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EL CAFE EN COSTA RICA
Origen Desarrollo Leyendas
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Héctor Rojos Solano
Segunda edición auspiciada por la Oficina del Cafe
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SAN JOSÉ, COSTA RICA
1972
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CONTENIDO
PREÁMBULO
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PRESENTACIÓN
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ORIGEN DEL CAFE DE COSTA RICA . .
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EL DESENVOLVIMIENTO HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAFE EN COSTA RICA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA NACIONAL ...
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MOSAICO FOTOGRÁFICO DE FIGURAS DESTACADAS EN LA HISTORIA DEL DESARROLLO CAFETERO EN COSTA RICA
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EL SIGLO PASADO Y EL DESARROLLO DE LA CAFICULTURA RELATADO POR EXTRANJEROS QUE VISITARON COSTA RICA
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EL USO DE LOS BOLETOS EN COSTA RICA
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LEYENDAS
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ORIGEN DEL CAFE DE COSTA RICA por el Lie. Cleto González Víquez
Don Cleto, el investigador, llegó a establecer que el café fue introducido a Costa Rica por don Tomás de Acostó en 1808 con procedencia de Jamaica.
El eminente geógrafo E. Reclus, en su monumental Geografi'a (tomo XXII pág. 562), dice: "la importancia de Costa Rica en el comercio del mundo le viene casi exclusivamente del café, introducido al país en 181 7". Dunlop, en su libro "Travels in Central America" (pág, 48), escrito en 1846, después de haber estado aquf y visitado las haciendas de don Juan José Lara, de don Mariano Montealegre y de don Juanito Mora, dice: "el cultivo del café empezó hace unos doce años, en que unas pocas plantas fueron trai'das de Nueva Granada". Biolley, en su precioso librito "Costa Rica et son avenir" (pág. 62), al mismo tiempo que alude a las polémicas habidas acerca de este punto, asegura que "los primeros granos traídos de La Habana fueron sembrados en Cartago a fines del siglo anterior". Don Felipe Molina, en su Bosquejo (pág. 91), dice: "1819. Comenzó el Padre Velarde a cultivar el café sembrando algunos granos que le proporcionó el Gobernador Acosta de una pequeña porción que éste había hecho llegar de La Habana para su consumo. De esta semilla proceden todos los cafetales de Costa Rica". Esta opinión ha sido reproducida por el Diccionario Enciclopédico Hispano, V, Costa Rica, por el Lie. Cleto González Víquez.
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Gómez Carrillo en su Estudio Histórico de la América Central (pág. 86), dice: "en los últimos años del régimen colonial fue emprendido en aquella sección del país el cultivo del café, con semilla pedida por el Gobernador español señor Acosta". Mi excelente y simpático amigo Calvo, en sus Apuntaciones sobre Costa Rica (pág. 45), dice: "el café vino de La Habana a este país importado en 1790, en unión del mango y la canela, por Francisco Javier Navarro, siendo Gobernador de esta provincia don José Vázquez y Tellez. Los primeros granos fueron sembrados en Cartago, donde existen todavía corpulentos árboles de los cuales ha procedido toda la semilla de Costa Rica y aún de Centroamérica. Al Padre Velarde se debe especialmente la propaganda del café en este país, hecha bajo el Gobierno de don Tomás de Acosta, que tanto empeño tomó por la agricultura. Desde luego debemos desechar los pareceres de Reclus y Dunlop, porque cualquiera que sea la verdad en este asunto, está bien averiguado que antes de 1817 había café en el país y que las primeras plantas no procedieron de Colombia. En cuanto a la opinión de Calvo, me parece que es fruto tan sólo de una opinión de familia, recogida por él. Don Manuel Carazo, en efecto, es quien afirma haber oído de su bisabuela doña Paulina Fajardo v. de Navarro, que éste trajo el café y el mango, así como la canela y las naranjas de China. Pero aparte de que en ningún documento existe huella que autorice semejante aseveración y de que en Cartago hay tradición; en contrario, se encuentran en los archivos suficientes datos para poder asegurar que no es al señor Navarro a quien se le debe el café. Veamos un poco de historia de este sujeto, que llevó una vida de muchas peripecias: "Navarro era un peninsular y a estas regiones vino del Perú, en donde obtuvo el título de Coronel de Milicias de la provincia de Conchucos. Parece que de este Reino salió por el año de 1773 y que peregrinó algo antes de llegar a México, de donde pasando por Guatemala, se dirigió a Nicaragua. En 1792 aparece en Cartago de comerciante, siendo Gobernador Vázquez y Tellez, de quien fue amigo íntimo y en cuya casa vivió. •
h Al año siguiente lo demandó don Manuel Marchena, primero porque en Rivas profirió palabras injuriosas contra el honor de los padres y hermanos y contra la suegra de! actor y segundo, porque Navarro le perjudicaba en su tráfico, asi'como a los demás mercaderes de la provincia pues, prevaliéndose de su intimidad con ei Gobernador, y no obstante ser un comerciante transeúnte, vendía efectos a los soldados de Malina y tomaba todos sus sueldos, y llegaba hasta los extremos de darles bonos para compras futuras a éi mismo, cuando que los sueldos que cogía eran mayores que las deudas ya contraídas. El Alcalde don Rafael Alvarado, ante quien opuso Navarro, el fuero militar, dudando del grado de coronel con que se engalanaba éste, le previno presentar su despacho. El Gobernador intervino entonces, y no obstante, o tal vez a causa de ser cuñado de Marchena, informó a favor de Navarro y puso en la cárcel a Alvarado y lo despojó de la vara. El Alcalde quejóse a la Audiencia de Guatemala, y éste previno a Vázquez que restituyera a su destino ai señor Alvarado e hiciese saber "a don Francisco Navarro", que se titula Coronel de Lima, presentar la patente con que se halla y la licencia con que ha venido a este Reino, y no teniendo uno u otro, le hará regresar a su destino y que salga de aquella provincia dentro de quince días, y en caso de no tener patente, se le prohiba el uso del uniforme. Con vista de esta resolución, el Gobernador informó que Navarro le había presentado su patente de Coronel, que no era del Soberano, sino del Virrey don Manuel Guirrio, y Navarro se marchó a Guatemala a principios de 1794 logrando ahí del inútil Capitán General Tomás y Valle, casi centenario, que le permitiese llevar el uniforme. Este permiso ¡e fue retirado en 1807 por el señor González Saravia. En seguida, peleó don Francisco Javier con el Gobernador Vázquez su gran amigo. Oigamos lo que en 1803 cuenta Acosta a su superior: "a más de esto, es aquí notorio que en tiempo de mi antecesor, ei Teniente Coronel don José Vázquez y Tellez promovió contra su persona y honor, y en consorcio de otros, una conspiración que sabida por el Gobernador puso presos y procesó a los cómplices, pero no a Navarro, porque aceleradamente prófugo a Nicaragua de donde ha sido vecino hasta de un año a esta parte que está aquí. De resulta de aquel proceso, que se halla en esa Real Audiencia, lo penó ésta, en no volver a esta provincia mientras la mandase el citado Vázquez. En 1801, siendo Alcalde ordinario de la Villa de Nicaragua (Rivas) hizo dar cien azotes a jorge Duran, soldado del Regimiento Fijo. Por ese delito fue obligado a pagar quinientos pesos de multa y a no obtener durante seis años, ningún cargo de justicia. No obstante esto, en 1802, siendo ya vecino de Cartago, hizo postura al oficio de Fie! Ejecutor del Cabildo; pero el Intendente de León se opuso por ese motivo a que Navarro obtuviese el empleo, y no se le concedió.
En Rivas se hallaba todavía ei señor Navarro, cuando quebró, y se vio forzado a cambiar de residencia. En 1802 casó en Cartago con doña Paulina Fajardo, sobrina nieta e hija adoptiva de personas de tanta influencia y relativa riqueza, como eran el Coronel don Juan Francisco Bonilla y su mujer doña Ana Rita Gómez de Lara, quienes le entregaron una dote para aquellos tiempos muy importante: cuatro mil ochocientos pesos en bienes raíces, muebles y alhajas, Estos detalles, que dan idea de las idas y venidas de Navarro, agregadas al dato de que don Tomás de Acosta tomó posesión del Gobierno de Costa Rica en abril de 1797, claramente demuestran: primero, que Navarro no pudo traer el café en 1796, año en que todavía se hallaba Vázquez en Cartago y en que consiguientemente era prohibido a Navarro venir a Costa Rica; segundo, que no es posible que lo introdujera en los años anteriores o en los siguientes hasta 1802, porque en ese tiempo Navarro fue vecino de Rivas y porque en Nicaragua donde residió y en Guatemala donde estuvo accidentalmente, no se conocía siquiera ese grano. La opinión del señor Calvo es infundada, por lo tanto." El señor Molina, que tanto se dedicó al estudio de nuestra historia, yerra al asegurar que en 1819 comenzó el Padre Velarde a sembrar café y esto por la sencillísima razón de que ese sacerdote agricultor murió en San José, el 24 de febrero de 1816. En el testamento que otorgó el Padre Félix, doce días antes de su muerte, dice: "declaro por mis bienes un solar que tengo en frente de don Manuel Fernández, sembrado de café, con dos lienzos y medio de tapia". Ese solar se valoró en la testamentería en doscientos veinticinco pesos y consta del mismo expediente, que el café cosechado en ese año fue estimado en cincuenta y cinco pesos. Ahora bien, suponiendo que el precio de ese grano fuera al menudeo de diez pesos (lo cual parece más bien exagerado), si recordamos que en 1846, según Dunlop, era de cinco pesos el quintal, resultaría una cosecha de cinco y media fanegas para un cuarto de manzana, o lo que es lo mismo, que el cafetal se hallaba en plena producción y que debía hacer unos siete años que las primeras semillas se habían sembrado. De este razonamiento, saco como conclusión que el Padre Velarde empezó su cultivo lo más tarde en 1809. Por mi parte, me afilio al grupo que piensa que el Gobernador Acosta es a quien debemos la introducción de! café. Me fundo para ello en las siguientes razones: primero, que el señor Acosta era un funcionario muy minucioso, informaba en todo a la Capitanía General, escribía multitud de notas sobre siembros y cultivos, cada mes tenía que dar cuenta de sus progresos y no habla nunca, hasta 1808 de que se hubiese traído el café, no obstante que en 1804 y 1805 estuvo en correspondencia con el Capitán General sobre lo conveniente de extender a los que cultivasen en Costa Rica añil y café las gracias concedidas por el Real Decreto de 24 de noviembre de 1794 a los cultivadores, en otras partes, de algodón y esos tres artículos. En cambio, del añil se dice en esas comunicaciones, que "se empieza a cultivar y aunque en la cuna, se da abundante y de buena calidad."
Segundo, la tradición en Cartago es muy fuerte en este sentido. Don Jesús Jiménez, por ejemplo, asegura haber ofdo decir a su padre, don Ramón Jiménez, persona muy bien situada para saberlo, que fue Acosta el introductor. Esta tradición se confirma con el hecho de repetirla don Felipe Molina, que escribió en 1850, cuando todavía vivían algunas personas que presenciaron de seguro las primeras siembras, que ocupándose en redactar una historia de Costa Rica, buscó el dato donde creyó que podía encontrarlo. Tercero, que en 1808, el 7 de noviembre, escribió el señor Acosta al Comandante de Malina la siguiente carta: "con el de usted, de 30 último, he recibido las seis libras de café y daga del Capitán Mosco Bingiman, á quien dará usted gracias por el café, y dirá que se compondrá la daga como solicita". ¿Para qué había pedido Acosta café a Mosco, si ya lo había en Cartago? , y debía indudablemente haberlo en 1808, si había sembrado en 1796 ó en 1 800. Cuarto, que la tradición asigna también al Padre Velarde el papel de primer cultivador del café, y que concuerda [3. fecha en que aparece traído ese fruto por Acosta, con la que el Padre debió hacer un semillero. En efecto, venido el café en noviembre de 1808, es probable que se pusiese en la tierra en abril o mayo de 1809. Pero se me dirá: ¿no consta en un documento que Vázquez y Tellez hizo traer unas cuantas arrobas en 1796? ¿A qué fin seguir devanándose los sesos para investigar una cosa ya averiguada y resuelta? Perdóneseme que diga que uno es traer café, y otro es introducir el café a una comarca. Que el café fue conocido en Cartago en 1796, no lo dudo; pero a mi juicio, el que envió Gana para el Gobernador, era para su consumo y vino, así lo sospecho, ya sacado; es decir, sin pergamino, o sea la cubierta que protege el grano o simiente. De modo que había ésta perdido su virtud germinativa y bien podían caer en la tierra sin que brotara la planta. En cambio, resulta de los documentos bien marcado el proceso de introducción por Acosta. Primero, obtuvo ciertas ventajas para los cultivadores, y en seguida les procuró las semillas. Esta deducción cobra fuerzas recordando que Acosta era habanero, de seguro amigo de esa bebida, y que además fue un Gobernador muy progresista y entusiasta por la agricultura.
Otra deducción a que me obliga la lógica, es la de que ei café de Costa Rica procede de Jamaica y no de La Habana. En efecto, lo más natural, lo más obvio, es creer que si un Mosco condujo a Matina las semillas fundadoras, las buscó en Jamaica, donde los Moscos comerciaban libremente y no en Cuba, adonde tenía su viaje más inconvenientes y peligros y en donde hubieran sido tratados como enemigos, por sus repetidas incursiones en la costa centroamericana del Atlántico. En resumen, mi opinión (mientras no se descubran documentos que puedan desquiciarla) es la de que el café fue introducido de Jamaica.en 1 808, por el Gobernador Acosta. Antes de concluir, deseo recordar que en la ciudad de San José, en junio de 1 824, dos meses después de morir en Cartago, ciego y lleno de achaque el venerable Acosta, dictó al Ayuntamiento el siguiente acuerdo: "Respecto que hasta ahora no han surtido todo el efecto que se desea de las persuaciones y medidas tomadas para fomentar el cultivo del café en esta ciudad, siendo entre otras la de haberse procurado gratis almacigo a los pobres, a costa de una suscripción voluntaria hecha por algunos vecinos y promovida por el Alcalde 1° don Rafael de Gallegos, se haga entender al público por medio de bando en la forma ordinaria que a los que no tuvieron terreno para el plantío, se les franqueará en los cercos baldíos de tierra común, pagando la cerca, denunciándose al efecto por quien lo solicite." Firman este acuerdo: Ramón Saborío, Pedro Fernández, José Zamora, Juan Blanco, Camilo Mora, Félix Fernández, Manuel Alvarado y Juan Mora, Secretario.
Este beneficio figura entre los más viejos de Heredia. Fue construido por don Braulio Morales, caficultor de ¡renombre] en el desarrollo de este cultivo en la provincia de Las Flores. Posteriormente pasó a manos de Esmeralda Gutiérrez, Ricardo Morales, Ester Flores, y por último, del ex-Presidente don Alfredo González Flores.
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A la izquierda, el señor Alfredo Castro, uno de los grandes impulsores de la industria cafetera. A la extrema derecha, el ¡efe de máquinas, don Landelino Muñoz.
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EL DESENVOLVIMIENTO HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAFE EN COSTA RICA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA NACIONAL x/-
por Luis Felipe González Flores
A Cuba lo introdujo en 1748, don José Antonio Gelazert, contador mayor de cuentas, llevando la semilla de Santo Domingo. La producción en Cuba llegó a ser de importancia, pero luego decayó casi completamente. En Venezuela el cultivo del café comenzó en el año de 1741, debido a la iniciativa del Presbftero don José Antonio Mohedano, Cura entonces, de Chaco, cerca de Caracas, y más tarde Obispo de Guyana. Las primeras exportaciones consistentes en doscientos treinta y tres quintales, se hicieron en 1798, por el Puerto de La Guayra. El arbusto de Martinica, el padre común de los millones de arbustos que desde entonces ha poblado las grandes plantaciones de América y llevado a Francia por el Capitán de Clieu, procedió del jardín de plantas de Parfs del tiempo de Luis XIV, a quien el Burgomaestre de Amsterdam obsequió algunos pies de café en 1714. Del café que llegó a Santo Domingo procedente de Martinica y propagado después en las Antillas, llegaron a Costa Rica las primeras plantas en los comienzos del siglo pasado, importados por don Tomás de Acosta, traídas de aquella seductora tierra floreciente de donde recibimos también posteriormente, el influjo más poderoso en nuestro movimiento ideológico que libertó nuestros espíritus, cristalizado en la mentalidad ¡lustrada del doctor Antonio Zambrana. Don Francisco María Iglesias, don Joaquín Bernardo Calvo, y el Lie. Cleto González Víquez, se han dedicado en nuestro país a investigar el origen histórico del cultivo del café, cuyas opiniones, para nosotros las más autorizadas, expondremos en este trabajo. De las tres, quizá e: Lie. Cleto González Víquez, verdadera autoridad en asuntos de historia, es el que ha irordado el asunto con más propiedad. En 1897, se despertó en la prensa el deseo de conocer el origen histórico del cultivo del café. Don Francisco María Iglesias dirigió en "El Fígaro", el 23 de julio de ese año, una carta al Uc. Cleto González Víquez, en la cual hacía ver en los siguientes párrafos, que el café había • :: :'ifdo de Panamá durante la gobernación de Vázquez y Tellez., La autorizada opinión re >e"or Iglesias, quedó desvirtuada por los importantes documentos que el Lie. González "• ;_ri dio a conocer para comprobar que el promotor del cultivo del café en nuestro país •-i e ^e A or Acosta.
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Dice el señor Iglesias en la carta dirigida al Lie. González Víquez: "Por mucho tiempo participé en la creencia de haber sido el Gobernador don Tomás de Acosta, quien por primera vez introdujo el café en este país; esta creencia, bien fundada en datos que usted conoce y en tradiciones más o menos aceptables, me pareció a mí preferible a la que aunque muy reducida atribución se da a don Francisco Javier Navarro, en la introducción de dicho grano." En este estado, y sin posibilidades de dar origen al hecho aludido, encontré por mi buena fortuna, entre los documentos del antiguo Archivo Nacional, el importante dato siguiente: "Gobernaba en esta provincia don José Vázquez y Tellez, predecesor del Brigadier Acosta, allá por los años de 1790 a 1 797, cuando por medio del acaudalado comerciante de Panamá don Agustín de Gana, con dicho Gobernador mantenía íntima y amistosa correspondencia, obtuvo dos arrobas de café que aquél por especial recomendación de éste, le remitió el año de 1796, haciéndolo venir probablemente de Cuba." No queda, pues, la menor idea sobre el primer arribo del fructífero grano a Costa Rica; y dada esta base, natural es suponer que este envío que entrañaba tan portentosos resultados para el porvenir, no solamente viniese a satisfacer los gustos del Gobernador Vázquez y Tellez, por la exquisita bebida, también aunque no hubiera sido sino por curiosidad a la siembra de algunas semillas. Ni inverosímil ni forzada me parece esta consecuencia mayormente, si se trata de una planta desconocida, cuyo arribo al país era una novedad, y en tiempo en que sobraban los solares, patios y gentes desocupadas, y en el que hubiera sido bastante el extravío de algunos granos en la basura, para hacerlos germinar llamando la atención la nueva planta, que aparecía y dejándolas por lo mismo, desarrollarse. Mas si aceptamos el hecho inverosímil de que dichas dos arrobas de café hubieran sido todas hasta el último grano, degustadas por aquel gobernador y sus amigos, entre los cuales había algunos para quienes no era desconocido este fruto por haber estado en las Antillas o Filipinas, antes de venir a Costa Rica, tan sólo entonces podemos atribuir al café que hacía venir el señor Acosta, para su propio consumo, el principio de su cultivo en este país, cultivo entonces a todas luces casual.
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Queda abierto un ancho campo de investigación sobre el desarrollo de esa producción, hasta el grado de venir a ser de importancia generalizándose en la República; pero lo más fundado y probable, aún sin poner en riña a los gobernadores Tellez y Acosta, es que en el advenimiento del presente siglo (XIX), los primeros efectos fructificaron en nuestro suelo, y que Costa Rica podría celebrar en el primer ano del nuevo siglo, el primer centenario del cultivo que ha venido a darle el verdadero nombre y vida. Con la erudición histórica que distingue al señor González Víquez, en sus importantes, apuntes que publicó sobre el asunto, reúne diferentes opiniones, y saca las siguientes conclusiones que ponen de manifiesto que el café fue importado de Cuba por don Tomás de Acosta, y no de Panamá, por el señor Vázquez y Tellez, como afirma don Francisco María Iglesias. Dice don Cleto: "Oigamos las opiniones hasta ahora emitidas: Calvo en su libro sobre Costa Rica, (pág. 45), dice: "el café vino de La Habana a este país importado en 1796, en unión del mango y la canela, for Francisco Javier Navarro, siendo Gobernador de esta provincia, don José Vázquez y Tellez." Los primeros granos fueron sembrados en Cartago, donde existen todavía los corpulentos árboles de los cuales ha procedido la semilla de Costa Rica y aún de Centroamérica. "Al Padre Velarde se debe especialmente, la propaganda del café en este país, hecha bajo el gobierno de don Tomás de Acosta, que tanto se empeñó por la agricultura." Don Felipe Molina, en su Bosquejo (pág. 91),. dice: "1819, comenzó el Padre Velarde a cultivar el café, sembrando algunos granos que le proporcionó el señor Acosta, de una pequeña porción que éste había hecho llevar de La Habana para su consumo. De esta semilla proceden todos los cafetales de Costa Rica." E. Reclus, en su monumental Geografía, tomo XVII (pág. 562), dice: "la importancia de Costa Rica en el comercio del mundo, le viene casi exclusivamente de su café, introducido al país en 181 7." Dunlop (1846) dice en su "Travels in Central America" (pág. 48): "el cultivo del café empezó hace unos doce años, en que unas pocas plantas fueron traídas de Nueva Granada." Gómez Carrillo, en su estudio histórico de la América Central (pág. 86), dice: "en los últimos años del régimen colonial fue emprendido en aquella porción del país, el cultivo del café con semillas pedidas a La Habana, por el Gobernador español de Acosta."
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h 5 : e \ , ''Costa Rica et son Avenir" (pág. 62): "ios primeros granos traídos de La Habana, fueron sembrados en Cartago a fines del anterior." Don Chico Iglesias dice que el café lo trajo Vázquez y Tellez: "que hay una relación en que >r -iD¡a de tres arrobas de café traídas para e! Gobernador." Desde luego, hay que rechazar opiniones manifiestamente erradas como la de Reclus, que «ice en su monumental Geografía: "la importancia de Costa Rica en el comercio del mundo, le viene casi exclusivamente de su café, introducido a! país en 1817" (tomo XVII, pág. 562). > la de Dunlop, que estuvo en esta República en 1846 y visitó varias haciendas y que asegura que "el cultivo del café comenzó hace unos doce años, en que unas pocas plantas fueron traídas de Nueva Granada." Y nos limitaremos a considerar los dos pareceres que prevalencen entre escritores que deben estar mejor impuestos de la cuestión. I: o, en su libro sobre Costa Rica (pág. 45), dice lo siguiente: "el café vino de La Habana a este país, importado en 1796, en unión del mango y la canela, por Francisco Javier Navarro, s e n d o Gobernador de esta provincia, don José Vázquez y Tellez. Los primeros granos fueron sembrados en Cartago, donde existen todavía los corpulentos árboles de los cuales ha procedido toda la semilla de Costa Rica y aún de Centroamérica." No conozco ningún documento que apoye esta afirmación y creo que ella es fruto de una tradición de familia, recogida por Calvo. Don Manuel Carazo en efecto, es quien asegura "aber oído varias veces a su bisabuela doña Paulina Fajardo viuda de Navarro, que éste trajo el café, el mango y la canela. Pero en cambio, he consultado a varias personas de más edad, y entre ellas don Jesús Jiménez contaba que, según la tradición de su tiempo, el café había sido traído por el mismo Gobernador Acosta, en cuya administración se sembró indudablemente. En 1802 aparece casado en Cartago con la dicha señora Paulina Fajardo, sobrina nieta e hija adoptiva, de personas de gran influencia y relativa riqueza, como eran e! Coronel don Juan Francisco Bonilla y su mujer doña Ana Rita Gómez de Lara, quienes le dieron una dote para aquellos tiempos, de mucha importancia: casi cinco mil pesos en bienes raíces, muebles y alhajas. Mientras estuvo en Nicaragua, se dedicó al comercio y en él fracasó, llevándose de encuentro a Aycinena y Pavón, comerciantes ricos de Guatemala.
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Ahora bien, si a estos datos agregamos que Acosta tomó posesión del Gobierno de Costa Rica en abril de 1797, claramente se deduce que Navarro no pudo traer el café en 1796, año que todavía estaba en Cartago el señor Vázquez; ni es probable que lo trajera en los años siguientes hasta 1802, porque en esos años fue vecino de Nicaragua en donde residía y no se conocía ese grano. Por otra parte, el señor Acosta era un hombre muy minucioso; informaba de todo a la Capitanía General; escribía multitud de notas sobre siembros y cultivos; cada mes tenía que dar cuenta de sus progresos y no habla nunca hasta 1808 de que se hubiese traído el café, no obstante que en 1804 y 1805 estuvo en correspondencia con el Capitán General sobre lo conveniente de extender a los que cultivasen en Costa Rica añil y café, las gracias concedidas por el Real Decreto de 24 de noviembre de 1794, a los cultivadores en otras partes, de algodón y esos otros artículos. En cambio del añil se dice en esas comunicaciones que "se empieza a cultivar y aunque en la cuna, se da abundante, y de buena calidad." En 1805 se le da lo que pide, y en julio de ese año comunica a los tenientes de Gobernador, el decreto de exenciones y privilegios. En 1808, en carta dirigida por dicho Gobernador al Comandante de Malina (7 de noviembre), dice: "con el de usted de 30 último, he recibido las seis libras y daga del Capitán Mosco Binginan (Binghman), a quien dará usted las gracias por el café y dirá que se compondrá la daga como solicita. Este documento es decisivo. ¿Para qué había de pedir Acosta café a un Mosco, si lo había en Cartago? Navarro llevó una vida de aventuras y peripecias. Primero residió en el Perú, de donde trajo el título de Coronel de Milicias, de la provincia de Conchucos. Después, pasando por México y Nicaragua, llegó a Costa Rica en 1 792, en tiempo de Vázquez y Tellez, de quien era amigo íntimo. Al año siguiente, lo demandó don Manuel Marchena, y como se decía Coronel, fueron ante el Alcalde don Rafael Alvarado, que no hizo cargo de la excepción. El Alcalde se queja de que Navarro, aprovechando la amistad muy estrecha que mantiene con el Gobernador, lo hizo poner en su calabozo y la Audiencia manda en vista de la querella de Alvarado, se haga a don Francisco Alvarado, que se denomina Coronel de Lima, presente la patente con que se halla, y la licencia con que ha venido a este Reino, y no teniendo uno y otro, le hará regresar a su destino y que salga de aquella provincia dentro de quince días, y en caso de no tener patente, se prohibe el uso de uniforme.
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h En vista de esta resolución, el Gobernador informó que Navarro ¡e presentó la patente, que no era del Soberano, sino del Virrey Guiror. Navarro se marchó a Guatemala a principios de 1794, y logró que el inútil Capitán General Domas y Valle, casi centenario, le permitiera llevar el uniforme, permiso que en 1 807 le retira el señor González Saravia. Don Felipe Moline en su Bosquejo (pág. 91), dice: "1819 comenzó el Padre Velarde a cultivar el café sembrando algunos granos que le proporcionó el Gobernador Acosta de una pequeña porción que éste habfa hecho llegar de La Habana para su consumo. De esta semilla proceden todos los cafetales de Costa Rica. El señor Molina yerra en la fecha. El Padre Velarde murió el 24 de febrero de 1816, y en su testamento del día 12, dice: "declaro por mis bienes un solar que tengo en frente de don Manuel Fernández sembrado de café, con dos lienzos y medio de tapia . . ." Ese solar se valoró en la testamentería en doscientos veinticinco pesos y consta del mismo expediente, que el café cosechado en ese año fue estimado en cincuenta y cinco pesos. Ahora, bien, suponiendo que el precio de ese grano fuera al menudeo a diez pesos (lo cual parece más bien exagerado), si recordamos que en 1846, según Dunlop, era de cinco pesos el quintal, resultaría una cosecha de cinco y media fanegas para un cuarto de manzana, o lo que es lo mismo, que el cafetal se hallaba en plena producción y que debía hacer unos siete años que las primeras semillas se habían sembrado. De este razonamiento saco como conclusión, que el Padre Velarde empezó su cultivo lo más tarde en 1809. Este solar se hallaba, según puedo colegir, en la manzana que hoy ocupa la casa de doña Concha de Corrales, pues la casa de don Manuel Fernández fue la que ocupa hoy la -:í"etería de Macaya, junto al Cuartel Principal. Los documentos en que se afirma el Lie. González Víquez, son prueba concluyente de que el café fue introducido en Costa Rica de Cuba, por don Tomás de Acosta. Hasta el año de 1820, apenas se habían iniciado en San José pequeñas plantaciones de café -.- ~- g^nos solares. Sin embargo, de los documentos de esa época, apenas aparecen las - ; i:\as del Gobernador Acosta y la siembra del Padre Velarde en el solar de su casa, cien iíii ¿. noreste del Parque Central, en el lugar que ocupa hoy la cantina "La Geisha". E- " 521 ios josefinos pudieron darse cuenta de la importancia económica del café y a ello se :=:í U iniciativa del Ayuntamiento de San José, de promover su cultivo haciendo saber por ZÍ.-C-: rúblico, a los vecinos de la floreciente ciudad, que el referido Ayuntamiento tfsribuiría terrenos baldíos a aquellas personas que carecieran de tierras para el cultivo. El :: ~_nic¡pal en el cual figura como secretario don Juan Mora Fernández, y como - .. ;e ;:- José Rafael de Gallegos, ambos Jefes de Estado posteriormente, está fechado el TBáf junio de 1821, cuyo centenario hoy se conmemora.
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La resolución tomada por el Ayuntamiento de San José, estimuló al de Cartago y con fecha 9 de julio siguiente, dispuso que se fomentase el cultivo del fruto en los respectivos barrios, para lo cual estipulaba que se sembrara en cada solar por lo menos de 20 a 25 matas. El mencionado Ayuntamiento concedía ya al café, el valor de producción de exportación. En los documentos oficiales de los años 1821 a 1824, en que tomó el Gobierno de la Provincia la Junta Superior Gubernativa, no se registran referencias de importancia, relativas al cultivo del café. En aquella época, se dio más impulso al desenvolvimiento de la industria minera, según se desprende de la lectura de los documentos de entonces. Organizado políticamente el país con la Constitución de 1825, el gobierno de entonces, presidido por el Benemérito don Juan Mora Fernández, eximió en aquel mismo año, del pago de diezmos, a varios productos entre los cuales se encontraba el café; y su Ministro don José María Peralta en su informe de 16 de febrero de 1827, habla del fomento que han tenido las haciendas de ese fruto. En esa época los protocolos de San José hacen referencia en las escrituras, del café, especialmente de los alrededores y pueblos vecinales de la ciudad. El distinguido naturalista danés Andrés Oersted, que estuvo en Costa Rica en 1846, nos dice en su obra "L'Amerique Céntrale", publicada en Copenhague en 1863, que el café figura desde 1829 como el producto más importante de Costa Rica. Además de las iniciativas tomadas por el Ayuntamiento de San José y Cartago, el gobierno por su parte prestaba también interés al fomento del cultivo del fruto. Con fecha 6 de octubre de 1831, se emitió una ley por la cual se declaraba de propiedad de los particulares ie aquellas tierras baldías, que por el término de cinco años se hubieran dedicado al cultivo del café. Según datos que suministra don Joaquín Bernardo Calvo, en un artículo publicado en inglés en el Boletín dejas Repúblicas Americanas de Washington, correspondientes a octubre de 1909, don Jorge Stiepel, negociante alemán establecido en San José, hizo en el año de 1832 i -- —era exportación de café enviando a Chile los primeros sacos del valioso producto, que =¿ ;- je I país.
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La exportación de café a Chile empezó a tomar incremento a partir de 1837. El señor Ministro, General don Francisco María Oreamuno, en su memoria presentada al Gobierno de la Federación de Centroamérica en 1838, afirma que el último año se habían exportado para Chile, sumas de consideración, de café de que antes había poca salida. El escritor americano John Lloyd Stephens, que estuvo en esa época en Costa Rica, dice en su libro "Travels in Centro América", que "e! cultivo del café en las llanuras de San José habían aumentado rápidamente en pocos años. Siete años antes, toda la cosecha no era más que de quinientos quintales y este año (184]) se suponía que llegaría a noventa mil quintales. Don Mariano (se refiere a don Mariano Montealegre), era uno de los hacendados más ricos y tenía tres cafetales en la ciudad. El que visitamos, tenía veintisiete mil árboles, y estaba preparándose para hacer grandes siembras durante el año siguiente. El había gastado una gran suma de dinero en edificios y maquinarias, y aunque sus compatriotas decían que se arruinaría, cada año sembraba más árboles. Su señora esposa, "la señora", estaba muy ocupada en la superintendencia en los detalles de escoger y secar los granos. En San José, sea dicho de paso, las damas eran las que se podían llamar buenos hombres de negocios; tenían tiendas, compraban y vendían mercaderías, se interesaban por los baratillos y tenían particular conocimiento en el artículo del café." Don Braulio Carrillo, cuya acción gubernativa ha sido tan discutida por las medidas de fuerza que dictó, tiene el mérito de haber dado uno de los mayores impulsos al cultivo del café. Por decreto del 17 de julio de 1840, destinó los terrenos de Pavas a la siembra del café. Esta disposición tuvo gran trascendencia en la extensión del cultivo del fruto, cuyas consecuencias económicas se experimentaron muy pronto. La actividad comercial desarrollada por una parte con la exportación a Chile y el aumento ;e ^ exportación provocada con las siembras en Pavas, se hizo sentir en la vida económica del país en aquel tiempo. En esa época, se formaron en San José compañías comerciales que ívrxKtaban el café a Chile e importaban de ese país considerable cantidad de mercaderías. E't'e esas compañías podemos citar la de Mora y Aguilar (Juan Rafael Mora y Vicente Jlguilar); Fernández y Montealegre (Gordiano Fernández y Mariano Montealegre); Fernández y Salazar (Santiago Fernández y Gregorio Salazar); Cañas y Montealegre (José Cañas y José María Montealegre); Escalante y Bonilla (Gregorio Escalante y Juan jtista Bonilla); Ulloa y Moya (Nicolás Ulloa y Rafael Moya) de Heredia.
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La actividad económica desarrollada en la época de la exportación de café a Chile, trajo un florecimiento cultural que se hizo sentir en el país. La corriente inmigratoria aumentó notablemente; los costarricenses realizaron viajes comerciales y de regreso a Chile y se importaron muchos instrumentos de cultura, especialmente, libros que hasta entonces habían circulado muy escasamente. El arancel de aduanas publicado el 22 de mayo de 1939, da ¡dea de los artículos que en aquel tiempo se introducían en el país. El Gobierno con el deseo de activar ese comercio y de desarrollar la agricultura, redujo a un diez por ciento el derecho sobre importación de frutos nacionales manufacturados importados de Chile y Perú. El progreso materia! experimentó los beneficios de la nueva helgadura económica. Se construyó la carretera a Malina y Moín; se rehabilitó el Puerto de Puntarenas; se construyó la carretera a este último lugar, para lo cual se estableció un impuesto de un real a cada quinta! de café que se exportara; se pagó la deuda federal; se estableció el patrón monetario de oro; se organizó el servicio de correos; se reedificó la ciudad de Cartago; se introdujo la primera imprenta para el Estado; se empedraron las calles de las ciudades y se mejoraron los caminos; se estableció el Hospital de San José, y se fundó la Universidad de Santo Tomás. Al florecimiento económico iniciado con la exportación del café a Chile, sucedió otro-de mayor trascendencia en la economía nacional, proveniente de las primeras exportaciones que se hicieron de ese fruto a Inglaterra. Por los años 1844 a 1845, el Capitán William Le Lacheur, que comandaba el bergantín Monarch, de Guarnesey, con un registro de 250 toneladas, fue contratado de Liverpool a la costa occidental de México, con cargo general. Al llegar al punto de descarga, el Capitán Lacheur hizo amistad íntima con el Cónsul Británico, quien le informó que más al sur, en la costa de Costa Rica, existía una importante y creciente industria cafetalera, y que regularmente se enviaban cargamentos a Valparaíso para de allí conducirlos a Europa, como café de Valparaíso. El Capitán mantuvo a la memoria este informe y a su regreso, como accionista del barco, conferenció con sus otros socios, y les sugirió la ¡dea de abrir un nuevo negocio productible. A este respecto se decidió que era correr una aventura, pero el Monarch fue contratado para Pernambuco y allí hizo un cargamento especial de azúcar para Valparaíso, donde lo vendió. Con las ganancias, el Capitán Le Lacheur puso rumbo al Golfo de Nicoya, echando anclas en el Puerto de Puntarenas. Enseguida se dirigió al interior y trabó relaciones con don Santiago Fernández, uno de los agricultores y comerciantes más interesados en la industria del café. El señor Fernández, que compró gran parte de la cosecha de café en ese año, junto con i gunos otros productores, arreglaron un cargamento para el Monarch, y al mismo tiempo autorizaron al Capitán para comprar en Londres mercaderías que ellos necesitaban traer.
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A La llegada del Monarch a Puntarenas se atrasó un poco, lo que preocupó profundamente al señor Fernández, que habfa comprado gran parte de la cosecha de café del país, a cinco pesos el quintal puesto en Puntarenas. Pero el 25 de diciembre, el velero hizo su entrada a nuestro puerto del Pacífico. La cosecha del café en aquel año había sido un desastre, y tuvo que salir el Monarch con medio cargamento, causando pérdidas considerables a ios armadores, fastidiándolos a tal extremo que rehusaron todo negocio con Costa Rica. La confianza del Capitán Le Lacheur en el negocio lo determinó a correr otra aventura por su cuenta. Entonces se fletaron el Monarch y el Lavinia. La nueva perspectiva que se abría para el café con la apertura del mercado con Inglaterra no podía ser más halagüeña. Los cultivos tomaron entonces mayor extensión. El impulso que le había dado don Braulio Carrillo a la siembra con el fomento que hizo con los terrenos de Pavas, y la construcción de la carretera a Puntarenas que facilitaba el transporte, todo contribuyó a poner en muy buen precio nuestro fruto. El aumento de la exportación trajo como consecuencia una mayor introducción de mercaderías. La situación fiscal del Gobierno obtiene una mejora en el aumento de los nuevos derechos de exportación, y el país en general siente los efectos de la nueva bonanza económica. Las relaciones comerciales que se desarrollaron con Inglaterra facilitaron el acceso de costarricenses a Europa permitiéndoles que se pusieran en contacto con la cultura del Viejo Continente. A su vez, en Costa Rica, se experimentaban los efectos de la inmigración europea. Las 'i;;üdades de comunicación de este período de actividad económica, que tanto favoreció la ""ligración al país, nos puso en contacto con ilustres elementos que constituyeron • r'daderos factores de nuestra cultura, ya por su talento, ya por su aporte científico, ya por su espíritu de empresa. - - e en esa época cuando llegaron los distinguidos alemanes doctores don Alejandro ifiantzius, don Carlos Hoffman, don Guillermo Jóos, don Juan Braun; los químicos don Ei-í'do Becker, don Carlos Johanning; los ingenieros don Guillermo Witting, don Francisco v_-.ie. don Francisco Rohrmoser, don Luis von Chamier, el Jurisconsulto don Francisco Sttcber, y los distinguidos hombres de empresa don Guillermo Nane, don Alejandro y don Ortos von Bülow. Hombres versados en la industria, en la química, en la ingeniería, en la ¿r ;_ :jra y en el comercio; su contingente en la cultura del país fue muy apreciable, TCLvme si se toma en cuenta la ausencia de elementos profesionales provenientes de nuestro sscisc desarrollo cultural de aquellos tiempos.
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Procedentes de Francia, tuvimos en aquella época a los doctores don Adolfo Carit, don Francisco Castaing, don Esteban Cazaneuve, don Víctor Duyardin, don Víctor Herrán, el distinguido escritor don Adolfo Marie. De los Estados Unidos los médicos Márquez de Laffayette Hiñe, don Santiago Hogan y el señor Santiago van Paiten; y de Inglaterra, don Francisco Clarck, don Ricardo Farrer, don Le Lacheur, etc. Con la introducción de las nuevas herramientas para labrar maderas y materiales de ferretería, la construcción urbana sufrió una transformación completa. Las habitaciones, entonces producto de la herencia colonial, consistían en casas de adobes, bajas, de construcción tosca, sin ventilación ni luz, con corredor empedrado, o de tierra al frente, con ventanas defendidas con rejas salientes provistas excepcionalmente de algún adorno sencillo. De puertas de dos hojas, de toscos herrajes, y adornadas con clavos de formidables cabezas y sostenidas con guijos además de los gruesos picaportes y pesados cerrojos; por la parte interior solían tener trancas de madera o hierro con el objeto de afirmarlas. Las cerraduras y llaves eran modelos colosales de la más rudimentaria cerrajería. Las puertas interiores eran macisas; vale decir, sin vidrios, de dos hojas cada una de ellas, cortadas por la mitad a lo ancho. Las casas, en general, eran construidas sin plano alguno; no tenían como las de hoy, piezas destinadas a diferentes departamentos, sino que todas eran construidas con la misma uniformidad; sin claustro interior, ni zaguán, de piso de ladrillo cocido, piedra o tierra. Carecían de cielo de madera, cornisas, molduras, en las puertas y ventanas. En el año 1850, el arte de construir sufrió una evolución en el sentido del buen gusto. Las casas de las gentes acomodadas, es decir, de los principales productores de café, eran más grandes y más cómodas; altas, construidas de bahareque, de cal y canto, o de ladrillo. La puerta principal tenía acceso a un zaguán que conducía a un claustro de corredores que rodeaban un patio. Las piezas se construían con un destino especial para el servicio doméstico; tenían más luz, y eran mejor ventiladas; de piso de ladrillo o de madera; las ventanas con vidrios y molduras, ías puertas de una sola hoja, provistas de cerradura, perillas, bisagras de hierro, etc. Aquella transformación en la construcción urbana se experimentó gracias a los nuevos elementos de construcción con la introducción de herramientas para labrar madera y materiales de ferretería que empezaron a importarse de Inglaterra. Al igual, el confort en el hogar cambió con la introducción de mobiliario extranjero, vajillas, útiles para el servicio de cocina, y en especial con las cocinas de hierro que entonces comenzaron a importarse, las amparas para petróleo, etc.
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Con la construcción del ferrocarril de la región cafetalera a Puerto Limón en el Océano Atlántico, murió el negocio de los veleros alrededor del Cabo de Hornos, pues el ferrocarril ;.i?i una diferencia de tiempo de casi tres meses para llevar el café a Londres, y con las -_r-.as cláusulas introducidas entre ellas, el posible exento de la navegación a vapor, los señores Le Lacheur se vieron obligados a retirarse de los armadores. Fácilmente se comprende la evolución que la cultura nacional recibió en esta época, la cual se caracterizó por la influencia europea. La inmigración extranjera fue un factor nportantísimo; además de la influencia que ejerció en algunos ramos de la actividad del país, la inmigración determina y forma a su vez, ambiente educacional. El desarrollo de la cultura artística recibió gran estímulo en esta época con la llegada de r'ofesores de bellas artes europeos, de las primeras compañías de zarzuela y de ópera. Esta —.anifestación cultural, que no se había hecho sentir anteriormente, se desarrolló de una manera notable, gracias a la influencia europea. Como una curiosidad histórica podemos citar los nombres de los profesores: don Eduardo Dee, don Adolfo J. Mórux, don Alejandro Botero, don Julio Rosal, don Carlos Boulow, don Enrique Twight, señorita Ester A. S. Bensson, don Anselmo Andines, don F. Winter, don Fernando Muñoz de San Clemente, don J. J. Peatfield, don Cirilo J. Martén, Presbítero don Estanislao Campano, Mr. John Young, que establecieron clases de literatura, de matemática x de gramática. Don A. Lonckin, don Vicente Lachner, don Enrique Olintto Metti, don Eladio Cama, don Genaro Cardona, don Carlos Liebich y don Carlos J. Jotly, contribuyeron a la cultura artística, estableciendo clases de música. Además de estos inmigrantes que fueron verdaderos agentes de la cultura europea, vinieron a Costa Rica muchos centroamericanos ilustres, que establecieron clases particulares y prestaron importantes servicios a la enseñanza oficial. En junio de 1862 llegó a Costa Rica la primera compañía de ópera italiana, dirigida por el Empresario Larini. La actividad económica contribuyó también al florecimiento intelectual con el establecimiento de las primeras librerías que introdujeron importantes publicaciones científicas y literarias. Son de esa época las librerías del álbum de don Guillermo Molina; la Francesa Española de don Pedro Bormisad y la Librería Chilena, sucursal de la empresa El Mercurio de Valparaíso.
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.h L-ÍS KX ¡edades comerciales más importantes de ese período que pueden citarse son: Quirós y ~. r-e-r-ock (1853); Aguilar Alpres (1857); Boshe y Cía. (1858); Ulloa y Zamora (1858); M. * \ars y Cía. (1859); Salazar y Murillo (1860); Banco Anglo Costarricense (1863); Brealey viales (1864); Tinoco y Cía. (1865); Walter y Witting (1865); Montealegre y Cía. :-' : Sociedad de Mena del Monte del Aguacate (1868); Carazo y Hno. (1868); Sociedad ¡Costarricense para la Fábrica de Jabón (1868); Montealegre y Salazar (1868); Andrés y Ucu'án (1869); Cabello y Cía. (1869); Banco Hipotecario Alemán Costarricense (1870). E renodo de la vida nacional a que nos hemos referido, es uno de los más importantes en la cultura del país. Este período se caracterizó por la influencia europea en todas nuestras ic: . dades culturales. Nuestro desenvolvimiento científico, educacional, artístico industrial, está íntimamente ligado al desarrollo que alcanzaron nuestras relaciones con el extranjero y al contacto con la civilización europea. '•: rodemos dejar de referirnos al movimiento ideológico que empezó en esta época. La •iroducción del libro, el arribo de extranjeros con una cultura superior a la nuestra y la ¿gua al país de los primeros profesores contratados por el gobierno para dirigir nuestros establecimientos educacionales, marcan una era intelectual digna de ser tomada en cuenta. Puede agregarse, que a partir de 1870, Costa Rica salió de su edad media. Nuevas corrientes filosóficas ilustran la mentalidad de nuestros jóvenes y preparan la generación de 1884 y 1SS8, que transformó nuestra institución inspirada en la escuela positiva contemporánea. El racionalismo alemán, el krausismo español, la filosofía kantiana, el evolucionismo de Srencer, vinieron sucediéndose como sistemas filosóficos e influyendo en la cultura general. E oaís vino asía transformarse en el movimiento ideológico que preparó el advenimiento de nuevas instituciones. El café como factor económico, vino a determinar las diferentes actividades culturales y a ;onstituir el eje alrededor del cual ha girado toda la vida nacional en la centuria que hoy se celebra.
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Joaquín Bernardo Calvo El señor Calvo expresa lo siguiente en su libro sobre Costa Rica: "... el café vino de La Habana a este país importado en 1796, en unión del mango y la canela, por francisco Javier Navarro, siendo Gobernador de esta provincia don José Vázquez y Tellez. Los primeros granos fueron sembrados en Cartago, donde existen todavía los corpulentos árboles de los cuales ha procedido toda la semilla de Costa Rica y aún de Centro América". (Don Cleto asegura que la opinión del señor Calvo es por la tradición, y que no hay ningún documento que la respalde).
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Mariano Montealegre Bustamante John Lloyd Stephens expresa en 1841, con motivo de su visita a Costa Rica: "... la víspera de mi partida fui por la tarde a visitar las plantaciones de café de don Mariano Montealegre. Estaban situadas en un lugar muy precioso. Don Mariano. era uno de los mayores cosecheros y poseía tres "cafetales" en aquellas vecindades (La Ilusión, El Desengaño y La Amistad). El que visitamos tenía 27.000 árboles, y se preparaba para hacer grandes ensanchez el siguiente año ". (Dibujo del estudiante Rodrigo Va/verde N.)
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Casa de habitaci贸n de don Mariano Montealegre, situada en su finca El Desenga帽o, sector comprendido entre las avenidas central y el Cementerio, a partir del Hospital de Ni帽os hacia el oeste, en contacto con La Sabana. La ubicaci贸n de la casa es el sitio del antiguo Ranchita, hoy bomba de gasolina, al final de la avenida del Cementerio. (Dibujo del estudiante Rodrigo Val verde N.)
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Felipe Molina Don Felipe Molina expresa que en 1819 el Padre Félix Ve/arde inició el cultivo del café en Costa Rica, sembrando unos granos que le proporcionó el señor Tomás de Acostó de una pequeña porción que había recibido de La Habana para su consumo. De esta semilla proceden todos los cafetales de Costa Rica. (Don Cleto González Víquez contradice al señor Molina, e inicia su refutación en primer término, con la muerte del Padre Ve/arde, el 24 de febrero de 1816).
Juan Rafael Mora Don Juan Rafael Mora le dio gran impulso a la caficultura siendo uno de los mayores productores. Compró terrenos en Pavas y formó la Hacienda Franfort, de la cual aparecen boletos con el valor de medio real. Participó en varias compañías de exportación de café, siendo la más famosa "Mora y Aguilar" (Juan Rafael Mora y Vicente Aguilar).
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Luis Felipe González Flores El investigador don Luis Felipe González Flores hizo un estudio completo sobre la influencia que ejerció el café en Costa Rica en las diferentes facetas del progreso nacional. El lector encontrará en páginas siguientes tan brillante estudio, que se complementa por el realizado por el Lie. Cleto González Víquez, que establece su origen, fecha de introducción, y las personas que hicieron posible el nacimiento de la industria cafetera.
José María Montealegre Fernández José María Montealegre Fernández es hijo de don Mariano Montealegre, caf¡cultor y socio de varias compañías de exportación de café.
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General don José María Cañas Trabajó en sociedad con don Juan Rafael Mora y don José María Montealegre en exportaciones de café.
Francisco María Iglesias francisco María Iglesias opinó que el café fue traído de Panamá, durante la Gobernación de Vázquez y Tellez, por don Agustín de Gana, por los años de 7790 y 7797. La opinión del señor Iglesias fue desvirtuada con valiosos documentos, por el señor González Víquez.
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Jerónimo Fernández Chacón Esposa de don Mariano Vontea/egre y activa colaboradora en el floreciente cultivo del café.
Vicente Agui/ar Formó con don Juan Rafael Mora la más poderosa compañía de exportación de café (Mora y Aguilar).
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EL SIGLO PASADO Y EL DESARROLLO DE LA CAFICULTURA RELATADO POR EXTRANJEROS QUE VISITARON COSTA RICA Robert Glasgow Dun/op, Trove/ ¡n Central America (1847)
"Las fincas más grandes de café que hay en Costa Rica las poseen la familia Montealegre y don Juan Rafael Mora. Visité las principales. Parecen estar administradas con mucho esmero y acierto; tienen buenos molinos para limpiar y deshollejar el café, movidos por la fuerza hidráulica y producen anualmente más de 500 toneladas. La cosecha total dei año 1846 alcanzó unas 3.000 toneladas y se tiene la esperanza de que la de 1847 pase de 4.000. Siendo asi' que el precio actual es por término medio de 50 chelines e! quintal en ei mercado inglés, la producción resulta muy considerable para un paisecito americano que apenas tiene 80.000 habitantes y está saliendo en estos momentos de su estado semisalvaje."
Ephraim George Squier (1854) "En 1845 se enviaron no menos de 5 millones de libras a los mercados extranjeros; en 1848, 10 millones; en 1850, 14 millones, lo cue equivale a una producción de 100 libras por habitante, tomando en cuenta la población total del pai's. Los años 1856—1857 durante los cuales la República estuvo en guerra y fue visitada por el cólera, no hubo el aumento correspondiente. La mayor parte de las plantaciones de café están en las vecindades de San José, la capital, en donde el terreno es enteramente plano y está compuesto de una marga oscura con mucha mezcla de materias volcánicas. El costo de la producción del café es de $2,50 a $3,00 el quintal de 101 libras. La única manera de llevarlo al mercado ha sido hasta aquí en carretas y muías al Puerto de Puntarenas, en el Pacffico y de allí por mar a Inglaterra, dando la vuelta por el Cabo de Hornos, viaje largo y dispendioso en que el café corre el peligro de deteriorarse. El costo del transporte del café desde San José, y en carretas (unas 70 millas), varfa entre $15 y $20 la tonelada."
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Anthony Trollope (1859) "Lo que más me interesó fue ei tráfico constante en ei camino o carretera por donde pasábamos. Creo poderle dar el nombre de carretera porque los productos del pafs se sacan por allí en carretas tiradas por bueyes y me parece que en Gales del Sur tomé alguna vez birlocho en una muy semejante; pero es sumamente escabrosa y tan soólo propia para ruedas sólidas de madera; en realidad, para discos de palo tales como ios que allí se usan, adecuados al paso lento y paciente de los bueyes. Pero durante las horas de la mañana y de la tarde ios desfiles de estas carretas eran incesantes. Viajar desde las cuatro de la mañana hasta las diez, luego descansan hasta ¡as tres o cuatro de la tarde y de nuevo prosiguen su camino durante cuatro o cinco horas con e! fresco de la tarde. Todas van cargadas de café, y dan la idea de que la producción de este artículo en Costa Rica debe ser más que suficiente para el abastecimiento del mundo entero. . . . café, café, café, café, café . .. Creo que solamente en la altiplanicie de San José se cultiva en gran escala, y todo el que se exporta se manda a Puntarenas con gran costo para dar la vuelta por el Cabo de Hornos. Los vivaces que hacen los boyeros a la orilla del camino para pasar la noche y el mediodfa, son muy pintorescos cuando están llenos de animales. Eligen un pedazo de terreno plano, a un lado del camino, del tamaño de un medio acre más o menos, y al margen de un rfo o una corriente de agua. Allí' llevan cien o doscientos bueyes y los desatan de la carreta, pero los dejan uncidos al yugo para que no se extravíen. Los alimentan exclusivamente con caña de azúcar, que los boyeros llevan consigo, o compran en el camino. Estos cortan pacientemente las cañas con sus cuchillos, y los animales las mascan con paciencia. Boyeros y bueyes son igualmente ordenados, pacientes y lerdos. Pasan la vida llevando café a Puntarenas y mascando millares de cañas de azúcar."
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John Lloyd Stephens (1841) "La víspera de mi partida y acompañado de Mr. Lawrence, fui por la tarde a visitar las plantaciones de café de don Mariano Montealegre. Estaban situadas en un lugar precioso, y dando prueba de tener muy buen gusto, don Mariano vivfa allí durante gran parte del año. Este se encontraba en su establecimiento de comercio y su hijo montó a caballo y se vino con nosotros. Era una linda caminata, pero en aquel país los caballeros no van a pie. El cultivo del café ha aumentado rápidamente'en las llanuras de San José, desde hace pocos años. La cosecha total no pasaba de quinientos quintales siete años antes, y se suponía que la que estaba en curso, iba a llegar a más de noventa mil. Don Mariano era uno de los mayores cosecheros y poseía tres "cafetales" en aquellas vecindades. El que visitamos, tenía veintisiete mil árboles y su dueño se preparaba para hacer grandes ensanches el siguiente año. Había gastado una suma grande de dinero en edificios y maquinaria, y no obstante que sus compatriotas decían que se iba a arruinar, cada año sembraba más árboles. Su esposa, "la señora" (doña Jerónima Fernández), estaba muy ocupada en vigilar las operaciones de descortezar y secar los granos. En San José, dicho sea de paso, todas las señoras son, si así pudiera decirse, buenos hombres de negocios. Tienen tiendas, compran y venden géneros, salen a hacer tratos y son particularmente entendidas en asuntos de café."
Tomas Franc/s Meagher, Costa Rica en el siglo pasado (1859) "En medio de todo esto, haciendo eses por entre la confusión de ese soberbio laberinto, centenares de carretas ruedan en los meses de febrero y marzo. Las anchas hojas relucientes del espable, sombrean la frente de los soberbios bueyes. Vienen de Cartago, de San José, de la gran hacienda "La Pacífica", que está en el Valle del Tiribí a la sombra de las montañas de San Miguel; de las altiplanicies situadas más .allá de las ruinas de Ujarrás y frente a las cataratas de los berbis salvajes, bajan miles de pies para llegar a la selva y serpentean hasta Puntarenas, el puerto en que se embarca toda la cosecha de café de Costa Rica para Europa y los Estados Unidos, con excepción de algunos sacos que salen por Sarapiquí y de allí al Atlántico.
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/* Las carretas son vehículos toscos. Un timón sale de un bastidor cuadrilongo debajo del cual hay un eje empernado. Las extremidades del eje sobresalen por entre discos o ruedas de cedro sólidas, de cuatro a cinco pies de diámetro; las llantas tienen un ancho de cuatro pulgadas. Entre una rueda y otra, hay una armazón de cañas sosteniendo un cuero de buey sin curtir, que sirve de toldo. Una carreta fabricada de este modo, vale de $25,00 a $30,00. La yunta de bueyes cuesta generalmente de $75 a $80. El café descansa sobre la plataforma del fondo de la carreta, en sacos cosidos de algodón blanco ordinario. El flete vale muy poco; menos de 75 centavos por cada 100 libras. Encima de los sacos hay otro pellejo sujeto con correas, también de cuero, en tanto que por fuera bailan una olla de hierro, una calabaza para llevar agua, y otros utensilios que se usan en el camino. A menudo sorprende el viajero, asomando por debajo del toldo de cuero, los ojos negros y brillantes, y los labios de rubí' de alguna hija bronceada de las montañas. Porque en muchos casos, las esposas y las hijas de los carreteros, acompañan el café al Puerto. Resultan sociables y sumamente útiles en el largo viaje de seis días cuando menos. Muelen el mafz de las tortillas, guisan los frijoles, rebanan los plátanos y los fríen; manejan el hilo y la aguja, proveen de agua y "zacate" a los bueyes, dando pruebas de ser de varios modos, las más cariñosas auxiliares y proveedoras de confort, que caminan trabajosamente a pie, y guían sus dóciles yuntas con el "chuzo", su ligera vara con punta de acero. Estos "carreteros" desempeñan el trabajo más duro con maravillosa resistencia, agilidad y brío. Desde el principio hasta el fin de la jornada, prosiguen resueltamente su camino, descalzos, con sus ropas desastradas, a merced del tiempo variable, unas veces agobiados y sudando a mares en pleno sol, otras calados por la lluvia, o entumecidos por la densa humedad, conque lo mismo de noche que a mediodía, o al anochecer, los envuelven las tierras bajas y las selvas profundas; ligeros de piernas, pacientes, robustos, activos, intrépidos, afables y corteses, leales para quien en ellos depositó la confianza, prosiguen resueltamente su camino en medio de todas las vicisitudes que la Providencia les depara contra viento y marea. "He aquí la industria de la libertad". "He aquí el heroísmo inofensivo de la industria honrada". No hay más trompetas para proclamarlo, ni más arcos triunfales para marcar sus progresos que los que la mano de Dios ha puesto en los senderos de la selva.. La conciencia de hacer lo que es justo, de prestar al hogar y a la nación el servicio que les es debido.
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h Habiendo dejado atrás los llanos del Carmen a once m i l l a s de San José, llegamos a los primeros cafetales. Desde allf ocupan el Valle entero toda la parte más alta del antiguo lago. Se extienden asimismo, a la derecha y a la izquierda a lo largo de todo el camino que conduce de San José a Cartago, una distancia de doce millas, y se les encuentra también al pie de la Candelaria, en los valles de las montañas, y en las altiplanicies, a veinte, treinta o cuarenta millas más allá. En 1850 la cosecha fue de 14 millones de libras. Por término medio es de doce millones de libras. La de este año (1851), se recolectó en enero, excedió en término medio en cinco millones. Para mí lo más satisfactorio de las estadísticas agrícolas del país, es el hecho capital de que en sus dos terceras partes la población se compone de terratenientes. Casi todo hombre tiene su finca, sus muías, sus bueyes, sus gallinas, sus cerdos y sus plantaciones de azúcar o café. Los mismos sujetos que habíamos visto con los pies desnudos y las ropas desastradas bajando el Aguacate, serpenteando por la selva más allá de la Barranca, acarreando el café al Puerto, eran propietarios a la vez que carreteros. Más que la pureza de su sangre española, que en el noventa por ciento de los casos no ha sido menoscabada con mezcla de negros, o de indios, es este el secreto, es este el carácter industrioso, de su virilidad, de su diligencia, de su valor, de su triunfo en la guerra; el secreto de la tranquilidad perfecta, de la falta de crímenes, del progreso positivo, de la unidad política, del espfitu nacionalista y, en suma, de la intrépida independencia del país. Todo hombre está en su casa, y se siente en ella. Todo hombre tiene su hogar que defender, y sabe bien que de la inviolabilidad de este hogar depende la inviolabilidad de las leyes y de la libertad del país. En una república no hay mejor cosa que cada habitante sea un ciudadano, cada ciudadano un magistrado, cada magistrado un soldado. A l l í donde el habitante tiene un arraigo vital indestructible en el país, es decir, donde es propietario absoluto de una finca grande o pequeña; allí será un ciudadano, aunque no se le dé el sufragio; un magistrado aunque no se le confiera el nombramiento; un soldado, a u n q u e no se le pague sueldo. Sin esa propiedad los derechos políticos apenas son algo más que halagüeñas ilusiones, o si llegan a serlo, tal vez se convierten en instrumento de desorden, en sujeción para la multitud, y en tiranía de unos pocos. Tomado de: "Costa Rica en el Siglo X I X , por Ricardo Fernández Guardia
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EL USO DE LOS BOLETOS EN COSTA RICA Los primeros caficultores que usaron los boletos como moneda para el intercambio entre el trabajador y el patrono, fueron las firmas Montealegre y Mora, que a su vez aparecen como los mayores productores y exportadores de lo que durante años se bautizó con el nombre de "el grano de oro". La primera impresión es de tipo rústico, en que sólo se grava por una cara el nombre de la persona, como en el caso del primer boleto (de izquierda a derecha) con el nombre de Mariano Montealegre, y de su hijo don Francisco. Don Juan Rafael Mora confeccionó un boleto moneda más descriptivo, como el que aparece seguidamente de los Montealegre, el cual tiene el valor de medio real, el nombre completo de Juan Rafael Mora, las iniciales enlazadas, y por último la finca o hacienda que lo respalda, en este caso, Franfort, sita en Pavas. Se observan seguidamente nombres tan conocidos como: don Vicente Aguilar, don José Joaquín Mora, Gordiano Fernández, Braulio. Morales, Tinoco y Cía., Teodosio Castro, Alfredo González Flores, Fabián Esquivel, Ernesto Rohrmoser, Roberto y Jorge Zeledón, Florentino Castro, Tournón, Bella Vista, La Raya, Ortuño, Peters, Dent, La Verbena, Julio Sánchez y José Joaquín Rodríguez, para nombrar unos pocos y cerrar con un ex-Presidente. Los contactos que la industria del café promovió con las exportaciones a Inglaterra y Alemania y otros países, trajo como consecuencia el desarrollo del buen gusto y arte en la confección de la numismática de los boletos. He aquí una descripción: una cara con el escudo de armas, el nombre de la provincia (San José), situación geográfica en relación con el mundo (América Central), el nombre de la persona dueña del inmueble (Teodosio Castro), el nombre de la hacienda (Primavera), y valores escritos en números romanos de 1 a 3. Los boletos de mayor espesor y dimensión, pertenecen a la firma de Roberto Zeledón, Hacienda Monte Redondo; el más pequeño, el que usó don Juan Rafael Mora con el valor de medio real, y F. N. Millet "La Louisa", con el valor de un real. Hay cantidad de boletos que fueron contramarcados con las iniciales o cualquier otra identificación para ponerlos al servicio de otras fincas o haciendas.
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Las monedas de un centavo de 1856, 1866 y 1874, sirvieron como boletos haciendo desaparecer la lectura que le daba el valor de moneda, por otras inscripciones como: "F. Esquivel, Pacífica, y por la otra cara: pagúese a la orden del portador por valor de diez centavos. Teresita J. B. Q. 1900". En otros casos no se alteraba el original apriori, pero sufría alteraciones con la marca de nombres completos: "F. L. Garcfa;o usaban solamente las iniciales M. C.; R. 14; P.T.". Entre tanta variedad de tamaños, valores y confecciones, reproduzco la descripción de un boleto del tamaño de una moneda de veinticinco céntimos, y que tiene el valor de un cinco: "Pagaré 5 Cs al portador en artículos de "La Esperanza" J.T. Chaves. En la otra cara dice lo siguiente: "San José de Costa Rica" y se adorna en el centro con un barril, una ancla y una botella. Los únicos boletos que aparecen con la palabra "habilitado", son los del socio que fuera de don Juan Rafael Mora, don Vicente Aguilar, a favor de las iniciales "F.E.". Las fechas se usaron muy poco en estas monedas de circulación regional. Vamos a reproducir algunas: Antolfn Chinchilla, 10 centavos, 1894; la otra cara: Naram de Majuela, Costa Rica. Hacienda Los Anonos. M.V. "La Panchita", 1890. Mi firma, letra del centro "M" Costa Rica. Pagaré al portador 10 centavos, 1890. Teresita. J.B.Q., 1900. Teresita. J.B.Q. 1884, Hacienda Bellavista, 1915". En la página siguiente, el lector podrá observar más de un centenar de boletos de diferentes firmas que han sido interpretados por medio del dibujo, en la forma más cercana al original. Los boletos—monedas que se usaron en el siglo pasado y parte del presente, son un testimonio del florecimiento de la industria del café, así como de la fortaleza y hombría de cuantos hicieron posible con su trabajo, crear riquezas que cambiaron el destino de nuestra patria en el progreso y la cultura. Para los descendientes de todos aquellos pioneros que hicieron grande a Costa Rica, y cuyos apellidos se mantienen como una prolongación, de sus antepasados cultivando sus heredades en la producción de lo que fuera "el grano de oro", Costa Rica les está agradecida.
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PLANO DE LA CIUDAD DE SAN JOSÉ Año de 1851
Se señalan con negro los lugares de la ciudad en donde se dice que se sembraron las primeras matas de café en Costa Rica. Aparece además la ubicación de las residencias de los primeros caficultores y exportadores, y otras personas de significación polftica. Se complementa con los edificios públicos existentes en esa fecha. 1. Antonio Pinto — Dirigió la artillería Josefina contra Cartago, el 5 de abril de 1823, en el Alto de Ochomogo. 2.
José Marfa Cañas — Socio de don José María Montealegre en las exportaciones de café.
3. Antonio Pinto — Dirigió el levantamiento contra Francisco Morazán, en 1842. 4.
El Cabildo
5.
Iglesia del Carmen
6.
José María Montealegre — Cafetalero y gran exportador.
7.
Felipe Molina — Dice que el café se introdujo a Costa Rica en 1819, siendo el Padre Velarde la primera persona que lo sembró.
8. Casa de la Moneda 9.
Mateo Marín — El artillero que disparó los cañoncitos contra los filibusteros en la casa de Santa Rosa.
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10. Juan Mora — Primer Jefe de Estado de Costa Rica. 11.
Pbro. Juan de los Santos Madriz — Formó parte como legado por San José, para hacer la primera Constitución Política el 1° de diciembre de 1821 (Pacto de la Concordia).
12. José Mar/a Castro Madriz — Dos veces Presidente de Costa Rica. 13. Mariano Montealegre — El mayor productor de café en Costa Rica, en la primera mitad del siglo pasado. 14. Almacenes de la República 15.
Patio de la Sacristía
16.
Iglesia de la Merced
17. Corte de Justicia 18. Casa de Gobierno 19.
Plaza de la Merced
20. Cuartel 21. Joaquín Bernardo Calvo — Aseguraba que el café vino de La Habana, en el año de 1796, en unión del mango y la canela por conducto de Francisco Javier Navarro, siendo Gobernador de esta provincia, don José Vázquez y Tellez. 22.
Gordiano Fernández — Formó compañía con don José María Montealegre.
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h 23.
Vicente Aguilar — Se asoció con don Juan Rafael Mora, formando una compañfa poderosa en la exportación de café y otros negocios.
24.
Santiago Fernández — Propulsor de la primera exportación de café a Inglaterra en el bergantín Monarch al mando del Capitán William Lacheur, 1844—1845.
25. Cuartel Principal 26.
Juan Rafael Mora — Exportador de café en primera I mea y comerciante importador.
27. Montealegre y Cía. — Formó compañías de exportación con: Cañas, Salazar y Fernández. 28.
Jerónima Fernández — Esposa de don Mariano Montealegre y de cuyo tronco provienen los caficultores Montealegre en Costa Rica.
29.
Presidente Juan Rafael Mora — (frente 23 m).
30. Saturnino Tinoco — (Tinoco y Cía., La Verbena, Alajuelita, 1865). 31. Teatro de Mora 32.
Universidad de Costa Rica
33. Parroquia (Catedral) 34.
Plaza (Parque Central)
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35. Casa de habitación — Que a su vez fue la Casa Presidencial, y negocio de tienda del jefe de Estado don Braulio Carrillo. En este lugar se firmó el decreto de fecha 17 de julio de 1840, que destinaba la venta de los terrenos de Pavas para la siembra de café (medida del lote, 21 x 50). 36. José Joaquín Mora — Dirigió los voluntarios costarricenses contra los invasores al mando de William Walker, en 1856.
Sai) José ftftO DE 1851
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EL CAFE, UN DON DE MAHOMA
El profeta Mahoma, interpretando los dictadores de Alá, prohibió a los musulmanes que bebieran vino. La medida era tan dura, que muchos musulmanes vacilaron en su fe religiosa; pero, aunque a regañadientes, se sometieron al precepto. Hasta entonces, cuando los árabes se sentían abatidos, apenados o deprimidos por la fatiga, habfan recurrido al vino, bebida mágica que galvanizaba sus cuerpos y disipaba, como el sol la niebla, sus tristes pensamientos. En cierta ocasión, mientras un pastor apacentaba su rebaño en un prado, se sorprendió al observar que una cabrita, apoyadas las patas delanteras en el tronco, mordisqueaba las coloradas frutillas de un arbusto. Comía con ansiosa fruición. Su ejemplo cundió entre el rebaño y al poco rato no había una sola cabra que no saborease los granos de tales arbustos. Pero lo extraordinario, lo verdaderamente maravilloso, surgió después a! hacerles efecto la rara pastura. De repente las cabritas se pusieron a saltar, a tristar alegremente, como atacadas de una jovialidad contagiosa y enloquecedora. ¿Qué les sucederá? , preguntóse el pastor; ¿habrá entrado el diablo en sus cuerpos? , ¿será a causa de esa planta? Para averiguar lo que no tenía explicación a sus ojos ni le revelaba su larga experiencia pastoril, arrancó unos cuantos de aquellos granos colorados, semejantes a las cerezas, y se los llevó a un viejo santón tenido por brujo, porque conocía el secreto de lo más oculto y misterioso. El anciano sin decir palabra, trituró los granos y los puso a hervir en agua. De este modo preparó una bebida que ingirió a la vez que su visitante, y tanto el mago como el pastor, se sintieron reconfortados y poseídos de un bienestar estimulante. "Alá es grande", exclamó el anciano. Nos ha dado la bebida que sustituirá con ventaja al vino. Así fue conocido el sabroso y aromático café, cuyo consumo se propagó rápidamente por toda la Arabia, y su fama no tardó en difundirse por el mundo entero.
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LA LEYENDA DEL PAPA
Cuenta una leyenda, que en el siglo XVI, un grupo de sacerdotes se acercó al Papa Clemente VI11 solicitando que prohibiera a los católicos el uso del café, por ser de invención diabólica. Expusieron a Su Santidad, que Satán, habiendo prohibido a sus adeptos los discípulos de Mahoma tomar vino, sin duda porque éste fue santificado por Nuestro Señor Jesucristo, en el Sacramento de la Comunión, les había dado en cambio, una bebida negra, que llamaban café, y a su modo de pensar esta bebida venía a ser como trampa puesta por Satanás para atrapar a las almas de los cristianos. El Papa se mostró intrigado por el relato, y deseando conocer esta invención del diablo, ordenó que le trajeran café. El aroma que de la taza se desprendía, era tan agradable y tentador, que quiso probarlo e incontinente, exclamó: verdaderamente esta bebida diabólica es tan agradable, que sería una lástima dejar que los infieles tengan el uso exclusivo de esta maravilla; vamos a jugar una mala partida a Satán: bauticémosla y hagamos de ella una bebida cristiana.