EL ESPIRITISMO NO HACE MILAGROS Libro: La Génesis Allan Kardec
4. El Espiritismo vino a revelar nuevas leyes y explicar, en consecuencia, los fenómenos que se ajustan a esas leyes. Esos fenómenos se relacionan con la existencia de los espíritus y con su intervención en el mundo material, y eso -se podrá decir-, es entrar en terreno de lo sobrenatural. En tal caso debería probarse que los espíritus y sus manifestaciones son contrarios al orden natural y que ellos no respetan ninguna de tales leyes. El espíritu es el alma que sobrevive al cuerpo; el ser principal, porque no muere, mientras que el cuerpo es sólo un accesorio que fenece. Su existencia es natural durante y después de la encarnación; está sujeta a las leyes que rigen al principio espiritual como el cuerpo está sometido a las que gobiernan al principio
material. Pero como ambos principios tienen una afinidad necesaria, como los dos actúan sin interrupción uno sobre el otro, como de su acción simultánea resulta la armonía y el movimiento del conjunto, resulta que lo espiritual y lo material son las dos caras de un mismo todo, igualmente naturales ambas, y que lo espiritual no es una excepción, una anomalía en el orden del Universo. 5. Durante su encarnación, el espíritu actúa sobre la materia por intermedio de su cuerpo fluídico o periespíritu; y lo mismo ocurre cuando el espíritu ha desencarnado. Hace, como espíritu y en la medida de su capacidad, lo que hacía como hombre, sólo que como ya no puede servirse de su cuerpo carnal como instrumento, utiliza, cuando lo cree necesario, los órganos materiales de un encarnado que es llamado médium. Hace como alguien que, no pudiendo escribir por sí mismo, se sirve de un secretario, o como quien no conociendo un idioma que necesita para darse a entender, se vale de un intérprete. El secretario y el intérprete son los médiums del encarnado, así como el médium es el secretario y el intérprete del espíritu. 6. El ambiente en el que actúan los espíritus y los medios que utilizan son diferentes de los que se valen los encarnados, por lo tanto, los efectos también difieren. Estos efectos parecen sobrenaturales porque los producen agentes que no son los que nosotros utilizamos; pero ya que esos agentes son parte de la Naturaleza y que las manifestaciones se cumplen en virtud de ciertas leyes, no hay en ellos nada de sobrenatural ni maravilloso. Antes de conocer las propiedades de la electricidad, los fenómenos eléctricos pasaban por prodigios a los ojos de ciertas personas; desde el momento en que se conoció la causa, lo maravilloso desapareció. Lo mismo podemos decir con respecto a los fenómenos espíritas, ellos tampoco se apartan de las leyes naturales. Podemos compararlos con los fenómenos acústicos, luminosos y eléctricos que también han sido fuente de infinidad de creencias supersticiosas. 7. Sin embargo, se podrá decir: Vosotros admitís que un espíritu puede levantar una mesa y sostenerla en el aire sin punto de apoyo alguno, ¿no constituye ese hecho una derogación de la ley de gravedad? Sí, de la ley conocida; pero, ¿conocemos todas las leyes acaso? Antes de experimentar la fuerza ascensional de ciertos
gases, ¿quién hubiera podido creer que un aparato pesado, llevando varios hombres en su interior, vencería a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo, ¿no era esto algo diabólico, maravilloso? Si alguien hubiese propuesto, hace un siglo, transmitir un mensaje a quinientos kilómetros de distancia y recibir respuesta en escasos minutos, se le habría tomado por loco; si lo hubiera hecho, se hubiese creído que tenía el diablo a sus órdenes, ya que en ese entonces se pensaba que sólo el diablo podía ir tan deprisa. Sin embargo, hoy no sólo parece posible, sino también totalmente natural. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido no puede tener tal propiedad, en determinadas circunstancias, así como el hidrógeno puede contrabalancear el peso del globo? Lo mismo ocurre en el caso que estamos tratando (El Libro de los Médiums, cap. IV). 8. Los fenómenos espíritas están dentro del orden de la Naturaleza y se produjeron en todos los tiempos, pero, precisamente porque su estudio no podía realizarse con los medios materiales que disponía la ciencia vulgar, durante muchísimo tiempo se los consideró sobrenaturales. El Espiritismo es el encargado de revelar su verdadera naturaleza. Lo sobrenatural, basado en apariencias no explicadas, echa a volar la imaginación que, vagando en lo desconocido, crea creencias supersticiosas. Una explicación racional basada en las leyes de la Naturaleza vuelve al hombre a la realidad, pone coto a los extravíos de la imaginación y destruye las supersticiones. El Espiritismo no extiende los dominios de lo sobrenatural, por el contrario, restringe su amplitud y hace desaparecer su último refugio. Si bien lleva a creer en la posibilidad de ciertos hechos, impide la aceptación de muchos otros, porque actúa en el ámbito de lo espiritual, como la ciencia lo hace en el de lo material, diferenciando lo que es posible de lo que no lo es. No obstante, como no pretende tener la última palabra en todas las cosas, ni siquiera en las que le competen, no se yergue en regulador absoluto de lo que es factible y da lugar a los conocimientos que aportará el porvenir. 9. Los fenómenos espíritas consisten en los diferentes modos de manifestación del alma o espíritu, ya sea durante la encarnación o en el estado de erraticidad. Mediante esas manifestaciones el alma revela su existencia, su supervivencia y su individualidad. Se la juzga por sus efectos: al ser la causa natural, también debe serlo el
efecto. Esos efectos son el objeto primordial de las investigaciones y estudios del Espiritismo, a fin de llegar al conocimiento más completo y posible de la naturaleza y atributos del alma, así como de la leyes que rigen al principio espiritual. 10. Para quienes niegan la existencia del principio espiritual independiente y, en consecuencia, la del alma individual que sobrevive, toda la Naturaleza se limita a la materia tangible. Todos los fenómenos que se relacionan con lo espiritual son, a sus ojos, sobrenaturales y quiméricos. Al no admitir la causa, no pueden admitir el efecto. Cuando los efectos son patentes, los atribuyen a la imaginación, la ilusión o la alucinación, rehusando profundizarlos. Como parten del principio de negación de todo lo que no es material, sus opiniones preconcebidas no les permiten juzgar sanamente al Espiritismo. 11. Si bien el Espiritismo admite los efectos que son consecuencia de la existencia del alma, no por ello acepta todos los efectos calificados como maravillosos ni tampoco intenta justificarlos o acreditarlos. No es ciertamente el Espiritismo el defensor de todos los sueños, utopías, excentricidades sistemáticas y leyendas milagrosas que pululan por el mundo. Sus enemigos creen rebatir todos sus argumentos, cuando después de concienzudas investigaciones sobre los convulsionarios de Saint-Médard, los camisarios de las Cevennes o las religiosas de Loudun, descubren que estos hechos fueron meros engaños que nadie pone en duda hoy. Pero, ¿acaso estas historias constituyen el evangelio del Espiritismo? ¿Han negado acaso sus partidarios que el charlatanismo ha explotado para su provecho ciertos hechos, que la imaginación ha fraguado otros, y que el fanatismo ha exagerado mucho? El Espiritismo no es solidario de las extravagancias que pueden cometerse en su nombre, como la verdadera ciencia no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan al Espiritismo como cuentos de hadas y leyendas populares, que no son más que meras ficciones del hombre, pero esto es como juzgar a la historia por los dramas y las novelas que se escriben sobre temas históricos. 12. Los fenómenos espíritas son casi siempre espontáneos y se producen sin ninguna idea preconcebida en personas totalmente ajenas a los mismos. En ciertas circunstancias, pueden ser provocados por los agentes llamados médiums. En el primer caso,
el médium es inconsciente de lo que ocurre por su intermedio. En el segundo, actúa con conocimiento de causa. De ahí la distinción entre médiums inconscientes y médiums conscientes. Estos últimos son los más numerosos y, a menudo, se encuentran entre los incrédulos más obstinados, que hacen espiritismo sin saberlo ni quererlo. Los fenómenos espontáneos tienen, por ello, una gran importancia, ya que no se puede dudar de la buena fe de quienes los producen. Lo mismo ocurre con el sonambulismo, que en algunos es natural e involuntario y en otros provocado por la acción magnética.(1) 1. Véase El Libro de los Médiums, cap. V, y la Revista Espírita: “Cómo viene el Espiritismo: viene sin ser buscado. Joven campesina médium inconsciente”, de diciembre de 1865, y “Manifestaciones de Fives”, de agosto de 1865. [N. de A. Kardec.] Pero sean o no el resultado de un acto de la voluntad, la causa primera es la misma y no se aparta de las leyes naturales. Los médiums no producen nada sobrenatural; tampoco hacen milagros. Las curaciones instantáneas no son más milagrosas que el resto de los fenómenos, ya que se deben a la acción de un agente fluídico que actúa como agente terapéutico, cuyas propiedades no dejan de ser naturales por haber sido desconocidas hasta la fecha. El epíteto de taumaturgos, dado a ciertos médiums por la crítica ignorante de los principios del Espiritismo, es totalmente impropio. La calificación de milagros dada a este tipo de fenómenos es también inadecuada y sólo sirve para confundir sobre su verdadera naturaleza. 13. La intervención de inteligencias ocultas en los fenómenos espíritas no vuelve a éstos más milagrosos que todos los demás fenómenos debidos a agentes invisibles, porque esos seres invisibles que pueblan el espacio constituyen una de las fuentes de poder de la Naturaleza, poder de incesante acción sobre el mundo material, al igual que sobre el mundo moral. El Espiritismo nos ilustra acerca de este poder y nos explica por su intermedio una infinidad de cosas inexplicables y no explicadas por otros medios y que, en tiempos pasados, se consideraron prodigios. Revela, como el magnetismo, una ley, no desconocida, pero muy mal comprendida, o, dicho con más exactitud, se conocían los efectos, ya
que se produjeron en todos los tiempos, pero se desconocía la ley, y justamente la ignorancia de esta ley engendró la superstición. Una vez en conocimiento de ella, lo maravilloso desaparece y los fenómenos vuelven al orden natural al que pertenecen. He aquí por qué los espíritas no hacen milagros haciendo girar una mesa o intentando que escriban los muertos, al igual que el médico al revivir a un moribundo o el físico al descargar un rayo. Quien pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería un ignorante de la materia o un impostor. 14. Ya que el Espiritismo repudia, respecto a todo lo que a él concierne, la calificación de milagro, fuera de él, ¿hay milagros, en la verdadera acepción de la palabra? Digamos, en principio, que entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del Espiritismo y entre los que ocurren hoy, la mayor parte, si no todos, encuentran explicación en las leyes que el Espiritismo ha venido a revelar. Esos hechos entran, aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas y, como tales, no tienen nada de sobrenaturales. Se comprende que nos referimos a hechos auténticos y no a aquellos que, calificándolos de milagro, son el producto de una superchería innoble con vistas a explorar la credulidad, así como a ciertos hechos legendarios que pueden haber tenido, en su origen, un fondo de verdad, pero que la superstición ha ampliado hasta el absurdo. Son esos hechos los que el Espiritismo viene a aclarar, suministrando los medios necesarios para separar lo auténtico de lo falso.