CIENCIA Y RESPONSABILIDAD HERNANI SANTANA

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CONCIENCIA Y RESPONSABILIDAD Hernani Santana Libro: Universo y Vida El libro "La Razón", del emérito Profesor Gilles-Gaston Granger, de la Facultad de Filosofía de Rennes, es, sin favor, una de las mejores obras últimamente publicadas sobre ese tema fundamental de la Filosofía. El autor de ese trabajo de cuño didáctico y de innegable seriedad declaró, a la derecha en las primeras páginas, que proponía realizar una exposición sintética, basada en el siguiente esquema: — "Un primer sondaje histórico nos permitirá esbozar inicialmente, en este preámbulo, una genealogía sumaria de la noción de la razón. El primer capítulo podrá enseguida consagrarse al esbozo de una especie de imagen por contraste del concepto, examinando tres actitudes negativas en relación a la razón: misticismo, "romanticismo", existencialismo. En el segundo capítulo, estudiaremos bastante la voluntad los trazos más marcados del racionalismo de la ciencia contemporánea. El


capítulo siguiente tratará más brevemente de lo que se puede llamar la razón histórica. Con el último capítulo en fin aparecerá la preocupación de evaluar en qué medida la razón permanece hoy una de las fuerzas vivas de la civilización y uno de los elementos más fundamentales de nuestro destino." Así realmente procedió, mas acabó llegando a conclusiones que se chocan claramente con las ideas que inicialmente defendió. Mientras afirmaba, al inicio de su trabajo, que "la razón se propone no solamente como una técnica, o como un hecho, mas como un valor" que se oponía o se yuxtaponía con otros valores, a mitad del libro se vio obligado a reconocer que "la historia de las ideas demuestra una evolución de la razón", para acabar escribiendo, exactamente en la última página, estas palabras fulgurantes: — "Finalmente, verificamos que la razón, lejos de ser una forma definitivamente fija del pensamiento, es una incesante conquista." Ningún valor tendría tal reclamo si lo hiciera un advenedizo desinformado, pero su formulador es uno de los profesores más respetados en el mundo cultural actual, en un análisis estructurado sobre las ideas del Racionalismo en la Historia de la Filosofía, desde Platón hasta Marx; de la Psicosociología de la Razón, de Mannheim a Piaget; y sobre las ideas de Bergson y Brunschvicg, de Cassirer y Chestov, Pradines y Sartre, Aron, Cournot y Lefebvre. Sin embargo, debemos reconocer que el concepto de evolución adoptado por Granger es de naturaleza esencialmente histórica y sociológica y, por lo tanto, externo y superficial. No llega a la esencia de la realidad, porque ignora la evolución del pensamiento como función y consecuencia de la evolución de la mente que lo genera, del ser espiritual que lo produce. Sólo en la Filosofía Espírita, la Razón aparece definida como la capacidad de comprender, discernir, elegir, optar, actuar conscientemente y, por tanto, asumir la responsabilidad, condición sine qua non para el progreso espiritual. Enseña "El Libro de los Espíritus" (Parte lº, Cap. IV) que el instinto es una inteligencia rudimentaria que nunca se desvía y esa es la razón que permite la elección y le da al hombre libre albedrío. También enseña (Preguntas / Respuestas 122 a 127 y Nota) que “el libre albedrío se desarrolla a medida que el Espíritu se vuelve


consciente de sí mismo. Ya no habrá libertad, desde que la elección sea determinada por una causa independiente de la voluntad del Espíritu. La causa no está en él, está fuera de él, en las influencias a que cede en virtud de su libre voluntad. Es lo que se contiene en la gran figura emblemática de la caída del hombre y el pecado original: unos cedieron a la tentación, otros resistieron. Las influencias malas que sobre él se ejercen son de los Espíritus imperfetos, que procuran apoderarse de él, dominarlo, y que se regocijan en hacerlo sucumbir. Era esto es lo que se pretendía simbolizar en la figura de Satanás. Tal influencia lo acompaña en su vida de Espíritu, hasta que haya logrado tanto imperio sobre sí mismo, que los malvados abandonen la obsesión por él. La sabiduría de Dios está en la libertad de escoger que él deja a cada uno, por cuanto, siendo así, cada uno tiene el mérito de sus obras”. Esas nociones de desenvolvimiento progresivo del libre-arbitrio y de la conciencia son de fundamental importancia para el entendimiento de los procesos de la evolución, en los cuales todo se encadena harmoniosamente, en un creciente infinito. — "La economía de energía, que la ley del mínimo esfuerzo impone, limita a la consciencia humana al ámbito donde se ejecuta el trabajo útil de las construcciones — dice Su Voz, en "La Gran Síntesis". Y acrecienta: — "Lo que fue vivido y definitivamente asimilado es abandonado en los substratos de la consciencia, zona que podéis denominar al subconsciente. En esa conformidad, el proceso de asimilación, base del desenvolvimiento de la consciencia, se opera exactamente por transmisión al subconsciente, donde todo se conserva, aunque olvidado, listo para resurgir tan pronto como un impulso lo excita, un evento lo reclama. El subconsciente es precisamente la zona de los instintos, las ideas innatas, las cualidades adquiridas; es el pasado transpuesto, inferior pero adquirido (miso-neísmo). Allí están depositados todos los productos sustanciales de la vida; en esa zona redescubre lo que has sido y lo que has hecho; descubrís el camino recorrido en la construcción de ustedes mismos, así como en las estratificaciones geológicas, descubren la vida vivida por el planeta. (...) Así, pues, la consciencia representa apenas la zona de la personalidad donde se realiza la labor de la construcción del Yo y de su ulterior progreso. En otros términos: ella se limita solo a la zona de trabajo; y es lógico. El consciente comprende únicamente la fase activa, la única que sentís


y conocéis, porque es la fase en que vivís y en que ña evolución se opera." (...) Comprenderéis ahora la estupenda presciencia del instinto y de que infinita serie de ensayos, incertezas y tentativas, es él el resultado. El individuo ha de haber aprendido alguna vez esa ciencia, pues de la nada, nada nace; ha de haberse adiestrado en la constancia de las leyes ambientes que ella presupone, la que correspondían sus órganos, y para las cuales él fue hecho y proporcionado. Sin una infinita serie de contactos, de ensayos, de adaptaciones en el período de las formaciones, no se explicaría una tan perfecta correspondencia de órganos e instintos, anticipándose a la acción, en el seno de una naturaleza que avanza por medio de tentativas, ni tampoco se explicaría su hereditariedad. En el instinto, la sapiencia está conquistada; ya fue superada la fase de tentativas; ya fue vencida la necesidad de recorrer una línea de lógica que, ofreciendo diversas soluciones, demuestra la fase insegura, incierta, en la que entran en juego los actos raciocinados, mas donde el instinto una sola vía conoce, y la mejor. Si es cierto que la razón cubre un campo mucho más extenso que el limitado campo del instinto (y en esto el hombre supera al animal, dominando zonas que este ignora), no es menos cierto que, en su campo, el instinto alcanzó un grado de maduración más avanzado, expreso por la seguridad de sus actos, y un grado de perfección aun no atendido por la razón humana que, al actuar por tentativas, revela evidentes características de su fase de formación. Y, así como el animal raciocina, aunque rudimentalmente, en el período de la construcción de su instinto, la razón humana alcanzará, cuando su formación sea completa, una forma de instinto compleja, maravillosa, que revelará la más profunda sabiduría. En el hombre subsiste todo instinto animal, de lo que la razón no es más que la continuación. Podéis ahora comprender que instinto y razón no son más que dos fases de consciencia." "Con la evolución - dice Su Voz - el ser elude progresivamente los límites del determinismo físico, que a nivel de la materia es geométrico, inflexible e idéntico en todos los sentidos. La vida comienza a liberarse de las cadenas de este absolutismo; su psiquismo en crecimiento se constituye una nueva causa que reemplaza a la establecida por las leyes físicas. El animal adquiere, ahora, una libertad de acción ignorada en el mundo físico. Así se llega al reino humano del espíritu, y este reino se supera, cuando


entonces el libre albedrío se afirma definitivamente. La ley del bajo mundo de la materia es el determinismo; por evolución se produce el paso del determinismo al libre albedrío. (...) Sólo hay responsabilidad donde hay libertad”. Absolutamente concordante es, a respecto, la enseñanza de André Luiz, en su libro "En el Mundo Mayor" (Cap. 3, FEB, Rio): — "No somos creaciones milagrosas, destinadas al adorno de un paraíso de papel. Somos hijos de Dios y herederos de los siglos, conquistando valores, de experiencia en experiencia, de milenio a milenio. No hay favoritismo en el Templo Universal del Eterno, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el Infinito. La crisálida de consciencia, que reside en el cristal rodando en la corriente del río, allí se encuentra en un proceso de liberación; los árboles que a veces se sientan durante cientos de años, soportando los golpes del invierno y acariciados por las caricias de la primavera, van conquistando la memoria; la fumea del tigre, lamiendo a sus hijos recién nacidos, aprende los rudimentos del amor; el mono, chillando, organiza la facultad de la palabra. En verdad, Dios creo el mundo, mas nosotros nos conservamos aún lejos de la obra completa. Los seres que habitan el Universo rezumaron sudor durante mucho tiempo, mejorándolo. También lo es la individualidad. Somos la creación del Autor Divino y debemos ser completamente perfeccionados. El Eterno Padre estableció como ley universal que la perfección es obra del cooperativismo entre Él y nosotros, sus hijos. (...) Desde la ameba, en el agua tibia del mar, hasta el hombre, hemos estado luchando, aprendiendo y seleccionando invariablemente. Para adquirir movimiento y músculos, facultades y razonamiento, experimentamos la vida y por ella fuimos experimentados, millares de años. (...)En el sistema nervioso, tenemos el cerebro inicial, repositorio de los movimientos instintivos y sede delas actividades subconscientes; figurémoslo como siendo el sótano de la individualidad, donde archivamos todas las experiencias y registramos los hechos más pequeños de la vida. En la región de la corteza motora, zona intermedia entre los lóbulos frontales y los nervios, tenemos el cerebro desarrollado, consolidando las energías motoras que nuestra mente utiliza para las manifestaciones esenciales en el momento evolutivo actual de nuestra forma de ser. En los planos de los lóbulos frontales, todavía


en silencio para la investigación del mundo, se encuentran materiales de un orden sublime, que gradualmente conquistaremos en el esfuerzo de ascensión, que representa la parte más noble de nuestro organismo en evolución. (...) No podemos decir que poseemos tres cerebros simultáneamente. Tenemos apenas uno que, sin embargo, se divide en tres regiones distintas. Tomémoslo como si fuera un castillo de tres andamios: en el primero situamos la "residencia de nuestros impulsos automáticos", simbolizando el sumario vivo de los servicios realizados; en el segundo localizamos el "domicilio de las conquistas actuales", donde se yerguen y se consolidan las cualidades nobles que estamos edificando; en el tercero, tenemos la "casa de las nociones superiores", indicando las eminencias que nos cumple conseguir. En el primero moran el hábito y el automatismo; en el otro residen el esfuerzo y la voluntad; y en el último demoran el ideal y la meta superior a ser alcanzada. Distribuimos, de este modo, en los tres andamios, el subconsciente, el consciente y el súper consciente. Como vemos, poseemos en nosotros mismos el pasado, el presente y el futuro." De integra coherencia con los ensañamientos de "El Libro de los Espíritus", con las ideas de Allan Kardec, con los esclarecimientos de Su Voz y con las lecciones de André Luiz, es lo que dicen J. B. Roustaing y los Autores Espirituales de "Los Cuatro Evangelios", cuando comentan los textos evangélicos de Mateos (Cap. I: v. 1-17) y de Lucas (Cap. III: v. 23-38): — "Siempre en estado de formación, puesto que no posee aun el libre arbitrio, inteligencia independiente capaz de raciocinio, consciencia de sus facultades y de sus actos, el espíritu, sin salir del reino animal, siguiendo siempre una marcha progresiva continua y de acuerdo con los progresos realizados y con la necesidad de los progresos a realizar, pasa por todas las fases de existencias, sucesivas y necesarias para su desenvolvimiento y por medio de las cuales llega a las formas y especies intermediarias, que participan del animal y del hombre. Pasa después por esas especies intermediarias, que, poco a poco, insensiblemente, lo aproximan cada vez más al reino humano, por cuanto, si es cierto que el Espíritu sustenta la materia, no menos cierto es que la materia le auxilia en el desenvolvimiento.


Después de haber pasado por todas las transfiguraciones de la materia, por todas las fases de desenvolvimiento para llegar a un cierto grado de inteligencia, el Espíritu llega al punto de preparación para el estsdo espiritual consciente, llega a ese momento que vuestros sabios, tan poco sabedores de los misterios de la naturaleza, no logran definir, en el momento en que cesa el instinto y comienza el pensamiento. (…) Todo, repetimos, tiene un origen común: todo viene de lo infinitamente pequeño para lo infinitamente grande, para Dios, punto de partida y de reunión. Todo proviene de Dios y vuelve a Dios. Observad como todo se encadena en la inmensa Naturaleza que el Señor os hace descubrir. Observad como en todos los reinos hay especies intermediarias, que ligan entre si todas las especies, una participando del mineral y del vegetal, de la piedra y de la planta; otras del vegetal y del animal, de la planta y del animal; otras, en fin, del animal y del hombre. Son ellos preciosos que todo ligan, que todo mantienen y por los cuales atraviesa el Espíritu en el estado de formación. Pasando sucesivamente por todos los reinos y por aquellas especies intermediarias, el Espíritu, mediante un desenvolvimiento gradual y continuo, asciende de la condición de esencia espiritual originaria a la de Espíritu formado, de la vida consciente, libre y responsable, a la condición de hombre. (...) Largo tiempo, cuya duración sois incapaces de calcular, demanda la esencia espiritual en el estado de inteligencia relativa, en el estado de animal, para adquirir, en ese reino, el desenvolvimiento que le permita pasar al estado intermediario, que le permita, enseguida, atravesar las especies que participan del animal y del hombre. Después de haber pasado por todas esas especies intermedias, ella permanece aún largo tiempo, cuya duración no sois igualmente capaces de calcular, en la fase preparatoria da su entrada en la humanidad, fase esta de la cual, por voluntad del Señor y mediante una transformación completa, sale el Espíritu formado, con inteligencia independiente, libre y responsable. (...) Todo, todo, en la gran unidad de la Creación, nace, existe, vive, funciona, muere y renace para harmonía del Universo, bajo la acción espírita universal que, a su vez, se ejerce, por la voluntad de Dios y según las leyes naturales e inmutables que el estableció desde toda la eternidad, mediante las aplicaciones y apropiaciones de esas leyes. (...) Si, vosotros, nosotros, todos, todos, excepto aquel que fue y será desde y por toda


la eternidad, todos fuimos, en nuestro origen, esencia espiritual, principio de inteligencia, Espíritu en estado de formación; todos hemos pasado por esas metamorfosis, por esas transfiguraciones y transformaciones de la materia, para llegar a la condición de Espíritu formado, de inteligencia independiente, capaz de raciocinio, con la consciencia de su voluntad, de sus facultades y de sus actos, por efecto del libre-arbitrio; a la condición de criatura independiente, libre y responsable." A esa altura, los esclarecimientos de los Espíritus Reveladores, que hablan en la obra de Roustaing, son de magna importancia: — "Después de haber pasado por la materia animal, llegando a un cierto grado de desenvolvimiento, el Espíritu, antes de entrar en la vida espiritual, precisa permanecer en un estado misto. Es por qué y como se opera esa estagnación, bajo la dirección y la vigilancia de los Espíritus prepuestos. Para entrar en la vida activa, consciente, independiente y libre, el Espíritu tiene necesidad de liberarse enteramente del contacto forzado en el que estuvo con la carne, de olvidar sus relaciones con la materia, de depurarse de esas relaciones. És en ese momento que se prepara la transformación del instinto en inteligencia consciente. Suficientemente desenvuelto en el estado animal, el Espíritu es, de cierto modo, restituido al todo universal, más en condiciones especiales: es conducido a los mundos ad hoc, a las regiones preparatorias, ya que le corresponde encontrar el medio donde se elaboran los principios constitutivos del periespíritu. Como un débil rayo de luz, él se ve lanzado en una masa de vapores que lo envuelve por todos os lados. Ahí pierde la consciencia de su ser, por cuanto la influencia de la materia tiene que anularse en el período da estagnación, y cae en un estado al que llamaremos, para que nos podáis comprender, letargia. Durante ese período, el periespíritu, destinado a recibir el principio espiritual, se desenvuelve, se constituye alrededor de aquella centella de verdadera vida. Toma al principio una forma indistinta, después se perfecciona gradualmente como el germen en el seno materno y pasa por todas las fases del desenvolvimiento. Cuando la vaina está lista para contenerlo, el Espíritu sale del letargo en el que yacía y lanza su primer grito de admiración. En este punto, el periespíritu es completamente fluídico, incluso para nosotros. Es tan pálida la llama que lo contiene, la esencia espiritual de la vida,


que nuestros sentidos, por sutiles que sean, apenas la distinguen. Este es el estado de la infancia espiritual”. Reconocemos aquí la necesidad de la prestación de algunos esclarecimientos que clarifiquen el texto transcrito. Existen en la Espiritualidad grandes instituciones, extremadamente especializadas, en verdaderas ciudades espirituales, para donde son encaminadas las mónadas, o principios espirituales, que, habiendo llegado al máximo grado evolutivo susceptible de ser obtenido en los reinos inferiores de la Naturaleza, tienen derecho a entrar en el reino de las inteligencias conscientes. Son organizaciones portentosas, sin semejanza alguna entre las organizaciones terrestres, dedicadas exclusivamente a las operaciones del surgimiento de la luz de la conciencia, de la auto identidad, de la razón, del libre albedrío. En sus indescriptibles complejos funcionan servicios de extrema delicadeza, semejantes a Maternidades Espirituales, dotadas de Cámaras de Activación, Cámaras de Reciclaje y de Adaptación y Cámaras de Desenvolvimiento Psíquico, donde los Principios Espirituales son sometidos a tratamientos electromagnéticos que ultrapasan el estado actual de la comprensión de los hombres encarnados. Esos complicados tratamientos visan hacer eclosionar el Yo consciente en los seres fronterizos ya maduros para la conquista de los dones del raciocinio propiamente dicho, o sea, del pensamiento continuo. Esas operaciones, de inaudita responsabilidad, son llevadas a efecto a través de técnicas exquisitas, todavía invaluables para el hombre común, y de las que no podemos, por el momento, dar noticias detalladas. En estas organizaciones actúan operadores muy cualificados, como verdaderas parteras de la conciencia, bajo la supervisión directa de los Grandes Genios del Mundo Mayor, que los asisten en nombre del Padre Creador. Ganando la consciencia progresiva de si mismos, esas verdaderas criaturas espirituales son tratadas como tales, en aquellas grandes educandário, que van desde viveros y hogares, hasta jardines de infancia, escuelas y parques para instrucción y recreación. Habiendo hecho estas rápidas observaciones, restauremos la palabra a los Espíritus Reveladores, para que continúen en su


disertación: - "Es entonces que los altos Espíritus que presiden la educación de los que se encuentran así en estado de simplicidad, de ignorancia, de inocencia, que los encaminan para las esferas fluídicas donde deberán quedar durante su desenvolvimiento moral e intelectual hasta el momento en que se hallen con el uso completo de sus facultades y, por tanto, en condiciones de elegir el camino por el cual bajar. Siguen las fases de la niñez: los guías protectores le enseñan al Espíritu cuál es el libre albedrío que Dios les concede, le explican el uso que puede hacer de él y lo animan a estar en guardia contra los obstáculos que se puedan encontrar. El reconocimiento y el amor debidos al gran Ser constituyen el objeto de la primera lección que el Espíritu recibe. Luego lo llevan, paulatinamente, al estudio de los fluidos que lo rodean, de las esferas que desvela. Guiado por sus guías prudentes, pasa a las regiones donde se forman los mundos, para estudiar sus misterios. Finalmente, desciende a las regiones inferiores, para aprender a dirigir los principios orgánicos de todo lo que es, en cualquiera de los reinos de la Naturaleza. Luego va a esferas más donde aprendes a dirigir los fenómenos atmosféricos y geológicos que observan sin comprender. Así, de estudio en estudio, de progreso en progreso, el Espíritu adquiere la ciencia que, infinita, que lo acercará al Maestro supremo”. Hemos llegado al umbral de una serie de grandes cuestiones, a saber: el buen o mal uso, por parte del Espíritu, de su libre albedrío; la progresión evolutiva recta; la "caída" espiritual y sus consecuencias. Para emprender con éxito el examen de estos asuntos, es necesario que tengamos en cuenta dos principios fundamentales de la Ley Eterna, a saber: el principio del determinismo divino y el principio de la libre determinación individual. El principio del determinismo divino es absoluto e impone como fatal, necesaria e irreversible la evolución universal, en dirección de la suprema felicidad, que es el supremo bien, el supremo saber y el supremo poder, en el infinito de los espacios y de las eternidades. Como principio, es unitario, inmanente, indivisible y eterno. El principio de la libre determinación individual es desdoblamiento, consecuencia y complemento del primero, al cual directamente se vincula, y otorga a cada criatura el derecho inalienable de atender


a la suprema voluntad del Creador cuando y como quisiera. Comprende, por tanto, triple libertad de tiempo, de modo y de voluntad. Es intuitivo y lógico que esa triple libertad se amplíe à medida que el Espíritu evoluciona y gana, con la evolución, más amplio discernimiento. Existe, sin embargo, y se manifiesta, desde que el Principio Espiritual comienza a existir, creciendo con él. En el Espíritu iluminado por la consciencia de si mismo, ese tríple poder se instaura definitivamente y pasa a ser ejercido con desenvoltura cada vez mayor. — "De posesión del libre arbitrio — dicen los Autores de "Los Cuatro Evangelios" —, pudiendo elegir el camino que prefieran seguir, los Espíritus son subordinados a otros, propuestos para su desenvolvimiento. Es entonces que la voluntad los lleva a descender por este camino de preferencia a aquel. Pasado este punto, son más o menos dóciles con los encargados de realizarlos y desarrollarlos. La voluntad, actuando entonces en el ejercicio del libre albedrío, traza una dirección buena o mala para el Espíritu que, de esta manera, puede fallar o simplemente y gradualmente seguir el camino que se le indica para progresar. Muchos se descarrían: algunos resisten a las tentaciones del orgullo y la envidia”. Es exactamente eso lo que también enseña "El Libro de los Espíritus", como se ve en la pregunta 115 y la respectiva respuesta: — "¿Los Espíritus, un han sido creados buenos y otros malos? — R. — Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, esto es, sin conocimientos. A cada uno le dio determinada misión, con el fin de esclarecerlos y de hacerlos llegar progresivamente a la perfección, por el conocimiento de la verdad, para aproximarlos entre sí. En esta perfección es que ellos encuentran la pura y eterna felicidad. Pasando por las pruebas que Dios les impone es que los Espíritus adquieren aquel conocimiento. Unos, aceptan sumisos esas pruebas y llegan más deprisa a la meta que les fue asignada. Otros, solo la soportan murmurando y, por la falta en que de ese modo incurren, permanecen apartados de la perfección y de la prometida felicidad, a) ¿Según lo que acabáis de decir, los Espíritus, en su origen, serian como los niños adquiriendo poco a poco los conocimientos de que carecen con o recorrerme las diferentes fases de la vida?


— R. — Si, la comparación es buena. El niño rebelde se conserva ignorante e imperfecto. Su aprovechamiento depende de su mayor o menor docilidad. Mas la vida del hombre tiene termino, al paso que la de los Espíritus se prolonga al infinito." Como no podemos alargarnos demasiado en este pequeño trabajo de análisis sintético, remetemos a los interesados en mayores detalles las obras aquí citadas. Iremos, por tanto, al ámago de la magna cuestión de la caida espiritual y de su inmediata consecuencia. Dicen los Espíritus, en "Los Cuatro Evangelios": — "De acuerdo con sus tendencias y con el grado de su progreso, el Espíritu asimila constantemente los fluidos que más en relación estén con su inteligencia y con sus necesidades espirituales. Cuanto más inferior él es, tanto más opacos y pesados son los fluidos periespirituales. De la mayor o menor elevación del Espíritu depende la mayor o menor cantidad de fluidos puros en la composición de su periespíritu. Así, los cuerpos fluídicos constituidos por los periespíritu presentan mayor o menor fluidez, son más o menos densos, conforme la elevación del Espírito encerrado en esa materia. Decimos "materia" porque, efectivamente, para el Espíritu, el periespíritu es materia. (...) Esos Espíritus presuntuosos y rebeldes, cuya caída os lleva a las condiciones más materiales de la humanidad, son entonces humanizados, esto es, para ser domados y progresaran bajo la opresión de la carne, encarnan en mundos primitivos, aun vírgenes del aparecimiento del hombre, más preparados, prontos para esas encarnaciones. (...) Revestido de su periespíritu y bajo la dirección y vigilancia de los Espíritus predispuestos, el Espíritu atrae aquellos elementos destinados a formar su envoltura material, así como el imán atrae el hierro”. Aquí se aplican el principio físico de gravedad y el principio moral del mérito. Provocando, con sus pensamientos y deseos, la mayor concentración de su mente y de su vehículo periespiritual, el Espíritu se aproxima naturalmente a la materia más densa, con cuyas vibraciones se afina, terminando irresistiblemente atraído por ella. Es, por tanto, de hecho absolutamente natural, encuadrado, como todos los hechos, en la ley universal de causa y efecto, y no de una punición divina. En cuanto al tipo de mundo donde el Espíritu encarnará, en consecuencia de su propia decisión,


dependerá de su grado de evolución, como se infiere en el trecho (de la misma obra) que pasamos a transcribir: — "Entre los que se extravían, también hay muchos cuya desviación solo ocurre después de haber sido durante mucho tiempo, durante siglos, dóciles a los Espíritus encargados de guiarlos y desarrollar; después de haber trillado, hasta cierto punto más o menos avanzado de desarrollo moral e intelectual, el camino del progreso que se les indicaba. Estos encarnan en planetas más o menos inferiores, más o menos elevados, según el grado de culpa, con el fin de sufrir una encarnación más o menos material, más o menos fluídica, apropiada y proporcionada a la falta cometida y a las necesidades del progreso, atenta a la elevación espiritual. Así como Dios creo, crea y creará, en continuo progresión, en la inmensidad, en el infinito, y en la eternidad, esencias espirituales, Espíritus, también creo, crea y creará mundos adecuados a todos los géneros de encarnación, para los que se desviaron, se desvían y desviaran. Así, siempre hubo, hay y habrá, por un lado, tierras primitivas, mundos materiales, más o menos inferiores, más o menos elevados, más o menos superiores, unos en relación a los otros, y, por otro lado, mundos cada vez menos materiales, cada vez más fluídicos, hasta los planetas de la más pura fluidez, a los que podéis llamar mundos celestes, divinos, y a los cuales solo tienen acceso los Espíritus puros." Para marcar la perfecta coherencia de las enseñanzas de los Espíritus Superiores, hacemos otra interrupción, para transcribir aquí pequeños extractos pertinentes, del "Libro de los Espíritus" (* (*) Este trabajo nuestro tiene pretensiones muy modestas. Nunca tuvimos idea de producir trabajo similar a un tratado o incluso un libro de tesis o un depósito de pensamientos personales. Todo lo que deseamos es ayudar aquellos que, deseosos de mayores facilidades para estudiar y entender las leyes y los hechos de la vida, puedan encontrar auxilio y aliento en nnuestras humildes anotaciones) Libro de los Espíritus: P. 189. "¿Desde el inicio de su formación, goza el Espíritu de la plenitud de sus facultades?" — R. — No, pues es que para el Espíritu, como para el hombre, también hay infancia. En su origen, la vida del Espíritu es apenas instintiva. Apenas es consciente de sí mismo y de sus hechos. La inteligencia se


desarrolla poco a poco. "- Comentario de Kardec:" La vida del Espíritu, en su conjunto, presenta las mismas fases que observamos en la vida corporal. El pasa gradualmente del estado de embrión al de infancia, para llegar, recorriendo sucesivos períodos, al de adulto, que es el de la perfección, con la diferencia de que para el Espíritu no hay declino, ni decrepitud, como en la vida corporal; que su vida, que tuvo comienzo, no tendrá fin; que inmenso tiempo le es necesario, desde nuestro punto de vista, para pasar de la infancia espírita al completo desenvolvimiento; y que su progreso se realiza, no en un único mundo, más si viviendo el en diversos mundos ." (...) P. 56. ¿Es la misma constitución física en los diferentes globos? — R. — No; de modo alguno se asemejan. P. 57. ¿No siendo una sola para todas las constituciones físicas de los mundos, se seguirá de esto que tengan organizaciones diferentes los seres que lo habitan? — R. — Sin duda alguna, del mismo modo que en el vuestro los peces son hechos para vivir en el agua y los pájaros en el aire. P. 85. ¿Cuál de los dos, el mundo espírita o el mundo corpóreo, es el principal, en el orden de las cosas? — R. — El mundo espírita, que preexiste y sobrevive a todo. P. 86. ¿El mundo corporal podría dejar de existir, o nunca haber existido, sin que eso alterase la esencia del mundo espírita? — R. — De cierto. Ellos son independientes; con todo, es incesante la correlación entre ambos, por cuanto uno reacciona incesantemente sobre el otro. P. 132. ¿Cuál es el objetivo de la encarnación de los Espíritus? — R. — Dios les impone la encarnación con el fin de hacerlos llegar a la perfección. Para unos, es expiación; para otros, misión. Más, para alcanzar esa perfección, tienen que sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en eso consiste la expiación. Visa aun otro fin la encarnación: el de poner al Espíritu en condiciones de soportar la parte que le toca en la obra de la creación. Para ejecutarla es por lo que, en cada mundo, toma el Espíritu un instrumento, de harmonía con la materia esencial de ese mundo, a fin de ahí cumplir, desde aquel punto de vista, las ordenes de Dios. Es así que, concurriendo para la obra general, el mismo progresa."


Como se ve, los Espíritus dijeron a Kardec que es en el sufrir las vicisitudes de la existencia corporal que está la expiación, y en eso es completa la coincidencia con la que los Espíritus dijeron a Roustaing. Algunos podrán alegar que habría una contraposición a tal idea en la pregunta siguiente, del nº 133, de "El Libro de los Espíritus". Diremos que en la pregunta, si, mas no en la respuesta que a él dieron los Espíritus. Veamos: "P. 133. ¿Tiene necesidad de la encarnación los Espíritus que, desde un principio, siguieran el camino del bien?" — R. — Todos son creados simples e ignorantes y se instruyen en las luchas y tribulaciones de la vida corporal. Dios, que es justo, no podía hacer felices a unos, sin fatigas y trabajos, consiguientemente sin mérito." Los Espíritus evitaron, en su respuesta, un sí o un no categórico, y se limitaron a resaltar la necesidad de la justicia divina, porque una respuesta más completa era inadecuada en la ocasión, por exigir longas consideraciones en cuanto a la naturaleza del mundo espiritual. Ahora, sin embargo, existen condiciones suficientes de entendimiento, de parte de los hombres encarnados, para la comprensión de que el cuerpo periespiritual es también un cuerpo material, apenas menos denso que el carnal, y que nada existe en el mundo llamado material que también no exista — y exista previamente — en el plano menos denso. Así, no hay, técnicamente, cualquier necesidad fundamental de la encarnación carnal (*(*) Solemos decir "encarnación carnal" para bien situar la corporificación del Espíritu en el cuerpo de carne, pues hay también lo que podríamos llamar de "encarnaciones fluídicas", que consisten en el revestimiento, por el periespíritu, de fluidos de cierta densidad, para atender a las necesidades de vida en determinadas regiones intermediarias entre lo que denominamos "plano espiritual" y la costra terráquea, o en otras organizaciones planetarias fuera de la Tierra.) para el progreso del Espíritu, excepto cuando tal encarnación en el cuerpo material más denso sea consecuencia de "caída" espiritual, provocadora de aumento de peso específico de la organización mentó-perispirítica. Los Espíritus exilados de Capela, que fueron transferidos para la Tierra, aquí llegaron como verdaderos "ángeles decaídos" y pasaron, por expiación, a habitar cuerpos carnales muy inferiores y de una mayor densidad, más pesados que aquellos que usaban en


su orbe de origen. Justificando el "hecho de verificarse la reencarnación de Espíritus tan avanzados en conocimientos, en cuerpos de razas primigenias", EMMANUEL pondera, en su libro "A Camino de la Luz", que tal hecho "no debe causar repugnancia al entendimento" y recuerda que un metal puro, como el oro, por ejemplo, no se modifica por la circunstancia de presentar en vaso inundo, o disforme. Toda oportunidad de realización del bien es sagrada. Por lo demás, ¿Qué hacer con el trabajador desatento que rompe en el mal todos los instrumentos perfectos que se le han confiado? Su derecho, para los instrumentos más preciados, sufrirá una solución de "continuidad". La educación generosa y justa ordenará la ubicación de sus esfuerzos en una maquinaria imperfecta, hasta que sepa valorar las cosas preciosas a mano. A todo tiempo, la máquina debe estar de acuerdo con las disposiciones del operario, para que el deber cumplido sea camino abierto a nuevos derechos. Entre las razas negra y amarilla, también como entre los grandes agrupamientos primitivos de Lemurias, de la Atlántida y de otras regiones que quedaron imprecisas en el acervo de conocimientos de los pueblos, los exilados de Capela trabajaron proficuamente, adquiriendo la provisión de amor para sus consciencias resecas. Como vemos, no hubo retroceso, mas si providencia justa de administración, según los méritos de cada cual, en el terreno del trabajo y del sufrimiento para la redención."


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