Aldo Van Eyck
Encuentro en Oterloo (1959)
Hubo una época, y de ello no hace mucho tiempo, en
que los hombres se movían dentro de esquemas deterministas; llamémoslos esquemas euclidianos. Estos esquemas coloreaban su conducta y su manera de ver, tanto Io que hacían como lo que sentían. Entonces y esto tenía que suceder tarde o temprano algunos individuos perspicaces, con antenas sumamente delicadas pintores, poetas, filósofos y científicos Ia mayoría de ellos saltaron de estos cauces y le quitaron a la realidad esa pátina determinista que Ia cubría. Vieron cosas maravillosas y nos hablaron de ellas. Picasso, Klee, Mondrian y Brancusi; Joyce, Le Corbusier, Schönberg, Bergson y Einstein: todo este grupo extraordinario es acreedor a nuestra gratitud sin medida. Ellos quebraron los antiguos límites y expandieron el universo exterior e interior. Fue un alboroto prodigioso: Ia jaula estaba nuevamente abierta. Pero la sociedad se mueve todavía dentro de viejos cauces, en una atmósfera malsana, sirviéndose sólo a hurtadillas de lo que estos hombres descubrieron; peor aún, lo hace exclusivamente en un nivel tecnológico, mecánico y decorativo: no toma la esencia, sino lo que Ie conviene para montar más eficazmente una simulación del movimiento. Y este movimiento se circunscribe segura y lucrativamente al viejo y conocido camino. Nosotros lo sabemos, y sabemos que no puede evitarse. ¿Pero sabemos acaso que Ia arquitectura, durante los últimos treinta años, ha estado haciendo lo mismo (con unas pocas excepciones maravillosas)? Desgraciada verdad ésta. ¿Cuando dejarán los arquitectos de regodearse con Ia tecnología por lo que ésta es en sí misma, cuando dejarán de correr a tropezones tras el progreso? ¿Cuando se unirán realmente a la lucha y dejarán de roer los bordes de la gran idea? Seguramente no les podemos permitir que sigan vendiendo la esencia diluida de lo que a otros les ha llevado una vida entera encontrar. Los arquitectos han traicionado a la sociedad al traicionar Ia esencia del pensamiento contemporáneo. Y nadie puede vivir realmente en lo que los arquitectos proyectan, a pesar de que ellos así
lo piensen. Ahora bien, lo maravilloso de esta idea no-euclidiana de esta otra Visión es que es contemporánea; contemporánea a todas nuestras dificultades sociales y políticas, económicas y espirituales. Lo trágico es que no hemos sido capaces de ver que sólo ella podía solucionarlas. Cada época requiere un lenguaje constitutivo, un instrumento que permita aferrar los problemas humanos que en ella se plantean, así como aquellos que siguen siendo los mismos en rodas las épocas, es decir, los que se refieren al hombre (a todos nosotros) como ente primordial. Ha llegado el momento de fundir lo viejo y lo nuevo, de redescubrir las cualidades arcaicas, es decir intemporales, de la naturaleza humana. Descubrir de un modo nuevo implica descubrir algo nuevo. Llevemos esto a la arquitectura, y tendremos la arquitectura nueva: arquitectura realmente contemporánea. La arquitectura implica un constante redescubrimiento de las cualidades humanas fundamentales trasladadas al espacio. El hombre es siempre y en todas partes esencialmente el mismo, tiene el mismo equipamiento mental, a pesar de que lo use diferentemente de acuerdo a su trasfondo cultural o social, de acuerdo al particular esquema de vida del que forma parte. Los arquitectos modernos han estado jugueteando continuamente con aquello que es diferente en nuestro tiempo, a tal punto que han perdido contacto con lo que no es diferente, sino siempre y esencialmente lo mismo. Este grave error no ha sido cometido en cambio por los poetas, pintores y escultores. Ellos, por el contrario, nunca han estrechado el campo de Ia experiencia. lo han ampliado e intensificado; no han echado abajo meras barreras formales (como los arquitectos), sino también las emocionales. En realidad, el lenguaje que estos artistas desarrollaron coincide con la revolución emocional que trajeron aparejada. El lenguaje que desarrollaron los arquitectos, en cambio y esto después de que el período de los pioneros hubo pasado, sólo coincide consigo mismo, y es, por lo tanto, esencialmente estéril y académico: 38)
literalmente abstracto. Es obvio que debemos crear una herramienta más rica: un enfoque más efectivo para resolver los problemas ambientales que nuestro periodo nos propone hoy en día. Estos problemas no seguían siendo siempre los mismos, pero conciernen al mismo hombre, y esa es nuestra clave. Nos podremos encontrar a nosotros mismos en cualquier parte, en todos los lugares y en todas las épocas haciendo las mismas cosas de modo diferente sintiendo lo mismo en diferente forma, reaccionando diferentemente ante las mismas situaciones. Aldo Van Eyck. Encuentro en Oterloo
.Sobre lo imponderable No hay cabida para lo imponderable, ningún lugar donde pueda anidar, y tampoco para las cosas que escapan a los límites del pensamiento modificador del arquitecto. En lugar de los inconvenientes de la corrupción y la confusión, hemos conseguido ahora el tedio de la higiene. El tugurio material se ha ido en Holanda, por ejemplo, ya pasó, ¿pero qué lo ha reemplazado? Simplemente millas y millas de una nada organizada, y nadie que sienta que es “alguien viviendo en algún lugar”. No ha quedado ningún microbio. Cada ciudadano se ha convertido en un peón de ajedrez desinfectado pero no en ajedrecista, y por lo tanto no hay desafío, ni duelo, ni diálogo. El tugurio material ha desaparecido, contemplemos al tugurio infiltrándose en el espíritu. Nuevamente nos bastará con echar un vistazo a una de las “New Towns” o a cualquier barrio recientemente construido, para reconocer hasta que punto el espíritu ha ido escondiéndose. Esta vez los arquitectos no dejaron hendijas o grietas. Expulsaron todo sentido de lugar. Temerosos de la ocasión equivocada, del suceso impremeditado, del acto espontáneo, de la alegría o violencia no programada, del peligro impredictible a la vuelta de la esquina, hicieron de todas las cosas una superficie plana, de modo que ningún microbio pudiera sobrevivir a la aspiradora cívica; transformaron un edificio en una secuencia aditiva de superficies bonitas (encuentro difícil hallar palabras para referir lo que he visto en los Estados Unidos) con nada más que vacío a ambos lados. Y tales arquitectos acostumbran a hablar devotamente sobre el espacio, mientras que, en
realidad, están castrándolo y transformándolo en vacío.
.Sobre la Identidad La identidad del todo debería estar latente en los componentes, mientras que la identidad de los componentes debería seguir estando presente en el todo. Esto no implica, sin embargo, que estas identidades necesiten o deban permanecer constantes. Por el contrario, es exactamente esta capacidad de cambiar su rostro sin perderlo lo que deben adquirir las ciudades para poder cumplir su propósito en el espacio y en el tiempo: la provisión de lugares en los cuales vastas cantidades de personas puedan vivir, beneficiándose de todas las variadas formas de actividad y de asociación humana que las grandes ciudades son capaces de proporcionar. Una ciudad debería abarcar toda una jerarquía de sistemas configurativos superpuestos, concebidos multilateralmente (una jerarquía cuantitativa y no cualitativa). Los sistemas de grano más fino aquellos que abarcan la vivienda multiplicada y su extensión deberían reflejar las cualidades de los estadios configurativos repetitivos. Todos los sistemas deberían estar relacionados entre si en tal forma que de su impacto combinado y su interacción resulte un sistema complejo único: polifónico, multi-rítmico, caleidoscópico, y sin
Interior orfelinato en Amsterdam. A. Van Eyck.
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embargo, perpetuamente y en todos sus puntos, comprensible. Se trata de lograr una configuración homogénea compuesta de muchos subsistemas, que cubran la misma área general y sean igualmente válidos, pero con grano, escala de movimiento y asociación potencial diferentes. Estos sistemas deben configurarse en tal forma que cada uno derive de los otros, sea parte de ellos. El significado específico de cada sistema debe sostener el significado de los otros. Las grandes estructuras infraestructuras- no sólo deben ser comprensibles por derecho propio; deben, por encima de todo y este es un punto crucial, ayudar a la comprensión general del tejido íntimo minuciosamente configurado que constituye la impronta de la vida cotidiana de cada ciudadano. No sólo deben ser capaces de absorber mutaciones razonables dentro de si mismos, sino que también deben permitirlas dentro del tejido íntimo más pequeño que ellas sirven.
El Umbral Hay algo más que ha estado trabajando en mi mente desde el momento en que los Smithson pronunciaron la palabra "umbra1” en Aix. Desde entonces no he abandonado la idea. He vuelto 20 veces sobre ella, ampliando su significado en la medida en que pude hacerlo. He llegado, inclusive, a identificarla, como un símbolo, con lo que la arquitectura significa como tal y con lo que debería lograr. Establecer las partes intermedias es en realidad reconciliar polaridades en conflicto. Procuremos un lugar en el que puedan intercambiarse, y habremos reestablecido el original fen6meno dual. En Dubrovnic llamé a esto "la más grande realidad del umbral”. Pongamos un ejemplo: el mundo de la casa, conmigo en el interior y ustedes en el exterior, o viceversa. También está el mundo de la calle la ciudad con ustedes en el interior y yo en el exterior o viceversa. ¿Captan lo que quiero decir? Dos mundos opuestos, sin transición. Por una parte el individuo, lo colectivo por la otra. Es aterrador. Entre ambas, la sociedad en general levanta cantidad de barreras, mientras que los arquitectos en particular son tan pobres de espíritu que colocan puertas de dos pulgadas y de 2,10 m de altura. Superficies planas recortadas en otra superficie plana la mayor parte de las veces de vidrio. Piensen ustedes simplemente en eso: dos pulgadas (o un cuarto de pulgada si el material es vidrio) entre fenómenos tan fantásticos, erizantes y brutales: una
guiIlotina. Cada vez que pasamos a través de una puerta semejante hemos sido divididos en dos; pero ya ni nos percatamos, y simplemente seguimos caminando, escindidos. ¿Acaso es esta la mayor realidad de una puerta? ¿Cuál es, pues, esta realidad? Tal vez la puerta sea esencialmente un escenario localizado y montado para un maravilloso gesto humano: la entrada y la partida conscientes. Eso es una puerta, algo que lo enmarca a uno al llegar y al partir, experiencias vitales no sólo para quienes las vivimos, sino también para aquellos que encontramos o que dejamos a nuestras espaldas. Una puerta es un lugar para una ocasi6n. Una puerta es un lugar para un acto que se repite millones de veces a lo largo de una vida entre la primera entrada y la última salida. Creo que es simbólico. ¿Y cuál es la mayor realidad de una ventana? Eso se lo dejo a ustedes.
.La Puerta ¿Qué es una puerta? ¿Una superficie plana que gira y una cerradura que en conjunto constituyen una frontera dura y terrorífica? Cuando uno pasa a través de una puerta como ésta, no se siente dividido? Cortado en dos partes, ¡tal vez no nos demos cuenta de esto! Simplemente, pensémoslo: un rectángulo. ¡Que pobreza espeluznante! ¿Acaso es esa 1a realidad de una puerta?
Textos publicados en TEAM X, Cuadernos del Taller Nº20. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires 1966. Serie: El pensamiento arquitectónico dirigida por E. Katzenstein. Publicado originalmente en Architectural Design, diciembre de 1962
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