DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S
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ALFREDO Y LA FUERZA DE La perseverancia es la base de la victoria. No olvides que cosecharás más tarde en tu VOLUNTAD cultivo del amor y luz, pero solo alcanzarás la cosecha divina si caminas hacia adelante, en medio del sudor y la confianza, sin desmayarte jamás”. (Emmanuel, Libro “Fuente Viva”, ítem 124 - Psicografía de Francisco C. Xavier.) Ansioso por obtener información sobre espiritualidad y entrar en contacto con las sabias y valiosas lecciones de Cristo, Alfredo decidió buscar una institución espirita que pudiera, a través de sus actividades en el bien, satisfacer sus expectativas y curiosidad. En sus inicios, ligado a grupos de estudio, comprendió la necesidad de ir más allá de las letras y las enseñanzas, en la realización de tareas que pudieran servir a los más necesitados, tan bien enseñadas y ejemplificadas por Jesús. En contacto con los miembros más antiguos de la institución, conoció las actividades asistenciales que allí se desarrollaban para ayudar, en la medida de lo posible, a los hermanos necesitados y en dificultades.
En detalle, conoció la "Campaña Kilo" o "Campaña Auto de Souza", como se conoce popularmente a este trabajo, que trata de la distribución de bolsas en los hogares por grupos de trabajadores de las instituciones, generalmente en sábado, quedando para la semana siguiente a la recolección de alimentos que formarán las canastas de alimentos que se ofrecerán a las familias necesitadas. Se dio cuenta de que no podía participar en el grupo de voluntarios que llevan a cabo la "Campaña", pues al ser dueño de una pequeña empresa comercial, los sábados no podía salir de allí, pues las puertas de su establecimiento debían permanecer abiertas. para la obtención de los recursos económicos necesarios para el mantenimiento de su numerosa familia. Pero deseaba ardientemente cooperar para reducir el dolor y el sufrimiento de los demás. Pensó, meditó, reflexionó, buscó a Jesús en la oración y, movido por una gran y decidida fuerza de voluntad, encontró la solución para servir también a los hermanos del camino que viven un destino inferior al suyo.
Bajo la coordinación de la "Campaña Kilo" de entidad donde milita, recoge las bolsas y, al finalizar su jornada laboral, o durante sus horas de descanso, busca vecinos, a los vecinos de su manzana, el barrio, y una vez al mes, recoge los alimentos que le son ofrecidos. Cuando el grupo de la mencionada "Campaña" llega a la institución espírita para la formación de canastas de alimentos básicos, que se ofrecen a las familias necesitadas, allí encuentran a Alfredo con el material recolectado, ayudando a "engordar" la cantidad de alimentos que se entrega a los necesitados. Impedido por compromisos profesionales y obligaciones familiares, no pudo estar con el grupo de trabajo, pero eso no le impidió trabajar a favor de los demás. La fuerza de su ideal y la perseverancia en el bien le hicieron superar los obstáculos para servir en el nombre de Cristo. El adagio popular: "Querer es poder" tiene un significado profundo. En verdad, quien quiere con determinación y trabaja con convicción supera todas las barreras y supera todas las dificultades, más aún cuando se pone al lado de Jesús para ayudar a los “pequeños en el camino”.
RECUERDOS DE NUESTROS MUERTOS ¿Son sensibles los Espíritus al recuerdo de quienes los amaron en la Tierra? - Mucho más de lo que podéis creer. El recuerdo se suma a su felicidad, si son dichosos. Y si son desgraciados, es para ellos un alivio (Pregunta 320, del “Libro de los espíritus” - Allan Kardec.) La muerte, como la entienden la mayoría de los hombres en la Tierra, realmente no existe. Sólo el cuerpo se termina, una vez que se extinguen sus fuerzas orgánicas, pero nosotros, en Espíritu, somos eternos. Dejamos la materia física y seguimos con nuestra vida, hacia la eternidad. Así, la separación de las personas que amamos y que nos aman, cuando dejamos el cuerpo, es momentánea, breve, porque un día nos volveremos a reunir en la Patria Espiritual, donde disfrutaremos de la vida en abundancia. Los lazos de amor, simpatía y afinidad no se rompen con la desencarnación. Están con nosotros, ya que todavía estamos vivos, simplemente existiendo en diferentes dimensiones, pero muy vivos. De esta forma llega a ellos el anhelo que sentimos por los seres que partieron por el vehículo de la desencarnación, sin duda, por los cauces del pensamiento. Y de la misma manera que también piensan en nosotros, vibran con nuestras verdaderas victorias y pueden sufrir por nuestros fracasos.
Entonces, cuando recordemos a un ser querido que vive en espiritualidad hoy, no lo hagamos con tristeza, lamentación y desesperación. Es muy natural extrañarlo, pero podemos envolverlo con la certeza de que camina hacia el futuro y que sigue trabajando por su progreso. Nuestros pensamientos de equilibrio, fe y esperanza les llegan como bálsamos de consuelo y aliento para sus luchas. Cuando sienten que tenemos confianza y determinación en la Tierra, con la plena convicción de que también están viviendo y progresando, se calman y encuentran mejores condiciones para el crecimiento espiritual. Sabiendo esto, siempre nos resultará interesante evitar recordarlos en comportamientos y actitudes fúnebres, lúgubres, ceremoniales, como si estuvieran guardados en tumbas o aislados en cementerios. No están allí, donde yacen sus despojos. Ya han llegado a otros parajes y se han retirado a refugios espirituales para cada uno. Les encanta ser recordados inmensamente, pero de forma alegre, optimista y equilibrada. Por tanto, cultivemos el hábito de orar por ellos a diario, cuando nos retiremos a nuestras oraciones, enviándoles pensamientos de esperanza y certeza de nuestros futuros re encuentros.
Procuremos recordar sus ejemplos de grandeza espiritual y hagamos el mayor esfuerzo para sofocar los comportamientos desafortunados que, tal vez, tuvieron, para que no los hagamos sufrir aún más con aquello que ya los ha marcado. La flor que les gusta recibir es la flor de la sonrisa y la comprensión de las Leyes de Dios, sin rebelión, sin desesperación, sin lamentos, pero con mucha confianza en el Padre Celestial que hace todo por nuestra felicidad. Por tanto, para recordar a nuestros “muertos”, no son necesarios lugares determinados, gestos decorados, comportamientos ensayados, posiciones físicas tradicionales no serán necesarias; no, nada de eso, solo nuestros pensamientos, en cualquier momento, en cualquier lugar, preferiblemente llenos de amor y llenos del deseo de sean felices donde están. Hoy o mañana, cuando Dios lo permita, volveremos a estar con ellos, porque la muerte realmente no existe.
EL SIGNIFICADO DE LA "¿Cuál es la finalidad de la reencarnación? - Expiación, mejora progresiva de la humanidad. REENCARNACIÓN Sin eso, ¿Dónde estaría la justicia?" (Pregunta 167, del "Libro de los espíritus" - Allan Kardec.) La reencarnación, es decir, el regreso del Espíritu en un nuevo cuerpo para otra existencia en la Tierra, no se caracteriza como prerrogativa de los espiritistas o de quienes tienen plena conciencia de vidas sucesivas. Es una ley incuestionable de la Divina Providencia y que abarca a todos los hijos de Dios. Creados que fuimos, por el Padre Celestial, sencillos e ignorantes, con la propuesta de alcanzar la perfección, vamos avanzando paulatinamente, a través de los esfuerzos que emprendemos y obviamente con la colaboración de las leyes universales, alcanzando nuestras metas. Pero, ¿cómo alcanzar las alturas del conocimiento, la bondad, el amor, la humildad y todas las cualidades esenciales para un sólido estado de perfección en una sola existencia aquí en este planeta? Evidentemente, tal empresa sería humanamente imposible. Por eso el sabio Código Divino instituyó las reencarnaciones, que no son más que etapas de trabajo y aprendizaje, como un pedagogo que año tras año asciende a sus alumnos a los grados posteriores.
En cada grado, el alumno mejora en determinadas materias, por lo que el Espíritu, en su largo camino de progreso, en cada reencarnación mejora en determinados aspectos de su vida. En realidad, el proceso de reencarnación tiene dos objetivos claros: ofrecer al Espíritu que reencarna la posibilidad de vivir experiencias nuevas y oportunas, y también tener oportunidades para redimir y reparar los equívocos y errores del pasado. En una reencarnación, celosa, podemos aprovechar adecuadamente la agenda de trabajo presentada, avanzando hacia el progreso, así como, descuidadamente, perdiendo las oportunidades que se ofrecen, cayendo en la oscura zanja de los errores y provocando graves daños en nuestro camino. Siendo las leyes de Dios de inmenso amor y sabia justicia, nunca de puniciones y castigos, otra vez presentan ofreciendo nuevas oportunidades para que recorramos nuestro camino y emprendamos otros rumbos de nuestra vida. Un padre cariñoso, concienzudo y responsable, nunca cierra la puerta del arrepentimiento a sus hijos, ni se complace en verlos sufrir, y en lugar de definir su destino después de unos años de errores, se esmera en llegar a los descendientes inadaptados, con el objetivo de reargüirlos para un camino digno, honorable y feliz.
La reencarnación no es un castigo, sino un inmenso campo de trabajo y de estudios que, bien utilizado, abre notorias e incalculables posibilidades de ascenso espiritual a todos los que soñamos con la verdadera paz y la felicidad definitiva. Por tanto, no se trata de una realidad para creer o no para creer, sino una ley natural que, en el contexto de una lógica nítida, aclara las diferencias existentes entre las criaturas humanas. ¿Por qué algunos sufren más que otros? ¿Por qué algunos son más saludables que otros? ¿Por qué algunos viven más felices que otros? ¿Es Dios caprichoso e injusto? Si viviéramos una sola existencia en la Tierra y si nuestra suerte se pusiera después de esa vida, la conclusión obviamente sería esta: un Dios parcial, indiferente y descuidado. Sin embargo, todo se vuelve muy claro, muy evidente y totalmente comprensible cuando entendemos el proceso de reencarnación, en el que, a través de sucesivas reencarnaciones, construimos paulatinamente la estructura de nuestra perfección. Así, apoyados en esta inconfundible realidad, vemos un Dios de amor, de oportunidades, un Padre fraterno y sumamente justo, que permite a cada hijo hacer su propio camino, bajo la protección de sus bendecidas manos. Reflexionemos.
CARGAR NUESTRA CRUZ "Él salvó a muchos y no pudo salvarse a sí mismo". (Mateo, 27:42) Observando, históricamente, la trayectoria de Jesús por el mundo, desde una perspectiva terrenal, identificamos el inmenso fracaso del Maestro, ya que Él había terminado condenado por las autoridades de la época a la pena de muerte, habiendo sido crucificado públicamente. Sin embargo, el mismo Cristo había afirmado: "Yo he conquistado el mundo" (Jesús - Juan, 16:33), dejando claro que había cumplido plenamente su valiosa e indispensable misión: la de llevar el evangelio a los hombres, presentándolo a la humanidad como un nuevo y prometedor forma de vida, que, si es debidamente seguido, podrá asegurar la paz y la felicidad a todas las criaturas. En realidad, somos Espíritus eternos y nuestra propuesta definitiva es: alcanzar la perfección y, por tanto, el foco de nuestras victorias debe estar dirigido a la consecución de valores morales íntimos, que nos aseguren la madurez espiritual y la plena conciencia de nuestras finalidades reales en la vida. Muchos ganan el mundo, pero terminan derrotados espiritualmente. Conocen la gloria, la fama, el prestigio, el poder, la fortuna en el entorno social en el que se ubican, pero, íntimamente, cargan volcanes de sufrimiento y arden en llamas de tortura y confusión mental, en un contexto de inenarrables disturbios.
"Ganar el mundo" es bastante diferente de "vencer al mundo". En la primera situación encontramos victorias materiales, aquí en la Tierra, en la segunda las tenemos espiritualmente. Y como nuestra verdadera vida es la espiritual, dado que nuestra estancia en la Tierra es corta y fugaz, no tenemos dificultad en concluir para que dirección debemos apuntar el rumbo de nuestras acciones, procedimientos y actitudes. Evidentemente, a nadie se le impide disfrutar de una vida material de comodidad y confort, habiendo obtenido honestamente un recurso para ello. El error ocurre cuando despreciamos los valores espirituales, ya que estos son definitivos, eternos, mientras que los valores materiales son efímeros y transitorios. Más siempre que usamos los recursos de la materia dentro de un contexto equilibrado, pueden ayudarnos a progresar espiritualmente. En la vida, todo es cuestión de sentido común y madurez. Con tanta información hoy, no podemos ignorar quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Solo teniendo una amplia conciencia de la eternidad tendremos plenas posibilidades de establecer metas y objetivos que nos garanticen un progreso y prosperidad reales. Entonces, por lo menos, usemos las mismas fuerzas, el mismo ímpetu y los mismos intereses que declinamos a las búsquedas materiales, también, a las conquistas espirituales, para que luego no nos sumerjamos en las turbias aguas del arrepentimiento y el remordimiento.
Estudiemos las ciencias terrenales con diligencia y celo, buscando el mayor conocimiento posible en las escuelas, libros y compendios, pero no olvidemos la necesidad de conocer en detalle las ciencias espirituales, ya que estamos compuestos de dos naturalezas: la física y la espiritual, y el equilibrio de nuestra vida sólo lo alcanzará, plenamente, cuando estas dos naturalezas estén debidamente ajustadas. Ya que Jesucristo es el modelo a seguir, aprendamos de él para conquistar también el mundo, superando los defectos que aún persisten en hacernos infelices y adquiriendo las virtudes que nos elevarán a niveles de bienestar y tranquilidad. Reflexionemos...
EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA “Despierta, tu qué duermes! Levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará”. (Pablo, Efesios, 5:14)
Un día, en la espiritualidad, analizando nuestro pasado, tomamos cuenta de la cantidad de errores y equivocaciones cometidos a lo largo del tiempo y, al vislumbrar las posibilidades de experimentar paz y felicidad en el futuro, nos sentimos motivados a redimir esos errores. Para eso, recurrimos a los servicios de valiosos benefactores espirituales solicitando nuevas oportunidades, a través de nuestro regreso a la Tierra en un nuevo proceso de reencarnación. Y aquí estamos con amplias condiciones para corregir lo que no hicimos bien y con un abanico enorme de posibilidades para realizar nuevos experimentos. A nuestro alrededor, cada día, pululan oportunidades de todo tipo, para que salgamos de la condición inferior en la que aún nos encontramos, yendo en busca de una postura de mayor elevación moral y espiritual. La familia que nos acoge se caracteriza por ser un vasto campo de trabajo y aprendizaje, para que aprendamos a domar nuestras malas tendencias y, al mismo tiempo, desarrollemos la paciencia, la comprensión y la hermandad. En el ámbito de la labor profesional que desarrollamos, muy a menudo convivimos con criaturas que no piensan como nosotros, lo que nos permite interactuar con las diferencias derivadas del modo de vida de cada uno de ellos, aprendiendo a tolerar y respetar a las personas como son y no como nos gustaría que fueran.
Y, dentro de todo este contexto social en el que nos afanamos, poco a poco vamos aprendiendo que no hay una sola persona con plenas facultades mentales y lucidez de razonamiento que no desee ser feliz y vivir serenamente. Esto nos lleva a la conclusión de que todas las acciones, actos y procedimientos que emprendamos deben tener como meta y objetivo el bienestar de quienes nos siguen a lo largo de la vida. Así como anhelamos la paz, otros también la anhelan. Por eso, es fundamental reflexionar sobre si realmente hacemos uso de la reencarnación presente conforme planeamos un día en la espiritualidad, o si, quizás, apoyándonos en nuevos errores, fantasías e ilusiones, no estamos repitiendo los errores del pasado y, con eso, perdiendo una vez más la oportunidad de prosperidad espiritual. ¿Nuestra vida sigue dentro de los estándares de dignidad, nobleza, honestidad y decencia? ¿Hemos hecho todos los esfuerzos posibles para que en ningún momento causemos sufrimiento y dolor a los hermanos en el camino, como prescriben las valiosas e indispensables lecciones de Jesús? ¿En las escaramuzas cotidianas, combatimos, con fuerza y vigor, egoísmo y orgullo, que insisten en empañar el brillo de nuestra existencia y oscurecer nuestras propuestas de redención y superación? En tiempos difíciles y angustiosos, ¿hemos mantenido el equilibrio, la perseverancia y, sobre todo, la fe en la Divina Providencia, que nos proporciona inmensos recursos y mecanismos para avanzar con valentía hacia el progreso?
No olvidemos: un día en la espiritualidad, con suerte, pediremos la aprobación de benefactores amistosos para volver a la vida física. Y cuando salimos de allí teníamos información perfecta de que nada sería fácil. Entonces, ahora, el desánimo, el abatimiento, la tristeza o el inconformismo no valen la pena. Dios no abandona a nadie, y Jesús afirma que "llamando a la puerta se abrirá". Así, será oportuno meditar, con madurez, observando si realmente estamos aprovechando la oportunidad de reencarnación que tenemos en nuestras manos. Fuimos nosotros quienes la pedimos. Reflexionemos...