MEDICINA DEL ESPÍRITU Mercedes Cruz Reyes Queridos amigos hola buenos días, es verdad que siempre que nos encontramos enfermos acudimos en la búsqueda del médico, nadie queremos sufrir y penar, y los médicos están puestos por Dios en la Tierra para curar. Pero bien es verdad, que muchas veces nuestro cuerpo está sano como una rosa recién abierta, pero su perfume no transciende, porque dentro de su savia, el aroma está deteriorado, así nos sucede muchas veces a los hombres, que pese a gozar de buena salud corporal, nuestro espíritu está enfermo, martirizado muchas veces por mentes enfermas que por afinidad contactan con nosotros, y lejos de animarnos, nos desaniman, nos angustian, nos perturban, nos hacen daño. Gracias a Dios ese mal también tiene cura… El Evangelio de Jesús es el mejor libro de medicina espiritual que podemos adquirir y tratar de cumplir sus indicaciones, para
lograr la salud espiritual, pues es el espíritu el que sostiene al cuerpo. Para transformar en un legítimo elemento de auxilio a los Espíritus sufridores, encarnados o no, no es imprescindible comprender la perversidad como locura, la rebeldía como ignorancia y el desespero como enfermedad. La ceguera del Espíritu es fruto de la espesa ignorancia en manifestaciones primarias o de la obnubilación de la razón en los estados de envilecimiento del ser. El verbo gastado en el servicio del bien es cimiento divino para realizaciones inmortales. Conversar, sirviendo a nuestros semejantes de modo sustancial, aumentará nuestro lucro. Después de la muerte, lo que hay de más sorprendente es el encuentro de la vida. El organismo periespiritual que condiciona al espíritu en materia más suave y más plástica, después del sepulcro, es fruto igualmente del proceso evolutivo. Como hijos de Dios y herederos de los siglos, conquistamos valores, de experiencia en experiencia, de milenio a milenio. No hay favoritismos en el templo Universal de Dios, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el infinito. Somos creación del Autor Divino y debemos perfeccionarnos integralmente. Dios estableció como ley Universal que sea la perfección, obra del cooperativismo entre Él y nosotros, sus hijos. Desde la amiba en la fría agua del mar, hasta el hombre, venimos luchando, aprendiendo y seleccionando invariablemente. Las páginas de la sabiduría hinduista son escritos de ayer y la Buena Nueva de Jesucristo es materia de hoy, comparados a los milenios vividos por nosotros, en la jornada progresiva. El hombre posee un cerebro que se divide en tres regiones distintas. En la primera, están los impulsos automáticos, simbolizando el sumario vivo de los servicios realizados; en la
segunda situamos las conquistas actuales, donde se yerguen y se consolidan las cualidades nobles que se edifican; la tercera está las nociones superiores, indicando las culminaciones que tiene que alcanzar. En la primera mora el habito y el automatismo, en la segunda el esfuerzo y la voluntad y en la última se demoran el ideal y la meta superior a ser alcanzada. Estos departamentos son, el subconsciente el consciente y el súper consciente. Como vemos, poseemos en nosotros mismos, el pasado, el presente y el futuro. Todo el campo nervioso de la criatura constituye la representación de las potencias periespirituales, lentamente conquistadas por el ser, a través de milenios y milenios. El cerebro es el órgano sagrado de manifestación de la mente, en tránsito de la animalidad primitiva hacia la espiritualidad humana. El hombre actual representa la humanidad victoriosa, emergiendo de la bestialidad primaria. El hombre en su estado actual no tiene la suficiente luz para descender con provecho a todos los ángulos del abismo de los orígenes, tal facultad la adquirirá más tarde, cuando su alma esté limpia de todo resquicio de sombra. No hay total olvido en la Corteza Terrestre, ni restauración inmediata de la memoria en las zonas de la existencia, que siguen , naturales, al campo de la actividad física, todos los hombres conservan tendencias y facultades que casi equivalen a efectivo recuerdo del pasado; y no todos, al atravesar el sepulcro, pueden readquirir , repentinamente, el patrimonio de sus reminiscencias. Quien se materializa, en el campo, de la materia densa, no puede volver a encender, de pronto, la luz de la memoria. Interpretando de una manera simple las tres regiones de vida cerebral nervios, zona motora y lóbulos frontales, en el cuerpo carnal, traduciendo impulsividad, experiencia y nociones superiores del alma, constituyen campos de fijación de la mente encarnada o desencarnada. La demora excesiva en uno de esos
planos, con las acciones que le son consecuentes, determina el destino del cosmos individual. La criatura estacionada en la región de los impulsos se pierde en un laberinto de causas y efectos, desperdiciando tiempo y energía; quien se entrega de modo absoluto, al esfuerzo maquinal, sin consultar el pasado y sin organización de bases para el futuro, mecaniza la existencia, destituyéndola de luz edificante. Para que la mente prosiga en dirección de lo alto, es necesario que se equilibre, valiéndose de las conquistas pasadas, para orientar los servicios presentes, y amparándose, al mismo tiempo, en la esperanza que fluye, cristalina y bella, de la fuente superior de idealismo elevado; a través de esa fuente ella puede captar del plano divino las energías restauradoras, construyendo así el futuro edificante. Jesús nos recomendó el amor a los enemigos y la oración por los que nos persiguen y calumnian. Llegará el día, en que el amor, la fraternidad y la comprensión, definiendo estados del espíritu serán tan importantes para la mente encarnada como el pan, el agua, el remedio; es cuestión de tiempo. Aunque a veces parezca lo contrario, la mente humana de manera general, asciende para el conocimiento superior, a pesar que, a veces, parezca lo contrario.