¡ALMA HERMANA ESCÚCHAME! Divaldo Franco Amelia Rodríguez Vengo hablarte del drama de urgencia que toma cuenta del corazón y de la mente de la mujer, que se ve inducida por hábil propaganda a negarse a la maternidad… Sean cuales sean los argumentos, como se te presente las justificativas para el crimen de interrupción de la vida fetal, que algunos hombres pretenden legalizar, no te deje seducir. La mujer nació para ser, por excelencia, madre de la propia o de la carne ajena.
A excepción del aborto terapéutico, que objetiva salvar la vida de la gestante, facultándole permanecer en el ministerio del cuerpo, todos los otros tipos provienen de razonamientos ególatras y sofistas que no merecen respeto. No te avergüences nunca de permitir que la vida se te manifieste por el cuerpo, en la condición de co criadora que eres al lado de Dios. ******** Las alegaciones basadas en el egoísmo absurdo que visa transformar el cuerpo en un oasis de delicias, mediante la sexualidad no siempre dignificada, tornan a la mujer objeto contra lo que, además, ella hoy viene pretendiendo luchar. Mientras haya madres, en la Tierra, tendremos la certeza de que Dios prosigue con nosotros. No obstante se argumente en cuanto al derecho que la mujer tiene sobre su cuerpo, la verdad es que aquel que se desenvuelve en la intimidad intrauterina no le es la continuación, siendo antes el resultado de la unión de otras energías que se conjugan para manifestar la vida y prolongarla, a través de la sucesión de los años. Un hijo es siempre una dadiva de Dios. Degradándose la genitora por medio del delito del aborto, sus sentimientos humanos descienden al primitivismo animal, trayendo como consecuencia la ferocidad primitiva que ya debería estar superada. El hombre se deja sensibilizar por los fenómenos ecológicos, luchando por la preservación del medio ambiente, de las fuerzas vivas y actuantes de la Naturaleza; todavía, se yergue, obstinado, para destruir la vida humana en formación, que le pide la oportunidad para venir a la luz del Sol.
Déjate tocar por el amor y la canción de la afectividad para dulcificar tu alma. Cantarás, entonces, una balada de ternura por el hijito que traes contigo y luego estará en tus brazos, esperando por tu fortaleza con el fin de avanzar por los rumbos del Infinito. Ser madre es desdoblar el alma en santificante lecciones de amor, dándose y fluyendo el licor inefable de la felicidad. Dichos es todo aquel que se da, que se dona, que se ofrece en holocausto de belleza. Permite que tu existencia, invitada a la sublime tarea maternal, se corone de estrellas como bendiciones del cielo en las sombras de la Tierra, enterneciéndote y donando claridades permanentes para la Humanidad entera. …Y un día, cuando la nieve de los años te adorne la cabeza cansada y te aureole el cuerpo exhausto, dos manos de apoyo con alas angelicales surgirán, inesperadas, para apoyarte, mientras hermosa voz entonará un himno de gratitud a tu amor, aun mismo que te sientas aparentemente, abandonada. Ese himno, en musicalidad sublime, así te dirá: ¡Mama, aquí estoy: soy yo, tu hijo! Amelia Rodríguez Traducido por: M. C. R