Nº 81 MENSAJES DE WALDENIR APARECIDO CUIN

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DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S

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MERCHITA 2021

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ATRIBUTOS DE DIOS “¿Qué es Dios? – Dios es la inteligencia suprema, causa primaria de todas las cosas.” (Cuestión 01, de “El Libro de los Espíritus”, de Allan Kardec.) No pudiendo aun tener una idea completa sobre Dios, debido a nuestra pequeña condición evolutiva. Nos resta la posibilidad de percibir algunos de sus innumerables atributos, lo que es lo suficiente, de momento, para que comprendamos la justicia y el amor de las leyes universales. Dentro del código divino, instituido por el Padre Celestial, queda evidente que no existe espacio para puniciones y castigos a las criaturas, ante los errores cometidas, mas, sí, siempre nuevas oportunidades de reparación, en el ámbito de la justicia y del amor. Sabiendo que cada acción carga consigo una reacción de la misma naturaleza, no será difícil la conclusión de que recogemos la cosecha que proviene de las semillas que plantamos libremente. Buenas semillas, buenas cosechas; malas semillas, producción de mala calidad. Obviamente, es necesario saber qué plantar. De esa manera, tenemos el mérito de los logros edificantes y la responsabilidad de los fracasos verificados. Dios, dentro de su sabiduría, creó las estructuras del Universo para garantizarnos condiciones de vida plena y saludable. Vivir en equilibrio o ir por los callejones de la inadaptación es obviamente nuestro problema.


“Dios es eterno. Se él hubiese tenido un comienzo, habría salido de la nada, o, entonces, habría sido creado por un ser anterior. Es así que, poco a poco, remontamos al infinito y a la eternidad. Dios es inmutable. Si El estuviese sujeto a cambios, las leyes que rigen el Universo no tendrían estabilidad. Dios es inmaterial, esto quiere decir, su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia, pues, de otra forma, El no seria inmutable, estando sujeto a las transformaciones de la materia. Dios es único. Si hubiera muchos Dioses, no habría unidad de puntos de vista ni poder en la organización del Universo. Dios es todopoderoso porque es único. Si no tuviera el poder soberano, habría algo más poderoso o tan poderoso como Él, y por lo tanto no habría hecho todas las cosas. Y las que aquellas que Él no hubiese hecho serían las obras de otro dios. Dios es soberanamente justo y bueno. La sabiduría providencial de las leyes divinas se revela en las menores como en las mayores cosas, y esa sabiduría no nos permite dudar de su justicia y ni de su bondad.” (Cuestión 13, de “El Libro de los Espíritus”, de Allan Kardec.)


En realidad, lo poco que conseguimos saber sobre Dios, nuestro Padre Celestial, basta para que tengamos certeza absoluta de que todo alrededor conspira en nuestro favor y nos da plenas condiciones para que efectuemos el progreso espiritual que nos está propuesto. Obviamente, si aún seguimos los caminos del mundo inmersos en acciones y comportamientos que difieren de lo que el Creador nos enseña, la deliberación es nuestra elección, proporcionando, es claro, los reveses y los dolores, que pueblan nuestro núcleo. En el caso queramos dar otro rumbo a la vida, pautando nuestros días con comportamientos de equilibrio y buen sentido, tomemos a Jesús como modelo, que junto a nosotros es, sin duda alguna, el legítimo representante de Dios en la Tierra. Aunque toda la estructura divina a nuestra entera disposición, cada uno de nosotros tiene el libre albedrio para decidir como desea vivir, aceptando la lógica y la evidencia de las lecciones evangélicas, o ignorándolas. Por los atributos de Dios que conocemos, por cierto, cuando un hijo Suyo este cansado de andar sin rumbo, cargado de decepciones y angustias, El estará de brazos abiertos para acogerlo con renovadas oportunidades de redención y mejoramiento. Reflexionemos...


TENER FE ES DIFERENTE DE CREER "Hoy, no puedo creerlo, porque sé". (Humberto de Campos, en el libro “Buena Nueva”, psicografía de Francisco Cândido Xavier.) La fe es la absoluta confianza que depositamos en una determinada idea y no se admite dudas. Es tener la certeza de que todo lo que Dios hace es cierto. La creencia, por otro lado, es la idea que nos formamos o el conocimiento que tenemos sobre una situación dada que puede cambiar. Un día la humanidad creyó que la Tierra era el centro del Universo, que solo existía el sistema solar, más los nuevo descubrimientos de la Astronomía determinaron el cambio de esa creencia. En el contexto de los relatos del Evangelio, podemos ejemplificar lo que realmente es tener fe y lo que es simplemente creer. En el Evangelio de Lucas (XXII, 54-62), nos encontramos con la afirmación de Jesús a Pedro, diciendo que el discípulo lo negaría tres veces antes de que cante el gallo. Y, efectivamente, el hecho fue confirmado, porque nada más arrestar a Jesús, en tres ocasiones, esa noche oscura, las criaturas señalaron a Pedro como seguidor de Cristo y, en tres ocasiones, el discípulo declaró que no lo conocía. Pedro seguía a Jesús, más aun no había adquirido la fe para sacrificarse por Cristo. Más tarde, si, en otras oportunidades, dio plenas pruebas de su fe en Jesús.


Ya en los Hechos, 9: 1-6, encontramos la narración del episodio donde Saulo, el doctor de la ley, camino a Damasco, en persecución de los cristianos, con orden del gobierno, se encontró con Jesús. Un inmenso destello tomó su visión y lo hizo caer de su monte sobre la arena del desierto, momento en el cual escuchó la voz del Maestro que le preguntaba: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Desde ese momento en adelante no más vacilo o tuvo cualquier duda. Orientado por el Maestro, se adentró en la ciudad de Damasco en busca del socorro, y, posteriormente, pasó buen tiempo en el desierto meditando sobre el acontecimiento, leyendo los pergaminos que guardaban las lecciones de Jesús. Determinado y convencido, dejo su vida de confort y abundancia y, aun mismo ante la incomprensión de amigos y familiares más íntimos, pasó a seguir Jesús, divulgando las enseñanzas de Él hasta el fin de sus días en la Tierra, en Roma, cuando fue condenado a la muerte. Pedro acreditaba en Jesús, mas no tenía la verdadera fe para promover la total reformulación de su vida, con base en lo que Cristo traía consigo. Ya Pablo fue bien diferente: no acreditaba en Jesús, mas tuvo la fe suficiente para tomar dirección totalmente opuesta aquella que seguía, así que tuvo la felicidad de encontrarse con Cristo.


En el libro “El Consolador”, Emmanuel, por intermedio de la mediumnidad de Francisco Cândido Xavier, informa que creer se trata de creer, mientras que la fe es inspiración divina. Diferentemente de la simple creencia, la fe despierta todos los nobles instintos que conducen al hombre hacia el bien y, como tal, es la base de la regeneración”. Aun entre las narrativas de los apóstoles sobre la vida de Jesús, encontramos en Mateos, 8:5-13, el relato sobre un Centurión de Roma que procura al Maestro, buscando la cura para uno de sus soldados que permanecía en el cuartel. Cuando Jesús se propuso a visitar al enfermo, el Centurión afirmó que no era preciso, pues Jesús desde allí mismo podría curarlo. Entonces, Jesús lo hizo, diciendo: “ni aun mismo en Israel encontré tamaña fe”. Otro momento que se caracteriza en los Evangelios, como demostración plena de fe, fue cuando Jesús, cercado por la multitud, fue tocado por una mujer que sufría de una hemorragia hace más de doce años, quedando, a partir de aquel instante, totalmente curada. (Marcos, 5:25 a 34.) Obviamente que aquella señora poseía mucho más que creencia en Jesús. Poseía fe. Cabe, entonces, reflexionar si ya conseguimos conquistar la fe o si aún permanecemos apenas en la creencia. Pensemos en eso.


EL LÍMITE DE LO NECESARIO “¿La Naturaleza no trazó el límite de lo necesario en nuestra propia organización? – Si, más el hombre es insaciable. La Naturaleza trazó el límite de sus necesidades en su organización, mas los vicios alteraron su constitución y crearon para el necesidades artificiales.” (Cuestión716, de “El Libro de los Espíritus”, de Allan Kardec.) Por cierto, nada será suficiente para aquel que acredita ser siempre poco lo necesario. La naturaleza, en el contexto de sus sabias leyes, definió con acierto las líneas del equilibrio, y la inteligencia humana tiene plena capacidad de discernir entre aquello que es acertado y lo que no es debido. Resta, por tanto, al hombre, tener el interés y el deseo de vivir en consonancia con tales asertivas. Las necesidades artificiales que van siendo creadas por la sociedad acaban por complicar, sobremanera, la vida de la población terrena. El Planeta, sin duda, posee todos los recursos y mecanismos capaces de garantizar, con seguridad, la vida de todos los habitantes, en los variados aspectos, no en tanto, lo que vemos hoy, ante la valorización de lo superfluo, es una carrera desenfrenada en la alimentación del egoísmo, que tantos males provoca en el seno de las colectividades.


No nos basta con lo necesario, que casi siempre todos poseen, queremos vorazmente contar con aquello que es superfluo, y, entonces, erigimos un sistema de vida en la Tierra, donde el dolor, el sufrimiento y las decepciones caminan hombreando con nosotros, como consecuencias de nuestros desmanes. Así, es posible identificar que pocos poseen mucho, y en sus cofres guardan el exceso. Por otro lado, muchos poseen poco, viviendo en la carencia general dentro del contexto de una desequilibrada distribución de ingresos. Poseer una camisa que nos protege el cuerpo es poco, queremos una camisa de moda, de preferencia que tenga etiqueta de marca famosa, para que podamos desfilar con ella por los caminos sociales. Poseer un coche que nos permita la locomoción para distancias mayores no es suficiente, una vez que nuestro ego alimenta el deseo de contar con las prestaciones de un coche nuevo que nos ofrezca una cierta posición de prestigio. Contar con la alimentación suficiente no nos satisface, pues cargamos en el interior el deseo inmenso de disfrutar de mesa harta, repleta de manjares, para el deleite de nuestro insaciable apetito.


Una casa que nos abrigue de las intemperies y que nos sirva de nido doméstico, casi siempre, no atiende a nuestras ansias, ya que llevamos en el fondo la propuesta de poseer una propiedad exquisita que, de preferencia, nos ayude a ser vistos en un pedestal económico. Es muy lógico que, dentro del libre albedrio cada uno de nosotros tiene el derecho de elegir como desea vivir, no en tanto, será siempre oportuno reflexionar si nuestras elecciones nos conviene. Observando los caminos de la historia de la humanidad, vamos encontrar aquellos que elaboraron, determinadamente, para progreso y evolución social, siempre preocupados con las buenas ideas y grandes ideales, no en tanto, desacostumbrado a las conquistas de bienes materiales. Siempre valoraron lo necesario y descartaron lo superfluo. El mayor de entre ellos fue Jesús. Poseía una túnica y un par de sandalias, no en tanto, fue capaz de cambiar, para mejor, el destino de la humanidad. Ejemplificó el uso de los valores reales, aquellos que permiten al hombre salir de la inferioridad para la angelitud, condición que le garantiza la paz y la felicidad. En momento alguno se prendió a ilusiones, fantasías y falsedades. Observemos, entonces, mientras aún hay tiempo, ¿cómo estamos conduciendo nuestros días: por los caminos de lo necesario o por los engañosos callejones de lo superfluo? Reflexionemos...


SOMOS LO QUE HACEMOS DE “¿El hombre tiene libre albedrio enNOSOTROS sus actos? – Pues si tiene la libertad de pensar, tiene la de actuar. Sin el libre albedrio, el hombre seria una máquina.” (Cuestión 843, de “El Libro de los Espíritus”, de Allan Kardec.) Cada criatura es heredera de si misma. Creados por Dios, en la simplicidad y en la ignorancia, cada uno de nosotros tiene la libertad de hacer su propio camino, escogiendo y decidiendo la forma y la manera que desea vivir. Así, estamos hoy en la condición evolutiva a la que conseguimos llegar, mediante los esfuerzos que emprendimos hasta el momento. No fuimos más allá por libre decisión nuestra, siendo detentores de algunas virtudes y aun dueños de una gama inconmensurable de defectos para ser corregidos. Haciendo un balance general de nuestra vida, podemos percibir, nítidamente, que tenemos mucho más que conquistar que lo que ya conquistamos, pues los días de serenidad que siempre ansiamos aun no llegaran. Vivemos tiempos de dolores y aflicciones, de angustias e inseguridades, que bien refleja el estado de insatisfacción e inferioridad que sigue con nosotros, nacido del ambiente infeliz que nos envuelve.


En realidad no somos criaturas acabadas, más si seres que caminan para la perfección, conforme las determinaciones del sabio código divino que posibilita a cada uno llegar a la meta propuesta cuando bien entender. Sabiendo de eso y convencidos de que los recursos están disponibles a nuestro alrededor, será interesante no perder más tiempo, partiendo inmediatamente en dirección de la paz que queremos y de la felicidad que tanto soñamos. Nada, obviamente, nos será ofrecido de forma gratuita, mas todo nos llegará a las manos en la proporción de nuestro empeño y dedicación en progresar. Pablo de Tarso nos enseño que “será preciso que matemos al hombre viejo que aun habita dentro de nosotros, permitiendo el nacimiento de un hombre nuevo” (Pablo - Efesios, 4:17-32). Ese “hombre viejo”, hasta el momento, aun no consiguió la vida de sublimidad y equilibrio que buscamos. Siendo así, es indispensable reflexionar, maduramente, sobre el surgimiento de ese “hombre nuevo”, vinculado a los verdaderos principios de la moral, la dignidad y la honestidad, y que esté realmente interesado en vivir con solidaridad, fraternidad y justicia, en el ámbito social en el que vivimos.


Es Indispensable y sumamente importante nunca olvidar que somos lo que hicimos de nosotros hasta ahora. Tenemos, por tanto, los méritos de las victorias alcanzadas a lo largo del tiempo, y, obviamente, la responsabilidad por los fracasos que surgirán en nuestro camino. Somos lo que somos mediante las elecciones y las deliberaciones que libremente hicimos. En momento alguno fuimos constreñidos o impedidos de realizar alguna cosa contra nuestra voluntad. Las Leyes Divinas siempre actuaran en defensa de nuestros intereses y deseos. Por cierto, ante el cuadro de sufrimiento que vivimos, podemos concluir que nuestra madurez insipiente fue la responsable por las desdichas de la actualidad. Mas continuamos libres, y, si no es posible modificar nuestro pasado, sin dudas, tenemos plenas condiciones de alterar el presente, proyectando un futuro promisor. Las notables lecciones de Jesucristo hace dos mil años están con nosotros. "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre, si no es a través de mí. (Jesús - Juan, 14:6). Este es, ciertamente, el camino. Cualquier otra dirección a seguir será, incontestablemente, la dirección del equívoco. Reflexionemos...



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