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El convento de La Merced

El convento de

La Merced Daniel Robles Landaverde Esc. Justicia Social • Mpio. San José Iturbide

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n la ciudad de Guanajuato, un hermoso y colorido lugar lleno de fantásticas leyendas es el Castillo de Santa Cecilia. Se cuenta que ya hace muchos años ocurrió ahí un asesinato de una mujer de la realeza. Los turistas han sentido siempre mucha curiosidad por visitar el lugar, pero salen sumamente asustados, puesto que cuentan que al abrir las cortinas, en las ventanas, hay pequeñas cruces hechas con aceite, y si se observa bien, también las hay en puertas, ésto podría significar que hay peligro de no salir con vida de ahí. Algunos aseguran haber escuchado risas o gritos. E

Este lugar es muy reconocido, incluso ha sido utilizado para grabar películas, en algunas de sus filmaciones se han encontrado figuras y sonidos extraños, un ejemplo de estas películas es la de «Las momias de Guanajuato». Por lo mismo, no es de extrañar que este sitio se haya convertido en un buen centro turístico para los que visitan nuestro hermoso estado.

Otra de las leyendas de esta ciudad sucedió en el ex convento de La Merced, donde, un pintor llamado Gerardo Murillo, mejor conocido como doctor Atl, frecuentaba el lugar continuamente en busca de inspiración para sus obras.

En ese lugar, cierto día el artista vio que un coronel y su asistente llegaron de forma apresurada, mientras que discutían. En marcha firme, el asistente que caminaba hacia el patio, de repente, se detuvo en seco, mirando fijamente hacia un arco, en el que después el mismo coronel también se centró y comenzó a accionar su arma. Sonaban ensordecedores los disparos y el eco que provocaban. Desde el ángulo en que estaba el pintor, no se alcanzaba a ver quién disparaba, pero terminó por tirarse al piso, sólo se dejaba de escuchar el estruendo de las balas, cuando se tomaba espacio para recargar las armas, las balas cayeron al suelo, el coronel se agachaba para levantarlas sin apartar la vista, como si algo se acercara. En eso el pintor le vio despegar los pies del suelo y levantarse por el aire, como si un hombre muy fuerte lo levantara por el cuello y en

seguida lo arrojara por el piso. El artista corrió en seguida de ver lo ocurrido, pero sólo alcanzó a ver cómo el coronel daba sus últimos respiros, éste había caído inconsciente.

El pintor dio su declaración a las autoridades, pero como parecía una historia poco real, lo encerraron, sólo esperaban la declaración del asistente del coronel, quien se encontraba hospitalizado por la impresión.

Unos días después al despertar y recobrar los cinco sentidos, fue llevado con el comisario para reconstruir los hechos ocurridos. Se le veía con ojos llenos de miedo, mientras contaba su declaración:

—El coronel y yo regresábamos de nuestras labores, cuando cruzábamos por el patio, vimos que desde uno de los arcos se levantaba una sombra más oscura que una noche sin luna, el miedo me paralizó, pero el coronel decidió dispararle, cuando se le acabaron las balas, el fantasma desapareció de los arcos y apareció otra vez enfrente del coronel, ahorcándolo con sus grandes manos, después de ésto, el miedo era tal, que caí desmayado, es que áquello parecía el fantasma de un fraile, pero lucía espantoso con su cara… y sus manos … era…—

Titubeaba sin poder terminar la descripción, después de varios intentos.

Finalmente, el comisario retiró los cargos hacia Murillo por la declaración y porque las huellas no coincidían con lo que había en el cuello del coronel. A pesar de no creer en ello, dejó a éste en libertad. Cuenta la leyenda que todo ésto sucedió en el convento de La Merced, ubicado en el Mineral de Mellado en la ciudad de Guanajuato.

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