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Imagen fantástica #1 - #2
Imagen fantástica #1 J. R. Spinoza
Nadan en las aguas del mar mediterráneo Espuma cubre sus pechos y genitales; su Risa la llevan las olas, hacia el sur, hacia el Este y más allá, desde Creta a Ítaca, desde Rodas a Lesbos. Danzan alrededor del trono de Poseidón, Actea, Glauca, Eunice, y cincuenta más, Si naufragas alguna vez, orarás por encontrarlas.
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@winchesterrudy México
Imagen fantástica #2 . R. Spinoza
Garras de águila Rampante torso de león Idílica creatura que surca los aires con la Fuerza del rey de la tierra y la agilidad del monarca celeste Oxímoron, el equilibrio transmutado en bestia, en guardián del mundo.
@aleshia _ Rebollar Puebla, Pue
@aleshia _ Rebollar Puebla, Pue
Nanas Daned
@itsdaned Tehuacán, Puebla.
Un sabor familiar corrió por mi lengua. Abrí los ojos con pesadez, pero volví a cerrarlos. En realidad, no quería abrirlos. Traté de mover el cuello y sentí pequeños piquetes infernales desde la nuca hasta los pies. Inhalé y percibí el cansancio de mis pulmones. Podía compararlos con balones desinflados, como cuando en la escuela los ponchábamos jugando en el recreo.
Tenía el estómago hundido en llamas. Era un hueco vacío. Un hoyo negro quemándose. De no tener la nariz tan rota podría haber olido su combustión. Me imaginé el olor de la gasolina. La garganta me picaba y la lengua me escoreaba; aún podía sentir en el paladar el sabor de la sangre seca, fresca posiblemente hacía horas ¿o días? Cerré esos pensamientos. No porque no me importasen, sino porque importaban tanto que no quería ilusionarme. Porque nadie iba a venir por mí.
Había escuchado que los humanos podían soportar sin alimento 3 semanas. Había perdido la cuenta de cuánto llevaba tirada en el suelo. No distinguía entre el día y la noche y no me importaba en realidad. Muchas veces había imaginado un reloj gigante pegado en la pared haciendo cuenta regresiva. Tic, toc. Tic, toc.
Acostada en el suelo con restos de sangre en los dedos, las piernas moradas y las costillas rotas, la única visita que recibía era la del recuerdo. Llegaba con té a cierta hora y se sentaba en mi pecho, hundiéndolo más de lo que ya se encontraba. Me cantaba al oído las nanas que mi mamá susurraba antes de dormir. Sentía las palabras chocar y bailar en mi nuca. Otras veces me regresaba a la primera vez que besé a Jul o cuando reía con Ana. Y esos momentos eran los únicos que quería recordar, porque era bonitos y blancos; ninguno estaba manchado, como mi cuerpo: corrompidos y lastimados.
Ritalín. Me lo dieron por días, eso hasta que decidieron que no les servía más. Quería creer que esa era la razón por la que seguía tan quieta. Pero qué tonta. Extrañaba a mi madre.Extrañaba a mi padre. Extrañaba mi vida. El recuerdo apretaba a mi cobarde corazón hasta hacerlo querer extinguirse.