Nº 65 MENSAJES DE SANTANNA HERNANI

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DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S

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MERCHITA 2021

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TERCERO 1 NUMERO


Algunos de nuestros amigos encarnados acostumbran, una vez que otra, adjuntar una expresión a la cara lúgubre de amargo abatimiento. Se declaran fatigados de enfrentar crisis constantes y sueñan con el desenlace de los lazos que los unen a la materia densa, con la esperanza de que la desencarnación les traerá el bendecido remanso de tranquilidad inmutable. La realidad, sin embargo, es bastante diferente. Las crisis son tensiones y sin tensiones no hay vida. La naturaleza se revitaliza y se renueva cada día bajo constantes crisis de estrés. El anochecer es inmensa crisis, cuando los rayos positivos del sol dan paso a las radiaciones lunares, que imponen profundas alteraciones al magnetismo terrestre. El amanecer es siempre una crisis fenomenal y maravillosa, en la que todos los centros de fuerza del planeta cambian para el renacimiento de la vida, en un nuevo ciclo. Cada nueva marea es una nueva crisis, como una nueva crisis es cada cambio en la fase de la Luna y cada cambio en las estaciones del año.


En la existencia de todos los seres vivos del planeta, la evolución natural está tejida de crisis: nacimiento es una crisis enorme, como crisis son la infancia, la adolescencia, la madurez y la muerte. De vuelta en el plano espiritual, se instala en el Espíritu la crisis de readaptación a las nuevas condiciones de la existencia. Luego viene la crisis de los nuevos desafíos de la lucha que continúa, surgen las tensiones de la ascensión, cuando es merecida, y, casi siempre, la penosa y difícil crisis de la nueva inmersión en los pesados fluidos de la carne. Si no fuera por las crisis existenciales, para todos nosotros no habría crecimiento, vitalidad, progreso. No podemos huir de las crisis, porque no podemos huir de la vida. El problema es la manera por la cual nos comportamos frente a ellas: si cobardemente o irresponsablemente, o concienciados y corajosamente, como hijos de Dios, con el corazón inundado de fe y los ojos iluminados de esperanza. Elvar



Los terrícolas humanos siempre usaron capas, como protección, fantasía o disfraz. Semejante hábito jamás se restringió, sin embargo, a la ropa material, porque siempre existieron las capas psicológicas, en la presentación de apariencias, a través de miradas, gestos, actitudes y palabras, con miras a disfrazar las realidades íntimas de cada uno, enmascarándolas a la visión y al entendimiento de los otros. Con esto, no formulamos ninguna condena, pues sabemos que las necesidades y las convenciones humanas merecen consideración y respeto. Sin embargo, existen situaciones y circunstancias en las que el enmascaramiento de la verdad no solo no ayuda sino que también compromete. Este es el caso del enfermo que intenta engañar al médico, o del creyente que formula al cielo oraciones plagadas de mentiras.


Los Evangelios relatan que el ciego de Jericó, percibiendo el pasaje del Divino Maestro, sintió que solo llegaría a Él si corriese. Al ver que su capa le dificultaba caminar, se deshizo de ella y corrió hacia Jesús, quien lo sanó. La lección nos beneficia, porque los mantos con los que cubrimos los ojos de nuestros semejantes la desnudez, a veces dolorosa, de nuestras realidades, suele inhibir al Espíritu, dificultando los movimientos de nuestra alma en la dirección de la Espiritualidad Superior. Cuando, por tanto, sentimos la necesidad de implorar protección celestial, en el tormentoso valle de nuestra aflicciones, presentémonos ante el Señor con nuestras aflicciones, en la completa desnudez de nuestra realidad, sin disfraces inútiles, incluso porque sería una absoluta tontería buscar la ayuda divina, intentando engañar a Dios. Elvar


El zumbido del mundo, amigo mío, absorbe y distrae. En todas partes y en todo momento miríadas de imágenes y sonidos llegan a tu sensibilidad, exigiendo tu atención. Además de eso, múltiples problemas exigen tu cuidado, en el hogar, en el trabajo y en la vida social, lo que te obliga a salir de ti mismo, para responder a la llamada de las necesidades. Por lo tanto, es natural que experimente de vez en cuando cansancio y angustia. Cuando eso suceda, desconéctate del exterior y refúgiate en lo más profundo de tu alma. Enciérrate en ti mismo y, en el silencio de tu corazón, converse con su Padre Celestial. Verás que la luz divina te aclarará el entendimiento y nuevas energías fortalecerán tu espíritu renovado. Después de eso, podrá volver a las actividades normales de sus labores, con alegría renovada, sintiendo que lo más importante en la vida es la comunión del espíritu con el amor y la paz de Dios. Elvar



Hermanos de la Tierra: Todos sabemos lo difícil que es el peregrinaje humano en la superficie de este orbe de pruebas dolorosas. El camino de la vida en la tierra está plagado de peligros y, no pocas veces, de angustiosas aflicciones. No podía ser de otra manera, debido a la ley del progreso obligatorio que rige nuestros destinos y nos obliga a crecer para Dios. Y también por la fuerza de los efectos cármicos de la Justicia Indefectible, que nos devuelve como cosecha aquello que sembramos. Aprendices de la ciencia del amor, herederos de atavismos arraigados de los instintos primarios, de donde emergimos para la conciencia despierta, vasto es el arsenal de problemas y problemas que almacenamos en el pasado, y que debemos transformar en flores de bondad y frutos de hermandad. Ese arduo trabajo, a realizar a costa de sudor y sangre, amargura y sufrimiento; siempre, sin embargo, bajo la protección misericordiosa y atenta del Padre Eterno y de los Ángeles de Luz que nos guardan.


Es imposible, por tanto, que no sintamos, de vez en cuando, el peso de la inquietud presionándonos el pecho, y los efectos del miedo que quema nuestros espíritus. Son las enfermedades las que agotan y castigan la carne, o son los desengaños y fracasos los que conmueven el alma... Sin embargo, la Doctrina Espírita aclara las razones de todo esto, renovándonos las bendiciones del consuelo y la esperanza, para que no perdamos de vista la espléndida belleza de las cimas que nos esperan, en la sublime claridad del mañana. Por tanto, cuando estés cansado de contemplar el suelo pedregoso, extiende tus ojos sobre maravillosa amplitud del Cielo, acordándote que el Divino Maestro nos advirtió que en la Casa de Nuestra Padre, hay muchas moradas, esperándonos los Espíritus, en los ápices de la evolución. Recordemos el esplendor de las lámparas siderales que iluminan los jardines de los Palacios de Dios, en las luces de Antares y Aldebarán, Betelgeuse y Canópus, Sirius y Vega... Todos somos, a pesar de nuestros pesares, hijos y herederos de la Divina Majestad. El dolor desaparece rápidamente, la sombra es transitoria. Aceptemos de todo corazón la invitación del Maestro Amado, quien nos pidió a todos, los sobrecargados y a los afligido, para El consolarnos y aliviarnos. El futuro nos pertenece. Tened fe. Camille Flammarion



En el crepúsculo anterior a la noche en el que Jesús fue preso, todo parecía normalmente tranquilo para las multitudes terrenales. No hay signos aparentes de cambios en el Cielo o la Tierra. La paz parecía reinar soberana en todas partes. Es cierto que hubo un oscuro frenesí en los reductos donde los Espíritus oscurecidos forjaban las sombrías maquinaciones. Y también es cierto que, en círculos oscuros de espiritualidad inferior, el estruendo era intenso de las expectativas más bajas. Los espíritus encarnados, sin embargo, no percibieron nada, anestesiados en una profunda inconsciencia. El Maestro, en su clarividencia, como se acercaba la gran hora de su supremo testimonio, en el sacrificio del Gólgota, partió, en compañía de sus discípulos más cercanos, y fue al monte de los Olivos, reza al Padre, en el silencio del huerto. Preocupado por sus amigos, los invitó repetidamente a velar y orar, para que superaran las tentaciones que se avecinaban. Ellos, sin embargo, no podían permanecer despiertos, ni podían esconderse en la oración. No comprendieron la gravedad excepcional de ese momento augusto y terrible, doloroso y santo, se dejaron dormir, hasta que el Señor definitivamente los despertó, cuando la caravana de verdugos ya estaba por llegar.


Lo mismo vuelve a suceder ahora. Todo parece normal y sereno en la faz de la Tierra, y las multitudes desprevenidas cantan y bailan, comen y duermen, como si nada fuera a suceder. Sin embargo, ha llegado el momento de la cosecha y las tormentas pronosticadas ya están en camino, para colapsar de improviso. Vosotros, amigos míos, sabéis, sin embargo, la gran importancia de esta hora en los destinos planetarios, y sois invitados insistentemente a orar y velar. Prestad atención a estas amonestaciones y a estos llamamientos que os llegan de Arriba, para no ser sorprendidos, incluso mismo porque es con vosotros, y con los demás siervos de Jesús, esparcidos por la corteza del mundo, que cuenta el Padre Celestial, para pensar en las heridas del planeta y ayudar a los caídos. Permaneced en la paz del Señor y continuad preparados en vuestros deberes. Bethencourt Sampaio



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