ALMA AL SOCIALISMO LEÓN DENIS

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ALMA AL SOCIALISMO LEÓN DENIS En todos los tiempos, las almas sensibles, emocionadas por el espectáculo de las prolongadas tribulaciones y de las negras miserias de la Humanidad, así como las que por sí mismas conocieron el infortunio de los malos días, han ideado sistemas más o menos prácticos, capaces de poner término a los sufrimientos de los hombres. Desde que, sin embargo, se pretendió aplicarlos, a los que lo intentaron, chocaron en decepciones bien amargas. Es que no se había tomado mucho en cuenta el papel de la Tierra en la gran harmonía universal, ni sabido adaptar al grado de su evolución las reformas, necesarias, más si , a menudo, prematuras. Las revoluciones solo han hecho, la mayoría de las veces, remover los abusos. En un progreso lento, continuo, y, sobretodo, en la


educación del pueblo, es que, principalmente, se encuentra el “proceso” más eficiente para que en este mundo se realicen los perfeccionamientos entrevistos. El socialismo actual, también, quiere establecer un orden de cosas que sea un compuesto de justicia y progreso. Más, para eso, tendrá, antes de todo, que se inspire en un ideal elevado, en una doctrina se espiritualista, que constituya como el cimiento que ligue sus diversos elementos, a fin de con ellos formar un sistema homogéneo, una fuerza viva y benéfica. Eso, entre tanto es de lo que siempre carecieron las teorías socialistas, por demás impregnadas de materialismo. Ahora, ese ideal, la Doctrina, la Revelación de los Espíritus les viene a ofrecer, mediante las pruebas experimentales demostrativas de la existencia y de la sobrevivencia del alma. El moderno espiritualismo trae al Socialismo la revelación de la vida universal y de sus leyes, cuyo conocimiento es indispensable para todos los que trabajan por el progreso social. No siendo más que uno de los aspectos, una de las formas de la vida universal, la vida humana tiene que adaptarse a esta, tomándola en su sentido profundo y en su objetivo, bajo pena de ver todas as obras sociales atacadas de impotencia y de esterilidad, por cuanto, nada de durable se puede edificar fuera de la ley general de la evolución y de la harmonía. Para el materialista, la vida terrena es, sin precedentes y sin consecuentes, devota de cortísima duración de los sentimientos y de obligaciones que unen a los hombres. Sin embargo, gracias a los testimonios de los difuntos, se amplían a lo infinito las perspectivas. Nuestro destino se desdobla, a través de los tiempos, en una sucesión de existencias innumerables, cada una de las cuales es un medio de educación, de ascensión gradual, de evolución del ser, en el sentido de lo bueno, de lo perfecto. Desde luego, pues, la vida adquiere mayor valor y el destino toma una amplitud que escapa a toda y cualquier medición. La solidaridad y la fraternidad, que constituyen los principios


esenciales del Socialismo, ya no ligan solamente a los hombres en el no presente, mas también en todas las fases de su inmensa evolución. La fraternidad se torna una de las leyes de la vida universal, resultando de ahí las instituciones, las obras humanas, fecundadas y como que iluminadas. Viene después el conocimiento de lo que somos, de nuestra doble naturaleza, perecible una, inmortal la otra y, consiguientemente, la solución de los problemas hasta aquí insolubles, de la vida, del libre albedrio y de la responsabilidad a consecuencia de los actos a recaer sobre sus autores, la demostración dela justicia y el perfeccionamiento de todos por el trabajo, por el estudio, por la utilización de las fuerzas morales innatas en el hombre. Tales son los datos capitales de esa enseñanza, de esa revelación, al mismo tiempo científico, experimental y filosófico, que no puede ser ahogada, desnaturalizada, falsificada, porque tiene por interpretes los millones de voces que se elevan en todos los puntos del Globo y que, haciendo unas la réplica de lo que dicen las otras, nos informan de las condiciones de la vida futura y de sus leyes. Esa enseñanza penetra en todos los dominios del pensamiento, toma poco a poco el lugar del magnetismo de los siglos pasados, de las formas materiales, apoyado exclusivamente en la conciencia y en la razón. Y, únicamente a partir del día en que lo hubiera adoptado, es que el Socialismo se hallará en condiciones de trabajar eficazmente en la educación del pueblo, en la reforma del ser humano, a fin de reprimir las pasiones y el egoísmo, los odios de clase, hasta hoy los mayores obstáculos para la realización de sus objetivos. Adoptando esta amplia doctrina espiritualista es que el Socialismo alcanzará su máximo de irradiación, toda su potencialidad regeneradora y logrará implantar e n la Tierra un estado de cosas conforme la suprema ley de progreso y de justicia. Se conservara estéril, mientras al programa de las reformas materiales no añada las fuerzas del Espíritu. ¡Es preciso dar un alma al Socialismo!


Cada vez más acerba y ardorosa se hace la lucha por la vida, pues, en vez de restringir las necesidades materiales, lo que sería el remedio mejor, los hombres las multiplican en demasía. Todos los días se crean necesidades ficticias, imaginarias, que más pesado tornan el yugo de la materia, del mismo modo, que son despreciadas las necesidades espirituales, los tesoros de la inteligencia y del corazón, para cuya adquisición venimos especialmente a este mundo. De ahí resulta que, para la mayoría dos hombres, queda perdido el objetivo e l existencia, restándoles recomenzarla en condiciones más penosas, más dolorosas. Ignorante de la consecuencia de sus actos, que sobre ella recaen, y de las leyes del destino, la Humanidad prepara días sombríos para su mañana, días que perdurarán hasta que la luz de lo Alto y la Revelación de los Espíritus le vengan, en fin, a esclarecerle el camino. El papel del Espiritismo en la educación social tiene que patentarse, porque constituye una innovación, necesaria desde el punto de vista filosófico, y se torna así correlativo con los trabajos de los sabios, orientados para el estudio de las ondas que forman parte integrante de los cimientos de la vida universal. La Filosofía y Ciencia tienen que llegar, paralelamente, en un sentido abstracto y concreto, a los mismos resultados: ampliación del pensamiento humano y extra-humano, desde el punto de vista filosófico, por efecto de una visión científica, precisa, clara y racional. ¿Ante esos vastos dominios de la vida universal, cara a la meta sublime que el alma colima a través de sus peregrinaciones, que significación tiene las vanas distinciones de castas y los preconceptos de la riqueza? La noción de las responsabilidades puede evitar muchas caídas y atenuar muchos odios. Un movimiento de igualdad aproxima todas las situaciones. Se comprendería que la injusticia de la suerte es apenas aparente, que las pruebas tienen su razón de ser para la


reparación de las faltas del pasado y la conquista de un futuro mejor. Entonces, la malevolencia, la envidia y el egoísmo podrán ceder lugar al altruismo, y a la fraternidad dejará de ser una palabra carente de sentido. Por eso es que percibiremos cuanto íntimamente estamos ligados unos a los otros, en nuestra eterna ascensión. ¿Y el mal? preguntará. El mal no es sino el estado de inferioridad de los seres y de los mundos. Enflaquece con la evolución general y acaba por desaparecer. Y en su esfuerzo de subida para el bien, para la luz, el propio ser construye su consciencia, su personalidad, y en su misma elevación encuentra la alegría y la recompensa.

Léon Denis Traducido por: M. C. R Fuente: Reformador (01/4/1925), órgano de divulgación de la Federación Espírita Brasileira


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