PRIMERO
SEGUNDO
TERCERO 1 NUMERO
DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S
ARTÍCULO S
ARTÍCULO S
ARTÍCULO S
MERCHITA 2021
MENSAJE S
ARTÍCULO S
ARTÍCULO S
„Las montañas que levantan la fe, son las dificultades, las resistencias, en una palabra, la mala voluntad que hay entre los hombres, aun en el momento en que se trata de las cosas mejores; las preocupaciones de la rutina, el interés material, el egoísmo, el ciego fanatismo y las pasiones orgullosas, son otras tantas montañas que interceptan el camino de cualquiera que trabaja para el progreso de la humanidad. La fe robusta de la perseverancia, la energía y los recursos que hacen vencer los obstáculos, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes; la que vacila de la incertidumbre y la perplejidad, de la cual se aprovechan aquellos a quienes se quiere combatir; no busca los medios de vencer porque creen no poder vencer.“ — Allan Kardec El Evangelio Según Espiritismo
„La vida espiritual es la vida verdadera, es la vida normal del espíritu; su existencia terrestre sólo es transitoria y pasajera; es una especie de muerte si se la compara con el esplendor y la actividad de la vida espiritual. El cuerpo no es otra cosa que un hábito grosero que reviste momentáneamente el espíritu, verdadera causa que le une al terrón de tierra, y es feliz cuando queda libre de ella. El respeto que se tiene por los muertos no es por la materia, sino por el recuerdo del espíritu ausente; es análogo al que se tiene por los objetos que le pertenecieron, que él tocó y que los que le han amado guardan como reliquias. Esto es lo que aquel hombre no podía comprender por sí mismo; Jesús se lo enseñó diciéndole: "No os inquietéis por el cuerpo; antes bien, cuidad al espíritu id a enseñar el reino de Dios; id a decir a los hombres que su patria no está en la Tierra, sino en el Cielo, en donde se encuentra la verdadera vida".“ — Allan Kardec El Evangelio Según el Espiritismo.
Mas hay que dos modos muy diferentes de perdonar: hay el perdón de boca y el de corazón. Muchas personas dicen que perdonan a su adversario, mientras que interiormente experimentan un placer secreto del mal que les sucede, diciendo para sí: esto es lo que él merece. Otros dicen "yo perdono" y añaden: "pero no me reconciliaré nunca; no lo volveré a ver en mi vida". ¿Acaso es esto el perdón según el Evangelio? No; porque, el verdadero perdón, el perdón cristiano, es aquel que echa un velo sobre lo pasado, el único que os será tomado en cuenta, porque Dios no se contenta con las apariencias; sondea el fondo de los corazones y los pensamientos más secretos; no se le contenta con palabras y vanos simulacros. El olvido completo y absoluto de las ofensas es propio de almas grandes; el rencor siempre es una señal de bajeza y de inferioridad. No olvidéis que el verdadero perdón se reconoce en los actos mucho más que en las palabras. (Pablo, apóstol, Lyon, 1861).“ — Allan Kardec El Evangelio Según el Espiritismo
"La beneficencia, ¿es bien entendida cuando es exclusiva entre las personas de una misma opinión, de una misma creencia, o de un mismo partido?". No; es menester, sobre todo, abolir el espíritu de secta y de partido; porque todos los hombres son hermanos. El verdadero cristiano sólo ve hermanos en sus semejantes, y antes de socorrer al que está necesitado, no consulta ni la creencia ni su opinión, cualquiera que ella sea. ¿Seguiría acaso el precepto de Jesucristo, que dice que también debemos amar a nuestros enemigos, si rechazase a u desgraciado, porque éste tuviese otra fe que la suya? Que lo socorra, pues, sin pedirle cuenta de su conciencia, porque si es un enemigo de la religión, es el medio de hacérsela amar; rechazándole se la haría aborrecer. (San Luis. París, 1860).“ — Allan Kardec El Evangelio Según el Espiritismo
„Cuando Jesús dijo: No creáis que haya venido a poner paz, sino división, su pensamiento fue este: "No creáis que mi doctrina se establezca pacíficamente; traerá luchas sangrientas, a las que mi nombre servirá de pretexto, porque los hombres no me habrán comprendido o no me habrán querido comprender; los hermanos separados por su creencia sacarán la espada uno contra otro, y la división reinará entre los miembros de una misma familia que no tendrá la misma fe. Yo he venido a poner el fuego en la tierra para limpiarla de los errores y de las preocupaciones, del mismo modo que se pone fuego en un campo para destruir las malas hierbas, y por mi parte quiero que arda para que la purificación sea más pronta, porque de este conflicto saldrá triunfante la verdad; a la guerra sucederá la paz, al encono de los partidos la fraternidad universal, a las tinieblas del fanatismo la luz de la fe razonada.“ — Allan Kardec El Evangelio Según el Espiritismo
Decidme si el acontecimiento más feliz por el momento, pero que tiene consecuencias funestas, no es, en realidad, más desgraciado que aquél que en un principio causa una viva contrariedad y acaba por producir un bien. Decidme si el huracán que destroza vuestros árboles, pero que purifica el aire disipando los miasmas insalubres que hubiesen causado la muerte, no es más bien una felicidad que una desgracia. Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura. Voy a revelaros la desgracia bajo una nueva forma, bajo la forma bella y florida que acogéis y deseáis con todas las fuerzas de vuestras almas engañadas. La desgracia es la alegría, es el placer, el ruido, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad, que acallan la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento y que aturden al hombre sobre el porvenir; la desgracia es el opio del olvido que vosotros llamáis con todos vuestros deseos.
¡Esperad, vosotros los que lloráis! ¡Temblad, vosotros los que reis, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios, no se esquiva el destino; y las pruebas más temibles que la jauría desencadenada por el hambre, acechan vuestro reposo engañador para sumergiros de repente en la agonía de la verdadera desgracia, de la que sorprende el alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo. Delfina de Girardin. París, 1861. Allan Kardec, El Evangelio Según el Espiritismo - Cap. 5 Ítem 24.
Hombres, ¿por qué os quejáis de las calamidades que vosotros mismos habéis amontonado sobre vuestras cabezas? Habéis desconocido la santa y divina moral de Cristo; no os maravilléis, pues, que la copa de la iniquidad se haya desbordado por todas partes.
El malestar se hace general, y ¿quién tiene la culpa sino vosotros mismos, que sin cesar procuráis destruiros unos a otros? No podéis ser felices sin mutua benevolencia. ¿Y puede existir la benevolencia con el orgullo? El orgullo: he aquí el origen de todos los males; trabajad para destruirlo, si no queréis ver cómo se perpetúan sus funestas consecuencias. Un sólo medio se os ofrece para esto, pero es infalible; es el tomar por regla invariable de vuestra conducta la ley de Cristo, ley que habéis rechazado o falseado en su interpretación.
¿Por qué tenéis en tan gran estima lo que brilla y encanta a la vista, más bien que lo que toca al corazón? ¿Por qué el vicio de la opulencia es el objeto de vuestras adulaciones, cuando sólo tenéis una mirada de desdén por el verdadero mérito en la obscuridad? Cuando un rico pervertido, perdido de cuerpo y alma, se presenta en alguna parte, se le abren todas las puertas, todas las consideraciones son para él, mientras que se desdeña conceder un saludo de protección al hombre de bien que vive de su trabajo. Cuando la consideración que se concede a las personas se estima por el peso del oro que poseen o por el nombre que llevan, ¿qué interés puede tenerse en corregirse de sus defectos? (Adolfo, obispo de Argel. Marmande, 1862). Allan Kardec, El Evangelio Según el Espiritismo - Cap. 7 Ítem 12.
"Dejad venir a mí a los niños", porque yo poseo la leche que fortifica a los débiles. Dejad venir a mí a aquéllos que temerosos y débiles tienen necesidad de apoyo y de consuelo. Dejad venir a mí a los ignorantes, para que yo les ilustre; dejad venir a mí a todos los que sufren, a la multitud de afligidos y desgraciados, porque yo les enseñaré el gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el secreto para curar sus heridas. ¿Cuál será, amigos míos, ese bálsamo soberano que posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego divino, ¿qué temeréis?.
Diréis en todos los instantes de vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor, tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su reconocimiento. Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéis amor, habréis colocado vuestros tesoros, en donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrar-se insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin César, subiréis siempre hasta que vuestra alma embriágada pueda saturarse de su elemento de vida en el seno del Señor. Un Espíritu protector. Bordeaux, 1861. Allan Kardec.