Mensaje Dominical
Interpretar los tiempos siempre será desafiante, reconocer que una clásica forma de entender la vida, está restando la posibilidad de crecer, desarrollarse, abrirá el espacio para divisar nuevos horizontes. En el ámbito de fe este alzar la mirada es constante, más aún cuando las adversidades pretenden desestimar la posibilidad que la oración, la palabra, el testimonio, traigan fruto. Alzar la mirada es asumir con valentía el futuro, divisando los mejores tiempos que con el Señor siempre estarán, reconociendo que el trabajo que unos y otros han venido realizando, jamás será en vano. Esta mirada no puede quedarse en los detalles, pierde capacidad de ver el horizonte, donde el viento está soplando, llevándose los desechos, la basura, aquello que afecté la tierra para su constante cosecha. Asumir este nuevo tiempo es desafiante, permitiendo que los espacios se expandan, crezcan, llegando a nuevos lugares, presentando nuevas propuestas, alcanzando nuevos sectores, convencidos que el trabajo pionero, de abrir camino, el Señor mismo o un creyente comprometido con la expansión del evangelio lo hizo. Una constante que nos invita a cosechar y seguir sembrando, conscientes que unos ocasiones cosecharemos y otras sembraremos, pero al final el gozo será el mismo.
Considere las siguientes preguntas, reflexione en ellas y responda con honestidad.
Los cambios de paradigmas, formas de actuar, no siempre son sencillas, ¿Eres una persona abierta a los cambios o existan áreas donde no eres flexible? La incapacidad de ver las cosas diferentes limitan, no permiten que seamos edificados con lo que el Señor sigue haciendo; ¿En tu vida puedes reconocer qué ha ocurrido? ¿En qué áreas en particular? La afirmación de Jesús de que los campos están listos para la cosecha, desafía a sembrar y a cosechar; ¿Están las circunstancias deteniéndote para hacerlo? El trabajo que se realiza en la obra de Dios nunca es en vano, una oración, una palabra, un testimonio, dará fruto, siendo así; ¿Qué dice a tu vida la afirmación de Jesús? Alzar la mirada es el desafío, la necesidad para ver lo nuevo que el Señor está haciendo; ¿En qué espacio, área de tu vida, necesitas alzar tus ojos para ser animado a cosechar? Los nuevos tiempos siempre serán aprovechados por quienes los perciben, los divisan; ¿Estás divisando esos nuevos tiempos? ¿Qué estás haciendo para aprovecharlos?
Levanta tu mirada, hay cosecha.
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Marzo 09/ 2014
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los campos
están listos Pst. Parrish Jácome Hernández
Texto: Juan 4: 35 El Gran Panorama Los visionarios son un grupo especial, su capacidad de percibir lo que otros no divisan es su rasgo más característico. Un visionario es emprendedor por naturaleza, atrevido, luchador, dispuesto a comenzar una aventura donde muchos ni siquiera lo considerarían necesario. Una cualidad que abre camino, permitiendo que nuevos procesos fluyan en respuesta a esta iniciativa que regularmente uno o muy pocos la abrazan en el principio. La convicción de quien la presenta es determinante para inquietar a otros, animándolos a mirar de una forma diferente, capaz de abrir sus ojos y su mente a esta verdad que logra reconocerse. En el ministerio de Jesús encontramos estos episodios, momentos cuando su mirada lograba divisar lo que sus discípulos no observaban. Este cuadro genera una ruptura incuestionable con los patrones y hábitos aceptados, validados por quienes no deseaban incomodarse para reconocer que en el exterior se están provocando cambios sin que los percibieran. Una dinámica que con el paso de los años no ha cambiado, las grandes multitudes siguen sin reconocer los cambios, las oportunidades que se están presentado, siendo un grupo muy pequeño quienes la perciben. El reconocerlas con anticipación los coloca en ventaja frente a los que siguen repitiendo esquemas de forma monótona sin reflexión, ni cuestionamiento. Las iglesias deben caracterizarse no sólo por enseñar la palabra, las verdades espirituales, deben aprender a reconocer los tiempos, analizarlos, estudiarlos, percibirlos con sumo cuidado, entendiendo los grandes movimientos que se están provocando. Quienes sepan percibirlos participarán de una cosecha relevante, fruto de haber decidido recoger el fruto, cuando otros pensaron que todavía no era el tiempo.
“Expandirse no es una arbitrariedad, es una necesidad a quienes entienden que este es el tiempo para dar a conocer con alegría las buenas nuevas del evangelio de Jesús, porque la cosecha está lista.”
El Texto No es un Pretexto El evangelista Juan se distingue por compartir diálogos que transformaron vidas, una clara marca que se acentúa en el transcurso de sus narrativas. Los personajes citados no son los clásicos espectadores que se acercan a Jesús para recibir un milagro, en varias ocasiones menciona personas que llegan con preguntas, inquietudes válidas a un hombre que conmueve con su mensaje. El encuentro que desarrolla primero con Nicodemo, un principal de la sinagoga abriría toda una dinámica nueva, donde la clásica lectura de una fe fundamentada en ritos y cumplimientos esta siendo desafiada. Entender la propuesta del nazareno implica asumir una postura de renuncia a todo un sistema rígido, nada dispuesto a considerar cambios algunos. Este encuentro levanta un camino nuevo, dispuesto a ir afirmándose cuando las circunstancias provocan nuevos espacios de diálogos. Los mencionados no responden a los esquemas clásicos, aprobados, contrariamente son parte de aquellos grupos marginalizados por considerarlos impropios para recibir una gracia reservada para un pueblo único, los judíos. La maestría de Jesús aparece de inmediato, los diálogos con representantes de estos sectores no son fortuitos, responden a una intencionalidad clara, marcada, compleja de entender para quien no quiere dejar su cuadro y ser incomodado. Un ejemplo evidente de quienes sostienen el sistema, muchas veces sin entenderlo, por la única razón que así me enseñaron, así crecí y así moriré.
La respuesta de Jesús sorprendería a esta mujer, acostumbrada a llegar al pozo de Jacob para realizar una actividad tan rutinaria como sacar agua. Pensar que en una acción del diario vivir podría encontrar una revelación que cambiaría su vida, nunca estuvo dentro de su concepción. El agua que el maestro comparte, es una que no producirá sed jamás. La siguiente declaración afirmaría la autoridad de Jesús, al punto de ser llamado profeta, en medio de un diálogo donde se recorrerían la historia de un pueblo conceder de la salvación, los judíos, mientras se reconocería la ausencia de esta verdad para los samaritanos. Una afirmación que no terminaría sin presentar un nuevo tiempo, cuando todos judíos, samaritanos, griegos, romanos, habitantes del mundo podrían estar en el grupo de verdaderos adoradores. La mujer expresa su conocimiento de la llegada del Mesías, siendo desafiada cuando Jesús le declara serlo. Unas palabras que no se olvidarían, serían de inmediato difundidas para que otros puedan conocerlo. La convocatoria tuvo efecto llegando personas a donde el maestro se encontraba compartiendo con sus discípulos. Las prioridades del nazareno están claros, la preocupación de los discípulos porque se alimente no tiene efecto, Jesús sigue hablando de ese nuevo tiempo, ese nuevo momento que ha llegado, sin que la mayoría logre divisarlo. El sesgo religioso es fuerte, al punto de no poder identificar que las promesas y profecías realizadas sobre el Mesías se estaban cumpliendo. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?
Un diálogo de un hombre con una mujer en ambiente público es complejo, difícil de entender, considerar que esta complejidad se incrementa al realizarlo con una samaritana, ya es fuera de toda lógica. Una vivencia que a los discípulos los desorienta generando más de una pregunta, cuestionamiento, quedándose en la pura acción sin detenerse a reflexionar las implicaciones.
La pregunta de Jesús es desafiante, invita a considerar la posibilidad de un cambio, una variante, capaz de provocar una urgencia que se deja en espera al considerar que todavía no es el tiempo. Prestar atención y ver más allá de lo clásico, tradicional, abre un campo inexplorado para quienes abrazando su invitación de seguirle, deben mirar de forma diferente.
El encuentro desafía por la conexión provocada por el maestro, es Jesús quien inicia una plática, su petición de agua a esta mujer no pasa por alto, de inmediato la respuesta traza una línea imposible de traspasar. Las barreras culturales son tan grandes y generadoras de influencia, capaces de generar posturas que se mantienen sin cuestionamiento alguno.
Alzada vuestros ojos. La demanda se precisa, es imposible ver lo nuevo si no hay tiempo para mirar más allá de lo rutinario, lo que se realiza diariamente, lo que sigue un camino, perdiendo la oportunidad de levantar la mirada, divisar lo que está llegando. Una experiencia que Jesús acaba de mostrar con la samaritana, cuando se dispuso a ver más allá de sus fronteras de tradición religiosa.
El servicio de una mujer a un hombre es posible, reconocido culturalmente como válido, solicitar un judío a una samaritana no tiene las mismas implicaciones, la separación ancestral limita o incapacita. Romper este esquema no es sencillo, son siglos de tradición, creencias, posturas de generaciones donde el deseo de mantenerse fiel siempre ha sido determinante. La respuesta de Jesús ya introduce los fundamentos de ese cambio, quien lo está pidiendo tiene autoridad, capacidad de hacerlo, pasar esa barrera es posible, mostrando que es necesario para comprender esta nueva dinámica. Judío o samaritano, hombre o mujer, libre o esclavo, no escaparían a esta verdad que el maestro levanta y afirma con total certeza. La respuesta de esta samaritana es comprensible, sus ojos divisan lo que está a su alcance, no distingue la profundidad de esta declaración. Lo real es lo que sus ojos ven, siendo un pozo hondo es imposible alcanzar agua sin los utensilios requeridos, escuchar de un agua de vida sin que sea de este pozo es desafiante comprender. El testimonio de Jacob, heredero de una paternidad judía indiscutible es manifiesta, no se trata de cualquier pozo, es uno que ha dado de beber a sus primeras generaciones y desde allí a todos. Pensar que puede existir un pozo con una capacidad superior, que brinde una agua de mejor calidad, no cabe en la mente de esta mujer. @iglesiaisrael
La cosecha está dispuesta, los campos están listos, en medio de las lluvias, plagas, ausencia de trabajadores, hay que alzar la mirada, ver el fruto que está listo para ser recogido. En este proceso existió un sembrador que no siempre es el mismo que cosechó, sin embargo, la recompensa, la felicidad es manifiesta para ambos. Alzar la mirada es fundamental, determinante para observar el trabajo del Señor, no hay adversidad, dificultad, prueba, que detenga la acción que nuestro Padre ha venido realizando. Reconocer que el campo, las vidas están listas para ser cosechadas, invita a un involucramiento total, donde nuevos sembradores hagan su trabajo con la seguridad que vivimos tiempos de gran cosecha. El tiempo de Dios llegó, está entre nosotros, fue el anuncio de Juan el Bautista, seguido de inmediato por Jesús, mostrando que estamos en un tiempo de gracia, donde quien se atreva a sembrar va a recoger y en muchos casos en abundancia. Expandirse no es una arbitrariedad, es una necesidad a quienes entienden que este es el tiempo para dar a conocer con alegría las buenas nuevas del evangelio de Jesús, porque la cosecha está lista, preparada para ser recogida. Iglesia Israel