PARÁBOLA DEL SEMBRADOR Clovis Tavares Libro: Historias que Jesús Contó (Mateos, capítulo 13º, versículos 1 a 9, e 18, a 23) Un sembrador, como hacia todos los días, salió de casa y se dirigió a su campo para en el sembrar los granos de trigo que poseía, honrando a Dios con su trabajo honesto. Comenzó la siembra. Mientras sembraba las semillas en el campo, algunos cayeron en el camino, en pequeño sendero que estaba en medio de la cosecha. Ustedes saben que los pájaros suelen acompañar a los sembradores al campo, para comer las semillas que caen al suelo? Bueno, esto sucedió en nuestra historia. Un poco de grano cayó al costado del camino, y los pájaros, rápido, bajaron y se los comieron. El sembrador, sin embargo, siguió sembrando. Otras semillas cayeron en un lugar pedregoso. Allí había muchas piedras y poca tierra. las semillas nacieron justo en ese terreno, que no era profundo. El trigo creció rápidamente, pero llegando el sol fuerte,
se quemó; y cómo sus raíces no crecieron debido a las piedras, marchitaron y murieron. Otros granos cayeron en una parcela de campo donde había muchos espinos. Cuando el trigo creció, fue sofocado por los espinos y también murieron. Una última parte de las simientes cayó en una tierra buena y preparada, lejos de los cantos rodados y zarzas. Y el trigo sembrado allí dio una abundante cosecha. Cada grano produjo unos cien, otros sesenta y otros treinta... * Jesús mismo explicó a sus discípulos la parábola del sembrador. Nuestras almas, hijito, son comparables a las cuatro tierras de la historia: "la tierra del camino", "la tierra llena de piedras", "la tierra llena de espinas y "la tierra arada es buena y Jesús es el Divino Sembrador. La semilla es Su Palabra de bondad y sabiduría. Y los diferentes terrenos son nuestros corazones, nuestros espíritus, donde siembra sus enseñanzas, lleno de bondad para con nosotros. ¿Y cómo procedemos para con Jesús? ¿Cómo respondemos à Su bondad? La forma como damos respuesta al amor cuidadoso del Divino Maestro es la que nos clasifica espiritualmente, esto es, muestra que especie de terreno existe en nuestra alma. Cada corazón humano es una especie de tierra, uno de los cuatro suelos de la parábola. Veamos, entonces, hijito: Cuando alguien oye la palabra del Evangelio y no procura comprenderla, ni le da valor, aparecen las fuerzas del mal (los Espíritus maliciosos, desencarnados o encarnados) y arrebatan lo que fue sembrado en su corazón, tales como los pajarillos se comieron las semientes... ¿Y sabe de qué modo? Haciendo que el alma olvide lo que oyó, dando otros pensamientos a la persona, haciendo con que ella se desinterese de las cosas espirituales. Y el alma queda indiferente a los sentimientos divinos. El corazón de esa persona es semejante al “terreno del camino”, donde la simiente no llegó a penetrar. Un ejemplo de ese terreno es
la criatura que no presta atención a las lecciones del Evangelio, quedando distraída durante las explicaciones. O el niño al que no le gusta leer los folletos que enseñan el camino de Jesús... ¿Y el segundo terreno, el pedregoso? Este terreno es la imagen de la persona que recibe las enseñanzas de Jesús con mucha alegría. Algunos ejemplos son personas entusiasmadas con el servicio cristiano, o niños animados en las escuelas de Evangelio, más cuya animación dura poco. Cuando surgen las zumbarías, las persecuciones o los sufrimientos, del alma, que es inconstante, abandona el camino del Evangelio. Un ejemplo para usted, hijito: una criatura está frecuentando las aulas de Moral Cristiana en una Escuela Espirita. Está aprendiendo los mandamientos divinos, las enseñanzas de Cristo, el camino del bien, de la pureza, de la honestidad. Está muy contento con lo que está estudiando. Se siente animada y feliz. Un día, aparece un colega del colegio o de la vecindad, diciendo que el “Espiritismo es obra del demonio”, que “los que frecuentan las aulas de Evangelio en las escuelas Espíritas quedan locos y van para el infierno”. Y se burlan de él siempre que lo encuentra y le pone apellidos humillantes. Nuestro amigo no tiene la firmeza de la fe. Tiene miedo de las burlas de los colegas y de los vecinos, que dicen que “solamente su religión es verdadera” y le mandan “recibir Espíritus en la calle”. Amedrentado por la persecución y por los motes, nuestro hermano deja la escuela del Evangelio, donde estaba comenzando a comprender la belleza de la enseñanza de Jesús y las bendiciones del Espiritismo Cristiano. Ese hermano tenía el corazón semejante al “terreno lleno de piedras”, donde la planta de la verdad no puede crecer y fructificar. El tercer suelo es la “tierra llena de espinos “. Es el caso de las personas que reciben la palabra del Evangelio, mas, después abandonan el camino cristiano por causa de las grandezas falsas del mundo y de la seducción de las riquezas. Oyeron el Evangelio, más se interesaron más por los negocios, por los lucros, por las vanidades de la vida, por el cuidado exclusivo de las cosas de la tierra. Hay también, en el mundo de las criaturas, ejemplos de ese terreno. Son las personas que conocieron, algunas veces desde
pequeños, las enseñanzas de Jesús, después de crecidas, prefirieron los malos compañeros, los hombres sin Dios, y pasaron a interesarse solamente por los problemas de dinero o de modas, por los ídolos del cine o del futbol. No quieren saber más ni de Jesus, ni de las lecciones del Evangelio. Solo piensan en automóviles de lujo, sueñan con millones, se imaginan ricos "cuando sean mayores"... Al principio, sabían repartir con los pobres su dinero, en cambio, ahora solo piensan recopilarlo: la caridad murió en sus corazones. El mundo, con sus riquezas falsas (que terminan con la muerte), sedujo sus almas y sofoco la planta de Dios en sus espíritus. Cambiaron a Jesus por los sueños y ambiciones de coches de lujo, de figurines, de ropas elegantes, de campos de deporte, de concursos de belleza, de grandezas sociales... La planta de Dios fue sofocada por los espinos del egoísmo y de las ilusiones de la vida material. Y murió... El cuarto terreno, “la tierra labrada y buena, es el símbolo del corazón que escucha el Evangelio, procurando comprenderlo y lo practica en la vida. Y el alma que estudia la palabra del Señor, percibiendo que está en este mundo para aprender la Verdad y el Bien. Y, así, da frutos de bondad y se eleva para Dios. Abandona sus vicios y malos hábitos , dedicándose a la práctica de las virtudes, guardando la fe en el corazón, socorriendo cariñosamente a los necesitados y sufridores y buscando los consejos de Dios en el Evangelio de Cristo. El corazón de una criatura verdaderamente cristiana es el buen terreno de la parábola: cada simiente de Jesus se transforma en treinta, sesenta o cien bendiciones de bondad, de fe y de auxilio al prójimo. El corazón de esa criatura desea conocer siempre más y mejor las enseñanzas cristianas. Y se esfuerza sinceramente para hacer la Voluntad Divina: amar y perdonar, creer y ayudar, aprender y servir. Amigo, ahí está la Parábola del Sembrador. Medite en ella. Que usted, guardando la humildad de corazón, se esfuerce para ser, se aun no lo es, el buen terreno, que recibe los granos de luz del Divino Sembrador y da muchos frutos de sabiduría y bondad.