Mensaje Dominical
Marzo 06/ 2016
TESTIFIQUEMOS de , Hagámoslo Juntos
Jesús
Daniel Avila Castro
Texto: Hechos 6:1-8
El Gran Panorama
El escándalo de las dos turistas argentinas asesinadas en la costa ecuatoriana, en los pasado días, ha generado diversos tipos de crítica donde una vez más se evidencia la falta de un sistema de administración de la justicia que de tranquilidad a quienes viven y visitan Ecuador; y de la mano de las críticas llega otra vez a la palestra el tema de la igualdad para hombres y mujeres. Vemos por las noticias de canales de televisión y periódicos cómo los crímenes son asunto de todos los días. Recientemente otro caso llamó la atención, el asesinato de dos niños de 4 y 6 años de edad, también en la provincia de Santa Elena. Muchos fueron testigos de la noticia internacional que reportaba cómo una cuidadora había decapitado a la niña que cuidaba en la ciudad de Moscú, Rusia. Estos y otros males que aquejan a la humanidad como lo son las guerras, la pobreza, las enfermedades, las catástrofes naturales, la injusticia, el deterioro de la sociedad en la que vivimos, la falta de valores, y las constantes tribulaciones son nuestra realidad ineludible. La lista de males puede seguir de forma interminable, pero siempre será fácil hablar de la maldad lejana y proponer soluciones a la distancia. Pero henos aquí. Aquí y ahora. Estamos en la Casa de Dios, en esta ciudad de Guayaquil, cada uno conociendo de cerca la realidad de su barrio o ciudadela. Empecemos por mirar más de cerca la comunidad que nos rodea, y este día les hago la invitación a cambiar esas realidades que las tenemos cercanas. Desde los tiempos de Epicuro, el filósofo estoico griego, más de uno se ha preguntado ¿dónde estaba Dios en ese momento? Debemos saber que Dios desea prevenir el mal antes que suceda, que tiene el poder para hacerlo, y que lo está haciendo. Si no, no sería Dios. Dios puede solucionar todo lo que está mal, lo puede hacer desde su trono santo, utilizando ángeles al servicio de su voluntad; pero ha decidido utilizarnos a nosotros, sus hijos. Donde reina la oscuridad hace falta un poco de luz, aunque sea tenue.
Parece que el amor de muchos se ha enfriado. Y no me refiero al amor de quienes no han conocido a Dios de cerca, me refiero a los creyentes, estoy hablando de los hombres y mujeres que han tenido un encuentro con Jesucristo y que profesan con sus labios un deseo de ser llenos del Espíritu Santo. Entonces es a usted y a mí a quienes se nos ha hecho este llamado santo, esta sagrada convocatoria, para sostener nuestros valores, para perfeccionar nuestros compromisos, para cambiar nuestra cercana realidad. Testifiquemos de Jesús, hagámoslo juntos.
El Texto No es un Pretexto Para realizar cambios en nuestra ciudad, necesitamos definir los problemas. Cada uno conoce las necesidad a su alrededor, las siente, las escucha. El ejemplo está en la Biblia. La Palabra de Dios nos enseña, en el libro de los Hechos, que los apóstoles tuvieron que lidiar tempranamente con las murmuraciones entre los creyentes. Surgieron problemas, comenzaron a sentirse las necesidades, y algunos en ese entonces (y pareciera que también ahora) en lugar de acercarse a los líderes de la iglesia y presentar sus inquietudes, tomaron la vía más fácil, la de la murmuración. Pero a fin de cuentas, la voz de inconformidad de los de habla griega hizo eco en los oídos de los apóstoles. Su queja era que sus viudas no eran atendidas con el mismo trato que las viudas de los hebreos; sentían que al momento de la distribución diaria de los alimentos había discriminación. Hoy, cada uno es testigo de alguna injusticia. Vemos en nuestros lugares de estudio, en nuestra comunidad donde vivimos, en nuestros lugares de trabajo que hay acciones fuera de lugar, situaciones incorrectas, malos tratos, y falta de orden y justicia. Pero no seamos solo vigilantes, proclamemos soluciones y testifiquemos de Jesús, hagámoslo juntos. Seamos ese pueblo de Dios, esa clase de cristianos que apuntan a las soluciones en lugar de hacer más grandes los problemas. Ante esta problemática de la iglesia del primer siglo en Jerusalén, los doce apóstoles convocaron a todos los creyentes y entonces el Espíritu Santo les guía a poner las cosas en su lugar, a definir roles y responsabilidades. Las soluciones comienzan cuando entendemos el rol que debemos cumplir. Los apóstoles debían dedicarse a predicar la Palabra y a la oración. El programa de alimentación debía estar dirigido por personas que tuvieran el don, la sabiduría, y las habilidades dadas por el Espíritu Santo para esas tareas administrativas. La buena reputación, el buen testimonio siempre será ese valor agregado que es tan solo la respuesta de haber conocido, declarado y sostenido los valores. Es que valores como la integridad, que lleva tiempo construir y levantar, siempre van a pagar bien, siempre serán ese referente que necesita el mundo.
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Pero vamos llegando al fondo de la historia, vamos esbozando la respuesta, no solo al problema particular de la iglesia del primer siglo, sino la respuesta a los problemas de todos los siglos y de todas las regiones del mundo. Con fe perfeccionada creo que esta respuesta también puede satisfacer la necesidades a nuestro alrededor. Sencilla y profunda a la vez, la respuesta de los discípulos de Jesús fue, es y será el amor. Hace falta mostrar más amor, hace falta señalar a la cruz, hace falta testificar más de Jesús, no sólo en espacios específicos como los templos que están dedicados y apartados para el efecto, pero que a veces parecen divorciados de la realidad que les rodea, sino en el día a día, en las universidades y colegios, en los taxis y buses, en las empresas y lugares públicos, pero no necesariamente desde los micrófonos, sino desde el diálogo personal, en las casas, que eso impacta más que las exposiciones ante muchos donde muy pocos asimilan o responden. Así vemos cómo se levantaron los diáconos, cuyos nombres quedaron plasmados en la Biblia para recordarnos que aquellos que dedican su vida a servir al Señor, sirviendo a los demás, nunca van a quedar en el olvido, que recibirán en este siglo y en el venidero, el apropiado reconocimiento como símbolo de gratitud y como ejemplos a seguir para quienes queremos con ese mismo espíritu, presentar respuestas concretas, soluciones palpables y acciones comprometidas con los valores que proclamamos. Estos diáconos no sólo hacían tareas administrativas. Estos cristianos no estaban ahí solo para repartir la comida, o para organizar a la gente. Ellos entendieron algo que a nosotros nos falta perfeccionar: que el mejor aporte no es unas cuantas monedas, ni un pedazo de pan; el mejor aporte a la necesidad de este mundo no se encuentra en calmar una sed que siempre será repetitiva, o dar medicina a una enfermedad que posiblemente volverá a presentar síntomas. No. La iglesia no debe dar pastillas para la fiebre, la iglesia debe curar la enfermedad subyacente. La iglesia debe testificar de Jesús, la iglesia debe testificar de Cristo y su poder, la iglesia debe perfeccionarse en vincular, en acompañar, en cuidar, perfeccionarse en edificar y en multiplicar a los creyentes. Esto es lo que debe hacer la iglesia. Esta marca de amor debe distinguirnos como verdaderos cristianos.
Define el Enfoque Hombres como Esteban y Felipe, y los otros diáconos, no solo hicieron lo que debían hacer. La Biblia define como siervos inútiles a los que solo se limitan a lo que les han encargado, pero también define como siervos buenos y fieles a los que van más allá, y arriesgan y pierden, para poder ganar coronas incorruptibles. Testifiquemos de Jesús. Contemos la historia. Anunciemos las buenas noticias. Hablemos de ese bebé que nació para traernos salvación. De ese niño que crecía en conocimiento y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. De ese joven
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sujeto a su hogar hasta que llegara el tiempo, sin adelantarse ni desesperarse. De ese hombre que obedeció, y fruto de su obediencia pudo enfrentar las tentaciones y triunfó porque tenía en su boca la Palabra de Dios. Testifiquemos de ese maestro que era sabio para enseñar los principios éticos del Reino de los cielos, sin descuidar nunca su comunión con el Padre, en oración y ayuno hasta noches enteras. Contemos de cómo ese Dios que se hizo hombre sufrió los latigazos y soportó la humillación y el dolor que nosotros los pecadores debíamos soportar. Anunciemos cómo murió el Señor Jesús llevando nuestras enfermedades y dolencias y todos nuestros pecados y maldades (las nuestras y las de los peores criminales), para finalmente entregar su vida en aquella ensangrentada cruz. Hablemos de su sepultura, y hablemos de su victoriosa resurrección. Testifiquemos que todo aquel que él cree no se perderá sino que tiene vida eterna. Estamos llamados a servir como lo hicieron los diáconos, testificando como Esteban, de ser necesario hasta la muerte. Sin ser personas muy especiales, ellos servían entendiendo que no sólo hay que calmar el hambre física, porque esa regresa, sino que hay que calmar el hambre espiritual, porque esa cuando es satisfecha, no vuelve a producir hambre jamás. Jesús es transformación y vida. Demos ese pan de vida cada semana en nuestras casas y comunidades, testifiquemos de Jesús, pero hagámoslo juntos.
Tu Rol en el Cuadro ¿Cómo solucionaron los apóstoles los problemas de la iglesia a través de los diáconos? ¿Qué necesidades has detectado cerca de tu casa, o en tu lugar de trabajo, o en tu grupo de amigos? ¿Puedes ofrecer alguna solución? ¿Estás participando de una Casa de Vida? ¿Cómo puede tu CDV organizarse para responder a la problemática que les rodea? ¿A quién le vas a testificar de Jesús esta semana?
Acción a Realizar Perfeccionemos el servicio, demostremos amor, compartamos a Cristo.
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