Un tesoro en el armario

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Un tesoro en el armario

MC HITO

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Índice de capítulos

Capítulo 1: Una prenda muy singular........................5 Capítulo 2: Quedamos en un armario.....................13 Capítulo 3: Un pequeño chapuzón..........................19 Capítulo 4: La curandera. .......................................25 Capítulo 5: Estallido de luz......................................31 Capítulo 6: Desaparición misteriosa........................39 Capítulo 7: Escapada nocturna...............................47 Capítulo 8: En otro país...........................................53 Capítulo 9: El enigma del rey...................................57 Capítulo 10: Volvemos a casa.................................63 Epílogo: La despedida.............................................67

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1 Una prenda muy singular

Aina lo miraba fijamente, con las manos y la nariz pegadas al escaparate. Era tal como se lo había imaginado, lleno de bolsillos fantásticos por todas partes. Aina adoraba los bolsillos; tenían algo misterioso y mágico. Desde fuera nunca dirías que escondían, pero sólo hacía falta entrar en ellos para para descubrir un mundo lleno de sorpresas. Cuando su madre le dijo: “¡Aina! ¡Que llegamos tarde a la escuela!”, y la cogió de la mano, no pudo dejar de mirar aquel bonito abrigo rosa -su color preferido- con sus fantásticos bolsillos mientras tiraba de ella.

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Después, en la escuela, le costó mucho seguir las explicaciones del profesor. Pablo era un buen maestro, siempre preocupado por sus alumnos y no le pasó por alto que alguna cosa tenía a Aina distraída. - Ainita. ¿Te pasa algo? Estás un poco distraída. Aina dio un salto, e intentó disimular como pudo, al oír la voz de Pablo. -No, no. No me pasa nada -mintió-. Sólo estoy un poco cansada. -Bien, entonces quizá deberías irte a acostar más pronto... -Y continuó con sus explicaciones sobre los marsupiales. Aina pensó que en eso Pablo también tenía razón; por la noche nunca encontraba el momento de irse a acostar, era más interesante leer historias de aventuras y cuentos fantásticos. Su madre siempre le decía cinco o seis veces que apagara la luz y, cuando Aina ya veía que habría bronca, apagaba la luz con el libro aún en sus manos y aprovechando hasta el último instante para leer. Cuando se acabó la escuela y sus padres la fueron a buscar, no tardó mucho en hacer la temida pregunta. -¿Me compraréis el abrigo? Su madre la miró con sorpresa. -¿De qué abrigo hablas? -¡Jo, mamá! ¿No te has fijado esta mañana? -Aina, muy a menudo, perdía la paciencia con su madre. “No me hace ni caso”, pensó-. ¡El abrigo rosa que miraba en el escaparate de aquella tienda!

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-¡Ah! -exclamó la madre-. Pero Aina, querida, ¿no ves que te acaban de regalar uno para tu cumpleaños? La madre tenía razón; solamente hacía una semana (el 14 de noviembre más concretamente) de su cumpleaños, había cumplido ocho años, y le habían regalado un espantoso abrigo de color marrón con dos bolsillos más espantosos aún, y además muy pequeños. -¡Pero mamá, aquel abrigo no me gusta nada! ¡Es feo! -¡Oh! ¿Y qué dirá la abuela si te oye? -dijo su padre. -No, no. No quiero que la abuela lo sepa. Se pondría triste y eso no lo quiero. Pero... ¡aquel abrigo es horrible! Sus padres la miraban muy serios y Aina comenzó a sentir cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. -Aina, me parece que tendrás que esperar hasta el año que viene -dijo el padre con una voz que no admitía discusiones mientras su madre asentía con la cabeza. No había nada que hacer. Aina tuvo que tragarse sus lágrimas y su mal humor de camino a casa. Cenó de mala gana y, por lo tanto, se llevó también un buen sermón antes de acostarse. ¡Qué día más horrible! Salvo el tiempo que estuvo mirando aquel fantástico abrigo, el resto del día había ido de mal en peor. Estirada en su cama, con las sábanas cubriéndola hasta la nariz, se sentía muy triste e incomprendida. Cerró los ojos y la imagen del abrigo con bolsillos no se hizo esperar, era... ¡tan bonito, tan especial...! ¡Lástima que sus padres no lo entendieran! Se durmió mien-

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tras la imagen del abrigo bailaba ante sus ojos; una imagen que cada vez se hacía más real, tan real, que hasta pudo hablar: -Aina, mañana búscame en tu armario -le susurró al oído. Ella lo miró como si oír hablar a un abrigo fuera la cosa más natural del mundo y, como quien no quiere la cosa, le contestó con una gran sonrisa: -Te iré a buscar en cuanto me despierte. -¡Ya verás cómo nos divertiremos! -le prometió el abrigo-. Mis bolsillos están llenos de sorpresas... Y, sin darse cuenta, finalmente, se quedó dormida. Por la mañana, cuando se despertó, el sueño se había desvanecido de su mente y Aina hizo lo que solía hacer cada mañana: levantarse, ir al lavabo y lavarse los dientes... Hasta que se acercó al armario para coger su ropa y al abrirlo... de golpe lo recordó todo, porque... ¡el abrigo estaba allí dentro! No se lo podía creer. Cerró el armario; lo volvió a abrir y, mira por dónde: ¡el abrigo seguía allí, con aquel color rosa tan llamativo! Lo cerró de nuevo y estuvo pensando un buen rato. Quizás le querrían dar una sorpresa sus padres y se lo habían dejado en el armario sin que ella se diese cuenta. Pero eso era muy poco probable. Finalmente no pudo aguantar más la tentación y otra vez abrió la puerta pero, esta vez, de par en par, como si fuese la puerta de un castillo. Lo miró fijamente, y mientras lo hacía, de repente, al abrigo le aparecieron un par de ojos, una nariz, unas pequeños orejas

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y... ¡una boca! Era la cosa más flipante que nunca había visto. y habló ante su pasmada mirada: -¡Buenos días! ¡Si que has tardado en levantarte! -dijo sonriendo. -¡Oh! -sólo pudo exclamar Aina. -Tranquila -dijo el abrigo con voz suave, al ver la cara de Aina-. No soy una aparición, soy real. Y he venido para enseñarte lo que se esconde dentro de mis bolsillos. La curiosidad de Aina pudo más que el estado de shock en que se encontraba y cosió a preguntas al pobre abrigo; sobretodo, estaba interesada en cómo el abrigo sabía lo que se escondía dentro de sus estrafalarios bolsillos. El abrigo tenía muchos bolsillos que, mientras hablaba con Aina, habían pasado del rosa a los colores y formas más inverosímiles que uno se pudiera imaginar; unos bolsillos que parecían hechos de una mezcla perfecta de fantasía y realidad. -...Sí, Aina, mis bolsillos están llenos de sorpresas –intentaba explicarle el abrigo-. Y los hay de todas clases: algunos contienen regalos sorprendentes y, en otros, incluso, puedes entrar y vivir aventuras que nunca olvidarás... Pero también hay algunos donde encontrarás, quizás, historias muy tristes, casi horribles y que pueden causar mucho miedo; es por eso que debes tener cuidado cuando escojas un bolsillo porque tendrás que quedarte con lo que encuentres: su regalo o su historia. Aina, de tan excitada que estaba solo escuchaba a medias, porque de todo su discurso únicamente se quedó con las palabras “bolsillos (claro está), regalos sorprendentes y vivir aventuras”. Las palabras “tristes, horribles o andarse con 7


cuidado” no las captó su cerebro. Tanta era su emoción que, en seguida, quiso escoger un bolsillo. -Un momento, un momento –dijo el abrigo-, antes de hacer tu selección debo explicarte una última cosa -se había puesto serio-. Podrás escoger, sí, pero solamente lo podrás hacer tres veces. Aina puso cara de desilusión. -¿Por qué tres veces solamente? -preguntó. -Porque no me puedo quedar para siempre en tu casa, otros niños y niñas me están esperando. Pero no estés triste. ¡Mira! Te daré un bolsillo de regalo para que veas como son. Aina puso una sonrisa que le iluminó su pequeña cara y señaló un bolsillo que la tenía cautivada, lleno de agujeros rarísimos; unos agujeros que estaban a mitad de camino entre los cráteres de la Luna y los agujeros de un queso gruyere. -Quiero aquél, el de forma de media luna de color azul que está lleno de agujeros. -¿Éste? -quiso asegurarse el abrigo. -¡Sí, sí! -exclamó ella entusiasmada. -Entonces... si estás tan segura... Mete la mano –le dijo con una mirada entre divertida y seria. Aina, por primera vez, lo miró asustada. Ella pensaba que sería el abrigo quien sacaría el contenido del bolsillo. El meter la mano en un bolsillo desconocido no le hizo tanta gracia como ella pensaba. -Vamos Aina, ¿a qué esperas? -la animó aquella curiosa prenda-. ¿No tenías tantas ganas? 8


Aina, que en su clase la tenían por muy valiente, decidió que tampoco había para tanto y metió la mano dentro del bolsillo azul con forma de media luna. Sintió el tacto de una cosa pequeña y muy suave, la cogió y notó como se movía dentro su mano; la sacó lentamente y, cuando la tuvo fuera, abrió el puño... Un ratoncito blanco muy pequeño la miraba directamente a su nariz. Aina dio un salto, involuntario, está claro, porque ella era muy valiente, y el pobre animal cayó de la mano al suelo. Por suerte no se hizo daño y salió corriendo por la puerta de la habitación buscando un agujero. -¡Ei! -exclamó confundida-. ¿Qué hacía un ratón en tu bolsillo? ¡Ay, si lo ve mi madre...!

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El abrigo sonrió al contestar, -Ya te he dicho que en mis bolsillos encontrarías cosas sorprendentes, y no te preocupes por él, sabrá encontrar un buen escondite. Aina pensó que, de momento, ya tenía bastantes emociones y que ya era hora de ir a clase -pronto entraría su padre refunfuñando que se estaba entreteniendo, como siempre-. Quedaron en que se encontrarían por la noche para elegir el primero de los tres bolsillos, pero primero le hizo prometer que los podría compartir, porque, aunque a veces Aina era un poco egoísta, cuando alguna cosa era realmente importante para ella la compartía con su pandilla.

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