Ucayali, Huánuco y San Martín hasta llegar a la localidad de Villapalma, en Tocache, el viernes en la mañana en medio del olor a fruta podrida que emanaba de la planta extractora de Olpesa.
Sigue la ruta de los camiones con frutos de la deforestación
El tiempo de viaje de Tibecocha a Villapalma de un camión con carga pesada, puede demorar cerca de 18 horas, con paradas incluidas. Pero este camión tardó más del doble: el chofer se detuvo en varios momentos para parchar una de las llantas traseras del vehículo. Las compañías de Dennis Melka han deforestado 13 mil hectáreas* en la Selva peruana porque aquí han encontrado "tierras sin restricciones, mano de obra barata, cero impuestos"
FOTO AMAZONÍA ARRASADA - STEFANY AQUISE
Los cargamentos de palma aceitera que provienen de las zonas deforestadas del grupo Melka se han intensificado desde fines del año pasado, según los pobladores de Nueva Requena que ven pasar los camiones desde sus casas, testimonios de los choferes que llevan el fruto y los trabajadores que cosechan la palma. Las autoridades que investigan el caso en la Fiscalía contra el Crimen Organizado en Lima no han podido detener el vaivén de los camiones con frutos de la deforestación para ingresar al circuito legal a través de las plantas extractoras. Los fiscales persiguen solo el delito contra el medio ambiente, no lo que pasa después de consumado el hecho. No hay controles para supervisar la ruta de la palma.
Un camión con placa ADZ con un cargamento de 30 toneladas de fruto de palma ingresó a la planta de aceite de Olamsa en Tocache proveniente de las operaciones de Ocho Sur P. en Tibecocha. Foto: Marta Portocarrero.
Los camiones con rumbo a Tocache salen en promedio una vez al mes debido a que el viaje es largo, narran los choferes que esperan con sus camiones al frente de la comisaría de Nueva Requena para ser llamados por la empresa para ingresar a las plantaciones. Pero los camiones “locales”, que transportan frutos hacia las plantas extractoras ubicadas a lo largo de la carretera Federico Basadre, se movilizan cada día cuando quema el sol, y la lluvia no estropea la trocha. El cargamento sale de las dos plantaciones de las empresas del grupo Melka en Ucayali: desde Tibechoca donde opera Ocho Sur P. y desde Bajo Rayal donde están las operaciones de Ocho Sur U. El camino es intrincado. Hasta los nombres de las empresas parecen creadas para despistar, para impedir que las recordemos.
Registramos el viaje de dos camiones desde las dos plantaciones que tuvieron como destino la planta extractora Industrias Palm Óleo S.A.C., de Jorge Jaime Lau Yook. A pesar de que procesa solo 4 toneladas de fruto de palma por hora, esa compañía logró un incremento de capital millonario en solo cuatro años: de 10 mil soles en 2010 a casi 4 millones de soles en 2014. La planta de Industrias Palm Óleo S.A.C. está ubicada irónicamente al lado del penal de Pucallpa, en el kilómetro 12 de la carretera Federico Basadre. En esta historia, lo lícito y lo ilegal siguen la misma ruta.
1. Plantaciones de palma aceitera de Ocho Sur U. en Ucayali. Foto: Milagros Salazar.
2. Plantaciones de palma en Ucayali para estudios científicos del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA). Foto Marta Portocarrero.
Las empresas Olamsa y Olpesa que también compran los frutos a las compañías del grupo Melka son miembros de la llamada Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO por sus siglas en inglés), que certifica a las compañías como amigables con el medio ambiente. Francisco Naranjo, representante de la RSPO para América Latina aseguró que Olamsa y Olpesa aún no han sido auditadas para verificar si cumplen con los estándares de la organización. Queda claro que en realidad hacen lo contrario, comprar los frutos de palma sembrada en los bosques depredados por el grupo Melka.
El gigante de la industria de alimentos y los sobrevivientes de la palma
Alicorp, la principal empresa de productos de consumo masivo en Perú, fue descubierta comprando aceite crudo de palma que tiene como origen bosques arrasados por el grupo empresarial Melka, hoy acusado por abusos laborales.
“¿Todavía existe la esclavitud?”, pregunta con una sonrisa irónica Eleodoro Barbarán, un joven de 24 años con la piel blanca quemada por el sol intenso de la región amazónica Ucayali, que se levanta todos los días a las 4 de la madrugada para tomar desayuno, ponerse sus botas de jebe y empezar a trabajar en plantaciones de palma aceitera desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde en promedio. “No tenemos una hora fija para volver a nuestro cuarto a descansar”, apunta. Recién cuando acaban la jornada, llenos de sudor y polvo, los recogen apiñados en camiones de carga, mientras los supervisores los vigilan desde sus motos.
“Cada día dicen que nos pagan 30 soles (apenas 3 soles por hora, menos de un dólar)” por trabajar bajo la furia del sol, la lluvia y la exigencia del supervisor de la parcela que solo reconoce la jornada de cada trabajador si concluye el trabajo de las plantaciones asignadas. Si no, no hay pago. “Si preguntamos „jefe, ¿por qué ganamos esta cantidad?, responden, „si quieres trabaja, si no búscate otro empleo‟. Como quien dice „vete a robar ya‟. Vivimos una esclavitud moderna”, ironiza de nuevo Eleodoro, añorando aquellos días en los que corría en la comunidad shipiba donde nació. Ese mismo espíritu libre lo llevó a salir de su pueblo para estudiar siete semestres de la carrera de educación primaria bilingüe en la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía, adonde desea volver pronto.
“Nadie puede resistir mucho tiempo así en el campo”, dice Eleodoro desde la localidad Bajo Rayal, parado al final de una trocha que conduce a los cultivos de la empresa Ocho Sur U., que heredó las operaciones de Plantaciones de Ucayali.
Esta compañía fue creada por el empresario checo-estadounidense Dennis Melka, denunciado por deforestación masiva de la Amazonía peruana para imponer sus negocios de palma aceitera a gran escala, con capitales de Malasia, el segundo productor de palma en el mundo.
https://youtu.be/Jog83MuMomo
Entre estas plantaciones, que fueron inspeccionadas en un sobrevuelo a inicios de este año por la Primera Fiscalía Supraprovincial Corporativa de Crimen Organizado, se desplaza sin descanso Eleodoro junto a más de mil obreros, agrupados en cuatro campamentos. Hasta ahí han llegado desde diversas regiones amazónicas para podar, polinizar, limpiar y cosechar las parcelas de los frutos de palma que se transportan en camiones rumbo a diversas plantas extractoras de aceite que aseguran defender el medio ambiente y que fueron descubiertas en la primera parte de esta investigación, Oleaginosas del Perú (Olpesa), que tiene la planta extractora de aceite más grande del distrito de Tocache, en San Martín; Oleaginosas Amazónicas (Olamsa), que administra la planta extractora de aceite de palma más importante en Ucayali y la planta extractora Industrias Palm Óleo S.A.C., de Jorge Jaime Lau Yook, que en solo cuatro años logró un incremento de capital millonario de 10 mil soles en 2010 a casi 4 millones de soles en 2014.
Todas ellas son proveedoras de la principal productora de alimentos del Perú, la que concentra la compra de aceite de palma en el mercado y pertenece al grupo Romero, uno los conglomerados empresariales más adinerados del país, Alicorp.
Las operaciones de Alicorp se extienden a seis países de América Latina con exportaciones a más de 23 naciones en el mundo. La sede principal está en Perú, en la provincia constitucional del Callao, hasta donde llegan los camiones cisternas repletos de aceite de palma provenientes de la Amazonía, para luego ser procesado en las plantas refinadoras y convertirse en uno de los insumos de la producción millonaria de alimentos.
En los últimos años, Alicorp va compañía va camino a duplicar sus ganancias: de más de 90 millones de dólares de utilidades netas en 2016 (302 millones 139 mil soles) pasó a más 159 millones de dólares a setiembre de 2018 (525 millones 797 mil soles), según sus reportes ante la Superintendencia del Mercado de Valores de Lima.
Un camión cisterna con aceite crudo de palma proveniente de la planta extractora de Olamsa en Ucayali se dirige a las instalaciones de Alicorp en el Callao. La foto fue tomada en mayo, pocos días después que se detectara que Olamsa compraba frutos de palma al grupo Melka. Foto: Marta Portocarrero.
“Nosotros no vemos las noticias ahí adentro, solo nos ponen dibujitos (dibujos animados) en la televisión. No sabemos a quiénes venden esos frutos ni qué denuncias tiene la empresa (Ocho Sur)”, dice Eleodoro, quien decidió contar junto a otros compañeros de trabajo, lo que vive a puertas cerradas en el imperio de la palma edificado por Dennis Melka sobre un cementerio de árboles.
En el Perú, este empresario empezó a operar en 2010 con la creación de una red de compañías, tres de las cuales arrasaron más de 13 mil hectáreas de bosques para cultivar palma, en Ucayali, y cacao, en Loreto.
Las tierras fueron compradas con engaños a pequeños agricultores, a personajes denunciados por tráfico de terrenos y a funcionarios del gobierno regional de Ucayali, investigados por corrupción.
Debido a las denuncias que enfrenta Melka y su entorno en el Ministerio Público, las empresas Plantaciones de Pucallpa S.A.C y Plantaciones de Ucayali fueron liquidadas en 2016 como estrategia comercial, pero las plantaciones de la deforestación permanecieron en manos de otros operadores que hoy hacen negocios con esta cosecha, Ocho Sur P. en la localidad de Tibecocha y Ocho Sur U. en Bajo Rayal. Desde 2017, los fiscales han logrado detener la deforestación, pero no la venta de los frutos de los bosques arrasados.
Trabajadores de Ocho Sur U. mostraron las cicatrices del trabajo duro en las plantaciones de la palma y denunciaron maltratos laborales. Fotos Marta Portocarrero.
Círculo de reclamos
Es sábado, día en que los trabajadores de las plantaciones de Ocho Sur salen en grupos a la apacible localidad de Bajo Rayal a partir de las 4 de la tarde en medio del zumbido de los mosquitos. Entonces esa apariencia de pueblo abandonado se transforma en una gran pista de baile con sonido tropical: las casas de maderas se convierten en bodegas para la venta de licores y en discotecas con un reportorio nutrido de cumbias.
Esta tarde de abril, Eleodoro Barbarán viste un pantalón negro pegado, un polo largo de manga corta, un gorro con víscera y una cadena dorada que lo hace lucir como un rapero adolescente, rebelde. “Hablen compañeros, digan cómo nos tratan”, invita a los otros trabajadores a contar su historia con la esperanza de que las cosas cambien. Siete hombres con edades que oscilan entre los 24 y 61 años, han formado un círculo, se interrumpen unos a otros como en un coro de quejas.
“El pago mensual está bajando. La mayoría saca 700 soles, 800 soles. El mes pasado he cobrado 886 soles. ¿Qué es eso?”, reclama Reynaldo Barbarán Sánchez, de 27 años de edad. “El tiempo libre que nos dan no alcanza para ir a visitar a nuestra familia. Nosotros venimos desde otros pueblos”, aseguran los que llegaron luego de dos días de viaje desde el distrito amazónico de Mazán, en Loreto.
“Tenemos cicatrices por las espinas de la palma”, insiste Jorge Ramírez, que llegó con 98 kilos a trabajar en los cultivos y en apenas un mes bajó 10 kilos por el trabajo pesado en el campo. Al anochecer, los hombres ingresan a una de las casas de madera con una pista de baile en penumbra. Por un momento dejan de lado las historias oscuras entre las plantaciones. Ahora bailan y ríen a carcajadas.
En esos días, Eleodoro llevaba nueve meses de trabajo duro en el campo y un plan lejos de los cultivos: hacer proyectos sociales con obras de teatro y cultura. Prometió que se iría un mes más tarde, pero hasta ahora no ha podido hacerlo, confirmaron sus familiares en Pucallpa hace unos días. Algunos como él sobreviven entre las palmas, otros como Reynaldo se fueron.
Juan Luis Dammert, sociólogo e investigador
La inversión privada debe darse “en condiciones que favorezcan al país y no vulneren los derechos de las personas”.
https://palmas-para-nadie-deforestacion-en-la-amazonia.convoca.pe/assets/audio/audiojuanluis.mp3
Aunque lo que más se conoce de las operaciones del grupo Melka es la deforestación, existen evidencias en manos de las autoridades sobre estos abusos laborales.
Entre 2016 y 2017, se registraron nueve denuncias de trabajadores ante la Dirección Regional de Trabajo y Promoción del Empleo de Ucayali contra cuatro compañías del grupo Melka. La lista de reclamos apunta principalmente a Ocho Sur U S.A.C., donde Eleodoro Barbarán y sus compañeros aseguran que han sufrido maltratado. De los cuatro casos registrados contra esta compañía, uno terminó con sanción debido a que se identificaron infracciones en la gestión interna de seguridad y salud en el trabajo, en la identificación de peligros para los trabajadores, faltas en los programas de seguridad y salud así como en el seguro complementario de trabajo en riesgo, según la información entregada por la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil), que depende del Ministerio de Trabajo.
Estas mismas infracciones fueron detectadas en Ocho Sur P. S.A.C, que también opera en Ucayali, en la localidad de Tibecocha, donde la empresa fue denunciada por la comunidad nativa Santa Clara de Uchunya por invasión, destrucción de los bosques y de su territorio ancestral. Por esos daños, la Procuraduría del Ministerio del Ambiente solicita una indemnización para el Estado peruano de más de 180 millones de soles. Las otras dos empresas denunciadas son Plantaciones de Ucayali y Plantaciones de Pucallpa, que fueron las primeras compañías con las que el empresario Dennis Melka adquirió de manera irregular los terrenos para plantar palma con la complicidad del gobierno regional de Ucayali.
Entre la deforestación y los reclamos laborales
https://youtu.be/BM0BhBV9EPI
https://youtu.be/Bknsk9qQqlg
“Cuando te ofrecen el trabajo las empresas contratistas en Pucallpa (la capital de Ucayali) te dicen que el pago básico por día es 30 soles. Llegas a las plantaciones y te dan solo 25 soles. Te descuentan un taper para la comida, un par de botas y un machete.
Entonces ya no alcanza. Por eso solo trabajé un día”, contó Darki Garay Abanto, quien ha pasado por varias pruebas de fuego a lo largo de sus 40 años de vida.
Cuando nació, murió su madre. Al llegar a la adolescencia se enroló en el Ejército a los 14 años de edad y luego terminó en pleno conflicto del Cenepa con Ecuador, al borde de la muerte. “Fueron días difíciles, pero aprendí a defenderme con dignidad”. Darki relata que los trabajadores que llegan desde pueblos amazónicos alejados, viven la peor experiencia. “Tienen que aguantar el maltrato para reunir dinero para su pasaje, otros son despedidos y hasta venden sus celulares para volver a su pueblo”, narra. Para él, no es casualidad que la empresa contrate a trabajadores que no son de Pucallpa “porque ante el maltrato solo aguantarían un día de trabajo como yo”, asegura. No ser cómplices de la desforestación es “tan importante como el respeto de los derechos laborales para una cadena de producción y distribución de palma sostenible”, asegura Francisco Naranjo, representante para América Latina de la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma (RSPO por sus siglas en inglés), plataforma que certifica a las empresas del sector como responsables con el medio ambiente y los derechos de sus trabajadores. Alicorp, Olpesa y la Junta Nacional de Palma Aceitera (Junpalma), que reúne a plantas extractoras que forman parte de la cadena de abastecimiento de Alicorp, entre ellas Olamsa, son miembros de la RSPO. Ninguna ha certificado su proceso de producción como sostenible. Y a la luz de los vínculos comerciales de algunas de ellas con el grupo Melka, sus gestiones de certificación como compañías amigables con el medio ambiente son, por decirlo menos, contradictorias.
En silencio
Los representantes de las plantas extractoras de aceite de Olpesa, Olamsa y Palm Óleo, que compraron frutos de palma a las compañías del grupo Melka, han preferido ignorar las evidencias. Primero negaron estas adquisiciones y al verse descubiertas con los camiones llenos de palma provenientes de las zonas deforestadas, optaron por el silencio. Pocos días antes de la publicación del especial „Palmas para nadie‟ , la gigante peruana de la industria de alimentos, Alicorp, confirmó mediante un correo electrónico enviado por la consultora Apoyo Comunicación, que le compraba a estas compañías hasta 4, 500 toneladas de aceite crudo de palma cada mes, principalmente a Olamsa con 3 mil 100 toneladas, el 69% del total. El gerente general de esta empresa, el ingeniero industrial Rubén Meléndez Rossel, aseguró por esos días que Alicorp les compraba más del 90% de su producción. La compañía de alimentos envió un comunicado en el que respondía sobre sus proveedoras que hacían negocios con el cuestionado grupo Melka, “hemos identificado que dos proveedores estarían comprando un porcentaje de frutos de origen aparentemente no sostenible” .
Frente a estos casos y los que se detecten en el futuro vamos a trabajar con nuestros proveedores, como parte del proceso de certificación RSPO (Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma), en buscar que nos abastezcan de manera exclusiva con fruto sostenible”. Pero hasta hoy, Alicorp no responde si dejó de comprar aceite crudo producido con frutos de la deforestación ni cuáles fueron las medidas qué implementó para frenar esta mala práctica.
El presidente de la comunidad Santa Clara de Uchunya, Carlos Arroyo, denuncia a la empresa Plantaciones de Pucallpa (hoy Ocho Sur P) de la destrucción del territorio ancestral de su pueblo.
De acuerdo con el plan anual de 2017 que presentó Alicorp ante la RSPO para su certificación, recién en 2019 contará con una cadena de proveedores identificable que permitirá determinar el origen del aceite crudo que compra. Once años más tarde, en 2030, promete que usará aceite de palma sostenible y productos certificados por la RSPO. Pero mientras eso sucede, el aceite crudo producido con los frutos de las zonas deforestadas, se mezclan en las plantas refinadoras de Alicorp, en el Callao, con el aceite de otras cosechas como en una especie de operación de lavado. Este mismo aceite se usará luego en la producción de toneladas de alimentos que llegarán a las casas de los peruanos y se exportarán a otros países del continente.
Alicorp no ha querido responder en qué productos utiliza aceite de palma, por “estrategia competitiva”, asegura. Pero en una revisión de las etiquetas de los alimentos que llevan su marca en los supermercados, identificamos este insumo en la mantequilla, margarina y el chocolate para taza. Las investigaciones sobre la industria del sector dan cuenta que el aceite de palma aparece en casi todo lo que consumimos a diario, desde los bebés hasta los ancianos: la leche, los cereales, el pan, la fórmula alimenticia para lactantes, el yogurt, las galletas, la mayonesa, el queso, el jabón y hasta las cremas humectantes para las manos y el cuerpo.
No hay ninguna sanción por vender productos con aceite de palma producido a costa de la destrucción de la Amazonía. Es el mercado el que condena o aprueba estas prácticas, es decir, los mismos consumidores, señala Roxana Orrego, directora general de Asuntos Ambientales Agrarios del Ministerio de Agricultura. Ante la RSPO, la máxima sanción sería la expulsión de estas empresas de esta plataforma, pero para ello una organización o un ciudadano tendrían que presentar una queja
En su última Asamblea General, en la quincena de noviembre, la RSPO aprobó una resolución que exige que las compañías como Alicorp, miembros de la plataforma o certificadas, publiquen quiénes son sus proveedores de aceite crudo. Sin embargo, para que las plantas extractoras informen a quiénes compran los frutos, se necesita que pasen por una auditoría especial como parte del proceso de certificación.
Para el sociólogo Juan Luis Dammert, quien ha investigado ampliamente al sector agroindustrial, es indispensable que las empresas sinceren sus prácticas. “No pueden decir que defienden el medio ambiente y al mismo tiempo comprar frutos a las empresas del grupo MELKA” .
Dammert señala que la inversión privada debe darse “En condiciones que favorezcan al país económicamente y no vulneren los derechos de las personas”. En este caso, la vida de Eleodoro Barbarán y sus compañeros, el eslabón más débil de la cadena de la industria millonaria de la palma.
Martin Eduardo Lucione
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Extraído Convoca (ICIJ) Milagros Salazar Herrera Videos y Fotos Marta Portocarrero y Laím Chamorro