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¿Quiénes Somos? Tenemos el agrado de compartir con ustedes el Magazine “SieteSeisCinco”una propuesta de trabajo colaborativo e integrada entre diferentes áreas, realizada por profesorxs del Turno Tarde de la Escuela 765, para acompañar las trayectorias escolares en este contexto de pandemia Covid 19. Encontrarán diferentes actividades, comunicaciones, informaciones, reflexiones, enmarcadas en los diseños curriculares vigentes y los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios. Consideramos importante fortalecer las capacidades de comprensión lectora y resolución de problemas. Los canales abiertos para la comunicación, recepción de consultas, envío de actividades del Magazine son: Correo electrónico: magazine765rocadeltiempo@gmail.com Classroom: https://classroom.google.com/c/MTQ4NjU5MzU0NzY4?cjc=gxswfc y Esperamos contar con la participación de la mayoría de nuestrxs estudiantes. ¡Hasta la próxima entrega! Equipo de Enseñanza Turno Tarde 765.
En cada fiesta patria, los argentinos optan por afianzarse a los orígenes de nuestro suelo y comer locro, con alguna que otra empanada de entrada. Aunque muchos tengan prejuicios y miren con mala cara, se trata de un plato muy sabroso. Los principales ingredientes del locro son maíz blanco, porotos, tripa gorda, chorizo criollo, cebolla blanca, calabaza, papa, cuerito de cerdo. A gusto, algunos optan por agregar chorizo colorado, pechito de cerdo, panceta, apio, puerro, ajo, falda, morrón y, por supuesto, una salsita picante. El locro nació entre los indios Quechuas, llamado como “luqru” o “rucru”. Era un guiso realizado a base de zapallo, maíz y porotos. Su origen es precolombino y se lo prepara de varias maneras, según la tradición de cada una de las provincias argentinas. Lo único que no varía es su base vegetal y el procedimiento de cocción, que es a fuego lento durante varias horas. En la antigüedad se usaban muy pocos ingredientes, pero con el tiempo se fueron sumando en algunas zonas el chorizo colorado, la panceta, entre muchos otros. Su uso actual es en ollas populares, fiestas, bares de barrios y, sobre todo, en las fiestas patrias.
“Casa de Comidas de Lago Puelo” INGREDIENTES (8 porciones) : 500 g. de Maíz blanco partido, 500 g. de porotos blancos, 500 g. carne de ternera (cortado en cubos), 2 patas de cerdo trozadas (400g), 250g de panceta ahumada, 3 chirizos colorados (450g), 3 chorizos comunes (450g), 3 cebollas (400g), 3 cebollas de verdeo (100g), 3 puerros (300g), 500g de zapallo amarillo, 300g de mondongo. Completa el cuadro con las calorías que aporta cada ingrediente en la receta de la casa de comidas de Lago Puelo. Ingredientes Maíz Blanco (100g) Porotos Blancos (100g) Carne de Ternera (100g) Pata de cerdo (100g) Panceta ahumada (100g) Chorizo colorado 100g) Chorizo común (100g) Cebollas (100g) Cebolla de verdeo (100g) Puerro (100g) Zapallo amarillo (hervido 100g) Mondongo (100g)
Calorías (Receta de la Calorías Casa de Comidas de Lago Puelo) 365 67 172 238 60 356 333 40 34 61 21 107
Cuando la gente habla de las calorías en la comida, ¿a qué se refiere? Una caloría es una unidad de medida, pero esta no mide peso ni longitud. Una caloría es una unidad de energía. Cuando escuchas que algo contiene 100 calorías, es una manera de describir la cantidad de energía que podría recibir tu cuerpo al consumir eso. Las calorías no son malas. Tu cuerpo necesita calorías para tener energía. Sin embargo, comer demasiadas calorías y no quemar lo suficiente a través del ejercicio físico puede hacer que aumentes de peso. a) ¿Qué ingredientes tienen más calorías? b) ¿Cuántas calorías hay en la segunda columna? c) ¿Cómo hiciste para completar la tercera columna? d) ¿Cuántas calorías hay en la tercera columna? e) ¿De cuánto es la diferencia de calorías entre ambas columnas? f) ¿Cuántas calorías habrá en cada porción de locro de la Casa de las comidas de Lago Puelo? Elegí una comida que te guste mucho, y colocá todos los ingredientes que se necesita para elaborarlo (podés pedirle ayuda a un integrante de tu familia)
¿Qué es la Ciencia Ficción? Desde marzo de este año vivimos una realidad que no imaginábamos iba a pasar. Esta realidad es extraña y a veces nos recuerda a alguna película sobre el fin del mundo, el Apocalipsis, o algo así. ¿Quién iba a decir que habría distanciamiento social, saldríamos a la calle con tapabocas y nos comunicaríamos con video llamadas? Hoy, todas esas cosas son parte de nuestra cotidianeidad, pero ¿no se parece a una historia de Ciencia Ficción? ¿De qué se trata? Es un género de la literatura (así como los cuentos realistas, de terror o policiales) que nació a principios del siglo XIX a medida que la humanidad iba siendo testigo de importantes avances científicos y tecnológicos. El principio de la ciencia ficción radica en la creación de relatos especulativos en torno al impacto de la ciencia y la tecnología en la vida del ser humano. En este género podemos encontrar sociedades futuras, mundos paralelos, robots, viajes interestelares o en el tiempo, realidades virtuales, culturas alienígenas o dilemas físicos de la realidad conocida. Es por eso que entre sus personajes podemos reconocer a científicos, extraterrestres, superhumanos, robots, militares, entre otros. Seguro que conocen alguna historia de Ciencia Ficción (muchas han sido llevadas al cine y la televisión) Acá van algunos títulos: “Yo, robot”, de Isaac Asimov, “Cita con Rama”, de Arthur C. Clarke, “Crónicas marcianas”, de Ray Bradbury, “Soy leyenda”, de Robert Matheson, “La invención
de Morel”, de Adolfo Bioy Casares, “Neuromancer”, de William Gibson, “El cuento de la criada”, de Margaret Atwood. Antes de la lectura, te proponemos que respondas estas preguntas: ¿Qué libros, películas o historietas de ciencia ficción conoces? ¿Cuáles de ellos tienden a la utopía (un mundo ideal, en el que la sociedad podría vivir de un mejor modo) y cuáles a la distopía (mundos alternativos que representan lugares peores para la sociedad)? Ahora sí: ¡A leer! -
VENDRÁN LLUVIAS SUAVES, un cuento de Ray Bradbury La voz del reloj cantó en la sala: tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete, como si temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo y repitiendo llamadas en el vacío. Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve! En la cocina el horno del desayuno emitió un siseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho tostadas perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de jamón, dos tazas de café y dos vasos de leche fresca. -Hoy es cuatro de agosto de dos mil veintiséis -dijo una voz desde el techo de la cocina- en la ciudad de Allendale, California -Repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara-. Hoy es el cumpleaños del señor Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del seguro y también las cuentas de agua, gas y electricidad. En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se deslizaron bajo ojos eléctricos. -Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno! Pero las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones de goma. Llovía fuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: “Lluvia, lluvia, aléjate… zapatones, impermeables, hoy.”. Y la lluvia resonó golpeteando la casa vacía. Afuera, el garaje tocó unas campanillas,
levantó la puerta, y descubrió un coche con el motor en marcha. Después de una larga espera, la puerta descendió otra vez. A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio los echó en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta de metal que después de digerirlos los llevó al océano distante. Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron secos y relucientes. “Las nueve y cuarto”, cantó el reloj, “la hora de la limpieza”. De las guaridas de los muros, salieron disparados los ratones mecánicos. Las habitaciones se poblaron de animalitos de limpieza, todos goma y metal. Tropezaron con las sillas moviendo en círculos los abigotados patines, frotando las alfombras y aspirando delicadamente el polvo oculto. Luego, como invasores misteriosos, volvieron de sopetón a las cuevas. Los rosados ojos eléctricos se apagaron. La casa estaba limpia. Las diez. El sol asomó por detrás de la lluvia. La casa se alzaba en una ciudad de escombros y cenizas. Era la única que quedaba en pie. De noche, la ciudad en ruinas emitía un resplandor radiactivo que podía verse desde kilómetros a la redonda. Las diez y cuarto. Los surtidores del jardín giraron en fuentes doradas llenando el aire de la mañana con rocíos de luz. El agua golpeó las ventanas de vidrio y descendió por las paredes carbonizadas del oeste, donde un fuego había quitado la pintura blanca. La fachada del oeste era negra, salvo en cinco sitios. Aquí la silueta pintada de blanco de un hombre que regaba el césped. Allí, como en una fotografía, una mujer agachada recogía unas flores. Un poco más lejos -las imágenes grabadas en la madera en un instante titánico-, un niño con las manos levantadas; más arriba, la imagen de una pelota en el aire, y frente al niño, una niña, con las manos en alto, preparada para atrapar una pelota que nunca acabó de caer. Quedaban esas cinco manchas de pintura: el hombre, la mujer, los niños, la pelota. El resto era una fina capa de carbón. La lluvia suave de los surtidores cubrió el jardín con una luz en cascadas. Hasta este día, qué bien había guardado la casa su propia paz. Con qué cuidado había preguntado: “¿Quién está ahí? ¿Cuál es el santo y seña?”, y como los zorros solitarios y los gatos plañideros no le respondieron, había cerrado herméticamente persianas y puertas, con unas precauciones de solterona que bordeaban la paranoia mecánica.
Cualquier sonido la estremecía. Si un gorrión rozaba los vidrios, la persiana chasqueaba y el pájaro huía, sobresaltado. No, ni siquiera un pájaro podía tocar la casa. La casa era un altar con diez mil acólitos, grandes, pequeños, serviciales, atentos, en coros. Pero los dioses habían desaparecido y los ritos continuaban insensatos e inútiles. El mediodía. Un perro aulló, temblando, en el porche. La puerta de calle reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, en otro tiempo grande y gordo, ahora huesudo y cubierto de llagas, entró y se movió por la casa dejando huellas de lodo. Detrás de él zumbaron unos ratones irritados, irritados por tener que limpiar el lodo, irritados por la molestia. Pues ni el fragmento de una hoja se escurría por debajo de la puerta sin que los paneles de los muros se abrieran y los ratones de cobre salieran como rayos. El polvo, el pelo o el papel ofensivos, hechos trizas por unas diminutas mandíbulas de acero, desaparecían en las guaridas. De allí unos tubos los llevaban al sótano, y eran arrojados a la boca siseante de un incinerador que aguardaba en un rincón oscuro como un Baal maligno. El perro corrió escaleras arriba y aulló histéricamente, ante todas las puertas, hasta que al fin comprendió, como ya comprendía la casa, que allí no había más que silencio. Olfateó el aire y arañó la puerta de la cocina. Detrás de la puerta el horno preparaba unos pancakes que llenaban la casa con un aroma de jarabe de arce. El perro, tendido ante la puerta, olfateaba con los ojos encendidos y el hocico espumoso. De pronto, echó a correr locamente en círculos, mordiéndose la cola, y cayó muerto. Durante una hora estuvo tendido en la sala. Las dos, cantó una voz. Los regimientos de ratones advirtieron al fin el olor casi imperceptible de la descomposición, y salieron murmurando suavemente como hojas grises arrastradas por un viento eléctrico. Las dos y cuarto. El perro había desaparecido. En el sótano, el incinerador se iluminó de pronto y un remolino de chispas subió por la chimenea. Las dos y treinta y cinco.
Unas mesas de bridge surgieron de las paredes del patio. Los naipes revolotearon sobre el tapete en una lluvia de figuras. En un banco de roble aparecieron martinis y sándwiches de tomate, lechuga y huevo. Sonó una música. Pero en las mesas silenciosas nadie tocaba las cartas. A las cuatro, las mesas se plegaron como grandes mariposas y volvieron a los muros. Las cuatro y media. Las paredes del cuarto de los niños resplandecieron de pronto. Aparecieron animales: jirafas amarillas, leones azules, antílopes rosados, panteras lilas que retozaban en una sustancia de cristal. Las paredes eran de vidrio y mostraban colores y escenas de fantasía. Unas películas ocultas pasaban por unos piñones bien aceitados y animaban las paredes. El piso del cuarto imitaba un ondulante campo de cereales. Por él corrían escarabajos de aluminio y grillos de hierro, y en el aire caluroso y tranquilo unas mariposas de gasa rosada revoloteaban sobre un punzante aroma de huellas animales. Había un zumbido como de abejas amarillas dentro de fuelles oscuros, y el perezoso ronroneo de un león. Y había un galope de okapis y el murmullo de una fresca lluvia selvática que caía como otros casos, sobre el pasto almidonado por el viento. De pronto las paredes se disolvieron en llanuras de hierbas abrasadas, kilómetro tras kilómetro, y en un cielo interminable y cálido. Los animales se retiraron a las malezas y los manantiales. Era la hora de los niños. Las cinco. La bañera se llenó de agua clara y caliente. Las seis, las siete, las ocho. Los platos aparecieron y desaparecieron, como manipulados por un mago, y en la biblioteca se oyó un clic. En la mesita de metal, frente al hogar donde ardía animadamente el fuego, brotó un cigarro humeante, con media pulgada de ceniza blanda y gris. Las nueve. En las camas se encendieron los ocultos circuitos eléctricos, pues las noches eran frescas aquí. Las nueve y cinco. Una voz habló desde el techo de la biblioteca. -Señora McClellan, ¿qué poema le gustaría escuchar esta noche? La casa estaba en silencio. -Ya que no indica lo que prefiere -dijo la voz al fin-, elegiré un poema cualquiera. Una suave música se alzó como fondo de la voz. -Sara Teasdale. Su autor favorito, me parece…
Vendrán lluvias suaves y olores de tierra, y golondrinas que girarán con brillante sonido; y ranas que cantarán de noche en los estanques y ciruelos de tembloroso blanco y petirrojos que vestirán plumas de fuego y silbarán en los alambres de las cercas; y nadie sabrá nada de la guerra, a nadie le interesara que haya terminado. A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles, si la humanidad se destruye totalmente; y la misma primavera, al despertarse al alba, apenas sabrá que hemos desaparecido. El fuego ardió en el hogar de piedra y el cigarro cayó en el cenicero: un inmóvil montículo de ceniza. Las sillas vacías se enfrentaban entre las paredes silenciosas, y sonaba la música. A las diez la casa empezó a morir. Soplaba el viento. La rama desprendida de un árbol entró por la ventana de la cocina. La botella de solvente se hizo trizas y se derramó sobre el horno. En un instante las llamas envolvieron el cuarto. -¡Fuego! – gritó una voz. Las luces se encendieron, las bombas vomitaron agua desde los techos. Pero el solvente se extendió sobre el linóleo por debajo de la puerta de la cocina, lamiendo, devorando, mientras las voces repetían a coro: – ¡Fuego, fuego, fuego! La casa trató de salvarse. Las puertas se cerraron herméticamente, pero el calor había roto las ventanas y el viento entró y avivó el fuego. La casa cedió terreno cuando el fuego avanzó con una facilidad llameante de cuarto en cuarto en diez millones de chispas furiosas y subió por la escalera. Las escurridizas ratas de agua chillaban desde las paredes, disparaban agua y corrían a buscar más. Y los surtidores de las paredes lanzaban chorros de lluvia mecánica. Pero era demasiado tarde. En alguna parte, suspirando, una bomba se encogió y se detuvo. La lluvia dejó de caer. La reserva del tanque de agua que durante
muchos días tranquilos había llenado bañeras y había limpiado platos estaba agotada. El fuego crepitó escaleras arriba. En las habitaciones altas se nutrió de Picassos y de Matisses, como de golosinas, asando y consumiendo las carnes aceitosas y encrespando tiernamente los lienzos en negras virutas. Después el fuego se tendió en las camas, se asomó a las ventanas y cambió el color de las cortinas. De pronto, refuerzos. De los escotillones del desván salieron unas ciegas caras de robot y de las bocas de grifo brotó un líquido verde. El fuego retrocedió como un elefante que ha tropezado con una serpiente muerta. Y fueron veinte serpientes las que se deslizaron por el suelo, matando el fuego con una venenosa, clara y fría espuma verde. Pero el fuego era inteligente y mandó llamas fuera de la casa, y entrando en el desván llegó hasta las bombas. ¡Una explosión! El cerebro del desván, el director de las bombas, se deshizo sobre las vigas en esquirlas de bronce. El fuego entró en todos los armarios y palpó las ropas que colgaban allí. La casa se estremeció, hueso de roble sobre hueso, y el esqueleto desnudo se retorció en las llamas, revelando los alambres, los nervios, como si un cirujano hubiera arrancado la piel para que las venas y los capilares rojos se estremecieran en el aire abrasador. ¡Socorro, socorro! ¡Fuego! ¡Corred, corred! El calor rompió los espejos como hielos invernales, tempranos y quebradizos. Y las voces gimieron: fuego, fuego, corred, corred, como una trágica canción infantil; una docena de voces, altas y bajas, como voces de niños que agonizaban en un bosque, solos, solos. Y las voces fueron apagándose, mientras las envolturas de los alambres estallaban como castañas calientes. Una, dos, tres, cuatro, cinco voces murieron. En el cuarto de los niños ardió la selva. Los leones azules rugieron, las jirafas moradas escaparon dando saltos. Las panteras corrieron en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales huyeron ante el fuego y desaparecieron en un lejano río humeante… Murieron otras diez voces. Y en el último instante, bajo el alud de fuego, otros coros indiferentes anunciaron la hora, tocaron música, segaron el césped con una segadora automática, o movieron frenéticamente un paraguas, dentro y fuera de la casa, ante la puerta que se cerraba y se abría con violencia. Ocurrieron mil cosas, como cuando en una relojería todos los relojes dan locamente la hora, uno tras otro, en una escena de maniática confusión, aunque con cierta unidad; cantando y chillando los últimos ratones de limpieza se lanzaron valientemente fuera de la casa ¡arrastrando las horribles cenizas!
Y en la llameante biblioteca una voz leyó un poema tras otro con una sublime despreocupación, hasta que se quemaron todos los carretes de película, hasta que todos los alambres se retorcieron y se destruyeron todos los circuitos. El fuego hizo estallar la casa y la dejó caer, extendiendo unas faldas de chispas y de humo. En la cocina, un poco antes de la lluvia de fuego y madera, el horno preparó unos desayunos de proporciones psicopáticas: diez docenas de huevos, seis hogazas de tostadas, veinte docenas de lonjas de jamón, que fueron devoradas por el fuego y encendieron otra vez el horno, que siseó histéricamente. El derrumbe. El altillo se derrumbó sobre la cocina y la sala. La sala cayó al sótano, el sótano al subsótano. La congeladora, el sillón, las cintas grabadoras, los circuitos y las camas se amontonaron muy abajo como un desordenado túmulo de huesos. Humo y silencio. Una gran cantidad de humo. La aurora asomó débilmente por el este. Entre las ruinas se levantaba sólo una pared. Dentro de la pared una última voz repetía y repetía, una y otra vez, mientras el sol se elevaba sobre el montón de escombros humeantes: -Hoy es cinco de agosto de dos mil veintiséis hoy es cinco de agosto de dos mil veintiséis, hoy es… A partir de la lectura del cuento, responder: 1-¿Cuál es la situación inicial de la historia? ¿Qué indicios la
ponen en evidencia? Ejemplificar.
2-Reconstruir la actividad cotidiana de la familia McClellan . 3 ¿De qué habla el poema presentado en el cuento? ¿Cómo se relacionan las dos obras? ¿Para qué se lo incorpora al cuento? 4-¿Es casual que la casa empiece a destruirse después de la lectura del poema? Justificar. 5-¿Por qué se puede afirmar que se trata de un cuento post apocalíptico? 6-¿Qué elementos hacen de esta narración una obra de ciencia ficción y no un relato realista?
La cuarentena y la ciencia en casa
Durante la cuarentena, muchxs hemos tenido en común varios temas: La higiene, aprender nuevas recetas, realizar actividad física e incursionar en nuestra creatividad. A continuación trataremos sobre uno de las más reiterados e importantes: el lavado de las manos ● ¿Por qué es importante el lavado de manos con jabón? Como todo en la naturaleza, el jabón está formado por moléculas. Cada una de ellas está formada por una cabeza que ama el agua (hidrofílica)y una cola que no puede estar en contacto con ella (hidrofóbica). El agua sola puede enjuagar la suciedad, pero los virus y las bacterias son tan pequeños que a menudo necesitan una intervención química y mecánica para sacar sus pegajosas nanopartículas de las grietas que forman nuestras huellas dactilares. Por eso el jabón es tan importante. Lavate a fondo las manos con jabón, durante al menos 20 segundos, y las moléculas en forma de alfiler penetrarán en bacterias y virus, incluyendo la COVID-19, que se protegen con una membrana lipídica aceitosa. Como un clavo que revienta un globo,la molécula apuñala al COVID-19 convirtiéndola en un bolsa rota y desinflada de células de ARN. Y aunque el alcohol también puede romper una membrana aceitosa, el lavado con jabón tiene el beneficio añadido de eliminar físicamente los virus y bacterias de la piel aún más difíciles de eliminar. Esto se debe a la doble naturaleza de las moléculas de jabón. Mientras las cabezas hidrófilas se extienden para unirse al agua, las colas giran hacia dentro para protegerse del agua. Al hacer este movimiento, recogen todo lo que atrapan en pequeñas jaulas de burbujas de jabón llamadas micelas
Frotar con fuerza todas las partes de las manos y muñecas, enjabonando bien, es la clave para atrapar estas partículas invasoras para siempre - y eliminarlas por el desagüe. Y si el agua está fría o caliente no importa, siempre y cuando uno se enjabone bien previamente.
Ahora que conocemos la naturaleza del jabón... Experimentemos! Materiales:
- Colorante vegetal comestible de al menos tres colores distintos. - Un plato (un poco hondo). - Leche. - Jabón quitagrasas, Puede ser detergente, jabón líquido, o agua de jabón sólido.. - Un Hisopo (para los oídos). Procedimiento: Primero, vertemos un poco de leche en un plato. La leche puede ser entera o descremada, pero tenemos que tener en cuenta que el efecto en cada una de ellas será diferente. Podemos probar poniendo cada una en un plato para ver la diferencia o simplemente elegir la primera que encontremos en casa. A continuación, echamos un par de gotas de cada colorante en el centro del plato, lo más juntas posible pero sin echar unas encima de otras. Después, tomamos el hisopo y probamos a tocar el centro del plato con un extremo. Como comprobaremos, no ocurre nada. Ahora, mojamos el otro extremo en jabón y volvemos a tocar el centro. ¿QUÉ SUCEDIÓ? Los colores empezarán a moverse rápidamente, alejándose de la punta del hisopo, dibujando formas variadas. Si seguimos tocando, aparecerán nuevas figuras y mezclas de colores. LA PREGUNTA DE SIEMPRE: ¿Por qué? Además de servirnos como base en blanco para nuestro "dibujo", la leche consigue que los colorantes no se disuelvan en ella gracias a las grasas que contiene, las cuales los mantienen concentrados. Este vistoso efecto se debe a que, como ya dijimos el jabón es un “repelente de grasas” y, puesto que los colorantes suelen contener grasas animales, los repele una y otra vez. Además, al introducir el hisopo en la leche rompemos la tensión superficial, lo que facilita la rápida separación de los colores.
Casi desde los orígenes de la humanidad , la representación del rostro humano parece resumir el intento del hombre de comprenderse a sí mismo, traducir el misterio, la magia ,las emociones y todo lo que se esconde en cada rostro humano. Las diversas obras artísticas encontradas dan cuenta de ello . Te compartimos algunas de ellas:
Mona Lisa Leonardo Da Vinci Italiano Obra realizada entre 1503-1519
Autorretrato Frida Kahlo Mexicana Obra realizada en 1938
Marilyn Monroe Andy Warhol. Estadounidense Obra realizada en 1967
En la actualidad y aún más en cuarentena, utilizamos “emojis”, para expresar alguna emoción en nuestras conversaciones diarias.
Crea tu propio “emoji de cuarentena” e inventa un nombre a tu obra.
Podrás utilizar cualquier material que tengas disponible en tu casa. Deja volar tu imaginación y explora tu lado creativo. ¡ Queremos conocer tus emojis! Envíalo por correo electrónico o compartílo en el aula de Magazine de classroom. En la próxima entrega publicaremos los emojis recibidos.
EDUCACIÓN EMOCIONAL Mi Bitácora en
pandemia
La pandemia que estamos atravesando nos colocó a todos, docentes y estudiantes, frente a un enorme y desconocido desafío: cómo seguir con nuestras obligaciones y responsabilidades cuando nos cambiaron el escenario casi de la noche a la mañana. Nunca antes habíamos atravesado una situación similar, no tenemos herramientas mentales para sobrellevar este contexto y aparece una de las sensaciones que más nos cuesta procesar a las personas: la incertidumbre. No saber qué va a pasar nos deja muchas veces paralizados y con miedo. Según la personalidad de base que cada uno de nosotros/as tenga, sentiremos algunas emociones más que otras. Sea cual sea el estado que cada uno puede pasar, todos vamos a coincidir en que pronto volveremos a reencontrarnos. ¿Qué es una Bitácora?
- Es un cuaderno, una hoja o varias, que permite llevar un registro escrito de diversas acciones que te sucedieron o suceden durante este periodo de aislamiento. Es una forma de diario íntimo que te permitirá expresar todas tus emociones.(alegría, tristeza, miedo, enojo, etc.), también puedes dibujar. Desde la biblioteca te proponemos realizar una bitácora de experiencias durante este aislamiento para que puedas encontrarte y conocerte un poco más…
Te dejamos algunos interrogantes para que comiences a realizar tu bitácora.
Te invito a que conozcas la historia de Ana Frank, en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=b_XmuqkhWeI Ella utilizó también un diario para escribir sus emociones cuando se ocultó de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. •
Como debes citar este video
De Humo. [ ] La historia de Ana Frank .[Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=b_XmuqkhWeI Recuerda nuestra vía de comunicación magazine765rocadeltiempo@gmail.com o https://classroom.google.com/c/MTQ4NjU5MzU0NzY4?cjc=gxswfcy Podes realizar tus consultas y enviar tus actividades resueltas. ¡Hasta la próxima!
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Participaron en la Primer Entrega:
Dirección General: Luciano Señorans Coordinación: Maia Delettieres Participación Especial: Nuco Velazco L Eveque Resolución de Problemas: Miguel Villamayor Comprensión Lectora: Leticia Landalde Ciencia y Salud: Malena Perez Arte: Maia Delettieres Cultura: Patricia Barrientos Difusión: Margarita Albornoz-Roxana Olivella- Maia Delettieres- Martin Levis
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