AMAR A DIOS J HERCULANO PIRES

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AMAR A DIOS No solamente un ilustre pastor protestante nos hizo cierta vez esa pregunta, como también el reverendo Otoniel Motta la explica, desde el punto de vista protestante, en su folleto Espiritual, afirmando que los espiritistas no pueden amar a Dios, ya que no le atribuyen ningún tipo de forma. Ya tuvimos la oportunidad de recordarles a ambos otro mandamiento bíblico, por cierto tan invocado por los presentes, que no deberíamos amar las imágenes. Este mandamiento fue renovado por Jesús, cuando dijo que debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Analizando ambos, y teniendo en vista de lo que dijimos en el capítulo anterior entenderemos que el Espiritismo viene a renovar también la comprensión de estos mandamientos, abriendo la inteligencia del hombre para la comprensión de Dios en espíritu y verdad, la única manera de que él lo adore independientemente de cualquier imagen. Desde un punto de vista material, sabemos que hay imágenes de madera, de barro, de metal e de otros elementos. Entretanto, desde el punto de vista espiritual, deberíamos saber que hay también otras especies de imágenes, y muy especialmente las imágenes mentales.


¿Acaso podemos admitir que la adoración de una imagen mental sea menos condenable que las de las imágenes materiales? ¿Podemos admitir que no sea idolatría la adoración de ídolos mentales, forjados por el hombre a su imagen y semejanza? Contra la idolatría mental, tan perniciosa como la material, se yergue el Espiritismo. Esa idolatría llevo Antero de Quintal a escribir el célebre soneto en el que considera a Dios como un ser creado por el hombre, a imagen y semejanza de este. Llevó también a Marx y Engels a considerar el fenómeno Dios como la simple proyección del hombre a un plano superior, en el deseo natural de querer superar las circunstancias que lo dominan y esclavizan, en la Tierra. Gracias a la idolatría mental, los filósofos materialistas conseguirían ofrecer profundos golpes a la creencia de muchos hombres acostumbrados a pensar. Y multitudes de creyentes, a su vez, en todo el mundo, desviaron el sentimiento del amor que deben dedicar a Dios, por el simple ídolo mental que la religión les ofreció. Con eso, hicieron morir su propia fe, le eliminaron todas las posibilidades de expansión dinámica, reduciéndolo a una expresión inferior de puro fetichismo. El Espiritismo nos presenta la siguiente constitución del Universo: “Dios, espíritu y materia constituyen el principio de todo lo que existe, la trinidad universal. Mas, al elemento material, hemos de juntar el fluido universal, que desempeña el papel de intermediario entre el espíritu y la materia...” Como vemos, el Espiritismo es profundamente deísta, considerando a Dios como elemento constitutivo y básico del Universo. El Dios del Espiritismo, entretanto, y por eso mismo, no puede ser reducido a una simple imagen mental de forma humana. Kardec nos presenta a Dios, en El Libro de los Espíritus, como eterno, imitable, inmaterial, único, omnipotente, soberanamente justo y bueno. Son atributos que las religiones también reconocen en el Creador, y que por sí mismos contradicen la forma humana que le dan. Negándole esa forma o cualquier otra que le quisiéremos dar, el Espiritismo nos coloca en cara, tan solamente, de los atributos de Dios. Es, pues, por sus atributos, que lo debemos amar. ¿Y quién no


percibe que, de esa manera, el Espiritismo nos desvía de la idolatría, para encaminarnos al amor de Dios en espíritu y verdad? Desde el punto de vista espírita, además, comprendemos la lección de amar a Dios sobre todas las cosas, lección que, usando la facultad de pensar, no podríamos comprender, desde el punto de vista idólatra. Aun mismo porque sería un contrasentido colocar nuestro amor por una imagen cualquiera, fuese ella mental o no, por encima del amor que debemos a nuestros seres queridos. Solo un desvió mental, una anomalía psíquica, nos llevaría a tal cosa. El Espiritismo nos enseña que debemos amar a Dios sobre todas las cosas, según la lección de los textos sagrados, y nos muestra, además, que es absolutamente indispensable hagamos eso, si queremos cumplir nuestra tarea terrena, alcanzar el objetivo supremo de nuestra encarnación en este planeta expiatorio. Y eso por el simple motivo de que siendo Dios eterno, inmutable e inmaterial, debemos colocar nuestro interés por encima de las cosas transitorias, mutables y materiales, que nos rodean y nos prenden a la existencia terrena. Siendo Dios único e omnipotente, en el debemos confiar y esperar, y no en otros seres y otras cosas, por más bellas y fascinantes que ellas nos sean presentadas. Más lo que es más importante para todos nosotros, pequeños bichos de la tierra, tan pequeños, como decía Camões, es que, siendo Dios soberano, justo y bueno, es evidentemente la suprema justicia y la Suprema Bondad, por lo que debemos amar la justicia y la bondad por encima de toda injusticia y de toda maldad. Amando a Dios sobre todas las cosas, a través de aquello que de Dios podemos conocer, que son sus atributos, seremos capaces de realmente colocar a Dios por encima de todo y de todos. Así comprendemos también al enseñanza de Cristo, de que debemos abandonar hasta incluso a nuestros padres, a nuestra mujer y a nuestros hijos, si queremos seguirlo. Pues el hombre que ama a Dios, en espíritu y verdad, sobre todas las cosas, está siempre con la verdad, la justicia, el amor, la bondad, la pureza, en contra mismos de sus intereses de la vida material. Coloca su amor a Dios por encima de las ventajas que puede ganar en la vida, siempre que prefiere la verdad a la mentira, por más fascinantes que sean las promesas de esta. Y no tendrá dudas en


romper con los propios padres, con la propia mujer y con los hijos, cuando estos prefieran la mentira o la injusticia pues el, fiel a su amor a Dios, preferirá siempre la justicia y la verdad. ¿En este caso, sin embargo, hasta el materialista no podría amar a Dios más eficientemente de lo que muchos religiosos, y de manera más real? Cuando nos dirijan, cierta vez, esa pregunta, vamos a saber responder.


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