NUESTRA PARCELA EN LA CONTABILIDAD DE LA VIDA NOEMI C. CARVALHO Basado en el texto “Nuestra Parcela”, de Emmanuel, en el libro “Alma y Corazón”, psicografiado por Chico Xavier Entre compromisos y obligaciones, otras actividades son libres. Nuestra vida está hecha en el día a día de compromisos y obligaciones, que en ocasiones incluso podemos posponer, pero que no podemos dejar de hacer. Son nuestra parcela en la vida: las actividades laborales que nos brindan sustento, la participación y cuidado de la familia a la que nos unimos, la dedicación a los estudios para adquirir y renovar conocimientos. A todo momento somos enfrentados por tareas, por exigencias, por situaciones que exigen respuestas. Son contactos a ser hechos, comentarios y críticas que debemos analizar con cuidado y exención, rumores y manipulaciones con los cuales precisamos lidiar de la mejor forma. Más allá de esos encargos que asumimos, también tenemos la oportunidad de dedicarnos a otros campos de trabajo. En ellos, Dios
nos permite actuar libres de obligatoriedades, más allí podemos dejar las señales de nuestro pasaje por esta vida. Como dice Emmanuel, “quieras o no quieras, tú parcela de influencia cuenta en la suma general de las decisiones y realizaciones de la comunidad, porque en materia de manifestación, hasta aun mismo tu silencio vale.” Mas, como esclarece el benefactor espiritual, si todas esas cuestiones deben ser concientizadas, no por eso debemos quedar recelosos cada mañana de lo que talvez tengamos que enfrentar. Lo importante es tener en mente que, cualesquiera que sean las circunstancias que se presenten, “nos encuentren con el alma abierta al patrocinio y a la expansión del bien.” Los pensamientos, los sentimientos y las palabras definen nuestra parcela de contribución en la vida. La orientación dada por Emmanuel tiene como objetivo hacer que la alerta nos ayude a cumplir nuestras obligaciones y superar las contrariedades. Y además de eso, contribuir con la difusión de las buenas energías para mejorar el mundo en el que nosotros vivamos. Ciertamente que, para eso, nosotros precisamos ejercitar la práctica constante de la paciencia y de la comprensión, de la humildad y del perdón, de la solidaridad y de la compasión. “Acostumbrémonos a servir y a bendecir sin esfuerzo, tanto como nos apropiamos del aire, respirando mecánicamente. Comprender por hábito y auxiliar a los otros sin idea de sacrificio”, orienta el mentor espiritual, de modo que las actitudes se tornen normales y rutinarias. “Talvez no lo percibas. Entretanto, cada día, acrecientas algo de ti al campo de la vida.” Emmanuel explica que nosotros podemos aprender y enseñar a practicar la caridad, sea en cual sea su aspecto ella se hace necesaria. Ella puede ser útil en el auxilio material, en la palabra confortadora, en la presencia silenciosa, en el perdón compasivo. La caridad es el pan espiritual de la vida, es la fuente que alimenta el espíritu, pues “lo creamos o no, todo lo que sentimos, pensamos,
decimos o realizamos nos define la contribución diaria en el montante de fuerzas y posibilidades felices o menos felices de la existencia”, acrecienta el autor espiritual. Por tanto, meditemos en las palabras de Emmanuel, reflexionemos en la influencia que nuestros actos acarrean en la vida de nuestros semejantes, y que sean siempre para el bien, “porque de todo lo que demos a la vida, la vida también nos traerá”. Esto es, en la contabilidad da vida, nuestra parcela traerá los créditos por el bien practicado, o acumularemos los débitos cuando nuestras acciones tuvieran resultados negativos.