Nº 24 MENSAJES DE SANTANA HERNANI

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PERSEVERANCI A

Es preciso seguir, todos los días, con el mismo entusiasmo del principio, y la misma vigilancia, sin dormirnos, en el trabajo que el Señor nos conduce, sin contabilizar éxitos que no nos pertenecen o nos debilita en los fracasos que no debemos cultivar. La Lección del Divino Maestro continua válida para nosotros, aun hoy, nos recuerda que somos siervos inútiles, porque hacemos apenas lo que nos cumple hacer. Aún no sabemos crear, en comunión con el pensamiento Divino, nada realmente bueno. No pasamos, en verdad, de ser trabajadores de la última hora de una era que agoniza, para que un nuevo mundo nazca en la Tierra, en el advenimiento del Reino de Dios.


Las recompensas que recibimos de la Misericordia Celeste son mucho más grandes que aquellas a las que hacemos justicia. Cristo invierte en nosotros su sagrada esperanza, para que superemos nuestras debilidades, haciéndonos instrumentos aceptables de su gracia. Felices somos, si sabemos responder a tanta y tamaña bendición. Para quien, como es nuestro caso, desperdicio siglos enteros, cualquier sacrificio es poco, para el aprovechamiento de cada segundo en las renovadas oportunidades de servicio que Dios ahora nos concede. No os faltan, ni os faltarán instrumentos y ayuda para vuestras realizaciones, que felizmente están para reflejar alguna luz, de las supremas claridades que bajan, copiosamente, del Altiplano.


Vuestro siervo de todos los días, fiel vigilante a vuestro lado, os besa las manos operosas, siempre que os observo construyendo lo que os cabe erguir. Y no me canso de implorar al Altísimo Padre que nos permita celebrar juntos, en breve, el comienzo, también para nosotros, de una nueva era de mayor grandeza y luminosa paz. Áureo


TAREA ESENCIAL Hermanos y Amigos: Co-partícipes de vuestros esfuerzos, en el desempeño de vuestras elevadas responsabilidades de servicio espiritual, queremos, todos nosotros, vuestros auxiliares desde este otro plano de la vida, abrazaros afectuosamente, felices por el buen trabajo realizado. En el mundo, las fases de transición de los comandos, especialmente en la siembra espíritacristiana, son siempre delicadas y difíciles, exigiendo equilibrio, firmeza, buena voluntad y paciencia. El consuelo indispensable viene por la humildad y por la abnegación, con la ayuda de lo Alto y la colaboración de los compañeros dedicados. En lo que respecta a nuestra Casa, esa etapa preliminar está en buen andamiento, sin que eso importe en apartamiento de dificultades y de los desafíos naturales inherentes al esfuerzo de construcción, máxime en los tiempos que vivimos en la actualidad planetaria


No sería realmente el caso que esperamos unánimemente imposible e incluso indeseable, frente a las diferenciaciones naturales de los caracteres humanos en el trato social. Lo que importa sustancialmente ahora es la preservación y ejecución de nuestros programas básicos de la acción espiritista-cristiana, en la experiencia evangélica, y la fidelidad a los principios simbolizados en el dístico del Ángel Ismael: “Dios, Cristo y Caridad”. Mientras se aproximan los grandes días y las terribles noches de la Gran Transición, los grupos cristianos, inclusive en Brasil, sufren el asedio de extrañas doctrinas, de bella presentación y contenido peligrosamente distorsionado y engañoso, contra los cuales precisamos precavernos.


En razón de eso, nuestra principal preocupación es con el amoroso cuidado con que nos incumbe resguardar el sagrado patrimonio espiritual del Consolador, de que esta Casa es depositaria. Esta, es la tarea esencial, que sobrelleva a todas las demás de orden material. Guardemos con nosotros el Espíritu de Cristo, en nuestras actividades y en nuestras almas, y todo lo demás nos será acrecentado. Áureo


CARIDAD CON NOSOTROS Hermanos y amigos: Rarísimos son los Espíritus, integrantes de la gran mayoría de los encarnados en la Tierra, que consiguen regresar al mundo espiritual en la gloriosa condición de completistas, con aprovechamiento de las oportunidades para hacer el bien y el crecimiento moral, sin agravar sus responsabilidades Kármica. Es natural que así sea, ya que casi todos los que todavía estamos apegados a la Madre Planetaria, somos seres de mediana evolución, sino hasta incipientes en la condición evolutiva, modestos aprendices de la generosa escuela de la vida.


Herederos de poderosos condicionamientos atávicos, que nos ligan al pretérito largamente vivido en los reinos inferiores de la evolución, nos encontramos en la obligación de primorear conocimientos, enriquecer posibilidades y acrisolar sentimientos, sometidos a la tutela superior de los Orientadores que supervisan desde Más Alto nuestro caminar. Los aprendices no son aun maestros, y es natural que erren para aprender y experimenten para discernir. No es por otra razón que la Benevolencia Divina nos garantiza, en su supremo entendimiento, ayuda implacable, plena tolerancia y renovación permanente de oportunidades, para que nunca nos falte la oportunidad de elevación y recursos para la consolidación de cada nuevo logro espiritual para la vida eterna.


Recordamos esto, en esta hora, con el propósito de contribuir para que ninguno de nosotros desfallezca en la jornada, bajo el peso del desaliento o del fracaso, en razón de las dificultades íntimas de atender el sagrado ideal que nos impele para la Cima. A menudo es necesario que tengamos caridad con nosotros mismos, aprendiendo a empezar de nuevo después de cada resbalón o caída, entendiendo que estamos creciendo como hijos de Dios y estudiantes en prueba en la escuela del mundo. Si es nuestro deber sagrado tolerar y ayudar a nuestros hermanos en el camino, en nombre del Amor Celestial, no seamos nunca verdugos de nosotros mismos, para que la ayuda del Cielo pueda encontrar en nuestro interior el ambiente propicio para la ayuda que siempre carecemos. Áureo


POSESIVIDA D

Uno de los mayores obstáculos para la liberación de los Espíritus humanos es la ilusión de la propiedad, el sentimiento de posesión. Ricos y pobres, casi todos los terrícolas presumen ser dueños de alguien o de alguna cosa, e intentan ejercer, sobre tales presumidos bienes, derechos que les parecen inalienables. Desde antiguas eras, el hombre terrestre se arrogó el don de señorío sobre todo en cuanto puede usar o dominar, hasta el punto de instituir como leyes, dignas y justas, ciertos derechos que llegaran a ser de vida y muerte sobre sus semejantes. Hasta hace bien poco tiempo atrás, era legal en el mundo la posesión y la compra y venta de esclavos humanos.


Es tal la exacerbación de ese concepto de propiedad que diariamente, en todos los continentes del orbe, se mata y se muere por la posesión de títulos y bienes de riqueza material, y hasta por presunción de titularidad exclusiva de afectos ajenos, en los llamados crímenes pasionales. Aun mismo en el capítulo de las grandes ideaciones filosóficas, el mundo político se divide hoy en torno del entendimiento sobre el derecho de dominación del propio suelo planetario y de los instrumentales del trabajo de las personas. No en tanto, la lección del Espiritismo, calcada del Evangelio y en el buen sentido, es clara e insofismable, en el sentido de que todo en el mundo pertenece substancialmente a Dios. Los hombres, precarios y transitorios, no pasan nunca de simples detentores provisorios de todos los bienes de la vida, tanto los materiales como los afectivos, pues nadie hay que se pueda perpetuar en cualquier parte, ni detener el orden natural renovador de todo.


El Maestro Divino alertó constante y objetivamente a sus discípulos a ese respecto, haciéndoles considerar el peligro de la posesión de riquezas, la imposibilidad de servir alguien, al mismo tiempo, a dos señores, y la necesidad fundamental de la búsqueda del Reino de Dios y de su justicia, condicionando a eso todas las dadivas celestiales. . Nos enseñó el ejemplo de los lirios del campo y de las aves del cielo; alabó al infiel administrador de la parábola, por haber sabido hacerse amigos con las riquezas de la iniquidad, y declaró bienaventurados a los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Vigilemos, pues, para evitar que nuestro Espíritu se prenda demasiado a los recursos transitorios y exteriores de la existencia, aun cuando el Señor nos conceda la mayordomía de administrarlos para el bien general. No nos olvidemos de que el propio Cristo, que se confesó Maestro y Señor, y dijo que todo lo que tiene el Eterno Padre igualmente le pertenece, pasó por el mundo, en la grandeza y en la gloria de su sublime misión, sin tener donde reclinar la cabeza.


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