12 minute read

Entre las grietas

Next Article
Común en humanos

Común en humanos

Entre las grietas Emmanuel González

neo.knights Puebla

Advertisement

Sobre el yermo estéril los dioses se arrastraban como lagartijas. Buscaban algo, ya no una señal, mas bien un atisbo de información que les permitiera vislumbrar la más mínima esperanza en que el experimento hubiera funcionado. El sol abrazaba las rocas cuarteadas, y con su vapor hacía que el sudor corriera sobre las frentes de las deidades. Pasaba el tiempo y sobre la tierra se escurría solo el calor del mundo, nada más.

El mayor de los dioses se levantó, tomó un pedazo de roca y la deshizo entre sus dedos, suspiró derrotado y con gesto de impotencia se erigió sobre sus hermanos. Los miró arrastrándose en el piso, pegando las narices en las rocas ardientes y deseó nunca haber aceptado formar parte de esa empresa que su hermano menor había ideado tontamente. Quizá era parte natural de su destino divino el existir en soledad. Sin pronunciar una sola palabra, con el alma llena de conmiseración, se transportó al centro de la galaxia, donde detrás del horizonte de eventos del agujero negro esperaría eternamente adueñarse de algo que cambiara aquel triste destino que se obligaba a aceptar.

Después le siguió su hermana, quien recogiéndose los mechones de cabello plateado que se le pegaban a la cara se acercó al menor, el cual seguía ensimismado buscando entre los quiebres de arena seca. Posó su mano sobre su hombro y cerró los ojos, como queriendo aligerar un poco del dolor que a este le envolvía. Quitó su mano y saltó al otro extremo del cosmos, donde volvería a estudiar el código del universo para entender el por qué y cómo era que debía dirigir su existencia divina.

Finalmente se quedó solo. Sentía un ardor en el pecho. Tanto esfuerzo, tanta esperanza y entre las grietas no germinaba nada. ¿Era posible que los dioses se equivocaran? ¿Acaso un dios podía morir de tristeza? Alzó la cara al cielo y soltó un largo y pesado suspiro. Todo el cuerpo le temblaba, como si estuviera enfermo, como si su interior se desquebrajara, como si su alma se marchitara. El tiempo pasaba e incapaz de contenerse lloró a lágrima viva. Sintiendo más que nunca la vastedad del universo, los eones sin más acompañante que las estrellas, y en su interior profundo, la voluntad de vivir. Sin embargo, incapaz de realizar el milagro e invadido por la aflicción, vagó por la creación, siempre creciente y aun incompleta.

Entre las grietas, aquellas lagrimas aportaron lo que la ciencia divina no pudo discernir, quizá por cualidades químicas aun desconocidas, quizá por casualidad. Lo cierto es que de la tristeza del dios soñador germinó lo necesario para que nosotros, pequeños exploradores, nos posáramos en la punta de lanza, listos para adentrarnos en el telón negro de lo infinito, y entre sus rincones encontrar a los antiguos hermanos, en especial al errante menor, al que, enervados de la felicidad por fin podremos dedicar un cálido y amoroso Gracias.

Discurso del capitán H Jiménez. Primera exploración al lejano vacío cósmico, 2336.

Mensaje en una botella Alexander Torres

@thealexanderluthor Puebla

He tirado otra botella de vino y coleccionado otro envase de cerveza para la posteridad, Quizá el siguiente año tenga la oportunidad de regresarlos a la tienda en intercambio, para después tirar su contenido en mi cabeza; quizá pueda repetir lo mismo durante el siguiente año y seguir tirando las botellas de vino que no puedo regresar. Es una lástima que tenga que botar aquellas con las que termino bailando y coleccionar esas con las que termino charlando.

No siempre supe que mi cuerpo iba a arrastrarse por el suelo para continuar su camino, ni que sus fuerzas se recuperarían dependiendo del dinero que hubiera gastado en ocultarle la verdad. Hasta este año quizá nunca supe lo ligero que iba a resultar mi cuerpo al salir del baño, al haber vomitado la letra de cartas hermanas a esta, pero ahora que estoy aquí, frente a unos cientos de palabras más y a merced de los amaneceres que me quedan por ver, me pregunto ante ustedes qué ha sido de la vida que prometía el corazón. Me pregunto si quizá he encerrado demasiados amaneceres en mis botellas y en mi avaricia he quedado ciego, o incluso si fue el licor y mi carencia de dinero para comprar uno de calidad lo que lo ha llevado a ello.

Cuento los días hacia atrás para llegar a gatas ante alguien un año más joven, pidiendo por misericordia “detén tu marcha ” , pero he de ignorarme aún me escuchara, lo tengo bien claro. He de ignorarme porque no sabré en ese entonces que he de morir tratando de mantener las esperanzas vivas y los ojos abiertos, descubriendo que el mundo es más grande que mi hogar y las mascotas que me reciben como si me hubieran perdido hace años.

Hay que preguntar si lo he logrado, o si alguien del día después vendrá raspando sus rodillas sobre el suelo en un sacrificio de sangre para detenerme a mí y a mi marcha, a mí y a las esperanzas que confieso, mantengo vivas hasta hoy a pesar de mis incontables muertes.

Quizá incluso tengo que esperar en mi sofá, con el azul cálido del cielo que ofrece sus brazos en mis noches largas, a que el frío del fin del mundo llegue a mi puerta, para encontrar el ideal que busca aquél que mira a través de mis ojos, y encontrar por qué ahora más que nunca me niego a arrastras mis rodillas otro año hacia atrás.

Necio por esperar ganar una batalla que he perdido 18 veces antes, esperando a que nieve en abril y esperando poder sentarme con ustedes después del número 19. Quizá podamos ver nieve el próximo abril, y podamos abrir una botella más para dejar escapar el sol un día después de mañana.

@artcollapses

Porque vivo sofocada en fuego y tiempo, me agita el calor, me deslumbra… y sin sentirlo quedo impregnada en la tela de todos lados permanezco admiro el afuera, pero todo es mayor todos son más no hago nada y permanezco extraño lamento y soplo, pero no me muevo permanezco me incendio, me agoto y aún así permanezco me debilito, pero aún no me extingo en el después ¿dónde permanezco? con el aire, fuera de la tela no quise, pero tampoco me opuse.

Destino Ineludible María Fernanda Ocaña Reyna

@mf _ ocana Tijuana, Baja California

Nos dicen que somos responsables de nuestro destino, pero la realidad es muy diferente. El desenlace de nuestra vida ya está escrito, de lo único sobre lo que tenemos control, es de las decisiones que tomamos hasta llegar a ese momento.

Regresemos a la mañana del día de hoy…

Al despertar volteas a ver el reloj en la mesita junto a tu cama, son las ocho y media de la mañana. Es más tarde de lo que sueles levantarte, ¿por qué sigue tan oscuro?

El silencio es otra cosa que llama tu atención, normalmente puedes escuchar a tus vecinos de la torre de departamentos donde vives caminando por los pasillos, hablando entre ellos, a sus hijos corriendo y jugando.

Sientes tu cuerpo pesado y una sensación muy extraña que no logras sacudir, como un mal presentimiento.

Te levantas de la cama con dificultad para abrir la cortina que cubre tu ventana, el cielo sigue oscuro, como si fuera la mitad de la noche.

Con un poco de desconcierto diriges tu mirada hacia abajo esperando ver a la gente caminando por la calle y al tráfico habitual por vivir en una ciudad tan poblada.

La calle está desierta.

Por un momento dudas de ti, talvez no habías despertado del todo cuando viste la hora, ¿te habrás confundido?

Te das la vuelta para volver a revisarla.

Estás en lo correcto, es de día.

Caminas a través del cuarto para abrir la cortina de la otra ventana, la que da hacia las otras torres de departamentos en vez de a la calle, y lo que miras te deja sin palabras.

Después de unos segundos de tratar de comprender lo que está frente a tus ojos sales de tu cuarto caminando hacia la puerta de entrada. Sientes como tu corazón se acelera mientras la abres lentamente, dudas en salir al pasillo pero lo haces.

La luna está tan grande y se ve tan cerca que podrías apostar que al levantar la mano alcanzarías a tocarla.

Se siente como un sueño, ¿podría ser?, no parece real.

Te pellizcas el brazo, no es un sueño.

Miras a ambos lados del pasillo dándote cuenta que la gente comienza a salir de sus departamentos, todos con una expresión en su cara similar a la que muy seguramente tienes.

Caminas hacia el barandal colocando tus manos sobre él y vuelves a voltear hacia la luna, es muy hermosa.

Justo en ese momento comienzan a escucharse sirenas en toda la ciudad, parecidas a las de alerta sísmica, y ruido dentro de las casas. Te alejas del barandal volviéndote a parar en la puerta desde donde alcanzas a ver que en la televisión se ha puesto un canal de emergencia.

Tu corazón late tan fuerte que apenas puedes concentrarte en lo que están diciendo, solo se te graban algunas frases.

Luna fuera de órbita, desastres naturales, posible impacto…

No recuerdas mucho de tus clases de física en la escuela, pero la luna tiene algo que ver con el nivel del mar y la inclinación de la Tierra, así que haberse salido de órbita no puede ser bueno.

Afortunadamente no vives cerca del mar, no tendrás que preocuparte por eso.

Volteas sobre tu hombro hacia la luna, no sabes decir si se está acercando cada vez más, o si la Tierra sigue girando.

Una explosión muy fuerte provoca que el suelo tiemble, te agarras fuertemente del marco de la puerta para no perder el equilibrio. En la televisión cambia la imagen a un mapa donde están marcados los lugares que están comenzando a verse afectados no solo por las explosiones que ahora sabes que son de lava y que están provocando incendios, sino por tsunamis, temblores y quien sabe que más.

En ese momento comprendes lo grave de la situación.

Las explosiones continúan, la señal de la televisión comienza a perderse, se va la luz. Piensas en como ojalá nadie se haya quedado atrapado en los elevadores.

o muy lejos puedes comenzar a ver un color rojizo, ¿y si hubiera una explosión justo donde estás, o los temblores provocan que el edificio caiga?, ¿y si el edificio comienza a incendiarse y no puedes salir?

La gente comienza a alterarse, corren hacia las escaleras, otros entran a sus casas para rescatar lo que puedan de sus pertenencias

Definitivamente no puedes quedarte en tu departamento, así que tus opciones son realmente muy sencillas.

Subir, o bajar...

En las películas siempre dicen que la opción más segura es subir al techo para que un equipo de rescate pueda verte, pero si el edificio cae, dudas que alguien sea capaz de sobrevivir a una caída de esa altura.

Decides bajar al primer piso y salir a la calle, aunque subir sería más rápido tomando en cuenta que vives en los pisos superiores.

Tu primer instinto es correr hacia las escaleras, bajas algunos escalones y te detienes, ¿deberías regresar por algunas cosas?

Se te vienen a la mente todos esos objetos que tienen un valor sentimental y que te traen bonitos recuerdos. Talvez deberías juntar en una mochila algunos cambios de ropa, comida enlatada que tienes en tu despensa, agua, algo para curarte si te lastimas.

Pero no, no hay tiempo, aunque no sabes a lo que te podrías enfrentar, si es necesario podrás empezar de nuevo en otra parte, y esos recuerdos siempre vivirán en tu memoria. Por ahora, tu vida es más importante, y no hay tiempo que perder.

Cada segundo cuenta, y si no logras salir, nada de las cosas por las que regresaste importarán; si lo logras, ya verás que hacer, ese es un problema para después.

Continúas bajando las escaleras apresuradamente teniendo en mente que en cualquier momento el techo podría caer sobre ti. Ese pensamiento hace que bajes más rápido.

La única luz ahora es la de la luna, mientras más avanzas, más oscuro está.

Ocasionalmente chocas con personas que van subiendo las escaleras, otras solo te pasan por un lado. A algunos los conoces, a otros no, ¿Cuántos de ellos sobrevivirán?

No habías pensado en tu familia, en tus amigos, ¿estarán bien?, ¿volverás a verlos? Cuántas cosas no les dijiste, cuántas oportunidades dejaste pasar pensando que siempre habría otro momento.

Sigues bajando, las explosiones continúan y el suelo tiembla bajo tus pies ocasionando que pierdas el equilibrio.

Tienes que sostenerte del barandal para evitar caer, otras veces tu caída es inevitable, pero así como caes te levantas. ¿Por qué elegiste vivir en uno de los pisos más altos? Claro, en su momento la bonita vista te convenció. Además, el edificio era seguro, había elevadores, no perderías tiempo en bajar.

En el momento más crucial, nada de eso importó. Te das cuenta como sueles darle importancia a cosas que no son realmente importantes, dejando de lado cosas que sí lo son.

Logras llegar al último piso, está completamente oscuro a excepción de la poca luz de la luna que logra entrar por la puerta y las ventanas que ahora están rodeadas por vidrio roto.

Puedes ver a algunas personas corriendo por la calle, un color rojizo y ceniza todavía encendida. No tienes idea de cuánto avanzó el fuego mientras bajabas, no pensaste en lo que harías después de salir del edificio, no tienes un plan, no sabes a lo que te vas a enfrentar afuera.

A la distancia crees escuchar el ruido de un helicóptero, talvez al salir puedas pedir ayuda.

Sigues adentro, aparte de ti hay muy pocas personas, la mayoría están heridas o asustadas, algunas son madres con sus hijos en brazos mientras lloran.

Estás tan cerca de poder salir, no sabes que hacer, ¿deberías quedarte a ayudarlos?

Oscuridad.

Es lo último que recuerdas, lo último que viste. Es irónico pensar como la luna, lo que te acompaña por las noches mientras duermes y marca el final de cada día dando esperanza de comenzar uno nuevo, fue la causa de tanto caos, miedo y desesperación, la causa de tanto dolor cuando debe dar tranquilidad.

¿Lograste salir? No lo sabes, pero si la vida te da otra oportunidad, vivirás cada día como si fuera el último, no volverás a dejar nada para después.

Aprovecha cada momento al máximo, de la noche a la mañana, tu vida podría cambiar.

This article is from: