EL NIÑO DE CARA AL FUTURO DIVALDO FRANCO

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EL NIÑO DE CARA AL FUTURO Vianna de Carvalho Psicografía de Divaldo Pereira Franco, en la reunión mediúmnica del 25 de julio de 2019, en el Centro Espirita Camino de la Redención, en Salvador de Bahía Todos somos unánimes en afirmar que el niño de hoy es el futuro de la Humanidad. No obstante, la jornada educacional del niño es, en especial, la gran saga de liberación de la ignorancia y construcción de la plenitud. En la historia de la educación el niño ha sido el laboratorio donde se operan los métodos psicopedagógicos más valiosos, resultado natural de la experiencia y de los estudios sobre el ser en formación. En el pasado, algo remoto, el niño era considerado un adulto en miniatura. No mereciendo cuidados especiales, con excepción de la fase inicial de la existencia, era tratada con desprecio y mala voluntad.


En familias con recursos económicos, se entregó a las familias que se encargaban de cuidarlo y devolverlo después del período de formación, cuando podía ayudar con el trabajo. Su vestimenta y comportamiento eran similares a los de una persona adulta, no pocas veces, siendo asesinada por sus padres que la hacían sucumbir como si fuera una forma natural, escapando fácilmente de las muy benignas en relación al infanticidio. Muchas eran asfixiadas en su cama, como si hubiese sido un fenómeno natural. El Estado y la Religión dominante contribuían de forma significativa para la manutención de la hediondez. Poco antes del siglo X, se percibió que la fragilidad y la inocencia del niño deberían ser preservadas, evitándole los vicios y la degradación que prevalecen en todas partes. Posteriormente, el eminente pedagogo checo Jan Comenius luchó estoicamente para demostrar que el niño es un ser en formación, que necesita apoyo y cuidados muy especiales para la formación de su fase juvenil y adulta. Dedicándose a defender al niño de las trampas de la vida adulta, fue prácticamente el primer defensor de la protección y el celo por el ser en desarrollo, trabajando en su interior para desarrollar los gérmenes de sabiduría que yacían dormidos en él, preparándolo así para la vida en el futuro. . Más tarde, Johann Heinrich Pestalozzi dedico la existencia a orientar a la criatura de manera especial, despertándole los tesoros íntimos, que florecerían y darían frutos de belleza y armonía. Al final, la criatura, por fenómeno natural se transforma en adulto, conduciendo los valores que haya acumulado en las fases anteriores de su desenvolvimiento intelecto-moral. Dignificándola con su ejemplo de ternura e su abnegación natural, respetaba el estado, estimulando sus intereses en el aprendizaje y enriquecimiento personal para los enfrentamientos del porvenir,


mientras habría espacios mentales para la plenitud de la futura sociedad. Poco después o al mismo tiempo, Jean-Jacques Rousseau comenzó a considerar la inversión en educación infantil como de vital importancia a través de una importante contribución pedagógica y psicológica. En el siglo XIX Fröebel, el sensible profesor alemán inició las excelentes labores de los jardines de infancia y brindó especial cuidado en la formación del carácter y de la personalidad del niño, al tiempo que ofrecía educación e instrucción de acuerdo con su capacidad de absorción psíquica y emocional. Las contribuciones fisiológicamente valiosas del siglo anterior, a través de Pavlov, proporcionaron cambios profundos en los programas educativos. La Dra. Maria Montessori luego después inició su preciosa labor en la Casa de Bambini y nuestros horizontes se abren a obras fructíferas como las de Anísio Teixeira, Piaget y maestros ilustrados, que culminaron con Delors y su propuesta sobre el conocimiento. Actualmente existen recursos extraordinarios de los educadores, algunos inspirados en Paulo Freire, mientras que la sociedad, distraída de sus responsabilidades morales, destruye hogares y arroja a los niños a la lamentable orfandad de padres vivos y proveedores de objetos tecnológicos, para abandonarlos a su propia suerte. . En ese estado psicológico de abandono, el alumno madura y vive múltiples agresiones en el santuario del hogar, mientras participa de los conflictos de los padres en relaciones apresuradas, sin estructura afectiva, sufre inseguridad y miedo que lo empujan a consumir vicios, entre ellos el sexo irresponsable y la infame adicción a las drogas. La educación, en cualquier aspecto considerado, es un acto de amor que comienza en el embarazo y continúa indefinidamente. Requiere seriedad e inversión afectiva, aunque los métodos y técnicas utilizados se basan en el ejemplo del comportamiento de


padres y educadores, que moldearán en el carácter en formación los pródromos del buen vivir y el respeto por la vida. Durante la Segunda Guerra Mundial, el extraordinario educador polonés Janusz Korczak informaba: Nosotros pagamos para formar el espíritu de la criatura. ¿Qué acontece con su corazón? El lo demostró con la propia existencia, cuidando de las criaturas que se encontraban en abandono por las calles de Varsovia. Cuando en agosto de 1942 sus niños fueron condenados a los hornos crematorios por los nazistas, el las guío, a fin de que tuviesen confianza y se adentró con ellas en el campo de exterminio, aunque su vida, pudiese ser salvada, y la dio a los alumnos para que tuvieran dignidad incluso en el momento de la muerte cruel. Su amor y su fe, aunque no fuesen totalmente de alguien que se envolviese con dogmas y postulados religiosos, lo llevaron a educar y ejemplificar como el deber más importante del ciudadano. El materialismo disfrazado que rige en casi todas partes faculta el campo del placer en vez del deber del recato y de la dignificación humana, abre el campo del placer de todos los matices, para que las criaturas humanas, aturdidas e irresponsables se tiren a la caza del gozo sin restricción ni equilibrio. En ese contexto, es innegable la necesidad del cambio ético-moral y de comportamiento, conforme la Doctrina de Jesucristo, actualizada y vivida por Sus discípulos verdaderos, hoy renacidos en la Doctrina Espírita, a fin de que se perciba que El prosigue como el Educador por excelencia, que ampara al niño y la atrae a Su regazo con respeto y ternura. Igualmente, Su discípulo Allan Kardec vivió la educación y, mediante el pensamiento espírita, ofrece el legado que constituye un profundo respeto por la vida infantil, sirviéndose de las condiciones hábiles para construir una sociedad feliz de hoy y del futuro.


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