El LIBRO DE LOS ESPÍRITUS Y LA EDUCACIÓN J. Herculano Pires Libro: Pedagogía Espírita La primera característica de El Libro de los Espíritus, no siempre se percebe, es su forma didáctica. Si Kardec no hubiese sido un pedagogo, habituado a la disciplina pestalociana, los Espíritus del Señor no habrían conseguido en la Tierra tan puro reflejo de sus pensamientos. Pero la didáctica de Kardec en esta obra no se limita a la técnica de enseñar. Es una didáctica trascendente insuflada
por lo espíritu, que más se aproxima a la Didáctica Magna de Comenius que los manuales técnicos de nuestros días. La Educación Espírita brota de este libro como agua de fuente: espontánea y necesaria. Luego en la Introducción tenemos un ejemplo de esto. No se trata apenas de la introducción de la obra, sino de la Doctrina Espírita. Al contrario de una justificación y de una explicación del libro, tenemos una apertura para la comprensión de todo su contenido y también de la posición del Espiritismo en el vasto panorama de la cultura terrenal, abarcando las áreas hasta entonces conflictivas del Conocimiento y estableciendo entre ellas los enlaces indispensables. Si, indispensables por que el conflicto entre las áreas culturales era el mayor obstáculo para la comprensión global del hombre que el Espiritismo traía. Aún ahora, en la actualidad, el Prof. Rhine señaló la existencia de varias concepciones antropológicas conflictivas: la religiosa o teológica, la científica o materialista, la filosófica materialista o espiritualista y así por delante. (Ver El Nuevo Mundo de la Mente, de Rhine.) Lo que la Parapsicología se propone hacer, pero después de cien años, Kardec ya lo realizara con El Libro de los Espíritus. Si los científicos no percibieron esto, los espíritas por todo el mundo se beneficiaron con la nueva concepción gestáltica y se incumbieron de propagarla. Bastaría esto para demostrar y probar que la didáctica de Kardec en esta obra transcendió los límites puramente didácticos para alcanzar dimensiones pedagógicas. No podríamos decir que El Libro de los Espíritus es un tratado de Pedagogía, puesto que su objetivo específico no es la Pedagogía. Pero es evidente que se trata de un verdadero manual de Educación, en el más amplio y elevado sentido del término. Su objetivo explícito es enseñar y educar. La enseñanza resalta desde las primeras líneas y se desenvuelve hasta las últimas, sin solución de continuidad. Pero esta enseñanza no se limita a la transmisión de datos técnicos de informaciones culturales objetivas. Por lo contrario, se proyecta más allá de estos
datos y lleva al estudiante al campo pedagógico de la formación moral y espiritual. Al terminar su lectura el estudiante atento y perspicaz adquirió nuevos conocimientos, pero conquistó principalmente una nueva concepción del hombre, de la vida y del Universo. Y más que esto, realizó el designio de su propia existencia, que es la sintonía de su ser con el Ser Supremo: Dios. El Sr. Sansón, materialista, leyendo este libro regresa al espiritualismo y se reencuentra con Dios. Los caminos de la fe le eran vedados por la barrera del ilogismo religioso, pero El Libro de los Espíritus le demostró que entre los caminos hacia Dios el de la razón era el más seguro. Este ejemplo concreto e histórico, referido por el mismo Kardec, nos demuestra la conexión de las áreas culturales. Sansón ilustra esta conexión, como tantos otros lo harían más tarde, al lograr la fe por la razón. Podemos decir que, en la Educación, según la conocida proposición de Kerchensteiner, la Didáctica es el campo de la cultura objetiva y la Pedagogía, que abarca naturalmente a aquella, es el campo de la cultura subjetiva. Más de cien años antes de Kerchensteiner hiciera esta proposición Kardec ya la había utilizado con éxito en la elaboración de El Libro de los Espíritus. Se podría alegar que esta no fue una realización de Kardec, sino de los Espíritus. Conviene recordar que la organización del libro, y hasta su factura en la producción del texto, a través de las preguntas que provocaron las respuestas espirituales, estuvieron a cargo de Kardec. En esta prodigiosa elaboración los Espíritus contribuyeron con la materia-prima, pero Kardec fue el artesano paciente y lúcido, esclarecido y capaz. La preocupación de Kardec con las palabras, por ejemplo, revela el cuidado del profesor terreno que tiene que aplicar los términos con exactitud para hacerse comprender. A los Espíritus no les importaba esto, como muchas veces le dijeron al maestro, puesto que lo que les interesaba era el pensamiento y su significado
intrínseco, su sustancia. Pero Kardec estaba encarnado — era el hombre en el mundo — y por esto mismo atento a los problemas del mundo. Vemos en la Introducción como él, luego del inicio procura y consigue definir con claridad los términos para que "la ambigüedad de las palabras" no llevara al lector a confusiones peligrosas o a los posibles exegetas a interpretaciones desfiguradas. El Resumen de la Doctrina de los Espíritus, que encontramos en la Introducción, es otra prueba del trabajo personal de Kardec y de la manera por la cual supo colocar la Didáctica en función de la Educación, engranándola en la Pedagogía no solo como instrumento de enseñanza, sino sobre todo como función pedagógica. La lectura atenta y meditada de este resumen sería suficiente para esclarecer a un lector realmente interesado en el asunto y predisponerlo a la renovación interior. En este sentido, podemos decir que Kardec realizó el sueño de Pestalozzi: darle al mundo una forma viva de enseñanza que al mismo tiempo informa e forma, instruye y moraliza. La dinámica pedagógica de El Libro de los Espíritus le habría impedido el desvirtuamiento de la Educación a través del pragmatismo educativo, si por ventura los pedagogos del siglo XX lo hubiesen encarado con falta de ánimo y los científicos, en su mayoría, no se hubiesen dejado embriagar por las teorías materialistas.