1
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
La presente publicación es fruto de un emprendimiento conjunto entre el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Asociación Paraguaya de Estudios de Población (ADEPO), en el marco del Proyecto PAR/02/P07 “Formación de Actores Estratégicos en Población y Desarrollo”. El material fue elaborado en base a los resultados de las investigaciones ganadoras del 2do. Concurso de Investigaciones sobre Población y Desarrollo. La opinión de los autores no refleja necesariamente el punto de vista de ninguna de las instituciones mencionadas más arriba. Se autorizan la reproducción y la divulgación total o parcial de esta publicación por cualquier medio, siempre que se cite la fuente. Esta publicación no tiene fines de lucro, por lo tanto no puede ser comercializada en el Paraguay ni en el extranjero.
Diseño: Karina Palleros Impreso en: AGR Tirada: 1.000 ejemplares Es propiedad de: ©Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) ISBN: 99925-76-02-2
2
Diciembre de 2005 Asunción - Paraguay
Introducción
El 2º Concurso propuso tres temas centrales en torno a los cuales debían girar las investigaciones, a saber: población, capital social y desarrollo; procesos demográficos y desarrollo; y condiciones sociodemográficas de los departamentos del país y su situación con relación al desarrollo, y estableció que debían tomar en cuenta aspectos transversales como pobreza, género, salud sexual y reproductiva, ciclos de vida (niñez, adolescencia, juventud, adultos mayores), discapacidad, distribución espacial, migración interna, servicios básicos y condiciones de la vivienda. Un número superior al medio centenar de propuestas fue analizado por un jurado de calificación que, finalmente, seleccionó las cinco que mejor se ajustaban a los requisitos, bases y condiciones del concurso, y realizó el seguimiento y control de calidad de sus resultados finales. Hoy la ADEPO y el UNFPA se complacen en presentar cuatro trabajos que, a criterio del jurado, reúnen los méritos necesarios e indispensables para su publicación, si bien las afirmaciones y conclusiones contenidas en los mismos no representan necesariamente las de las instituciones patrocinantes.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
En la presente publicación se presentan los resultados de cuatro trabajos de investigación realizados en el segundo semestre de 2005, en el marco del 2º Concurso de Investigaciones convocado por la Asociación Paraguaya de Estudios de Población (ADEPO), como parte del proyecto “Formación de Actores Estratégicos en Población y Desarrollo” que lleva adelante con el apoyo técnico y financiero del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Se trata de dos abordajes a la temática del empleo, uno desde la perspectiva sociológica y el otro desde una visión económica, el primero enfocado al estudio de las estructuras sociales y su incidencia en el modelo de desarrollo y el otro sobre los determinantes del ingreso rural no agropecuario; y dos estudios sobre el capital social, referido uno de ellos a la incidencia del sistema educativo paraguayo en su construcción y el otro a las vinculaciones entre el capital social y la violencia en las comunidades. 3
En los cuatro casos, cuyos resultados se presentan en esta publicación, se ha trabajado básicamente con información sociodemográfica proveniente de censos y encuestas de hogares, cumpliéndose así con otro de los requisitos del concurso que apunta a promover la explotación y el uso de dicha información en el desarrollo de investigaciones y que estas representen aportes concretos para la formulación de políticas. La ADEPO considera que estos trabajos pueden constituirse en puntos de referencia válidos para acrecentar el conocimiento de la realidad social, económica y demográfica del Paraguay enriqueciendo una bibliografía todavía poco consolidada en la materia. Con ello hace también un nuevo aporte en el proceso de construcción de una masa crítica en el área de Población y Desarrollo, comprometida con los objetivos de desarrollo del país. Finalmente, la ADEPO hace propicia la ocasión para reiterar su reconocimiento al UNFPA, que brinda su decidido y decisivo apoyo a estos emprendimientos.
4
Índice
1. Introducción 2. Acerca de la cuestión del empleo y el desarrollo capitalista 3. Génesis y estructura del mercado de trabajo en Paraguay: historia y sociedad 3.1 Población trabajadora y mercado: las condiciones sociales de oferta y demanda 4. Trabajo y trabajadores 4.1 Estructura ocupacional y distribución del ingreso 4.2 La naturaleza de lo no natural: educación y desigualdad de posibilidades 4.3 Dualidad en el mercado laboral: el problema de la subalternidad 5. Conclusión: el trabajo en Paraguay y sus condiciones de posibilidad Bibliografía Anexo
Determinantes del empleo e ingreso rural no agropecuario en el Paraguay Pedro Daniel Correa 1. Introducción 2. Objetivos y alcances de la investigación 3. Revisión de la literatura 4. Datos 5. Estadística descriptiva del mercado laboral rural 6. Modelo econométrico 7. Principales resultados 8. Conclusiones y recomendaciones de política Bibliografía Anexo
7
9 11 18 29 50 50 54 67 77 79 81
85
87 89 90 94 99 106 108 112 118 119
La incidencia del sistema educativo en la construcción de capital social en Paraguay César Romero
127
Resumen 1. Antecedentes 2. Introducción 3. Objetivos y alcances de la investigación 3.1 El objetivo principal 3.2 Los objetivos específicos
129 130 131 135 135 136
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay Lic. Luis Ortiz Sandoval
5
3.3 El alcance y las limitaciones 3.4 El problema abordado 4. Marco teórico 5. Metodología 5.1 El capital social en Paraguay, a partir de la EPH 2002/DGEEC 6. Sistema educativo y capital social en Paraguay Entre la herencia autoritaria y el desafío democrático 7. Proporcionalidad entre inversión en educación y el capital social en el sistema estatal paraguayo 8. La incidencia de la educación para el incremento de capacidades individuales y grupales: el capital humano y el capital social 9. Principales hallazgos 10. Conclusiones. El capital social como necesidad para el desarrollo social: educar para capital social 11. Propuesta de políticas públicas Bibliografía
136 137 138 142 144 146 152 154
159 170 179 182
El capital social y su influencia en la violencia de las comunidades 185 del Paraguay. Evidencia de la Encuesta Permanente de Hogares 2002 José Aníbal Insfrán Pelozo, Ph.D. 1. 2. 3. 4. 5. 6.
Introducción Marco teórico Revisión bibliográfica Violencia, seguridad y capital social El enfoque económico del crimen Análisis de datos en base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) 2002 7. Índice de capital social. Su cálculo 8. Metodología 9. Estimación de la probabilidad de ser víctima de actos violentos con el capital social como regresor 10. Descripción de variables y signos esperados 11. Resultados empíricos 12. Implicancias de política 13. Conclusiones Bibliografía Anexo
6
187 188 191 193 194 197 197 199 199 202 203 207 208 209 211
Lic. Luis Ortiz Sandoval
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
7
8
LUIS A. ORTIZ SANDOVAL es Licenciado en Sociología e Historia por la Universidad Católica Ntra. Sra. de la Asunción (1996-2000). Actualmente se halla cursando estudios de Maestría en Ciencias Sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Académica México. Periodo 2004-2006.
1. Introducción
Y esta característica no es aleatoria. El modelo de vinculación al mercado internacional desde el final de la Guerra Grande, a saber, la exportación de productos primarios de extracción, implicó una forma específica de inserción al capitalismo mundial, que supuso, en lugar de expandir relaciones salariales en las ciudades, un proceso de monopolio de la tierra con las correspondientes relaciones de servidumbre en el campo. Por otra parte, se configuró una economía campesina de incipientes niveles de productividad del trabajo, mientras en algunas regiones se instalan dominios manufactureros de enclave con limitada expansión y cuyas utilidades se despachan al exterior. El modelo resultante es un régimen agroexportador dependiente. Las bases económicas de este contexto se expresan en la constricción del mercado laboral, es decir, una baja demanda de fuerza de trabajo para procesos de transformación manufacturera y el correlato de un exceso de oferta canalizado hacia sectores de baja productividad. Lo agravante de esta situación es que determinadas ramas de producción se hallan sobredimensionadas, tales como las actividades primarias para la exportación y una correspondiente depresión de las actividades destinadas a la producción de mercancías de consumo en el mercado interno. En este sentido, la incidencia de la industria, y particularmente la manufactura, en la organización racional del trabajo, así como en el desarrollo de las fuerzas productivas locales, estuvo ausente, relegando al atraso a la estructura productiva en su conjunto. Así, en Paraguay, el origen de la modalidad “moderna” del mercado de traba-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
El mercado de trabajo en Paraguay se basa en una estructura social de extrema desigualdad, así como sobre la estructuración desigual del desarrollo. La estructura de la propiedad en este país produce la forma específica en que se organiza el trabajo: por una parte, impide la transformación del agro hacia una transición urbano-industrial y, por la otra, condena a la miseria a los productores parcelarios, quienes se debaten entre la precariedad de sus condiciones de vida y la condición errante como campesinos sin tierra o marginales urbanos.
9
jo se basó más bien en el carácter independiente de la mano de obra, entendido como el predominio de la categoría ocupacional de trabajo por “cuenta propia”. El mercado de trabajo se constituye como un sistema segmentado cuya estructura laboral se fundamenta en la articulación de los bajos niveles de ingresos salariales con la baja calificación de la fuerza de trabajo. Las perspectivas analíticas que consideran el mercado laboral constituido dualmente se inscriben como una forma relativamente crítica de comprender el proceso social bajo los mecanismos de distribución de poder y de diferenciación social, pero permanecen en el análisis del “mercado”, obviando los elementos de la estructura social y el carácter histórico cultural del problema, allende la dinámica derivada del juego de la oferta y la demanda en abstracto. Así, partimos de la constatación de la existencia de relaciones sociales que determinan la distribución de las disposiciones sobre los bienes económicos y culturales en el espacio social paraguayo, y que ellas configuran una realidad específica con relación a las estructuras que hacen posible el empleo. En este sentido, planteamos ubicar la perspectiva teórica de la segmentación más adecuadamente al proceso histórico social paraguayo. Esto implica la correspondencia que ha existido entre los efectos de la modalidad dependiente del desarrollo paraguayo y la precariedad del trabajo en un contexto de bajos niveles de alternativas laborales donde los requisitos de empleo sean la seguridad, la estabilidad y la suficiencia. Al respecto, la premisa subyacente es que las condiciones objetivas de la estructura del trabajo devienen las condiciones del atraso de la estructura productiva paraguaya, al incidirse de manera recíproca tanto la dinámica del mercado laboral, en términos del empleo efectivo de los factores de producción, como las características socioculturales y políticas de los agentes que actúan en él, a saber, los trabajadores.
10
En un contexto como el actual, en el que las múltiples y variadas dinámicas socioeconómicas y sus correspondientes marcos conceptuales se imponen, por el “efecto de tecnocracia” como los marcos hegemónicos de análisis, es crucial la reconstrucción de algunas de ellas como condición para echar luz sobre determinados fenómenos que
muchas veces aparecen más opacados que adecuados a la lógica del descubrimiento científico. Los marcos actuales de análisis del trabajo en sociedades marcadas por relaciones mercantiles obedecen, si no en su totalidad, al menos predominantemente, al terreno de la ciencia económica. Y aquí lo que proponemos es recurrir a la teoría económica no para pontificarla, sino para insertarla en un contexto y análisis necesariamente social de la problemática que nos preocupa. Esta premisa epistemológica es atingente, dado que –como planteaba Russell– no estamos preocupados tanto acerca de cómo la gente hace elecciones, sino acerca de cómo hay mucha gente que no tiene ninguna elección que hacer.
La pregunta que nos proponemos responder en este estudio es: ¿Cuál es la contribución del factor trabajo al desarrollo económico paraguayo, dadas las condiciones actuales de calificación de la fuerza de trabajo y la baja demanda de trabajo formal? Analizando el proceso de trabajo, podemos distinguir los instrumentos de trabajo y el objeto sobre el que recae la actividad como los medios de producción, y el trabajo un trabajo productivo en términos generales. Dialécticamente, los productos no son solamente el resultado, sino que son, al mismo tiempo, la condición del proceso de trabajo. El proceso de trabajo, así, es la realización, regulación y control del intercambio del ser humano con la naturaleza mediante su acción concreta1.
1
Marx, Karl: El Capital. Crítica de la Economía Política, Fondo de Cultura Económica, México, 1991, Pág. 130.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
2. Acerca de la cuestión del empleo y el desarrollo capitalista
El proceso de trabajo considerado como proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capital presenta dos fenómenos característicos: a) el trabajador trabaja bajo el control de un empresario, a quien su trabajo pertenece; y b) el producto es propiedad del empresario y no del productor directo. Desde el punto de vista capitalista, el proceso de trabajo es el consumo de la mercancía “fuerza de trabajo”, facilitándole medios de producción. 11
“Fuerza es reconocer que nuestro obrero sale del proceso de producción en condiciones distintas a cómo entró. En el mercado se enfrentaba, como poseedor de su mercancía ‘fuerza de trabajo’, con otros poseedores de mercancías, uno entre tantos. El contrato por medio del cual vendía su fuerza de trabajo al capitalista demostraba a ojos vistas, por decirlo así, que disponía libremente de su persona. Cerrado el trato, se descubre que el obrero no es ‘ningún agente libre’, que el momento en que se le deja en libertad para vender su fuerza de trabajo es precisamente el momento en que se ve obligado a venderla.” (Marx: 1991, 240.) Lo central de la transformación industrial vía manufactura es la organización racional del trabajo y el correlativo incremento de su productividad. La estructura del trabajo se basaría, en este contexto, en una mayor asalarización de la población trabajadora y el incremento de sus capacidades profesionales, es decir, de su calificación. “El mecanismo total de la manufactura descansa sobre la premisa de que en un tiempo de trabajo dado se puede alcanzar un resultado dado. Sin esta premisa, no podrían interrumpirse ni empalmarse en el tiempo y en el espacio los diversos procesos de trabajo que se complementan los unos con los otros. Es evidente que esta interdependencia directa de los trabajos y, por tanto, de los obreros que los ejecutan, obliga a estos a no invertir en su función más que el tiempo estrictamente necesario para realizarla, con lo que se establecen una continuidad, una uniformidad, una regularidad, una reglamentación y, sobre todo, una intensidad de trabajo completamente distintas a las de los oficios independientes e incluso a las de la cooperación simple. En el régimen de producción de mercancías, la concurrencia impone como norma imperativa la de que en la fabricación de una mercancía no se invierta nunca más que el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, puesto que, para decirlo en términos superficiales, cada productor tiene que vender sus mercancías a los precios del mercado. En la manufactura, la fabricación de una cantidad determinada de productos en un tiempo determinado es una ley técnica del propio proceso de producción.”2 12
2 Marx, Karl: Op. cit., Pág. 280.
Según Hobsbawn (1979), la transición de la utilización extensiva de la mano de obra a la intensiva y de la intensiva empírica a la intensiva racional supuso la medición de la ineficiencia debida a la tecnología obsoleta o imperfecta y la debida a la mala organización del trabajo. Este autor se refiere, como ejemplo, al exceso de personal en las florecientes industrias inglesas del siglo XVIII, que indicaba la utilización ineficiente de la mano de obra por parte de los patrones.
Al inicio de la era industrial –refiere Hobsbawn–, el objetivo no era que el ritmo de producción realmente se incremente, sino que no cayera por debajo de la norma existente. En economías marcadas por el atraso, los empresarios ganan más por la reducción del salario real y un nivel de esfuerzo ajustado a la “norma habitual” que por un salario elevado con esfuerzos más intensos del trabajo. Todo esto nos lleva al hecho de que estos factores alientan la organización racional del trabajo para el aumento de la productividad, ante una (nueva) configuración del mercado de trabajo y los derechos de los trabajadores. La mecanización es una cuestión diferente a la organización racional del trabajo, la que supone: a) un análisis minucioso del proceso de trabajo y producción, su fragmentación en segmentos simples y el establecimiento de normas de trabajo en cada uno de ellos; b) un sistema de cálculo de costos que permita a la empresa descubrir el costo de mano de obra de cada operación y mantenerlo en constante observación; y c) la elaboración de sistemas de incentivos o de supervisión capaces de impulsar a los obreros a trabajar con un máximo de intensidad.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Ahora, ¿cómo surge la organización racional del trabajo como condición del aumento de la productividad laboral? ¿Basta la instalación de la maquinaria para lograr dicho efecto?
Así, para el desarrollo productivo del trabajo tienen que darse tres condiciones fundamentales: a) la organización racional del trabajo; b) el desarrollo de capacidades (calificación) de la fuerza de trabajo; y c) la mecanización. Según la teoría económica clásica, el mercado laboral se estructura bajo la mediación de una transacción “libre” entre la oferta laboral y la demanda empresarial de traba-
13
jo. Esta transacción se hace posible –afirman los economistas– como resultado de cálculos de costo-beneficio entre los oferentes y demandantes, hallando un punto de equilibrio en el precio del trabajo –o salario– adecuado para su usufructo mercantil. El salario, así, cargaría sobre sus espaldas el difícil papel de articular el deseo de explotación desmesurada de la fuerza de trabajo por parte de los empresarios y el deseo de liberar “horas de ocio” por parte de los trabajadores, los que “entregan” su trabajo con el supuesto de que su cálculo de salario les rinde una gratificación honrosa. Pero esta simplificación de la teoría económica no considera otros factores relevantes de orden social. Como alega Hobsbawn, la seguridad social, la comodidad en el trabajo, el ocio, etc., son factores que compiten con el dinero a la hora de determinar los equilibrios requeridos por el mercado. Pero hay un factor que es decisivo en la determinación de las transacciones de trabajo en las estructuras precapitalistas, o al menos preindustriales: la costumbre, vale decir, aspectos ligados a la tradición. “Los obreros no calificados o de aquellos cuya mano de obra había en abundancia no se planteaban, en principio, ningún problema de determinación de los salarios. Tenían que recibir un salario de subsistencia o bien un salario fijado en un nivel apenas suficiente para incitarles a abandonar, por ejemplo, el trabajo agrícola.” (Hobsbawn: 1979, 353.) Otra cuestión, además, en términos de la productividad del trabajo consiste en la determinación del salario de un obrero calificado con respecto a uno no calificado, lo que se basaba, en los inicios del industrialismo, en la posición social como expresión de las diferencias de ingresos y jerarquías ocupacionales. Hobsbawn dice que en una época un obrero determinado no se consideraba satisfecho si no obtenía un salario superior al de otro obrero de “categoría inferior”. La estructura salarial en una economía capitalista no se constituye, entonces, en el vacío: es una modificación o distorsión de la jerarquía salarial de la condición pre-industrial. El cálculo salarial del obrero en una economía capitalista atrasada es, entonces, un cálculo basado en la costumbre y no en el mercado.
14
Una consecuencia de esto es que los patrones obtienen su mano de obra calificada por menos del costo del
mercado. Esto sucede como consecuencia de la competencia entre firmas pequeñas y la ausencia de sindicatos (o la ineficacia de estos cuando los hay). Con los trabajadores no calificados, los mismos patrones no tienen expectativas de gran productividad de su trabajo. Dice Townsend –citado por Hobsbawn– con respecto a una situación de este tipo, previamente a la Inglaterra industrial:
La diferenciación al interior de la clase trabajadora funda un sistema de jerarquías que tiene como puntal una aristocracia trabajadora, caracterizada por mayores niveles y regularidad de ingresos, pertenencia a un sistema de seguridad social, mejores condiciones de trabajo, su posición marcada en las relaciones con los estratos superiores e inferiores4, mejores condiciones relativas de vida y perspectivas de progreso.
3 Townsend, J.: Dissertation on the Poor Laws by a wellwisher of Mankind citado por Hobsbawn, Eric en: Trabajadores. Estudio de historia de la clase obrera, Ed. Crítica, Barcelona, 1979. 4 Al respecto debe atenderse la diferenciación de los trabajadores con los administradores, directivos y pequeños patrones (capataces), así como los empleados oficinistas, de carácter predominantemente conservador. Por ejemplo, en la Inglaterra en fase de industrialización los artesanos consideraban inferiores a los peones (trabajadores no calificados) por su “falta de educación”. 5 Hobsbawn, Eric: Trabajadores. Estudio de historia de la clase obrera, Ed. Crítica, Barcelona, 1979, Pág. 297.
“La razón principal de una gran diferencia salarial entre las profesiones calificadas y no calificadas, las ‘aristocráticas’ y las ‘plebeyas’ en el sistema capitalista es el hecho de que el ejército industrial de reserva de parados y subempleados, que determina el movimiento general de los salarios, afecta de manera diferente a las diferentes categorías de trabajadores. Opera en primera instancia sobre todo manteniendo bajos los salarios de la clase de mano de obra que se expande con más facilidad, es decir, los de la mano de obra menos calificada.”5 Según Galbraith, ni los acaudalados ni la masa de trabajadores de las sociedades subdesarrolladas disponen de un estímulo económico lo bastante fuerte como para elevar la productividad de sus capitales o de su trabajo. Las familias campesinas se ven compelidas a sacar lo preciso para su subsistencia y no hacer rendir suficientemente su finca, porque las ganancias les serían arrebatadas de una u otra manera. Los restantes miembros no propietarios de la minoría privilegiada gozan de empleos importantes y bien remunerados generalmente en el Gobierno,
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
“Para los pobres no cuentan demasiado los motivos que estimulan la actividad y productividad de las categorías sociales más elevadas: dignidad, honor, ambición. Por lo general, es el hambre el que los hinca e incita a trabajar, y sólo la disciplina puede hacer que sigan trabajando.”3
15
en el Ejército o en las profesiones. Ninguno de los dos grupos acomodados –propietarios y no propietarios– contribuye positivamente a la producción nacional. Según la “teoría dualista” del mercado de trabajo, las oportunidades del mercado de trabajo –la posibilidad de conseguir un empleo bueno del mercado primario de trabajo que tenga oportunidades de formación y que permita percibir altos salarios– son controladas principalmente por los empresarios del mercado primario. En esta teoría, los trabajadores no controlan su destino en el mercado laboral. La productividad y las ganancias de una persona no dependen tanto del “capital humano” adquirido por medio de la educación y la formación profesional como de conseguir entrar en una escala de puestos de trabajo “buenos” del mercado primario. Así, el problema de los trabajadores pobres no reside tanto en sus deficiencias como en la estructura segmentada del mercado de trabajo. Con esto se desmitifica la “apuesta” por la educación como si fuera una panacea en el vacío, es decir, sin considerar las condiciones económicas de demanda de trabajo que pueda captar productiva y formalmente la oferta laboral. Lo atractivo de la teoría dualista radica en que pone el acento en las condiciones y los espacios de trabajo más que en los trabajadores, ya que insertan a estos en una estructura social, de diferenciación y poder. La productividad del trabajo se inscribe en condiciones sociales que la hacen posible. Estas condiciones se construyen como una articulación entre el desarrollo de la capacidad productiva del país, su relativa expansión en el territorio nacional, de modo a brindar posibilidades de acceso de la población económicamente activa a puestos de trabajo, y las características de la oferta laboral, específicamente la situación sociocultural de la mano de obra que entabla relaciones sociales con ciertos agentes económicos que detentan en considerables proporciones cúmulos de capital económico y cultural.
16
La propuesta de análisis de la subalternidad en la estructura del mercado de trabajo plantea que las condiciones objetivas de baja productividad del trabajo en su conjunto se entroncan en determinadas relaciones sociales que limitan el desarrollo de las capacidades y calificación
de la fuerza de trabajo. Estas relaciones sociales son aquellas que reproducen la estructura productiva aletargada y sin innovaciones, de modo que la condición de continuidad de la informalidad, de los bajos niveles educativos de la población trabajadora y la desigualdad de los ingresos, es correlativa con la continuidad de las estructuras de poder en el país.
Este trabajo planteará entender las limitaciones histórico-sociales y económicas para el desarrollo productivo del trabajo y el desarrollo de la estructura productiva. Como mencionamos anteriormente, las condiciones para dicho desarrollo se basan en la organización racional del trabajo, el desarrollo de la calificación de la fuerza de trabajo y la mecanización manufacturera. En este contexto, los criterios objetivos y subjetivos conforman el proceso de configuración del carácter específico del mercado laboral paraguayo de manera dialéctica.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Así, la segmentación del mercado laboral es atingente teóricamente, pero es limitada como perspectiva sociohistórica, pues solo pone atención sobre los determinantes objetivos que delinean el mercado dual en tanto este es el reflejo de la rigidez de un mercado primario en cuanto a movilidad, dadas la influencia de los empresarios y la sindicalización. Por otro lado, ciertos enfoques de segmentación ponen el énfasis sobre determinantes subjetivos, como ser la movilidad de los trabajadores entre ambos mercados según criterios de costo de oportunidad de pertenencia a los segmentos formales, así como los beneficios que ocasiona el incrementar capacidades y calificación en el sector informal, basados en expectativas racionales.
Planteamos la siguiente hipótesis con relación al problema del desarrollo de la estructura productiva y la productividad del trabajo: La condición de subalternidad de la mano de obra funciona como una limitación estructural del aumento de la productividad del trabajo. Los bajos niveles educativos y las características culturales subalternas en los trabajadores constituyen uno de los limitantes del desarrollo del sector industrial. La condición de subalternidad consiste en la desigualdad de acceso a los recursos de capital (tierra y tecnolo-
17
gía), la baja calificación de la fuerza de trabajo y la alta participación informal en el mercado terciario como efecto de la baja participación del sector industrial en el PIB. El salario –o el ingreso de manera más general– estaría fijado en un nivel apenas suficiente para impulsar a los habitantes rurales a abandonar el trabajo agrícola: la estructura conservadora del mercado laboral se sustenta en la continuidad del régimen de concentración de la propiedad de la tierra y la distribución del ingreso. Con el incremento del sector terciario de la economía, donde se concentra el segmento informal del mercado de trabajo, se expande la incidencia de pobreza.
3. Génesis y estructura del mercado de trabajo en Paraguay: historia y sociedad En casi todos los países latinoamericanos, la abolición de la esclavitud en el siglo XIX fue seguida por una tendencia a la expansión de la economía campesina. No se da una afluencia a las fábricas por la necesidad de dependencia laboral, sino hacia la independencia. Pero esta independencia presenta el rasgo apenas en sus formas, pues la expansión campesina debió ser funcional a las estructuras de poder agroexportadoras heredadas de la Colonia. Esto se resolvió en los sistemas de trabajo dependientes en forma personal (principalmente la aparcería) como modalidades predominantes luego de eliminarse las formas esclavistas de trabajo.
18
“Una consecuencia mayor de los cambios en la estructura agraria fue la formación de un mercado de trabajo adaptado a las necesidades de la economía de exportación. Pero el asalariado típico, el proletariado completamente desposeído de medios de producción, no fue en América Latina del siglo XIX la forma de trabajo predominante. Entre el peonaje próximo a la servidumbre y el asalariado libre sobrevive, y en muchos casos aparece, toda una gama de situaciones intermedias. El efecto más inmediato de un mercado de trabajo de esta clase es el he-
cho de que el costo de reproducción de la fuerza de trabajo no estará determinado por la economía mercantil, sino por las características y la dinámica de estos sectores de producción no capitalistas. En una primera fase, esta misma situación obligará a la persistencia de formas de coacción para el reclutamiento de mano de obra.” (Cardoso, Pérez Brignoli: 1978, 31.)
En esta línea, la constitución de los mercados de trabajo nacionales en el continente y en nuestro país reflejó la estructuración desigual del desarrollo. El desclasamiento de las poblaciones rurales se expresó en un “efecto no planificado” de la constricción de las inversiones industrializantes de las clases poseedoras provenientes del orden colonial. Esta será la regularidad en su posterior posicionamiento como clase dominante en los estados nacionales, de modo que la adecuación campesina al modelo agroexportador fue el resultado de su diligencia y lucha por la sobrevivencia, apremiada por su dependencia y sujeción a los cuadros de poder criollos. Como señalan Cardoso y Faletto, el grupo hegemónico de la clase agrícola exportadora manifiesta, tanto en su carácter económico como en los términos de su dominación política, una doble imbricación: primero, por sus inversiones en el mercado interno se convierte en un segmento dinámico y propulsor del “desarrollo”; pero, por otro lado, su vinculación exterior lo convierte en el articulador de la dependencia (Cardoso, Faletto: 2003, 112). A partir de tal situación, las coyunturas de poder serán efectivas en la magnitud en que el Estado pueda conciliar los intereses de la acumulación del sector económicamente dominante con aquellos de la participación creciente de las masas.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
En Paraguay, el origen de la modalidad “moderna” –es decir, capitalista– del mercado de trabajo se basó en el carácter independiente de la mano de obra, entendido como el predominio de la categoría ocupacional que trabajaba por “cuenta propia”. El origen de la baja productividad del trabajo y la informalidad predominantes en la actualidad habrá que buscarlos en este hecho histórico.
Como argumenta Cueva, este hecho tiene su contradicción más fehaciente en que ni siquiera se logra con el desarrollo de la agricultura, resolver las necesidades ali19
mentarias de la población nacional. “Ahora bien, la peculiaridad de una vía de desarrollo cargada de ‘envolturas’ (...) consiste en que no efectúa ese ‘trastorno completo del modo de producción’ del que habla Marx, o sea que no realiza una transformación radical de las relaciones hombre-naturaleza mediante la introducción de conocimientos verdaderamente modernos, sino que más bien asienta su evolución en un redoblamiento de la explotación de los productores directos.”6 En Paraguay, la domesticación estatal de la mano de obra, antes de la Guerra de la Triple Alianza, implicó prosaicas transformaciones de fondo en lo que a la productividad del trabajo se refiere, cuando se operaba el cambio formal de la estructura laboral con la subsunción por el Estado de la fuerza de trabajo. Esto se evidencia en la creciente participación laboral asalariada que al unísono coexiste con patrones de subsistencia independiente y con magros ingresos monetarios. Milda Rivarola (1994) refiere en un estudio que el Estado desempeñó un papel central en la constitución de una población trabajadora a su servicio, justificándose incluso el ejercicio de la fuerza bajo presupuestos racistas y etnocentristas, como el considerar a las masas populares “reacias por naturaleza” a la actividad asalariada. La autora, citando a Juan Andrés Gelly con respecto al Paraguay de mediados del siglo XIX, refiere que “la industria manufacturera es mala, (...) porque aunque en el Paraguay se hila y se teje mucho, no se conocen ni ejercitan las artes, sino de un modo muy imperfecto y rutinario. A pesar de la inteligencia y capacidad que tienen generalmente aquellos habitantes, les faltan los conocimientos, instrumentos y métodos que las ciencias y los descubrimientos modernos han aplicado con tan feliz resultado en las artes y manufacturas”7.
20
Decía otro autor, según las fuentes historiográficas arrimadas en dicho estudio, que las clases populares de la República apenas tenían que trabajar para ganarse el sustento. Una de las causales de dicha aversión se hallaría en la austeridad extrema de las necesidades: “Las masas están miserablemente desposeídas de ambición alguna para mejorar su condición a través de su propia iniciativa, mientras que el clima, la pequeña cantidad de fuerza de trabajo que se re-
6 Cueva, Agustín: El desarrollo del capitalismo en América Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1997, Pág. 82 7 Gelly, Juan Andrés: El Paraguay: lo que fue, lo que es y lo que será, Ed. de Las Indias, París, 1926, Pág. 143, citado por Rivarola, Milda: Vagos, pobres y soldados, CPES, Asunción, 1994.
quiere para el cultivo del suelo y lo menguado de sus necesidades contribuyen a modelar su carácter apático, y a inducir hábitos de holgazanería y vicio”8.
Las condiciones laborales y el nivel de vida de la población trabajadora referían que el dinero era casi desconocido en el interior del país, donde “la economía campesina seguía rigiéndose por el secular sistema de trueque” (Rivarola: 1993, 49). La forma de inserción paraguaya al capitalismo mundial, antes que generar relaciones de dependencia en las ciudades, implicó un proceso de monopolio de la tierra con las correspondientes relaciones de servidumbre en el campo, tanto en los yerbales como en los obrajes. Empieza a resurgir una pobre economía campesina en la zona central (alrededores de Asunción) y se constituyen los dominios manufactureros de enclave (tanineras, establecimientos cárnicos, etc., todos en Alto Paraguay), con expansión muy limitada.
8 Informe de C. Henderson citado por Herken, Juan Carlos, en: Proceso económico en el Paraguay de Carlos A. López: La visión del cónsul británico Henderson (1851-1860), en: Revista Paraguaya de Sociología N° 54, Asunción, CPES, mayoagosto, 1982, y referido por Rivarola: en Vagos... Op. cit. Pág. 132.
La baja calificación de la fuerza de trabajo era la expresión –más que la causa– del modelo, ya que la movilidad educacional estuvo ligada en el Paraguay de entonces a factores de poder con sustratos étnicos: las clases dominantes, de origen europeo y criollo encomendero, accedían a altos niveles educativos y a las profesiones liberales, es decir, se constituían en las clases ilustradas. La calificación de la mano de obra en función del aumento de la productividad del trabajo no era condición de la producción y acumulación capitalista en Paraguay, sino más bien esta se basó en la explotación extensiva de la mano de obra en condiciones de semiesclavitud. “De las modalidades de pago que subsisten hasta nuestros días (el ‘seco’ y el ‘libre’), la que incluía la comida
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Posterior a la guerra y con la debacle demográfica y económica, la recomposición de la población trabajadora supuso por parte de los pocos brazos existentes resolver por “cuenta propia” la producción de bastimentos para la subsistencia, hasta el periodo en que se produce la enajenación de tierras públicas (1883/1885). Allende la pérdida de territorio o los empréstitos a amortizar por el Estado, la principal consecuencia fue la destrucción de los establecimientos industriales estatales y de la infraestructura de comunicaciones que se había instalado y mantenido hasta la década del 60.
21
diaria al peón era de uso común en el interior, y funcionaba igualmente para el personal menos calificado de las ciudades. El transporte y las distintas tareas de la explotación forestal y de la yerba mate eran pagados ‘al tanto’ –un tanto poco–, es decir, en función del volumen trabajado –un gran volumen–, y (...) esta forma de salarios regía igualmente varios de los oficios urbanos en la época.”9 Según un censo de 1899, la población económicamente activa de hombres entre 15 y 50 años sumaba aproximadamente 113.276 personas. La información sobre la población de los yerbales y obrajes del país refería –con dudas de precisión, según Rivarola– que los peones y mensúes paraguayos sumaban cerca de las 25.000 personas más unos 30.000 paraguayos que, según Bertoni, trabajaban en el Chaco y regiones de Argentina y Brasil limítrofes con nuestro país. Según publicaciones oficiales de la época, se evidenciaba que la dificultad de los trabajadores europeos para competir con los paraguayos se debía al bajo nivel de vida de los oriundos de esta tierra, enfatizándose en los riesgos que ofrecía el país a los artesanos con oficios pero sin recursos de inversiones, y mostraba la carestía en términos de la demanda existente de profesiones liberales en Paraguay. De hecho, la instalación y/o expansión de grandes industrias agroexportadoras –obrajes de madera, yerbales, tanineras, saladeros, etc.– coincidió con el flujo más intenso de emigración a los países limítrofes. Entre 1904 y 1912 salió del Paraguay el 30% de su población total, y diez años más tarde el éxodo era evaluado ya en unas 150.000 “cabezas de familia” residentes fuera de las fronteras nacionales10. En Paraguay de inicios de siglo XX, para la demanda de trabajo, es decir para las empresas, corría el sistema liberal; para la oferta, es decir para los trabajadores, se imponía la coacción. De la misma manera que para el contexto inglés de inicios del industrialismo, aquí “los patrones recurren a la compulsión económica como a la no-económica para reclutar mano de obra y mantenerla. El mercado laboral se caracteriza por cualquier cosa menos por la política de laissez faire en las relaciones laborales”11. 22
9 Rivarola, Milda: Obreros, Utopías y Revoluciones. La formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal, CDE, Asunción, 1993, Pág. 49. 10 Rivarola: Op. cit. Pág. 109. 11 Hobsbawn: Op. cit., Pág. 364.
De este modo, al mismo tiempo que la fuerza de trabajo era forzada a entregarse “libremente” con la política de anticipo, su explotación servía como el más claro mecanismo de acumulación de capital que se volatilizaba con la transferencia de las utilidades a los centros de las firmas empresariales residentes en el exterior. Esta acumulación era correlativa con la tímida ampliación del mercado interno, la que no se realizaría sin el uso de la fuerza. En efecto, como planteara Cueva, “el proceso de acumulación originaria es al mismo tiempo un proceso de creación de mercado interno. Admitido este hecho, sin el cual simplemente no habría capitalismo, quedan por examinar el grado de extensión y profundidad de ese mercado, así como sus posibilidades reales de expansión. En este sentido, parecen claras las limitaciones impuestas por la vía reaccionaria de desarrollo, que en muchos casos se basa no solamente en el alargamiento de la jornada de trabajo, sino también en la pauperización absoluta del productor directo”13.
12 En efecto, la cantidad de establecimientos de comercio a fines del siglo XIX duplicaba la de “industrias”. En el censo de 1899 se registraron 2.298 establecimientos comerciales, mientras las manufacturas sumaban apenas 1.094. Ver Rivarola: Op. cit. 13 Cueva, Agustín: Op. cit., Pág. 88.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
En el Paraguay de la primera década del siglo XX, la política laboral fue de sometimiento coactivo de la mano de obra bajo políticas de enganche y anticipo, de modo a sujetar a los trabajadores a sus lugares de trabajo y cercenar la movilidad laboral, así como el “cálculo de salario” que estos pudieran realizar. Así, la teoría liberal no tenía nada que ver con la práctica de los liberales. La contradicción entre práctica y discurso se denotaba en la acción del Estado liberal que participaba o conducía, en muchos casos, las políticas de inmovilización de la fuerza de trabajo de sus lugares de empleo y la correspondiente formación de un mercado interno fragmentado12.
La formación del mercado interno en Paraguay se desarrolla con un carácter fragmentado como efecto de la disociación entre las ciudades, el campo y los recintos de industrias de “enclaves” como las tanineras, los obrajes y otros. Estos últimos, por ejemplo, tenían un modo de articulación con el mercado mundial diverso al de los mercados de las ciudades paraguayas, ya que realizan importación de artículos extranjeros de manera directa, para introducirlos en la circulación mercantil por precios cotizados por encima de su valor en el mercado nacional. 23
Estos dos factores asociados, a saber, los mecanismos coactivos de enganche y la explotación extensiva (largas duraciones de la jornada laboral) de la fuerza de trabajo, constituyen el modo atrasado que adquiere la estructura laboral. Este atraso se va evidenciando ya en la época como una estructura dual, donde la gran mayoría trabajadora era coaccionada a trabajar, no tenía seguridad, estabilidad ni bienestar económico. La estructura de subalternidad del mercado laboral, así, responde al carácter agroexportador del modelo económico. En los años de la segunda década del siglo XX, las diferencias entre las “clases altas” –industriales, propietarios, comerciantes, gerentes y técnicos de grandes empresas, parte del sector político– y la masa de la población campesina y trabajadora estaban claramente ligadas a cuestiones étnicas y de nacionalidad. La clase trabajadora, del campo y la ciudad, tenía sus orígenes en la población criolla y mestiza. Los descendientes de los antiguos colonizadores se ubicaban como profesionales liberales, políticos, terratenientes y ganaderos, mientras los inmigrantes llegados en la post-Guerra de 1864-70 –argentinos y europeos– controlaban el gran comercio y las industrias. “Las diferencias étnicas eran también visibles al interior de la jerarquía laboral: las explotaciones rurales contrataban como capataces o jefes a paraguayos –preferentemente aquellos en los que predominaba la ‘sangre española’–, a argentinos y uruguayos; en las empresas tanineras y empaquetadoras de carne los empleados altos y medios eran de nacionalidad norteamericana o inglesa. La xenofobia popular de la que tanto hablaban los despachos y las narraciones de viajeros fue cobrando intensidad en la época.” (Rivarola: 1993, 183.) La estructura del trabajo resultante en Paraguay, que se traducía en: 1) altos niveles de trabajadores por cuenta propia, dada la fragmentada industrialización (de enclaves) a inicios del siglo XX y su crisis antes de la Guerra del Chaco, así como en 2) baja calificación de la fuerza de trabajo, tiene su fundamento histórico en la modalidad de la estructura productiva local.
24
“En 1930 el Gobierno se vio obligado a aceptar que ‘todo nuestro organismo económico sufrió una distorsión es-
pectacular’, cuando la caída de los precios internacionales afectaba ya la totalidad de la producción total. El cierre y quiebra de comercios, la especulación, el desempleo y el aumento del costo de vida fueron agudizándose, y golpeaban a la sociedad paraguaya en los meses anteriores a la Guerra del Chaco.
“Cuando los efectos de la crisis hacen innegable la dependencia inherente al modelo agroexportador, y algunas voces proponen salidas industrialistas de sustitución de importaciones, Ayala hace una abierta defensa del primer modelo, retornando a posiciones estatales de fines del siglo XX.”14 Con la crisis del modelo extractivo se crearon las condiciones para un periodo de grandes agitaciones políticas, que se manifiesta inmediatamente después de la Guerra del Chaco con el ascenso del febrerismo al poder público y posteriormente con una salida autoritaria a la crisis de legitimidad del sistema social en su conjunto.
14 Rivarola: Op.cit., Pág. 243.
La dominación política en Paraguay, en este contexto, requirió ejercerse, por lo que Cardoso y Faletto denominan “el monopolio de clase” en el sistema político, que surge por la debilidad de los sectores diferenciados dentro de la alianza de dominio. En Paraguay, así, resurge de sus cenizas el sector agroexportador como la clase dominante, ocultando por su fuerza expansiva a todos los demás sectores o estableciendo con ellos relaciones de clara subordinación y no de alianza. “En América Latina esa situación se dio precisamente en los países con economías más endebles, y, por lo tanto, sin que dicho ‘monopolio de clase’ fuese la expresión de una burguesía vigorosa; más bien lo fue de un grupo vinculado a la agroex-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
“El radicalismo liberal se ve constreñido, a lo largo de esta década, a articular un pensamiento y un discurso sobre las clases trabajadoras, a cuya ‘toma de partido’ debían, en parte, su ascensión al poder. Si Ayala define inicialmente el mercado de trabajo como ‘amplio y elástico’ (aunque a renglón seguido debiera reconocer que la ‘libertad de trabajo es meramente legal, porque está sujeta a la tiranía económica’), en 1927 percibe ya algunas distorsiones entre la oferta y la demanda de mano de obra, adjudicando la causa a la deficiencia de trabajadores calificados del país.
25
portación, controlado por los mismos grupos que detentan la propiedad de la tierra, y así se han superpuesto en un mismo grupo los rasgos característicos de los sectores oligárquicos-latifundistas y de los sectores capitalistas exportadores (...)”15 En el caso paraguayo, tanto la vinculación de las oligarquías que se constituyen tras pescar en los ríos revueltos de la postguerra como las beneficiarias del modelo extractivo agroexportador tienen la misma responsabilidad que los capitales extranjeros beneficiados con el proceso de “liberalización de los bienes públicos” del Paraguay, configurándose una clara situación de dependencia en cuanto al desarrollo económico nacional se refiere. Bernardino Horne, diputado argentino, en sesión pública de la Cámara de Diputados del país rioplatense del 1 de junio de 1938, alegaba que “el acuerdo (secreto) entre el Ferrocarril Central del Paraguay y la Compañía Argentino-Paraguaya de Maderas había permitido –según su expresión– la formación de enormes compañías que, como pulpos, han expoliado a la economía del Paraguay e impedido la formación de pequeñas y prósperas industrias en base principalmente a una distribución equitativa de la tierra”16. Terminado el conflicto y bajo la recomposición, que sería apenas momentánea, del liberalismo político en el poder, se instituye en el año 1940 el Estatuto Agrario, de manera a brindar a las masas paraguayas que habían litigado por sus reivindicaciones sociales una legislación agraria que resolviera el problema de la estructura de la propiedad y se hiciera viable un modelo productivo orientado a la capitalización agrícola. En efecto, “la necesidad de la redistribución de la tenencia de la tierra era impuesta por el problema social creado por el latifundio, al que el Parlamento debía darle solución. Algunas cifras denunciaban la gravedad del problema: 14 propietarios poseían en la Región Oriental 7 millones de hectáreas y 11 propietarios en el Chaco, 5 millones de hectáreas, donde no se levanta un rancho por prohibición de sus dueños” (Pastore: 1972, 339).
26
Bajo el Estado autoritario, que tiene sus inicios en 1954, las políticas de reforma agraria cambiarían su sentido, de manera a promover la colonización de zonas inhóspitas
15 Cardoso, F.H.; Faletto, E.: Dependencia y desarrollo en América Latina. Ensayo de interpretación sociológica, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, Pág. 60. 16 Pastore, Carlos: La lucha por la Tierra en el Paraguay, Ed. Antequera, Montevideo, 1972, Pág. 336.
Según los datos del censo agropecuario de 1956, el territorio del país, de 40.675.200 hectáreas de superficie, dividido en 2 regiones, correspondiendo el 60% al Chaco y el 40% a la Región Oriental, estaba destinado el 4,1% a la producción agrícola –principal fuente de riqueza–, el 29% a la ganadería, el 18,4% a la explotación forestal y el 48,1% sin ocupación. En la Zona Central de la Región Oriental, de 360.870 hectáreas de superficie, eran cultivadas alrededor de 143.357 hectáreas, divididas en 41.823 chacras, de las cuales el 75% (38.917 chacras) tenía menos de 7,5 hectáreas, constituía morada y fuente de trabajo de 211.440 campesinos, el 18,4% de estos como propietarios de sus parcelas, el 52,3% como simples ocupantes y el 8,4% como arrendatarios. El resto del territorio de la Zona Central (217.513 hectáreas) formaba parte del patrimonio de terratenientes y estaba cubierto de montes y praderas. Zona de tierras lavadas por el uso de siglos, dividida en 48 distritos con 437 compañías, ubicadas a 100 km de Asunción, y que para satisfacer las necesidades de una persona requería la producción de 4 hectáreas, disponiéndose de menos de 1 hectárea por habitante. Sin embargo, en términos de Pastore, para el Gobierno de Stroessner “el problema económico y social de la Zona Central, que constituye un desafío a la capacidad de la conducción nacional y que afecta al presente y al porvenir del país, debía encontrar su solución con un ‘régimen de abonos y la práctica de conservación de suelos’, excluyendo la expropiación de tierras del dominio privado”17.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
sin más apoyo que el de la presión estatal por despojar a las masas campesinas de la Zona Central del país, presionadas socialmente, y que implicaba una correspondiente presión política al latifundio de la región.
En este marco, se promueven, a partir del segundo lustro de la década de los 50, las políticas de expansión –no capitalizada– de las fronteras agrícolas, cuando grandes contingentes de familias campesinas son impulsadas a abrirse paso en el monte inhóspito, sin ningún subsidio social ni auxilio técnico.
17 Pastore, Carlos: Op. cit., Pág. 423.
El proceso tuvo una leve transfiguración al resolverse parcialmente la crisis agraria con el asentamiento de numerosas familias campesinas en los nuevos horizontes, 27
otrora bosques y selvas18. Sin embargo, el efecto de estas políticas solo fue relativo, ya que la estructura de la propiedad, en este “proceso de poda”, antes que disminuir la influencia de la gran propiedad, rebrotó y amplió su incidencia sobre la estructura social. De hecho, a inicios de los años 60, en la Región Oriental 11 propietarios de latifundios de más de 100.000 hectáreas poseían el 34% de su territorio; 1.199 propietarios de 2.000 a 100.000 hectáreas poseían el 60%; y 109.970 agricultores de menos de 100 hectáreas, apenas el 4,3%. En el Chaco, 14 propietarios de más de 1.800 hectáreas poseían 13.212.000 hectáreas. La reserva de tierras fiscales del Chaco, con la determinación de los límites con Bolivia, era de 8.720.715 hectáreas en dicho periodo. Las implicaciones en el mercado de trabajo de esta configuración de la estructura de la propiedad fueron el obvio estancamiento económico y la marginalización creciente de la población en edad de trabajar. Con este estado de cosas se conservaba lo que Galbraith denominaba la “renta no funcional” de la oligarquía dominante, es decir, una renta que no representa un servicio funcionalmente útil a la economía nacional19. El 70% de la población activa trabajaba entonces en faenas rurales, concentrada en la Zona Central, con una densidad de 63,3 habitantes por kilómetro cuadrado y 0,6 hectárea por persona; mientras en el Chaco la densidad era de 0,23 habitante por kilómetro cuadrado. Con este régimen de distribución de tierra y el cultivo de pequeñas parcelas sin el empleo de la ciencia y la técnica modernas, la producción agrícola de subsistencia limita el desarrollo de la riqueza del país y el ingreso, así como el nivel de vida de sus habitantes. Y, sin embargo, “la naturaleza ofrece condiciones de excepción para una producción agropecuaria de gran volumen comercial (...). Entre los años 1943 y 1957, mientras el área cultivada había aumentado en el 0,8%, la población creció en el 38%”20.
28
Al avenirse el fenómeno Itaipú, donde se da la –provisional– contratación masiva de mano de obra calificada y no calificada en las obras directas como en las indirectas de la represa (v.gr. obras viales), las clases trabajadoras, que habían estado debilitadas hasta entonces en sus condiciones económicas y sociales, son cooptadas en su
18 Este proceso presentó, empero, una fuerte incidencia sobre las comunidades indígenas que tenían su morada y reproducían sus costumbres en los montes que fueron objeto de la colonización stronista. 19 Galbraith, John Kenneth: The Underdeveloped Country [El país subdesarrollado], CBC Publications, Toronto, 1965; citado por Rocher, Guy: Introducción a la Sociología General, Ed. Herder, Barcelona, Pág. 596. 20 Pastore, Carlos: Op. cit., Pág. 424.
mayoría por el proceso hegemónico de la dictadura, ya que esta se basa en la coyuntura favorable que el megaemprendimiento referido trae, en términos de empleo y crecimiento económico.
El funcionamiento del sistema económico implica un aumento –por lo menos en términos absolutos– del proceso de marginalización. Por tal razón, la canalización de las presiones populares a través de organizaciones estructuradas se torna difícil.
3.1 Población trabajadora y mercado: las condiciones sociales de oferta y demanda En las descripciones más comunes acerca del mercado laboral, incluso las más recientes22, se concede importancia central al factor de la oferta laboral, quizás porque implica conocer los determinantes de la composición y estructura de la fuerza de trabajo, así como también por motivos de más fácil acceso a datos estadísticos con respecto a ella.
21 Cardoso, F.H.; Faletto, E.: Op.cit., Pág. 158. 22 Véase Aguilera Alfred, Nelson: Paraguay: El mercado laboral en el periodo 1999-2002, OIT, Santiago, 2004. También Llamosas, Óscar y González, Roberto: Reporte sobre el mercado laboral en Paraguay 19992003, OIT, Santiago, 2004.
Sin embargo, la tarea de dar cuenta de la dinámica de un mercado de factores como es el del trabajo, requiere atender al mismo tiempo que la oferta también el problema de la demanda. Se trata de mostrar los vínculos entre ambas dimensiones, de modo a brindar algunas pistas explicativas de las fallas del mercado de trabajo y el problema del empleo en Paraguay. Para considerar la cuestión de la oferta laboral atenderemos la composición bru-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
La debilidad de los intentos hechos por buscar transformaciones en el statu quo por medio de la movilización de las masas no integradas se asienta, por una parte, en su carácter poco estructurado y en su bajo nivel de subsistencia y de aspiraciones; por la otra, las nuevas bases del desarrollo y de la dependencia provocan una división entre los sectores asalariados. (...) “Los grupos asalariados vinculados al sector capitalista avanzado –en el caso paraguayo, el de los ‘barones de Itaipú’– se benefician del desarrollo y, en cierta medida, amortiguan las presiones que vienen de abajo. En la acción reivindicativa se desvinculan de las presiones populares masivas, tanto urbanas como rurales.”21
29
ta de la población económicamente activa según los censos de población y vivienda, mientras que para considerar la demanda atenderemos algunos datos de la encuesta de establecimientos industriales o Encuesta Industrial, realizada por la DGEEC, donde el objeto de estudio son las empresas que transforman la materia prima incorporando valor agregado. En este caso, y dado el carácter de este estudio, el problema de la industria lo asumiremos como clave para dar cuenta de la demanda laboral en su conjunto. Para entender el marco en el cual se desenvuelve la estructura del empleo, es necesario proponer una hipótesis del sistema económico que explica las condiciones en que se desenvuelven el trabajo y la fuerza de trabajo paraguaya. Dicha hipótesis parte de analizar dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la estructura económica paraguaya; y, en segundo lugar, el desempeño de la actividad económica. Si bien en Paraguay la principal esfera productiva se halla en el sector agrario, es conocido por todos que en los últimos 10 años se ha ensanchado el sector terciario de la economía. En efecto, la ocupación en el sector primario, según fuentes de la DGEEC23, disminuye de 34,3% en el 2002 al 32,5% en el 2003, mientras que el sector terciario aumenta de 50,8% en 2002 a 52,8% en 2003, manteniéndose intacto el sector secundario para ambos periodos, con apenas 14,7%.
30
Este dato da cuenta de la incapacidad de la economía de absorber fuerza de trabajo, ya que el sector industrial, que ha sido históricamente el encargado de atender la oferta laboral en sociedades industriales, en Paraguay es precario. Así, pues, las limitaciones tales como la baja inversión así como la insuficiencia de la capacidad productiva del trabajo hacen poco promisoria la expansión de dicho sector, mientras la población que se incorpora al mercado de trabajo cada año presiona por mejores condiciones de empleo. Ante este dilema, la salida se expresa en la creciente informalidad, tanto de la población urbana que va engrosando la población económicamente activa, así como de los grupos rurales que enfrentan el desarraigo y la migración a centros urbanos, en búsqueda de empleo no productivo para obtener ingresos insuficientes.
23 Encuestas Permanentes de Hogares 2002 y 2003.
Por otra parte, el hecho referido está correlacionado con el desempeño de la actividad económica paraguaya en su conjunto, el cual, en términos del crecimiento del PIB entre el año 2002 y el año 2003, fue de apenas 2,6 puntos porcentuales, el que, por otra parte, considerando el periodo anterior (2001-2002), presentó una caída de -2,3 puntos. De allí que, teniendo en cuenta el periodo comprendido entre el 2001 y el 2003, el crecimiento real fue casi inexistente.
gráfico 1 Paraguay. Evolución de la tasa de variación del PIB (%) 2000 - 2003
2,7
0,5
0,4 2000
2001
2002
2003
-2,3
La sociedad paraguaya atraviesa problemas tales como el monopolio de la tierra (latifundio), la ocupación irregular extranjera en la frontera y la pauperización minifundiaria campesina. Asimismo, las condiciones de trabajo en los medios urbanos se subordinan al predominante comercio de bienes de importación, la falsificación y el tráfico ilegal, así como un mercado de servicios de extremada asimetría.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
1999
2,6
Según los Censos de Población y Vivienda, el incremento de la población en Paraguay tiene un correlato de mayor tasa de expansión de la población económicamente activa. Eso quiere decir que si la tasa de incorporación de la población joven a la fuerza de trabajo del país es mayor a la tasa de crecimiento del país, pueden darse dos vías hipotéticas de atracción de la oferta: una hipótesis es la 31
incorporación por el incremento de establecimientos que captan mano de obra, especialmente asalariada, de modo a aumentar la capacidad de empleo de los factores de producción de la economía, o, dicho en otras palabras, se efectúa un incremento de inversiones de capital y, por tanto, de requerimiento de mano de obra para trabajo productivo. La segunda hipótesis sería más bien que la incorporación se debería a la necesidad de supervivencia de sectores carenciados de la población, y en ese marco se insertan como trabajadores independientes del sector informal o en condiciones de subocupación, escenario en el cual no se efectúa inversión productiva, sino más bien se agudiza el estancamiento económico. Para entender dichas hipótesis tendríamos que contrastar la fluctuación porcentual de la PEA y los factores que la conforman, así como atender la magnitud y relevancia del empleo que facilitan los establecimientos industriales. Según los datos estadísticos proveídos por los censos de población y vivienda, entre los años 1962 y 2002, el total de la población económicamente activa se triplicó, alcanzando la cifra de 1.964.160 personas para el último año, en comparación con los 586.415 individuos a inicio de los años 60. Sin embargo, la tasa de participación económica (PEA/ PET) en el periodo analizado no presentó variaciones significativas, registrando un 52,5% en 1962, 50,3% en 1972, 51,5% en 1982, 51% en 1992 y 53,8% en 2002. Si analizamos por sexo dicha distribución, se observa un movimiento dispar de las mujeres con respecto a los varones, pues en 1962 la tasa de ocupación de las mujeres era de 22,9% para incrementarse al 34,7% en 2002, mientras que los varones disminuyen de 84,8% a 72,5% en 2002. Sin embargo, aun así, la proporción de participación de los varones sigue siendo muy superior a la femenina; es decir que si para 1962 casi era cuatro veces mayor, en 2002 todavía sigue estando por encima del doble.
32
Ahora bien, el comportamiento de la variación de la tasa de participación por sexo tiene su fuente principalmente en el área urbana, donde el incremento de la participación femenina ha sido de un poco más de 13 puntos porcentuales, cuando en el campo es de menos de 6 puntos porcentuales. En cuanto a la orientación de la participación masculina, sin embargo, el principal peso de su dis-
minución se halla en el campo, donde entre los años 1962 y 2002 la disminución fue de más de 13 puntos porcentuales y sin mucha incidencia en las ciudades, donde dicha disminución fue de solo 4 puntos porcentuales.
En su conjunto, si analizamos por área geográfica, el crecimiento de la PEA fue notable en el área urbana, donde de 53,3% en 1962 sube al 57,4% en 2002, mientras que en el área rural disminuye de 52% en 1962 a 48,6% en 2002. Los fenómenos migratorios, en efecto, representan un papel importante en este escenario. Según los datos censales, la migración reciente analizada para los años 1982, 1992 y 2002 muestra una fluctuación del volumen de personas que se trasladan de áreas urbanas a otras áreas urbanas, un porcentaje de 37,8% para el primer año, 43,8% para el segundo y 41,6% para el tercero, siendo este flujo migratorio el más importante a nivel nacional. En segundo término y orden de importancia, el flujo rural-urbano generó en 1982 el 24,7%, disminuyendo en 11% en 1992 e incrementándose nuevamente a 17,7% en 2002.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
El incremento de la participación femenina en el mercado laboral podría explicarse en dos direcciones. Una que plantea que la modernización del país y el incremento de fuentes de empleo hicieron propicia su incorporación al mercado laboral. La otra que indica que los procesos de recesión económica y el aumento de las necesidades básicas familiares impulsaron a las mujeres a la contribución monetaria en la economía doméstica. La hipótesis más verosímil apostaría por la segunda alternativa, dado el comportamiento macroeconómico referido, aunque no pueden desconocerse los procesos de cambios culturales que atravesó la sociedad paraguaya, por los cuales se reconfiguran las relaciones sociales en general y de género en particular.
El incremento urbano del mercado laboral referido anteriormente está en consonancia con el peso marcado que tienen los flujos de migración con destino urbano, que representaron en 1982 el 62,4%, el 54,8% en 1992 y el 57,2% en 2002, contra la mitad del total de flujos para los dos primeros años y menos del tercio en el último en cuestión. Ahora bien, si analizamos la distribución de la población económicamente activa por sector económico, la
33
población ocupada en el sector primario representaba un poco más de la mitad, 51% en 1972, para atravesar un proceso de disminución que implicó un 42,9% en 1982, 35,4% en 1992 y un 26,6% en 2002. Este descenso del sector asociado a las actividades agropecuarias opera en contraposición a un incremento significativo del sector terciario, que en 1972 sumaba el 29% de la población ocupada, creciendo en apenas 1 punto porcentual hasta 1982, pero posteriormente a una razón de 10 puntos porcentuales interanual, hasta alcanzar el 52,1% en 2002. Este comportamiento tiene su fundamento principal en dos factores: el primero es la migración –referida en el párrafo anterior– para engrosar los segmentos de población urbana en búsqueda de empleo y el segundo es el incremento de ocupaciones informales por “cuenta propia”, dado que el sector secundario de la economía no representa una proporción significativa en el transcurso de la historia paraguaya, como se mostró en la primera parte de este estudio, así como no presentó variación alguna en beneficio del desarrollo económico hacia “adentro” del país. El sector secundario, en efecto, se mantiene constante entre 1972, cuando era del 18% del total de la ocupación laboral, y 2002, cuando alcanzó el 17,8%. Analizando las categorías de ocupación, la tendencia ha sido, en el transcurso de 1972-2002, una disminución de los trabajadores independientes de 45,6% a 41,4%, mientras la participación de los asalariados se ha mantenido prácticamente constante, disminuyendo de 40% en 1972 a apenas 39% en 2002. Sin embargo, para todos los casos, los trabajadores por “cuenta propia” son más numerosos que los asalariados. Esto en particular, para el caso de su distribución por sexo, muestra que entre los varones se da la mayor proporción de trabajadores independientes en el año 2002; así, para esta categoría el porcentaje era de 46,4%, mientras que para los asalariados (empleados y obreros) el porcentaje era de 40,8%. Este fenómeno se explicaría en que los varones representan un porcentaje ínfimo de los empleados domésticos, donde en el caso de las mujeres representa el 25,4% del total de las categorías. Es por eso que las trabajadoras por cuenta propia en este sexo son menos que las asalariadas convencionales (30,6% versus 35,3%, respectivamente). 34
cuadro 1 Evolución de la población total y de la PEA. Años 1950 - 2002 Indicador 1950 Población total 1.328.452 Tasa de crecimiento de la población Población Económicamente Activa 436.626 Tasa de crecimiento de la PEA
1962 1.819.103 2,7 586.415 2,5
1972 2.357.955 2,7 752.456 2,5
1982 3.029.830 2,5 1.039.258 3,3
1992 4.152.588 3,2 1.390.580 3,0
2002 5.183.080 2,2 1.964.160 3,3
Fuente: Barrios, Óscar: Dinámica demográfica y Población Económicamente Activa, Revista Población y Desarrollo, N° 25, diciembre 2003
Sin embargo, de 1.964.160 trabajadores en 2002 en condiciones adecuadas para trabajar, apenas el 17,2% se emplea en establecimientos del sector secundario del país según el último Censo de Población y Vivienda (2002). Esto estaría significando que la proporción de empresas propiamente industriales que captan mano de obra para procesos de valor agregado en territorio nacional es baja. En efecto, según la Encuesta Industrial del 2002, realizada por la DGEEC, las mayores proporciones de establecimientos estarían entre aquellos que producen alimentos y bebidas, mientras entre las menos numerosas, las productoras de maquinaria y de transporte. Asimismo, del total del promedio de personas ocupadas en establecimientos, la mayor parte pertenece a las ramas de actividad de procesamiento de alimentos y bebidas, en contraposición a las menos numerosas que trabajan en empresas que implican inversiones tecnológicas de envergadura. Resalta en dicha encuesta que la proporción de establecimientos que cuentan en promedio con un tamaño de 1 a 10 personas sean los más numerosos (75,5%), seguidos decrecientemente de los que cuentan en promedio con 11 a 19, de 20 a 49 y de 50 y más personas correspondientemente (con 10,4%, 8,1% y 6%, respectivamente). Otro hecho que llama la atención de la Encuesta Industrial, con respecto a las condiciones de la demanda de trabajo, es
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Como vemos en el cuadro 1, la PEA de 10 años y más de edad ha crecido 4 veces en el curso de los últimos 50 años. Estos datos son más bien conservadores con relación a las estadísticas ofrecidas por las Encuestas Permanentes de Hogares de la DGEEC; sin embargo, muestran en líneas generales que la composición de la población en condiciones de empleo productivo es casi la mitad del total de la población del país.
35
que una parte considerable de los empleados de las empresas entrevistadas no están remunerados (aproximadamente el 7,5%). Extrapolando a nivel nacional, estos datos muestran las características de la demanda en términos de baja productividad, así como de la incapacidad de absorción de fuerza de trabajo en instancias generadoras de valor agregado (ver datos en Anexo). Así, la otra hipótesis, de que la causa de un incremento de la PEA y a su vez el deterioro de las condiciones de vida –como se mostrará más adelante– ligado a dicho proceso es un mercado laboral con insuficiente demanda laboral que permita absorber la fuerza de trabajo disponible, es más plausible. En este caso, la alternativa laboral es el empleo por cuenta propia, en su mayor generalidad de carácter informal o de subempleo. Y he aquí donde la demanda coincide con la misma oferta: la necesidad de trabajo es la misma necesidad de reproducción física de la población en condiciones adversas de supervivencia. Si observamos el cuadro 2, veremos que entre el año 2002 y el año 2003 el empleo por cuenta propia aumentó. cuadro 2 Población ocupada, según categoría de ocupación 2002-2003 Categoría de ocupación TOTAL PAÍS
Año 2002
2003
Empleado público
6,6
7,1
Empleado privado
9,5
10,2
Obrero público
1,5
1,1
Obrero privado
18,3
17,8
Empleador o patrón
3,6
4,3
Cuenta propia
38,3
39,2
Familiar no remunerado
15,1
12,4
6,9
7,8
Empleado doméstico Fuente: DGEEC. EPH/2002 y EPH/2003
36
A su vez, la categoría de trabajador por cuenta propia es la que mayor incidencia de pobreza presenta en el marco de la población económicamente activa (ver cuadro 3), vale decir que se trata de la muestra fehaciente de que las condiciones de vida deterioradas están estrechamente vinculadas a la debilidad de un sector secundario que tradi-
cionalmente estuvo asociado al empleo de la fuerza de trabajo disponible.
cuadro 3 Población según condición de ocupación por condición de pobreza, 2003 Categoría de ocupación TOTAL PAÍS
Condición de pobreza No pobre
Total
Pobre
Empleado público
9,3
1,3
6,2
Empleado privado
13,3
5,1
10,1
Obrero público
1,7
1,0
1,4
Obrero privado
20,7
16,9
19,2
Empleador o patrón
4,6
1,3
3,3
31,4
41,6
35,4
Familiar no remunerado
8,5
21,4
13,6
Empleado doméstico
8,0
7,8
7,9
NA/NR
2,5
3,4
2,9
Total
100
100
100
Cuenta propia
Según Fernando Masi, en contraposición a los países de la región, los determinantes del deterioro del empleo y el aumento del empleo informal en Paraguay no se deben a los procesos de ajuste estructural ni a un proceso de intensificación tecnológica como producto de una industrialización reciente (como ya nos hemos encargado de demostrar en apartados anteriores). Al respecto cabe preguntarse si el engrosamiento del sector informal por la población activa no se debería al deterioro de los niveles de ingresos en el área rural, como expresión de la disminución de la producción de algodón, la ausencia de diversificación agrícola campesina, incremento de los cultivos extensivos, todos correlativos con el incremento de las actividades del sector terciario como efecto del aumento de dinamismo del comercio de triangulación (Masi: 2003, 254).
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Fuente: DGEEC. EPH/2002 y EPH/2003
La evidencia al respecto, según datos proveídos por la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), daría cuenta de una tasa de participación laboral de la población en edad de trabajar para el año 2003 de 59,8%, o sea que 6 de cada 10 personas son activas. De 37
este número, el 91,9%, es decir 9 de cada 10 personas están ocupadas, aunque entre ellas el 26,3% está subocupado, o sea que su salario no se corresponde con sus expectativas de ingreso o trabaja menos horas semanales que sus aspiraciones.
gráfico 2 Paraguay. Nivel de participación en el mercado laboral, 2003 74,3 59,8 45,7
Hombres
Mujeres
Total
La misma fuente señala que el desempleo abierto ha disminuido del 10,8% en 2002 al 8,1% en 2003, o sea 2,7 puntos porcentuales en dicho periodo. Sin embargo, la última cifra en comparación con el año 2001 refiere un aumento del desempleo en 0,5 puntos porcentuales.
gráfico 3 Paraguay. Evolución de la tasa de desempleo abierto, 1998 - 2003 10,8 8,1
7,6 6,8 5,4
38
1997-98
1999
2000-01
2002
2003
Es notorio que las categorías de ocupación que han experimentado un crecimiento significativo en el período 2002-2003 hayan sido fundamentalmente aquellas en las cuales se hallan insertas las modalidades precarias e informales de trabajo, a excepción del empleo público, que no solamente permanece estable, sino que ha tenido un leve crecimiento, asociado sin lugar a dudas al mecanismo clientelista del Estado (cuadro 2).
Pero lo destacado del asunto se da entre los trabajadores independientes o por cuenta propia, quienes aumentaron de 38,3% en el año 2002 a 39,2% en el 2003, así como los empleados domésticos, que aumentaron de 6,9% a 7,8%; ambos provenientes de los trabajadores familiares no remunerados, que en el 2002 totalizaban un porcentaje de 15,1% y que disminuyeron a 12,4% en el 2003. Estos datos dan cuenta de dos hechos importantes. En primer término, ante la falta de oportunidades laborales en un mercado de trabajo formal –que supone fundamentalmente empleo productivo y valorización agregada de la producción primaria–, los sujetos inmersos en condiciones precarias de vida e inseguridad socioeconómica producen sus propios modos de supervivencia, generan sus propias fuentes precarias de ingresos. Vale decir, ante la ausencia de políticas de empleo, la población económicamente activa resuelve su problemática laboral y de ingresos por “cuenta propia”. En segundo lugar, dado el ritmo del sistema económico crítico en su conjunto, la familia se halla en condiciones más adversas para absorber el costo del desempleo y lanza a sus miembros más vulnerables al mercado laboral, ya que la distribución alícuota de los ingresos familiares se estrecha por el incremento del costo de vida del hogar y la ausencia de situaciones de seguridad y estabilidad. El análisis de esta problemática en términos de las condiciones específicas de la distribución de la población en áreas geográficas, así como la situación de género, es ne-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Si bien se dio un incremento de los empleados privados de 9,5% en 2002 a 10,2% en 2003, el aumento del empleo entre los asalariados del sector privado en su conjunto se vio neutralizado por la paralela disminución de obreros, quienes en 2003 sumaban 17,8%, a diferencia del 18,3% en el 2002.
39
cesario. Al respecto, Barrios y Galeano señalan algunos aspectos cruciales al considerar el problema de la especificidad de los mercados laborales en el campo en contraposición a las urbes paraguayas24. Si bien la urbanización en Paraguay ha implicado uno de los procesos más lentos en América Latina, está claro que la tendencia demostrada en el incremento de la gente en las ciudades en contraposición a las áreas rurales está suponiendo transformaciones de carácter sociocultural y económico, y la cuestión se manifiesta en una crisis del modelo agrario de desarrollo, del que se podría argumentar, no sin exageración, que ha sido más bien producto de la inercia política que de un proyecto claro de desarrollo económico definido. Y en este sentido el campo ha tenido varios cambios en los aspectos productivos y sociales, a fin de configurar la economía nacional y la estructura social paraguaya con una especificidad no antes conocida. Al respecto, en primer lugar deben tenerse en cuenta los cambios anotados en los sistemas productivos, así como en los límites de posibilidad del modelo productivo que se basó en la colonización de las áreas silvestres, conocida como la “expansión de las fronteras agrícolas”; y en segundo lugar considerar que la distribución de algunos factores productivos, tales como la tierra –crucial en la producción agraria– y el trabajo, tiene algunas características que pesan en la configuración del mercado de trabajo rural, la acelerada urbanización, así como la “terciarización” de la economía. Galeano y Barrios argumentan que el aspecto clave a considerar en la estructura productiva agraria es la economía campesina en diferentes regiones del país, ya que esta ha sido todavía predominante en la captación de fuerza de trabajo rural. El principal problema, argumentan estos autores, es que la expansión de la modernización productiva capitalista, así como de la productividad del trabajo halla algunas trabas estructurales en tres regiones del país, que hacen que los sistemas productivos campesinos sean incipientes o difíciles de desarrollar.
40
En algunas regiones sigue primando el complejo latifundio-minifundio, donde la concentración desigual de la tierra está basada en una tradición rentista, lo cual implica el incremento de la incidencia de pobreza en dichas
24 Galeano, Luis y Barrios, Federico: El mercado de trabajo rural. Transformaciones recientes y alternativas para fomentar el empleo, Proyecto de Apoyo al MJT y al Consejo Tripartito de Diálogo Social. Asunción, octubre de 2000.
zonas a raíz de las altas tasas de fecundidad de la población y la degradación ambiental, en particular de los suelos, hallándose como únicas vías de salida al atolladero de las difíciles condiciones de vida que estos problemas acarrean, o la migración a las ciudades o la invasión de tierras, hecho que hoy día sigue teniendo cada vez más recurrencia por parte de los grupos campesinos.
En un tercer marco, las áreas rurales son aquellas que formaron parte de la colonización de las “áreas vacías”, o sea, de la expansión de las fronteras agrícolas, donde la situación campesina ha estado marcada por la carencia de apoyo económico y tecnológico para encarar procesos de modernización productiva, mientras al mismo tiempo se realizaba otro tipo de colonización de gran envergadura en términos productivos, con el apoyo y la provisión de recursos como la tierra, económicos y tecnológicos para establecer sistemas productivos empresariales o de economía farmer dedicados a la producción de soja y trigo, así como más recientemente a la producción asociada de productos lácteos en algunos casos y engorde para la producción de carne de res, con gran presencia extranjera en dichos sistemas y con importantes réditos económicos con dicho modelo. En esas regiones, sostienen los autores, es donde la diferenciación rural ha significado los mayores procesos de empobrecimiento campesino.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
En otra región, la del eje central del país, la situación se basa en cierta descampesinización, la mayor mercantilización de la economía minifundiaria y, por ende, ciertas posibilidades de desarrollo de capacidades de las generaciones jóvenes para realizar trabajos extraprediales y participar de un mercado laboral más marcado por actividades de comercio y servicios.
Para detallar las condiciones objetivas en las que se desenvuelven estos contextos y los procesos productivos en el campo, podemos atender los datos que se muestran en el cuadro 4, que si bien no son muy recientes dan cuenta de las características prevalecientes en la estructura agraria paraguaya. En él se observan las situaciones de desigualdad en términos de tenencia de tierra, cantidad de explotaciones de propiedad privada y la población total, así como la trabajadora en dicha estructura. 41
cuadro 4 Condiciones productivas y demográficas de los sistemas de producción Agentes económicos
Explotaciones %
Superficie %
Trabajadores %
Población %
Unidades campesinas
87,8
8,3
92,7
93,3
Farmers (de 50 a 500 ha)
1,4
1,7
6
6
Gran empresa agrícola (500 ha y más)
0,1
6
0,9
0,6
Ganadería (más de 500 ha)
1,5
79
0,3
0,2
Otros
9,2
5
Total
100
100
100
100
Fuente: Censo Agropecuario 1991, citado por Galeano y Barrios: El Mercado de trabajo rural. Transformaciones recientes y alternativas para fomentar el empleo. Proyecto PAR/99/007, Asunción, octubre de 2000
Podemos ver que, en consonancia con el comportamiento histórico de la estructura productiva agraria en Paraguay, estos datos todavía mantendrían su vigencia con relación a finales de los años 90 e inicios del siglo veintiuno. El hecho que presenta una regularidad estructural y es confirmado por los datos es que las unidades productivas rurales se constituyen con un carácter dual: en primer lugar están las explotaciones terratenientes, de tradición rentista, que poseen grandes extensiones de tierra y sistemas productivos de extremadamente baja productividad por unidad de superficie. Por otra parte, se hallan las unidades campesinas, sector prevaleciente históricamente y que absorbe la mayor parte del empleo rural con sistemas de baja productividad de la mano de obra, dada la poca inversión económica, así como el escaso apoyo tecnológico para su desarrollo relativo. En palabras de un agricultor minifundiario de la zona de Pirapey, distrito de Edelira (Itapúa), este problema se entreteje no tanto como una cuestión de la cultura campesina, sino como la ausencia inequívoca del Estado y de políticas públicas de estímulo que sí han existido con grupos provenientes del extranjero. La consideración de sentido común desfavorable que la clase media y la pequeña burguesía tienen de los campesinos, en contraposición a la que poseen de los productores extranjeros, se debe al favoritismo que existió y todavía subsiste hoy día. Dice este campesino:
42
“Si nosotros, campesinos, hubiéramos tenido el mismo apoyo que los extranjeros, también hubiéramos sido
exitosos empresarios. Si nos hubieran dado suficiente tierra como a ellos, tractores, facilidad de créditos y apoyo técnico, hubiéramos hoy podido ser tan buenos agricultores, laboriosos y emprendedores, como se dice que son los ‘gringos’.”
Factores de orden sociocultural también configuran el mercado de trabajo en el campo, que contribuyen a la crisis de la economía campesina. Uno de ellos es la mercantilización creciente del consumo en el campo, fruto de la influencia de los patrones urbanos y la mayor dependencia campesina con relación al dinero. En este contexto, se concede menos importancia a la producción de ciclos anuales y se van implementando variedades agrícolas de ciclos cortos, lo que implica también problemas de captación de empleo de fuerza de trabajo agrícola estacional, otrora vinculada fundamentalmente a la cosecha del algodón.
cuadro 5 PEA ocupada en el sector agropecuario según categorías de ocupación por año censal Categorías Empleador Trabajador cuenta propia Asalariado Familiar no remunerado Otros* Total
1972 1,2 59,7 16,6 22,3 0,2 100
1982 0,8 63,4 14,8 20,4 0,6 100
1992 2,2 58,3 24,2 15,3 … 100
2002** 1,7 58,1 22,2 12,5 4,1 100
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
En efecto, la hipótesis de la continuidad de la modalidad dual de la estructura agraria referida se debería a la política pública con relación a la tierra que efectivamente existió, la inacabada modernización de los sistemas de producción rurales y la especificidad de urbanización del país, que careció de un desarrollo industrial que sirva de fundamento25.
Fuentes: Censos Nacionales de Población y Vivienda. Años 1972, 1982 y 1992, citado por Óscar Barrios * Para el año 2002 comprende a los empleados domésticos ** Datos basados en una muestra del 10%
25 Galeano y Barrios: Op. cit., Pág. 6.
Como se constata en el cuadro 5, los trabajadores rurales por cuenta propia se han mantenido estables en su proporción, lo que se explica por el estancamiento económico, en particular de la absorción de mano de obra campesina. Los familiares no remunerados han disminuido
43
considerablemente en los últimos 40 años y se refleja en que se incrementa el porcentaje de personas trabajadoras del sector doméstico, como una forma de empleo informal que no se inscribe en relaciones asalariadas estables, sino más bien en situaciones de servidumbre. En efecto, los asalariados rurales han experimentado una disminución en el último decenio en 2 puntos porcentuales, lo que da cuenta de la depresión de la contratación de fuerza de trabajo remunerada en el campo. La fuerza de trabajo rural que se halla disponible para emplearse en las circunstancias más adversas es la que migra a centros urbanos del país (en especial a Asunción) o al extranjero. Una consideración muy importante acerca de la especificidad del mercado de trabajo rural sería anotar que la demanda de fuerza de trabajo ha sido cada vez menos propensa a la absorción de población trabajadora campesina, dada la crisis de productos tradicionales de renta, como el algodón, y al mismo tiempo la mayor intensificación tecnológica de las explotaciones agropecuarias de los grupos empresariales o de la economía farmer. Este proceso repercute directamente en la economía campesina, ya que “la influencia de la crisis campesina sobre el mercado laboral rural no se restringe a la pérdida de capacidad de autoempleo de la mano de obra familiar. También tuvo efectos nocivos sobre la generación de empleos extraprediales, dado que, en la mayoría de los contextos rurales, la principal fuente empleadora es también la pequeña finca familiar campesina”26. Aquí es clave comprender de qué modo la exclusión social en zonas rurales solo se puede resolver en la migración o la presión violenta por la tierra, alternativa que se ha vuelto cada vez más corriente y comprensible en condiciones inflexibles o, en todo caso, muy desventajosas de acceso a la tierra. Como señalan Barrios y Galeano: “(...) la actividad agropecuaria, particularmente la que ha correspondido a la economía campesina, tuvo una declinación ininterrumpida en su capacidad de generación de empleo en las últimas décadas, constituyendo el sector con menor retención de mano de obra a nivel de la economía nacional (...). 44
“Sin embargo, históricamente ha sido el sector con mayor incorporación de mano de obra del país y sigue
26 Galeano y Barrios: Op. cit., Pág. 15.
siendo uno de los más importantes. Su actual declinación está presionando muy fuertemente sobre el mercado laboral urbano, desbordándolo y, como se señaló, contribuyendo al aumento de la tasa de desempleo abierto.”27 cuadro 6 Participación de cultivos principales en el PIB agrícola (%) Cultivos Caña de azúcar Hortalizas y legumbres Frutas y verduras Algodón en rama Soja Trigo Maíz Mandioca
Promedio 78/89 5,26 7,67 7,15 14,99 14,03 4,21 5,42 11,76
Promedio 90/98 4,87 5,12 5,33 12,07 28,94 7,35 14,29 8,26
Si analizamos la producción agrícola podemos ver –como lo muestra el cuadro 6– la disminución de la producción tradicional campesina mientras al mismo tiempo los cultivos típicamente empresariales y farmer, a saber la soja y el trigo, experimentaron un incremento. Esto impacta directamente sobre las fuentes de trabajo, tanto de autoempleo como las asalariadas, ya que supuso, por una parte, la menor capacidad de subsistencia familiar, dado el retraimiento de la producción de consumo, y, por la otra, la capacidad de captación de ingresos monetarios mediante los rubros característicos de comercialización campesina, como son el algodón y en menor proporción las hortalizas y legumbres, así como las frutas y verduras.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Fuente: Galeano L. y Barrios F.: El mercado de trabajo rural. Transformaciones recientes y alternativas para fomentar el empleo. Proyecto PAR/99/007, Asunción, octubre de 2000
cuadro 7 Superficie cultivada y producción por año agrícola, según principales cultivos temporales Principales cultivos temporales Algodón Caña de azúcar Girasol Maíz Mandioca Poroto Soja Trigo 27 Galeano y Barrios: Op. cit., Pág. 16.
1999/2000 Superficie Producción cultivada (toneladas) (hectáreas) 194.760 246.594 59.450 2.244.900 70.800 81.951 331.725 647.270 201.792 2.719.410 54.504 36.625 1.176.460 2.980.058 127.680 231.119
Estimación 2001 Superficie Producción cultivada (toneladas) (hectáreas) 297.865 294.444 59.580 2.396.180 30.372 39.862 406.365 947.167 243.075 3.568.006 62.505 52.708 1.350.000 3.511.049 159.342 220.055
Fuente: Producción Agropecuaria 2000/2001. Síntesis Estadística. Ministerio de Agricultura y Ganadería
45
En el fondo, la problemática del modelo de desarrollo, fundamentalmente basado en el campo, también se vuelve insostenible, tanto socialmente al generar exclusión como ambientalmente al producir degradación. Y este proceso sigue vigente en su tendencia, ya que, como se observa en el cuadro 7, la producción agrícola campesina no tiene el mismo nivel de incremento que tienen los sistemas productivos capitalistas modernos. Esto indica que los problemas asociados a la constitución de condiciones favorables para el desarrollo rural, en particular el problema campesino, seguirán siendo una deuda pendiente de la sociedad paraguaya para con la mayoría de sus habitantes. En términos de los condicionantes de género del mercado laboral y según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2002, podemos subrayar la participación femenina y el impacto de las transformaciones de las estructuras del trabajo sobre la situación de la mujer como algunos de los fenómenos clave. En un primer punto vemos en el cuadro 8 que el trabajo por cuenta propia sigue teniendo más peso en el campo que en la ciudad, predominando la participación del varón por sobre la mujer en ambos casos. El único caso en que el peso de la mujer es más importante que el del varón, en la participación laboral, es como empleada doméstica –como es de esperarse–, dada la característica de la sociedad paraguaya de requerir todavía el trabajo de servidumbre femenina. Sin embargo, el hecho relevante está en que si bien la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó en los últimos 40 años, decreció en particular en el trabajo independiente, así como en el familiar remunerado y el asalariado. El retraimiento de la participación femenina en dichas instancias implicaría un desplazamiento de la mano de obra de las mujeres al empleo doméstico informal, mientras que en el caso de los varones el trabajo independiente (o por cuenta propia) se mantuvo relativamente estable y disminuyeron los trabajadores familiares no remunerados para insertarse probablemente al mercado laboral como asalariados, categoría que, en el caso de los varones, se incrementó de 1972 a 2002.
46
cuadro 8 PEA según categoría de ocupación, por área geográfica y sexo. Años 1972 y 2002 1972 Categoría de ocupación
Área
2002 Área
Total Total Urbana Rural Urbana Rural Sexo Sexo Sexo Sexo Sexo Sexo Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer 29,4 30,6 57,0 49,1 47,3 37,2 35,5 27,5 60,3 45,5 46,7 31,3 Trabajador cta. propia 3,0 1,1 18,4 21,4 12,8 8,4 1,8 1,5 13,2 8,4 7,0 Familiar no remunerado 2,4 3,9 1,9 1,1 0,3 2,1 1,4 5,2 2,8 1,8 0,8 3,7 2,4 Patrón 0,8 27,0 0,3 22,7 0,6 26,1 Empleado doméstico 61,4 64,8 22,6 27,9 36,2 51,5 55,4 39,5 22,9 20,5 40,7 35,5 Empleado/obrero 2,9 1,6 0,9 1,3 1,6 1,5 1,3 1,7 1,5 2,1 1,4 1,8 NR 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 Total
Pero la participación femenina, específicamente, tiene sus bemoles al tratarse de un análisis de los grandes grupos de ocupación. En este respecto, podemos observar en el cuadro 9 que las mujeres tienen niveles similares de participación en funciones directivas y poderes del Estado, entre técnicos y profesionales de nivel medio, mientras que existe una ventaja de la participación femenina entre empleados de oficina y fundamentalmente entre profesionales e intelectuales, donde la predominancia de las mujeres sobre los varones es muy superior. Este hecho estaría indicando que la calificación de la fuerza de trabajo femenina presenta un salto abrupto al tratarse de la inserción en los mercados laborales urbanos de altos requerimientos académicos y de capacidades técnicas. El comportamiento de los restantes grupos de ocupación estaría asociado a los sectores económicos en donde participan varones y mujeres. Entre las ocupaciones como las agropecuarias, así como las de carácter operario y artesanal, la participación masculina es superior a la femenina, mientras que en las ocupaciones vinculadas al comercio y servicios varios, así como a ocupaciones de baja calificación de la mano de obra, la participación femenina es predominante. Este fenómeno implicaría que la relación de dependencia femenina estaría dada en estratos asalariados o de sectores autoempleados como el de los agricultores, pero cuando se trata de casos en que las mujeres requieren salir a buscar trabajo y empleos fundamentalmente urbanos (como se indicó en el comentario del cuadro 8), la inserción femenina es totalmente pre-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Fuente: DGEEC, Censos Nacionales de Población y Vivienda 1972 y 2002 (Muestra 10%)
47
caria y vinculada a actividades propiamente urbanas de baja calidad.
cuadro 9 PEA según ocupación principal, por área geográfica y sexo. Año 2002 Área Ocupación principal
Urbana Sexo Varón Mujer Poder Ejec. Legi. Judic. y Pers. directivo 39.530 22.961 5,4 4,7 % Profes. científicos e intelectuales 39.517 58.446 5,4 12,0 % 44.256 27.176 Técnicos y profesionales nivel medio 5,6 6,0 % 53.926 51.821 Empleados de oficina 10,6 % 7,3 Trabaj. de Servic. y Vend. de comercio 111.598 119.968 15,2 24,6 % 50.318 3.970 Agricult., agropecuarios y pesqueros 6,9 0,8 % 210.985 35.599 Oficiales, operarios, artesanos % 28,7 7,3 1.960 Operador de Instal. y máquinas y montadores 72.256 9,8 0,4 % 96.829 157.405 Trabajadores no calificados 13,2 32,2 % 4.347 106 Fuerzas Armadas % 0,6 0,0 NR 10.323 9.122 1,4 1,9 % 733.885 488.534 Total 100 100 %
Rural Sexo Varón 4.022 0,7 8.299 1,4 5.566 0,9 4.590 0,8 22.119 3,7 406.465 67,4 69.037 11,5 23.314 3,9 56.231 9,3 803 0,1 2.414 0,4 602.860 100
Mujer 1.414 1,1 10.632 8,1 3.193 2,4 3.364 2,6 23.743 18,1 30.807 23,5 17.257 13,2 250 0,2 38.330 29,3
2.004 1,5 130.994 100
Fuente: DGEEC, Censos Nacionales de Población y Vivienda 1972 y 2002 (Muestra 10%)
Al respecto, un estudio sobre la participación laboral femenina señalaba ya una tendencia que en el transcurso de los últimos 25 años se agudizaría: “Ahora bien, la alta participación de mujeres en tal tipo de trabajo implica una abundante disponibilidad de mano de obra femenina, núcleo que al mismo tiempo señala la existencia de un proceso de descomposición de sistemas de organización tradicionales, en donde la mujer cumplía una actividad reproductiva y productiva dentro de su propia unidad familiar (...). Esta situación es consecuencia del acelerado proceso de expansión de la economía de mercado, sobre todo en las áreas campesinas minifundiarias, que obliga a replantear, a 48
Total Sexo Varón Mujer 43.552 24.375 3,3 3,9 47.816 69.078 3,6 11,2 49.822 30.369 3,7 4,9 58.516 55.185 4,4 8,9 133.717 143.711 10,0 23,2 456.783 34.777 34,2 5,6 280.022 52.856 20,9 8,5 95.570 2.210 7,1 0,4 153.060 195.735 11,5 31,6 5.150 106 0,4 0,0 12.737 11.126 1,0 1,8 1.336.745 619.528 100 100
“Los ingresos obtenidos por la venta de la fuerza de trabajo femenina, generalmente sobreexpoliada, vinieron a constituir un aporte al ingreso familiar, o bien, en caso de una desvinculación de la mujer con su unidad familiar, una forma de reducción de los gastos familiares.”28
28 Morínigo, José y Galeano, Luis: Cambios en la “demanda” de la fuerza de trabajo femenina en el Paraguay; en: Galeano, Luis: Mujer y Trabajo en el Paraguay, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, Asunción, 1982, Pág. 342.
En el contexto señalado, vemos que el mercado de trabajo requiere algunas condiciones sociales de posibilidad. No solo la oferta o la demanda en términos de “compraventa” hacen posible su funcionamiento, sino que se circunscriben a ciertos límites, tales como la ubicación geográfica –y las implicaciones culturales que eso comporta–, así como las características de género que para este caso hemos referido como los factores más generales. Dice Óscar Barrios que “en este marco de las tendencias económicas, el mercado de trabajo se ha caracterizado por un escenario de importantes cambios. Así, se ha verificado una creciente incorporación de la población femenina a la actividad económica, lo que se refleja en un aumento sostenido de su tasa de participación, como consecuencia de la crisis que atraviesa el país. Esta situación está influenciada, en buena medida, por la disminución de los ingresos familiares y el incremento de la pobreza en los sectores más carenciados, inmersos en actividades mal remuneradas y propias del mercado informal; por la creciente urbanización de la mano de obra de baja califica-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
los grupos sociales afectados, una nueva estrategia de sobrevivencia. Los grupos familiares liberan a las mujeres jóvenes, preferentemente, de las tareas del hogar, para que estas puedan insertarse y vender su fuerza de trabajo mediante la obtención de un salario, o el pago en especie, en las mismas actividades, pero en unidades familiares distintas a las suyas. De esta forma, el trabajo doméstico se constituyó en un mecanismo de respuesta a las nuevas necesidades surgidas como consecuencia de la crisis del sistema productivo campesino, especialmente cuando la modernización del sector agrícola comenzó a expandirse substantivamente. Asociada a este proceso, la baja calificación de la fuerza de trabajo femenina liberada solo encuentra una modalidad de inserción en el mercado mediante la realización de actividades tradicionalmente por ellas desempeñadas.
49
ción y por el aumento, en magnitud absoluta, de la población activa, cuyo ritmo de crecimiento experimenta una tendencia ascendente”29.
4. Trabajo y trabajadores 4.1. Estructura ocupacional y distribución del ingreso En el análisis de la distribución del ingreso por categoría ocupacional y ocupación principal nos proponemos mostrar la característica que actualmente presenta la fuerza de trabajo paraguaya, en términos de la diferenciación social establecida en la estructura ocupacional. En primer lugar observamos que, después de los empleadores o patrones, los empleados públicos presentan las mayores distribuciones de ingresos, tanto de la actividad principal como en términos del ingreso per cápita mensual del hogar. En promedio, los empleados privados con relación a los empleados públicos perciben menores ingresos en la actividad principal, hecho que también ocurre comparativamente entre los obreros privados y públicos. Estos últimos estarían configurando un sistema de jerarquías entre los trabajadores manuales, ya que en el ámbito privado no solo es menor el ingreso de la actividad principal, sino que, a su vez, estaría dando cuenta del hecho de una baja productividad del trabajo, precisamente en el sector en que, en una economía de mercado, se basa principalmente el ámbito productivo, vale decir, el de la empresa privada. Los trabajadores por cuenta propia tienen uno de los más bajos ingresos, apenas superados por los empleados domésticos. Este grupo, en su mayoría, engrosa el sector de los trabajadores informales, lo cual explica el bajo promedio de ingresos que presenta dicha categoría. Si bien los familiares no remunerados no obtienen ingresos por la actividad principal, la distribución alícuota del ingreso familiar los posiciona en mejores condiciones que los trabajadores independientes. 50
29 Barrios, Óscar: Dinámica demográfica y Población Económicamente Activa, Revista Población y Desarrollo, Nº 25, diciembre de 2003, Págs. 89-90.
cuadro 10 Promedio de ingresos per cápita mensual e ingreso por la actividad principal, según categoría de ocupación por área Categoría ocupacional Empleado público Empleado privado Obrero público Obrero privado Empleador o patrón Cuenta propia Familiar no remunerado Empleado doméstico Total
Tipo de ingreso ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ.
Área geográfica Urbana Rural 1.167.934 1.061.329 1.416.552 1.133.433 993.511 820.328 1.226.423 810.742 529.677 566.175 980.600 690.254 477.172 534.438 673.982 605.365 1.404.049 1.601.524 2.890.115 2.391.631 551.978 455.585 609.758 520.628 598.766 281.511 0 0 697.053 424.883 437.753 309.041 727.746 486.219 864.096 483.432
Total 1.148.362 1.364.575 976.466 1.185.511 535.296 935.896 498.927 647.915 1.462.057 2.743.684 498.471 560.283 343.560 0 633.790 407.836 624.097 700.738
Sin embargo, en el campo sucede un hecho particular, que estaría en correspondencia con lo que hemos anotado anteriormente en el apartado sobre el mercado de trabajo rural: los empleadores y los obreros –tanto privados como públicos– tienen una mejor distribución del ingreso per cápita del hogar en dicha área geográfica. Esto estaría significando que, allende sus más bajos ingresos en la actividad principal, los ingresos familiares en el sector modernizante de la agricultura, así como otras labores vinculadas a las actividades asalariadas, es decir, de carácter propiamente capitalista, presentarían mejores retribuciones y gratificaciones para un trabajo sin duda más “productivo”.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Ya aquí constatamos –como expresamos en nuestra hipótesis de trabajo– que la diferencia entre los ingresos urbanos y rurales es en algunos casos casi inexistente y en otros está en un nivel apenas suficiente para impulsar a los pobladores del campo a migrar a las ciudades y desplazar las actividades agrícolas. Este hecho se fundamenta en el régimen de concentración de la propiedad de la tierra, como se ha indicado en el apartado dedicado al tema. 51
cuadro 11 Promedio de ingresos per cápita mensual e ingreso por la actividad principal, según categoría de ocupación por sexo
Categoría ocupacional Empleado público Empleado privado Obrero público Obrero privado Empleador o patrón Cuenta propia Familiar no remunerado Empleado doméstico Total
Tipo de ingreso ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ.
Sexo Varón Mujer 1.188.857 1.109.521 1.511.073 1.224.058 940.955 1.026.666 1.367.662 928.020 555.120 455.815 981.087 754.702 501.386 481.822 662.183 548.663 1.440.990 1.539.177 2.955.836 1.967.056 476.854 530.212 631.784 455.296 292.846 458.005 0 0 544.737 642.078 577.569 392.039 595.944 668.649 795.440 550.874
Total 1.148.362 1.364.575 976.466 1.185.511 535.296 935.896 498.927 647.915 1.462.057 2.743.684 498.471 560.283 343.560 0 633.790 407.836 624.097 700.738
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Considerando la categoría ocupacional por sexo, las mujeres presentan mejores promedios de ingresos familiares que los varones cuando se trata de empleados privados, empleadores o patrones, trabajadores independientes (cuenta propia) y personas del sector doméstico. Este hecho se debería a que las mujeres de las dos primeras categorías estarían insertas en actividades de altos requerimientos de calificación y cuyas uniones conyugales o familias de proveniencia tengan a su vez altos capitales culturales y retribuciones monetarias. En el caso de las dos últimas categorías, porque se trata de actividades propias de mujeres que participan de los mercados laborales informales, y si bien sus ingresos por actividades principales son más bajos, en estos casos existen actividades secundarias o ciertos subsidios que se computan como ingresos totales (esto, sobre todo, para el caso de empleadas domésticas).
52
En consonancia con lo que hemos dicho sobre la diferenciación geográfica de la distribución del ingreso, vemos en el cuadro 12 que, según las grandes ocupaciones de la población económicamente activa, en el área urba-
na se dan mejores retribuciones al trabajo; sin embargo, en algunas ocupaciones, como las que implican ser miembros de los poderes del Estado o funciones directivas, empleados de oficina, trabajadores de servicios y vendedores, así como también operadores de instalaciones y máquinas, y montadores, presentan un ingreso promedio per cápita familiar más alto en el área rural, lo cual indicaría que en esta área geográfica dichas labores estarían vinculadas a actividades de mayor productividad, como se ve en el caso del último gran grupo de ocupación citado, que en el campo basa su trabajo en atender los implementos de altos requerimientos tecnológicos vinculados a la producción agrícola empresarial.
cuadro 12 Promedio de ingresos per cápita mensual e ingreso por la actividad principal, según ocupación principal por área geográfica
Miembros del P. Ejecutivo, Legislativo y Judicial Personal Direct. Profesionales científicos e intelectuales Técnicos y profesionales de nivel medio Empleados de oficina Trabajadores de servicios y vendedores Agricultores y trabajadores agropecuarios y pesqueros Oficiales, operarios y artesanos Operadores de instalaciones y máquinas y montadores Trabajadores no calificados Fuerzas Armadas Total
ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ.
Área geográfica Urbana Rural 1.803.415 3.143.579 1.511.236 1.792.233 958.587 1.229.288 872.670 885.953 644.127 716.607 557.912 662.425 472.751 624.132 569.912 943.934 537.397 459.430 804.277 1.968.929 727.746 864.096
1.977.402 2.750.259 976.611 1.071.534 796.396 734.745 937.932 816.017 681.330 525.772 423.686 426.176 463.548 511.870 700.632 1.056.171 426.361 398.049 765.277 1.030.142 486.219 483.432
Total 1.823.528 3.098.111 1.424.249 1.674.971 935.880 1.160.052 878.162 880.068 653.187 670.134 437.605 450.674 470.012 590.724 600.596 970.280 499.887 438.694 794.904 1.743.310 624.097 700.738
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Tipo de ingreso
Ocupación principal
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
En el mismo sentido y atendiendo al sexo, los varones tienen mejores remuneraciones en casi todos los casos, a excepción de los ingresos promedios familiares per cápita de algunas ocupaciones, donde las mujeres llevan ventajas en el caso de ser empleadas de oficina, o bien oficiales, operarias y artesanas; operadoras de instalaciones y
53
máquinas y montadoras, así como de trabajadoras no calificadas. Como apuntamos en páginas anteriores, las primeras labores demandan fuerza de trabajo calificada y, por lo tanto, son mejor remuneradas con relación a los varones; o, en el caso de empleos manuales, la participación de las mujeres es más importante y a su vez tendrían condiciones de captación de ingresos, sea de manera mancomunada con la familia o por ingresos de actividades secundarias, además de la principal (ver cuadro 13).
cuadro 13 Promedio de ingresos per cápita mensual e ingreso por la actividad principal, según ocupación principal por sexo
Ocupación principal Miembros del P. Ejecutivo, Legislativo y Judicial Personal Directo Profesionales científicos e intelectuales Técnicos y Profesionales de nivel medio Empleados de oficina Trabajadores de servicios y vendedores Agricultores y Trabajadores agropecuarios y pesqueros Oficiales, operarios y artesanos Operadores de instalaciones y máquinas y montadores Trabajadores no calificados Fuerzas Armadas Total
Tipo de ingreso ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ. ipcm def. geog. Ing Activ. princ.
Sexo Varón
Mujer
1.894.692 3.635.846 1.571.132 2.110.420 903.110 1.339.726 817.406 933.838 696.476 950.181 444.207 495.400 462.733 646.593 599.799 985.876 434.329 495.783 794.904 1.743.310 595.944 795.440
1.695.480 2.130.539 1.328.864 1.392.192 989.347 866.904 942.339 823.270 623.136 475.725 418.604 321.944 498.517 371.951 630.470 385.776 561.921 384.675
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
4.2. La naturaleza de lo no natural: educación y desigualdad de posibilidades
54
De acuerdo con lo que hemos estado mostrando en términos de los ingresos de la población trabajadora, nos interpelamos cuáles son los factores que coadyuvan determinantemente en la construcción de capacidades de los agentes sociales, así como en la propensión a su calificación como fuerza de trabajo.
668.649 550.874
Total 1.823.528 3.098.111 1.424.249 1.674.971 935.880 1.160.052 878.162 880.068 653.187 670.134 437.605 450.674 470.012 590.724 600.596 970.280 499.887 438.694 794.904 1.743.310 624.097 700.738
Hemos buscado la relación existente entre los ingresos familiares per cápita y los años de estudios, en promedio, de los padres de la población económicamente activa, y hemos constatado que lo que damos en denominar capital cultural se conjuga con la escolaridad alcanzada, ya que, de modo más o menos similar, el incremento del mismo en un año de estudio condensado conlleva la probabilidad de aumentar los ingresos.
gráfico 4 Ingresos familiares per cápita según años de estudio parentales, en promedio 2,5
1,5 1,0 0,5 0,0 0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
Promedio de años de estudio parentales en conjunto
Promedio de ingresos familiares per cápita
Si decimos que las características educativas determinan el nivel de inserción laboral y que las condiciones objetivas del trabajo en Paraguay se hallan delimitadas por las competencias que los sujetos pueden demostrar en el mercado laboral, veremos que en verdad estamos concediendo importancia capital, en la constitución de las mejores retribuciones laborales, al statu quo que posibilita la continuidad de una clase social en los estratos del poder económico y simbólico, y cuyo mérito no radica más que en su pertenencia a una aristocracia de la cultura letrada (de mejor educación). Este hecho requeriría ser abordado en un enfoque en que se concibe la educación como un campo de luchas, en el cual se disputan, bajo unas reglas propias, las diferencias de fuerzas que en otros campos están dadas como fundamentos de su existencia: diferencias económicas,
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Millones de guaraníes
2,0
55
sociales y culturales. Para el efecto, es particularmente pertinente el concepto de capital cultural de Pierre Bourdieu, de modo a demostrar que la proveniencia cultural y económica de los agentes juega un papel crucial en su desempeño educativo y económico. El capital cultural se define en este estudio como los años de estudio alcanzados por los padres, en promedio, y que las generaciones siguientes heredan, reproduciéndolos como condición objetiva de sus competencias académicas. Así, pues, el capital cultural es una relación social. La competencia social, de la que surge la posibilidad de competir en el terreno educativo y económico, se presenta como un factor determinante en el momento de la distribución de los pesos relativos de capital económico y capital cultural en una sociedad determinada. Así, contra la suposición de que el nivel académico, a pesar de todo condicionamiento, transporta a los agentes a su añorado desarrollo individual, en verdad el recorrido escolar es apenas uno de los factores a considerar en la relativa acumulación de capital global (entendido como conjunción de capital económico y cultural). Según el cuadro 14, en Paraguay las mayores proporciones de población con altos niveles educativos parentales se hallan predominantemente en el área urbana. Sin duda, la población mayormente instruida se halla en esta área geográfica, hecho que a su vez configura de manera particular el mercado de trabajo calificado en las ciudades. Pero el análisis por sexo nos indica que las mujeres en el área urbana presentan mejores condiciones de capital cultural cuando se trata del tramo de edad de 15 a 29 años de los sujetos; mientras que en el tramo siguiente la situación está más compensada para ambos sexos. También en el área rural los capitales culturales están más equitativamente distribuidos, aunque lo que llama la atención es el peso que los bajos años de estudios parentales tienen en esta área geográfica, para varones y mujeres, así como para jóvenes y adultos.
56
La cuestión que emerge en este sentido es bajo qué condiciones se educa la mano de obra en nuestro país. La propensión a la calificación de la población como fundamento de una oferta laboral más “competitiva” y de mayores niveles de productividad requiere estímulos adecua-
dos y socialmente determinados para su eficacia. En este sentido, ¿cuál puede ser la posibilidad objetiva de que cada sujeto que pueda preferir altos niveles educativos y transita en su carrera académica individual, halle coronados sus esfuerzos, si en su entorno inmediato, el de su ambiente hogareño, no le favorecen dichas condiciones? cuadro 14 Población según capital cultural por área geográfica, sexo y grupos de edad (en porcentajes) Área
De 15 a 29 años de edad Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total De 30 a 64 años de edad Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Urbana Sexo Mujer
Total
Varón
0,4 12,3 25,1 30,3 11,4 7,0 6,3 2,0 2,7 2,6
0,7 10,8 24,0 27,4 14,4 8,3 6,7 2,0 2,8 2,9
0,5 11,7 24,6 29,1 12,6 7,5 6,5 2,0 2,7 2,7
2,6 26,1 35,4 28,7 6,0 1,0 0,3
100
100
100
100
100
100
5,7 29,8 23,2 16,8 9,5 3,0 4,1 0,9 4,3 2,9
2,0 23,5 28,8 22,7 11,0 4,1 3,6 1,8
7,5 52,9 27,1 11,7 0,2 0,5
5,8 61,4 24,3 8,5
7,1 55,1 26,4 10,9 0,2 0,4
2,3
3,7 26,4 26,2 20,0 10,3 3,6 3,8 1,4 2,0 2,6
100
100
100
100
100
100
Varón
Rural Sexo Mujer 4,3 24,8 36,3 27,4 4,9 2,0 0,4
0,1
Total 3,0 25,8 35,6 28,4 5,7 1,2 0,2 0,1 0,0
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Capital cultural (años de estudio, de padres en promedio)
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Los trabajadores con mayores “activos” de capital cultural son los dedicados a actividades intelectuales. Vemos en el cuadro 15 que los miembros de los poderes del Estado y de funciones directivas, los profesionales, científicos e intelectuales, los técnicos y profesionales de nivel medio, así como los empleados de oficina presentan mejores niveles de instrucción que sus padres.
57
cuadro 15 Población según capital cultural por ocupación principal y área geográfica (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
Área urbana Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Área rural Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Miembros Profesio- Técnicos y profesio- Empleados nales P. Ejec., nales Leg., Jud. científicos de oficina Personal e intelec- de nivel medio tuales directivo
Trabaja- Agricultores Operadores Oficiales, de Instalac.y Trabajadores de y Trab. Fuerzas dores operarios máquinas y servicios agropeArmadas no y vendecuarios y y artesanos montadores calificados dores pesqueros
1,6 8,5 18,6 27,7 11,4 2,0 15,7 1,2 6,3 6,8
1,0 10,8 16,8 26,2 10,4 8,8 10,6 5,2 3,0 7,2
0,3 11,4 18,4 20,8 10,4 11,6 13,3 4,0 6,0 3,8
1,2 7,0 18,7 23,4 17,3 11,1 6,3 3,7 5,0 6,2
1,3 14,0 24,3 25,9 16,6 7,2 5,2 2,4 2,4 0,9
3,3 29,8 28,7 28,2 3,4 0,5 6,1
100
100
100
100
100
38,7 9,1 39,8
37,2 31,7 25,5 5,6
14,2 42,8 24,6 13,8 3,4
3,6 14,1 12,5 37,6 30,0
1,6 25,1 28,2 33,7 6,3 4,1 1,0
12,4
2,3
2,6 11,3 27,3 29,0 9,2 11,4 8,7 0,4
100
100
100
100
4,1 29,3 35,2 27,2 3,7 0,5 0,0 0,1
3,5 27,2 36,3 25,5 5,0 2,4
15,7 38,1 28,7 12,7 4,8
4,9 31,1 35,9 23,1 3,8 0,6 0,6
100,0
100
100
100
1,2
100
100
100
79,7
1,2 15,0 25,4 26,8 12,4 6,3 6,0 1,9 2,4 2,5
100
100
20,3
0,2
100
100
0,0 100
100
Este hecho evidencia que estas actividades, mayormente en el área urbana –aunque también en el área rural– las ejercen quienes tienen propensiones socialmente constituidas para ejercerlas. Si bien esto no implica que los logros educacionales de ciertos segmentos de la población que han podido superar los niveles limitados de sus antecesores están “determinados” por estos niveles –cosa que no pretendemos afirmar–, sí podemos ver que, en términos generales, las jerarquías sociales basadas en las capacidades educativas de las generaciones pasadas pesan sobre las presentes, brindándoles el marco en el que actúan y lo que el simple “deseo de superación” no logrará resolver a nivel social.
58
1,3 21,5 32,3 27,4 10,2 3,5 2,4 0,9 0,4
1,4 18,6 31,2 29,1 11,4 2,6 3,6 0,3 0,8 1,1
Total
3,7 28,2 34,6 27,2 4,8 1,0 0,3 0,1 0,0 0,0 100
cuadro 16 Población según capital cultural por ocupación principal y sexo (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
Varón Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Mujer Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Miembros Profesio- Técnicos y nales profesio- Empleados P. Ejec., nales Leg., Jud. científicos de oficina Personal e intelec- de nivel tuales medio directivo
3,7 15,4 9,5 30,3 2,1 3,5 18,9 2,8 6,9 7,1
3,2 15,9 9,6 22,1 15,0 7,1 3,7 4,6 9,2 9,7
100
100
7,1 24,1 27,3 16,8 2,0 11,7
14,3 22,7 27,6 7,7 7,6 11,0 4,3
0,2 16,1 22,9 20,8 7,4 8,4 9,9 4,0 8,3 2,2
0,9 9,1 13,9 25,7 23,4 6,8 6,2 4,1 4,2 5,7
Trabaja- Agricultores Operadores Oficiales, de Instalac.y Trabajadores de y Trab. Fuerzas dores operarios máquinas y servicios agropeArmadas no y vendecuarios y y artesanos montadores calificados dores pesqueros
0,6 12,9 24,9 28,5 14,0 8,6 4,5 1,5 3,1 1,4
3,5 28,3 35,9 27,9 3,4 0,5 0,5
0,0 100
100
100
100
1,9 5,9 22,8 23,3 12,9 13,8 5,3 3,1 5,0 5,8
2,0 20,0 25,6 27,3 14,1 4,5 3,9 2,1 0,6
7,4 35,9 27,2 23,6 5,3 0,2
100
100
100
5,1 5,8
4,7
0,4 5,3 19,5 22,1 16,0 13,8 14,1 2,7 1,2 5,1
100
100
100
2,2 22,4 30,8 29,4 8,7 2,7 2,6 0,2 0,3 0,8
2,0 10,8 30,1 29,6 10,4 10,1 6,7 0,3
100
100
2,3 17,9 44,2 20,0 11,4 1,5 0,9
2,6 23,6 31,8 27,7 8,5 2,0 2,4 0,9 0,5
38,2
66,4 24,8 8,8
0,4
100
100
100
2,4 21,9 30,2 27,7 8,1 3,3 3,1 0,9 1,3 1,2 0,0 100
2,8 27,3 36,3 23,2 6,7 3,0 0,7 0,1
2,3 19,6 28,8 25,6 10,4 5,1 3,9 1,4 1,2 1,8
100
100
1,9 100
9,7 52,1
Total
En el cuadro 16 apreciamos que para las grandes ocupaciones que implican el trabajo intelectual, los varones poseen mayores capitales culturales que las mujeres en el caso de ser miembros de los poderes del Estado o funciones directivas, así como los profesionales, científicos e intelectuales. Sin embargo, entre los técnicos, profesionales de nivel medio, así como entre empleados de oficina, las mujeres presentan mayores promedios de niveles de estudio que sus respectivos padres. Para ambos casos, esta consideración es sobre todo para los más altos niveles, que serían aquellos donde los padres han culminado la universidad o poseen entre 15 y 16 años de estudio. Ahora bien, como se muestra en el cuadro 17, para la población joven, es decir la implicada en el tramo de 15 a 29 años, su situación en términos de capital cultural es más importante que para la de los adultos (tramo de 30 a 64 años). Este hecho estaría implicando que las generaciones de adultos más recientes tendrían mejores niveles educativos que las anteriores, lo cual, como veremos, se corresponde con el hecho de que las generaciones más jóvenes del mercado laboral con altos niveles de capital
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
59
cultural participan menos en los segmentos informales del mercado de trabajo y, por tanto, se hallan en situaciones de menor subalternidad. cuadro 17 Población según capital cultural por ocupación principal y grupos de edad (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
Miembros Profesio- Técnicos y nales profesio- Empleados P. Ejec., nales Leg., Jud. científicos de oficina Personal e intelec- de nivel tuales medio directivo
De 15 a 29 años de edad Menos de 1 año 0,8 Entre 1 y 2 años 7,7 Entre 3 y 4 años 13,4 Entre 5 y 6 años 21,3 Entre 7 y 8 años 13,3 Entre 9 y 10 años 4,5 Entre 11 y 12 años 22,0 Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años 8,2 Entre 17 y 18 años 8,8 No sabe/No responde Total 100 De 30 a 64 años de edad Menos de 1 año 2,1 Entre 1 y 2 años 12,7 Entre 3 y 4 años 21,4 Entre 5 y 6 años 34,0 Entre 7 y 8 años 8,7 Entre 9 y 10 años 1,3 Entre 11 y 12 años 9,2 Entre 13 y 14 años 2,0 Entre 15 y 16 años 4,2 Entre 17 y 18 años 4,5 No sabe/No responde Total 100
Trabaja- Agricultores Operadores Oficiales, de Instalac.y Trabajadores de y Trab. Fuerzas dores operarios máquinas y servicios agropeArmadas no y vendecuarios y y artesanos montadores calificados dores pesqueros
10,6 17,7 26,0 16,2 9,3 9,5 2,4 1,1 7,1
0,2 6,0 21,3 22,0 11,1 11,7 14,4 4,2 6,2 2,9
0,9 6,0 16,1 24,1 20,2 11,2 5,8 4,1 5,3 6,3
0,5 12,7 25,0 30,8 14,1 7,3 4,9 2,2 1,7 0,7
2,7 27,4 36,4 28,8 3,8 0,7 0,1 0,1
100
100
100
100
100
0,5 30,3 24,5 16,9 9,9 7,5 2,1
5,0 17,1 32,5 28,1 6,0 3,6 5,4
5,0 35,4 25,1 12,3 14,1 3,3 0,7
11,0 56,6 25,7 6,7
2,9 5,3
2,2
3,1 0,9
100
100
100
18,9 20,6 26,6 3,9 5,9 8,8 6,3 3,9 5,2 100
1,4 17,7 34,3 30,8 8,6 2,9 2,8
9,7 33,8 27,1 12,8 10,1 6,2 0,4
2,5 23,1 33,3 29,0 7,0 3,0 1,5 0,4 0,1
100
100
100
4,6 36,7 27,6 17,9 10,7 1,3 0,5
7,7 20,8 18,5 34,3 2,5 8,5 7,8
2,8 46,7 29,6 12,7 7,9 0,3
0,8 0,8
0,7 100
100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Hasta aquí estamos viendo que el problema del empleo supone, en el tema de la calificación de la fuerza de trabajo, un condicionante muy importante, cual es el capital cultural. Pero, como hemos señalado respecto a los ingresos con relación a las categorías de ocupación, estas denotan en primer lugar la mayor predominancia del sector terciario en la economía y, por otra parte, la mayor urbanización del mercado laboral en Paraguay. Este último hecho evidencia que las probabilidades de mayores calificaciones de la fuerza de trabajo están en estrecha correlación con las mejores condiciones que han brindado y seguirán crecientemente proporcionando las ciudades para la formación de la mano de obra en Paraguay.
60
En efecto, en el cuadro 18 vemos de qué modo los mayores capitales culturales –los que implican de 14 y más años de estudio, en promedio, de los padres de la población trabajadora– se hallan concentrados fuertemente en
100
100
100,0
100
Total
1,7 18,1 29,6 28,8 9,5 4,6 3,6 1,1 1,5 1,5 100
79,7
4,9 36,7 26,3 16,7 6,7 2,4 2,5 0,9 1,3 1,6
100
100
20,3
el área urbana del país y, como señalábamos antes, gozan de situaciones socioculturales más favorables los empleados públicos y privados, así como los empleadores o patrones; vale decir que, en consonancia con mayores capitales culturales, son los más propensos a realizar actividades intelectuales. cuadro 18 Población según capital cultural por categoría de ocupación y grupos de edad (en porcentajes)
Área urbana Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Área rural Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Empleado público
Empleado privado
Obrero público
Obrero privado
0,8 17,5 33,0 30,0 9,4 3,3 4,9 0,5 0,0 0,5
0,7 30,1 26,7 14,8 4,1 0,6 14,9
1,7 12,2 21,1 24,8 11,5 6,1 9,0 5,4 3,8 4,3
0,2 7,1 20,3 24,3 17,3 10,5 7,6 2,7 5,3 4,8
2,0 15,0 31,2 21,7 17,8 5,5
100
100
100
2,0 24,9 27,1 32,9 11,0 2,1
1,4 14,2 31,2 32,5 16,0 2,4 0,9 0,9 0,4
38,0 11,6 27,1 11,7 11,6
100
100
6,7
Empleador o patrón
Cuenta propia
Famil. no remunerado
Empleado doméstico
0,5 7,4 21,1 28,9 17,5 11,5 6,1 3,1 3,1 0,7
1,9 29,9 29,8 23,7 10,5 2,4 1,6 0,2
2,2 6,0
3,6 22,4 27,0 27,3 8,4 4,0 3,9 1,2 0,7 1,4
1,2 15,0 25,4 26,8 12,4 6,3 6,0 1,9 2,4 2,5
100
100
100
100
100
100
4,9 30,6 32,1 24,4 7,0 0,5 0,5
15,2 40,4 22,5 21,9
4,9 42,8 32,0 17,6 1,3 1,3 0,1
3,3 23,6 36,1 31,4 4,6 0,9 0,1 0,1
3,2 27,3 46,3 20,9 0,9 1,0 0,5
3,7 28,2 34,6 27,2 4,8 1,0 0,3 0,1 0,0
0,1
100
Total
100
100
100
0,0 100
100
0,0 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
Ahora bien, para demostrar de qué modo el capital cultural incide en las características educacionales de la mano de obra que participa en el mercado laboral, puede verse de qué manera los mayores niveles educativos, en términos de años de estudio de la población, presentan a su vez, en el nivel de país total como en el área urbana, mayores niveles de capital cultural. La tendencia que se puede observar en el cuadro 19 es que a mayores niveles educativos de la población corresponden mayores niveles de años de estudio parentales. En el área rural esta relación no es lineal, dado que,
61
como se ha señalado suficientemente durante el transcurso de este estudio, en ella, tanto por sus características culturales como por el proceso de urbanización que va experimentando el país, los logros educacionales de la población están más asociados a las rupturas con sus herencias socioculturales. En dicho sentido vemos, por ejemplo, que los mayores niveles de educación en dicha área geográfica implican bajos niveles de capital cultural en su conjunto. cuadro 19 Población según capital cultural por años de estudio y área geográfica (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
Total país Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Área urbana Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Área rural Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Sin años De 1 ade2 de estudio años estudio
0,9 57,4 27,8 7,6 6,3
8,8 44,9 29,8 13,8 2,1 0,6
De 3 a 4 años de estudio
De 5 a 6 años de estudio
5,8 34,6 33,2 21,5 4,1 0,6 0,2
3,3 29,3 35,9 26,2 3,8 0,4 0,8 0,2
100
100
100
53,7 24,9 8,8
2,7 38,6 40,2 14,5 4,0
4,1 28,4 36,7 18,3 10,3 1,7 0,6
12,5
De 7 a 8 años de estudio
De 9 a 10 De 11 a 12 De 13 a 14 De 15 a 16 De 17 a 18 años de años de años de años de años de estudio estudio estudio estudio estudio
2,0 17,2 34,9 28,9 10,6 1,9 2,9 0,7 0,5 0,4
1,4 14,6 30,3 32,7 10,9 5,1 3,0 0,2 0,9 0,7
0,8 13,4 23,8 30,4 14,4 7,4 5,7 1,7 1,4 1,0
0,1 10,9 18,4 20,0 9,1 11,8 10,6 3,7 10,2 5,3
0,4 13,3 24,4 27,4 13,8 5,1 6,0 1,9 2,7 5,0
1,9 3,8 11,5 23,4 10,8 10,1 9,8 8,2 6,3 14,1
100
100
100
100
100
100
2,4 21,1 29,7 27,0 8,9 3,9 3,3 1,1 1,3 1,4 0,0 100
0,4
1,5 16,7 27,8 29,3 12,8 3,7 5,0 1,4 0,9 0,9
0,7 12,8 26,4 33,1 12,9 6,1 4,7 0,4 1,7 1,3
0,6 11,3 22,0 27,9 15,8 9,2 7,7 2,2 1,9 1,4
0,2 7,9 19,1 17,1 9,4 12,4 11,8 4,2 11,7 6,1
0,5 7,9 23,6 26,8 15,8 6,4 7,5 2,1 3,2 6,3
1,9 2,8 11,3 23,2 11,0 10,4 10,0 8,4 6,5 14,5
1,2 15,0 25,4 26,8 12,4 6,3 6,0 1,9 2,4 2,5
100
100
100
100
29,9 14,0 38,8 6,9 7,4 2,9
34,9 27,8 29,7 5,9
46,6 21,4 32,1
0,1 0,0 100 2,3 24,9 32,7 29,2 7,0 0,6 2,4 0,6
100
100
100
100
100
100
100
1,6 60,2 30,0 6,7
11,8 48,0 24,6 13,5 1,1 0,9
6,7 37,7 31,4 23,2 0,9 0,1
3,7 31,2 37,4 24,9 2,4 0,3 0,1
2,5 17,7 41,5 28,5 8,5 0,2 0,9
2,4 17,0 35,4 32,2 8,3 3,9 0,9
1,6 19,4 28,8 37,5 10,2 2,3
1,5
1,2 0,6
0,2 0,1
100
100
100
0,1 100
100
100
100
100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
62
Total
La distribución por sexo de esta relación, como se aprecia en el cuadro 20, da cuenta de que la situación educativa favorable de los varones, que se puede apreciar en los
100
100
3,7 28,2 34,6 27,2 4,8 1,0 0,3 0,1 0,0 0,0 100
30 Robles, Marcos: El empleo en Paraguay. Evidencias de las Encuestas de Hogares, PNUD-OIT, Asunción, 2002. 31 Carlson, Beverley: Educación y mercado de trabajo en América Latina. ¿Qué nos dicen las cifras?, CEPAL, Santiago, 2002.
datos estadísticos y que se describe en algunos análisis30, proviene básicamente del hecho de que el alto capital cultural, en promedio, de dicho sexo es el doble que el femenino, y que este factor, si bien está matizado por las similitudes familiares de formación en el caso de varones y mujeres que formaron parte de un mismo hogar, en general el nivel educativo de los varones tiene un peso más fuerte en los logros educacionales alcanzados, en particular los comprendidos entre los 12 y 16 años de estudio, donde, si bien no se da todavía la universidad concluida –donde las mujeres tienen un peso considerable–, ya tiene un retorno de la educación considerable31.
cuadro 20 Población según capital cultural por años de estudio y sexo (en porcentajes)
Ambos sexos Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Varón Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Mujer Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Sin años De 1 ade2 de estudio años estudio
0,9 57,4 27,8 7,6 6,3
8,8 44,9 29,8 13,8 2,1 0,6
De 3 a 4 años de estudio
De 5 a 6 años de estudio
5,8 34,6 33,2 21,5 4,1 0,6 0,2
100
100
100
1,2 56,6 27,6 6,6 8,1
8,5 42,9 31,8 14,1 1,9 0,8
5,2 33,7 32,7 23,7 3,9 0,7
100
100
100
60,2 28,6 11,1
9,6 51,3 23,3 13,0 2,8
7,8 37,5 34,9 14,2 4,6 0,2 0,8
3,3 29,3 35,9 26,2 3,8 0,4 0,8 0,2 0,1 0,0 100 3,0 28,2 36,6 27,3 3,7 0,4 0,7
0,1 100 4,0 32,2 33,7 23,2 4,3 0,6 0,9 0,7
De 7 a 8 años de estudio
De 9 a 10 De 11 a 12 De 13 a 14 De 15 a 16 De 17 a 18 años de años de años de años de años de estudio estudio estudio estudio estudio
1,4 14,6 30,3 32,7 10,9 5,1 3,0 0,2 0,9 0,7
0,8 13,4 23,8 30,4 14,4 7,4 5,7 1,7 1,4 1,0
0,1 10,9 18,4 20,0 9,1 11,8 10,6 3,7 10,2 5,3
0,4 13,3 24,4 27,4 13,8 5,1 6,0 1,9 2,7 5,0
1,9 3,8 11,5 23,4 10,8 10,1 9,8 8,2 6,3 14,1
100
100
100
100
100
100
1,9 17,7 35,7 29,5 9,3 1,0 2,7 0,9 0,7 0,6
1,3 13,7 27,2 34,9 11,8 5,7 3,2 0,3 0,9 1,0
0,7 14,6 23,8 31,6 12,3 6,7 6,2 1,6 1,2 1,3
8,0 16,8 16,4 9,0 11,3 12,2 3,4 15,3 7,6
13,4 16,8 27,4 18,3 4,7 4,7 3,9 3,2 7,6
4,7 3,4 8,7 10,3 18,4 12,0 12,4 9,7 11,2 9,2
100
100
100
100
100
100
2,4 21,9 30,2 27,7 8,1 3,3 3,1 0,9 1,3 1,2 0,0 100
2,4 15,9 32,9 27,3 14,0 4,2 3,3
1,8 16,9 38,1 27,3 8,8 3,6 2,4
1,0 11,5 23,7 28,5 17,6 8,6 4,9 2,0 1,6 0,5
0,3 14,3 20,4 24,2 9,1 12,3 8,8 4,0 4,2 2,5
0,5 13,2 28,0 27,4 11,7 5,3 6,6 1,0 2,4 3,8
4,1 13,4 32,4 5,5 8,9 8,0 7,2 3,0 17,5
2,3 19,6 28,8 25,6 10,4 5,1 3,9 1,4 1,2 1,8
100
100
100
100
100
1,1
100
100
100
100
2,4 21,1 29,7 27,0 8,9 3,9 3,3 1,1 1,3 1,4 0,0 100
2,0 17,2 34,9 28,9 10,6 1,9 2,9 0,7 0,5 0,4
0,4
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Total
100
100
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
63
Finalmente, echando un vistazo sobre las características educacionales de la población económicamente activa así como de la población inactiva, vemos que esta última reviste una situación considerablemente más favorable que la activa en términos de su capital cultural, en correspondencia con sus años de estudio. Esta población está conformada, entre otros, por estudiantes, jubilados y pensionados, así como por rentistas, lo cual explicaría por qué hay algunos que, a pesar de poseer bajos niveles educativos, aún su capital cultural es alto. La tradición rentista de la economía –como se refirió en el apartado anterior de este trabajo– estaría ligada a la clara definición aristocrática, educativamente, de los que detentan mayores capitales económicos, aunque este hecho hay que pasarlo por el cedazo de que las clases dominantes paraguayas son heterogéneas. Si bien observamos que los empleadores y patrones tienen relativamente altos capitales culturales, sus niveles educativos se hallan en muchos casos equiparados y en situación de desventaja con respecto a las clases medias. En otras palabras, los grupos ilustrados de las clases dominantes se hallan posicionados en estratos estamentales de la escala social. Por otra parte, la población ocupada, como se ve en el cuadro 21, evidencia el mayor caudal de capital educativo, que a su vez se sustenta en su capital cultural. Sobrepasa en su capital cultural a la población desocupada en los altos niveles educativos y en los niveles intermedios de años de estudio presenta capitales culturales relativamente más altos, lo que indicaría que se trataría de los grupos de población que tienen ciertas probabilidades de estar ocupados, a pesar de su desempleo coyuntural.
64
cuadro 21 Población según capital cultural por años de estudio y condición de ocupación (en porcentajes)
Ocupados Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Desocupados Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Inactivos Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Sin años De 1 a 2 de de estudio años estudio
De 3 a 4 años de estudio
De 5 a 6 años de estudio
De 7 a 8 años de estudio
6,8
9,3 45,0 29,4 13,4 2,3 0,7
5,8 35,3 32,8 21,5 3,8 0,7 0,2
3,4 29,9 35,6 25,9 3,7 0,5 0,8 0,2
2,3 17,2 36,7 28,6 9,9 1,6 2,3 0,8 0,4 0,2
1,4 16,0 31,5 30,7 11,4 5,6 2,1 0,2 0,6 0,4
1,0 14,3 24,6 31,6 12,3 7,1 5,5 1,6 1,1 0,9
0,2 12,6 17,2 20,6 9,1 11,7 10,8 4,2 9,3 4,3
0,5 13,6 23,7 27,4 13,3 5,0 7,1 1,8 2,7 5,0
2,0 4,1 11,5 24,2 10,8 10,2 8,5 8,1 5,9 14,7
100
100
100
0,0 100
100
100
100
100
100
100
2,6 22,2 30,2 26,7 8,1 3,7 3,1 1,1 1,1 1,2 0,0 100
51,2 48,8
2,6 44,2 34,6 18,6
6,4 27,4 37,1 22,0 7,1
2,2 22,5 38,6 30,0 5,2
0,1 9,9 20,5 25,9 22,4 8,6 6,4 2,2 2,4 1,5
15,4 11,9
11,9 27,7 27,4 16,1 5,5 1,1 2,6 2,5 5,2
11,1 12,2 10,8 10,0 27,0 10,0 11,9 7,0
1,1 14,1 26,5 28,6 13,7 4,8 5,1 1,1 2,5 2,4 100
1,0 58,0 25,9 8,3
De 9 a 10 De 11 a 12 De 13 a 14 De 15 a 16 De 17 a 18 años de años de años de años de años de estudio estudio estudio estudio estudio
0,3
17,0 22,8 30,8 15,5 4,0 6,9
1,2
1,4 1,6
1,7 6,3 23,1 44,8 8,0 1,8 8,1 0,2 3,0 2,9
26,1 16,1 8,6 12,2 9,7
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
6,3 30,8 25,2 23,2 4,4 2,4 1,4 3,6 1,8 0,8
4,7 30,4 32,3 22,7 6,1 1,6 0,7 0,6 0,9
1,7 14,6 23,3 31,2 10,4 7,0 5,8 2,0 3,0 1,1
1,0 10,9 18,4 28,5 13,0 9,2 10,6 3,1 3,4 1,8
0,8 7,5 21,2 27,6 12,0 8,5 10,1 4,1 6,2 2,1
0,3 7,0 16,3 32,3 11,4 9,7 10,8 4,0 5,0 3,2
2,3 5,8 11,5 23,2 25,1 9,3 7,8 3,0 4,5 7,5
6,5 20,5 16,5 13,3 5,9 7,7 4,1 12,1 13,3
6,4 8,9 26,6
100
100
100
1,5 14,5 24,0 29,4 8,4 7,4 7,4 2,8 3,4 1,1 0,1 100
100
100
100
100
100
100
9,6
27,8 20,5
Total
1,5 13,4 22,0 28,9 10,5 7,5 7,7 2,8 3,8 1,7 0,0 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio)
En suma, tanto la competencia técnica como la competencia económica se basan en la estrictamente limitada competencia social, la que se pretende ocultar bajo el “espíritu democrático” del discurso de la política educativa. Muy contrariamente a este discurso, la desigualdad educacional se manifiesta como flamante regla en los grupos sociales en que se encuentran los competidores ya vencidos de antemano: sectores rurales, mujeres y desocupados. La teoría del “capital humano” plantea que el desarrollo económico requiere el acrecentamiento de educación en los agentes como condición de acceso proporcio-
65
nal a activos monetarios. Si toda la población acrecentara este capital, se acrecentaría el bienestar, por lo que se deduce que se reforzaría el desarrollo económico. Sin embargo, lo que contrariamente se ha demostrado en estudios acerca de la distribución de capital humano en América Latina, es que el acceso al bienestar halla un punto en el que el mayor acrecentamiento de competencias educativas no tiene un correlativo acrecentamiento de capacidad económica sino hasta alcanzados altos niveles de instrucción, y cuando los umbrales educativos de la pobreza están en aumento, apenas se sobrepasa la probabilidad de no caer en dicha condición32. Los extremados esfuerzos por alcanzar niveles académicos distinguidos no se hallan justificados con la probabilidad de acceso a grandes masas de capital económico, evidenciándose, finalmente, que el acceso a los activos está mediado por la desigual distribución de la posibilidad de acumular activos. A los efectos de mostrar la relación apuntada al inicio entre los ingresos de la población y su capital cultural, hemos recategorizado los tramos de años de estudio parentales en cinco categorías y las hemos relacionado con los quintiles de ingreso de la población de 15 a 29 años de edad. La categoría o nivel 1 es de 0 a 1 año de estudio; la categoría 2 es de 2 a 5 años de estudio; la categoría 3 es de 6 a 11 años de estudio; la categoría 4 es de 12 a 17 años de estudio; y la categoría 5 comprende a 18 años de estudio. Como se puede observar en el gráfico siguiente, los quintiles que representan a la población de menores ingresos aglutinan la mayor proporción del nivel 1 de capital cultural, y dicha relación es decreciente a medida que se avanza hacia los quintiles de mayores ingresos. Asimismo, en estos últimos se ubican los niveles de mayor capital cultural, resaltándose el quintil 5, en cuyo grupo el capital cultural es considerablemente mayor que en el quintil anterior (quintil 4).
66
32 León, Arturo: Las encuestas de hogares como fuente de información para el análisis de la educación y sus vínculos con el bienestar y la equidad, CEPAL-ECLAC, Proyecto Principal de Educación, Boletín 46, agosto de 1998.
40,00 35,00 30,00 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 0,00 1
2
3
4
5
Quintiles de ingreso per cápita medio deflagtado Alto capital cultural
Bajo capital cultural
4.3. Dualidad en el mercado laboral: el problema de la subalternidad De lo que tratamos de dar cuenta hasta el momento es de que la fuerza de trabajo no solo se diferencia por sus propios itinerarios educativos y sus características demográficas, tales como el área geográfica, el sexo o la condición etaria, sino que dichas características se refuerzan como mecanismos de desigualdad al existir una estructura social subyacente que construye las diferenciaciones y bajo cuya lógica aquellas características aparecen como efecto de la “naturaleza”. Hemos señalado la desigualdad de los recursos de capital económico que produce la diferencia de ingresos en las clases trabajadoras y asimismo la desigualdad en “activos” de capital cultural que funciona al mismo tiempo como un dispositivo de refuerzo de desigualdades, ya que las posibilidades que la sociedad mercantil ofrece a la nobleza cultural –los “bien educados ciudadanos”– no es sino el modo de continuar su premiación a los agentes favorecidos por las condiciones familiares. En dicho sentido, nuestra propuesta inicial, que era mostrar el mercado de trabajo como una estructura segmentada o dual, se constituye, como veremos más adelante, en una estructura de subalternidad, ya que incorpora el factor sociocultural en la delimitación de la “informalidad” y su corolario de baja productividad del trabajo.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Porcentajes
gráfico 5 Distribución de capital cultural por quintiles de ingreso. Población de 15 a 29 años de edad.
67
A los efectos de este estudio, consideramos a la población informal o del segmento secundario del mercado de trabajo, a todos los trabajadores de 10 años y más de edad cuya categoría ocupacional es por cuenta propia, familiares no remunerados y empleados, obreros y patrones en empresas con tamaño de 5 o menos personas. Se excluye a los trabajadores del sector público, a los trabajadores del hogar, de los sectores de actividad primaria y a los trabajadores por cuenta propia “gerentes”, directivos, profesionales, técnicos y afines. Bajo esta definición, la Encuesta Permanente de Hogares del año 2003 reporta una proporción porcentual del 28,3% de la población económicamente activa que conforma el sector informal del mercado laboral. En el cuadro 22 observamos que la población económicamente activa se distribuye en el segmento informal con mayor proporción en el área urbana, con un 36,2%, mientras en el área rural dicho segmento es proporcionalmente menor (17,7%). Si observamos la distribución por sexo, para ambas áreas geográficas las mujeres participan más que los varones en las actividades informales, aunque la proporción es mayor en el área urbana, donde las mujeres del sector informal suman el 50,4% versus el 36,1% del área rural.
cuadro 22 PEA según condición de informalidad laboral por área y sexo (%) Área Condición de informalidad laboral Informal No informal Total
Varón 25,3 74,7 100
Urbana Sexo Mujer 50,4 49,6 100
Total 36,2 63,8 100
Varón 9,1 90,9 100
Rural Sexo Mujer 36,1 63,9 100
Total 17,7 82,3 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
68
El análisis de la informalidad por tramos de edad (cuadro 23) nos muestra que el grupo etario de mayor participación en el segmento informal es el de 30 a 64 años de edad, que en este caso supone una mayor proporción de los varones que las mujeres en actividades informales (en el segmento informal, el 62,8% de los varones pertenecen a este tramo de edad, mientras de las mujeres, un 58,4%).
cuadro 23 PEA según rangos de edad por sexo y condición de informalidad laboral (en porcentajes)
Rangos de edad De 10 a 14 años De 15 a 29 años De 30 a 64 años De 65 años y más Total
Sexo Varón Mujer informal no informal Total informal no informal Total 6,1 5,3 5,5 3,1 3,0 3,0 25,0 40,0 37,3 34,1 39,1 36,8 62,8 50,0 52,2 58,4 54,0 56,0 6,1 4,7 5,0 4,4 4,0 4,2 100 100 100 100 100 100
Total grupo informal no informal Total 4,2 4,6 4,5 30,7 39,7 37,1 60,1 51,2 53,7 5,1 4,5 4,7 100 100 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
En términos de la desagregación por área, podemos ver que para ambos sexos el área urbana implica mayores niveles de capital cultural, incluso en los segmentos informales. Del mismo modo, diferenciando por sexo, los informales varones presentan relativamente mejores características de capital cultural que las mujeres. Lo resaltante del asunto es que las mujeres no informales presentan, en general, similares situaciones de capital cultural. Incluso tratándose en el área urbana, el tramo más alto de años de estudio parentales en promedio, las mujeres tienen una leve ventaja. Las más destacadas cualidades de la fuerza de trabajo urbana y la alta calificación de las mujeres experimentada en determinadas ocupaciones intelectuales pueden explicarse por los indicadores recién referidos: el capital cultural, en tanto acervo no solo de conocimientos heredados, sino de disposiciones de cultura letrada, es uno de los factores clave cuando de entender la posibilidad de capacidades laborales se trata.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Entonces, dadas estas características demográficas de la informalidad del mercado de trabajo, podemos ver ahora que en términos de una característica típicamente social, cual es el capital cultural, los sectores informales a nivel general presentan mayores activos de años de estudio parentales en promedio.
69
cuadro 24 PEA según capital cultural por sexo, área y condición de informalidad laboral (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio) Área urbana Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Área rural Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Sexo Varón Mujer informal no informal Total informal no informal
Ambos sexos Total
2,5 14,6 20,8 31,4 14,1 7,2 3,9 1,2 2,3 2,1
1,1 15,4 26,0 26,6 11,0 5,7 6,7 2,1 2,9 2,5
1,4 15,2 25,0 27,5 11,6 6,0 6,1 1,9 2,8 2,4
1,8 23,8 28,4 24,9 10,0 5,3 3,1 1,9 0,5 0,2
0,7 9,7 24,7 26,1 15,3 7,6 7,1 2,1 2,6 4,0
1,1 14,6 26,0 25,7 13,5 6,8 5,7 2,0 1,9 2,7
2,1 19,8 25,1 27,7 11,8 6,1 3,4 1,6 1,3 1,0
0,9 13,3 25,6 26,5 12,6 6,4 6,8 2,1 2,8 3,1
1,2 15,0 25,4 26,8 12,4 6,3 6,0 1,9 2,4 2,5
100
100
100
100
100
100
100
100
100
1,3 27,9 31,9 31,4 3,3 3,9
3,6 27,8 35,0 27,5 5,1 0,6 0,4
3,4 27,8 34,8 27,8 4,9 0,9 0,3
4,3 29,0 40,0 22,3 0,8 2,9 0,7
5,1 29,5 30,7 27,1 6,4 0,8
4,8 29,3 34,2 25,3 4,3 1,6 0,2 0,2
3,2 28,6 36,9 25,7 1,7 3,3 0,4
0,3
0,0
0,0
0,1
3,8 28,1 34,3 27,4 5,3 0,7 0,3 0,1 0,0
3,7 28,2 34,6 27,2 4,8 1,0 0,3 0,1 0,0
100
0,0 100
0,0 100
100
0,0 100
0,0 100
0,4
100
100
100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Así, pues, en el cuadro 25 vemos y constatamos un hecho que ya arrimábamos como evidencia en el caso del comportamiento de las herencias educacionales según las estructuras ocupacionales. Aquí vemos que, al tratarse del segmento informal, los adultos presentan mejores niveles de capital cultural, en particular en los altos años de estudio que poseen los padres en promedio. Sin embargo, en el segmento formal los jóvenes poseen mayores capitales culturales y mayores posibilidades de acceso a niveles de estudio que se correspondan con altos ingresos, circunstancias características de los segmentos formales del mercado de trabajo.
70
informal no informal Total
cuadro 25 PEA según capital cultural por rango de edad y condición de informalidad laboral (en porcentajes)
De 15 a 29 años de edad Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total De 30 a 64 años de edad Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Informal
No informal
Total
1,6 18,2 29,5 31,0 6,7 6,9 2,8 1,4 1,0 0,9
1,7 18,1 29,7 28,3 10,0 4,2 3,8 1,1 1,6 1,6
1,7 18,1 29,6 28,8 9,5 4,6 3,6 1,1 1,5 1,5
100
100
100
5,0 34,9 26,8 18,2 5,0 2,7 3,1 1,2 1,3 1,9
4,8 42,0 24,8 12,5 11,5 1,7 0,7 1,2 0,9
4,9 36,7 26,3 16,7 6,7 2,4 2,5 0,9 1,3 1,6
100
100
100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Ahora bien, si hablamos de factores socioculturales de la segmentación del mercado laboral, podemos observar que la lengua juega un papel crucial. Una vez más recalcamos que no es esta dimensión per se la que explica o se constituye en uno de los factores explicativos de las diferenciaciones al interior del mercado de trabajo, sino más bien que su condición subalterna se construye a partir de un conjunto de relaciones sociodemográficas en cuyo seno reside la disgregación –configurada socialmente– de los guaranihablantes como “población de segunda categoría”. Como explica Melià, no es que la población sea pobre porque habla guaraní, sino porque históricamente el guaraní ha sido asociado –por la fuerza– con la pobreza, de modo que hoy ya no se distingue claramente cuál es la causa y cuál el efecto de la diferenciación social por lengua en la población paraguaya. Lo que sí está claro es que la lengua oficial de la dominación histórica ha sido el español. También, que aún hoy rige como la referencia de comuni-
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Capital cultural (años promedio de estudio de padres, en promedio)
71
cación social que conlleva mejores posiciones en la escala social paraguaya33. En efecto, los agentes castellanohablantes presentan mayores niveles de capital cultural que los guaranihablantes en el mercado de trabajo. Lo llamativo del caso es que entre el mercado informal y el no informal, los primeros poseen mayores niveles de capital cultural cuando de los tramos de años de estudio parentales más altos se trata. Sin embargo, este hecho evidencia que la lengua no es determinante como discriminadora en términos de la pertenencia a un sector u otro del mercado laboral, aunque sí en términos de la disgregación cultural, de la que los niveles de capital cultural son factores relevantes, ya que no solo están más asociados a una cultura escrita de cuño español, sino también de carácter marcadamente urbano. Pero se verá luego de qué manera las consecuencias de esta disgregación se expresan en la calificación de la fuerza de trabajo al tratarse de los años de estudio de la población trabajadora.
33 Melià, Bartomeu: El Paraguay Inventado, CEPAG, Asunción, 1997.
cuadro 26 PEA según capital cultural por idioma y condición de informalidad laboral (en porcentajes) Capital cultural (años promedio de estudio de padres, en promedio)
72
Castellano Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total Guaraní Menos de 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años Entre 5 y 6 años Entre 7 y 8 años Entre 9 y 10 años Entre 11 y 12 años Entre 13 y 14 años Entre 15 y 16 años Entre 17 y 18 años No sabe/No responde Total
Informal
No informal
Total
0,7 7,2 20,2 26,0 15,9 7,5 9,4 3,4 4,6 5,2
3,4 14,2 22,0 26,2 13,9 8,8 5,6 2,5 1,0 2,3
1,3 8,9 20,6 26,0 15,5 7,8 8,5 3,2 3,8 4,5
100
100
100
3,5 29,6 35,2 26,9 3,1 0,6 1,1 0,0
2,3 31,6 32,7 27,2 4,8 1,0 0,5
3,2 30,0 34,7 26,9 3,4 0,7 1,0 0,0
0,0 100
100
0,0 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Hasta aquí describíamos las condiciones de educación heredadas en la fuerza de trabajo. Ahora se trata de ver cuál es la característica educativa de la población económicamente activa, es decir, su calificación en sí. Según vemos en el cuadro 27, los agentes de las áreas urbanas representan una mayor proporción con años de estudio propios, tanto para los segmentos formales como para los informales del mercado de trabajo. Ahora bien, lo destacado del hecho está en que las mujeres, para el caso de los segmentos no informales, presentan significativamente mejores situaciones educacionales que los varones, mientras estos lo presentan para los segmentos informales.
cuadro 27 PEA según años de estudio por sexo, área y condición de informalidad laboral (en porcentajes) Capital cultural (años de estudio de padres, en promedio) Área urbana Sin estudio De 1 a 2 años De 3 a 4 años De 5 a 6 años De 7 a 8 años De 9 a 10 años De 11 a 12 años De 13 a 14 años De 15 a 16 años De 17 a 18 años Total Área rural Sin estudio De 1 a 2 años De 3 a 4 años De 5 a 6 años De 7 a 8 años De 9 a 10 años De 11 a 12 años De 13 a 14 años De 15 a 16 años De 17 a 18 años Total
Sexo Varón Mujer informal no informal Total informal no informal
Ambos sexos Total
informal no informal Total
2,3 5,1 11,7 26,5 9,7 14,4 20,7 3,0 3,2 3,3 100
1,3 3,0 7,9 21,6 10,3 13,0 24,3 5,7 6,0 7,0 100
1,6 3,5 8,9 22,8 10,1 13,3 23,4 5,0 5,3 6,1 100
2,2 4,3 13,3 34,2 11,3 13,6 14,9 2,3 2,0 2,1 100
0,8 2,5 4,5 15,1 5,7 9,4 25,0 8,1 18,9 10,0 100
1,5 3,4 8,9 24,7 8,5 11,5 19,9 5,1 10,4 6,0 100
2,3 4,6 12,6 31,1 10,7 13,9 17,1 2,6 2,5 2,6 100
1,1 2,8 6,8 19,4 8,7 11,8 24,6 6,5 10,4 8,0 100
1,5 3,5 8,9 23,6 9,4 12,5 21,9 5,1 7,5 6,1 100
2,7 10,7 17,6 36,5 13,4 10,0 8,2 0,5 0,2 0,2 100
4,3 10,2 21,3 36,6 9,8 8,4 6,9 0,8 1,6 0,3 100
4,1 10,3 20,9 36,6 10,1 8,5 7,0 0,7 1,5 0,3 100
5,2 9,5 18,2 39,3 8,1 8,9 9,2 0,9 0,8 0,0 100
7,4 12,2 23,2 31,8 5,7 5,6 6,5 1,5 5,8 0,2 100
6,6 11,2 21,4 34,5 6,6 6,8 7,4 1,3 4,0 0,2 100
4,3 9,9 18,0 38,3 9,9 9,3 8,8 0,7 0,6 0,1 100
5,1 10,7 21,8 35,4 8,8 7,7 6,8 0,9 2,6 0,3 100
4,9 10,6 21,1 35,9 9,0 8,0 7,1 0,9 2,3 0,2 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Este dato expresaría el hecho de que los varones que participan de los sectores informales tienen ciertas ventajas comparativas de participación en ellos, al igual que, como lo mostramos anteriormente para el caso de las mujeres, cuando estas se insertan en la informalidad, lo hacen como parte de las más bajas jerarquías de la estratificación del mercado de trabajo (fundamentalmente en el área urbana).
73
Los años de estudio de la población joven (de 15 a 29 años de edad) tienen más peso en el sector informal cuando se trata de los tramos entre 9 y 12 años; mientras que en la población adulta tienen mayor peso cuando se trata de los tramos de 3 a 6 años de estudio (ver cuadro 28). cuadro 28 PEA según años de estudio por rango de edad y condición de informalidad laboral (%) Años de estudio
Informal
No informal
Total
De 15 a 29 años de edad Sin estudio
1,2
1,0
1,1
De 1 a 2 años
2,2
2,0
2,1
De 3 a 4 años
5,9
7,6
7,2
De 5 a 6 años
30,2
25,0
26,2
De 7 a 8 años
15,9
12,4
13,2
De 9 a 10 años
18,1
14,0
15,0
De 11 a 12 años
20,6
23,7
23,0
De 13 a 14 años
3,5
5,4
4,9
De 15 a 16 años
1,8
6,7
5,6
De 17 a 18 años
0,6
2,1
1,7
Total
100
100
100
Sin estudio
3,1
3,7
3,5
De 1 a 2 años
6,3
8,2
7,6
De 3 a 4 años
16,1
16,6
16,4
De 5 a 6 años
35,4
28,9
31,0
De 7 a 8 años
7,9
5,6
6,3
De 9 a 10 años
11,6
8,0
9,1
De 11 a 12 años
13,4
12,2
12,6
De 13 a 14 años
1,5
3,2
2,7
De 15 a 16 años
2,3
7,5
5,9
De 17 a 18 años
2,5
6,1
5,0
Total
100
100
100
De 30 a 64 años de edad
Pero cuando se trata de los sectores no informales, la población adulta presenta mayores niveles de estudio, lo cual está más que nada explicado por el sesgo de que parte de la población entre 15 y 29 años todavía no tiene los estudios secundarios y terciarios concluidos. Sin embargo, es importante mostrar que la PEA presenta mayores niveles educativos (años de estudio) cuando se trata de los adultos y de los segmentos no informales. Esto está en concomitancia con las características del mercado de trabajo analizadas según el capital cultural de la población económicamente activa. 74
Como anotamos en la descripción de la dualidad del mercado de trabajo según el capital cultural, la lengua es
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
un factor de disgregación cultural y no una variable explicativa en tanto causa de la subalternidad en el mercado de trabajo. Como vemos en el cuadro 29, esta situación está marcadamente demostrada en el hecho de que la diferenciación entre el sector informal y el no informal, en términos de años de estudio, no es tajante entre los guaranihablantes de la manera en que lo es entre los castellanohablantes. En este último grupo, los trabajadores pertenecientes al sector no informal suman proporciones mucho mayores que los trabajadores informales, en particular entre los tramos de años de estudio de 13 a 18 años.
cuadro 29 PEA según años de estudio por idioma y condición de informalidad laboral (%) Informal
No informal
Total
Sin estudio
0,5
0,3
0,3
De 1 a 2 años
1,9
1,0
1,3
De 3 a 4 años
7,1
2,8
4,2
De 5 a 6 años
25,7
10,5
15,4
De 7 a 8 años
10,7
7,2
8,3
De 9 a 10 años
18,1
11,8
13,8
De 11 a 12 años
23,9
30,3
28,3
De 13 a 14 años
3,5
9,0
7,3
De 15 a 16 años
3,9
14,2
10,9
De 17 a 18 años
4,7
12,8
10,2
Total
100
100
100
Años de estudio Castellano
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Otro hecho significativo es que en el tramo de 9 a 10 años de estudio para abajo, el segmento informal presenta mayores distribuciones de población, lo cual equivale a decir que la informalidad tiene un punto de inflexión entre los 11 y 12 años de estudio concluidos, para incrementarse la proporción de población que pertenece predominantemente al segmento no informal del mercado de trabajo.
Guaraní 5,3
4,8
4,9
De 1 a 2 años
11,1
10,8
10,9
De 3 a 4 años
20,2
21,9
21,5
De 5 a 6 años
39,2
37,0
37,5
De 7 a 8 años
8,8
8,4
8,5
De 9 a 10 años
7,5
7,1
7,2
De 11 a 12 años
6,8
6,8
6,8
De 13 a 14 años
0,6
0,9
0,8
De 15 a 16 años
0,5
2,1
1,7
De 17 a 18 años
0,1
0,2
0,2
Total
100
100
100
Sin estudio
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
75
Finalmente, mostraremos los niveles de incidencia de pobreza en que se estructura el mercado de trabajo al constituirse dualmente. La informalidad laboral, expresión de la urbanización creciente de la fuerza de trabajo, de la terciarización cada vez más predominante de la economía y de la incapacidad de la estructura productiva de generar empleo productivo, se expresa en escenarios de mayor incidencia de pobreza en la población trabajadora. Como observamos en el cuadro 30, la incidencia de la pobreza según la condición de informalidad del mercado de trabajo es más marcada en el área urbana. Lo apuntado en el párrafo anterior se corrobora al notarse que, de los pobres urbanos, el 42,6% de ellos pertenecen al sector informal del mercado laboral, mientras apenas el 11,3% de los pobres rurales son informales. Esto es más claro aún al verse que, a nivel de país total, la diferencia entre los pobres y no pobres informales no es en absoluto significativa; es más, existe un pequeño peso de los no informales sobre los informales, aunque sea de apenas 0,6 puntos porcentuales. cuadro 30 PEA según condición de informalidad laboral, área y condición de pobreza (en porcentajes) Área geográfica
Condición de informalidad laboral
pobre
Urbana no pobre
Informal No informal Total
42,6 57,4 100
33,3 66,7 100
Total
pobre
Rural no pobre
36,2 63,8 100
11,3 88,7 100
21,6 78,4 100
Total Total
pobre
no pobre
Total
17,7 82,3 100
27,9 72,1 100
28,5 71,5 100
28,3 71,7 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
76
Ahora bien, si vemos la diferencia por sexo de la pobreza según la condición de informalidad (cuadro 31), en ambos casos, para varones y mujeres, la proporción relativa de pobres informales es mayor, aunque la diferencia con respecto a los no pobres sea baja. Sin embargo, los varones informales tienen menor proporción de pobreza (17,6%) que las mujeres (45,3%), hecho que confirma, una vez más, las características particulares de subalternidad de la inserción laboral femenina, explicadas tanto por su ocupación en labores precarias, su baja calificación como por su disgregación de género y cultural, como hemos señalado en el caso de algunos factores de esta índole.
cuadro 31 PEA según condición de informalidad laboral, por sexo y condición de pobreza (en porcentajes) Sexo
Condición de informalidad laboral
pobre
Varón no pobre
Informal No informal Total
18,1 81,9 100
17,2 82,8 100
Total
pobre
Mujer no pobre
17,6 82,4 100
46,0 54,0 100
45,0 55,0 100
Total Total
pobre
no pobre
Total
45,3 54,7 100
27,9 72,1 100
28,5 71,5 100
28,3 71,7 100
Fuente: DGEEC, Encuesta Permanente de Hogares, 2003
En este trabajo pretendimos evidenciar algunos aspectos no abordados en otros estudios acerca de la constitución del mercado de trabajo, en particular acerca de los determinantes histórico-sociales de las condiciones de baja productividad, tanto en lo que respecta a la forma de inserción de la economía paraguaya en el capitalismo mundial como en las implicaciones que la modalidad de desarrollo ha tenido sobre el desarrollo de la productividad del trabajo. Las características de la fuerza de trabajo mostradas en este estudio se expresan de manera multidimensional, y cobran importancia fundamental los factores sociodemográficos y socioculturales, que contribuyen a configurar una estructura de subalternidad entre los trabajadores, hecho que se expresa de la forma más fehaciente en las limitadas probabilidades de acceder a mejores condiciones de vida por parte de los trabajadores subalternos. Nuestra hipótesis de estudio rezaba que la condición de subalternidad de la mano de obra funciona como una limitación estructural del aumento de la productividad del trabajo. Al respecto hemos visto que la proporción de fuerza de trabajo con bajos niveles de estudio, sumada al hecho de pertenecer al sector informal, se basa en dos factores condicionantes, de los que debe replantearse una transformación para hacer viable cierto desarrollo de la estructura productiva: la distribución de activos productivos, tales como la tierra y la tecnología, por una parte, y, por la otra, el mayor incremento de capital cultural en la
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
5. Conclusión: el trabajo en Paraguay y sus condiciones de posibilidad
77
población, que haga posibles condiciones de mayor equidad en la competencia económica por los puestos en el mercado de trabajo. El corolario de esto es que la necesidad del incremento de los salarios podría llevar al incremento de la productividad por parte de las empresas. En un segundo momento apuntábamos que los bajos niveles educativos y las características culturales subalternas en los trabajadores constituyen algunos de los limitantes relevantes del desarrollo del sector industrial. Si bien esta constatación está ligada al hecho de que un sector considerable –que casi alcanza al 30% de la PEA– se halla en condición de informalidad en el mercado laboral, la cuestión está ligada al carácter de la iniciativa privada de envergadura en Paraguay, que está muy vinculada a actividades agropecuarias de poca productividad y que poco hacen por el incremento de la productividad del trabajo, lo que se logra predominantemente en ámbitos de transformación de materia prima y conversión industrial. Si observamos el comportamiento de la economía paraguaya en el transcurso de los últimos 25 años, esta se caracteriza por una baja participación del sector industrial en la actividad económica, al mismo tiempo que la composición de dicho sector es muy elemental. Ya en 1982 el sector secundario representaba el 13% de la PEA, manteniéndose constante hasta el 2001, cuando se redujo levemente al 11,7%. Asimismo, en la participación sectorial en el PIB, en 1982 el sector industrial representaba el 19,3% del PIB total, aumentando a 21,4% en el 2002. Sin embargo, la industria manufacturera, que tiene mayor peso dentro de la industria, cayó en -2,52%. Si el capital cultural y el nivel de estudios presentan una similar relación con los ingresos laborales, en tanto el sentido del crecimiento de estos es directamente proporcional a los estatus más altos en la escala educacional, es porque el mecanismo de apropiación de ingresos monetarios se basa en la incidencia que el capital cultural ejerce sobre las condiciones de educación y formación de la fuerza laboral, de modo a participar en la competencia económica y técnica que precisa el mercado de trabajo. El tipo de trabajo que requiere baja calificación está mucho más extendido que aquellos que suponen altas 78
capacidades y profesionalidad, lo que evidencia el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en su conjunto y la funcionalidad de un sistema económico que no requiere inversiones significativas, dada su estructura conservadora.
El surgimiento de condiciones de “empleo productivo” para la mano de obra no supone solamente las capacidades educativas de la población, sino que requiere además un mercado de trabajo sostenible, basado en inversiones en sectores estratégicos de producción. En cierta medida, los bajos niveles educativos que hoy muestra la población que se inserta en el mercado de trabajo paraguayo reflejan las escasas posibilidades de algún auge en la industria y su influencia en el desarrollo económico.
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Las categorías de ocupación que suponen el trabajo informal y precario son las que se ven afectadas en mayor proporción por la incidencia de la pobreza. En efecto, la crisis del sistema económico, en general, y de las condiciones del trabajo, en particular, se manifiesta con más fuerza en aquellos sectores que intentan resolver la supervivencia por sus propios medios, dado que el aumento del desempleo de los últimos años ha incrementado su esfuerzo por sobrevivir, a pesar de las condiciones más adversas.
Bibliografía
AGUILERA ALFRED, Nelson: Paraguay: El mercado laboral en el periodo 1999-2002. OIT, Santiago, 2004. ALFONSO, Leonardo: La Educación en la Determinación de los Ingresos Laborales en Paraguay. Revista Economía y Sociedad, Nº 1, año 1, octubre de 2000. DGEEC, Fernando de la Mora. BARRIOS, Óscar: Dinámica demográfica y Población Económicamente Activa, Revista Población y Desarrollo, Nº 25, diciembre de 2003. BORÓN, Atilio: Estado, capitalismo y democracia en América Latina. Ediciones Imago Mundi. Buenos Aires, 1992. CARDOSO, F.H. y FALETTO, E.: Dependencia y desarrollo en América Latina. Ensayo de interpretación sociológica. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2003.
79
CARLSON, Beverley: Educación y mercado de trabajo en América Latina. ¿Qué nos dicen las cifras? CEPAL. Santiago, 2002. CAROSINI, Leticia y BRIZUELA, M.: Caracterización del mercado laboral paraguayo según el enfoque de los mercados segmentados e implicancias de política laboral. Revista Economía y Sociedad, Nº 7, año 3, marzo de 2002. DGEEC, Fernando de la Mora. CUEVA, Agustín: El desarrollo del capitalismo en América Latina. Ed. Siglo XXI. México, 1997. DGEEC, Censos de Población y Vivienda 1962, 1972, 1982, 1992 y 2002. Encuestas Permanentes de Hogares 2002 y 2003. GALEANO, Luis y BARRIOS, Federico: El mercado de trabajo rural. Transformaciones recientes y alternativas para fomentar el empleo. Proyecto de Apoyo al MJT y al Consejo Tripartito de Diálogo Social. Asunción, octubre de 2000. HOBSBAWN, Eric: Trabajadores. Estudio de la historia de la clase obrera. Ed. Crítica. Barcelona, 1979. LEÓN, Arturo: Las encuestas de hogares como fuente de información para el análisis de la educación y sus vínculos con el bienestar y la equidad. CEPAL-ECLAC. Proyecto Principal de Educación, Boletín 46, agosto de 1998. LLAMOSAS, Óscar y GONZÁLEZ, Roberto: Reporte sobre el mercado laboral en Paraguay 1999-2003. OIT. Santiago, 2004. LOVERA, Diego: El empleo industrial en el Paraguay. Evidencias de la Encuesta Integrada de Hogares 2000/01 y de la Encuesta Industrial 2002. DGEEC. Inédito, 2004. MARX, Karl: El Capital. Crítica de la Economía Política. Fondo de Cultura Económica. México, 1991. MASI, Fernando: Sector laboral informal y condición por cuenta propia en el Paraguay, en: BORDA, D. y MASI, F.: El trabajo precario. Mercado laboral en América Latina y Paraguay. CADEP. Asunción, 2003. MCCONNELL, Campbell R. y BRUE, Stanley L.: Economía Laboral. McGraw-Hill. Madrid, 2003. MELIÀ, Bartomeu: El Paraguay Inventado. CEPAG. Asunción, 1997. MOLINAS VEGA, José: ¿Liberalización económica con sesgo urbano en Paraguay? El efecto de los cambios en el mercado laboral sobre la distribución del ingreso y pobreza. Revista Economía y Sociedad, Nº 6, año 2, diciembre de 2001. DGEEC, Fernando de la Mora. MORÍNIGO, José y GALEANO, Luis: Cambios en la “demanda” de la fuerza de trabajo femenina en el Paraguay, en: GALEANO, Luis: Mujer y Trabajo en el Paraguay. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asunción, 1982. PASTORE, Carlos: La lucha por la Tierra en el Paraguay. Ed. Antequera. Montevideo, 1972. RIVAROLA, Milda: Obreros, Utopías y Revoluciones. La formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal. CDE. Asunción, 1993. RIVAROLA, Milda: Vagos, pobres y soldados. CPES. Asunción, 1994. ROBLES, Marcos: El empleo en Paraguay. Evidencias de las Encuestas de Hogares. PNUD-OIT. Asunción, 2002. ROCHER, Guy: Introducción a la Sociología General. Ed. Herder. Barcelona.
80
Anexo Cuadros de la Encuesta Industrial 2002
cuadro 1 Total de empresas por ubicación geográfica, según rama de actividad económica. Año 2001
Total general 15 Elaboración de productos alimenticios y de bebidas 16 Elaboración de productos de tabaco 18 Fab. de prendas de vestir; adobo y teñido de pieles 20 Producción de madera y fab. de productos de madera (excepto muebles), artículos de paja, caña, mimbre y de materiales trenzables 21 Fabricación de papel y productos de papel 22 Actividades de edición, impresión y reproducción de grabaciones 24 Fab. de sustancias y productos químicos 25 Fab. de productos de caucho y de plástico 26 Fab. de otros productos minerales no metálicos 28 Fab. de productos elaborados de metal, excepto maquinarias 31 Fab. de maquinarias y aparatos eléctricos no especificados 33 Fab. de instrumentos médicos, ópticos y de precisión 35 Fab. de otros tipos de transporte 36 Fab. de muebles; industrias manufactureras n.c.p. 37 Reciclamiento Otras actividades1 1
Ubicación geográfica Asunción Central Resto del país
3.745 771 14 307
1.437 208 1 158
1.216 216 4 121
1.092 347 9 28
374 35 481 143 81 337 410 21 7 9 436 4 315
55 16 332 76 42 67 206 13 7 4 149 1 102
90 15 100 45 36 93 144 6 207 2 137
229 4 49 22 3 177 60 2 5 80 1 76
Incluye las actividades 14, 17, 19, 23, 27, 29, 30, 32, 34, 40 y 41 Observación: n.c.p. no comprendido en otra parte
cuadro 2 Total de empresas por tamaño, según rama de actividad económica. Año 2001
Rama de actividad económica
Tamaño (personas ocupadas) De 11 De 20 De 50 a 19 a 49 y más
Total de empresas
De 1 a 11
Total general 3.745 15 Elaboración de productos alimenticios y de bebidas 771 16 Elaboración de productos de tabaco 14 18 Fab. de prendas de vestir; adobo y teñido de pieles 307 20 Producción de madera y fab. de productos de madera (excepto muebles), artículos de paja, caña, mimbre y de materiales trenzables 374 21 Fabricación de papel y productos de papel 35 22 Actividades de edición, impresión y reproducción de grabaciones 481 24 Fab. de sustancias y productos químicos 143 25 Fab. de productos de caucho y de plástico 81 26 Fab. de otros productos minerales no metálicos 337 28 Fab. de productos elaborados de metal, excepto maquinarias 410 31 Fab. de maquinarias y aparatos eléctricos no especificados 21 33 Fab. de instrumentos médicos, ópticos y de precisión 7 35 Fab. de otros tipos de transporte 9 36 Fab. de muebles; industrias manufactureras n.c.p. 436 37 Reciclamiento 4 Otras actividades1 315
2.826 518 1 242
391 92 25
305 88 1 16
223 73 12 24
280 18 400 59 35 256 361 8 4 6 384 3 251
40 4 52 28 12 44 33 5 26 1 29
36 8 16 32 20 24 13 2 3 3 21 22
18 5 13 24 14 13 3 6 5 13
1
Incluye las actividades 14, 17, 19, 23, 27, 29, 30, 32, 34, 40 y 41 Observación: n.c.p. no comprendido en otra parte
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
Total de empresas
Rama de actividad económica
81
cuadro 3 Total de empresas, número medio de personas ocupadas y total de ingresos, según rama de actividad económica
Rama de actividad económica
Total de empresas
N° medio % de personas ocupadas
Total general 3.745 100,0 15 Elaboración de productos alimenticios y de bebidas 771 20,6 16 Elaboración de productos de tabaco 14 0,4 18 Fab. de prendas de vestir; adobo y teñido de pieles 307 8,2 20 Produc. de madera y fab. de productos de madera (excepto muebles), art. de paja, caña, mimbre y de mat. trenzables 374 10,0 21 Fabricación de papel y productos de papel 35 0,9 22 Act. de edición, impresión y reproducción de grabaciones 481 12,8 24 Fab. de sustancias y productos químicos 143 3,8 25 Fab. de productos de caucho y de plástico 81 2,2 26 Fab. de otros productos minerales no metálicos 337 9,0 28 Fab. de productos elaborados de metal, excepto maquinarias 410 11,0 31 Fab. de maquinarias y aparatos eléctricos no especificados 21 0,6 33 Fab. de instrumentos médicos, ópticos y de precisión 7 0,2 35 Fab. de otros tipos de transporte 9 0,2 36 Fab.de muebles; industrias manufactureras n.c.p. 436 11,6 37 Reciclamiento 4 0,1 Otras actividades1 315 8,4 1
82
Incluye las actividades 14, 17, 19, 23, 27, 29, 30, 32, 34, 40 y 41 Observación: n.c.p. no comprendido en otra parte
%
66.927 100,0 20.750 31,0 2.204 3,3 5.116 7,6 4.193 940 5.125 5.153 2.351 4.772 2.648 664 84 143 3.245 28 9.511
6,3 1,4 7,7 7,7 3,5 7,1 4,0 1,0 0,1 0,2 4,9 0,0 14,2
Total de ingresos (millones de G.)
%
10.849.257 5.113.178 623.550 248.011
100,0 47,1 5,8 2,3
231.835 89.049 434.360 796.100 284.280 316.620 162.077 71.743 4.094 5.444 148.710 564 2.320.334
2,1 0,8 4,0 7,3 2,6 2,9 1,5 0,7 0,0 0,1 1,4 0,0 21,4
cuadro 4 Total de empresas por número medio de personas ocupadas, ingresos y gastos, según rama de actividad económica. Año 2001
Total Rama de actividad económica
Total general 66.927 15 Elab. de productos alimenticios y de bebidas 20.750 16 Elab. de productos de tabaco 2.204 18 Fab. de prendas de vestir; adobo y teñido de pieles 5.116 20 Produc. de madera y fab. de produc. de madera (excepto muebles), art. de paja, caña, mimbre y de mat. trenzables 4.193 21 Fab. de papel y prod. de papel 940 22 Act. de edición, impresión y reproducción de grabaciones 5.125 24 Fab. de sustancias y productos químicos 5.153 25 Fab. de productos de caucho y de plástico 2.351 26 Fab. de otros productos minerales no metálicos 4.772 28 Fab. de productos elaborados de metal, excepto maquinarias 2.648 31 Fab. de maquinarias y aparatos eléctricos no especificados 664 33 Fab. de instrumentos médicos, ópticos y de precisión 84 35 Fab. de otros tipos de transporte 143 36 Fab. de muebles; industrias manufactureras n.c.p. 3.245 37 Reciclamiento 28 1 Otras actividades 9.511 1
Remu- No reneradas muneradas
Ingresos (millones de G.) Total Ventas y Otros prestacio- ingresos nes de servicios
Gastos (millones de G.) Total
Materia Sueldos y prima salarios
Otros gastos
61.764
5.163 10.849.257 10.375.534
473.723 10.311.543 4.820.292
788.203 4.703.049
19.551 2.200
1.199 4
5.113.178 623.560
4.966.557 617.293
146.621 6.267
4.428.966 587.102
2.064.759 373.243
245.417 2.118.791 24.623 189.237
4.589
527
248.011
231.073
16.938
219.757
106.149
30.282
83.326
3.725 915
468 25
231.835 88.049
224.045 87.529
7.790 520
232.501 82.517
118.576 36.157
28.321 9.250
85.604 37.110
4.531
594
434.360
405.804
28.555
419.400
193.447
57.707
168.246
4.993
160
796.100
26.990
719.031
251.333
70.339
397.359
2.301
50
284.280
278.805
5.475
263.822
144.106
25.071
94.645
4.155
617
316.620
311.925
4.695
330.106
178.139
47.859
104.109
2.139
509
162.077
153.993
8.083
150.887
56.932
18.930
75.025
656
8
71.743
70.351
1.392
67.514
35.293
7.401
24.821
77 133
7 10
4.094 5.444
4.094 4.830
613
2.365 4.686
572 982
537 1.387
1.257 2.316
2.651 23 9.125
594 5 386
148.710 864 2.320.334
147.072 864 2.102.188
1.638 218.146
132.823 810 2.669.256
60.340 346 1.199.921
Incluye las actividades 14, 17, 19, 23, 27, 29, 30, 32, 34, 40 y 41 Observación: n.c.p. no comprendido en otra parte
25.049 47.435 278 186 195.753 1.273.581
Las estructuras sociales del empleo en Paraguay
N° medio de personas ocupadas
83
84