LLORAR NO ES DEBILIDAD SOLAMENTE… Todos hemos llorado a lo largo de nuestra vida, y ello no quiere decir que haya sido solo por cosas tristes o desagradables, también se llora de alegría, de satisfacción, de gozo, muchas son las almas que habiendo superado su debilidad aquella que le hacía parecer un fracasado, llora emocionado dando las gracias a Dios por su gran triunfo personal y sobretodo espiritual. Todas las emociones no son iguales ni encuentran el mismo grado de aceptación en nuestra sociedad. La emoción más aceptada es la felicidad, básicamente porque es un signo de seguridad, confianza y éxito. Por eso nos vemos obligados a fingir cierta dosis de felicidad, respondemos que estamos bien y esbozamos una sonrisa, aunque por dentro estemos destrozados. Y es que la felicidad nos asegura el
éxito social, nos hace ganar amigos y transmite una imagen de éxito. La tristeza, sin embargo, está catalogada como una emoción negativa, una emoción que se debe esconder y de la que incluso nos deberíamos avergonzar. Las expresiones de la tristeza, como los hombros caídos, la mirada triste y el llanto, son considerados signos de debilidad e inseguridad. Una sociedad que siempre demanda que estemos felices y alegres, dispuestos a comernos el mundo, simplemente es tremendamente injusta. Porque no funcionamos así, a menudo nos entristecemos y lloramos. Estigmatizar la tristeza y el llanto solo sirve para hacernos sentir aún peor, para que pensemos que no somos lo suficientemente fuertes como para aguantar los problemas sin venirnos abajo. Sin embargo, en realidad las personas que se atreven a expresar su tristeza y lloran, tienen un mayor equilibrio emocional que aquellas que reprimen las lágrimas y esconden sus sentimientos. Un proverbio irlandés dice que “Las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman”. Mantener la mente fría y reprimir las emociones tiene un gran costo, no solo para nuestra salud psicológica sino también física. Numerosos estudios han vinculado la represión emocional con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como el asma, la hipertensión y las patologías cardíacas. Cuando terminamos de llorar, nuestra mente se encuentra más despejada y, aunque inmediatamente nos resultará difícil hilvanar las ideas, a los pocos minutos nos serenaremos y podremos ser capaces de analizar la situación desde otro prisma. Esto se debe a que nuestras emociones se han equilibrado y nuestra mente racional está preparada para entrar en acción. Las personas que no tienen miedo a llorar se sienten mucho más libres, son capaces de expresarse sin verse atadas por los convencionalismos sociales. Estas personas no tienen miedo a
decepcionar a los demás ni a mostrar su supuesta debilidad, porque saben que llorar no implica en verdad nada de eso. El llanto es una de las expresiones más íntimas de nuestros sentimientos. Cuando lloramos delante de alguien, es como si estuviésemos desnudando nuestra alma. Por eso, las lágrimas ayudan a crear una conexión muy especial, es como si conectáramos directamente a través de nuestro “yo” más profundo. Si tienes a tu lado alguien en quien confiar, y puedes decirle lo que te sucede, verter tus lágrimas en su regazo, siéntete afortunada, porque a través de esa comunicación, sentirás alivio y esperanza, consuelo. Cuando una persona “acepta” esa tristeza, sin pretender huir de ella ni brindar falsas palabras de aliento, sino que simplemente nos apoya y se mantiene a nuestro lado, se crea una conexión única. De hecho, una de las funciones de las lágrimas es precisamente la de pedir ayuda, aunque sea de manera indirecta, mostrando nuestra indefensión y vulnerabilidad, para que los demás se acerquen a confortarnos. Espero que pases un buen día, que la vida te sonría y que siempre tengas un pañuelo para secar tus lágrimas. Merchita