CARTA A MARIA LACERDA DE MOURA Humberto de Campos/Chico Xavier Libro: Crónicas Más Allá del Túmulo 24 de julio de 1936 Y para usted, Maria Lacerda, que envió hoy mi pensamiento de espíritu. Tarea excesivamente arriesgada esa de dirigirse un muerto a los literatos de la Tierra, casi siempre doblegados a los mandatos de orden político y social. Es verdad que Berilo Neves, el año pasado, tuvo el preciso coraje de referirse, en la Asociación Brasileña por prensa, mis mensajes póstumos; pero usted, en la serenidad de su ánimo y en la incorruptibilidad de tu carácter, pudo entender mi pensamiento y escuchar mi voz. No soy ajeno a sus actividades y estudios, en cuanto a investigaciones espiritualistas. Saturado de sociología, reconoces ahora, como yo, en los caminos años de mi peregrinación por la Tierra, la posibilidad remota de concertase el edificio accidentado den las costumbres humanas, dentro de una civilización de barbarie, donde la moral cae a pedazos y, volcando su atención
para el mundo invisible, usted conversa con las sombras, tornándose la confidente bendecida de los muertos. Su mirar, acostumbrado a las pequeñas asambleas en las grandes ciudades de América del Sur, ahora camina a veces en el imperio del silencio de los que ya partieron del mundo, donde su juicio crítico buscará una nueva razón para hablar con caridad, despertando a los hombres. Y que aún construyas tu nuevo nido junto a las catacumbas y los sauces, y de ese retiro silencioso, tus pensamientos se extiendan al misterio de la noche, poblada de sueños y constelaciones. Los pensadores, Maria Lacerda, son impotentes para salvar al mundo de la desgracia en la que el mismo se sumergió. La confusión ha de procesarse, para que se destruya el edificio milenario de los hábitos y de los preconceptos de todo orden. Una nueva vida habrá de florecer sobre los alicientes de la muerte. Todos los que lucharon y los que se encuentran luchando aun por el esclarecimiento de la colectividad son frutos extemporáneos de la civilización del futuro. Ellos ofrecen un camino de libertad fulgurantes; mas, en torno del hombre contemporáneo aún se respira una atmosfera terrible de destrucción. Hace varios decenios, que se lucha teóricamente para que un nuevo estado de cosas se establezca en el mundo. Se clama por leyes económicas que regulen en los países la distribución de lo necesario y se queman productos, en casi todas las regiones del planeta, objetivando el cumplimiento de absurdas determinaciones de la política del aislamiento. La palabra de los Kropotkines suenan en vano, con clamando a los espíritus de buena voluntad. Mussolini asigna un programa socialista en los principios de su carrera política, escondiendo la pretensión exclusiva de conquistar un imperio. El presidente pacifista de los Estados Unidos idealiza la organización de la paz internacional de Ginebra, de cuyas actividades su país no comparte. Japón habla de sus derechos de nacionalidad, avanzando sobre los territorios de China. Rusia instigue al comunismo, entendiéndose bien con todas las potencias capitalistas. De Roma, que se dice piadosa y cristiana, salen las hordas de conquistadores para la más absurda de las guerras. La Alemania hitleriana expulsa a Einstein, en su preocupación por el racismo.
En las repúblicas sudamericanas, hay el movimiento de comercio con la Internacional Armamentista. En Inglaterra, el “Inteligente Servicio” fomenta el disidió y la discordia, en sus pensamientos imperialistas, España, se embriaga en la locura de la guerra civil. En todas partes, se bebe un vino de ruina y de muerte y, entre los hombres aturdidos, sopla un huracán maligno de arrasamientos. Los sociólogos ven sus actividades circunscritas al maravilloso castillo de palabras, porque los hombres se entregan a su infortunado destino. No valió el esfuerzo de los espíritus avanzados en la solución de las incógnitas científicas, por cuanto todos los descubrimientos de estos últimos tiempos son juguetes terribles en la mente infantil de esa civilización que se desarrolló sin educación individual. La verdad es que el hombre está viviendo para destruir al hombre. Uno de los pensadores modernos contemplando el aspecto doloroso de la actualidad, concluía tristemente que, si el hombre contemporáneo considera natural el exterminio de mujeres y de niños, en los últimos movimientos bélicos del planeta, no será extraordinario, de aquí a algunos años, que los hombres se devoren unos a los otros. De hecho, a criatura humana parece regresar, a la noche oscura y misteriosa de sus orígenes. Todavía, el estudio psicológico de esa situación nos conduce a muchas reflexiones sobre sus causas profundas y concluimos que los hombres actuales son más infelices que perversos. Lo que se intensifico en todas partes de la Tierra, arruinando los sectores de la actividad humana, fue aquella crisis espiritual a la que Gandhi se refiere en sus exhortaciones. El Occidente podría salvarse, conservando el equilibrio del mundo, si el Cristianismo, en su simplicidad y su pureza, no fuese deturpado por las iglesias mercenarias. La moral cristiana habría fatalmente de evolucionar para la simplificación suprema de la vida, si los religiosos no la hubiesen asfixiado en la estrecha prisión de sus cavilaciones política social. Y el resultado de empresas tan desastrosas es la actualidad de los hombres, acribillados por las muertes y acribillados por los dolores. Con todo, hay una providencia misericordiosa acompañando los surtos evolutivos de la Tierra, y, en la hora justa de las convulsiones
sociales de todo tipo, las tumbas se llenan de voces y consoladoras revelaciones, cumpliendo profecías ... Fascismo, dictaduras para el proletariado, falsas democracias habrán de desaparecer en los fragores de la lucha, para que la política espiritualista inaugure el nuevo derecho, la ley nueva, los controladores de todos los fenómenos de la economía de los pueblos. El hombre comprenderá entonces la necesidad de un imperativo de paz, solidario con el progreso espiritual de los otros mundos. Es objetivando la construcción del edificio de la concordia universal sobre la base de la educación de cada personalidad y de leyes económicas que hagan desaparecer para siempre el cuadro doloroso de la miseria y del hambre, que los muertos vuelven a hablar con los encarnados, en el torbellino oscuro de sus vidas. En uno de sus últimos artículos en la prensa de Paris, Mauricio Maeterlinck consideraba erróneamente — “Estos muertos que sobreviven parecen bien flacos, bien precarios y bien miserables. Recuerdan a los fantasmas vaporosos, arrebatados por los vórtices en el infierno del gran poeta florentino. ¿Prejuiciosos, desamparados, exhaustos, sin nada más que hacer, no persisten ellos sino a la escucha de una voz de la Tierra? ¿Esa es la prueba de su supervivencia y, si sobreviven realmente, no podrán realizar otra cosa? ? ¿Recomienzan a vivir o acaban de morir? Maeterlinck, no consiguió, sin embargo, una visión exacta de las actividades de los que ya partieran de las fatigas de la lucha material. Dentro de las preocupaciones de la alta sociedad, no vio la multitud de criaturas consoladas por la consoladora Doctrina de los Espíritus y ni siquiera comprendieron que los muertos no podían empezar donde lo dejaron los vivos. Los hombres terminaran su lucha en la organización exclusivista, en la ciencia presuntuosa y en la supuesta infalibilidad. Más, los muertos inician su cruzada junto a los que sufren y de los que raciocinan.
Y, de usted, Maria Lacerda, que vive espiritualmente en la vanguardia de los tiempos, nosotros esperamos un gran coeficiente de fuerzas en favor de nuestro triunfo en el alma de las masas. Su percepción precisa puede reconocer el vigoroso andamio del edificio por venir, porque no está lejano el día en que los hombres se cansen de pelear entre sí, esparciendo la miseria y exterminio. Los lobos hambrientos de la civilización armamentística caerán bajo los escombros humeantes de sus grandezas y el alma cristiana cantará la gloria de los pacíficos y de los bienaventurados. Usted, Maria Lacerda, tiene mucho que hacer. Duplique diez veces sus energías y sus esperanzas... Su palabra es la de la Reina de Helicarnaso. Reúna con su esfuerzo a todos los guerreros inactivos y luchemos.