Fantasmas de relojes y de tigres, mauricio cappelli

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Fantasmas de relojes y de tigres Mauricio Cappelli


Fantasmas de relojes y de tigres © Mauricio Cappelli, 2015 ISBN: 978-958-58388-6-4 cappellimauricio@gmail.com Editor Hernán Vargascarreño Ediciones Exilio poetasalexilio@gmail.com Primera edición Septiembre de 2015 Tiraje: mil ejemplares Portada: Otra orilla del Ganges Varanasi, India ©Mauricio Cappelli Fotografía de solapas Lights and reflections Varanasi, India © Svetlana Volodina Impresión Editorial Gente Nueva Bogotá, D.C. Los poemas de la presente edición fueron escritos entre 2003 y 2010. Pueden ser difundidos por cualquier medio, siempre y cuando sea sin ánimo de lucro y señalando siempre tanto el nombre del autor como el título del libro.


A Paola, a quien el mundo le debe que yo no sea un asesino



“Un puñado de polvo podía ocultar tu seña cuando yo ignoraba su sentido. Ahora que sé más, la leo en todo lo que antes la escondía”. Rabindranath Tagore

“Tan sólo esto ten presente: Cuanto salves en el rayo se conservará puro eternamente”. Odiseas Elitis



Senderos al jardĂ­n azul



Grieta de pájaros Mi infancia regresa por una grieta y hace una casa en el vuelo de aparentes pájaros pandora alada hago mis pupilas con el dedo quitando el polvo de la mesa y vuela otra sombra talla el agua floreciendo palabras invisibles, visito conversaciones flotan ante mí puertas medio abiertas, frutas de plástico, la mitad de un gato revela uno y otro rostro la grieta dibujada parpadeo nombrando formas, ocurro en lo visible como raro accidente, como un atrapado puñado de agua y qué decirme entro en fugados cuerpos que se arrancan de sus antiguos pasos. Mauricio Cappelli

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Días de fuego El fuego purifica yo jugaba a ser grande, a tener mis secretos, a que mi silueta ampliada en la pared jugara a las escondidas con las sombras de los muebles miraba las revistas de farándula torcer sus puntas por el lento camino del fuego que en suaves y rojos mordiscos renovaban el aire y mi alma con suaves chispas que bailaban en mi rostro siempre anegado de visiones y con ese extraño vigor que ascendía desde mi entraña y con sus hechizos de miedo y de placer era un niño nada más animal de la vida que ya presentía arder su corazón en los inevitables fuegos del mañana.

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Agosto Mi sangre, leve hilo, ha encontrado su corazón, su madeja en fuga, libre al viento, una sombra me entrega al sol que salta y ríe, ondeando conmigo, también, en el tiempo fue un encuentro, un azar desde abajo, un niño que mira hacia el cielo me sostiene.

Mauricio Cappelli

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El baúl del italiano

A mi padre

1 Siempre olía a cacao, a hierba fresca. Los escarabajos marrón con cuernos eran los machos y los negros, las hembras yo jugaba a verlos andar y sostener ese mundo chorreado de niebla que vibraba con las máquinas que usaban los ángeles para crear el chocolate yo iba y venía en ese cielo en donde mandaba mi papá.

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2 A las seis, el garaje de la casa se abría como una mañana hola papito, me decía, despeinándome los sueños y mi corazón inventaba nubes y escaleras porque la mascota de la alegría siempre llegaba con él.

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3 En su mano moría otro cigarrillo. Sin embargo cada árbol, cada sombra alrededor, sabía que verme montar bicicleta era su mejor vicio eran las seis y algo a esa hora guardaba el amarillo, dichoso, seguro, de saber que entre esquina y esquina, yo pedaleaba encontrando en sus órbitas mi propia estrella.

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4 En su armario, diez, quince guayaberas colgaban de los ganchos había zapatos viejos, brújulas fotografías de su infancia en la alta hierba yo llegaba a él para hacerme adulto para que abrazara mis mejillas con sus manos después de aplicarse la Yardley.

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5 Pasa una luz y mi sombra se alarga hasta la esquina lame los muros muda escucha sus latidos vuelve serena trae una noticia, una buena, para alguien que ya no estรก.

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El patio de la abuela 1 El ganso permanecía del lado de allá, soberbio, solemne como una autoridad natural. Fifí merodeaba ladrándole a lo que podía y Negro soltaba pelo cada vez que se rascaba una pulga el árbol de guayabas, ¿recuerdas?, solía abrazarnos con su sombra mientras la tarde y la sangre unía nuestros mundos la abuela, tierna hasta su último pétalo, venía a decirnos que el almuerzo estaba listo y su niñez brillaba al vernos hacer el último gol sin ensuciarnos tanto los zapatos.

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2 Del interior llegaban las voces de los adultos que hablaban mucho y reían poco yo seguía acá en el patio echándole sal a la barriga de las babosas no sé, aún no sé si pedir perdón por eso.

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ParĂĄbola Los adultos jugaban a las cruzadas del poder y la sangre a la hora del almuerzo habĂ­a ojos gritones filo en las palabras pero la abuela hacĂ­a lo mejor que el arroz con leche alcanzara para todos.

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El árbol

Eran las cuatro. Jugábamos a la pelota cuando el cuerpo de mi abuela le dijo que no más Una nube de miradas la envolvió en vanas angustias y todos suplicamos un último aliento que la vida tan sabia le negó empuñó sus manos de mujer y de madre, dejó sus cuatro espejos sobre la mesa y abrió los ojos como un cofre donde vimos el tesoro de esperanzas que tenía y con las que se fue una sombra de pájaro nos cruzó, igual al patio adiós abuela, le dije mientras se revisaba el plumaje pechiamarillo que le tocó luego callé mis ojos con otros colores Ella miraba el árbol que le pedía regresar. 20

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Lecciones Es sábado por la tarde hace diez minutos lavó el último trasto sucio, una taza hace cinco trapeó el corredor y hace tres ha señalado el ave en la baranda y ha sonreído pronto irá a la sala para ver el show de Don Francisco en un instante me ofrecerá jugo de guayaba y me dirá que mi mamá trabaja mucho y que el tumor en su estómago le duele luego se quedará dormida esta vez no debo olvidar preguntarle cómo se hace el dulce de brevas ni cómo se les habla a las plantas cuando se les riega el agua.

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Adiós a las bailarinas 1 Casi siempre cuando morían flotaban de lado con los ojos quietos morían porque olvidaba darles la comida, porque el motor del oxígeno fallaba o porque era su hora las demás, no sé si indiferentes, seguían acariciando con su cola la casa caracol que subía por el vidrio no había lágrimas a la larga me quedaban seis o siete y ninguna de ellas tenía nombre el funeral duraba poco en el estrecho mar del sanitario seguían flotando de lado, y su color naranja, su hermoso color naranja, se diluía en giros hacia el cielo. 22

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2 AĂşn en mis sueĂąos, ecos no tan lejanos dicen que las encuentran flotando en la comida que buscan y que al recogerlas del agua muerta despiertan, mueven su cola, y abren sus bocas exigiendo vida dicen que se sumergen en sus ojos al fin a nadar tranquilas.

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Espejo en espiral Con él con su imagen recostada en el sillón que le queda grande, absorto de sus cordones desamarrados y con la tabla del siete sin repasar él cree que soy el viento que mueve la cortina o la respiración de su perra que duerme en su regazo ignora que he viajado desde el confuso país de los sonámbulos para calcar su rostro en esta arcilla un espejo en espiral que me anticipe.

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El aprendiz Luna de septiembre entre las ramas el maletĂ­n azul en el asiento, la guayabera limpia, la inocencia los zapatos brillantes junto a la puerta madurando la sombra de mis pasos alguien que palpita ahĂ­ en la noche dice que ya estoy listo para ser grande, para ser astronauta, veterinario y jugar a las escondidas con el mundo alguien con la luna en sus manos coloca la rosa de su boca en mi frente y susurra esta semilla de alba en mi memoria ya estĂĄs listo, niĂąo para aprender a recordar.

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Orillas del viento



Piedra del sol A esta hora, entre potros de niebla que imagino, cuando se pliega la cortina de la noche y la cara sur del acantilado entrega al horizonte sus gaviotas cuando revienta el alba y se alarga en mi pupila aquel hilo oro azul en leve curva a ti te pregunto, amiga ÂżquiĂŠn lanza la piedra del sol del otro lado?

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Intimidad Quizás se muere por decirnos que está enamorado, el sol la fuente que nueva agua limpia corre entre sus piedras el samán que ha crecido y se siente adolescente y el alegre colibrí que besó profundo la boca de la flor y la flor que el color de sus pétalos a las siete es otro a la una y a las cuatro todo, hasta las vivaces sombras de las aves que vuelan en el césped, tienen alguna intimidad que decir a los poetas.

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Templo Bajo la cĂşpula que tejen los pĂĄjaros, entre arcos de supremo verdor y espejos que lo abrazan todo con sus ramas ahora cuando es preciso creer y se alza despacio la dorada hostia y mi rostro sostiene un rosario de temblores ahora que el silencio vierte su vino en la copa solitaria de mi alma abro mis manos y entro en el cuerpo de la luz en el templo cĂĄlido del parque.

Mauricio Cappelli

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El verde croché Que el amarillo es para el andar del sol y del canario dice la abuela que teje rapidito, del bruno al pardo, en punto de cruz el alba, con un aro de luz que corona la ceiba y que el higo que el duende que el azul es para la laguna y el húmedo ocre para el musgo de las piedras que el río que la trucha

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que del blanco ovillo de su sueĂąo las voces que despiertan y las nubes que caminan de lado a lado en las ventanas tan profundas mientras borda tambiĂŠn las cejas de mis ojos ufanos que la miran y delante de ella avanza el verde crochĂŠ de la pradera.

Mauricio Cappelli

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Escampe Cuando la lluvia amaine y lluvia sin caer tiemble en la tela de la araña cuando la hierba beba del azul agradecida y en vuelos rasantes palabras pájaro se hundan en mi ojo dime, capullo que tiemblas ¿vendrás conmigo en esa orden de verdor que baja desde el puente fugaz del arco iris?

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Vespertina Tras la pupila el siguiente orden del mundo: en el parque la rama del รกrbol sostiene el ave de mi sombra.

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Lenguaje de señas Que llueva al niño sordo no le importa de cara al cielo su corazón comprende por él la palabra lluvia.

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Jardín japonés He puesto frutas en el altar del patio para el tiempo y los pájaros y he sonreído sabiendo que pudriéndolas es como la vida acepta sus ofrendas.

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TrĂŠbol Verde amuleto que espera su suerte perfecto en el jardĂ­n que nadie mira.

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El verbo Y a lo lejos fulguran heridas de marfil desgarraduras del verbo por donde los sueños se desangran ay, Orión cuéntame quién al otro lado redime nuestras culpas quién castiga así la espalda de la noche.

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Otoño Un día el árbol se fue y las hojas, los colores, las brisas que era de su palabra bosque lo encontraron.

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Ojos negros para el verano



En busca del viajero

El camino anda, culebrea entre las sombras minucioso recoge las cartas de las piedras silba brisa, roza los capullos de las flores con pasos de arena llega al mar y el mar abraza su sombra que se hunde sumergido busca a su antiguo viajero que al fin encuentra entre inciensos como un niĂąo que apenas pule sus escamas.

Mauricio Cappelli

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El pez Un pez salta a mi mano, juega en su delirio un mudo grito repetido disloca su rostro sin cantos cierro mi mano y su alma de agua viaja a unos ojos que no son los mĂ­os como si hermosos dioses reclamaran el sueĂąo que respiro.

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Oración Callada voz de lo profundo te lo pido calma mi piel como lo hace el viento al inclinar el trigo cuéntame las historias que sólo la dura roca azul entiende llévate mis huellas, mi montaña innecesaria dame sal de luna, dame abismos y encabrita el lomo de tus aguas vistiendo mis orillas de marea.

Mauricio Cappelli

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Derivas Ríe olas, canta tus sueños desde el abismo que en fuga al mar eres a mis ojos di mi nombre azul, ¡repítelo! mientras avanza la nave de mi cuerpo a tu cintura habitación de mi naufragio.

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La barca Sola espera la barca anclada en la hierba sola la luna con sus pĂĄjaros que cortaban la noche mordiĂŠndonos los labios solo el mar de la calle y la distancia, en el silencio de las sombras que fuimos ceĂąidos con pavor ante la luz creciente en la claridad del verso y de la nada aguardando a que nuestros cuerpos nos regresaran sus orillas.

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En la sed de la madera Como si una noche me cabalgara dentro y lloviera en huesos del azul ayer y derrumbada, o vestida con la ceiba en la sed de la madera de la banca y en el color, en el sonido iris de esos besos nautos, glu glú de ese par de enamorados poetas que una vez soùó la luna.

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La isla Mi piel escucha como una isla profundo, como el mar mĂĄs ciego tambiĂŠn soy la vida que abraza la piedra de mi sombra.

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Vuelo y memoria Cómo albergar algo puro en la mano si aquel ojo de fuego se hunde y es de la tarde el vuelo y la memoria y somos de esta escena tan sólo una semilla que sueña su fruto hasta el día siguiente los invito, entonces, a guardar este puñado de mar en la mirada.

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Penélope No es el mensaje que trae la ola Sino quién, con su pequeño mar se atreve a soñar su propia orilla.

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Zoografías



Tiembla el paisaje detrรกs del telรณn de la noche no gotearรก la miel del sol hasta el aviso dice fugaz la estrella en su carta sellada que sรณlo el canto del gallo rompe.

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Del bolero de la vida un diminuto grillo salta en el cĂŠsped dos, tres veces descifrando el mundo desprevenido como los pies de niĂąo que avanzan hacia ĂŠl.

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Un cuchillo la oblicuidad de sus alas el gavilĂĄn que corta con su sombra el sueĂąo verdeoro de la ceiba y brinca fugaz un rayo palpitando ya en sus garras ese estuche de nervios la paloma.

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De cara al suelo el รกngel de la noche se abraza con sus alas embriagรกndose de sonidos mientras la plaza entera pende de sus ojos.

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Lento entra por el patio ahĂ­to de luna y sexo no saluda cuando pasa y perezoso se enrosca en el sofĂĄ como la noche arrastrando al sueĂąo al amante cansado que lleva dentro.

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El mensajero entra manchando con su silueta la clara cortina y ya para quĂŠ sacudir o traer la escoba si quien va a morir mira la tele al otro lado de la puerta

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Caleidoscopio de la mosca 1 Pequeñísimo dios que al llamado del hedor vuelve a su cuna cuna de dos patas que con otras zumba por el mundo mundo que a su vez es mirado por la gran mosca inmensa mosca cuyo vuelo de segundos no se siente. 2 La primera mutación del alma son ellas ellas despiertan para no dejar rastro de su antigua imperfección.

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3 No hay escape, siempre nos encuentran siempre dejamos un rastro en las copas y en las bocas. 4 ¡No sé qué hacer con ellas! iracundas vuelan sobre mí reclamando su cosecha como una semilla que tuvo su tiempo y no fue fruto hiedo a mierda en esta silla se amontonan, me respiran ¡son tantas! zumban mi nombre las horas.

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5 Tú llevas el sol sobre tus hombros, hermana, le dice la mosca a la hormiga tú el misterio al bosque de bambú le dice al tigre tú la alegría a la nube le canta al pájaro y tú el púrpura a la piel del día le murmura al hombre. yo, en cambio, llevo el mensaje yo fecundo la belleza del rostro de Dios cada día yo llevo en mi alma el renovado vestido de sus bestias.

Mauricio Cappelli

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6 No la espantes deja que zumbe que dé vueltas en tu cuarto deja que la lámpara dibuje su sombra en la pared agigantada pasa tranquilo las hojas de tu libro y ofrécele con amor un lugar en tu rostro que ella también merece un sitio en este inmenso bosque de palabras.

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7 Verla mamar del dĂ­a como una larva verla pronunciar su repetido nombre su verbo yo verla buscar su rostro, su corazĂłn adolescente en la botella y en la lata verla tejer la agonĂ­a de las calles y corromper las frutas y ventanas verla lamer las palabras dichas para ella y danzar sobre los versos podridos del verano verla manchar impune la mejilla de la diosa y del mendigo verla ahora tan inmensa en la quieta cascada del espejo.

Mauricio Cappelli

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8 En mi sangre en silencio y a la espera palabra oscura que florece en el templo de tu hambre en el tedio y en la dicha en la gloria y la caída tú mi reencarnación mi destino mi leyenda tú mi diosa barrendera de mi ayer.

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9 Ya había sombra antes que el árbol ya había un tesoro antes que el mapa ya había un cadáver en la memoria antes que las palabras zumbantes lo mostraran.

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10 Recuerdo cuando temblaban mis ojos con el botón del crisantemo recuerdo cuando caminé por el filo de espadas mojadas de aurora y por las caderas de aquella mujer pintada de blanco recuerdo el enigma de las tasas de té que vi cocinar en hornos de barro y recuerdo al sagrado río congelarse y al sol patinar en él con sus lejanas infancias sé del sabor de las cerezas, sé del decir de esos labios que pronunciaron sangrientas alboradas y de la fiesta de esa muchacha que llegaba con su andar de musgo a mi ventana sé del bambú y del eco del tiempo en sus entrañas, de esas inmensas praderas que cabalgué en el lomo de los vientos y de aquellas mágicas nubes que regresan para rasgarse en la montaña ahora mi cuerpo es el cuerpo de un dios diminuto es sagrado mi aliento y mi hambre, y es mi trono

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el plato de la luna y el fondo de aquella botella que nadie ha visto fue lo más pura posible mi vida que llevé sin manchas y sé que frente a esta llanura solitaria el minuto que me queda será suficiente voy a entregar mi mensaje lloraré sobre la rosa y sobre la frente de aquel niño pero a nadie diré que soy hija del odio y de la podrida historia regreso al pecho nauseabundo de este poeta que al fin y al cabo es el jardín de mis ancestros.

Mauricio Cappelli

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Las razones de las hojas



Dylan Thomas Cuando el bronco mar es mi destino olas de un amor antiguo guían mi vientre de madera cuando el laberinto es gris y llueve el ángel sol me presta sus alas y canto para él un solo verso de arco iris cuando un oleaje de potros cruza mi piel de ensueños es que a la vida soy como una llanura cuando el guerrero se lanza a la muerte y me empuña siento el beso de un dios al romper el pecho de su enemigo y cuando torno a descifrar el mundo, cuando la soledad es viento y alas, me aguardo en él, en sus asombros, ansioso del cuerpo de su pluma, para dejarme poseer lívido y dócil como una página.

Mauricio Cappelli

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Henry Valencia Y fui raíz un día y con alegrías y dudas supe escalar el lenguaje del tronco fui hoja que bebió luz y oscuridad que visitó la primavera brisas y colibríes lamieron mi frente y supe sentir el mundo desde la piel del fruto huyo de mí, ciego en mis palabras volveré para la luz mi sangre son pájaros que ya se fueron de mis ramas.

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Hemingway Ahora que el anzuelo se tensa cortando el aire y resiste un medio sol naranja ahora que la presa salta y se agita rayando la piel amarilla de la tarde y los rostros cantan y los cuerpos se llenan de arreboles y de ganas dejo que me arrastres a la muerte, a la luz de la muerte, con el hilo cristal de tu saliva.

Mauricio Cappelli

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Basho Voy por la calle y aquel señor con quien tropiezo voltea a mirarme y sonríe una anciana me saluda amable cuando paso frente a ella el panadero de la esquina me vende su mejor pan y el mendigo me escucha cuando le digo que también me siento solo así aprendo, escucho, sonrío y digo buenos días y así cada quien podría salvarse y como una epidemia salvarse el mundo.

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Altamira Cada mundo que no somos contará su historia las aves rayarán el aire con sus alas y formarán cielos de altamira que hablarán de nuestras cacerías y de cómo nuestros odios nos cubrieron quizás en ellas se cuente que muchos sentimos vergüenza y que vivimos en el verso para soñar la criatura que no fuimos esas historias, altamira de los tiempos, contarán que esos ojos tristes son estos mismos ojos tristes y que mi sangre es el mismo rojo de la herida de la humanidad que se desangra ahí, dibujada en el aire.

Mauricio Cappelli

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Crónica roja La nevera llena de escarcha una delgada capa de tiempo en las tapas de las ollas una fina telaraña uniendo los pocillos los bananos negros, diez moscas y en su rutina, tan sólo el reloj de la pared al día es cierto a la soledad no le importa que la anciana de la casa se esté pudriendo en la cocina.

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Sanatorium Del otro lado de ese muro una multitud de rostros escarba en la penumbra por sus años azules uno tose otro mancha de amarillo el país que le queda uno se pregunta cómo será hoy el rostro de su hijo y otro mira el cangrejo de su cáncer aparecer e irse por la ventana tan sumisos esperando a que esa enfermera toda risas escoja de pie en el quicio de la puerta.

Mauricio Cappelli

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Junio de 1982 Unos pasos que fui me señalaron el camino uno que viene corriendo dentro de mí también soy ese juguete que sostiene mi mano, el azul de esa tarde de junio de 1982: el sonido de una bofetada un grito que nadie dice todavía.

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Atardecer en la colina de San Antonio El samán rasga el aire en la colina con su pulgar boca abajo y de nuevo el gladiador hunde su espada en el latido del viento el cielo mana voces de corderos y la novia, con su corona de mares en la frente, entra al sueño sosteniendo la cabeza del amor que tuerce los ojos servida en una bandeja de colérico horizonte con lágrimas y brisas el sueño bautiza los pájaros que a la tarde le salen de la boca.

Mauricio Cappelli

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Lo que narra el loco con sus manos Alguna vez, mi nombre fue el nombre de un imperio que ya nadie recuerda, mañana una fruta albergará mi ímpetu y soñaré una boca y me dejaré caer justo a los pies de la sombra que la alberga y otra vez la muerte será un principio al viento contaré mis historias cuando fui una golondrina que el sol, como un padre, abofeteó mi cara varias veces y que soy ese epitafio y ese cuerpo que aún se pudre debajo de las piedras al anciano del barrio contaré que en Grecia una legión de niños se turnaron para mirar a las estrellas y que en doscientos años de amores y de guerras la Odisea al fin conquistó la página cuarenta al navegante diré que en Europa una rata negra lame el sexo de una reina, que un barco parte rumbo a las Indias desde las costas de África

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y que Miguel de Cervantes escribe los libros que imaginó en su infancia, no en la cárcel al justo diré que fui el asesino de un hombre importante y que ahora mismo alguien me busca para matarme porque soy mendigo huido en el deseo es mía la palabra del mundo y en la ebriedad de la niebla ofrezco el alma, un verso, a cambio de una duda o de un segundo de luna entera en la confusa noche viajante del árbol en las venas de la luz, soy un dios, un mendigo y un guerrero según cuenta la memoria de mi sombra un niño que visita todas las criaturas que repiten los relojes de su sangre.

Mauricio Cappelli

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Las razones de las hojas Todo me conmueve: el nombre de Dios que vi en un sueño, las circunferencias que se forman en la calma del agua que toco, la voluntad de la rosa ante el duro mediodía, el tigre que salta al cuello de su presa y su hembra que carga en el hocico a su cachorro me conmueve que las estrellas me estén hablando ahora mismo, que el lobo mire con ojos de sol entre las sombras; me conmueve el crepúsculo, tan sentimental cada día, la soledad del perro callejero, la paciencia de un mendigo, la voluntad de vivir de un anciano me conmueve el sabor de la uva, el sexo de la luna, la mirada triste del mono que pregunta y las razones de las hojas cuando lloran alegría temprano en la mañana me conmueven las barbas del abuelo árbol, sus frutos en mi pecho y su voz de lluvia acunada en el viento, florecido 84

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me conmueve el galope de mis viejos pasos, las aves de mis ojos en el trigo telĂłn del horizonte, y el sol y sus sombras que pueden ser asesinos y poetas me conmueve ese hombre del espejo que es mi padre, mi hermano y mi hijo al mismo tiempo, y saber que tengo un motivo, siempre, para decir algo de la vida y el coraje para encontrarme con el mundo que al contemplarlo tiembla cada dĂ­a como un solo milagro entre mis manos.

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Yagé 1 Escribo mi mano -que ella me usaescribo puerta y me quedo afuera.

2 Palabras, huellas la vida no se quedó sola no murió el instante solitario.

Mauricio Cappelli

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3 El instante no hace ruido al entrar su casa eras con tu huella tranquila cuando entraste.

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Carl Sagan Un universo en una gota y en el dedo de la gota todo el รกrbol.

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Cuerpo del sonido como el aleteo de una gallina cuando se va a caer del palo.

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Declaración de amor Mis héroes ya no son los libros lo son aquellos quienes habitan las valentías, las curiosidades, los silencios que palpo y que persigo entre la niebla de los días va mi alma encontrándome en lo inesperado y existo si una persona pierde su locura también perderá su infancia.

Mauricio Cappelli

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Pranayama Hay un bosque en donde uno es el viento y se adentra la crisálida que tiembla en la hoja lo que no decimos lo anuncia la chicharra la infancia reconociéndose en el musgo respirar otra vez el silencio que fuimos nos llena de pájaros nos hace florecer.

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Yoga A la mente se le pide que sea, no que piense se le pide que ocurra primero en el cuerpo como ocurre primero el silencio en las palabras.

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La cueva del tigre Un tigre duerme en nuestra espalda las palabras tienen una espalda y cada yema de los dedos tiene un cuerpo oscuro: quien te hiere es porque estรก pidiendo ayuda si herimos es porque nos sentimos solos.

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El patio No vienes de un vientre, sino de una pronunciaciรณn dame las palabras correctas lo que no estรก listo afuera de mi mente para verlo dame mรกs camino, patio dame mรกs afuera, memoria la oscuridad de a dรณnde quiero ir.

Mauricio Cappelli

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Colibrí ¿Qué haces colibrí en este otoño consumiéndote? ¿entregando estos sonidos a mis labios? criatura fugada, gustado rubí de lo imposible rescatas mi cuerpo cuando libas escapa mi jardín cuando lo sueñas.

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La gota Es el azul una materia blanda y sensitiva se puebla de bosques y de extraĂąas criaturas invisibles que hablan en la voz de los colores sus jornadas de luz intentando ese azul en mis palabras me observa la vida desde afuera como si yo fuese un pez en un acuario empujo la piel del dĂ­a para que perdure la experiencia del mar en un instante, su cristal de ilusiĂłn y me olvido me penumbro al descreer de la muerte en transparencia crezco esperando el asalto del amor dentro de una gota.

Mauricio Cappelli

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La casa de María Saltas en charquitos de lluvia si deslizas tu piel por la habitación, úntate de madera y de sofá antes de la ducha que los habitantes de tu casa te lo van a agradecer que la respiración de tu piel te lo va a agradecer Si vibras, tu casa vibra -tu casa se hace cuerpo y huelesi tu cocina huele, tú respiras si tu cuerpo danza y suda, ella ovula.

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Luna del yagé Ronda de tu fuego, mujer entré a tu vértigo, por tu camino en levedad tendí mi hierba vi un animal tras otro en tu sombra de leche y sin pies por la escalera tenebrosa tocó mi lomo tu chasquido por la alcoba de mis dedos voló nítido tu rostro calcaba tu luz en mi ceniza al tocar el cuenco voraz, danzaba tu voz alrededor del almendro, creciente entre mis sienes iluminado, respiraba tu cuerpo lejano en mi cerebro.

Mauricio Cappelli

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Debajo del sueño Salgo de mi boca y entro en el hondo espejo he de soñar otra vez la luz libres mis palabras se van nocturnas murmurando peces, memorias vegetales lo que no dije en este día se va en extrañas imágenes, en rostros que me liberan o que me asustan como si mis palabras crearan otro mundo más hermoso después de mí cuerpo, yo me encargo, dice mi mano, aunque dentro del sueño no la escuche.

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Animal Muéstrame los ojos que se abren, luz. Trae tus preguntas de sombras si por la orilla das mi criatura Bebe conmigo de este cuerpo amplio y esculpido; vuela despertando, da la palabra, a mi sueño de animal recién surgido Dame puerta, luz; la savia, el paisaje, la carne Tú, la más ciega, úsame, por un segundo de mirar atrás el paraíso.

Mauricio Cappelli

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Canto de la vida la muerte pinta las caras de las hienas los polluelos de los buitres advierten en la distancia el olor maternal de la carroña la cría de la cebra no volverá a probar la leche sus rayas comprenden el ocupadísimo estómago de la hierba crea la vida bajo sus alas verdes bajo sus alas negras y si acaso la noche es justa porque calla: también los gusanos ignoran el árbol que los bebe.

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Varanasi No soy el río pero sí una palabra que reconoce su sonido no soy la vida pero sí un pulso suyo para darse me preguntan el río y la vida por la arcilla de mi mano y les respondo: a la orilla de mis labios han puesto el sonido de esta muerte hambrienta como una flor, han abandonado mi cuerpo cuyo sol lo beben el sándalo y la oración, sus venas de moscas al unirse con las mías Detrás de ese espejo levantando este cadáver, doy mis palabras como una cosecha de lluvia para mis ojos de mono y peregrino, para que nunca se detengan tus manos en el aire, ni mi cuerpo, como lo pide el destino aunque me ate a la arcilla del amor.

Mauricio Cappelli

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El árbol el árbol se dibuja en el vidrio repitiendo del aire su vestido de luz pero atrapado el árbol no puede pasar hacia mi voz sentado en mi semilla se quedó mirándome las manos, mi jardín distraído en el agua dibujada iba cada una de sus palabras, la soledad del sol por haber amado, Mauricio, no cruzarás por el cristal ni en pájaro, ni en semilla no amas el árbol verdadero si no aceptas que se va.

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Fantasmas de relojes y de tigres


Ganges Hay un río debajo de la flor de la putrefacción y una vida que devuelvo a cada respiro como una orilla recobrada hay un regalo y una ofensa que cumplen su suerte: la señora con alzheimer que levanta levemente su rostro cuando reconoce su nombre el musgo de la escalera de piedra por donde sube un río hacia mi casa debajo de esa casa que me escucha crece una flor que nombra mi regreso.

Mauricio Cappelli

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Contenido Senderos al jardín azul Grieta de pájaros / 9 Días de fuego / 10 Agosto / 11 El baúl del italiano / 12 El patio de la abuela / 17 Parábola / 19 El árbol / 20 Lecciones / 21 Adiós a las bailarinas / 22 Espejo en espiral / 24 El aprendiz / 25 Orillas del viento Piedra del sol / 29 Intimidad / 30 Templo / 31 El verde croché / 32 Escampe / 34 Vespertina / 35 Lenguaje de señas / 36 Jardín japonés / 37 Trébol / 38 El verbo / 39 Otoño / 40

Mauricio Cappelli

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Ojos negros para el verano En busca del viajero / 43 El pez / 44 Oración / 45 Derivas / 46 La barca / 47 En la sed de la madera / 48 La isla / 49 Vuelo y memoria / 50 Penélope / 51 Zoografías Tiembla el paisaje / 55 Del bolero de la vida / 56 Un cuchillo la oblicuidad / 57 De cara al suelo / 58 Lento entra por el patio / 59 El mensajero entra / 60 Caleidoscopio de la mosca / 61 Las razones de las hojas Dylan Thomas / 73 Henry Valencia / 74 Hemingway / 75 Basho / 76 Altamira / 77 Crónica roja / 78 Sanatorium / 79

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Fantasmas de relojes y de tigres


Junio de 1982 / 80 Atardecer en la colina de San Antonio / 81 Lo que narra el loco con sus manos / 82 Las razones de las hojas / 84 Fantasmas de relojes y de tigres Yagé / 89 Carl Sagan / 91 Cuerpo del sonido / 92 Declaración de amor / 93 Pranayama / 94 Yoga / 95 La cueva del tigre / 96 El patio / 97 Colibrí / 98 La gota / 99 La casa de María / 100 Luna del yagé / 101 Debajo del sueño / 102 Animal / 103 Canto de la vida / 104 Varanasi / 105 El árbol / 106 Ganges / 107

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9 789585 838864


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