DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S
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JESUCRISTO: EL MODELO A SER SEGUIDO “¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ofreció al Hombre para servirle de guía y modelo? Vea a Jesús. (Pregunta 625, del "Libro de los espíritus", de Allan Kardec.) ¿Siendo Jesucristo el guía y el modelo a ser seguido por nosotros, que estamos esperando para actuar de esta forma? Todo lo que deliberamos hacer de diferente de esa valiosa observación, por cierto, nos colocará al contrario de la lógica y de la razón, y, por consecuencia, nos traerá el reflejo de la desobediencia y de la indisciplina en forma de reveses, dolores y decepciones. Obviamente, la elección será siempre nuestra, pues el libre albedrio es una Ley Divina, donde cada cual vive de conformidad con lo que piensa, más el buen sentido nos recomienda observar la manera como decidimos nuestra jornada terrena, pues que nadie, en sana consciencia y perfecta lucidez de raciocinio, desea sufrir.
Contrariar las profundas y sabias lecciones de Jesús es, incontestablemente, una forma de sembrar espinos que nos proporcionarán copiosas cosechas de rasguños y heridas. Sugiere el Maestro, objetivando la construcción de una saludable vida social, que aprendamos a comprender a las personas como ellas son, despojados del egoísmo, el prejuicio o la exclusividad, ya que, por nuestra parte, también necesitamos ser entendidos como somos. Orienta que, ante los conflictos, peleas o pugnas, hagamos uso del perdón y la tolerancia, ya que es difícil, en la etapa que vivimos, poder relacionarnos con los demás sin causar algún tipo de daño, resentimiento u otra cosa. Pide que extendamos las manos a aquellos que siguen viviendo en situación de penuria, aliviándoles los padecimientos y torturas, pues ninguno de nosotros sabe cómo será nuestro día mañana. Informa que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, así enseñando que los más fuertes precisan amparar a los más débiles, los más poderosos socorrer a los menos influentes, y los más ricos no ignorar aquellos que viven en la pobreza.
Propone que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, administrando las lecciones de la humildad y de la simplicidad, y, al mismo tiempo, condenando el orgullo, que nos hace pensar ser mejores que los otros. Anuncia que quien socorriera a los "pequeñitos" de todo orden es a El mismo al que estáis sirviendo, pues Su mayor alegría es ver el bien siendo esparcido por todas las direcciones y el mal sufocado por nuestros esfuerzos. Ampara Maria Madalena, La joven que se prostituía; conversa con Nicodemo, EL orgulloso doctor De la ley; y se hospeda en la casa de Zaqueo, el cobrador de impuestos, tenido como de mala vida, sin presentar ninguna censura o reprimenda, acogiéndolo con cariño y ternura, propiciando la transformación de ellos, en el tiempo, sin cualquier acusación o violencia. Ante la multitud hambrienta de esclarecimientos y géneros alimenticios, habló de la Buena Nueva, mas no se esquivó del deber de alimentarla también, multiplicando panes y peces, socorriendo conjuntamente el corazón y el estómago.
Colgado injustamente de una cruz, víctima de la incomprensión y la ignorancia humanas, todavía tenía la fuerza para suplicar a Dios que perdonara a la humanidad, ya que, en definitiva, no tenía idea de lo que estaba haciendo. Como podemos observar, nítidamente, nada es más nuevo y moderno que las imprescindibles lecciones de Jesucristo, que ya son por demás conocidas, más muy poco practicadas. O seguimos a Jesús, el modelo y guía de la humanidad, o nos preparamos para largas temporadas de sinsabores e infortunios. La elección es de cada uno. Meditemos.
AMOR y SAbIDURíA "En verdad os digo: los que cargan sus fardos e asisten sus hermanos son mis bienamados." (Espíritu de Verdad, en “El Evangelio Según el Espiritismo", ítem 6, capítulo VI.) El amor es el sublime sentimiento que está en lo alto de una escalera cuyos escalones se componen de comprensión, compañerismo, paciencia, resignación, tolerancia y hermandad. Solamente conseguirá vivenciarlo, en su plenitud, quien tuviera el coraje, la determinación y la sabiduría de subir cada escalón de esta ascensión, teniendo conciencia plena de los compensadores esfuerzos que deberá emprender. El amor es dotado de esencia divina, desenvolviendo y prosperando en los corazones de aquellos que ya entendieron que la vida va mucho más allá de su presencia física en la Tierra. Es sabio quien ya consiguió comprender que la paz que sueña y la felicidad que busca serán conquistadas a partir del momento en que se predispusiera a servir a los hermanos del camino. Plantando la alegría y la esperanza en los corazones ajenos, por reflejo, tales bienes florecerán también en el suyo.
En realidad, nadie conseguirá vivir satisfactoriamente en el egoísmo y en el aislamiento. Somos seres gregarios y, como tal, jamás podemos olvidar la necesidad de la vida en sociedad, donde el que sabe más precisa ayudar al menos dotado intelectualmente, el más fuerte debe amparar al debilitado, el más rico no puede olvidar a los menos dotados con recursos materiales, y así en adelante. El amor y la sabiduría, las dos alas que nos permitirán volar en dirección a la evolución espiritual, meta propuesta a todos nosotros por las Leyes Divinas, necesitarán estar en equilibrio. Por la sabiduría, tendremos amplia consciencia de nuestros deberes y obligaciones como hijos de Dios, ante la familia universal, y, por el amor, entenderemos la urgente e imprescindible razón de trabajar arduamente por la humanización social. Si hasta el presente momento aún no logramos vivir, aquí en la Tierra, en el ámbito del clima de serenidad deseado, obviamente es porque persistimos en seguir en la contramano de la lógica y del buen sentido, significando entender nuestra preferencia en afrontar las orientaciones claras que hace mucho tiempo nos fueron pasadas por Jesucristo: "amaos unos a los otros como yo os amé" (João, 15:12).
Aquel que ya consigue sensibilizarse por los dramas y tormentos que incendian la vida del prójimo, y se propone en la medida de lo posible ya través de sus posibilidades de brindarle algún tipo de ayuda, demuestra que la sabiduría y el amor, aunque todavía en estado latente, viven en las entrañas de su corazón. Y en el mundo no existen palabras capaces de exprimir los valiosos sentimientos del amor vivido y la serena sensación de paz que exhala de los corazones altruistas y generosos. Solamente quien ama consigue sentir, y no hay como transferir tal experiencia. Cada uno solamente podrá conocerse y aprender a amar. A nuestro alrededor, todos los días, la Providencia Divina nos coloca una gama enorme de posibilidades para que desenvolvamos la sabiduría y el amor. Basta que observemos atentamente las circunstancias que se destacan.
Un hijo solicitando atención, un familiar careciendo de amparo, un vecino viviendo en la soledad, un amigo pasando por dificultades financieras momentáneas, un desempleado implorando por trabajo, una madre desesperada por no tener alimentación para ofrecer a los hijitos, un joven desorientado, una criatura sin hogar, un anciano viviendo al relente, un estudiante sin condiciones de arcar con las dispensas de la escuela, un adulto entregado a viciaciones tóxicas... El campo para que vivamos con sabiduría y amor es vasto. Aprovechar las oportunidades deflagradas es una decisión que cabe a nosotros, solamente. Sabiduría y amor... Reflexionemos...
NO ES SALUDAbLE JUZGAR AL PRÓJIMO "No juzguéis, para no ser juzgados. Porque, con el juicio con el que juzgarais, seréis juzgados, y con la medida con que mediarais, seréis medidos." (Jesús – Mateos, 7:1 a 3)
Ciertamente, actuaríamos mucho mejor y con mucha más madurez si observáramos nuestros defectos, con la firme propuesta de eliminarlos, en lugar de buscar los defectos de los demás. Es una conducta equivocada de los hombres resaltar las imperfecciones que aún manchan a las criaturas, cuando sabemos perfectamente bien que la mayoría aún vive dando demostraciones de conducta en desacuerdo con los preceptos de la moral. En verdad, ¿Qué ganamos o qué beneficios sumamos cuando juzgamos el comportamiento de los demás? ¿Nos gusta cuando alguien critica nuestra forma de vida? A través de la lógica y el sentido común, podemos identificar los desequilibrios que lastiman a nuestros hermanos en el camino. Ahí es cuando llevamos a cabo el saludable propósito de ayudarlos, tanto como sea posible, sin alardes.
De otra forma, también es más útil utilizar las fuerzas que ostentamos para sondear nuestro íntimo a la procura de los puntos desajustados, teniendo en vista la urgente necesidad de sanarlos. Solamente alcanzaremos la perfección a que estamos destinados, dentro de las Leyes Divinas, cuando superemos las malezas que nos prenden a los círculos inferiores de la vida. Entonces, aprendamos con Jesús, "que bien sabia lo que existía en el hombre" (Jesús - João, 2:25) y, mismo así, trabajo arduamente para la edificación de un mundo mejor a partir del incentivo a la mejoría de cada criatura. Cristo acogió amorosamente a Maria Madalena, la joven que se prostituía en aquella época, señalándole, con Su autoridad moral, una nueva forma de vida, que ella aceptó, dignificando el resto de su existencia en la Tierra. No abandono a Pedro, aun mismo después de haberlo negado por tres veces, depositando en el valeroso discípulo la tarea de ayudarlo en la implantación del Evangelio entre los hombres. Aceptó conversar con Nicodemo, el doctor de la ley, en las sombras de la noche, porque aquella autoridad no quería ser vista por populares, en contacto con Jesús, temiendo por su reputación. Lo Incentivo a la renovación y a la toma de nueva postura ante las oportunidades de la vida. Se hospedó en la casa de Zaqueo, el publicano cobrador de impuestos, tenido como hombre de mala vida, mismo ante la incomprensión de aquellos que Lo seguían. Despertó a Zaqueo para la adquisición de valores nobles.
Como podemos observar, Jesús no juzgaba a nadie, apenas serbia. Identificaba en cada criatura un inmenso campo de trabajo y salía, resoluto, a elaborar. Como cristianos que somos, teniendo al Maestro como nuestro guía y modelo, que estamos esperando para seguirlo? Obviamente, no podremos hacerlo como Él lo hizo, mas no estamos impedidos de realizar tareas menores, de conformidad con nuestras condiciones evolutivas. Así, en vez de juzgamientos, críticas u observaciones vacías como al comportamiento ajeno, procuremos una forma de contribuir para la construcción de una sociedad más justa, más fraterna y más humana, tomando cada hermano nuestro como alguien que también aspira por la paz y por la felicidad, mismo que de momento este aun caminando en contra del progreso moral, pues mañana todo podrá ser bien diferente. No juzguemos a los otros, juzguemos a nosotros mismos e procuremos, con determinación y coraje, detectar nuestras faltas, emprendiendo esfuerzos y sacrificios para sanarlas. Reflexionemos…
EVITEMOS GUARDAR AMARGURAS y RESENTIMIENTOS "Entonces, Pedro, aproximándose, le preguntó: Señor, hasta cuantas veces mi hermano pecará contra mí, para que yo le perdone? ¿Hasta siete veces? Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, más si hasta setenta veces siete." (Jesús - Mateos, 18:21,22)
Las heridas y los resentimientos almacenados en nuestro núcleo actúan como ácidos devorando la esencia de nuestras emociones, con graves repercusiones también en nuestra constitución física. Hace tiempo que la ciencia médica detecta que los desequilibrios emocionales que aún cargamos descuidadamente, somatizados en nuestra constitución orgánica, son generadores de infinidad de perturbaciones, no siempre fáciles de solucionar. En la base de estas enfermedades emocionales, casi siempre se encuentran: la ira, el odio, la irritación, el inconformismo, el dolor y el resentimiento, defectos que aún tenemos y que debemos erradicar urgentemente si queremos disfrutar de una vida en equilibrio y salud. Jesucristo, profundo conocedor de la naturaleza humana, deseando guiarnos con seguridad, señaló a la humanidad la hoja de ruta para una vida sana cuando enseñó simbólicamente a Pedro que será necesario perdonar no siete veces, sino setenta veces siete, es decir. , perdona siempre, infinitamente.
La complejidad de las relaciones humanas es bien conocida. Somos criaturas diferentes unas de otras. Según el Espíritu André Luiz, en el libro “Liberación”, en el capítulo I, psicografía de Francisco Cândido Xavier, llevamos cuarenta mil años usando la razón. En el transcurso de estos milenios, hemos tenido la libertad de decidir, deliberar, elegir caminos, de forma independiente. Esto evidentemente permitió a cada uno de nosotros construir nuestro patrimonio de experiencias, cada uno a su manera, de ahí las diferencias personales existentes. Saber vivir en el contexto de estas diferencias es el gran desafío. Y como no hay criaturas iguales en el Universo, necesitamos con urgencia saber cómo entender a las personas tal como son, para que ellas también nos entiendan como somos. Cuando logremos esta hazaña, seguramente habremos encontrado el camino hacia la serenidad. No será una tarea fácil, como no lo ha sido, pero es imprescindible emprender grandes cuotas de esfuerzos, sacrificios y renuncias personales, para que los sentimientos de dolor, odio y demás, desaparezcan definitivamente de nuestro corazón. Sabiendo de eso, hagamos todo lo posible por ejercer el perdón, la comprensión y la tolerancia hacia aquellos que posiblemente nos ofendieron o nos causaron alguna molestia o nos causarán. No vale la pena albergar sentimientos tan pestilentes en el interior. En realidad, los mayores perjudicados somos nosotros mismos.
Si las criaturas con las que nos relacionamos, inconscientes, aún pactan con la inferioridad, lanzando dardos dañinos, ese es exclusivamente su problema. Por nuestra parte, hagamos lo contrario: emitimos vibraciones de equilibrio y serenidad, aunque sabemos que no es fácil, porque al hacerlo, sin duda, neutralizaremos los rayos desequilibrados que puedan llegar hasta nosotros. Como podemos concluir, al enseñar el uso continuo del perdón, Jesucristo, dentro de su inmensa sabiduría, nos informó a todos, a través del apóstol Pedro, la forma correcta y efectiva de convivencia social, para que tengamos una vida saludable tanto emocional como físicamente. Por tanto, perdonar no es solo un punto especulativo, religioso, moral, más si de un consejo profundo que asegura nuestro bienestar. Reflexionemos...