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OPINIÓN
Viernes 20 de abril del 2018
El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.
LAS PRINCIPALES PREOCUPACIONES CIUDADANAS Y EL DESARROLLO EDUCATIVO
La educación y la república IGNAZIO
De Ferrari
A
Politólogo, Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico
medida que los hallazgos de las investigaciones a la red Lava Jato salen a la luz –y terminan con presidencias como la de Pedro Pablo Kuczynski y ponen en prisión a líderes históricos como el brasileño Lula daSilva–lacorrupciónseconvierteennuestra región en un problema cada vez más importante para los ciudadanos. En el Perú, según una encuesta reciente que utiliza datos del INEI, la corrupción es el principal problema nacional para cerca del 50% de la población, dejando a la inseguridad en segundo lugar. ¿Qué nos dice esto sobre el país en que vivimos? ¿Y qué significa que sea este el problema número uno y no otros como las lamentables condiciones de nuestro sistema educativo? Una mirada a la data del Latinobarómetro delúltimocuartodesiglonospermitetrazarel siguiente panorama regional: entre 1995 y el 2009, el desempleo y otros aspectos económicos ocuparon el primer lugar en las preocupaciones ciudadanas. A mediados de la década pasada, la criminalidad empezó a ganar terreno y para el 2010 era ya el primer problema regional. Aún hoy, la inseguridad es la principal preocupación para los latinoamericanos, excepto en los países que, como Brasil y el Perú, han sido más afectados por Lava Jato. Visto en perspectiva, es sorprendente que en el Perú la corrupción sea hoy un problema más importante que a inicios de siglo. En el 2001, luego de que los ‘vladivideos’ revelaran el desastre moral del régimen fujimorista, la corrupción era el principal problema solo para el 5% de los peruanos. Por otro lado, si bien la corrupción es la gran preocupación y el tema de numerosas columnas de opinión por estos días, es lo que no se ve y de lo que no se habla tanto, lo que, en el fondo, más nos dice sobre la realidad en que vivimos. La precaria
situación de la educación es el principal problemasoloparael5%deloslatinoamericanos y el 5% de los peruanos, según el Latinobarómetro 2017. Y, peor aun, esos números se han mantenido estables en los últimos tres lustros. ¿Qué significa y qué consecuencias tiene que en un país con nuestro paupérrimo nivel educativo la educación no esté a la cabeza de las preocupaciones de los ciudadanos? Por un lado, el hecho de que la criminalidad y los problemas económicos tengan precedencia sobre la educación sugiere que la vida cotidiana sigue siendo demasiado dura y hostil para las grandes mayorías. En otras palabras, siguen existiendo importantes necesidades existenciales no resueltas como la integridad física y el sustento económico. Que la corrupción sea una preocupación tan importante sugiere que la clase política camina al filo del abismo. Todo esto tiene profundas consecuencias para el futuro del país. La oferta política suele estarrelacionadaalasdemandasciudadanas. Si un tema no es prioritario para los votantes, no suele serlo para los políticos porque significa que el caudal de votos está en otro lado. Y si bienelhechodequeuntemaseaprioritariono garantiza que se solucione –fijémonos nomás en la falta de ideas para resolver la criminalidad– permite, al menos, que se discuta en la arena pública. Es difícil imaginar soluciones creativas a los problemas de nuestra educación sin un gran debate nacional verdaderamente participativo. La gran ironía de esta historia es que sin una ciudadanía bien educada, consciente de sus derechos y deberes, y lista para enfrentar los retos de nuestro tiempo, es difícil empezar a resolver los grandes problemas del país. No podemos pensar en derrotar a la corrupción y reducir la criminalidad en el largo plazo sin ir al centro del problema, sin enfocarnos en la educación. En el terreno económico, la investigación del economista francés Thomas Piketty apunta a que, en el tiempo, la mejor forma de reducir la desigualdad pasa necesariamente por la educación. En el fondo, cuando expresamos que la corrupción y la criminalidad son nuestras principales preocupaciones, nos enfocamos en el
síntoma y no en el verdadero problema. Para que la educación tenga un espacio central en la vida nacional, los ciudadanos –porque los políticos difícilmente lo van a hacer por nosotros– tenemos que invertir el orden de prioridades: más educación primero, para con esa herramienta hacer frente a las tareas pendientes de la república.
“No podemos pensar en derrotar a la corrupción y reducir la criminalidad en el largo plazo sin ir al centro del problema, sin enfocarnos en la educación”.
ILUSTRACIÓN: GIOVANNI TAZZA
EL NUEVO PRESIDENTE DEL CONSEJO DE ESTADO CUBANO
La tarea imposible de Miguel Díaz-Canel CARLOS ALBERTO
Montaner
F
Periodista
inalmente, hicieron presidente del Consejo de Estado a Miguel Díaz-Canel. En Cuba no hay presidente de la República. Formalmente, es un sistema parlamentario. En realidad, es una dictadura de partido único, hasta ahora dirigida con mano de hierro por los Castro. DíazCanel no tiene una palanca en qué apoyar su autoridad, salvo la vigilante confianza que le quiera otorgar Raúl Castro, un anciano de 86 años al que secretamente le desea la muerte parapodergobernar.Todalaestructuradepoder está en manos de los raulistas y él lo sabe. El jueves Raúl se replegó al Partido Comunista de Cuba, columna vertebral y única de la nación de acuerdo con el artículo quinto de la Constitución. Desde ahí observará cuidadosamente la actuación de su sucesor para liquidarlodeunzarpazosisesaledelguion.Esmuy incómodo trabajar con los ojos del verdadero jefe instalados en el cogote. No obstante, el Partido Comunista jamás
ha tomado ninguna decisión importante. Es solo una correa de transmisión de las órdenes ycaprichosdelosCastro.Comolostresmonos de la fábula china: no ha visto, no ha oído, no ha opinado. Peor aun. Hay un cuarto mono: ni siquiera ha sabido. Raúl también controla el Parlamento (Asamblea Nacional del Poder Popular) por medio de Esteban Lazo, su presidente. Mariela, su propia hija, es uno de los 605 asambleístas, conocidos en Cuba como “los niños cantores de La Habana” por su asombroso afinamiento. Nunca se les ha escuchado una nota discordante. De ellos, 31 integran el Consejo de Estado, supuestamente el sanedrín que ha nombrado a Díaz-Canel y que lo puede despedir fácilmente. Sin embargo, la autoridad real del país está en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (Minint), fagocitado por Raúl en 1989 por temor a una conspiración. Las FAR y el Minint han sido sembrados de raulistas. Raúl Castro fue ministro de Defensa de 1959 al 2006, cuandosuhermanoFidelenfermógravemente y él lo sustituyó. Raúl ha formado y deformado los cuerpos armados. Ha nombrado a todos los oficiales con mando y los ha llenado de privilegios. Incluso ha cuidado el destino económico de los amigos jubilados asignándoles puestos en el
área dólar, que es la única habitable. Como suele ocurrir con los jefes, aunque todos digan amarlo, hay muchos que lo odian. Por eso existe una fotografía de Raúl dando una charla en un cuartel mientras lleva un chaleco blindado bajo la camisa. Siempre ha sido una persona desconfiada y cautelosa. Raúl espera la cuadratura del círculo de su sucesor. Quiere que mantenga el sistema y arregle o alivie los problemas de la sociedad cubana. Eso es imposible. La miseria, la improductividad, la decadencia y la desesperanza de los cubanos se deben, precisamente, al sistema. No se puede arreglar nada si no se cancela ese manicomio. Los cubanos quieren libertad para elegir el cine, los libros, las ideologías o los políticos que les satisfagan. Incluso, quieren ser libres para ser apolíticos y no tener que repetir las chácharas revolucionarias impuestas por unos tipos dogmáticos. Fue lo que precisó el escritor Reinaldo Arenas cuando logró escapar de Cuba y le preguntaron lo mejor de estar exiliado: “Estrenar mi propia cara”, dijo con cierta melancolía. Los cubanos desean estrenar sus verdaderas caras. Poder emprender actividades que les reporten beneficios para vivir mejor, para comer lo que les apetezca y no lo que deciden los comisarios, para viajar y ver mundo. Cuba es el único país del planeta en que los médicos,
profesores, ingenieros, cualquier profesional, no viven al menos como clase media, salvo que formen parte del cogollo del poder. Hoy, a medias, en el terreno económico, algo pueden lograr quienes reciben remesas en dólares. Quienes alquilan habitaciones a extranjeros en casas remodeladas. Las muchachas que se prostituyen. Algunos trabajadoresporcuentapropiaquetrasladanturistas en sus viejos coches y quienes han conseguido licenciaparaoperarciertosrestaurantesfamiliares o paladares. Es decir, quienes viven y trabajan en el área dólar, pero cuántas personas tienen ese privilegio: ¿el 5% o el 10% de una población de 11 millones? El peso cubano carece de poder adquisitivo y el 90% del país recibe su salario o sus pensiones en ese signo monetario. Raúl Castronoseatrevióaenfrentarsealproblema, dejándoleaDíaz-Canellaherenciaenvenenada de unificar las monedas. ¿Cómo se hace eso? Dejando flotar el peso cubano y liberalizando los precios, lo que crearía una terrible inflación y un caos económico que duraría entre 18 y 24 meses. En ese punto, presumiblemente, Raúl habrá muerto y súbitamente habrá desaparecido la única fuente de autoridad real y de lealtad personal. Entonces pudiera suceder cualquier cosa. Incluso, que Díaz-Canel estrene su verdadera cara.