LA PRESENCIA DE JESÚS Amelia Rodríguez Divaldo Franco Aquellos eran días de intenso y desaparecido anhelo. Desde que muriera y resucitara, El volvió a enjugar las lágrimas de los compañeros, a reconfortarlos, ofreciéndoles combustible para la fe atormentada, que los re erguía, poco a poco, de la situación dolorosa que experimentaban. Todo eran inapagables recordaciones. Habían retornado a Galilea conforme les fuera solicitado, más la región querida no era más la misma. Todos los lugares rescindían de Su ausencia y se presentaba triste, sin cualquier encantamiento. No podían explicar la razón de tanto vacío existencial, de falta de sentido para vivir. No sabían, conscientemente, tanto cuanto Lo amaban.
La ausencia de Él era insoportable. No tenían ánimo para los diálogos, como anteriormente, para las discusiones y comentarios habituales. El hacía falta en todo. La vida sin objetivo es como un cuerpo sin oxigenación. Además, no comprendían, aun no habían absorbido todo lo que había pasado, en aquellos días turbulentos de fiestas y de infortunio. Desde la entrada triunfal en Jerusalén hasta el domingo de resurrección, ultrapasaba su entendimiento, era enigmático. Las noches, antes iluminadas por Sus palabras, eran ahora sombrías, aunque las estrellas fulgurasen en la cúpula que los cubriera de brillo en el pasado. Fue en un amanecer en la niebla junto a la playa que Pedro lo vio y, aturdido, conversó con Él. - Tira las redes a la derecha - Él propuso y el tejido de la fuerte red casi se rompe por la cantidad de peces, después de una noche agotadora e infructuosa... (*) La alegría substituyo todos los anteriores desencantamientos. La felicidad cantaba una sonata de esperanza en sus corazones mientras Lo oían hablar. La misma dulzura e igual belleza en todo lo que hablaba. Ninguna queja ni reclamación, acusación alguna o cualquier lamento. El hablaba del Reino en los corazones y estimulaba al perdón y al amor sin límites. Las criaturas, El afirmaba, están enfermos además de la ignorancia que las domina y era necesario tener compasión de todas, mismo cuando bajo el torrente de dolor y persecución, que recaería sobre todos, en memoria de Su nombre y Su mensaje. Las fieras espirituales tenían hambre de carne y sed de sangre.
La noche del sufrimiento seria larga, más el amanecer de gracias se anunciaba incomparable. Les pedía para que no resistiesen el mal y jamás abandonasen el bien. Sus ovejas estarían siempre unidas, no importando que fuesen en pequeño número. La muerte peor para el ser humano es la deserción de sus deberes, abandonando la Verdad, en lugar de cansarse en las luchas. * El día amanecía brillante y respiraban en la playa, donde comían pescado asado que nutría sus cuerpos y Su palabra sostenía su Espíritu. Después, sin recordar que era El, si, aunque en cuerpo espiritual, se diluyo, se fundió en la claridad de las horas. El júbilo les envolvió con el entusiasmo necesario para hablar sin miedo sobre Su resurrección. Aun, no en tanto, no sabían que hacer. Permanecerían juntos siempre que fuese posible, esperando. En esa cena, en una tarde en que soplaba la suave brisa perfumada de flores silvestres, en ese cerro cerca del mar, en un paisaje de magia por su belleza, se reunieron casi quinientas personas y João, inspirado, se levantó y comenzó a narrar los últimos acontecimientos. La Naturaleza respiraba suave canción en la brisa… La palabra escurría de los labios del joven expositor emocionado, como una cascada de luz. Había algo extraño en todo... Súbitamente, El apareció al lado del discípulo amado, fluctuando e incomparablemente bello.
Todos fueron dominados por extraño éxtasi y el silencio espléndido fue quebrado: Vengo estar con vosotros por última vez. Ahora me cumple ascender a mi Padre, que me espera. Yo os dejo como ovejas mansas en medio de lobos rapaces, cuando beberán en el mismo arroyo de paz. ¡Nunca temas! Pisareis serpientes, aliviareis el dolor de los enfermos, limpiareis la lepra de sus cuerpos, los espíritus malignos os respetarán y seréis mi voz y mensaje al mundo. . No receléis a la muerte, porque sois inmortales como Yo. Demostrad a los poderosos como son débiles y sin valor sus recursos y poderes de mentira en el momento de la muerte. Visitad las tierras diferentes del mundo con la misma sinfonía del amor, a pesar de los castigos que os aplicaran. ¡Tened coraje y fe! Yo os aliviare del pesado fardo y os recibiré en júbilos tras el testimonio. ¡Recordad siempre que Yo vencí el mundo! Siempre estaré con vosotros y nada más nos separará. Venced la vida y la muerte. Id y predicad sin cansancio. Una ligera brisa acompañó Su ascensión, cuando el atardecer cerró el abanico de plumas doradas del Sol y Él desapareció. Ahora el canto de las estrellas se escuchó en el cielo. Emocionados, todos dejaron la montaña y avanzaron mundo afora, hablando y viviendo Jesús. En todos los siglos y lugares, después de esa tarde encantadora, ellos han renacido para mantener y divulgar la Palabra.
Mártires, héroes, artistas, sabios, nobles y plebeyos, siempre perseguidos, han reencarnado y el Evangelio ha salvado millones de vidas de todos cuantos son fieles a Jesús. En la actualidad de sombras y horrores, ellos están en las líneas al frente en el trabajo, salvando vidas con solidaridad, en júbilo peculiar porque Jesús está presente en el mundo amparando y cuidando de Sus ovejas. Cuida de seguir tu rumbo y no dudes nunca del milagro del amor de Aquel que nos dio la existencia, a fin de que también, por nuestra vez, podamos hacer lo mismo. (*) Juan 21:11 y siguientes. Nota da Autora espiritual. Psicografía de Divaldo Pereira Franco, en la sesión mediúmnica de la noche del 7.4.2021, en el Centro Espírita Camino de Redención, en Salvador, Bahía.