EL PERDON ALTERANDO DESTINOS Aulus / NELSON MORAES. Generalmente, cuando las circunstancias nos obligan a una convivencia de la cual no podemos librarnos, es porque ella es necesaria. Generalmente, el período de esa convivencia es determinado por el tiempo que nosotros necesitamos para comprenderla. Si radicalizamos manteniendo la indiferencia, o nos posicionamos como adversarios, esa convivencia pode durar muchos años, causándonos muchos contratiempos y disgustos. Entretanto, si buscásemos caminos de entendimiento fraterno, aun mismo cuando eso nos impongan actitudes fundamentadas en la humildad, podremos abreviar ese tiempo y, con certeza, vamos a librarnos de pruebas innecesarias y sacar el debido provecho en lo que dice respecto a nuestra participación en esa convivencia, disolviendo las marcas de la rivalidad que probablemente surgieron un día en una existencia anterior. Cierta vez fui procurado por una chica que viniera sola para San Paulo a fin de trabajar. Había alquilado una habitación en una pensión donde vivían otras tres niñas. Escuché su arrebato:
- ¡Estoy desesperada! Preciso cambiarme del lugar donde estoy y no lo consigo. Hace más de seis meses que lo estoy intentando; cuando encuentro un lugar que sería el ideal para mí, alguna cosa da errado. Yo no aguanto más los desaforos que las niñas vecinas hacen para mí! Ellas me odian sin motivo. Nunca hice nada contra ellas, no se lo que está aconteciendo. Algunas veces, quedo vagando por las calles a fin de llegar tarde a casa para no encontrarlas. Me di cuenta claramente de que se trataba de una reunión de viejos adversarios del pasado. La vida les estaba brindando un momento de convivencia reeducativa, exigiendo actitudes renovadas. Medité profundamente sobre el problema de nuestra hermana y le oriente para proporcionarle un aprovechamiento adecuado de la oportunidad que la vida le estaba ofreciendo: - Sé que el diálogo con esas hermanas se torna imposible, pero puedes reconciliarte con ellas a través del pensamiento... Nuevamente le prescribí la receta anterior. Después de unos meses, nuestra hermana vino a nosotros; ¡era feliz! Emocionada, nos contó los resultados: - ¡Hice exactamente lo que ordenaste! Todas las noches y, a veces, incluso durante el día, hice las mentalizaciones. ¡El señor no va a creerlo! Después de un tiempo, ¡cambiaron por completo y se convirtieron en mis amigos! Poco después, conseguí el lugar en el que siempre soñé vivir. El día que me mudé, ellas vinieron a despedirse y lamentaron mi partida. Ciertamente, si nuestra hermana se hubiese mantenido al margen, negándose a buscar la solución que le imponía su propia situación y seguía respondiendo a la animosidad entre ellas, esta convivencia podría prolongarse por muchos años. Sin embargo, con la actitud adoptada, rápidamente se liberó de una convivencia dolorosa, sin embargo necesaria para romper los lazos que aún existen en el subconsciente de cada uno de ellos. Los reencuentros difíciles no son causados por Dios para castigarnos.
Los registros que existen en nuestro subconsciente son los que automáticamente nos llevan a vivir las experiencias que se han convertido en fundamentales para nuestro crecimiento espiritual. Dónde estamos y con quién estamos es una exigencia de las necesidades y méritos que conforman nuestro itinerario evolutivo. El cuerpo vive en función de la fuerza que le imprime el espíritu. Si las fuerzas del espíritu se debilitan al alimentarse de sentimientos negativos, entonces el cuerpo, que refleja la debilidad del espíritu, se enfermará. Libro: Perdón - ¡El camino de la felicidad!