CORAJE PARA CAMBIAR DIVALDO FRANCO

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CORAJE PARA CAMBIAR Divaldo Pereira Franco Los ángeles guardianes son embajadores de Dios, manteniendo encendida la llama de la fe en los corazones y auxiliando a los debilitados en la lucha terrestre. Como estrellas hermosas, iluminan las noches de las almas y atiende sus necesidades con unción y devoción inigualables. Muchos de los conflictos que afligen al ser humano provienen de los padrones de comportamiento que el mismo adopta en su jornada terrestre. Es común que se copien modelos del mundo, que entusiasman por poco tiempo, sin que se analicen las consecuencias que esos modelos comportamentales pueden acarrear. No se ha dado la debida importancia al crecimiento y al progreso individual de los seres.


Algunos creen que los propios equívocos son menores que los errores de los otros. Otros suponen que, aunque el tiempo pase para todos, no pasará del mismo modo para ellos. Se eluden en el sentido de que la severidad de las leyes de la conciencia atenderá solamente a los otros. Embriagados por el orgullo y por el egoísmo se dejan llevar por los desvaríos de la multitud sin reflexionar a respecto de lo que es necesario buscar realmente. Es llegado el momento en el que nosotros, espíritus en estado de progreso en la Tierra, debemos procurar superar, de forma verdadera, el disfrazado egoísmo, en busca de la urgente renovación. Provocados por la perversidad que campea, hagamos en silencio, oración que nos resguarda en la tranquilidad. Gastemos nuestras energías excedentes en la actividad fraternal volcada para la verdadera caridad. Cultivemos la paciencia y aguardemos la bendición del tiempo que todo vence. Prosigamos en el compromiso abrazado, sin desánimo, sin vanas ilusiones, confiando siempre en el valor del bien. Es muy fácil desistir del esfuerzo noble, complacerse por un momento, volverse igual a los demás, en sus manifestaciones inferiores. Todavía, los estímulos y gozos de hoy, en el campo de las pasiones desgobernadas, se caracterizan por el sabor de los condimentos que se convierten en ácido y hiel, pasados los primeros momentos. Aprendamos a controlar nuestras malas inclinaciones y lograremos vencer si perseveramos en el buen combate. Convirtamos sombras en luz.


Modifiquemos hábitos dañinos, en cualquier área de la existencia, comenzando por aquellos que parezcan más fáciles de ser derrotados. Siempre que surgiera la oportunidad, hagamos el bien, por más insignificante que nuestro acto pueda parecer. Generemos el momento útil y aprovechémoslo. No nos cabe aguardar por las realizaciones grandiosas, y tampoco podemos esperar glorificación por nuestros aciertos. El mayor reconocimiento que se puede tener por hacer lo que es cierto es la consciencia tranquila. Toda ascensión exige esfuerzo, adaptación y sacrificio, una vez que toda caída resulta en prejuicio, desencanto y volver a comenzar. Trabajemos nuestra propia intimidad, venciendo límites y obstáculos impuestos, muchas veces, por nosotros mismos. Valoricemos nuestras conquistas, sin dejarnos embebecer e engañar por esas victorias. Hay muchos paisajes, aun, por recorrer y muchos caminos que trillar. Solamente la reforma íntima nos concederá la paz y la felicidad que ansiamos. El cambio para mejor es urgente, más compete a cada uno de nosotros, corajosa e individualmente, decidir a partir de cuándo y cómo ella ese cambio se dará… Traducido por: M. C. R


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