Nº 63 MENSAJES DE SANTIAGO HERNANI

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DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S

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MERCHITA 2021

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PRIMERO

SEGUNDO

TERCERO 1 NUMERO


EN EL DÍA A Hermanos: DÍA Uno de los puntos más significativos de la agenda de los servicios preparatorios para la reencarnación de los compañeros de nuestro ámbito, comprometidos con la realización de importantes tareas por delante, es la observación directa de las condiciones ambientales y circunstanciales que les aguardan en el mundo, con miras al enriquecimiento de sus experiencias y una valoración más concreta de sus posibilidades. Con el fin de llevar a cabo este programa, y con la debida autorización de sus tutores, es dado a nuestros aprendices espirituales el acceso a sus hogares y sus lugares de trabajo, así como la compañía en lo cotidiano de vuestro movimiento diario, para que observen y registren su desempeño y se prevengan, lo mejor posible, para los días de sus futuros trabajos. Tan importante es esa cooperación que, incluso sin saberlo, prestáis a nuestros hermanos y a nuestra Causa, que nuestros más mentores de lo Más Alto hacen consignar en vuestros registros personales, los más sencillos ejemplos que proporcionáis de fidelidad al Bien Mayor y amor al prójimo en el transcurso de vuestras horas, tanto en la vigilia como en lo relativo desprendimiento de vuestros Espíritus en los períodos del sueño físico.


Es de ese modo que, independientemente de vuestros compromisos ostensivos en el trato de las cosas santas, colaboráis sin cesar, en todas las horas de vuestra existencia terrena, con los objetivos del Alto Plano, acumulando méritos de importancia, tan mayores cuanto más resulten de acciones desinteresadas y espontáneas de vuestras almas cristianas. Ved, pues, la extrema valía de la que se reviste cada minuto de vuestra jornada en la carne, aun mismo cuando imagináis de poca importancia los actos comunes de vuestra movimiento ordinario. Es que el Plano Superior valoriza tanto el favor del tiempo, que no deja sin aprovechamiento ningún segundo de cada hora del día. Alertándoos para esa realidad, renovamos vuestros corazones nuestros votos de fe y coraje, atención y sintonía ennoblecedora con las Esferas Sublimes, para que siempre seáis testigos dignos, en l ejemplificación del trabajo, de la verdad y del amor. André


TRABAJO Merece nuestra especial consideración el lema Kardeciano expresado en las palabras Trabajo, Solidaridad y Tolerancia. Podemos observar, desde arriba, que no fue por casualidad que la primera palabra de esa trilogía es el término Trabajo, como para significar que el trabajo es realmente la fuente y el manantial de la vida. Entretanto, el concepto de trabajo es muy diferentemente comprendido por la multitud de los seres humanos, en función del grado de entendimiento de cada uno de ellos. Muchos hay que suponen ser trabajo apenas el esfuerzo de producción de bienes materiales o de obras de arte, destinados a la satisfacción de las necesidades de las personas o de su placer. No en tanto, los Universos infinitos, con todas sus maravillas, son el fruto del trabajo del Pensamiento Divino, el trabajo de Dios. Razón de sobra tuvo nuestro Divino Maestro, al declarar que el Padre Celeste no cesa de trabajar, y que él no cesaba de trabajar también. Es que cualquier movimiento de energía, capaz de producir efectos, es creación de trabajo, de conservación o de transformación de fuerzas vivas.


Capacitados para el ejercicio permanente del pensamiento continuo, que constituye nuestra actual corona evolutiva de seres conscientes y, por tanto, responsables, no cesamos, por eso, de trabajar, porque pensando actuamos siempre, interfiriendo en el orden de la vida, creando y condensando formas concentradas de energía, dotadas de expresión, colores, olor y magnetismo activo, capaz, por tanto, de producir efectos compatible con su naturaleza. Hablando, reforzamos el poder de nuestro pensamiento, ampliando su capacidad de acción y dirigiéndola con un potencial y una eficacia aún mayores. Actuando, a través de actitudes, actos y hechos, materializamos nuestras emisiones, de manera tan efectiva, que las hacemos cautivas de nuestra propia aura, vistiéndonos del ambiente personal, para bien o para mal, para la felicidad o para la desdicha, capitalizando en consecuencia todo aquello que, por nuestra provocación, resultara en comportamientos o reacciones de otras personas. En razón de eso, lo que más importa es la calidad de lo que pensamos y de lo que hacemos. Centralicemos, pues, nuestro pensamiento en el bien, en el amor y en la verdad, para que nuestro trabajo en la vida sea un constante bien y encontraremos la llave de la felicidad inmortal, en la comunión con Dios. André


18 DE ABRIL Las luces del conocimiento son dádivas divinas del Señor de toda Sabiduría, y siempre están brillando en los Universos sin fin, disponibles para todos los seres de la Creación Infinita. Sin embargo, cada Espíritu alcanzará solo la luz que su vista pueda identificar. En el mundo en el que vivimos también hay escuelas para todo tipo de alumnos, desde los Jardines de infancia hasta las mejores Academias de Científicos y los más especiales laboratorios de sabios investigadores. Y es normal y común que los más disgustados en la adquisición de conocimientos hagan poco caso de los que prefieren el esfuerzo del aprendizaje a las fugaces satisfacciones de los sentidos materiales. Para estos, quienes aún no pueden buscar conocimiento, la Filosofía y la Ciencia son una simple pérdida de tiempo y desperdicio de vida, sino rematada locura de gente insensata. Con respecto a la revelación del conocimiento superior del Esplendor y la Vida Inmortal, es igualmente así. El Espiritismo, como Doctrina Reveladora, es un curso avanzado en verdades sublimes, todavía fuera del alcance de considerables multitudes de seres terrestres.


Nada, por tanto, para sorprenderse de la actitud de incomprensión o agresividad de los oponentes de la Tercera Revelación. Debemos entenderlos y disculparlos, dedicándonos con gratitud y seriedad, al aprovechamiento del inmenso caudal de nuevas enseñanzas que el Espíritu de Verdad derrama incesantemente en todas las direcciones. Alabemos y agradezcamos al Padre y a Cristo por el advenimiento del "Libro de los Espíritus" y busquemos vivenciar sus lecciones sin preocuparnos por la indiferencia o el clamor de los hermanos que, por el momento, sólo se sacian con el polvo de la tierra que pisan, despreciando, por lo lejos que están, las estrellas resplandeciente que brilla en la inmensidad de los Cielos. André


ANTE LA VERDAD La mayoría de los Espíritus encarnados en la Tierra no perciben a tiempo la llegada de la muerte. Muchos ni se dan cuenta rápidamente de que se han trasladado a otro plano. Y casi todo el mundo se sorprende por la brevedad de la vida que vivió en la faz del planeta. En eso, todos tienen razón, porque el tiempo de una encarnación humana, en nuestro orbe, pasa tan vertiginosamente que de esa realidad rara la perciben. Es, por tanto, una tontería sobrestimar los placeres fugaces del cuerpo y la ropa, de la mesa abundante y de la copa llena, un bolsillo bien surtido y predominio provisional en las eminencias sociales. Los desprevenidos apreciadores de las apariencias falaces se esfuerzan, trabajan, traman, sueñan, atacan y engañan, haciendo todo por menos de un poco, o incluso por nada, ahorrando como premio de esa engañosa combate sólo por pequeño puñado de ilusiones. Feliz quien conoce el ABC de la inmortalidad y sabe das grandes realidades da vida. Y más feliz aun es quien consigue aprovechar las dadivas de las horas para erigir en la fraternidad y en el bien la felicidad suprema, en los páramos de la luz. André


EL DON DE LA FE Las almas sin fe, que viajan aventureros alrededor del mundo, son víctimas fáciles de las garras de la desesperación. Sin el arrimo de la confianza filial en la providencia de Dios, difícilmente suportan, sin desviarse, los soplos más blandos de los vientos de la prueba. La enfermedad les aniquila el buen ánimo, las decepciones les desvanecen los sueños, la amargura les aturde la razón. Desequilibrados en cualquier derrota, se confían a la cólera que los ciega, al desánimo que atrofia, a la rebeldía que desorienta, al odio que enloquece. Son como barcos sin rumbo, oscilando peligrosamente en mares tormentosos, o como aves lejos del nido, sorprendidas por la tempestad. Dejada a sus propias fuerzas, la criatura humana tiene pocas reservas de comprensión y paciencia, humildad y coraje, para superar los desafíos de la vida sin pérdidas graves. Solo el don de la fe puede mantener ilesas las flores de la esperanza, en el mal tiempo, con la certeza de la victoria final del amor y de la justicia. Por eso, el Divino Maestro recomendó la fe que mueve montañas, como garantía suprema del buen ánimo y de la paz André


OPORTUNIDAD DE EVALUACIÓN ¿Quién de nosotros, queridos amigos, podría evaluar con seguridad la riqueza y el valor de eventos que tienen lugar en el corto espacio de un minuto, en el cuerpo y el alma de cada ser vivo, en las profundidades de la tierra y el infinito de los cielos? Limitados en nuestras percepciones por la relatividad universal en que nos insertamos, se nos escapa del todo la multitud de fenómenos que ocurren en los Universos en una fracción de segundo, y sin embargo es en la cuantía bendecida y fructífera del tiempo que existimos y llevamos a cabo nuestra evolución. Por lo tanto, es lógico que nos detengamos respetuosamente en cada período de nuestro camino, para dirigir al solio del Altísimo un pensamiento de amor y gratitud, por las bendiciones del tiempo que la bondad divina nos concede. El comienzo de un nuevo año, en nuestro calendario, representa la apertura de una nueva etapa de nuestras experiencias. Por lo tanto, tiene un significado especial, debido a la oportunidad de evaluar nuestro logro, cara a las oportunidades que nos brinda el tesoro celestial. Que, por lo tanto, en cada nuevo año que comienza, busquemos lograr en nosotros mismos, tanto como sea posible, el reino del amor y la verdad que el Maestro nos anunció. André


CORAGE Se temen las enfermedades, el hambre, la miseria, el desprecio, la soledad y la muerte. En un intento por defenderse de tales amenazas, la mayoría de las personas emprenden una carrera alucinada en busca de talismanes que de ellos los protejan, imaginando encontrarlos en la protección del dinero, en los privilegios del poder, en títulos honoríficos o en el dominio exclusivo de los afectos. Ante el fracaso infalible de esos preservativos, incapaz de evitar o superar el dolor desapegados del camino evolutivo, casi todos terminan entregándose a los brazos poco confiables de la negación o a la locura de la desesperación, a la rebelión inútil. Contra tales prejuicios, el Divino Maestro recomendó insistentemente a sus apóstoles la invencible remedio de la fe, en la absoluta confianza filial en nuestro Padre celestial, incluso porque los dolores del camino humano, en su intangibilidad, son siempre transitorios y necesarios para el progreso de los Espíritus, en el viaje a las alturas de la vida inmortal. Si las multitudes terrenales, aún inconscientes de las grandes realidades espirituales de la existencia, viven temerosos y asustadizos, en medio de la desilusión y el desacuerdo, los verdaderos discípulos de Jesús encuentran en su fe la fuerza necesaria para trabajar y servir, en toda circunstancia, perdonando y amando a sus similares, invariablemente dispuestos a renunciar a lo personal y sacrificarse por todos. Lo cierto es que una fe profunda y sincera en la Divina Providencia infunde en el alma humilde y creyente un coraje sereno, tranquilo, sublime e invencible, un coraje que el mundo no conoce. Janael


PERCEPCIÓN Y COMUNIÓN Desde las más remotas eras de nuestras antiguas civilizaciones, los hombres terrestres siempre intuyeron que en los ascendentes genésicos de todos los efectos de la Naturaleza y la Vida, la Voluntad de Dios era inmanente y activa. Por eso, sacerdotes, hechiceros, oráculos, hierofantes y chamanes se han esforzado, en todo momento, para identificar e interpretar la Divina Voluntad, buscando descubrirla en el retumbar del trueno, en el remolinos de los ríos, en el oleaje de los océanos, en la danza de las llamas en los arbustos ardientes, en el silbido del viento y en las vísceras de los animales sacrificados, como todavía ocurre hoy, con los nuevos adivinos, que buscan sondear los misterios de lo arcano en la voz de las modernas pitonisas, en el juego de buzos o en las cartas del Tarot Jesús, sin embargo, hace veinte siglos transs, nos recomendó reunirnos a solas con nuestro Padre Celestial y conversar directamente con El, en las alas invisibles de la oración, como hijos confiados y esclarecidos. Inspirados ahora por las luces de la Doctrina Espírita, entendemos hoy que nuestro Espíritu tiene ojos y oídos capaces de oír y ver infinitamente más allá de las vibraciones del mundo físico que nos limita, y que podemos, a través de los caminos del pensamiento, cruzar el espacio y superar las barreras del tiempo, para captar los sonidos y las luces de los mundos que palpitan más allá de los límites de la materia.


En verdad, solamente ahora comenzamos a entender que es en lo íntimo de nosotros mismos que debemos procurar y encontrar a nuestro Creador, que no solamente nos otorgó el bien inefable de la vida, sino que además nos sustenta con Su hálito divino, que es el propio alimento de nuestra existencia. Es que Dios, nuestro Padre, mora dentro de nuestra alma, vivifica nuestra vida, está en nosotros, como en todos y en todo, nos habla en la intimidad de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos, oye los singultos de nuestro corazón y los suspiros más secretos de nuestras ansias. Basta que hagamos silencio en nuestro interior para oír Su voz. Basta que cerremos los ojos a las visiones de nuestras percepciones comunes, para ver Su cara oculta, en las ondas de nuestra emoción. Jesús decía la verdad al afirmar que Él era uno con el Padre. Y fue no solo generoso, sino profundamente verdadero, cuando nos instó a todos a ser también uno con Él y con Dios. Hagamos de la oración íntima y sincera una comunión divina con nuestro Padre Celestial, y podremos realmente decir al Señor, como nuestro Divino Maestro, que Su Santa Voluntad se haga en nosotros y en el Mundo, en la Tierra como en el Cielo. Janael


BUENA NUEVA Registra la Historia Humana que, a lo largo de muchos siglos, en la remota Antigüedad, los hombres de la Tierra experimentaban incoercible temor a sus dioses. Tenían motivos para eso, pues acreditaban en el terrible poder de aquellos míticos señores del destino y de la vida, que ningún compromiso poseían con la misericordia y la justicia y disponían de las personas y de los Pueblos al sabor de sus mutables humores. Para propiciarlos, eran exigidos, muchas veces, penosos sacrificios de sangre y hasta de vidas, sin que se apiadasen, aquellos supremos señores, de los dores de sus mortales servidores. Mismo el Jehová de los hebreos, dios de los ejércitos, era una potestad sectaria y cruel, que cobraba ojo por ojo y diente por diente y dividía sus gracias o furores entre sus tutelados y sus enemigos. Jesús cambio radicalmente esos conceptos con la fulgurante revelación de su Buena Nueva, al presentarnos al Soberano Creador y Señor de los Universos no como un amo severo e implacable, más si como el generoso Padre de todos los seres, Dios de Amor, de Justicia y de Bondad, que sembró, en la inmensidad infinita de su Casa Cósmica, innumerables mansiones


estelares, para albergar a todos tus hijos, y que, a pesar de su poder intransigente, cuida cada pelo de nuestro cabello, viste esplendorosamente los lirios humildes del campo y alimenta, todos los días, a las pequeñas aves del cielo. Así nos transfiguró de siervos de dioses impíos a hijos y herederos del Altísimo, destinado a la felicidad y gloria del Amor Eterno y la Paz Eterna. Nos hizo príncipes de la Creación y nos otorgó el título de hermanos fraternos de todos los seres vivos, hijos, todos, del mismo Padre celestial. Nos abrió, de ese modo, los portales de la esperanza, fortaleciéndonos la fe en el destino y llenándonos de confianza en la asistencia y en el desvelo de las potencias de lo Más Alto. Esa Buena Nueva, noticia sublime que nos conforta y nos anima, fue el presente que Jesús nos trajo, pasando a aguardar nuestra reacción, nuestra respuesta. ¿Que tenemos ahora para El? ¿Qué buena noticia tiene para El nuestro corazón? Elvar


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