AMIGO INGRATO Te causa sorpresa el hecho de ser tú el acusador de ahora, el amigo aturdido de entonces, que un día te pidió abrigo al corazón gentil y ahora no te concede la oportunidad, siquiera, para esclarecimientos. Despiertas, espantado, ante la relación de impiedosas quejas que guardaba de ti, el que recibió, de tus labios y de tu paciencia, las excelentes lecciones de bondad y de sabiduría, con las cuales creció emocional y culturalmente. Percibes, abrumado, que tus palabras fueron, por tu amigo, transformadas en látigos con los cuales, en este momento, te rasga las carnes del alma, el, que siempre se refugió en tu confort moral.
Te reprocha la conducta, el compañero que recibiste con cariño, sustentándole la fragilidad y contornando sus reacciones de temperamento agresivo. Se torna, de un momento para oro, dueño de la verdad y te llama mentiroso. Le ofreciste licor estimulante y recibes vinagre a cambio. Le donaste coraje para la lucha, y te retribuye con el desánimo para que fracases. El pretende las estrellas y te empuja para el pantano. Se llena de amor y descarga bilis en tu memoria, amenazándote sin palabras. **** ¡No te desalientes! El mundo es inconstante. El hecho de hoy se torna el adversario de mañana. Las manos que perfumas y besas, serán, tal vez, las que te abofetearan, cargadas de brezo. *** Hay más crucificadores que solidarios en la vía de redención. Se olvidan, los hombres, del bien recibido, transformándose en cobradores crueles, sin poseer cualquier crédito. Tal vez tu amigo envidie tu paz, la irrestricta confianza en Dios, y, por esto, quiere perturbarte. ¡Persevera, tranquilo! El y esto, esta provocación, pasará luego, menos lo que es, lo que hagas. Si erraste, y él te azota, alegra-te, y rescata tú equívoco.
Se estás inocente, ofrécele a tus dolores actuales, que te mejoran y te aproximan a Dios. *** No le guardes rencor. Recuerda que fue un amigo, quien trajo y acuso a Jesús; otro amigo Lo negó, tres veces consecutivas, y los demás amigos se alejaron de Él. Casi todos Lo abandonaron y Lo censuraron, tributándole la responsabilidad por el miedo y por los dolores que pasaron a experimentar. Todavía, Él no os censuró, no os abandonó y volvió a buscarlos, a inspirarlos y conducirlos de vuelta al reino de Dios, por amarlos en demasiad. Siendo así, No te permitas afligirte, ni perturbarte por las acusaciones de tu amigo, que está enfermo y no sabe, porque la ingratitud, la impiedad y la indiferencia son psicologías muy graves en el organismo social y humano de la Tierra de nuestros días. ***
Franco, Divaldo Pereira. De la obra: Momentos de Felicidad. Dictado por el Espíritu Joanna de Ángelis. Salvador, BA: LEAL, 1990. Traducido por: M. C. R