APUROS DE UN MUERTO Hermano X/Chico Xavier Libro: Cuentos de esta y de la otra Vida Cuando Apolino Rezende despertó, más allá de la muerte, se vio terriblemente sacudido por extraña emoción. Oía a la esposa, Doña Francina, llamarlo en gritos estertorosos. Y como si fuese transportado a la casa por una grúa magnética, de repente se reconoció frente a ella que se estaba descabellando llorosa. - “Ingrato! Ingrato!” – era lo que la viuda decía en pensamiento, aunque apenas tartamudease interjecciones lamentosas con la boca. Juzgándose en el cuerpo de carne, Rezende, en vano, se hacía sentir. Gritaba a la compañera. Pedía explicaciones. Golpeó la mesa sobre la que descansaba la dama los codos.
Doña Francina, entretanto, procedía como quien ignoraba su presencia. El infeliz, en el primer instante, se juzgó enloquecido. Acreditaba estar en una pesadilla y quería retornar a la vida común, despertar... Se pellizcaba inútilmente. En eso, escucho el propio nombre en el piso de abajo. Se derrumbó y encontró a María Iza, la doncella a quien había llegado a considerar como su propia hija, en discreta conversación con el abogado que era muy amigo suyo. El Dr. Joaquim Curado oía, atento a la moza, que le confidenciaba una infamia. La empleada, que siempre le dispensara la mejor atención, no rehusaba de acusarlo, afirmando que el pequeño Samuel, el menino que le naciera, cuatro años antes, del corazón de madre soltera, era hijo de él, Rezende. La criada, en el extremo de la calumnia, dramatizó en lágrimas. Dijo sin vergüenza que su pequeño hijo Samuel no podía privarse de la herencia, que ella, en otras ocasiones, había estado sufriendo escenas insultantes de celos por parte de su ama, y que ahora estaba resuelta a poner el asunto en un curso recto. Apolinário apretó los puños y estaba a punto de abofetearla, cuando el abogado dijo: "Bueno, desde que murió Rezende...” El pobre Espíritu liberado sufrió tremendo choque. ¿Había muerto entonces? ¿Qué significaba todo aquello? Se sentía loco... Grito desesperado, recordando a fiera aguijoneado en el circo, pero los dos interlocutores ni siquiera notaron levemente su reacción, y el entendimiento continuó... Llorando copiosamente, Apolinário quedó sabiendo que el inventario de sus bienes seguía en medio, que Maria Iza se alegaba
seducida por el y exigía más de dos millones de cruzeiros, parte igual al montante que se reservaba a cada uno de sus hijos. El Dr. Joaquim hablaba de examen de sangre y pedía pruebas. La moza notifico que Renato, el hijo menor de doña Francina había sido testigo de la desafortunada experiencia que había vivido, al acceder a las tentaciones que había movido al muerto. Aterrado, Rezende vio a su propia hijo más joven entrar, al ser llamado, en el parlatorio doméstico, apoyando la invención. El joven, que ultrapasara los veintidós años de edad, lo tenía preocupado siempre, por el carácter liviano; con todo, no fue sin espanto que pasó a escucharlo, confirmando la denuncia. Ante el abogado, sorprendido, Renato anuncio que simplemente tocado por la compasión, deliberara ayudar a Maria Iza, declarando que el padre, pillado por el en varios encuentros con ella, resolviera decirle la verdad, resaltando que, un día, cuando falleciese, el niño Samuel mão debía ser olvidado, una vez que le debía la paternidad. Rezende, tomado de repugnancia, desmentía todo, hasta que le pareció oír los pensamientos del hijo, comprendiendo, por fin, que Renato se mancomunara con la sirvienta, de modo a adueñarse de la mitad de la herencia que a ella le fuese atribuida por la Justicia. Entendió el chantaje. El rapaz pretendía la mayor parte y, para eso, no dudaba en manchar su nombre Abatido, procuró Reinaldo, al hijo mayor, mozo de comportamiento ejemplar; entretanto, fue a buscarlo en el gabinete, conformado con la situación. El hermano había dado hábilmente el golpe, y el hijo mayor preferiría perder parte de su herencia antes que faltarle el respeto a la memoria de su padre.
Rezende regresó a la habitación de su esposa y en vano quiso consolarla. Doña Francina empapa su pañuelo de lágrimas. No lloraba tanto por el dinero que debería donar. Lamentó la supuesta infidelidad de su difunto esposo. Recordó todos los días felices, cuando ambos habían gozado de perfecta confianza... Era necesario que fuera inhumano para él mentirle, como lo había hecho, dentro de su propia casa. Anhelaba mantenerlo puro, en su memoria, vivir el resto de su existencia preparándose para encontrarlo de nuevo; Sin embargo... Rezende se esforzaba para consolarla, a procurar en sí mismo la razón por que sufría semejante prueba, cuando hubo un chasquido en la conciencia. Se veía en tiempos pasados. Sí, sí, María Iza sólo había recibido de él consideraciones respetuosas; sin embargo, Julieta se le apareció ahora ... Había sido la compañera de su juventud, cuarenta años antes ... Una muchacha de condición modesta había aguantado su ingratitud. Había cedido a sus caprichos de joven impulsivo y había comenzado a esperar a su pequeño hijo, confiando en el matrimonio. Sin embargo, al examinar sus propias comodidades, obligó a Julieta a someterse a un vergonzoso proceso de aborto y luego, al verla frustrada, la abandonó en la cuneta. Rezende, atormentado con dolorosas reminiscencias, inquiría a si mismo si la calumnia de Maria Iza seria la respuesta del destino al sarcasmo en que lanzara Julieta... ¿Dónde encontrar a la víctima de otra época? Por otro lado, allí estaba Dona Francina, a reclamarle asistencia, y Maria Iza, a quien debía perdonar a su turno. Sintió su cráneo en llamas. Estaba pasando por el primer día de conciencia despierta, después de la muerte, y parecía haber estado en el pozo mental durante mucho tiempo.
Cayó la noche y Rezende permaneció ansioso con su esposa, tratando en vano de hablar con ella en sueños... Doña Francina se levantó temprano en la mañana, rezó frente a su propia imagen, en la foto de la cabecera, tomó un gran ramo de flores y se fue en dirección a un templo. Apolinário la siguió, reconociendo con emoción que su esposa le había encargado un servicio religioso en beneficio de su felicidad. Después de las oraciones, Doña Francina se encamino para el cementerio. Sólo entonces se enteró Rezende de que su leal compañera estaba celebrando el sexto mes de su partida. ¡Ciento ochenta y tres días de inconsciencia en la vida espiritual! Asombrado, miró a su esposa, que se había arrodillado frente a su propia tumba. Entre angustiado y curioso, se inclinó sobre la lápida y deletreó asombrado: "Aquí yace Apolinário Rezende". Y, en letras más pequeñas: "Orad por el eterno descanso de tu alma". Al leer las palabras "descanso eterno", Rezende comenzó a reflexionar sobre las agonías morales a las que había sido sometido desde el día anterior y, aunque sintiendo un inmenso deseo de llorar, se olvidó de la tranquilidad del campo sagrado y, desesperado. , emitió una gran carcajada…