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¿Todo hay que volver a inventarlo? Bueno sí, en parte sí. Queremos crear un mundo nuevo, justo. Verdaderamente justo. Para ello entonces tenemos que terminar con todo lo que lo hace ser injusto, como la desigualdad social y económica, la corrupción, etc. Pero además tenemos que reinventar un montón de cosas, entre ellas las formas en que nos relacionamos para que estén regidas por nuevos valores y nuevos sentidos basados en la solidaridad y en el amor a la vida y a la humanidad trabajadora. En ese camino decimos que no existen recetas. Construir un mundo verdaderamente justo es mucho más complejo que hacer una torta o un budín, requiere mucho más esfuerzo de nosotros. Sobre todo requiere de toda nuestra creatividad e innovación, nuestra postura activa para discutir, y sobre todo una mirada atenta en la realidad en la que estamos inmersos. No vaya a ser que por seguir al pie de la letra la receta nos neguemos a ponerle chips de chocolate al budín en cuestión. Y aún más, requiere de toda nuestra audacia, para llevar adelante proyectos transformadores que constantemente se superen a sí mismos, que nunca nos conformen, para que siempre podamos dar un paso más adelante, hacia el camino del cambio social que construimos. Pero en ese camino, tampoco pretendemos desconocer la experiencia de todos los procesos que a lo largo de la historia han hecho y hacen un aporte a ello. Y tampoco podemos desconocer nuestra propia experiencia que, como movimiento cultural que hace ya varios años desarrolla el trabajo cultubarrial, tenemos acumulada. Creemos que debemos recuperar dicha experiencia, para que nos sirva a todos y todas los y las que luchamos por un mundo verdaderamente justo, como caja de herramientas (¡y no como receta!).
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iNDICE ¿Por qué el trabajo cultubarrial?................................. pág. 3 ¿Qué entendemos por trabajo cultubarrial?....................................................pág. 4 ¿Cómo desarrollamos el trabajo cultubarrial?...................................pág. 6 -----------------------------------------------
Experiencias de nuestro trabajo cultubarrial Escuela Popular de Arte..................................pág.8 Contra el gatillo fácil...................................pág. 9 En mares lejanos, realidades desiguales, soluciones iguales....................pág.10 No están perdidas, son desaparecidas para ser prostituidas....................................pág. 12 Construyendo el barrio “El pueblito”........................................................pág.13 Que el teatro se pinte de pueblo................pág. 14
¿Por que el trabajo cultubarrial? El mundo está patas para arriba, anda medio retorcido, desvencijado: los niños tienen hambre y juegan poco, los adultos tienen miedo y el sueldo que no alcanza, la vida de algunos parece valer cada vez menos mientras que las cosas materiales valen cada vez más. Gobierna un individualismo exagerado que conduce a la insensibilidad y al egoísmo. La “ley del más fuerte” nos lleva a mirar para otro lado frente a la miseria y la injusticia que nos rodean: cada cual en lo suyo, cada quien con lo que le tocó merecer. Un mundo extraño si los hay, hecho por nosotros mismos y sin embargo tan ajeno, tan incómodo; y nosotros tan pequeños e impotentes frente a él. Después de darle varias vueltas al asunto, hemos llegado a una conclusión: no podemos considerarnos al margen de todo esto. Por el contrario, es necesario que el hambre y la pobreza nos conmuevan, nos indignen, y sobre todo: que nos inquieten. Y así, firmes y perseverantes, debemos empeñarnos en construir el mundo verdaderamente justo que soñamos. Sabemos que el cambio no vendrá sólo, sino que para ello es necesario el compromiso de todos y todas. También sabemos que el cambio no puede esperarse de quienes invirtieron el mundo, sino que debemos construirlo quienes sufrimos día a día el hambre y la pobreza, o quienes realmente nos indignamos de ello. Nosotros y nosotras sabemos que el co-
rrelato del problema habitacional, del hambre y la miseria, es la escolarización interrumpida, el analfabetismo y la precariedad de herramientas culturales. . Trabajamos la cultura desde los barrios porque entendemos que todos y todas somos portadores de ella. No nos quedamos sólo con eso y agregamos que también somos reproductores y creadores. Encontramos que la cultura de fácil acceso, la que nos muestran los medios masivos de comunicación, nos atraviesa pero no nos representa. Esto es porque quienes nos empapan de ella no sufren las violencias que día a día nos acosan a los sectores más vulnerables. Y si bien frente al hambre y la pobreza esto parece necesidad de segundo orden, como los sectores más postergados, y principalmente como humanos, somos capaces de (y tenemos derecho a) producir una cultura propia. Una que se presente necesariamente como una alternativa que nos permita reflexionar sobre nuestra capacidad de cambiar la realidad en que vivimos, y que sea ella misma motor de cambio. Nuestros talleres y actividades barriales pensados en clave transformadora, humildemente pretenden ser un aporte a la humanización de las mayorías, a la humanización de los oprimidos. Se trata del proyecto de quienes día a día trabajamos para producir y reproducir este mundo que, hoy -patas para arriba como está- no nos pertenece.
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¿que entendemos por trabajo cultubarrial? Seguramente si sacáramos una foto en cualquiera de los talleres que a diario impulsamos en los barrios populares se repetirían los juegos, las risas, las caritas traviesas, las manos manchadas con témperas, los talleristas explicando la dinámica del día, el nene que ese día estaba un poco más inquieto que de costumbre, los mates dulces que nos comparte un vecino… Pero si pudiéramos mirar a través de la foto, ¿qué veríamos detrás de la cristalización de esta imagen?, ¿qué propósitos y esperanzas encierran estas prácticas?, ¿cuántas discusiones entre mate y mate guardan estos momentos?, ¿qué certezas y orientaciones hemos construido en este camino recorrido? Comprendimos hace un tiempo que no basta con asumir que el mundo está mal, que esa crítica sólo termina de efectivizarse cuando nos ponemos en movimiento para cambiarlo, y con ese horizonte nos proponemos tender puentes desde lo cotidiano, desde lo pequeño, lo concreto. Desde esa certeza es que desarrollamos nuestro trabajo cultubarrial, desde la reflexión y la acción en un ida y vuelta interminable. Hay algo que tenemos bien claro: no damos los talleres porque sí. Por lo tanto, partimos de considerar que no es posible medir la efectividad de un taller si lo pensamos en sí mismo, aislado, fuera de la historia. No hay fórmulas, partimos de pensar la situación particular en que se inscriben (el barrio, sus problemáticas, sus vecinos, los intereses de los pibes), y es así que el taller significará cosas distintas según las particularidades de las realidades en las que se sumerge. Pero además, y fundamentalmente desplegamos nuestro trabajo cultubarrial desde un
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proyecto más general. El mismo taller de murga, significará cosas bien distintas si es impulsado por una organización oficialista o de cualquier partido de los sectores dominantes, una ONG financiada por Coca Cola o cualquier otra empresa, o una organización independiente. Pero entonces, ¿qué es eso que diferencia nuestra praxis, como organización independiente, de todos aquellos nombrados que impulsan el trabajo barrial? El proyecto con horizonte transformador desde el que construimos corresponde con una práctica pedagógica-política que se denomina Educación Popular. La misma no se define como un conjunto de técnicas (aunque las implica) ni por la modalidad que asume, si es escolar o extra-escolar, sino por su carácter de clase, es decir, por la meta de fortalecer y desarrollar la conciencia de clase de los oprimidos, entendiéndola como práctica colectiva y organizada que interviene activamente en la transformación de la sociedad. Nuestra humilde práctica se enmarcan en la tarea histórica de aportar a la humanización de las mayorías, de la clase trabajadora en sentido amplio (trabajadores ocupados, estudiantes, indígenas, desocupados, campesinos), humanización negada por los explotadores y opresores. Así es que los talleres dejan de ser una foto estática: nada tiene del quietismo que promueven las clases dominantes a la actividad cultural en los barrios, ellos no pretenden solucionar el problema histórico de los oprimidos, sino embellecerlo para perpetuarlo. En un sentido antagónico, recogemos el legado de la EP para que nuestros proyectos tengan a la vez que el objetivo de socializar conocimientos, la problematización de la realidad en la que vivimos, del trabajo precario, de la violencia de género, de los tranzas y los punteros, con el objetivo de desnaturalizarla y comprender que está en nuestras manos
transformarla. Esto no termina ahí, creemos que nuestra actividad barrial no sólo debe mantenerse independiente de las empresas, sino también de su metodología conciliadora. Nos referimos al asistencialismo, aquella práctica parcial y unilateral que no ataca los problemas de raíz, desde sus causas, sino que simplemente pretende suavizar sus consecuencias más evidentes, proponiendo embellecer “desde afuera” el mundo de los oprimidos, atrofiando su propia voluntad, convirtiéndolos en dependientes de esa “fuerza externa”. Ahora bien, desde los comienzos de nuestro trabajo barrial entendimos que el mismo no podía descansar únicamente en los talleres, sino que nuestra labor era de carácter doble, de reflexión y acción, de intervención y de denuncia. En ese sentido denunciamos la ausencia del Estado a la hora de garantizar los derechos básicos como vivienda, salud, educación y tantos otros a la vez que repudiamos su malformada presencia a través de los partidos dominantes en forma de los punteros políticos, los cuales se constituyen como garantes de la cultura de la dependencia. Una cultura que pretende institucionalizar los reclamos y las aspiraciones de los vecinos, ofreciendo migajas a cambio de votos, movilizaciones y/o silencio, castrando la voluntad de los vecinos, encolumnándola en proyectos ajenos al barrio y a los oprimidos en general. Es por eso que la independencia hacia ellos, es una cuestión innegociable si lo que se quiere es encarar una praxis cultural transformadora. Definitivamente no caben en una foto, ni en un taller, ni en una idea hiper genial nuestros objetivos y nuestro camino hacia ellos, somos conscientes que con el taller no alcanza, no vamos a los barrios a embellecer la pobreza, para que sea menos dolorosa, sabemos que desde ahí no resolveremos el problema de fondo, no queremos crear un mundo paralelo en los talleres. Queremos como pueblo encontrar y construir soluciones estructurales. Y aprendimos que para eso la respuesta debe ser colectiva, no hay salida individual, es preciso organizarse porque ya nos enseñaron que cada uno de nosotros solo no vale nada. Hasta que tengamos un mundo donde no siga habiendo pibes sin zapatillas, ni gente que pierde todo cada vez que llueve, donde la policía no mate a un pibe cada 28 horas, donde las personas sean más importantes que las cosas, donde no muera gente de hambre, hasta que todo sea como lo soñamos. El objetivo es ambicioso, en eso andamos humildemente todos los días, sin negociar el horizonte.
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¿como desarrollamos el trabajo cultubarrial? No es casual que los más altos índices de desempleo y analfabetismo se encuentren en los mismos lugares donde más elevada es la cantidad de casos de muerte por gatillo fácil. No es casual que en estos lugares sea donde abundan los narcos, donde la urbanización no llega, y donde día a día se siente la ausencia de espacios dignos de ocio, recreación, formación y aprendizaje. En las barriadas populares se concentran las más injustas consecuencias de este mundo retorcido, donde sólo se reciben promesas cada cuatro años, pero nunca soluciones estructurales. Por eso es que edificamos nuestro trabajo cultubarrial sobre tres pilares fundamentales: (uno) la creación o fomento de lugares de encuentro en los barrios, que se constituyan en espacios alternativos a todo lo malo que el sistema capitalista deposita en los zonas más pobres; (dos) el intercambio de bienes culturales e impulso y fortalecimiento de la cultura barrial; (tres) el generar un proceso organizativo para que codo a codo con los vecinos podamos mejorar cada vez más las condiciones estructurales donde habitamos y exigir el cumplimiento de nuestros derechos. Luego de un tiempo de haber comenzado a andar este camino, llegamos a la conclusión
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de que es necesario que los barrios puedan contar con espacios que sean propios, donde contener la vida cotidiana de quienes lo habitamos. Espacios que sean independientes, que sean verdaderamente del barrio, y que puedan ser sede de actividades culturales, de formación y recreación, así como también de ayuda mutua, de solidaridad, de creación de nuevos valores y de organización. Es por eso que nos hemos dado a la tarea de construir centros culturales barriales (CCB), como fruto de construcciones colectivas, que se erigen como espacios de reunión y anudamiento del barrio y de nuestro trabajo cultubarrial. Son espacios que nacen de la realidad barrial, y por lo tanto no la ignoran, sino que responden a sus necesidades e intereses. Por lo tanto, los CCB sólo serán tales en la medida en que el barrio se lo apropie, lo tome y le de vida. De otra forma será solo una casilla un poco más colorida que el resto. Pero ello no significa que queramos contentarnos con reproducir lo existente. Al contrario, son espacios que no pretenden embellecer la vida del barrio, sino encarar reivindicaciones y disputar todo aquello que -sabemos- nos corresponde, pero que hoy -en este mundo patas para arriba- no nos pertenece: nuestros derechos a una vida digna. La ausencia de estos espacios en los barrios, va de la mano con la ausencia de proyectos que promuevan e impulsen su vida cultural, y con la abundancia de propuestas con las que el capitalismo promete arruinar el presente y el futuro de nuestros pibes. Nosotros queremos promover alternativas a toda esa basura.
Pero no pretendemos sólo crear espacios para ir pasar el rato, sino que esa alternativa esté dotada de contenido, y que sea además una herramienta para transformar el presente y construir el futuro. Por ello es que levantamos la bandera de la profesionalización, al entenderla como necesaria para que nuestro trabajo cultural se desarrolle sólidamente. Durante estos años nos dimos la tarea de desarrollar lo que llamamos proyectos de Trabajo Cultural Complejo (TCC). Entendemos que un proyecto cultural complejo tiene que atravesar la vida del barrio de forma integral y dejarse atravesar a su vez por la misma. El trabajo cultural complejo implica consolidar un proyecto integral y de calidad, que discuta los necios núcleos del sentido común que asocian directamente pobreza y mediocridad y ponga de pie en los barrios más humildes salas de teatro con funciones todas las semanas, radios comunitarias abiertas a que digan su palabra aquellos a los que sistemáticamente se los obligó a callar, escuelas de murga que enarbolen la identidad del barrio y la bailen con orgullo, sin estigmatizaciones… Un proyecto que permita desarrollar cultura critica, otro tipo de subjetividad, en pos de la conciencia de la opresión y de la necesidad de organizarse para transformarla. Nuestros CCB y proyectos de TCC, luego de un desarrollo sostenido y abnegado a lo largo del tiempo han logrado desplegar no sólo una dimensión educativa y cultural, sino también una dimensión organizativa, reivindicativa y política: hoy son nuestra trinchera de lucha, desde donde nos organizamos y nos ponemos de pie todos juntos, para dar vuelta este mundo patas arriba, para invertir esta realidad tan injusta, para dignificar nuestra vida, para crear un mundo mejor.
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Escuela Popular de Arte y Centro Cultural Alegre Rebledia Km13 (Quilmes, Buenos Aires)
Allá por el 2011 llegábamos por primera vez al barrio Km13, movidos por las ganas de conocer y activar en el espacio… y así fue que entre mates y rosquitas nos adentramos en el barrio y su gente. Al principio arrancamos con dos talleres: apoyo escolar y teatro. Este último demostró gran potencial a lo largo de los años: los chicos se apropiaban cada vez más de las herramientas de la disciplina y las ponían en práctica a su manera. Fue ahí que surgió el gran sueño de construir una Escuela Popular de Teatro, para poder profundizar junto a los chicos la exploración de la disciplina, dotando de profesionalidad el espacio de los talleres al punto que pudiera constituir una salida laboral, y que pueda formar a los talleristas del mañana. Y bien, tamaño objetivo traía un par de preguntas importantes: ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo? Y más fundamental aún: ¿Quiénes? Las respuestas vinieron con el tiempo, con las ganas, con la voluntad de todos aquellos que cada día manteníamos viva la llama de ese sueño –vecinos, talleristas, incluso y obviamente los niños!-. Fueron muchas las ferias americanas, las rifas, las choripaneadas, los festivales, y toda aquella actividad o intervención con la que pudiéramos juntar un mango para meterle al proyecto. No faltaron tampoco las jornadas de trabajo voluntario en las que, codo a codo con los vecinos, pusimos maderas y chapas para que ese pedacito de tierra que al principio parecía desolada, fuera vestida con cuatro paredes y un techo, o mejor sería decir: con nuestro Centro Cultural Alegre Rebeldía, que finalmente se inauguró el 5 de septiembre del 2015. Ahora bien, este Centro Cultural constituye, además, la
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Escuela Popular de Arte (sí, de Arte, y no sólo de Teatro porque con el tiempo también se sumaron más disciplinas artísticas como ser artes visuales, circo, música, danza, rap y etc.). Y… después de todo lo que se laburó para conseguir plantar el Centro Cultural en el barrio, cabe preguntarse: ¿por qué? O bien ¿para qué? Es mucho lo que implica la presencia de este Centro en el barrio, porque es de y para el barrio, es un lugar al que los vecinos saben que pueden ir ante cualquier problema o eventualidad, es un espacio de encuentro y de intercambio de saberes y bienes culturales, porque sabemos que a estos últimos, lamentablemente (e injustamente), las barriadas populares no tienen acceso. Cuantas veces, los nenes nos habrán mirado raro y repetido ¿Teatro? ¿Títeres? Y eso, ¿qué es?... Cuántas veces apareció la sorpresa en sus caras y la pregunta ahí nomás, al filo de la boca y con ganas de salir a gritar su curiosidad. Cada nueva disciplina que se sumaba a la escuelita era una nueva maraña de preguntas. Y ante eso, arremetíamos: ¿cómo se puede aprender lo que son los títeres si no es viendo y haciendo? En todos estos años no sólo fueron artistas a desplegar su arte al barrio, sino que los mismos chicos fueron intérpretes y protagonistas: primero una tímida muestra en la calle, enfrente del Alegre Rebeldía. Y luego en el Teatro Municipal, en diciembre del 2015, donde los papas y mamas emocionados expresaban su orgullo por ver a sus hijos e hijas sobre ese escenario. Hoy parece extraño recordar el primer tiem-
po de la escuela. Y es porque ahora asomamos un pie dentro del barrio y aparecen las primeras caritas inquietas “¡Hola profe! ¿Hay escuelita hoy?” “Hola seño ¿ya empieza el taller de percusión?”. Después de tanto camino recorrido, los chicos ensayan en sus casas, y ya no piensan en ir al Alegre Rebeldía sólo a jugar o pasar el rato. Y los vecinos, que al comienzo nos daban una mano por ser los pibes copados que juegan con los chicos, se apropiaron de la magnitud del proyecto. Entendemos que todo esto fue posible gracias al desafío que nos propusimos: construir una Escuela Popular de Arte que promueva en el barrio el intercambio de bienes culturales, que no desconozca la realidad de los vecinos y los pibes, y sobre todo que no se resigne a la pobreza y la precariedad sino que avance siempre hacia la profesionalización. Es un proyecto que siempre está buscando complejizar, conocer, profundizar ese intercambio que venimos teniendo y en el que nosotros, seguidores de la educación popular, también aprendemos y crecemos. Pero también es un proyecto que no mira para otro lado cuando el barrio se inunda, o cuando la calle está tan rota que los colectivos dejan de circular y hay que caminar tanto para poder ir a la escuela o al trabajo. Hoy en día, el Alegre Rebeldía y la escuelita tienen un gran significado en la vida del barrio: los chicos y los padres esperan ansiosos el próximo festival de arte, y ya saben en qué día y horario son los talleres, dónde está la escuelita y qué se hace en ella. Y lo que se hace es disputar la cultura dominante, cuestionar ese arte mercantil y de elite que se vende al mejor postor, construir otra cultura, con otros valores, y no solos sino entre todos, siempre con el otro, promoviendo la organización popular en pos del cambio social.
¡David y Javier presentes! contra el gatillo facil Villa Lujan (Quilmes, Buenos Aires) -“Tiraba a matar al que sea, como si fuéramos pájaros. Fueron ellos, pero podría haber sido cualquiera de nosotros” (Declaración de una joven testigo de 16 años, durante el juicio). La ausencia estatal en los barrios, a la hora de cumplir con el derecho a la vivienda, el acceso a la educación, la salud, la cultura, la urbanización y una vida digna, va de la mano con la constante y violenta presencia represiva de las fuerzas policiales del Estado. Esa Policía que, según quieren hacernos creer, debería garantizarles protección a los jóvenes, es la que solo les garantiza, las detenciones arbitrarias, las requisas, el abuso de autoridad y el gatillo fácil. Esa Policía, que sólo protege a los poderosos y los intereses de un Estado que abandona a los pibes de los barrios, garantizando la opresión de la clase trabajadora. Fueron muchos los pasos que se multiplicaron desde hace más de tres años, sobre el barrio, la tierra, la calle, el barro y las avenidas hasta los pasillos del Poder Judicial, para hacer visible lo que se pretendía ocultar, archivar y olvidar. Cada vez fueron más las voces, las manos, los bombos, afiches, radios abiertas, encuentros y actividades para decirle basta a la impunidad de los sicarios asalariados del Estado. Nada del camino fue fácil, pero al final, cada paso recorrido en conjunto, con decisión, humanidad y abnegación, adquirió su valor real. Si hubo una condena efectiva, solo fue porque se vieron acorralados: tanto el asesino y ex subcomisario Alfredo Veysandaz, como los cómplices que lo protegieron durante tanto tiempo. El Estado no fue el que concedió la justicia exigida, fue la organización, y la lucha de los familiares de Villa Lujan, Quilmes, junto a las organizaciones y la juventud activa en las calles lo que permitió arrancarle al Poder Judicial la condena de 21 años de prisión al represor,
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por haberle quitado la vida sin piedad y gatillando por la espalda a los jóvenes David Vivas (21) y Javier Alarcón (15), también hiriendo gravemente a Marcelo Luquez. Lo que en principio se intentó hacer pasar por un “enfrentamiento y un supuesto intento de robo”, se terminó definiendo como doble asesinato a sangre fría y una tentativa de homicidio fallida, hacia tres jóvenes desarmados. Esos jóvenes de barrio, tenían toda una vida por delante que les fue arrebatada y miles de sueños que quedaron sin cumplir. Ellos pudieron ser cualquiera de los pibes y pibas de barrio, junto a los cuales desde Hagamos Lo Imposible (HLI) llevamos a cabo los talleres. Ellos, David y Javier, están y estarán presentes siempre porque su ausencia permanece y se hace sentir en el barrio. No son solo un caso aislado. Desde la vuelta de la Democracia, de 1983 al 2015, fueron 4644 los casos de tortura y gatillo fácil en Argentina, siendo ésta la política preferida del Estado para el control social de las clases populares. La condena a Veysandaz el 29 de febrero del 2016 fue expresión de la fuerza que tiene la organización y la lucha en las calles. Expresión de que como juventud activa y comprometida con el cambio social, no vamos a permitir la impunidad. No seremos cómplices en el silencio y de brazos cruzados esperando que a nuestros amigos, compañeros, pibes y pibas de los barrios les pase lo mismo que a David y Javier, a Luciano Arruga, a Miguel Bru y tantos otros miles. Somos conscientes de que este sistema capitalista, se reproduce con la violencia y fortaleciendo al aparato represivo público y privado, para apuntar sus armas hacia la juventud marginada, disconforme e independiente. Pero también somos consientes de nuestra fuerza porque aprendimos que si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. Ellos tendrán las armas, pero nosotros tenemos y disputamos los lápices, el arte, la música, los libros, los bombos, la cultura, la poesía, la educación y las calles. Y sobre todo tenemos los pies en el suelo, los puños en el aire y la convicción de que cómo jóvenes tenemos un rol histórico que cumplir: el de luchar cada día por cambiar la sociedad y lograr el verdadero Nunca Más. No vamos a quedarnos quietos ante el temor y la obediencia que pretenden imponernos con el gatillo fácil y la criminalización de la pobreza. Por eso nos organizamos, damos talleres en los barrios y creamos en conjunto una cultura libre, autogestiva, antirrepresiva, antipatriarcal y antiimperialista. “No preguntan, primero disparan, no nos tienen en cuenta y por eso nos regalan balas. Y nosotros somos pibes con memoria (…)” Fragmento de la canción de la murga de Villa Lujan.
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r de Comenzamos a patear El Alta Barda, barrio constituido como toma, a unos 38km del casco céntrico de la ciudad, allá por el mes de Marzo de este año. El primer día daba vueltas esa incertidumbre de encontrarnos con eso que nunca habíamos tenido tan cerca, pero nos motivó arrancar por el hecho de contar con el apoyo de nuestra organización hermana FOL: los cumpas habían comenzado a desarrollar su trabajo en el barrio unos meses atrás. Llegado el sábado, nos reunimos en La Bemba, subimos a los autos y arrancamos ocho monos y monas con una pelota de básquet y una guitarra. Cuando llegamos al playón, picamos dos veces la pelota, y ya se habían acercado más de 10 pibes y pibas, esa tarde jugamos todo el día y cerramos la tarde con arroz con leche. Nos despedimos a los abrazos y prometimos regresar para el próximo sábado. Quienes estuvimos ese día en el barrio, se nos abrían 500 puertas, por la cantidad de preguntas que nos sur-
gían, preguntas que en el desarrollo de las actividades y en el día a día en el barrio, fueron tomando fuerza, y tratando de ser resueltas con el debate diario sobre pedagogías feministas, sobre nuestro rol y cual era nuestra responsabilidad. A raíz de esto también vimos la necesidad de comenzar a tener una relación con los padres de aquellos niños y niñas que iban al espacio del taller, para comentarles lo que hacíamos, para que nos brinden la confianza a nosotros y el permiso a sus hijos e hijas de asistir. Nos acercamos a participar de la asamblea barrial que sostiene el FOL con los vecinos del barrio, a quienes también les contamos nuestro propósito en el barrio y el trabajo cultu-barrial que pretendemos impulsar junto a los pibes. Por supuesto que la propuesta que acercamos fue más que bienvenida ya que en palabras de vecinas y vecinos del barrio “Acá nadie hace nada por los pibes”. Esa fue una de las primeras realidades que nos chocó de frente: Ver que en verdad nadie hace nada por los pibes y las pibas de los barrios, y que no es un hecho aislado que se da en un solo barrio de una ciudad, sino que es una realidad tangible que se reproduce en todos los barrios de todas las ciudades. Sistemáticamente en la región se llevan adelante políticas de estancamiento y de invisibilización de cómo es la situación en los barrios y la realidad de quienes los habitan. Las políticas Soristas – Peronistas, se han encargado de embellecer la realidad con un poco de color azul y blanco, frente a lo cual los pibes comentan “acá falta color, yo no sé por qué tanto azul y blanco”. Estas políticas se repite a lo largo y ancho de nuestro país, reproduciendo la lógica capitalista de mantener a raya a la gente de bajos recursos, negándoles derechos inalienables como vivienda, alimentación, vestimenta, salud y educación; así como también acceso al arte y a bienes culturales, que solamente quedan reservados a la gente que tiene un cierto poder económico. Después de un largo y hermoso proceso de conocernos con los niños y las niñas del barrio, de darnos a la tarea de escucharlos, observarlos, prestarles atención y de aprender de ellos, el lazo fraternal se dio de manera espontánea. Pudimos entablar también una relación de confianza con vecinas y vecinos, madres y padres de esos niños y niñas con quienes crecemos semana a semana. El compañerismo aflora cuando la causa es noble. Hoy por hoy nos da una enorme satisfacción poder contarles que al mes de agosto del año 2016 hay dos talleres funcionando: básquet y danzas urbanas, y que en septiembre se suman dos talleres más: de dibujo y de Rap junto a las clases de apoyo escolar para todas las edades. Y que además venimos también de una hermosa jornada donde festejamos el día del niño y de la niña llena de música, colores, juegos, sonrisas, abrazos y por sobre todas las cosas mucho amor, en un encuentro que reunió a más de 300 personas del barrio. Sin embargo esto no nos conforma ni nos detiene. Seguimos pensando y trabajando en varios proyectos para seguir transformando todo eso que debe ser transformado.- Seguramente la próxima vez que nos encuentren contando experiencias en alguna hoja de papel, tendremos más sueños por compartir.-
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¡BASTA! SE TRATA DE NOSOTRAS:
NO ESTAN PERDIDAS, SON DESAPARECIDAS PARA SER PROSTITUIDAS. Villa 1-11-14, CABA “Así son las pibas, se van con sus noviecitos…yo de estos casitos tengo 2 o 3 por día”. (Declaración del fiscal Giménez, a cargo de la Fiscalía de Pompeya). Es en esta fiscalía donde van a parar los innumerables casos de pibas que día a día desaparecen en el Bajo Flores. Y a la comisaria 38 que cada vez que una familia va a declarar la desaparición, se cae el sistema. Esa misma “ausencia” estatal, o más bien presencia mediante sus fuerzas represivas, con su permanente y violento actuar en los barrios que protege los intereses de quienes más tienen. Es este Estado que además libera territorios a grupos mafiosos: el narcotráfico y las redes de trata. Layla es una joven de 13 años y vive en la villa 1.11.14. El 22 de octubre del 2015 sus amigas la vieron por última vez cuando volvía del colegio, nunca llego a su casa. Fueron 12 los días de incansable lucha en las calles, en los colegios, en los barrios. Doce días de escuchar al fiscal decir lo ya citado. Doce días de inoperancia policial y judicial. Doce días de organización y lucha. Doce días de lucha que hicieron que nos la devuelvan. Esta situación no fue un caso aislado y sabemos que su aparición no fue casual, ni fue el Estado quien nos la devolvió. En continuidad a una numerosa denuncia de abusos y acosos sexuales por facebook a pibas de entre 12 y 15 años, se creó la Red de Familias, Docentes y Organizaciones del Bajo Flores. Red que hoy ya tiene más de un año de vida y de lucha. La desaparición de Layla generó y dio un carácter decisivo a esta red: estar al pie del cañón cada vez que desaparece una piba en el barrio. Y no son pocas, a lo largo de este año fueron más de 14 situaciones de desapariciones que nos llegaron. Detrás de cada nombre, una historia, una vida, una mujer. Como HLI participamos activamente en la RED. Buscando generar una unidad que nos permita visibilizar la problemática, romper el silencio opresivo que nos revictimiza. Hablar y nombrar las cosas por su nombre. Patear el barrio y conocer su realidad, escucharnos como mujeres, movilizarnos exigiendo justicia, acompañar a las familias, ir construyendo
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paso a paso y codo a codo un espacio y una herramienta para que las familias del barrio se organicen. Fue este el recorrido que nos dimos, y la respuesta a las desapariciones sistemáticas fue de lucha y unidad en la calle, junto a vecinos, amigos, compañeros y organizaciones, los que hicieron que hoy, a menos de un año de su conformación, sean más de 14 las pibas que aparecieron tras haber sido chupadas por estos negocios inherentes al capitalismo y al patriarcado. La importancia de la prevención, de hablar de estas cosas. De que podamos generar espacios de escucha, de apertura en donde las jóvenes y los jóvenes encuentren un lugar para hablar para romper el silencio. El rol de la escuela como la primera institución donde se debe trabajar y debe contener a los y las jóvenes. La importancia de correr prejuicios, de dejar de decir que las chicas se fueron por cuenta propia, que ellas elijen y lo quieren así… ¡tienen 12 años! Es necesario que generemos consciencia, que reflexionemos sobre los espacios de creación de identidad que existen hoy en los diferentes territorios. Sabemos que el Narcotráfico es cómplice y garante de estas situaciones. Son dos grandes negocios intrincados y profundamente relacionados la industria del sexo y de la droga. La manipulación, la falta de oferta lúdica y la monopolización de esta por parte del narcotráfico en los barrios, la vulnerabilidad y la edad adolescente proclive a la búsqueda de nuevas experiencias y de desafío a la autoridad… preparan un terreno particular. No es necesario agarrar de los pelos a una piba y meterla en una camioneta, las estrategias de cooptación son distintas y hasta creativas, la tecnología y la manipulación engrosan las filas de la trata y el narcotráfico. Todo esto no sería posible sin la complicidad de un Estado asesino y proxeneta. Un Estado que necesita de estas mafias. La policía opera bajo el amparo de los fiscales de esta justicia burguesa y patriarcal, liberando territorios y protegiendo narcos, sometiendo a las pibas de los barrios a los más altos nive-
les de vulnerabilidad y violencia machista. Un escaso accionar de políticas de prevención y una casi nula política de trabajo con quienes han vivido una situación de abuso, acoso y violencias. Sabemos que el Estado y sus instituciones no responden a las necesidades de nuestra clase. Buscan desgastarnos, debilitarnos, humillarnos, desarmarnos y desaparecernos. Y respondemos, como jóvenes rebeldes, que no nos conformamos con esta realidad y salimos a transformarla, abonando a construir la organización del campo popular, luchando por cada Layla, cada David y cada Javier que intentan arrebatarnos. Entendemos que la lucha no debe darse únicamente en las calles, sino también en la disputa cultural, la disputa de los sentidos y la conciencia, la de crear nuevos valores y nuevas formas de relacionarnos. Queremos y trabajamos para que nuestros talleres cultubarriales sean además un aporte en este sentido y hacia el mundo que construimos, aquel donde “seamos socialmente iguales, humanamente diferentes, y totalmente libres”. Estamos convencidxs de que la única manera de enfrentar las injusticas que sufren los y las jóvenes de los barrios más vulnerados, es con la lucha y organización. Por esto seguimos gritando: Seamos realistas, hagamos lo imposible
Construyendo el barrio “El Pueblito”, “Yo pregunto a los presentes si no se han puesto a pensar que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más.” Hace unos ocho años hombres y mujeres inmigrantes de Perú comenzaron a organizarse para ocupar un conjunto de tierras improductivas con el sueño de tierra y vivienda. Ocho años de trabajo colectivo, abriendo calles, limpiando terrenos, construyendo viviendas. En lo que supo ser un monte, una montaña de basura, se inició un proceso de transformación territorial organizado; hoy el barrio El Pueblito. Como si fuera un sueño que se repite, vuelve a nuestra mente la imagen del terreno donde hoy están construidas las viviendas que conforman el barrio. Todavía cerramos los ojos y podemos recordar los yuyos, animales muertos, basura y socavones, pero sobre todo, mucha gente organizada para tener su pedacito de tierra donde construir su vivienda y cumplir sus sueños. Varios años después nos encuentran con muchos de esos objetivos cumplidos, un barrio con calles abiertas, luz y agua potable, en
Cordoba
donde viven hace un tiempo familias con hijos e hijas, familias con sueños y proyectos. Pero sabemos que aún falta mucho por hacer, que la construcción del barrio y la posibilidad de una casa propia es un gran objetivo cumplido (aunque todavía en proceso), pero sólo el comienzo, la conquista de un derecho arrancado a fuerza de lucha y organización, entre tantos otros negados. Y en medio de tantas necesidades que podrían parecer prioritarias hubo lugar para seguir soñando. Mediante la discusión en la asamblea, se decidió destinar uno de los lotes del barrio a la construcción de un Centro Cultural Comunitario. Un espacio de y para el barrio, un espacio de encuentro e intercambio, de creación y fortalecimiento de una cultura propia, para recrearnos, formarnos y organizarnos. Cientos de jornadas de trabajo voluntario se llevaron adelante para construir el Centro Cultural, uno de los tantísimos que necesitan nuestros barrios y ciudades. Fuimos avanzando muy de a poco, ladrillo a ladrillo, centímetro por centímetro; y de pronto –o no tan pronto- llegó el día que veníamos planeando desde hacía ya
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tiempo: logramos ponerle el techo de chapa a nuestro Centro Cultural (Octubre de 2015). Y como dijimos en aquel momento, ahora que tenemos techo, no tenemos techo, nuestros proyectos no tienen techo. Comenzamos a pensar que era posible que todos los días el centro cultural esté lleno de vida, con talleres para niños y niñas, adolescentes o adultos, que no nos íbamos a sentir satisfechos con una o dos actividades, sino que lo que queríamos para el barrio era un espacio que estalle de alegría, vida y organización! Un espacio en el que poder intercambiar herramientas culturales, esas que son negadas (como tantas otras cosas) en las barriadas populares. Pero también sabemos que no queremos un centro cultural en el que reproduzcamos la cultura dominan-
te, las formas de relacionarnos y transitar los espacios que este sistema nos impone. Por el contrario, buscamos que las actividades y talleres sean momentos de creación, de construcción de nuevos valores y formas de relacionarnos. Valores como la solidaridad, el respeto a la diversidad, el compañerismo, la construcción colectiva, la cooperación; donde lo que tenemos, nuestro color de piel, o el país donde nacimos no sean motivo de burla o discriminación. En este camino andamos, talleristas populares, vecinos y vecinas del barrio de la mano del FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) y los niños y las niñas, construyendo de a poquito y desde abajo nuestro Centro Cultural.
¡Que el teatro se pinte de pueblo!
Experiencia de la muestra de fin de año de los talleres barriales en el teatro municipal. Diciembre 2015, Quilmes, Buenos Aires. El 13 de Diciembre del 2015 se grabó en nuestras cabezas y en nuestros corazones, ese día comprobamos que vale tener grandes las ambiciones y bien firmes las ideas y los pies. Ese domingo se llevó a cabo por vez primera la muestra de fin de año de nuestros talleres en Quilmes, los niños y niñas, y los y las talleristas pudimos estar en un teatro de esos con escenarios, telones y butacas mostrando en lo que trabajamos todo el año. Recordamos la felicidad, pero no olvidamos que conseguir esa fecha nos costó y mucho, solo con obstinación y organización pudimos dar el brazo a torcer de un gobierno municipal que nos
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decía que no. El motivo: no estar alineados al gobierno de turno. La independencia, una de nuestras mayores virtudes, esa que garantiza que nuestros proyectos perduren a través del tiempo y los gobiernos, era para ellos un motivo suficiente para decir “no”. Nos decían que no, a los talleristas, a los pibes y pibas, a los vecinos, nos decían que si somos independientes vayamos a nuestros lugares independientes, alternativos. Nos decían que no podemos quejarnos, que el teatro es gratis, que qué más queremos. Pero nosotros teníamos tres certezas como
motor: (uno) nos negamos a ser invisibilizados por el simple hecho de no estar alineados con los gobiernos de turno. Entendemos que debe reconocerse el trabajo de las organizaciones y espacios independientes, así como el de los niños y vecinos de los barrios populares. (Dos) todo espacio levantado con los recursos del pueblo, debe ser del pueblo, no estamos de acuerdo con la idea de un teatro “para todos” en el que no podamos entrar, porque… (Tres) nuestro lema, el de todos los días, nos cansamos de ser espectadores ¡Queremos ser actores!, queremos y podemos ser actores, porque en eso trabajamos humildemente todo el año, nos esforzamos por entendernos protagonistas de nuestra realidad, por entender nuestra capacidad de intervenir en ella y transformarla, por trabajar eso con los/as pibes y pibas. En definitiva en eso consiste, antes, durante y después de la muestra, en apropiarnos de nuestra realidad, en entender nuestra capacidad de incidir en ella… de transformarla. Orgullosamente cabezas duras, insistimos, y ese sueñito –uno entre tantos otros que tenemos- se nos hizo realidad, lo hicimos realidad, con la fuerza de cada pibe y asamblea, con cada volante que repartimos y firma que juntamos, con cada nota que logramos meter en un diario, con cada cuerpo insistiendo muchas mañanas a los funcionarios. El 13 de Diciembre fue la primera de muchas que vendrán, los niños y niñas bailaron, actuaron, rapearon, se emocionaron como todos en cada rincón de ese teatro que recibió a más de 500 personas. Ese día se demostró que el esfuercito cotidiano tiene sus frutos, que vale la pena esa cuota que pagamos todos los días para construir nuestra libertad. Porque hoy es esa meta, pero nos recarga las baterías para nuestra meta final, para ese día en que ser actores no sea una eventualidad, si no cosa de todos los días, en que seamos dueños de nuestro presente y nuestro futuro. Ese día en el que suene ridículo que esos pibes que ese día nos demostraron de todo lo que son capaces, estén preocupados por el par de zapatillas, el plato de comida cotidiano, el barrio tapado de agua.
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