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Las voces de antiguo Madrid

LAS VOCES DEL ANTIGUO MADRID

Por Mary Carmen de Vicente Sancristán

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Algunos historiadores aseguran que Madrid es la capital de España porque Felipe II, tenía malos recuerdos de su infancia en Toledo, y no quiso que la corte estuviese en una ciudad que le trajese a la memoria hechos y acontecimientos “non gratos” y decidió trasladarla a Madrid.

Pero, la realidad es que desde su conquista a los árabes, por Alfonso VI, en 1083, y dada su situación geográfica entre Toledo y las otras ciudades castellanas, era escala obligada en los viajes reales y, poco a poco, Madrid fue ganando en la consideración real. Por supuesto que hay otros factores muy importantes, entre ellos, que el Rey quería separar la Iglesia y el Estado.

Es en tiempos de Felipe II cuando surgen los mercados en las plazas de Madrid: Mediodía del Palacio, San Salvador (hoy de la Villa), de la Paja, del Arrabal (plaza Mayor), de Herradores y de Santiago. A partir del siglo XV la principal actividad comercial de Madrid se trasladó a la Plaza del Arrabal, muy popular desde su origen porque, al estar extramuros, no tenían que pagar impuestos.

La Plaza de san Andrés era el lugar destinado para la venta aves, en general: pajaritos, pollos y gallinas, pavos…

Plaza de Santiago, con mayor sombraje era el sitio destinado para la venta de pescado.

Entre los ecos, de este Madrid del que estamos hablando, sobresalían los rebuznos de los burros, el trotar de sus cascos en las calles adoquinadas y, las voces cantarinas de quienes ofrecían sus mercancías.

Había pregones muy variados. En ellos había un arte especial, un secreto armónico: el comienzo tenía que empezar con brío, para después ir descendiendo el tono con suavidad.

Un buen pregón debía de tener alguna nota aguda y penetrante. Eran como gritos desgarradores para que la gente acudiera. ¡Hay estaba el éxito!

Vendedores ambulantes: colchonero y aceitero

Estos gritos eran como truenos que llegaban a todos los rincones; entraban por balcones y ventanas; repiqueteaban en los patios de vecindad, hasta llegar a las cocinas, en donde estaban sus más fieles clientas.

El tono del pregón, además, debía parecer sincero y algo infantil, no podía pregonarse con voz imperativa. Los más experimentados intercalaban, de vez en cuando, algún que otro “gallito” que conmoviese y despertase la simpatía hacia aquel voceador.

Aceitero Pleitarero colchonero- aventador.

Bollera Bizcochero

Por plazas y calles había vigilancia para que, los picaros engañadores, no sisasen en el peso o entregasen productos en malas condiciones.

El negocio callejero adquirió tales proporciones que, según narra Ángel Fernández de los Ríos, en su libro “Guía de Madrid”, los Encargados de la Casa y Corte de su Majestad dictaron un bando en el que ordenaban:

“Ninguna persona sea osada de vender por las calles mantequillas, ni manjar blanco, ni mermeladas, ni melochas, ni quajada, ni confituras, ni buñuelos, ni empanadiyas de “azeyte”, ni aguardiente, ni cascos de naranjas o de membrillos, ni nueces moscadas, ni suplicaciones, ni barquillos, ni otra ninguna cosa de golosina, ni la envíen a vender a sus criados, so pena de cien azotes y dos años de destierro”.

Pero, quien dio inolvidable música a su pregón fue el Afilador. de los antiguos pregones que rompían el silencio y la monotonía de las calles.

El origen de los afiladores es algo incierto, Los cronistas no se ponen de acuerdo si procedían de Austria, Italia o de las Islas Británicas. Llegasen a España de donde llegasen, se asentaron en Galicia, desde donde se desplazaron a otras ciudades, recorriendo las calles para ofrecer sus servicios en mesones, fondas y hogares.

En la flauta del afilador está uno de los últimos gritos de los que aún se pueden escuchar. Aunque ya van en motos y furgonetas… ¡además con megafonía!

Los afiladores saltaron el charco y conquistaron con su sonido el Nuevo Continente. Hoy en día, el mismo arpegio en su pregón perdura en México y muchos otros países hispanoamericanos.

Afilador Aguadores en una fuente pública

Aguadores

Otros de los más populares eran los aguadores. Llenaban sus cantaros en las fuentes de vecindad, haciendo cola entre las criadas, para luego con sus garrafas a cuestas, pregonar por las calles madrileñas su transparente mercancía.

Entre las fuentes, a la que iban los madrileños a llenar sus cántaros era a la Cibeles. ¡Si a la Cibeles!

Su primera ubicación no fue en el centro de la plaza, como la conocemos hoy, sino en la esquina con Recoletos, frente al Palacio de Buenavista, actual Cuartel General del Ejército. Estaba a pie de la calzada.

Fuente de Cibeles. J. Laurent / Colección Merelo / Via viejo-madrid.es

Tenía dos caños, de uno de ellos se surtían los aguadores, autorizados por el Ayuntamiento, que llevaban agua a los domicilios y el otro grifo era accesible para los demás ciudadanos.

Y ya que estamos hablando de La Cibeles, comentar que esta plaza, tuvo primero el nombre de “plaza de Madrid”, después paso a llamarse “plaza de Castelar”, cuando éste era Presidente de la República, y fue, después de la guerra civil, cuando recibió definitivamente, en el callejero de la ciudad, el nombre con el que los madrileños siempre han denominado a este enclave “Plaza de Cibeles”.

Puerta del Sol y Primera ubicación de “La Mariblanca”

Y seguimos hablando de los aguadores, había quienes recordaban la procedencia del producto.

No se trataba de un agua cualquiera y gritaban. !agua como la nieve!<>¡agua de la Mariblanca!<>¡y no espere a su vecina ca lo mejor me sacaba<>y no pueo venir mañana!

Esta fuente estaba rematada con una figura de Venus que los madrileños empezaron a llamar “Mariblanca” por la blancura del material empleado.

La diseño en 1625 el italiano Ludovico Turqui. Se le dieron varios nombres, entre ellos Fuente de las Arpías, por las figuras que la rodeaban y estuvo ubicada hasta 1838, frente al desparecido Hospital del Buen Suceso. Luego se llevó al Parque del Retiro; después al Paseo de Recoletos, en donde estuvo hasta 1985, pero como consecuencia de los muchos actos vandálicos que sufrió, el alcalde Tierno Galván ordenó retirarla para su restauración. Una vez restaurada la llevan al Ayuntamiento, (no en la sede actual del Ayuntamiento, en la plaza de Cibeles, sino a la Plaza de la Villa).

Pero claro, los madrileños protestaron porque se habían quedado sin la Mariblanca y por este motivo mandan hacer dos reproducciones. Una la llevan al Museo de la Ciudad, y la otra la ubican en la confluencia de la calle de Alcalá y la Carrera de san Jerónimo. Con las últimas obras de la Puerta del Sol (2009), se llevaron a la Mariblanca al lado opuesto de la plaza, entre las calles Mayor y Arenal.

Pero si hay alguna de estas voces de Madrid, de las que hemos hablado, ha perdurado en el tiempo, además de los afiladores, están los barquilleros.

Nuestro ilustre Miguel de Cervantes ya recoge en el Quijote la existencia de los barquillos, poniendo esta frase en boca del doctor Pedro Recio cuando dirigiéndose al gobernador Sancho Panza.dice:

John Frederick Lewis, La Puerta del Sol, 1833.

“para conservar su salud, no ha de comer sino un ciento de canutillos, de suplicaciones y unas tajaditas subtiles de carne de membrillo”.

Era tal la pasión de los más pequeños por los barquilleros ,que así lo refleja, en 1897, Miguel Ramos Carrión, en el libreto de la famosa zarzuela de Federico Chueca:

“las muchachas y los soldaos

por nosotros están pirriaos

y dan perras a los chiquillos

para que las echen a los barquillos”

Antigua postal de barquillero (Madrid, Hauser y Menet , nº 429).

Con la llegada del buen tiempo era cuando se escuchan los pregones más poéticos, los de las floristas.

Algunas vendedoras no llevaban gran variedad en sus cestos y haciendo ramilletes ofrecían su mercancía.

Las flores y las floristas han dado lugar a coplas, por ejemplo, “la violetera” compuesta, en 1914, por el Maestro Padilla durante su estancia en Paris, como director de la orquesta del Casino de la capital francesa, con letra de Eduardo Montesinos y que popularizó Raquel Meller.

Charles Chaplin conoció a la artista en Barcelona y se quedó tan prendado de ella, que la propuso trabajar para él en “Luces de la ciudad”(1931) Raquel Meller no aceptó, pero a Chaplin le había gustado tanto aquella música que utilizó la melodía en su película, pero… omitió un pequeño detalle, no pidió la pertinente autorización y el MaestroPadilla le demandó.

Estaba meridianamente claro y parecía una decisión sencilla pero Chaplin… era quien era y Padilla un músico español. El juicio duró hasta 1934 en que los tribunales dieron la razón a nuestro compatriota y el famoso actor y director fue condenado a satisfacer una cuantiosa multa.

Años después, en 1958, Luis César Amadori dirigió una película con ese nombre, protagonizada por Sara Montiel y alcanzó tal popularidad que hizo renacer el cuplé:

“Compremé usté este ramito,

que no vale más que un real

compremé usté este ramito

comprémelo señorito…

pa lucirlo en el ojal” Pasados más de treinta años, en 1990, el alcalde Rodríguez Sahagún, quiso hacer un homenaje al Maestro Padilla y pensó que lo mejor era realizar una escultura con la famosa violetera, que se colocó en la confluencia de Gran Vía con la calle de Alcalá.

Aquella estatua levantó mucha polémica tanto entre ciudadanos, como entre políticos y… en el 2000 desapareció. Estuvo “perdida” dos años en los almacenes municipales, no sabían a donde colocarla, hasta que decidieron que el mejor sitio era en Las Vistillas.

Si buscan en el callejero de Madrid, la plaza se llama Gabriel Miró, aunque los madrileños la conozcamos por el popular nombre de Las Vistillas.

Estatua La Violetera (Padilla ~ Montesinos)

Bibliografía

"Los gritos de Madrid" - Editado en Madrid 1798.

"El antiguo Madrid - paseos históricos y anecdóticos". Ramón Mesoneros Romanos - Editor Marcos Real - Madrid 1861.

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