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Número 3 Revista Inquie tos

Narrativa

Protección Civ il La Ballena

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Opinión

Pequeña sem blanza

del Diablo 06

Entrevista

Centro Cultura le AMA l’Italia no

Protoantropó logos, mund o de Quesali Modelos famili d ares para la c

onfrontación de liderazgos en Marruecos Alteridad y De sviación, un a punte antropo lógico

Lírica

Carolina Si Son Già Bru sciati I Giorni

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Narrativa

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Protección Civil Pepa Pertejo

Durante semanas la lluvia azotó las costas gallegas y un frente atlántico barrió la península de Oeste a Este y de Norte a Sur. Con setenta y dos horas de antelación los servicios meteorológicos habían insistido especialmente en la crudeza del temporal que se cernía sobre el país. En cada noticiario habían exhibido un mapa de predicción plagado de símbolos temibles. En consecuencia, los gobiernos municipales se aseguraron de suspender la actividad escolar hasta que se restableciese el equilibrio atmosférico. Las empresas dispensaron a sus empleados de acudir al trabajo. Los parques de bomberos se prepararon para cualquier salida y los hospitales multiplicaron los médicos de guardia para hacer frente a las emergencias. Cada familia se aprovisionó de cuanto pudiese necesitar y todas demostraron previsión y prudencia pues se abastecieron ordenadamente, sin acaparar. A veinticuatro horas de la llegada del frente atlántico un dispositivo de seguridad sin precedentes ni fisuras cubría la península. Como pronto se verá, todas las medidas resultaron francamente insuficientes. Antes de que cayese la primera gota de lluvia en la Costa de la Muerte, las nubes ya se agolpaban, negras y bajas, sobre los pueblos. Desde los faros se advertía la mar gruesa, con olas de ocho metros. Los marineros en tierra daban sus embarcaciones por perdidas; las mujeres que esperaban en el muelle las barcas rezagadas casi daban por muertos a sus maridos. Reinaba un silencio inaudito que parecía presagiar el advenimiento inexorable de una gran desgracia. Mientras que en Galicia no

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peraban, en balde, una respuesta del otro. Les invadía la pena, pero seguían teniendo la barriga llena, salud y cobijo. El día décimo Laura, Miguel, Adelita, Fernanda y Luisa empezaban a estar crispados en su piso de Salamanca, donde habían acogido a otra familia de la Obra (Felipe, Sara, Julio, Andrés, José Ramón y Victoria) que había sido evacuada de su casa. El duodécimo día, Alicia sufrió una indigestión que casi la mata, pues los nervios le abrían el apetito. El día que hacía trece se fue la luz en toda la península. Entre el día catorce y el dieciocho, se multiplicaron los síntomas de hipotermia, ansiedad y pánico, intoxicación por consumo de alimentos en mal estado… El día vigésimo cuarto, sin previo acuerdo, Javier salió de Oviedo y María de Badajoz. No había transportes. Caminaban en dirección a Salamanca, contra viento y granizo. El día vigésimo quinto, Antonia irrumpió en la comisaría de Valdepeñas exigiendo información sobre la situación de su hija; estaba fuera de sí y blandía una navaja de Albacete, así que un cabo demasiado tembloroso la amenazó con su arma para que se tranquilizase. El día vigésimo sexto, Laura puso matarratas en las patatas guisadas con chorizo y repartió las raciones entre los once platos sin dejar de pasar el rosario. El día vigésimo séptimo, Alicia saltó desde su balcón hacia la corriente de agua que ocultaba la calle Villahermosa y bajaba a arremolinarse en la plaza del Doctor Torrents. El día vigésimo octavo, el frente atlántico superó la península y salió el sol. De Oeste a Este y de Norte a Sur, aún no se ha completado el recuento de las víctimas mortales. Es cierto que el dispositivo de seguridad desplegado evitó que millones de hombres y mujeres sucumbiesen bajo el peso de los elementos. Pero ¿nadie pensó en protegerlos de sí mismos?

había un alma libre de temor, en Murcia la gente todavía desconfiaba del cumplimiento de las predicciones meteorológicas y los hoteleros se quejaban de que la alarma social les iba a reportar pérdidas considerables ese fin de semana. En pocas horas todos estarían acordándose de santa Bárbara… El primer día del temporal, en Badajoz, María telefoneó a Javier. Acordaron que ese viernes no se encontrarían en Salamanca, como solían, a mitad de camino, sino que pospondrían su cita para cuando lo peor amainase. Él le contestó que se moría de ganas de verla. Ella notó una sensación cálida en el pecho y le dijo ‹‹te quiero››. Quedaron en llamarse al día siguiente. El segundo día del temporal, en Oviedo, Javier trató de contactar con María. El aparato no daba señal. La edición de tarde de los periódicos que habían conseguido llegar a los quioscos, con su especial ‹‹Al pie de la tormenta››, anunciaba que la comunicación telefónica permanecía temporalmente suspendida a causa de los fuertes vientos. El tercer día del temporal, en Valdepeñas, Antonia trató de enviar un telegrama a Salamanca, donde vivía su hija Laura, casada y con tres niñas. Antonia había visto en las noticias que el Duero se había crecido y que había hundido y arrastrado diversas viviendas. Los teléfonos seguían sin funcionar. El cuarto día del temporal, las inundaciones hacían mella en todo el litoral mediterráneo; en Valencia, atrincherada en su ático tras sellar las ventanas con toallas secas, Alicia quiso ver por televisión el avance del frente, asistir de nuevo al espectáculo de todos aquellos políticos que trataban de calmar a la población usando tópicos estériles aliñados con palabras técnicas que ni ellos mismos comprendían. La señal se había perdido y la pantalla permanecía ciega y muda. Javier y María se habían escrito diversas cartas desde que cortasen el teléfono. Se contaban los estragos que hacía la lluvia, cuánto se echaban de menos, que se les había acabado la leche pero que tenían arroz para meses (‹‹¡Qué difícil es comprar a vida o muerte! ¿Cómo haces una lista para eso?››, lamentaba María)… Se entretenían con cada detalle; se emplazaban a reencontrarse más adelante, pasada la tormenta. Hacia el octavo día ambos es-

Pepa Pertejo www.prospeccionespertejo.blogspot.com

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que pudiera, los libros y periódicos que había en la mesa, el teléfono y el televisor, justo a tiempo antes de que la sala empezara a inundarse y la ballena asomara la cabeza asustada y se viera vertida sin remedio, destrozando la mesilla y el viejo sofá con su enorme peso. Pau empezó a gritar salvajemente y acudieron enseguida los otros compañeros, AC, Miquel y Estefanía, que no podían creer lo que veían sus ojos. El póster era ahora una luminosa ventana al mar, por la que salía el agua con el batir de las olas. La ballena profirió un potente silbido que ensordeció a todos. El agua que salía del póster era insuficiente para mantenerla húmeda, así que, antes de intentar esclarecer qué había sucedido, decidieron que lo más importante era no dejar de mojarla. Montaron una cadena humana que iba del baño a la sala y estuvieron llenando cubos de agua para que la ballena no se secara. Mientras tanto, iban pensando en posibles soluciones. Lo primero que se les ocurrió fue intentar devolverla a su hábitat natural. Pero intentaron cargarla entre los cuatro y se dieron cuenta de que era imposible moverla. Trataron de levantarla haciendo palanca con la tabla de planchar, que se despedazó bajo el peso del animal. Finalmente decidieron que no había más alternativa que pedir ayuda a los vecinos. Al cabo de unos minutos, la comunidad entera estaba reunida en torno a la espantada ballena, discutiendo sobre las probabilidades de éxito de una empresa tan complicada como parecía ser la de devolverla a su casa a través de la ventana abierta en la pared. Trataron de levantarla situándose alrededor, de manera más o menos dispersa, pero una descoordinación absoluta hizo fracasar los primeros intentos. Mientras el calvo del 6º 1ª lo intentaba por la cola, a su lado discutían la pareja del 2º 2ª, y cuando por fin éstos se pusieron de acuerdo, la familia Suárez Junín estaba todavía organizándose en el flanco derecho. La señora Keverich trataba de convencerlos de que debían levantarla primero por el morro, y argumentaba que su marido, que en paz descanse, sabía mucho de ballenas y de otros animales porque miraba todas las tardes los documentales de La 2. Más de veinte personas se apretaban en el cerco debatiendo entre ellas por pequeños grupos

La Ballena Bernat Rebés

Presidía el comedor un enorme póster con la foto de una cola de ballena batiendo las olas brillantes del mar. A nadie le gustaba ese póster, salvo a Pau, que salía en su defensa siempre que alguno de los compañeros de piso proponía quitarlo. “Es como estar en medio del mar”, decía entusiasmado. Un día, después de comer, Pau estaba sentado en el sofá con el plato vacío en el regazo. Apagó la televisión y encendió un cigarro. El sol del mediodía entraba por la ventana y una luz incandescente inundaba la sala. El póster de la ballena relucía en todo su esplendor. Pau se recostó un poco más, abandonándose al sopor de la digestión. El agua del mar parecía ondear mansamente al compás de un viento cálido y salino. ¡Cómo le gustaba esa imagen! Lo transportaba a los días de verano en que había estado trabajando en el Camping Neus, en la Costa Brava, aunque allí no hubiera visto ni una triste merluza. Se fijaba en cada detalle, en el fulgor del sol en cada una de las olas, en la rugosidad de la piel de la ballena, en el azul profundo del cielo. Se incorporó levemente, llamado por la fuerza natural del animal, y se acercó poco a poco a él. De repente una gota le mojó la cara. Miró hacia arriba en busca del origen de esa salpicadura, pero no vio nada. Cuando volvió la vista al póster, percibió un tímido chorrillo desbordando el margen derecho. Desconcertado, trató de secarlo con un pañuelo que se sacó del bolsillo, pero cada vez el reguero era más caudaloso y pronto el póster rezumaba agua por los cuatro costados. Pau empezaba a estar empapado. Sin saber qué hacer, se apartó unos pasos y decidió poner a salvo del agua todo lo

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cuál sería la estrategia más adecuada. Viendo que así jamás lograrían su propósito, Flora, la portera, se escabulló sin que nadie lo notara y reapareció con un megáfono dispuesta a poner orden. Se subió a una de las sillas que había sobrevivido al impacto de la panza del cetáceo y gritó: - A ver, estimados vecinos, vamos a ponernos de acuerdo. Los que vivan en pisos de puerta impar, sitúense a la derecha del animal, y los otros a la izquierda. Si lo intentamos todos a la vez, lo podemos conseguir. A continuación emprendió un discurso entusiasta que sorprendió a todos, con una oratoria impecable y un gran sentido común, y vieron un fulgor ardiente en sus ojos, una energía que fluía de ella hacia el grupo y que nadie se daba cuenta de que era la energía que provenía de ellos mismos, que ella recogía y transmitía multiplicada. Los ánimos fueron creciendo y una oleada de optimismo se apoderó de la comunidad, que de discutir estérilmente había pasado a entenderse sin necesidad de palabras, simplemente aglutinados por la voz de su portera que, subida encima de la silla, ahora levantaba el puño en alto y gritaba extasiada: - ¡Fuenteovejuna, todos a una!

abrazaron los unos con los otros, sabiéndose hermanos en esa empresa imposible y, sin embargo, lograda. Descorcharon botellas de cava y Miquel empezó a rociar a todos con purpurina. Parecía una celebración de fin de año. La alegría era tal que Estefanía proponía ir a festejarlo a La Gaviota, su bar favorito, pero finalmente ganó la propuesta de AC de ir al tejado, donde jamás se había celebrado una fiesta y jamás volvería a celebrarse una igual. Mientras todos subían por las escaleras, Pau se demoró buscando un aparato de música para llevar arriba. Cuando iba a salir, se detuvo un momento frente a la ventana. Al otro lado, la ballena gozaba del agua fresca y el sol calentaba el aire. Al fondo se divisaba una playa virgen con palmeras y arena blanca y fina. Sintió una gran envidia. Quién fuera ese jodido cetáceo. Suspiró y pensó que tendría que ir subiendo antes de que los compañeros se preocuparan. Sin embargo… qué cojones. Se desvistió en un momento y dejó las gafas en el alféizar. “Échate pa un lao ballenita, que en este mar cabemos los dos”. Y se zambulló en el agua espumeante un instante antes de que la ventana se cerrara para siempre. Desde entonces se le ve correteando desnudo por la playa o subido en lo alto de una palmera. Sus compañeros le echan mucho de menos, aunque de vez en cuando sienten su presencia. Dicen que el humo que llena el comedor todas las noches proviene del póster. Debe de ser Pau fumando.

Los vecinos estaban ya situados en sus puestos, codo con codo, y preparados para recibir la señal definitiva. Antes de la cuenta atrás, Pau acarició el lomo a la ballena y le susurró dulcemente que no tuviera miedo, que no le iban a hacer daño. A la de tres, toda la comunidad se unió en un esfuerzo sobrehumano y logró levantarla unos centímetros. La mantuvieron en vilo unos instantes que parecieron eternos. Cuando pensaban que iban a derrumbarse, Flora espoleó a los vecinos con su voz y logró canalizar la energía de todos. De repente se sintieron invencibles. Lograron levantar la ballena mucho más arriba de lo que hubiera sido necesario y se permitieron la floritura de mantearla hacia el techo profiriendo cánticos de júbilo. Finalmente la empujaron con el morro hacia delante hasta hacerla penetrar de nuevo por la ventana abierta en la pared. No podían creer que la historia hubiera terminado bien. Estallaron en un grito extasiado y se

Bernat Rebés

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Pequeña semblanza del Diablo

bien es cierto que de manera vaga y algo confusa, en Dios y, claro, en el diablo también. Mucho tiempo después supe que esa imagen que me había formado de la luz y las tinieblas como principios nivelados y enfrentados era una noción herética que contravenía y socavaba uno de los dogmas fundamentales de la religión cristiana según el cual las tinieblas no gozan de entidad propia y no son sino ausencia de luz; probablemente en mis pueriles elucubraciones teologicofantásticas se hubieran colado ideas provenientes del cine y los cómics, dos de mis primeras ventanas al mundo, y en donde suele representárselas como deidades regidoras del universo. Sé que suena extraño pero saber que el diablo carecía de un fundamento sólido en el que anclar su existencia acrecentó mis simpatías hacía él. Cuento todo esto porque en los últimos días he estado leyendo un magnífico y muy recomendable ensayo de Umberto Eco titulado Historia de la fealdad, en el que puede encontrarse un estupendo y revelador capítulo acerca de las representaciones de lo demoníaco en las artes visuales y la literatura. Como no podía ser de otra forma, Eco, en esas páginas, vertebra su discurso apoyándose en tres de los mayores hitos de las letras universales: La divina comedia de Dante Alligheri, el Paraíso perdido de John Milton, el Fausto de Johann Wolgang von Goethe.

José Antonio Vila

En cierto episodio de Los Simpson, Homer afirma lo siguiente: “Dios es mi personaje de ficción favorito”. La frase es inmensa, como no podía ser de otra manera viniendo como viene de semejante portavoz del sentido común. Pero por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a distanciarme del parecer del cabeza de familia más insigne de la televisión. La opinión no puedo suscribirla, ya que no la comparto, pero sí puedo retomar la fórmula y decir a mi vez que mi personaje de ficción favorito es el diablo. No es una elección fácil de explicar. Creo recordar haber leído u oído en alguna parte que un medio de superar los miedos infantiles es convertirlos en afición. No es que yo profese exactamente afición por el diablo pero sí he experimentado atracción y curiosidad hacia su figura. Siendo muy jovencito –debería de tener yo unos seis o siete años- vi la famosa película El exorcista –la verdad, no alcanzo a comprender cómo mis padres me dejaron ver aquello, tan poco apropiado para un crío de esas edades; pudiera ser que anduvieran despistados o estuvieran ocupados haciendo quién sabe qué, y yo aprovechara su despiste u ocupación para verla a hurtadillas-, y como no es difícil de imaginar el visionado me provocó cualquier cosa menos indiferencia. La impresión que esa película me causó fui arrastrándola a partir de entonces durante años. A ello contribuyó, supongo, la educación convencionalmente católica que recibí en mi infancia –insisto sobre lo de “convencionalmente católica”; en mi familia nunca ha habido “catolicistas” furibundos, y espero que no los haya-, que me impelía a creer,

Lo que tienen en común esas obras maestras, aparte de su incomparable calidad literaria, es que, cada una a su manera, cuajaron una idea del diablo que acabó imponiéndose y siendo paradigmática y ejemplar. En efecto, las creencias y leyendas medievales, muy dadas a la truculencia, cristalizaron en el demonio monstruoso, gigantesco, de rostro triple y batientes alas de murciélago descrito por el Dante en su Infierno; el soberbio –en el doble sentido de la palabra- Lucifer rebelde miltoniano que tanta fascinación ejercería sobre los románticos unos siglos más tarde; y, last but not least, el más mundano, pero no por ello menos genial, Mefistófeles de Goethe, diablo que suple con creces su empobrecimiento -debido en no poca medida al descrédito creciente que sufrían las ominosas historias de los

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curas- a fuerza de ingenio y recursos no exentos de humor, que a veces lo asemejan a una alcahueta de comedia de enredos amorosos y que por pura coquetería tampoco permite a las brujas que lo llamen “Satán”, aduciendo que ese nombre está pasado de moda.

tra mí, ni me arrepiento ni varío; por más que haya cambiado mi brillo exterior, nada podrá alterar este carácter obstinado, este soberano desdén, hijo de la conciencia del amor propio ofendido; este espíritu que me indujo a levantarme contra el Omnipotente, arrastrando al furioso combate innumerables fuerzas de espíritus armados que osaron despreciar su dominio, prefieréndome a Él y oponiendo a su poder supremo un poder contrario, hasta que en una batalla indecisa, dada en las llanuras del cielo, hicieron oscilar su trono. ¡Qué importa la pérdida del campo de batalla! Aún no está perdido todo. Conservando todavía una voluntad inflexible, una sed insaciable de venganza, un odio inmortal y un valor que no cederá ni se someterá jamás, ¿puede decirse que estamos subyugados? Ni su cólera ni su poder podrán jamás arrebatarme esta gloria; no me humillaré, no doblaré la rodilla para implorar su perdón, ni acataré un poder cuyo imperio acaba de poner en duda mi terrible brazo. ¡Esto sería una bajeza: esto sería una vergüenza y una ignominia más humillantes aún que nuestra caída!

De esas tres la versión miltoniana siempre ha sido mi favorita; ejemplo como pocos de lo que los griegos clásicos llamaron hubris. Una palabra de difícil traducción, cuya traslación más cabal al castellano sería la “soberbia” de la que ya he hablado, aunque, en realidad, más bien equivaldría a “orgullo y ambición desmedidas”. Un sentimiento o rasgo de carácter que se conoce desde antaño pero que en los versos de Milton halló el vehículo para ser expresado con una potencia que pocas veces se ha dado; la narración de la Caída de Lucifer y su banda de ángeles rebeldes, expulsados del Cielo y condenados al ostracismo perpetuo en el abismo infernal, sigue conservando intacta su magia, sin que los más de tres siglos transcurridos desde su composición le han hayan restado un ápice de grandeza. Así pues, creo que no es baladí rememorar de nuevo las palabras que el poeta inglés puso en boca de su glorioso demonio: Desde qué altura y en qué abismo hemos caído: ¡tan poderoso se mostró Él`[se refiere a Dios] con sus rayos! Pero ¿quién hasta entonces había conocido el efecto de sus terribles armas? No obstante, a pesar de sus rayos, y a pesar de todo cuanto el Vencedor, en su cólera, puede hacer con-

No serviré, prefiero reinar en el infierno a servir en el cielo. Es frecuente al hablar de Milton -del puritano Milton, quien escribió su poema épico con el fin de intentar explicar las razones por las cuales el hombre, el pecaminoso género humano, había sido expulsado del paraíso, y por lo tanto, en definitiva, con la intención de erigirse en apologeta de Dios-, citar unas conocidas palabras de William Blake, fervoroso admirador de Milton pero crítico

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con sus creencias religiosas, “como todo buen poeta, Milton estaba, aun en su caso sin saberlo, de parte del diablo”. Bajo mi punto de vista, no pienso que el comentario de Blake fuera dirigido o se refiriera solamente al espíritu rebelde, a la fascinación por la rebeldía, característica que, por otra parte, compartía con los románticos de quienes en buena medida fue padre y precursor, sino que también apuntan esas palabras en otra dirección, a algo más profundo, más maravilloso y tal vez más inquietante. Pues, ¿no es el de Padre de las Mentiras uno de los títulos que la tradición ha otorgado siempre al diablo? ¿Y qué son las mentiras si no fábulas e historias? Por ende, decir Padre de las Mentiras es prácticamente lo mismo que decir Padre de la Ficción. Federico Nietzsche anotó en ese libro suyo, controvertido y fantasmagórico, y que según algunos estudiosos jamás pretendió escribir, llamado la Voluntad de Poder una frase ciertamente sugerente: “Lo que puede ser pensado tiene que ser con seguridad una ficción”. Una sentencia bien enigmática que, pienso, habría que poner en relación con esa otra, si cabe aún más misteriosa y hechicera, que encontramos en su Crepúsculo de los Ídolos: “Yo creo que no nos vamos a desembarazar de Dios porque aún creemos en la gramática”. Dios como gramática, Dios como lenguaje. Y sin embargo, todo lo que puede ser pensado tiene que ser con seguridad una ficción, esto es, una mentira, una falsificación, y ¿qué es el lenguaje sino la herramienta consciente que más se asemeja al pensamiento? Tendemos a dejarnos llevar, de manera un tanto irreflexiva, por una noción según la cual la función primordial del lenguaje es la de decir la verdad, la de dar cuenta de esa cosa a la que damos el nombre de “realidad”, concepto problemático que, como gustaba de decir Vladimir Nabokov, si no se escribe entre comillas no significa nada. A lo mejor es ese mismo lenguaje, con los fabulosos y fabuladores poderes de los que nos imbuye, el instrumento que nos permite darle la vuelta a la tortilla y enmendar la tiránica imposición de la Creación y su verdad, y, sobre todo, de su tiempo huidizo que no hay forma de revertir ni derrocar. Siempre he creído que ahí radicaba la esencia de la insurrección luciferina, de esa hubris colosal, la de querer suplantar a Dios y ocupar su

lugar. “¿Acaso la mentira no tendrá algo de divino?” inquiere asimismo Nietzsche con una pregunta que parece contener un germen de afirmación. Sea como fuere, no sorprende que el diablo haya sido el santo patrón de poetas y narradores, y que éstos, a su vez, se hayan puesto de su lado. Quizás esas ficciones no son más que vacuos oropeles y lujosa palabrería, pero, no obstante, nos han permitido a muchos llenar nuestro vacío existencial y paliar el relente del viento de la nada que sopla más frío desde la muerte de Dios. En verdad, esa ambición desmedida tiene mucho de divino, pero también mucho de humano, por lo que ignoro si es cierto aquello que se cuenta en la Biblia, que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; ahora bien, de lo que sí estoy seguro es que el hombre cinceló las facciones del diablo tomándose a sí mismo como modelo. José Antonio Vila

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Entrevista

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Entrevista con los responsables del Centro Culturale AMA l’Italiano

INQUIETOS: ¿Por qué AMA L’italiano? CCAL: Buscábamos un nombre representativo sin utilizar nombres de personajes ilustres de la cultura italiana. Pensamos en AMA que expresa la pasión por la lengua y la cultura italiana y también es el divertido acrónimo de las iniciales de nuestros nombres.

Revista ¿in? quietos

INQUIETOS: ¿A quién están dirigidos los cursos y las actividades? CCAL: Nuestros cursos y actividades están destinados a todo tipo de personas, desde estudiantes hasta profesionales de todas las edades.

INQUIETOS: ¿Quiénes sois? CCAL: El Centro Culturale Ama L’italiano está formado sólo por italianos y profesores nativos especializados en la enseñanza del italiano.

INQUIETOS: ¿Cómo se puede contactar con vosotros? CCAL: Disponemos de una página web donde se puede encontrar toda la información necesaria sobre nuestros cursos y actividades culturales. También tenemos un blog y un perfil en Facebook.

INQUIETOS: ¿Por qué Centro Culturale? CCAL: Pensamos que para conocer un país no sólo es importante su idioma, sino también su arte y sus tradiciones. Por ello, a través de nuestros cursos de lengua italiana, talleres de cocina italiana, proyecciones de películas italianas en versión original, espectáculos de jóvenes artistas italianos, tratamos de acercar a la gente a nuestra cultura y de crear una “piccola Italia” en Barcelona. INQUIETOS?: ¿Ofreceis cursos especiales además de los tradicionales de lengua? CCAL: Sí, tenemos cursos especiales para personas que ya hablan bien italiano. Algunos de estos son curso de fotografía, curso de cortometraje, curso de escritura creativa (todos exclusivamente en italiano) y vamos añadiendo cursos durante todo el ano. Podéis encontrar toda la información en nuestra página web.

Passeig Sant Joan 164, Pral.-1ª 08037 Barcelona Tel. +34 625724721 segreteria@centroamalitaliano.com www.centroamalitaliano.com

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Entrevista

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Protoantropó logos, mundo de Qu esalid Núm

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Modelos familiares para la confrontación de liderazgos en Marruecos

Al fijarnos en los aspectos de feminidad en las relaciones entre maestro y discípulo en el Magreb no podemos omitir su opuesto, la virilidad. Ambos se encuentran incluidos en un modelo familiar, a saber, el patriarcado. Dicho modelo lo hallamos en los modos de socialización de las cofradías del Alto Atlas marroquí (Zaouias) o en la corte marroquí (Majzén). Tal prototipo está encabezado, como decimos, por una figura de poder viril; esta viene acompañada por otra figura, en este caso femenina, la madre. Ante este esquema se desarrollan los distintos centros de poder en Marruecos y unas estructuras culturales de cognición basadas en la identidad sexual. ¿Será posible entonces la coexistencia de dos cabezas de familia, los líderes cofrades y el monarca?

Guillermo Mar tín Sáiz

Lo mismo que el discípulo, tras completar su proceso de iniciación en la comunidad cofrade debe alejarse del centro de poder que supone su maestro, el rey Mohamed VI tampoco admitirá competencia alguna. ¿Pueden líderes políticos y religiosos cohabitar en un mismo espacio? Por su parte, el monarca marroquí ostenta también el título de Amir al-Muminim o Comendador de los creyentes, lo cual le convierte en la máxima autoridad oficial del país en materia religiosa. ¿Pero, reluce dicho liderazgo en las comunidades religiosas rurales, regidas por la sumisión a líderes carismáticos poseedores de baraka más que por una legislación urbana? Ante esta similitud de forma entre las estrategias de poder del monarca marroquí y los maestros sufís del Alto Atlas detengámonos y señalemos una no-

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La ternura maternal del maestro tiene su continuidad en la desprotección del discípulo. Este se halla durante su iniciación en un estadio liminar y por ello ambiguo. En el caso de las cofradías, el discípulo debe disolver su identidad para, tras pasar por un proceso en el que el maestro lo moldea, regresar a una masculinidad renacida, a una nueva condición. Durante la iniciación el discípulo verá al maestro supliendo las figuras de su padre y de su madre, entregándose a él en homenaje como un hijo, sirviéndole y haciéndole las tareas domésticas, por lo que rozará la feminidad, la ambigüedad y la informidad antes de renacer curtido por la iniciación, antes de de sufrir un “cambio ontológico”, como lo califica Victor Turner en su libro La selva de los símbolos. Las palabras del antropólogo marroquí Abdellah Hammoudi en su obra Maestro y discípulo son también muy reveladoras al respecto: “el discípulo entra en las manos de su maestro (padre protector y guía) como el cadáver entre las manos de un lavador.” En el caso del reino, el ciudadano es el hijo amparado por el padre –el rey-, pero en este caso nunca se completa la iniciación. En esta dimensión el único iniciado que se completa y vuelve viril es el príncipe heredero. Con todo, observamos la maleabilidad de una cosmovisión comunitaria de tipo patriarcal y fundada en la oposición de géneros, que es empleada como lenguaje para expresar la autoridad de distintos líderes, de una cofradía, un reino, una tribu, una nación o, en definitiva, de una gran familia. De lo que deberemos ser capaces será de entender los distintos modos de inventar y entrever la pertinencia de esos símbolos y las varias maneras de usar este modelo como instrumento de poder asociado a la identidad sexual, ya sea para consolidar una autoridad plenamente moderna, estatal, nacionalizada, política, legal y burocrática, o para configurar y formalizar un proceso de iniciación mística y de entrega a una vida religiosa heterodoxa y antiburocrática.

table oposición. El monarca ha tratado de dotarse de los elementos propios del liderazgo que prima en el mundo rural marroquí, a saber, pertenencia a un linaje jerifiano (descendiente del Profeta) y todo lo que ello conlleva (posesión de baraka, de virtud, de gracia, de carisma). Pero en el mundo rural del Alto Atlas la sumisión a un poder carismático será voluntaria (el carisma es reconocido) y la ley escrita un factor de coacción. El juramento de fidelidad al padre de la nación –el rey- es un contrato fiscalizado, la bay’a; en cambio, la fidelidad afectiva al maestro o figura paterna de la cofradía está basada exclusivamente en la respuesta a su gracia, en el homenaje, la humildad y la sumisión que un hijo ofrece a su padre. Nos encontramos pues con dos clases de líderes patriarcales y viriles protectores de esa familia que es la comunidad (estado o cofradía) que sustentan su autoridad en términos opuestos, los de la ley por un lado y los de la baraka por otro, siendo ésta –explica la antropóloga británica Mary Douglas en su obra Pureza y peligro- “un poder que no pertenece a la estructura política sino que flota entre sus segmentos.” En algo en lo que pueden asemejarse monarca y maestro religioso es en que ambos ocupan también una posición maternal. Si sus autoridades se fundamentan en buena medida en el don de sus sirvientes y discípulos, hijos en definitiva, ese don es contestado con protección, generosidad y ternura, lo propio de una figura maternal. Así pues, el maestro (compréndase también al rey como tal) es una figura ambigua; sus matices de feminidad deberán ser contrastados con muestras de masculinidad para conservar su autoridad. El rey empleará la violencia por medio de la policía y el ejército cuando lo considere oportuno y el maestro someterá al discípulo a duras condiciones de vida durante su proceso de iniciación. Será la teatralización del rito (por ejemplo, en el caso del rey su coronación) lo que, constituyéndose en experiencia práctica, distinga para siempre las categorías; en este caso la viril y la no viril.

Barcelona, Junio de 2009 Guillermo Martín

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Imlil, Alto Atlas marroquí

Material bibliográfico de interés: Recomendamos: Abdellah HAMMOUDI; Maestro y discípulo. Fundamentos del autoritarismo en las sociedades árabes. Anthropos, Barcelona, 2007.

Mohamed TOZY; Monarquía e Islam político en Marruecos. Edicions Bellaterra-Biblioteca del Islam contemporáneo, Barcelona, 2000. Victor TURNER; “Introducción”, “Símbolos en el ritual ndembu”, “La clasificación de colores en el ritual ndembu: Un problema de clasificación primitiva” y “Entre lo uno y lo otro: El período liminar en los rites de passage”. La selva de los símbolos. Siglo XXI, Barcelona, 2005. Arnold VAN GENNEP; “Clasificación de los ritos”. Los ritos de paso. Taurus, Madrid, 1986. Max WEBER; “Tipos de dominación: Dominación carismática”. Economía y sociedad. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1969.

Mary DOUGLAS; Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Siglo XXI, Madrid, 2007. Mircea ELIADE; “Misterios iniciáticos en las religiones primitivas”. Nacimiento y renacimiento: El significado de la iniciación en la cultura humana. Kairós, Barcelona, 2000. Alfred Reginald RADCLIFFE-BROWN; VIII. “Religión y sociedad”. Estructura y función en la sociedad primitiva. Península, Barcelona, 1994.

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Alteridad y Desviación, un apunte antropológico Albert Marín “Muchas veces escuchas aquello de que eres tú el que no estaba bien, pero lo cierto es que vivimos en una sociedad que aún no está preparada para comprender la diferencia y que discrimina al que lo es.” Francesc de Diego Para el presente ensayo se ha creído conveniente abordar la cuestión de la desviación o divergencia desde una perspectiva antropológica capaz de vincular ambas con una noción tan arraigada en la disciplina como la de alteridad1. En este sentido, y sin la intención de explayarse al respecto, podemos entender ésta a partir de su relación con la idea de una diversidad cultural profundamente marcada por cuestiones adaptativas pero también históricas. En otras palabras, el concepto de alteridad se encuentra construido en función a una sistematización de las diferencias tanto al respecto de un “otro” cultural y geográficamente “lejano” como en el caso de aquellos individuos que perteneciendo a un mismo marco histórico-cultural son reconocidos como diferentes en función de, para el caso que nos ocupa, cierta anomalía. Es, sin embargo, notorio como desde ambos campos y a partir de las continuas reformulaciones dentro de las disciplinas –así como del contexto en el cual se aplican, esto es, a fin de cuentas, el mundo-, puede observarse un cierto “estrechamiento” en nociones tradicionalmente tan contrapuestas como estas. Así, tomando como referencia el trabajo de Erving Goffman sobre el estigma, es evidente que existen vínculos entre las perspectivas del normal y el estigmatizado que se manifiestan en su capaci-

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del concepto de alteridad en antropología, no nos hará falta llegar a Rabinow (1977) y su hermenéutico giro de “la comprensión del yo pasando por el desvío de la comprensión del otro”5, sino que a partir de lo expuesto por Georges Condominas (1965) podemos observar ya en el papel del etnógrafo una cierta responsabilidad en la reducción de ese exotismo que radica en la base de toda conceptualización de un “otro”. Y es que, en este sentido; “El asombro que provoca en nosotros el comportamiento de las sociedades exóticas no tiene otro equivalente que el de estas mismas sociedades frente a nuestro propio comportamiento”6. Pero, evidentemente, mucho más significativo para el tema que nos ocupa será la postura de alguien como Arthur Kleinman, psiquiatra y antropólogo, que representa sin duda un caso apropiado para observar cómo esa búsqueda o reivindicación de la voz del “otro” en antropología tiene su eco dentro del campo de la antropología médica a partir de lo que se dio en llamar las illness narratives, esto es, la experiencia de la enfermedad contada desde la perspectiva del enfermo. Y es esta una labor en la cual, según Kleinman, la práctica médica precisa del apoyo tanto de las herramientas metodológicas como de esa mirada etnográfica que se supone <<es una orientación tangencial hacia otros, que necesariamente atenúa cualquier sentido de maestría o autonomía por parte del investigador, por cuanto él o ella están literalmente llamados a adentrarse en la experiencia de los demás>>7 Tal vez pueda ser aventurado establecer este paralelismo entre tales aportaciones antropológicas y el análisis goffmaniano acerca de la identidad de los

Erwin Goffman

dad para orientarse en la actuación de ambos en las distintas interacciones sociales y que, en palabras del mismo Goffman, posibilitan que <el que puede desempeñar uno de estos roles tiene lo que se requiere para desempeñar el otro>>2. Es entonces cuando podemos hablar de esa unidad estigmatizado-normal (o su análogo yo-otro) bajo lo que se denominará el desviado normal y cuya naturaleza estriba no tanto como <<un conjunto de individuos concretos separables en dos grupos, los estigmatizados y los normales, como un penetrante proceso social de dos roles en el cual cada individuo participa en ambos roles, al menos en ciertos contextos y en algunas fases de su vida>>3. Esta definición, por otra parte, pone de relieve lo que de constructo tiene también una noción de “normalidad” cuyo paradigma en nuestra sociedad no diferiría en exceso del ejemplificado por Goffman en su libro: <<En Estados Unidos, el único hombre que no tiene que avergonzarse de nada es un joven casado, padre de familia, blanco, urbano, norteño, heterosexual, protestante, que recibió educación superior, tiene un buen empleo, aspecto, peso y altura adecuados y un reciente triunfo en deportes.>>4 Mientras que, por lo que refiera a la reformulación

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estigmatizados, sin embargo, creo que puede resultar particularmente útil a la hora de realizar aproximaciones como la realizada por el antropólogo Ángel Martínez acerca del lenguaje y, concretamente, el uso de la metáfora entre individuos afectados por la esquizofrenia8. Eso o, continuando con la larga senda del discurso de la culpabilidad y la victimización del enfermo: <<Dejar al individuo a solas con peligros a los que ha sido socialmente arrastrado, sin darle la oportunidad de atribuir a nadie más que a su desviación el daño que pudiera afectarle. Como ocurre con quienes ingresan en la cárcel, se trata de que quien se incorpora al submundo de la enfermedad sienta y haga sentir a quienes le rodean que si ha llegado hasta allí es, en definitiva, porque “algo habrá hecho”>>9 Como espero pueda desprenderse de lo expuesto anteriormente, huelga decir que en ningún modo esta me parece una opción deseable. Todo lo contrario que la lúcida propuesta con la que termina la película de Joaquim Jordá Monos como Becky10 y con la cual se pone el punto y final a este ensayo: <<Yo tengo una esquizofrenia y opino que soy como una planta, me tienen que ahogar, me tienen que dar diplomacia, me tienen que dar ética, que tratarme bien... eso lo primero. Lo segundo, es el tratamiento de pastillas. Pero hablando también se puede curar. Hablando bien, psicológicamente y entendiendo al enfermo, sus debilidades y sus puntos débiles, y fortaleciéndolos. Ayudándole psicológicamente, como si fuera un padre o una madre, lo mismo. Si no, no valen para nada.>>

Notas: 1

Conviene aclarar aquí el uso que Goffman hace de ambos términos. Así, a grandes rasgos, la “desviación” (deviance) es entendido en términos generales y como un concepto de naturaleza etic, esto es, creado por la sociología. Mientras que, partiendo de esta noción, la “divergencia” (deviation) se entendería como la peculiaridad del “divergente” (deviator), aquel que se aparta de las norma social sin ser preciso que se le margine (véase Goffman, op. cit, 2006: 162). 2 Ibíd.: 153. 3 Ibíd.: 160. 4 bid.: 150. 5 Rabinow, P.: Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos, Madrid : Júcar, 1992. 6 Condominas, G.: Lo exótico es cotidiano. Madrid: Júcar, 1991. Pág. 43. 7 Kleinman, A. y Benson, P.: “La vida moral de los que sufren enfermedad y el fracaso existencial de la medicina” en Humanitas. Humanidades médicas. Barcelona. Pág. 24 8 Me parece particularmente interesante como a partir de sus conversaciones con los enfermos termina “descifrando” el uso de estas como “falsos tropos” que convierten en figurativo un discurso que no lo es (véase Martínez, op. cit., 1998: 80-81). 9 Delgado, M.: “Ni vivos ni muertos” en Jiménez, M. (dir.): Hombres sagrados, dioses humanos. , Alacant: Caja de Ahorros del Mediterráneo, 2000. Pág. 110. 10 Monos como Bekcy. Dirigida por Joaquim Jordá. Barcelona: Els Quatre Gats, 1999. El fragmento citado puede verse en: http://www.youtube. com/watch?v=pF5tJnglCg0

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Selfportrait Francesc de Diego Fuentes

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Carolina Diego Gonzá lez

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Viniste aquí para asomarte a esta ventana Me dejaste en los cajones escondidas una piedra y una pluma para volar en tierra y no estar tan lejos de un sueño. Del sol de la mañana en la cama al crepúsculo que se hundía en la montaña, dormimos junto a la ventana de estrellas; comimos chocolate suizo y sugeriste que cuando me viste yo vestía de negro el cuerpo entero. Yo estaba más cerca del cielo Entre el lago y la lluvia, 85 peldaños, entrar y dejar la bicicleta del trabajo: Y aquí arriba el agua del reflejo. Tomaste fotos de un sol huidizo, me besaste. Es como decir aquí el cielo está más arriba. Aquí la inspiración era dueña de la esperanza

Diego González Morandi

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Si Son Già Brusciati I Giorni

e ancora no ti sei resso conto nemmeno una parola neanche un avvicinamento sei stato lì tra i viccoli rossi ma non ti sei avventurato appena una volta a resistere il suo sguardo a guadagnare neanche un centimetro d’aria sei passato là ma da solo intorno a lei al di là di quello che t’impaurisce e i tuoi passi si dimenticherano cercandola di nuovo dalla grande starda fino al suo quartiere rimanendo nascosti là finche diventino una stampa che non t’impaurisca finché si scioglino stanchi e tu condivida con questa città solo l’assenza di lei

Tazio Bazakb al

Tazio Bazakbal, Julio de 2009

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