AMOR PERDÓN Espíritu Joanna de Ángelis Médium Divaldo Pereira Franco Cuando rige el amor en los sentimientos, no hay lugar para el resentimiento. No obstante, frente a la estructura psicológica del ser humano, la afectividad espontanea siempre irrumpe intentado crecer, de modo para administrar los paisajes que constituyen los objetivos existenciales. No consiguiendo alcanzar las metas, porque se depara con la agresividad inherente al proceso de desarrollo intelecto moral que aún no se puede instalar, se siente combatido e impelido a retroceder. Tal cosa ocurre, en los individuos menos equipados de valores éticos, genera malestar y choques de comportamiento que se pueden transformar en trastornos aflictivos. Cuando eso sucede, el
ser maltratado se refugia en el resentimiento, ancorándose en el deseo de desagravio o de venganza. La injusticia de cualquier naturaleza es siempre una agresión al orden natural que debe regir en todas partes, especialmente en el hombre que, por instinto, se defiende antes de ser agredido, se arma temiendo ser asaltado, queda al acecho en actitud defensiva… Todo cuanto le representa una amenaza real o imaginaria se le torna temerario y, por mecanismo de defensa, experimenta las reacciones fisiológicas específicas que transcurre de las expectativa psicológica. La rabia, bajo este aspecto, es una reacción que resulta de la descarga de adrenalina en la corriente sanguínea, cuando se está bajo tensión, miedo, ansiedad o conflicto defensivo. El miedo que, a veces, lo inspira, lo impulsa a la agresión, en cuyo momento asume el comando de las actitudes, apoderándose de la mente y de la emoción. La criatura humana, por tanto, convive con esos estados emocionales que se alternan de acuerdo con los acontecimientos, y que se pueden transformar en trastornos de desesperación tales como el odio, el pánico, el resentimiento enfermizo. La tristeza o resentimiento, según los estudios de la Dra. Robin Kasarjian, se instala en los sentimientos en razón del Self que se encuentra envuelto por sub-personalidades, que son las cualidades morales inferiores, aquellas heredadas de las experiencias primarias del proceso evolutivo, tales como envidia, los celos, malquerencia, la perversidad, la insatisfacción, el miedo, la rabia, la ira, el odio, etc. Cuando alguien emite una onda inferior, sub-personalidad, la misma sincroniza con una franja equivalente que se encuentra en aquella contra quien es dirigida la vibración, estableciéndose un contacto infeliz, que provoca idéntica reacción. A partir de ahí se establece la lucha con enfrentamientos continuos, que resultan en daños para ambos litigantes, que pasan a experimentar debilidad en sus resistencias de salud física, emocional, psíquica, económica, social… Naturalmente, porque la alteración del comportamiento se refleja en su existencia humana.
Sintiéndose vilipendiado, ofendido, injusticiado, el otro, que se supone víctima, acumula la dolencia del resentimiento y lo cultiva, como recurso justo para descargar el sufrimiento que le está siendo impuesto. Esa actitud puede ser comparada con la conducción de “una brasa para ser tirada en el adversario que, a pesar de eso, mientras no es lanzada quema la mano de aquel que la carga”. El resentimiento, por eso mismo, es desequilibrio de la emoción, que pasa a una actitud infeliz, profundamente infantil, como quiere vengarse, aunque sufriendo los daños demorados que mantiene ese estado hasta cuando surja la oportunidad. El amor, proporciona la transformación de las sub-personalidades en súperpersonalidades, lo que impide la sintonía con los petardos inferiores que sean disparados. En nuestra forma de examinar la cuestión del resentimiento y de la estructura psicológica en torno al Sefl, creemos que, tranzando una horizontal, y partiendo del apoyo en torno a un semicírculo para abajo, tendríamos las sub-personalidades, y, en aquel que está encima de la línea recta, enfrentamos las súper-personalidades incluso que, en las personas violentas y más instintivas, en forma embrionaria. Toda vez que es generada una situación de antagonismo entre los individuos, las sub-personalidades se enfrentan, distendiendo ondas de violencia que encuentran guarida en el campo equivalente a la persona objetiva. No hubiese ese registro negativo y la agresión se perdería, por faltar sintonía vibratoria que proporcionase la captación psíquica. El resentimiento, por tanto, es efecto también de la onda perturbadora que se fija en los paneles de la emotividad, ampliando el campo de la sub-personalidad semejante que se transforma en generador de toxinas que terminan por perturbar y enfermar quien la acoge. Bajo la dirección del amor, la subpersonalidad tiende a adquirir valores que irán a transformar en sentimientos elevados, súper-personalidades, anulando, lentamente, la sombra, el lado malo del individuo, creando campo para el perdón. Es probable que, en la primera fase, el perdón no sea exactamente el olvidar la ofensa, apagando de la memoria el
suceso desagradable y malvado. Eso con el tiempo, en la medida que nuevas conquistas éticas van siendo almacenadas en el inconsciente, se sobrepone a los males dominantes, por fin anulándole las vibraciones deletéreas que son disparadas contra el adversario, al tiempo en que desintegran las resistencias de aquel que las emite. No responder al mal por el mal es forma de amar, concediendo el derecho de ser enfermo a aquel que se transforma en agresor, que se complace en afligir y perturbar. En esa condición, nivel primario del proceso de desarrollo del pensamiento y de la emoción, es natural que el otro piense y obre de manera equivocada. El amorperdón es un acto de gentileza que la persona se dispensa, no permitiéndose entorpecer por los vapores angustiantes del desequilibrio o desarticularse emocionalmente bajo la acción de los tóxicos del odio resentido. El hombre maduro psicológicamente es saludable, por eso, se ama y se perdona cuando se sorprende en el error, pues percibe no ser especial o alguien ineluctable. Comprendiendo que el trabajo de elevación se da mediante las experiencias de errores y de aciertos, se proporciona tolerancia, nunca pues, siendo complaciente con esos equívocos, al punto de no quererlos corregir. Es actitud de sabiduría perdonarse y perdonar, por cuanto la conquista de los valores éticos es consecuencia natural del equilibrio emocional, nivel de seguridad para la adquisición de la plenitud. El amor es fuerza irradiante que vence las distonias de la violencia vigente en el primario humano, generador de las subpersonalidades. Surge como expresión de simpatía que toma cuerpo en la emoción, distendiendo ondas de felicidad que envuelven al ser psicológico y se torna fuerza dominadora para conducir los objetivos esenciales para la vida digna. Fuente que proporciona el perdón, se confunde con ese, porque las fronteras aparentes no existen en realidad, desde que uno solamente tiene vigencia cuando el otro se puede expresar.
Amor es salud que se expande, tornándose vitalidad que sustenta los ideales, fomenta el progreso y desarrolla los valores elevados que deben caracterizar a la criatura humana. Ínsito en todos los seres, es la luz del alma, momentáneamente en sombra, aguardando la oportunidad de esplender y expandirse. El amor completa al ser, auxiliándolo en la auto-superación de problemas que pierden el significado ante su grandeza. En cuanto rige en los sentimientos, no habrá lugar para los residuos enfermizos de las sub-personalidades, que se transformaran en claridad psicológica, avanzando para los niveles superiores del sentimiento, cuando la auto-realización conseguirá perdonar a todo y a todos, forma única de vivir en plenitud. Extraído del libro “Amor, Imbatible Amor” Traducido por Jacob