EL ALMA TAMBIÉN Las casas de salud se esparcen en todas las direcciones con el objetivo de sanar las molestias del cuerpo y no faltan enfermos que ocupen sus dependencias. Entretanto, las dolencias del alma, no menos complejas, escapan a los exámenes habituales de laboratorio y, por eso, quedan en nosotros, necesitando la medicación, aplicable apenas por nosotros mismos. Estimamos la inmunización en la patología del cuerpo. ¿Será ella menos importante en los achaques del espíritu? Sorprendemos determinada verruga y recurrimos, de inmediato, a la cirugía plástica, frustrando calamidades orgánicas de extensión imprevisible. Reconociendo una tendencia menos feliz em nosotros mismos es preciso ponderar igualmente que el capricho de hoy no extirpado será hábito vicioso mañana y talvez criminalidad en el breve futuro.
Esmerémonos por librarnos de la neurastenia capaz de agotarnos las fuerzas. Tratemos también de nuestra afección temperamental para que la impulsividad no nos induzca a la ira fulminaría. Tonificamos el corazón, corrigiendo la presión arterial o ampliando los recursos de las coronarias a fin de mejorar el padrón de longevidad. Apuremos, de igual modo, el sentimiento para que emociones descontroladas no nos precipiten en los desvíos pasionales em que se aniquilan tantas vidas preciosas. Requintémonos, como es justo, en asistencia dentaria en la protección indispensable. Empeñémonos de semejante manera, en la proyección del verbo para que nuestra palabra no se haga azote de sombra. Defendemos el aparato ocular contra la catarata y el glaucoma. Purifiquemos igualmente el modo de ver. Preservamos el ingenio auditivo contra la sordez. Al mismo paso, eduquemos el oído para que aprendamos a escuchar ayudando. La Doctrina Espírita es el instituto de la redención del ser para la vida triunfante. La muerte no existe. Somos criaturas eternas. Si el cuerpo, en verdad, no prescinde de remedio, el alma también.
* * * André Luiz