AFECTIVIDAD CONFLICTIVA DIVALDO FRANCO

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AFECTIVIDAD CONFLICTIVA Libro/ Vida, Desafíos y retos Divaldo Franco/Joanna de Ángelis

Entre las conductas perturbadoras, conviene sea destacada la afectividad conflictiva como de relevancia, presentada por la criatura humana que, desajustada emocionalmente, expresa todos sus tipos de realizaciones mediante estados de desequilibrio, generando nuevas ansiedades, insatisfacciones y desajustes. La carencia afectiva y la inseguridad normalmente producen comportamientos antinaturales, instables, que llaman la atención de forma desagradable. Confundiendo afectividad con pasión, el paciente transfiere su potencial de irrealizaciones para el ser elegido y se propone a dominar la existencia, sirviéndose de ardiles variados, a través de los cuales, sintiéndose sin valor para recibir amor, intenta conquistar piedad, simpatía, se hace necesario, aislar


el afecto de otros relacionamientos y actividades, de forma para estar siempre presente y tornarse un misto de siervo y amante al alcance de la mano. Sus manifestaciones de afectividad son egoisticas, insaciables, derrapando en el celo enfermizo, que asevera ser demostración de amor, destruyendo la espontaneidad de las actitudes en la convivencia. Aun mismo que amado, desconfía de esa posibilidad, afirmando ser del otro un sentimiento de compasión y no un amor lleno de arrebatamiento y de profundidad. Siempre desea dedicación exclusiva hasta asfixiar a la persona escogida, que pierde la personalidad bajo el yugo implacable de ese verdugo afectivo. No obstante consiga conquistar alguien, no es capaz de mantenerlo, porque siempre aspira a más, hasta el punto de tornar insoportable la convivencia, huyendo de autodestrucción psicológica. Sus maneras son artificiales, su preocupación única es rodear al ser querido con demostraciones cansinas de lo que dice ser el amor que profesa, no comprendiendo que el otro tiene inquietudes propias y deseos diferentes de los suyos, y no siempre está dispuesto a soportar la asfixia que le es impuesta. La criatura nació para ser libre, y, por eso mismo, el amor es sentimiento que liberta, proporcionando paz y alegría. Cuando es manifestado por exigencias des cabidas, desaparece y muere. El amor tiene infinita capacidad de comprender y de tolerar, de ser franco y honesto, nunca disminuyendo, cuando en dificultades, por disponer de recursos nobles para eliminar los impedimentos e incomprensiones. Una relación saludable está hecha de diálogos y coherencia de comportamientos, de lealtad en la forma de ser y autenticidad en la manera de vivir, de tal forma que la presencia del otro no inhibe, antes agrada, llenando los espacios sin las imposiciones habituales de tomarlos. La persona ni siquiera se da cuenta de cómo el otro ser le es importante, hasta el momento en que l siente la ausencia, experimentando la profundidad afectiva y el significado de aquel a quien ama. Cuando la afectividad se presenta a través de una persona insegura, se torna tormentosa, cansina, y aquel que parece amado se siente bien cuando está lejos de su controlador emocional. Por su vez, el atormentado mira a todos cuantos estiman a su elegido


como adversarios o competidores, envidiosos u opositores de su planificación y felicidad. Las raíces de esa conducta están en la infancia solitaria, maltratada, que fue vivida conflictivamente y transfirió para el futuro las aspiraciones de dominio para tener, en vez de la afirmación personal para ser. En la fase infantil, sintiéndose desamada, la criatura llamaba la atención por el lloro, por la insubordinación, por el fingimiento, que transfirió para la edad adulta, disimulando lo que piensa y lo que hace, en razón de los recursos mentales de que dispone. La libido funciona, en esos casos, bajo estímulos equivocados, cuando el individuo pasa de un estado de posesión al de perdida, agigantándose y deseando al otro, sometiéndose a situaciones humillantes, desagradables, sin preocuparse, desde que atienda al ego en angustiosa desesperación. Casi nunca descansa quien así se comporta, viviendo de sospechas y procurando pruebas de lo que piensa, por eso exigiendo siempre más abnegación, paciencia y demonstraciones de amor que espera recibir, sin satisfacerse. Esa afectividad patológica requiere terapia cuidadosa, a fin del paciente adquirir la tranquilidad perdida y la auto seguridad, necesarias para poder amar sin conflictos. Cuanto más la persona intenta ignorar que ese es un comportamiento irregular, tanto más difícil se le torna la convivencia con las demás criaturas, particularmente cuando manifiesta la tendencia para ser víctima, transfiriendo la culpa de lo que le ocurre para las demás personas. El coraje para asumir responsabilidades y reconocer la urgencia, en favor de una terapia conveniente para su conflicto, ya es un paso significativo para su proceso de cura. Traducido por: M. C. R


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