DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S
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MERCHITA 2021
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MEDIUMNIDAD En el umbral del sueño, Adelino Saraiva preguntó en oración: “Señor, ¿por qué motivo los hombres son tan indiferentes a la mediumnidad? Aparecen prodigios, se hacen maravillas. La sobrevivencia, más allá de la muerte, es materia probada. Durante más de un siglo, Señor, han nacido innumerables mediadores entre los hombres, entregando mensajes constantes de vida eterna a las naciones. ¿Por qué razón la distancia entre la fe y la ciencia? ¿No sería justo obligar al poder humano a rendirse? ¿Por qué posponer la estandarización de la energía mediúmnico, a través de la cual los desencarnados se expresan, de manera inequívoca, obligando a las personas a reconocer la vida más allá? Bajo el escrutinio de múltiples mentes, la mediumnidad parece luchar contra sí misma... Sin embargo, señor, si es controlada por la administración terrestre, indudablemente proporcionará demostraciones matemáticas, afirmándose en certezas inamovibles, lo que le sucede a la radio y la televisión”. Saraiva entró en un sueño y, como si fuese arrebatado de improviso, se reconoció en una ciudad enorme. Él, un médium abnegado, seguía siendo un médium; sin embargo, extrañamente, se vio a sí mismo en un lujoso auto, escoltado por atentos asesores. Se sintió inundado de su importancia personal, pero limitado por una inspección rigurosa.
Luego de un largo recorrido por calles y plazas, en el que se le permitió observar el miedo y la veneración que le brindaban los espectadores, llegó a un soberbio palacio, donde lo esperaban otros médiums. Notó que él y los demás vestían ropas de carácter, de acuerdo con el grado de autoridad que se les asignaba. Túnicas doradas, bandas rosas, halos plateados, símbolos, anillos, amuletos... A las órdenes de un jefe, se acomodaron en sillones para recibir la palabra nacida en los planos superiores. Sorprendido, sin embargo, notó que allí, en ese monumento del gobierno donde la mediumnidad era absolutamente reverenciada y reconocida, el mensaje de los instructores desencarnados no encontraba curso libre. Las lecciones y los llamamientos de la Esfera Sublime fueron podados e injertados, a conveniencia de los mayorales. Espíritus generosos y amigos deben dar paso a vampiros astutos que inspiraron proyectos de exploración e influencia. Se conservaba el nombre de Dios y la custodia del Evangelio en las leyendas de la brillante reunión; sin embargo, subrepticiamente, los directores del cónclave, a pesar del aparente respeto por los dones mediúmnicas, tergiversaron las revelaciones en la agenda de los intereses políticos. Las finanzas y el prestigio social, el lujo y la dominación pasaron a primer plano. Nadie quiso saber sobre la justicia divina y la fraternidad humana.
Que la Humanidad se quedase dónde estaba, que el pueblo era bestia de carga, desde el principio del mundo. Progresase quien quisiese. Nada de auxilio espontáneo. Solo el grupo prepotente debía gobernar. La gente hablaba, en el nombre de Jesús, pero no faltaba gente hablando del supuesto fracaso del Maestro. Incluso Cristo no había escapado a la condenación. Que nadie sea tan tonto como para provocar el levantamiento de nuevas cruces. Que el mundo espiritual existía, era un asunto pacífico; sin embargo, que nadie descuide el bolsillo lleno y la mesa abundante, en la Tierra misma, aunque eso costase sudor y sangre de los semejantes. Adelino se puso de pie, valiente, y protestó con vehemencia. Aclaró que la mediumnidad es un instrumento del Señor para el alivio e instrucción de todas las criaturas. No deben ser restringidos ni convertirse en agentes de sindicatos oscuros, a la manera de esta o aquella fuerza preciosa de la Naturaleza, juzgados por los criminales y los perpetradores de la muerte... Saraiva gritó, se agitó, explicó y se indignó, pero, en respuesta, lo ataron de pies y manos y luego lo arrojaron al silencio de la prisión. Luchaba, aterrorizado, sobre la fría losa, rodeado de arañas y escorpiones, cuando despertó, en la cama, sudoroso y desfigurado, dándose cuenta de que la experiencia no había sido más que una pesadilla... Saraiva se sentó y pensó con madurez.
Poco después, poniéndose en oración para agradecerle la lección que había recibido, vio a Rogerio, su amigo espiritual, que lo asistía en las tareas comunes, diciéndole de buen humor: “¿Entiendes, hijo mío? Encuentras extraña la actitud del Plano Superior, dejando la mediumnidad al alcance de todos, muchas veces sometida a los caprichos de cada uno, aunque con la luz de la Doctrina Espírita moldeando el guion; sin embargo, mientras los gobernantes del mundo no se construyan sobre los méritos del espíritu, si no queremos ser dinamita en el carro de la perturbación y la violencia, es necesario sufrir el desprecio de los poderosos y continuar de todos modos.
SIMPLE FABULA Cuando el diamante ya cortado se acercó a la piedra preciosa, saliendo de una colina áspera, gritó irritado: “¡Qué cosa tan informativa! ¡Rugosidad por todos lados! ... ¿Qué haré con semejante aborto de la Naturaleza? Y rozó, con superioridad, sobre la piedra en bruto. La pobre, apenas sacada del suelo donde había dormido durante milenios, sintiéndose ofendida, intento quejarse; sin embargo, al mirar la cuchilla, lleno de esperanza por la utilidad que podía ofrecer, se quedó callado. Al final del día, el trabajador recibió su salario y la miró lleno de gratitud. La piedra íntimamente compensada, esperó. Al día siguiente llegó el martillo cónico y, sin piedad, se rio de ella, exclamando: “Nariz de roca, ¿quién tendría el mal gusto de perfeccionarte? ¿Por qué la desgracia de estar en comunión contigo, maldito guijarro? El cristal sufriente iba a tomar represalias, pero al ver que el trabajador, que movilizaría a la masa en su contra, lo miraba con ternura, prefirió permanecer en silencio, entregándose pacientemente a la nueva operación de lapidación.
Sabiendo, entonces, que el trabajador recibía, felizmente, una paga sustancial, se reconoció igualmente enriquecido. Más tarde, apareció el polvo de diamantes, que gritó irónicamente: “¿Por qué la humillación de trabajar esa piedra amarillenta y sin brillo? ¿Quién habría descubierto ese guijarro feo y sin valor? La piedra iba responder, protestando; sin embargo, notó que el lapidario la miraba con respeto, denotando que comprendía su nobleza interior, y, en honor a ese silencioso admirador de su belleza, enmudeció y se dejó torturar. Cuando el lapidario cobró el pago que le cabía, se consideró bien remunerada. Poco después, llegó la muela, que habló con dureza: “Esta vieja cristalización de carbono es indigna de ningún tratamiento… ¿Qué podrá resultar de ella? ¿Por qué perder el tiempo con este lisiado de la mina? La piedra pretendía aclarar la situación; sin embargo, notando la alegre anticipación del artífice, que había identificado su grandeza, se calmó, obedeció y soportó con serenidad todos los insultos que se arrojaron sobre sus mejillas, hasta que el pulidor mismo la acarició alegremente. Sin darse cuenta de su valor, el diamante tallado, el martillo, el polvo de diamante y la piedra de molino la vieron salir, pegado al corazón del trabajador, en triunfo, quedando asombrados e ignorante, en la sombra de su caverna de lapidación en la que la presencia de ellos tenía razón de ser.
Pasados algunos días, la piedra convertida en un soberbio brillante fue puesta en el cetro del gobernador de su país natal, comenzando a vivir, querida y bendita, bajo la veneración de todos. Si te encuentras en el mundo criaturas que se han convertido en un diamante desvergonzado, un martillo despiadado, un polvo irónico o una muela sarcástica en el corazón del acusado, sopórtalos con paciencia, por amor de aquellos que caminan contigo, y espera, sin desánimo, porque, un día, Transformada tu alma en una luz celestial, vendrás a la cueva terrenal para agradecerles las demandas y desgracias con las que te elevaron a la gloria de las cumbres! ...
EL HERRERO Comentábamos el problema de la compasión, cuando se acercó a nosotros antiguo orientador y narro, bien INTRANSIGENTE humorado: ― Conocí un caso interesante en la Edad Media. En una pequeña aldea del Viejo Mundo que los siglos ya han transformado, un joven herrero se apasionó por el rigor de la justicia. Integrando cierta facción política, consideraba a todas las personas que no apoyaban sus puntos de vista como enemigos a combatir. Atrabiliario y sectario, imaginó los más difíciles procesos de persecución de sus adversarios. La tolerancia era para él una falta grave. Si alguien no rezaba por su folleto, estaba marcado en un lugar oscuro. Dispuesto a la contención, a pesar de la humilde posición que disfrutaba, supo complicar la situación de los enemigos, tramando intrigas y trampas contra ellos. Siendo sí, cierto día, buscó al juez que gobernaba la comuna con benevolencia y equidad y le propuso la reconstrucción de la prisión. La lechada se estaba derrumbando. Cualquier malhechor provocaba fácilmente la evasión. Las frágiles barandillas cedían al asalto de cualquiera. El trabajo de detención es imposible. Era necesario detener el insulto a la policía. De esta manera, se ofreció a remediar el problema. Le daría al cubículo un nuevo aspecto. Prisión que fue prisión.
El magistrado, un anciano experimentado y amable, observó: - Hijo mío, la justicia debe ejercerse con amor, para que no se convierta en crueldad, porque llega el día en que necesitamos ser juzgados a nuestra vez. El joven, sin embargo, insistió. La cárcel despreciada no merecía respeto. Tanto reclamó que alcanzó el objetivo que se proponía. Al recibir la concesión para reformar la prisión, se esmeró todo lo que pudo. Le dio un nuevo aspecto a las barras. Creó un sistema de cerraduras, a través del cual era imposible escapar. Y en el centro de la habitación abarrotada, levantó una pesada columna de hierro, con esposas laboriosamente trabajadas, impidiendo el movimiento de cualquiera que estuviera apegado a tal picota. La idea tuvo éxito. El servicio resultó tan eficiente que el joven artesano fue buscado por autoridades de otros rincones, y una gran prosperidad le abrió las puertas. La novedad le ofreció fama y fortuna. Durante veinte años, asistido por diferentes trabajadores, nuestro ambicioso amigo fabricó cárceles para numerosas ciudades de su tiempo. Señor de vasto patrimonio material, trasladó su residencia de la villa de provincia a una gran metrópoli y, una noche, suponiendo defenderse, cometió una falta leve que enemigos gratuitos se comprometieron a solemnizar. El antiguo herrero fue preso, de inmediato. Internado, mentalizo la ayuda de compañeros que lo auxiliasen en la fuga, más, asombrado, reconoció, por la marca de los hierros, que fue
encarcelado en una cárcel de su propia fabricación, sufriendo rigurosa pena que comenzando por encerrarlo, terminó infligiendo su muerte Terminada la historia rápida, nos miró de manera expresiva y remató: ― Solamente la compasión puede salvarnos, sacándonos del abismo de nuestras propias faltas. Cualquier punición extremada que recetamos para los otros será como la prisión del herrero intransigente. Los lazos que armamos contra el prójimo será inevitable flagelo para nosotros mismos. Después, sin darnos tiempo para cualquier indagación, sonrió con serenidad y siguió adelante.
APRENDICES Y ADVERSÁRIOS Jonathan, Jesé y Eliaquim, funcionarios del, Templo de Jerusalén, pasando por Cafarnaúm, procuraron a Jesús en el sencillo domicilio de Simón Pedro. Recibidos por el Señor, se entregaron, de inmediato, a la conversación. ― Maestro ― dijo el primero ―, supimos que tú palabra trae al mundo el bien. Las Buenas Nuevas del Reino de Dios y, entusiasmados con tus concepciones, hipotecamos a tú ministerio nuestro aplauso irrestricto. Aspiramos, Señor, a la posición de discípulos tuyos... No obstante las obligaciones que nos prenden al sagrado Tabernáculo de Israel, anhelamos servirte, aceptando las ideas y lecciones, con las cuales seremos columnas de tú causa en la ciudad elegida del Pueblo Escogido... Con todo, antes de solemnizar nuestros votos, deseamos oírte en cuanto a la conducta que nos compete frente a los enemigos... ― Mesías, somos hostilizados por terribles desafectos, en el Santuario ― exclamó el segundo ―, y, extasiados con tus enseñamientos, estimaríamos recibir tu orientación. ― Hijo de Dios ― pidió el tercero ―, enséñanos como debemos actuar... Jesús meditó algunos instantes, y respondió: ― Primeramente, es justo considerar a nuestros adversarios como instructores. El enemigo ve junto a nosotros la sombra que el amigo no desea ver y puede ayudarnos a hacer más luz en el
camino que nos es propio. Nos cabe, de ese modo, tolerar las amonestaciones, con nobleza y serenidad, tal como el hierro, que tras de sufrir, paciente, el calor de la forja, aun soporta los golpes del mazo con dignidad humilde, a fin de adaptarse a la utilidad y a la belleza. Los visitantes se extrañaron, perplejos, y Jonathan retomó la palabra, preguntando: ― ¿Señor, y si somos injuriados? ― Adoptemos el perdón y el silencio ― dijo Jesús. ― Mucha gente que insulta es víctima de perturbación y enfermedad. ― ¿E si fuésemos perseguidos? ― indagó Jessé. ― Utilicemos la oración en favor de aquellos que nos afligen, para que no vengamos a caer en el oscuro nivel de la ignorancia a que se acogen. ― ¿Maestro, y si nos pegaran, golpearan? ― interrogo Eliaquim. ― ¿Qué hacer si la violencia nos degrada y confunde? ―Aun así ―esclareció el suave interpelado ―, la paz íntima debe ser nuestro asilo y el amor fraterno nuestra actitud, por cuanto, quien procura victimizar a otros y destrozarlos es un loco y merece compasión. ― ¿Señor ― insistió Jonathan ―, que respuesta ofrecer, entonces, a la maledicencia, a la calumnia y a la perversidad? Cristo sonrió y preciso:
― El maledicente guarda consigo el infortunio de descender a la condición del gusano que se alimenta con la basura del mundo, el calumniador trae en el corazón largas dosis de hiel y veneno que le flagelan la vida, y el perverso tiene la desgracia de caer en las trampas que teje para los otros. El perdón es la única respuesta que merecen, porque son bastante desdichados por si mismos. ― ¿Y que reacción asumir ante los que nos persiguen? ― inquirió Jessé, preocupado. ― Quien persigue a sus semejantes tiene el espíritu en densas tinieblas y más se asemeja al ciego desesperado que enviste contra los fantasmas de la propia imaginación, arrojándose al foso del sufrimiento. Por ese motivo, el socorro espiritual es el mejor remedio para los que nos atormentan... ― ¿Y que punición reservar a los que nos hieren el cuerpo, asaltando nuestro orgullo? ― preguntó Eliaquim espantado. ― Me refiero a los que nos cortan la cara y nos hacen sangrar el pecho... ― Quien golpea por la espada, por la espada será golpeado también, hasta que reine el Amor Puro en la Tierra ― explicó el Maestro, sin pestañear. ― Quien se rinde a las sugestiones del crimen es un enfermo peligroso que debemos corregir con la reclusión y con el tratamiento indispensable. La sangre no apaga la sangre y el mal no rectifica el mal... Y, extendiendo su mirada dulce y lúcida sobre los transeúntes, continuó:
― Es imperioso sepamos amar y educar a los semejantes con la fuerza de nuestras convicciones y conocimientos, a fin de que el Reino de Dios se extienda en el mundo... Las Buenas Nuevas de Salvación esperan que el santo ampare al pecador, que el sano ayude al enfermo, que la víctima auxilie al verdugo... Para eso, es imprescindible que el perdón incondicional, con el olvido de todas las ofensas, asegure la paz y la renovación de todo... En ese ínterin, un niño enfermo lloró en alta voz en un aposento contiguo. Y el Maestro pidió algunos instantes de espera y salió para socorrerla, al regresar, en balde busco la presencia delos aprendices fervorosos y entusiastas. En la sala modesta de Pedro no había nadie.