DIVULGADORA DE LA DOCTRINA ESPIRITA. 2021 ARTÍCULO S
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MERCHITA 2021
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TERCERO 1 NUMERO
EL ESCRIBA INCRÉDULO
Jesús descansaba en la casa de Igorin, el curtidor, en el pueblo de Dalmanuta, cuando Joab, un escriba de Cesarea, salió a buscarlo, en compañía de Zebedeo, padre de Jacobo y Juan, que tenía gran estima por él. Mientras caminaba, después de dejar la barca, el amigo de la ciudad, que nunca había contemplado al Dulce Nazareno, habló con tristeza de los dolores que había sufrido. Se sentía enfermo, en suprema rebelión. Quería escuchar la palabra del Señor para estar seguro de su propia conducta. Dijo que estaba plagado de injusticias y calumnias. Así, intercambiaron impresiones espontáneas y afectuosas cuando la casa de Igorin apareció frente a ellos en la distancia. En torno al tugurio se congregaban los enfermos, entre ellos un hombre esbelto, maduro, gritando, aturdido, que, vigilado apresuradamente, se excluyó del cuadro, desafiando así la curiosidad de ambos viajeros. En el atrio de la casa de los pobres, Zebedeo le pregunta a una anciana lisiada quién era ese desgraciado, y la anciana le informa que era un loco infeliz en busca del Maestro.
Ante esto, Santiago y Pedro aparecen de repente y dicen que Jesús tenía la intención de estar ausente para orar en las montañas. Joab, al oír esto, entra solo en la casa y encuentra al generoso Cristo en una habitación humilde, meditando en silencio. -¡Maestro! - clama, llorando, tras ser reconfortado por los primeros saludos - me duele el pecho y me arden los pensamientos, humillado que estoy por atroces injurias. Me lastiman, Señor, manchando mí nombre y robando mi pan... ¿Qué hacer ante el mal que me ataca, insolente? ¿Cómo comportarme frente a los enemigos que me cubren de lodo? -¡Perdona, hijo mío! - dijo el Amigo Celestial. -Señor, ¿Cómo olvidar a los malhechores y a los ingratos? -Siempre considerándolos en la condición de enfermos. -¿Enfermo? ¿Cómo lo voy hacer así si persiguen matando? -No harían eso si no estuvieran locos. -Maestro - insistió Joab -, hay que aclarar que mis oponentes son peligrosos ladrones... -Son, por tanto, más infelices...
-¿Desafortunado porque? ¿si tienen casas elegantes y tierras florecientes? -Sin embargo, mañana descenderán al sepulcro, dejando lo robado en manos desconocidas... -Sin embargo, señor, sin ninguna razón justa, quieren arrestarme. -No importa, hijo mío, porque todo delincuente está atrapado dentro de sí mismo en los grilletes de la oscuridad. -¡Maestro! ¡Maestro! Aun así, también me acechan en una siniestra emboscada, presagiando mi muerte, ¡todos armados con cuchillos asesinos! ... -Perdona y reza por ellos - dijo el Cristo, sereno -, porque es la Ley Eterna que se haga justicia... Todo el que sufre también será herido... El escriba, desesperado, añadió entre lágrimas: -Señor, estoy solo, despojado de todo... Engañaron a mi esposa y robaron a mis hijos... Acusado sin culpa, la prisión me espera; ¡Reverenciaré siempre las leyes, guardando sus principios y todo mi dolor nace de la sombra hostil de la infamia que me rodea! ¿Qué hacer, Benefactor, ante las garras de barro? -Hijo, perdona siempre, olvida todo mal y haz todo el bien, porque solamente el bien es luz que no se apaga... Incapaz de contener el asombro que lo traía, Joab se arrastró fuera de la esquina, preguntando a sus sorprendidos amigos afuera:
-Decidme, por favor, ¿Dónde encontraré al Maestro Jesús? ¡Quiero que Jesús escuche mi palabra! ... El escriba obstinado conservaba la impresión de que había escuchado al loco que había visto cuando llegó a esa casa, y no al propio Cristo...
CANDIDATO A LA REDENCIóN Integrado en los fluidos oxidantes que brotaban de su propia alma, el Espíritu miserable, sediento de olvido en el cuerpo de carne, preguntó entre lágrimas: -¡Señor, por piedad, concédeme la gracia de renacer en el planeta físico! ¡Ahora veo el alcance de mis deudas y la enormidad de mis crímenes! ¡He herido tu Ley, esparciendo miseria y destrucción! ... ¡Y sufro, Señor, por mi negligencia, el resultado de mi negligencia criminal! ¡Llevo en mis entrañas el infierno que encendí en mí mismo! ... Oh Benefactor de la Eternidad, condúceme, una vez más, a la escuela de la Tierra, para que pueda, por algún tiempo, olvidar mis espantosas heridas... ¡Dame cáncer, lepra o cualquier otra enfermedad, Señor, en cuya virulencia bendita borraré de mi ser el veneno de la culpa! ¡Encarceladme en un cuerpo paralitico en cuya armadura marchita consiga olvidar el pasado, regenerando mis pensamientos desdichados! ¡Entregadme a las pruebas de la idiotez, en las que me redima, mantén a mi Espíritu arrepentido en un lecho de llagas terrenales en cuyos tormentos acrisole mi corazón oscurecido en el desespero! ¡Dame el lisiado, la ceguera, la epilepsia, la forma torturada, el hambre y la desnudez, pero ayúdame a renacer en el mundo con la gracia del olvido! ...
En eso, cuando sus lágrimas eran más conmovedoras, apareció con él, un digno Amigo Espiritual, quien le dijo amablemente: -¡Cálmate, hermano! ¡Tus súplicas han sido escuchadas! La Bondad Divina te otorgará una nueva bendición en el campo de los hombres ... Sin embargo, no necesitarás recurrir a la morfea, la inmovilidad, el pénfigo o la mutilación para redimir tus deudas ... El Señor nos afirma: - "Quiero misericordia, no sacrificio ... "Volverás al mundo en una cuna acogedora y servirás al Espiritismo, con Jesús, como médium, amigo de la redención ... Aprenderás que el amor cubre la multitud de nuestros pecados y al dedicarte al bien de todos, buscando en el bien de todos la luz de tu propio bien! ... Embelesado con la promesa, el miserable se ablandó, esperanzado y aliviado: -¡Alabada sea la bondad infinita de Dios! ¡Oh! sí, cultivaré el servicio a mis semejantes en la concesión que el Cielo me concede. ¡Sabré usar la benevolencia en todos los lances de lucha! ¡Abrazaré a los humildes y comprenderé a los orgullosos para ayudarlos con amor! ¡Toleraré las flagelaciones y calumnias sin rebelarme, me dedicaré al desprendimiento de las posesiones materiales! ¡Respiraré en la Tierra, mentalizando la Compasión Celestial para saber ayudar sin recompensa y comprender sin exigir! ¡Sí! ¡Seré médium y sufriré amando, como Jesús nos amó! ... Retirado a un gran hospital de socorro, pronto pudo habilitarse para el nuevo renacimiento.
Inmerso en encajes de cariño ilimitado, resurgió en un cuerpo bendito y perfecto, en un hogar sencillo y generoso que lo acariciaba con puras alegrías, como un santuario que lo preparaba para una fiesta de luz. Así fue como, al alcanzar la mayoría de edad corporal, el candidato al servicio del bien fue naturalmente conducido a la provincia del trabajo en la que le correspondía realizar los votos que había formulado. Sin embargo, en el contacto inicial con las bendiciones de la tarea, sintió que la duda y la irritación visitaban su campo íntimo. En todas partes sorprendió la incomprensión y la discordia, la censura constante y la sospecha... Asustado ante la feroz lucha, pidió una vez, en una sesión de fraternidad e intercambio, la guía del Benefactor espiritual que lo ayudó en el templo espírita donde se asentaron sus primeras esperanzas, y, en cuanto fue recibida por el Instructor, preguntó lastimeramente: -¿Qué puedo hacer, amigo mío, ante las sombras que entorpecen mis movimientos? -Perdona y ayuda, hijo mío - respondió el benevolente mensajero. -¿Y cuando alguien me mancha con calumnias y malicia?
-Ayuda y perdona para que triunfe la luz del entendimiento. -¿Y la desconfianza? ¿Cómo actuar frente a criaturas que me prueban con dureza y sarcasmo? -Perdona y ayuda, esperando el tiempo. -¿Y la gente cruel que me busca, tocada por malas intenciones, como un animal que se sacia en las aguas de un pozo, removiendo el barro que duerme en su seno? -Ayúdalos y perdónalos para que un día se renueven... -Sufro de las mistificaciones que a veces me asaltan... ¿Cómo proceder ante los que eclipsan mi inspiración, obligándome al desencanto? -Perdonar y ayudar sin descansar, recibiendo en tales lecciones en el camino la apelación justa a tu construcción de la humildad... De vez en cuando, la mistificación te ayudará a comprender que los talentos de Arriba no te pertenecen, enseñándote respeto ante la Bondad Celestial. -Me veo rodeado por la exigencia de quienes me interpretan como malhechor, pidiéndome el tiempo para el resbaladero del crimen ... ¿Cómo tratarlos en la ruta de mi fe? -Perdona y ayuda siempre. -Pero ¿Cómo actuar con los ignorantes e ingratos, con los zorros de la astucia y con los lobos de la crueldad que pretenden dominar mis fuerzas? -Ayuda y perdona constantemente. -¿Incluso cuando no me perdonan mis debilidades y no me ayudan a resolver mis propias necesidades?
-Sí, hijo mío - enfatizó el benefactor -, es fundamental ayudar y perdonar sin descanso. El consultor se levantó para despedirse, y luego de clausurada la reunión, con ferviente oración, el candidato a la mediumnidad que había pedido cáncer y lepra, ceguera y mutilación, parálisis y desgracia, para compensar el pasado criminal, se retiró de la casa y nadie más lo vio.
LA CAMPAÑA DE LA PAZ
Establecidos en Jerusalén, después de Pentecostés, los discípulos de Jesús, sinceramente empeñados a la obra del Evangelio, iniciaron las campanas imprescindibles a las realizaciones que el Maestro les confiara. Primero, el levantamiento de morada que los albergase. Intercalaron posibilidades, ganaron el apoyo de los partidarios de la causa, sacrificaron pequeños lujos, y apareció el techo, sencillo y acogedor, donde los necesitados empezaron a recibir aclaraciones y consuelo, en nombre de Cristo. Montada la máquina de trabajo, se encontraron frente a un nuevo problema. Las instalaciones requirieron importantes recursos. Se activaron los llamados a la solidaridad. Se abrieron arcas viejas, se arrojaron cestas boca abajo, derramando las últimas monedas, y la casa de la fraternidad se pobló de camas y armarios de ropa blanca, lámparas y jarrones, enormes bañeras y utensilios domésticos variados. Los requisitos de mantenimiento eran complicados y las recolecciones se realizaban entre amigos. Asistieron corazones generosos. Las medicinas no escaseaban y las mesas estaban abundantemente abastecidas. Las obligaciones ampliadas exigían competencia humana.
Los seguidores de Jesús apelaron desde las tribunas, pidiendo brazos compasivos para lavar a los enfermos y distribuir los platos. Se formaron diáconos cooperadores libremente comprometidos y serviciales. En el humilde rancho empezaron a salir niños pequeños y rápidamente se impuso otro tipo de asistencia. Hera necesario amontonar el delicado material en el que los recién nacidos, como pájaros frágiles, pudiesen encontrar el calor del nido. Damas desinteresadas asumieron compromisos. La legión protectora de la cuna logró maravillas de ternura. Y amanecieron nuevas campañas, imperiosas. Campañas para el tratamiento del suelo, para que se reduzcan los gastos. Campañas para reemplazar las piezas inutilizadas por los obsesores, cuando están en ataques de rabia. Campañas de asistencia inmediata a las familias desprotegidas de los compañeros fallecidos. Campañas por más leche para los más pequeños. Sin embargo, si los apóstoles del Maestro encontraron relativamente fácil asegurar el mantenimiento de la casa, reconocieron que estaban preocupados por la desunión, que los amenazaba terriblemente. Huyendo de la verdad. Levi criticó el rigor de James, hijo de Alhajús. James no excusó la tolerancia de Levi. Bartolomé interpretó la benevolencia de Andrew como disipación. André consideraba a Bartolomé adicto a la tacañería. Si Juan, muy joven, fue visto en oración, en compañía de hermanas que habían caído en mal estado ante los prejuicios, fue señalado como un instrumento de escándalo.
Si Filipo dormía en las afueras, velando por los agonizantes desfavorecidos del sostén de la familia, regresaba bajo las burlas de sus propios hermanos que no penetraban la esencia de sus actitudes. Con el tiempo se propagan los conflictos, los resentimientos, las quejas, los disturbios. Cooperadores insatisfechos con sus propias tareas invadieron atribuciones ajenas, provocando fricciones de amargas consecuencias, en las que los especialistas del sarcasmo se superpusieron, transfigurando a los demandantes en trampolines para acceder a su propia dominación. Divisiones y corrillos, aquí y allá. Susurros y críticas en los refectorios, en las cocinas, parcelas y riñas. Las discusiones agriaron la atmósfera en los atrios. Hiel en la intimidad y el desprecio en el exterior, en el público que seguía de cerca los altercados y desencuentros. Peter hizo grandes esfuerzos para apoyar la orden, pero fue en vano. Aconsejó serenidad y prudencia, sin resultados alentadores. Finalmente, cansado de las peleas que desgastaban su trabajo y su alma, propuso reunirse en oración, en beneficio de la paz.
Y el grupo comenzó a reunirse una vez a la semana, con un propósito similar. A pesar de esto, sin embargo, las disputas continuaron, acaloradas. Ironías, ataques, ataques, insultos... Seis meses después de la oración conjunta, apareció una noche de angustia, en la que Simón imploró, con más intensidad conmovida, la inspiración del Señor. Los hermanos, sensibilizados, lo vieron ahogándose en lágrimas. La fiel compañera, grosera a veces, pero profundamente cariñosa, suplicó la ayuda de la Divina Misericordia, reconoció la edificación del Evangelio comprometida por constantes disputas, suplicó auxilio, exhortó protección... Cuando el ex pescador dejó de hablar y se secó la cara llena de lágrimas, apareció alguien allí, frente a ellos, como si la pared de enfrente hubiera sido abierta por dispositivos ocultos, para dar paso a un hombre. En la tenue luz que titilaba sobre el candelero, Jesús, como en el pasado, estaba allí, cerca de ellos... ¡Era él, sí, el Maestro! ¡Cara tranquila, levantó las manos en gesto de bendición! ... . Pedro gimió, indiferente a los amigos con el asombro que lo envolvía: -¡Señor, ten piedad de nosotros, los aprendices atormentados! ... ¿Qué hacer, Maestro, para garantizar la seguridad de tu obra? ¡Perdóname si mi corazón está cansado y triste! ... -Simón - respondió Jesús, sin alterarse -, no me olvidé de rogar que para que nos amasemos unos a los otros... -Señor - dijo Cefas -, hemos hecho todo el bien que nos es posible, según el amor que nos enseñaste. Nuestras campañas no descansan... Hemos apoyado, en tu nombre, a los lisiados y los infelices, a las viudas y a los huérfanos...
-Sí, Pedro, todas estas campañas son las que no se pueden defraudar, para que el bien se difunda como fruto del Cielo en la Tierra; sin embargo, es urgente que sepamos cómo responder a la propia campaña de paz... -¡Señor, ilumínanos por misericordia! ...¡Qué campaña será esa! ... Jesús, divinamente materializado, miró fijamente a la pequeña asamblea y reflexionó con tristeza: -El equilibrio nace de la unión fraterna y la unión fraterna no aparece fuera del respeto que nos debemos ... Nadie cosecha lo que no siembra ... Lograremos la mies del servicio, uniendo los brazos en la acción que nos compete; conquistaremos la diligencia, poniendo nuestros ojos en el deber a realizar; obtendremos vigilancia, usando nuestros oídos juiciosamente; sin embargo, para que la armonía permanezca entre nosotros, es necesario pensar y hablar del prójimo, como deseamos que los demás piensen y hablen de nosotros mismos ... Y, ante el pesado y profundo silencio, el Maestro concluyó: -Hermanos, por amor a los débiles y afligidos, a los desheredados y a los tristes en la tierra, que nos esperan a la luz del Reino de Dios, llevemos a cabo la campaña por la paz, comenzando por la caridad de la lengua. . .
UN DESASTRE
Duarte Nunes se había enriquecido. Dos grandes farmacias. Muy bien dirigidas, eran para él dos gallinas de huevos de oro. Dueño del propio tiempo, no sabía usarlo de la forma más noble y, por eso, estimaba en las grandes emociones sus grandes fugas. Corridas de caballos, corridas de automóviles, concursos de lanchas... Entusiasta de todos los deportes. Gastador renitente. A pesar de eso, era buen esposo y buen padre. De vez en cuando, llevaba a los hijitos, Marlene y Murilo, a las peleas de gallos. Sin embargo, a la hermosa pareja de chicos no le gustó. Marlene apartó la cara para no ver y Murilo, un niño fuerte de cuatro años, lloró desilusionado. - ¡Poltrón! - Dijo el padre, con dulce ironía. Y los colocaba a ambos en el auto para un largo viaje. Su esposa, que estaba presente a menudo, rogaba angustiada: "Nunes, más despacio". Sin embargo, en sonreía sarcásticamente y daba largas a los frenos. . Sesenta, ochenta kilómetros... En otras circunstancias, fue Elmo Bruno, el amigo inseparable, quien advirtió, cuando el auto de lujo pareció comerse el suelo: - No corras tanto... ¡Mira a los peatones!
- ¿Qué tengo que ver yo, con eso? Y Bruno explicó: - Hay personas distraídas, y niños inconscientes. No siempre consiguen, de pronto, ver las señales... Duarte cerraba el capítulo, acrecentando: - Las ruedas fueron hechas para rodar. Y deprisa. Otras veces, era el propio padre de él quien le aconsejaba, mientras el vehículo parecía volar: - Hijo mío, es preciso tener prudencia... El volante pide calma... Pienso que, más allá de los cuarenta kilómetros, todo es camino para un desastre... - Frioleras, papa – respondía Nunes, bien humorado, agravando el problema. Siempre que era exhortado, corría más.
II ¡Muchachos del apartamento, pájaros enjaulados! - decía la mamá Duarte Nunes, abrazando a sus nietos. - Entonces– dijo el padre, sonriendo -, ¿prefieren a la abuela? - Si, si... Transcurridos unos minutos, salen todos en la mañana dominguera. Doña Branca baja con su nuera, sosteniendo a los niños, al pie de su casa y al pleno sol de Ipanema y declara:
- Nuestras aves cautivas quieren la playa hoy. Respiremos… _ Todos rieron. Y el coche, conduciendo a Nunes y Elmo, se fue a toda prisa. Más tarde, Metrópolis. Amigos improvisaban corridas de bicicletas. Banderas. Notas. Relojes a granel. Hombres delgados, pedaleando, ansiosos y, finalmente, los ágape en un hotel de montaña, bajo los árboles crujientes. Al declinar de la tarde, el regreso.Todo el Río todavía vibra con el sol. _ Porque no buscar, primero, la cerveza pura y helada, en Copacabana? _ pregunto Nunes, contento. El coche devora el asfalto. _ Despacio, despacio... _ decía su amigo. Después de la cerveza, el retorno a casa. Nunes inicia la marcha, como quien despega. _ Despacio, despacio _ ruega el compañero. El ríe. Desatiende. A los pocos minutos, ambos ven un pequeño en mayo. Está solo. Se agita Y cruza corriendo buscando el otro lado. Nunes intenta frenar, pero es demasiado tarde. Atropella al chico que cae como una pluma al viento.
Un pájaro que agoniza. Sangre. Mucha Sangre. Nunes se aflige. Elmo vuelve y ve. Levanta al niño, sobresaltado, y camina hacia él. _ Quien seas _ grita Nunes _, llévalo a nuestra farmacia... Todos los gastos gratis ... Sin embargo, el amigo, con la boca abierta, presenta al niño. Sin embargo, el amigo, con la boca abierta, le presenta al niño muerto y exclama: _ Nunes, este chico es... _ ¿Es quién? Dilo pronto —dijo Nunes con impaciencia. Pero no necesitó más detalles, porque Bruno, traumatizado, se limitó a decir: _Es su hijo...